Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La eco-geografía
la ordenación del medio natural
E D IT O R IA L A N A G R A M A
BARCELONA
Título de la edición original:
L ’éco-géographie et l’aménagement du tnilieu naturel
© Librairie Franfois Maspero
París, 1979
Traducción:
Joaquín Jordá, Cristina Nieto, Nuria Pérez de Lara
Revisión técnica:
Albert Puntí
Portada:
Julio Vivas
ISBN 84-339-1422-7
Depósito Legal: B. 32614-1982
Printed in Spain
7
crita de salvaguardar las situaciones adquiridas. Está claro que un «cre
cimiento cero» sólo permitiría aminorar las escandalosas desigualdades del
mundo contemporáneo modificando la distribución de la riqueza, toman
do parte de ella a unos para dársela a otros. Es obvio mencionar las resis
tencias que ello suscitaría. En realidad, el crecimiento cero impide pensar
en una solución al problema del subdesarrollo, problema vivido aguda
mente por las tres cuartas partes de la humanidad.
Así, pues, no es posible razonar de ese modo. Es preciso plantear el
problema de otra manera, en otros términos.
Hay que volver a unas concepciones más sanas. El aumento de la
producción no puede constituir un fin en sí mismo. Sólo puede ser un
medio de mejorar las condiciones de vida, de permitir que cada cual
pueda comer lo que necesite, pueda vestir y alojarse cómodamente, pueda
estar al amparo de las enfermedades y tener tiempo de saborear las dichas
de la existencia. La visión mezquina de la econometría es incapaz de
plantear ese problema correctamente. El P.N.B. no puede medir el propio
crecimiento económico, puesto que, por ejemplo, cuantos más accidentes
de carretera se producen más aumenta.
Cabe distinguir tres niveles de organización en el mundo que nos
rodea, que es nuestro entorno:
8
planteado de esta manera, constituye el marco en el que se desarrolla
nuestra actividad, cuyo objeto es la ordenación del medio natural.
En primer lugar, eliminemos un falso problema que consiste en en
frentar la naturaleza y el hombre. Hay quienes, prisioneros de esta óptica,
intentan recuperar una naturaleza virgen e intacta, inmodificada por el
hombre, para que les sirva de referencia. Es la búsqueda del paraíso terre
nal. De ahí a caer en el maniqueísmo rousseauniano según el cual la
naturaleza es buena y el hombre perverso, sólo hay un paso, un paso
muy pequeño... Pero esta actitud se prolonga hasta el nivel de la orde
nación del medio natural: culmina en un conservadurismo radical que
pretende cubrir la tierra de reservas supuestamente sustraídas en su tota
lidad a los efectos de las intervenciones humanas. Tales posiciones son
insostenibles: desde 1880 hasta 1960, aproximadamente, la proporción
de gas carbónico en la atmósfera ha crecido alrededor de un diez por
cien. ¿Cómo impedir que eso afecte a las reservas integrales? A partir de
1945, las explosiones atómicas han incorporado a la atmósfera un cierto
número de cuerpos radiactivos, como el estroncio, que aparece actual
mente incluso en los hielos de la Antártida, lo cual nos sirve para medir
su velocidad de acumulación. ¿Cómo proteger de ellos estas reservas su
puestamente integrales? No, no podemos confiar en encontrar una «natu
raleza virgen» jamás desflorada por el hombre. Este, al igual que los
restantes seres vivos, es un elemento de la naturaleza, a la cual está
unido por múltiples vínculos de interdependencia. De la misma manera
que las plantas o los animales, sólo vive gracias a ciertos recursos que
le ofrece el mismo ambiente, en especial el aire que respira. Al igual que
todos los animales, es incapaz de captar la energía solar para elaborar
sus tejidos, y está obligado a alimentarse extrayendo su alimento de
diferentes eslabones de las cadenas tróficas. Así que es parte integrante
de los eco-sistemas, sin los cuales, por no ser productor primario,1 no
podría existir. El hombre pertenece al segundo nivel de organización,,
el de los seres vivos, desde el momento en que comenzó a diferenciarse
como especie... Y eso ocurrió hace varios millones de años, ¡mucho antes
de que aparecieran los economistas e inventaran el P.N.B.!
Todas las formas de organización social dependen, a través de la vida
misma, de este hecho fundamental. La eco-geografía es un punto de vista
que se caracteriza por reconocerlo, es decir, por estudiar de qué manera
el hombre se integra en los eco-sistemas y de qué manera se diversifica esta
integración en función del espacio terrestre.
Esta integración del hombre en los eco-sistemas12 reviste dos aspectos
principales:
9
I
15
a nuestras intervenciones, cada vez más complejas, por no decir insidio
sas, dado el progreso técnico.
Ese es el problema al que dedicamos la primera parte del libro.
Así, pues, para comenzar, analizaremos los métodos que han sido uti
lizados para intentar establecer un conocimiento global de nuestro medio
ambiente natural y de los recursos que nos ofrece. Demostraremos, a con
tinuación, que sólo un conocimiento de su dinámica responde a las exi
gencias del ordenamiento. Apoyándonos en nuestra experiencia profesional,
adoptaremos un punto de vista ecológico y, a la vez, espacial; geográfico,
en definitiva. Para designarlo, proponemos el término «eco-geográfico».
El estudio de los flujos de energía, que los ecólogos-biólogos han efec
tuado únicamente dentro de las biocenosis — es decir, de las comunidades
de seres vivos— se extenderá al ambiente ecológico. Demostrará que la
mayor parte de la energía disponible en los eco-sistemas alimenta la diná
mica del medio natural, y no las cadenas alimenticias. Por consiguiente,
sólo a partir de unos fenómenos físico-geográficos, muy especialmente de
unos procesos morfogénicos, debe intentarse un estudio eco-geográfico de
nuestro medio ambiente apto para resolver las exigencias de ordenamien
to. De la exposición de estas nuevas concepciones se desprende, con ex
trema evidencia, un enfoque metodológico para las investigaciones dotadas
de un objetivo práctico.
16
1. ¿COMO CONCEBIR UN ESTUD IO INTEGRADO
D E L M EDIO NATURAL?
17
1. P rin cip ios del m étodo
18
maciones suplementarias: determinación de las especies que constituyen
las formaciones vegetales, de determinadas rocas, de rasgos estructurales,
de formaciones superficiales, de suelos. Se extraen unas muestras de suelos
característicos para su análisis. La última fase del procedimiento consiste,
de vuelta al departamento de trabajo, en reunir los datos disponibles, en
completarlos mediante unos exámenes detenidos (bibliografía, observacio
nes climáticas), en levantar unos mapas gracias a una foto-interpretación
sistemática apoyada en los controles de terreno.
Los resultados se presentan bajo la forma de dos tipos de documen
tos que se completan recíprocamente:
19
B U i E 3 5 E O fo j 5 vm
7 O , m
1 „ iE D 13
fm 2 [¿ É l 6 m. m ,o iH 12 1f c Í v ¿ l 14
F io . 1
F lG . 1
FlG. 1
F ig. 1 E3 ; E3 « E3 .
F ig . 1. E jemplo de « levantamiento de tierras» del C.S.I.R.O /
A. S istemas de tierras
22
Llanuras y dunas sobre acumulaciones litorales recientes:
B. G eología
T erciario
Precámbrico
9. Rocas metamórficas, granito.
Nota. Las formaciones cuaternarias han sido presentadas por los autores de las le
yendas del mapa como «terciarias». Nos hemos limitado a traducir al pie de la letra...
C. S uelos
Tierras compactas
23
Tierras pardas y grises lavadas
7. Frazer, Springvale.
D. V egetación
24
METODO DE LOS TRAZADOS DE TIERRAS DEL C.S.I.R.O.
Caracterización del sistema de tierras de Starcke (ver mapa, fig. 1)
S uperficie y
Unidad G eomorfología S uelos V egetación
LOCALIZACIÓN
F ig. 2
25
SISTEMA DE TIERRAS DE CUMBULLA
Superficie y
Unidad G eomorfología S uelos V egetación
localización
3 20 %, sobre todo so- Llanuras y vravicos Suelos de ' textura Sabana de box (so
2 obs. bre la baja Mitchell aluviales no cortadas, muy variable, casi bre todo E. microthe-
parcialmente inunda siempre sobre mate ca) o paperbark (M.
bles. Predominio de rial alcalino: Stewart, viridiflora), sotobos-
limo y arcillas. An Alice, más raramen que de Eriachne bur-
chura 90-450 m. te Gamboola. kittii, Schizachyrium,
Sorgbum, Cyperaceae,
Panicum decomposi-
tum Praderas (E-
4 20 %, sobre todo so- Igual que la unidad Suelos de fuerte con Praderas (Eriachne
6 obs. bre la Mitchell me 3, pero más conti tracción arcillosa, so burkittii, Schizachy
dia nua. Anchura 450- bre material alcalino: rium, Sorghum, Cype
1.800 m. Koolatah. Más rara raceae, Panicum de-
mente, suelos unifor compositum), algunos
mes de textura me árboles esparcidos,
dia, aluviales: Helen como en la unidad 3.
vale.
26
S uperficie y
Unidad G eomorfología S uelos V egetación
LOCALIZACIÓN
50
1 --------——____________ I I Mile
A llu v io l cto y 5¡|ti 5Q nd
Fio. 3
27
SISTEMA DE TIERRAS DE INKEMAN
Altitudes exageradas 10 veces
Superficie y
Unidad G eomorfología S uelos V egetación
LOCALIZACIÓN
28
SISTEMA DE TIERRAS DE BATTERSEA
Altitudes exageradas 10 veces
S uperficie y
Unidad G eomorfología Suelos V egetación
localización
F ig. 5
29
De igual manera, el objetivo de los «levantamientos de tierras»
del C.S.I.R.O. es meramente descriptivo. Los bloques-diagramas represen
tativos de los sistemas de tierras muestran la disposición de las unidades
de tierras que suelen indicarse por medio de números. Se proporcionan
unas características generales de cada sistema de tierras, bajo unas sec
ciones: clima, geología, geomorfología, drenaje. A continuación, un cuadro
describe las unidades de tierras, designadas cada una por su número. Indi
ca, en cada caso y bajo forma de columnas, si su extensión es grande,
pequeña o media (no existen generalmente planimetrías ni porcentajes),
y cuáles son las formas de terreno, los suelos y los tipos de formación
vegetal que se encuentra en ellos. A lo largo del volumen se ofrecen algu
nas precisiones suplementarias en los capítulos correspondientes, especial
mente algunos análisis de suelos y unas listas de especies de las formaciones
vegetales indicadas.
2. Apreciación critica
30
sión espacial de fenómenos de naturaleza diferente (o los aspectos que
engendran, para no salirse de la óptica descriptiva del C.S.I.R.O.) expre
san precisamente unas tasas de correlación entre esos mismos fenómenos.
Con ello nos topamos con un tema de estudio de importancia capital, no
sólo para el estudio de la estructura del sistema natural, sino, también,
para el ordenamiento, pues dichos estudios son indispensables para poder
prever las modificaciones en cascada que puede provocar tal o cual in
tervención.
Diríase que, al desarrollar los estudios, los australianos han llegado
a una percepción más sutil y se han dado cuenta de que los límites de
ias diferentes unidades, naturales no coinciden exactamente según los
aspectos que se estudien. En tales condiciones se ha mantenido, por fide
lidad a la tradición, el mapa de los «sistemas de tierras», pero sin creer
excesivamente en él, como una piadosa reliquia procedente de un com
promiso más o menos afortunado, y cada especialista ha «recuperado su
libertad» en su terreno, situando más o menos diferentemente los límites
de los hechos que estudia. La precisión es probablemente mayor. En efec
to, el examen de los mapas recientemente publicados muestra unas dife
rencias muy sensibles, no sólo en el trazado de los límites de las unidades,
sino también en la división en unidades entre el mapa de los «sistemas
de tierras» y los mapas temáticos que se le adjuntan. Pero, en tal caso,
¿qué valor posee el mapa de los «sistemas de tierras»? Más aún, ¿cuál
es el valor del método? ¿Por qué no abordar frontalmente el problema de
la coincidencia entre las áreas de extensión de los diferentes aspectos? Eso
es tanto más sorprendente en la medida en que los geógrafos anglófonos
son los más propensos a la cuantificación y a las formulaciones matemá
ticas a todo coste, bajo el nombre, algo engañoso, de «nueva geografía».
En realidad, no tiene nada de sorprendente. Las preguntas que nos
formulábamos en el párrafo anterior son la consecuencia de una posición
metodológica. Examinemos este punto con más detenimiento.
El enfoque del C.S.I.R.O. se basa fundamentalmente en la foto-inter
pretación. Nosotros mismos llevamos demasiado tiempo utilizando las foto
grafías aéreas como para rechazarlas ahora. Pero, precisamente por ello,
somos perfectamente conscientes de sus limitaciones. La fotografía aérea,
sobre todo cuando se practica a una escala bastante pequeña (1/50.000
o 1/60.000, como ocurre generalmente en Australia), se presta mucho
más a una descripción que a un análisis dinámico. Permite directamente
la percepción del relieve, en estereoscopia, y de la vegetación. Los restantes
aspectos del medio natural se deducen de los anteriores por interpretación.
Así ocurre con los suelos, la litología, la estructura e incluso los procesos
actuales. El material disponible, y la urgencia de los estudios debido a las
condiciones geopolíticas, impedían, en la época de la realización de los
levantamientos, actuar de otra manera. La descripción se impone en las
fases iniciales de la exploración. A continuación no basta. La crítica que
cabe dirigir al C.S.I.R.O. es que ha seguido siendo demasiado empírico,
31
y no ha sabido cambiar de concepciones y de método en el momento
oportuno, por falta de una reflexión suficiente.
En efecto, hacia 1940-1946, la geomorfología, especialmente en los
países anglófonos, estaba escasamente orientada hacia el estudio de los
procesos. La influencia de Davis seguía siendo fuerte, y conducía a apo
yarse más en la «imaginación» que en la observación precisa de los proce
sos. La geomorfología dinámica nació a continuación y tardó en difun
dirse por el mundo anglófono, que menosprecia con excesiva frecuencia
las publicaciones en lengua extranjera. La única geomorfología a disposi
ción de los pioneros del C.S.I.R.O. era de tipo fisiográfico. Se limitaba a
describir las formas influenciadas por la estructura, las explicaciones, las
etapas de un supuesto «ciclo de erosión». Con ello no se podía ir mucho
más lejos... Pero los métodos habituales, poco exigentes desde un punto
de vista de rigor científico, casaban perfectamente con la foto-interpreta
ción, y en especial con sus deficiencias. Quedaba cerrado, pues, el cículo
vicioso. Ahora bien, tales círculos viciosos tienen una asombrosa capa
cidad de supervivencia: la prueba está en el «ciclo de erosión» de Davis
en los Estados Unidos. Recordemos que encontramos la misma deficiencia
metodológica en otro concepto de origen anglosajón: el de catena en
pedología. Ahora bien, es contemporáneo: no es efecto del azar...
Es importante efectuar la aproximación, pues las relaciones entre sue
los y modelado, tal como se admiten en los «sistemas de tierras» del
C.S.I.R.O., están basadas en el concepto de catena. El es, en efecto, el que
permite aplicar el postulado de la coincidencia entre las unidades morfo-
gráficas y las unidades pedológicas. Insistiendo en este mismo terreno,
es una pena que un cierto endemismo intelectual haya impedido a los inves
tigadores del C.S.I.R.O. tomar en consideración los trabajos que han lle
vado a modificar estas concepciones. Y son más lamentables en la medida
en que los pedólogos del propio C.S.I.R.O. han desempeñado, en el plano
internacional, un papel capital en el estudio de las relaciones entre los
suelos y las condiciones geomorfológicas. ¿Se debe, pues, a alguna división
administrativa?
Estas críticas se refieren a la insuficiente evolución de los métodos
aplicados a los «levantamientos de tierras», pero no deben hacer olvidar un
punto importante. Han hecho tomar conciencia del interés de las foto
grafías aéreas, que los geógrafos apenas habían descubierto. Al mismo
tiempo, han puesto en marcha un cierto tipo de trabajo interdisciplinario,
basado en pequeños equipos formados respectivamente por un geomorfólo-
go, un botánico especializado en ecología y un pedólogo, a los cuales
se añaden en ocasiones un geólogo o un especialista en montes, o un
especialista en pastos, y también un agrónomo.
Sin embargo, debemos subrayar un punto capital: los levantamientos
de tierras del C.S.I.R.O. han sido concebidos para el reconocimiento de
regiones científicamente inexploradas, prácticamente sin poblar y para la
confección de documentos a pequeña escala. En la propia Australia apare
32
cieron las dificultades cuando el paso del tiempo modificó estas condicio
nes iniciales. De todos modos no han sido graves gracias al conocimiento
empírico acumulado. Cuando éste ha faltado, las dificultades han sido
tan graves como para conducir al fracaso: así ha ocurrido con el costo
sísimo intento realizado por la F.A.O. en la Patagonia argentina, con un
equipo numeroso y, sin embargo, compuesto únicamente de australianos.
En Canadá, para el estudio de las zonas forestales que rodean el lago
Saint-Jean, ha sido preciso adaptar considerablemente el método. Así, pues,
de manera paradójica, en el preciso momento en que el método debe ser
reelaborado para resultar eficaz, ha sido adoptado fuera de Australia, por
la F.A.O. y por el Ministery of Overseas Surveys de Londres, en especial.
Examinemos ahora otro enfoque: el que se basa en el concepto de
«paisaje».
33
la práctica con el que descubrieron los australianos del C.S.I.R.O. en el
método de los levantamientos de tierras, cosa que, por otra parte, igno
raban. Pero la óptica metodológica es bastante diferente y más les habría
valido a los australianos tomarla en consideración. En efecto, desde el
comienzo aparece la preocupación por estructurar la observación, vincular
los datos de naturaleza diferente que componen el paisaje mediante una
red de relaciones de causalidad. El concepto de zonalidad, introducido
desde sus comienzos en la pedología por Dokuchaev, traduce esta orien
tación.
Eso explica una serie de hechos:
34
poco en la rutina, peligro que amenaza a los organismos de investigación
aplicada. En la R.D.A., al contrario, se ha trabajado el detalle y dejado de
lado la aplicación. En ambos casos, sin embargo, aparece el mismo defecto:
la concepción es estática. Las investigaciones soviéticas son mucho más
interesantes, tanto desde el punto de vista fundamental como desde el
punto de vista práctico.
No obstante, la orientación de dichos trabajos tiene, en cualquier caso,
un gran valor: tienden a vincular la ecología v el estudio de su soporte,
el medio natural. Eso constituye un germen de progreso, evidenciado por
las publicaciones más recientes.
Así, en la R.D.A., G. Haase (1967) aborda, en un extenso artículo,
el problema metodológico del estudio de las relaciones entre la ecología
de los paisajes y el estudio del medio natural. En su opinión, los «geosiste-
mas» se definen por unos intercambios de materia, por el funcionamien
to de los eco-sistemas y por unos aspectos «dinámico-genético». La eco
logía del paisaje estudia las relaciones verticales entre los elementos de
la biocenosis y su distribución en el espacio. Debe tomar en consideración
los intercambios de materia y de energía (concepción ecológica) y las mo
dificaciones en el tiempo, periódicas y generales, que indican una evolución.
Siempre según la opinión de G. Haase, debemos proceder a efectuar en pri
mer lugar un reconocimiento fisionómico, y después un análisis cualitativo
de los fenómenos, el cual, a continuación, se cuantifica estableciendo unos
balances. Eso lleva a corregir la clasificación fisionómica. A partir de en
tonces, podemos cartografiar las unidades definidas. El análisis ecológico
del paisaje puede efectuarse utilizando dos enfoques: un análisis llamado
«diferencial» referido a los componentes del paisaje (temperatura, hume
dad, pedogénesis, etc.) en unas unidades de diferente orden y apoyado en
unas medidas; y un «estudio estacional» referido a unas muestras de las
que se examinan todos los elementos. En cualquier caso, hay que estudiar
lo que el autor denomina los «sistemas parciales», o sea las interacciones
entre los componentes del medio tomados en parejas, por ejemplo, las
relaciones modelado pedogénesis (concepto de catena). La redacción es
recargada y muchas veces de falta de claridad, pero la preocupación que
las motiva es jvidento. Son idénticas a las de los investigadores soviéticos
y coinciden con las de algunos investigadores franceses, como los del
C.E.P.E. (Montpellier).
Son especialménté lnteresantes los trabajos de G. Cabaussel (1967) y
de G. Bertrand, que, por otra parte, coinciden en varios puntos.
G. Cabaussel (1967) ha intentado establecer una tipología de los paisa
jes y analizar su extensión en los límites de la hoja Grenoble a escala
1/100.000. Se sitúa, por consiguiente, en una escala media, diferente a
la vez de los trabajos del C.S.I.R.O. y de las investigaciones de Land-
chaftskólogie de la R.D.A. Para él, «el tipo de paisaje corresponde a un
modo de adaptación (fisionómico, específico o estructural) del conjunto
formado por la vegetación natural (o transformada) y la acción humana
35
(agrícola, pecuaria...) al medio que se le ofrece».3 La coincidencia entre
la extensión de determinados cultivos y la de determinadas especies es
pontáneas descubre una misma adaptación al medio, o, si se prefiere, una
equivalencia ecológica. La cartografía procede por superposición: unos tipos
de signos diferentes representan los datos litológicos, los regímenes hídri-
cos, el clima. El problema de los límites no se resuelve por medio de un
postulado. Se 'aborda a través del método llamado de la eliminación con
vergente. Consiste en partir de conjuntos bien tipificados, que ofrezcan
entre sí un contraste bien claro. En el punto donde se comienza a dudar
acerca de la pertenencia del espacio a uno de los dos comienza una región
intergrado, una zona de transición. A continuación se examina si puede
erigirse en tipo o no.
G. Bertrand también adopta el concepto de «paisaje» y lo define del
siguiente modo: «E s una porción de espacio caracterizada por un tipo
de combinación dinámica, por consiguiente inestable, de elementos geo
gráficos diferenciados — físicos, biológicos y antrópicos— que, al reaccio
nar dialécticamente entre sí, hacen del paisaje un «conjunto geográfico»
indisociable que evoluciona en bloque, tanto bajo el efecto de las interac
ciones entre los elementos que lo constituyen como bajo el efecto de la
dinámica propia de cada uno de sus elementos considerados separada
m ente.»4 Esta definición,, que se sitúa en la línea de pensamiento de
A. Cholley, es la de un sistema. Corresponde exactamente a lo que noso
tros designamos mediante la expresión de «sistema natural». Cada uni
dad se caracteriza por una estructura propia, que coincide con esta red
de interacciones. La totalidad no tiene nada que ver con la suma de sus
partes: posee su propia organización específica. Un montón de guijarros
multicolores todavía no es un mosaico...
Las «unidades de paisaje» deben estar jerarquizadas, por lo que hay
que establecer su taxonomía. G. Bertrand distingue tres niveles sucesivos:
el medio físico, los eco-sistemas, la intervención humana. Eso permite
introducir, sin dificultades, una dimensión temporal, una perspectiva diná
mica y evolutiva. Para ello, G. Bertrand (1968) se apoya en la teoría bio-
rexistásica de Erhart. Distingue unos geosistemas biostásicos estables y
unos geosistemas rexistásicos en los que la morfogénesis «dificulta la pedo-
génesis y la colonización vegetal».5 Algunos son climácicos, pues la morfo
génesis reviste una cierta importancia debido a las características del medio
y va asociada, en el sistema, a un cierto tipo de cobertura vegetal consi
derada, a su vez, como climácica. Otros proceden de una degradación
antrópíca y son, a partir de ahí, «regresivos». Más adelante insistiremos
sobre estos puntos, pues juegan un papel de primera magnitud en nues
tras propias investigaciones.
36
La taxonomía establecida por G. Bertrand es la siguiente:
37
III. LA INTEGRACION DINAMICA
38
utilizamos y que es nuestro marco ecológico. La sucesión de estas diná
micas diferentes, ritmada fundamentalmente por los cambios climáticos,
es un factor de explicación decisivo de la siuación actual. Indirectamente,
influye también sobre los problemas del ordenamiento, sobre la sucepti-
bilidad del medio respecto al impacto del hombre.
39
ignorarla. Hay que admitir sobre todo, en base a lo que se observa, que
pedogénesis y morfogénesis no se alternan como afirma la teoría biorexis-
tásica. Pedogénesis y morfogénesis coexisten a menudo y, en tal caso, se
interfieren entre sí. Analizar esta interferencia, precisar sus modalidades y
apreciar sus efectos es, evidentemente, mucho más complejo que admitir
su alternancia y su dominio exclusivo durante unos períodos sucesivos.
Es comprensible que no se haya comenzado por ahí. Pero, para entender
mejor los fenómenos naturales, es preciso hacerlo.
Procederemos a franquear dos etapas sucesivas. En primer lugar, recor
daremos la estructura del medio natural. A continuación, presentaremos
una clasificación de las unidades naturales basadas en su dinámica.
40
N iv e le s
SIST E M A SO LA R t R A D IA C IO N SO LA R
42
ionización que aumenta la energía contenida en los electrones. Es la que se
utiliza en la fotosíntesis. Esta ionización no se produce en sus ondas más
largas que las ultravioleta. Las radiaciones más largas engendran unas
vibraciones que sólo provocan unos movimientos de rotación de los elec
trones, de manera que la energía, a fin de cuentas, se dispersa en calor.
Así ocurre, especialmente, en el caso de las radiaciones infrarrojas. Pero,
como promedio, en las condiciones óptimas de laboratorio, el rendimiento
de la luz solar en la fotosíntesis no supera el 20 % (27,5 % en el azul
extremo y sólo el 15,7 % en el caso del rojo extremo). Es evidente que
el rendimiento en la naturaleza es mucho menor. La suma de la radia
ción luminosa y la ultravioleta constituyen aproximadamente la mitad
de la radiación solar total: queda, pues, mucha energía no utilizada por
las plantas para alimentar otros fenómenos...
La radiación infrarroja tiende a elevar la temperatura de los órganos
aéreos de las plantas. Sin mecanismos reguladores, superaría el umbral
letal y los organismos quedarían destruidos. La transpiración contribuye
a fenar este calentamiento: en efecto, la vaporización del agua es un
fenómeno endotérmico, y, por consiguiente, rebaja la temperatura. Mien
tras la fotosíntesis modifica el flujo energético al llegar a la superficie
del suelo, la transpiración, que consume una parte de la energía de la
radiación solar, pone en marcha un flujo hídrico. El agua extraída del sue
lo por las raíces, circula por la planta bajo forma de savia y regresa a la
atmósfera bajo forma de vapor de agua. Este flujo aumenta y refuerza
el trayecto más simple constituido por la evaporación del agua en la
superficie del suelo y en el suelo, al contacto con el aire que penetra por
el interior de sus poros y cavidades. Pero el flujo de agua en las plantas
va acompañado de elementos minerales en la savia. Al contacto con las
raíces, determinados minerales se disocian y una parte de sus elementos
es movilizada por la planta.
Al vivir estrictamente sobre la interfacies litosfera/atmósfera, las plan
tas desempeñan un papel de extrema importancia en el medio natural:
43
de un estudio del medio natural visto a partir de la perspectiva que pro
ponemos.
Pero la intervención de las plantas en los flujos de materia y de ener
gía del medio natural no se limita a este aspecto, por muy importante que
pueda parecer. La fotosíntesis elabora unos hidratos de carbono. Es cierto
que una parte de ellos se destruye por efecto de la respiración, pero
existe, sin embargo, un excedente, almacenado en los tejidos vegetales,
donde está asociado a los elementos minerales extraídos del suelo. Al cabo
de un período más o menos prolongado (un verano en el caso de las hojas
de las plantas de hoja caduca, más en el caso de los tejidos leñosos de
los árboles), esta reserva es liberada. Los tejidos mueren y caen a la
superficie del suelo. Los elementos minerales migran hacia su punto de
origen, dando inicio a un ciclo. Los hidratos de carbono nutren de energía
a los seres al entrar en un segundo nivel trófico: insectos, lombrices, roedo
res y, sobre todo, microorganismos que liberan los elementos minerales
contenidos en los tejidos. En el transcurso de estas transformaciones, al
gunos cuerpos entran en solución. Son arrastrados a través del suelo, cuya
organización y propiedades dirigen. Se trata de los procesos de humidi-
ficación de la materia orgánica y de mineralización del humus de los
pedólogos. Las soluciones que migran en profundidad se modifican sucesi
vamente, bajo la influencia de los microorganismos de donde extraen su
alimentación. Sus propiedades cambian, y esto es lo que ocasiona la
aparición de horizontes diferenciados en los suelos. Los mismos meca
nismos intervienen a mayor profundidad, en las formaciones superficia
les, hasta llegar al contacto con la roca sana: dirigen las alteraciones de
ésta. Las formaciones superficiales están influenciadas por los suelos que
se forman en su superficie. Pero, gracias a una retroacción muy impor
tante, también influyen sobre los suelos en tanto que material original,
en tanto que material a partir del cual se forman. Por otra parte, los suelos
deben su propia existencia a las acciones bióticas: abastecimiento de resi
duos vegetales y modificación de estos residuos por descomposición en su
superficie. Los suelos, al igual que las plantas, son una función intrín
seca de la interfacies litosfera/atmósfera.
Pero una vez llegada nuestra exposición a este punto, debemos decir
que adolece de una excesiva simplificación. Nos hemos limitado a una
única dimensión: la dimensión vertical. Estamos en la situación, intelectual
mente empobrecedora, del pedólogo metido en su agujero... Debemos
tomar en consideración, asimismo, otras dos dimensiones, es decir, los
flujos tangenciales y las migraciones de materia que se ejercen a lo largo
de la superficie terrestre, de la interfacies.
La epidermis de la tierra es heterogénea: cada uno de los diferentes
horizontes de los suelos tienen no sólo sus características químicas, sino
también físicas, en especial una mayor o menor porosidad; las forma
ciones superficiales también son heterogéneas, formadas a menudo por
capas sucesivas; finalmente, debajo, la roca madre también es diferente.
44
Ahora bien, en la mayor parte de la superficie de las tierras, estas super
posiciones de materiales de propiedades diferentes no son horizontales.
Siguen aproximadamente la topografía, en la que dominan las pendien
tes. El agua circula a lo largo de las capas más porosas. En los suelos
y las formaciones superficiales, estos movimientos constituyen la circula
ción hipodérmica. Es lo que los pedólogos denominaron drenaje oblicuo
cuando se apercibieron de su existencia. Esta migración no afecta al agua
pura, desconocida en la naturaleza. El agua va acompañada de materia,
sobre todo disuelta, pero también, en parte, arrastrada mecánicamente. La
circulación hipodérmica engendra un flujo de materia que debe ser toma
do en consideración en el esquema unidimensional que hemos expuesto
anteriormente. La pedogénesis y las alteraciones se ven modificadas por
este componente tangencial, así como el modelado, es decir, la geometría
de la interfacies. Aquí se produce una pérdida de materia. Allí, al contra
rio, se abandonan unos elementos y se produce un incremento de materia
(corazas de pie de vertiente, por ejemplo). De ahí resultanunos asenta
mientos, unas modificaciones de las propiedades químicas y mecánicas del
material. En ocasiones, se producen algunos trasiegos (sufusión). Estas cir
culaciones también modifican la alimentación hídrica de las plantas, pues
en parte se efectúan al alcance de determinadas raíces, y, por lo tanto,
influyen en el medio ecológico. En algunos lugares son suficientemente
lentas como para que se produzca un atasco. En los materiales que con
tienen arcilla, las propiedades mecánicas pueden resultar modificadas (su
peración del límite de liquidez, por ejemplo), cosa capaz de engendrar
unos movimientos masa. Entran en la morfogénesis. Todos estos cambios
ocasionados por un flujo de materia son más o menos rápidos. Interfieren
en la pedogénesis al modificar las condiciones en que se ejerce. Unos
movimientos lentos alteran los horizontes de los suelos.Unos movi
mientos rápidos arrastran el suelo y, en mayor o menor espesor, su ma
teria original. Una vez han concluido, la pedogénesis vuelve a partir
de cero. Situación que se asemeja, en los casos extremos, a la que expu
simos en la teoría biorexistásica, pero que supone una variedad mucho
mayor.
Finalmente, no toda el agua se infiltra. En un suelo saturado, cuando
la velocidad de filtración es débil, las precipitaciones pueden tener tal
caudal que no resulte suficiente y aparezca un excedente en la superficie.
Este rechazo fluye, se convierte en un arroyo. Pero, con mayor frecuencia,
el mecanismo es diferente. Un aguacero, en efecto, contiene una cierta
cantidad de energía. En un principio, interviene la energía irradiada por
el sol, que ha permitido la evaporación o la transpiración de las plantas,
y, por consiguiente, la introducción en la atmósfera de una cierta canti
dad de vapor de agua. La distribución desigual de esta energía en la super
ficie terrestre, su desigual absorción por la atmósfera, son las causas de
los desplazamientos de masas de aire, que afectan a este vapor de agua
y su condensación. La atracción terrestre provoca la caída de las gotas
45
cuando, bajo el efecto de la condensación, han alcanzado un tamaño sufi
ciente. El aire ejerce un freno, pero, en cualquier modo, la gota llega
al suelo con una determinada energía cinética que le transmite al pro
ducirse el impacto, cosa que desprende finas partículas de tierra que, des
pués de un salto, recaen en la superficie del suelo, donde el agua las arras
tra. Mientras no son excesivamente abundantes, acompañan el agua que
se infiltra, pero tienden a obturar los poros en los que penetran. Si el
aguacero es suficientemente prolongado, o, lo que es lo mismo, si los
impactos son más violentos, los poros acaban por obturarse. El suelo se
alisa, se «lustra», y, en la superficie, la velocidad de filtración tiende a
ser nula. Ya no hay infiltración, aunque en sus profundidades la tierra
siga seca. En una superficie plana, el agua se concentra en los huecos, for
mando charcos. En una pendiente, se organizan hilillos de agua y se
produce un arroyo. Esta destrucción de los agregados del suelo por el
impacto de las gotas constituye la erosión pluvial.
La erosión pluvial, gran generadora de la arroyada, moviliza las par
tículas finas del suelo y permite su arrastre inmediato por los hilillos
de agua, bajo forma de turbulencias. Ahora bien, estas partículas finas
desempeñan un papel especialmente importante en las propiedades agro
nómicas de los suelos: dirigen la capacidad de retención, es decir, la
aptitud del sol para almacenar agua entre los aguaceros, agua de la
que se nutren las plantas. La arroyada, además, arrastra los residuos vege
tales, el humus, los abonos esparcidos en estado sólido poco antes del
aguacero. El mecanismo reviste unos aspectos agronómicos muy importantes
y debe ser tomado en consideración con motivo de las ordenaciones eco
lógicas.
Por una parte, la erosión pluvial es función de la resistencia mecánica
ofrecida por los agregados del suelo al impacto de la lluvia, cosa que los
pedólogos denominan con el nombre de «estabilidad de los agregados»,
expresión bastante esotérica. Ahora bien, la estabilidad de los agregados
varía mucho según los suelos, en función, en último término, del clima,
de la litología y del abastecimiento de residuos vegetales. Los proce
dimientos de cultivo influyen sobre este último y, de igual manera, sobre
la porosidad del suelo, y su velocidad de filtración. La presencia de carbo
nates en el suelo aumenta la resistencia mecánica de los agregados, y, al
contrario, la de cloruros (suelos salados) la disminuye. La materia orgá
nica la aumenta: tropezamos de nuevo con la agronomía.
Pero la erosión pluvial también es función de la violencia del impacto
de las gotas. Interviene el tipo de precipitación. Puede caracterizarse por
la intensidad del aguacero, dato obtenido gracias a los pluviógrafos. El
caudal del aguacero, evaluado en mm/h, es, en efecto, función de la dimen
sión de las gotas, y la masa de las gotas define su velocidad al llegar al
suelo, que es, en un suelo desnudo, la velocidad-límite a caída libre. Las
lluvias de convección, especialmente frecuentes en zonas de convergencia
intertropical, los aguaceros en los que interviene una ascendencia orográ-
46
fica son habitualmente más intensos que las lluvias ciclónicas de los climas
templados oceánicos. Sin embargo, no debemos razonar como si nos en
contráramos en un desierto. La energía transmitida al suelo por el aguace
ro sólo es proporcional al producto de su intensidad por su duración, en
un suelo desnudo, por ejemplo, entre las plantas de un campo escardado o
después de la labranza antes de que las plantas hayan crecido. En los
restantes casos, hay que hacer intervenir a la cobertura vegetal (una vez
m ás...). En efecto, cuando la cobertura vegetal es densa («cerrada»), el
impacto de las gotas de lluvia se produce sobre los órganos aéreos de
las plantas. Es ahí donde se produce la liberación de la energía cinética,
sin efecto directo sobre la superficie del suelo. Sin embargo, al cabo de
un tiempo variable, que depende de la morfología de las hojas y de las
cortezas, el agua comienza a chorrear. Se desliza por las hojas y las ramas
hasta que un obstáculo provoca la formación de un canalón, por el que cae
nuevamente. Pueden producirse canalones en cascada a niveles decrecientes.
Una cierta proporción, en general un máximo del 5-10 % del agua del
aguacero, se desliza hasta el suelo a lo largo de los troncos y llega, concen
trada de este modo, a su pie, pero sin que se haya producido impacto
alguno. En el fenómeno de los canalones, la fisionomía de la vegetación
y la morfología de las plantas desempeñan un papel muy importante.
Existen situaciones muy diferentes. A veces los canalones se forman a una
altura elevada y las gotas que salen de ellos llegan al suelo con la velo
cidad-límite de la caída libre que, en el caso de las gotas gruesas, se alcan
za a los 7-8 metros de caída. Sucede también que los canalones se pro
duzcan a tan baja altura que la energía cinética de las gotas es práctica
mente nula. Así ocurre, por ejemplo, en un césped. Pero, en cambio, los
canalones pueden originar unas gotas mucho más gruesas que las de la
lluvia en una atmósfera libre. Si la altura de caída es suficiente, la ener
gía cinética aumenta. También hay que tener en cuenta la intercepción: una
fracción de las lluvias, que puede alcanzar un 35 % de las precipitaciones
anuales, no alcanza el suelo y permanece en las hojas, en las que se eva
pora después del aguacero. Finalmente, tampoco podemos olvidar la exis
tencia o la ausencia de un lecho en la superficie del suelo, lecho que
puede provocar la dispersión de la energía de las gotas e impedirles que
produzcan un trabajo. Ahora bien, el lecho es función en parte de la
vegetación, y, en parte, de la destrucción de la materia orgánica en la
superficie del suelo. Volvemos a encontrarnos con una interferencia entre
unas influencias ecológicas, en las que interviene el clima, y agronómicas...
Los mecanismos de la erosión pluvial y de la arroyada son, en su tota
lidad, muy complejos. Interviene un número elevado de factores, parte de
los cuales son interdependientes, y pueden producirse algunas compen
saciones. Por ejemplo, las mediciones efectuadas en las plantaciones de
café colombianas han demostrado que, bajo los árboles de sombra, la
concentración debida a los canalones infundía una incrementada energía
cinética a las gotas que llegaban al suelo. Pero, por otra parte, al pro
47
porcionar los árboles de sombra un lecho abundante, hacían que esta
energía se disipara sin provocar ninguna erosión pluvial. Al favorecer,
además, la nitrificación del suelo, aumentaban su permeabilidad, por no
mencionar la misma mejora del suelo. En resumidas cuentas, un balance
realizado a un nivel intermedio (justo encima del suelo) es desfavorable,
mientras que un balance efectuado al final del proceso es muy positivo.
Ejemplo significativo de las dificultades metodológicas de un ordena
miento racional...
La arroyada, finalmente, provoca un flujo de materia superficial. Arras
tra unas partículas minerales liberadas por la erosión pluvial o arrancadas
por los hilillos de agua. También arrastra humus y residuos orgánicos.
En suma, produce una ablación difusa de la parte superficial del suelo
en algunos lugares y, al contrario, una acumulación en otros, en aquéllos,
por ejemplo, donde, por disminuir la pendiente, ya no está tan asegurado
el arrastre de las partículas (coluvionamiento). Estos mecanismos morfo-
génicos interfieren con la pedogénesis. Mientras que el suelo tiende a
desarrollarse en profundidad bajo la influencia de la circulación subterrá
nea de las soluciones, gracias al agua infiltrada, la arroyada le hace sufrir
superficialmente un empobrecimiento, prácticamente una ablación. Para en
tender el suelo, es preciso relacionarlo con dos series de fenómenos. Para
ello nos es útil enfrentarlos bajo forma de un balance. Nos referimos a
nuestro balance morfogénesis/pedogénesis, flexible instrumento que, sin
embargo, exige para su aplicación que la morfogénesis sea generalizada,
es decir, que afecte de manera sensiblemente uniforme a toda una super
ficie, como la pedogénesis.
El balance morfogénesis/pedogénesis varía en el tiempo y en el espa
cio. Unas pendientes acusadas, un clima «agresivo» (con aguaceros vio
lentos), unos suelos de deficiente estructura favorecen la morfogénesis,
y, de pasada, la arroyada; pero, inversamente, son desfavorables para la
pedogénesis. Los suelos tienen dificultades en formarse y permanecen em
brionarios (litosuelos). Viceversa, una cobertura vegetal cerrada, espesa,
con un estrato bajo muy abrigado, unas pendientes suaves, una lenta des
trucción de la materia orgánica, unas lluvias poco intensas, son favorables
a la pedogénesis, mientras que la morfogénesis es poco activa. Al revés
que en el caso anterior, el balance es favorable a la pedogénesis.
Dichos balances son modificables. Eso puede proceder de oscilaciones
climáticas: dada la importancia de las recientísimas oscilaciones climáticas,
no exponemos una preocupación meramente académica... En tal caso es
muy importante saber cuándo se ha producido un cambio radical de dicho
tipo. Pero la cobertura vegetal y la estabilidad estructural de los suelos
desempeñan también un papel capital en estos balances. Ahora bien, pue
den ser modificados con gran rapidez a consecuencia de la intervención del
hombre, y con ello volvemos a encontrar los problemas del ordenamiento,
de la inserción de las actividades humanas en el medio natural.
Nuestra intención no es ofrecer un análisis completo del sistema 11a
48
mado medio natural. Nos hemos limitado únicamente, a partir de unos
cuantos ejemplos de singular importancia, a justificar nuestra concepción.
Confiamos en haber demostrado que es fecunda. Permite vincular la
eco-geografía a la ecología, a la vez que tiene en cuenta los recientes
adelantos de la biología y de la física. Ofrece sobre todo la posibilidad de
abordar más racionalmente los problemas de ordenamiento de nuestro am
biente ecológico. Ahora podemos pasar a la segunda etapa: definir los
tipos de medios de ordenamiento en función de esta óptica dinámica.
49
de modelados que se les asocian revelan, a su vez, unas modificaciones
de la dinámica de los medios naturales, que deben ser correlacionados con
los cambios de tipo de cobertura vegetal. Finalmente, y es otro camino de
aproximación, las paleotemperaturas del agua, evaluadas a partir del isóto
po 0 1 8 contenido en las conchas, y que han revelado una disminución
de 5-6°C en los océanos de las latitudes ecuatoriales. Al adoptar diversas
precauciones (estudio de las conchas de especies que viven en las aguas
superficiales) y tomar en consideración las corrientes marinas, es posible
considerar que la temperatura de las aguas oceánicas próximas a la super
ficie es sensiblemente similar, en las bajas latitudes, a la temperatura
media anual del aire. De modo que el método permite excelentes con
frontaciones con los precedentes.10 Entre doce y ocho mil años antes de
nuestra época se produjo un rápido y considerable calentamiento univer
sal, aunque discontinuo e interrumpido por un breve retorno del frío. An
teriormente existió el último período frío, caracterizado por una gran
extensión de los glaciares, con unos casquetes glaciares en el noroeste de
Europa (casquete glaciar escandinavo), en el nordeste y centro-norte de
América del Norte, al norte del Ural y otros grandes casquetes glaciares
en Siberia, en los Andes de Patagonia y en Tasmania. La circulación
atmosférica era muy diferente de la que conocemos. La orientación de las
dunas y la dispoición de los depósitos eólicos nos permiten reconstituirla.
Los climas diferían sensiblemente de los actuales. El Sahara era menos
árido: se encuentran esparcimientos fluviales en regiones que actual
mente no son alcanzadas por las riadas; también aparecen unos paleosuelos,
unos de tipo mediterráneo y otros de tipo tropical; los hombres prehis
tóricos han dibujado sobre las rocas, en admirables pinturas, los anima
les que cazaban: entonces vivían hervíboros exigentes en unas regiones
en las que, en los días actuales, le cuesta vivir al dromedario. Generali
zando, en la última glaciación le corresponde al Sáhara un período más
húmedo, tradicionalmente llamado «pluvial». En cambio, más al sur, en la
actual zona saheliana y en la zona sahelo-sudanesa, reinaba por la misma
época un clima árido, con aparición de inmensos campos de dunas, que
van dél Senegal a los alrededores de Jartúm. Posteriormente se produjeron
unos períodos más húmedos, especialmente en el neolítico, que permitie
ron la instalación de aldeas a orillas de lagos actualmente desecados y,
sobre todo, la formación de paleosuelos. En Nigeria, en el Níger y en
Senegal, estas dunas y sus paleosuelos constituyen, por definición, las
tierras del cacahuete. Pero este tipo de medio es especialmente sensible
a la degradación. Muy silíceos y pobres en materia orgánica, estos suelos se
agotan con rapidez y tienen una mala estructura. Al cabo de unos años,
su productividad desciende y, al mismo tiempo, la arroyada y, sobre todo,
el viento, los atacan fuertemente. Muchos terrenos han sido abandonados
al cabo de unas decenas de años de una explotación que en ocasiones se
50
denomina «minera». Así ocurre en el norte del Senegal, en torno a Luga
especialmente, región que alimenta la emigración hacia las «tierras vír
genes» del Senegal oriental.
Este ejemplo muestra la importancia de las condiciones paleoclimá-
ticas: han engendrado ciertas características residuales del medio natural
que, con frecuencia, son especialmente frágiles. Los suelos de las antiguas
dunas de Luga .tienen una mala estructura porque las arenas que les
sirven de materia original son casi exclusivamente cuarzosas. Al no conte
ner prácticamente minerales alterables, originan con rapidez unos suelos
polvorientos y ácidos. Su única cohesión procede de la materia orgánica,
poco abundante dado el clima seco, y rápidamente destruida bajo el
efecto del cultivo. La recuperación por el viento de este material es fácil
gracias a su origen. Puesta allí por el viento, la arena de la duna es
expulsada por él. Ofrece, pues, la granulometría óptima para su movili
zación por las acciones eólicas. El peso de las herencias es aparente. Defi
ne un cierto número de condiciones a las que debe obedecer una orde
nación racional, es decir, una ordenación que asegure a un tiempo la
utilización de estas tierras y su conservación. El objeto del estudio eco-
gráfico es precisar estas condiciones.
Este ejemplo nos permite definir también el segundo paso de tiempo
a considerar: un paso de tiempo mucho más corto, que se expresa en
años y que coincide con la experiencia humana. Es el de los fenómenos de
degradación. En una generación, y a veces menos, unas tierras vírgenes,
como las del oeste de los Estados Unidos, sometidas a una agricultura
minera, pueden degradarse hasta el punto de ser abandonadas. Lo que
era una pradera alimenta unas tempestades de polvo que emigran a cen
tenares de kilómetros. Las tierras vírgenes del norte del Kazajstán han
mostrado una susceptibilidad aún mayor del medio, de la que nadie se
apercibió a tiempo. En Colombia, a unos 2.500 metros de altura, en torno
a Villa de Leiva, unas colinas en las que hace unos cuarenta años habían
campos de trigo y pastos han quedado reducidas a unos abarrancamientos
estériles. Dichos fenómenos, desgraciadamente tan frecuentes y dramáti
cos en un mundo en el que los alimentos corren el peligro de escasear,
permiten entender la expresión «erosión acelerada», muy criticable por
otra parte, pero dolorosamente insuficiente en el plano conceptual.
Así que también la perspectiva cronológica permite establecer una
taxonomía. Los mecanismos de degradación, que pueden llegar a ser muy
rápidos, deben ser situados en el marco de medios que son más o menos
susceptibles a la naturaleza y la -mportancia de las herencias paleocli-
máticas.
De este modo hemos llegado a preguntarnos, en cada medio, si sus
caracteres dinámicos actuales son antiguos o recientes; en otras palabras,
cuándo han sucedido a unos caracteres dinámicos diferentes, desde qué
época existen. Eso lleva a diferenciar, por ejemplo, unos medios actual
mente estables, de componente mecánica de endogénesis poco intensa,
51
que han sido anteriormente unos medios inestables. Los alrededores de Luga
son un ejemplo de ello: muestran, y eso es general, que dichos medios
ofrecen una gran susceptibilidad a ciertas formas de degradación resultan
tes de la reactivación de los procesos que ocasionaban, en otros tiempos,
su inestabilidad. Otros medios actualmente estables llevan mucho tiempo
siéndolo, y su ordenamiento no plantea este problema. Algunos medios
son actualmente inestables a causa de una degradación reciente. Y otros lo
son sin intervención del hombre: cabe calificar su inestabilidad de «cli
mática». Sus características son muy diferentes, y su ordenamiento plantea
el problema, difícil de resolver, de modificar profundamente su dinámica
natural.
52
tanda. Las relaciones entre unos y otros deben ser cuidadosamente estu
diadas. Están influidas por diversos factores, los principales de los cuales
son la gravedad (influencia del valor de las pendientes) y la cobertura
vegetal. Esta favorece el desarrollo de las acciones químicas y bioquími
cas gracias al ataque directo a las raíces y a la descomposición de la mate
ria orgánica. Por otra parte, las plantas son una fuente de cohesión del
suelo mediante el desplegamiento de sus raíces. Los paquetes de césped
que se derrumban a consecuencia de la zapa de una orilla por la crecida
de un río se disgregan difícilmente: la tierra contenida en las raíces es
difícilmente movilizable. Los desbordamientos de las corrientes de agua,
aun allí donde la corriente es fuerte, tienen dificultad en abrir canales en
las praderas densas. También las plantas crean, en la superficie del suelo,
una rugosidad que frena el movimiento de los fluidos y engendra unos
torbellinos en los que se produce una cierta dispersión de energía. Este
fenómeno es aprovechado en los abrigaños. Estos ejercen un efecto eco
lógico en una banda de terreno cuya amplitud supera de doce a dieciocho
veces la altura del abrigaño. Simultáneamente, en esta banda, el suelo es
protegido contra las acciones eólicas, especialmente la deflación (moviliza
ción de las partículas por el viento). La influencia de la vegetación es
considerable en los sistemas morfogenéticos. El valor del presente ejem
plo es general.
Así que desde el punto de vista del ordenamiento es necesario proceder
a un análisis lo más correcto posible de los sistemas morfogenéticos. Con
viene, en efecto, estudiar los factores limitantes, que ocasionan unos desa
justes entre los diferentes factores del sistema. Por ejemplo, bajo una
cobertura vegetal densa, la preparación del material, principalmente bajo
el efecto de la alteración y de la pedogénesis, puede ser intensa y engendrar
mayor cantidad de material blando del que movilizan los procesos de
transporte, poco activos. Eso corresponde a lo que Ehrart denomina una
situación de biostasia,12 pero supone asimismo un peligro potencial, del
que se desprende una coacción para una ordenación racional. Es preciso
explotar este medio de manera que la acción de los procesos de trans
porte no se intensifique. Hay que hacer de tal manera que su energía
tenga un mal rendimiento, produzca poco trabajo. Generalmente, la mejor
solución consiste en adoptar un sistema de producción basado en una co
bertura vegetal adecuada. Definirla es una investigación necesariamente
interdisciplinaria en la que intervienen la geografía física, la pedología y
53
la agronomía. También son posibles otras soluciones: la edificación de obs
táculos para reducir el desagüe, la implantación de pantallas vegetales
en curvas de nivel. Para elegir entre una u otra solución, suele ser nece
saria la experimentación, basada en el conocimiento de la dinámica del
medio.
El estudio de la morfodinámica es esencial para apreciar las trabas
que un medio opone a su valorización racional. También lo es para valorar
su susceptibilidad, para identificar los riesgos de degradación que provo
caría tal o cual tipo de ordenamiento o utilización. Con frecuencia, la
sucesión de sistemas morfogénicos diferentes se traduce en la existencia,
en el medio natural, de restos, muchos de los cuales son útiles. Al estable
cer esta sucesión, es posible precisar las condiciones de su persistencia y,
de pasada, las medidas a tomar para asegurar su conservación: con ello
encontramos la perspectiva cronológica.
Por consiguiente, debemos basar nuestra clasificación dinámica de
los medios naturales en la combinación de ambas perspectivas. Llegamos
de este modo al cuadro de las páginas 56 a 61. Al determinar los tipos
de grados de estabilidad y las modalidades de inestabilidad basadas en
los sistemas morfogenéticos, disponemos de un poderoso medio de inte
gración ecográfica. En efecto:
54
Aquí nos limitaremos a exponer nuestra propia clasificación, y evoca
remos sus aspectos integradores en el capítulo siguiente.
Podemos considerar dos casos extremos, en cierta medida compara
bles a las situaciones de biostasia y rexistasia de Ehrart. Son los medios es
tables (A) y los medios fuertemente inestables (C). Pero no podemos
limitarnos a ellos y oponerlos sistemáticamente. Entre los dos existen
unas transiciones muy graduales y multiformes, que constituyen, además,
los casos más frecuentes y ampliamente extendidos en la superficie del
globo. Por consiguiente, deben retener nuestra atención. Es lo que desig
namos con el nombre de medios intergrados (B). Es imprescindible explicar
que si representamos nuestra clasificación bajo la forma de un cuadro, es
en aras a la claridad. Pero este tipo de exposición, al igual que todo es
fuerzo pedagógico, supone necesariamente una parte de esquematización
que no corresponde exactamente a la realidad. Sería más adecuado el es
pectro de los colores, con todos sus matices intermedios, fundidos los
unos con los otros...
Los medios estables se caracterizan por unos sistemas morfogenéticos
que suponen escasos procesos mecánicos. En ellos, la meteorización se
efectúa principalmente por alteración. Los flujos de materia se refieren
sobre todo a unas soluciones. Las migraciones de material detrítico son
muy reducidas. Los tonelajes kilométricos de cantos rodados, de gravas
e incluso de arena son poco importantes en relación a la superficie de la
unidad considerada. Esta debilidad de los flujos detríticos corresponde a la
situación de biostasia de Ehrart. En efecto, los aluviones marinos están
formados principalmente de soluciones, que precipitan directamente para
dar unos sedimentos, o que, con mucha mayor frecuencia, son utilizados
por los organismos para fabricar su concha, sus espículas, su esqueleto,
que, a su vez, después de su muerte, engendran unos sedimientos (sedimien-
tos organógenos).
La debilidad de los flujos de productos detríticos tiene por efecto una
permanencia bastante profunda de la geometría de la superficie terrestre.
Las formas del modelado y del relieve evolucionan lentamente, de manera
que a veces es difícilmente perceptible. Eso no crea ninguna dificultad
ecológica especial para la vegetación. Digamos que, en tales condiciones,
apenas se ejerce presión morfodinámica sobre ella. Lo mismo ocurre en
el caso de los suelos, cuya génesis se efectúa en unas condiciones óptimas,
teniendo en cuenta la vegetación y la lluvia de residuos que proporciona.
El balance pedogénesis/morfogénesis es tan favorable a la pedogénesis que
no debe ser tomado en consideración.
De todos modos, debemos considerar la perspectiva cronológica. Te
nemos que preguntarnos si esta dinámica lleva suficiente tiempo reinan
do como para que no existan, en el medio natural, unas herencias proce
dentes de un período anterior caracterizado por una dinámica diferente,
en dicho caso, una morfegénesis mecánica más activa. En el cuaternario, la
mayor parte de las regiones del globo conocieron unas alternancias de
55
G ran d es c a te g o ría s T ip o s d e in flu e n c ia s P r in c ip io s de in te g r a c ió n
de m e d io s M o r fo g é n ic a s del fac to r m o rfo g é n ic o
C a r a c te rístic a s
g e o d in á m ic o s so b re la p e d o g é n e sis en la c la sific a c ió n p e d o ló g ic a
G e o m o r fo ló g ic a s
I II III IV
2 ° E s t a b ilid a d r e la tiv a m e n te
r e c ie n t e : A s o c ia c ió n de su e lo s su rg id o s La m a y o r ía de lo s su e lo s
d e p e d o g é n e sis d e tip o s y e d a s o n p o l if a s a d o s .
A E l c a so e s fre c u e n te d e b id o d e s d if e r e n t e s q u e e s t á n , a d e m á s , T ie n e n h isto ria s re c ie n te s.
a la s o s c ila c io n e s c lim á t ic a s c u a so m e tid o s a u n o s fe n ó m e n o s d e
M e d i o s e s t a b le s te r n a r ia s y m á s e x t e n d id o q u e tra n sfo rm a c ió n d esd e h ace m ás Ila y que in tr o d u c ir un do
e l a n te r io r . G e n e r a lm e n t e , la o m e n o s t ie m p o . E l s u e lo r e lic to b le p r in c ip io de c la sific a c ió n :
E v o lu c ió n le n ta , e s ta b ilid a d a p ro x im a tiv a en la s sirv e de m a te ria l p a re n ta l a la — e n f u n c ió n d e l t ip o in i
apenas p e r c e p tib le , c o n d ic io n e s a c tu a le s s ó lo se h a n u e v a p e d o g é n e sis. c ia l d e p e d o g é n e s i s , e v e n t u a l-
e n « e q u ilib r io » , q u e r e a liz a d o d e s d e e l c o m ie n z o d e l M o sa ic o d e su e lo s. La d e fin i m e n te en fu n c ió n de la su
tie n d e a u n a s it u a h o lo c e n o (u n o s 1 0 .0 0 0 a ñ o s). c ió n d e la p e d o g é n e sis a c tu a l e s c e s ió n de la s p e d o g é n e sis d i
c i ó n d e c lim a x . E s t a s F o r m a s r e lic t a s , d e b id a s a h e in d isp e n s a b le p a r a p r e c is a r la n a fe re n te s q u e s e h a n e je r c id o ;
c o n d ic io n e s se r e a li r e n c ia s p a lc o c lim á tic a s . a s o c ia tu r a le z a y la im p o r ta n c ia de la s — e n fu n c ió n d e l g r a d o d e
zan en la s r e g io n e s d a s a u n a s fo r m a s a c t iv a s, d e l h e re n c ia s. e v o l u c i ó n , d e t r a n s f o r m a c ió n ,
de d é b il a c t iv id a d t ip o p re c e d e n te , c lim á c ic a s. P u e Los t r u n c a m ie n to s de su e lo s d e b id o a la p e d o g é n e sis re
g e o d in á m ic a in te rn a y d e n h a b e r v a r ia s g e n e r a c io n e s a n tig u o s so n la r e g la e n t o d a s la s c ie n te .
de d é b il in te n sid a d s u c e s iv a s d e f o r m a s r e lic t a s , d e r e g io n e s e n la s q u e lo s p e r io d o s 1 ° S u e lo s p o lifa sa d o s con
d e lo s p ro c e so s m e tip o d ife r e n te , lo que in tr o a n te rio re s de in e s t a b ilid a d no t r u n c a m ie n to s , á c la sific a r^ en
c á n ic o s d e la g e o d in á d u c e u n a s v a ria n te s q u e p u e d e n h an sid o e x c e siv a m e n te in te n so s. fu n c ió n :
m ic a e x te r n a . lle g a r a se r m uy c o m p le ja s . El E n c a s o c o n tr a r io , lo s s u e lo s an a) d el t ip o de su e lo tru n
B a la n c e p e d o g é n e s is / m o d e la d o , p o lig é n ic o . se carac tig u o s h a n sid o to ta lm e n te ex cado,
m o rfo g é n e sis m u y fa te r iz a p o r u n a s r e a d a p t a c io n e s tra íd o s. El tr u n c a m ie n to de lo s b) del n iv e l de la tru n ca-
v o r a b le a la pedogé s u c e s iv a s b a jo la in flu e n c ia d e s u e lo s a n tig u o s lib e r a unos m a c ió n ,
n e s is . C aso e x tre m o la s o sc ila c io n e s c lim á tic a s. E s t a t e r ia le s p e d o g e n iz a d o s que so n c ) d e la t r a n s f o r m a c i ó n p o s
c o rr e sp o n d ie n te a e v o lu c ió n c o n c lu y e e n g e n e r a l recu p erad o s en la s f o r m a c io n e s te rio r p o r u n a n u e v a p e d o g é
b io s t a s ia d e H . Eh- c o n u n a a b la c ió n e n la s p a r t e s s u p e r fic ia le s, e s p e c ia lm e n t e en n e s is d e la q u e s e d e b e to
ra rt. a lta s d e la s p e n d ie n te s y co n lo s d e p ó s it o s de p e n d ie n te s. La m a r e n c o n s i d e r a c i ó n e l t ip o
u n a a c u m u la c ió n c o rr e la tiv a s o p e d o g é n e sis d e lo s p e r ío d o s d e y la in te n sid a d ;
b r e la s p a r te s b a ja s y e n la s e s ta b ilid a d a fe c ta p o r u n a p a rte 2 ° S u e lo s p o lifa sa d o s d e re
d e p re sio n e s. P uede s ig n if ic a r a lo s su e lo s tru n c a d o s, en g en c u b r im ie n t o s , a c la s ific a r en
ta m b ié n , s in e m b a r g o , u n a s a c d ran d o u n a s s o b r e i m p o s ic io n e s , y fu n c ió n :
c io n e s e ó lic a s , lo q u e in tr o d u p o r o t r a a u n a s fo r m a c io n e s d e a) del t ip o de su e lo re cu
c e u n a d ist r ib u c ió n m á s c o m trític a s a lim e n ta d a s , en p a rte , b ie r to ,
p le ja . Con o c a sió n de lo s pe por el m a te ria l a lte ra d o o pedo- b ) del esp e so r del re c u b ri
río d o s de e s ta b iliz a c ió n , lo s g e n iz a d o , que su fre u n as tra n s m ie n to ,
m a te r ia le s e n t r á n s it o p o r la s f o r m a c io n e s. c) d e la s tra n sfo rm a c io n e s
p e n d ie n te s s e in m o v iliz a n ahí su frid a s d e sp u é s d e l re c u b ri
En lo s lu g a r e s d e a c u m u la c ió n ,
d o n d e se e n c u e n tra n , e n c u a l m ie n to y q u e s e d eb en a e s
lo s su e lo s d e lo s p e r ío d o s o e p i
q u ie r p o s ic ió n to p o g rá fic a . La so d io s d e e s ta b ilid a d so n c u b ie r ta c a u sa ;
P a m p a D e p r im id a (A r g e n tin a ) 3 ° S u e l o s p o l i f a s a d o s a la
to s por la s a p o r t a c io n e s de lo s
c o n s t it u y e u n e x c e le n te e je m v e z d e t r u n c a m ie n to s y d e r e
p e r ío d o s d e in e st a b ilid a d . C u a n
p lo d e e s te c a so . L o s m a te ria d o e l c u b r im ie n to e s p o c o p r o c u b r im ie n to s .
le s « a v e r ia d o s » c u a n d o h a c o C o m b in a r lo s c r it e r io s de
fu n d o . su fre n una tra n sfo rm a
m e n z a d o e l p e r ío d o a c tu a l d e c ió n d e b id a a la s c o n d ic io n e s c la sific a c ió n de 1 y de 2.
la e s t a b ilid a d c o n s t it u y e n la s
n u ev as en q u e h an sid o s itu a d o s .
f o r m a c io n e s s u p e r f i c i a le s d e la
En t a l c a s o , e l m a t e r i a l fo s ili-
r e g ió n y d e s e m p e ñ a n el papel
zador ha su frid o g e n e r a lm e n te
de m a te ria l p a re n ta l D ara la
u n a p e d o g é n e sis a n te s d e l tra n s
p e d o g é n e sis.
p o r t e y t a m b ié n s e v e a fe c t a d o
por la s tra n sfo rm a c io n e s.
L as r e g io n e s de d é b il r e lie v e ,
s o m e t i d a s a la a l t e r n a n c i a d e c l i
m a s a g r e s iv o s y d e p e r ío d o s d e
b io s t a s ia . c u y o t ip o e s la P a m
p a D e p r im id a a rg e n tin a , so n e s
p e c ia lm e n te fa v o ra b le s a e sta
e v o lu c ió n m uv c o m p le ja .
I n flu e n c ia s lito ló g ic a s
C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s
p ara la c o n se r v a c ió n a g ro n ó m ic a s
I II III IV
b ) M o r f o g é n e s is p o r m o v im ie n b ) L a d if e r e n c i a c ió n d e lo s
to s d e m a sa p o c o p ro fu n d o s g e h o r iz o n t e s s e v e o b s t a c u liz a
n e r a liz a d o s o lo c a liz a d o s ( d o s v a d a . o p rá c tic a m e n te im p e d id a
r ia n te s): s o liflu x ió n la m in a r o en en su to t a lid a d , d o n d e h ay
n u d o s . E l c o n ju n to d e l p e r fil p e m o v im ie n to . P uede haber
d o ló g ic o se ve a fe c ta d o . m e z c la de h o r iz o n t e s . En el
caso de fe n ó m e n o s lo c a liz a
d o s , m o s a ic o s d e s u e lo s d iv e r
sam e n te a fe c ta d o s, in c lu id o s
lo s su e lo s p o c o o n a d a a fe c
ta d o s en la s á re a s d e e s ta b i
lid a d lo c a l.
I n flu e n c ia s lito ló g ic a s
C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s
p ara la c o n s e r v a c ió n a g ro n ó m ic a s
So b re la m o r fo g é n e sis So b re la p e d o g é n e sis
V I V II
V a Vb
M e d io c r ític o m u y d ifíc il d e c o n L a s p la n ta s d e ra íc e s p r o fu n d a s
se r v a r : e l b o sq u e a p e n a s fre n a lo s (á r b o le s, a r b u s to s) so n le sio n a d a s
m o v im ie n to s de m asa. E sto s se y d e fo r m a d a s p o r lo s m o v im ie n to s
d e sa r r o lla n en un m a te ria l a rc illo d e m a sa . L a p r a d e r a p e r m a n e n te
so a p to p ara el a b a r r a n c a m ie n t o , e s la u tiliz a c ió n m á s a d e c u a d a , a
q u e h ay q u e im p e d ir q u e s e d e c o n d ic ió n de que se a a b a ste c id a .
sa r r o lle , p e r o s in a u m e n t a r l a in F a v o r e c e u n a a rr o y a d a in a c tiv a d e s
filtra c ió n d e a g u a (d e b e n e v ita r se d e e l p u n to d e v is ta m o rfo g é n ic o ,
lo s o b s t á c u lo s ) . E l c r e c im ie n t o d e l pero d ism in u y e lo s tie m p o s de
c o n su m o d e a g u a p o r la v e g e ta c ió n c o n c e n t r a c ió n y la i n te r c e p c ió n en
n o in te r v ie n e e n o c a s ió n d e e s t o s re la c ió n al b o sq u e . E so debe se r
p e r ío d o s m uy llu v io so s. co m p en sad o m e d ia n t e peq ueñ as
La d is m in u c ió n de la c o b ertu ra o rd e n a c io n e s h id r á u lic a s. E v ita r
v e g e ta l puede fa v o re c e r lo s d e sli c u id a d o sa m e n t e la p isa d a e x c e siv a
z a m ie n to s m e d ia n te la f o r m a c ió n de lo s a n im a le s (p e lig r o de d egra
de h e n d id u ra s de d e s e c a c ió n que d a c ió n : t e r r a c illa s ) .
a u m e n ta n la in filtr a c ió n .
D é b il in flu e n c ia d e b i d o a q u e la d iv e r s id a d
de lo s m a te r ia le s q u e p e r m it e n lo s m o v im ie n
to s d e m a sa e s lim it a d a .
E l c a rb o n ato d e c a lc io (c o a g u la n t e ) y e l c lo
ru ro d e so d io (d is p e r s a n te ) d e se m p e ñ a n un pa
p e l e s p e c ia lm e n t e im p o r ta n te ta n to en la m o r
fo g é n e sis c o m o en la p e d o g é n e sis.
G ran d e s c a te g o ría s T i p o s d e in flu e n c ia s P r in c ip io s d e in te g r a c ió n
d e m e d io s C a r a c te rístic a s M o r fo g é n ic a s d e l fa c to r m o rfo g é n ic o
g e o d in á m ic o s G e o m o r fo ló g ic a s s o b r e la p e d o g é n e sis en la c l a s i f i c a c i ó n p e d o l ó g i c a
I II III IV
In flu e n c ia d e te r m in a n te d e la m o rfo d in á m ic a ,
l o q u e in tr o d u c e e l sig u ie n te p r in c ip io d e c la
sific a c ió n :
1“ F e n ó m e n o s l o c a l i z a d o s , e s p o r á d i c o s , i n t e n
so s.
D e s tr u y e n l o s s u e lo s . L a p e d o g é n e s is v u e lv e
a p a rtir d e ce ro c u a n d o e s p o sib le , so b r e m a
te ria l b r u to . A p a re c e n d e e s te m o d o u n o s m o sa i
c o s c a r a c t e r iz a d o s p o r u n a d o b le d e fe r e n c ia c ió n :
e n f u n c ió n d e la d u r a c ió n d e la p e d o g é n e s is
( m o n o g é n i c o ) , e n f u n c i ó n d e la l it o l o g í a . E x i s t e
u n a s e r i e d e t r a n s i c i o n e s c o n B - 2 -b y A - 2 .
P r in c ip a le s c a s o s : c o r r ie n te s fa n g o s a s , c o r r ie n
t e s v o lc á n ic a s , d ig ita c io n e s a lu v ia le s ( c o n o s d e
d e y e c c ió n , e s p a r c im ie n to s d e a b o n o s , le v a n ta
m ie n to s).
M e d io s fu e rte m e n te
in e sta b le s
F u e r te p r e d o m in a n In te n sa m o rfo g é n e sis c u y a s
c a u s a s , q u e p u e d e n c o m b in a r se ,
a ) E n lu g a r d e a b la c ió n , el
c ia d e la m o rfo g é n e p r in c ip a l p ro c e so e s la a r r o
so n :
s i s s o b r e la p e d o g é y a d a , c o n in c is io n e s d e b a
n e s is . — u n a s c o n d i c i o n e s b i o c li m á -
S u b o rd in a d a m u y estre c h a m e n rran co s cu y a re d se h ace cad a
tic a s « a g r e s i v a s » ( c lim a e x t r e
t e a la m o r f o g é n e s i s y p o c o a c e n v e z m á s d e n s a , h a s ta la fo r
m o ) d e fu e r t e s v a r ia c io n e s ir r e
tu a d a . E n el c a so d e u n a d e g ra m a c ió n d e a b a r r a n c a m ie n to s
g u l a r e s , d e s f a v o r a b l e a la c o
d a c ió n a n tr ó p ic a , liq u id a c ió n d e g e n e r a l i z a d o s ( b a d la n d s). L a
b e r tu r a v e g e ta l p e r o tra n sm i
lo s su e lo s a n te rio re s (« e r o s ió n d e d e s o x id a c ió n g e n e r a liz a d a e n
tie n d o u n a g r a n c a n t id a d d e
e n e rg ía ); lo s s u e lo s» ). tra en e l c a so C -3 . E n e l lí
E n r é g im e n p e r m a n e n t e , p r e m ite , c a b e c o n s id e r a r lo s a b a
— un r e lie v e a c c id e n ta d o ,
d o m in a n c ia d e l o s s u e lo s m in e r r a n c a m ie n to s g e n e r a liz a d o s
con v ig o r o s a d is e c c ió n (p e n
d ie n te s fu e r te s y p ro lo n g a d a s). r a le s b r u to s (r e g o s o ie s y lit o s o c o m o f o r m a n d o p a r t e t a m b ié n
le s). d e l c a so C -3.
U n a g e o d i n á m i c a i n t e r n a in t e n
s a y re c ie n te (le v a n ta m ie n to , E s t a s c a r a c t e r ís t ic a s s e a p lic a n
ta n t o a lo s m e d io s d e d ise c c ió n b ) E n lu g a r d e a c u m u la
v o lc a n ism o ) e s u n fa c to r f a v o
c o m o a lo s d e a c u m u la c ió n . L a c ió n , s e o b t ie n e n a p o r t a c io n e s
r a b le . L a in te n sa d in á m ic a a c
m i g r a c ió n d e l m a t e r i á l d e t r í t i c o m in e ra le s b r u ta s . S e g ú n su
t u a l im p id e l a p e r s is te n c ia d e
d e lo s p rim e r o s h a c ia lo s se g u n fr e c u e n c ia y s u e x te n s ió n m á s
la s h e re n c ia s. L a re c o n stru c c ió n
d o s e s r á p id a . o m e n o s g ra n d e , e x iste u n a
d e l p a s a d o , e s d ifíc il p o r fa lt a
se rie tra n sic io n a l e n tre lo s
d e te stig o s , o fr e c e e s c a so in te
c a so s C - l y C -3.
ré s.
3 o A c c io n e s g e n e r a liz a d a s
c r ó n ic a s b a s ta n te in te n sa s, p o r
e je m p lo , d e s o x id a c ió n (a r r o y a
d a d if u s a ) o a c u m u la c ió n s o
bre una lla n u ra in u n d a b le
(h o n d o n a d a de in u n d a c ió n ,
e tc .). D is tin g u ir lo s se c to r e s
d e a b l a c ió n y d e a c u m u l a c i ó n :
a ) S e c to r e s d e a b la c ió n . M o
sa ic o s d e lit o y r e g o s o ie s y
d e su e lo s e m b r io n a rio s. T ran -
________________________ s i c i ó n c o n e l c a s o B .___________
b ) S e c to r e s d e a c u m u la c ió n .
S i é s t a e s su fic ie n te m e n te le n ta , s e e fe c tú a
u n a p e d o g é n e sis e m b r io n a ria c o n n u e v a s a p o r ta
c i o n e s . E n l o s m e d i o s b a s t a n t e ric o s ' e n s e r e s
v i v o s s e p r o d u c e u n a h e m o g e n e iz a c ió n p o r r e
m o v id o b ió tic o . E n a lg u n o s m e d io s p o b r e s en
s e r e s v i v o s , s e e f e c t ú a u n r e m o v i d o p o r c r io -
t u r b a c ió n , h id r o tu r b a c ió n o h a lo tu r b a c ió n
I n flu e n c ia s lit o ló g ic a s C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s C o n s e c u e n c ia s g e n e r a le s
p a r a l a c o n s e r v a c ió n a g ro n ó m ic a s
Sob re la m o rfo g é n e sis Sobre la p e d o g é n e sis
Va Vb VI V II
D e te r m in a n te . M u y g r a n d e : la p e E l c o n j u n t o d e e s t a c a t e g o r í a e s t á f o r m a d o p o r m e d io s d e a lía
E n lo s lu g a r e s d e d i d o g é n e s is in c ip ie n te d e se n sib ilid a d . L a u t i l i z a c i ó n a g r o n ó m i c a e s m á s o m e n o s m a r g i n a l . L a
s e c c ió n , la a p titu d d e l pende estre c h a m e n te p e r s p e c t i v a d e b e i r m á s e n e l s m t i d o d e c o n s e r v a r , p a r a p ro te g e r
m a t e r i a l a l a m o v i l iz a d e la s p ro p ie d a d e s d e l la s t ie r r a s s i t u a d a s r ío a b a jo y lo s r e c u r s o s d e a g u a , q u e d e p r o d u c ir .
c ió n e s d e c is iv a (p o r m a te ria l p a re n ta l. F r e
e je m p lo , p ro p ie d a d e s c u e n c ia d e lo s su e lo s E s m u y d if íc il lu c h a r c o n tr a e l Los lím ite s a g ro n ó m ic o s m uy
m e c á n ic a s y a lim e n ta d e s e n c a d e n a m ie n to d e e s to s fe n ó f u e r t e s h a c e n d e e s ta s u n id a d e s
m in e ra le s b r u to s.
c ió n d e a g u a s o b r e la s m e n o s. L a c r e a c ió n d e b o s q u e s , p o r u n a s t ie r ra s m argin a les.
c o r r ie n te s fa n g o s a s ) . e j e m p l o , n o i m p i d e l o s m o v i m ie n L o s m e jo r a m ie n to s s o n c o s t o s o s
E n la s a c u m u la c io t o s d e m a s a , a v e c e s in c lu so lo s y p r e c a r io s ( s u e lo s p o c o e v o lu c io
n es, la s p ro p ie d a d e s fav o re ce . n a d o s, o p rá c tic a m e n te a u se n c ia d e
del m a te ria l (flu id e z L a p e r s p e c t i v a d e b e s e r la d e su e lo s).
d e la s l a v a s , g ra n u lo - im p e d ir u n a d e g r a d a c ió n c r e c ie n te L a s l i m i t a c i o n e s d e l a u t i l iz a c i ó n
m e tr ía d e lo s a lu v io c o m o , p o r e je m p lo , la a p a ric ió n d e d e la s t ie r r a s d e b e n s e r m u y e s
n e s ) d ir ig e n e l m o d e a b a r r a n c a m ie n to s e n u n á r e a a fe c tr ic t a s , d e l m ism o tip o q u e e n el
la d o . t a d a p o r u n o s m o v im ie n to s d e m a c a s o d e B -2 p e r o m á s se v e r a s .
sa p u e s s ó lo s e le s p u e d e c o n tr o E l rie sg o d e d e g ra d a c ió n irre v e r
la r a u m e n ta n d o lo s rie s g o s d e m o s ib le d e b e se r to m a d o e n c o n si
v im ie n to s d e m a sa . d e r a c ió n d e m a n e ra im p e r a tiv a , so
b r e t o d o e n la s re g io n e s c o n e x a s .
D ir ig e la in te n sid a d H a y q u e i n t e n t a r f a v o r e c e r la S o n t a m b ié n u n a s t ie r ra s m a rg i
y la n a t u r a l e z a d e l o s e v o lu c ió n h a c i a la e s t a b i l i z a c i ó n , n a le s , q u e d e b e n s e r c o n s i d e r a d a s
p ro c e so s m o rfo g é n ic o s c o s a q u e a v e c e s e s d ifíc il. i n e p t a s p a r a u n a p r o d u c c ió n re n
y e l s e n tid o d e la e v o E n lo s c a s o s d e la s m a n ife s ta ta b le . L a v e g e ta liz a c ió n n o p u e d e
lu c ió n . L a e s ta b ilid a d c io n e s to r r e n c ia le s , e s p o s ib le a s o ju s t i f i c a r s e por un r e n d im ie n to
e s tr u c tu ra l d e lo s su e e c o n ó m ic o d ir e c t o . N o e s m á s q u e
c ia r:
lo s e s d e c is iv a e n lo s u n a e t a p a h a c ia la e s ta b iliz a c ió n .
— u n o s tr a b a jo s d e c o rr e c c ió n
fe n ó m e n o s d e a rro y a E s t a e s t a b i l i z a c i ó n p u e d e s e r im
d e s t in a d o s a n e u tr a liz a r te m p o r a l
d a . C u a n d o l a i n c is ió n p u e s t a p o r e l c a r á c t e r d e reg ió n
m e n t e l o s p r o c e s o s t o r r e n c ia l e s .
de h o n d on ad as, ñor c o n ex a. U n a v e z i n i c i a d a , l a e s t a
— una re v e g e ta liz a c ió n , que b iliz a c ió n s ó lo p u e d e c o n tin u a r se
e je m p lo , lle v a a la co r- . C o m o en el c a so C - l. a p r o v e c h a la t r e g u a q u e o f r e c e n g r a c ia s a se v e r a s m e d id a s d e p r o
t a d u r a d e u n m a te r ia l
lo s tr a b a jo s d e c o rr e c c ió n . D e b e te c c ió n , e s tr ic ta m e n te re sp etad as,
su b y acen te d ife r e n te ,
p u e d e h a b e r , s e g ú n lo s re le v a r a e s to s a n te s d e q u e n e lo q u e im p o n e e s tr e c h a s lim it a c io
c e s ite n u n a re p a r a c ió n c o s t o s a , b e n e s a la u t i l iz a c i ó n d e l m e d i o n a
c a s o s , b ie n a c e le r a c ió n
del a b a r r a n c a m ie n to , d e b e n h a c e r su c e d e r u n o s t ip o s d e t u r a l.
c o b e rtu ra v e g e ta l que a seg u re n
b ie n fre n o y e s ta b ili
u n a e s ta b ilid a d c r e c ie n te . U n a ten
z a c ió n .
d e n c ia n a tu r a l a la re v e g e ta liz a
c ió n e s u n fa c to r m u y fa v o r a b le , a
r e fo r z a r .
In flu e n c ia m u y g ra n
de: c in c e la d u ra fin a
e s tr e c h a m e n te d ir ig id a
p o r l a l it o l o g í a i n c l u s o
e n s u s d e ta lle s.
I n flu y e la m a y o r o In flu e n c ia m u y fu e r
m en or in e sta b ilid a d te (s u e lo s e m b r io n a
m o rfo d in á m ic a . r io s , lito s o le s , re g o so -
le s).
(C o m o en el caso C - l.)
I n flu y e la v e lo c id a d D a d o e l t ip o d e su e lo s
d e la m o r fo g é n e sis y fu e r te in flu e n c ia so b r e
d e te rm in a la s fo rm as la p e d o g é n e sis.
d e l m o d e la d o .
I n flu e n c ia d e te r m in a n te d e la n a tu r a le z a d e
la s a p o r t a c io n e s y d e s u g r a n u lo m e t r ía s o b r e el ( C o m o e n e l c a s o C - 2 - b .)
m o d e la d o y la p e d o g é n e sis.
período de estabilidad e inestabilidad. La modificación de la circulación
atmosférica con motivo del último período frío se tradujo en unos gradien
tes térmicos más fuertes entre las medias y las bajas latitudes. Parece
que eso ha producido una mayor violencia de los fenómenos meteoroló
gicos. Una mayor inestabilidad morfodinámica, una mayor violencia de
los procesos quedan demostrados, en cualquier caso, en la mayor parte
de las regiones del globo por el modelado y por las formaciones detríticas
que le acompañan. Así que debemos subdividir los medios estables en
medios estables desde siempre y en medios de estabilidad relativamente
reciente. La formulación es vaga: para precisarla, hay que disponer de
datos cronológicos. Son muchísimos, pero no siempre están disponibles.
El principal criterio, importante tanto en el plano disciplinario como en
el plano práctico, es la presencia o ausencia de herencias diferentes de lo
que engendra la dinámica actual. Cuando estas herencias ocupan un lugar
considerable en el medio natural, nos hallamos en presencia de un medio
de inestabilidad relativamente reciente; no existen por el contrario, en
los medios de estabilidad antigua. Es evidente que también en este caso
conviene rechazar las definiciones terminantes. Existen transiciones que
aseguran una continua variación tipológica entre los dos extremos. Estos
intergrados pueden ser introducidos en la clasificación cuando se dispone
de las observaciones necesarias para hacerlo. En cualquier caso, no debe
mos olvidarlas, incluso cuando nuestra percepción es insuficientemente
precisa para intentar unas subdivisiones más definidas.
Los medios inestables son más complejos. Hay que tener en cuenta, en
efecto, tanto los factores como las modalidades de su inestabilidad.
Antes de examinar estos puntos, que están en la base de las subdivisio
nes de estos medios, definámoslos. De manera general, los medios inesta
bles están caracterizados por unas modificaciones apreciables de la super
ficie topográfica, en ocasiones rápidas y en otras repetidas y frecuentes.
Proceden de flujos importantes de materia, principalmente de materiales
groseros, pero no necesariamente: la arroyada de los abarrancamientos ge
neralizados puede acarrear unos derrubios abundantes, correspondientes-
a un elevado número de toneladas/kilómetros por kilómetro cuadrado. Las
corrientes fangosas afectan siempre a un material rico en arcilla. De todos
modos, la importancia de los flujos de material y las modificaciones apre
ciables experimentadas por la superficie topográfica constituyen un factor
ecológico limitador, que dificulta el desarrollo de la cobertura vegetal. Por
ejemplo, un deslizamiento de terreno o una corriente fangosa destruyen
completamente la vegetación y dejan una llaga desnuda que se cicatriza
con mayor o menor rapidez, gracias a la instalación de formaciones pione
ras, de aspecto y de composición florística diferentes a los de la vegetación
climácica. En los Alpes, por ejemplo en el pico Queyras, los conos en
que terminan crónicamente las avalanchas muestran una vegetación espe
cial. En el eje de los pasillos, donde el barrido ha sido más violento y
más frecuente, no hay árboles, arbustos, ni formaciones herbáceas. En la
62
orilla, donde disminuye el peligro, aparecen unos matorrales, que se
doblegan bajo la avalancha y brotan entre los bloques y las gravas. Un
poco más lejos, aparecen unos arbustos, sobre todo los sauces más flexi
bles, que con frecuencias están deformados, hasta alcanzar una posición
horizontal, por las avalanchas que todavía son frecuentes. Más lejos aún,
aparecen los abedules. Los sauces ocupan un puerto de árboles, pero, al
igual que los abedules, no consiguen crecer, pues se rompen a un metro
o metro y medio del suelo y son traducidos periódicamente, de este modo,
a unas formas bajas, de mal desarrollo. La inestabilidad tiene unas conse
cuencias paralelas sobre los suelos. Están lacerados por los barrancos, des
truidos completamente por las corrientes fangosas, desoxidados por la
arroyada generalizada. Su formación se ve obstaculizada o interrumpida.
Sobre las heridas que se cicatrizan, al mismo tiempo que se produce la
colonización» por una vegetación pionera, recomienzan a formarse los sue
los, a partir de un material bruto. La noción de balance pedogénesis/mor-
fogénesis puede aplicarse, pero de manera matizada y sólo en ciertos casos.
La inestabilidad puede tener causas diversas. Examinemos las prin
cipales:
63
cuantos siglos en el caso de las comentes masivas de vegetalización muy
lenta. Hay analogía en las secuencias, pero las evoluciones tienen unas
duraciones de orden de magnitud diferente.
64
De manera general, la irregularidad climática es un factor ecológico muy
limitador. La vegetación se adapta mejor a unas precipitaciones débiles pero
de periodicidad definida que a unas lluvias sin régimen aparente, que se
producen al azar y están separadas entre sí por unas sequías de duración
muy variable. Al contrario, la morfogénesis se ve más bien favorecida por
los fenómenos irregulares, sin periodicidad estricta. Esta característica está
incluida en la noción de manifestación «catastrófica», junto a la violencia
y a los daños ocasionados. La irregularidad climática obstaculiza el desa
rrollo de la cobertura vegetal pero, por el contrario, no atenúa los efectos
morfodinámicos de las manifestaciones meteóricas. Eso es favorable a la
inestabilidad del medio. Una sequía como la que llevan varios años cono
ciendo las regiones sahelianas de Africa afecta gravemente a un medio
natural frágil. Disminuye el poder estabilizador de la cobertura vegetal,
pastoreada hasta el exceso, además de afectada por la ausencia de agua.
Ahora bien, esta región está formada en buena parte por antiguos campos
de dunas estabilizados a consecuencia del clima más húmedo que reina en
ellos desde antes del neolítico. Esta estabilización puede ser duradera
mente puesta en cuestión. Es un problema que debemos examinar con
atención en los programas de restauración que nos disponemos a estudiar.
En las regiones de transición, de las que forma parte la zona saheliana,
las oscilaciones climáticas, que son menores fuera de allí, se amplifican por
resonancia. Las secuencias evolutivas se acortan, lo que introduce unos
intergrados entre regiones actualmente inestables y regiones anteriormente
inestables convertidas en estables. Por otra parte, en un medio ecológica
mente difícil, la competencia entre las plantas, especialmente en lo que se
refiere a la alimentación hídrica, hace que la cobertura vegetal sea abierta.
Su papel estabilizador queda disminuido. Al margen de las oscilaciones
climáticas (que, por otra parte, intervienen frecuentemente), puede existir
un régimen continuo o clímax, que está caracterizado por una débil pedo-
génesis y una importante morfogénesis superficial, principalmente bajo el
efecto de la arroyada. Los materiales arenosos y más finos son rápidamen
te arrastrados tan pronto como son engendrados por meteorización. Los
suelos permanecen embrionarios, a falta de tierra fina, y no llegan a
desarrollarse, sea cual sea la duración de la evolución. Así, pues, existen
unos medios en los que los suelos climácicos son embrionarios o no pasan
de ser unos suelos minerales más o menos brutos, a causa de la inestabili
dad. En los mismos medios, la cobertura vegetal climácica es fuertemen
te abierta. El cultivo, bajo unas condiciones ecológicas menos desfavo
rables, puede llevar al mismo resultado: la desoxidación es tan conside
rable que los suelos no tienen tiempo de formarse y se cultiva la roca
cuando está blando. Eso es frecuente en las regiones mediterráneas.
Así que la clasificación de los medios muy inestables debe tomar en
consideración la naturaleza de los procesos morfogénicos, que dirige la
manera como se ejercen en el espacio y las modalidades de su aparición
en el tiempo.
65
Los fenómenos generalizados, que afectan al conjunto de un área
de frecuencia elevada, como la desoxidación por los hilillos de agua diva-
gadores, como la deflación ejercida por el viento sobre los materiales finos,
hacen inclinar el balance pedogénesis/morfogénesis de manera muy pronun
ciada en favor de la morfogénesis. En condiciones naturales es algo fre
cuente en las regiones semiáridas. En ellas la situación climácica se carac
teriza por una cuasi-ausencia de suelos, que todavía hace más desfavo
rables las condiciones ecológicas. Las formaciones superficiales relictuales
quedan limitadas a unos materiales muy groseros, no movilizables, como
los desprendimientos de bloques, con patina, que aparecen en la franja
semiárida de la zona saheliana en el sur de Mauritania o en las inmediacio
nes del meandro del Niger, en Mali. Los paleosuelos, las formaciones super
ficiales blandas han desaparecido totalmente cuando esta situación climá
cica lleva un tiempo considerable instalada en las regiones de disección.
Una variante de este subtipo procede de las regiones de fuerte degra
dación antrópica. El cultivo, al borrar los barrancos y aplanar el suelo, fa
vorece la persistencia de una acción generalizada de los procesos morfo-
génicos. Mantiene, además, una cobertura vegetal abierta, en ocasiones
muy abierta, principalmente en los barbechos cultivados (dry-farming).
Cuando este régimen se prolonga considerablemente sobre rocas blandas,
termina en el cultivo de la propia roca, pues los suelos han desaparecido
totalmente. Cuando la degradación se acentúa y hace poco que se ha
iniciado, se evoluciona hacia esta situación, pero persisten, a título
transitorio, unas manchas residuales de suelos. También en este caso nos
encontramos con un intergrado de infinitos matices.
Los dos casos anteriores han sido expuestos tomando como ejemplo
unos modelados de disección. Tienen sus equivalentes en los lugares de
acumulación: fondos de valles, esparcimientos de abonos, pies de vertientes
de coluvión. En ellos la pedogénesis se ve obstaculizada por la llegada
de material mineral. No tiene tiempo a ejercerse entre dos aportaciones
o entre dos conmociones por las crecidas. Estos suelos son unos suelos
minerales brutos de aportación o unos suelos poco evolucionados de apor
tación, según la terminología de algunos pedólogos.
Las dinámicas que acabamos de definir no entran en el concepto de
rexistasia de Ehrart. Salvo en el caso de una brusca acentuación de la
degradación antrópica, no existe movilización de un almacenamiento pedo
lógico preexistente. Nos hallamos ante un régimen permanente, una situa
ción climácica. Pero, incluso en el caso de una agravación de la degrada
ción, sería inoportuno hablar de rexistasia, pues el orden de magnitud
de las duraciones es totalmente distinto.
Los fenómenos localizados engendran unas disposiciones en mosaico.
Se ejercen, en un momento determinado, sólo sobre una parte limitada
de la región, y, por consiguiente, quedan asociados a otro tipo de diná
mica. Entre las áreas que afectan pueden persistir, por ejemplo, unas con
diciones de cuasi-estabilidad, prácticamente de estabilidad. Así ocurre en
66
el caso de una terraza atacada por los barrancos. Entre sus mordeduras,
la superficie de acumulación puede permanecer estable, con una cobertura
vegetal y unos suelos. Otro ejemplo: una vertiente efectada por unas
corrientes fangosas espaciadas. Es posible reducir el problema a una cues
tión de frecuencia. Si las corrientes fangosas son crónicas, al cabo de una
duración relativamente débil, toda la superficie de la vertiente habrá sido
afectada por ellas, pero en momentos diferentes. Nos encontraremos, pues,
con una yuxtaposición de corrientes más o menos antiguas, en unos esta
dios diferentes de recolonización vegetal y de pedogénesis. El mosaico
queda caracterizado entonces por la intervención de un único tipo de
proceso, pero en unas épocas diferentes. Es un mosaico heterocrónico: sólo
la fecha en la que ha intervenido el proceso constituye en elemento de
diferenciación. En el caso de los barrancos, hay que tener en cuenta la
tendencia evolutiva. Cuando son activos, se produce una incisión regre
siva. Se traduce por la profundización de los barrancos, con retroceso de
sus bordes, y por su alargamiento, ya que sus cabezas roen los interfluvios.
Aparecen simultáneamente unos barrancos afluyentes que atacan las ori
llas: se ramifica la red. Todo eso tiene por efecto aumentar la superficie
ocupada por los barrancos, por consiguiente inestable, en detrimento de
los restos del modelado de acumulación de la terraza, medio estable. Así
que la evolución se opera hacia un aumento, en su conjunto, de la pro
porción de las superficies inestables. Este aumento tiende a asumir una
dimensión exponencial. A lo largo aproximadamente de un siglo, a partir
de mediados del xix, se ha podido establecer en las estepas rusas y ucrania
nas que la superficie ocupada por los barrancos de origen antrópico había
aumentado en una tasa media del 5 % anual. Un clima agresivo, unos
métodos de cultivo destructores, fuertes espesores de loess fácilmente
derrubiable explican este elevado valor. El análisis de dichos casos debe
ser hecho de manera que se determine la tendencia evolutiva y su velo
cidad. La persistencia de islotes residuales del medio estable en curso de
destrucción asegura una transición con los medios cuasi-estables. En tal
caso nos hallamos ante un mosaico heterogénico, pues asocia unas áreas
cuyas dinámicas son diferentes. También es, al mismo tiempo y por
otras razones, heterocrónico, puesto que las dos dinámicas diferentes no
son sincrónicas. Este caso se corresponde bastante bien con la rexistasia
de Ehrart, pero, una vez más, las duraciones no son las mismas...
Los medios cuasi-estables forman un amplio intergrado entre ambos
extremos, de modo que sólo pueden ser definidos uno a uno y partiendo
de ellos. Se caracterizan por una interferencia pedogénesis/morfogénesis sin
que ninguna de las dos domine en exceso. Cuando la pedogénesis predomi
na claramente, se pasa a los medios estables. Y cuando esto le ocurre a la
morfogénesis, se llega a los medios inestables.
En dichas situaciones poco claras, los matices son numerosos y no
deben quedar sacrificados al esquematismo de la clasificación. Las conse
cuencias quedan con frecuencia amplificadas en relación a los efectos (fe
67
nómenos de resonancia). También pueden desempeñar un gran papel unas
modificaciones aparentemente menores. Examinemos algunas de ellas:
68
procesos morfogénicos. Este es el caso de las montañas húmedas y no
excesivamente frías. Los Alpes septentrionales y una parte de los Andes son
unos ejemplos. La combinación de determinadas condiciones litológicas y
de algunos rasgos climáticos puede hacerles correr un gravísimo peligro
de degradación rápida. Unas obras públicas inconsideradas, en especial las
carreteras, pueden poner en marcha unos procesos difícilmente reversi
bles. Así ocurre en Venezuela con la carretera Trujillo-Bocono, que talla
unos granitos podridos en unas pendientes de 30-40°. Ha provocado unos
deslizamientos que hacen problemático su mantenimiento y que, además,
han inestabilizado grandes extensiones de vertientes. Las heridas que
abren no se cicatrizan, y simultáneamente evolucionan en cicatrices de
pespegue y en barrancos, alternándose los dos procesos según las lluvias.
69
avenidas torrenciales. Digamos también que el retorno a la estabilidad no
es simultáneo para todos los procesos que actúan en una región. También
en este caso existen unos desfases. Así, por ejemplo, en la cuenca del
Guil, la crecida de junio de 1957, totalmente excepcional, provocó la apa
rición de llagas en las vertientes debidas a unas avalanchas de nieve semi-
derretida. Ahora han sido ampliamente recolonizadas por la vegetación y
casi todas están estabilizadas. Son unas formas relictuales. En cambio, la
dinámica del Guil ha quedado totalmente modificada. El juego de barre
ras de troncos de árboles, de presas mediante unos torrentes afluyentes y
la repentina ruptura de algunos de estos obstáculos, especialmente de
puentes en los que se acumulaban troncos de árboles, han provocado unos
considerables enarenamientos en el fondo del valle. Los prados han desa
parecido, el lecho estable, de canal único, ha sido sustituido por unos
canales anastomosados. Allí donde el lecho no ha sido tratado ni se ha
puesto un dique, persisten todavía, pero se estabilizan gradualmente. Lina
vegetación pionera, principalmente de sauces, coloniza los bancos de cantos
rodados. Así que la estabilización del fondo del valle está retrasada res
pecto a la de las vertientes. El sistema morfogénico anterior a la crecida
ya ha sido restablecido en las vertientes, mientras que la dinámica del
Guil todavía difiere de la de antes de 1957. Es imprescindible tener
en cuenta tales desfases en las ordenaciones. En el caso del Guil, eso
habría llevado a hacer mucho menos costosa la reconstrucción de la red
de carreteras.13
CONCLUSION
70
investigaciones de las escuelas soviética, germano-oriental y polaca. En
Francia algunos biogeógrafos como Cabaussel y Bertrand siguen el mis
mo camino. Y, en especial, G. Bertrand ha mostrado que el análisis de
los paisajes podía hacerse a partir de la fase de reconocimiento en unos
países aún por explorar en el plano científico (Nepal). En tales condi
ciones, puede sustituir fácilmente a los levantamientos de tierras, pues
recurre a un método claramente más elaborado.
Este vínculo entre el estudio del medio físico y la ecología permite ir
más lejos y unificar los conceptos y los enfoques metodológicos. Es lo que
hemos intentado hacer al considerar el medio natural como un sistema
dentro del cual los diferentes tipos de fenómenos que son objeto de dis
ciplinas especializadas no son más que unos subsistemas, uno de los cuales
es la ecología. Aprovechándonos de los esfuerzos realizados por esta disci
plina para establecer unos balances, para analizar unos flujos, para poner
en evidencia unas modalidades de evolución, efectuamos la integración del
medio físico basándonos en unos flujos de energía y de materia, lo que
desemboca necesariamente en una dinámica.
Al ser el medio natural una interfacies litosfera-atmósfera, su carac
terización debe estar basada en la manera como cambia esta interfacies, es
decir, en su grado de estabilidad. Esta concepción permite recuperar el
denominador común de la ecología, de la pedología y de la geografía fí
sica. Estas modificaciones de interfacies reflejan la relación de fuerzas que
se sientan tanto fuera del globo terrestre como dentro de él. Nuestra
concepción permite situar la eco-grafía en unos conjuntos de nivel taxo
nómico superior: eso es esencial para el pensamiento científico.
Regida por la relación de las fuerzas externas y las fuerzas internas, la
dinámica de los medios naturales se basa fundamentalmente en los proce
sos morfogénicos. En efecto, se alimentan de energía tanto en el propio
globo como en el sistema solar. Estos procesos morfogénicos interfieren
con los demás componentes del sistema natural, principalmente con los
procesos pedogenéticos. Así que ahora debemos estudiar con mayor dete
nimiento cómo se debe emprender su estudio, para entender mejor estas
interferencias.
BIBLIOGRAFIA
71
1. Aspectos metodológicos generales: métodos de integración,
taxonomía de las unidades naturales
12
biente del Chaco argentino, I. N. T. A., Serie Pitogeográfica, l.°, 125 pp. 17
figs., 17 pl. fot.
Plantean los problemas de los límites de unidades (naturaleza, coincidencia
entre límites de fenómenos diferentes).
Rik h t e r G. D., 1962, «Natural Regionalization», Soviet Geography, American
Geograpkical Society, Occasional Publication n.° 1, pp. 205-209.
S armiento G., M onasterio M., 1971, «Ecología de las sabanas de América
tropical, análisis macroecológico de los Llanos de Calabozo, Venezuela», Cua
dernos Geográficos, Mérida, n.° 4, 127 pp. 31 figs.
Dificultades, en la aplicación del método de los levantamientos de tierras,
por su carácter estático.
S ocava B., 1972, «Geograpie und ükologie», Petermanns geographiscbe Mittei-
lungen, 116, pp. 89-98.
Presentación rápida de la jerarquía taxonómica de las unidades biogeográ-
ficas. Organigrama del ecosistema de la estepa.
S ochava V. B., 1972, «The Study of Geosystems: the Current Stage in Com-
plex Physical Geography», International Geography, I, pp. 298-301.
Taxonomía de las unidades ecogeográficas y ecológicas.
T ricart J., 1968, «Aspects méthodologiques des études de ressources pour le
développement», Livre jubilaire O. Tulippe, Duculot, Gembloux, pp. 345-
361.
T ricart J., 1972,^ La Terre, planéte vivante, col. Sup., P. U. F., París, 183
pp. 3 figs.
73
Buena exposición del método. Referencias bibliográficas.
K ing B., 1970, «A Parametric Approach to Land System Classification», Geo-
derma, 4, pp. 37-47.
L offler E., H aantjens H. y otros, 1972, Land Resources of the Vánimo Area,
Papua New Guinea, Land Resources Series 31, 126 pp., 10 figs., 20 pl. fot., 4
mapas col. f.t.
La última publicación de la serie que hemos recibido, a título de ejemplo.
M abbutt J. A., 1968, «Review of Concepts of Land Classification», Land Eva
luaron, G. A. Stewart (ed.), Macmillan, Melbourne.
M abbutt J. A., S teward G. A., 1963, «The Application of Geomorphology in
Resources Surveys in Australia and New Guinea», Revue de géomorpholo-
gie dynamique, XIV, pp. 97-109.
M it c h e l l G., 1971, «Carte géomorphologique et description du milieu naturel:
la montagne de la Clape», Mémoires et Documents du Service de documen
taron cartographique et géographique du C.N.R.S., 12 (1972), pp. 165-180.
Aplicación del método del C.S.I.R.O. Comparación con un mapa geomor-
fológico detallado de la misma región.
V ink A., 1968, «The Role of Physical Geography in Integrated Surveys of
Developping Countries», Tijdschrift voor Economish en Sociale Geografie,
59, pp. 294-312.
Puntualización sobre el método de los levantamientos de tierras.
W r ig h t R. L., 1972, «Principies in a Geomorphological Approach to Land
Classificatoin», Zeitschrift für Geomorphologie, N.S., 16, pp. 351-373.
Crítica del método de los levantamientos de tierras. Bibliografía.
Y oung A., «Natural Resources Surveys for Land Development in the Tropics»,
Geography, 53, n.° 240, pp. 229-248.
Buena realización.
74
Oesterreich», Mitteilungen der ósterreichischen Geografischen Gesellschaft,
CVI, pp. 291-303.
Parte de la geomorfología y del agua como caracteres dominantes e inte-
gradores.
K ondracki J., 1964, «Problems of Physical Geography and Physico-Geography
Regionalization of Poland», Geographia Pólonica, I, pp. 61-77.
Concluye con una determinación de «paisajes».
K ondracki J., 1966, «Geographical Studies on the Pinczow District» Prace
Geograficzny, 47, 190 pp. 27 figs. 8 mapas f. t.
Concluye con una clasificación de unidades en función de los factores do
minantes.
Marosi S., Szilard J., 1964, «Landscape Evaluation as an Applied Discipline
of Geography», in Applied Geography in Hungary, Akad, Kiado., Budapest,
pp. 20-35.
Excelente realización.
P rokaev V. I., 1967, Fundamentos de la metodología de la regionalización físi
co-geográfica, Leningrado, 248 pp. (en ruso).
R aveneau J., 1972, «Eléments d’une cartographie globale de l’habitat rural.
Quelques exemples appliqués au comté de Ballechasse, Quebec», Revue de
géographie de Montréal, 26, pp. 35-49.
Método de la superposición aplicada a los principales componentes del
medio físico.
75
Subraya la unidad de los complejos físicos.
Maarleveld G. G , D e L ange G. W., 1972, «Een globale geomorfologische
en landschappelijke kartering en waardering van de uitwarden van de neder-
landse Grote Rivieren», Landbouwkundig Tijdschrift, 84 (8), pp. 273-288.
Mapa de los paisajes a una escala de 1/50.000 en colores, que se parece
mucho al mapa geomorfológico.
Massonie J., M a t h ie u D., W ieber J., 1971, «Application de l’analyse facto-
rielle á l’étude des paysages», Séminaires el Notes de recherche, ».* 4, Ca-
hiers de geographie de Besangon, 51 pp., 16 figs.
Estudio de correlaciones a escala muy grande entre la vegetación y el medio.
M orariu T., M ih a ilesc u V., Savu A., I ancu M., 1960, «Méthodes appliquées
á la división en régions naturelles du territoire de la République Populaire
Roumaine». Recherches et Etudes géographiques, Ac. R. P. rumana, pági
nas 117-127.
N eef E., 1963, «Topologische und chronologische Arbeitswesen in der Land-
schaftsgenese», Geographische Berichte, n.° 59, pp. 119-133.
H utter N., M inning G., N etterville J., 1972, Terrain Maps, Mackenzie
Valley, Cañada Geological Survey, Open File Report 93.
76
Standortkartierung auf Grundlage landschaftsokologischer Erkundung», Wis-
senschaftliche Veróffentlichungeti des Deutschen Instituís für Landeskunde,
N.S. 25-26, pp. 309-350.
J acquinet J.-C., 1969, Elude écologique intégrés de l’unité régionale de déve-
loppement de Solimán (Tunisie), C.E.P.E., Montpellier, 250 pp., cuad.,
mapas.
El estudio del marco ecológico es deficiente y no está integrado.
J ager W., R iecke G., 1966, «Landschaftsokologische Talstudien in den Die-
drichshager Bergen», Wissenchaftliche Zeitschrift der Universitát Rostock,
15, Math.-Naturwisse, Reihe, 7-8, pp. 943-960.
J urdant M., D ionne J.-C., B eaubien J., B elair J.-L., G eradin V., 1972, «An
Ecological Survey of the Saguenay-Lac Saint-Jean Región, Quebec, Cañada»,
International Geography, I., pp. 259-261.
K ondracki J., 1967, «Landschaftsokologische Studien in Polen», Wissenschaft-
licbe Abhandlungen der Geographischen Gesellschaft der D.D.R., V, pági
nas 216-231.
Revista de los trabajos polacos, bibliografía.
M olinier R., 1972, «Carte écologique. L ’exemple de la región Provence-Cóte
d’Azur au Service de l’aménagement du territoire», Aménagement et Nature,
n.° 26, pp. 26-27.
Revela el grado de equilibrio y la sensibilidad de los medios naturales.
N eef E., 1962, «Die Stellung der Landschaftsókologie in der physischen Geo-
graphie», Geographische Berichte, n.° 25, pp. 349-356.
N ee f E., 1964, «Zur grossmasstabigen Landschaftsokologischen Forschung», Pe-
termanns geographisch Mitteilungen, 108, pp. 1-7.
N ee f E., 1967, «Entwicklung und Stand der Landschaftsokologischen Forschung
in der D.D.R. Probleme der Landschaftsokologischen Erkundung und Na-
turráumlischen Erkundung und naturráumlichen Gliederung», Geogr. Ges.
D.D.R., Leipzig, pp. 22-34.
N eef E. (ed.), 1967, Landschaftsokologische Erkundung und naturraumliche
Gliederung, Geogr. Ges. D.D.R., Leipzig, 300 pp., 7 h. t.
Obra colectiva que contiene una serie de trabajos que permiten hacerse una
idea de las investigaciones llevadas a cabo en la R.D.A.
P h ip p s M., 1969, Recherches sur la distribution géographique et l’utilisation
du sol. Structure lócale, modéle biogéographique, structure régionale, Thése
se. Toulouse, 122 pp., anexos, cuadros, figs.
Utiliza el análisis multivariable para definir unas unidades, pero se limita
a unos parámetros estáticos.
S c h o n e ic h R., 1970, «Physiotope und ihre raumliche Ordnung im Bereich
der Ostlichen Randzertalung des Hagenower Altenmoranenlandes», Geogra
phische Berichte, n.° 54, pp. 42-59.
La geomorfología es el factor determinante.
77
2. EL ENFOQUE GEOM ORFOLOGICO
78
siendo válido, pero en la actualidad se manifiesta insuficiente. Debe ser
completado con el aspecto dinámico, que permite una mejor comprensión
de la naturaleza y que, además, es el único adecuado para el ordenamien
to. Hemos demostrado que dicha concepción podía ofrecer un método de
integración del estudio del medio natural. Pese al considerable progreso
de las concepciones metodológicas y de los conocimientos en el transcurso
de los últimos veinticinco o treinta años, el lugar de los fenómenos es
tudiados por la geomorfología sigue siendo el mismo; está en el punto
de partida de los inventarios de los recursos ecológicos y en la base del
conocimiento de los sistemas naturales.
Por consiguiente, en el presente capítulo examinaremos las concepcio
nes recientes de la geomorfología y sus métodos de investigación, y a
continuación mostraremos cómo se insertan las aportaciones de esta dis
ciplina en el estudio eco-geográfico.
79
en las explicaciones geológicas otros fenómenos que los efectivamente ob
servados, y la necesidad, por consiguiente, de referirse a la dinámica actual.
Medio siglo después, la asociación en Francia de un topógrafo, el general de
la Noé, y de un geólogo, de Margerie, culmina con la elaboración de un
prototipo de geomorfología estructural a partir del Jura. Un poco después,
a fines del siglo xix, W. M . Davis, que había buscado su camino entre
la meteorología, la botánica y la astronomía, elabora su cuerpo doctrinal
de la geomorfología, en el marco de laboratorios de geología. El ciclo
de erosión parte de la observación de las discordancias que separan la
base de una serie sedimentaria de una estructura de antigua cadena ple
gada. Se sitúa de entrada en el marco de las duraciones de la historia
geológica. Aunque Davis haya recomendado que se tomara en consideración
la trilogía estructura-estadio-proceso, el exceso de las especulaciones teóri
cas, las facilidades de la paráfrasis y de la explicación verbal le llevaron,
de manera catastrófica, a la observación minuciosa de procesos en ocasio
nes poco evidentes. El último término de la trilogía, quedó arrinconado.
Así se explica la concepción fisiográfica de la geomorfología, aplicación re
gional de la geomorfología davisiana.
Durante el mismo período, en Europa central un grupo de investiga
dores seguían un camino diferente. Si bien W. Penck se lanzó a unas lucu
braciones tan teóricas como las de W. M. Davis, otros investigadores
alemanes nunca dejaron de ser unos naturalistas. El más eminente de
ellos es S. Passarge, médico de origen, infatigable viajero, excelente obser
vador, espíritu original y profundo. Sus descripciones regionales aportan
unas presentaciones de los procesos que apenas han envejecido. En 1917,
en una revista local que desgraciadamente carecía de difusión, publicó un
mapa geomorfológico a escala 1/25.000 de los alrededores de Stadt-Rem-
ba, en Alemania, que está basado en unas concepciones absolutamente
modernas. Muy por delante de su época, fue, desgraciadamente, igno
rado. La misma tradición se mantuvo hasta nuestros días a través de
un grupo de científicos, especialmente C. Tro 11, que ofreció en 1944
una notable descripción de los mecanismos periglaciares. La geomorfolo
gía alemana rechazó en su conjunto los esquemas de Davis y les opuso una
geomorfología climática, es decir, una concepción que hacía depender los
procesos de los diferentes climas y que culminaba en una evolución dife
renciada del relieve en los diferentes ámbitos climáticos. Aunque, al prin
cipio, se sobreestimara la influencia directa del clima, o llegaran a estable
cerse algunas correlaciones criticables entre el clima y determinadas formas
menores (polígonos debidos a las alternancias de hielos diurnos menores
que los que se deben a las alternancias estacionales), dicha geomorfología
presentaba el enorme valor de poderse integrar en las ciencias naturales
y sobre todo de abrirse hacia la ecología y contribuir al nacimiento de la
«ecología del paisaje». De este modo se establecieron unos fecundos víncu
los interdisciplinarios, cosa que no ocurrió en el caso de la geomorfo
logía norteamericana, que nunca dejó de ser fisiográfica y bastante limitada
80
por su integración en los departamentos de geología, en los que sólo de
sempeña un papel menor.
Este preámbulo histórico permite entender mejor la situación actual.
En nuestros días, la geomorfología vive un período de mutación brusca.
Eso se traduce en una gran variedad de actitudes por parte de los espe
cialistas.' Algunos buscan unas formulaciones matemáticas más o menos
adecuadas para poder seguir practicando la especulación teórica a expensas
de la observación.: Otros, al contrario, como en las demás ciencias de la
naturaleza, insisten en ésta y perfeccionan sus métodos, por ejemplo los
de la cartografía geomorfológica. Esta última resulta para ellos un medio
de análisis insustituible, que no sólo permite recoger los hechos, sino,
al mismo tiempo, situarlos en un conjunto de nivel taxonómico superior.
Los métodos de laboratorio acuden a apoyar la cartografía. Sólo después
se elabora la información y se buscan correlaciones entre fenómenos dife
rentes. En ocasiones, la oposición de puntos de vista es muy vivo, cosa
que introduce una cierta confusión en la mente de los especialistas de
unas disciplinas conexas, deseosos de colaborar con los geomorfólogos.
Como el autor de las presentes páginas se ha dedicado a desarrollar los
métodos nuevos y es un adepto convencido de la concepción naturalista
de la geomorfología, expondrá, evidentemente, esta última. Sin embargo,
quiere subrayar que su posición científica ha sido tomada bajo la influencia
de las necesidades prácticas y que su objetivo es conseguir una geomor
fología más idónea para unas investigaciones interdisciplinarias encamina
das al ordenamiento y el desarrollo agrícola y urbano.
Uno de los conceptos más fructíferos de la geomorfología moderna ha
sido el de relacionar las formas de relieve y de modelado, que se caracte
rizan por una cierta geometría; los procesos que los dirigen; los materia
les en los que se desarrollan (modelado de disección), que los constituyen
(formas de acumulación) o que los tapizan (productos en tránsito). Estas
relaciones pueden ser representadas bajo la forma de un esquema trian
gular. Y los procesos situados en su auténtico lugar. Su estudio constituye
un aspecto especial de la geomorfología: la geomorfología dinámica. La
observación simultánea de la geometría de las formas, de los materiales y
de los procesos permite unas divisiones que contribuyen a disminuir la
subjetividad en favor de la objetividad y eliminan las peticiones de prin
cipio y los razonamientos tipo círculo vicioso. Destacamos el hecho, pues es
muy importante, de que esta nueva concepción permite insistir sobre los
flujos de materia y de energía, sobre los balances, sobre el trabajo efec
tuado por la energía introducida en el sistema y, por consiguiente, sobre
su rendimiento. De este modo conseguimos establecer un plano de igual
dad con la ecología, y la integración del medio natural resulta posible.
En la actualidad no es suficiente el examen visual de la geometría de
una forma de modelado o de relieve para obtener una identificación geo-
morfológica. La definición de las unidades geomorfológicas se basa en la
confrontación de una forma y de un proceso o de un material. Eso con
81
siste en generalizar una actitud adoptada, en determinados casos, por el
lenguaje habitual: así, por ejemplo, una duna no es un montículo de
cualquier cosa, sino, necesariamente, un montículo levantado por el viento
y, generalmente, formado de arena.
Sin embargo, la adopción de esta actitud se enfrenta con una difi
cultad. Los procesos morfológicos son más o menos aparentes. Algunos
de ellos, al menos en ciertos medios, aparecen con claridad, como el fun
cionamiento de un torrente a causa de un aguacero suficientemente violen
to. Pero no siempre es así. En cierto modo, esto es lo menos habitual.
Muchos procesos actúan lentamente, de manera infinitesimal, como la
reptación, como la arroyada embrionaria. Pueden también actuar de ma
nera esporádica, sin periodicidad fija, durante cortas duraciones separadas
por unos considerables intervalos de tiempo. Ambas modalidades, por
otra parte, son compatibles. Las discontinuidades en el tiempo son una con
siderable dificultad para la medición. Suponen una serie de observaciones
muy prolongadas. Las acciones infinitesimales exigen unas mediciones de
gran precisión, difíciles de realizar sin turbar el medio estudiado. Los
datos numéricos fiables son poco numerosos, lo que retrasa la cuantifica-
ción, por ejemplo la aplicación de las técnicas de grafos o del análisis ma
temático de sistemas. Subsanar esta deficiencia formulando unas hipó
tesis, o introduciendo en los procesos de tratamiento matemático unos
valores elegidos arbitrariamente, es peligroso: la subjetividad es conside
rable y, además, la representación que se obtiene de los fenómenos queda
muchas veces excesivamente simplificada. ¿Cuál es, en tal caso, el benefi
cio de la operación?
Esto es lo que nos lleva a insistir sobre los desajustes y las discon
tinuidades de todo tipo que aparecen en los fenómenos naturales. Con
cepción exactamente opuesta a la de W. M. Davis, en la que todo se
encadena perfectamente, como un mecanismo bien engrasado, sin ningún
error. Ahí está toda la diferencia entre un ser de razón matemática y un
fenómeno natural susceptible de unos análisis estadísticos de frecuencia/
intensidad, como las curvas de caudales clasificados de los cursos de agua.
Desajustes y discontinuidades nos llevan a preguntarnos sobre el trabajo
efectuado, sobre el rendimiento de la energía disponible. Por ejemplo,
un flujo de productos disueltos, que puede llegar a ser importante bajo
un clima cálido y húmedo en determinadas rocas, no provoca necesaria
mente una modificación del relieve. El trabajo morfogénico puede ser muy
débil: así ocurre con la alteración que lleva a elaborar un granito podrido.
La roca pierde materia, mucha materia, pero su volumen no cambia: se re
conoce la disposición de unos cristales alterados, unas fisuras, unos filon-
cillos. Es semejante a la de la roca sana. La alteración se denomina isovolu-
métrica. La desaparición de iones en solución se traduce en una disminu
ción, incluida la neogénesis de los minerales arcillosos, modifica las pro
piedades físicas y químicas de la roca. Se traduce en una preparación, sin
efecto inmediato sobre la morfogénesis, pero que permite a continuación,
82
después de un tiempo muy variable, la movilización de los materiales
alterados por unos movimientos de masa, por el trasiego bajo el efecto
del desagüe hipodérmico, o bien por los procesos superficiales, reptación y
arroyada. La discontinuidad temporal es clara. El sistema morfogénico
asocia unos procesos ^sucesivos, desfasados en el tiempo: preparación, y
después movilización. En medio estable, al establecerse la referencia en
relación a los procesos de movilización, el desfase es considerable, lo que
permite al frente de alteración avanzar en profundidad, y separarse cada
vez más, con el tiempo, de la superficie topográfica. Como demuestra este
ejemplo, el balance energético de la morfogénesis es muy difícil de es
tablecer.
Los obstáculos que se oponen, al menos en el estadio actual de nuestro
desarrollo tecnológico, al estudio directo y a la medición de los procesos,
explican por qué recurrimos con tanta frecuencia, en geomorfología, a los
métodos sedimentológicos, que nos ofrecen un camino indirecto. Los ma
teriales abandonados por un curso de agua o acumulados por el viento
ofrecen determinadas características resultantes de los procesos a que han
sido sometidos: naturaleza de las partículas, forma de ellas, disposición,
granulometría, por citar únicamente los que se estudian con mayor fre
cuencia. Una parte de los recientes progresos de la geomorfología procede
del estudio de la forma de adquisición de estas diferentes características,
pues dicho estudio permite, teniendo en cuenta un inevitable margen de
errores, deducir los procesos que los han engendrado. Algunas de ellas
han sido adquiridas rápidamente y nos informan acerca de fenómenos que
pueden llegar a ser muy fugaces. Así ocurre en el caso de la granulome
tría: depende de la dinámica del fluido en el mismo momento del aban
dono de las partículas y en el lugar preciso donde han sido depositadas.
Lo mismo ocurre con la disposición de los cantos rodados en un curso
de agua. En cambio, la elaboración de los granos de arena, cuarzo y feldes
patos, se produce muy lentamente. Es despreciable al cabo de un trans
porte de 100 a 200 km en un río. Por el contrario, se conserva bien. Por
una parte, puede servir para identificar los medios actuales dotados de una
gran energía, como las playas abiertas a fuertes oleajes, y por otra redes
cubrir la huella de acciones a veces muy antiguas. En el Senegal, algunos
granos de arena conservan la ordenación que habían adquirido con mo
tivo de su sedimentación en las areniscas ordovisianas, hace 400 millones
de años. Al igual que el químico, disponemos de una gama de reactivos
muy diversificada, y es cosa nuestra utilizarla correctamente. Está claro
que los mismos métodos se aplican a los materiales que tapizan los inter-
fluvios, transportados o no. El estudio local de las formaciones autóctonas,
por ejemplo de los residuos de alteración, es interesante. Al compararlos
con el material original, se puede apreciar lo que se ha perdido, y las
neogénesis y transformaciones que han aparecido. Los geoquímicos no
actúan de otra manera.
Así, pues, el estudio de los procesos se realiza, en buena parte, uti
83
lizando unos métodos sedimentológicos y geoquímicos. Ofrecen una vía de
aproximación indirecta que permite reconstituir unos fenómenos de difícil
observación. Dichas reconstrucciones se basan necesariamente en unas co
rrelaciones establecidas a partir de observaciones de campo, de resultados
de otras disciplinas, y en ocasiones de la experimentación. Esta lleva
mucho tiempo jugando un gran papel en la mecánica de los fluidos. Tam
bién se practica para estudiar algunos fenómenos de meteorización (acción
de las alternancias hielo-deshielo, de la cristalización de la sal, de la per
colación de las diferentes soluciones sobre los fragmentos de rocas). Pero
encuentra rápidamente unos límites debidos al carácter inevitablemente
artificial de las condiciones propias del laboratorio. Los que se despren
den de la aplicación de la ley de las similitudes a los modelos reducidos
son una demostración de ello.
Así, pues, las concepciones modernas de la geomorfología llevan a
adoptar unos métodos de enfoque parecidos a los de las restantes cien
cias de la naturaleza, cosa que no ocurría en el caso de la geomorfología
de Davis (llamamiento a la imaginación, recurso al finalismo, etc.). Simul
táneamente, aplica también unas técnicas a todo un grupo de disciplinas,
especialmente las de la sedimentología, la geoquímica, la mecánica de los
suelos. De este modo, los resultados que obtiene resultan más fácilmente
comparables con los de las disciplinas conexas. A partir de ese momento
es posible la progresión hacia un conocimiento integrado.
84
Energía solar
(Radiaciones)
Atmósfera
/ Procesos exogeros
Aguas corrientes
Biosfera Viento
Meteorización
Litología
Litosfera
Disposiciones
tectónicas
Volcanismo
y movimientos
_±_
tectónicos
Energía
de materia
del globo
Fio. 7
raímente rotos a un metro o metro y medio por encima del suelo, al
nivel de la cobertura de nieve invernal, por las avalanchas que se alejan
de los trayectos más habituales. Esta disposición de la vegetación explica
la disminución de la peligrosa presión ecológica resultante del fenómeno
morfogénico. Los flujos de materia en y cerca de la superficie interfieren
también la pedogénesis. Alteran los suelos, los laceran, los desoxidan, los
hunden. Suelos truncados y suelos fósiles son más frecuentes de lo que
se creía anteriormente. Su estudio debe recurrir a la geomorfología. Todos
estos aspectos de las relaciones geomorfología/ecología vegetal y geomorfo-
logía/pedología son de naturaleza dinámica. No podían ser percibidos
cuando la geomorfología estaba reducida todavía a una visión estática y
fisiográfica del relieve terrestre. Entran en nuestra integración del medio
natural basada en la dinámica.
— Conforman a lo largo del tiempo ciertas características importantes
del medio natural que son, a su vez, unos parámetros de los aspectos
y de las manifestaciones de este medio natural estudiadas por otras dis
ciplinas. Al ser cualquier modificación geométrica de la superficie terrestre
provocada nacesariamente por unos flujos de materia, la geomorfología
estudia los materiales superficiales, rocas inmóviles, productos de meteori-
zación, residuos que han emigrado más o menos lejos. Estos materiales
son también aquellos en los cuales se forman los suelos. Ambas disciplinas
tienen un objeto común. La colocación de estos materiales y su elabora
ción pueden continuarse actualmente. Pueden también remontarse a un
pasado bastante lejano en el caso de los medios actualmente estables.
Caracterizar estos materiales, entender las modalidades de su elaboración y
de su colocación, son unas condiciones previas indispensables para el estu
dio de la pedogénesis que las afecta y para la cartografía de los tipos de
suelos que han engendrado. Lo mismo ocurre con su datación, especial
mente con la determinación del comienzo del período de estabilidad ac
tual, que es el que ha dispuesto la pedogénesis cuyos resultados observa
mos. Estos materiales son también el marco de una serie importante de fe
nómenos hidrológicos: infiltración hacia las capas freáticas o desagüe hipo-
dérmico, atascamiento superficial y arroyada. Así, pues, la geomorfología
aporta ciertos elementos de descripción del medio natural necesarios para
un enfoque interdisciplinario. Eso se descubrió muy pronto, a partir del
estadio de su desarrollo caracterizado por la fisiografía (método de los
levantamientos de tierras del C.S.I.R.O.), pero no por ello es menos
válido. Dicha concepción tiene su lugar en nuestro enfoque de integra
ción dinámica.
Dos recientes orientaciones de la investigación permiten a la geomor
fología aportar lo que exige el estudio eco-gráfico integrado: el estudio
de las interacciones entre procesos y la cartografía geomorfológica.
86
1. E stu dio de las interacciones entre procesos
87
chos recubren la hierba. Las capas eólicas se deshilachan a la vez que
disminuyen.
Los fenómenos generalizados afectan al conjunto de un área. Actúan
en toda esta área con la eficacia suficiente como para imprimirle unos
caracteres distintivos. Bajo unas condiciones de clima (semiárido) y de co
bertura vegetal favorables, en unos materiales adecuados para la incisión,
los barrancos aumentan rápidamente, siempre que la pendiente sea sufi
ciente. Se amplían por incisión regresiva. Se ramifican. Su crecimiento es
exponencial gracias a unas retroacciones positivas. En efecto, el modelado
de barrancos facilita el desagüe, lo hace más rápido, cosa que aumenta las
puntas de las crecidas durante las cuales la energía disponible es máxima.
La dispersión de energía por roce contra los lechos disminuye con la con
centración del desagüe. Todo eso favorece la escultura de modelado en
barrancos, y así sucesivamente. Al cabo de cierto tiempo, a veces sólo
diez o veinte años, toda la topografía está formada por barrancos, por una
asociación de crestas estrechas con pendientes empinadas que se encuen
tran a lo largo de vaguadas vivas. La brutal arroyada ha imprimido su
marca exclusiva al modelado. Este se ha adaptado totalmente al proceso,
que contribuye a mantener. Nos hallamos en presencia dé' arrancamientos
generalizados. Son unas tierras prácticamente imposibles de explotar, ni
siquiera como pastos, de manera que los pioneros que colonizaban el oeste
de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo pasado las denomi
naron bad lands, «malas tierras», apreciación eminentemente práctica. Este
ejemplo muestra que es posible pasar de manifestaciones localizadas a unas
manifestaciones generalizadas, sin que cambie la naturaleza del fenómeno.
La intervención del factor tiempo es claramente aparente. Algunos otros
ejemplos de acciones morfogénicas generalizadas: el relleno aluvial sobre
un lecho mayor de corriente de agua, los efectos del viento en un campo de
dunas, el espolvoreamiento de unas cenizas volcánicas o unos limos eólicos,
la reptación sobre una vertiente.
Pero ahora tenemos que considerar el factor tiempo. Su intervención
ya ha sido señalada, de pasada, cuando mostramos el desarrollo de los
barrancos hasta llegar al abarrancamiento generalizado. Recordemos que
esta evolución procede de una retroacción positiva que engendra un cre
cimiento exponencial. Desde el punto de vista ecológico, nos hallamos en
presencia de un empeoramiento del medio, de una degradación creciente.
Dichos mecanismos son frecuentes en la naturaleza. El proceso dispone el
modelado de tal manera que se ejerce con más facilidad, o, si se prefiere,
de tal manera que disipa una menor cantidad de energía; en otras palabras:
produce más trabajo, lo que permite una modificación, una «adaptación»
más marcada de este modelo y así sucesivamente. Las reacciones en cade
na son análogas a las que se producen en un reactor atómico que se descon
trola, que no se frena, que «se embala». En tal caso, la curva, también
es exponencial. Pero, en el paso al abarrancamiento generalizado, nos en
contramos con un fenómeno discontinuo en el tiempo. Por definición, el
88
régimen de los barrancos es torrencial: el desagüe está totalmente «influen
ciado», depende estrechamente de las precipitaciones. Sólo se produce
cuando tiene lugar un aguacero suficiente. Es el aguacero-umbral de arro
yada. Se caracteriza por una cierta intensidad/duración. La frecuencia de
estas lluvias, es decir, la frecuencia de funcionamiento de los barrancos,
depende del clima. Mientras tanto, también interviene la retroacción po
sitiva que permite la aceleración. En efecto, la lluvia-umbral de arroyada
varía según las características de la superficie. La cobertura vegetal pro
voca una intercepción hidrológica y, con frecuencia, una dispersión de
energía pluvial. Ofrece una cierta rugosidad que obstaculiza la formación
y el avance de los hilos de agua una vez iniciada la arroyada. En suma,
esta cobertura vegetal ejerce un cierto efecto secante. Interviene cuando
estamos en el estadio de los barrancos localizados. Hace que el barranco
reciba relativamente poca agua de las tierras adyacentes, en las que el
coeficiente de desagüe es más débil. En otras palabras, para que se pro
duzca la arroyada, hace falta un aguacero más abundante y más intenso.
El aguacero-umbral es más raro. El efecto secante no interviene, o en muy
débil medida, en la superficie de barranco. Allí, el coeficiente de arroyada
es mucho más elevado, lo que tiene el efecto de rebajar el valor del agua
cero-umbral, y, por consiguiente, de hacerlo más frecuente. La incisión
regresiva, alimentada por las aguas salidas de las tierras que todavía no
son barrancos, permite una extensión gradual, pero discontinua en el tiem
po, intermitente, de la superficie de barranco en la que el aguacero-umbral
es más débil y el fenómeno más frecuente. Una vez iniciado, el fenómeno
se desarrolla siguiendo una ley exponencial, salvo si aparecen unas pre
siones exteriores, comparables al «freno» de los reactores. La corrección
de los barrancos es una de ellas.
Al analizar este ejemplo, hemos efectuado una trasposición estadís
tica. En efecto, hemos considerado globalmente un conjunto de barrancos.
Si alteramos el nivel de percepción y si observamos individualmente unos
barrancos determinados, las cosas son más complejas. Determinado agua
cero, por ejemplo, ha provocado una cierta arroyada en uno de ellos,
pero no en el otro. En el caso de los aguaceros tormentosos, cuya inten
sidad y duración cambian en distancias reducidas, eso es frecuente y se
explica con facilidad. Pero también se observa lo mismo en el caso de
lluvias homogéneas en una cierta superficie. En tal caso hay que admitir
que el aguacero-umbral tiene unos valores diferentes de un barranco a
otro. La pendiente, la tasa de cobertura vegetal, la naturaleza del suelo
en el perímetro de alimentación del barranco siempre son heterogéneas,
y eso es lo que interviene. En consecuencia, la frecuencia de los desagües
varía de un barranco a otro, y, con ella, la tasa de extensión de las super
ficies afectadas por el abarrancamiento. Igual que en el caso de los agua
ceros-umbral, volvemos a encontrarnos con una noción de intensidad/fre-
cuencia, con unas curvas del tipo de los caudales clasificados en hidrolo
gía. En suma, debe ser utilizado un razonamiento estadístico probabilista.
89
Este tipo de razonamiento, de utilización habitual en las ciencias de
la naturaleza, confiere una considerable importancia a la estructura tem
poral de los fenómenos. La mayoría de los que estudiamos son discon
tinuos en el tiempo e intermitentes. En las tierras emergidas, el principal
fenómeno continuo es el flujo de productos en solución de los cursos de
agua perennes. Estos cursos de agua jamás están formados de agua pura...
Pero nos vemos obligados a utilizar el adjetivo «perenne», pues no todos
los cursos de agua entran en esta categoría. Incluso en climas húmedos,
la baja Costa de Marfil por ejemplo, los hay que se interrumpen en deter
minadas estaciones. Además, aunque la evacuación de iones disueltos sea
continua en los cursos de agua perennes, su movilización es, casi siempre,
discontinua. La percolación de las soluciones en los suelos se interrumpe
cuando las plantas viven de la reserva del agua del suelo. Los afloramien
tos y rezumamientos, exutorios del desagüe hipodérmico, también cesan.
Sucede incluso qye algunas capas subterráneas dejan de afluir a los cursos
de agua. Todo eso provoca en los ríos perennes unos cambios de concen
tración de los productos disueltos e incluso unas modificaciones de la
composición de las soluciones que, conjuntamente, desencadenan unas pre
cipitaciones. Incluso en los casos en que nos hallamos en presencia de
partículas dotadas de una fuerte movilidad, se producen discontinuidades.
En general, la geodinámica externa se caracteriza por un fuerte predomi
nio de los fenómenos intermitentes. Para analizarlos, hay que tener en
cuenta, por tanto, su frecuencia. Algunos de ellos son estacionales, como
las nevadas en nuestras montañas o el hielo invernal en Alsacia. Pero su
intensidad varía mucho de un año a otro, y más aún sus efectos, el tra
bajo que efectúan. El número y la importancia de las avalanchas no puede
estar en correlación con la duración de la cobertura de nieve ni con la
altura de las precipitaciones sólidas. Y todavía menos los efectos geomor-
fológicos de estas avalanchas: son débiles en el caso de las avalanchas de
nieve en polvo, considerables en las de nieve pesada, más densa, fun
diente. Los perjuicios ocasionados en la vegetación por las avalanchas
están influenciados, además, por otros factores, especialmente, sobre el
cono, por el espesor de la capa de nieve en el momento en que se produce
la avalancha, pues esta capa desempeña un papel protector. Por encima de
ella, los árboles quedan rotos o heridos. Nos vemos obligados a un aná
lisis intensidad/frecuencia de los diferentes parámetros. Esta actitud sigue
siendo la única válida, incluso cuando disminuyen las frecuencias. Algunos
fenómenos estacionales (frecuencia elevada), pero de gran intensidad, sólo
se producen en circunstancias excepcionales, hasta el punto de ser califi
cados de «catastróficos». Una crecida como la del Sena en 1910 es una
crecida invernal, fenómeno estacional, pero su intensidad fue excepcional,
de manera que revistió un carácter catastrófico debido a los daños oca
sionados. La crecida del Guil en junio de 1957 también es de tipo esta
cional (crecida de primavera, coincidiendo con el deshielo de las nieves),
pero toda una serie de fenómenos de resonancia le permitieron ocasionar
90
enormes daños (aldeas destruidas, carreteras totalmente arrasadas) y efec
tuar un trabajo geomórfico sin precedentes desde la desglaciación.
Por definición, tales fenómenos catastróficos se producen con bas
tante rareza, pero, en cambio, tienen unos efectos considerables sobre
el medio natural, y no solamente sobre el modelado, sino también sobre
los suelos, las plantas, los animales, las actividades humanas. Para volver
a situarlos en la evolución, es evidente que hay que establecer un «com
pás de espera» considerable. Pero, al hacerlo, el enfoque intensidad/fre-
cuencia les es aplicable.
En cierto número de casos, la distinción entre procesos localizados y
generalizados se esfuma y desaparece cuando se utiliza el enfoque inten-
sidad/frecuencia. Tomemos un ejemplo: el de la arroyada inicial. Des
cribamos en primer lugar sus aspectos y su sucesión genética y espacial.
Nos hallamos en presencia de una cobertura vegetal abierta. Comien
za el aguacero. Sobre las zonas de suelo desnudo, la energía cinética de
las gotas de lluvia se transmite íntegramente a la superficie. El impacto
de estas gotas divide los conglomerados y desprende algunas de las par
tículas que los formaban. Van a parar más o menos lejos, en una serie
de trayectorias aleatorias. Algunas de ellas son arrastradas por el agua
que se infiltra en los poros del suelo y contribuyen a obstruirlos, cosa que
disminuye la infiltración. Al cabo de algún tiempo, la erosión pluvial ha
modificado el aspecto de la superficie: los conglomerados han sido destrui
dos, cosa que concede a las asperezas, a los terrones — por ejemplo en
un campo trabajado— un aire embotado, «fundido». En los huecos se
reúnen las partículas que han obstruido los poros. Después de la lluvia,
decantados en los pequeños charcos que se han formado en ellos, cons
tituyen una película lisa y brillante. Es el «glaseado» del suelo. En una
pendiente, este atascamiento superficial por la erosión pluvial da origen
a unos arroyuelos de agua que comienzan a fluir. Al comienzo, su caudal
es débil. Una gran parte de la energía gravitoria se dispersa en precario.
Las piedras salientes, las matas de vegetación, las pequeñas elevaciones, la
llevan a dividirse, y en ocasiones lo retienen. Las pequeñas corrientes de
agua se anastomosan, divagan. Con frecuencia, están frenadas por obs
táculos. Y muchas veces también llegan a unas zonas protegidas de la
erosión pluvial por unas plantas más porosas a causa de' la presencia de
gravas, de arena, de madrigueras de insectos, etc. Puede ocurrir que desa
parezcan por infiltración. Esta arroyada embrionaria es discontinua. Si
las condiciones pasan a ser más favorables — por ejemplo si la lluvia
continúa, si pasa a ser más intensa, si la pendiente aumenta hacia abajo—
se infiltra menos agua, pues la destrucción de los conglomerados está
menos avanzada, el suelo se atasca superficialmente y los obstáculos son
más fácilmente superados por las pequeñas corrientes de agua. Las anas
tomosis persisten, pero las perdidas de pequeñas corrientes de agua por
infiltración se hacen menos numerosas. El desagüe está mejor organizado.
Las pequeñas corrientes de agua se concentran, lo que les permite dispo
91
ner de una mayor energía, que sirve, en parte, para acondicionar su lecho.
Aparecen algunas incisiones. Inician una retroacción positiva que acelera
el desagüe, la concentración y la misma incisión. Este es el motivo de que
en el estudio de estos problemas, capitales para la conservación de las
tierras y de las aguas, se tomen en consideración la intensidad y la dura
ción de las lluvias, el valor de la pendiente y su longitud. En función de
los tres primeros parámetros, y permaneciendo invariables los restantes
factores, aparece siempre, al cabo de una cierta distancia, unas incisiones
debidas a la arroyada concentrada. Van precedidas, genéticamente, por la
arroyada discontinua, y después por la arroyada inestable.1 Esta se mani
fiesta en la parte elevada de la pendiente, allí donde los caudales arras
trados son inferiores. A lo largo del tiempo, si la lluvia dura suficiente
mente, la arroyada discontinua (con infiltración de las pequeñas corrientes
de agua al cabo de un cierto recorrido), y después la arroyada inestable
y, finalmente, la arroyada suficientemente concentrada como para abrir
unos barrancos se suceden una tras otra, siempre que la naturaleza del
material sea favorable.
Tomemos ahora un período de tiempo mucho mayor, aproximadamen
te un siglo. Supongamos, para simplificar, que no se produzca cambio
alguno en las características de las lluvias, ni en el tipo de cobertura vege
tal. Nuestras formaciones vegetales abiertas se han modificado en sus
detalles: aunque la composición floral no haya cambiado, ya no está com
puesta por los mismos individuos. Los que habrían podido persistir, han
cambiado de forma: han crecido nuevas ramas, mientras otras han muer
to. En suma, persiste el tipo, pero la disposición pormenorizada de las
zonas de tierra desnuda y de los lugares en los que la superficie está
protegida por los órganos vegetales ya no es la misma. La erosión pluvial
ya no se ejerce en los mismos lugares. Las raíces próximas a la superficie
y las matas de plantas tampoco se disponen de la misma manera. Los obs
táculos que provocan la división de las corrientes de agua en varios brazos
han cambiado de lugar. Lo mismo ocurre con las madrigueras, las galerías
de gusanos de tierra que permiten la infiltración. El mecanismo de la
arroyada sigue ejerciéndose, y más o menos con la misma intensidad. Pero
afecta a otros lugares, reviste otras modalidades de detalle. Actúa en
unos parajes que, cien o doscientos años antes, estaban protegidos. Luga
res, en cambio, que entonces eran barridos por las pequeñas corrientes
de agua o atacados por la erosión pluvial, están ahora protegidos por una
mata de vegetación. Debido a su carácter inestable, estos fenómenos se
ejercen sucesivamente sobre el conjunto de la superficie, a condición de
92
tomar un «período de tiempo» de observación suficientemente largo. Po
demos decir, utilizando una expresión familiar de los físicos: «Todo se
desarrolla como si la superficie considerada estuviera afectada en su con
junto», como si tuviéramos una elaboración generalizada.
Este ejemplo nos muestra un tipo de situación frecuente. Volvemos a
encontrarla, por ejemplo, en la reptación. Examinado en un período breve,
este fenómeno ofrece unas considerables diferencias de intensidad a esca
sa distancia. Entre otras, se producen unas acumulaciones de material
contra la cara río arriba de los árboles, contra las raíces que asoman a la
superficie, etc. Todos estos obstáculos desaparecen al cabo de un tiempo
suficientemente largo y reaparecen en otra parte, igualando las manifesta
ciones del proceso. La acumulación sobre un cono de deyección, con unos
chorros esporádicos de material en ocasión de las riadas, todos ellos con
su respectiva disposición, pueden ser estudiados haciendo también una
integración temporal, que define la unidad «cono de deyección». Lo mis
mo ocurre en el caso de las migraciones de canales, que dirigen el empla
zamiento de las hondonadas y de los terraplenes, en una llanura aluvial.
El concepto de llanura aluvial se sitúa a un nivel taxonómico más elevado
que las hondonadas, los terraplenes y los canales. La llanura aluvial es
una asociación de estas formas de nivel taxonómico inferior, y equivale,
desde este punto de vista, a lo que los pedólogos denominan un mosaico.
La distinción entre acciones generalizadas y localizadas no debe ser
tomada al pie de la letra. Debemos hacerla teniendo en cuenta una cierta
intensidad/frecuencia, que dirige el «lapso de tiempo» a tomar en con
sideración, y el nivel taxonómico en que se sitúa. Una vez adoptadas estas
precauciones, constituye un instrumento muy útil para el estudio eco-
geográfico, pues facilita el análisis de las relaciones entre los fenómenos
geomórficos y los demás componentes del medio natural, especialmente
el suelo y la vegetación. En los tipos de medios que se prestan a la explo
tación de los recursos biológicos, la cobertura vegetal y los suelos ocupan
la mayor parte de la superficie. La palabra «cobertura» ya es en sí misma
significativa. Son los aspectos generalizados del medio natural. Allí donde
se producen unas acciones geomórficas localizadas, intensas, tanto los
suelos como las plantas son destruidos por ellas. Es el caso de las corrien
tes volcánicas, de las corrientes fangosas, de los desprendimientos, de los
deslizamientos de terrenos, de las incisiones torrenciales violentas. La
vegetación vuelve a reinstalarse, bajo una forma pionera, una vez que
el proceso geomórfico deja de funcionar. Después, se manifiesta la pedo-
génesis, casi siempre a partir del material mineral bruto. A un medio
natural afectado únicamente por la morfogénesis, le sucede un medio más
complejo. La estabilización morfogénica condiciona el paso de uno a otro.
Hay una sucesión de condiciones diferentes, caso relativamente sencillo.
En cambio, cuando las acciones morfogénicas están generalizadas y son
moderadas, coexisten con la cobertura vegetal y con la pedogénesis. Se
93
producen interferencias entre los diferentes fenómenos, que dirigen las
características del medio eco-gráfico.
Limitémonos, por ahora, a las relacionesjaedogénesis-morfogénesis. Por
una parte, bajo el efecto de la evolución, un suelo tiene tendencia a profun
dizarse, a aumentar su espesor hasta un cierto punto, definido estadística
mente: la profundidad modal, variable según los tipos. Simultáneamente,
sus horizontes se hacen cada vez más claros y sus caracteres más afirmados.
En suma, se produce una diferenciación de los horizontes, que, a su vez,
está más o menos marcada según los tipos. Profundización del suelo y
diferenciación de sus horizontes se producen con mayor o menor rapidez
según los casos. Al igual que las de la morfogénesis, las velocidades de
la pedogénesis son extremadamente dispares. Un horizonte hidromórfico
característico puede desarrollarse en unos cuantos años. Un horizonte B
arcilloso en un suelo pardo se elabora en 10 o 20.000 año^.: en Alsacia
sólo se encuentran en los suelos fósiles formados en el interglacial Riss-
Würm sobre unos loess antiguos. En tal caso, que no es extremo, .es
preciso que la pedogénesis pueda ejercerse libremente, sin estar contra
rrestada por la intervención de procesos morfogénicos generalizados. Estos,
en efecto, mezclan los horizontes en el caso de la solifluxión y desoxidan
la parte superior del perfil pedológico en los de la arroyada o de la
reptación. Tomando un período de tiempo adecuado, se puede esquema
tizar la situación de la manera siguiente:
94
teres polifásicos en la cumbre del horizonte B. La adquisición de los
caracteres modales es más lenta que en un medio morfogenéticamente
estable. Algunos suelos que exigen unas duraciones muy grandes para
formarse pueden llegar incluso a faltar en estos medios penestables.
Para ir más lejos en esta utilización de los grados de estabilidad para
el estudio integrado del medio natural, hemos propuesto la noción de
balance morfogénesis/pedogénesis. Este balance varía en el tiempo y en
el espacio. Las modificaciones de la cobertura vegetal, debidas a unas
oscilaciones climáticas o a unas acciones antrópicas, lo hacen fluctuar en
uno u otro sentido. En el espacio, los materiales rebeldes a la pedogé-
nesis, las pendientes fuertes, favorables a la morfogénesis, lo hacen des
favorable a la pedogénesis. Estos factores pueden yuxtaponer unos suelos
delgados, poco evolucionados, o unos suelos profundos. El concepto de
balance morfogénesis/pedogénesis se aplica únicamente a los fenómenos
taxonómicos muy diferentes. Cabe recurrir a él para enriquecer la noción
de catena, de toposecuencia, y darle una dimensión dinámica, También
nos podemos servir de él al nivel de los grandes ámbitos climáticos.
La elaboración de las nociones que acabamos de exponer ha ido íntima
mente unida a las investigaciones referidas a la cartografía geomorfológica.
En efecto, el trazado de planos es insustituible para el análisis de los as
pectos espaciales del medio natural.
La elaboración de la nomenclatura ha obligado a un esfuerzo de taxo
nomía mucho más riguroso que los efectuados hasta el momento.
2. Cartografía geomorfológica
95
grupo de cartografía (subcomisión), que ha gozado del apoyo de la UNESCO.
En el curso de numerosas reuniones, ha establecido una doctrina, adop
tada por la mayoría de los investigadores que trabajan en este campo.
Algunos habían pensado en establecer un texto universal y en imponerlo
mundialmente. En realidad, querer normalizar todos los sentidos figu
rados es un error. En efecto, queremos representar unos fenómenos com
plejos y extremadamente variados. Hacer con ellos un catálogo completo
es imposible: se producen y seguirán produciéndose durante mucho tiem
po descubrimientos en materia de formas y de procesos. Además, es im
posible multiplicar infinitamente los signos. Sobre un mapa, es posible sub
dividir cada vez más los fenómenos importantes sin llegar a encontrar
ningún ejemplo de tal o cual categoría. Por consiguiente, es necesaria la
máxima desenvoltura en la nomenclatura. Por otra parte, la elección de los
signos es menos importante que la misma concepción del mapa, su objeto,
su contenido, el método elegido para establecerlo. Son unos puntos que de
terminan la naturaleza de la información que se puede encontrar en él
y la calidad de esta información, y por consiguiente, la misma utilización
del mapa y su justificación. La subcomisión ha llegado a un acuerdo sobre
estas nociones, y esto es lo esencial.
96
factorio y, por consiguiente, debe ser completado. Se incorporan así al
mapa geomorfológico unos datos morfográficos (cualitativos) y morfomé-
tricos (cuantitativos), tales como, por ejemplo, la incisión del lecho de
los pequeños cursos de agua, la altura de las orillas, los bordes de los
bancales, las cornisas y los cornisamentos rocosos, las dunas, etc.
C. Realización
97
nales, al recurso a los símbolos. Da igual: lo esencial es poder disponer
de un instrumento eficaz y flexible.
Cada uno de los diferentes grupos posee su nomenclatura. Así pue-
den, por una parte, poner mayor énfasis en los problemas que consideran
fundamentales, y por otra adaptar sus alzados a los aspectos particulares
del medio sobre el que trabajan. El mapa geomorfológico de Francia
(nomenclatura R.C.P.) ha ido muy lejos en este camino. Su nomenclatura
ha sido objeto de un esfuerzo taxonómico especialmente intenso, jerarqui
zando las observaciones, disecando los diferentes aspectos de los objetos
estudiados sobre el terreno, y recomponiéndolos después gráficamente
sobre el mapa. Se basa en unos criterios precisos de identificación, adap
tados al trabajo de campo. Ofrecen una guía de investigación y una disci
plina intelectual propicias al progreso de la disciplina. Finalmente, esta
nomenclatura ha ido acompañada de un código numérico que permite el
tratamiento informático. Este esfuerzo se ha revelado muy útil cuando
los pedólogos decidieron, en el marco de una acción interdisplinaria, defi
nir con mayor precisión el entorno de los perfiles pedológicos.2 Ha sido
posible ofrecerles rápidamente el tipo de datos que deseaban.
La nomenclatura R.C.P. es flexible. Deja a cada autor la posibilidad
de incluir en el mapa los datos que le parezcan especialmente intere
santes, pero que no habían sido previstos inicialmente. Así, por ejemplo,
en algunas hojas de Normandía, Y. Dewolf ha diferenciado los limos cóli
cos carbonatados y los que no lo son; y en unos mapas alzados por el
Centro de geografía aplicada en los Andes de Venezuela, en región seca,
se han diferenciado varias intensidades de arroyada embrionaria y discon
tinua.
Los colores corresponden a los grandes sistemas morfogénicos: volcá
nico, litoral, fluvial, eólico, glaciar, periglaciar, xerico, templado, tropical
seco y húmedo. Dentro de cada uno de ellos, unos matices más o menos
pronunciados permiten indicar la cronología relativa de las formas siendo
representadas las más recientes en tono oscuro. Los procesos y las for
mas están representados mediante signos, en su mayoría a escala, y
algunos de ellos convencionales para indicar unas formas menores espe
cialmente importantes. Esta solución ha sido elegida porque los signos
pueden ser mucho más fácilmente multiplicables que los colores o las
tramas, así que era preferible utilizarlos en el tipo de información que
ofreciera una mayor variedad. Eso concede el máximo de flexibilidad y
en caso necesario permite introducir, en pequeña cantidad, unos signos es
peciales aparte de la nomenclatura. Los signos están concebidos de ma
nera que confieren una cierta cualidad plástica al mapa: están dispuestos,
según los casos, paralela o perpendicularmente a las curvas de nivel. De
98
este modo refuerzan visualmente en cada caso el fondo topográfico o
remedian su ausencia. El material está representado, en el caso de las
formaciones conexas, en los colores que corresponden al sistema morfo-
génico que lo ha situado, y en el caso del sustrato en una serie de
tintas neutras que ayudan a destacar las unidades morfoestructurales.
Cuando las formaciones superficiales tienen menos de 0,75 m de espesor,
están representadas en sobrecarga sobre el sustrato. Sólo aparecen cuando
superan los 0,75 m de espesor. Unos signos convencionales permiten
representar, en caso necesario, las formaciones desmanteladas o muy del
gadas (menos de 0,25 m de espesor), por ejemplo unos cantos rodados
de cuarzo esparcidos en la superficie de las llanuras calcáreas.
Concebido de este modo, el mapa geomorfológico es un documento
básico. No está especialmente adaptado a las necesidades de las discipli
nas conexas o de la ordenación, cosa que, por otra parte, no es su objeto.
Constituye una primera etapa de inventario científico, a la que sigue,
en caso necesario, una segunda etapa, la de las investigaciones aplicadas
dotadas de un objetivo específico.
Los mapas geomorfológicos, principalmente cuando han sido estable
cidos de acuerdo con los métodos del Centro de geografía aplicada o
de la R.C.P. 77, aportan a los pedólogos una ayuda directa. Les ofrecen
un conocimiento de las condiciones de la pedogénesis. En efecto, reúnen
todos los datos fisiográficos que pueden necesitar, y representar, además,
la naturaleza de los materiales en los que se desarrollan los suelos, los
procesos que intervienen y han intervenido en el pasado sobre el mode
lado. Por ejemplo, un bancal está representado con la indicación del ma
terial que lo constituye y de su edad. Los restos de formas de acumula
ción se diferencian de los retoques que ha podido experimentar desde la
formación de los aluviones que lo constituyen: recubrimiento por unos
coluviones, disección por unos pequeños valles, intersección por unos
glacis, etc. Cada una de estas manifestaciones ha influido sobre la pedo-
génesis. En los restos de formas de acumulación original, el suelo ha
comenzado a formarse a partir del final del aluvionamento. En cambio,
allí donde unos coluviones recubren el bancal, la pedogénesis puede haber
interferido con la acumulación durante su formación y después, cuando está
terminada, se ha ejercido libremente, sin interferencias. La precisión de
dicho tipo de mapa es muy superior a la descripción fisiográfica. En
efecto, no sólo están inventariadas las unidades geomórficas, sino que se
sigue paso a paso su evolución desde su elaboración inicial hasta la época
actual. La morfogénesis se estudia en detalle. Finalmente se analizan los
procesos y se ponen en evidencia los sistemas morfogénicos. En 1954 se
elaboró el primer mapa geomorfológico francés. Fue alzado en el delta del
Senegal por un equipo de Estrasburgo, a petición de la Misión de orde
namiento del Senegal, para ayudar a los estudios pedológicos así como al
ordenamiento.
Los mapas geomorfológicos permiten definir sin dificultad el grado
99
de estabilidad de los medios naturales. Son la base del método de inte
gración dinámico presentado en el capítulo anterior.
Pero también es posible asociar las observaciones geomorfológicas y
pedológicas a fin de delimitar unas unidades caracterizadas por ciertos
tipos de relaciones morfogénesis/pedogénesis, especialmente los balances
morfogénesis/pedogénesis. De ese modo se obtienen unos mapas morfope-
dológicos, de los que hablaremos en el próximo capítulo.
Para las necesidades del ordenamiento, especialmente de la conserva
ción y de la protección, las observaciones geomorfológicas pueden ser
presentadas de una manera especial y diferente de los mapas geomorfo-
lógicos. Estos últimos son necesariamente complejos y se refieren a unos
tipos de información que no son útiles para la acción. Por otra parte, ésta
exige unas precisiones mayores respecto a algunos aspectos especiales. Para
satisfacerlos, se llega, por consiguiente, a unos tipos de mapas especiales,
adaptados a las necesidades específicas de cada proyecto. Es evidente que
estos mapas especiales se apoyan en unos alzados regulares cuando éstos
existen, de la misma manera que los mapas mineros sobre los mapas geo
lógicos. Pero su nomenclatura, su grado de precisión, y en ocasiones su
escala, son diferentes.
100
ligro es el arrastramiento de las partículas por las aguas corrientes. Sólo
se habla de «erosión», jamás de acumulación, así como tampoco de defla
ción, pese a los buenos trabajos efectuados sobre este fenómeno por el
americano Chepil. De esta manera se recomienda el tratamiento por
cunetas, método brutal que destruye los suelos y ocasiona con frecuencia
daños que a veces pueden ser dramáticos. Es frecuente, en efecto, que
las cunetas provoquen, sobre todo al cabo de algunos años, desborda
mientos con motivos de las grandes riadas. En tal caso concentran el
agua, que abre rápidamente un barranco. Sucede entonces que el agua,
al infiltrarse, hace pasar los materiales arcillosos al estado líquido. Son
numerosas las banquetas que han desencadenado unos movimientos de
masa destructores. Marruecos vivió una triste experiencia de ello en el
Rif, poco después de la independencia. Túnez también.
Para las necesidades de la conservación, es necesario disponer de ma
pas en los cuales se represente la litología, determinadas características de
los suelos (especialmente compacto) y los diferentes procesos morfogé-
ntcos. Dichos mapas permiten asimismo precisar la procedencia de los
sedimentos susceptibles de taponar un embalse. Pero, para ello, hay que
completarlos con los datos relativos a las interrupciones de los flujos
de materiales y a las represas de residuos almacenados, especialmente me
diante la zapa de orillas de corrientes de agua.
101
sobre unos procesos diferentes. Entregarse a importantes movimientos de
tierras en un lugar donde existen peligros de movimientos de masa signi
fica exponerse a gravísimos daños, pues se dispone de escasos métodos
eficaces para impedir su desencadenamiento, y los pocos que existen son
muy costosos. El conocimiento de este peligro es un importante elemento
de decisión. Cuando no hay otra alternativa, tomando determinadas pre
cauciones en la dirección de las obras y en los tipos de obras, se puede
limitar el peligro. En caso contrario, puede suceder que nos veamos obli
gados a abandonar una carretera o un canal en el que ya se ha invertido
mucho dinero. Además, con mucha frecuencia se han puesto también en
marcha unos procesos de degradación que afectan el medio natural cer
cano y que ya no se puede dominar. Hay una carretera, en Venezuela,
que ha costado muchos millones de bolívares por kilómetro antes de
convertirse en prácticamente inutilizable. Los deslizamientos de terreno,
en granito podrido, que ha desencadenado, avanzan rápidamente hacia lo
alto de la vertiente, destruyendo centenares de hectáreas. Ofrecen asimis
mo enormes masas de arenas al curso de agua vecino, que las deposita
sobre una llanura aluvial y sobre las tierras de la llanura inclinada al pie
de la montaña, que se perderán.
Los seísmos plantean un problema especial. No es posible impedir
su aparición; por consiguiente, sólo cabe intentar protegerse de sus efec
tos. Ahora bien, las diversas unidades geomorfológicas reaccionan de
manera diferente a las sacudidas. En algunas vertientes poco estables se
producen desprendimientos y se forman corrientes de barro. En el Perú,
donde se nos pidió que interviniéramos a consecuencia del seísmo del 31
de marzo de 1970, pueden desprenderse masas de hielo de glaciares en
retroceso, deslizarse a una velocidad enorme sobre las rocas acanaladas
por la erosión, y precipitarse sobre el valle vecino. En un intervalo de
menos de diez años, las aldeas de Ranrahirca y de Yungay fueron destrui
das y todos sus habitantes muertos por este fenómeno. Los terrenos poro
sos, impregnados de agua, están sometidos a unos apisonamientos que
expulsan el agua. Con ello aumenta la amplitud de las sacudidas, lo que
ocasiona más daños. La subida del agua, que a veces forma una capa
en la superficie, daña las casas. Todos estos tipos de peligros pueden ser
descubiertos, y una vez efectuada dicha operación se pueden alzar unos
mapas que hagan aparecer su agudeza y su naturaleza. En las regiones
del Perú afectadas por el seísmo de 1970, a título de ayuda francesa, el
Centro de geografía aplicada estableció dichos mapas. Sobre el fondo topo
gráfico, se representan en rojo las áreas peligrosas con indicación del tipo
de proceso que puede desencadenarse en caso de seísmo. Se han valorado
tres grados de intensidad de peligro. Las manifestaciones hídricas aparecen
en azul (lugares susceptibles de inundarse bajo el efecto del apisonamiento
de los terrenos).
Así, pues, la geomorfología interviene bajo diferentes aspectos en el
estudio geográfico y en el ordenamiento del medio natural:
102
— ofrece una de las bases de la foto-interpretación;
— permite situar los fenómenos de pedogénesis en su marco dinámico;
— define un cierto tipo de obstáculos que el ordenamiento debe tener
en cuenta;
— ofrece un principio de integración para el estudio ecográfico. Este
principio consiste en definir los tipos de medios en función de su grado
de estabilidad morfodinámica, cosa que facilita el estudio de las demás
componentes del sistema natural y permite insertar mejor en los diferentes
medios las actividades humanas que significa su ordenación.
BIBLIOGRAFIA
Es imposible ofrecer aquí una bibliografía de todas las obras que ofrecen un
panorama de las orientaciones de la geomorfología y de sus diferentes aplica
ciones. Nos limitaremos a una selección de títulos efectuada en la perspectiva del
capítulo y rogamos al lector interesado que utilice las bibliografías de las obras
citadas.
Nos limitaremos a unas cuantas obras de fácil acceso que puedan servir de ini
ciación a la disciplina.
Birot P., 1958, Morphologie structurale, col. Orbis, P.U.F., París, 2 vols.,
464 pp., 100 ilustraciones.
B irot P., 1959, Précis de géographie pbysique générale, Colín, París, 403 pp.,
82 ilustraciones.
La geomorfología sólo ocupa un lugar limitado, pero, a diferencia del título
anterior, se abordan los aspectos dinámicos y climáticos.
C h o l l e y A., 1950, «Morphologie structurale et Morphologie climatique», An
uales de géographie, LIX, pp. 321-335.
Excelente visión de conjunto metodológica.
D erruau M., 1967, Précis de géomorphologie, Masson, París, 5.* edición, 416 pp.,
162 ilustraciones, 61 planchas f. t.
Excelentes ilustraciones.
D erruau M., 1969, Les Formes du relief terrestre, Masson, París, 120 pp.,
111 ilustraciones.
Resumen del anterior.
E asterbrook D. J., 1969, Principies of Geomorpbology, McGraw Hill, Nueva
York, 462 pp.
Manual norteamericano que concede una importancia relativamente grande
a los procesos. Fotografías aéreas y extractos de mapas topográficos.
103
F airbridge R. (ed.), 1968, The Encyclopedia of Geomorphology, Reinhold
Book Corp., Nueva York, 1295 pp.
Monografías sobre los diferentes temas, presentados por orden alfabético.
Cómodo.
L eopold L. B., Wolman M. G., M iller J. P., 1964, Fluvial Processes in Geo
morphology, Freeman, San Francisco-Londres, 522 pp., 128 ilustraciones,
48 cuadros.
Obra excelente, que trata de los problemas de disección y de modelado de
las vertientes.
L ongwell C., F lint R., S anders J., 1969, Pbysical Geology, Wiley & Sons,
Nueva York, 685 pp.
Manual de geomorfología bastante representativo de la geomorfología ame
ricana. Excelentes fotografías.
M arkov K. K., D obrojedow O. P., O rlow I. A., Sudakov N. G., Suje -
towa J. A., 1971, Einführung in die allgemeine physische Geographie,
trad. alemana H. Haack, Gotha-Leipzig, 164 pp., 31 ilustraciones, 1 mapa
color f. t.
Representativo de la geografía soviética. Muy conciso, su valor fundamental
reside en la orientación metodológica.
P itty A., 1971, Introduction to Geomorphology, Methuen, Londres, 526 pp.
Excelente manual, de concepción muy moderna.
St r a h le r A., 1970, Introduction to Pbysical Geograpby, Wiley & Sons, Nue
va York, 457 pp.
La geomorfología es sucinta, pero está tratada de manera sistemática.
T ricart J., 1968-1973, Précis de géomorphologie, S.E.D.E.S., París; t. I:
Géomorphologie structurale; t. II: Géomorphologie dynamique; t. III:
Géomorphologie climatique.
T ricart J., Cailleux A., Traité de géomorphologie, S.E.D.E.S. París; t. I-V:
Géomorphologie climatique.
Gran obra de referencia, sin equivalente. Abundantes bibliografías analíticas
y críticas al final de cada capítulo.
T ricart J., L utz G., R imbert S., 1970, Introduction á l’utilisation des pho-
tographies aériennes en géographie, géologie, écologie, aménagement du
territoire, S.E.D.E.S., París; t. I: Notions générales, données structurales,
géomorphologie, 274 pp., 68 ilustraciones.
No supone únicamente la exposición de un método, sino también unas foto
grafías aéreas, en su mayoría montadas en parejas estereoscópicas, y unos
ejercicios de interpretación de dificultad graduada.
V iers G., 1967, Eléments de géomorphologie, Nathan, París, 208 pp., 119 ilus
traciones.
Pequeño volumen elemental, que contiene ideas interesantes.
2. A spectos m etodológicos
La mayoría de las obras que acabamos de citar suponen unas visiones meto
dológicas. Aquí siguen algunas referencias.
C h o r ley R. J., Geomorphology and General Systems Theory, United States
Geological Survey, Professional Paper 500-B.
104
C h o r l e y R. J., 1963, «Diastrophic Background on Twentieth-Century Geo-
morphological Thouhgt», Bulletin of The Geological Society of America,
LXXIV, pp. 953-970.
C h o r ley R. J., D unn A. J., B eckinsale R. P., The History of the Study of
Landforms or The Development of Geomorphology, Methuen & Co, Wiley
& Co, Nueva York-Londres-Toronto.
Colección en curso de publicación. El primer volumen cubre el período
predavisiano, el segundo la vida y la obra de W. M. Davis.
D emangeot A., 1967, «Les Tendances de la géomorphologie fran^aise», Acta
Georgraphica, l “r trimestre, pp. 8-18.
Insiste sobre la posguerra. Pone de manifiesto las grandes tendencias.
D ury G. H., 1972, «Some Current Trends in Geomorphology», Earth-Science
Review, 8, pp. 45-72.
Util panorama de los últimos quince años, bibliografías.
D ylik J., 1964, «Some Remarks on the Development of Modern Geomorpholo
gy in Poland», Czasopismo Geograficzne, XXXV, pp. 259-277.
Buen cuadro histórico, insiste sobre la importancia de los recientes cambios
de métodos.
G ellert J., 1968, «The System of the Morphogenesis and Morphogenetic Clas-
sification of the Earth Surface Forms as the Basis of the Conception of
Geomorphological Maps (State March 1969)», Studia Geographica, Brno,
pp. 52-56.
T ricart J., 1965, Principes et Méthodes de la géomorphologie, Masson, París,
496 pp., 36 ilustraciones, 8 planchas fotográficas, 1 mapa color f. t.
Exposición sistemática, discusión de los diferentes problemas metodológicos.
Importantes bibliografías.
3. Aplicaciones de la geomorfología
105
Buena puntualización, bibliografía.
Míe H e l P., 1966, «Les Applications des recherches géomorphologiques en
Afrique occidentale», Revue de géographie de VAfrique occidentale, n.° 3,
pp. 37-60.
Excelente panorama regional.
M orariu T., T ufescu V., 1965, «Problémes de géographie appliquée en Rou-
manie», Revue de géomorphologie dynamique, XV, pp. 34-39.
Pujos A., Raynal R., 1959, «La Géomorphologie appliquée au Maroc»,Rév«e
de géomorphologie dynamique, X, pp. 103-105.
T ricart J., 1959, «Enquéte sur les organismes faisant des recherches de géo
morphologie appliquée: le Centre de géographie appliquée (Université de
Strasbourg)», Révue de géomorphologie dynamique, X, pp. 85-96.
Número totalmente dedicado a la geomorfología aplicada.
T ricart J., 1962, «Panorama et Problémes de la géomorphologie appliquée dans
le monde», Révue de géographie du Maroc, n.° 1-2, pp. 11-18.
T ricart J., 1962, L ’Epiderme de la terre. Esquisse d’une géomorphologie
appliquée, col. Evolution des Sciences, Masson, París, 167 pp., 35 ilustra
ciones.
Puntualización fácil de leer.
T ricart J., 1971, «Les Etudes géomorphologiques pour la conservation des
terres et des eaux», Options méditerranéennes, octubre, n.° 9, pp. 94-99.
V erstappen H. T., 1968, «Etudes géomorphologiques de l’Institut central de
recherches sur les zones arides (Inde)», Nature et Ressources, U.N.E.S.C.O.,
IV (3), pp. 5-9.
Zvonkova T. V., 1959, Estudio del relieve para objetivos prácticos, Gos. Izd.
Geogr. Lit., Moscú, 304 pp., 59 ilustraciones (en ruso).
Panorama de las investigaciones soviéticas y de los métodos utilizados en
la U.R.S.S.
Z vonkova T. V., 1960, «Applications pratiques de la géomorphologie en
U.R.S.S.», Revue de géomorphologie dynamique, XI, pp. 122-124.
Un mapa geomorfológico de Francia, cuyas partes son las del mapa topográfico
a escala 1/50.000, está en curso de confección. El trabajo avanza lentamente,
por falta de medios. Las hojas publicadas s evenden en el «Service de carto
graphie géographique» (C.N.R.S.), 191, rué Saint-Jacques, 75005, París, y en
el B.R.GJM.
106
3
107
térra). Se produjo un primer cambio más tarde bajo el impulso de Risler
en Francia y de Staring en Holanda: se abordaron las relaciones entre el
suelo y la geología y se obtuvieron considerables éxitos durante diez años.
Risler describía los caracteres agrícolas de los suelos clasificándolos en
relación con las formaciones geológicas. «E s a la vez la clasificación más
científica y la más práctica», dijo (citado por G. Gaucher) en la sesión
inaugural de su curso de agricultura comparada en el Instituí National Agro-
nomique en 1878. El trabajo de estos geólogos de formación desembocó en
la elaboración de mapas agro-geológicos y en descripciones regionales del
suelo. A pesar de este trabajo serio aparecido en su «geología agrícola»,
Risler centró su estudio en la estratografía de los materiales geológicos
mucho más que en la naturaleza misma de las rocas. Lagatu, alumno de
Risler, retomó más adelante el punto de vista agro-geológico introducien
do algunos matices: mucho más centrado en la naturaleza mineralógica de
los materiales, su consistencia, su porosidad; fue también un precursor del
concepto de «material original»; geólogo de origen, supo sin embargo do
minar la noción de estratografía, por tener ya presente la noción de alte
ración.
108
— el suelo es un medio especial resultante de una formación continua
o pedogénesis;
— la influencia del clima es predominante en la pedogénesis;
— solamente el estudio de la pedogénesis permite poner de relieve
las características esenciales de los tipos de suelos.
1. El suelo y la pedología
109
y el de los organismos vivos terrestres, todas las fases de evolución del
primero deben necesariamente influenciar la evolución del otro. De ello
se deduce que el suelo es una materia mineral alterada en la que se
desarrolla una vida orgánica.» G. Aubert (1962), por el contrario, «consi
dera el suelo en su perfil total desde la roca inalterada que le ha dado
vida hasta su superficie». Por último, más recientemente, Jamagne defi
nió el suelo como «la parte superior de la litosfera que evoluciona bajo
la influencia de los factores externos, es decir la hidrosfera, la atmósfera
y la biosfera», lo que le induce a escribir que la pedología es «la ciencia
que estudia la génesis de esta formación superficial así como las propieda
des que adquiere bajo la influencia de estos factores». De este modo la pe
dología amplió y revolucionó el concepto de suelo considerándolo un medio
capaz de evolución. El estudio de esta evolución constituye la pedogénesis.
2. La pedogénesis
110
El suelo, objeto de la pedología, se encuentra situado en el marco de
los fenómenos naturales y se puede definir por unos caracteres originales
que se definen así (G. Gaucher, 1968):
111
muy diferentes de las rocas definidas por los geólogos. Comprenden los
productos de alteraciones y los que han sido desplazados.
El análisis de algunos casos concretos nos ayudará a intentar clarifi
car la controversia.
112
nivel... pero, ¿cómo discernir este límite que es mucho más teórico
que real?
3. Las clasificaciones
113
El objetivo final de la clasificación consiste en llegar (P. Duchaufour,
1970) a «una clasificación única, jerarquizada, que comprenda todas las
categorías de unidades; una clasificación de conjunto debe presentarse en
forma de una pirámide: las unidades superiores, poco numerosas, forman
do la cúspide, las unidades inferiores cada vez más divididas y numerosas,
formando la base». Si nos quedamos en las unidades superiores las bases de
las clasificaciones son los procesos fundamentales de evolución del perfil,
de ahí el uso del término de clasificación genética.
Si las primeras clasificaciones se centraron exclusivamente en un factor
dominante, las clasificaciones más recientes han matizado este punto de
vista y se basan del mismo modo en los caracteres del conjunto del perfil
pedológico, considerando que estos caracteres son la resultante del proce
so evolutivo.
La primera clasificación genética fue la clasificación climatológica,
propuesta por Dokutchaev y sus discípulos, que dividían los suelos en
tres grandes grupos superiores en función de la influencia del clima: sue
los zonales, suelos azonales y suelos intrazonales. Estas ideas aplicables
en Rusia, en inmensas regiones donde el clima es un factor preponderante,
tenían que haber sido matizadas en otros países y especialmente en las
regiones mediterráneas. En los Estados Unidos, después de Marbut (1927),
quien insistió sobre la importancia de las características de los propios
suelos, la clasificación de Balwin, Kellog y Thorp (1938) se basó también
en el clima a nivel de unidades superiores, siendo definidos los grandes
grupos a partir de las propiedades de los suelos. También se han elabo
rado clasificaciones basadas en las propiedades químicas de los suelos: cla
sificaciones fundamentadas en la saturación del complejo que se aborda
(Gedroiz, 1929) y sobre la naturaleza de la colada analizada en el «perco-
lado» (Pallmann, 1947). Por último se hicieron otras clasificaciones a
partir del grado de colada y el clima (Robinson, 1949).
El acento de las clasificaciones más recientes recae en los caracteres
morfológicos del suelo, entendiéndose que estos mismos reflejan e inte
gran los procesos evolutivos (Kubiena, 1953, después Muckenhausen,
1957).
En la clasificación australiana de Stephens (1956) se diferencian las
unidades por la morfología según caracteres que traducen las diferencias
genéticas.
Nos detendremos más en las clasificaciones norteamericanas y francesa,
que actualmente son los mejores ejemplos de todas estas clasificaciones cen
tradas en los caracteres de los suelos, dando cuenta de un proceso evo
lutivo.
A. La clasificación norteamericana
114
USDA Soil Conservation Service, llamado Soil Classification. A Compre-
hensive System. 7th Approximation, presentado por primera vez por
D. Smith en Madison (U.S.A.) en 1960 se expuso de nuevo en el Simpo-
sium internacional de clasificación de los suelos de Gante en 1962.
Las unidades de este sistema «se definen por las propiedades del suelo
que pueden ser observadas, detectadas o medidas... La decisión de definir
las nuevas unidades en función de propiedades del suelo se basaba en las
siguientes consideraciones» (D. Smith):
115
CAPACIDAD DE UTILIZACION DE LAS TIERRAS:
CLASIFICACION NORTEAMERICANA1
C lase 1
C lase 5
C lase 6
B. La clasificación francesa
118
clasificación pedológica debe, sin embargo, ser siempre una clasificación de
los propios suelos, y no convertirse en la de sus modos de formación.
Al nivel de las unidades superiores se ordenan los suelos que tienen
en común las características principales siguientes (C.P.C.S., 1967):
Las otras unidades son definidas por unos caracteres morfológicos del
perfil que corresponden a unos procesos de evolución de estos suelos
(grupos), de intensidad de este proceso o de procesos secundarios (sub
grupo). Las unidades inferiores tienen en cuenta caracteres menos gené
ticos y se utilizan sobre todo para las cartografías de detalle. La unidad
taxonómica de base para esta última, utilizada por el Servicio cartográfico
de Francia es la serie, que se divide a su vez en series derivadas, va
riantes, fases. Forman parte de una misma serie (Jamagne, 1967) «todos los
suelos que presentan igual sucesión de horizontes genéticos desarrollados
en un material original de la misma naturaleza y que presentan una eco
nomía hídrica análoga». Así, pues, las series son definidas por dos ele
mentos esenciales: un elemento litológico: el material original; un ele
mento pedológico: el desarrollo del perfil; al explicar la economía de
agua del drenaje interno del suelo, según los mismos términos de la clasi
ficación, la serie constituye la etapa previa a su interpretación genética.
El punto de partida es la observación del perfil y la búsqueda prioritaria
de criterios de identificación. El suelo sigue siendo el objeto principal a
cartografiar.
C. La clasificación de la FAO
119
unos costos muy elevados. Así, pues, se imponía la necesidad de una
armonización de las clasificaciones que desembocase en un sistema inde
pendiente de cualquier escuela, si se quería llevar a buen término este
objetivo, por otra parte muy loable en sí mismo. Este fue el origen del
sistema de clasificación propuesto por la FAO (Dudal, 1968). Esta ope
ración se revelaba muy difícil en la medida que los principios de base de
las clasificaciones eran muy distintos. Sin embargo, si bien el espíritu dife
ría, se reveló la existencia de una cierta convergencia a un determinado
nivel de clasificación: el grupo. El trabajo consistió, pues, en armonizar
los distintos grupos dotándoles de una nueva definición, mucho más que
en concebir las bases de una nueva clasificación. Al no tropezar con
ninguna susceptibilidad de escuela, el «reagrupamiento» de la FAO logró
imponerse a pesar de las críticas que se le formulan. Los numerosos gru
pos así definidos se reagruparon en veinticuatro categorías, que proba
blemente serán modificadas. Los trabajos del subcomité de correlación
de los suelos para el Africa Occidental creado en 1971 por la FAO des
pués de las reuniones preliminares de Kumasi (Ghana, 1970), están
dirigidos, entre otros objetivos, a mejorar la armonización entre el siste
ma FAO y las otras clasificaciones utilizadas en Africa. Estas categorías
son definidas a partir de criterios más geográficos que morfológicos.
Actualmente, sin embargo, las clasificaciones norteamericana y fran
cesa siguen siendo las más utilizadas por los pedólogos de expresión fran
cesa; por esta razón n®s limitaremos a comparar las dos últimas y a
examinar en qué medida pueden utilizarse para comprender el estudio del
marco ecológico y de su ordenamiento, objeto de nuestras preocupaciones.
120
fiesta desde hace poco sobre un material calcáreo revelado por la erosión,
no se toma en cuenta. Al estar ausentes del perfil las propiedades mor
fológicas resultantes de estos procesos, señalarlas se considera una inter
pretación; y, por consiguiente algo subjetivo. Esta preocupación por la
objetividad explica la importancia dada por los clasificadores norteame
ricanos a los horizontes diagnósticos y principalmente a los de profundi
dad, ya que se sitúan fuera de las modificaciones posibles tales como la
puesta en cultivo por ejemplo. Las propiedades que permiten una dife
renciación, y de las cuales los clasificadores buscan la permanencia, de
bieran ser, según las palabras de D. Smith (1962), «medibles, visibles o
tangibles. Las más útiles son las que pueden ser medidas o estimadas
cuantitativamente sobre el terreno». Este sistema admite la génesis en
tanto que proceso de formación de los suelos, pero no figura en su defi
nición... Así, pues, la caracterización de un suelo sobre el terreno puede
hacerse sin análisis del medio de pedogénesis, y casi sin tomar en cuenta
el entorno del perfil... El factor tiempo también se tiene en cuenta, pero
bajo un aspecto que se podría calificar de negativo; en efecto, sólo se
buscan las huellas medibles que han dejado en el suelo uno o varios pro
cesos, cualquiera que sea su duración. En estas condiciones, apreciar una
evolución es imposible. Sólo cuenta el resultado, podríamos afirmar para
resumir esquemáticamente esta concepción.
Ninguno de los aspectos de esta perspectiva que aparecen en carto
grafía es desdeñable. Se ha impuesto una cierta disciplina de las aprecia
ciones permitiendo una uniformización de las observaciones que facilita
las comparaciones. En el plano cartográfico, conduce a una homogeneiza-
ción que hace menos difíciles las comparaciones. Por otra parte, los crite
rios de diferenciación obedecen a unas normas que evitan divergencias
demasiado fuertes de interpretación de hechos naturales; se evita de
este modo una excesiva diversidad contra la que los norteamericanos han
procurado preservarse. Sin embargo, este exceso de cuantificación conduce
a una rigidez que hace condenar tales concepciones y este sistema de clasi
ficación, por lo menos para aprehender la complejidad del medio natural.
En primer lugar, en el plano práctico, pues si bien la codificación llevada
al extremo facilita el trabajo del especialista, no por ello permite una ade
cuada visión del medio físico. Un buen manual de referencia se convierte,
en efecto, en la herramienta fundamental del pedólogo que, en último
término, puede ser reemplazado por un buen lector de códigos; la propia
cartografía puede ser elaborada, en estas condiciones, «en casa»: se car-
tografían unas características mucho más que la naturaleza. La mente,
asegurada por un enorme arsenal de normas que podrán dar la solución,
deja de buscar a su alrededor, no busca las «correlaciones naturales» tan
útiles, sin embargo, en suma, deja de razonar en términos de naturalista,
cosa que debe seguir siendo la base de la cartografía. Sin querer caer en
una polémica fácil, no creemos que este método pueda «facilitar la carto
grafía de los suelos con fines prácticos, una cartografía cuyo objetivo sea
121
el mejoramiento de la agricultura». Este mejoramiento depende de canti
dad de otros parámetros que el mismo suelo, incluso en un paisaje, es
incapaz de integrar por sí solo.
Desde el punto de vista del método seguido, la búsqueda de criterios
permanentes y situados sobre todo en profundidad nos parece peligroso
para abordar los problemas del ordenamiento del medio físico. Es evidente
que la apreciación de estos criterios permite en cierta medida, explicar una
evolución pasada, a través de la huella que dejan sobre los suelos o los
procesos que dirigieron. Esforzarse en encontrar en el suelo las señales de
un proceso determinado para saber si este proceso sigue desarrollándose
o ya se ha desarrollado, es consecuencia, también, de una buena intención
metodológica. Sin embargo, a fuerza de querer cuantificario y medirlo
todo, sin querer referirse demasiado a los fenómenos superficiales, se exclu
ye el estudio de la evolución actual, y especialmente de la morfodinámica,
que tiene la importancia que sabemos en la organización de los suelos; el
análisis dinámico no puede incorporarse, el espíritu mismo de la clasifica
ción norteamericana no lo permite. En efecto, ¿cómo cuantificar, una deso
xidación de superficie, ya que elimina toda posibilidad de formular un diag
nóstico al nivel de horizonte? ¿Cómo definir un aporte coluvial actual, en la
base de un campo (por ejemplo recubrimiento de cepas a consecuencia de
malas prácticas de cultivo en la parte superior), ya que este aporte coluvial
se traduce en una aportación de materiales heterogéneos, en la textura, el
espesor, la estructura, la porosidad, etc., no organizada en horizontes? «Las
propiedades de un suelo que han desaparecido o que todavía no se han desa
rrollado no pueden ser, pues, utilizadas uniformemente para clasificar los
suelos. Como estas propiedades han desaparecido actualmente, su utiliza
ción se convierte en puramente subjetiva» (D. Smith, 1962). A partir de
ahí, se entiende que toda esta dinámica, que traduce la evolución actual,
no pueda ser tomada en cuenta por los clasificadores norteamericanos. Sin
embargo, estos fenómenos son esenciales para identificar tanto en su natura
leza como en su intensidad el ordenamiento del medio físico. Entiende,
por consiguiente, lo difícil que es la utilización de esta clasificación para
los técnicos que quieren dominar los métodos racionales de revalorización
de las tierras.
122
(D. Smith, 1962). Es posible responder, como por otra parte hizo
G. Aubert el año 1962 en Gante, que, cuando el perfil está erosionado,
el suelo retorna a la categoría a la que pertenecería de no existir la erosión,
después de la comparación con los suelos parecidos de perfil completo.
Otras modalidades permiten, si tal eventualidad no es posible, relacionar
este perfil con otras unidades taxonómicas de nivel variable. Sin embargo,
la materia orgánica (composición y reparto) que condiciona la migración
de las soluciones que influyen sobre las formas de alteración, está en el
origen de unos procesos mayores que se traducen en la individualización
de un horizonte humífero que interviene en la definición de las unidades
superiores de la clasificación; así es como las investigaciones se dirigieron
hacia los suelos vírgenes, pero eso supone unas condiciones especiales
del medio, difíciles de generalizar, esencialmente las condiciones de esta
bilidad, que colocan el suelo en situación de biostasia. Si por cualquier
causa (roturación, modulación del clima), se desarrollan procesos de mor
fogénesis (desoxidación, recubrimiento...) que afectan a la parte super
ficial de los suelos, el ambiente biológico de los suelos se modifica. Nuevas
tendencias de la pedogénesis pueden imponerse sobre un perfil cuya mor
fología conserva las huellas del medio anterior, hasta alcanzar la elabo
ración de una nueva organización del suelo; la evolución del pasado crea,
en efecto, un antecedente para la siguiente; esta nueva pedogénesis, que
es importante definir, puede ser distinta de la que se va realizando en los
suelos vecinos de perfil completo; de igual manera, en el caso de los
«suelos poco evolucionados por la erosión» es esencial conocer las condi
ciones de la pedogénesis que están en el principio del horizonte humífero
nuevamente formado, porque el estudio de un suelo no está terminado
en tanto que no se conozca su pedogénesis» (G. Gaucher 1968). Todas
estas modificaciones surgidas de una dinámica perpetua son a veces difí
ciles de evidenciar a través de la actual clasificación.
Los clasificadores norteamericanos, muy centrados en el rigor de las defi
niciones de los criterios, prefirieron por esta razón dedicar sus esfuerzos a
los horizontes inferiores del perfil, lo que no resuelve de todos modos el
problema fundamental. Sin embargo, el punto de vista dinámico no queda
totalmente excluido en la clasificación francesa, pero aparece a niveles
taxonómicos muy distintos según los tipos de suelos, del grupo a la fase,
dirigiéndose sobre todo esta última a las modificaciones débiles y tempo
rales. Esta ponderación desigual infravalora y sobre todo diluye la impor
tancia del papel de la morfodinámica, causa no desdeñable de la evolución
del complejo modelado-suelo. En la práctica, esta dilución puede crear una
cierta heterogeneidad en las unidades cartográficas: la degradación o la
desoxidación de los suelos podrá aparecer por ejemplo, al nivel de sub
grupo, ya que la unidad más próxima, afectada por los mismos procesos,
aparecerá en otro sub-grupo evidenciando otros caracteres; eso puede dar
lugar a una heterogeneidad perjudicial para la lectura y la utilización má
xima de los mapas pedológicos.
123
Entre las dos clasificaciones analizadas hay divergencias fundamentales:
la utilización abundante de los horizontes diagnósticos domina el ñ ° enfo
que; la importancia dada a la materia orgánica caracteriza la francesa. Am
bas, sin embargo, y en eso son parecidas a muchas otras clasificaciones, dan
prioridad a los caracteres del suelo; se clasifican los suelos y no sus facto
res de formación; en eso se les puede atribuir un carácter general descrip
tivo. Los mapas pedológicos, que son el reflejo de las clasificaciones, están,
como es lógico, centrados esencialmente en el objeto suelo. Ciertos mapas
contribuyen al conocimiento científico de un territorio, y por dicha causa
está justificada su existencia. ¿Significa esto, sin embargo, que son sufi
cientes, actualmente, para responder a todas las preguntas que se hacen
los responsables del ordenamiento. En otras palabras: ¿basta el mero cono
cimiento de los suelos para administrar convenientemente el medio natu
ral? La respuesta a estas dos preguntas proporcionará las bases de nuestro
enfoque cartográfico. Hemos visto, en efecto, en las páginas anteriores,
que, para nosotros, el medio natural es un sistema caracterizado por una
interacción entre una serie de fuerzas diversas. La finalidad de nuestros
estudios es comprender la estructura de los diversos sistemas naturales, con
el fin de descubrir y determinar unas formas de intervención que permitan
aumentar la productividad, manteniendo las potencialidades. Nuestro mé
todo se basa en gran parte en el estudio de las interacciones que tienen
lugar entre los diversos componentes de este sistema. Un ordenamiento
no consiste en intervenir en un medio inerte; repitámoslo una vez más:
consiste en modificar y reemplazar una dinámica existente por otra. Estu
diar un ordenamiento, es determinar cómo se insertará una acción en la
dinámica natural para corregir ciertos aspectos desfavorables y para faci
litar la explotación de los recursos ecológicos que ofrece el medio. Nume
rosos pedólogos, entre los que se enfrentan regularmente con los proble
mas prácticos y especialmente los del IRA T,1 han tomado conciencia poco
a poco de que el «cambio» de un medio provocado por un ordenamiento
dependía de muchos datos y que, en cualquier caso, no podía clarificarse
únicamente por medio de la pedología, demasiado dedicada a la descripción
del perfil y de los horizontes; el punto de vista dinámico debe situarse en
cabeza del enfoque; debe guiar la clasificación de los medios naturales
al nivel taxonómico más alto. Parece lógico conocer el medio antes de
explotarlo, es decir, analizar las fuerzas que lo forman y sus interacciones.
Se trata de evidenciar esta dinámica que se desarrolla en un relieve que
ha contribuido, en el transcurso del tiempo, a modelar y que el hombre
explota y modifica: la pedología a secas no puede pretender responder a
todas estas preocupaciones. Esta es la razón que nos ha inducido a insertar
la pedología en un enfoque mucho más amplio. Este enfoque interdisci
plinario desemboca normalmente en un método cartográfico de nuevo
124
género, mucho más adaptado, según creemos, a los problemas prácticos
de la valorización. Después de haber expuesto el enfoque, abordaremos
más detalles de los diferentes mapas que alzamos.
125
de los métodos utilizados por las ciencias naturales. Sin embargo, dedicarse
demasiado a los diagnósticos y a las descripciones conduce indefectible
mente a la individualización y a la multiplicación de unidades cartográfi
cas no siempre vinculadas entre sí por relaciones de causa-efecto. Los
criterios descubiertos no siempre son determinantes, y es difícil evidenciar
una dinámica, una evolución. Por otra parte, los criterios morfológicos
clasificados a un mismo nivel taxonómico pueden proceder de procesos muy
distintos; de ahí se deriva una cartografía no siempre coherente.
Por ejemplo, una cartografía de suelos ferralíticos puede hacer colin
dar suelos ferralíticos hidromorfos y modificados, porque estos dos fenó
menos, pese a ser muy distintos, están situados en la clasificación al mismo
nivel taxonómico; en este caso, los vínculos de causalidad que rigen la
aproximación de estas unidades no aparece; la hidromorfia puede ser recien
te, y la modificación muy antigua; el enfoque taxonómico no permite des
cubrir la evolución del medio; de ello se deduce una cierta confusión per
judicial para la lectura del mapa.
Nuestra orientación consiste, por el contrario, en dar cuenta de las
interacciones que modelan al medio; es, pues, explicativa y deductiva; por
esta razón preferimos dar prioridad a las condiciones de la pedo génesis.
En eso seguimos de muy cerca las concepciones de G. Gaucher, para quien
la definición de los caracteres morfológicos no representa más que un
conocimiento incompleto de los suelos.
La delimitación espacial de unidades de suelos definidos a partir de
criterios morfológicos, variables según la clasificación adoptada, nos es
menos útil que delimitar las unidades regidas por los procesos comunes
de pedogénesis; procesos cuya intensidad interfiere además con otros facto
res tales como la litología, la morfogénesis, etc., que aparecen también en
nuestros mapas. Por eso hacemos nuestra la definición dada por G. Gau
cher, del mismo medio de pedogénesis, que «es a la vez el marco espacial
en el que se verifica la pedogénesis, y el régimen que se instaura y que
resulta de las influencias, acciones o presiones, provocadas por la natu
raleza de la pedogénesis, la intensidad de sus intervenciones, la combina
ción de estas intervenciones». Esta visión de las cosas nos permite intro
ducir, a un nivel elevado y cartografiable, la geoquímica interna o externa.
Ofrece las ventajas metodológicas y prácticas siguientes:
126
distintos a los vinculados al suelo es mejor estimado de este modo, y eso
de forma sistemática; la atención no se materializa en el horizonte del
perfil y el diagnóstico que pueda contener; el razonamiento se convierte
en deductivo y las unidades cartográficas se crean a partir de los procesos
comunes que constituyen su base; están relacionadas por vínculos de cau
salidad. En un contexto calcimorfo, por ejemplo, en el que limitan rendzi-
nas bien desarrolladas y suelos desoxidados sobre calcáreo, con débil activi
dad biológica, el paisaje no será dividido en rendzinas y en suelos poco
evolucionados de erosión; en efecto, esta separación no muestra con sufi
ciente claridad los vínculos de parentesco mayores que relacionan estos
dos suelos, a saber el papel del calcario. Nosotros preferimos hacer apare
cer en el mapa el medio de pedogénesis calcimorfo, bien desarrollado en
las rendzinas, embrionario en los segundos. Más adelante veremos que la
representación de los datos de la morfodinámica evidencia claramente esta
desoxidación.
Al adoptar esta concepción, y para retomar otro ejemplo citado en
las páginas precedentes, los oxisuelos de la 7.a aproximación tendrían una
extensión geográfica mucho mayor y más racional que la que les otorga
su definición basada sobre un diagnóstico sumamente estricto (recordemos
que los oxisuelos son definidos por la presencia de una «plinthite» a me
nos de 30 cm de profundidad); una de las consecuencias es que el espacio
está menos repartido en una multitud de unidades cartográficas cuya filia
ción no se llega siempre a comprender.
127
tinto y la misma evolución del modelado no es igual que bajo bosque.
Este caso es típico del Medio-Oeste malgache en donde la estepa ha reem
plazado al bosque desde hace algunos milenios. La valorización de estas
zonas, en general más ricas, no se hace de la misma forma que en las regio
nes con climas parecidos aún ocupadas por el bosque.
128
mente los terrenos que merecen estudios más exactos y establecer su na
turaleza.
Esta etapa permite formular las primeras impresiones, los primeros
«órdenes de magnitud» que orientan, jerarquizan, ponderan la cantidad, el
orden y la precisión de estudios posteriores. Evita falsas direcciones, a
menudo inútiles, a veces largas y siempre demasiado costosas. Sucede
también que la aplicación de esta concepción interdisciplinaria representa,
desde un punto de vista lógico, el mejor sistema de estudio para entender
desde este nivel las interacciones geomorfología-pedología. En efecto,
como subraya G. Gaucher (1972), «los factores de la morfogénesis son
los mismos que los de la pedogénesis; son los que el pedólogo tiene en
cuenta cuando establece la síntesis del medio de pedogénesis de un perfil
y también son los que constituyen el entorno del perfil». Esta «comunidad
de origen y de historia de los medios de morfogénesis y pedogénesis» con
duce de forma significativa, y a este nivel de estudio, a una analogía de
contornos entre unidades geomorfológicas y unidades pedológicas; la difi
cultad reside en el trazado de estos contornos. En efecto, esta similitud no
es sistemática ni siempre evidente; la delimitación de las unidades fisio-
gráficas es útil, pues permite el análisis de las formas de relieve, eslabón
esencial de la comprensión. En algunos casos concretos, los vínculos de
causalidad son claros entre formas de relieve (unidades geomorfológicas)
y unidades pedológicas: revés de costa, pequeño cono aluvial, cerro testigo,
etc.; los límites pueden ser trazados sin dificultad, y la utilización de la
foto-interpretación alcanza su pleno rendimiento; el estudio de las formas
de relieve permite en este caso un indiscutible mejoramiento de la precisión
de la cartografía. Pero por muy útil que sea la aportación descriptiva, es
insuficiente en nuestro enfoque. Este consiste sobre todo en delimitar espe
cialmente las zonas donde las interacciones morfogénesis-pedogénesis se
organizan según las formas que les son específicas; los contornos de estas
zonas pueden no coincidir con los del relieve fácilmente visible, y esto en
mayor medida cuanto mayor sea la escala estudiada.
A escala más reducida, al nivel, pues, de diagnóstico pedológico, los
efectos globales de estas interacciones son más fáciles de distinguir; indi
vidualizan las unidades morfopedológicas que pueden ser concebidas como
partes de territorio en los que coexisten conjuntos geomorfológicos y uni
dades de suelos correspondientes, determinados. Conviene subrayar que
las unidades así definidas no son elaboradas solamente a partir de simples
criterios de pendiente, y por tanto de topografía, es decir de geometría.
Nosotros superamos la concepción estática de la fisiografía tal como es
utilizada en los levantamientos de tierra del C.S.I.R.O.
El progreso consiste en caracterizar también las unidades morfopedo
lógicas a partir de procesos complejos de morfogénesis y de pedogénesis
muy relacionados entre sí, que es necesario evidenciar, y están en el
origen de su forma, de su estructura y les confieren una dinámica de
evolución específica. Es evidente que los procesos varían según la pen
129
diente, aspecto fisiográfico, pero también según la naturaleza de las rocas,
del material superficial, del clima, de las formaciones vegetales y de los
suelos. Ahora bien, el ordenamiento rural actúa sobre estos dos últimos
factores, muy importantes.
Particular atención debe dedicarse a las herencias: sus aspectos tanto
geomorfológicos como pedológicos tienen, en efecto, una influencia sobre
la definición de las unidades propiamente dichas y sobre los métodos de
ordenamiento. Se trata, pues, de una búsqueda sistemática de las estrechas
relaciones existentes entre la geomorfología y la pedología. La unidad
morfopedológica no corresponde forzosamente a la unidad fisiográfica,
y esto queda más claro cuanto mayor es la escala estudiada. Tomemos un
ejemplo sencillo bastante frecuente en regiones mediterráneas: los estudios
fisiográficos con objetivo agrónomo hechos en zonas montañosas o acci
dentadas llevan muy a menudo a fraccionar el paisaje en unidades según
la altitud y la pendiente, preocupaciones normales. Pero los tipos de
pendiente son definidos de una vez por todas y generalizados a toda la
región; se delimitará así una unidad de vertiente orientada al norte por
dos límites de altura con unas clases de pendientes, determinadas a partir
de la geometría de esta vertiente. Además de este aspecto descriptivo, que
constituye el punto de partida, nuestro enfoque también tendrá en cuenta
otros datos, tales como la naturaleza del material, el recubrimiento vege
tal y los fenómenos morfodinámicos, cuyas interferencias llevarán a defi
nir los umbrales de pendientes a partir de los cuales se inician los procesos.
Estos umbrales dependen del valor de la pendiente, pero en general no
son superponibles a los límites de las clases de pendientes y pueden no ser
paralelos a las curvas de nivel. Esto lleva a un fraccionamiento de la
unidad fisiográfica, fácilmente perceptible, en varias unidades morfopedo-
lógicas, así tienen en cuenta estas múltiples interacciones, y por consiguiente
esta dinámica. Aquí vemos claramente los peligros de una foto-interpre
tación demasiado rápida, basada en criterios excesivamente simples. Resulta
arriesgada la aplicación de «esquemas-tipo» de intervención, construidos
sobre un enfoque analítico (elementos visibles del relieve) y sobre unas
técnicas generalizadas a todos los paisajes. Es criticable, ya que las inter
acciones entre componentes del sistema natural no son tenidas en cuenta
debido a su base, estrictamente descriptiva. Utilizar la geomorfología no
consiste únicamente, repitámoslo una vez más, en una delimitación sim
plificada y engañosa de las formas de relieve; debe pretender sobre todo
esclarecer, explicar y representar la evolución del complejo modelado-
suelo.
Prolongando esta línea de acción y apoyándonos en el principio de que
el aprovechamiento está condicionado (además de los factores humanos
y económicos) por el modelado terrestre y la naturaleza de los suelos, a
estas unidades morfopedológicas les corresponden unas orientaciones de
cultivos que ya se pueden proponer en esta etapa. Estas unidades, debido
a su entorno, sus presiones o limitaciones, son propicias para la especula
130
ción o para un gran grupo de especulaciones agrícolas: irrigaciones, cultivos
ricos o pobres de secano, ganadería extensiva, intensiva, repoblación fo
restal, etc.
Así, pues, ganando un tiempo precioso, el diagnóstico morfopedológico
permite reunir en un solo documento los elementos que forman «el esque
leto» de una región, susceptibles de facilitar la elaboración de los planes
de desarrollo.
El texto del mapa destaca estas unidades, morfopedológicas y de
orientación de cultivos, pone de relieve los principales procesos de la morfo-
dinámica que se ejercen sobre estas unidades, informando, de este modo,
de su grado de estabilidad y de su evolución, especialmente útiles para
guiar los procedimientos de conservación de los suelos. En la segunda
parte de esta obra daremos algunos ejemplos de tales diagnósticos.
En el informe que acompañe al estudio, se separará lo que a este
nivel de estudio parezca claro de aquello que aún sea problemático. Asi
mismo se tratará la incidencia de las dudas planteadas sobre el alcance
de las conclusiones formuladas, sobre todo en lo que concierne a las
superficies de las unidades y al valor científico de las hipótesis emitidas. El
informe establecerá, en resumen, los órdenes de magnitud y las aproxima
ciones. Pondrá también en evidencia las presiones (o limitaciones) del
paisaje y los problemas que necesiten un estudio en profundidad, haciendo
sugerencias para su estudio; localizará finalmente las tierras que, por su
interés agronómico y humano, deberán ser posteriormente objeto de un
estudio más detallado.
— mapas morfopedológicos
— mapas de presiones
— mapas de propuestas de ordenamiento.
131
a) Mapas rnorfopedológicos
— la litología
— la morfogénesis
— la pedogénesis.
132
herencia, ésta es difícilmente discernible. Así existen una serie de transi
ciones. El material heredado es considerado entonces como un material
original. De nuevo estamos frente al problema de la diferenciación entre
suelos y formaciones superficiales. Este problema merece un examen obje
tivo y atento. Desgraciadamente, con excesiva frecuencia ha sido abordado
de una manera formal y desde el ángulo de una polémica entre disci
plinas.
En Anjouan, por ejemplo, una parte de los productos volcánicos que
forman el substrato de la isla está recubierta de una espesa capa de altera
ciones de tipo ferralítico. Al nivel del frente de alteración, la presencia
de ciertos criterios prueba que los procesos físico-químicos de ferralización
siguen adelante. Sin embargo, determinadas modificaciones de la superficie
(desoxidación, recubrimientos coluviales ricos en materiales primarios, es-
polvoreamientos por productos piroclásticos, cambio de vegetación, etc.),
crean los medios de pedogénesis actuales del tipo suelos pardos o ándicos,
totalmente distintos de la pedogénesis ferralítica típica: los suelos tienen
una reacción positiva al fluoruro de sodio, una densidad aparente débil,
una estructura mucho menos marcada: la alteración ferralítica se men
cionará en la litología permitiendo separar a nivel cartográfico las diná
micas en curso de las dinámicas antiguas encubiertas o puestas en discu
sión. De tal manera se pone en evidencia la evolución, situando mejor que
en el pasado el papel de las herencias.
133
concepto de balance morfogénesis-pedogénesis que hemos tratado en la
primera parte de este estudio.
Los procesos de morfogénesis y su intensidad aparecen en el mapa de
presiones. Puede parecer arbitrario que aparezcan en dos mapas diferentes
dos series de datos con fuertes interferencias y que, en general, son per
cibidas simultánamente; sin embargo, el grado de estabilidad permite com
prender y explicar el medio de pedogénesis, que constituye un aspecto
fundamental del mapa morfopedológico: se representa el factor morfo-
génico, que tiene una influencia directa sobre la pedogénesis; es impor
tante saber, por ejemplo, que un mosaico de suelo se debe a una fuerte
inestabilidad del medio. En cambio, la identificación de los peligros de
erosión y su intensidad desemboca en la apreciación de una serie de pre
siones, que habrá que resolver en una óptica de valorización racional; así
que es lógico que estos datos aparezcan en el mapa de presiones.
134
bría clasificar entre las propiedades agrológicas, no aparecen necesariamen
te en este mapa, cuyo objetivo esencial es el de revelar la estructura y la
evolución de las unidades naturales. Dichos datos son, en cambio, indis
pensables para apreciar las presiones que dificultan la valorización de estas
unidades: aparecerán, pues, en el mapa de presiones.
En la práctica, cada grupo de datos está representado en el mapa por
unas tramas diferentes de un mismo color. Por ejemplo, en el mapa mor-
fopedológico de Anjouan, que aparece en las páginas siguientes, los datos
litológicos aparecen en color de humo, los datos de la pedogénesis en negro,
y los de la morfogénesis en rojo. Así que el mapa morfopedológico hace
aparecer un cierto número de unidades territoriales no limitadas formal
mente. Estas unidades aparecen por sí mismas constituidas por unas agru
paciones de datos que se interfieren recíprocamente.
En el plano de la investigación, este aspecto tiene su importancia; este
método de cartografía permite apreciar cómo se interfieren y se reagrupan
en el medio físico los diferentes parámetros considerados; representa una
manera de abordar los problemas de la concordancia de los límites entre
unidades fisiográficas y unidades morfopedológicas así como los límites
de las unidades del medio propiamente dichas con sus integrados.
Así, pues, el enfoque interdisciplinario y la confrontación con las nece
sidades de la práctica han conducido progresivamente a la elaboración de
mapas de nueva concepción. No son ni mapas geomorfológicos ni mapas
pedológicos. Describen más bien las interdependencias que modelan el me
dio físico, el cual para ser utilizado más racionalmente, debe ser enten
dido tanto en sus características como en su dinámica. No excluyen en ab
soluto el interés de los mapas pedológicos o geomorfológicos; responden,
sin embargo, de manera más directa y adecuada a las necesidades del
desarrollo.
b) Mapa de presiones
135
contribución esencial de los técnicos del estudio del medio físico. La de
tección de las limitaciones procede de un buen conocimiento de la estruc
tura y de la dinámica del medio físico; es por dicho motivo que considera
mos que ambos mapas son suplementarios y que el segundo no puede ser
claramente establecido sin haber alzado el primero. Este documento, que
refleja un aspecto del medio físico, es probablemente el más útil para la
elección de las posibles vías del ordenamiento, y por ello evitamos mez
clar en él análisis y proposiciones: estas últimas constituirán el tema de
otro mapa.
La clasificación de las presiones desemboca en su jerarquización, que
permite hacer aparecer las presiones mayores; éstas engloban y dirigen a
las demás en el caso de que aparezcan varias de ellas.
Este mapa permite asimismo visualizar las interferencias entre varios
grupos de presiones, unas estáticas y otras dinámicas. Se distinguen las
presiones siguientes:
— edáficas
— morfodinámicas
— hídricas.
136
fotografías aéreas es en estos casos de gran ayuda. En Alto Volta, en los
glacis de las regiones de Mogtedo o de Bittou, el moldeamiento de la super
ficie en pequeños escalones (magnitud centimétrica) indica una desoxida
ción intensa y crónica; sobre las arcillas vérticas, la presencia de un mulch
de estructura muy fina es el índice de un empobrecimiento de superficie
debido a un arroyamiento que conduce a una modificación del régimen
hídrico y, por tanto, a una degradación; de igual manera, la altura de las
acumulaciones de residuos vegetales por encima de las matas de hierbas,
los troncos de árboles o las termiteras informan sobre la intensidad de
la arroyada.
En un clima determinado, las manifestaciones de la morfodinámica de
penden en amplia medida del material, de la cobertura vegetal y del mode
lado. La comparación de estos datos con los de los mapas anteriores per
miten descubrir los umbrales más allá de los cuales se desencadenan algu
nos procesos y pasan a ser peligrosos. Así estaremos capacitados para apre
ciar la naturaleza y la importancia de los trabajos de conservación de los
suelos necesarios para bloquear o invertir una dinámica de degradación.
Está claro que este enfoque es mucho más realista y útil que el que con
siste en establecer un mapa de pendientes. Las gamas que definen estas
clases quedan establecidas de una vez para siempre; es fácil entender, por
consiguiente, que si se realizan sin tener en cuenta el papel de factores
esenciales (variación del material, por ejemplo), estos mapas sólo ofrezcan
un aspecto simplificado y con frecuencia muy engañoso de la realidad.
137
cíales específicas en cada tipo de medio natural. En este mapa estarán, por
consiguiente, localizados unos parajes representativos de cada una de
estas variantes de medio. Eventualmente podrá alzarse un mapa detallado
de estos parajes, a fin de representar mejor y delimitar las presiones. A
partir de estos parajes se estudiarán y medirán los procesos de degradación
del medio resultante de los cultivos, y se experimentarán las técnicas que
permitan restringirlos (formas de cultivo, tipos de plantación, rotaciones,
etc.), así como los ordenamientos en el marco de la parcela (curvas de nivel,
caballones sembrados de hierba, setos vegetales, etc.). Esta investigación
perfectamente adaptada a las condiciones del medio puede permitir resolver
numerosos problemas de valorización de las tierras.
138
CONCLUSION
BIBLIOGRAFIA
A u bert G., 1965, Classification des sois. Tableaux des classes, sous-classes,
groupes et sous-groupes de sois utilisés par la section de pédologie de
l’O.R.S.T.O.M., Cahiers O.R.S.T.O.M., serie pédologie, III, n.° 3, pp. 269-
288.
A u bert G., F ournier F., 1955, «Les Cartes d’utilisation des terres», Sois
africains, III, 1, pp. 89-109.
A u bert G., S egalen P., 1966, Projet de classification des sois ferrallitiques.
Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, IV, 4 pp.
A ubert G., B oulaine J., 1967, La Pédologie, col. «Que sais-je?», P.U.F.
A venard J. M., 1970, Approche cartographique des formations superficielles
dans la zone de contad fóret-savane en Cóte-d'Ivoire, mapa O.R.S.T.O.M.
de Adiopodoumé, 5 pp. multigr.
139
B aldwing M., K e ll o g C. E., T h o r p J., 1938, Soil Classification, Soil and
Men, U.S.D.A. Yearbook.
B lackburn G., 1962, «The Uses of the Soil Classification and Mapping in
Australia», Trans. International social and Soil Science Communications,
IV y V, Nueva Zelanda, pp. 284-290.
B ocquier G., 1973, Genése et Evolution de deux toposéquences de sois tro-
picaux du Tchad. Interprétation biogéodynamique, Memorias O.R.S.T.O.M.,
62, 350 pp., 102 figs., 4 pl. fot. col.
Interesante intento de situar la pedogénesis en el paisaje.
B ocquier G., P aquet H., M il l o t G., 1970, «Un nouveau type d’accumulation
oblique dans les paysages géochimiques: l’invasion remontante de la mont-
morillonite», Comptes rendus Académie des Sciences, París, 270, D, pp. 460-
463.
B ocquier G., «Biogéocenoses et Morphogénése actuelle de certains sédiments
du Bassin tchadien», Int. Congr. Soil Science, 9, Adelaida, 4, pp. 605-612.
B o t e l h o da C osta J. V., 1951, «La Cartographie des sois au Portugal, en
relation avec le plan d’utilisation des terres» (E.) An. Inst. Esp. Ecol. Edaf.
Fisiol. Veg. X. 1, pp. 1-18.
B oulaine J., Les Sois de France, 1970, col. «Qle sais-je?», P.U.F.
B aulaine J., 1966, Sur la précision des cortes pédologiques, Cuadernos
O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, 4 (1), pp. 3-8.
B oulet R., 1970, La Géomorphologie et les principaux types de sois en Haute-
Volta septentrionale, Cuadernos O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, V III, 3,
pp. 245-271.
B u tler B. E., 1959, «Periodic Phenomena in Landscapes as a Basis for Soil
Studies», Soil. Publ. 14, C.S.I.R.O., Melburne.
Opone unos períodos de estabilidad y de inestabilidad, favorables los pri
meros a la pedogénesis, y los segundos a la ablación de los suelos.
B utler B. E., 1962, «Soil Classification and Mapping in Australia», Trans. In
ternational Social Soil Science Communications, IV y V, Nueva Zelanda,
pp. 278-283.
B oyer J., 1971, Conception et Réalisation des cortes d’utilisation des sois par
les pédologues d’expression franqaise, F.A.O.
C.P.C.S. (Commission de pédologie et de cartographie des sois), 1967, Classifi
cation franqaise des sois, edición provisional.
D em olon A., 1952, Principes d’agronomie, Dunod, París, t. I: La Dynamique
du sol.
D ew o lf Y., 1965, Intérét et Principes d’une cartographie des formations su-
perficielles, publicaciones Facultad de Letras de Caen, 183 pp.
D ’H oore J., 1964, La Caríe des sois d’Afrique a 1/5.000.000, C.C.Y.A., Publ.,
n.° 93, Proyecto conjunto n.° 11, Lagos.
D ommergues Y., La Biologie des sois, col. «Que sais-je?», n.° 399, P.U.F.
D u c h a u fo u r P., 1957, Pédologie. Tableaux descriptifs et analytiques des sois.
Ecole nationale des eaux et fórets, Nancy.
D u c h a u fo u r P., 1970, Traité de pédologie, Masson, París.
D u c h a u fo u r P., 1972, Processus de formation des sois, C.R.D.P., colección
Etudes et Recherches, Nancy.
D udal R., 1969, Carte des sois du monde, F.A.O.
140
D urand J. H., 1954, Les Sois d’Algérie, Gouvernement general de l’Algérie,
Service des études scientifiques, Pédologie n.° 2, 240 pp.
D urand J. H ., 1959, Les Sois rouges et les croútes en Algérie Service des étu-
des scientifiques, Etudes générales, Argel n.° 7, 188 pp.
D urand J. H., 1963, «Les Croútes calcaires et gypseuses en Algérie: formation
et age», Bulletin de la Société de géologie frangaise 7, V, pp. 959-968.
D urand J. H., 1965, Prospection pédologique á but agronomique, L'Agronomie
tropícale, n.° 12.
E h r a r t , H., 1935 y 1937, Traité de pédologie, Instituí Pédologique Estras
burgo, t. I: Pédologie générale; t. II: Pédologie agricole.
E h r a r t H., 1956, La Genése des sois en tant que phénoméne géologique,
Masson, París.
F.A.O., 1954, Vocabulaire multilingue de la Science du sol.
F.A.O., 1965, Carte des sois de l’Europe .
F.A.O., 1968. Carte des sois du monde.
F auck R., 1971, Contribution a l’étude des sois des régions tropicales: les sois
rouges sur sables et sur gres d‘Afrique occidentale, tesis, O.R.S.T.O.M., Es
trasburgo, 377 pp.
F ournier F., 1972, Conservation des sois, Conseil de l’Europe.
G a u c h e r G., 1968, Traité de pédologie agricole, Dunod, París, t. I: Le Sol et
ses caractéristiques agronomiques.
G a u c h e r G., 1972, «Contribution de la géomorphologie á la prospection pé
dologique», Annales de géographie, año LXXXI.
G a u c h e r 1974, «La Géochimie des processus pédologiques peut-ella devenir
le principe fondamental de la classification des sois?», Comptes rendus de
l’Académie d’agriculture, sesión del 28 de febrero de 1974, pp. 284-294.
G a u c h e r G., de próxima aparición, Traité de pédologie agricole, t. II.
G eze B., 1947, «Paléosols et Sois dus á l’évolution actuelle. Importance rela-
tive en pédologie théorique et appliquée», Annales de l'Ecole nationale
d’agriculture, Montpellier, t. 27. fase. IV.
G eze B., 1959, La Notion d’áge du sol. Son application á quelques exemples
régionaux, Annales agronomiques, n.° 3.
G uerassimov I. P., 1962, «Application of Soil Survey Data to Agriculture and
Principies of Soil Classification and Survey in the U.R.S.S.», Trans. In
ternational Social Soil Science, Nueva Zelanda, Comunicaciones IV y V,
pp. 536-539.
G urra A., 1962, «Systems of Soil Classification and Cartography adopted in
Spain», Society of Soil Science, Trans. International Social Soil cience, Nueva
Zelanda, Comunicaciones IV y V, pp. 515-517.
H ervieu J., 1968, Contribution a l’étude de l’alluvionnement en milieu tropical,
Memorias O.R.S.T.O.M., n.° 24.
H ervieu J., 1970, Le Quaternaire du Nord-Cameroun. Schéma d’évolution géo-
morphologique et relation avec la pédogénése, Cahierz O.R.S.T.O.M., serie
Pédologie, VIII, 3.
I.N.R.A., 1972, Les Sois dans le paysage et leur aménagement. Méthodologie,
cartographie et travaux du Service d’étude des sois, Instituí national de la
recherche agronomique, Montpellier 1961, 1971, 1972, 174 pp.
I vanova E. N., 1956, Essais de classification générale des sois, 6 ° Congrés inter-
national des sois, París.
141
J amagne, 1967, «Bases et Techniques d’une cartographie des sois», Anndes
Agronomiques, 18, Versailles, 1967.
J enny , 1941, Factors of Soil Formadon, McGraw Hill and Co., Nueva York.
K ell o g C. E. y otros, 1938, Formation of Soils, Soil Classification, Soils and
Men, U.S.D.A., Yearbook of Agriculture, U.S. Government.
K ell o g C. E., 1962, Soil Survey for Use, International Social Soil Science,
Meeting commission IV y V, Nueva Zelanda.
K ilian J., 1961, «Classification texturale applicable aux sois aluviaux peu evo-
lués applicable á Madagascar», Agronomie tropicale, diciembre, n.° 12.
K ilian J., 1972, «Les Inventaires morphopédologiques», Agronomie tropicale,
septiembre, vol. XXVII, n.° 9.
K ilian J., 1974, «Etude du milieu physique en vue de son aménagement. Con-
ceptions de travail. Méthodes cartographiques», Agronomie tropicale, n.° 2
y 3.
K ubiena W., 1958, «The Classification of Soils», Journal of Soil Science, n.° 9.
M aignien R., 1958, Le Cuirassement des sois en Guiñee, Afrique occidentale,
tesis, O.R.S.T.O.M., Estrasburgo, 1958, 239 pp.
M aignien R., 1960, «Influences anciennes sur la morphologie, l’evolution et
la répartition des sois en Afrique tropicale de l’ouest», International Con-
gress of Soil Science, 7; Madison, IV, pp. 171-176.
M arbut C. F., 1927, A schema for soil classification, Primer Congreso interna-
tional de las ciencias del suelo, Washington.
M argulis H., 1963, Pédologie générale, Gauthier-Villars, París.
M artin D., 1967, Géomorphologie et Sois ferrallitiques dans le centre Ca-
meroun, Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, V. 2, pp. 189-218.
M a t h ie u D., R o ugerie G., W ie b e r J.-C., 1971, «Projet de cartographie des
structures de la végétation et des témoignages de la dynamique érosive»,
Bulletin Associadon géographique franqaise, París, n.° 387, pp. 185-193.
Mo h r E., V an B aren F. A., 1954, Tropical Soils, Van Hoeve, La Haya.
N ovar F., 1964, «Soil Mapping», Soviet Soil Sicence, n.° 7.
Pédologie (Revue belge de pédologie), specimen, n.° 3, 1965. Symposium in
ternacional, Classification des sois.
P ullan R. A., 1970, The Soils, Soil Landscape and Geomorphologica Evolution
of a Metasedimentary Area in Northern Nigeria, Univ. of Liverpool, Dept. of
Geogr., Research Paper 6, 144 pp., 17 figs.
Aplica el concepto de «paisajes pedológicos» de Stephens. En realidad, se
limita a añadir la descripción de los procesos actuales de degradación a
las descripciones fisiográficas habituales y a situar los suelos en esas unida
des fisiográficas y en su lugar geomorfológico.
R aynal R., 1962, «Pédologie et Géomorphologie au Maroc», Revue de géogra-
phie du Maroc, Rabat, n.° 1 y 2.
R isle r E., 1899, Géologie agricole, Berger-Levrault, París.
R oose E. J., 1970, Importance relative de l’érosion, du drainage oblique et
vertical dans la pédogénese actuelle d’un sol ferrallitique de moyenne Cóte-
d’Ivoire, Deux annés de mesure sur parcelles expérimentales, Cahiers
O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, vol. VIII, n.° 4, 1970, pp. 469-682.
R uellan A., 1962, «Utilisation de la géomorphologie pour l’étude pédologique
au 1/20.000 de la plaine de Zebra (Basse Moulouya) au Maroc», Revue de
géographie du Maroc, Rabat, n.° 1 y 2, 18 pp.
142
R obinson G. W., 1949, Soils, Th. Murby, Londres.
S egalen P., 1967, Les Sois et la géomorphologie du Camerouti, Cahiers
O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, vol. V, n.° 2, 1967.
S iefferm a n G., 1973, Les Sois de quelques régions volcaniques du Cameroun,
Mémoires O.R.S.T.O.M., n.’ 66, 183 pp.
S imonson R. W., 1971, «Soil Association Maps and Proposed Nomenclature»,
Proc. Soil Se. Soc. Am., t. 35, 6, pp. 959-964.
St e p h e n s C. G., 1953, A Manual of Australian Soils, C.S.I.R.O., Melburne.
St e p h e n s C. G., 1961, The Soil Landscapes of Australia, Soil Publ. 18,
C.S.I.R.O., Melburne.
Concepciones que anuncian la de las unidades morfopedológicas y que son
mucho más satisfactorias que las de los «levantamientos de tierras» del
C.S.I.R.O.
S ys G. y otros, 1961, La Cartographie des sois au Congo, ses principes et ses mé-
thodes, publicación I.N.E.A.C., serie Technique, n.° 66, Bruselas.
T avernier R., S ys G., 1965, «Classification of the Soils of the Republic of
Congo «Kinshasa)», Pédologie, n.° especial 3.
T eaci D., 1964, Recherches concernant la cartographie des sois, á grandes
échelles, sur plans topographiques classiques et sur plans aéro-photogrammé-
triques (Ro, fr.), Inst. Centr. Cercet. agrie. An. Sect. Pédol., t. 32, pp. 221-
234.
T ricart J., 1965, «Morphogénése et Pedogénése. I: Approche méthodologique,
géomorphodogie et pédologie», Science du sol, n.° 1, pp. 69-85.
T ricart J., 1973, «La Géomorphologie dans les études integres d’aménage-
ment du milieu naturel», Annales de géographie, LXXXII, pp. 421-453.
T yurin L. V., G uerasimov I. P., I vanova E. N., ed., 1965, Soil Survey. A
Guide to Field Investigation and Mapping of Soils, Israel Progr. Sci. Trans-
lations, Jerusalén, IV, 356 pp., fig., fot., mapas (traducido del ruso).
U.S.D.A., 1960, Soil Classification. A Comprehensive System. 7th Approxima-
tion. Soil Survey Staff, U.S. Depart. of Agriculture.
U.S.D.A., 1967, Manual on Conservation of Soil and Water, Agriculture Hand
Book, n.° 61, Washingtton D.C.
V inck A. P. A., 1963, Aspects de pédologie appliquée, La Bacconniére Neu-
chátel.
143
4. LOS RECURSOS H IDRICOS
144
La climatología estudia el agua atmosférica. Desde sus inicios viene
asociando la medición de las lluvias y la de las temperaturas. El obser
vatorio climatológico más rudimentario es, en principio, pluviométrico.
Pero, a pesar de la existencia en ciertos lugares de largas series de obser
vaciones, nuestra percepción del fenómeno deja todavía mucho que desear.
Conocemos mal, y con frecuencia muy mal, las dos características más
importantes de uná precipitación: su intensidad y su duración. Sin em
bargo, éstas son las más importantes para una visión integrada del medio
natural, pues de ellas dependen la energía transmitida por la precipitación
a la superficie del suelo y el comportamiento del agua en contacto con el
suelo. La intensidad y la duración de las precipitaciones son los datos
básicos irremplazables para el estudio de los procesos morfogénicos y de
los problemas de conservación de las tierras y de las aguas, así como para
el estudio de los regímenes hídricos del suelo y de los fenómenos hidro
lógicos. Desgraciadamente las lagunas de nuestros conocimientos no se
quedan ahí... Los observatorios pluviométricos están generalmente mal
repartidos y forman una red de malla demasiado ancha. Permiten a duras
penas levantar mapas aproximativos a media y, más en general, a pequeña
escala. El mapa de las precipitaciones al 1/1.000.000 de Francia es satis
factorio. La representación gráfica de las precipitaciones sobre el mapa
climatológico se apoya sobre muchas interpolaciones, cuyo carácter es más
o menos válido en función de la experiencia personal, la habilidad y el
instinto de sus autores. En cuanto al levantamiento de mapas climáticos
al 1/25.000 o al 1/10.000, a la misma escala que la de los demás com
ponentes del medio natural, casi siempre debemos renunciar a ello. Nues
tra percepción demasiado basta no nos permite analizar los efectos de la
exposición, de la topografía sobre las precipitaciones. Somos incapaces
de decir si las lluvias son más abundantes sobre la ladera oeste de un
pico de los Vosgos o sobre la que mira en dirección opuesta, sobre el
declive de una ladera de la Lorena o sobre su cima, sobre la solana o sobre
la umbría de un valle alpino o pirenaico. ¡Ni siquiera podemos establecer
gradientes pluviométricos correctos entre la llanura alsaciana y las cumbres
de los Vosgos!
Sin embargo, las precipitaciones, de lluvia o de nieve, no son en sí
mismas más que una parte de los recursos hídricos provechosos para el
medio natural. Otras manifestaciones meteóricas son aún peor conocidas:
el granizo sólo es registrado en unos pocos centros climatológicos y, lo
más frecuente, ni siquiera es objeto de medición alguna: su duración, el
tamaño de las piedras, o la cantidad equivalente de lluvia son cosas que
se ignoran. Las compañías de seguros saben más de ello, pero conservan
celosamente sus datos como secreto profesional. Las diversas formas de
condensación, rocío, escarchas, nieblas son cómodamente agrupadas bajo
el nombre de «precipitaciones ocultas», admirable expresión digna de una
sonrisa... Hace pensar, en cuanto a rigor científico, en las «ciencias
ocultas». Son, ciertamente, cosas difíciles de medir. Sin embargo, una
145
niebla, una escarcha, un intenso rocío, ¿acaso son manifestaciones meteoro
lógicas tan ocultas que debamos renunciar a observarlas y a señalar su
existencia? Es algo tanto más lamentable cuanto que su función es con
siderable en el plano ecológico. Ciertas formas de vida como los pastos
temporales de las «lomas», capaces de atraer ganados trashumantes en el
desértico litoral peruano, no existen más que gracias a las nieblas y a la
condensación que producen. ¡Lo único que registran los pluviómetros
vecinos son «rastros» de precipitaciones! En Lachay, en el norte de Lima,
desde 1944 a 1954, el pluviómetro registró una media de 168 mm, lo
cual corresponde a un clima árido atenuado. Pero bajo las casuarinas la
media asciende a 488 mm, y bajo los eucaliptus a 676 mm. En 1949, año
húmedo, el pluviómetro colocado en las condiciones reglamentarias recogió
204 mm, y bajo los eucaliptus 1.240 mm. En 1954, año seco, los valores
respectivos fueron de 121 y de 756 mm. Sin embargo, las lomas de
Lachay se sitúan en un sectot de aridez atenuada del desierto costero.
Otras lomas están situadas en lugares donde los pluviómetros registran
unas precipitaciones muy inferiores (menos de 100 mm): la desviación
entre las precipitaciones medidas según las normas de la O.M.M. y las
precipitaciones reales es, probablemente, todavía mayor.
Las investigaciones de los climatólogos han dependido demasiado de
las de los meteorólogos, centrándose de una manera demasiado exclusiva
en el establecimiento de un inventario mundial a pequeña escala. La
utilización de un lapso de veinticuatro horas para la extracción de datos
permite únicamente una observación superficial. La explotación de los
datos bajo la forma de medias mensuales y anuales aplana demasiado los
fenómenos. Nos da tan sólo datos abstractos, que ciertos climatólogos
ilustran con el estudio de los tipos de tiempo. Pero ello no responde
tampoco a las exigencias de los usuarios, hidrólogos y ecologistas. ¿Por
qué no establecer, como se hace en hidrología, unos análisis de frecuencia/
intensidad equivalentes a las curvas de los caudales clasificados de los
cursos de agua? Los datos disponibles lo permiten. Ello nos mostraría
la frecuencia de las precipitaciones cotidianas (a falta de algo mejor)
comprendidas entre unos valores determinados, por ejemplo menos de
10 mm, de 10 a 30 mm, de más de 100 mm. Correlativamente, se pueden
también elaborar unas tablas de frecuencia de los períodos de x, y, z días
consecutivos sin precipitaciones. Por último, queda también por conside
rar el instrumental. Los pluviógrafos existen. Su costo sigue siendo módico
comparado al de muchas otras técnicas meteorológicas. ¿Por qué no intro
ducirlos sistemáticamente en las redes de observación? La mayoría de los
organismos que efectúan estudios hidrológicos lo hacen. Queda, por último,
el perfeccionamiento de los aparatos, principalment&dtas de medición del
rocío. ¿Es imposible?
Debemos admitirlo: las precipitaciones son en la actualidad mal cono
cidas. Conocemos de manera muy insuficiente las «entradas» de agua en
el medio natural. Lo mismo sucede con las «salidas» constituidas princi-
146
Fig. 8. Diagrama de los flujos de agua en el entorno ecológico (J. Tricart)
pálmente por la evaporación y la transpiración de las plantas. Es algo
habitual el agruparlas bajo el nombre de evapotranspiración. Se han reali
zado numerosos trabajos sobre la evapotranspiración potencial, es decir,
sobre el valor máximo que puede suponer la evapotranspiración. Todos
ellos se basan sobre cálculos efectuados con la ayuda de fórmulas en las
que intervienen diversos parámetros climáticos. Desgraciadamente, cada
una de estas fórmulas es válida tan sólo, de un modo aproximativo, en la
medida en que se dan ciertas condiciones biogeográficas. Además, muchas
de ellas hacen intervenir muchos parámetros, rara vez evaluados, como
la radiación solar. Finalmente, hay que admitir que de este modo sólo se
obtienen resultados bastante burdos. En consecuencia, es mejor recurrir
a las fórmulas más sencillas como el índice de aridez (en realidad de
humedad) de E. de Martonne o a los diagramas ombrotérmicos de Bag-
nouls y Gaussen, que sólo hacen intervenir las temperaturas y las preci
pitaciones. Sin embargo, quedan sin medir la evaporación y la transpira
ción reales. Para ello no contamos todavía con los instrumentos deseados.
La cubeta Colorado permite medir la evaporación en la superficie de un
manto de agua libre: los resultados obtenidos son bastante interesantes
para el estudio de las pérdidas en los depósitos o para la hidrología de los
lagos, pero se limita sólo a ello. La evaporación en la atmósfera se mide
por medio del evaporómetro Piche, pero los resultados obtenidos sólo
corresponden aproximativamente a la realidad, aunque diversos métodos
correctivos intenten hacerlos más representativos. Realmente todo ello
hace pensar en el «bricolage»... Con mucha frecuencia, también la evapo
transpiración es evaluada indirectamente, a partir del déficit de escorrentia
tal como resulta de los balances hidrológicos. El círculo se cierra y se
convierte en un círculo vicioso. Nos hace recaer, de manera poco agra
dable, en la incertidumbre relativa respecto de las precipitaciones...
Por ello no hay que sorprenderse si:
148
Circulación atmosférica
150
La insolación dirige la fotosíntesis. La reserva de moléculas de hidrato
de carbono en los tejidos de una planta depende por una parte de la
fotosíntesis y por otra de la respiración que destruye una parte de estos
hidratos de carbono. La transpiración, por otra parte, regula la circulación
del agua en las plantas. Los ecologistas medioambientalistas se han dedi
cado a estudiar de qué modo influyen las condiciones naturales sobre el
metabolismo de las plantas. Se han visto así obligados a medir ciertos pará
metros climáticos, pero no bajo techo sino en las condiciones naturales
reales, en contacto con los órganos. Esto ha dado lugar a la bioclimato-
logía. La utilización de los recursos ecológicos descansa necesariamente
sobre los conocimientos obtenidos gracias a ella.
Debemos, pues, recordar ahora la importancia que el régimen hídrico
posee para las plantas.
151
condiciones económicas aceptables, nuestro dominio de los regímenes hí-
dricos. No sucede lo mismo con los demás parámetros del medio ecológico.
Frente a la radiación solar, podemos, a duras penas, poner en práctica la
plantación de árboles umbrosos, como por ejemplo en los cultivos de los
cafetales. Contra las temperaturas insuficientes podemos disponer de tol-
dajes de nylon y construir invernaderos. La aplicación de tales técnicas
queda necesariamente limitada por imperativos de índole económica. Con
tra el viento disponemos de hileras de árboles y de setos incorporados
en la organización de ciertos territorios tradicionales pero, aunque los
agrónomos estén convencidos de su utilidad, su empleo está lejos de ser
tan extendido como las técnicas de control del agua. En Francia, el Minis
terio de Agricultura ha establecido que las irrigaciones de complemento
eran, en un país húmedo, el mejor medio técnico de atenuar las varia
ciones de rendimiento de los cultivos y, por lo tanto, de acrecentar la
seguridad económica del productor. El control de las condiciones hídricas
continuará, pues, desempeñando un importante papel en el ordenamiento
del medio rural.
El control de las condiciones hídricas continuará desempeñando un
importante papel en el ordenamiento del medio rural: la apreciación, el
estudio inmediato de los regímenes hidrológicos, la medición de sus
fluctuaciones y de sus consecuencias sobre las posibilidades de su explota
ción por las plantas, son unas de nuestras mayores preocupaciones. Sin
querer tratar aquí ese inmenso dominio del agua, nos parece, sin embargo,
esencial recordar brevemente algunas nociones fisiológicas sobre las cuales
descansan tales condiciones hídricas, para pasar a tratar después unos cri
terios fundamentales y sus técnicas de medición en las cuales se apoyan.
Seguidamente, mostraremos con algunos ejemplos hasta qué punto unas
condiciones hídricas particulares han podido ser estudiadas para mejorar
unas productividades regionales.
A. Alimentación acuosa
152
procesos tales como la nitrificación. La circulación permanente se produce
por la transpiración o evaporación por la planta de los excesos de agua;
por lo tanto, se efectúa una regulación térmica de los tejidos vegetales.
Generalmente se admite que se precisa aproximadamente un litro de agua
para formar 3 gramos de materia seca; todo aquello que no es fijado por
la planta. Por último, interviene de modo fundamental en la fotosíntesis.
Sin embargo, no toda esta agua está presente en el estado de agua libre;
una parte constituye la materia misma de las células (protoplasma y mem
brana), y las hidrata. La reserva de agua de la planta no es constante y
varía en función de su edad, del ciclo vegetativo y de la hora del día; en
los tejidos viejos, por ejemplo, esta reserva puede disminuir a un 15 % ,
mientras que en las plantas jóvenes puede superarlo.
La cantidad de agua evaporada por el vegetal, necesaria para la forma
ción de 1 kg de materia seca, se designa con la expresión «coeficiente
de transpiración». Investigaciones realizadas por Shantz y Piemeisel (1927)
en los Estados Unidos, por Yankovitch (1960) en Túnez, y por Demolon
(1968) en Francia, han demostrado que, para unas condiciones idénticas
del medio, tal coeficiente varía según las plantas. En las experiencias
citadas, en Túnez (Yankovitch), dicho coeficiente varía a grandes rasgos
entre 340 (maíz) a 800 (pimiento); en Versalles y en casos lisimétricos
(con un dispositivo para reducir al mínimo las pérdidas del suelo por
evaporación directa), Demolon halló un coeficiente medio de 450 durante
diez años consecutivos en un conjunto de cultivos. Dicho coeficiente de
pende también de las diversas fases de la vegetación. Para el trigo, por
ejemplo, según Demolon, va desde 130 después de la cosecha a 2.700 en
la formación del grano, con una media de 300. En un suelo determinado,
aumenta con su humedad; en los suelos permanentemente húmedos, por
ejemplo, puede haber un consumo de lujo.
El abono puede también disminuir el coeficiente de transpiración. En
este sentido se han realizado en Madagascar (J. Velly, J. Kilian, 1963) unas
experiencias en recipientes de vegetación (método Chaminade, 1964) para
evaluar los volúmenes de agua expelidos entre cosecha y cosecha por el
vegetal test y comparar estos consumos en función del tipo de suelo estu
diado y del abono introducido. Se experimentó sobre cinco tipos de suelos
(varios suelos ferralíticos, ferruginosos y de aluvión fluvial). En las medi
ciones efectuadas se evidenció que la carencia en un suelo de un elemento
fertilizante provocaba despilfarras considerables de agua y que las distintas
carencias en elementos fertilizantes se traducían en consumos variables en
función de la carencia constatada, según la siguiente clasificación decre
ciente: P, K, S (Ca, Mg), oligoelementos.
El agua es un factor de crecimiento en el mismo grado que los demás;
interviene en el desarrollo vegetativo de la planta y sobre su rendimiento.
En 1920 Mitscherlich demostró que la curva de rendimiento ascendía
rápidamente en función de la humedad, pasaba por un punto óptimo, y
luego disminuía con el aumento de la reserva en agua a causa de una
153
disminución de la aireación. El punto óptimo de la curva varía con la
planta y el medio físico, al nivel, por tanto, del terruño.
La medida de esta cantidad de agua óptima para cada planta, bajo
un clima y un suelo dados, es en general una de las preocupaciones domi
nantes en los puestos de investigación para el riego. Efectivamente, el
establecimiento de esta dosis de agua óptima tiene unas enormes repercu
siones en los planos económico y vegetativo. Esta cantidad óptima depende
en alto grado de los caracteres hidrodinámicos del suelo y se sitúa en
torno a su capacidad de retención; el rendimiento máximo de un cultivo
regado está en estrecha dependencia de esas cantidades óptimas de agua
suministradas en el momento oportuno. En el caso de ciertas plantas,
como por ejemplo el maíz, un descenso de la irrigación al principio de la
maduración puede provocar asolamientos y, por tanto, reducir la produc
ción. Se están llevando a cabo, por los institutos franceses de investiga
ción, numerosos estudios en clima tropical que apuntan a conocer, cara
a las necesidades de la irrigación:
Más adelante veremos los estudios que han sido realizados por el
I.R.A.T. en Senegal para la investigación de zonas favorables a los culti
vos secos para conseguir las condiciones más favorables de alimentación
acuosa.
El agua reviste la mayor importancia para la maduración de los culti
vos; como subraya Demolon, según que la deshidratación de los tejidos
se produzca lenta o bruscamente, se ven modificadas las migraciones. En
el momento del estadio pastoso que precede en algunos días a la madura
ción del grano se produce una migración muy activa de las soluciones
minerales, y más adelante desecación. Si durante estos días persiste un
exceso de humedad, desciende la calidad de los granos; si, al contrario, se
produce una carencia de agua (cese de irrigación, por ejemplo, o brusco
levantamiento de un viento cálido y seco), se produce asolamiento, es
decir, una falta de crecimiento del grano. Cuando los cultivos no fun
cionan por irrigación, las plantas son particularmente sensibles al régimen
y al reparto de lluvias durante los períodos críticos (Azzi) que correspon
den a unos estadios precisos de su desarrollo, como por ejemplo el mo
mento del encañonado, del espigado y de la maduración. Los rendimientos
obtenidos, es decir, la productividad, están en relación directa con el
estado de humedad del suelo en estos períodos. Para el arroz de lluvia,
por ejemplo, una falta de agua en el momento del encañonado compromete
sobremanera los rendimientos, incluso si las cantidades son, por otra
154
parte, suficientes. En las zonas del Sudán o del Séhel, las fechas de siem
bra de los cereales tienen una importancia capital si se quiere que el
ciclo vegetativo llegue a su término antes del final de las lluvias para
los últimos períodos críticos (maduración, especialmente). Para citar otro
ejemplo (Demolon), en la región de París las condiciones climáticas del
invierno son las preponderantes. Cuando las lluvias de diciembre, enero,
febrero, sobrepasan los 100 mm con una temperatura media superior a
4o C, existe una elevada probabilidad de obtener una cosecha sin exceden
tes. Sin embargo, los años de fuerte producción corresponden a los invier
nos secos y fríos (P < 1 0 0 mm, t < 3 ° C). Sobre las altas mesetas argelinas,
unas lluvias de primavera correctas aseguran una buena cosecha de trigo,
incluso si, por otra parte, el déficit pluviométrico es elevado. En cultivo
de regadío así como en el pluvial es de capital importancia el conocimiento
del régimen hídrico del suelo que expresa la evolución en el tiempo de
su humedad: permite situar la función del agua en el momento de los
períodos críticos y condiciona el crecimiento de la planta y su rendimiento.
En efecto, la alimentación mineral de la planta está en función de la
circulación del agua en el vegetal; es esencial, pues, conocer de cerca los
órganos de la planta que aseguran su alimentación acuosa y su observación
in situ nos dará con frecuencia respuestas sencillas a defectos de creci
miento o simplemente a inadaptaciones de un cultivo a un terreno.
Chaptal había señalado ya (en 1930) que durante ciertos años de sequía
la humedad del aire tenía una acción notable sobre el crecimiento de los
granos de la uva en Francia. Consideraba que era sobre todo a través del
raspajo y de las hojas que el agua podía penetrar en el interior de los
granos. Desde Sprecher se sabe que la humedad atmosférica influye en la
presión osmótica de los jugos foliares, la cual depende, en cierta medida,
de las variaciones de humedad. Una cierta cantidad de agua puede penetrar
en la planta por las hojas a través de los estomas y de la cutícula epidér
mica (Palmiter, 1966). Esta alimentación, aunque débil, no es de poca
importancia: tanto si es en forma de rocío matutino, a menudo intenso
en los climas tropicales secos, como a consecuencia de la humedad persis
tente tras una lluvia en clima semiárido, la eficacia de tal alimentación es
probable, aunque todavía poco mesurada. Seguramente interviene en los
desiertos brumosos de la costa pacífica de América Latina (desierto chileno-
peruano); a pesar de las precipitaciones medidas y consideradas débiles
(3 a 6 mm anuales), el alisio saturado de agua sopla permanentemente
desde el océano, manteniendo constantemente elevada la humedad del aire.
En tales condiciones, ciertas especies vegetales, como la Tillandsia stratinea
(bromeliácea), crecen posadas en el suelo, prácticamente sin raíces, «absor
biendo la humedad de la niebla a través de las hojas» (T. Monod, 1972);
155
otra variedad se desarrolla incluso sobre los hilos telegráficos. ¿Cómo
olvidar la influencia capital que los rocíos matinales de toda la estación
seca causan en los cultivos de aluvión del norte de Madagascar? Cada
mañana, los campos de algodón y de tabaco están saturados de humedad
y es muy probable que cierto volumen de agua penetre en los vasos a tra
vés de los estomas. Este fenómeno, observado por todo el mundo, desgra
ciadamente no ha sido todavía objeto de estudios precisos.
Aunque no desechable, en ciertos casos de condiciones climáticas muy
concretas la alimentación acuosa a través de las partes aéreas sigue siendo
un fenómeno menor. Esta se efectúa, en casi su totalidad, por las raíces
en el suelo. Esta función de absorción del agua y de su circulación en el
vegetal está ligada a la transpiración; la energía en juego es, pues, de origen
respiratorio e influye notablemente sobre la actividad misma de las raíces.
Esta circulación del agua va además acompañada de la absorción de ele
mentos fertilizantes disueltos en el agua. Mientras que las raíces gruesas
lignificadas, principales y otras, anclan al vegetal en su soporte, la absor
ción del agua y de los elementos en ella disueltos queda asegurada por
las raíces jóvenes y sobre todo por los pelos absorbentes, cuyo contacto
con las partículas de tierra es siempre estrechísimo. Según Henin, Gras
y Monnier (1969), la absorción del agua y de los elementos fertilizantes
que contiene son distintas y la planta no absorbe más que aquellos ele
mentos necesarios a su metabolismo. Dichos autores explican así la absor
ción del agua y de los elementos fertilizantes:
156
del maíz. El crecimiento del vegetal está en estrecha dependencia de su
desarrollo radicular, que a su vez está estrechamente influenciado por las
características físicas y químicas del suelo y, sobre todo, por su estado
de humedad.
157
gimientos o necrosis perjudiciales para el rendimiento del vegetal. Por
último, ciertas particularidades del perfil, tales como las cavidades, las
crotovinas, las galerías muertas de los termiteros, pueden estar en el origen
de desarrollos preferenciales de aglomeraciones radiculares.
Las raíces son especialmente sensibles al estado del medio químico, sea
cual fuere la organización del perfil. La riqueza en elementos fertilizantes
o, al contrario, la presencia de elementos tóxicos, influyen sobre la dis
tribución de las raíces. En un suelo rico en cationes minerales en la base
del perfil, por ejemplo, las raíces acusarán un desarrollo extremado en esa
zona, mientras que las raíces de los horizontes superiores químicamente
pobres se verán desprovistos de ellas. La influencia de la riqueza mineral
sobre el desarrollo radicular es particularmente perceptible sobre ciertos
suelos de aluvión de las llanuras tropicales explotadas en cultivos de
decrecida. Estos suelos poco evolucionados están formados por la super
posición de capas de textura variable, que son mucho más el reflejo de la
historia del asentamiento de materiales que el resultado de una evolución
pedológica propiamente dicha. Las muy numerosas observaciones de los
perfiles radiculares (capitales para comprender la explotación de dichos
suelos) muestran que las capas de textura fina, más húmedas y mejor pro
vistas de bases intercambiables, son asiento de abundantes cabelleras
radiculares, totalmente ausentes en los estratos arenosos. Por otra parte,
pueden encontrarse necrosis o simplemente bruscas curvaturas si aparece
una discontinuidad demasiado brutal de orden físico o químico entre dos
capas de depósitos. El sistema radicular aparece aquí como la resultante
de interacciones que es esencial poner en evidencia. El valor del pH puede
también influir sobre el desarrollo de las raíces. Una excesiva acidez se
traduce en una liberación de iones tóxicos tales como el manganesio o el
aluminio, que frenan su crecimiento. En la costa este de Madagascar, por
ejemplo, en las cercanías de Tamatave (J. Kilian, 1966) numerosas planta
ciones de banana instaladas sobre suelos turbosos drenados han periclitado
tras algunos años de explotación; el aspecto amarillento de las hojas
permitía suponer una carencia fosfórica. La degenerescencia de las plantas
había sido provocada en realidad por la liberación de aluminio libre a
causa de un fuerte aumento de la acidez debido al drenaje probablemente
demasiado rápido de las turberas; la presencia excesiva de iones de alumi
nio produce un enroscamiento de las raíces con un enanismo consecutivo.
La aportación de elevadas dosis de fósforo produce un ascenso del pH y
un bloqueo del aluminio, efecto que puede también obtenerse con correc
ciones calcáreas. Lo mismo sucede con los suelos de pH demasiado ele
vado. Un exceso de calcáreo activo provoca el conocido fenómeno de la
clorosis por aumento de la alcalinidad del suelo, entorpeciendo la absor
ción de hierro por las raíces. Podemos citar asimismo la carencia en man
ganesio, que puede conllevar un ataque de las raíces por las saprofitas del
suelo.
Por último, la atmósfera del suelo interviene en el desarrollo radicu
158
lar; sobre todo la reserva de gas carbónico no debe superar ciertos um
brales límite, que serían del orden del 1 % (Hénin, Gras y Monier, 1969).
Las reservas de oxígeno tienen también una poderosa influencia: «El
oxígeno presenta para cada especie un límite inferior, en el que las raíces
dejan de crecer, y uno superior, a partir del cual el rendimiento es óptimo»
(Demolon 1968). Una buena aireación del perfil, favorecida por la estruc
tura y por una porosidad conveniente es, por tanto, esencial para asegurar
una difusión equilibrada de los gases. La aireación está también en es
trecha dependencia del grado de humedad de los suelos, que constituye el
segundo factor fundamental del desarrollo radicular.
b) Influencia de la humedad
159
demuestra que el suelo se humedece periódicamente y constituye en
ciertos períodos del año un medio poroso, aireado, permeable, que permite
una penetración homogénea de las raíces. Ello supone un régimen de
humedad provisional o periódicamente satisfactorio.
En consecuencia, un vegetal puede, en cierta medida, organizar y
modificar su sistema radicular en función de las condiciones mecánicas,
químicas o hídricas del medio, a pesar de las propiedades morfológicas de
la especie. En palabras de Demolon (1968), «el aparato radicular consti
tuye un sistema deformable»: «Se encuentra definido a la vez por su
propio desarrollo, es decir, por la superficie activa, así como por su dis
tribución topográfica, o sea por el volumen de tierra que explota.» Estos
dos factores reflejan la adaptación, del mejor modo posible, de la planta
al medio que intenta explotar. Debido a esta razón, en nuestro enfoque
del medio físico damos una importancia muy especial al examen del perfil
radicular en cualquier suelo, esté o no explotado por el hombre.
Dicho examen debe tener en cuenta (Hénin, Gras, Monnier, 1969) la
distribución general de las raíces (densidad, irregularidad), las deforma
ciones y sus causas y el estado sanitario de aquéllas. El resultado de tal
examen permite conocer mejor el medio de pedogénesis actual, que, como
hemos visto, constituía una de las bases más importantes de nuestro
enfoque. Puede explicarse así el tipo de humus, lo cual permite situar las
herencias y contribuye a captar lógicamente la historia y la evolución del
complejo modelado-suelo. Se concibe así que la tipología de los suelos sea
en este sentido muy poco modificada.
Desde el punto de vista agronómico, el estado del vegetal en creci
miento, en un suelo no explotado por el hombre, examinado a través de
sus partes aéreas y de sus raíces, proporciona ya enseñanzas preciosas para
preveer el comportamiento de las plantas cultivadas que se quieran intro
ducir en dicho soporte. Ello permitirá situar el papel de los horizontes que,
por su estructura, su compactibilidad o su impermeabilidad, constituyen
otros tantos obstáculos que frenan el desarrollo radicular y que son, por
tanto, susceptibles de aminorar los rendimientos; nos podrá también in
formar sobre la dinámica del régimen de humedad antes de efectuar las
medidas indispensables que puedan ser así reducidas al mínimo necesario.
Así, por ejemplo, si unas raíces más o menos podridas se distribuyeran de
modo regular en el horizonte veteado de un terreno profundo, de textura
arenosa o arcillosa, se podrá deducir que las raíces se han desarrollado a
favor de una aireación generalizada del suelo seguida de un infarto total
a consecuencia del ascenso de un plano acuífero; el terreno profundo está,
por tanto, sometido a un régimen de manto freático, cuyos niveles de
fluctuación actuales pueden ser definidos de forma aproximada.
En terreno cultivado, explotado por el hombre, nos apoyamos en el
concepto de perfil cultural (Hénin, Gras, Monnier, 1969), definido como
«el conjunto formado por la sucesión de capas de tierra individualizadas
por la intervención de los instrumentos de cultivo, las raíces de vegetales
160
y los factores naturales que rigen dichas acciones». En comparación con
otros suelos semejantes que no hayan sufrido los mismos tratamientos,
este examen proporciona una dinámica de evolución surgida de las técnicas
utilizadas para su cultivo. El perfil cultural puede, pues, considerarse
como la parte superior de un perfil pedológico que evoluciona bajo la in
fluencia de factores humanos o mecánicos. Hacer comparaciones entre
estos dos conceptos ofrece tan sólo un interés menor. Se completan así
las informaciones obtenidas y, como precisa S. Hénin, el examen del perfil
cultural está «esencialmente adaptado a la actuación de las técnicas de
cultivo». Su observación periódica puede contribuir a modificar, desviar,
mejorar las técnicas de valorización, si producen una degradación de las
capas superficiales del suelo (evidenciación, por ejemplo, de un desliza
miento hipodérmico originado en una discontinuidad creada por labranzas
repetidas y mal dirigidas). Basado en un método de observación riguroso
y lógico, este concepto es capital para nosotros, pues nos ofrece el medio
de analizar el balance morfogénesis-pedogénesis a nivel de los horizontes
superficiales, bajo la influencia del hombre; constituye, por tanto, en
cierta medida, una relación que permite captar con mayor rigor las inter
acciones entre el medio físico y la ordenación parcelaria; en este sentido,
lo consideramos como un precioso eslabón en la mejora del trabajo inter
disciplinar.
Las observaciones analíticas así efectuadas ponen en evidencia un cierto
número de relaciones entre el estado del medio físico y la planta, relaciones
que se han percibido aquí sobre todo a través del sistema radicular.
161
mucho más húmedo que un suelo arcilloso que contenga una proporción
de agua semejante; la tierra arcillosa retiene su agua mucho más enérgica
mente que las arenas. Para dar cuenta de esta diferencia, capital en la agro
nomía, se recurre a la noción de potencial capilar, que expresa la fuerza
de succión o de presión «que hay que ejercer sobre una tierra de humedad
semejante para empezar a extraer de ella el agua» (Hénin, Gras, Mon-
nier, 1969). Esta energía o presión se valora en altura de agua medida en
centímetros. Dado que el agua utilizable por las plantas puede ser extraída
por ellas hasta presiones muy elevadas (16 atmósferas), que se traducen
en largas cifras, por simplificación se utiliza el logaritmo de dicho número:
es el PF. Así, por ejemplo, una humedad del 20 % a PF 3 significa que
si se ejerce una presión equivalente a 1.000 cm de agua (es decir, 1 atmós
fera), la humedad residual del suelo será del 20 % .
Desde el punto de vista de la humedad, los siguientes estados del
agua en el suelo son especialmente importantes para la planta:
162
del suelo; la planta comienza a marchitarse, luego sigue marchita; es el
punto de marchitamiento: corresponde a una presión (o a una succión)
de 16 atmósferas, es decir, a un PF 4,2. Este punto de marchitamiento es
independiente de la planta; en contrapartida, la tasa de humedad corres
pondiente al punto de marchitamiento está muy ligada a la textura. Si los
suelos arcillosos, por ejemplo, contienen mucha más agua que los suelos
arenosos, es porque la retienen más enérgicamente; debido a ello, los
valores del PF en la capacidad en el campo son tanto más fuertes cuanto
más arcillosas son las tierras.
R = p x d (C — F),
en donde
163
suelo. A primera vista, estos movimientos se realizan bajo forma gaseosa
y bajo forma líquida. La circulación gaseosa está ligada a muchos pará
metros, como por ejemplo la temperatura del suelo; sus efectos son difí
ciles de apreciar y, además, se ejercen principalmente en la parte super
ficial del suelo; nos atendremos, en consecuencia, sólo a los movimientos
del agua líquida.
La circulación del agua en el suelo puede efectuarse bajo la acción del
peso, pero del mismo modo puede escapar a ella; las dinámicas son distin
tas, pero ambas intervienen en la alimentación hídrica de las plantas y, por
tanto, en la productividad agrícola; vamos a examinarlas brevemente antes
de dar ejemplos de aplicación práctica en donde el estudio de los regíme
nes de humedad se ha podido apreciar en un paisaje, con el fin de poder
proponer sistemas de valorización adaptados.
164
la porosidad. Una estructura inestable, sobre todo cuando las lluvias son
violentas, conduce con bastante rapidez a la formación de una capa super
ficial, compacta, que obstaculiza la infiltración del agua; incluso si la inten
sidad de las aportaciones disminuye posteriormente, la compacidad de esta
capa (la costra de compactación) persistirá y frenará dicha infiltración hasta
provocar la formación de un plano de agua superficial.
Esta infiltración reviste gran importancia para la agricultura. Si ésta
se efectúa mal por razones de compactación de inestabilidad de la estruc
tura, por ejemplo, el desarrollo del sistema radicular se verá profunda
mente afectado; tendrá tendencia a concentrarse en la superficie y será,
por tanto, mucho más sensible a los períodos de sequedad.
Cuando el agua se infiltra, se puede llegar a una tasa de agua superior
a la capacidad del campo. El agua excedente empuja el volumen de agua
preexistente y se produce derramamiento del agua excedente. Decimos que
el agua es saturante; en tales condiciones la velocidad de flujo del agua, es
decir, el volumen de agua que atraviesa un espesor de suelo durante un
tiempo dado, obedece a la ley de Darcy:
(H + L)
Q = K --------------- x S,
H
165
también sobre una muestra no elaborada (método Vergiére), que consiste
en someter un bloque de tierra extraída sobre el terreno a la infiltración
de agua bajo una carga constante. Sobre el terreno, en suelo no desecado,
se la puede medir por el método Muntz, que consiste en medir la altura
del agua infiltrada durante una hora en el interior de un cilindro, bajo
carga constante (3 cm), gracias al empleo de un recipiente de Mariotte.
Esta medida entronca con la de una velocidad de infiltración a partir
de la superficie del suelo, que hemos visto ya en el párrafo anterior. El
método Porchet consiste en medir el tiempo que necesita un volumen
dado de agua para filtrarse en un agujero cilindrico horadado en el suelo;
por tanto, este método aprecia mejor que el precedente la permeabilidad,
pero no se efectúa bajo presión constante. Por otra parte, nos da un valor
global que integra a la vez la filtración vertical y los movimientos late
rales; la cifra de permeabilidad obtenida depende del horizonte más per
meable buscado por el agujero y del nivel de humedad del suelo en el
momento de la medición; es decir, que puede variar según las estaciones.
En todas las estaciones, las mediciones deben ser múltiples y repetidas
tanto en el tiempo como en el espacio. De todos modos, no nos dan más
que valores de magnitud que no deben ser tomados al pie de la letra.
Cuando estamos en presencia de un plano acuoso próximo a la super
ficie, las medidas pueden ser más rigurosas, ya que se efectúan en atmós
fera saturada. El método del agujero-sonda (Porchet-Hoghourt) consiste
en perforar un agujero cuyo fondo se sitúe a una cierta profundidad por
debajo del nivel del plano acuoso. Se bombea el agua y luego se mide la
velocidad de ascenso del plano acuoso. Este método se utiliza corriente
mente para el cálculo de las redes de avenamiento.
Movimientos sin manto de agua. Estos movimientos son los más difíciles
de captar, razón por la cual son los más discutidos y, a veces, los más
controvertidos. Conducen al desecamiento del suelo. A partir del estadio
de la capacidad de retención del suelo donde ya no se efectúa ningún
movimiento por la acción de la gravedad, el desecamiento se efectúa sobre
todo (existen otros procesos) por la evaporación del agua del suelo y por
la absorción del agua a través de las raíces de los vegetales, que se traduce
en unas pérdidas debidas a la transpiración.
La velocidad de evaporación del suelo, que es rápida y relativamente
166
constante cuando la humedad es superior a la capacidad de retención, des
ciende fuertemente a partir del momento en que se alcanza dicho estado
de humedad. Las capas superficiales se desecan entonces más rápidamente
que el conjunto del suelo, y «cuando la humedad en la superficie del
suelo alcanza sensiblemente la de la tierra secada al aire se llega a un
régimen de evaporación lenta. La evaporación se produce a una velocidad
tanto mayor cuanto más lentamente circula el líquido una vez que la hume
dad de la superficie del suelo ha alcanzado la de la tierra secada al aire»
(Hénin, Gras, Monnier, 1969). Dicho de otro modo, cuanto más se deseca
un suelo, más lentamente pierde su agua; la evaporación se va reduciendo
sin anularse (1 mm al día, aproximadamente). Si no interviene algún tipo
de alimentación acuosa, el suelo tiende muy lentamente a la humedad
higroscópica. Cuando el suelo está recubierto de vegetación, el período de
evaporación rápida se prolonga (Hénin, Gras, Monnier, 1969). Se dan otros
procesos que provocan también las pérdidas de agua del suelo, como
síntesis biológicas diversas que necesitan el agua, al igual que las reac
ciones de hidratación de sustancias minerales (Gaucher, 1968).
167
noroeste de Madagascar (Bouchard, Bourgeat, Damour, Casabianca, Kilian,
1963-1970) han sacado a la luz un cierto número de hechos que precisan
estos movimientos capilares. Estos suelos aluviales poco evolucionados,
denominados «baibos», son de los más ricos de Madagascar. Son cultiva
dos en decrecida durante la estación seca que, según los años, se escalona
de abril/mayo a octubre/noviembre. La alimentación acuosa de las plantas
se efectúa a partir del agua almacenada en el suelo durante la estación de
las lluvias y sobre todo a partir del manto freático que circula en los
aluviones, y se sitúa entre 1 y 3 metros de profundidad en el mes de julio.
La naturaleza y productividad de los cultivos dependen de la posición del
manto en relación con la superficie en el momento de la siembra, de la
velocidad de descenso de la franja capilar que recorre el manto, y de la
capacidad de retención acuosa del suelo. Ante la importancia regional de
dichos suelos, en 1963 el I.R.A.T. puso en marcha una experimentación
en la región de Ambato-Boeni. Los resultados parciales obtenidos (Casa
bianca, 1966) pusieron de manifiesto que en los mejores suelos (de tex
tura media) el ascenso capilar es tanto más lento cuanto más profundo
es el manto freático, que disminuye a medida que el manto desciende y
que parece depender también de la «fuerza de succión» ejercida por las
raíces de las plantas experimentadas (maíz y cacahuete). La velocidad
de descenso del manto depende de la textura del material (en consecuen
cia, está ligada a la morfodinámica fluvial). En función de estos paráme
tros, la velocidad de descenso varía de 18 a 40 cm por mes.
La profundidad del manto en el momento de la siembra es también
un factor esencial de la productividad. Para el cacahuete, por ejemplo, no
se aconseja sembrar cuando la profundidad del plano acuoso es superior
a 120 cm. En cambio, sembrando con un manto a 80 cm se puede contar
con una duplicación del rendimiento. Por otra parte, numerosas observa
ciones del terreno efectuadas en esta época (Roche, Kilian, Bourgeat, Da
mour) han evidenciado claramente que una capa arenosa de un grosor
superior a los 20 o 30 cm provocaba una ruptura brutal de la ascensión
capilar. Es importante, pues, cartografiar dichas capas. La implantación
de piezómetros, que permitan seguir la evolución del manto, es muy acon
sejable para este tipo de cultivos, cuyo éxito depende en gran medida de
las fechas de su siembra.
Estos resultados parciales demuestran hasta qué punto el conocimiento
del régimen de humedad es importante, tanto si se trata de suelos influen
ciados por un manto acuoso como si no. Es esencial la observación y la
medición del comportamiento del agua y su dinámica en una óptica de
valorización, y por ello damos tan especial importancia a los perfiles
hídricos.
168
C. Perfiles hídricos
D. Balances hídricos
169
en la base de dichas cubas están destinadas a recoger el agua de dre
naje.
Los movimientos del agua en el suelo y las modalidades del en riza
miento son elementos fundamentales en el enfoque de las posibilidades
de cultivo de un suelo. El estudio geográfico que ahora vamos a describir,
nos proporciona un ejemplo característico:
170
arroceras de tales suelos y ponían el acento sobre dicho manto freático.
En 1972, R. Bertrand insistía todavía sobre la «presencia de un manto
freático cuya manifiesta influencia en los cultivos explicaría las potenciali
dades arroceras de dichos suelos».
Paralelamente, los diversos organismos de desarrollo gubernamentales,
frente a las dificultades de valorización encontradas en la planicie, dirigían
su atención a dichos «suelos grises». Así fue como se le pidió al I.R.A.T.
que los estudiara desde un punto de vista global, integrando los aspectos
de alimentación acuosa, fertilización, técnicas de cultivo y definición del
tipo de cultivo más adecuado a ese tipo de medio.
Las modalidades de dicho estudio fueron concebidas y realizadas en
estrecha colaboración entre los servicios técnicos centrales del I.R.A.T.
y el C.R.A.3 de Bambey (Bertrand, Charreau, Forest, Gillet, Vincent).
Este estudio, centrado esencialmente en las relaciones medio físico-agua-
planta, apuntaba por medio de un adecuado dispositivo a:
171
— dos amplias zonas de suelos grises a orillas del Sungrugru, una de
ellas con unos suelos de textura muy gruesa (Kandiadou); la otra, más
compleja, compuesta de una parte alta con suelos de textura gruesa y de
una parte baja con suelos de textura fina bordeada de amplias zonas de
suelos salados inundables.
b) Resultados
172
de pedogénesis, lo cual le confiere una estructura propia y una dinámica
específica; esta unidad está constituida por una asociación de suelos que
resulta inútil querer fraccionar, pues los lazos de interdependencia son
demasiado estrechos; una tipología excesiva basada en la distinción dema
siado estricta de horizontes diagnósticos nos llevaría a una excesiva divi
sión del espacio en unidades mal relacionadas entre ellas; existe toda una
serie de delicadas transiciones cuyos límites son difíciles de captar. Los
estudios detallados de toposecuencia en los cinco lugares representativos
han mostrado que los «suelos grises» de media Casamance son de color
gris muy claro y poseen horizontes arenosos blanqueados en su conjunto
de estructura particular. Según dichos autores, se presentan pues como
suelos hidromorfos completamente deferruginizados en la parte alta de la
vertiente y en la parte superior de los perfiles. En la parte opuesta, en la
base de la vertiente, en la parte baja de la toposecuencia, es frecuente
encontrar zonas de acumulación de hierro que pueden llegar a ser verda
deros alios. La parte alta de la toposecuencia parece representar también
un horizonte eluvial que pasa progresivamente a ser iluvial en la parte
baja de la toposecuencia. El perfil completo quedaría así representado
por toda la toposecuencia; en este contexto, tan sólo el estudio de la topo-
secuencia tomada en su conjunto conduciría a la comprensión del medio
de pedogénesis y de su dinámica; siendo así que las transiciones son a me
nudo difusas a lo largo de la vertiente, se comprende la inutilidad de
dividirlas en tipos de suelos definidos por diagnósticos a nivel del hori
zonte. Por ello, en el caso de los «suelos grises» la observación de un solo
perfil conduciría a clasificarlos entre los suelos poco evolucionados de
aluvión coluvial hidromorfos; el estudio de la vertiente en su conjunto
lleva a considerarlos más bien como suelos muy evolucionados bajo la
influencia de una pedogénesis hidromorfa de tipo exohidromorfo. Se tra
taría en este caso de suelos grises hidromorfos completamente referrugini-
zados, cuyo horizonte iluvial se situaría hacia la base de la toposecuencia.
Tal enfoque nos parece más lógico, pues conduce a la diferenciación de
unidades de paisaje cuya génesis, dinámica y lazos de filiación pueden
captarse claramente. Por otra parte, pondera el papel absoluto que tienen
los «criterios de identificación» a nivel de los horizontes que difieren
según las clasificaciones utilizadas y que conducen a la división del espacio
en unidades cartográficas dependientes del espíritu de las clasificaciones.
Tales observaciones se han realizado también en otros países de Africa
occidental, sobre todo en Dahomey (J. Kilian, 1970) y en Costa de Marfil
(J. Kilian, J. Teissier, 1972).
173
que encaminan las aguas infiltradas hasta el nivel de los suelos grises;
tales observaciones fueron confirmadas en la siguiente campaña, por S.
Guillobez, que las completó; en efecto, este manto parece confundirse en
la estación seca con el del terminal continental. Efectivamente, el exce
dente de agua que ocasiona en invierno el deslizamiento hipodérmico y que
proviene de las lluvias que se infiltran a través de los suelos de grava,
permeables y poco espesos, se superpondría al manto del terminal conti
nental y favorecería así durante dicha estación el ascenso capilar de éste en
las zonas de «suelos grises»; las disponibilidades de agua están, pues,
aumentadas. En la estación seca el manto del terminal continental encuen
tra de nuevo su nivel normal. En la práctica, las observaciones efectuadas
sobre el conjunto de los piezómetros se esquematizan así:
174
riesgo de sequía queda eliminado y se posibilitan unos rendimientos im
portantes si, por su parte, las técnicas de cultivo y las variedades son las
adecuadas. En Kandiandou se han obtenido rendimientos de 48 q/ha. En
medio campesino, la productividad puede superar 35 q/ha, como sucedió
en Karcia y en Kandiadou.
175
fica de dicha experimentación puede evaluarse aproximadamente gracias a
los mapas morfopedológicos establecidos.
Tras haber examinado la utilización de los recursos acuosos del suelo
por las plantas, luego — a nivel del terruño— por los cultivos, pasamos
ahora a un nivel dimensional más elevado, el de las cuencas-vertientes.
176
1. Concepción de los m ap as h idrom o rfológico s
177
disciplina. Las formaciones superficiales, los diversos tipos de rocas, deben
tenerse en cuenta en un estudio geomorfológico. También están represen
tados en los mapas geomorfológicos. En la concepción francesa (R.C.P. 77)
se ha dado gran importancia a la granulometría de las formaciones muebles
y a la densidad y disposición de las fisuras en los materiales consolidados.
Los mismos caracteres influyen de modo determinante en la penetración
y en la circulación del agua por estos diversos materiales. Por ello, no es
de extrañar en absoluto que en Polonia y en Francia sean geomorfólogos
quienes han realizado los mapas hidromorfológicos. Su experiencia les lle
vaba a ello. Por ello, desde un punto de vista práctico, resulta económico
efectuar simultáneamente el alzamiento de mapas geomorfológicos e hidro
morfológicos: alrededor del 75 % de las observaciones sobre las que se
basan los mapas hidromorfológicos forman parte de las proyecciones geo
morf ológicas.
Sin embargo, no debemos tampoco confundirnos y creer que los mapas
hidromorfológicos no son más que mapas geomorfológicos simplificados.
Su objetivo es otro. Las observaciones comunes se realizan con un espíritu
diferente, determinado por tal objetivo. Sobre un mapa geomorfológico,
una formación en declive, por ejemplo, es examinada desde el punto de
vista de la morfogénesis. El interés se centra en los procesos que la han
conformado, en su edad, en sus relaciones con las formas. Desde el punto
de vista hidrológico cuentan tan sólo sus caracteres, esencialmente su poro
sidad, de la que depende la velocidad de filtración del agua. Su edad, su
génesis nos son indiferentes. Sólo pueden servirnos para cartografiar su ex
tensión. En cambio, debemos observar su humedad habida cuenta de sus
antecedentes climáticos. Debemos también buscar las huellas de la escorren-
tia hipodérmica y de la infiltración de las aguas bajo la forma de arrastre
de arcillas, precipitaciones de minerales solubles, etc. A partir de datos
comunes, la observación se afina en direcciones distintas con objeto de
llegar a identificar fenómenos distintos. Es por ello también que la carto
grafía hidromorfológica censa datos que interesan poco a la geomorfología,
como fuentes, manantiales, manifestaciones de hidromorfismo y satura
ción temporales, estacionales y permanentes, los tipos de escorrentia espo
rádicos, estacionales, perennes, etc.
Tras numerosos ensayos escalonados durante varios años, el equipo del
Centro de geografía aplicada preparó un escrito respondiendo al objetivo
científico y práctico que se había asignado. Se basa en la distinción de
tres regímenes fundamentales:
178
escorrentias que no han producido lecho, que se producen a través de la
vegetación o en el mismo suelo, como es frecuente en los marigots tropi
cales. El calibre del lecho también se toma en consideración. Lo mismo
sucede, cuando resulta justificado, con sus dimensiones (anchura, profun
didad). Las superficies inundables, los pantanos, están también indicados
por medio de signos convencionales, siempre en azul.
El mapa expresa también las manifestaciones del arroyamiento sobre
los interfluvios. Las pendientes barridas por el arroyamiento embriona
rio, las formas de concentración elementales, las incisiones en quebradas
y las quebradas están también representadas. Del mismo modo, si ello se
justifica, se representan las áreas de suelos compactados afectados por la
erosión pluvial. Estudios sobre la estabilidad de los componentes pueden
completar las observaciones del terreno y, en ciertos casos, permiten in
troducir clases cuantitativas.
179
principalmente la profundidad de los mantos freáticos, la localización y las
características de los pozos. En un pís en el que la mayoría de los acuíferos
se encuentran en el cuaternario y son poco profundos, esto está justifi
cado.
180
existencia y extensión de matices climáticos difícilmente perceptibles por
otros métodos.
Una red de este tipo permite mediciones mucho más representativas
de los fenómenos naturales. Las correlaciones entre precipitaciones y des
lizamiento se mejoran, lo cual permite obtener resultados más precisos con
la misma duración de observación o resultados con el mismo grado de
precisión con una serie más corta de medidas. Generalmente, por razones
prácticas se prefiere ganar tiempo.
Otra ventaja de este modo de proceder: la mayoría de las estaciones
están situadas en cuencas de pequeñas dimensiones, de algunos kilómetros
o decenas de kilómetros cuadrados, en lugares de pequeño caudal. Así
resulta más fácil preparar la estación de aforo, y la calidad de las medidas
se ve beneficiada. Estas estaciones son complementadas por otras instala
das a la salida de una cuenca vertiente más extensa y heterogénea. Están
destinadas a posibilitar controles.
181
men de la cuenca más extensa. Sus características vienen dadas en el mapa
y en las observaciones del terreno sobre las que se apoya. El mapa permite
determinar la extensión de las demás cuencas del mismo tipo y de tipos
poco distintos. Este modo de proceder da lugar al establecimiento de hidro-
gramas sintéticos. Su exactitud es mayor que la del caso precedente, por el
hecho de la mayor representatividad de los datos iniciales.
Advirtamos, de paso, que este modo de proceder, basado en una apre
ciación mejorada de la representatividad de lugares puntuales de medición,
es aplicable en muchos otros campos técnicos. Es válido cada vez que las
medidas que se deben realizar son «duras», es decir, costosas y/o largas,
lo cual impide multiplicarlas, y que se dirigen a una extensión hetero
génea, caso muy frecuente, habitual, ya que se trata de la naturaleza. El
mismo enfoque es aplicable, en particular, al problema de la experimen
tación agrícola, como demostraremos más adelante.
Por otra parte, nuestro método es ágil y permite un enfoque por
aproximaciones sucesivas. El estudio de las pequeñas cuencas permite com
parar sus reacciones hidrológicas. Al cabo de algunos años, ciertas esta
ciones pueden ser cerradas y reemplazadas por otras más representativas
o de mejor calidad. Se puede también adaptar la red a modificaciones en
la ocupación del suelo y tener en cuenta, por ejemplo, establecimientos
de cultivos, abandonos al baldío o plantaciones de bosque. Los plu
viógrafos pueden ser reemplazados al cabo de cierto tiempo por pluvióme
tros o, cosa preferible, completados por éstos. En efecto, en la cuenca del
Bruche en los Vosgos se han podido evidenciar tipos de precipitaciones
con una cierta extensión espacial. El estudio de las modificaciones locales
de tales precipitaciones se efectúa comparando los resultados obtenidos
con ayuda de una red a la que se han asociado pluviógrafos y mayor
número de pluviómetros. Tal solución se ha adoptado a causa de la extre
ma modicidad de los créditos disponibles para la investigación.
Recordemos que los mapas hidromorfológicos pueden ser fácilmente
asociados a los mapas de los procesos actuales en el estudio integrado de
una cuenca fluvial. En efecto, los mapas geodinámicos no son más que
una variante de las cartas geomorfológicas, en la que se conservan los
datos litológicos y en la que se pone el acento en los procesos contem
poráneos. La extracción de datos litológicos sirve para los dos tipos de
mapas, incluso si la apreciación de tales datos se realiza de modo distinto
y si algunos de ellos difieren en algo en ambos casos. En lo que se refiere
a los procesos, éstos tienen también un importante tronco común: todas
las manifestaciones del deslizamiento superficial. Sin embargo, la noción
de trabajo interviene en los mapas geodinámicos lo cual no sucede en las
manifestaciones hidrológicas. Una escorrentia puede jugar un importante
papel en la formación de caudales, sin contribuir sensiblemente a la carga
sólida del curso de agua. Tal es el caso de una pradera frondosa. Observar
tales diferencias ofrece gran interés para el ordenamiento de las cuencas
vertientes. Permite proponer soluciones respondiendo a los deseos. Un
182
chorreo intenso acarreando poco material produce mucha agua, pero de
un modo irregular en el tiempo. Reviste un carácter torrencial desde el
punto de vista hidrológico. Su utilización implica la construcción de reten
ciones. En cambio, dichas retenciones están poco sujetas a la saturación si
se toman unas medidas de conservación con vistas a mantener una densa
pradera sobre el suelo. También se produce un arroyamiento intenso sobre
los suelos rocosos. Transporta pocos residuos cuando dichas losas resisten
a la meteorización. En tales casos, también se puede pensar en la edifi
cación de retenciones para disminuir la torrencialidad del chorreo, con el
fin de prevenirse contra las crecidas y disponer de recursos acuosos más
abundantes en períodos de estiaje. Para preparar los mapas básicos de las
cuencas vertientes, siempre es preferible entregarse a un estudio lo más
integral posible del medio natural. Es recomendable mantener en primer
plano la cartografía hidromorfológica y la cartografía geodinámica. Ello
hace posibles muchas confrontaciones o delimitaciones bastante útiles para
el ordenamiento.
Pero las escorrentias superficiales no son los únicos recursos acuosos
interesantes que afectan al ordenamiento. Las aguas que están en el suelo,
a poca profundidad, constituyen un importante factor ecológico. También
deben ser tenidas en cuenta.
CONCLUSION
183
locales o regionales en ciertos períodos. Por otra parte, la demanda es cada
vez mayor en épocas de penuria (sequías, estiajes). Entonces es cuando el
conflicto entre los usuarios en competencia se hace más agudo. Se impone
entonces la regularización del agua, estableciendo almacenajes. Al aire
libre, estos almacenamientos sufren pérdidas por evaporación. La cons
trucción de retenciones presenta también peligros importantes en regiones
inestables (seísmos, erupciones volcánicas, corrimientos de tierras, y des
prendimientos). Por otra parte, la retención interrumpe el tránsito de los
materiales acarreados por los cursos de agua. Su longevidad de la que
dependen las anualidades de amortización de los ordenamientos, depende
de las cantidades de detritus que se sedimenten en la retención y de la
concentración de productos disueltos que se concentren en ella por evapo
ración. Las aguas subterráneas son un tipo de almacenamiento que escapa
a estas limitaciones, al menos en tanto en cuanto no están tan próximas
a la superficie como para ser afectadas por la evaporación. La recarga de
los mantos, principalmente por la irrigación, es una solución para muchos
ordenamientos. Pero no hay que olvidar, sobre todo, la coherencia intrín
seca del ciclo del agua en el medio natural, pues en tal caso se provoca su
degradación: salinización de las tierras, hidromorfia de los suelos obs
truidos.
La ordenación de las aguas es una pieza importante de las organiza
ciones regionales. Se han creado especialmente ciertos organismos para
efectuarla en el marco de una cuenca o a partir de las aguas de un río:
Tennessee Valley Authority, Compagnie Nationale du Rhóne, Compagnie
Nationale d ’amenagement du bas Rhóne-Languedoc, Organización de los
Estados Ribereños del río Senegal, etc. Así se posibilita la coordinación de
la participación de los especialistas de diversas disciplinas para asegurar
una mejor utilización del agua, a la vez para captar la energía de la gra
vedad (centrales hidroeléctricas), para la alimentación de los seres vivos
(irrigación, alimentación humana), para la industria, para las comunica
ciones. Pero el recurso «agua» tiene limitaciones. La principal de ellas
es el flujo de materia que acompaña al agua, en la naturaleza, productos
disueltos, turbulencias, carga de fondo. La concentración de las sales este
riliza las tierras. Los transportes sólidos colman los pantanos y hacen ines
tables los canales, lo cual obstaculiza la navegación y amenaza las instala
ciones situadas a sus orillas. Una de las condiciones previas más importan
tes para cualquier ordenación regional de las aguas es restringir dichos
flujos, lo que comporta, principalmente, la estabilización morfogénica de
la cuenca vertiente. Las plantas son su principal medio (noción de fitos-
tasia). Uno de los objetivos de la agronomía es poner a punto unos tipos
de cultivos que aseguren a la vez una producción satisfactoria, unas con
diciones de fitostasis lo mejor posible y el mínimo de carga de detritus
degradantes del agua.
184
BIBLIOGRAFIA
1. Relaciones agua-suelo-vegetación
185
D arlot A., D arves-Bornoz R., 1958 «Evaluation et utilisation rationnelle
des quantités d’eau nécessaires aux irrigations», Etudes et Travaux du Centre
de Recherche du Génie Rural, 43, n.° 3, 29 pp.
Examen crítico de las distintas fórmulas de evapotranspiración potencial.
Bibliografía detallada.
D arves-Bornoz R., 1957, «Recherches et connaissances sur les besoins en
eau des sois cultives», Etudes et Travaux du Centre de Recherches du Génie
Rural, 31, 44 pp.
D emolon A., 1968, Principes d'agronomie; Masson, París, 6.* ed., t. II: Crois-
sance des végétaux cultivés.
D utmijl J., 1971, Eléments d’écologie et d’agronomie, J. B. Bailliére et fils,
París, t. I: Connaissance du milieu.
F eodoroff A., 1961, «Capacité de rétention pour l’eau et structure du sol»
Comptes rendus de l'Académie des Sciences, 23 Janvier 1961, 252.
F eodoroff A., 1962, «Ressuyage du sol et capacité de rétention pour l’eau»
Anuales Agronomiques, 13, (6).
F eodoroff A., R afi M., 1963, «Evaporation de l’éau á partir du sol nu»
Anuales Agronomiques, 14 (4).
F eodoroff A., B etremieux , 1964, «Une méthode de Laboratoire pour la dé-
termination de la capacité au champ», Science du Sol, 2 ° sem. París.
F eodoroff A., 1965, Elude expérimentale de l’eau non saturante; tesis, París.
G ard L., J acob W., V an D oren , 1958, «Run-off from pasture plots analysed
by fitting of constant technique», Proc. Soil. Science Society of America, 23,
pp. 388-391.
G a u ch er G., 1968, Traité de pédologie agricole, Dunod, París.
G ras R., M onnier G., 1963, «Contribution de certains éléments grossiers du
sol á l’alimentation en eau des végétaux» Science du sol, n.° 1.
G uillorez S., 1974, Etude des sois gris de Casamance. Campagne 1972-1973,
1. R.A.T., París.
H allaire M., 1953, Diffusion capillaire de l’eau dans le sol et répartition de
l’humidité en profondeur sous sois ñus et cultivés, tesis, I.N.R.A., París.
H allaire M., 1960, L’eau et le sol. Techniques culturales. París.
H allaire M., 1960, «Le probléme du potentiel de l’eau dans le sol et la dis-
ponibilité de l’eau pour la végétation», Anuales de phisiologie végétale, París,
pp. 119-130.
H allaire M., H enin S., 1958, «Desséchement du sol et évolution des profils
hydriques» Comtes rendus de l’Académie des Sciences.
H allaire M., 1957, Le role de la végétation dans Vépuisement des réserves en
eau du sol. U.G.G.I. Association Internationale d’Hydrologie Scientifique,
Asamblea de Toronto, II, pp. 412-422.
H énin G., G ras R., M onier G., 1969, Le profil cultural, Masson, París,
2. ‘ edición.
I.N.R.A., 1964, L’eau et la production végétale, París.
K f.f.n B. A., 1931, Physical properies of the Soil, Longmans, Londres, 380 pp.
K een B. A., C outts J. R. H., 1928, «Single valué soil properties. A study of
the signifiance of certain soil constants», Journal of Agriculture, n.° 18.
K ilian J., V elly J., 1964, «Diagnostic des carences minérales en Vases de
végétation sur quelques sois de Madagascar» Agronomie Tropicale, n.° 5.
K ilian J., 1970, «Etudes des sois tourbeux et semi-tourbeux utilisés en cul
ture bananiére dans la région de Tamatave», Fruits, vol. 25 n.° 1.
186
L obert A., C ormary Y., 1964, «Variabilité des mesures de caractéristiques
hydrodynamiques», Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, 11 (2), pp. 23-50.
Muestra la gran variabilidad de K sobre pequeñas superficies, como la
pared de una fosa pedológica.
L vovich M. I., 1954, «Influencia del trabajo de los suelos en el deslizamiento,
Izvestia Akademia Nauk S.S.S.R., Serie Geogr., n.° 5, pp. 40-48 (en ruso).
Datos experimentales de la región de Saratov.
L vovich M. I., 1954, «El régimen de los ríos y la agricultura» Priroda, n.° 10,
pp. 43-53 (en ruso).
Excelente estudio de las modalidades del deslizamiento en la llanura rusa.
M aertens, 1964, «Influence des propriétés physiques sur le développement
radiculaire et conséquences», Science du sol, 1.
M arty, 1970, «Méthodes d’évaluation du bilan de l’eau en agriculture», Bulle-
tin de l'Association frangaise pour l’étude du sol.
M untz A., F aure C., L aine E., 1905, «Etude sur la perméabilité des terres,
faite en vue de l’irrigation», Anuales de la Direction de l’hydraulique.
O uryvaiev V. A., 1956, L ’Etude expérimentale des éléments du bilan d’eau
et des procés de formation de l’écoulement, Essais de géogr. supl. p. 11.
P apada k i s J. S., 1938, Ecologie Agricole, Librairie agricole de la Maison rus
tique, París.
P o r c h e t M., L afferére H., 1935, «Détermination des caractéristiques hy
drodynamiques des sois en place» Direction des eaux et du Génie rural,
Ministére de l’agriculture, Anuales, n.° 64.
Pu e c h , 1969, «Etude expérimentale de la circulation de l’eau non saturante
dans différents sois», Anuales agronomiques, vol. 20 n.° 5.
R obelin M. 1960, «La transpiration des plantes», Bulletin de Vassociation
frangaise pour l’étude du sol, pp. 320-326.
R obelin M., 1962, «L ’Evaporation réelle de différents couverts végétaux bien
alimentés en eau et évapotranspiration potentielle. Détermination expéri
mentale», Annales agronomiques, n.° 12, pp. 493-522.
T urc L., 1931, «Evaluation des besoins en eau d’irrigation. Evapotranspiration
potentielle, formule simplifiée et mise á jour», Annales agronomiques n.° 12.
U.N.E.S.C.O., 1962 «Les Echanges hydriques de la plante en milieu aride et
semi-aride», Actas del coloquio de Madrid.
U.N.E.S.C.O., 1973, «Réponse des planets aux facteurs climatiques», Actes du
colloque d’Upsala, París.
W a l t e r H., 1954, «Le facteur eau dans les régions arides et sa sginification
pour l’organisation pour l’organisation de la végétation dans les contrées sub
tropicales», C.N.R.S., Colloque International «División écologique du monde»,
pp. 271-283.
Y ankovttch L., 1960, «Résultats de 22 années d’expériences dans les cases
lysimétriques et cases de végétation du Service botanique et agronomique de
Tunisie», Annales du S.B.A.T., vol. 29, Túnez, 1965.
187
2. M apas h idrom o rfológico s
188
et Documents du Service de documentation cartographique et géographique
du C. N. R. S., París, 12, 1972, pp. 181-192.
En anexo los dos mapas en color.
W ilgat T., 1968, «The Compilation of a General Hydrogeographical Map with
Lublin Voivodship as an Example», Geographia Polonica, n.° 13, pp. 151-158.
W it K., Z iemonska Z., 1960, «Hydrography of the Western Tatra Mtd. Expla-
nation to the Map “ Tatry Zachodnie*’ 1/50.000», Polska Ak. Nauk, Instituto
de geografía de Cracovia, 99 pp, 7 pl., 1 mapa (en polaco con resumen
en inglés).
W it -Jozwik K., 1968, «Examples of Hydrographical Maps of Southern Poland
(showing regions with different systems of water circulation)», Przeglad
Geograficzny, 40 (2), pp. 271-283.
189
II
193
¿Desde qué punto de vista? Somos perfectamente conscientes de que
la expresión «medio rural» es criticable. En muchos países, la población
agrícola ha descendido al 15-20 % de la población activa total, o menos
todavía. En contrapartida, las gentes que practican otras actividades inva
den los campos: residencias secundarias, pabellones junto a las ciudades
tentaculares, turismo, camping son sus principales formas, que, con fre
cuencia, suscitan reacciones hostiles por parte de los «rurales». La tra
dicional diferencia entre ciudad y campo se pierde no sin conflictos de
todo tipo. Sin embargo, la tierra en el sentido campesino del término sigue
siendo nuestro soporte ecológico. Las plantas son, a pesar de las baterías
solares de los satélites, el único medio eficaz de captación de la radiación
solar: la transforman en alimentos para el hombre, para los animales que
él come. Ellas la transforman también en materias primas para la indus
tria, hoy en día tanto como lo hicieron en el pasado. El petróleo y el
carbón son energía solar almacenada desde hace millones de años.
Una increíble aberración de egoístas nos ha hecho creer en la ilusión
de los excedentes en géneros alimenticios y nos ha hecho cerrar minas de
hulla para consumir más petróleo, erigir centrales térmicas con fuel en
lugar de equipar los saltos de agua. Los mediocres jugadores de póquer
que nos dirigen, han perdido la partida. Sus trampas salen a la luz: la
verdad se hace evidente. El crecimiento de la población del globo ha sido
mucho más rápido que el de los recursos. El verdadero problema es pro
ducir más alimentos y materias agrícolas, y utilizar mejor la energía, dis
ponible tan sólo en cantidades limitadas. Los recursos en tierra y agua del
planeta son preciosos: a pesar de los enormes gastos que ello ocasiona,
no será el envío de comandos a la luna lo que resolverá esta situación de
hecho. La luna puede constituir un medio ecológico menos apropiado
para el hombre que el fondo de una mina a 3.000 metros bajo el suelo...
En el presente libro abordaremos los problemas de la ordenación de
las tierras y de las aguas consideradas como recursos ecológicos, como las
bases de una producción vegetal y animal útil al hombre. Dejaremos de
lado el aspecto de la naturaleza como base del hábitat humano (implan
tación de las ciudades y los pueblos, vías de comunicación). No abordare
mos tampoco los problemas de la inserción del turismo en la naturaleza.
Desgraciadamente, el turismo se traduce principalmente en matices que
explican las reacciones de rechazo de las poblaciones rurales.
Ante todo, volveremos sobre ciertas nociones abordadas con anteriori
dad, principalmente sobre el concepto de dinámica de las unidades eco-
gráficas, haciendo resaltar su importancia desde el punto de vista de la
ordenación. Este capítulo permitirá mostrar las grandes diferencias de sus
ceptibilidad frente a la intervención humana que ofrecen los diversos tipos
de medios, en función de su grado de estabilidad. Aclararemos también
la noción de ordenación racional. Con ello entendemos una ordenación que
permite utilizar los recursos ecológicos sin producir degradación, una orde
nación que salvaguarde el porvenir, o, si se prefiere, que no despilfarre
194
el capital que nos ha sido legado. En ciertos casos, la ordenación puede
también mejorar las condiciones naturales. Ello permite destacar una serie
de puntos centrales, principalmente, la noción de limitación en lugar de la
de potencial, por ser más objetiva. A partir de estas concepciones se ha
preparado un método práctico de enfoque.
Antes de exponerlo, tendremos que analizar el papel de la experimen
tación. La complejidad de los fenómenos en juego, el elevado número de
parámetros que los influyen, la dificultad de apreciar y de medir la mayo
ría de ellos, dan a la experimentación un lugar preponderante. ¿Decimos
con esto que no podemos desprendernos del empirismo? Ciertamente, no.
Un conocimiento más profundo del medio natural permite mejorarlo ha
ciéndolo más representativo. La desviación, con frecuencia considerable,
que puede haber entre los resultados obtenidos en una granja experimental
y los obtenidos en las explotaciones ordinarias, puede ser reducida. Este
será el problema que examinaremos en este capítulo.
La experimentación agrícola, ahora más representativa, se imbrinca
estrechamente en el enfoque que se plantea en el capítulo siguiente. Se
caracteriza por un proceso gradual, progresivo, que parte del conocimiento
fundamental y desemboca en una propuesta de soluciones prácticas. La
palabra pasa de los investigadores a los responsables políticos y adminis
trativos de tal modo que la elección que a ellos incumbe se pueda realizar
en las mejores condiciones de objetividad, con pleno conocimiento de
causa. La utilización de los estudios por aquellos que deben decidir,
plantea difíciles problemas que están lejos de haberse resuelto de manera
general. Lo más frecuente es que el pedólogo establezca, a partir del
estudio de los suelos, mapas de aptitudes para cultivos. El método es peli
groso, pues tiende a hacer olvidar todo un grupo de factores: los factores
humanos, sociales y económicos que intervienen, a menudo, de un modo
determinante. Un cambio de precio, una modificación de los circuitos
comerciales o de las condiciones de crédito, y un cultivo que no era ren
table puede dar importantes beneficios. Se constituyen grupos de presión
para conseguirlo. Todo ello fluctúa tanto más cuanto más compleja es la
organización de las sociedades. No podemos ignorarlo. Pero ello no se
obtiene a partir del estudio del medio natural. Por ello hemos adoptado
también un enfoque distinto: parte de las limitaciones características de
tal medio. Se apoya sobre la experimentación para determinar hasta qué
punto y según qué prácticas, tales limitaciones pueden ser atenuadas. El
estudio llega así a unas recomendaciones en vistas a la ordenación del
medio, teniendo en cuenta su propia susceptibilidad y cuáles son las pre
cauciones a tomar al respecto. La experimentación permite definir estas
precauciones y precisar su coste. Contribuye también a determinar la cuali-
ficación que deben adquirir los campesinos para aplicar los métodos pre
conizados. Todo ello constituye unos elementos de decisión, ya que una
ordenación comporta no sólo unos trabajos específicos que pueden ser
efectuados por empresas extrañas a la región, sino también, y necesaria
195
mente, una participación de los habitantes. Esta debe ser voluntaria, pero
para obtenerla deben darse ciertas condiciones económicas, sociales, cultu
rales y políticas. La experimentación diversificada para adaptarse a las
condiciones naturales y humanas de la región permite plantear tales proble
mas. Una vez tomada la decisión, permite pasar ágilmente a su aplicación,
proporcionando los datos básicos para la vulgarización.
196
5. ¿QUE ES UNA ORDENACION RACIONAL
D EL M EDIO RURAL?
197
criterio de ordenación racional. Esto lleva a precisar el grado de sensibili
dad de los sistemas naturales frente a los diversos tipos posibles de inter
venciones del hombre. ¿Qué tipo de cultivos, qué prácticas de cultivo se
pueden adoptar en determinado terreno sin correr el riesgo de empobrecer
el suelo y de provocar su despojo a causa de los procesos morfogénicos?
¿Qué cantidad de productos fosforados puede verterse en un suelo sin
desencadenar su eutrofización? He aquí unos ejemplos de la aplicación de
esta noción de sensibilidad del medio natural. Pero una ordenación se sitúa,
por regla general, a un nivel de complejidad más elevado. La eutrofización
de un lago, la contaminación de un curso de agua, la degradación de los
suelos de una colina, no son más que productos parciales de una actividad
regional, sea cual sea la gravedad de sus consecuencias. Los suelos arras
trados por el arroyamiento enturbian el agua y van a perjudicar a otras
tierras sobre las que se depositan. Su separación modifica las condiciones
de la escorrentia y, por tanto, el régimen de los cursos de agua, que se
hace más torrencial: los recursos hídricos son menos abundantes en pe
ríodos de sequía, las crecidas más violentas, producen mayores desgastes.
No podemos contentarnos con una visión sectorial, parcial, de las cosas.
La ordenación racional sitúa de nuevo a su nivel propio las diversas ma
nifestaciones de la dinámica del medio. Este debe, por lo tanto, apoyarse
sobre una concepción ecográfica integral.
En el presente capítulo mostramos, por consiguiente, cómo se puede
concebir una ordenación racional del medio apoyándose sobre el principio
de integración dinámica que hemos expuesto en el libro I, principio que
consiste en definir unos grados de estabilidad.
Daremos a continuación un resumen de la interdependencia de las di
versas modalidades de ordenación al nivel de los conjuntos regionales he
terogéneos.
198
1. P rob lem as de la salinización b a jo el efecto de la irrigación
199
granítico arenizado y lateritizado en el plioceno, y por tanto sin producir
ya casi iones solubles bajo un clima semi-árido. Los australianos denomi
nan estas aportaciones con el nombre de «sal cíclica» (cyclic salt), expre
sión bastante desafortunada, ya que dicha sal permanece encerrada en las
regiones endorreicas secas cuyas condiciones ecológicas va desmejorando
progresivamente.
Esta llamada de atención sobre los fenómenos naturales permite apre
ciar la gravedad de los riesgos de salinización de los perímetros irrigados.
La irrigación se practica sobre todo sobre las llanuras aluviales, cuyo
suave relieve favorece el trazado de las redes de canales. Lo más frecuente
es que utilice las aguas de ríos alógenos, procedentes de regiones más
húmedas. Dichas aguas, al llegar a la región seca, tienen bajas concentra
ciones de iones, aunque bajo el efecto de la evaporación tienden natural
mente a crecer río abajo. Por otra parte, las llanuras aluviales suelen ser
porosas. Los materiales que las forman — gravillas, arenas— son aptos
para una circulación subterránea del agua, que con frecuencia toma la forma
de un inferoflujo o sub-escorrentia, que acompaña a algunos metros de
profundidad el curso de agua. La sub-escorrentia no es más que la esco-
rrentia de un manto freático superficial. Como tal, es más persistente que
el aéreo. Cuando no es demasiado interrumpido, puede alimentar freato-
fitos, cuyas prolongaciones permiten detectar su existencia en pleno de
sierto.
Esta dinámica natural se modifica con la irrigación. Esta provoca in
filtraciones en los mantos aluviales, lo cual se traduce en una recarga del
manto freático. El inferoflujo se hace más abundante y se hincha. Hacia
abajo, cuando la pendiente disminuye o cuando los aluviones se hacen más
finos y menos porosos, disminuye su velocidad. En cierto modo se pro
duce una obstrucción subterránea que hace subir la altitud del techo del
acuífero. Se aproxima a la superficie del suelo y luego aflora. Es así afec
tado por la evaporación, que concentra los productos disueltos, los cuales
en parte se precipitan. Sigue a ello una salinización del terreno, cuyos
efectos pueden hacerse sentir al cabo de algunos años solamente en cier
tos casos. Provoca una degradación de las condiciones ecológicas. En la
parte baja de los valles del litoral septentrional del Perú se han observado
las siguientes etapas:
Antes de la reciente reforma agraria, en esa región las aguas eran pro
piedad de los dueños de la tierra. De este modo, grandes dominios, a
200
menudo de varias decenas de miles de hectáreas cada uno, implantados
en la región de pie de monte, más soleada, han desviado la mayor parte
del caudal de los cursos de agua para regar inmensas plantaciones de caña
de azúcar. Para evitar cualquier riesgo de salinización de sus propias tie
rras, utilizaron el agua a profusión. De esta suerte sus rendimientos alcan
zaron récords mundiales. Pero acrecentando considerablemente la recarga
del manto freático de los aluviones, provocaron la ruina de los valles
bajos, en donde pequeños agricultores utilizaban el excedente de agua
rechazado sobre unas tierras más pesadas y de clima menos soleado. Si
en lugar de hacer un balance únicamente de las grandes propiedades, se
hace un balance regional sincero, en lugar de un beneficio se evidencia
una pérdida, tanto desde el punto de vista del potencial natural como
sobre el plano social. Por ello, la reforma agraria ha supuesto la naciona
lización de los cursos de agua.
Mecanismos del mismo tipo pueden producirse bajo climas menos
secos. Este es el caso del perímetro de irrigación del Cenizo, en la cabeza
del delta del Motatan, en el borde sureste del lago Maracaibo (Venezuela).
La región recibe apenas un millar de milímetros de lluvia por año, su
temperatura media anual es de 27° C. Hay por lo tanto déficit de agua.
Durante la postguerra se implantó en ella uno de los primeros perímetros
de irrigación modernos del país. Desgraciadamente los estudios realizados
por empresas extranjeras fueron insuficientes: el medio geomorfológico
fue completamente olvidado. El principal canal de conducción fue excavado
a través de un sistema de terraplenes aluviales gruesos, muy porosos, en
el eje de la cabeza del delta. Los depósitos están situados a una y otra
parte, sobre los flancos, en unas cubetas laterales de sedimentos más finos
y en la parte más baja, en la que el material se hace también menos poro
so. Desde su instalación, hace poco más de veinte años, las dificultades
no han cesado de aparecer. Dejemos a un lado las que se han producido
en el plano humano, aunque éstas han sido seriamente agravadas por las
deficiencias técnicas del perímetro. En primer lugar, las pérdidas en el
canal de conducción han sido considerables. Fue necesario modificar la
toma de agua para acrecentar las extracciones. A continuación se tuvieron
que revestir ciertos sectores. Pero todo ello fue insuficiente o demasiado
tardío. El manto freático aluvial fue fuertemente recargado. Se produ
jeron subidas semi-artesianas en las formaciones superficiales finas de nu
merosas parcelas y, bajo los efectos de la evaporación, se salinizaron mu
chas tierras, lo cual provocó una agresividad reivindicativa entre los co
lonos.
Desgraciadamente, la desalinización de las tierras es muy difícil. En
cualquier caso, es infinitamente más larga que la salinización a través de
las aguas de irrigación. Colar las sales acrecentando las dosis de irrigación
exige mucha agua, generalmente más de la que se puede disponer. Puede
empobrecer y dañar los suelos. Por último, cuanto más finos son los ma
teriales, menos resultados da. El agua no circula en las arcillas dispersadas
201
por la sal. En algunos casos se utiliza sulfato de cal, que reacciona con
el cloruro sódico, o carbonato calcico, que permite evitar la dispersión
de las arcillas por sustitución, en el complejo de absorción, del sodio por
el calcio. Pero esta técnica es costosa, sobre todo cuando las modificacio
nes calcáreas vienen de lejos. En la actualidad, con demasiada frecuencia
la degradación por salinización debe considerarse prácticamente irrever
sible.
Es mejor, por tanto, tomar medidas preventivas. Consisten en con
trolar cuidadosamente la calidad de las aguas de irrigación, el régimen
hídrico del perímetro y de las tierras situadas en el llano, y analizar si
las aguas excedentes de irrigación y de drenaje pueden desembocar sin
peligro en un exutorio aguas abajo. El punto de partida es un estudio
geomorfológico atento, previo a la implantación del sistema de riego: la
del perímetro del Cenizo, realizada por el Centro de geografía aplicada,
llegó demasiado tarde y no pudo hacer más que explicar las causas de las
dificultades encontradas, pero no remediarlas. El objeto de estas inves
tigaciones es conocer con precisión la disposición de los mantos aluviales,
las variaciones de granulometría de su material, la disposición de las diver
sas unidades que los componen. Deben apoyarse en una cartografía deta
llada, basada en la microsísmica y los sondeos de reconocimiento. Su obje
to es proporcionar los elementos que dirigen la circulación de las aguas
subterráneas poco profundas. Deben completarse con unos estudios hidro-
geológicos de estas últimas. Las investigaciones hidrogeológicas sacan tam
bién provecho de los sondeos de reconocimiento, algunos de los cuales
pueden estar equipados con piezómetros y realizar pruebas de bombeo.
Efectivamente, hay que determinar la transmisibilidad de los terrenos alu
viales. Los datos establecidos por estos diversos trabajos permiten localizar
los sectores en los que existe el riesgo de recargar el manto acuífero y
aquellos en los que dicho manto, recargado, se aproximará a la superficie
del suelo, lo cual produciría un peligro de saturación y de salinización. Con
esta información, los ingenieros, en colaboración con los naturalistas, pue
den evitar la colocación de canales en los sectores en que sufrirían elevadas
pérdidas, o, si a pesar de todo esto fuera necesario, pueden revestirlos
antes de ponerlos en funcionamiento. Pueden también regular las dosis
de irrigación en función de las características de las unidades geomorfo-
lógicas, lo cual puede implicar ciertas restricciones en la elección de los
cultivos. En el mismo curso de la fase de equipamiento, también es posi
ble, por otra parte, tomar las medidas necesarias para mejorar el drenaje
de las parcelas en donde se hace previsible una saturación y la evacuación
de las aguas de drenaje. Todo ello da lugar a una ordenación racional: la
calidad de las tierras queda salvaguardada.
202
2. P rob lem as p ro p io s de los m edios de la rg a estabilidad
203
o colocar un esqueje en un agujero de pequeña dimensión. A su alre
dedor, el suelo conserva su consistencia y su estructura, lo cual le per
mite resistir mejor a la erosión pluvial. Tan sólo el quemado lo perjudica.
Por último, sobre el terreno, se mezclan especies de conductas diferentes,
de modo que se reconstituyan diferentes estratos de vegetación; se disper
sa así una gran parte de la energía cinética de las gotas de lluvia, lo que
disminuye la cantidad de energía transmitida al suelo. Sin embargo, estas
prácticas tienen también sus inconvenientes. La raspadura provoca rápi
damente una degradación superficial del suelo, lo que obliga a recurrir
a largos barbechos forestales. Las malas hierbas crecen por doquier rápida
mente, lo que perjudica los rendimientos. Actualmente, en Africa se
están orientando también hacia el desherbaje químico, que es objeto de
investigación.
Uno de los principales problemas que se plantean a la agronomía
es actuar perfectamente desde el punto de vista biostático, al tiempo que
se busca la mayor productividad y rendimiento económico. Dicho de otro
modo, hay que intentar poner a punto unos sistemas de cultivo que
cubran lo suficiente para proteger el suelo. Ello exige que a veces se
combata una tendencia muy extendida, que consiste en no cultivar más
que una sola especie en grandes parcelas. Esta práctica va en contra de las
enseñanzas ecológicas. Unos ecosistemas tan pobres en especies son muy
inestables, lo cual se traduce en ataques masivos de parásitos, que obligan,
para salvaguardar la cosecha, a recurrir abusivamente a los pesticidas y
a desencadenar unos mecanismos de polución letal que se propagan de
uno a otro nivel trófico. Este tipo de cultivos tiene por otra parte también
el defecto de dejar el suelo completamente desnudo en ciertas épocas
durante más o menos tiempo. A veces el tipo de plantas adoptado cubre
poco, y el suelo se mantiene «limpio», constantemente desnudo entre
ellas.
En los países templados, la viña, ciertos árboles frutales, son cultivos
limpios que protegen muy poco el suelo. A partir del momento en que
se practican en pendientes, la ablación es fuerte. En los viñedos septen
trionales, ésta se acrecienta por las labranzas realizadas en el sentido de
la pendiente para favorecer el drenaje. Antiguamente se volvía a subir
periódicamente con cuévanos, a hombros de los hombres, la tierra arras
trada por el agua bancal abajo. Los cereales, sobre todo en los países de
inviernos fríos, no ejercen ningún papel biostático entre las labranzas de
otoño y el fin de la primavera. No impiden el arroyamiento del deshielo,
morfogénicamente muy activo. En Alemania occidental, las pérdidas de
tierra que a él se deben son tan considerables como las que se producen
por las fuertes tempestades de verano. En las estepas del sur de Rusia
son todavía mayores. Al mullir los suelos por medio de los cultivos, sobre
todo cuando se mantiene mal su estabilidad estructural, puede permitir
una acción eficaz del viento sobre las llanuras. Las trombas de polvo del
Oeste de los EEUU, que se hicieron especialmente abundantes y devasta
204
doras hacia finales de los años veinte, contribuyeron notablemente al desa
rrollo de las prácticas de conservación de los suelos y de los programas
de diversificación de cultivos del New Deai. El sur de Rusia y Ucrania
son también regiones de intensa deflación antrófica a partir de las cuales
se forman tempestades de polvo que, varias veces durante un siglo, espolvo
rean vastas extensiones de Europa oriental.
En los países tropicales, la caña de azúcar asegura una excelente pro
tección del suelo después de los primeros meses que siguen a su planta
ción. Impide toda erosión pluvial y asegura una interceptación energética
casi total. Pero ciertas prácticas modernas tienden a renovar cada vez con
mayor frecuencia las plantaciones, en ciertos casos anualmente, lo cual alar
ga los períodos críticos durante los cuales la protección del suelo es nula
o mínima. Si se puede aumentar el rendimiento aumentando las dosis
de abono, la estabilidad del medio se pone también en peligro. Todos
estos aspectos no se han tenido nunca suficientemente en cuenta.
Al contrario, los esfuerzos de los agrónomos por asociar plantas fo
rrajeras con la palma de aceite, permiten mantener la estabilidad del medio.
Desde hace algunos años se han emprendido estudios por el I.R.H.O. (Ins
tituto de investigación de aceites y oleaginosos) para asociar plantas forra
jeras a los cocoteros y a las palmas de aceite, sobre todo en las plantacio
nes poco rentables, de bajo rendimiento. Parece que esta práctica es
posible en las plantaciones de separación normal (143 árboles por ha.) a
razón de un animal cada dos hectáreas. Están todavía en marcha unos
ensayos para estudiar la influencia eventual del pisoteo de los animales
sobre el sistema radicular de los árboles.
De un modo general, en los medios estables desde hace tiempo, los
fenómenos geoquímicos han podido actuar intensamente. Se ha producido
un lavado superficial de los suelos. Según las condiciones litológicas y
climáticas, ésta será de distinto tipo. Será también más o menos intensa en
función de dichos factores. En ciertos casos produce una desaturación que,
a su vez, disminuye la estabilidad de los agregados. Esta depende enton
ces más de la calidad de la materia orgánica y de su naturaleza. En efecto,
la resistencia de los agregados al impacto de las gotas de lluvia determina
la intensidad de la erosión pluvial, de los efectos de la helada y del arro-
yamiento. Este juega, pues, junto al efecto biostático de la vegetación,
un muy importante papel en la estabilidad del medio.
Ciertas prácticas como el rastrillado, el binaje, permiten destruir las
costras consecuentes a las precipitaciones y hacen que las lluvias se in
filtren nuevamente. Es una técnica curativa. Consume energía mecánica
o muscular. Sólo es posible en el marco de ciertos sistemas de cultivo,
poco extendidos en los países de bajo nivel de desarrollo. Además, el
mullido de los suelos y la preparación de la cama de siembra pueden ser
muy peligrosos cuando los suelos tienen una mala estructura, pues los ele
mentos finos de los horizontes superficiales pueden ser movilizados con las
primeras lluvias. La labranza y la preparación del suelo mal practicadas
205
o efectuadas en mala época del año han provocado serios perjuicios en
muchas tierras del Africa occidental.
El mantenimiento de la estabilidad estructural de los agregados de los
suelos es un imperativo agronómico esencial. Condiciona la posibilidad
que tiene el agua de infiltrarse, y por tanto de participar en la pedogé-
nesis y en la alimentación de las plantas. Es antinómico de la erosión
pluvial y del arroyamiento manifestaciones de inestabilidad morfogénica
que destruyen los suelos. La conservación de la estabilidad estructural de
los suelos es tanto más necesaria cuanto menos cubrientes sean los culti
vos adoptados o cuanto más se practique la limpieza de dicho suelo. Por
otra parte, no existen, en el momento actual, técnicas satisfactorias de
conservación o de restauración de la estabilidad de los agregados, aparte
del empleo del estiércol. Los abonos químicos no intervienen. Las pruebas
practicadas con coagulantes químicos han llevado al fracaso. Desgraciada
mente, en ciertos medios ecológicos no se puede practicar la ganadería,
como por ejemplo en las regiones de Africa occidental en las que la
tripanosomiasis es endémica. Por tanto no se dispone de estiércol. En
otros, son las estructuras sociales y ciertas tradiciones culturales las que
impiden asociar la agricultura y la ganadería o la utilización adecuada
de los animales. Los agrónomos han preparado, para paliar la falta de
estiércol, la técnica del abono verde. Pero es difícil conseguir que los
campesinos acepten que se pueda cultivar una planta para no cosecharla.
Por otra parte, con mucha frecuencia lo que faltan son las tierras y los
medios para cultivarlas...
Señalemos, para terminar, que el sistema natural comporta una fuerte
retroacción. El mantenimiento de su estabilidad condiciona la eficacia de
las correcciones aportadas a los suelos. Si, por el hecho de unas prácticas
agrícolas, tal estabilidad desaparece, los abonos ven disminuidos sus efec
tos, pues en parte son arrastrados por el arroyamiento. Mantener dicha
estabilidad es, por tanto, imperativo primordial. Para ello la agronomía
dispone de dos medios principales: mantener al máximo el efecto bioes-
tático de la cobertura vegetal y salvaguardar o mejorar la estabilidad
estructural de los suelos. Por retroacción se mejora la alimentación acuosa
de las plantas, factor importante de productividad. Desde el punto de vista
práctico, el agrónomo puede jugar con la elección de las especies, los
tipos de sistemas de cultivo y las correcciones, siempre teniendo en cuenta
el conocimiento del medio ecográfico.
206
se encuentran en los suelos caracteres relictivos: horizontes truncados o
enterrados, restos de pedogénesis distinta a la actual. La conservación de
estos caracteres relictivos exige unas condiciones bastante estrictas, que
se realizan de modo desigual incluso en pequeñas distancias. Predominan
los suelos de mosaico. Con frecuencia son heterogéneos (yuxtaposición de
tipos de pedogénesis distintas) y, a la vez, heterocrónicos (suelos forma
dos en épocas diferentes). Se encuentran, además, suelos polifásicos en
los mosaicos. La complejidad es enorme. La adaptación de las soluciones
agronómicas al factor edáfico es especialmente delicada. Debe apoyarse
sobre una experimentación finamente diferenciada para que sea correc
tamente representativa. Abordaremos este problema en el siguiente ca
pítulo.
Para preparar este tipo de medios, hay que apreciar correctamente no
sólo sus caracteres actuales y su tendencia evolutiva contemporánea, sino
su génesis y las condiciones en las que han sido elaborados y conservados
sus caracteres relictivos. Hay que emprender la reconstrucción de toda
una cinemática, que alcanza millares de años, incluso cientos de miles de
años. La sucesión de las diferentes dinámicas del medio debe ser recons
truida en la perspectiva del cuaternario. Ello puede conducir a pedir la
ayuda de investigadores muy especializados en aspectos particulares, tales
como la identificación de moluscos fósiles o de diatomeas, análisis polí
nicos, establecimiento de fechas radiactivas, etc.
Desde el punto de vista del acondicionamiento, ciertos legados son
altamente positivos y mejoran las condiciones ecológicas. Tal es el caso
de los loes, porosos, bien drenados, migosos, ricos en partículas que libe
ran preciosos elementos minerales o también vastos mantos aluviales edi
ficados en el curso de períodos de inestabilidad reciente, y que una corta
dura de los cursos de agua les evita inundaciones y el hidromorfismo.
Estas terrazas bajas, poco alteradas y, por tanto, todavía no empobrecidas
mineralógica y químicamente, planas, constituyen a menudo zonas ideales
de irrigación. Pero para evitar su degradación por salinización, hay que
conocer las modalidades precisas de su edificación (ver más arriba).
Desgraciadamente, estos legados preciosos son, con frecuencia, frágiles
y hay que conservarlos. Los loes, descarbonatados superficialmente, son
muy sensibles al arroyamiento agrícola. Al ser suelos de miga son fácil
mente movilizables. El arado borra las ramblas siempre que no sean dema
siado profundas y mantiene así una ablación generalizada. G. Lemée ha
podido ponerla en evidencia, en los alrededores de Estrasburgo, por medio
de dosis de carbonato cálcico realizados a una profundidad constante,
por debajo de la base del horizonte alcanzado por los arados. Allí donde la
ablación es débil, se encuentra un lehm muy descarbonatado. Allí donde
ésta es más fuerte se encuentra directamente un loes no pedogenizado,
más rico en carbonato. Pero no deben realizarse las comparaciones si no
es a cortas distancias pues la cantidad de carbono inicial de los loes
varía en pocos kilómetros. Bajo unos climas más agresivos como los de
207
las estepas del sur de la llanura rusa, el arroyamiento sobre todo el del
deshielo, es más violento y la cortadura de las ramblas más rápida. Entre
1860-1870 y 1940-1950 la superficie ocupada por las ramblas ha aumen
tado en una tasa del 5 % anual... Ello demuestra el grado de inesta
bilidad resultante de una puesta en marcha de los cultivos poco prepa
rada. En efecto, estos loes anteriormente eran estables, como lo atesti
gua la formación de su superficie, de espesos chernozioms, ricos en mate
ria orgánica fuertemente polimerizada. La fragilidad agronómica de los
loes es fácilmente explicable: depósito eólico, están formados por partículas
limosas cuya dimensión es cercana a la del mínimo de la curva de Hjuls-
tróm. Ciertas cenizas volcánicas plantean problemas del mismo tipo.
El modelado de disección heredado puede también aumentar los ries
gos de degradación. Sus formas, actualmente estables gracias al efecto bioes-
tático de la cobertura vegetal, pueden ser fácilmente reactivados por los
procesos que los han esculpido. En efecto, por medio de una retroacción
positiva, refuerzan dichos procesos. Unos mecanismos de disparo de esta
naturaleza actúan en la multiplicación de las ramblas y conducen a un
abarrancamiento generalizado, en el que el umbral de arroyamiento dismi
nuye. Ciertas regiones del Amazonas entran en esta categoría de medios.
Tal es el caso, entre otros, de las formaciones terciarias de los alrededo
res de Obidos y Santarem. Los mosaicos de imágenes de radar lateral
muestran una disección muy revuelta, con fuertes pendientes, que alcanzan
a veces 10° y una elevada densidad de talwegs. Dicho modelado se ela
boró en el curso de la última regresión marina. Actualmente está conso
lidado. Ciertos valles están represados por las subidas aluviales del Ama-
zonas^ Forman verdaderas lagunas fluviales. No se ha edificado allí ningún
delta. La debilidad de los transportes sólidos es consecuencia del bosque.
El hecho de que sea talado para el trazado de carreteras, o que sea desbro
zado o, incluso, tan sólo explotado en el sentido del provecho inmediato
pondrá de nuevo en funcionamiento todo este modelado de disección
finamente cincelado. El arroyamiento liquidará rápidamente los suelos.
Se formarán zonas pantanosas al estar colmados los mantos acuosos o tras
los conos de deyección de los afluentes más activos. Las condiciones sani
tarias empeorarán. Las formaciones terciarias, aparentemente desfavo
rables para las plantas, serán probablemente incapaces de permitir la
reconstitución del bosque que será reemplazado por una mediocre sabana,
como la que ocupa una parte de los Llanos orientales de Colombia.
Los movimientos de masa constituyen un caso análogo, pero, gene
ralmente sobre superficies más débiles. Incluso estabilizados, presentan
durante largo tiempo una considerable propensión a reactivarse. En efecto,
el material que han removido ha perdido su cohesión: es más permeable.
De tal suerte, las infiltraciones de agua, llegan con más facilidad a ser
suficientemente abundantes para que el límite de liquidez sea franqueado
y se reemprenda el movimiento. Hay que guardarse, pues, de toda orde
nación que pueda suponer un favorecimiento de la infiltración tal como
208
el paso de canales no revestidos, abandono de las aguas de arroyamiento
en las cunetas de las carreteras, edificación de parapetos para la conser
vación de los suelos.
Se proponen estudios geomorfológicos detallados antes de cualquier
intervención. Pueden evitar catástrofes.
Otros legados aportan graves limitaciones a la utilización ecológica
del medio. Es indispensable para los investigadores que tienen como obje
tivo la superación de los obstáculos para el desarrollo, el estudio de las
modalidades de su elaboración.
Tomemos el ejemplo de la Pampa Deprimida, en Argentina.1 Dicha
región situada entre Buenos Aires y Mar del Plata está situada a lo largo
del curso inferior del Río Salado, un área subsidiaria cuyo hundimiento con
tinuó hasta el cuaternario antiguo. Las pendientes son allí sorprenden
temente suaves: los mapas topográficos a 1/50.000 presentan curvas de
nivel a la equidistancia de 0,25 m. Aunque en la actualidad el clima sea
húmedo, con unas precipitaciones de 800 a 1.000 mm, el deslizamiento
no queda asegurado. Muchos cursos de agua que descienden de las colinas
limítrofes de la Pampa Deprimida se pierden por evaporación antes de
llegar al Atlántico o al Río Salado. En la época de las fuertes lluvias, las
aguas se estancan e inundan grandes superficies en la depresión. Desde
finales del siglo xix han fracasado distintas tentativas de solución.
Dos factores limitan su valorización:
209
ción... Es lamentable que estos aspectos hayan interesado poco a los plani
ficadores y economistas pues su incomprensión los lleva a veces a rechazar
unos programas de ordenamiento racional bajo el pretexto de una renta
bilidad insuficiente. Pero, ¿cómo calcular correctamente la rentabilidad
cuando se conocen mal los mecanismos naturales? Demasiados planifica
dores y economistas clasifican todavía las tierras y las aguas entre los
recursos naturales renovables. Olvidan que dichos recursos no son mante
nidos, es decir aumentados, si no es por ordenamientos adecuados y por
una utilización racional. En el caso contrario son destructibles y no reno
vables, exactamente igual que un yacimiento minero. Algunos geógrafos
emplean la expresión «agricultura minera», a menudo muy justificada, es
pecialmente en los medios actualmente estables pero frágiles. Ciertos lega
dos de un período de inestabilidad poco antiguo hacen que este peligro sea
muy grave. La región de Santarem y Obidos, en Amazonia, ofrece un
excelente ejemplo de ello.
En los medios muy inestables y en los que no lo son más que modera
damente, la valorización debe enfrentarse a una dinámica que el más mínimo
error puede intensificar. La susceptibilidad de estos medios es elevada
y su margen de tolerancia es débil. La dinámica actual, natural o antrópica,
es un factor limitador de su utilización. El ordenamiento debe producirse
imperativamente, con objeto de evitar toda intensificación de la dinámica.
En muchos casos debe también tender a frenarla, es decir a bloquearla y
a invertir su sentido de evolución para iniciar una mejora. Cuando la
dinámica nociva actual es consecuencia, al menos en parte, de un proceso
de degradación, se puede hablar de restauración. Cuando no es éste el
caso, es preferible la palabra «mejoramiento».
De un modo general, los mecanismos de degradación suponen el si
guiente encadenamiento:
212
Fig. 10. Esquema que muestra los mecanismos de degradación del medio físico
los procesos que liberan unas partículas movilizables. La erosión pluvial es
uno de ellos. Sin embargo, su estudio no se inició hasta después de la segun
da guerra mundial, y en Francia principalmente, bajo el impulso de S. Hé-
nin, veinte años después de los inicios de la campaña de conservación de
los suelos en los Estados Unidos. El desajuste en el tiempo y en el espa
cio es significativo.
216
entre otros. Exagerar su importancia es una fuente de errores a veces
graves. En Colombia, en el perímetro de irrigación de Repelón, pen
dientes de segundo grado e inferiores se ven afectadas por la arroyada que
excava ramblas en los márgenes de los canales que están cultivados de al
godón. La planta cubre poco, el suelo se mantiene desnudo. Sin embargo,
pendientes de segundo grado se clasifican como cultivables sin restriccio
nes... Las mismas vertientes no sufren ninguna degradación de esta natu
raleza cuando tienen huertos de agrios bajo los cuales sólo se deshierba
moderadamente. Lo mismo sucede en muchos países del Africa Occidental
(Senegal, Malí, Alto Volta, Níger) vertientes de pendiente muy débil se
degradan rápidamente en suelos arcillosos o arenosos cuando las rotaciones
y las técnicas de cultivo son mal elegidas. Las rotaciones mijo-algodón y
sorgo-algodón practicadas sin precauciones, con las técnicas tradicionales,
no sobrepasan ya, en la mayoría de los lugares, unos ridículos rendimientos.
La utilización de abonos minerales en cantidades elevadas sólo provoca
mínimos incrementos de producción. El incremento de los rendimientos
debe pasar ahora por la realización de unos métodos de cultivo capaces
de frenar la dinámica de degradación de estos suelos frágiles.
Si bien el principio de clasificación de las tierras en función de las
limitaciones engendradas por los riesgos del arroyamiento, es bueno, su
aplicación debe ser sensiblemente modificada. Apoyándonos sobre el pro
greso de la geomorfología, hemos elaborado los siguientes conceptos:
217
de que su papel es predominante en algunos casos, pero tan sólo en algu
nos. Exagerarlo por falta de discernimiento nos puede hacer cometer erro
res tácticos muy graves. Tal es el caso de las banquetas de infiltración
edificadas sobre pendientes arcillosas, que desencadenan movimientos de
masas extremadamente peligrosos, como sucede en el Rif (Marruecos).
218
casos de áreas restringidas, generalmente en medio urbano, en donde el
control de la filtración de las aguas es posible, a diferencia de lo que sucede
en el medio rural.
Plantar árboles está lejos de ser una solución siempre eficaz. Efecti
vamente, los árboles, afectados biológicamente por el movimiento, dan tan
sólo una producción mediocre. Por otra parte, sobrecargan la superficie
del suelo e incrementan la solicitación de la gravedad. Por último, favo
recen la infiltración de las precipitaciones débiles o moderadas y por tanto
la alimentación acuosa del terreno subyacente. En el bosque natural se dan
todo tipo de ejemplos. En efecto, ciertas especies extraen una cantidad de
agua importante del suelo, pero ello no parece compensar los efectos nega
tivos de la repoblación forestal. Es preferible recurrir a una cobertura
herbácea densa, que consume casi tanta agua como los árboles y sobre la
cual puede ejercerse la arroyada sin peligro. En efecto, los materiales finos
sobre los que se producen los movimientos de masa son favorables, tam
bién, al resquebrajamiento. No hay que enfrentar un proceso al otro. Des
graciadamente, bajo ciertos climas de régimen pluviométrico contrastado,
como en las regiones mediterráneas, el abarrancamiento tiende a ejercerse
al principio de la estación de las lluvias pues la cobertura vegetal es abierta
y los movimientos de masa, a finales de dicha estación, en el momento en
que las formaciones arcillosas están saturadas. Es muy difícil controlar si
multáneamente ambos fenómenos. Sin embargo, el control de la carga
pastoral o la adopción de sistemas y técnicas de cultivo adecuadas pueden
evitar un empeoramiento de las condiciones ecográficas.
Las acciones eólicas son favorecidas por unas condiciones en parte
semejantes a las que incrementan las acciones hídricas. Efectivamente, la
movilización de las partículas está en función, en ambos casos, de la cohe
sión mecánica superficial del suelo (estabilidad estructural) y del efecto
biostático de la vegetación. Acciones como la plantación de cordones vege
tales o la mejora de la estructura de los suelos conllevan, a su vez, la de
gradación por el viento y por la arroyada. Además, es necesario que las
pantallas vegetales tengan una estructura adecuada. Deben estar formadas
por plantas bajas, que recubran el suelo, y jueguen el papel de peine tanto
frente al arroyamiento como frente al viento. Se ha constatado que una pan
talla vegetal correctamente formada ejerce su efecto protector frente al
viento en una amplitud igual a quince veces su altura cuando el viento le
es perpendicular. Su eficacia recae sobre la deflación y sobre la transpira
ción de los cultivos. Se traduce en un aumento del rendimiento.
La paja ejerce también un efecto protector tanto frente a la deflación
como frente a la erosión hídrica y la arroyada. Disminuye también la eva
poración y mejora el régimen hídrico del suelo. Con un cierto plazo, incre
menta la proporción de materia orgánica en el suelo. La utilización de
desperdicios como el cascabillo del arroz o ciertos serrines permite la esta
bilización de algunos medios muy degradados o de dinámica intensa.
En cambio, otras prácticas tienen efectos antinómicos y deben utilizar
219
se tras un cuidadoso análisis de la dinámica natural. Es el caso de la des
trucción de las cortezas formadas por el impacto del agua que al endurecer
el suelo favorecen la deflación. La mejor solución es mejorar la estruc
tura del suelo o cubrirlo con paja: disminuye a la vez los efectos del viento
y de la lluvia.
Estos pocos ejemplos demuestran la necesidad de un enfoque interdis-
ciplinario basado en la dinámica del medio y que permita elegir las solu
ciones más adecuadas para enfrentarse a sus aspectos negativos y, al mismo
tiempo, mejorar las condiciones ecológicas, cosa que proporciona mejores
rendimientos. Lo más frecuente es que, en el cálculo económico, se tome en
consideración tan sólo este aspecto, muy parcial, de la ordenación. Actitud
errónea que hay que tener en cuenta.
Cuando los fenómenos de erosión pluvial y de arroyamiento son muy
predominantes, los problemas son menos complejos. En los casos más
graves se puede combinar el empleo de dos métodos distintos, a condición
de coordinarlos cuidadosamente:
a) Una acción sobre las pendientes que tenga por efecto la disminu
ción de la arroyada y la contrarreste. En ciertos casos, limitados, se puede
recurrir a las banquetas. No deben producir ningún riesgo de movimiento
de masa, dato que puede establecerse con un estudio geomorfológico, y de
ben ser construidas y mantenidas de tal modo que no pueda producirse
desbordamiento alguno. Esto es algo difícil: razón importante para que
tengamos ciertas reservas frente al empleo de dicha técnica. Por otra
parte, las banquetas, que son caras, provocan con frecuencia una pérdida
en la cosecha, cosa que las hace ser una inversión negativa. En la India,
en Bellary, cerca de Mysore, un estudio llevado conjuntamente por los
servicios agrícolas indios y por la fundación Ford puso en evidencia una
pérdida de! 30 % en la cosecha de algodón y del 39 % en la de cáñamo
cultivados durante la estación de las lluvias (monzón). También en la In
dia, en el Madhya Pradesh, en 1972, las banquetas provocaron un descen
so en el rendimiento de un 14 % en los lugares en los que, para edificar
las, la tierra había sido extraída y una pérdida total de un 5 a un 10 % de
la superficie cultivada. Por otra parte, al entorpecer la circulación de los
animales de labor, retrasan ciertos sistemas agrícolas que ya no pueden
efectuarse en el momento adecuado lo que viene a ser una de las causas
de disminución del rendimiento. De ello resulta una hostilidad de los cam
pesinos que rechazan su mantenimiento con lo cual aumenta el riesgo de
mal funcionamiento. Tantos inconvenientes llevan a recurrir a ello lo menos
posible. Con mayor frecuencia, se pueden utilizar los cordones vegetales for
mados por plantas que juegan un papel de peine eficaz a ras del suelo
pero fuertemente enraizadas. Permiten una autorregulación del régimen
hídrico en forma de infiltración que nunca es excesiva y de la arroyada
excedente. Este abandona la mayor parte de las partículas transportadas
en las pantallas en donde queda frenado. Los cordones vegetales permiten
220
la construcción progresiva de cortinas. Su efecto es progresivo en el tiempo.
Su empleo debe estar asociado a unas medidas de mejoramiento de los
suelos que incrementan la producción al aumentar la infiltración. Existe
ahí una retroacción positiva: la mejor alimentación en agua de las plantas
incrementa su rendimiento y permite, también, ampliar la gama de las plan
tas cultivadas (nuevas variedades más productivas pero más exigentes,
nuevas especies). Es una ordenación que hace sentir sus efectos a largo
plazo pero que actúa a medio término. Se presta a una aceleración del desa
rrollo tras un cierto tiempo que puede aprovecharse para iniciar la forma
ción de los campesinos y para preparar infraestructuras.
b) Una acción sobre los talwegs por medio de las técnicas de corrección
habituales. Su empleo debe nacer de una investigación interdisciplinaria
que asocie geomorfólogos especializados e ingenieros. El ordenamiento de
los cursos de agua tiene una doble utilidad: obstaculizar los procesos
regresivos que parten de los talwegs y degradan los interfluvios y, por otra
parte, disminuir las limitaciones que pesan sobre las regiones situadas en
el curso bajo, principalmente la inestabilidad de los fondos de valle. En
Argelia, la ordenación de la cuenca condiciona la más intensa utilización
de la llanura aluvial del Soummam, objetivo prioritario del gobierno. La
corrección de los cursos de agua tiene por objeto bloquear la incisión regre
siva que tiende a acrecentar la densidad de las ramblas y lacerar cada vez
más las pendientes utilizables por los campesinos. De un modo accesorio,
disminuye la torrencialidad y mejora el régimen de los cursos de agua.
Limita también los transportes sólidos, reteniendo una parte de los ma
teriales gruesos y, sobre todo, evitando en gran medida la zapa de los
márgenes. Las espigas de cestón y los empedrados permiten proteger los
márgenes. La construcción de pequeñas presas por medio de muros de
obra, de viejos raíles, de troncos de árboles, y de fajinas sobre las ramblas,
bloquea la incisión progresiva y frena la arroyada. Indirectamente permite
una estabilización de los flancos de la cortadura. Los efectos del ordena
miento de los cauces son rápidos, más rápidos que los del tratamiento bio
lógico de las cuencas. Pero, su eficacia disminuye con el tiempo. Las pe
queñas presas en los torrentes se colman rápidamente y, entonces, al arras
tre de residuos se reemprende en gran medida. Por último, como todas las
obras, necesitan un mantenimiento que se hace gradualmente más costoso
al envejecer.
La solución más racional consiste, pues, en empezar por el ordena
miento de los cauces que aporta un alivio inmediato. Pero, sin demora,
es necesario emprender el tratamiento de las pendientes. Este, actuando
con cierto retraso, será plenamente eficaz antes de que las obras de correc
ción de los cursos de agua exijan importantes reparaciones. En las mejores
condiciones, éstas podrán ser evitadas gracias a una estabilización suficien
te de las cuencas.
22 1
Este tema nos conduce, con toda naturalidad, a situarnos a otro nivel
taxonómico, el del ordenamiento de los conjuntos regionales heterogéneos.
222
movilización del material del lecho es mucho más fácil: los efectos de
pavimento juegan mucho menos.
Estas relaciones son bien conocidas en hidráulica. Algunas de ellas
han sido establecidas por los ingenieros hace más de un siglo. Son capi
tales para la ordenación de las cuencas fluviales. Repitámoslo, el trabajo
morfogénico se efectúa en ellas de manera muy desigual en el tiempo. Las
grandes crecidas tienen unos efectos considerables. El trabajo efectuado,
cuando el material disponible no es suficiente, crece con más fuerza en
relación a los caudales que si la función fuera lineal. Diversas razones nos
hacen pensar que la función es exponencial. Efectivamente, toda una serie
de retroacciones positivas entran en juego.
En el plano práctico, resulta de tales mecanismos una consecuencia
importante. El costo de los trabajos de protección contra los cursos de
agua crece muy fuertemente a medida que se quiere defender contra unas
crecidas de caudal más elevadas, por tanto menos frecuentes. Lo más one
roso no es por lo general dominar los caudales sino contrarrestar los efectos
morfogénicos del flujo (estabilización de los márgenes, protección de los
diques, canalización del flujo de materiales groseros). En Francia, la prác
tica administrativa considera como normal la protección de los rivereños
contra las crecidas decenales. Las crecidas de menor frecuencia son objeto
de medidas especiales en el marco de las ayudas a las víctimas de catás
trofes.
Las crecidas constituyen, pues, una limitación para el ordenamiento
y una limitación tanto mayor cuanto más abundantes son aquéllas. Obligan
a medidas de protección de los fondos de valles en las que se efectúan
crecientes inversiones. Estas extensiones aluviales llanas, favorables con
frecuencia a los asentamientos, atraen las aglomeraciones, las vías de comu
nicación de mucho tráfico, las fábricas. Son, también, favorables para una
agricultura tecnificada. Estudios realizados en Estados Unidos han demos
trado el rápido crecimiento de las inversiones que en ellas se han efectua
do. El compromiso de protección de las llanuras aluviales constituye una
proporción cada vez más elevada de las instalaciones del conjunto del país.
Las crecidas no ofrecen, desgraciadamente, demasiadas contrapartidas útiles.
Cuando éstas se producen, el agua es superabundante y las tierras exigen
más un saneamiento que una irrigación. Los caudales superan, con mucho,
la capacidad de las centrales hidroeléctricas. La única solución está en la
construcción de presas para almacenar una parte del agua. Se disminuyen
también los riesgos de catástrofe en el curso bajo y se puede utilizar dicha
agua cuando más preciosa es, en período de escasez, durante el estiaje.
Pero dichas presas deben ser tanto más capaces cuanto más irregular es el
régimen. Para obtener un mismo resultado, las inversiones son tanto más
elevadas cuanto más variables son los caudales. Además, hay que encon
trar todavía los puntos que se prestan mejor a la construcción de las pre
sas. Son tanto más raros cuanto mayor es la obra proyectada.
Los gastos de mantenimiento de una presa son generalmente pocos.
223
La carga financiera mayor proviene de su amortización. Las anualidades
están en función de la duración sobre la cual se hace recaer. Ahí es donde
interviene el caudal sólido del curso de agua. Efectivamente, en la actua
lidad estamos mal armados, en el plano técnico, para impedir la sedimen
tación de los materiales transportados en las contenciones. Los vaciados
de fondo son poco eficaces ya que para volver a movilizar un material es
necesaria una corriente más violenta que para su mero transporte. La dis
persión es especialmente grande para las partículas de menos de 0,1 mm,
como lo demuestran las curvas de Hjulstróm; ello se debe a la fuerte cohe
sión de los limos y arcillas. Por otra parte, en el agua tranquila de un
pantano, sobre todo en su parte baja, más profunda, la decantación se
ejerce en buenas condiciones, de tal modo que se depositan muchos mate
riales finos. El dragado de los depósitos es generalmente de un costo pro
hibitivo. Además, es necesario poder almacenar el material extraído, cosa
que, por regla general, no es fácil. Quedan las presas de paso abierto: el
nivel de colmo es mínimo pero no permiten almacenar el agua hasta el
estiaje; su papel se limita a suavizar las crecidas. Las soluciones interme
dias consistentes en presas de retención provistas de compuertas de fondo
que permiten dejar pasar la parte de la crecida más cargada de material
como a través de una presa de paso abierto y a continuación almacenar
el resto, son de manejo delicado pues los volúmenes acarreados durante las
crecidas son muy variables, en el tiempo y en relación a los caudales. Suce
de a menudo que la duración de amortiguamiento de una presa debe cal
cularse en función de la rapidez de colmo de la retención. Las aportaciones
de sedimento adquieren así un valor económico, pero un valor negativo.
Las intervenciones que tienen por objeto reducirlas aparecen desde ese
momento como «rentables» para el economista. Una golondrina no hace
primavera...
A la inversa, los períodos de poca agua ponen en juego el fenómeno
de la escasez. La producción de energía hidroeléctrica disminuye. Si el
equipo ha sido calculado en función de caudales superiores, resulta en
parte inutilizable, lo que aumenta el precio de la energía captada. Aumen
tar los caudales supone entonces un gran interés económico. Esto es lo que
justifica las presas de regularización. Es entonces también cuando las nece
sidades de agua para la agricultura son más elevadas: para impedir la dis
minución de los rendimientos se impone la irrigación. Por último, cuando
coinciden con calores, cosa frecuente, los estiajes son también períodos de
demanda de agua superior para la distribución en las ciudades. Las necesi
dades rurales y urbanas entran en conflicto. Pero, el aspecto cuantitativo
no es el único que entra en juego: se plantea también un problema de cali
dad. Los caudales de productos polucionantcs procedentes de las aglome
raciones urbanas y de las fábricas siguen siendo sensiblemente los mismos,
pero como hay menos agua en los ríos para diluirlos, se incrementan sus
concentraciones lo cual ocasiona graves inconvenientes. Rotterdam, en la
parte inferior del gran desagüe europeo en que se ha convertido el Rin,
224
conoce por ello serias dificultades: incluso tratada, es peligroso beber el
agua del Rin.
El ordenamiento de las cuencas fluviales, por lo tanto, tiene casi siem
pre los siguientes objetivos:
225
necesario para colarse en unas formaciones en donde la circulación es lenta,
como por ejemplo, las calcáreas no karstificadas. Se atribuye también un
papel importante a las inundaciones del Mosa en la recarga del calcáreo
jurásico de la cuenca de París. Pero, dichos mecanismos no exigen la inun
dación de las llanuras aluviales sino que están permanentemente en acción
gracias al acuífero en equilibrio con el curso de agua que ocupa el man
to aluvial.
Ciertos trabajos vienen a trastornar dicha situación. Por ejemplo, en el
Rin, la organización de la fábrica Blondel ha modificado las condiciones
hidrogeológicas de la llanura de Pierrelatte. El canal de salida, para incre
mentar la altura de caída, ha sido excavado a bastante profundidad en los
aluviones. Ello ha hecho descender el techo del acuífero que contenían.
Se ha encontrado entonces fuera del alcance de las raíces en una gran su
perficie. De ello han resultado serias dificultades para los agricultores. En
el Alto-Rin, el ordenamiento del Rin ha tenido los mismos efectos y ha
sido necesario, en el Hardt, intentar corregirlos con la construcción de
una red de regadío. Pero, sobre unos suelos pobres y de gravas, esto pro
voca un peligroso lavado. El problema sigue sin resolver. Es por ello que
desde entonces, a instancias de Alemania, se ha modificado el tipo de equi
pamiento. Para no afectar demasiado el nivel del acuífero, se ha renun
ciado a la construcción de un canal lateral continuo. Se han perforado
tramos para cada central provistos de esclusas pero los caudales son de
vueltos al lecho del río. En tales ordenamientos, los trastornos acarreados
al sistema curso de agua-manto freático aluvial, se incrementan cuando
los canales o ríos canalizados están revestidos y cuando su pendiente es
mnv diferente a la de sus lechos naturales.
Las modificaciones en la incidencia en las tierras o en su revalorización
intervienen también. La irrigación, principalmente por gravedad, es uno
de los modos más eficaces de recarga de los mantos freáticos. Tiene además
la ventaja económica de ser rentabilizado únicamente con la producción
agrícola. Puede ser ventajoso implantar unos perímetros de irrigación para
incrementar los recursos de agua subterránea superficial. Por ejemplo, en
Lima (Perú) la extensión de la aglomeración se realizó, en parte, sobre
el cono torrencial del Rimac en detrimento de las explotaciones irrigadas.
La recarga del acuífero contenido en el cono se ha visto fuertemente redu
cida. Esto explica el descenso del nivel del agua en los sondeos y la dis
minución de los caudales que pueden extraerse en la aglomeración. Nos
resultó fácil explicar este fenómeno que había inquietado y sorprendido a
los responsables. A la inversa, la implantación de redes de saneamiento
agrícola tiene como consecuencia aumentar los caudales de crecida. En
ciertas condiciones aumentan los peligros de inundación en el llano. Un
ordenamiento regional racional debe tener en consideración estos diversos
factores con el fin de evitar las «malas sorpresas» siempre onerosas y, a
veces, peligrosas.
Los perjuicios causados por los transportes sólidos pueden atenuarse
226
con los ordenamientos que mejoran el régimen. La conservación de las
tierras va de la mano con la de las aguas. Descansa sobre el ordenamiento
de las pendientes y de los torrentes tratado más adelante. La disminución
de la torrencialidad en las pequeñas cuencas tiene efectos benéficos sobre
los ordenamientos importantes situados en el curso bajo. La explotación
de los embalses se hace más ventajosa. El almacenamiento de un mismo
volumen de agua consigue una regularización más eficaz. Un embalse que,
por ejemplo anteriormente, no podía asegurar más que unas compensa
ciones estacionales puede permitir, tras el tratamiento de su cuenca, con
servar los excedentes de un año para otro. Pero, sobre todo, los transportes
sólidos se ven disminuidos, la longevidad de los depósitos incrementada y
su rentabilidad superada. Diversos estudios han demostrado que incluso
en regiones montañosas fuertemente desecadas como los Alpes, una eleva
da proporción de los transportes sólidos provenía de una pequeña parte de
la cuenca. El 90 % de los materiales surgidos del 10 % de la superficie de
la cuenca es un orden de magnitud usual. La consecuencia de este hecho
es clara: es altamente rentable concentrar medios importantes para tratar
un sector crítico de pequeña superficie. Por otra parte los inevitables per
juicios que se imponen afectan tan sólo a un pequeño número de personas
a las que se puede indemnizar honradamente.
Sin embargo, para ser racional, un ordenamiento de este tipo debe ser
cuidadosamente programado. Es necesario empezar el tratamiento de la
cuenca desde el momento en que se ha tomado la decisión, es decir, con
la suficiente antelación en relación a las construcciones de presas y canales
y a los remodelajes de los cursos de agua. Tal como hemos explicado más
arriba, ciertas acciones dejan sentir sus efectos con un poco de retraso
y progresivamente. Es capital tenerlo en cuenta. Desgraciadamente, con
demasiada frecuencia, se realiza en primer lugar un gran pantano, obra
espectacular que se presta a las inauguraciones pomposas y a los grandes
discursos. Puede llegar a ser una estafa... La honestidad exige que se
tengan en cuenta unos mecanismos naturales y que se emprenda con tiem
po una acción mucho menos aparente, más difícil, más indispensable en
la cuenca. Hay que prever también todas las consecuencias que las grandes
construcciones puedan tener en el curso bajo sobre el comportamiento del
agua y sobre las condiciones hidrogeológicas. Las modalidades de explo
tación de los grandes pantanos pueden ser sometidas a ciertas limitaciones
para evitar que se produzcan ciertos efectos perjudiciales. Un caudal su
ficiente debe mantenerse permanentemente en el lecho natural para evitar
una alteración del régimen de los mantos freáticos aluviales, para diluir
los efluvios polucionantes, para mantener unas condiciones ecológicas sa
tisfactorias. Efectivamente, cuando los aluviones no son removidos por
las crecidas, son colonizados por la vegetación, cosa que aumenta la rugo
sidad. De tal modo que, si en ciertas circunstancias se dejan unos caudales
elevados, éstos se deslizan con mayor lentitud cosa que acrecienta los ries
gos de inundación. Cuando los árboles crecen en un lecho o sobre sus
227
márgenes, pueden bascular bajo el efecto de la zapa y constituyen entonces
unos obstáculos peligrosos que ocasionan torbellinos. Pueden también ser
arrastrados y obstaculizar obras o incluso obstaculizar el paso del agua
en puentes y desagües. Una parte de los gastos ocasionados por el Guil en
junio de 1957 es debida a estos fenómenos. Tales peligros pueden evitarse
controlando la vegetación, por ejemplo, cortando periódicamente los árboles
y arbustos o impidiendo su desarrollo con un régimen hidrológico apropia
do. Problemas de esta naturaleza se plantearon cuando se realizó la ordena
ción del Durance. Ciertos ordenamientos aprovechan una diferencia de
pendiente entre dos cursos de agua vecinos para conseguir una mayor altu
ra de caída haciendo caer las aguas del curso alto más elevado sobre el más
bajo. De ello resulta una fuerte modificación de la dinámica en uno y
otro. Los caudales captados se extraen de los caudales naturales en un
caso y se le añaden en el otro. En el curso de agua que sufre la extracción,
el hecho es mal conservado por los fenómenos naturales: hay que procu
rar que siga siendo capaz de evacuar sin peligro una fuerte crecida que
pueda formarse más abajo. En el curso de agua que recibe la extracción,
los caudales se incrementan y su actividad puede ser mucho mayor du
rante las crecidas. La inestabilidad de los bancos aluviales y el trabajo de
zapa tienden a crecer. Es sensato evitar tales inconvenientes tomando me
didas preventivas, principalmente la protección de los márgenes.
Una cuenca fluvial debe, pues, ordenarse teniendo en cuenta las inte
racciones que se ejercen entre los diversos aspectos hidrológico, geomorfo-
lógico e hidrogeológico que la caracterizan. La unidad de los fenómenos
naturales no debe ser enmascarada por la división de la investigación en
disciplinas. Esta misma unidad crea también solidaridades entre áreas
diferentes. Ciertas zonas pueden ser ordenadas con el fin de aumentar
en ellas la producción ya que ésta se beneficia de unas condiciones que
justifican las inversiones. Estas son las regiones productivas. Pero, el buen
funcionamiento de estos ordenamientos y, en consecuencia, la rentabilidad
de las inversiones que exigen, a menudo está condicionado por la diná
mica de otras unidades que juegan un papel decisivo en la formación de
los caudales líquidos y sólidos. Son regiones conexas. La intervención
no se justifica en ellas directamente: consideradas bajo este punto de vista
las ordenaciones de conservación o de restauración no podrían conside
rarse rentables. Pero se convierten en tales si, en el marco de la cuenca,
se aprecian sus efectos sobre el desarrollo de las regiones productivas si
tuadas en el curso bajo.
228
CONCLUSION
229
otra parte, los economistas quieren cuantificar. Generalmente ignorando
los fenómenos naturales tienen tendencia a olvidar advertencias que siguen
siendo cualitativas. En el mejor de los casos, como ciertos ingenieros, in
troducen en el cálculo valores numéricos arbitrarios. Esto presenta un gran
peligro. La insuficiencia de las comunicaciones entre los naturalistas, los
técnicos y los economistas, es en la actualidad un serio obstáculo para la
racionalización de las ordenaciones del medio rural. Pone en tela de juicio
la política de la investigación y ciertos conceptos en materia de formación,
tanto inicial como permanente.
B IB LIO G R A FIA
H orn R. van, 1972 Relative Slope Stability Map of the Sugar House Quadran-
gle, Salt Lake County, Utah, United States Geological Survey, 1/24.000.
Los procesos engendradores de inestabilidad son los flujos fangosos, los
deslizamientos, los aludes. Su estabilidad se evalúa incluso frente a peque
ños seísmos, según cuatro clases, una de las cuales está subdividida en fun
ción de las condiciones hídricas. Los factores considerados son la pendiente,
la litología, las condiciones hídricas, las fallas y los pliegues.
M aberry J., 1972, Map Showing relative Erodibility of Geologic Materials
in the Parker Quadrangle, Arapahoe and Douglas Ccunties, Colorado, United
States Geological Survey, 1/24.000.
Basándose en la comparación de fotografías aéreas de 1963 y 1970, sobre
la litología y la identificación de los procesos, distingue tres clases de sus
ceptibilidad.
P anizza M., 1973, «Proposta di legenda per carte della stabilitá geomorfolo-
gica» Bolletino della Societá Geográfica Italiana, 92, pp. 303-306.
Mapas derivados de los mapas geomorfológicos en los que aparecen las limi
taciones resultantes de los procesos morfogénicos, de las inundaciones y de
la susceptibilidad para la degradación.
W itkind I., 1972, Map Showing Seiche, Rockslide, Rockfall and Earthflow
Hazards in the Henrys Lake Quadrangle, Idaho and Montana, United States
Geological Survey, 1/62.000
Distingue tres clases de riesgos que están representados cada uno por un
color, basándose esencialmente en el valor de las pendientes.
230
2. Evaluación de la su sceptibilidad del m edio natural
231
S c h m id t G., 1964, «Zur landschaftsbkologischen Kartierung im norddeutschen
Jungmoranenland», Petermanns geographische Mitteilungen, CVIII; pp. 193-
200 .
Realiza un mapa sintético a partir de los mapas de la nivación, de la ero
sión de los suelos, de los microclimas, de los tipos de suelos.
Z vonkova T., S a l i c h t c h e v K., 1970, Cartes a petite échelle pour l’apprécia-
tion du milieu naturel, Ed. Univ. Moscú (en ruso).
C h arreau C., N icou R., 1971, «L ’Amélioration du profil cutural dans les sois
sableux et sablo-argileux de la zone tropicale séche ouest-africaine, et ses
incidences agronomiques», Agronomie tropicale, bulletin n.° 23.
C h arrea u C., 1972, «Problémes posés par l’utilisation agricole des sois tro-
picaux par les cultures annuelles», Agronomie tropicale, bulletin n.° 9.
D amour M., B o u c h a rd L., D obelmann J.-P., 1971, Contribution a l’étude
de la mise en valeur des plaines de Marovay (Madagascar). Le probléme
de la salinité, Instituí de recherches agranomiques de Madagascar, Tenana-
rive.
D amour M., D obelmann J.-P., O liv er R., 1971, Contribution a la mise en
valeur des plaines de Marovoay (Madagascar). Un exemple de dessalage des
sois ñordiques, Instituí de Recherches agronomiques de Madagascar, Ta-
nanarive.
232
6. PROGRAMACION DE LOS ESTUDIO S DE ORDENAMIENTO
Y DESARROLLO
233
I. EL GRADO DE TOLERANCIA DEL MEDIO NATURAL
FRENTE A UNAS UTILIZACIONES CONCURRENTES
234
dones más que las banales de su conservación (a, 1) y en tierras afectadas
por ciertas limitaciones, pero que pueden ser superadas por ordenaciones
adecuadas, modificando las características del medio, como, por ejemplo,
ei saneamiento o la irrigación. La categoría b agrupa unas tierras someti
das a unas limitaciones tales que no se puede esperar de ellas una pro
ducción elevada. Por último, la categoría c está formada por las tierras
en donde las limitaciones son actualmente excesivas, teniendo en cuenta
nuestros medios técnicos y la presión humana. Esta vía puede ser aplicada
una vez realizado un estudio de los medios naturales según el método que
hemos planteado en el capítulo precedente y cuyo principio ha sido publi
cado casi al mismo tiempo que el trabajo de P. J. Mahler.
La clasificación de P. J. Mahler, combinada con la de los grados de
estabilidad de los medios naturales, puede guiar una afectación racional del
espacio en las diversas utilizaciones concurrentes. Las utilizaciones no
agrícolas deben ser reservadas para las tierras menos aptas para la produc
ción agrícola, es decir, las que están al final de la lista.
Pero lo expuesto por P. J. Mahler sigue siendo bastante general. En
la práctica es necesario descender hasta el detalle. El problema se plantea,
por ejemplo, para la extensión de las aglomeraciones urbanas. La agencia
de urbanismo de la comunidad urbana de Estrasburgo ha pedido por ello
al Centro de geografía aplicada un estudio destinado a permitirle deter
minar la afectación óptima de los terrenos. El trabajo, realizado hace ya
varios años, con unos métodos que más adelante mejoramos, incluyó una
cartografía a 1/25.000 de diversas características del medio natural: forma
ciones superficiales, procesos actuales incluyendo los resultantes de una de
gradación antrófica, condiciones hídricas y de la utilización de los suelos:
residencia, tipos de cultivos, bosques, prados. La confrontación de dichos
datos ha iluminado ciertas decisiones. Por ejemplo, sobre la terraza infe
rior del Rin las gravas mezcladas con arena ofrecen buenas condiciones
como cimientos, pero el agua está a poca profundidad, lo cual hace muy
costosos los trabajos subterráneos. La calidad agrícola de los suelos es me
diocre. Al borde de dicha unidad, la llanura inundable del Rin, entre los
diques, está ocupada por bosques. La terraza baja inferior renana se
presta así a la instalación de barrios residenciales de pabellones, con baja
densidad de habitantes, en un marco agradable. Esta solución permite evitar
unos trabajos subterráneos costosos tales como los cruces a varios niveles,
grandes cloacas de aguas residuales, etc.
Los ingenieros de la Sociedad nacional del canal de Provenza se han
enfrentado también a este tipo de problemas. Este organismo, efectiva
mente, tiene como objetivo ayudar al desarrollo de la agricultura regional,
principalmente gracias a la irrigación. Los departamentos están represen
tados en su consejo de administración. Por otra parte, Provenza está
sometida a una muy fuerte presión de organización a causa de la aglome
ración marsellesa, las ciudades litorales, el desarrollo del turismo y las
residencias secundarias. Se plantean allí graves problemas de afectación
235
del espacio y por tanto de ordenación del territorio que la Sociedad del
canal de Provenza está destinada a abordar. Bajo el nombre de planifica
ción ecológica, M. Falqué (1972) ha expuesto un método destinado a
dirigir las decisiones.
M. Falqué parte de un «inventario» ecológico referido a los aspectos
físicos del medio (climatología, geomorfología, fisiografía, hidrología), luego
los suelos, la flora, la fauna, la ocupación del suelo. Este punto de partida,
tomado de los norteamericanos (Me Harg, 1969) puede ser objeto de las
mismas críticas que los levantamientos de tierras del C.S.I.R.O. Utilizar
la «geomorfología» (cuya naturaleza parece mal conocida) para explicar
la «fisiografía» e invertir el orden de las cosas... Más interesantes son los
procedimientos propios de M. Falqué, aunque el punto de partida limita su
desarrollo. Constan de las siguientes etapas:
236
to» que sirve para determinar la «demanda» de espacio. Esta demanda es
confrontada con la «oferta». Haciendo intervenir, además, unos criterios
estéticos relativos al paisaje, se hace entonces posible plantear una planifica
ción de la utilización del espacio.
— El enfoque del estudio del medio natural sigue siendo el del inven
tario, estático, poco integrado. Nuestro propio punto de vista que des
cansa sobre la dinámica del sistema ecográfico y sobre su grado de esta
bilidad, permite distinguir más rápidamente la naturaleza de las limitacio
nes que se oponen a la utilización de dicho medio. Permite responder más
directamente a la cuestión fundamental: «¿Cuáles son los factores limita
dores y los principales problemas actuales concernientes al desarrollo de la
región?», volviendo así sobre la formulación de P. J. Mahler. Por otra par
te, nuestro enfoque puede integrarse en la vía de M. Falqué ya que tiene
en cuenta los mismos aspectos haciéndolos intervenir, sin embargo, de un
modo distinto.
237
funcionan numerosas retroacciones. El ordenamiento modifica esta diná
mica y, por tanto, el medio sobre el que se ejerce. Tal como señala P. J.
Mahler, una política de desarrollo requiere un «proceso de adaptación mu
tua de los recursos naturales, de la tecnología y del hombre mismos».3
238
pueden ser asimilados a sub-estudios o a «cajas negras» desde el punto
de vista de la informática.
1. El conocimiento inicial
239
ORGANIGRAMA PARA LA PROGRAMACION DE LOS
ESTUDIOS DE ORDENACION Y DE DESARROLLO
Concepción general
240
Fig. 11. Programación de los estudios
Precisiones respecto de las diversas operaciones
Cada una de las «cajas negras» está numerada sobre el organigrama. Em
pleamos aquís los mismos números.
1. El conocimiento del medio ecológico debe hacer resaltar las limita
ciones, unas estáticas (pedregosidad elevada, heterogeneidad de los suelos, fuer
tes pendientes, etc.), otras dinámicas (arroyada intensa, descortezamiento del
suelo, hidromorfismo, etc.). Debe concebirse como el análisis de un sistema y
debe poder definir la estructura de dicho sistema, lo cual lleva a una jerarquiza-
ción de los componentes. El estudio del medio ecológico descansa en la geografía
física y desemboca en la ecología (ecografía). Apreciar el grado de estabilidad
morfodinámica del medio es un enfoque válido, previamente preparado. Per
mite integrar los problemas de pedogénesis, de agronomía y de conservación.
2. El conocimiento del medio humano presenta unos aspectos cualitativos
y cuantitativos. Las estructuras sociales influyen fuertemente sobre la utilización
del medio ecológico, por medio de las actitudes, de los niveles culturales, de las
inversiones. El principal aspecto cuantitativo es la demografía. Su análisis no
puede ser únicamente global. Debe descender al nivel de los grupos étnicos
y de las clases sociales en cualquier sociedad diferenciada.
3. La definición de los sistemas de valoración constituye una síntesis inter
media. Consiste en hacer sobresalir las relaciones entre el grupo humano y el
medio ecológico. Estas relaciones están doblemente diversificadas: según él me
dio ecológico y según los grupos humanos Las soluciones aportadas por los
grupos étnicos, culturales o sociales que ocupan un mismo territorio pueden ser
bastante distintas las unas de las otras. Las sociedades africanas, por ejemplo
en Malí, ofrecen una excelente demostración de ello. Ciertos sistemas de valori
zación son un sinsentido en el plano ecológico pero se explican por unos
factores humanos. El análisis debe evidenciar estos mecanismos que explican
las soluciones adoptadas.
4. La definición de las limitaciones supone su jerarquización. Se desprende
de inmediato de los sistemas actuales de valorización. Efectivamente, éstos
están estrechamente ligados a las limitaciones presentadas por el medio ecoló
gico y a las consecuentes a la estructura del grupo humano. Unas y otras pro
vocan unos efectos de bloqueo que se trata de apreciar. La mayoría de ellos
son complejos y tienen su origen en las relaciones entre el grupo humano y el
medio. Sobre todo, pues, no hay que separar los dos aspectos «medio natural»
y «grupo humano».
Estas limitaciones deben estudiarse además, según dos ejes de referencia: un
eje temporal (tendencia evolutiva del sistema de valorización) y un eje espacial
(diversificación espacial).
5. La tendencia evolutiva del sistema de valorización debe tener en cuenta
estas relaciones hombre-medio. Debe apreciar los cambios que sufre esta rela
ción, bajo la influencia, por ejemplo, del crecimiento demográfico (presión in
crementada del hombre sobre las fuentes) o del abandono (degradación de las
tierras en baldío, consecuencias sobre el medio de las repoblaciones, etc.) de
los cambios culturales y sociales (modificación en la utilización de los recursos),
factores económicos, etc. Por otra parte, hay que valorar también el impacto
de la intervención humana, por medio del sistema de valorización, sobre el
242
medio ecológico: mejoramiento de los suelos, condiciones hídricas y, por des
gracia con mayor frecuencia, degradación que hace crecer la inestabilidad morfo-
dinámica de dicho medio con el correlativo incremento de las limitaciones eco
lógicas.
6. El juego de estos mecanismos se distribuye en el espacio de manera
desigual, cualitativa y cuantitativamente. La noción de «región homogénea» es
una pura abstracción, que incluso puede ser peligrosa. Desde el punto de
vista del ordenamiento, que es una terapéutica frente a la degradación del
medio ecológico, es de capital importancia tener en cuenta dicha diversificación.
Uno de los objetivos del estudio del diagnóstico es, pues, definir unas áreas
equiproblemáticas, unas áreas que plantean los mismos problemas de ordena
miento. Ello comporta, por una parte, un análisis de la naturaleza de estos
problemas, por otra parte, una delimitación de tales áreas.
7. La experimentación debe partir de la delimitación de dichas áreas equi
problemáticas y apoyarse sobre ellas para establecer una red de ensayos que
sea lo más representativa posible. Para ello hay que tener en cuenta la natu
raleza de los problemas planteados, tanto si son ecológicos y dirigidos por las
características del medio natural como si son humanos y consisten en la intro
ducción de prácticas nuevas y en su aceptación por las diversas células sociales,
étnicas, culturales, etc. Hay que combinar los ensayos sobre parcelas propias,
que no tengan en cuenta la «viscosidad» de los grupos humanos, y los ensayos
entre los diversos grupos de campesinos, cuyo objeto es analizar estas «viscosi
dades» y definir las vías adecuadas para reducirlas.
8. Es esencial presentar un abanico de soluciones lo más amplio posible
(cf. «Concepción general»). Sobre todo, no hay que limitarse a las soluciones
que se creen susceptibles de agradar a los gobernantes del lugar. Estos pueden
cambiar. El estudio debe servir a todas las fluctuaciones políticas, sean cuales
sean mientras las condiciones inicialmente estudiadas no se hayan modificado
radicalmente.
9. 10. 11. 12. La aplicación de las soluciones está dirigida por la deci
sión del gobierno. Se realiza, pues, en una determinada dirección mucho más
limitada que las posibles soluciones. Las flechas situadas más a la derecha
muestran la interdependencia de los diversos aspectos que ofrece la aplicación
de la solución elegida. Esta puede llegar a modificar ciertas limitaciones natu
rales (limitaciones superables) por ejemplo, por irrigación, por protección contra
las inundaciones, etc. Sin embargo hay que tener en cuenta limitaciones que
no han sido modificadas. Por último, ciertas limitaciones pueden atenuarse
progresivamente, por ejemplo, ciertos defectos de los suelos con prácticas agro
nómicas adecuadas (Abonos orgánicos o minerales, despedregado, etc.) Las ac
ciones biológicas deben tener, entre otros, este objetivo (técnicas de conservación
y restauración). Elegir un sistema de cultivo que proteja el suelo al máximo
durante períodos críticos es de capital importancia. Ello debe hacerse en fun
ción de la susceptibilidad del medio natural frente a un incremento de la inesta
bilidad morfodinámica. Estas acciones biológicas requieren unas medidas sociales
y económicas que favorecen las inversiones, el progreso técnico, la formación de
los hombres. Descansan también, necesariamente, sobre la formación de los
hombres.
243
modificar las actividades profesionales. La actitud de las personas frente
a ciertos problemas, principalmente su representación del medio natural
del cual viven, los recursos que ofrece, las dificultades que se le oponen,
debe ser también conocido. Ello exige unas encuestas sociológicas pero apo
yadas en los consejos de alguien que conozca bien el medio natural y los pro
blemas de su ordenamiento.
Estas interdependencias han sido señaladas en el organigrama por me
dio de flechas. Una de ellas materializa el problema de la representación
del medio natural que se hace el grupo humano, la otra es la influencia de
este medio natural sobre el grupo humano. Este incluye, entre otros, el as
pecto sanitario, las endemias, el freno que ellas plantean al desarrollo
demográfico, cultural, económico, los problemas de nutrición y sus inci
dencias sanitarias, etc.
Por último, las relaciones entre el grupo humano y el medio natural
se materializan en un cierto sistema de valorización. Descansa sobre ciertas
técnicas cuyo estudio debe profundizarse. Para captar bien este sistema de
valorización, el equipo debe ser interdisciplinario y reunir a personas que
conozcan, las unas el medio natural, las otras el medio humano y otras
aún las cuestiones técnicas.
Esta fase inicial del estudio debe desarrollarse en un marco territo
rial. ¿Cuál? Son posibles varias soluciones: para la eficacia es necesaria
una gran agilidad. Puede ser una circunscripción administrativa, una cuenca
fluvial destinada a ordenamientos, un cierto tipo de medio ecológico, el
territorio de una tribu o de un pueblo.
2. El diagnóstico
244
numerosos fondos de valles que podrían mantener una agricultura rela
tivamente intensiva están casi desiertos a causa de los estragos de la onco-
cercosis contra la cual no se conoce ningún remedio. Eliminarla exigiría
un dominio completo del medio ecológico.
Llegamos así a definir con precisión los problemas que se plantean en
el marco de la valorización actual y las limitaciones existentes en su ori
gen. A continuación hay que resituar estos problemas a la vez en el espa
cio y en el tiempo. En el tiempo se trata de analizar la evolución reciente
con el fin de descubrir su tendencia. Es capital saber si ésta es favorable
o no, si la situación tiende a mejorarse por sí misma o si, al contrario,
empeora. Hay que determinar las causas de esta evolución con el fin de
conocer los factores que hay que favorecer, en el caso de una evolución
positiva o los que hay que combatir en el de una evolución regresiva. El
diagnóstico debe permitir elegir los remedios... Al mismo tiempo, hay que
hacer la parte de la heterogeneidad espacial de los fenómenos tanto si son
naturales como humanos. Diferencias en las características del medio o en
las del grupo humano comportan unas modificaciones en el sistema de
valorización o en su tendencia evolutiva. Hay que precisar estos puntos
pues tales conocimientos contribuyen a mejorar el diagnóstico y a determi
nar el campo de aplicación de las soluciones que a continuación se bus
carán.
En este punto de las investigaciones, es posible definir unas áreas equi-
problemáticas, es decir, delimitar sobre un mapa de escala media, los te
rritorios en los que se plantean unos problemas de tipo definido. Estas
áreas pueden estar definidas en función de la agudeza de los problemas.
Según los casos, dependen de factores naturales o de factores humanos es
decir, con frecuencia, del tipo de relaciones entre los hombres y su medio.
Los conceptos fundamentales de la geografía pueden aprovecharse en gran
medida, también en este caso.
Para cada área equiproblemática hay que buscar unas soluciones adap
tadas a la naturaleza particular de los problemas que en ella se plantean y,
además, a unas características geográficas tanto naturales como humanas.
La solución a estos problemas se apoya sobre la investigación agronómica.
Esta puede descomponerse en dos grandes etapas, que, por otra parte,
constituyen una progresión lógica.
Los problemas generales de agronomía y los que plantean específica
mente ciertas plantas o ciertos cultivos constituyen el primer nivel.
En lo que concierne a las plantas, la investigación afecta a la selección
o mejoramiento de las variedades, el estudio del comportamiento y la
adaptación de las variedades, la fisiología de cada especie, la protección
frente a los parásitos, los predadores, las enfermedades y adventicios. Pue
245
de también determinar las condiciones de aclimatación de materiales nuevos
para la región cuyas cualidades han sido reconocidas en otros lugares. La
investigación sobre estas plantas a introducir se ve eficazmente guiada por
el estudio de la vegetación espontánea. Existen, en este caso, unas plantas
cuyas exigencias ecológicas son muy semejantes a las de tal o cual cultivo:
se las llama equivalentes ecológicos.
En el plano agronómico la experimentación trata todo lo que no es
realmente específico de una planta: estudio del suelo y de sus limita
ciones, trabajo del suelo, factores físicos de la fertilidad, comportamiento
del agua en el suelo, función de la materia orgánica, dinámica del ázoe,
estudio de los abonos, rotaciones, barbechos, mantenimiento de la fertili
dad en el marco de los sistemas de cultivo, etc.
Una parte de esta investigación, apoyada sobre la experimentación, se
practica en parcelas, en unos recintos en los que las condiciones naturales
del medio no son siempre las óptimas, incluso si la experimentación se
efectúa sobre unos grupos de suelos representativos de la ecología estudia
da. Las parcelas se sitúan, como es normal, sobre los mejores lugares, que
plantean a la experimentación, los mínimos problemas de «parásitos».
Además, el suelo se modifica en general a medida que la investigación pro
sigue en el tiempo y se puede llegar a crear un soporte artificial alejado
de las características reales del entorno. En último extremo, tan sólo el
clima corresponde, en líneas generales, a las condiciones naturales. Las
comodidades ofrecidas justifican la técnica dirigida por los objetivos que,
con frecuencia son ante todo, resolver las limitaciones químicas. Mientras
se trata de selección, de mejoramiento de las variedades, de agronomía, todo
ello no presenta más que inconvenientes mínimos a la vista de los resul
tados obtenidos. Pero, no se pueden resolver del mismo modo los proble
mas de ordenación. Para ello es necesario, en cambio, una experimentación
realizada en unas condiciones significativas, altamente representativas y
específicas de los diversos tipos de medios naturales a tratar. La etapa que
acabamos de recordar, por muy necesaria e indispensable que sea, no cons
tituye más que una operación preliminar, al igual que el estudio del
medio geográfico. Debe ser seguida de otra etapa, la de la experim enta
ción diferenciada en función de las áreas equiproblemáticas.
La experim entación diferenciada persigue dos objetivos distintos:
246
granito-gneiss, el arroyamiento difuso es el mayor proceso que se ejerce
sobre unas vertientes de débil pendiente pero larga. Este proceso, bajo
ese clima contrastado, tras algunos años de cultivo tradicional, degrada
con rapidez los horizontes superficiales. Las pérdidas en materia orgánica
son importantes con el corolario de una degradación de la estructura que
se afina. Se desarrolla un «muelle» terroso, que los campesinos y los expe
rimentadores advierten al principio, pues puede constituir provisionalmente
una buena cama de simiente. Esta degradación conduce pronto, sin em
bargo, a un desecamiento progresivo de los horizontes arcillosos subyacen
tes. Las grietas de retirada dejan de formarse y el agua se escorre más
de lo que se infiltra acelerando así el fenómeno que desemboca en una
disminución de los rendimientos. La investigación agronómica debe cen
trarse sobre este problema específico y reflexionar sobre los temas de in
vestigación que integren las técnicas de cultivo (métodos de labranza entre
otras) las rotaciones, los tipos de ordenación parcelaria en curvas de nivel
y la reconstitución de la reserva orgánica del suelo. Sería vano fraccionar
estos tratamientos que, estudiados por separado llevarían a callejones sin
salida bastante costosos. El objetivo de la investigación debe ser aquí la
mejora de la dinámica del agua en los suelos arcillosos sobre pendientes
por un conjunto de tratamientos estrechamente asociados, que desembocan
en la preparación de un sistema de valorización adaptado al territorio. Este
tipo de investigación, que puede llamarse investigación de acompañamiento,
sigue siendo indispensable si se quiere llegar al campesino.
Otro ejemplo son los ataques de parásitos y las enfermedades. Ambos
deben ser estudiados del mismo modo que su inserción en la biocenosis,
sus relaciones con el medio ecográfico, las técnicas de lucha, incluyendo la
lucha biológica.
247
za sobre los grandes grupos de suelos representativos de cada medio eco
lógico probado.
— Un nivel «investigación de acompañamiento» que tiene como obje
tivo resolver los problemas de ordenación, que debe realizarse sobre par
celas altamente representativas de los tipos de medios naturales. Tiene
como objetivo estudiar las relaciones cultivos-medio incluyendo las técni
cas de conservación hasta la parcela. Los temas de investigación son, en
este caso, específicos del terreno.
— Un nivel social que debe realizarse «en verdadera magnitud» o «en
condiciones de responsabilidad», es decir por los campesinos mismos, sobre
algunas de sus parcelas, elegidas en función de su representatividad bajo
el doble aspecto natural y humano, con los consejos y bajo la responsabili
dad de los agrónomos.
Esta última fase de la experimentación prepara directamente la aplica
ción de las soluciones, principalmente la formación de los hombres. Per
mite también abordar el último elemento de los estudios preparatorios,
la elaboración de un abanico de soluciones.
Es muy importante, desde nuestro punto de vista, que la autoridad
que tiene que realizar una elección pueda hacerlo dentro de un abanico
de soluciones. No plantear más que una o cometer la hipocresía de plan
tear dos o más pero siendo tan sólo una de ellas aceptable, es un abuso
de confianza. Efectivamente, esto conduce a forzar a los organismos res
ponsables de dicha elección o si se prefiere a la confiscación de sus pode
res. Desde el punto de vista moral es una verdadera estafa. Los orga
nismos encargados de los estudios son consultivos, nada más. Es deber
suyo proporcionar una información honesta, no decidir en lugar de un
gobierno delegado para ello por los interesados en los regímenes demo
cráticos. Cuando los organismos de estudios fuerzan la decisión se com
portan como tecnócratas. La opinión pública en general es hostil a esta
actitud cuyo carácter peligroso capta. Cuando los consultores son, además,
proporcionados por un país extranjero, la tecnocracia toma la forma del
neocolonialismo, cosa también inaceptable.
La ética científica condena tales actitudes, y debe hacerlo con fir
meza. Damos gran importancia a este punto y así lo refleja nuestro orga
nigrama. Si quiere respetarse tal ética, se impone la presentación de un
abanico de soluciones.
La experimentación permite presentar una serie de soluciones distin
tas por ejemplo, para una llanura aluvial a lo largo de un río bien ali
mentado:
248
b) Introducción de una economía agrícola:
249
— Técnica: no podemos reemplazar una región de montañas por una
llanura, debemos tener en cuenta el clima, la radiación solar, etc. Dentro
de ciertos límites, estas constricciones se traducen sobre todo por un
aumento de los costos y un descenso de la rentabilidad. Tal es el caso
de la producción agrícola o de la ganadería de montaña en nuestro país.
Cuando se han estudiado las soluciones estos puntos han tenido que ser
precisados.
250
de obra suplementaria, o una organización del crédito, de los circuitos
comerciales. Las modalidades de formación de los hombres que se desig
nan generalmente con la expresión «divulgación agrícola» han sido puestas
a punto durante la última fase de la experimentación.
El modo de proceder que acabamos de presentar intenta conciliar una
vía racional, basada en el conocimiento científico de los problemas, una
ética profesional que nos hace rechazar claramente las actitudes tecno-
cráticas y neo-colonialistas y las exigencias administrativas. Es susceptible
de aplicación general independientemente de los regímenes políticos y de
las estructuras sociales. Es tan compatible con el capitalismo liberal como
con el capitalismo de Estado o con el socialismo más o menos autoges-
tionario. Los tipos de organizaciones sociales y políticas condicionan la
naturaleza del organismo con capacidad de decisión: puede ser, según los
casos un gobierno, una compañía ordenando un inmenso territorio o re
gión, una agrupación de cooperativas. Estos no condicionan la continuidad
lógica de las operaciones que está en función de la naturaleza misma de
las condiciones geográficas.
Sean cuales fueran los regímenes políticos y sociales, un punto impor
tante debe tenerse en cuenta. El tiempo de respuesta o histéresis, entre
elementos interdependientes del sistema. Por ejemplo, se pueden intro
ducir rápidamente unas máquinas para superar ciertas limitaciones. Es una
cuestión de planificación económica y financiera. Pero, hace falta un cierto
tiempo para que los campesinos las usen correctamente. Hay que adaptar
también ciertas reglas administrativas. Durante un cierto período el empleo
de las máquinas tiene el efecto de producir nuevas formas de degradación
del medio natural, a veces peligrosas. En la Unión Soviética, por ejemplo,
durante un cierto tiempo se primaba a los tractoristas que economizaban
carburante. Muchos de ellos se dieron pronto cuenta de que labrar en el
sentido de la pendiente permitía obtener buenas primas. De ello resultó
una grave ablación de los suelos, principalmente en la región del Medio
Volga antes de que una burocracia demasiado pesada cambiara sus normas.
Tal como señaló P. J. Mahler (1973), la naturaleza de los problemas
de ordenamiento cambia según el grado de desarrollo:
251
los hombres frente a estos recursos, pero es difícil efectuarlo y con fre
cuencia interviene con un tiempo de respuesta excesivo.
BIBLIOGRAFIA
252
Integra aspectos de utilización del suelo y datos humanos en un palmeral.
K ayser K., M a n sh a r d W., M e n sc h in g H., S c h u l t z e J., 1966. «Das Afrika-
Kartenwerk, Ein Schwerpunkt-Programm der deutschen Forschungsgemeins-
chaft», Die Erde, XCVI, pp. 85-95.
Programa cartográfico al 1/1.050.000 de regiones-muestra, que alcanza die
ciocho temas distintos, con una síntesis sobre el medio natural y otra sobre
el medio humano.
K unicyn L. F., R etejum A. J., 1973, «Wechselwirkungen zwischen Naturkom-
plexen und technischen Systemen», Geographische Berichte, 68, pp. 161-167.
M a h l e r P. J., 1973 «Integrated Surveys and Environmental Problems asso-
ciated with Land Development in Developing Countries», I.T.C. Journal,
Special Issue (Symposium Enschede, 16-20 october 1972), 2, pp. 256-271.
T a rlet J., W a lle ix F., 1972, «Un cas d’application de la planification écolo-
gique: l’étude de Toulon-Ouest», L ’Irrigant n.° 59, pp. 23-52.
T ricart J., 1968, «Aspects méthodologiques des études de ressources pour le
développement», Mélanges O. Tulippe, Duculot, Gembloux, pp. 345-361.
T ricart J., 1973, «La Géomorphologie dans les études intégrés d’aménagement
du milieu naturel», Annales de géographie, LXXXII, pp. 421-453.
Y oung A., 1968, «Natural Resources Surveys for Land Development in the
Tropics», Geography, 53, n.° 240, pp. 229-248.
253
7. APLICACION D EL METODO PROPUESTO
254
siderado los suelos como un cuerpo natural, como una componente del en
torno ecológico. Pero entonces, el estudio pedológico debe ser dirigido de
un modo diferente, pues ciertos aspectos del suelo, privilegiados en el
enfoque tradicional, son relegados a un segundo plano mientras que otros,
al contrario, olvidados en este enfoque, son de una importancia primordial.
Vamos a situarnos a dos niveles de enfoque distintos, para mostrar
cómo aplicar, concretamente, la metodología sistemática y la dialéctica
que preconizamos. Estos niveles son el del diagnóstico, de los estudios
preliminares, y el de los estudios detallados, punto de partida de la acción.
255
Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado con estas dos nociones básicas.
Ello nos hace recomendar que se evite, en la medida de lo posible, la fija
ción prematura de la escala a que se efectuarán los alzados. Es preferible
tener una entrevista con los demandantes para conocer sus objetivos de
ordenamiento, luego efectuar un reconocimiento serio del terreno y, por
último, entrevistarse de nuevo con los demandantes para precisar, de co
mún acuerdo, el nivel de percepción requerido, es decir la escala de los
mapas que se realizarán, el plazo de ejecución, etc. Lo ideal es que una
parte al menos de estas entrevistas pueda realizarse durante un recono
cimiento hecho en común, sobre el terreno, por los demandantes y los
responsables del estudio.
El enfoque sistemático, así como la adopción de una actitud dialéctica,
requiere una gran agilidad. Incitan, una y otra, a evitar todo formalismo,
a rechazar recetas fijas, el limitado empirismo. Las etapas que planteamos,
aunque basadas en una experiencia importante, no son imperativas.
256
metodológico de alta calidad y una gran amplitud cultural, puede contri
buir muy eficazmente a mejorar la formación general y a ampliar la expe
riencia de los cuadros.
Es también indispensable reunir lo más rápidamente posible los mapas
disponibles, las fotografías aéreas y los demás registros de teledetección
existentes. Un consejo: no despreciar las tapas de fotografías antiguas y,
sobre todo, cuando haya varias de ellas, estudiarlas todas comparativa
mente. Es bueno también hacer reconocimientos sistemáticos de terreno
con las fotografías y demás registros de teledetección, con el fin de deter
minar lo más precisamente posible el tipo de información que se puede
extraer e incrementar al máximo su aptitud para identificar los objetos y las
escenas interesantes. El aspecto de unos y otros varía con frecuencia, a
veces considerablemente, en función de las condiciones en el momento de
la toma (estación, condiciones meteorológicas, y fenomenológicas, antece
dentes climáticos, etc.).
Dichos reconocimientos deben realizarse buscando el compromiso entre
dos criterios:
257
paisaje. El investigador debe comprometerse en el estudio de las forma
ciones superficiales, material parental de los suelos y medio en el que
se ejerce también la morfogénesis. Debe buscar la identificación de los pro
cesos morfogénicos y pedogénicos e intentar establecer las relaciones gene
ralmente antagónicas que existen entre ellos intentar también apreciar las
relaciones de unos y de otros con los regímenes hídricos. Todas estas obser
vaciones serán sistemáticamente confrontadas con los aspectos presentados
por los diversos registros de teledetección, fotografías aéreas de las diver
sas coberturas disponibles comprendidas.
A partir de ese momento el investigador percibe la dinámica del en
torno que trata de ordenar. Sabe también qué aspectos de ese entorno
aparecen en las fotografías aéreas y, por tanto, hasta qué punto puede uti
lizarlas para su prospección. Las empleará también en el momento oportu
no para organizar sus procesos e interpolar sus observaciones. Podrá así
definir también los integrados (unidades de transición). En efecto, siempre
es más difícil comprender y representar sobre un mapa tales unidades de
transición que trazar un límite de un golpe de tiza... Pero los límites
trazados son con frecuencia arbitrarios, más o menos irreales, es decir
falsos. Por otra parte, las unidades de transición plantean con frecuencia
unos problemas de ordenamiento específicos y complejos. Merecen pues la
mayor atención.
El enfoque sistemático descansa sobre las interacciones entre fenóme
nos. Tales interdependencias expresan unas correlaciones entre dichos fenó
menos. Estas son las que debemos cartografiar, pues determinan la estruc
tura misma del sistema. Concretamente, estas estructuras son perceptibles
bajo la forma de paisajes integrados por los efectos de las interacciones.
Una cartografía así es esencialmente dinámica, no descriptiva. Satis
face, pues, las exigencias intrínsecas del ordenamiento que inflinge una
dinámica o la sustituye por otra. El conocimiento del entorno ecológico
así adquirido debe confrontarse con las experiencias agronómicas y con los
conocimientos y las intuiciones de los agricultores locales. Se debe reservar
un lugar importante para contactos frecuentes y continuados con ellos, a
la observación de los cultivos practicados, a las alternancias de cultivos,
de las prácticas agrícolas. Los datos así recogidos deben ser confrontados
con las observaciones referentes a los suelos y sobre los procesos morfogé
nicos, en particular sobre los diversos aspectos y mecanismos de degradación
del entorno. La delimitación de las áreas sometidas a tal o cual tipo de
dinámica es con frecuencia facilitada por unas imágenes a pequeña escala,
aptas para dar una visión de conjunto: fotografías aéreas al 1/100.000 o al
1/200.000, mosaicos de imágenes del radar, imágenes multiespectrales de
satélites Landsat.
258
3. T ercera etap a: establecim iento de los docum entos
Sólo se puede salir del dilema con sucesivos ajustes. La fase prepara
toria tiene precisamente por objeto dar una primera visión que disminuye
la importancia de tales ajustes. No puede, sin embargo, suprimir total
mente su necesidad. Sin lugar a dudas, la leyenda inicialmente utilizada
será transformada. Ciertas informaciones se abandonan porque se ve que
tienen poco interés, a otras se les da un doble empleo o las hay también
imposibles de aplicar de manera satisfactoria. Otras, en cambio, que quizá
no habían sido previstas al principio del trabajo, se imponen a la atención
del investigador porque se muestran altamente significativas o de gran inte
rés práctico. Aparecen también correlaciones muy estrechas entre observa
ciones de naturaleza diferente de tal suerte que representar las unas y las
otras resulta una redundancia que sobrecarga inútilmente el mapa.
Al final del trazado hay que replantearse cuidadosamente la leyenda
utilizada y confrontarla con todas las observaciones realizadas durante la
prospección y luego con el índice del mapa. Entonces puede realizarse
ya la puesta a punto definitiva de la leyenda, luego los ajustes necesarios
en los trazados que deberán ser completados aquí o corregidos allí.
Esta fase de ajuste debe hacerse cuando se está todavía en el lugar
pues requiere desplazamientos sobre el terreno.
Permitirá también preparar la redacción del informe y la extracción de
conclusiones para responder a las preocupaciones de los demandantes. El
ajuste de la leyenda, por otra parte, se efectuará en gran medida en función
de dicho criterio.
El informe debe hacer aparecer ante todo la cohesión de las diversas
unidades ecográficas, cohesión de naturaleza dinámica. Hay que evitar a toda
costa adoptar un plan «de cajones» que yuxtaponga los diversos aspectos
de la dinámica natural en lugar de relacionarlos entre ellos («clima», «geo
logía», «geomorfología», «suelos», etc.).
En el informe también es importante separar muy claramente lo que
está más o menos bien establecido, lo que es claro, y lo que sigue siendo
coyuntural u oscuro. Se pueden proponer algunos estudios para eliminar
las incertidumbres. Sin embargo, hay que evitar cuidadosamente recomen
dar infinidad de continuaciones de estudio... contrariamente a la aprovecha-
259
da actitud de ciertos organismos. Es cuestión de honestidad. Es necesario
también mostrar las posibles relaciones entre las características ecográficas
y los problemas humanos cuyo estudio no es de la incumbencia de los mis
mos investigadores. Si se proponen algunas soluciones su incidencia socio
económica debe señalarse y hay que indicar el tipo de estudios necesarios
para determinarlas.
Las modalidades de aplicación del método propuesto difieren un poco
según los mismos tipos de entorno ecológico. Vamos a presentar ahora
también dos ejemplos de aplicación de nuestro enfoque a dominios distin
tos: las regiones mediterráneas y las regiones tropicales.
260
las características geológicas (litología, movimientos tectónicos). Aquí, las
herencias recibidas de las oscilaciones climáticas cuaternarias son particu
larmente importantes. Tal es el caso de los glacis, grandes superficies
planas, revestidas de gravas calcáreas. Medios morfodinámicamente esta
bles que han permitido la pedogénesis. Los suelos que allí se encuentran
difieren según la edad de los glacis, que le ha dejado un tiempo más o
menos largo a la pedogénesis para realizarse. Sobre cada glacis el ordena
miento de los materiales detríticos, dirigido por la morfogénesis de la épo
ca, introduce subdivisiones basadas sobre el material parental de los suelos.
La topografía poco accidentada y el buen drenaje de las gravas hacen que
estos glacis sean territorios favorables para el ordenamiento de los perí
metros de regadío. Pero, hay que protegerlos, en los bordes, contra las
incisiones regresivas de los barrancos. La definición morfopedológica saca
a la luz unas aptitudes para la valorización, unas limitaciones que se opo
nen a ella y delimita una orientación para las medidas de conservación de las
tierras que deberán tomarse.
Al contrario, sobre las vertientes tanto las de los valles encajonados
como las de los relieves dominantes, la morfodinámica actual es muy activa.
Estamos ante un medio inestable en el que la pedogénesis sólo llega a ejer
cerse raramente. El desnudamiento de la roca está, generalmente, muy
avanzado. No hay suelos o son sólo jirones aislados de suelos finos, discon
tinuos, a veces truncados. La caracterización de estas unidades no puede,
pues, fundamentarse sobre los suelos, elementos muy accesorios del entor
no ecológico. Hay que partir, en cambio, de los procesos morfogénicos,
ellos mismos influenciados por la litología de las diversas formaciones geo
lógicas. La forma, la disposición y la regidez de las pendientes, determi
nadas por la evolución geomorfológica influyen también sobre los procesos
y sobre el grado de inestabilidad. En este caso la incisión regresiva de los
barrancos es violenta; allí, en cambio, una capa de gres poco coherente
provoca una saturación en agua de las arcillas y se producen fallas; en otro
lugar, una zapa de torrente desencadena deslizamientos de terreno que se
transforman a continuación en barrancos. En cambio, en las clasificaciones
pedológicas, todas estas vertientes se clasificarían en la categoría de «suelos
minerales brutos de erosión». Información demasiado vaga y de poca utili
dad para el ordenamiento.
Tanto las terrazas como los glacis forman un grupo de unidades morfo-
pedológicas. Están subdivididas en función de las características (más
o menos arcillosos) y en función de su edad. Efectivamente, dichas terra
zas, después del inicio de su formación, son medios estables sobre los
cuales se ejerce la pedogénesis. Las más antiguas han conocido pedogé
nesis distintas de aquellas que se han ejercido más recientemente. Al igual
que los glacis, las terrazas antiguas conservan pliegues y cortezas calcá
reas heredadas. En cambio, la más reciente, la terraza rharbiána, formada de
materiales finos y medianos soporta los mejores suelos a pesar de las pro
porciones elevadas de calcáreo activo. Para el regadío, tiene como factor
261
limitador una proporción de sales relativamente elevada, que procede de las
aguas de inundación de los ouads. Por una parte, hay que proteger estas te
rrazas contra la desecación y contra la zapa de los ouads, por otra parte,
hay que prever, para la terraza rharbiana, un colada de las sales en caso
de irrigación.
El pie del mapa está estructurado en función de los preceptos que pre
sidieron su mismo trazado. Está dividido en varias columnas. La primera
define las unidades morfopedológicas e indica el símbolo de cada una
de ellas. Las columnas siguientes precisan, sobre unas líneas que corres
ponden a cada una de las unidades morfopedológicas, los caracteres de la
morfogénesis, de la pedogénesis, las limitaciones que se oponen a la valo
rización tanto si son pedológicas como morfológicas. Las distintas unidades
morfopedológicas están reagrupadas en unos conjuntos geomorfológicos:
vertientes, glacis terrazas. Estas unidades han sido determinadas en función
de los principios de subdivisión más arriba expuestos.
De un modo general, las unidades inestables se caracterizan por unos
mosaicos de suelos, que son más o menos relictivos, discontinuos, con
frecuencia truncados. Por otra parte, el mismo sistema morfogénico que
dirige la existencia misma de la unidad puede ejercerse sobre unos mate
riales que presenten diferencias litológicas susceptibles de diversificar la
pedogénesis: por ejemplo, margas que contienen calcáreo activo, arcillas
arenosas que no lo contienen o arcillas con yesos. Pero todo ello es secun
dario en relación a la inestabilidad morfodinámica que impide la pedo-
génesis o provoca la liquidación de las herencias pedológicas. Los procesos
morfogénicos son aquí un factor ecológico mucho más importante para las
plantas que las características edáficas.
Definir los grados de estabilidad del entorno en función de los proce
sos morfogénicos conduce a la evidencia de la limitación principal que se
opone al ordenamiento de Beni Slimane. Se hacen aparecer así unos medios
peniestables y estables, suceptibles de ser ordenados en vistas a una inten
sificación de la producción agrícola pero que se deben proteger contra cier
tos procesos que los degradan o reducen su superficie. Se delimitan, por
otra parte, unos medios inestables, de intensa morfodinámica, que compiten
intensamente en la formación de la carga sólida de los cursos de agua. Dado
que la intensificación de la agricultura requiere la irrigación, y que el
clima impone la construcción de presas, hay que emprender pues una
acción de estabilización en las cuencas de los pantanos proyectados. El estu
dio de los procesos morfogénicos y de las soluciones suceptibles de redu
cir los transportes sólidos fue solicitado a continuación al Centro de geo
grafía aplicada y efectuado por T- Tricart y por Mme A.-R. Cloots-Hirsch, a
petición de la Sodeteg, encargada de los ordenamientos hidráulicos.
262
5. Un ejem p lo de aplicación en región tropical
Malí tiene un territorio que se extiende desde el árido corazón del Sa
hara hasta el territorio guineano, pero cuya mayor parte está formada por
las zonas saheliana y sudaniana en donde la estación seca es muy marcada
y en donde las fluctuaciones climáticas tienen graves consecuencias. País
enclavado, constituido por un pueblo de campesinos y de pastores, Malí
ha orientado su política agrícola hacia la autosubsistencia y la mejora del
nivel de nutrición. Uno de los elementos naturales de que puede sacar
partido es la amplia zona de esparcimiento del Níger, inundada por la
crecida anual. Tradicionalmente proporciona tierras de cultivo (mijo y
sorgo principalmente), pastos para los rebaños trashumantes, lugares de
pesca preciados. Pero un hogar de densa población en medio de las exten
siones semidesérticas de la zona saheliana, podría jugar un papel econó
mico de mayor importancia. Ya, en otro tiempo, el Servicio del Níger nació
de este deseo. Recientemente el gobierno de Malí decidió estudiar el desa
rrollo del cultivo del arroz en la región del llano de Mopti, impropiamente
llamada «Delta interior» del Níger.
El objetivo es sacar mejor partido de la submersión estacional realizan
do pequeños ordenamientos destinados a controlarla de tal modo que el ré
gimen de inundación sea lo más favorable posible al crecimiento del arroz.
La decisión política se ha traducido ya en una solución técnica: el culti
vo de arroz en condiciones de submersión controlada. Esta etapa se ha po
dido controlar gracias a los importantes estudios que se vienen realizando
desde hace más de medio siglo, entre los cuales está el del Centro de geogra
fía aplicada, en marcha desde 1957, y que han permitido definir la evo
lución geomórfica del «Delta interior», el establecimiento de los diversos
tipos de materiales y de formas que lo constituyen, su edad, las modalida
des de la dinámica actual. Gracias a estas investigaciones la ecodinámica
general de esta extensión era de sobras conocida y los problemas técnicos
podían plantearse con bastante claridad como para que el poder político
pudiera tomar decisiones.
Desde entonces la tarea que se confió al I.R.A.T. consistió en selec
cionar los ecotopos que se prestaban con mayor comodidad al cultivo del
arroz en las condiciones técnicas constatadas. En total las investigaciones
preliminares habían permitido recensar nueve perímetros que cubrían 55.000
hectáreas. Aunque la complejidad de la región sea grande y su «grano»
bastante fino, los intercambios de puntos de vista con el demandante han
llegado a la conclusión de que una escala de 1/50.000 para la cartografía
era suficiente para un reconocimiento. El trabajo fue realizado en 1973 por
R. Bertrand.
Un estudio pedológico tradicional habría decidido definir y cartogra-
fiar unas series de suelos determinados ante todo por la textura, es decir,
por la granulometría de las acumulaciones fluvioeólicas. De manera secun-
263
daría, se hubieran tenido en cuenta los caracteres de hidromorfia. Las rela
ciones dinámicas entre las unidades, en función de la morfogénesis pasa
da y actual (ésta englobando el régimen hídrico) no habrían aparecido en
modo alguno siendo dicha dinámica fundamental para el ordenamiento.
El objetivo del ordenamiento es, efectivamente, sacar partido de los meca
nismos naturales de submersión corrigiéndolos para maximizarlos reducien
do, sin embargo, lo más posible, los trabajos. Hay que realizar una adap
tación muy fina de las intervenciones en el medio natural.
Recordemos que el Níger invadió, tras un paso de un clima árido a un
clima más húmedo, una región que se había conformado en dunas. El Ní
ger arrasó ciertas dunas y tomó su material antes de depositarlo bajo la
forma de diques aluviales arenosos. Otras dunas persisten y delimitan unas
cubetas inundadas por la crecida. Allí se depositan materiales finos, de
decantación, sobre todo limoso, a veces arcilloso. Pero desde que el Níger
forzó la presa dunar situada en la parte baja del lago Debo, muestra una
tendencia lenta a la incisión, que hace que ciertas extracciones aluviales
antiguas no sean ya inundadas y que ciertas antiguas cubetas sean sometidas
solamente a una submersión de duración bastante corta. En cambio, los
diques más bajos continúan edificándose y las cubetas más profundas están
inundadas largo tiempo, es decir, permanentemente, como el lago Debo.
Las condiciones hidromorfológicas de submersión son muy variadas, y, por
lo tanto, las posibilidades de efectuar los ordenamientos deseados en buenas
condiciones de eficacia y de costo.
No es posible comprender los caracteres de los suelos y su distribución
y por tanto tampoco sus posibilidades de ordenamiento, sin partir de las
condiciones morfogénicas. Según la edad del establecimiento de las formas
y según su evolución ulterior, los tipos de suelos, sobre unas formas del
mismo origen y constituidas por un mismo tipo de material, son distintas.
Las formas antiguas cuyas condiciones de submersión han sido modificadas
por la tendencia a la incisión de canales, conservan una pedogénesis here
dada a la que se sobreimpone otra pedogénesis más reciente, es decir,
actual. Este es principalmente el caso de la hidromorfia.
El enfoque seguido se concretiza en la estructura de la leyenda general
de los mapas:
Cada unidad morfopedológica se identifica por medio de un símbolo
que asocia los dos parámetros determinantes: tipo de medio y tipo de
formación superficial.
Siguen luego las componentes más importantes desde el punto de
vista ecográfico:
— régimen hidrológico.
— caracteres geomorfológicos.
— caracteres pedológicos.
— vegetación que, en general, integra los caracteres morfológicos y pe
dológicos y el régimen hídrico.
264
— limitaciones de valorización.
— aptitud para el cultivo del arroz en submersión controlada.
265
El punto de partida es, evidentemente, el diagnóstico morfopedológico.
Pero, como lo que se trata de preparar ahora no es ya la decisión sino la
acción que se desprende de tal decisión, el nivel de percepción del entorno
ecológico debe ser a la vez más fino y más especializado. El conocimiento
ecográfico debe ser más profundo, pero, al mismo tiempo, apuntar espe
cialmente a ciertos aspectos que se desprenden de la decisión tomada.
Ello se traduce en la elección de una escala mayor para los datos: 1/10.000
o 1/20.000 por ejemplo. Aquí todavía es el nivel de percepción el que
cuenta y la complejidad propia del medio a ordenar. La escala adoptada
es la que permite presentar los datos requeridos de manera suficientemente
legible para que puedan ser utilizados.
El ejemplo que vamos a presentar fue el banco de pruebas del método.
A decir verdad, fue bajo la presión de una necesidad práctica que el I.R.A.T.
decidió desarrollar un enfoque nuevo, derivado de las investigaciones del
Centro de geografía aplicada. Efectivamente, el medio que debía ser estu
diado se manifestó, desde un principio, de una tal complejidad que no
podía ser objeto del enfoque pedológico y agronómico tradicional. Este
hubiera desembocado en un fracaso tras enormes gastos, superiores al
financiamiento asegurado. Los dos autores del presente volumen desarro
llaron este nuevo enfoque con E. Latrille y M. Brouwers, pedólogos del
T.R.A.T. responsables del estudio, y con diversos investigadores y técni
cos del Centro de geografía aplicada, consejeros benévolos. En cierto modo,
se trata del prototipo original del enfoque a que recurre ahora el I.R.A.T.
y que ha sido aplicado, principalmente, en los estudios expuestos con an
terioridad.
El archipiélago de las Comoras, situado en el canal de Mozambique,
está formado por cuatro islas enteramente volcánicas: Comora Grande,
Anjouan, Mayotte y Mohéli, densamente pobladas:
Gran
Comora Mohéli Ansouan Mayotte Totales
266
la tierra es excesiva, como lo demuestran las densidades de población por
km2 de tierras cultivables, sobre todo en Anjouan y en la Comora grande.
Estos datos permiten comprender la agudeza de los problemas políticos
planteados por una sección de Mayota, efectiva desde 1975.
Hay que subrayar además que la fuerte demanda de tierras ha con
ducido a extender al máximo las tierras cultivables en la evaluación que
figura en el cuadro superior. Muchas tierras clasificadas como «cultivables»
se hubieran clasificado entre las no adecuadas para el cultivo si se hubie
ran aplicado las normas habituales.
El entorno ecológico de las Comoras es, efectivamente, difícil. Se ca
racteriza por severas limitaciones ante la valorización de las tierras:
267
ción ulteriores. Las condiciones edáficas de las islas se presentan bajo la
forma de un mosaico muy en tregad o de pequeñas unidades cuya clave
viene dada por la evolución geomorfológica (formas construidas de edad
diferente, diversamente disecadas, a menudo encajadas y a veces super
puestas).
Añadamos por fin que las Comoras no habían reclamado nunca la aten
ción de la antigua administración. Raros eran los investigadores que habían
sido encargados de estudiarlas, de tal suerte que el archipiélago era, en el
momento en que empezaron los trabajos, una de las regiones científicamen
te poco conocidas de Africa.1
Con el fin de preparar la independencia de las Comoras el I.R.A.T.
se encargó, en 1971, de un estudio financiado por el F.I.D.E.S. Su objeto
era inventariar las tierras cultivables del archipiélago y definir las apti
tudes agropastorales de las situadas por debajo de los 700 m de altitud.
Debía también plantear las soluciones prácticas de ordenamiento y de
valorización de dichas tierras para incrementar su producción y asegurar
su conservación. En realidad, se había pedido un programa de desarrollo
agrario, de ordenamiento rural integrado. Los aspectos humanos se deja
ban fuera del mercado. Por otra parte, no es posible desarrolló alguno
en las Comoras si una reforma agraria firmemente dirigida no liquida, de
antemano, unas estructuras territoriales y sociales feudales.
Dada la muy fuerte presión demográfica, se trata de concebir un orde
namiento que permita sacar el máximo de la tierra. La extremada pobreza
de la mayoría de los agricultores permitía, por otra parte, plantear unas
soluciones que recurrían a una mano de obra superabundante. Es por ello
que las superficies clasificadas como «cultivables» son muy superiores a
las que habrían sido inventariadas en unas condiciones diferentes.
El estudio se puso en marcha a principios de 1972, en el transcurso
de una misión de J. Tricart y E. Latrille, encargados de la prospección.
Entonces fue cuando se definió el enfoque al mismo tiempo que se efectua
ba un reconocimiento general que fijaba los procedimientos a seguir y
determinaba los criterios a adoptar para las extracciones. Las dificultades
encontradas en otros momentos durante las extracciones pedológicas reali
zadas en pequeños perímetros de Anjouan jugaron un papel importante en
la decisión tomada por el I.R.A.T. de dirigir las investigaciones según una
concepción y una metodología totalmente nuevas. Dadas las características
propias del archipiélago y el grado de conocimiento existente no había otra
solución.
El estudio fue dirigido de manera que presentaba una serie de docu
mentos (mapas e informes correspondientes) que aseguraba una gradación
hacia la resolución de los objetivos:12
268
— mapa morfopedológico: destinado al conocimiento de las caracte
rísticas del medio físico.
— mapa de las limitaciones: delimitando los obstáculos agronómicos.
— mapa de la ocupación actual de las tierras y mapa de las propuestas
de afectación; el mapa de las propuestas se deriva del mapa de las limi
taciones. Comparado al mapa de la utilización actual de las tierras, hace
resaltar las inadecuaciones en la utilización actual, que provocan una degra
dación de los recursos ecológicos. A partir de ese momento, los encargados
de la ordenación pueden entrar en acción y aplicar las soluciones técnicas
plateadas por los agrónomos y luego consideradas por los planificadores.
El principio de estos mapas ha sido expuesto en el capítulo 3. Nos li
mitaremos aquí a precisar ciertos problemas particulares que se han plan
teado en Anjouan y las soluciones que hemos adoptado para resolverlos.
1. El mapa morfopedológico
269
tica, formaciones detríticas) y las rocas consolidadas (lavas, neks, dykes)
cuyo comportamiento tanto morfogénico como pedogénico es muy diferente.
— por otra parte, la diferencia fundamental entre los productos del vol
canismo antiguo y medio, afectados por una intensa alteración ferralítica
truncada a niveles variables y los materiales acumulados por la fase de
volcanismo más reciente que ya no son ferralitizados.
270
Ello nos ha llevado por otra parte a precisar más el concepto de mosai
co y a distinguir unos mosaicos heterolitológicos (asociación de rocas ma
dres distintas, como en el ejemplo precedente) heterocrónicas (yuxtaposi
ción de suelos y de formas de edad diferente) y heterogénicas (procesos dis
tintos). Se ha hecho un amplio uso de ello en las Comoras. Desde el punto
de vista práctico, por otra parte, dicha solución está perfectamente justi
ficada, pues la heterogeneidad es, en sí misma, una limitación. En un
mismo terreno en donde las condiciones son heterogéneas, ningún cultivo
puede tener un rendimiento elevado, pues buen número de plantas se en
cuentran en unas condiciones que les son poco favorables. Los remembra-
mientos en inmensas parcelas destinadas a satisfacer una mecanización a
gran escala chocan con esta dificultad en muchos medios naturales europeos.
Conforme a los principios expuestos en el capítulo 3 hemos represen
tado los grandes tipos de pedogénesis. Hemos distinguido cuatro: ándica,
bronificada, pedomórfica y ferralítica. A nivel de las pedogénesis ándica y
bronificada, que son las más extendidas, se han distinguido las pedogéne
sis poco evolucionadas de las evolucionadas. La organización de los suelos
que de ello se desprende tiene, efectivamente, una repercusión capital sobre
la agricultura. Ir más lejos hubiera sido vano, es decir inútil, para el orde
namiento. En efecto, por ejemplo en las unidades afectadas por la pedo-
génesis ándica no es extraño encontrar varios tipos de suelos ándicos en 1
o 2 ha. Son el resultado de diferencias granulométricas, de pequeñas varia
ciones petrográficas y de diferencias de edad en el material piroclástico ori
ginal. Más que estas diferencias es el tipo ándico de la pedogénesis lo que
cuenta, con las limitaciones específicas que engendra y, sobre todo, las limi
taciones hídricas y morfogénicas surgidas del material piroclástico.
En fin, el último punto importante: el mapa se elabora por superposi
ción de datos de naturaleza diferente. Cada una de las categorías de infor
mación está subdividida hasta el nivel taxonómico que se considera ade
cuado. Cada una de estas subdivisiones está indicada por una figura espe
cífica delimitada sobre el mapa. Pero, no hemos delimitado unidades de
un nivel taxonómico más elevado. La información se presenta así de un
modo a la vez más preciso y más objetivo. El lector constata por sí mismo,
por ejemplo, que dicho límite litológico no coincide con un límite de uni
dades pedogénicas o que dicha área de pedogénesis se reparte entre varias
unidades morfodinámicas. De esta suerte, la realidad no es «forzada» como
en el caso de los mapas de sistemas de tierras del C.S.I.R..O. Las pedogé
nesis pulimentadas más o menos intensas y los procesos morfogénicos más
o menos agresivos que se ejercen sobre las alteraciones ferralíticas antiguas
truncadas más o menos profundamente ofrecen un buen ejemplo de ello.
Esta solución presenta también la ventaja de poner en evidencia las
transiciones, los intergrados, tan importantes para la valorización y, even
tualmente, para el remodelado parcelar (principalmente el remembra-
miento).
271
2. E l m ap a de las lim itaciones
A. Limitaciones edáficas
B. Limitaciones htdricas
272
C. Limitaciones morfodinámicas
273
Clase V. Tierras impropias en la actualidad para cualquier tipo de explo
tación. De este tipo son las vertientes abruptas de los anfiteatros vaciados
en los antiguos edificios volcánicos o los manglares. Para estas tierras se
hace necesaria una reglamentación muy estricta de protección.
276
aspecto técnico, el de los progresos de la agronomía, unas técnicas de culti
vo que evoluciona en función de fenómenos totalmente diferentes, sociales
y económicos. Nuestro método, en cambio, tiene claramente en cuenta las
influencias ecológicas. Permite, pues, definir mejor el papel que juega
la agrotecnia en un ordenamiento rural.
BIBLIOGRAFIA
277
K a lm s J. M., 1972, Esquisse morphopédologique de la zone de rénovation des
Béni Slimane (Algérie), I.R.A.T., Sodeteg, París.
K tlian J., 1969, «Les formations marines sableuses de la cote Est de Mada-
gascar entre Mahanoro et Foul-Pointe (Madagascar)», Agronomie tropicale,
vol. XXIV, n.° 2.
K il ia n J ., 1972, «Contribution á l’étude des aptitudes des sois á la riziculture
des bas fonds sans aménagements dans le Nord-Dahomey», Agronomie Tro
picale, vol. XXVIII n.° 3.
K il ia n J., T e ss ie r J., 1973, «Méthodes d’investigation pour l’analyse et le
classement des bas fonds dans quelques régions de l’Afrique de l’Ouest»,
Agronomie Tropicale vol. XXVIII, n.° 2.
K il ia n J., 1973, Aménagement des Vallées des Volta (Haute-Volta) Etudes
pédologiques. Conceptions de travail. Application au terroir de Mogtedo,
I.R.A.T., París.
L a t r il l e E. 1970, Etude pédo-agronomique des terres Mazel d Anjouan I.R.A.T.,
París.
M aign ien R., 1960, Les sois du delta vif du Niger, Région de Mopti,
O.R.S.T.O.M., Dakar.
M a r c h a n d B., 1957, Etude morphologique de la plaine inondée a Test du
Niger entre Saya et Kouna, D.E.S. París.
O.R.S.T.O.M., 1972, «Proposition de classification des andosols. Groupe de
travail sur les andosols», Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, vol. X,
n.° 3, París.
Q uantin P., 1972, «Les Andosols. Revue bibliographique des connaissances
actuelles», Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, vol. X, n.° 3, París.
Q uantin P., 1972, «Note sur la nature et la fertilité des sois sur cendres vol-
caniques provenant d’éruptions recentes dans l’archipel des Nouvelles Hébri-
des», Cahiers O.R.S.T.O.M., serie Pédologie, vol. X, París.
R a unet M., 1973, «Contribution á l’étude pédo-agronomique des “ terres de
Barre” , du Dahomey et du Togo», Agronomie tropicale, vol. XXVIII, n.° 11.
R aunet M., 1971, Etude pédologique de la région d’Amhalamanga (Madagascar),
tesis 3er ciclo, París.
R aunet M., 1973, Etude morphopédologique dans la région des Béni Slimane
(Algérie), I.R.A.T., Sodeteg, París.
R iq u ier J., 1953,- Les sois d’Anjouan et de Mayotte, mémoires I.R.S.M. Ta-
nanarive, série D, t. V.
R o bin ea u G., 1966, Société et Economie d’Anjouan, mémoires O.R.S.T.O.M.,
21, París.
S a in t O u rs J. de, 1953, «Etude géologique de l’archipel des Comores» Tra-
vaux du Bureau géologique, n.' 51, Tananarive.
T h i b o u t F., 1972, Etude pédologique de la région de Zeriba (Algérie), I.R.A.T.-
S.A.T.E.C., París
T h i b o u t F., 1973, Région de Bechloud (Algérie). Etude des sois. Influence des
travaux de D.R.S. sur Tevolution des sois, I.R.A.T., París.
Ti h a y J.-P., 1972, Rapport de mission dans la zone de rénovation rurale des
Béni Slimane (Algérie), inédito.
T r ic a r t J., 1972, «Influence de la géomorphologie sur les sois dans la Pampa
deprimida (Argentine)», Cahiers O.R.S.T.O.M., série Pédologie, vol. X,
n.° 2.
278
T ricart J., R aynal R., B e s a r o n J., 1972, «Cones rocheux, pédiments, gla
cis», Armales de géographie, n.° 443.
T r ic a r t J ., 1972, «Reconnaissance géomorphologique de File d’Anjouan», Ma-
dagascar, revue de géographie, n.° 21.
U rvoy Y., 1942, Les Bassins du Niger, Larose, París.
279
CONCLUSION GENERAL
280
entre nosotros, como entre ciertos aristócratas... o como entre los esnobs.
Con el fin de evitar los encuentros desagradables es decir, con gentes que
planteen preguntas indiscretas, que lo quieran estropear, cada cual rodea
su propio árbol con un muro. A menudo, incluso, se puede poner una
bandera en la cumbre. Cuando un intruso intente franquear la barrera, o
incluso comprometer la conversación, se le trata de ignorante. Entonces
se ve la utilidad de la bandera: un viejo principio de derecho interna
cional afirma que «la bandera protege la mercancía»... Algunos son más
insidiosos pero no menos perentorios. La vegetación traduce perfectamente
el medio. Al estudiar la vegetación doy un conocimiento del medio y todas
las bases para su ordenamiento. Petición de principio que está al alcance
de cualquiera. En el método de los «levantamientos de tierras» del
C.S.I.R.O. aparece también con claridad pero en beneficio de la fisiografía.
Competencia desleal, nueva ocasión de tratar al otro de intruso y quedarse
con los suyos... para seguir dando vueltas.
¿Pero, dar vueltas es avanzar? Ciertamente, no...
La actitud contra la que nos alzamos es, desgraciadamente, la más
extendida. Es sancionada por unas estructuras administrativas que son
siempre sectoriales, tanto en la investigación como en la intervención téc
nica. A cada cual su árbol...
Y sin embargo, tal como hemos intentado demostrarlo en la presente
obra, el bosque no es una yuxtaposición de árboles. Es otra cosa muy
distinta. El cazador, el campesino, el ciudadano que quieren descansar
son, ante todo, seres vivos. Biológicamente están insertos en el ecosistema.
Mentalmente también. La naturaleza posee un atractivo sentimental tanto
mayor cuanto más duramente padecemos unas condiciones de vida arti
ficiales e inhumanas en las hormigueantes ciudades en las que, cada vez
más, chocamos con otros hombres en lugar de encontrarnos con ellos. En
otro tiempo, esta conciencia de la unidad de la naturaleza era compartida
por todos, sentida por todos y expresada a través de unas creencias que
imponían una estricta regla de vida. Ello corresponde a una realidad pro
funda.
Esta es la actitud que hemos adoptado, basándola no sobre un natu
rismo ingenuo, sino sobre una base racional. Ciertamente, la razón no ex
cluye los sentimientos, por fortuna. Pero, nuestro enfoque, en este caso,
estaba forzosamente orientado hacia el único aspecto racional de esta pro
funda realidad. Los fenómenos naturales existen independientemente de
nosotros. El hombre es un recién llegado en la historia geológica... Hemos
intentado estudiarlos por sí mismos y no en función de nuestras como
didades artificiales, tal como están anunciadas en nuestras tarjetas de
visita.
La naturaleza, al igual que la materia posee su propia organización,
que llamamos a veces, por «antropomorfismo», su «lógica». Trasciende
a las disciplinas. Nuestro objetivo es intentar captar esta lógica. Para,
algunos esto caracteriza a la ciencia fundamental. Pero, para nosotros es
281
también, o mejor sobre todo, la vía a seguir para insertar del mejor modo
posible las actividades humanas en esta naturaleza, es decir, para permitir
a un número cada vez mayor de hombres el vivir en ella logrando su
subsistencia con un mínimo de felicidad. Este es para nosotros el objetivo
del ordenamiento: utilizar los recursos ofrecidos por la naturaleza sin de
gradarla, sin destruirla, sin preparar un genocidio. La oposición que algu
nos plantean, por ignorancia o por interés, entre la investigación funda
mental y la investigación aplicada es formal. Es falsa. Es, con gran fre
cuencia, perjudicial.
Cqda disciplina, con la condición de realizar el esfuerzo suficiente,
puede captar ciertos aspectos de la organización propia de la naturaleza.
No creemos que esté de más la máxima utilización posible de este con
cepto. Gracias a él hemos aplicado ciertos conceptos lógicos a unos pro
blemas nuevos. Nociones como las de umbral, interacción, crecimiento
exponencial han sido descubiertas de antemano por la física. Se puede
sacar partido de ellas en el estudio de la naturaleza, a condición de ha
cerlo con discernimiento. Esquemas lógicos más complejos, casi actitudes
mentales, como el estructuralismo, como la teoría de los sistemas, que
proceden de la lingüística o de la termodinámica, pueden también alum
brar nuestra investigación.
A decir verdad, hubiéramos podido ponerle un subtítulo a nuestra
obra:
Ensayo de aplicación del estructuralismo y de la teoría de los sistemas.
En efecto, ello hubiera comprendido una parte de su contenido y defi
nido, bastante bien, nuestra orientación.
282
unas razones morales que nos hacen amar nuestro trabajo. De tales preocu
paciones ha nacido este libro. Se ha nutrido de nuestras experiencias perso
nales y sobre todo de las de los grupos a que pertenecemos por intercam
bios de puntos de vista en los que la atmósfera amical no ha impedido una
exigente sinceridad que excluyera compromisos. Pensamos que nuestro
intento permite plantear un enfoque que queda superado por su mismo
interés. El esfuerzo principal debe recaer sobre el estudio de la organiza
ción propia de los fenómenos y de los espacios sobre los que actúan. Ello
supone la preparación de modelos lógicos ágiles, adaptables a nuevos
problemas, susceptibles de ser retocados en función de nuevos datos. Se
han obtenido ya algunos resultados en la mayoría de las disciplinas. Hay
que reagruparlos, reunirlos y, por ello mismo, superarlos. Sólo la elabora
ción de instrumentos de este tipo nos permitirá evitar ser superados por
los datos. El problema se plantea con más agudeza en materia de teledetec
ción con la superabundancia de información proporcionada por los saté
lites. La técnica de registro es más avanzada que la de explotación de los
datos. En materia de conocimiento de la naturaleza estamos casi en una
situación análoga. Debemos integrar mejor en un conjunto lo que ya
sabemos para orientar la acción. Por otra parte esta acción se presenta
urgente: tras un período de torpeza durante el cual se ha rechazado el
conocimiento de ciertas realidades, como la explosión demográfica, el des
pilfarro de recursos, la plutocracia enfrentando hambrientos y ahitos, ha
llegado la hora de despertar. Es duro. Hay que actuar rápidamente, pero
no tenemos derecho a equivocarnos pues el resultado sería fatal.
283
INDICE
I n t r o d u c c i ó n ........................................................................................... 7
1. ¿C ó m o c o n c e b ir un e s t u d io in t e g r a d o de l m e d io na
tural? 17
I. Los levantamientos de tierra del C.S.I.R.O. (Australia) . 17
1. Principios del m é to d o ................................. 18
2. Apreciación c r ític a ........................................ 30
II. El análisis de los p a is a je s ........................................ 33
III. La integración dinám ica............................................... 38
1. El medio natural: organización del sistema y flujo . 40
2. Tipos de medios de ordenamiento . . . . 49
C o n c lu s ió n ............................................................................... 70
B ib lio g r a fía ............................................................................... 71
2. El en fo q u e g e o m o r f o l ó g ic o ....................................... 78
I. Los conceptos fundamentalesde lageomorfología . . 79
II. Integración de la geomorfología en el estudio eco-geo
gráfico ....................................................................................... 84
1. Estudio de las interacciones entre procesos . . 87
2. Cartografía geom orfológica......................... 95
A. Concepción del mapa geomorfológico (96). B. Con
tenido del mapa geomorfológico (96). C. Realización
(97). D. Justificación del mapa morfológico (100),
a) Para la conservación de las tierras y de las aguas
(100), b) Para la protección frente a ciertos fenóme
nos naturales (101).
B ib lio g r a fía .................................................................................... 103
285
3. E l enfo qu e p e d o l ó g ic o ..................................................................
107
I. Concepciones básicas. R e s e ñ a ........................................ 107
1. El suelo y la p ed ología................................................ 109
2. La pedogénesis................................................................ 110
Suelos y formaciones superficiales (111)
3. Las clasificaciones........................................................ 113
A. La clasificación norteamericana (114). B. La cla
sificación francesa (118). C. La clasificación FAO
(119). D. Comparaciones y críticas. Clasificación nor
teamericana y francesa (120).
4. L os r e c u r so s h íd r ic o s
144
I. Estado de nuestros conocim ientos................................ 144
II. Régimen hídrico y productividad vegetal . . . . 151
1. Utilización del agua por la planta . . . . 152
A. Alimentación acuosa (152). B. Absorción del agua
(155). C. Desarrollo de las raíces (156). a) Influen
cia de los caracteres físicos y químicos del suelo (157).
b) Influencia de la humedad (159).
286
III. Los mapas hidrom orfológicos...................................... 176
1. Concepción de los mapas hidromorfológicos . . 177
2. Utilización de los mapas hidromorfológicos . . 180
A. En el momento de establecer una red hidrométri-
ca (180). B. La explotación de los datos (180).
C o n c lu s ió n ..................................................................................... 183
B ib lio g r a fía ..................................................................................... 185
5. ¿Q u é e s un o r d e n a m ie n t o r a c io n a l d e l m e d io r u r a l ? . 197
287
4. Un ejemplo de aplicación en región mediterránea . 260
5. Un ejemplo de aplicación en región tropical . . 263
II. Estudios de realización, nivel de percepción más de
tallado ................................................................................................ 265
1 . El mapa morfopedológico . ” . . . . 269
2. El mapa de las limitaciones................................... 272
A. Limitaciones edáficas (272). B. Limitaciones hídri-
cas (272). C. Limitaciones morfodinámicas (273).
Conclusión g e n e r a l.................................................................................280
288