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NOMBRE DEL ALUMNO: García Barradas Alexis MATERIA: Metodología de la

investigación GRUPO: 1005

Transexualidad

El propósito de esta investigación es determinar qué factores biológicos, ambientales,


sociales pueden provocar o atraer la disforia de género en un individuo/Transexualidad.
Contestar ¿Cuál de los anteriores factores ejercer mayor impacto en un individuo que llegue
a provocar la disforia de género? Comparar los casos de transexualidad en la Ciudad de
México de ambos géneros y determinar qué población es más propensa a dicha distorsión.
Indagar en la transexualidad para determinar su correcto diagnóstico y tratamiento.

En este trabajo describiré la experiencia transgénero en relación a personas que desean vivir
e intervenir sus cuerpos -tanto a nivel hormonal como quirúrgico- con la intención de lograr
una reasignación al sexo/género “opuesto” a la categorización (de acuerdo a su sexo
biológico) que les fue socialmente asignada al momento de su nacimiento. Con ello no
pretendo construir una definición absoluta, ni abordar la subjetividad y los deseos de la
totalidad del colectivo transgénero, por el contrario, reafirmare y celebro su diversidad.
Hago referencia particularmente de personas que concurren a espacios de terapia y atención
clínica.

La convicción personal que tiene cada persona de ser hombre o mujer es aquello que
conocemos como identidad sexual, podríamos decir que se trata de la necesidad de
integrarse a un sexo en específico, tanto como biológica y psicológicamente. La
Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) Determina la transexualidad como
“un deseo de vivir y ser admitido como elemento del sexo opuesto, comúnmente seguido
por una sensación de desagrado o inadecuación del propio sexo biológico, y una necesidad
de someterse a cirugía y tratamiento hormonal para formar su propio cuerpo tan congruente
como le sea permitido al sexo deseado”. Asimismo, es distinguida como Síndrome de
Harry Benjamín, en consideración al autor que uso por primera vez la palabra
transexualismo en 1948. Actualmente se le denomina con el término “Disforia de Género”
en lugar de “Trastorno de Identidad de Género”, de acuerdo a la nueva edición del sistema
de clasificación DSM V (2013) (M. Carmen Barrios, Et al., 2017)

De acuerdo al DSM-II (American Psychiatric Association, 1952) incorporaba los sucesos


de transexualismo como distenciones sexuales dentro de los Trastornos de Orientación
Sexual y del Travestismo que estaban a su vez incorporados dentro de los Trastornos de
Personalidad.

Para 1987 el DSM-III se presentan dos categorías diagnosticadas distintas que aludían a la
identidad de género. La primera es el Trastorno de Identidad de Género, que agrupa para
catalogar únicamente al trastorno en niños y la segunda, el Transexualismo, para registrar a
adolescentes y adultos.

En el actual DSM-V (2014) se nombra Disforia de Género, descartando el termino


trastorno, sin embargo, se sigue incorporando en el compendio como un trastorno.
Conservando aun la distinción de casos de Disforia de Género en Adultos y Adolescentes y
la Disforia de Género en niños. (Rodríguez Molina J. M., et al., 2015)

En el límite de la organización psiquiátrica, se ha nombrado la transexualidad incluso


llamada en ocasiones disforia de género, como la posición en que un individuo que
habiendo venido al mundo hombre o mujer se siente corresponder al sexo opuesto.
(Becerra, et al., 2002)

Existen individuos con una contradicción entre su sexo anatómico (fenotipo) y la


apreciación de su género, que es posible que se trate del contrario al que se les concedió al
nacer. Las distinciones entre estas dos circunstancias, sexo y género, nos otorgan más
ramas o divisiones, tales como transexuales, travestis y transgéneros.

Las personas transexuales (PTS) desde muy temprana etapa de su vida exponen una
circunstancia, cuando considera alguna contradicción de como se aprecia a sí mismos. Es
decir, que no existe una relación con su apariencia externa, en la forma que las personas
que le rodean responden ante el individuo, y como este se percibe a sí mismo, lo cual no
corresponde puesto que tiene un sentido opuesto a los otros. Regularmente, las PTS
solicitan ser nombrados y aproximados ya sea por sus apellidos o por un nombre que
corresponde al opuesto al de su género otorgado al nacer. (Salín Pascual R. J., 2015)
La práctica transgénero nos habla de individuos que anhelan vivir y por tanto intervenir en
sus cuerpos -hormonal y quirúrgicamente- con el propósito de lograr una reasignación al
sexo/género “contrario” a la clase que les fue socialmente otorgada al momento de su
llegada al mundo. (Delllacasa M. A., 2017)

Como la disonancia entre la identidad sexual y el sexo biológico es muy desagradable, la


persona transexual suele buscar reducirla modificando la apariencia de su cuerpo
farmacológica o quirúrgicamente y rectificando su identidad legal. (Rodríguez Molina J.M.,
Asenjo Araque N., Becerra Fernández, Lucio Pérez. M.J., 2015)

Sin embargo, Se ha demostrado, que las personas transexuales no presentan como media un
perfil psicopatológico (Rodríguez Molina et al., 2014).

Existen varios términos relacionados con el concepto de la palabra sexo que es necesario
esclarecer para continuar hablando del tema. El sexo cariotípico viene delimitado por la
presencia de cromosomas XX o YY. Se inclina más por este término, al del sexo biológico,
ya que los individuos transexuales discrepan que ellos también son seres biológicos.
Entonces podríamos decir que al llamar a las mujeres biológicas a las que nacieron mujeres,
para diferenciarlas de las mujeres transexuales (de hombre a mujer), sería sinónimo de decir
que las personas transexuales no son seres biológicos, por poner un ejemplo. Inclusive,
dentro del activismo transexual, se acostumbra negar que se nombre biológicas a las otras
mujeres, adoptando las activistas frases de la clase de “nosotras no somos de plástico”. Lo
mismo aplica para transexuales masculinos (de mujer a hombre). (Rodríguez Molina J.M.,
Asenjo Araque N., Becerra Fernández, Lucio Pérez. M.J., 2015)

Mientras que, el sexo gonadal describe a la presencia de genitales masculinos, o femeninos


(o mixtos o ambiguos) y el sexo hormonal hace alusión al arqueo o balance entre
andrógenos y estrógenos (Becerra Fernández, 2002).

La identidad sexual, también nombrada sexo psicológico o sexo sentido, es el sexo a que el
sujeto cree pertenecer, el convencimiento de ser hombre o mujer, más allá del formato de
sus órganos sexuales (Money & Eirrhardt, 1972).

Un error común es equivocar orientación sexual, que se refiere al propósito de atracción


sexual (hombres, mujeres, ambos o ninguno) e identidad sexual, que es la sensación, la
autopercepción y auto clasificación como hombre o mujer, o incluso otro sexo. Aunque
indudablemente identidad sexual y la identidad de género tienen cierto paralelismo, no son
lo mismo, ni tienen una correlación perfecta. La identidad sexual es lo que la persona siente
ser y la identidad de género es la realización o el deseo de realización de conductas
congruentes con la pertenencia a un género. (Rodríguez Molina J.M. , Asenjo Araque N.,
Becerra Fernández, Lucio Pérez. M.J., 2015)

Desde la Psicología, Freud creó el concepto de homosexualidad extrema en muchos casos


se ha considerado así la transexualidad. (Freud, 2006)

En el modelo psiquiátrico tradicional de la transexualidad se estipulaba que los transexuales


no sienten deseo sexual ninguno ni llevan a cabo prácticas sexuales, puesto que la actividad
sexual implicaría obtener satisfacción de unos genitales (masculinos) que se supone que el
paciente aborrece. Las personas que desean obtener la cirugía de cambio de sexo aprenden
a rechazar deseos y prácticas homosexuales en sus narrativas biográficas con el fin de evitar
reconocer cualquier actividad erótica que pudiera poner en peligro su diagnóstico. Puesto
que en el discurso médico la etiología de la categoría ‘transexual’ es por definición
diferente de la de ‘homosexual’, la estabilidad del significado del término ‘transexual’
depende de establecer y mantener una distinción entre transexuales y homosexuales. Sin
embargo, no es infrecuente citar la atracción a personas del mismo sexo como una de las
características que confirman la ‘transexualidad’ de la persona, aunque afirman sentir esta
atracción desde la posición de un miembro del ‘otro’ sexo. Por ejemplo: “es una decisión
que la tomas porque te das cuenta de que no eres, no eres homosexual, ¿no? No puedes
actuar como ellos porque te sientes como una mujer. Estás al lado de, de una mujer y
quieres ser como ella” (testimonio de persona transexual) (Soley Beltrán, 2014)

La homosexualidad era considerada una enfermedad mental hasta 1973, pero hasta 1980 no
fue completamente retirada de los sucesivos DSM. Sin embargo, este concepto de
transexualidad parte del error ya mencionado, de identificar orientación sexual e identidad
sexual. Las personas transexuales se perciben interiormente como del sexo contrario al
cariotípico con independencia de si les atraen sexual-mente los hombres, las mujeres,
ambos o ninguno. Esto no significa que en la práctica clínica no haya a veces problemas
para diferenciar ambos conceptos, que pueden ser confundidos, incluso por el propio sujeto,
que durante una etapa de su vida tal vez haya creído ser homosexual o viceversa
(Garaizabal, 2003).

Sin dejar a un lado, se debería mencionar el género como concepto que se utiliza con
frecuencia al hablar de transexualidad. De hecho, se suelen utilizar los conceptos identidad
de género e identidad sexual como sinónimos (incluso las unidades de tratamiento se suelen
denominar "de identidad género") pero verdaderamente no lo son. Cuando nos referimos a
género hablamos de conductas observables de un sujeto, así como a las que la sociedad
espera que dicho sujete realice. Estas expectativas sociales de género se diferencian en
función del agrupamiento de la persona a un sexo. El género es una construcción social.
Cuando decimos identidad de género nos estamos haciendo alusión al compuesto de
conductas que la persona misma realiza o anhela realizar (incluyendo conductas motoras,
pero también pensamientos y emociones) en relación de su integración a un género. La
identidad de género es una construcción psicológica con relación del género. (Rodríguez
Molina J.M., Asenjo Araque N., Becerra Fernández, Lucio Pérez. M.J., 2015)

La transexualidad tiene mayor prevalencia de la que podría pensarse. El estudio más


relevante, por la extensión de su muestra, indica una prevalencia de uno de cada 11.900
varones y una de 30.400 mujeres (Gómez Balaguer et al., 2003).

En México, las personas transexuales (PTS) son fuertemente discriminadas y refieren a los
servicios de salud como uno de los lugares donde más son cercanas a este tipo de actitudes
discriminatorias. En Argentina, se reportar prácticas de similitud adoptadas por médicos,
enfermeras, psicólogos, asi como personal administrativo. El trans Murder Monitoring
reporto 295 homicidios a individuos trans, publicados en 33 países entre el 1 de octubre de
2015 y 30 de septiembre del 2016, la gran parte de los mencionados pertenecen a Brasil
contando con 123 casos y, ocupando el segundo lugar, México con 52 casos, asi como
también México es el país con la cuarta tasa más alta de transexualismo en América (2,2
por millón de habitantes).

La medicina sigue teniendo en cuenta la transexualidad como una patología y propone una
serie de intervenciones para adecuar la corporalidad a la identidad de género que se designa
a la readecuación sexogenérica. La Clínica Especializada Condesa es la única instancia
pública que ofrece estos servicios, forma parte de la Secretaría de Salud de la Ciudad de
México, es una acción gubernamental sin precedentes en el país y forma parte de recientes
reivindicaciones a los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis,
transgénero e intersexuales (LGBTTTI).

Entre los principales problemas de salud de la población trans se han identificado altos
niveles de exposición a violencia verbal, emocional y física, incluyendo el homicidio.
Diversos estudios documentan cómo influye el rechazo social en la salud de LGBTTTI,
otros analizan el papel que la medicina científica ha tenido en la patologización de prácticas
no heterosexuales, planteando una relación entre esta, el rechazo social y la
estigmatización. Otros análisis desarrollan el carácter de construcción social del género y la
imposición de un esquema heterosexual que determina las relaciones sociales, la identidad
y la subjetividad. En ese sentido, la identidad trans resulta paradigmática en una cultura
binaria del género y su análisis es susceptible de aportar conocimiento sobre la relación
entre sexualidad y salud, para lo cual se requiere de un abordaje. (Granados Cosme
J.Granados. A., Hernández Ramírez P.A., Olvera Muñoz O.A.,2017)

Historia de los discursos

Uno de los primeros en usar el término transexual fue Magnus Hirschfelden en 1910,
refiriéndolo al caso de un paciente que lo identifico como “transexual psíquico”. El médico
alemán plasmo en su obra la diversidad que podría encontrarse en las prácticas de tipo
homosexual, y a la vez, condenar la aparente homogeneidad causal de los llamados (en
aquel entonces) “actos contra la naturaleza” En el contexto histórico en que surgió la
primera sexología con personajes como Krafft-Ebing, el Código Imperial de 1870 reprimía
con extrema crueldad las sexualidades no heterosexuales. En relación a lo que argumentaba
la en desarrollo sexología, si no hay actos contra la naturaleza es porque la naturaleza está
en todas partes, incluso en sus manifestaciones mórbidas, se trata de “impulsos
irrefrenables” y, por lo tanto, inimputables por la justicia penal. No es de sorprendernos que
Hirschfelden fuera un colega muy apreciado por Freud y estuviese vinculado con los
miembros fundadores del Instituto Psicoanalítico de Berlín en 1920.

Al explorar entre las diversas fuentes bibliográficas, podemos reconocer un claro


desacuerdo acerca de lo que es el sexo científicamente y con ello, sobre cuál es el origen de
las nombradas “perversiones sexuales”, entre las que se ubicaba al transexualismo, a
principios del siglo XX.

Los crecientes hallazgos en el campo de la endocrinología (disciplina de la medicina que


estudia el sistema endocrino encargado de la secreción de hormonas) entre los años 20 y 30
se constituyen de algún modo. En los años 30 con la ayuda de publicidad y a través de
promesas audaces como detener la menopausia o terminar con la calvicie, los laboratorios
farmacéuticos saturaron a los oyentes con falsas esperanzas e información falsa acerca de
las hormonas.

Dichos descubrimientos abandonan la base científica del dimorfismo sexual; se abre la


conversación de “hormonas masculinas y femeninas”, dando lugar desde el argumento
científico, marcando aún más las diferencias políticas entre hombres y mujeres. En el caso
de Europa, la consecuencia del hallazgo de las hormonas se presenta como complemento
fundamental para los primerizos ensayos quirúrgicos en relación a las cirugías de aparato
genital, aunque, la extracción de los ovarios en los casos de mujeres diagnosticadas como
histéricas era una práctica muy común antes del siglo XX. L primer intervención del tipo
quirúrgica para el llamado “cambio de sexo” se dio de manera experimental a manos del
doctor Rudolf en 1921m en el Institut für Sexualwissenschaft (Instituto de Ciencias
Sexuales) en Berlín, fundado por Hirschfelden. El Instituto fue pionero en la defensa y
aceptación social de homosexuales y transexuales, además defendía la educación sexual, la
contracepción, el tratamiento de enfermedades de transmisión sexual y la emancipación de
las mujeres. Además, funcionaba allí la oficina de la World League for Sexual Reform, un
archivo, biblioteca y museo del sexo. En 1924, el Instituto pasó a transformarse en una
fundación y obtuvo reconocimiento gubernamental, en 1933 fue cerrado y destruido por el
nazismo. (Castel, 2001)

Paralelamente, los trabajos de Sigmund Freud revolucionaban la manera en que la medicina


y el naciente campo psi definían y trataban la sexualidad. Si bien él no se refiere
específicamente a la transexualidad, esgrime una hipótesis acerca de la adquisición de la
consciencia de ser hombre o ser mujer y del comportamiento “normal” para cada género. Lo
que hoy denominamos identidad de género es para Freud en realidad una “identidad
genital”, pues de acuerdo a su planteo para el infante sólo es posible afirmar si es niño o
niña, si anteriormente ha pensado “tengo pene” o “no tengo pene”. Por un lado, Freud
expande y clarifica la definición médica de “desviaciones sexuales” y en ese movimiento
construye una lectura y un abordaje completamente diferentes de la sexualidad. En varios
de sus escritos (1905, 1920, 1923) ofrece una explicación de las sexualidades no
heterosexuales en el marco de una teoría general del desarrollo de la sexualidad humana,
que rechaza las opciones de enfermedad congénita y degeneración hereditaria planteadas
hasta el momento. A su vez paradojalmente, dicha teoría general surge como un refuerzo a
la heteronormatividad reinante, en tanto delimita -más o menos explícitamente- un
parámetro saludable para los deseos sexuales humanos. El paradigma que subyace a la
teoría general de la sexualidad humana condensa, en parte, los enfoques de la
determinación biológica/congénita y de la determinación ambiental. Por tanto, los adultos
que sienten atracción hacia personas de su mismo sexo/género son personas que o bien no
alcanzaron el completo desarrollo de su sexualidad, o bien presentan una regresión a una
etapa madurativa anterior; así su explicación se encuentra necesariamente imbricada al
complejo de Edipo. (Castel, 2001)

El surgimiento del concepto de género

El discurso científico asumió la misión de apuntalar, a través de su naturalización, la


representación dicotómica de los sexos reafirmando el dogma que en la especie humana a
un cuerpo le corresponde exclusivamente un género (en concordancia con su genitalidad) y
que ello será para toda la vida. Los trabajos de Money y Stoller en las décadas de los ’50 y
‘60, no fueron los primeros que habilitaron la posibilidad de distinguir entre sexualidad
biológica y sexualidad psíquica (ya lo habían hecho Hirschfelden y Freud en sus ensayos)
sin embargo, fueron quienes forjaron el concepto de género. Money en 1955 introdujo el
término “rol de género” y habló por primera vez formalmente de “identidad genérica”,
ambos en el campo de la psicología. Partiendo de una perspectiva psicológica, articularon
en esa misma categoría tres cuestiones básicas: la asignación de género (en el momento del
nacimiento a partir de la apariencia externa de los genitales); la identidad de género
(desarrollada entre los dos y tres años al momento de adquisición del lenguaje) y el papel
(rol) de género (conjunto de normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura
sobre el comportamiento femenino o masculino). (Stoller, 1973)
Por esos años también algunos trabajos analizan casos del llamado “hermafroditismo” (más
recientemente nombrado a través de las categorías biomédicas de intersexualidad o
desorden del desarrollo sexual) con la intención de determinar si era la naturaleza o la
cultura, la que incidía sobre la determinación de la identidad sexual de los “individuos
ambiguos”. Estudian pares de hermafroditas educados en géneros diferentes, concluyendo
que existe una “neutralidad psicosexual “al momento del nacimiento- planteo
posteriormente retomado por la teoría del vacío de Morel y que la identidad sexual es parte
de una adquisición social que recién es fijada después de los tres años de edad. Money será
el primero en utilizar el concepto de rol de género, asimilándolo a la idea de papeles en la
diferencia de los sexos. (Money, Hampson & Hampson 1955)

Por su parte, Stoller desarrollará junto a Garfinkel varios de sus trabajos en Stanford,
fundando luego en Los Ángeles la Gender Identity Research Clinic (Universidad de
California). Esta línea de trabajos se ubicará más cercana al campo psi, implementando las
primeras terapias para personas transgénero y consiguiendo una aparentemente clara
distinción entre sexo biológico y género psicosocial. El paso siguiente al estudio de los
papeles sexuales, fueron los estudios de género. Numerosos autores y autoras, han
destacado la importancia del concepto de género, como una de los aportes más interesantes
del pensamiento del siglo XX planteando que es una herramienta crítica que permitió
trascender el terreno biológico en la determinación de las diferencias y habilitó lecturas
histórico-sociales, culturales y políticas del sexo/genero. (Morel, 2002)

El mundialmente conocido caso de Christine Jorgensen, “El soldado norteamericano que se


transformó en una rubia” y su elección como Mujer del Año en 1953, favoreció un proceso
de mediatización del fenómeno transexual, acompañado de una multiplicación de las
solicitudes médicas de “cambio de sexo” (Hamburguer, 1953).

En parte, la oposición de muchos profesionales a las intervenciones quirúrgicas y las


discusiones acerca de su legalidad impidieron durante muchos años la categorización
oficial de la transexualidad como un trastorno específico. No obstante, a partir de la década
del ’60, la Universidad John Hopkins -lugar de trabajo de Money y del endocrinólogo
Harry Benjamin- inauguró un nuevo centro especializado y de vanguardia, la Clínica de
Identidad de Género, donde se practicaban cirugías de reasignación genital y estéticas “a
demanda”. (Hastings 1966)

La controversia en torno a la medicalización de la transexualidad ¿Qué terapias y qué


terapeutas?

Mi intención es presentar las principales controversias (aunque no las únicas) que


atraviesan el fenómeno transexual como experiencia musicalizada. En la década del ’70 el
dispositivo de la transexualidad estaba en plena conformación, pero para conseguir
afianzarse hegemónicamente era necesario saldar una serie de disputas que todavía eran
bastante acaloradas respecto del tema. ¿Cuáles eran las opciones terapéuticas que
resultaban adecuadas y exitosas para “tratar” la transexualidad? Posteriormente, además, se
hizo necesario poner un límite a las solicitudes de intervención corporal que hacían las
personas trans (siempre las instancias más discutidas son las operaciones quirúrgicas). La
finalidad era consensuar ciertos criterios diagnósticos homogéneos, con la intención de
tender a una estandarización del perfil y la subjetividad de los “candidatos”, proyectando de
este modo una definición preconcebida por los profesionales de lo que es “ser transexual”.

Bibliografía.

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Escala de Kinsey

Numero de preguntas: 15

Tipo de reactivos: Dicotómicos: Dos opciones de respuesta

La clasificación dentro de la Escala de Kinsey no se realiza mediante un examen médico o


sicológico, sino que mediante la autoevaluación basada en las experiencias de vida del
individuo. El lugar que una persona ocupe puede ir variando con el tiempo.

Los sexólogos consideran la Escala de Kinsey como una de las teorías más útiles a la hora
de crear un mapa acerca de la sexualidad humana, aunque otros la describen como
demasiado restrictiva.

La Escala de Kinsey va del 0 al 6, siendo los extremos los llamados absolutos, pero en el
medio existen otros matices de la sexualidad humana.

0: Exclusivamente heterosexual

1: Predominantemente heterosexual, con sólo incidencias de homosexualidad

2: Predominantemente heterosexual, con más que sólo incidencias de homosexualidad

3: Igualmente heterosexual y homosexual

4: Predominantemente homosexual con más que sólo incidencias de heterosexualidad

5: Predominantemente homosexual, con solo incidencias de heterosexualidad

6: Exclusivamente homosexual

Validez: Convergente, de criterio, etc.

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