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Guía de Aprendizaje Base #3 (plantilla)

El trabajo autónomo es la capacidad de realizar tareas por nosotros mismos, sin necesidad de que nuestros/as
docentes estén presentes.

Centro Educativo:
Nivel: Décimo
Asignatura: Español
Fecha: esta guía abarca del 01 al 14 de setiembre 2020

Aprendizaje Aprendizaje esperado Indicador del Estrategias


esperado (Componente del aprendizaje didácticas
base programa de estudio) esperado sugeridas
(Fundamental)
Competencia Interpretar oralmente Establece los
oral-escucha un ensayo, tomando en requerimientos que se
cuenta la acentuación, deben tener en
la articulación y las cuenta para la Ver el Anexo #1
pausas establecidas adecuada para resolver lo

por la puntuación, interpretación oral del que en la guía se


entre otras. ensayo. especifica.

Desarrolla la
adecuada
interpretación oral del
ensayo.

Anexo #1
1. Me preparo para hacer la guía: Pautas que debo verificar antes de iniciar mi trabajo.
Materiales o recursos Para resolver los trabajos propuestos se sugiere:
que voy a necesitar Se pueden utilizar fotocopias, folleto o el material digital
proporcionado.
 Uso de material audiovisual.
 Uso de antología de lecturas
Condiciones que debe Se debe disponer de un ambiente adecuado para la lectura y
tener el lugar donde voy análisis. Debe haber: orden, aseo, silencio y un espacio (mesa
a trabajar o escritorio para apoyar los materiales de uso).
Tiempo en que se espera Lectura diaria de 60 minutos y dos semanas para resolver guías
que realice la guía de lectura y de análisis.

2. Voy a recordar lo aprendido en clase.


Indicaciones Para repasar, retomar y resolver las prácticas de lectura de las obras
sugeridas debe seguir los siguientes pasos:
1. Realizar una lectura diaria de al menos 60 minutos. Si es
posible, del texto asignado durante el mes setiembre: Del libro El
coraje de leer, el ensayo “El Quijote, cuatrocientos años
después” (Pág. 403 de la Antología) 2. Con base en la lectura sobre
el texto antes mencionado, repase el concepto y características del
ensayo.
3. Consulte a su docente, a través de los medios proporcionados por
ella (WhatsApp o teams ) las dudas que se le presenten sobre las
prácticas.

Actividad A partir de la lectura realizada, subraye las principales ideas que


se exponen en el texto y resúmalas con sus propias palabras en el
Preguntas para cuaderno. Además, compruebe las características del género
reflexionar y responder literario, resolviendo las siguientes interrogantes: ¿Qué es un
ensayo?, ¿cuáles son las principales características de un
ensayo?, ¿cuáles son las dos funciones o propósitos del “yo
discursivo”? Explíquelas. ¿En qué consiste el uso de la primera
persona como recurso coloquial? Explique. ¿Cuáles son otros
recursos literarios que usa el hablante discursivo para acercarse
al lector? Explíquelos. ¿Cuáles son los registros de habla que se
pueden utilizar en un ensayo? Explíquelos.
Todas estas actividades las puede realizar utilizando la
información ofrecida EN EL FOLLETO DE PRÁCTICAS.
PÁG. DE LA 71 A LA 73.

3. Pongo en práctica lo aprendido en clase


Indicaciones 1. Resuma, con 6 aspectos fundamentales, la biografía del
escritor del ensayo propuesto como lectura. Pág. 74 y 75 del folleto
de prácticas.
2. Investigue algunos datos en internet sobre la obra: “Don Quijote
de La Mancha” (autor, género literario, personajes principales,
argumento o resumen de lo que trata, cuál era el propósito de don
Quijote en el aspecto social).
3. Además, cuestione a algún miembro de su familia si: ¿Ha
escuchado sobre don Quijote de La Mancha?, ?Qué significa hacer
una quijotada?
Todas las actividades anteriores deben resolverse en el cuaderno
o en hojas aparte, A MANO y con el nombre completo y la
sección en cada página (en la parte superior derecha de la hoja).
No se reciben trabajos a computadora.
La docente las solicitará en fecha indicada.

Indicaciones o preguntas Para la resolución de estas prácticas tome en consideración que debe
para auto regularse y seguir los pasos que se le indican. Subrayar las palabras que
evaluarse desconoce de la lectura y buscar el significado en el diccionario, o
utilizando internet; de igual forma, puede consultarle a un miembro
de su familia.
Cerciorarse de que comprende las actividades que debe realizar.
Revisar que resolvió todo sin brincarse alguna de las actividades.
Reflexione acerca del conocimiento adquirido, cómo puede mejorar
para resolver de manera más efectiva o amena las próximas guías,
cómo le explicaría a otra persona los textos, su interpretación de lo
expuesto por el “Yo discursivo”, como en las ideas más importantes
que se desprenden de la lectura.

Cuestionario de autorregulación y evaluación para la guía de trabajo autónomo:

Con el trabajo autónomo voy a aprender a aprender


Reviso las acciones realizadas durante la construcción del trabajo.

Marco una X encima de cada símbolo al responder las siguientes preguntas


¿Leí las indicaciones con detenimiento?

¿Subrayé las palabras que no conocía?

¿Busqué en el diccionario o consulté con un familiar el significado de las


palabras que no conocía?

¿Me devolví a leer las indicaciones cuando no comprendí qué hacer?

Indicadores del Nivel de desempeño


aprendizaje Inicial Intermedio Avanzado
esperado ( ) ( ) ( )
Establece los Anota los Destaca aspectos Denomina los
requerimientos requerimientos relevantes de la requerimientos básicos
que se deben básicos para la interpretación oral del para la interpretación
tener en cuenta interpretación oral del ensayo. oral del ensayo.
para la adecuada ensayo.
interpretación
oral del ensayo.
Identifica Cita información Encuentra similitudes y Contrasta la
información presentada en el diferencias entre la información presentada
presentada en un texto. información en el texto.
texto. presentada en el texto.
Utiliza la Anota las ideas Distingue, en la Emplea con propiedad
información para generales de la información, las ideas las ideas esenciales de
elaborar un información. principales de las la información para
esquema de secundarias. elaborar un esquema.
ideas.
Desarrolla un Esquematiza las ideas Describe aspectos Produce un resumen a
resumen del principales para la relevantes para realizar partir de la información
texto, a partir de elaboración de un el resumen y el del esquema de ideas.
la información del resumen. favorecimiento en la
esquema de comunicación de las
ideas. ideas.

El Quijote, 400 años después. ( De: “El coraje de leer”) Alí Víquez
Voy a proponer que la risa es un invento de Miguel de Cervantes. O, mejor aun, un invento
del Quijote. Nadie había reído sobre la faz de la tierra hasta hace exactamente
cuatrocientos años, cuando la primera parte del Quijote salió a la luz pública. Entonces,
poco a poco, la gente aprendió a reír, así como aprenden los niños pequeños, que salen
del vientre materno sabiendo llorar, pero que tardan al menos un par de meses para saber
sonreírse, y otro tanto para soltar su primera carcajada. La risa fue ganando terreno desde
España, en el corazón del idioma castellano, y se esparció sobre todo el planeta, como un
bálsamo estupendo de incalculables poderes curativos. Acaso a esta maravilla hacía
referencia el caballero (de la Triste Figura), llamándolo el bálsamo de Fierabrás.
La ironía, así planteadas las cosas, salta a la vista. El inventor de la risa es apodado, por
obra y gracia de la reflexión de su amigo Sancho Panza, el Caballero de la Triste Figura.
Pero esto solo refuerza el hecho de que la risa que don Quijote ha creado es un invento
original, al punto de que puede llegar a combinarse con la tristeza. No es necesario estar
alegre para reír como don Quijote nos ha enseñado a hacerlo: de hecho, muchas veces
reímos en este libro estando muy cerca de las lágrimas, como quien admite que ante una
tragedia inconmensurable (y la del Qujote llegará a serlo) no queda otro camino que la
carcajada.
Algunos habrán reído ___ aparentemente___ antes del Quijote: eso lo puedo admitir, pero
a don Quijote cabe el mérito de haber traído al mundo una forma de hacerlo por completo
distinta. Don Quijote protagoiza una serie de pequeños fracasos, cada cual matizado con
detalles que lo hacen más cómico. Hacen gracia su empeño inicial , su fundamneto
irracional en las ficciones, su torpeza y sus previsibles descalabros. También la credulidad
de Sancho, y la sopresa y el desconcierto de quienes lo ven pasar o hasta se ven
agredidos por él. Al principio no es difícil dejarse llevar: son solo pequeñas cosas, nadie
sale herido de gravedad, y el caballero sabe levantarse y continuar ofreciéndonos
diversión. Pero llega el momento en que efectuamos una sumatoria, que esos episodios
cotidianos, diminutos y graciosos, constituyen una tragedia enorme, y es a la derrota vital
del caballero a la que hemos asistido, con carcajadas que deberían avergonzarnos. Sin
embargo, no lo hacen. Ningún lector he conocido que se sienta culpable por reírse del
Quijote; ninguno que haya dejado de hacerlo al darse cuenta de que Sancho tiene razón,
el caballero es triste, y nos estamos riendo de los motivos de su tristeza.
¿Por qué? Me atrevo a decir que, en cierto momento del libro, todos nos percatamos de
que, al reír de don Quijote y Sancho, les estamos cobrando cariño.
Hemos reído de ellos, es verdad, pero lo hemos hecho afectuosamente. Cada vez que lo
hacemos, los queremos más. Y los queremos justamente porque, por medio de esa risa
tan teñida a veces de tristeza, ellos nos han enseñado que en el fracaso el humor nos
reconcilia y nos aleja de las amarguras. El Quijote ha inventado la risa afectiva: aquella
que es un acto de amor hacia el objeto que la provoca. La risa que celebra una derrota, y
que nace del propio abatimiento: al fin y al cabo, la risa que más vale la pena, pues es la
difícil de encontrar. Hace cuatrocientos años que el mundo aprendió a reír así.
La vida de Cervantes, por lo demás, no estuvo exenta de episodios que hubieran
provocado risa, de no ser por el hecho de que eran trágicos. Sus biógrafos nos recuerdan,
por ejemplo, que regresaba a España, luego de años de servicio leal en el ejército de su
majestad, y llevando consigo, como única recompensa, una carta de recomendación del
propio don Juan de Austria. En esa carta están cifradas sus esperanzas de obtener algún
merecido reconocimiento. Pero los turcos capturan el barco en que va este soldado de
rara valentía, y la carta se convierte en soga para su propio pescuezo: el enemigo la
encuentra y piensa, erróneamente, que quien tenga consigo un documento así ha de ser
un personaje importante, de una familia adinerada. Se pide un rescate alto, muy por
enima de las posibilidades de los Cervantes. Don Miguel tuvo que seguir en la prisión
hasta lograr escapar por sus propios medios. Nos puede hacer gracia el tremendo traspié,
y yo creo que Cervantes legó a reírse de esta clase de episodios de su vida. Por algo dice
Borges que escribió El Quijote “en mansa burla de sí mismo”.
Llegar a reír ante la tragedia personal requirió, para Cervantes, de una sabiduría
desarrollada a través de los años, y cuyo rastro podemos seguir ___ me parece___ en el
texto del Quijote. En primer lugar, fue necesario construir un ideal poético muy peculiar,
porque este se afirma al mismo tiempo que se niega, o si se quiere, se sotiene al mismo
tiempo que se derrumba.
Esto suena, ya lo sé, bastante confuso. Me explicaré recurriendo a los encantadores. Así,
por lo demás, lo hace el propio don Quijote. De todos es sabido que sus éxitos en las
diversas batallas que emprende no son norma. Con una inteligencia apenas mediana, que
no dudo poseyese, don Quijote hubiera podido deducir que él no era un caballero andante
muy capaz. Lo derrotaban demasiadas veces. Mas tiene un recurso que explica por qué le
ocurren tantos percances, y este es, como todos recordamos, el recurso de los
encantadores. Son esos tramposos y envidiosos seres que, una vez sí y otra también,
interponen sus malos oficios para escamotearle a don Quijote el éxito que su brazo sabría
obtener en circunstancias ordinarias. Eso lo explica todo: el caballero se levanta y sigue
andando, traquilo con esta justificación de cada traspié.
El lector ríe, o sonríe, ante la ingenuidad del caballero. Pero luego (y tantas veces pasa en
este libro lo mismo: uno sonríe ante lo que le parece una ingenuidad o una tontería, solo
para descubrir más tarde que también uno la comete), salta a la vista el hecho de que los
encantadores son un recurso al que debemos acudir todos, si tras los fracasos queremos
seguir caminando. No hay otra manera de ir por la vida, al menos, no para quienes no se
echan a morir con los contratiempos. “nada me desengaña, el mundo me ha hechizado”,
propuso Quevedo, aunque la sentencia debió escribirla Cervantes. Quienes queremos
seguir encantados por el mundo, quienes nos rehusamos a tirar la toalla ante las
circunstancias adversas, hemos de recurrir a los encantadores. Don Quijote ejemplifica
mejor que nadie este recurso para mantener el encanto del mundo: considerarlo un lugar
donde lo malo no proviene de uno mismo, de su incapacidad o estupidez o torpeza, sino
que tiene otras fuentes, perfectamente ajenas. Quien no lo haga, quien no sepa ver
encantadores, pues habrá de tomar el camino del desengaño y la decepción cada vez que
fracase. Solo le queda frustrarse.
El mundo se construye, entonces, por medio de una imaginación que nos hace conservar
el encanto. Puede, con este método, concebirse tan bello como lo son los libros, donde
los héroes no tienen fallas ni debilidades, ni mucho menos malas intenciones, pero a
menudo son las víctimas de malignos encantadores.
Cervantes construye un universo, en la cabeza de don Quijote, donde el ideal poético
coincide, punto por punto, , con el mundo “real” o que el caballero supone real. Pero de
nuevo hemos de tener cuidado si vamos a mirar a don Quijote con aires de superioridad,
pues de hecho “sub-poner”, es decir, poner debajo, debajo de la percepción y de la
imaginación, es decir, debajo de lo que está en nuestra cabeza, un mundo “real” es lo que
hacemos todos. Nuestra esperanza de tener algún conocimiento del mundo estriba en la
posibilidad de que haya alguna coincidencia entre esa “sub-posición” que pensamos y lo
que resulte ser el mundo real, con el cual no tenemos ningún contacto directo. Cervantes
que conoce el desconcierto barroco ante el oscuro universo (recordemos a esos pintores
contemporáneos suyos, como Velásquez o Rembrandt, tan llenos de penumbras);
Cervantes, que ha visto desaparecer la confianza renacentista en el saber humano, nos
hace ver que la esperanza que tenemos de que nuestros ideales coincidan con el mundo
real puede ser perfectamente injustificada, o muy risible, como en el caso de don Quijote,
pero es esa esperanza lo único que nos sostiene.
Está claro en la historia de don Quijote que el ideal poético, al enfrentarse con el mundo,
se derrumba; está claro que hay mucha distancia entre lo que el caballero cree y lo que
ocurre a su alrededor. Pero en la medida en que su fe en ese ideal poético se mantiene,
el caballero mismo no se derrumba. En otras palabras, el ideal poético no se sostiene,
pero sí nos sostiene. Y es importante recalcar que no nos sostiene de una manera
evasiva, como si viviéramos en un mundo de ensueño el que es posible negase a todo lo
que no nos complazca: nos sostiene, o al menos debería sostenernos __ si seguimos el
ejemplo quijotesco__ en perpetuo enfrentamiento ético con el mundo. Don Quijote nos
enseña así que la fuerza de nuestro brazo debe procurar la imposición de nuestro ideal
poético. Es muy probable que la realidad no coincida con el ideal poético: razón demás
para seguir luchando. Es muy probable que llevemos las de perder: razón demás para
seguir riéndonos de nosotros mismos. El hecho de que el ideal poético no se imponga con
facilidad ha de provocar tanto la renovación de nuestro esfuerzo como de nuestra risa,
esa risa afectiva con nosotros mismos que don Quijote ha inventado. Vamos a reírnos de
nosotros, al mismo tiempo que de un modo afectuoso nos reconciliamos con nuestros
esfuerzos casi seguramente fallidos. Pero, clarísimo ha de resultarnos, la culpa del
fracaso debe achacarse a los envidiosos encantadores.
Los casos concretos de cómo don Quijote logra mantenerse a la altura de su ideal
poético son numerosos. Aquí me gustaría comentar los dos que me parecen más
atractivos. Está, por supuesto, el caso de amor de don Quijote hacia Dulcinea, esa
hermosa doncella que solo existe en su imaginación. No importa las noticias que Sancho
traiga, y que por cierto, son asimismo el fruto de su imaginación sanchezca, don Quijote
sabe sostener la imagen de la que está enamorado. Vale la pena de destacar esto de
que, si don Quijote inventa lo que quiere acerca de Dulcinea, Sancho lo hace también. Es
decir que tanto el aroma exquisito de don Quijote prevé en su docella como el olorcillo un
tanto hombruno e indeciso entre el ajo y la cebolla que Sancho dice haber percibido son el
resultado de las fantasías de los personajes. El hecho es que no sabemos cómo es
Dulcnea solo sabemos cómo la imaginan los demás. De Aldonza Lorenzo algo se dice
pero si hay algo indudable por eso que se dice es que Aldonza Lorenzo no es ni será
nunca Dulcinea del Toboso.
Pienso que la mejor forma de explicar el amor de Don Quijote hacia Dulcinea es comparar
su actitud con la de un andaluz contemporáneo suyo: don Juan.
Recordemos que don Juan es el maestro del disfraz: su eficacia como seductor proviene
de que sabe a quién esperan sus víctimas, y esa es la máscara que usa.
Este es el principio de la seducción exitosa: averiguar a quien está esperando la otra
persona. Todo el mundo está esperando a alguien, sin duda. Cuando se presenta quien
uno espera, no queda más que dejarlo entrar. Peor si se trata de un impostor.
Pues don Quijote no usa una máscara. Más bien, la proyecta. No le interesa seducir,
quiere ser seducido. Crea la máscara de Dulcinea, y la coloca ___casi por casualidad___
sobre Aldonza. Así el amor estará siempre a salvo. Bien decía Antonio Machado que el
amor precede a la amada. Esa másccara de lo que amamos la tenemos todos, y la
proyectamos luego en alguna persona. Forma parte también de nuestro ideal poético:
queda muy claro en el caso de don Quijote, que se inventa una doncella a la medida de
sus libros.
Otro episodio que ilustra el poder quijotesco para mantener incólume su ideal poético es
el de los galeotes, al que pondré mi atención más detallada en el ensayo siguiente de este
libro. Unos pobres diablos van a galeras muy mal de de su grado y don Quijote, tras
escuchar la versión que cada cual da de su caso, decide liberarlos porque no está bien
hacer esclavos a aquellos que Dios y la naturaleza hizo libres, y lo conveniente es que
cada cual se enfrente, en su conciencia y ante Dios, con su pecado, cualquiera que este
sea. De modo que para don Quijote, que persigue siempre hacer prevalecer la justicia,
esta no se relaciona con la imposición de castigos que impliquen la pérdida de la libertad.
La justicia de los hombres no puede ir más allá de la de Dios, Y Dios nos ha creado libres.
La idea atenta no solo contra las instituciones represivas de la época, el sistema penal y
religioso imperante entonces, sino también contra las instituciones actuales. Imaginemos
una sociedad sin cárceles: debemos imaginarla, puesto que los ejemplos reales no los
tenemos a la vista. Decía Borges que, con el tiempo, mereceremos no tener gobiernos.
Ojalá así sea, y también con el tiempo merezcamos no tener prisiones. Por ahora, es
bastante obvio que no estamos preparados para suprimir las cárceles y dejar que el delito
no tenga más repercusión que el ser un peso en la conciencia de quien lo comete. Es esta
una situación que la humanidad, como un todo, debería merecerse, antes de poder
llevarla a cabo.
Tampoco estuvieron preparados para ello, tampoco parecieron merecer su irrestricta
libertad, los galeotes que liberó don Quijote. Cuando el caballero les pide que agradezcan
como se debe, es decir, presentando sus respetos ante Dulcinea del Toboso, los galeotes
no solo no obedecen, sino que terminan por apedrear al pobre caballero y al pobre
Sancho. ¿Hará este traspié que don Quijote modifique su noción de justicia? Muy pronto
advierte Sancho que no: “Así escarmentará vuestra merced ___ le dice ___ como yo soy
turco”. No importa que el mundo no esté preparado para vivir de acuerdo con el ideal
poético: don Quijote sí que está preparado para hacerlo, y lo demás no le interesa.
Pero podría creerse que este apego a un ideal poético, aunque matizado por la risa que
provocan su debilidad y su inadecuación al mundo, es un acto de terquedad y casi de
sordera. Admitiré lo primero: don Quijote es terco y, cuanto más terco, más risible. Pero
voy a refutar lo segundo: don Quijote no es sordo.
Sabe escuchar, en primer lugar a Sancho, y aunque difiera de el, no lo deja de
comprender. Es la razón principal por la cual el voto de silencio que don Quijote alguna
vez exige a Sancho, motivado por la discretísima conducta que en los libros de caballería
solían exhibir los escuderos, siempre fracasa. Don Quijote le pide a Sancho callar, pero
no deja de escucharlo jamás. Al fin, todos nosotros sabemos ___ y esto me parece
especialmente usual en Costa Rica___ que la mejor manera de hacernos callar no es
prohibirnos hablar,: es la indiferencia ante lo que decimos.
De esa indiferencia ante las voces ajenas, la de Sancho, en concreto, es incapaz don
Quijote. Creo que hay pocos personajes en la literatura que manifiesten el interés genuino
qure tiene don Quijote en lo que la demás gente declara.
De modo pues que se trata de apegarse a un ideal poético, riéndose de ese apego al
mismo tiempo que escuchando el ideal poético de los demás. Habrá quienes nos sigan y
quienes nos adversen, y al fin y al cabo, nadie tiene la última palabra sobre a quién debe
dársele la razón. Los acuerdos surgirán en ese diálogo interminable que es la experiencia
humana. Esta parece ser la lección última que se extrae del episodio en la venta, cuando
don Quijote se topa con el barbero aquel a quien, tiempo atrás, había él arrebatado su
bacía. Este instrumento se convirtió, en su imaginación, en el famoso yelmo de Mambrino.
Para sorpresa y enfado del despojado barbero, no falta en esa venta tumultuosa quien dé
la razón al loco don Quijote, y reafirme que esa, su ex bacía, es el yelmo de Mambrino.
Como la “realidad”, eso que “sub ponemos”, que ponemos bajo nuestra percepción, no es
sino una convención o acuerdo entre las personas acerca de qué cosa suponer: si ahora
el acuerdo es que el instrumento no es bacía sino yelmo, pues eso ha de ser. Y si sigue
habiendo desacuerdo, como ocurrió en la venta, no hay más qué buscar una convención
que a todos complazca: eso lo encuentra Sancho cuando declara que la cosa esa es un
ha consolidado.
Pero como las cosas humanas no son eternas, llega el momento en que el mundo cruel
se “sobre-pone” a la “sub-posición” poética. La última y más difícil de las lecciones
quijotescas es tan simple como eso: que el paso del tiempo es inevitable, y los artificios
que el ser humano crea, llámense ideal poético o risa afectiva, no resisten el paso del
tiempo. Así la muerte se impone sobre todo y sobre todos, con la fuerza de una realidad
sin comillas a la que no pueden resistir nuestras convenciones, nuestras decisiones, ni
nuestra poesía. La desilusión final del caballero, su aceptación del engaño o más bien el
autoengaño a que se sometió, su decisión de admitir que ha sido un tonto por creer en los
libros, constituye el capítulo último del Quijote. A algunos, como a don Miguel de
Unamuno, este capítulo LXXIV de la segunda parte, les pareció prescindible o
decididamente injusto, una crueldad de Cervantes, que bien pudo dejar vivo al caballero,
o al menos hacerlo morir en batalla, con su locura magnífica protegiéndolo de
desilusiones. Yo tengo para mí que este desenlace del Quijote es la demostración
postrera de que el arte y el pensamiento cervantinos habían llegado a la madurez con
esta obra. Veo la necesidad estética y filosófica de que don Quijote muera desengañado
de su ideal poético, y de que al final nadie se ría ya. Pues si estábamos riendo desde el
principio, con una mezcla de tristeza y afecto, si desde el principio sabíamos que el ideal
poético nos puede sostener, pero no puede sostenerse, porque no coincide con el mundo
verdadero sino con el mundo de nuestro deseo, el final tenía que ser este. Otra cosa, creo
yo, hubiera sido una concesión al miedo de aceptar lo que supimos sucedería cuando
conocimos la locura que aquejaba al caballero y lo comenzamos a acompañar en sus
luchas; otra cosa hubiera sido una acción evasiva y complaciente, indigna de Miguel de
Cervantes. Está bien que muera vencido don Quijote, aunque no nos guste: es su último
acto de valentía. Hemos de reconocer que la ecuanimidad del personaje es entonces
ejemplar; ese Alonso Quijano, el Bueno demuestra estar a la altura de don Quijote, en la
medida en que se lamenta por error de su pasada credulidad libresca, pero no por la
humana condición que lo lleva a la muerte. La vida ha sido una ilusión, comprende el
buen Alonso; pues bien, que así sea. La aceptación es tanto del desengaño final como de
la anterior ilusión vivida: ambas han sido necesarias para que esta vida sea como es.
Cuatrocientos años después, aunque es verdad de Perogrullo decirlo, sigue siendo así.

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