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La concepción de la naturaleza humana para la Terapia Gestalt

Por Diego G. Brandolín 1

Un terapeuta gestáltico contemporáneo de origen francés señala que cada escuela de


psicoterapia tiene una concepción explícita, o más frecuentemente implícita, de la naturaleza
humana (Robine, J.M., 2005, Pág. 29). En base a ella, es dable pensar entre otras cuestiones, una o
varias acepciones de qué se entiende por salud, y por supuesto abordar el trabajo de construcción
de hipótesis acerca de cómo y por qué se producen los conflictos, lo que delimita el campo de
acción de la psicoterapia en cuestión permitiendo la formulación de medios y propósitos.

En el caso que nos ocupa, que es el de la Terapia Gestalt (TG), se entiende dicha naturaleza
como la totalidad de conductas, emociones, sensaciones y pensamientos, emergentes de la
interacción entre el organismo que somos y el entorno que nos rodea con sus respectivas
condiciones. Como se puede apreciar de entrada, se trata de una mirada interactiva. Utilizamos el
concepto de situación para describir cada una de las encrucijadas en las que organismo y entorno
se están encontrando constantemente. No es posible pensar las expresiones del ser humano
sacándolas fuera de este entorno en permanente tensión dialéctica. Entonces, toda manifestación
que produce una persona puede ser entendida solamente en el contexto de dicha situación, y no
abstraída o recortada. La unidad de análisis de los fenómenos humanos es el campo
organismo/ambiente, que es otro modo de nombrar a la situación. 2

El objetivo principal de estas manifestaciones no es otro que el de mantener el equilibrio


necesario para seguir vivos, en toda la dimensión de variedad que es propia a la vida humana. Se
remarca el carácter complejo de este equilibrio, pues este último término se ve muchas veces
reducido a cuestiones de orden biológico excesivamente simplificadoras. En nuestro caso, nos
referimos con él al estado en el cuál nos es dable realizar toda nuestra propia potencialidad
humana en el transcurso de la vida, que implica entre otros aspectos la construcción de un
proyecto existencial significativo, con libertad y responsabilidad, y la autorrealización personal. 3

Diferentes aspectos de la situación, ya sea del lado del organismo o del entorno, producen
constantemente tensiones que son vivenciadas por las personas. Estas experiencias de desajuste
son significadas como necesidades. A propósito, es conveniente aclarar que esta noción, al modo
que la utilizamos en Terapia Gestalt, no se refiere exclusivamente a demandas producidas por
variaciones o déficit del sustrato fisiológico que nos conforma, sino que con el término hacemos
alusión a un arco de sentido más amplio que podría incluir e intercambiar indistintamente otros
términos como deseos, proyectos, anhelos, etc.4
1
Psicólogo y Profesor de Psicología. Profesor Adjunto a cargo de la Cátedra Psicología Clínica II (B). Facultad
de Psicología. Universidad Nacional de Rosario. Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina. 2013.
2
Para ampliar la comprensión del uso que se le da en TG al concepto de campo, ver Yontef, G. (2009) Proceso
y diálogo en psicoterapia gestáltica (Cáp. 5), 6º reimpresión, Santiago de Chile: Cuatro Vientos
3
Véase para ilustrar más este punto Naranjo, C. (2007) Por una Gestalt viva (Cáp. 18). Vitoria-Gasteiz:
Ediciones La Llave.
4
Para ampliar la discusión acerca del término necesidad introducido en la Psicología Humanista por A.
Maslow y sus relaciones con la Terapia Gestalt se sugiere ver de Casso, P. (2009) Gestalt, Terapia de
Es preciso resolver estas necesidades que son de diferentes índoles para restablecer el
equilibrio vital. Nuestra existencia es un constante desfile de situaciones que ponen en tensión
esta armonía. La resolución de cada necesidad permite la preparación para enfrentar a la siguiente.
Aún más, es un dato de la experiencia subjetiva inmediata el hecho de que suelen convivir dos o
más necesidades al mismo tiempo en nuestro campo experimentado. Pues bien, se postula la
existencia de un principio organizador que en condiciones saludables nos permite priorizar la
necesidad más vitalmente importante en cada momento, y de acuerdo a ella otorgarle sentido a la
experiencia inmediata. Para explicar este principio se lo ha relacionado con la Ley de Figura/Fondo
que fuera enunciada por los psicólogos gestálticos de principios del siglo pasado (Perls, F., 1999,
Pág. 18). Esa ley explicaba un aspecto de la percepción humana específicamente, pero en este caso
encontramos el mismo principio aplicado a la totalidad de la vida anímica: en cada situación vital
emerge y se recorta claramente una necesidad pregnante o figura, dejando en el fondo el resto de
los aspectos de la situación. Figura y fondo se necesitan mutuamente para ordenar con claridad el
campo situacional, y son además recíprocamente excluyentes en cuanto a la capacidad de ser
percibidas. No puedo captar al mismo tiempo la figura y el fondo, pues al recortar mi atención en
una, me pierdo la posibilidad de percatarme del otro, que a la vez sirve como marco de
significación de lo percibido.

Otro de los supuestos sobre los que se trabaja es el de que cada persona cuando se
encuentra relativamente libre de condicionamientos, es decir en situación de salud, dispone de la
capacidad para realizar los ajustes necesarios en el ambiente cuando aparecen las necesidades y
tiende a ello para de esa manera dar cierre a lo abierto de la situación. En ello encontramos una
aplicación de otra ley gestáltica de la percepción, nuevamente extrapolada al funcionamiento de la
totalidad anímica: la Ley de Cierre o de la Buena Forma, enunciada para describir la tendencia con
la que funciona la percepción humana a completar los campos percibidos de la mejor manera
posible, con la figura más lograda.5

Retomando entonces lo anteriormente expresado, a esta capacidad de ajuste, inherente al


funcionamiento saludable del ser humano, Perls la denomina autorregulación organísmica (Perls,
F., 1999, Págs. 21 y 22). Aquí tenemos el principio organizador para la comprensión de las
manifestaciones humanas. Podemos inferir que todo accionar de las personas conlleva como
intencionalidad el cumplimiento de este principio.

Esta regla supone además para su adecuado funcionamiento algunas condiciones. En


primer lugar, la capacidad de la persona para distinguir lo propio de lo ajeno, descrito por Perls en
términos de la polaridad identificación/alienación. Esta función es la que otorga la discriminación
entre lo que es mío y lo que es del entorno, permitiéndome estructurar la situación para identificar
en que parte del campo se origina la tensión vital y con cuáles recursos personales y ambientales
cuento para poder efectuar los ajustes necesarios y restaurar el equilibrio. En otras palabras,
estamos introduciendo un concepto fundamental para la comprensión de este esquema: el

Autenticidad (Cáp. 10). 3º edición. Barcelona: Kairós.


5
Para una discusión de los aportes de la Psicología de la Gestalt a la Terapia Gestalt, ver Peñarrubia, F. (1998)
Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil (Cáp. 2), Madrid: Alianza.
awareness, traducido generalmente como darse cuenta, que es precisamente la capacidad que
todo ser vivo tiene para ordenar el campo situacional en el que se desempeña en el momento
presente (Perls, F., 1999, Pág. 20).

Otra condición, explicada anteriormente, es la posibilidad de jerarquizar las necesidades


emergentes simultáneas y de esa manera otorgar prioridad de resolución a lo que resulta más
urgente o compromete más seriamente la integridad vital.

Una tercera condición es la capacidad de realizar ajustes concretos en el entorno, esto es,
introducir modificaciones efectivas en el ambiente para dar respuesta a la tensión situacional. En
términos perlsianos, diríamos que es necesario poder manipular el ambiente adecuadamente,
cambiar las cosas tal como se nos presentan, para solucionar la necesidad pendiente. Por ejemplo,
si estoy enojado por motivos oportunos que lo justifiquen, ya sea porque recibí un trato
desconsiderado, irrespetuoso o injusto de parte de alguna persona, es necesario que pueda
expresar esta ira asertivamente a quién corresponda con el propósito de mitigar o modificar la
situación con la que me siento enfurecido. Caso contrario, el enojo permanecerá latente, como
una cuestión inacabada o inconclusa que buscará oportunidades para cerrarse buscando canal de
expresión, con el riesgo de actuar esa descarga en un ámbito que nada tiene que ver con la
persona o aspecto de la situación con las que sentí irritación. Esta tendencia al cierre de lo abierto
de la situación explica para la TG aquello que Freud conceptualizaba como compulsión a la
repetición, atribuyéndoselo en última instancia a una manifestación de la pulsión de muerte
(Freud, S., 1980).

El resultado de estas capacidades enumeradas funcionando plenamente es la posibilidad


de establecer la operación de contacto entre organismo y ambiente, como la función fundamental
que permite el intercambio entre lo que soy yo y lo que es no-yo. En tanto que seres vivos, somos
sistemas abiertos. Necesitamos intercambiar materia, energía e información con nuestro ambiente
para sobrevivir. Esto se hace posible a través del contacto. Es a partir de esta operación que
tenemos licencia para ir asimilando los aspectos del ambiente que nos son útiles y nutritivos, y
desechar lo inútil. Es decir, el contacto supone discriminación y el uso de una cierta cantidad de
agresión sobre el ambiente, y nos permite la asimilación. El resultado final es el crecimiento. Cada
experiencia de contacto, por mínimo que sea, nos cambia irremediable y definitivamente.

Estas operaciones de contacto se suceden todo el tiempo, desde el más básico que atiende
a las necesidades fisiológicas de sostén (como por ejemplo, la respiración como modo de obtener
oxígeno para el metabolismo celular) hasta las formas más sutiles como los intercambios
lingüísticos, la afectividad, el establecimiento de una relación, etc. El contacto adecuadamente
realizado entre organismo/ambiente implica experiencia, crecimiento y cambio, a la vez que deja
establecida la diferencia (Polster, E. y M., 1997, Pág. 104 y ss.) (Robine, J.M., 2005, Pág. 35).

Utilizaremos el término self (si-mismo) para describir a esta instancia que somos toda vez
que podemos contactar libre y espontáneamente con el ambiente para procurarnos crecimiento. El
self se caracteriza por la autenticidad, la espontaneidad, libre de condicionamientos rígidos,
mandatos sociales o culturales. El self es nuestro ser auténtico, creativo y saludable que es el
responsable de la elección libre y de la construcción de sentido que le otorgamos a nuestra vida en
el devenir del propio accionar. Insistimos en que no se trata de una instancia psíquica ni de un
tópico en particular, pues el self es solamente discernible en su proceso de ser. Somos self siendo,
para ponerlo esquemáticamente en una fórmula que nos remite también a una de las raíces que
alimentan a la TG: las filosofías existencialistas. Remarcamos esta aclaración también porque el
término self es utilizado en otros esquemas teóricos explicativos del psiquismo con esas
declinaciones mencionadas, que no son las que se ajustan al uso que le damos en nuestro ámbito.

Ahora bien, como diríamos también desde una perspectiva existencialista,


desgraciadamente el mundo no está hecho a la medida de nuestras necesidades. En otras
palabras, no nos están esperando a nuestro arribo a esta vida para colmar nuestras expectativas y
satisfacer por completo nuestros requerimientos. En las famosas palabras de Heidegger, "hemos
sido arrojados a la existencia" sin preparación previa, sin que nadie nos pregunte siquiera nuestra
opinión al respecto, y nos las tenemos que ver irremediablemente con las condiciones materiales y
simbólicas del contexto al que nos toca venir a parar.

Este estado de cosas implica que, para algunas de las necesidades que expresemos
recibiremos satisfacción y apoyo, mientras que para otras no recibiremos más que frustración.
Sumado a esto, el estado de inermidad y dependencia con el que nacemos los seres humanos hace
que estas primeras experiencias calen muy hondo en nuestra subjetividad y determinen
fuertemente nuestra posición existencial de cara a lo que vendrá. El mundo circundante,
encarnado en nuestros padres (o quienes cumplan esa función), familia, maestros, grupos de
pares, instituciones, etc., con su carga discursiva, sus premios y castigos, y su continua construcción
de sentido acerca de la realidad nos impacta de manera indeleble. Estas prácticas discursivas a las
que somos sometidos desde nuestro ingreso a la vida tienden a disciplinarnos, en el sentido de
ahogar en cierta medida la espontaneidad, la sabiduría organísmica que es nuestro patrimonio
natural y nuestro potencial humano. La acumulación de experiencias frustrantes en el campo
constantemente constituido organismo/ambiente nos pone en tensión.

Con el propósito de salvaguardarnos a nosotros mismos y rescatar nuestros vínculos más


significativos (que son precisamente los que en la mayoría de las ocasiones nos ponen en el
aprieto) poco a poco vamos tomando como propios, sin asimilación previa, determinados órdenes
discursivos que operan en nuestra interioridad al modo de mandatos, que si bien nos permiten
sobrevivir, ser aceptados y ser queridos en el ámbito en que nos toca desarrollarnos, al mismo
tiempo van formando un sistema de respuestas y de otorgamiento de sentido a las experiencias
que es rígido y estereotipado en grado variable. En TG llamamos a esta construcción con diversos
términos que vienen a significar aproximadamente lo mismo: ego, carácter, falso self,
autoconcepto. Dicho de otro modo, en palabras de Perls y Goodman, hemos construido una
fisiología segunda (Robine, J.M., 2005, Pág. 87) que nos permite funcionar en una sociedad
patológica y patologizante. Desde esta fisiología segunda echamos de menos la espontaneidad y la
creatividad, necesarias para construir los ajustes saludables que las diversas situaciones reclaman.
Las personas que crecen y se desarrollan en contextos con alto grado de frustración,
rigidez, autoritarismo, violencia, entre otras condiciones, desarrollarán su autoconcepto como una
construcción sumamente estrecha, inflexible y a la vez riesgosamente débil (Zinker, J., 1980, Pág.
159 y ss.). La capacidad de respuesta y de ajuste a las exigencias de las situaciones estará
claramente mermada, y la persona en cuestión experimentará el mundo como un lugar hostil,
inseguro, dañino y riesgoso. En este marco, estarán dadas las condiciones para el desarrollo de
distintos tipos de patología y sufrimiento.

Referencias bibliográficas:

de Casso, P. (2009) Gestalt, Terapia de Autenticidad. 3º edición. Barcelona: Kairós.

Freud, S. (1980) Más allá del principio del placer, en Obras Completas tomo XVIII. Buenos Aires:
Amorrortu.

Naranjo, C. (2007) Por una Gestalt viva (Cáp. 18). Vitoria-Gasteiz: Ediciones La Llave.

Peñarrubia, F. (1998) Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil. Madrid: Alianza.

Perls, F. (1999) El Enfoque Gestáltico. 11º edición. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

Polster, E. y M. (1997) Terapia Guestáltica. Perfiles de teoría y práctica. 4º reimpresión. Buenos


Aires: Amorrortu.

Robine, J. M. (2005) Contacto & Relación en Psicoterapia. 2º edición. Santiago de Chile: Cuatro
Vientos.

Yontef, G. (2009) Proceso y diálogo en psicoterapia gestáltica. 6º reimpresión. Santiago de Chile:


Cuatro Vientos.

Zinker, J. (1980) El proceso creativo en la terapia gestáltica. Buenos Aires: Paidós.

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