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Hay un experimento interesante acerca del movimiento: se dibuja sobre un círculo

fraccionado en partes equitativas, una secuencia cromática: azul, morado, rojo, naranja,
amarillo… y así hasta juntarse con el primero, esta rueda en el centro lleva una pequeña
apertura para luego ajustarse en la punta de un lápiz y hacerlo girar. Entre más rápido se
hace girar los colores, para el ojo humano, éstos desaparecen y se convierte entonces en un
inofensivo círculo blanco girando, girando sobre a punta de un lápiz. La fuerza ejercida
sobre el circulo para rodar, condiciona la percepción humana del color. Entre más rápido
gire, menos aparecerá la multiplicidad de colores contenidos secretamente. Más blanco
será. El planeta que gira sobre su órbita eternamente, es percibido en el cielo para nuestros
ojos, como el transcurrir inofensivo de una nube que se despereza sobre el rascacielos, pero
si la tierra un día de repente se cansara de girar habría sobre todo lo que conocemos un
“estrellón de tiempo”, caería caóticamente todo hacia “atrás” en un colapso apocalíptico
¿Cuáles serían entonces, en la lógica del experimento del círculo, los colores que se
ocultaban en el aparente transcurrir de un tic-tac de la esfera en la que nacimos? ¿de qué
estaría hecha la vida? La cadencia del tiempo es un acuerdo universal para amanecer,
atardecer, nacer, morir. estamos entonces atados a una lógica más allá de la experiencia
vital, porque lo que ocurre como tiempo es una percepción humana, o sea, una construcción
que nos vuelca a todos en una normalidad necesaria para vivir. Prestar atención a esta
particularidad: el tiempo como una ilusión sensorial, que crea “realidades ópticas blancas”
inquieta a cualquiera. Pensarlo constantemente invita a desconfiar, por ejemplo, del letargo
de los árboles ancestros de la humanidad, de las piedras andariegas que van quedándose a
espaldas de nuestro avanzar ¿en qué frecuencia enérgica vivirán? ¿A cuántas leguas de luz
de nuestra ingenua experiencia temporal de la vida? Ello desvelaría a cualquiera, insistir en
experimentar más allá de la percepción de la luz sobre el tiempo, sería un nadar en la
incertidumbre, sensación tan en contra de las construcciones que nos mantiene cuerdos,
felices y ocupados en trabajar y producir.

La deconstrucción del tiempo occidental, la comprensión del movimiento en un


eterno hacia adelante complejiza todo. Imaginemos un espacio compartido por distintas
fuerzas de movimiento, complica la vida ¿verdad? De niña cuando me daba fiebre tenía
pesadillas, el vértigo que producían las imágenes aún puedo evocarlas, recuerdo una
habitación: en ella había muchas personas, unas caminaban muy rápido y otras muy lento,
al mismo tiempo, en el mismo espacio. Después aparecía en una cama acostada, sobre mí
caían agujas muy lentamente y mientras llegaban a mí las cobijas se revolcaban encima de
mi cuerpo rápidamente, al mismo tiempo, en el mismo espacio.

El río que crece en las entrañas de la memoria se mezcla ahora con l

En Foz de Iguazú a xxx mil leguas de donde nací caen frente a mí, como un oráculo de tiempo,
como si naciera ahí el tiempo y junta todas las aguas que cayeron alguna vez sobre la tierra.
Embelesada en las gotas suicidas que se enfilan con vigor y furia sobre la cima de la cascada para
luego caer y parecieran en un baile lento recorrer la caída, entregadas a la muerte de la espuma
del final.

de la experiencia humana, cómo será

migaja de luz y tiempo

Entre más caudaloso , desenfrenado, violento,

¿Cuántas eternidades pasarán allí, mientras caen las gotas y mis ojos ingenuos, humanos,
perciben su caída lenta aparentemente apacible para entregarse a la muerte?

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