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PAUL CELAN

El dictum de Adorno de que ya no es posible escribir poesía después de Auschwitz, que


todo lo que se escriba es en todo caso barbarie y basura, vuelve a confrontar, pero con una
exigencia extrema, a la poesía con su propia imposibilidad. En primer lugar, la frase quiere
decir que no es posible escribir como si Auschwitz no hubiera tenido lugar (aunque este
‘tener lugar’ sea el de la imposibilidad misma), y que Auschwitz significa el derrumbe de la
posibilidad misma del sentido, el derrumbe de la lengua como posibilidad del sentido. Pero
además significa que Auschwitz, siendo aquello sobre lo que no se puede hablar, es lo
único de lo que cabe hablar –hablar de cualquier otra cosa es bárbaro y miserable. La
poesía se hace imposible como expresión de la belleza del mundo y la intimidad del sujeto,
y no sólo porque la belleza y los sentimientos resulten ahora mentira sino porque el mundo
y la subjetividad han sido destruidos como tales (como unidad e interioridad del sentido).
La obra de Celan constituye, al menos en un cierto sentido, una respuesta a ese dicho de
Adorno, la respuesta práctica, en cuanto no lo desconoce sino que lo asume y señala
asimismo su límite. No, no es posible hablar de A., y no es posible callar ante A., de
manera que en cuanto a A. el habla está llevada al límite de lo imposible, es un habla
imposible. A un tiempo, no es posible dar testimonio y no es posible no dar testimonio de
A. Pero a la vez es el habla misma la que ha sido abrasada, asolada por ese acontecimiento
que se llama A. De manera que hablar según la experiencia o a partir de la experiencia de
A. significa hablar en una lengua destruida casi hasta el límite, en una lengua sobreviviente.
Por tanto, hablar, escribir, quiere decir confrontar el habla con el silencio, con el mutismo
más bien. Hablar quiere decir hablar hablar contra la cháchara bárbara del habla que se ha
hecho y no deja de hacerse cómplice de A. pero también hablar desde la imposibilidad de
hablar, desde el enmudecimiento mismo de la palabra.
Sin embargo, si se trata del testimonio, el habla poética supone un diálogo, se constituye
como diálogo, es decir, siempre está dirigida al otro. (Es la imagen del mensaje en la
botella que da Celan). Tácitamente contra lo dicho por otro gran poeta alemán del siglo
XX, Gottfried Benn, Celan dice que el poema no es monológico, no está dirigido a nadie
porque se basta a sí mismo como forma y afirmación absoluta de la forma, sino que es
búsqueda de un otro, de un Tú. Queda por pensar el estatuto de ese Tú (Celan lo llama
Pero-Tú, Aber-Du), pero baste decir que no es posible pensarlo como otro Yo, que no es un
yo, no tiene la forma del yo y permanece desconocido para el yo, es lo desconocido mismo.
(Celan dice: es lo absolutamente otro). La poesía como diálogo plantea el problema del
interlocutor, problema que Celan encontró formulado por un poeta ruso al que no sólo
admiraba sino del que se sentía particularmente próximo, Osip Mandelstam. El interlocutor
de un poema no es el lector como sujeto dueño de sí. El interlocutor es la posibilidad del
poema, es el poema en cuanto posible. El diálogo no se establece entre el autor y el lector a
través del poema, sino entre el poema y él mismo. El poema no es un mensaje a descifrar
sino un testimonio. Para seguir con la imagen, el poema no es el mensaje, es la botella. Y el
tú no es la ‘persona’ que la recibe sino el recibimiento mismo por el que el poema llega a sí
mismo como el poema que es –y puede que nunca llegue así a sí mismo. El poema es esta
espera y esta esperanza.
Finalmente, hay que hacer referencia al llamado ‘realismo’ de la poesía de Celan.
Anhelante de realidad, dice Celan, va el poema. Pero ya en cuanto testimonio el poema
busca la realidad, se afirma ajeno a toda evasión, toda diversión estetizante. El poema dice
lo que dice, no dice otra cosa que lo que dice. Ahora bien, aquello que dice es lo que no se
puede decir, esto es, representar. No hay representación del dolor, de la experiencia que
lleva por nombre A. De manera que ni la metáfora ni la descripción sirven aquí. El habla
poética es un habla en la que los tropos se han tornado absurdos y la designación y la
expresión, imposibles. Es un habla que podría llamarse ‘abstracta’, como hace Beda
Allemann en un ensayo, pero que igualmente que mucha pintura abstracta podría
igualmente llamarse ‘concreta’ o literal. La experiencia de la poesía de Celan es la de una
literalidad sin objeto, una literalidad absurda. Habría, pues, que pensar también este
absurdo de la poesía de Celan, esta abstracción y esta disonancia que la constituyen.

A partir de todas estas líneas de trabajo, espero que puedan emprender ustedes la lectura de
los textos. Importantes son los dos discursos de aceptación, particularmente ‘El meridiano’.
En cuanto a los poemas, les adjunto una selección que hice yo de toda la obra, pero que
deberían ampliar.

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