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1. INTRODUCCIÓN
El trastorno por estrés postraumático (TEPT) es uno de los pocos trastornos psiquiátricos en los cuales la
causa es fácilmente identificable y se caracteriza por la aparición de síntomas físicos, cognitivos, afectivos
y conductuales tras la exposición a episodios vitales traumáticos o psicológicamente estresantes:
experiencias de guerra, tortura, catástrofes naturales, agresiones físicas, asaltos, violencia física o sexual,
secuestros o accidentes graves, entre otros (1–3).
Su primera descripción se atribuye al Dr. Jacob Mendez Da Costa, quien en 1871 observó síntomas
como taquicardia, ansiedad, dificultad respiratoria e hiperexcitación en un grupo de soldados de la Guerra
de Secesión, por lo que al inicio se nombró a este cuadro “Síndrome de corazón de soldado” y más tarde
“Síndrome de Da Costa” (4).
Durante la Primera Guerra Mundial el síndrome se denominó “Shell shock” ya que los soldados
expuestos a explosiones de granadas referían una variedad de síntomas como temblores severos,
extremidades frías y azuladas, parálisis y sordera o ceguera inexplicables que fueron atribuidos a un
traumatismo cerebral debido a la explosión (1,4).
En veteranos de la Segunda Guerra Mundial y supervivientes a campos de concentración, -así como a
las explosiones de las bombas de Hiroshima y Nagasaki-, se observaron síntomas similares y se
describieron otros como astenia, diaforesis, vértigo, trastornos del sueño, amnesia y dificultad para
concentrarse; lo cual enriqueció el cuadro descrito por Da Costa y se nombró durante esta etapa (gracias
al aporte del psicoanálisis) “Neurosis de combate o traumática” (1,4).
Fue después de la Guerra de Vietnam que se definió su nombre actual conjuntándose los síntomas
previamente descritos y finalmente, durante de la década de 1980 fue reconocida la morbilidad psiquiátrica
del trastorno para formar parte del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su
tercera edición (DSM-III) en el apartado de trastornos de ansiedad (2).
Actualmente el TEPT ha sido separado de los trastornos de ansiedad en el DSM 5 (2013) y la CIE-11
[Clasificación Internacional de Enfermedades Décimo Primera Edición, OMS 2018 (5)] debido a que su
etiología y caracterización psicopatológica y neurobiológica es independiente de aquellos que conforman
los trastornos de ansiedad. Para su abordaje clínico se categoriza en cuatro grupos de síntomas:
intrusión/reexperimentación, evitación, afecto y cognición negativos, y síntomas de hiperexcitación (2,6).
Una consideración importante sobre el TEPT en el DSM-5 es la inclusión de un subtipo disociativo
con características neurobiológicas y clínicas diferentes de aquel sin esta característica, en donde existe
una desregulación emocional o una sobre modulación afectiva mediada por la inhibición prefrontal de
regiones límbicas. Asimismo, se incluyen criterios diferenciales para el TEPT en niños menores de 6 años
(7). Por otro lado, en la nueva clasificación de la OMS, se agrega una entidad clínica diferente denominada
Trastorno por Estrés Postraumático Complejo, el cual se describe como una versión aumentada del actual
TEPT que engloba además, características similares al trastorno límite de personalidad (5,8).
Tabla 1. Evolución de Trastorno por Estrés Postraumático
Año Nombre y Evento Histórico Síntomas
1871 Síndrome de Corazón de Soldado Taquicardia, ansiedad, disnea,
Descripción por Dr. Da Costa hiperexcitación.
1914- Shell Shock Palpitaciones, temblores severos,
1930 Primera Guerra Mundial parálisis, ceguera o sordera inexplicables.
1935- Neurosis de Combate Palpitaciones, temblores, astenia,
1950 Segunda Guerra Mundial diaforesis, vértigo, trastornos del sueño,
amnesia, dificultad para concentrarse.
1980 Trastorno por estrés postraumático Taquicardia, palpitaciones, ansiedad,
Guerra de Vietnam - DSM-III disnea, temblores, síncope, astenia,
vértigo, trastornos del sueño, amnesia,
dificultad para concentrarse.
2013 Trastorno por estrés postraumático Síntomas de intrusión/re-
DSM-5 experimentación, evitación, afecto y
cognición negativos, síntomas de
hiperexcitación.
2018 Trastorno por estrés postraumático Síntomas de re-experimentación,
CIE-11 evitación y amenaza constante
(hiperexcitación).
Especificar si:
Con síntomas disociativos
1. Despersonalización
2. Desrealización
Con expresión retardada
El cuadro 1 presenta los criterios diagnósticos del DSM-5 para el TEPT en adultos, adolescentes y
niños mayores de 6 años. El criterio A describe el requisito de exposición a un evento traumático; los
criterios siguientes se dividen en dos tipos: 1) aquellos que son específicamente relacionados al evento
traumático (Criterios B, C, así como D1 y D3); y 2) aquellos que no (el resto de los criterios D y Criterios
E, F, G, H). Cabe resaltar que el criterio A es el más importante (2).
Algunas consideraciones que se deben de tener en cuenta son que los criterios previamente descritos
son muy similares a los utilizados por la CIE-10 –y actualmente en su 11va edición-; además de señalar
que los síntomas disociativos son comúnmente llamados “flashbacks”. Asimismo, si la duración del
cuadro ocurre entre los primeros tres días hasta el primer mes, el diagnóstico se define como Trastorno
por Estrés Agudo (TEA).
3. EPIDEMIOLOGÍA
La exposición a un evento traumático a lo largo de la vida es algo común y en realidad pareciera ser casi
inevitable. Se estima que alrededor del 50% de las mujeres y el 60% de los hombres adultos ha
experimentado al menos un evento potencialmente traumático a lo largo de su vida; en términos generales
para toda la población conjunta se estima en un 80% (4,7), esto dependiendo de diversos factores como
las diferencias demográficas y culturales de las poblaciones estudiadas. Sin embargo, no todos los
individuos expuestos a estos eventos desarrollan TEPT.
En EUA y Canadá se calcula que la incidencia a lo largo de la vida del TEPT es entre el 9%-15% y la
prevalencia a lo largo de la vida es de alrededor del 8% en la población general, encontrándose en mayor
riesgo ciertas poblaciones, por ejemplo las mujeres (20.4% vs 8.2% en hombres) (1,6). Los síntomas
pueden aparecer a cualquier edad, siendo más prevalentes en la edad adulta joven y presentándose por lo
general dentro de los tres primeros meses posteriores al trauma, pudiendo aparecer hasta un año después
de ocurrido el evento (6).
Geográficamente la prevalencia del TEPT varía entre países probablemente asociada a factores
demográficos y culturales, por ejemplo en la forma de definir un evento traumático o los métodos para
cuantificar la sintomatología y diagnosticar el trastorno. Por ejemplo, se estima una prevalencia a lo largo
de la vida en China del 0.3% mientras que en Nueva Zelanda es del 6.1% (4).
En México se cuentan con pocos datos sobre el TEPT, sin embargo, de acuerdo a la Encuesta Nacional
de Epidemiología Psiquiátrica (2001-2002), se observó que la experiencia de eventos traumáticos era muy
común (68.8%), con una prevalencia a lo largo de la vida de 1.5% en la población general y en aquéllos
con al menos un evento traumático llegaba a ser de 2.1%. La prevalencia en los últimos 12 meses en la
población general se calculó en 0.6%, y entre los que presentaron un evento traumático el último año fue
de 0.8%; la violencia sexual fue el principal factor de riesgo para desarrollar TEPT (10).
De esta forma, se observa que existen poblaciones con mayor vulnerabilidad a desarrollar TEPT
entre las que destacan:
a) Niños y adolescentes. La incidencia de TEPT en niños sobrevivientes a desastres específicos
oscila entre el 30%-60%. Asimismo, en adolescentes que han presenciado o experimentado
violencia se calcula que el 3%-6% cumple criterios diagnósticos para TEPT (2).
b) Mujeres. Las mujeres tienen de dos a cuatro veces más riesgo de desarrollar TEPT que los
hombres, debido a mayor exposición a violencia sexual y física, así como el posible
involucramiento de factores biológicos. En un estudio retrospectivo en mujeres con TEPT el
32% había sido víctima de violación, mientras que 31% había experimentado algún otro tipo
de agresión sexual (3,11).
c) Lesionados y médicamente enfermos. Entre las poblaciones con enfermedades médicas más
estudiadas se encuentran pacientes con cáncer; infarto al miocardio o síndromes coronarios
agudos (prevalencia del 12%); eventos cerebrales vasculares; sobrevivientes a unidades de
cuidados intensivos asociándose a su aparición el uso de benzodiacepinas, recuerdos tempranos
en la UCI y psicopatología previa con una prevalencia en el primer año de alrededor de 20%
(12); y sobrevivientes a lesiones físicas severas (p. ej., quemaduras, traumatismos
craneoencefálicos, mutilaciones, etc.) (3).
d) Adultos mayores. Pese a que existen pocos estudios y cifras específicas en esa población, es
un grupo creciente susceptible de abuso y negligencia debido a sus condiciones de fragilidad
neurobiológica.
e) Poblaciones militares. La población militar de EUA y sus aliados ha sido la población
sistemáticamente mejor estudiada sobre TEPT, subdividiéndose de acuerdo a los factores
estresantes asociados como el combate/guerra, lesiones durante el combate y trauma sexual
militar, calculándose su prevalencia entre 6%-12% (13). En esta población es donde se ha
documentado la importancia de factores genéticos e historia infantil, incluyéndose estudios
neurobiológicos, epidemiológicos y ensayos clínicos sobre el tratamiento.
f) Sobrevivientes a desastres (naturales o guerras). Los estudios epidemiológicos señalan una
vulnerabilidad aumentada en esta población debido a la falta de recursos o preparación antes
de los desastres, así como una duración prolongada de los efectos psicológicos debido a la
pérdida súbita de bienes y personas amadas (2).
g) Sobrevivientes a genocidio. A partir del Holocausto, en 1948 la ONU adoptó la Declaración
Universal de los Derechos Humanos para prevenir situaciones similares, sin embargo, a pesar
de los esfuerzos mundiales han ocurrido genocidios en Camboya, Sudáfrica, Ruanda, Bosnia,
entre otros. Actualmente se llevan a cabo estudios transgeneracionales sobre los efectos a largo
plazo en los sobrevivientes a estos eventos (2).
h) Personas con enfermedades mentales severas. Se incluyen poblaciones con enfermedades
como esquizofrenia, discapacidad intelectual o alteraciones del desarrollo, así como trastornos
afectivos debido a la vulnerabilidad neurobiológica para afrontar estresores, así como la
vulnerabilidad social para acceso a tratamiento y medicamentos.
Tabla 2. Factores de Riesgo para TEPT. Modificado de Kirkpatrick, et. al., 2014. (6)
Pre-trauma Nivel socioeconómico bajo
Negligencia parental durante la infancia
Enfermedad psiquiátrica personal o familiar
Género femenino
Pobres redes sociales y educativas
Exposición previa a trauma
Peri-trauma Severidad, intensidad, frecuencia y duración del trauma
Reacción inicial de la persona al trauma (disociación/hiperexcitación)
Imprevisibilidad e incontrolabilidad del trauma
Post-trauma Falta de apoyo social
Eventos adversos subsecuentes y otros estresores vitales
Falla de identificación temprana y tratamiento
Como se ha mencionado previamente, a pesar de que los eventos traumáticos son comunes, solo una
pequeña parte de la población desarrolla TEPT, de manera que también se han considerado factores
protectores como la resiliencia, las capacidades de afrontamiento del individuo y la adecuada adaptación
al cambio. Asimismo se han agrupado los factores de riesgo en tres áreas: pre-trauma, peri-trauma y post-
trauma, tal como se muestra en la Tabla 2.
4. ETIOLOGÍA Y FISIOPATOLOGÍA
El TEPT se ha conceptualizado psicológicamente como una falla para recuperarse de un evento estresante,
causado en parte por una alteración en el aprendizaje del miedo, por ejemplo, un fracaso para extinguir
las respuestas conductuales de un estímulo asociado al trauma (6) y en segundo término una alteración
posterior en la integración cognitiva del evento estresante (14). De acuerdo a Resick y Calhoun (2001), la
teoría bifactorial de Mowrer (1941) del condicionamiento clásico y operante de la respuesta al miedo
puede explicar los síntomas postraumáticos (2).
El primer factor -el condicionamiento clásico-, puede explicar el miedo y el distrés en los
sobrevivientes a un evento vital traumático favoreciendo la aplicación de técnicas de terapia conductual,
tales como la desensibilización sistemática y el entrenamiento de “exposición al estrés”. El segundo factor
-el condicionamiento operante-, explica el desarrollo y la persistencia de los síntomas de evitación del
TEPT (2).
Después de un evento traumático, los síntomas de TEPT son casi universales, sin embargo, la
mayoría de las personas eventualmente son capaces de confrontar los estímulos que generan el miedo tales
como los recuerdos, con una disminución gradual del mismo. Cuando esto no ocurre, las personas tienden
a desarrollar estrategias cognitivas de evitación en un intento de eludir emociones negativas y distrés (6).
Según la teoría de los dos factores, la adquisición de la respuesta de miedo es necesaria para la adquisición
de la respuesta de evitación, y la extinción del miedo es condición necesaria y suficiente para la extinción
de la respuesta de evitación.
En contraste, Horowitz propuso su teoría social-cognitiva utilizando perspectivas psicodinámicas
aplicadas al procesamiento cognitivo, con la intención de resolver el conflicto entre la necesidad de
integrar la experiencia traumática y el deseo de evitar la reexperimentación intrusiva (15). Por otro lado,
Foa et al. (1989) utilizó la teoría del procesamiento emocional del desarrollo de angustia, sugiriendo la
formación de una “red del miedo” en la memoria que favorece las conductas de escape y evitación. A
partir de esta teoría desarrolló sus estudios clásicos de terapia cognitivo conductual en sobrevivientes a
violación (2,15).
En el campo de la neuropsicología, se están llevando a cabo estudios para dilucidar los
neurocircuitos implicados en las conductas y cogniciones postraumáticas. Entre las últimas aportaciones
de esta rama destaca la Teoría de Representación Doble, la cual resalta la presencia de dos sistemas
diferentes de memoria: 1) la memoria de acceso verbal (registrada en el hipocampo y posteriormente en
el almacenamiento general de memoria cerebral) que puede ser modificada por la reflexión y es
característica de la mayoría de los recuerdos no traumáticos; 2) la memoria de acceso situacional, la cual
es no-verbal y se asocia fuertemente a la amígdala y las emociones. Los recuerdos traumáticos tienden a
almacenarse en la memoria de acceso situacional, siendo más difíciles de procesar y son desencadenados
por asociaciones con mayor facilidad, causando angustia y displacer cuando son activados (14).
Estos autores sugieren que las respuestas patológicas (por ejemplo, la re-experimentación vívida e
incontrolable en el presente) surgen cuando los recuerdos traumáticos son disociados de los sistemas de
memoria ordinarios y la recuperación de los mismos conlleva su transformación en recuerdos narrativos,
sin embargo no especifican cómo un tipo de recuerdo es transformado en otro (14).
Genes y Ambiente
El entendimiento actual sobre la etiología de la mayoría de las enfermedades tanto médicas como
mentales parte de una concepción multifactorial, en donde tanto los genes y el ambiente interactúan para
favorecer o evitar el desarrollo de patologías determinadas.
Es sobre esta hipótesis que en la psiquiatría se han llevado a cabo diversos estudios que pretenden
determinar las interacciones entre genes y ambiente (G x A) con el objetivo de analizar las contribuciones
específicas de cada factor para el desarrollo de un trastorno en particular. Se asume que la susceptibilidad
del individuo a ciertos estímulos ambientales es mediada por factores genéticos, lo cual sugiere que la
relación entre múltiples factores desencadenaría con mayor probabilidad el inicio de una enfermedad, sin
que necesariamente el presentar ciertos factores de riesgo sea esencial o suficiente para expresar el
fenotipo patológico (16).
En este sentido, el TEPT es un candidato ideal para estudios G x A en primer lugar debido a que
es el único trastorno del DSM-5 que requiere una exposición ambiental traumática como un requisito para
el diagnóstico (2). En segundo lugar -como se ha mencionado previamente-, aunque la incidencia de un
evento traumático a lo largo de la vida es alto en la población general, la prevalencia del TEPT es mucho
menor (9%-15%), lo cual indica una importante variabilidad en los efectos de la exposición al trauma a
largo plazo (4). Finalmente, la heterogeneidad de la respuesta biológica y los efectos a largo plazo del
trauma parecen estar mediados por diferencias preexistentes en la personalidad, habilidades cognitivas y
respuestas fisiológicas, (p. ej. de los primeros hallazgos y mejor replicados en diversos estudios es la
desregulación neurobiológica de las vías de señalización del sistema autonómico como el incremento de
la frecuencia cardiaca después de la exposición a un evento traumático), lo cual se sabe que se encuentra
bajo la influencia de los genes (17).
A partir de estudios en gemelos monocigotos se ha estimado que los factores genéticos
proporcionan alrededor de un 30% de vulnerabilidad (heredabilidad) para presentar TEPT (18). Hasta el
momento se han investigado los efectos de polimorfismos en diversos sistemas neurobiológicos como el
sistema dopaminérgico (genes DRD2, DAT), serotoninérgico (SLC6A4, 5-HTR2A), noradrenérgico
(NPY, DBH), marcadores del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (GCCR, FKBP5, CNR1) y neurotrofinas
(BDNF); sin embargo la mayoría de estas asociaciones no han sido replicadas de forma consistente o los
estudios se integraban por muestras pequeñas de sujetos (16,17).
Una frontera interesante de investigación futura sobre el TEPT es la epigenética: la capacidad del
ambiente para “encender o apagar” el genoma a través de la expresión de genes (transcripción) por
mecanismos macromoleculares como la metilación del ADN y la desacetilación de histonas (2), sin la
modificación de los genes en sí (mutaciones).
Figura 1. Cambios en la regulación del eje HHA (modificado de Mehta & Binder, 2012 (16))
Los factores genéticos de susceptibilidad (p. ej., polimorfismos en FKBP5), eventos tempranos de trauma (p. ej., abuso sexual) y cambios
epigenéticos influyen en la reactividad del eje HHA, ya sea de forma directa o interactuando entre ellos. Esta reactividad basal del eje puede
determinar posteriormente el impacto a largo plazo de la exposición a eventos traumáticos adicionales. Asimismo, este impacto es
determinado por el número, tipo, duración e intensidad del evento(s) traumático(s), lo cual resulta en una reprogramación de la reactividad
del eje. Dependiendo de la vulnerabilidad preexistente y el tipo de exposición adicional, los efectos a largo plazo se pueden traducir en un
amplio espectro de síntomas psiquiátricos. Los individuos que desarrollan cierto patrón de síntomas, tales como TEPT pueden exhibir una
desregulación biológica distinta con diferentes alteraciones fisiopatológicas.
Mecanismos neurobiológicos
Además del impacto psicológico de experimentar un evento traumático, se ha observado que el
TEPT lleva a cambios en la anatomía y neurofisiología del cerebro. Estudios de imagen mediante
resonancia magnética muestran una disminución en el volumen del hipocampo, amígdala izquierda y la
corteza del cíngulo anterior en pacientes con TEPT comparados con controles (22,23).
Parece ser que el hipocampo se encuentra involucrado en la capacidad de recordar episodios
seguros cuando se enfrentan estímulos estresantes. Se ha documentado la disminución de los volúmenes
hipocampales en pacientes con TEPT, sin embargo hasta la fecha continua un debate sobre si las
diferencias en los volúmenes son una secuela o un factor de riesgo para TEPT, siendo probablemente
ambos (2,6).
La alteración en neuroimagen más replicada hasta el momento ha sido la hiporrespuesta del área
ventromedial de la corteza prefrontal (VMPFC), la cual se encarga de un control inhibitorio de la respuesta
al estrés y la reactividad emocional sobre la amígdala, dando pie a la hipótesis de que su control inhibitorio
pudiera permitir “sobre-escribir” el miedo original permitiendo que recuerdos seguros se volvieran
dominantes. Tanto estructuralmente se ha evidenciado una disminución de su tamaño, así como una menor
respuesta funcional en individuos con TEPT (2,6,24). Por otro lado, la amígdala y la corteza del cíngulo
anterior están involucrados en el procesamiento de emociones y la modulación de la respuesta al miedo,
encontrándose hiperreactivos en pacientes con TEPT, lo que se traduce en una respuesta exagerada al
miedo (24).
En relación al funcionamiento alterado de neurotransmisores en pacientes con TEPT, se han
propuesto diversos sistemas implicados -de acuerdo a lo observado en estudios preclínicos y poblaciones
clínicas especiales-, tales como el sistema serotoninérgico, noradrenérgico, GABAérgico, glutamatérgico,
opioide y el neuropéptido Y (1,25) (ver Figura 2).
Los factores estresantes agudos y repetidos interrumpen el control cortical frontal sobre los circuitos límbico-estriatales que constituyen el
circuito de estrés cerebral, aumentan la transmisión dopaminérgica mesolímbica (DA) y aumentan la transmisión de norepinefrina (NE) y
serotonina (5-HT) en la CPF. El neuropéptido Y (NPY) se ha relacionado con el control inhibitorio en la CPF, favorecioendo así la resilencia
del individuo al estrés. El modelo prevalente de neurocircuitos en TEPT que se ha desarrollado a partir de consideraciones teóricas,
investigación en animales y estudios de neuroimagen en humanos enfatiza el papel de la amígdala, así como sus interacciones con la corteza
prefrontal ventral / medial (vmPFC), hipocampo y corteza cingulada anterior. El modelo hipotetiza la hiperrespuesta de la amígdala a
estímulos relacionados con la amenaza y una función deficiente de la corteza prefrontal ventromedial (vmCPF); asimismo evidencia una
hipervigilancia generalizada en TEPT.
Depresión y Suicidio
Aproximadamente la mitad [52% (38)] de las personas que presentan TEPT tienen también una
comorbilidad con trastorno depresivo mayor (TDM), lo que se ha asociado a un aumento importante de
distrés, disfuncionalidad, discapacidad, curso crónico y mayor costo en la utilización de servicios de salud
–físicos y mentales- (38,39).
Existen dos posibles explicaciones para esta comorbilidad. La primera es que la comorbilidad
refleja una superposición de síntomas en los dos trastornos debido a una discreta imprecisión en la
clasificación de criterios diagnósticos. Mientras que una visión alternativa es que la co-ocurrencia de
TEPT y TDM representa un fenotipo asociado al trauma que es distinto del TDM y refleja una dimensión
fundamental de riesgo para psicopatología después de la exposición al trauma, posiblemente un subtipo
de TEPT (39).
Con respecto a la fenomenología de la comorbilidad, las personas con ambos diagnósticos
presentan niveles más altos de angustia y disfunción en sus roles; asimismo muestran mayor deterioro en
el funcionamiento neurocognitivo y mayor riesgo de suicidio que las personas solo con TEPT (40). La
investigación en relación a la estructura dimensional sobre la internalización o externalización de los
síntomas psiquiátricos sugiere que las personas con TEPT que muestran alta negatividad afectiva y baja
afectividad positiva son más propensas a presentar un diagnóstico comórbido de depresión. Mientras que
aquéllas con alta afectividad negativa y baja inhibición o alta impulsividad son más propensas a desarrollar
TCS comórbidos (39). Por lo tanto, cuando existe una co-ocurrencia entre TEPT y TDM ésta puede ser
una manifestación de la subyacente vulnerabilidad conductual para responder al trauma.
Finalmente, se han estudiado distintos perfiles biológicos asociados a TEPT versus TDM, por
ejemplo, el funcionamiento del eje HHA difiere entre ambos. Si bien tanto en TEPT como en TDM se
encuentra aumentada la liberación de CRF con respecto a controles sanos, los niveles de cortisol periférico
son generalmente más bajos en personas con depresión que aquellos con estrés postraumático (38,39).
Por otro lado se han encontrado con mayor frecuencia conductas suicidas (pensamientos suicidas,
planes suicidas o intentos suicidas) en el trastorno de estrés postraumático y mucho más aún cuando éste
se asocia a TDM (40). Esta asociación parece mantenerse a través de poblaciones diferentes con TEPT,
como veteranos de guerra, víctimas de abuso en la infancia o edad adulta, poblaciones psiquiátricas y
muestras comunitarias no psiquiátricas. Por ejemplo, se calcula que durante 2014 hubo en promedio 20
suicidios por día de veteranos de guerra en EUA, haciendo el riesgo de suicidio en esta población 21%
más alta comparada con la tasa en civiles de la población general (41).
Parece ser que el padecer depresión media la relación entre TEPT y suicidabilidad (término que
comprende un amplio espectro de tendencias suicidas incluidos los pensamientos, conductas, planes,
gestos, intentos y suicidios consumados); sin embargo, a pesar de un incremento en la ideación e
intencionalidad suicida, no se ha observado una asociación positiva con los suicidios consumados (40).
Trastornos de Ansiedad
Los trastornos de ansiedad incluyen los diagnósticos de Trastorno de Ansiedad Generalizada,
Fobia Social, Fobia Específica, Trastorno de pánico (o crisis de angustia) y agorafobia.
Como se mencionó al inicio del capítulo, hasta hace unos años el TEPT se clasificaba dentro del
espectro de los trastornos de ansiedad, sin embargo, debido a su diferenciación tanto clínica como
neurobiológica, fue separado en un apartado independiente para su estudio e investigación. Debido a lo
anterior, no existen al momento estudios epidemiológicos de comorbilidad entre estos dos diagnósticos
pero como se ha señalado, parte fundamental del diagnóstico consiste en síntomas de hiperexcitación que
se manifiestan por estados de angustia, sobresalto, hipervigilancia y en ciertas ocasiones crisis de angustia
en donde se involucran sistemas neurobiológicos como el eje HAA, la amígdala y sistemas
noradrenérgicos (2).
Psicosis
La aparición de TEPT crónico con características psicóticas se documentó por primera vez en
poblaciones de combate.
Hogben y Cornfeld (1981) describieron a cinco veteranos con “Neurosis de combate” cuyos
síntomas (incluyendo pesadillas, flashbacks y reacciones violentas) respondieron al tratamiento con
fenelzina, un inhibidor de la monoaminooxidasa. Sin embargo, fueron Pinto y Gregory (1995) quienes
describieron por primera vez una variante del TEPT después de observar hipervigilancia marcada, ideas
delirantes de persecución, paranoia y referencia en un hombre de 25 años que había sido doblemente
diagnosticado con trastorno de estrés postraumático y psicosis breve reactiva. A finales del siglo pasado,
Sautter et al. observaron que hasta el 35% de los veteranos con TEPT tenían síntomas psicóticos distintos
de las alteración perceptuales específicas del TEPT (p.ej., escenas retrospectivas, experiencias
disociativas) (44).
Los síntomas psicóticos comórbidos se han descrito en aproximadamente 20%-40% de los
veteranos con TEPT relacionado con el combate; sin embargo, estos hallazgos deben interpretarse con
cautela ya que como tal no se han asociado trastornos psicóticos bien descritos, sino solo sintomatología
psicótica (44). Asimismo, es menos probable que se presente comórbidamente TEPT en pacientes con
diagnósticos psicóticos primarios, como esquizofrenia (10%) o trastorno bipolar. La evidencia preliminar
sugiere que el TEPT complicado con síntomas psicóticos se asocia con alteraciones afectivas,
conductuales y cognitivas más severas, lo cual influye en la respuesta al tratamiento.
Alteraciones en el sueño
Las alteraciones del sueño como insomnio, despertares nocturnos frecuentes, pesadillas y
dificultad para descansar están presentes frecuentemente en pacientes con TEPT y suelen ser de los
síntomas más difíciles de controlar farmacológicamente y a lo largo del tiempo (45). Las investigaciones
recientes sugieren que los cambios en sistemas de noradrenalina, serotonina, neuropéptido Y, cortisol y
catecolaminas, que ocurren después de la exposición a un episodio traumático, explican las alteraciones
en el sueño en estos pacientes.
Se sugiere el tratamiento con prazosin, 30 a 60 minutos antes de acostarse. Los ensayos clínicos
de prazosin para las alteraciones del sueño en el trastorno de estrés postraumático han encontrado
resultados mixtos, el medicamento reduce los síntomas del TEPT, las pesadillas y la alteración del sueño
en aproximadamente el 50 por ciento de los pacientes (45,46).
Entre los más utilizados en atención primaria se encuentra el PC-PTSD, el cual consta de cinco
elementos con un punto de corte recomendado de tres, con una sensibilidad de 94% y una especificidad
de 80% [aunque se puede usar un punto de corte de dos para aumentar la sensibilidad (49)]. Un resultado
positivo debería promover una evaluación más profunda por clínicos especializados.
Otro instrumento utilizado de forma frecuente es la lista de verificación de TEPT (PCL-5). Es una
medida de autoinforme de 20 ítems que se puede utilizar para detectar pacientes con TEPT y monitorear
la gravedad de los síntomas a lo largo del tiempo (50). La versión actual de la PCL-5 reemplazó versiones
separadas para poblaciones civiles y militares. Las propiedades psicométricas de la PCL-5 muestran altas
tasas de sensibilidad y especificidad [(>90%) (54)]. Una puntuación de 38 (de un puntaje máximo de 80)
se asocia con un diagnóstico de trastorno de estrés postraumático (ver Cuadro 3).
Cuadro 2. Tamizaje para TEPT en Atención Primaria (PC-PTSD-5). Traducido de DSM 5 (2).
A lo largo de tu vida has tenido alguna experiencia que haya sido tan aterradora, horrible o molesta para
que en el último mes tú:
1. ¿Hayas tenido pesadillas acerca del evento(s) o pensamientos acerca del evento(s) SÍ/NO
sin que quisieras?
2. ¿Te hayas esforzado en intentar no pensar en el evento(s) o cambiar tu ruta para SÍ/NO
evitar situaciones que te recuerden el evento(s)?
3. ¿Estés constantemente en guardia, vigilante o te sobrecojas fácilmente? SÍ/NO
4. ¿Te sientas emocionalmente entumecido o desapegado de la gente, actividades o tus SÍ/NO
alrededores?
5. ¿Sientas culpa o no seas capaz de reprocharte a ti o a los otros por el evento(s) o por SÍ/NO
los problemas que el evento(s) pudo haber causado?
Mientras que el PCL puede ser usado para rastrear los síntomas durante el tratamiento, la PC-
PTSD puede ser más útil para la evaluación inicial en atención primaria, a partir de la cual los proveedores
de servicios puedan enviar a los pacientes con puntajes positivos a evaluaciones adicionales más
especializadas con psiquiatras, psicólogos, o en su defecto consejeros o trabajadores sociales clínicos
(49,50).
Otra escala de apoyo diagnóstico utilizada por clínicos entrenados (psiquiatras o psicólogos) es la
Escala de TEPT administrada por el clínico (CAPS), la cual es una entrevista estructurada de 30 elementos
que se puede usar para diagnosticar el TEPT a partir de síntomas durante la última semana, el último mes
o a lo largo del ciclo vital, así como para evaluar la gravedad de los síntomas del TEPT (53).
Estudios de Imagen
No se recomienda la realización de estudios de neuroimagen para el diagnóstico de TEPT. Los
hallazgos incidentales o con fines de investigación incluyen –como se ha mencionado antes-, disminución
del tamaño y volumen del hipocampo, disminución del cuerpo calloso, disminución de la CPF, aumento
de la reactividad de la amígdala (neuroimagen funcional o nuclear) y disminución de la actividad en la
CPF (23).
f. evitar pensar o hablar sobre el evento o evitar sentir algo que que 1 2 3 4 5
ver con eso?
g. evitar actividades o situaciones porque le recuerdan el evento (por 1 2 3 4 5
ejemplo gente, lugares, conversaciones?
h. tener dificultad para recordar lo que pasó durante el evento (sin 1 2 3 4 5
contar lo que no podría recordar por estar inconsciente)?
Figura 3. Corte coronal de Imagen por Resonancia Magnética a nivel del hipocampo en un sujeto
sano. Imagen libre reproducida de Bremner et al (23).
La flecha indica la localización del hipocampo derecho.
Estudios de Laboratorio
Como se comentó previamente, se pueden hallar disminuidos los niveles séricos de cortisol,
mientras que los niveles de NE y CRF pueden estar aumentados, sin embargo estos hallazgos sólo se
utilizan con fines de investigación (1,2,19). Hasta el momento no existen pruebas de laboratorio que se
recomienden para el diagnóstico de TEPT, sin embargo puede ser útil la búsqueda de drogas en orina o en
sangre para valorar los trastornos por consumo de sustancias co-ocurrentes (27).
7. ABORDAJE Y TRATAMIENTO
Tratamiento Psicoterapéutico
Existen numerosas psicoterapias efectivas en el tratamiento de individuos que presentan TEPT.
Aunque las terapias relacionadas al trauma son generalmente efectivas en la remisión de síntomas,
requieren niveles adecuados de estabilidad psicológica para ser exitosas. Los pacientes con pobre
estabilidad psicológica pueden beneficiarse de psicoterapias motivacionales o de apoyo antes del inicio
de terapias relacionadas al trauma (6).
La mejor evidencia para la remisión de síntomas en TEPT son la terapia de exposición y la
psicoterapia cognitivo conductual (TCC) (15). La terapia de exposición involucra un acercamiento gradual
a situaciones que causan la respuesta de miedo, permitiendo al individuo desensibilizarse a señales que
provocan miedo y ansiedad (55). Por otro lado, la TCC involucra al paciente en el cambio de creencias
disfuncionales acerca del mundo o de ellos mismos, mientras que simultáneamente lo engancha en
conductas saludables como el realizar ejercicio, control del sueño, socialización y manejo del consumo de
sustancias (15,55).
Existen otras terapias que han demostrado evidencia aceptable para el tratamiento de síntomas de
TEPT, entre ellas la terapia de procesamiento cognitivo (incluye psicoeducación, exposición y
componentes cognitivos que desafían los pensamientos disfuncionales y modifican las creencias
relacionadas a la vivencia del trauma); y la entrevista motivacional (una serie de técnicas designadas a
reducir la resistencia al cambio) (6,15,55).
Tratamiento Farmacológico
El tratamiento farmacológico generalmente es más efectivo para disminuir los síntomas de
hiperexcitación y mejorar el estado de ánimo; mientras que ha demostrado ser menos efectivo para remitir
los síntomas de re-experimentación y evitación (6).
Existe una amplia variedad de tratamientos farmacológicos, sin embargo el tratamiento de primera
línea es la utilización de medicamentos inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS), o
comúnmente llamados ISRS: fluoxetina, sertralina, paroxetina, fluvoxamina, citalopram y escitalopram
(56). Asimismo, los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina y noradrenalina (duloxetina y
venlafaxina) también son eficaces en la mejoría de síntomas de TEPT (6,56).
Otros tratamientos coadyuvantes incluyen el uso de bloqueadores de receptores α-adrenérgicos,
siendo el prazosin el más estudiado por su eficacia en la disminución de pesadillas y mejoría de trastornos
del sueño (46,56). Otro medicamento de uso reciente que disminuye el insomnio, mejora la ansiedad y los
síntomas afectivos es la mirtazapina, un antidepresivo con actividad noradrenérgica y serotoninérgica
específica (56).
El uso de ansiolíticos tipo benzodiacepínicos no se recomienda debido a que en diversos estudios
han demostrado ser ineficaces y generar peores resultados en el curso del TEPT comparados con pacientes
sin uso de este tipo de medicamentos; además de que por su mecanismo de acción presentan riesgo alto
de abuso y dependencia en pacientes con TEPT (35,57).
Cabe resaltar que hasta el momento no existe un tratamiento específico, estandarizado o universal
para TEPT; sin embargo, como en la mayoría de los trastornos psiquiátricos el abordaje conjunto
(psicoterapia más psicofármacos) ha sido el que tiene mejor respuesta y remisión de síntomas a largo
plazo.
CASO CLÍNICO
Acude a valoración femenino de 32 años de edad, soltera, extranjera radicada en México y corresponsal
en América Latina sobre conflictos políticos. Cuenta con antecedente de episodios depresivos en la
infancia tratados con ISRS y remitidos. Hace un mes y medio, mientras cubría el aniversario de la
Revolución Sadinista en Nicaragua, fue violentada verbal y físicamente por alrededor de 30 sujetos
paramilitares armados junto con otros periodistas. Entre el tumulto de masas logró escapar y se refugió en
un edificio en la plaza central del país con su equipo de reportaje durante 6 horas aproximadamente.
Durante ese tiempo temía por su vida e imaginaba que el grupo paramilitar los perseguía para tomarlos
como presos políticos, sin embargo comenta que nunca perdió la calma y siempre tuvo la esperanza de ser
salvada. Intentó durante horas comunicarse con su editor sin lograrlo, hasta que fue rescatada por agentes
del consulado español y llevada a la Embajada de México donde permaneció 24 horas y posteriormente
volvió al país.
Refiere que dos días después de su regreso inició con insomnio de conciliación, pesadillas en donde la
torturaban y asesinaban, así como despertares súbitos con sudoración de manos, cara y cuello. Además,
no podía concentrarse en su trabajo ya que todo el tiempo recordaba lo vivido en Nicaragua, por lo que
dejó de acudir a su oficina por miedo a salir a la calle, sintiéndose segura solamente en su casa, aislándose
de sus amigos y su pareja.
Una semana después de regresar a México, su perro J. –único compañero con quien vivía desde hace 5
años en su apartamento-, fue sacrificado por presentar insuficiencia cardiaca, ante lo cual la paciente inicia
con incontinencia afectiva, tristeza la mayor parte del tiempo, llanto fácil, arrebatos de ira y desesperación,
y en dos ocasiones crisis de angustia con ganas de salir corriendo, palpitaciones, temblor generalizado,
inquietud, sensación de opresión torácica y disnea.
Ante sensación de ansiedad constante inició consumo diario de dos caballitos de tequila “para calmarse”;
sin embargo, al notar que cedía el temblor solo de forma temporal incrementa paulatinamente el consumo
a 5 caballitos a lo largo del día y lo combina con un cigarro (porro) de cannabis a lo largo del día “para
relajarse y no pensar”. Al dejar de acudir a su trabajo durante dos semanas consecutivas su jefe la visita
en su casa donde la observa con notable pérdida de peso y aliento etílico por lo que le insiste en acudir a
una valoración psiquiátrica.
Durante la evaluación la paciente llora e hiperventila al contar lo sucedido en Nicaragua y con J. No
recuerda claramente la sucesión de hechos y refiere sentirse culpable: “si no hubiera querido cubrir esa
nota nada de esto hubiera pasado, no hubieran golpeado a mis ayudantes…” sic. pac. Refiere sentirse
inútil, desesperanzada y con ideas de muerte pero negando ideas suicidas: “quisiera ya no despertar y que
todo este dolor y angustia que siento desaparecieran…” sic. pac. Durante la entrevista sufre crisis de
ansiedad con intento de autoagredirse por lo que se administra 0.25mg de lorazepam dosis única y a los 5
minutos la paciente se muestra más tranquila y cooperadora.
Ante el cuadro previo se integran los diagnósticos de Trastorno por Estrés Postraumático, Trastorno
Depresivo Mayor, episodio actual Grave sin síntomas psicóticos, Trastorno por consumo de alcohol
moderado y trastorno por consumo de cannabis leve. Iniciándose tratamiento con ISRNS y prazosin, con
cita subsecuente en una semana.
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