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“Literatura y espacio”
Son estos trazos de espacialidad que pueden ocupar o habitar la literatura, pero
que quizá no están ligados a su esencia, es decir a su lenguaje. Lo que hace de la
pintura un arte del espacio, no es que ella nos dé la representación de una
superficie, sino que esta misma representación se produzca en la superficie, en
una superficie que sea específicamente la suya. Además, el arte del espacio por
excelencia, la arquitectura, no habla de espacio: sería más verdadero decir que
ella (la arquitectura) hace hablar al espacio, que es el espacio el que habla en ella,
y (en la medida en que todo arte busca esencialmente organizar su propia
representación) que habla de ella. ¿Hay de la misma manera, o de manera
análoga, algo así como una espacialidad literaria activa y no pasiva, significante y
no significada, propia a la literatura, específica a la literatura, una espacialidad
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representativa y no representada? Me parece que se puede pretenderlo sin forzar
la situación.
Es precisamente este espacio, y nada más, que se denomina, con una palabra
cuya ambigüedad ya es oportuna, una figura: figura, es a la vez la forma que toma
el espacio y la que brinda el lenguaje, y es el símbolo mismo de la espacialidad del
lenguaje literario en su relación con el sentido. Por supuesto, nadie escribe más
según el código de la retórica antigua, pero nuestra escritura no queda menos
perforada de figuras de todo tipo, y eso que nosotros llamamos incluso el estilo
más sobrio -queda ligado a efectos de sentido secundarios que la lingüística llama
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connotación. Lo que dice el enunciado es siempre de cierta forma fragmentado, es
decir que una palabra, por ejemplo, puede comportar al mismo tiempo dos
significados, importa lo que dice y también la manera en la que lo dice, y la
manera la más transparente de decir es todavía una manera, y la transparencia
incluso puede hacerse sentir de la manera más indiscreta: cuando el Código, caro
a Stendhal, enuncia “todo condenado a muerte tendrá la cabeza cortada”, esto
significa, al mismo tiempo ejecución capital, pero representa la dramática
literalidad del propio lenguaje. Es este “al mismo tiempo”, es una simultaneidad
que se abre y el espectáculo que aquí se muestra, que establece al estilo como
espacialidad semántica del discurso literario, y este, al mismo tiempo, como un
texto, como un espesor de sentido que ninguna duración puede realmente
vincular, y menos aún disminuir.