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Se distingue entre un inicio histórico del profetismo y un inicio teológico

Desde el punto de vista teológico, el AT sitúa el nacimiento de la profecía en Moisés.


Respecto al origen histórico de la profecía habría que situarlo quizá algo más tarde. Las
denominaciones de Moisés como profeta, o de su hermana Miriam como profetisa, son
posiblemente anacrónicas.
Dt 18, 9-20: Presenta a Moisés como mediador entre Dios y el pueblo, ya que este último
tiene miedo de que Dios le hable directamente.
Las características teológicas del ministerio profético son: la comprensión de Israel como
un único pueblo, elegido por Dios, y ligada a él por la Alianza, la preocupación por el
cumplimiento de la Alianza y por la fidelidad absoluta del pueblo.
¿Por qué estudiamos el fenómeno profético hoy?
Un aspecto importante es el conocimiento de la Historia de Salvación a través de una
comprensión integral que conlleva el profundizar, no únicamente en los datos que arroja
la sagrada escritura, sino más bien, valiéndose de un estudio sociocultural, lingüístico,
hermenéutico, y con otras ramas de la ciencia que sirvan para comprender esta parte
importante de la Sagrada Escritura, de la Revelación.
Ahora bien, en un sentido más amplio y fundamental, se trata de una comprensión de
toda la historia de los profetas a la luz de Cristo: los profetas en sentido último,
escatológico, anuncian a Cristo, y comprender este fenómeno nos ayuda a descubrir quién
es Jesucristo, también como profeta, pero no uno más, sino siendo el Profeta: el único
mediador entre Dios y los hombres.
Otro modo también de adentrarnos al estudio profético y encontrar en él la luz y el rumbo
para nuestro presente, es descubrir que la manera que como Dios se comunicó en el
pasado y la forma que tomó a mujeres y hombres para ser sus mensajeros, sigue siendo
de total actualidad, pues a la luz de la fe cristiana, comprendemos que a través del
sacramento del Bautismo somos constituidos por gracia divina en sacerdotes, profetas y
reyes, participando de Cristo. En este sentido, comprender cómo Dios se ha comunicado
en el pasado a los profetas, para la salvación del pueblo, nos ayuda también hoy a saber
vivir nuestro profetismo con autenticidad.

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