Presentación de los hechos: (Tomado de Beauchamps & Childress)
El 27 de octubre de 1969, Prosenjit Poddar mató a Tatiana Tarasoff. Los
demandantes (los padres de la víctima) alegaron que dos meses atrás Poddar había confiado sus intenciones de matar a Tatiana al Dr. Lawrence Moore, un psicólogo empleado por el Camell Memorial Hospital de la Universidad de California, en Berkeley. Alegaron también que a pedido de éste, la policía del campus había detenido a Poddar, pero lo liberó al poco tiempo por parecerles dotado de razón. Además reclamaron que el Dr. Pamelson, superior de Moore, dio directivas, en ese entonces, que no se iniciaran otras acciones para detener a Poddar. Nadie advirtió a los demandantes acerca del peligro en que se hallaba Tatiana.
Los padres de Tatiana alegaron que el 20 de agosto de 1965, Poddar recibió
terapia, como paciente externo, voluntario, en el Camell Memorial Hospital. Poddar, informó a Moore, su terapeuta, que iba a matar a una no identificada muchacha (fácilmente identificada como Tatiana), cuando volviera de sus vacaciones en Brasil. Moore, con la concurrencia del Dr. Gold -quien inicialmente había examinado a Poddar- y el Dr. Yondell, asistente del director del Departamento de Psiquiatría, decidió que Poddar debería ser encerrado en un hospital psiquiátrico para su observación. Moore notificó oralmente a los oficiales Atkinson y Teel de la policía del campus que les solicitaría el encierro de Poddar. Envió entonces una carta al jefe de la policía, William Beal, requiriéndole la asistencia del departamento de policía para asegurar el confinamiento de Poddar. Los oficiales Atkinson, Brownrigg y Holleron detuvieron a Poddar, pero, satisfechos de la cordura de éste, lo liberaron una vez que les prometió mantenerse alejado de Tatiana.
Pamelson, director del Departamento de Psiquiatría en Camell Memorial
Hospital, requirió a la policía la devolución de la carta de Moore, ordenando que fuera destruida junto con las notas que Moore había tomado como terapeuta. Además ordenó “que no se debería realizar ninguna acción contra Poddar, de manera de permitir un tratamiento y evolución durante setenta y dos horas”.
La segunda causa de acción de los demandantes, titulada “Omisión de
advertencia acerca de un paciente peligroso”, agregó al expediente la observación de que los acusados habían permitido negligentemente, que Poddar fuera liberado de la custodia policial sin notificar a los padres de Tatiana Tarasoff, que su hija estaba en grave peligro” . Poddar persuadió al hermano de Tatiana de compartir un apartamento con él, cerca del lugar donde Tatiana residía. A poco de regresar de Brasil, Poddar fue a su residencia y la mató.
Opinión mayoritaria (Tobrines, Juez)
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Nosotros explicaremos que los terapeutas acusados no pueden eludir su
responsabilidad por la mera razón de que Tatiana misma no era paciente. Cuando un terapeuta determina, siguiendo los estándares de su profesión debería determina, que su paciente representa un serio peligro para otro, está contrayendo la obligación de poner en práctica el tipo de asistencia que protege la futura víctima de un peligro tal. El cumplimiento de esta obligación puede requerir que el terapeuta de uno o varios pasos, dependiendo de la naturaleza del caso. Puede llamar a la probable víctima y ponerla en sobreaviso, o a otros que podría cumplir igual cometido, o notificar a la policía o dar aún otros pasos que cada instancia, la pertinencia de la conducta de los terapeutas debe ser medida contrastándola con los estándares tradicionales de negligencias ... En suma, el terapeuta está obligado por una carga legal no sólo a sus pacientes, sino también a las posibles víctimas de sus pacientes, estando sujeto en ambos casos a escrutinio por la justicia. Algunas de las alternativas abiertas al terapeuta, tales como alertar a la víctima, no resultará en la drástica consecuencia de privar al paciente de su libertad. Sopesando el incierto y conjetural carácter del supuesto daño ocasionado al paciente por la advertencia hecha a la víctima, concluimos que el descuido profesional en predecir la violencia no puede eximir al terapeuta de la obligación de proteger a la víctima amenazada.
Nosotros reconocemos el interés público en proveer tratamiento efectivo para
la enfermedad mental y en proteger el derecho de los pacientes a la privacidad ... y la consecuente importancia pública que deviene de la salvaguarda del carácter confidencial de la comunicación psicoterapéutica. Contra este interés, no obstante, debemos sopesar el interés público en la seguridad de que los ataques violentos serán evitados. La divulgación de esta comunicación bajo las circunstancias arriba explicitadas no es una traición a la confidencialidad ni una violación de la ética profesional. Como está establecido en los Principios de Ética Médica de la Asociación Médica Americana (1957) sección 9a., “El médico no debe revelar las confidencias hechas a él en el curso de la consulta ... a menos que le sea requerido por la ley o que sea necesario para proteger el bienestar del individuo o de la comunidad” (subrayado de los autores). Concluimos que la política pública que favorece la protección de la confidencialidad en la relación paciente. psicoterapeuta debe mantenerse hasta el punto en que su violación es esencial para evitar peligro para otros. El privilegio de la protección termina donde el peligro público comienza ...
Opinión minoritaria (Clark, juez en disenso)
Hasta hoy la opinión mayoritaria, tanto en las autoridades médicas como
legales han coincidido que la confidencialidad es esencial para un efectivo tratamiento del enfermo mental y que imponer a los médicos la obligación de revelar las amenazas de sus pacientes a potenciales víctimas podría debilitar en gran medida el tratamiento ... Los principios determinan generalmente obligaciones. Las principales consideraciones que surgen de estos principios incluyen la previsión de daños, existencia de daños sufridos por los demandantes, proximidad de la conducta de los acusados a los daños de aquellos, culpa moral atribuible a estas conducta, prevención de futuros daños, cargos a los acusado y consecuencias para la comunidad. 3
Abrumadoras consideraciones de principios cuentan contra la imposición de
los psicoterapeutas de alertar a víctimas potenciales acerca de futuros daños. En tanto que virtualmente no ofrecen ningún beneficio a la sociedad, tales obligaciones frustrarán, en cambio, el tratamiento psiquiátrico, invadiendo derechos fundamentales de los pacientes e incrementando la violencia.
La importancia del tratamiento psiquiátrico y de su necesidad de
confidencialidad ha sido reducida por esta Corte. “Está, claramente reconocido que la verdadera práctica psiquiátrica depende, virtualmente, de la seguridad de que le psiquiatra no hablará”. La seguridad de la confidencialidad es importante por tres razones: Disuasión de la necesidad de tratamiento Pirmero, sin una sustancial seguridad de que mantendrá la confidencialidad, aquellos que requieran tratamiento desistirán de buscar asistencia. Es un desafortunado hecho el que en nuestra sociedad las personas que buscan asistencia psiquiátrica tienden a ser estigmatizados. el temor a tal estima - aparentemente incrementado por la propensión de peor manera posible, ha creado un reconocido rechazo a buscar ayuda. Este rechazo se flexibiliza ante la certeza de la confidencialidad por parte de los psiquiatras. Develación completa Segundo, la garantía de confidencialidad es esencial para obtener toda la información necesaria para un tratamiento efectivo. El paciente psiquiátrico aborda el tratamiento con inhibiciones conscientes e inconscientes acerca de revelar sus más íntimos pensamientos. Tratamiento exitoso Tercero, aún si el paciente revela completamente sus pensamientos, la seguridad de que la relación de confidencialidad no será quebrantada es necesaria para mantener su confianza en el psiquiatra, el verdadero medio por el cual el tratamiento es efectivizado. Dada la importancia de la confidencialidad para la práctica de la psiquiatría, queda claro que la obligación de alertar impuesta por la mayoría invalidará el uso y la efectividad de la psiquiatría. Mucha gente, potencialmente violenta -aún susceptibles de tratamiento- será disuadida de buscarlo, aquellos que lo buscan se verán inhibidos de hacer las revelaciones necesarias para un tratamiento efectivo, y forzando a los psiquiatras a violar la confianza de los pacientes se logrará la destrucción de la relación interpersonal, a través de la cual el tratamiento se efectúa. Violencia y confinamiento Imponiendo la obligación de advertir la mayoría contribuye a aumentar el peligro de violencia en la sociedad e incrementa el riesgo de privar de su libertad a aquellos que no deberían ser confinados. Los inconvenientes que se ocasionan al tratamiento y el riesgo de un confinamiento injusto o inapropiado resultantes, esta nueva obligación de alertar no deber ser limitada, en su ponderación, a unos pocos pacientes, sino que debe ser extendida a un gran número de enfermos mentales. A pesar de que bajo los procedimientos corrientes de la psiquiatría sólo relativamente pocos pueden presenta riesgo de violencia, el número de los que efectúan amenazas es enorme, y es este 4
último grupo, no el primero, cuyo tratamiento será obstaculizado y cuyo riesgo
de confinamiento será incrementado.
Este caso ha sido tomado de “Tarasoff v. Regentes de la Universidad de
California, Suprema Corte de California - 17 California Reports 3rd series 425, Sentencia en julio 1º 1976.” El lenguaje es le de la Corte. Los hechos y la “opinión mayoritaria” fueron escritas por el magistrado Tobrine. La “opinión minoritaria en disenso” fue escrita por el Juez Clark. Los comentarios son breves extractos de opinión.
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