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Seminario Mayor Juan Navarrete y Guerrero

Facultad de Teología

Espiritualidad de los Estados de Vida

Exhortación Apostólica
“Evangelica Testificatio”
Pablo VI

Pbro. Lic. Adalberto Moreno

Luis Antonio Arvayo Araiza

Hermosillo, Sonora a 16 de diciembre de 2021


En la exhortación apostólica sobre la renovación de la vida religiosa según las
enseñanzas del Concilio, el Papa Pablo VI va a presentar cuál ha sido la intención del
Concilio respecto a la renovación de la vida religiosa. Después de recordar lo que ha
enseñado el Concilio en referencia a la vida religiosa, destaca las formas de vida que
existen en la vida religiosa, a saber: vida contemplativa, vida apostólica, contemplación y
apostolado. Después se señalan esos compromisos esenciales a la vida religiosa y cómo
han de ser vividos en la Iglesia hoy. En un tercer momento el documento presenta el
estilo de vida que ha de marcar la vida religiosa. El cuarto apartado tiene que ver con la
renovación y el crecimiento espiritual de los religiosos y consagrados. Por último, el Papa
ofrece un llamamiento final, donde se resumen y se concluyen aquellos aspectos más
relevantes que han de servir para la adecuada renovación de la vida religiosa.

En un primer momento se recuerda que el testimonio evangélico de la vida


religiosa manifiesta claramente a los ojos de los hombres la supremacía del amor de Dios
con tal fuerza, que debemos dar gracias por ello al Espíritu Santo (1). Esto es muy
importante, y con ello ha de notarse que la intención del documento es dar una respuesta
a la inquietud, a la incertidumbre y a la inestabilidad que se manifiesta en algunos, y
alentar igualmente a aquellos que buscan la verdadera renovación de la vida religiosa (2).

Pablo VI tiene muy en cuenta que el Concilio ha reconocido a "este don especial"
de la vida religiosa, ya que tiene un puesto escogido en la vida de la Iglesia, porque
permite a quienes lo han recibido conformarse más profundamente "a aquel genero de
vida virginal y pobre que Cristo escogió para sí y que la Virgen, su Madre, abrazó". La
tradición de la Iglesia nos ofrece desde los orígenes este testimonio privilegiado de una
búsqueda constante de Dios, de un amor único e indiviso por Cristo, de una dedicación
absoluta al crecimiento de su Reino (3).

Como se indica, esta exhortación trata acerca de la renovación de la vida religiosa,


por eso la Iglesia después del Concilio es muy consciente de que no pocos elementos
exteriores, recomendados por los fundadores de Ordenes o de Congregaciones religiosas,
aparecen hoy día superados. Algunas sobrecargas o rigorismos, que se han ido
acumulando a lo largo de los siglos, tienen necesidad de ser aligerados. Deben llevarse a
efecto adaptaciones y también pueden buscarse e instituirse nuevas formas con la
aprobación de la Iglesia (5).

Aquí se deja muy en claro que los consejos evangélicos de castidad ofrecida con
voto a Dios, de pobreza y de obediencia son la ley de la existencia de la vida consagrada,
y citando a Lumen Gentium, se enseña que con estos votos se obliga a la práctica de los
tres susodichos consejos evangélicos, pues así el cristiano hace una total consagración de
sí mismo a Dios (cfr. LG 44).

Estas enseñanzas del Concilio ponen bien en claro la grandeza de esta donación, a
imagen de aquella hecha por Cristo a su Iglesia y, como ella, total e irreversible (7).
Respecto a las formas de vida religiosa el documento nos enseña que algunos han
sido llamados a la vida denominada “contemplativa”. Esta vida se trata de estar en una
profunda disposición para la oración, encontrando en dios el fundamento de toda la vida,
abandonándose totalmente a la relación con el Señor. En este estilo de vida es también
importante considera otras actividades como las relaciones con los hermanos, el trabajo y
el necesario descanso.

Para otros su llamado es a la vida apostólica, es decir, al anuncio de la Palabra de


Dios. Para esto se requiere un profunda unión con el Señor. Sin embargo, la mayor parte
de sus actividades estarán orientadas al servicio de los hombres a través de diversos
carismas, como pueden ser la educación, la atención a enfermos, el servicio a los pobres y
desamparados, etc.

Existe una tercera vía que comparte la vida apostólica con la vida contemplativa.
En realidad, lo que enseña el documento es que la vida pastoral, misionera, la enseñanza,
las obras de caridad, etc., han de vivirse en una adhesión al Señor, solo así serán
fecundas.

Los compromisos esenciales de los que nos habla el papa Pablo VI para la vida
religiosa son: la castidad consagrada, la pobreza consagrada, el compromiso con la
pobreza y la justicia, una vida de trabajo, la participación fraterna, la exigencia evangélica
y la obediencia consagrada.

La castidad consagrada se refiere a vivir el amor de Dios de modo especial, como


una forma más profunda de experimentar la caridad fraterna. La castidad evoca la unión
del amor de Cristo y su Iglesia de una manera mas inmediata y realiza aquella sublimación
hacia la cual debería tender todo amor humano.

La pobreza consagrada se puede comprender como ese seguimiento radical de


Cristo, según su ejemplo, con una libertad en el uso de los bienes materiales de este
mundo necesarios para el sustento cotidiano.

Cuando el documento señala el compromiso con la pobreza y la justicia se refiere


sobre todo a encontrar la llamada a vivir la propia vocación religiosa es la escucha del
grito de los pobres. Es tener la conciencia despierta para no ser indiferentes a las
realidades que vive el pueblo de Dios, de modo también que la vida religiosa esté
orientada al servicio de los pobres, según las distintas instituciones y carismas.

También la vida religiosa conlleva una vida de trabajo. Esto está en relación con la
vivencia de la pobreza. El trabajo es importante en la vida religiosa poque se vive con
relación a los lazos que unen a los seres humanos, dignifica la vida de los hombres, y
ayuda a vivir esa participación de los bienes en común. Para esto es importante no
descuidar las tareas específicas que como religiosos han de realizar.

En la vida religiosa es muy importante la fraternidad. Se trata de compartir la vida.


La vida fraterna es una característica fundamental de la vida religiosa, y está en total
relación con la vivencia del voto de pobreza, pues, así como en las primeras comunidades,
que todo lo ponían en común (Hch 2,42) así de la misma manera los religiosos han de
buscar esa vivencia de la fraternidad al compartir no únicamente los bienes, sino sobre
todo su vida.

La exigencia evangélica y la obediencia consagrada tienen que ver sobre todo con
la fidelidad a la vocación. No es una vivencia superficial la vida religiosa. Mediante la
profesión de votos los religiosos realizan el ofrecimiento total de su voluntad y entran más
decididamente y con más seguridad al designio salvífico de Dios.

El Estilo de Vida que ha de llevarse en la vida religiosa, nos dice la Evangelica


Testificatio tiene que ver ante todo con una vida de testimonio, pues se trata de mostrar
al mundo la luz de Cristo. La vida religiosa va por ese camino estrecho de la santidad, que
acepta la cruz de cada día y se dispone a seguir a Cristo.

Todo esto según el ejemplo de Cristo, que es la sencillez y la humildad. Solamente


la adhesión a Cristo hace fecunda la vida religiosa, y sus frutos pueden percibirse más allá
de la Iglesia, como una verdadera puerta para que la salvación se haga palpable en toda
la humanidad.

Como parte del Estilo de Vida, ha de vivirse una firme espiritualidad, esto es el
fortalecimiento de la vida interior. Para esto es importante la vida de oración, pero
también un proceso de madurez humana por medio del autoconocimiento.

Pablo VI también recuerda la necesidad de un cierto retiro del mundo, y con esto
se refiere a que hay momentos que será necesario dedicarse más rato a la oración, de
modo que las muchas ocupaciones no sofoquen la vida del espíritu.

Finalmente, cuando se nos habla de la Renovación y el Crecimiento Espiritual de la


vida religiosa la presente exhortación apostólica se refiere sobre todo a los pilares de la
espiritualidad de la vida religiosa, que son sobre todo: una vida de oración, la vida
fraterna, el silencio exterior e interior así como una fuerte espiritualidad eucarística en
relación con toda la participación litúrgica, esto dentro de un ambiente de comunidad
fraterna.

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