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Algunos apuntes sobre la gracia

Comenzando por el principio. El CIC nos dice que la gracia es el favor, el auxilio gratuito
que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (…), partícipes de
la naturaleza divina, de la vida eterna (n. 1996).
Es participación en la vida de Dios (n. 1997) Esta vocación es sobrenatural (…) porque
depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, sobrepasa las capacidades de la
inteligencia y la voluntad humana (n. 1998).
Esta gracia, don gratuito de Dios, infundida en nosotros por el Espíritu Santo para sanarnos
del pecado y santificarnos (cfr. 1999) Es la gracia santificante recibida en el Bautismo.
La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que
perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor (n. 2000).
+Podemos distinguir entre gracia habitual y gracias actuales:
Gracia habitual Gracias actuales
-Dada por nuestro Bautismo -Son intervenciones divinas que están
que están en el origen de la conversión o
-Disposición permanente para vivir y
en el curso de la obra de santificación.
obrar según la vocación divina.
***
La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es
necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a
la santificación mediante la caridad.
Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, como dice San Agustín: “porque él,
por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con
nuestra voluntad ya convertida” (n. 2001).
Nosotros decimos que debemos buscar a Dios, ir a Él a pedir perdón, pero cuando vamos Él nos espera, ¡Él está
primero! Nosotros, en español, tenemos una palabra que expresa bien esto: «El Señor siempre nos primerea»,
está primero, ¡nos está esperando! Y ésta es precisamente una gracia grande: encontrar a alguien que te está
esperando. Tú vas pecador, pero Él te está esperando para perdonarte. Ésta es la experiencia que los profetas de
Israel describían diciendo que el Señor es como la flor del almendro, la primera flor de primavera (cf. Jer 1, 11-
12). Antes de que salgan las demás flores, está él: él que espera. El Señor nos espera. Y cuando le buscamos,
hallamos esta realidad: que es Él quien nos espera para acogernos, para darnos su amor. Y esto te lleva al
corazón un estupor tal que no lo crees, y así va creciendo la fe. (VIGILIA DE PENTECOSTÉS CON LOS
MOVIMIENTOS ECLESIALES, PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO, Plaza de San Pedro, sábado 18 de mayo
de 2013).

La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre
a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle (n. 2002).
La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos
santifica. Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede
para asociarnos a su obra… Estas son las gracias sacramentales, dones propios de los
sacramentos. Hay además gracias especiales, llamadas también carismas, que significa
favor, don gratuito, beneficio, que están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin
el bien común de la Iglesia (n. 2003).
La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser
conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras
obras para deducir de ello que estamos justificados y salvados. Sin embargo, según las
palabras del Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 20), la consideración de los
beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que
la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor a una actitud de
pobreza llena de confianza:
Juana de Arco, interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: “Si no lo
estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera conservar en ella”.

Romanos 5, 20: “donde abundó el pecado (…) sobreabundó la gracia”.

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