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Rupnik - en El Fuego de La Zarza Ardiente - Iniciación A La Vida Espiritual, 1998
Rupnik - en El Fuego de La Zarza Ardiente - Iniciación A La Vida Espiritual, 1998
de la zarza
ardiente i
11j
M a r k o I v a n R u p n i k
Título original: N el fuoco del roveto ardente. Iniziazione alia vita
spirituale. 1996
Traducción: Ignacio Otaño
Diseño de cubierta: Estudio SM. Alfonso Ruano y César Escolar
© Lipa
Via Paolina 25
OO184 Roma
ISBN : 8 4 -2 8 8 -14 2 9 -5
Depósito legal: M -349 9 -19 9 8
Fotocomposición: Grafilia, SL
Impreso en España/Prmrec/ in Spain
Imprenta SM - Joaquín Turina, 39 - 2804.4 Madrid
I. L A V I D A E S P I R I T U A L
5
finibles, incatalogables, sin referen cia explícita a D ios
com o person a, form as más b ien de p ararrelig io sid ad
o de mezcla de creencias. M uchas de esas form as v ie
n en del E xtrem o O rie n te , co n adaptaciones más o
m enos afortunadas al O cciden te.
T am bién entre los cristianos, tras el im pulso vital
del C o n cilio Vaticano II, se ha experim entado el de
seo de volver a las fuentes para recobrar la fuerza, la
in spiración , el « e sp íritu » que se echaba en falta en la
vida de fe a causa de la instalación en esquemas cu l
turales y m entales superados.
Ese ferm en to nuevo tom a expresiones diversas se
g ú n los am b ien tes que lo acogen . Las ó rd en es r e li
giosas favo recen el estu d io de la h isto ria de la fu n
d ació n para re d e sc u b rir, en la aven tu ra d el fu n d a
d o r o de la fu n d a d o ra , la im p ro n ta in ic ia l de su
« e s p ir it u a lid a d » . E n la vida co tid ian a se em pieza a
h ab lar de « e sp iritu a lid a d del tra b a jo » , « e s p ir it u a
lid a d de la fa m ilia » , y tod o ám bito de la vid a del
h o m b re req u iere u n a co n sid e ra c ió n de su e sp iritu a
lid ad . Se habla de la e sp iritu a lid a d esp ecífica de las
d ife re n te s v o cacio n e s: re lig io sa , sacerd o tal, m a tr i
m o n ial, etc.
E n el pasado, la palabra « e sp iritu a lid a d » era m e
nos equívoca. Se p o d ía llam ar « ascética» o « teo lo g ía
e sp iritu a l» , p ero hoy, en contacto con la m entalidad
posm oderna, la m ism a palabra puede evocar todo tipo
de co n ocim ien to n o e m p írico , desde la m ed itación
trascendental al yoga, pasando p o r las sesiones de es
p iritism o . P o r eso, hoy más que nunca es muy n ece
sario evitar los equívocos, arran car las incrustaciones
extrañas y hacer ver con claridad cuál es la verdadera
esencia de la espiritualidad cristiana.
¿Q u é significa el térm in o « e s p iritu a l» ? ¿Q u é sig
n ifica la «vid a e sp iritu al» en la trad ición cristiana?
6
Q u isiera resp on d er a esas preguntas con u n a síntesis
que pueda servir de « b a se » para reflexion ar dentro de
las categorías teológicas y antropológicas que eviten la
dispersión .
E l in terlocu tor al que me d irijo es alguien que está
interesado en co n o cer el sentido cristiano de la e sp i
ritualidad. E spero qúe estas páginas puedan ayudar a
vivir, con la gracia de D ios, « seg ú n el E sp íritu » .
Estam os al p rin c ip io de u n nuevo m ilen io de la
cristian d ad; la Iglesia está p rep aran d o y p lan tean d o
una nueva evangelización o reevangelización o , m ejo r,
una fase que sigue a la evangelización, dirigida al m u n
do secularizado. E s u n a fase que constituye com o u n a
etapa posterior al largo proceso comenzado en los p ri
m eros siglos de la era cristiana. V ivim os en u n m u n
do en que los cristianos som os u n a m in o ría en d iás-
p ora, y eso hace necesario p ro fu n d izar, trabajar sobre
los temas im portan tes y sobre los aspectos fu n d am en
tales de la fe. H ay que recom enzar p o r lo esencial para
ayudar a quien no es cristiano a com prender el inm enso
p atrim on io espiritual de la Iglesia y la p ro fu n d id ad de
su trad ición , para b e b er de esa fuente con verdadero
provecho espiritual. N o podem os presentarnos al m u n
do preocupados p o r los detalles, los matices que, p o r
muy im portantes que sean, son incom prensibles si fa l
ta el fo n d o , la v isió n global del organism o del que
fo rm an parte.
C re o que ésa es la tarea del teólogo de hoy: fa cí-
litar el cam ino, acom pañar con am or en una nueva r e
flexión que ilum ine y ayude a adentrarse en el universo
espiritual de la Iglesia, yendo a lo esencial y p o n ie n
do la aten ción en cuestiones de fon d o. Esa es tam bién
la tarea de todo cristiano, llam ado a ser « lu z » , « s a l» ,
« a lm a » del m u n d o. A las puertas del tercer m ilenio
es de desear que cada vez haya más cristianos que, im
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pulsados p o r el am or de C risto —fundam ento de su
vida— y por el am or a todos los hom bres y mujeres con
temporáneos, puedan dar testimonio de una santa y sana
« e sp iritu a lid a d » .
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A C L A R A C IO N E S P R E L IM IN A R E S
I. L o espiritual como inm aterial
L o s h o m b res [ . . . ] so n espirituales p o r la p a r - |
ticipación d e l E sp íritu , n o p o r la p riv a c ió n y j
elim in a c ió n d e la ca rn e .1 ¡
La gran contribución de Ireneo, contra los gnós
ticos, ha sido la elim in ació n d e l concepto de
espiritual p o r naturaleza (com o « in m a teria l » ) .2
A m enudo se habla de lo espiritual com o si fuese
lo m ism o que lo in m aterial, iden tifican do en el le n
guaje com ún esas dos realidades.
Esa id en tificació n lleva a u n a com prensión parcial
0 errón ea de lo que es verdaderam ente espiritual. E n
ten der lo espiritual com o inm aterial sign ifica excluir
de la d im en sión espiritu al todo el m undo m aterial,
físico y co rp ó reo . Esta tendencia ha encontrado tam
b ién en la Iglesia u n espacio favorable. D urante siglos,
m uchos predicadores han exhortado a los fieles a o c u
parse de las cosas espirituales y, para explicar en qué
consiste eso, les p edían que n o se interesasen p o r las
cosas de la tierra, que no se dejasen seducir p o r las co
sas materiales. Posiblem ente todos podríam os encontrar
ejem plos reales de ese planteam iento. Y o recuerdo u n
episodio que m uestra cóm o esa m entalidad se ha h e
cho com ún en el m odo de hablar y de pensar de los cris
tianos. E n u n a con ferencia en el norte de Italia h a
blé de este peligro de id en tificar lo espiritual sólo con
lo in m aterial. U n sacerdote m ostró su desacuerdo d i
ciendo que esa ten dencia quizá había existido en el
pasado, p ero que ahora ya n o era así y que m i visió n
era dem asiado pesim ista. D espués de la con ferencia se
9
ofreció una buena cena a los participantes. Guando nos
íbam os a sentar a la mesa o í al m ism o sacerdote que
decía a otro: « ¡Q u é m aterialistas somos! ¡A las cosas
espirituales les hem os dedicado tan poco tiem po y para
las cosas m ateriales n u n ca nos parece b astan te!».
3 N. BeRDJAEV, Smysl istoriir París 1949» *rad. italiana Milán 1972» pág.
III.
IO
L a dificultad aum enta si, al equívoco de fo n d o so
bre lo que es espiritual, le añadim os el cam bio cu ltu
ral —y, p o r tanto, tam bién de la antropología— en la
época m od ern a,
f Según u n aspecto de la an tropología de san Pablo,
que después algunos Padres h an desarrollado sigu ien
do la lín ea de san Iren e o , todo el h om bre es im agen
de D ios, com o cu erpo, alm a y espíritu . E l pecado ha
ofuscado esa im agen y ha obstruido la sem ejanza, que
la salvación de C risto devuelve a su esplend or o rig in al
p o r el bautism o. E n la teología oriental, el hom bre ha
recibido en su p rim era creación la dignidad de la im a
gen, p ero la sem ejanza debe conquistarla p o r sí m is
m o, con su esfuerzo, im itando a D ios.
A lo largo de la h istoria, se ha consagrado tam bién
u n m odo de hablar del hom b re com o cuerpo y alm a,
y su p articip ació n en la vida divina se explicaba com o
vid a sobren atu ral, com o gracia san tifican te. P ero la
época m oderna, al hablar del hom bre, desconfía de lo
religioso y con sid era el alma sin trascendencia, re d u
ciéndola a la « p s iq u e » , sin referencia a su d im en sión
sobrenatural. A sí el concepto cristiano de « p e rso n a »
ha su frid o una gran evolución.
E n la historia se p rod u ce este fen óm en o cultural:
tras una época de evidente « te o c e n trism o » , con el
ren acim ien to se in icia u n p erío d o que hoy llam am os
« m o d e rn id a d » y que se caracteriza p o r u n an tro p o -
centrism o creciente. E l epicentro de la cultura se tras
lada claram ente de lo divino a lo hu m an o, de lo teo
lógico a lo filo só fico , de lo sobrenatural a las ciencias
naturales. E l antropocentrism o de la m odernidad in au
gura la cultura de la autonom ía y de la in d ep e n d e n
cia del hom b re respecto al m un do religio so. S i la a n
tigüedad era la cultura de la afirm ació n de lo re lig io
so, la m o d ern id ad es la a firm a c ió n del h o m b re: el
n
horizonte cultural e intelectual se traslada del horizonte
teológico y trascendente al antropológico inm anente.
E l hom bre busca en el ám bito de lo hum ano los c r i
terios últim os del con ocim ien to y del desarrollo cu l
tural.
G om o consecuencia, la m od ern id ad desarrolla u n
pluralism o cultural de m anera totalm ente autónom a e
ind epend ien te respecto a la Iglesia. L a nueva cultura
no eclesial ha p erd id o de vista com pletam ente la visión
teológica del hom b re com o u n id ad de cuerpo, alm a y
espíritu. L o considera más bien com o u n com puesto
de cuerpo y alm a, sin saber m uy bien dónde y cóm o
colocar la presencia de la vida sobrenatural en él. La
cultura m od ern a no dispone de las categorías necesa
rias para com pren d er lo sobrenatural en el hom bre y,
cuando lo tom a en con sid eración , lo en cierra dentro
del ámbito más trascendente que es capaz de im aginar,
el de la racionalidad hum ana, que, sin embargo, es una
realidad com pletam ente inm anente.
A sí pu es, el h o m b re m o d e rn o se reco n o ce sólo
com o alm a racion al y cu erpo. A m edida que ha ido
avanzando la m o d e rn id ad , los dos térm in o s se han
desligado de toda referen cia a la dim en sión teológica
y religiosa que u n ía el m un do hum ano tem poral con
el m undo divino y etern o.
12
E l ilu m in ism o y el positivism o, aunque in ten taro n
reconocer una d im en sión trascendental a la razón Hu
m ana, no su p eraron esa visió n reductiva del h o m b re.
L a época m o d e rn a ha com p letad o el proceso a f i r
m ando que el hom b re es u n ser psicosom ático in se r
to en una d im en sión social, y así ha dado a lo social
casi u n carácter trascendental. E l térm ino « a lm a » ex
presa todo lo que n o es el cuerpo del h om bre y va te
n ien d o cada vez más u n significado psicológico, hasta
ser identificado con la « p siq u e » . La realidad del h o m
b re, cuando no es u n asunto de la m edicina, es una
cuestión de la psicología, de la sociología, de la p o li
tica y de la econ om ía.
Si al m undo del cuerpo corresponde el m undo m a
terial, el m undo in m aterial acaba p o r coin cid ir con el
de la psique y, p o r derivación, con el m undo intelec
tual, de la voluntad y del sentim iento. L o espiritual,
que no es del ám bito m aterial, pertenece al cam po de
la psique. Según esta form a de pensar, la vida espiritual
es la vida de las ideas, de los sentim ientos y de la vo
luntad.
T a m b ié n e n la Ig le sia lo s c ristia n o s re c ib e n la f
in flu e n c ia de esa cu ltu ra an tro p o ló g ic a que co n cib e f | - .
lo e s p ir itu a l co m o in m a t e r ia l y c o n fu n d e la i n - :J
te rio rid a d , la vid a ín tim a d e l esp íritu , co n la r e a li- "
dad de la p siq u e .
4 * Repercusiones peligrosas
E l ra cio n a lism o es la m u e rte d e la esp iritu a li
d a d .5
i3
B u e n o es e l a y u n o , b u e n a la vig ilia , buenas
ig u a lm en te la a scesis y la « x e n i t i a » 6. P ero es
tas co$aS d e b e n s e r só lo e l p r in c ip io y la in -
t r o d u c d ó n d e la vida d e a m o r d e D io s, de
m odo <}u e s e r ía a b su rd o c o n t a r só lo con esos
m ed io s -7
| La o r a c i ó n n o h a y q u e p r a c t ic a r la p o rq u e seá
¡ a g ra d a b le . 8
La i f o r t i f i c a c i ón, de lo e s p ir it u a l con lo psíquico,
0 con Ir, i n m a t e r i a l y etéreo, es U n a tram pa. S i lo es-
piritual fu e se I a d im e n s ió n in t e le c t u a l —o sea, el cam
po del p e n s a m ie n t o y de las id e a s —, se r más espiritual
equivaldría a t e n e r p e n sa m ie n to s c a d a vez más «elevad-
dos» hasta s e r u n p erfe cto id e a lis t a . A l mismo tiem-
po, si lo e s p i r i t u a l fu ese la v o lu n ta d . q Ue se esfuerza en
aplicar esos h e r m o s o s p e n s a m ie n to ;. se caoría crv el
vohm tarisíft° - Y s i lo e sp iritu a l f u e s e el sentimiento-,
5- Crisis sacramental
La hum anidad n o so la m en te d e b e co n tem p la r
a Pi'< ,■ l(l t ('( be p e r m it ir q u e esta con~
• . i i j t ' j r i t u i i,i t / i i i i i ' í i ; la n u eva r e lig ió n no
puede sei w lo una v e n e ra c ió n pa siva d e D ios
Ííheosébeia,) o sólo iju.í a d o ra c ió n (theolatreia},
' r 1 un«i .ico o n iU L>ios y-, al m is m o tiem po,
4 hom bre, para tra n sfo rm a r la h u m a n id a d
, Jfi c&rjie o natural u n a h u m a n id a d espi-
i d i, \ lr se trata d e u n a crea ción
(, (a p a rtir d e la nada) sin o de una tran sfo rm a-
l ció n , de una transustanciación de la m ateria
) en esp íritu , d e la vida de la carne en vida d i-
j vina.
La visió n de ia espiritualidad que hem os descrito
anteriorm ente, y que p odríam os llam ar « g n ó stic a » ,
puede extender el equívoco a am plios cam pos de la
fe.
T om em os, p o r ejem plo, los sacram entos. E m p ece
mos p o r la co n fesió n . U n a person a se confiesa de un
pecado ligado de alguna m anera a una ligera p ato lo
gía psicológica. Recibe la absolución, dice algunas ave
m arias de peniten cia, p ero no m ejora. Sigue co n fe
sándose, p ero , después de tantas veces, empieza a de
san im arse cada vez m ás. P u e d e su ced er q u e d e je
completamente de ir a confesarse, pensando que ha vis
to claro que no sirve para nada. C on fesarse no le sir
ve para no com eter ya más « e s e » pecado.
S in em bargo, esta person a ten dría que exp erim en
tar la lib eració n de su pequeña o gran obsesión y sa
b o rear los frutos de la verdadera vida espiritual. S i no
ha pod id o hacerlo es p orqu e la vida espiritual, re d u
cida al ám bito psíquico o ético, resulta ineficaz.
Puede suceder que esa m ism a p erson a m ejore y se
cure si acude a u n psicoterapeuta o a u n psicólogo. E l
experto que estudia el m u n do consciente e in co n s
ciente y la relación entre lo racional y lo in stin tivo-
pasional ha pod id o hacer algo en el punto en que el
con feso r ha fracasado. Es u n hecho com probado que
cada vez más el psicólogo está sustituyendo al co n fe
sor, hasta el punto de que m uchos sacerdotes estu
dian para tener una prep aración en psicología y ter-
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m inan actuando más com o psicólogos que com o sa
cerdotes.
E n la base de ese fen ó m en o está la clásica visión
equivocada de la vida espiritual. E l confesor que r e
duce la vida espiritu al al m un do psíquico —ign oran d o
la pneum atologia y, p o r tanto, la fuerza liberadora del
E sp íritu — se convierte en u n c o n fe s o r íjr
capaz de hacer gustar en la vida cotidiana concreta el
p o d e r tran sfo rm ante del amo|> Si el con feso r tien e
u n a visión de la person a y de la vida espiritual que no j
considera al E sp íritu Santo com o aquel que inhabita |
en el h om b re, la co n fesió n resulta problem ática. E n i|
efecto, el verdadero protagonista de la con fesión es el j
Esp íritu Santo, y no ten erlo en cuenta mete a la p rác- j
tica sacram ental en callejones sin salida. [
Tom em os tam bién el ejem plo de la eucaristía. S i lo
espiritual es in m aterial, ¿cóm o explicar las realidades
físicas del pan y del vino com o realidades eucarísticas
perfectam ente espiritu ales? S i lo espiritual se id e n ti
fica Con lo inm aterial, no hay m odo de explicar a los
fieles la transustanciación que sucede en la eucaristía.
Se suele hablar de este m isterio con incom odidad, re
cu rrien d o a veces a explicaciones alam bicadas y a u n a
term in ología oscura y vaporosa. Parece que a la m e n
talidad actual le resulta d ifícil concebir que la m áte-
ria cósm ica y el trabajo hum ano p u edan llegar a ser,
en la eucaristía, auténticam ente espirituales en el se n
tido más auténtico del térm in o . Esta «d ificu ltad c u l- ^
tu ra l» al presentar el m isterio de la eucaristía ha ido \
vaciando poco a poco al sacram ento p or excelencia del /
«gusto de D io s» : sin el « g u sto » y el co n o cim ien to de S
él y su salvación, la eucaristía se convierte en un rito l
árid o, en u n m isterio lejano que no toca el corazón i
de las personas n i llega a su vida. j
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/ A I fin al sólo queda el precepto de la m isa d o m i-
^ n ical. Pero tam bién en esto, con la afirm ació n de la
\ libertad in d ivid u al y la « d e sm itific a ció n » de la au to -
) rid ad eclesial, la gente ha dejado de sentirse obligada
l respecto a u n precepto. A lgun os siguen p o r costum -
I b re; para otros n o es más que u n a práctica tradicio
( nal y la sustituyen co n u n a de las muchas prácticas
\ dom inicales m odernas que ofrece el pluralism o cu ltu -
\ ral.
La p e rso n a significa qu e el h o m b r e n o p u e d e
red u cirse a su naturaleza. [ . . . ] P ero el h o m b re
n o existe fu era d e la naturaleza a la q u e está
u n id o hipostáticam ente y q u e supera sin p a u
sa, q u e ex-tasía en cierto m o do .™
A l hablar del h om b re, nuestra trad ición ha desa
rrollado más el concepto de naturaleza que el de p e r
sona. Es u n dato objetivo, n i negativo n i positivo en
sí m ism o, que se debe a la evolución de la reflexión
teológica sobre las dim en sion es del depósito de la fe.
Este planteam iento ha perm itido sacar a la luz m u
chas nuevas posibilidades en la investigación sobre el
hom bre y ha contribuido al brillo de nuestra tradición,
pero tam bién ha com portado algunos riesgos.
Cada conquista teológica necesita u n a segunda fase
de reflexió n para in teg rar las pistas de pensam iento
que su m ism o d e s a r r o llo le ha h ech o a b a n d o n a r
m om en tán eam ente. T o d o estudio an alítico req u iere
u n cotejo con las otras opciones dejadas para ser in
tegrado en una síntesis con junta. L o m ism o ha suce
dido en la antropología respecto a la cuestión n atu ra
18
leza/persona: hoy se estudia la person a desde la p e rs
pectiva del p rin cip io agápico (el am or com o fuente y
fundam ento de la p erson a).
La naturaleza, considerada com o lo que es com ún
a todos los hom bres, com o una especie de fo rm a u n i
versal, llega a ser u n a realidad que se puede estudiar.
Es una realidad con sus p rop ias leyes que, cuando se
con ocen, la hacen « c o n tro la b le » . Basándose en este
concepto de naturaleza, se ha desarrollado una ra c io
nalidad de tipo cien tífico que ha llevado a id en tificar
casi la ciencia con la tecnología, o sea, con el saber « g o
b e r n a r » las realidades m ateriales y saber sacar el m á
xim o provecho de las potencialidades de la naturaleza
cósm ica y hum ana de la m ism a m anera.
E n ese concepto de naturaleza, el hom b re n o es
más que u n in d ivid u o, es decir, la fo rm a particular de
una naturaleza hum ana u niversal. L a p erfecció n de la
naturaleza está en obedecer a su p ro p ia ley, y la p e r
fección del in d ivid u o consistirá en con form arse a esa
ley de la naturaleza hum ana.
Esa visión ha llevado a entender lo espiritual y la
vida espiritual com o p erfecció n de vida, com o si tam
b ié n el m u n d o esp iritu al, ten ie n d o u n a naturaleza
p ro p ia, tuviese sus p ro p ias leyes a las que la n atu rale
za hum ana, que p o r sí m ism a no es todavía espiritu al
y que en todo caso es una naturaleza « c a íd a » , se te n
dría que co n fo rm ar.
Parece que, en u n m om ento determ inado, la n a
turaleza hum ana y la naturaleza espiritual se en cu en
tran fren te a fren te, cada una con sus propias leyes. Y
a la afirm ació n de la au todeterm in ación del hom bre,
en que tanto se insiste en la época m odern a, le sigue
la con clusión de que la vida espiritual es « in n a tu ra l» ,
incluso « c o n tra n a tu ra » , que las prácticas esp iritu a
les lim itan y em pobrecen la naturaleza hum ana d es
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naturalizándola. Las renuncias y la ascesis que prevé la
vida espiritual aparecen com o violencias contra n atu
ra.
A l con trario, si se da im portan cia únicam ente a la
naturaleza espiritu al de la person a, se co rre el riesgo
de u n a in terp retación racionalista-ética de la vida es
p iritu al, red u ciéndola a reglas éticas. En ton ces la vida
espiritual se convierte en u n a ética y se va c o n fu n
diendo cada vez más con la vida m oral. Y si la vida es
p iritu al se id en tifica con la vida ético -m o ral, au to
m áticam ente los m edios de la vida espiritual son los de
la ascesis m oral.
Pero la naturaleza hum ana sólo se com prende a la
luz del p rin cip io agápico que la personaliza y a p artir
de él se em pieza a ver el verdadero significado de la
vida espiritual que tam bién abarca, en la relación y en
el am or, la dim ensión objetiva de la naturaleza humana,
f L a naturaleza hum ana pertenece a la persona, y con la
i vida espiritual de la person a se espiritualiza todo el
¡ hom bre.
7 . E l con cepto de n a tu ra le z a , la s c ie n c ia s y la v id a
e s p ir itu a l
20
teólogo a r e c u r r ir a las ciencias auxiliares. Su
aportación es útil, in clu so necesaria. P ero han
term in ad o o cu p a n d o , en la investigación y en
la enseñanza, el espacio m ayor, p o r n o d e c ir
todo e l espacio. P arece co m o si la teología h u
biese estallado. [ . . . ] P ro p ia m e n te ha b lan d o, la
teología r e q u ie re la fe, y esas disciplin as a u xi
liares n o la su p o n en . [ ... ] S in fe ya n o hay teo
logía. [ . . . ] E n cada época, la teología está i n
fluida p o r la concepción de la ciencia en los d i
feren tes cam pos d e l saber h u m a n o . A sí, tres o
cuatro siglos después, su fre lo s con tragolpes
d e l d esarro llo de las ciencias d e la observación
y d e las ciencias ex perim en ta les.,s
E n la m isma perspectiva que hace prevalecer el co n
cepto de naturaleza —y que, p o r tanto, alienta el d e
sarrollo de las m aterias científicas— se sitúa tam bién la
tensión dialéctica entre la espiritualidad y la ciencia, fa
vorecida p o r u n cam bio h istó rico significativo. E n el
prim er m ilenio, la teología nace en el ámbito de los m o
nasterios, m ientras que en la baja Edad M edia y en la
época m oderna se elabora en las universidades. C o n ello
tam bién la vida espiritual, integrante de la teología, su
fre los efectos de ese paso.
L a teología estaba ligada a su « a n c e lla » , su servi
dora, que era la filo so fía. U n id a a la filosofía, la te o
logía siente la evolu ción del pensam iento m o d ern o ,
sobre todo en las cuestiones relativas a la ep istem olo
gía y, más tarde, a las ciencias em píricas, hasta ten er
que situarse ella m ism a com o una ciencia en sentido
m od ern o para p od er dialogar co n el pensam iento d o
m in an te. Esta re la ció n co n la m o d e rn id ad , con su
consiguiente red u cción a u n a disciplina científica más,
21
ha hecho pagar a la teología u n precio m uy alto: la ha
desvinculado de la fe y de la m ism a vida éclesial. S i la
teología era u n a m ateria de estudio com o las otras, si
para ser teólogo bastaba estudiar teología en las u n i
versidades, desaparecía esa relación mutua y esencial en
tre teología y fe, en que la teología servía de alim en
to de la fe person al y com u n itaria. S e r teólogo n o te
nía nada que ver con la participación existencial en la
vida de la Iglesia, sobre todo en la com unidad litú r
gica, orante y activa p o r la caridad fraterna.
G uando este fen ó m en o alcanza u n a gran d ifu sió n ,
la teología se ve obligada a a b rir u n nuevo cam po de
estudio, el de la espiritualidad, creando cátedras de
teología espiritual y después institutos y facultades de
espiritualidad. Se co n firm a así definitivam ente el cis
ma entre teología y vida espiritu al, paradigm a del cis
m a m ucho más grave, que ya se había produ cido ante
riorm en te, entre teología y vida, entre teología y fe.
Esa división refleja la evolución del pensam iento
teológico sobre la naturaleza. C u an to más se con vier
te la com pren sión de la naturaleza en objeto de estu
dio de las ciencias m odern as, más dism inuye el espa-
1 ció de lo espiritual y de la vida espiritual. E l im p era
tivo m o d e rn o de la necesid ad de clarid ad racio n al
respecto al sujeto, al objeto y al m undo, entra tam bién
en la teología d ifu m in an do la im portan cia ,esencial.deL
principio agápico personal y, por tanto, evaporando toda
la viHa‘^ 'jp fin r ^ o " r « lu c íe n d o la a zonas particulares de
la vida.
22
ta o ateo, y, p o r otra, la con cepción dualista de
la creación. Según la doctrina monista, el m u n
do es auto su ficien te y tien e en s í m ism o la ra
zón d e l p r o p io ser. E n e l p o lo opuesto d el
cosm ism o o d e l cosm oteísm o en la c o m p r e n
sión d el m u n d o está el dualism o. Éste reconoce
la creación d e l m u n d o , e in clu so sostiene que
el m u n d o n o ha sid o creado p o r un solo crea
d o r sin o p o r d o s. Se c o m p ren d e el absurdo
relig io so qu e su p o n e ese dualism o, que es sólo
una fo rm a enm ascarada d e ateísm o .'3
O tro posible m alen tend ido del térm in o espiritu al
tiene relación con el panteísm o y con el m on ism o,
tentaciones interm iten tes en la historia del cristianis
m o.
En tender lo espiritual com o separado de la vida, del
m undo m aterial e h istó rico , hace sospechar u n m odo
dualista de entender el m u n d o : si m aterial y espiritual
se opon en , la p erfecció n estará en anu lar u n o de los
dos (m onism o) o en relativizar todo en u n a p lu r ifo r -
m idad en que todo tiene el m ism o valor (panteísm o).
Las tendencias y corrientes monistas explican la r e
alidad com o U n o , cuya p erfecció n absorbe lo m ú lti
p le . E l U n o pu ede ser lo esp iritu al, p o r lo que el
m undo, en su aspecto más elevado, se anula de su m a
terialid ad m ú ltiple para sum ergirse en lo espiritual.
E n cam bio, las tendencias que p refie re n la fó rm u la
panteísta con sid eran que tod o, hasta lo más m ín im o ,
form a parte del m undo espiritual.
Pero, com o h an hecho no tar los grandes p en sad o
res del pasado, la estructura m ental del m onism o y
del panteísm o es fundam entalm ente la m ism a: es una
23
estructura materialista, en cuanto inm anentista, y es tí
pica de una visión atea del m u n do. P o r el con trario,
la estructura p ro p ia de la fe es el reconocim iento re
cíproco de dos sujetos, o sea, el diálogo. E n el m o
nismo, el otro está destinado a desaparecer, mientras que
en el panteísm o el otro n o es reconocid o en su d i
m ensión religiosa, puesto que no se p rod u ce el reco
nocim ien to lib re del otro com o absoluto que caracte
riza tam bién la relación de fe. Para com pensar este
vacío fu n d am en tal, u n a v isió n panteísta del m undo
puede dar lu g ar a u n m isticism o e lab o rado, y rico.,
p ero sin el D ios trascendente y, p o r tanto, sin que
exista u n verd adero p rin c ip io relig io so . M on ism o y
panteísm o son visiones del m undo en que el m isticis
m o es sólo usado com o elem ento que hace el papel de
p rin cip io religioso, p e ro que en realidad no desem
boca nunca en lo religio so, es decir, en la apertura al
24
Pero igualm ente atea es la visión dualista, en que
se excluye a D ios del m u n d o m aterial y co rp ó reo . L a 1!
concepción de u n D ios que no se interesa p o r la histo-
ria m uestra una visión de la vida, de lo espiritual y de ¡
la religión radicalm ente opuesta a la fe cristiana y co n - j
traria a los prin cipales dogmas cristológicos. Detrás de i
bonitas etiquetas espirituales y devotas (actitud in o - b
cente, desinterés p o r el m u n do y la historia, etc.) se
esconde u n arm a potente a disposición de quien esté |
interesado en o b rar con tra la fe y la vida cristiana. 1
L a h istoria lo co n firm a: u n a espiritualidad desen - í
carnada, red u cida a lo inm aterial, que quiere llevar al
h om bre a desinteresarse del m u n d o, va contra la ca- I
ridad, peca de unilateral y comete una injusticia. Siem - I
pre que se quita u n aspecto del con ju n to, si una p a r
te prevalece sobre el resto, se comete una injusticia. A sí
tam bién, una visión religiosa en la que D ios queda ex
cluido de la vida m aterial y co rp ó rea puede ju stifica r
la in ju sticia; equivale a d ecir que esto es el m un do y
D ios n o entra en esto.
Pero si u n a injusticia encuentra ju stificación y a p o
yo en una visión religiosa, eso supone, a nivel h istó
rico , dar argum entos para u n a solución revolu cion a
ria que derrib e, al m ism o tiem po que la inju sticia, la
relig ió n que la p erm ite.
Hay que decir tam bién u n a palabra sobre el m ate
rialism o latente en u n a visión del cuerpo hum ano que
lo id en tifica con la m ateria. E l cuerpo n o es m ateria
que se opon e al espíritu . San Pablo habla de cuerpo
esp iritu al y varios autores m o d ern o s (p o r eje m p lo ,
Sergej Bulgakov) han meditado de form a espléndida so
b re la d im en sión espiritu al del cuerpo, cuya resu rrec
ció n fu nd am enta la fe . I d en tificar el cuerpo-,,con la i
materia dificulta la com prensión de los m ás im portantes.
dogmas del j:ristian |sxiip , haciendo incom prensible la j
25
[ teología y la espiritu alidad de la encarn ación, de la
I tran sfigu ración y, n atu ralm ente, de la resu rrecció n .
I O. Sentirse en regla
26
se entiende la vida espiritu al com o u n a actividad in - /
telectual, para ser espiritu ales basta con adherirse a(
determ inados p rin cip io s doctrinales, observar algunas [
norm as, seguir una lógica determ inada y cum plir prác \
ticas precisas. Pero una «espiritualidad» de ese tipo co- ¡
rre el riesgo de n o p e rm itir u n a co m u n ió n a nivel j
social o eclesial. Se crean clichés y m odelos de com
portam iento ligados a grupos restringidos y la perso
na acaba m idiéndose a sí misma y su vida espiritual con'
ellos. E l que entra en esos m odelos se puede sentir en
regla y ju zgar fácilm ente a q u ien no vive o no co n si
gue vivir según ese estilo, y así se elabora una « c la si
fic a c ió n » de las personas según su grado de p e rte - j
n en cia a ese cliché. Se crea así u n con form ism o a las ^
reglas que se co n fu n d en con la espiritualidad. j
U n a m uestra de ese con form ism o es, p o r ejem plo,
que si en u n sem in ario hay u n rector que da m ucha
im portancia a la visita al Santísim o y u n sem inarista lo
ve pasear delante de la capilla rezando el b reviario ,
entre en la capilla para com placer a su su p erio r. Pero
esa visita al Santísim o, ¿es e sp iritu al? ¿N o tiene re la
ción más bien con el oportunism o y la hipocresía, con
el m undo psicológico de ese sem inarista?
Q u iero decir con esto que la com prensión parcial |
de la espiritualidad, la espiritu alidad circunscrita sólo (
a algunos sectores, p rod u ce deform acion es p sico ló g i- j
cas, in cid e autom áticam ente en el carácter de la p e r- >
sona y suscita problemas de tipo ético y m oral. Entender
la espiritualidad de m odo gnóstico, valorando sólo la
esfera intelectual, conduce fácilm ente a u n a desvia
ción que podríam os llam ar «absolutización de lo p a r
tic u la r» . M e explico. Q u ie n con funde lo « e sp iritu a l»
con las ideas elevadas que tiene de la vida y con las h e r
mosas ideas que quizás le vienen durante la oración cree
que será más espiritual en la m edida en que esté m en -
27
talmente más atento a D ios y dedique más tiem po a las
\ cosas que considera espirituales.
Según ese criterio , se llegaría a la afirm ación ab
surda de que el ser espiritu al depende del tiem po que
se dedica a las prácticas espirituales. Pero eso lleva a
fo m en tar el cism a entre o ració n y existencia, entre
oración y com portam iento cotidiano. L a vida hoy no
se estructura al ritm o de la oración , sino dél trabajo.
¿S ig n ifica eso que se acabó la época de las «p erso n as
esp iritu ale s» ?
I I . L a re a c c ió n d el p é n d u lo
Ya desde hace bastante tiem po , una larga se
r ie d e doctrinas filosóficas, que habían apare
cid o todas ellas com o la verd a d absoluta, han
id o sien d o refutadas p o r la sigu ien te com o un
e r r o r .17
U n enfoque dualista de la vida espiritual produce,
com o ya hem os dicho, m oralism o, voluntarism o, le -
galism o y otras desviaciones parecidas. E n ese contex
to, antes o después viene u n a reacción. S i toda la vida
espiritual se concentra en lo que esta m entalidad co n
sidera el m undo del alma, pero que pretendo dem os
trar que es sólo el m undo p síqu ico, se llega pro n to a
u n a ten sió n in sop ortab le. C o n el pensam iento y la
voluntad (llam ados « a lm a » ) se inten ta d irig ir, con te
ner y controlar toda la realidad corpórea: instintos, pa
siones, deseos o necesidades. L a ten sión se hace cada
vez más fuerte, casi insoportable. P o r m ucho que se es
fu erce, la person a siente que n o puede seguir así m u
cho tiem po y que, antes o después, toda esa realidad
explotará. M ientras tanto, la vida espiritual, entendí -
28
da com o práctica de oració n , es u n ejercicio p u ra
m ente in m an en te, u n a ascesis sin gusto, incapaz de
ofrecer una lib eración a la person a prision era entre el
intelecto y las pasiones. Puede suceder que, para d is
m in u ir la ten sió n , se baje a com ponendas cuantitati
vas: me dejo llevar lo que se pueda y hasta donde se
p u e d a... Se llega a caer en auténticas patologías, en las
que esta actitud rígid a -q u e es gnóstica y no realm en
te religiosa— hace aum entar una ten sión inconsciente,
que estaba ya latente, y la tran sform a en neurosis.
E n algunos, la parte pasional se rebela tan v io le n
tamente que, para m antenerse en eq u ilib rio , la p e r
sona se ve obligada a construirse una «falsa filo so
fía » , es decir, la racion alización de los p ro p io s vicios
e instintos. U n a especie de « d e fe n sa » , de ju stificación
bien pensada y apoyada en argum entos filosóficos, p si
cológicos, culturales y también espirituales. Para camuflar
las propias concesiones se cita incluso la Sagrada E s
critu ra. Y a los Padres veían en esto u n a de las ab erra
ciones espirituales más graves. A pesar de ello, este
fen óm en o es m uy frecuente. E l hom bre, para p o n e r
de m an ifiesto su singularidad respecto a otro y d e
m ostrar su diversidad, envuelve las p ropias ideas en
citas bíblicas y santas enseñanzas. Pero, en realidad, no
hace más que afirm ar la p ro p ia voluntad con una t o
zuda au toafirm ación .
E l b in o m io que opon e idea-m ateria, in telecto -p a-
siones, volu n tad-in stin tos, explica tam bién la larga se
rie de oscilaciones produ cidas en la h istoria del p e n
sam iento h u m an o . E n filo so fía, desde la época clási
ca griega^- a u n g ran idealista le sucede siem pre, p o r
reacción, u n gran m aterialista. Feuerbach y M arx v ie
n e n después de H eg el. E n el arte, al ren acim ien to
idealista le sigue el b arro co . D espués del im p resio n is
29
mo viene el expresionism o. Y así se p o d rían m u ltip li
car los ejem plos.
L o m ism o sucede tam bién en el cam po teológico y
eclesial. E n u n a ord en religiosa, donde en el pasado
se acentuaba el estudio y el trabajo intelectual, hoy se
puede dar la reacción de la p u ra praxis, del co m p ro
miso directo, com o u n a especie de «rechazo del es
tu d io » tan subrayado antes.
Tam bién en la historia de los pueblos y de las tra
diciones culturales, donde más había destacado u n ca
tolicism o ascético, riguroso y legalista, tras un breve p e
ríodo de explosión y liberación del yugo, siguen déca
das de rebéldía contra toda autoridad y la ruptura de toda
vinculación con el pasado. L o mismo ha sucedido en los
países protestantes, en otro tiem po baluarte de la con
cepción puritana y m oralista de la fe y hoy sometidos al
más despiadado liberalism o y subjetivismo ético.
I ? . U na reacción psicologísta
N o m e p a re ce qu e se deba re c o n o c e r a la p s i
cología una fu n c ió n in tegrad o ra d e la p erso n a
humana [...], es el respeto al m isterio de la p e r
sona hum ana el qu e la exig e .13
La reacción más com ún p rod u cid a p o r u n m odo
gnóstico de entender la espiritualidad ha sido, a m i ju i
cio, la reacción psicologista. A la línea dura de una vida
espiritual reducida a la m ente, en que la person a era
tan a m enudo obligada á hacerse violen cia a sí mism a,
en ocasiones ha seguido una lín ea blanda, la de la p si
cología. A una espiritualidad desencarnada, abstracta y
conceptual, le ha resp on d id o u n a espiritu alidad del
« s e n tir » . S ó lo cuenta « c ó m o m e sie n to » . A una d i
rección espiritual impositiva se reacciona con u n «co u n -
30
selín g» psicológico, de sólo escucha, en el que es m e
jo r no hablar, no in terv en ir nunca.
E n la espiritualidad de tipo gnóstico se infravalora
ba o se ignoraba la realidad psicológica. E l plantea
m iento era de tintas fuertes, sin m uchos matices: la
vida espiritual era el fruto de la voluntad, del ejercicio
constante y de la ascesis. Eso bastaba para vencer las d i
ficultades y las tentaciones. Podía ser una posición fu n -
damentalista, y hoy asistimos al exceso opuesto: se d i
ría que, si no se tien en en cuenta el subconsciente y la
historia psicológica del individuo, la vida espiritual es
im posible. E n realidad, el psicologism o es sólo la otra
cara del m ism o gnosticism o espiritual y, p o r eso, r e
sulta realm ente d ifíc il afirm ar que se haya dado u n
paso adelante positivo en la espiritualidad. Se p erm a
nece siem pre encerrado en el espacio del yo.
E n la p ro b lem ática esp iritu al, es im p o rtan te n o
caer en la trampa del automatismo, o sea, en una reac
ción que en realidad es igual que la con cepción de la
espiritualidad que se quiere rechazar. E n la concepción
de tipo gnóstico-legalista era d ifícil llegar a vivir u n a
dim en sión p ro fu n d a de fe. Pero si a eso se reacciona
con el psicologism o, se recae en el m ecanism o de la
reacción « d e l p é n d u lo » .
E n cam bio, la reacción sana y positiva sería la ap er
tura del yo a u n D ios personal y trascendente, o sea,
una apertura que oriente la persona, al m ism o tiem
p o, al p ró jim o y a toda la creación. E l psicologism o,
en cam bio, no supera el engaño gnóstico ni supone
una novedad sustancial. Es sólo u n retoqué form al del
gnosticismo y, com o este últim o, no consigue a m enudo
que la person a traspase el um bral del p ro p io m undo y
hace que quede encerrada en sus propios problem as.
E n los lib ro s de espiritu alidad que hoy llen an los
estantes de las librerías se encuentran m uchos textos es
3i
critos p o r sacerdotes psicólogos, p ero raram en te se
habla de una apertura real a u n trascendente que im
plica a toda la person a en todos los aspectos de su
vida. Parece casi desconocida la term inología espiritual
de la « r e la c ió n » , de la « d im e n sió n p e rso n a l» , del
« D io s que tiene u n ro s tr o » . E l psicologism o ha p e
netrado en la vida espiritual y en los m anuales de es
p iritu alid ad , trastocando una vez más el sentido fu n
dam ental de « e sp iritu a l» .
E n los años de gran entusiasm o p o r la psicología,
m uchos maestros de novicios fu e ro n escogidos p r in c i
palm ente p o r su com petencia psicológica. A l p rin cip io
parecía que, a pesar de la diversidad de las órdenes re
ligiosas y de su situación en las distintas áreas geográ
ficas y culturales, a los novicios les ayudaba m ucho
este trabajo en su dim en sión psicológica. Salían del
noviciado con una psique más serena, com o «lavad a»
y reorganizada. Só lo algún añ o más tarde aparecían
las prim eras dificultades precisam ente en lo que es la
vida espiritual según los fund adores y los carism as de
sus institutos religiosos.
Salía a relu cir el aspecto que él tratam iento p sico
lógico no había afrontado in fravalorán dolo. Prob ab le
mente esos novicios habían aprendido a conocerse m e
jo r a sí mismos, pero no habían sido iniciados a la vida
con C risto en lo cotidiano n i a la dim en sión e sp iri
tual de la vida de estudio y de la vida apostólica. E n
la fo rm ació n se había privilegiado el trabajo terapeú -
tico p o r considerarlo p rioritario. Si en esto obtenía u n
buen resultado, el candidato podía ser adm itido a con
tin u ar en el noviciado.
A si pues, bajo el letrero del psicologism o puede
esconderse de nuevo la tram pa gnóstica, dualista, in
cluso u n dualism o nuevo con u n « a n te s» y u n « d e s
p u é s» . A ntes se hace la terapia y después se puede ser
32
espirituales. Pero ¿tien e que ser necesariam ente así, es
decir, u n proceso terapéutico es co n d ició n de u n ca
m ino esp iritu al?
En todo caso, existe el peligro del «u n a cosa u otra»:
o psicología o espiritualidad, o «sentirse b ie n » o m o -
ralism o. E n el plano puram ente psicológico, el campo
de la « p siq u e » y el de la «esp iritu alid ad » son distin
tos, y es prácticam ente im posible llegar a una integra
ción real. A lo sumo se llega a com prom isos que no h a
cen más que con firm ar la no reducción de un campo
al otro. Si no se distinguen bien psicología y espiritua
lidad, se llega a una confusión que no ayuda a sanar las
dificultades puestas de m anifiesto en la terapia. U n tra- ‘j
tam iento terapeútico puede llevar a tom ar conciencia j
de un problema de orden psicológico, pero eso no qu ie- j
re decir que la persona esté en grado de resolverlo. Ser?
conscientes, gracias a la terapia, de unas realidades n o ]
significa que éstas estén ya salvadas. N o es seguro que se i
conviertan en una realidad espiritual para la persona, es /
decir, que p o r ellas la persona se encuentre con el D ios /
verdadero personal y que, p o r tanto, haga integrar esas /
realidades en Cristo para reencontrarlas al final de los f
tiempos transfiguradas y form ando parte de su totalidad j
personal. Esa es la auténtica integración, pero sólo se p ro - ‘t
duce en el ám bito de la fe, que es el ámbito de la r e - j
lación personal, o sea, del am or. Por eso, hay que bus-
car el modo de que la psicología y la vida espiritual no j
se combatan n i se confundan, sino que se integren. h
1 3 . L a d e sin te g ra c ió n
33
Trata de a d q u irir la v irtu d p erfecta , adornada
de todo lo que complace a D ios. Se le llama vir
tud única p o rq u e com prende en sí misma la b e
lleza y va ried a d d e todas las virtudes. C o m o
una diadem a rea l n o p o d ría estar entrelazada
d e p erla s sin p ied ra s precio sa s m u y escogidas,
así la única v irtu d n o p u e d e su b sistir sin la
belleza d e las d ife re n te s virtu d es / 0
U na visión en la que la vida espiritual quede reducida
a la m ente hum ana p rod u ce en la person a llam ada es
p iritu al u n a fractura tam bién respecto a lo que tra d i
cionalm ente se llam a virtu d .
Q u ie n sigue su ideal espiritual puede alcanzar una
notable p erfección , pero si hay una falta de u n id ad en
su com portam iento integral se puede su p on er que esa
perfección es el fruto de u n gnosticism o espiritual y no
del espíritu . P ó r ejem plo, u n a person a puede haber
avanzado mucho en lo que form alm ente se puede iden
tificar con la pobreza. Pero la m ism a person a juzga
de m an era cortante al p ró jim o y habla m al de los
otros. Quizá no se dé cuenta o, si llega a «verse», p u e
de q uerer rem ediar su con trad icción con u n a ra c io
nalización ético-pedagógica, con una especie de « p r o
g ram a» para conquistar tam bién la virtu d de la cari
dad. Su vida espiritual se convierte así en una campaña
militar hecha de posiciones virtuosas que debe conquistar
p e rd ie n d o su esencia de organ ism o vivo, com pleto,
todo u n o con la p erson a m ism a. Q uizá sólo después
de unos cuantos años de fatiga y tensiones casi in ú ti
les, esa persona com prenderá que está siguiendo u n ca
m in o equivocado.
E l gnosticism o espiritual de cu alq u ier tipo —tanto
psicologista com o m oralista—, se caracteriza p o r la in -
34
capacidad de ver los nexos entre las diferentes d im e n
siones de la p erson a y entre los diferentes hechos de
la vida. L a vida espiritu al abarca pensam ientos, afe e - ¡
tos y aspecto físico; no hay ningún hecho de la vida co - |
tidiana, p o r in sign ifican te que sea, que esté exclu ido, jj
que no esté tocado p o r la vida del espíritu. V
E l gnosticismo de tendencia psicológica se nota p o r
que la persona « q u e lo p ad ece» , cuando se encuentra
ante una vida espiritual auténticam ente vivida, no tie
ne el instrumental, la plataforma epistemológica para co
n o cer y en ju iciar esa vida. C o n ese gnosticism o p sico
lógico son evaluados los fenóm en os de algunas vidas
santas y, p o r eso, n o dicen nada al m u n d o o, a lo
sum o, quedan expuestos com o « c a so s» en la vitrin a
de la historia. A q u ien los juzga le falta esa dim en sión
relacional del am or, com o ám bito en el que llegar a
com prender los gestos, la m entalidad y las prácticas es
p iritu ale s. P o r eso sucede que inclu so el gesto m ás
am oroso, im pulsado p o r u n conocim iento íntim o de la
palabra de D ios y realizado com o acto verd aderam en
te libre, es juzgado p o r u n gnóstico psicologista com o
violencia sobre sí m ism o, fanatism o religioso, etc.
U n gnóstico esp iritu al está com o ciego ante u n a
vida realm ente espiritual; no llega a reconocerla p o r
que n o ha entrado nunca en una dim en sión verdade
ram ente esp iritu al, sino que sólo la ha considerado
m entalm ente. Su vida « e sp iritu a l» se rige p o r una l ó
gica intern a filosófica, psicológica o legalista. G uando ,
se encuentra ante u n fenóm en o auténticam ente esp iri
tual, lo encuadra en su estructura m ental de religio si
dad, o sea en clave psicológica, legalista o m oralista, y
lo marca con el sello de esplritualismo, fúndamentalismo
o in teg rism o , p o rq u e éstas son las categorías de su
m entalidad. Esta actitud se hace todavía más explícita
cuando se trata de la llamada paternidad o dirección es
35
p iritu al. Para u n gnóstico espiritual de tipo psicologis-
ta, una carta de san Ignacio es im positiva, u n dicho de
los Padres del desierto, peor todavía, u n consejo del pa
dre espiritual para orar m ejo r es paternalism o, u n ata
que a la libertad personal, una coacción.
E l gnosticism o de cualquier tipo tiene siem pre algo
que ver con la desintegración. U n gnóstico, p o r ejem
plo, puede estar completamente absorbido p o r una gran
batalla, incluso evangélica, com o la justicia y la igualdad,
y puede estar com prom etido hasta el fond o en la rea
lización de u n gran ideal. Pero, al mismo tiem po, pu e
de ser injusto y prepotente: a quien no vive su misma
aventura lo ve com o extraño e incluso adversario.
Es u n fen óm en o que se observa tam bién en la vida
de la Iglesia. Se « c o m b a te » p o r u n gru po y, al m is
m o tiem po, se hace daño a otro. U n o que, com o p e r
sona, enarbola la ban dera de altos títulos espirituales
acaba a veces haciendo sufrir a la propia com unidad re-
¡ ligiosa. Por d efen d er o asegurar la oración en la co
m unidad se puede caer en ju ic io s negativos sobre los
herm anos, en críticas, desprecios e in com pren sion es.
A sí, paradójicam ente, p o r q u erer fortalecer la oración
se puede llegar a sostener la violen cia.
36
Si lo espiritual n o está inseparablemente unido a las
Personas Divinas, la vida espiritual n o podrá estar n u n
ca inseparablem ente u n id a a las personas hum anas. S i
m i realidad esp iritu al es im person al, separada de la
persona divina de C risto, siem pre existirá el peligro de
p o n erle u n título, en co n trar una etiqueta y afirm arla
com o totalidad ignorando la personalidad de cada u n o .
Eso lleva a la ideologización y a u n enfoque abstrac
to, que antes o después se ve que es u n a desviación y
provoca u n a patología porqu e no se tiene ante los ojos
a una persona viviente. E n corsetar al hom bre en co m
partim entos estancos y en las fórm ulas de la e sp iri
tualidad n o es espiritual. L o que n o se fundam enta en
una realidad viviente difícilm ente podrá ayudar al h o m
b re a una vida m e jo r y más auténtica. S i q u iero p r o
p o n er a los hom bres la vida espiritual y ayudarles a al
canzarla, el p rim e r acto espiritu al consiste ya en estar
atento al hom b re con creto, al que me d irijo y en el
que busco lo que tiene de espiritu al. L a vida e sp iri
tual es vida precisam ente p o rq u e está en relación con
la persona viviente. Desenganchar lo espiritual de la rea
lid ad teológica y an tropológicam en te significativa de
la person a supone a b rir la puerta a gnosticisnios, f i
deísm os, magias, y a otros « ism o s» del m ism o tip o .
La espiritualidad no es un campo p o r sí misma, sino
que es parte integrante del verdadero dogma, o sea, de
la verdadera teología y de la verdadera an tropología
teológica. S i se separa de estos dos pilares que crean
la u n id ad de base, la espiritu alidad deja de serlo y la
vid a esp iritu al tam bién . L o que n o está u n id o a la
vida y enraizad o en ella no pu ed e servir a la vid a.
A dem ás, despista al hom bre y lo puede alejar fatal
m ente de la vida concreta cotidiana.
37
Q U É E S L O E S P IR IT U A L Y L A V ID A E S P IR IT U A L
I g . L o espiritual del icono
42V . SOLOV’ÉV, Opravdanie dobra, Sobr. Soc, V III, Bruselas 1996, pág.
174.
22 T . Sp ID L Ík, Manuale fondamentale d i spiritualitá, Casale M onferra-
I 9 9 3 - p á g - 13-
24 S. AGUSTÍN, Comentario a la prim era carta de Juan, IX, 9.
53 Seraphim de Sarov, trad. italiana cit., pág. II5 .
39
p o sició n de cuatro círculos con céntricos. E n esta es
tructura de los cuatro círculos, partiendo del más in
terio r, se en cierra el significado p ro fu n d o de lo e sp i
ritual.
E l p rim e r círculo com prende una parte de la fr e n
te y la m itad de los ojos, y gen eralm en te es invisible.
Es el círculo de la particip ación del E sp íritu Santo, o
sea, la capacidad dada p o r el C re ad o r al hom b re de
abrirse y acoger la p articipación person al del E sp íritu
Santo. Es el pu n to vivificante p orq u e es la in h abita-
ción m ism a del S e ñ o r que da la vida.
E l segundo círculo com prend e la fren te y los ojos:
es el círculo del alm a, o sea, del m un do psíquico, de
la inteligencia, del sentim iento y de la voluntad.
E l tercer círculo abarca los cabellos, la boca y la b a r
ba, y representa el cu erpo, o sea la d im en sión más
expuesta del hom bre. L o s cabellos caen y em blanque
cen; la boca es la parte más sensual porqu e ind ica la
necesidad de com er para sobrevivir. R ecu erda la v u l
n erabilidad física: y la m ortalidad del cuerpo hum ano.
E l cuarto círculo representa el círculo del oro más
pu ro de este icon o , del am arillo más dorado y lu m i
n oso. Es lo que com únm ente llam am os aureola; es la
luz del E sp íritu Santo que, desde el círculo más in te
r io r, penetra todo el m undo psíquico y todo el m u n
do corp óreo, y envuelve a la p erson a en una lu m in o
sidad tan perceptible que los otros pu eden verla.
E l E sp íritu Santo, el revelador de D ios, la nube
m isteriosa que descendía cuando D ios descendía en
m edio de su pueblo, la som bra del A ltísim o que c o
m unica a D ios haciéndolo carne en la V irg en , ese E s
p íritu Santo realiza la obra de la santificación , o rie n
ta todo hacia el H ijo y grita « A b b á » , dando a todo
en C risto la im pro n ta de la filiac ió n , para que él e n
tregue todo al Padre. Ese E sp íritu Santo que co m u n i
co
ca toda la verdad nos recuerda la m aravilla de D ios y
nos hace reco n o cer la obra de la salvación. E l E s p ír i
tu Santo que a p a rtir de Pentecostés da a los ojos h u
m anos la capacidad de ver el rostro de D ios en el c ru
cificado, nos hace ver cóm o debería ser todo h o m
bre: aureolado de luz. E l E sp íritu Santo, si el hom bre
quiere, produ ce los fru tos de la vida divina en la h is
toria, en la hum anidad nueva. E l fruto del Espíritu, en
las form as enum eradas p o r san Pablo en la carta a los
Gálatas, evoca los him nos de la caridad y hace al h o m
bre sem ejante, en su existencia, a D ios.
E l icono nos muestra dónde reside el Espíritu S a n
to en la p erson a y cóm o se ve su inhabitación. S ó lo |
cuando el E sp íritu Santo penetra el m undo intelectual j¡
y psíq u ico , m ueve lo s gestos y las acciones del c u e r- |
po y, p o r tanto, penetra toda la person a, entonces se J
hace visible y cualqu iera puede p e rcib irlo . La person a j
que progresivam ente se deja llen ar del E sp íritu Santo |
lo trasparenta en su acción , recu erd a a los o tros a f
D ios, llam a a los otros a D ios, se convierte en co m u - i
n icad or de D io s. Llega a ser una n arración suya. L a I
m orada del E sp íritu Santo en el h om bre es el h o m - ]
bre entero, y esta presencia sagrada se percibe p o r la ac
ción del E sp íritu Santo m ism o. U n a persona im p reg - ;
nada de la luz y de los frutos del Espíritu Santo se con - !
vierte en una orien tación viviente hacia el Padre. Llega 1
a ser una im agen, u n a sem ejanza de D ios. Llega a ser i
u n a palabra de D ios que la gente puede ver y tocar, J
E l icono Nerukotvornj nos muestra el significado ge
nuino de lo espiritual en la tradición cristiana: lo espi- s
ritual es una acción del Espíritu Santo que se extiende a í
todo el universo y hace que las cosas, los acontecim ien- j
tos y las personas nos recuerden a Dios, nos hablen de ¡
él, narren sus maravillas y la historia de la salvación, nos ]
orienten hacia él, nos lo com uniquen y nos unan a él. !
41
S i éste es el efecto del auténtico espiritual, ninguno
puede llamarse «espiritual» a si mismo: son los otros los
que en una persona espiritual reconocen una palabra de
Dios. Son los otros los que demuestran, transformándose
a su vez, que esta persona les ha recordado a D ios y los
ha llevado a él. Son los otros los que reconocen en su
vida la obra de la caridad que les hace experim entar el
am or de Dios. So n los otros los que reconocen en esa
persona una m entalidad espiritual que les recuerda el
evangelio y su mentalidad. E n efecto, la persona espiri
tual encarna una m entalidad próxim a a Cristo.
Esa es la razón p o r la que lo espiritu al n o puede
ser identificado sólo con el m undo p síqu ico, etéreo o
inmaterial. Todo el hom bre entero, todo el mundo cós
m ico, físico e histórico está llam ado a ser espiritual;
el cósm ico, co rp ó reo , m aterial y físico igual que el
resto. S i n o , el dualism o será inevitable y nunca se
alcanzará la salvación. T ras el pecado original, es p re
cisamente el cuerpo, con sus inclinaciones, el que más
se resiste a ser espiritual y trata de no entrar en el sig
n ificado de esa palabra. Pero puede a veces el cuerpo
ponerse al servicio del am or y, sin em bargo, la m e n
talidad del hom bre, que es tozuda y m uy astuta en sus
m anifestaciones, no dejarse em papar p o r el am or.
l6 . L a v id a e s p ir itu a l
L o s espíritus in co rp ó reo s n o serán nunca h o m
bres espirituales, p e ro nuestra sustancia, o sea,
la u n ió n del alma y d el cuerpo, al re cib ir el E s
p íritu de Dios, constituye el h o m b re espiritual .26
\ L a vida espiritu al es la vida en el E sp íritu y
| con el E sp íritu S a n to .*7
43
I'tual es el reconocim iento del E sp íritu Santo, u n re -
| con ocim iento tan radical que crea u n « h á b ito » in te-
j r io r , el de dar p rio rid ad al E sp íritu , o sea, de vivir en
íu n a apertura constante al o tro , y de ser p ro fu n d a -
1 m ente consciente de que en él reside la fuerza, la vida
i y la sabiduría.
Se trata de u n acto profun dam en te religioso: com o
hem os dicho antes, el p rin cip io religioso es el reco
n o cim ien to de la existencia in c o n d ic io n a l del o tro .
E l sen tid o d e l yo situado fu era d e las fr o n te
ras d el in d iv id u o es el p r in c ip io d e toda m ís
tica, com o el asom bro lo es d e la filo so fía ... E l
éxtasis es el p r im e r m o m en to d e toda vida r e
ligiosa, el alfa y om ega d el estado re lig io so ,s°
Este acto coincide con la com prensión cristiana del
am or. E l am or significa salir de la afirm ación del p r o
pio carácter absoluto, com ún a todo in d ivid u o, para
recon ocer al otro com o absoluto. E l am or es u n m o -
\ vim iento extático de salida de sí m ism o para re c o n o -
I cer el verdadero centro en el otro.
| E l a m o r es e l traslado d e todo n u estro in terés
í
44
p ió H ijo , el H ijo ha m u erto p o r n osotros; p ero el
acontecim iento pascual de C risto no ha destruido a
D ios, sino que, al co n trario , lo ha revelado triu xifal-
m ente com o señor de la vida.
C o n o c ie n d o , gracias al am or, la verd a d d e lo s
o tro s n o d e m a n era abstracta s in o esen cial,
trasladando efectivam ente el centro d e nuestra
vida más allá d e los lím ites de nuestra p a rtic u
la rid a d em pírica, n osotros revelam os y realiza
m os nuestra verdad y nuestro valor absoluto, que
consisten precisam en te en la capacidad de tras
c e n d e r los lím ites d e nuestra existencia d e h e
chos y em p írica, y en la capacidad d e vivir n o
só lo en n osotros m ism os sin o tam bién en lo s
o tro s.3*
Para nosotros, los cristianos, la coin cid en cia del
p rin cip io religioso y del p rin cip io del am or n o co n s
tituye u n a sorpresa: nuestro D ios es el am or. C re e r en
D ios no es, para los cristianos, adherirse a doctrinas
o asum ir determ inadas actitudes éticas, sino rec o n o
cer a Dios am or y orientar hacia él. toda la vida. E l ejer
cicio de la fe es la relació n ; creer sign ifica reco n o cer
se uno mismo en una relación esencial con el D ios p e r
so n a l que ab arca a tod a la p e rso n a , in c lu id o s el
con ocim ien to y el o b rar m oral.
A sí pues, la actitud de fond o que caracteriza la vida
espiritu al cristiana es inseparable de la fe y del am or.
C reer y amar son dos dim ensiones inseparables que de
term in an el m odo de ser de la persona en la vida es
p iritu al.
45
1 7 . L a tric o to m ía de lo s P a d re s
|
i! E l h o m b re p e rfe c to es la m ezcla y u n ió n d el
alma que ha re c ib id o el esp íritu d e l P a dre y se
ha m ezclado con la carne plasmada a im agen d e
46
L a vida espiritu al tiene su orig en en la acción del
E sp íritu Santo, que ob ra desde dentro de la p erso n a
hum ana y se m an ifiesta al exterior, en la vida, e n el
ob rar y en la m entalidad del cristiano. L a inhabitación j
del E sp íritu Santo en la person a hum ana es la p a r ti- |
cipación del am or de D ios Padre al hom bre. Esta p a r - I
ticipación es elem ento constitutivo del hom bre p orq u e j\
la creación del hom b re es la com unicación del am o r l)
tf
de D ios, o sea, la esencia de D ios, su realidad más í
personal. Es precisam ente la com unicación de la d i- f
m en sión person al de D ios la que hace a la criatura |
hum ana person a. « A l darnos el E sp íritu Santo, D io s Í
ha derram ado su am o r en nuestros corazon es» (R o m
5 ,5 ) : el p rin cip io agápico está en la raíz de la vida es
piritu al del h om b re. E n el círculo in tern o de la fig u
ra, donde habita el E sp íritu , en realidad se puede es
crib ir « a m o r de D io s » .
A sí pues, la dim en sión agápica de lo espiritu al se
puede com pren d er p o r el am or m ism o. E l am or d i-
vino es u n a realidad relacion al en sentido absoluto,
una realidad total, que incluye y abarca todo, u n d i
nam ism o person al en contacto con cada cosa existen
te. E n ese sentido, el am or es la ú nica idea absoluta
que es posible pensar, Idea Viviente, Personal, no rea
lidad conceptual. L a idea del am or nos hace pensar en
u n organism o u n id o p o r u n nexo absoluto e in sep a
rable: el am or es la u n id ad absoluta universal.
A l m ism o tiem po, ese am or es frágil. E l am or es
la ú nica realidad absoluta que existe com o si no estu
viese. El am or es u n a relación que no se puede in te
rru m p ir y que, al m ism o tiem po, está com pletam en
te ausente. E l am or logra estar presente de m odo que
el am ado, si quiere, lo puede experim entar sólo com o
p u ra ausencia. E l am or abraza a la p erso n a am ada,
pero al m ism o tiem po no la retiene, la deja lib re. E li
47
am or ama, p ero el am ado puede faltar; está, pero no
4.8
tam bién el « s í » es verdadero sólo en la libertad del
am or y es tam bién, en la m ism a d im en sión del am or,
fiesta y alegría de u n am or correspon dido y acogido. ]
Por esa característica del am or, que el Espíritu S a n
to nos com unica, D io s puede habitar en nosotros sin
que se produzca rivalidad n i am enaza recíproca n i l i
m itaciones. A sí pues, la relació n entre D ios y el h o m - J*
bre es el am or p o r m ed io del E sp íritu Santo. ^
18 . E l am or unitivo y expansivo
E l a m o r a la p e rso n a q u ie re d e c ir la p e r c e p
ción d e su id en tid a d y d e su un idad en su c o n
tin u o ca m b io y d e s d o b la m ie n to , p e r c e p c ió n
tanto d e su grandeza com o d e su más manifiesta
abnegación. E l a m o r es un p e n e tra r a través del
m u n do objetivado y p en etra r en la existencia in
te rio r a llí d o n d e e l objeto desaparece para h a
cer sitio al y o .3*
S e p o d ría d e c ir q u e la p e rso n a vive sim u ltá n e
am ente en dos registros: en s í m ism a y en r e
la c ió n .35
E l am or es relacionalidad absoluta, el núcleo en el j
que se anudan todos los nexos de lo existente, el m ag- i|
netism o más potente que la mente hum ana pueda im a- i
g in ar, capaz de u n ir incluso lo que es im posible a la [
lógica hum ana. E l E sp íritu Santo, com o dice san P a- j
b lo , da el am or de D ios al corazón del hom bre, d o - i
tándole del mismo poder unificante. Por tanto, podemos
afirm ar que el p rim e r m ovim iento de la vida e sp iri
tual es centrípeto, o sea, entra en nuestra in terio rid ad
desde fu era y nos u n ifica.
49
E l espíritu actúa com o unificad o r y el p rin cip io de
la integración espiritual es el am or. Sólo el am or, que
un e p ero n o u n ifo rm a, pu ede arm onizar en una u n i
dad todas las contradicciones y antinom ias de la p e r
sona hum ana y todas las heridas psíquicas, físicas y de
carácter que causan al h om bre su situación de escisión
y su frim ien to . A l m ism o tiem po que recom pon e la
unidad y confirm a la vida, el am or irradia su dinamismo
expansivo, relacion al, en éxtasis, es d ecir, hacia los
dem ás y hacia todo lo creado: es el segundo m o vi
m iento de la vida espiritual, cen trífu go.
E n realidad, se trata de u n ú n ico m om ento, d e n
tro de él y en relación, que se distingue en dos m o
m entos sólo para ayudar a la com prensión racional. E n
el am or los dos constituyen u n acto ú n ico, tam bién a
nivel fenom en ológico. C u an d o la person a vive su p a r
ticularidad, incluso física, en función del am or, esa par
ticularidad es asumida en el am or y, por tanto, ella m is
m a se hace am or, y se in tegra en la p erso n a com o
don y relación. C u an d o el « o t r o » es am ado precisa
m ente a través de esa particu larid ad, ésta es para él de
g ran valor, p o rq u e le recuerda lo que le hace am ado,
o sea, reconocido. A través del A m o r que se m anifiesta
p o r m ed io de ese aspecto p articu lar, la p e rso n a se
percibe a sí misma como única e integrada, porque otro,
am án dolo, lo ha recon ocid o.
5o
n o es tam poco la razón [ ... ] . C risto ha re v e
lado q u e D io s es a m o r o, en otras palabras, que
es la p e rs o n a lid a d absoluta.36
Cristo, qu e es e l n uevo A d á n , al revelar el m is
terio d e l P a d re y d e su am or, revela tam bién
p len a m en te el h o m b r e al h o m b re y le da a co
n o cer su altísima vocación. [ ...] E l cristiano, h e
cho c o n fo rm e a la im agen d e l H ijo que es e l
p r im o g é n ito e n tre m u ch o s h erm a n o s, re c ib e
las « p rim ic ia s d e l E s p ír it u » (R o m 8, 23 ) ’ q ue
le p e rm ite n c u m p lir la le y nueva d e l am or. E n
v irtu d d e este E s p íritu , q u e es « la p r e n d a de
nuestra h e r e n c i a ( E f 1 , 14) > todo el h o m b re se
rehace in te rio rm e n te hasta q u e lleg u e « la r e
d e n c ió n d e n u e s tro c u e r p o 3> (R o m 8 , 2 $ ) . 37
L a cu lm in ación de toda reflexió n sobre lo e sp iri
tual y la vida espiritu al está en C risto . C risto es la ú l
tim a palabra sobre el hom bre y la últim a palabra so
bre D ios, la com u n icación total y definitiva de D ios,
p o r tanto lo espiritu al p o r excelencia.
D ios es el am or. E l am or es la esencia de la n atu
raleza divina, la vida de la Santísim a T rin id ad , la r e a
lidad absolutam ente más espiritu al. S i n os p regu n ta
m os qué es lo que nos habla más de D ios, lo que más
nos lo recuerda, lo que nos acerca más a D ios, si nos
preguntam os qué es lo que nos hace más sem ejantes a
él y lo que más n os com u n ica el sabor, el c o n o c i
m iento ín tim o y el gusto de D io s, no hay duda de
que la respuesta es el am or. C risto en toda su re a li
dad es para nosotros el am or, la palabra que narra la
p ro fu n d id ad de D ios Padre, la inm ensid ad de la b o n
51
dad de D ios y sus m aravillas. C risto es palabra p r i
m ordial de vida que se ha dejado tocar y gustar, p o r
que en su cuerpo ha hecho visible ese am or absoluto
en los abismos del am or trin itario, que supera al h o m
bre. C risto es la im agen de u n h om bre sencillo, co n
dicionado p o r todo lo que es historia, marcado p o r los
acontecimientos de la vida hum ana, con una inteligencia
y una psique im pregnada p o r el am or. E l aconteci
m iento pascual de Cristo es el m om ento culm inante de
la revelación de lo que es « A b b á » , el « P a d r e » . Este
hecho de llam ar a D ios Padre recoge la últim a y más
p ro fu n d a aspiración que h ab ían m an tenid o durante
siglos generaciones enteras desam paradas de los des
cendientes de A d án .
E l C u erp o de C risto es, en el cosmos y en la h u
m anidad, totalm ente espiritual. Es espiritual porque es
palabra de D ios, revelación de D ios, com unicación de
D ios y nuestra vuelta a D ios.
E n C risto el h om bre es totalm ente espiritual p o r
que es D ios. C risto en la cruz que, con el p o d e r del
E sp íritu Santo, se ofrece a sí m ism o en sacrificio ab
soluto y am oroso, es una p erson a en la que todo está
| hipostáticamente unido en el am or. N o hay u n solo áto-
| m o de la perso’na de C risto que no esté asum ido en
' el A m o r y vivido en fu n ció n del am or. C risto se c o n
sum a com pletam ente en el am or, y el auténtico sign i
ficado de lo espiritu al se fundam enta en su Pascua.
C risto es verdadero D ios y verdadero h om b re: C risto
verd ad ero hom b re es C risto verd ad ero D io s, o sea,
am or del Padre. Toda la hum anidad asum ida en C ris
to se une hipostáticam ente en la hipóstasis del h ijo, en
el am or filia l al ú n ico Padre, fuente del A m o r y de la
vida. E n C risto en la cruz se revela la últim a verdad
del h om b re: su filiac ió n de D ios Padre.
53
2 0 . L a dim ensión eucarístic.a de lo espiritual
Padre, te dam os gracias p o r tus d on es; haz que
la fuerza d e l E sp íritu Santo, qu e n os has c o
m u n ica d o en estos sacram entos, perm an ezca
en n osotros y tran sfo rm e nuestra v id a .1'1
M e p o stro , S e ñ o r, ante tu p resen cia en este
universo a rd ien te y, en los sem blantes d e todo
lo qu e en co n tra ré, de todo lo qu e m e su ced e
rá y de todo lo qu e realizaré en este día, te a n
h e lo y te e sp e ro .39
L os sacram entos, com o realidad fundada p o r C r is
to y en C risto en su m isterio pascual, son esp iritu a
les. L o s sacram entos cristifican la historia, la creación
y al hom bre m ism o. Las realidades escogidas p o r C r is
to, com o el agua, el p an y el vin o , son com u n icación
de Dios de manera personal, o sea, a la manera de C ris
to. E n el sacram ento, D io s am a sensiblem ente a la
creación y a la h u m an id ad. C o m o la ha am ado en su
H ijo Jesu cristo .
E l dogm a de la eucaristía ofrece el auténtico sig n i
ficado de lo espiritu al y de la vida espiritual. E l p an
y el vin o, dos realidades que u n e n el fru to de la tie
rra y el trabajo del h om b re, en la consagración euca-
rística, p o r la poten cia del E sp íritu Santo, se con vier
ten en una realidad plenam en te espiritual, el cuerpo
y la sangre de C risto . U n trozo de pan, en la litu rgia
eucarística que celebra la Iglesia p o r m edio del m iste
rio del sacerdocio y con el don del E sp íritu Santo i n
vocado en la Epíclesis, nos n arra toda la historia de
C risto, nos hace presente toda la salvación realizada p o r
53
él y nos com unica realm ente el don que ha hecho de
sí m ism o.
C risto parte el pan y lo da en m anos de sus d iscí
pulos. Éstos al com erlo lo destrozan y viven, porqu e
se com e para vivir. C risto id en tifica este p an y este
acto con él m ism o. E l cuerpo de C risto se entrega en
manos de los hom bres, se deja maltratar y destrozar por
ellos y tom a sobre sí m ism o toda la violen cia acum u
lada p o r el pecado del m u n d o ; cuando, colgado de la
cruz, extenuado y ensangrentado, m ira a la h u m an i
dad, dice con toda su p erso n a: « G u sta d y ved qué
bueno es el S e ñ o r» . Qué bueno es el Señor que se deja
tratar así p o r el hom bre y que ama tanto a la hu m a
n id ad que se p o n e totalm ente en sus m anos, aunque
sepa que son m anos de p ecado r y de una gen eración
perversa y violenta. A sí la hum anidad ve quién es D ios
de veras, todo lo in fin itam en te bu en o que él es. Y
con él la hum anidad sobrevive p orq u e vuelve al Padre,
acaba el exilio de A d án y com ienza el éxodo en los de
siertos, en las tierras áridas en que n o hay agua n i
vida. E l hom b re vive de su relació n fu nd ante con su
creador y padre, relación que se hace posible cuando
C risto en la cruz derrota la falsa im agen de D ios, in
sin u ada en el corazón h u m an o p o r la antigu a se r
piente, y revela definitivam ente que D ios es Padre p o r
que es am or. E l cristiano celebra la eucaristía y co n
tem pla el d o n de D ios, que n o da sino que se da.
E l que va a la iglesia y en el o fe rto rio ofrece el
pan, fruto de la tierra, ofrece u n pan amasado con pre
ocupaciones, dolores y problem as. O frece un pan m an
chado con el pecado y las heridas de la vida cotidiana
que no hablan de D ios y desgarran el corazón. Pero
la m ism a p erson a sale de la iglesia y vuelve a casa con
C risto .
54
Gomo el pan eucarístico, al convertirse en Cristo, na
rra toda la historia del sacrificio de Cristo y de su am or
p o r nosotros, así tam bién las cosas ofrecidas ju n to con
el pan, una vez unidas a C risto, empiezan a orien tar el
corazón de la person a hacia él. A unque son realidades
de sufrim iento y d o lor, com o se han u n ido reiterada
m ente a C risto, o sea, ofrecidas ju n to al pan converti
do en cuerpo de C risto, esas realidades difíciles y ago
biantes están ya en el cuerpo de C risto, están unidas a
él y selladas en su carne, com o en la hora de la pasión
cuando él ha cargado con toda nuestra iniquidad.
N o se trata sólo de una o p e ració n racio n al. L o
m ism o que el p an n u tre realm en te, así tam bién el
mismo pan, convertido en cuerpo de C risto, com unica
verdaderam ente su vida, y el cáliz nos hace en trar en
el aco n tecim ien to de la Pascua de u n a m an era tan
existencial que la fuerza de C risto com ienza a obrar en
n osotros dotán don os de su m ism a d im en sión e sp iri
tual. E n la eu caristía lo que nosotros ofrecem os se
transfigura realmente, de la misma m anera que el cu er
po de C risto , que en la p asión ha cargado con el m al,
resucita tran sfigu rad o.
V la d im ir Solov’ év, hablando de la belleza, p o n e el
fam oso ejem plo del carbón y del diam ante: se trata de
la m isma realidad quím ica, p ero con diferente estruc
tura física. E l carbón, con su contradicción interna,
no deja pasar la luz, sino que más bien la com e, la d e
vora, la mata, y se queda n egro. E l diamante, en cam
b io , deja que b rille la luz y que la m ism a sustancia del
carbón llegue a ser de una belleza indescriptible.
Ese ejem plo nos puede ayudar a com prender la d i
m ensión cristológica, eucarística y sacramental de lo es
p iritu al. E l pan puede ser elem ento de conflicto com o
elem ento que se posee y, p o r tanto, elem ento que nos
divide, pero el mismo pan asumido en la eucaristía, en el
55
cuerpo de Cristo, o sea, empapado del amor de Dios, es el
sacramento de la comunión, esplendor de la creación. En
él resplandece la verdad del creado y se refleja el rostro del
creador, que es el Dios dador. E l hombre, su cuerpo, en el
que se mezclan instintos, pasiones, deseos egoístas y volun
tad autosalvífica, en Jesucristo llega a ser el cumplimiento de
la creación, la verdadera imagen y semejanza del Dios invi
sible. La materia, el cuerpo y cualquier otra realidad, cuan
do está penetrada del amor, aparece transfigurada, y así re
vela su verdad interior. E l pan se convierte en el verdadero
i pan, la bebida en verdadera bebida, y el hombre en verda-
1 dero hombre. El pan recibe la propia verdad interior en la
{ eucaristía, cuando se convierte en comunicación del amor,
¡ cuando está hipostáticamente unido con Cristo.
E n esa clave se com prende que lo espiritu al no sea
u n idealism o racionalista. N o es el h om bre el que da
u n sign ificad o espiritu al a las cosas, sino que es el
m ism o E sp íritu Santo el que en el am or revela la v e r
dad y el significado últim o de to d o . Se abre la corte
za de lo creado, se desvela el significado últim o de los
acontecim ientos y el am o r abre el corazón y los ojos
in terio res para leer y acoger la revelación en lo crea
do. N o se trata de u n idealism o, p o rq u e, más allá de
toda especulación, hay u n hecho h istó rico , el de la
cru cifixió n y resu rrección de C risto , y en él todo eso
se ha realizado. La hum anidad ha revelado la d iv in i
dad, y la divinidad ha revelado la verdadera h u m an i
dad.
40 I g n a c i o d e L o y o l a , Ejercicios espirituales 2 3 6 -
56
[ . . . ] S e p u e d e n ejercita r en buscar la p r e s e n
cia d e n u estro S e ñ o r en todas las cosas, com o
en e l conversar con alguno, andar, ver, gustar,
o ír, en te n d er, y en todo lo qu e hiciéram os,
p u e s es verd a d q u e está su divina M ajestad p o r
p resen cia , p o te n c ia y esencia en todas las c o
sas.*1
E l co n o c im ien to gravita en to rn o a la n o c ió n
d e o b je to , p e r o sólo e l a m o r n os p u e d e d es
cen trar en cierta m anera, h a cién d o n o s co n si
d era r al otro com o su jeto .42
E l cu erp o , cu an do gusta las delicias terrestres,
tien e una in fa lib le experien cia d e l sen tid o ; así
tam bién el in tele c to , cuando se exalta p o r e n
cim a d e l e n te n d im ie n to d e la ca rn e, p u e d e
gustar sin e r r o r d e la con so lació n d e l E s p ír i
tu S a n to . P o r eso d ic e : « G u stad y ved q u é
b u e n o es e l S e ñ o r » , p o r conservar el re c u e r
d o in o lv id a b le d e lo q u e ha gustado, p o r la
o p era ció n ín tim a d el am or re co n o c ien d o in fa
lib le m e n te lo qu e es m e jo r .43
Sigu ien do la estela eucarística de lo espiritu al y de
la vida espiritual, los objetos y los acontecim ientos se
en cien d en ante n o so tro s com o la zarza ardiente de
M oisés en el desierto.
U n a lógica más b ien m ecánica, form al, inclinada al
análisis nos tienta con la pregunta: « ¿ Q u é es e sto ?»
+' IGNACIO DE L o y o l a , Epistolario III, 506 , 513 (N. del T.: en Obras
completas de san Ignacio de Loyola, B .A .C ., Madrid ISb2, Cartas e
instrucciones, 64, pág- 7^9)-
43 J . LACROIX, Personne et amour, Lyon 19 4 0 , p á g . I I .
43 D i a d o c o DI FOTICA, D efínizioni. Discorso ascético diviso in cento
capitoli pratici di scienza e d i discernimento spirituale, n.° 30 , en La
Filocalia, trad. italiana cit., I, pág- 3 5 9 -
57
Pero la acción del Espíritu, con una lógica agápica, nos
invita a arro d illarn o s, a qu itarn os las sandalias, a in s
taurar una relación con las cosas, con los objetos, con
I lo creado. E l am or, a la pregunta « ¿ Q u é es e sto ?» nos
: susurra el interrogante « ¿ Q u ié n está a q u í? » . E l am or
nos im pulsa a buscar el sujeto en los objetos, y ese su
su rro pentecostal habla al intelecto en el corazón. E l
sign ificad o de las cosas sólo se capta reco n o cien d o ,
[ prestando atención, relacionánd ose. N os encontram os
j así de nuevo ante la actitud fu ndam ental en la vida
i esp iritu al: dar la preced en cia, p restar aten ció n . E n
cuanto M oisés em pieza a prestar aten ción al S e ñ o r y
acepta la lógica del am or —no con ocerá al S e ñ o r si no
1 lo considera, si no está atento a él—, D ios le habla. N o
1 se conoce a D ios sin D ios. E l E sp íritu Santo, con la
lógica del am or, hace que los objetos se abran y hace
que de los objetos em erja el sujeto que habla. Esta es
Ua dim en sión espiritual.
E l ú ltim o destino de la creación y de la historia es
llegar a ser una realidad espiritual, o sea, teofánica y
cristófora. La acción del E sp íritu Santo mueve, por
m edio del mundo sensible, nuestros sentidos, suscitando
en ellos el conocim iento y el gusto espiritual; la m is
ma acción del E sp íritu mueve a la person a que poco
a poco va siendo una realidad trasparentem ente espi
ritual, o sea, teofánica y cristófora.
Sobre los sentidos hay u n equívoco que ha creado
m uchos m alentendidos sobre su verdadero significado
en la vida espiritual. Los sentidos y todo lo relacionado
con ellos se suelen con sid erar dem asiado a m enudo
com o u n obstáculo para la vida espiritual y, p o r eso,
se com baten y se hacen ejercicios ascéticos para ven -
l cerlos. P ero los sentidos son u n d o n con ced id o al
j| cuerpo y parte integrante del m ecanism o cognoscitivo
! del h om b re. Su verdadero significado está en gustar la
58
b o n dad del cread or; p o r tanto, tienen una fu n c ió n
en la vida espiritual.
T odo sentido co rp o ral tiene su gem elo en el E sp í
ritu . U n sentido exterio r tiene su gem elo en la parte
in te rio r del alm a, allí donde el alm a se abre al E s p í
ritu (nos servim os de nuevo de los tres círculos de la
tricotom ía). D e hecho, la vida espiritual consiste en m i
rar con los ojos externos y ver con los ojos in tern o s,
o sea, con los ojos espirituales.: la m ism a realidad v is
ta con los ojos corporales se lee in teriorm en te com o
u n a realidad espiritual, así llega a ser lo que realm ente
es, o sea, una realid ad que dice algo de D io s, que
orien ta hacia él. Progresivam ente, el gusto externo y el
gusto in tern o se van haciendo u n solo gusto. Lo que
los sentidos exteriores percib en interiorm en te se c o n
vierte en gusto espiritual.
S i su d iv in id a d [la d e l E sp íritu S a n to ] n o i lu
m in a lo s rin c o n e s d e n u estro corazón con su
o p era ció n ín tim a, n o p o d re m o s gustar el b ie n
en sen tid o in d iviso , o sea, con una d is p o si
ción ín teg ra .4*
E l Espíritu Santo, con su revelación interior, o rie n
ta el gusto externo hacia su gem elo in tern o . A sí el E s
p íritu Santo realiza la ob ra de la semejanza con D ios.
2 2 . T a m b ié n la m u e rte y el pecado p u e d e n se r
e sp iritu a le s
« C o n su m u erte ha ven cid o la m u e rte » . E n
consecuencia n in g ú n h o m b re m u e re ya s o lo ,
p o rq u e Cristo m u ere con él para resucitarlo con
¿ ¡t í
14 Ihíd., n .’ 2 9 , pág. 3 5 9 .
*5 P. EVDOKIMOV, L'art de l ’ieóne. Théologie de la bes o té, París 19 ^2 .,
trad. italiana Teología delia bellezza, pág. 2 9 0 .
59
Sabem os que hay muchas cosas en el hom bre que
se resisten a lo espiritual. E l hom bre está continuamente
tentado de ser él m ism o q u ien ponga los lím ites e n
tre lo que es espiritual y lo que no lo es, entre lo que
constituye la vida espiritual y lo que queda íuera de ella.
Pero además de las clásicas tentaciones del gn osti
cism o, hay otras, tam bién clásicas, com o la de no co n
siderar espiritual la m uerte. N o sólo la m uerte en su
sentido estricto sino tam bién la m u erte in te rio r, la
ru ptu ra con D ios, el rechazo de él, la auto afirm ación
y confianza en las propias fuerzas, o sea, el pecado. Y ,
ju n to con eso, todo lo que de algún m odo form a p a r
te del pecado y de la m uerte, com o, p o r ejem plo, la
frustración, el fracaso, la injusticia, el su frir violencia,
el ser escarnecidos e in com p ren d id os. A l tratar de la
vida espiritual no se pu eden ign o rar esas realidades.
C on un potente m ovim iento de las m anos, C ris
to arranca de lo s in fie r n o s a A d á n y E va, qu e
se habían extraviado. E s el en cu en tro c o n m o
ved o r de los dos A d á n , q u e profetiza ya el p ie-
rom a d el r e in o . A h o ra los dos A d á n co in cid en
y se id e n tific a n n o ya en la kenosis de la e n
carnación sin o en la g lo ria de la paru sía. « E l
q u e ha d ich o a A d á n '¿ D ó n d e estás?’ ha su b i
do a la cruz para buscar al que había p e r d id o .
H a bajado a lo s in fie r n o s y ha d ic h o : V en,
im agen y semejanza m ía » (H im n o d e S. E fré n )
[ ...] . « Y e l S eñ o r, ex ten d ien d o la m ano, hizo
el signo d e la cruz sobre A d á n y so bre todos los
santos y, tom ando de la m ano a A d á n , su bió
de lo s in fie rn o s ; y todos los santos lo sig u ie
r o n C r i s t o n o sale d el se p u lc ro sin o < d e
en tre lo s m u e rto s» , ek n e k r ó n .46
60 ________________________
E l hom bre adánico, el hom bre de C aín, tras la trá
gica experiencia del pecado huye del R ostro del S e ñ o r
y se refugia en la tum ba. E l im perio de la m uerte y de
los in fie rn o s le parecen u n refu gio seguro. S i D io s
n o puede entrar en la tum ba, será tam bién verdad la
inversa: la m uerte no puede ser u n a realidad e sp iri
tual, la m uerte no puede hablar de D ios, los m uertos
no cantan las alabanzas del S eñ o r.
Pero para llegar a la tum ba hay que pasar p o r todo
lo que la precede. E l pecado ha causado la m uerte y,
p o r tanLo, el p ecado no puede ser u n a realidad esp i
ritual. A sí, el hom bre está convencido, en cierto m odo,
de que la tum ba es el lugar al que D ios no llega. P o r
eso, el rqino h um ano es el ám bito en el que el h o m
bre piensa que es el único dueño y señor, y en eso con
siste precisam ente el pecado. Pero en C r is to D ios ha
entrado en la tum ba y ha tom ado sobre él el pecado
del m u n do. E l árb o l del E d én , en el que el h om b re
ha puesto su m irada apartándola de D ios, es una tram
pa, u n cebo para atraer al hom bre con falsas p ro m e
sas. D e ese árbol el h om b re esperaba la divinización,
los atributos del absoluto, la belleza, la bondad y el co
nocim iento o verdad. Pero el fruto de ese árbol no ha
traído más que la m uerte de generación en generación.
Pero D io s n o ha olvidado al h om b re que lo ha
cam biado p o r el árbol.
nuevo, viene él m ism o, baja en person a y se deia cía-
var sobre el leño de ese árbol que miraban los ojos id ó
latras del hom bre. Sólo así el hom bre, que tiene su m i
rada fosilizada en el p ro p io pecado, del que esperaba
la vida, puede ver el rostro de su creador, que ahora
es tam bién el ro stro del salvador. E n el pecado, que
hace al hom bre objeto, el hom bre p odía ver ahora el
rostro de la persona, para poderse u n ir hipostáticamente
de nuevo y ser su sagrada im agen.
61
C o n to d o , el h o m b re sigue p ecan d o . P ero peca
p o rq u e espera del pecado u n alivio, u n a ganancia, a l
guna conquista, quizá la red en ción . Y después de cada
pecado el engaño es m ayor y la noche más oscura. E l
árbol-p ecad o hace al hom b re objeto p orq u e ese árbol
es tam bién objeto. P o r eso, sobre u n o b jeto -árb o l te
nía que dejarse clavar el p rin c ip io agápico, el p rin c i
pio person al, el am or, para que así el h om b re escla
vo de los objetos pudiese volver a ser de nuevo p e r
sona y para que la m irada hum ana se elevase de una
cultura de los objetos y de las cosas a u n a cultura del
corazón, de las relaciones y de la com unicación.
E n rea lid ad , n osotros co m p ren d e m o s a D ios,
in clu so n o s hacem os id ea d e él, p recisa m en te
en n uestro p e ca d o . N uestra m a n o , qu e se c ie
rra para p o s e e r y m atar, c o n tie n e e l d o n q u e
se hace p e rd ó n y resu rrección para nosotros. E l
m isterio d e nuestra salvación es g ra n d e, ú n ico
en cu en tro p o s ib le en tre n osotros y D io s en e l
p le n o resp eto de la lib e rta d d e los dos *7
1 Es precisam ente desde el pecado, en el que D ios se
i ha dejado clavar, desde donde se le dirige al hom bre
j la palabra.
Es una palabra de resu rreció n : así com o D io s ha
creado al hom bre d irigién d ole la palabra, ahora lo re-
i crea resucitándolo. E n efecto, a él, que no ha peca-
I do, D ios lo hizo pecado p o r nosotros (2 C o r
Pienso que esta expresión paulina es* una de las más im
presionantes del Nuevo Testam ento. D ios santo, fie l y
om n ipoten te, se hace pecado para llegar al h om bre
¡qu e yace en el pecado. A sí com o la serpiente en el
desierto acarrea la m uerte, la m irada a la serpiente de
62
M oisés trae la vid a. E l pecado y la m uerte hablan de
D ios en Jesu cristo , p orq u e C risto ha cargado sobre sus
espaldas nuestra realidad. Se ha cubierto con el crim en
de la hu m anid ad, y desde ahí nos h a hablado. ¡
C o n tal de volver a hablar con el hom bre, C risto
se deja em pu jar a la m uerte y a la tum ba, para so r
prenderlo en el últim o escondite donde se ha refugiado ;
para h u ir del D ios viviente, creyendo que la muerte n o
puede hablar de vida n i com u n icar a D ios. Pero tam
b ié n esta visión hum ana de la m uerte, cóm o el p e ca- \
do, se revela engañosa. ^
C risto, en su encarn ación, descendiendo al abism o
de los in fiern o s es el culm en de su revelación, su p a
lab ra más clara, la im agen de D ios más explícita y n í
tida, que com unica a D ios en la m uerte, en la tum ba
y en la resu rrección .
Por tanto, la vida espiritual es también una iniciación
del E sp íritu Santo a la lectu ra esp iritu al de las d i
m ensiones hum anas más trágicas y una revelación de
su sentido espiritual.
Pero ¿se puede realm ente con segu ir eso?
S i am ar es co m o en g en d ra r un h ijo , p e r d o n a r j
es com o resu citar a u n m u e rto .48 I
L a respuesta en la vida espiritual está en el p erd ó n .
E l que se descubre a sí m ism o pecador siente todo ^
el peso y toda la oscuridad del pecado; el p en sam ien - \
to vuelve obsesivam ente al lu gar del pecado y al p e ca- j
do com etido. A veces se trata de u n a fu erte sensación |
que viene de im proviso. C o m o si u n pájaro de m al (
agüero hubiese atravesado el corazón, se siente u n gran i
m iedo y el m al que se ha hecho m uestra su rostro de j
m al que pesa y pertu rba. N o se consigue nunca h u ir j
63
de él. L a m em oria se m uestra herida, cargada y conio
64
E n este m arco, la peniten cia que el penitente r e
cibe es una m ed icina espiritual que le ayuda a p e rm a
n ecer con la m em oria del p e rd ó n , con el recu erd o
peren n e de la -mitada-jcle. agi.or .del salvador sobre él.
E l pecador p erd on ad o vencerá el pecado y saldrá de la
vida pecam inosa precisam ente porqu e el pecado, que
ya no separará más de C risto, se ha convertido en p ie
dra angular de la vida espiritu al que em pezará a co n s
tru ir con él. E l h om bre se aleja del pecado sobre todo
porque ha conocido al Padre bu en o, al D ios del am or,
y ya no huye de él, sino, al co n trario , corre hacia él.
E n cam bio, el que se lam enta del pecador a rre p e n ti
do y lo sigue considerando pecador, com o era antes del
p erd ó n , n o es u n h o m b re espiritual. Q u ie n n o m ira
al pecador a través del p e rd ó n que D ios le ha dado es
sólo u n id e ó lo g o ético , que con su ju ic io fé rre o y
dogm ático del otro m uestra que se considera a sí m is
m o D io s. La m isericord ia hacia el pecador, la com pa
sión p o r el hom b re que ha pecado es el signo más
claro de la vida espiritu al. A veces en frases de la S a
grada E scritu ra se envuelven los ju ic io s crueles y fo s i
lizados sobre u n h om b re. E n realidad, se trata sobre
todo de dureza de corazón y volu ntad p rop ia (p h ila u -
tía). A sí las norm as éticas y las teorías espirituales se
separan de la vida y se arran can de la visión integral
de la person a. O b ie n se asocian a algunas personas
concretas, que co n u n estilo sectario se con vierten en
n o rm a y ju e z del b ie n y del m al.
65
sitio en el r e in o : n o s adm ira rem os de que los
antros de la nada excavados p o r nuestra lib e r
tad en el ser b u en o d e la creación hayan l l e
gado a ser en C risto las llagas d e las m anos, de
los p ies y d el corazón p o r las cuales, para siem
p r e , la vida divina n o s alcanza y n o s alcanza
rá .49
O ra r p o r la cu ra ció n in t e r io r sig n ifica ante
1 todo p e rm itir qu e Je s ú s visite todas las zonas de
\ nuestra vida en qu e estam os h e rid o s. [ . . . ] E n
■la base de una h erid a hay un. p ro b lem a d e p e r -
| d ó n . P o r tanto, es un p ro b le m a esp iritu a l.5°
E n m i trabajo pasto ral be p o d id o constatar que
u no de los grandes obstáculos en el cam ino de la vida
espiritual son los fracasos y los su frim ientos de todo
tipo. Cada historia person al deja marcas y traum as en
la psique; además, hay personas que desde su n aci-
| m iento tienen una estructura psíquica muy frágil, a
veces incluso mutilada. Todas esas realidades están muy
cerca de C risto , íntim am ente unidas a su dram a de la
Pascua.
Pero, a m enudo, una cultura form al e idealista nos
desvía y nos ciega, im p id ién d o n o s ver la relació n de
las heridas y de los traum as con el dram a de la Pas
cua de nuestro S e ñ o í. Y entonces la p erson a es in ca
paz de captar la palabra de D ios que viene, p ero que
está ya dentro de su corazón.
Com o he dicho anteriorm ente, se oye decir con fre
cuencia que es preciso cu rar la psique, liberarse de la
p rop ia historia person al, antes de em pezar a con stru ir
; la vida espiritual. Y o pienso que la cuestión fundamental
66
J á - á í ® S 0^Íé.n„jd¿L amox_ de D ías • 1'
Q u iero decir que tam bién u n su frim ien to p síq u i
co, una p ertu rb ació n de la estructura person al o u n a
frustración pueden convertirse en recuerdo de Dios, co- ¡
m u n icación de D ios y particip ación en su Pascua. 1
L a d im en sión sacram ental de la Iglesia puede ilu
m in ar m ucho este cam in o. U n a persona herida, in c a
paz p o r estructura o p o r naturaleza de dirigirse a D ios
y de establecer relaciones serenas con los demás, pue
de vivir una experiencia de am or, de cariño y atención
en una com unidad de cristianos. Si encuentra p e rso
nas que, com o h e rm an o s, reco n o cen con am o r su
existencia, aunque les repita m il veces la m ism a h isto
ria y m il veces les grite el ren co r que lleva den tro, en
esta relación, sin dejar de su frir, poco a poco irá in
tegrando cada vez más su sufrim iento en la relación con
el o tro . Y así ese d o lo r, vivido dentro de una relación
de caridad, em pezará a ser m em oria de la co m u n i
dad, de la Iglesia, de las relaciones de am or y de li
b ertad. Y donde hay caridad allí está D ios.
E l que sufre, el que es víctim a de su neurosis, po
drá experim entar en lo concreto que tom ar co n cie n
cia de sus estructuras y heridas psíquicas no lo es todo,
i S í _es decisivo q u ^ la tom a de conciencia del p ro p io
; m u n do p síqu ico, antes desconocido o no recon ocid o,
jjxn g a lugar en el am or, que alguien lo acoja, acepte y
i con fíe a D ios en su corazón.
U A l fin y al cabo, no es tan im portante que u n o lie - !
gue a la tran q u ilid ad psicológica. T am bién ésta p u e
de ser u n íd o lo que n o se debe m itific a r. L o que
cuenta y sana de veras es d escu b rir la p ro p ia vida in
tegrada y escondida con Cristo en Dios. Puedo elim inar
racion alm en te los ep iso d io s de m i h isto ria que me
h acen s u fr ir , p u e d o n o re c o n o c e rlo s y v iv ir com o
67
n eu rótico, y puedo tam bién aceptarlos, « n o rm a liz a r
m e » y vivir « t r a n q u ilo » ; p e ro si todo lo que soy y
he sido no se reúne n i se integra en el am or, soy u n
| h om bre a m itad de cam ino porqu e hay toda una p a r
te de m i h istoria y de m i p erso n a no integrada en el
A m o r etern o. Es fu n d am en tal e n co n trar el m odo de
que todo eso sea tran sfigurado en C risto para la eter
n id ad .
Para ello, tiene en orm e im p o rtan cia la o ració n ,
dim en sión fu ndam ental de la vida espiritual. Se p u e
de vivir concretam ente u n m om en to de acogida y de
aceptación reco n o cie n d o ante el S e ñ o r los p ro p io s
pensam ientos buenos o m alos, los p ro p io s sen tim ien
tos violentos o de alegría, abriéndolos a la palabra de
D ios repetida o diciéndoselos sencillam ente al S eñ o r
llamándolo por su nom bre. N orm alm ente son cosas que
u n o hace hablando consigo m ism o, en u n soliloquio
m ental. L a verdadera tom a de conciencia que salva es
p o n e r esas realidades en m anos del o tro . P rob ab le
m ente n o es lo m ism o si me lib e ro de m is p e n sa
m ientos y sentim ientos en u n diálogo p ro fesio n al que
si lo hago en una relación espiritu al en la que el otro
relaciona todo eso con C risto . Porqu e no se trata de
tirar fu era los p rop ios pensam ientos, sino de e sp iri
tualizarlos. N o se trata de re p rim ir o en cu b rir la p r o
p ia realidad, sino de apren der a vivir en la libertad de
la relación con él, donde todas nuestras cosas se p u
rifican .
La separación de lo psicológico y lo espiritual, o su
confusión, se debe a una visión de la espiritualidad que
no llega a integrar de verdad el d o lo r y el su frim ie n
to. L e resulta d ifícil in clu ir en lo espiritual lo que ra
cionalm ente no es con trolab le o lo que no entra en
una im agen tranquilizante de la vida: es una distorsión
muy condicionada p o r la lógica form al idealista que im
68
pide captar la verdad del am or de D ios. E l am o r de
D ios no tiene a p rio ri form as determ inadas y p riv ile
giadas de m an ifestación y realización.
La p erfecció n de D ios consiste en su santidad, que
es el am or. P o r el am or D ivin o, con la E n carn ació n j
histórica de D ios en Jesu cristo , cualquier escenario de ¡
la h istoria hum ana se convierte en u n a ocasión extra
ordinaria de realización, incluso la form a del siervo su
frien te y del crim in al: en el m om ento de la c ru c ifi
xió n se realiza plenam en te el am or. ¡
Deberíamos repensar muchas cosas sobre el problem a
del su frim ien to y sobre la idea de que sólo una p e r
sona en perfecta fo rm a psíquica pueda crecer e s p iri
tualm ente. E n el am or, psique y espíritu se u n e n : la
participación en el sufrim iento y en la m uerte de C ris
to y la experiencia de la fuerza de la resu rrección es
tán m ucho más presentes de lo que creem os en las fa
tigas de la vida. N o olvidem os que a las tres de la tar- í
de, en el G ólgota, desde la perspectiva de la ló g ica |
fo rm al C risto vive u n com pleto fracaso, m ientras que /
desde la óptica del am or es el m om ento del triunfo so - [
bre la m uerte y el m al. P o r eso, podem os p en sar que^
u n su frim ien to, físico o psíqu ico, visto desde el exte
r io r sólo puede ser u n a realidad de su frim ien to; p ero
visto desde d en tro , con los ojos del am or de D ios,
que en esa persona sufre y resucita, puede ser una rea
lid ad m uy diferen te.
La psique hum ana encuentra su verdad en la d i
m en sión relacio n al, expresa toda su p oten cialid ad y
llega a la realización de toda su verdad en la relación
con los otros. La psique hum ana se p erfeccion a y se
esp iritu aliza en la m ed id a en que se im p lica en el
p rin cip io agápico, o sea, en el p rin cip io de la u n ió n
hipostática. Sólo el am or de D ios sabe hasta qué p u n
to u n a realidad está hipostáticam ente u nida en el ága
69
pe, y sólo él conoce el verd adero sign ificado de todas
las situ acion es psicológicas y psíquicas del h om b re.
Sólo C risto , cuya psique hum ana se integra hipostáti-
cam ente en el ágape, conoce el verdadero significado
de todas las situacion es psicológicas y psíquicas del
hom bre.
E n todas las cuestiones acabamos tropezando con la
lógica form al, con las no rm as sofocantes que n o so
tros mismos hemos impuesto en las relaciones. U na poi
que frágil, llevada con su frim ien to y desequilibrada
nos crea problem as p orq u e quien está desfigurado p o r
el su frim ien to n o responde al ideal form alm ente p e r
fecto de nuestras categorías mentales idealistas. Pero una
psique no es necesariam ente sana porqu e responda a
las norm as que nosotros hem os establecido. S í es sana
e íntegra cuando vive en la esfera de la relación , y
cuando se incluye a sí m ism a y al m undo en el p ro -
ceso de integración hipostática, cuando vive en el am or
de D ios.
Q u ie ro hacer todavía dos breves precisiones sobre
el intelecto y los sentim ientos, para aclarar que n o hay
n in g u n a o p o sic ió n e n tre las distin tas esferas de la
p erson a hum ana. N o hay n in g ú n antagonism o entre
intelecto y sentim iento: el sentim ien to no queda fu e
ra del intelecto, sino que fo rm a parte de la d im e n
sió n racion al. L a razón (ra tio ) y el sentim ien to (af -
fectus) son dos d im en sion es de la m ente (in te lle c -
tus). Cualquier tipo de antagonismo es una falsificación
de la realidad.
T am b ién la vida esp iritu al y el in telecto están in -
{ separablem ente u n id o s: el intelecto h u m ano es el eje
Ide la vid a e sp iritu a l e in clu so se p u e d e d e c ir, en
jcierto sen tid o, que la vid a esp iritu al n o existe fu era
jdel in telecto . H ablam os de in telecto en el sentido
■noble que le daban lo s an tigu o s, el in telecto que
70
ahonda en los abism os on to ló g ico s del corazón h u
m an o. T oda actividad del in telecto , si está ilu m in a
da p o r las p ro fu n d id a d e s esp iritu ales del co razó n y
guiada p o r el ágape, lleva a u n co n o cim ien to e s p ir i
tual in teg ral. R acio n alid ad y vida esp iritu al no p u e
den ser antagonistas n i rivales, n i p revalecer u n a so
bre otra, sino que son com o la levadura que se f e r
m enta recíprocam en te. D e hecho, la vida esp iritu al se
recon oce tam bién p o r u n cierto sentid o com ú n , con
el que la p e rso n a esp iritu al sabe d istin g u ir y d e c id ir
sobre sí m ism a y sobre los otro s. G u and o se trata de
los otros y de la capacidad de aconsejar, puede ser más
e sp iritu al acu d ir a u n h o m b re caracterizado p o r su
sentido co m ú n y b u e n ju ic io , que acu d ir a o tro fa
m oso p o r algú n tip o de san tid ad . S i ésta n o está
con trastada co n la vid a, p o d ría ser sólo u n a extrava
gancia o u n m od o de h acer la p ro p ia volu n tad, de la
que ya hem os h ablad o.
E n el pasado existía a m enudo el riesgo de id e n ti
ficar la vida espiritu al con el racionalism o y el in te -
lectualism o, com o tam bién existía, y sobre todo exis
te hoy, el riesgo de id en tificarla con e l sentim iento y
el sentim entalism o. U n a id en tificació n de la vida es
p iritu al con lo que se siente lleva a dogm atizar los
propios estados de ánim o y a favorecer, con el pretexto
del bien y de lo religioso, u n a especie de fanatism o.
E l sentim entalism o espiritual, lleva a u n a fatal fra g ili
dad de la vida espiritual que im pide e l d iscern im ien
to y, p o r tanto, la lectura de la verdad de los hechos,
acontecim ientos y personas.
L a auténtica vida espiritual se puede realizar tam
b ié n de m an era com pleta durante largos períod os de
sequedad sentim ental, cuando no « se sien te » nada
fuerte n i explícito salvo una p ro fu n d a conciencia de la
relación con el S eñ o r que se p ro cu ra vivir en la fid e
7i
lid ad y espera. C en trarse dem asiado en lo s p ro p io s
sentim ientos puede im pedir entrar en la Pascua y com
p ren d er la sabiduría de la cruz y, p o r consiguiente, al
verdadero C risto.
72
A L G U N O S C R IT E R IO S D E V E R IF IC A C IÓ N D E
L A V ID A E S P IR IT U A L
24 * E n el am or no hay cisma
D io s es a m o r; en lo s santos e l E sp íritu San io
es am or. L o s santos qu e están en los C ie lo s
ven el in fie r n o y lo en vu elven con su a m o r,51
L o s que han llegado al re in o de los C ielos y vi
ven en D ios, ven p o r el E sp íritu Santo los abis
m os d e l in fie r n o , p o r q u e en todo el universo
n o hay un solo lu ga r en qu e D io s n o esté p r e
sente. « T o d o e l C ie lo d e los santos vive en e l
Espíritu Santo y nada d e lo que existe en e l u n i
verso está ocu lto al E sp íritu Santo. » 5S
L a persona espiritual tiene sobre sí m ism a una m i- j
rada de am or. C o m o am o r significa u n id ad total, es
decir, un organism o vivo en contacto con cada parte
del conjunto, la persona espiritual madura una concien- !
cia de sí m ism a com o realidad cada vez más integral, i
Am arse significa considerarse en la globalidad, no exa- j
gerar en una sola dim en sión , no dividirse en co m - ;
partim entos estancos, no hacer totalizante u n solo as- j
pecto de sí m ism o. A m arse sign ifica ver el sign ificad o j1
de cada cosa en relación con toda la p erson a. i
Lo mism o vale para el am or al otro. La persona es- i-
p iritu al trata de vivir la caridad para con D ios p o rq u e
ha experim entado su am or, que la ha alcanzado y r e
dim ido. Para quien ha entrado en el am or de Dios, éste
es el ú n ico deseo de su corazón: am ar a D ios sig n ifi
ca encontrarse en él con todos, en él y p o r su am or,
en C risto , llegar a cada person a en la tierra. La p e r
73
sona espiritu al no con oce am ores particulares, sino
que conoce el am or, p o r eso conoce la unidad de las
virtudes y la insign ificancia de las acciones desvincu
ladas del am or. S i p o r naturaleza está inclin ada a v i
v ir u n a virtu d más que otra, sufre p o r lo que le falta
y hace m al, participando en la cruz. Este su frim ien to
es precisamente la m edida de la madurez del am or, casi
com o una verificació n de la eclesialidad.
74
( m er artífice. L o que muestra la autenticidad de la vida
espiritual es la transform ación, o m ejor, la transfigura
ción de la existencia, porque la acción del Espíritu San
to en la historia de la creación y de la salvación es la tran-
j figuración del m undo y de las personas. Si una persona
\ está realmente guiada p o r el Espíritu Santo, su esásten-
| cia es cada día más conform e a Cristo; el am or de Dios,
del que la persona humana participa por el Espíritu San
to, impulsa a la persona a la transfiguración. E l am or en
el Espíritu Santo realiza la hipóstasis de la naturaleza
hum ana de esa persona; pero la integración hipostática
j de la carne, de la naturaleza, de las realidades heredadas
j y de todo lo que el hom bre es, supone que se ha abier-
| to totalmente al am or, que se ha dejado hacer p o r él.
E l am or necesita de la m ateria en la que realizar
se com o Persona. L a person a no es u n concepto abs- '
tracto p recisam en te p o rq u e está co n stitu id a p o r el
am or, fundada en él, y el am or es siem pre con creto: j
el p rin cip io agápico es el p rin cip io de la h istoria, de
la con creció n y del esfuerzo com prom etido. A sí pues,
la m edida de la vida espiritu al es la con creción e sp i
ritu al vivida en lo cotidiano. E n eso se ve si la m e n
talidad de la p erson a se co n fo rm a a la caridad, si en
el cuerpo y en los gestos resplandece y se alegra de v i
v ir en la existencia del am or. U n verdadero padre es- \
p iritu al n o es nunca in d iferen te a los problem as so - i
cíales y econ óm icos de la gente, le interesa cada deta
lle de la existencia, sabe que todo ha sido creado para
ser asum ido en la p erson a, o sea, en el am or. P o r j
eso, el padre esp iritu al escucha con aten ción cóm o )
vive la p erson a las cosas más cotidianas. Só lo en el f
am or encuentra el m un do su verdadero significado y {
su destino últim o. Hasta la más m ín im a parte del eos- i
m os, si es donada, perm anece eternam ente.
75
La espiritualización progresiva del mundo y de la vida
lleva a la realización de la belleza.54 La belleza en senti- j
do teológico no es el reflejo del absoluto en el m undo, j
77
cho sitio al Señ o r, y él n o la abandona al olvido de la
m uerte, sino que la hace vivir para siem pre con él.
í H em os dicho que la vida espiritual de u n a p erso -
i na es reconocida p o r los otros, porqu e el am or puede
j ser reconocido sólo p o r los que son am ados. Esta h u -
¡ mildad mariana es el signo de que quien la vive no bus
ca nada para sí m ism o: entra en la m em oria de D ios
p o rq u e aquellos que con su hu m ildad ha hecho ser
dibujan ante D ios su retrato, en m em oria del gesto, de
la palabra y del pensam iento que les ha hecho se n tir
se acogidos.
Pero tam bién es verdad que una person a espiritual
puede vivir totalm ente desconocida. U na vida e sp iri
tual auténtica no es necesariamente percibida com o tal.
Ese reconocim iento será verdaderamente posible « só lo »
en la eternidad, p ero com o allí ten drá lugar tam bién
el reconocim iento de la Iglesia com o com u n ión , ya
aquí se tienen que ver algunos signos. Incluso en el caso
de que alguno en esta vida n o sea aceptado, y sea re -
■ chazado, un signo fiable de una auténtica esp iritu ali-
1 dad será su no odio a los hom bres.
A sí pues, el reconocim iento de la vida espiritual p o r
parte de los otros es sólo una de las posibles verifica
ciones. O tra es la con firm ación silenciosa que D ios da |
al corazón de su siervo fiel. Es la certeza intuitiva de an- 1
dar por el camino de Dios. Es una certeza que no es to- j
zudez, que no es afirm ación en voz alta, pero que su r- j
ge sin duda en el corazón com o u n don am oroso del i
que brota una imprevista seguridad, la prontitud para el l¡
m artirio y, al mismo tiempo, una inmensa hum ildad. Es \
una humildad que llega a transfigurar en positivo incluso
la aversión de quien no com prende y se equivoca y, so
bre todo, la soledad del fiel desconocido.
Es más, precisam ente porque la vida se consum e en I
fid elid ad escondida y despreciada, llega a ser zarza a r- [
78
diente en el m u n d o , m isterio pascual. U na zarza de la
que nos dam os cuenta sólo cuando se ha consum ado
el sacrificio. ^
79
ha ofen d id o . Esto puede hacerlo sólo la o m n ip o te n
cia del Espíritu. Santo, que hace cristoform es y tran s
figura la m entalidad haciéndola semejante a la de C ris
to, que se ha entregado en nuestras m anos cuando to
davía éram os enem igos de D ios.
2 8 . L a sabiduría de la cruz
Estamos en el in te r io r de la m u erte a d o n d e ha
b a ja d o e l m is m o q u e p o d ía d e c ir : « S o y la
vida^>. Esa es la razón p o r la que su vida ha sido
una in c o n c e b ib le laceració n en la qu e se han
visto en globados todo el m al d e l m u n d o y to
das nuestras m u ertes; así toda angustia, todo
o d io , toda sep a ra c ió n , toda m u e rte y todas
n uestras m u ertes están anuladas o m ás b ie n
cambiadas, con la m ism a fuerza, en confianza,
am or y vida p o r aquel y en a qu el qu e fu e o b e
d ie n te al P a dre hasta la m u erte y que, co n su s
tancial al P a d re y al E sp íritu en la p le n itu d
trinitaria, se ha h e ch o consustancial a n o s o
tros hasta el in fie r n o , para q u e tam bién n u e s
tro in fie r n o , nuestra m u erte, se lle n e de luz,
en cuanto nuestra libertad se deje plegar. E l i n
fie r n o y la m u e rte su fre n una m eta m o rfo sis
p o r m e d io d el que, aban d on án d ose a su so b e
rana com pasión, in tro d u c e el a m o r más fu e r
te que la m uerte en el lugar espiritual en el que
el o d io , el o rg u llo y la desesperación in d ica n
el re in o d e l sepa ra d o r; así, en un m ism o m o
vim iento, Cristo ro m p e las p ied ra s d e las tu m
bas y las pu erta s d e l in fie r n o .57
La vida espiritu al incluye la com p ren sión e sp iri
tual de la cruz que inevitablem ente se encuentra en la
8o
vida. T e n e r u n a relació n eq u ilibrad a co n la cruz es
realm ente u n arte espiritual. Su pon e n o buscarla, n o
jactarse de ella, no castigarse con la cruz, n o hacerse
el h éroe ayudando a toda costa a los otros a llevar la
suya.
Respecto a la cruz surgen algunos com p o rtam ien
tos que m uestran u n a espiritu alidad poco clara e i n
cluso insana. Puede u n o creer que, para santificarse,
está obligado a escoger en la vida el cam ino más m a r
cado p o r la cruz. Puede u n o creer que se asemeja a J e - \¡
sucristo yendo a buscar el su frim ien to. Pero así se cae f
en la soberbia espiritual. ¿C ó m o puede el h om bre es- j
cogerse p o r sí solo la cruz que tiene que llevar, si el j
H ijo de D ios, al abrazar la cruz, tiem bla y pide al P a - ;
dre evitarla si es p o sib le ? ¿Q u é p resu n ción espiritu al i
hay detrás de quien escoge el p ro p io vía crucis para ser !
perfecto y cristo fo rm e, si el H ijo de D ios en la cruz {
ha gritado a D ios p o r qué lo ha aban don ado? 1
A sí pues, en to rn o a la cruz se esconden muchas
tram pas y m uchos engaños para la vida espiritual, que
a veces sólo son oscuros ju egos de la psique. L a sab i
du ría de la cruz, en cam bió, es característica de q u ien
está guiado p o r el E sp íritu . Sabidu ría de la cruz sig
nifica acoger el am or que el Espíritu da y ser conscientes
de que p o r ese am o r se entra en la lógica pascual,
porque quien ama sufre, quien se expone al am or y es
cribe en el am or la historia de la propia existencia, e n
tra inevitablem ente en la cruz. La sabiduría de la cruz
es la lógica inversa del m u n do. E l am or da la fuerza
para sacrificar el propio apego a todo lo que a uno más
le ata y da la capacidad de darlo todo. T odo lo que se
da perm anece para siem pre: la lógica de la cruz es la I
lógica de la resu rrección . j
81
2 9 * L a c u ltu ra del re c o n o c im ie n to (co n viven cia
m u lt ic u ltu r a l, m u ltié tn ic a y m u lt ir r a c ia l)
82
m unión que tiende a la com unión universal. U na p e r
sona espiritual está en perm anente diálogo cultural,
sabe que nin gu n a cultura es absoluta en su m an ifes
tación concreta e histórica, que el único absoluto de
la cultura lo constituyen los valores y significados ex
presados en el recon ocim ien to del otro y en la b ú s
queda de com u n icación . Sabe d iscern ir en la cultura
lo esencial y lo accidental, lo auténtico y lo artificial.
E n el fo n d o , la p erson a espiritual sabe que las p ala- 1
bras, los gestos y todo lo que com pone el tejido c u l
tural puede ser salvado sólo si se pon e al servicio del
diálogo y del recon ocim ien to de los otros.
A sí pues, la verdadera cultura es u n ám bito que
nos perm ite am ar al p ró jim o . N o es posible u n re c o
nocim iento integral del otro si no hay también una im
plicación cultural, u n « a m o r cu ltu ral» . E l culm en del
am or cultural es m o rir a la p ro p ia expresión cultural
p o r am o r al o tro , h acer tam bién que el p ro p io tejid o
cultural se viva con C risto en la Pascua. 1
E l hom b re espiritual sabe que aquello a lo que re - [
nu n cia p o r am or al otro resucitará con C risto al fi- i
nal de los tiem pos. M o rirán las lenguas y resucitarán
sólo las que se hayan integrado en C risto . Y en él se
in teg rarán las lenguas que, al fin a l de los tiem pos,
sean reconocidas p o r los que han sido am ados en esas
lenguas. E l hom bre espiritual sabe que en la propia cu l- ;
tura hay ya algo de eterno, que no hay que d efen d er I
con violen cia n i proteger con exclusivism o, p o rq u e la í
violen cia y el exclusivism o son los asesinos de la c u l- i
tura. E l hom b re espiritu al sabe que está cu ltu ralm en - |
te vivo en la m edida en que está abierto a la fuerza in - !
te rio r del am or que lo m antiene orien tad o al otro en |
la com u nicación. Sabe que toda con creció n cultural i
que le es querida puede ser tam bién un ídolo peligroso
que se interpon ga entre él y el otro. P or eso, el h o m -
83
\ bre espiritual sabe en su corazón que es más im p o r-
f tante perm anecer abierto y en relación con el otro, aun-
í que con eso ren u n cie a las form as culturales propias.
E n efecto, es más im portan te el am or, que resucitará
de entre los m uertos todas las form as a las que u n o ha
ren unciado para m an tener la relación con el otro. La
cultura es el fen óm en o que más directam ente nos re -
! cuerda la paradoja del am or. S i querem os m antener lo
i que hay de más precioso y b ello , hay que vivirlo todo
I en la lógica pascual del am or.
3 0 . L a vocación y la resurreción
84
E l com ienzo de la vida espiritu al coincide co n la
tom a de con ciencia del am or de D ios que p o r el E s
p íritu Santo trata de p e n etrar todo nuestro m u n do
psíquico y corpóreo para llegar tam bién al m undo que
nos rodea. E n eso consiste el m isterio de la voluntad
de D ios y de la vocación cristiana: la voluntad de D ios
es que el m u n do se vea am ado p o r él y que vuelva a
él. La vocación cristiana es la respuesta a esa palabra,
conformarse a esa voluntad. Responder quiere decir bu s
car la m anera de que el am or de D ios penetre la p e r
sona más fácilm ente, más com pletam ente, más r a d i
calm ente y se expanda al exterio r de fo rm a que lo s
otros lo pu edan sentir.
V iv ir la p ro p ia vo cació n sig n ifica v iv ir segú n el
p rin c ip io agápico, m o rir con tinu am en te a todo a p e
go, au to afirm ació n y egoísm o. A sí pues, vivir la p r o
p ia vocación sign ifica, con el p o d e r del am or que se
nos da en el E sp íritu Santo, arran car el p ro p io c u e r
po y la p ro p ia p erso n a de la m u erte. T odo lo que es
« in v a d id o » p o r el am o r se tran sform a en la resu
rre cc ió n . D ejar que el am or clave a la p ro p ia p e rso
na sign ifica grabar en el cu erpo hecho p o r m anos de
hom b re las señales que después de la resu rrecció n lo
h arán rec o n o c ib le . C risto , clavado en el m om en to
del am or absoluto, es reco n o cid o p o r sus discípu los
p o r las señales de los clavos.
U na vida espiritual auténtica es una vida para la re
surrección. Es u n a vida serena y pacificada, porque una
vocación vivida espiritualm ente lleva a u n h u m o r sano
respecto a sí m ism o y a los acontecim ientos de la vida.
E l sentido del h u m o r m erecería u n tratam iento es
p e cífico , y n o debe ser in fravalo rad o com o signo de
la m ad u ración espiritu al. N os referim o s al h u m o r en
el sentido de tom arse a sí m ism o y a las cosas con esa
85
distancia típica del am o r que está, p ero que es com o
si no estuviese.
3 1 . £ 1 d iscern im ien to
86
ritu al. Se puede ser presa de fundam entalism os, in te -
grism os y fanatismos interpretando la Sagrada Escritura
en sentido ú n ico , dogm atizando u n a sensación o to
m ando p o r voz de D ios el p rim e r pensam iento que se
cruza en la m ente. T odo esto y más puede suceder si
no hay u n trabajo serio de discernim iento de los acón - f
tecim ientos, de los encuentros y de las lecturas, si no
* ' ¡
se aprende a d isce rn ir entre los pensam ientos y sen--]
tim ientos que llevan a C risto y los que alejan de él. E l \
discernim iento protege el cam ino de los peligros, de
las caídas y de las exageraciones.
Q u ie n in ten ta o ra r so lo basándose en lo que
ha o íd o d e c ir o en lo q u e ha a p re n d id o se
p ie r d e com o u n o qu e n o tien e g u ía ,6a
L o s santos p a d re s h a b lan d e m u ch os q u e se
habían p u esto a practicar la o ra ció n d e m o d o
in adecu ad o , sig u ie n d o m éto d o s para los cuales
n o estaban m aduros n i eran capaces, y qu e han
caído en la ceguera esp iritu al o h a n su frid o
p e rtu rb a c io n e s m en ta les.63
U n a vida esp iritu al sana se in ic ia ju n to con lo s )
otros, en la Iglesia, y se cam ina acom pañado, en co m
pañía, con una am istad espiritual o, de todos m odos,
con el am or de u n padre espiritual. Aventurarse en so - *f
litario en las p rofun didad es espirituales supone co rre r |
grandes riesgos de extravío, desviaciones y anom alías, i
Q u ien se lanza con entusiasm o en la vida espiritual,
pero n o acepta u n guía, puede acabar desilusionado,
amargado e incluso sin fe, porque no sabrá superar los
obstáculos, los espejismos y las com plicaciones que e n -
87
contrará en el cam ino. Pero tam bién es posible que el
m ism o E sp íritu Santo conduzca in teriorm en te a una
person a de form a que vaya m adurando sin ayuda ex-
j terna. E n la historia siem pre han existido los llamados
«teodidactasí*, o sea, aquellos a los que D ios enseña
ba directam ente. Todo lo dicho anteriorm ente servi
rá para verificar si se trata o no de soñadores o apa
sionados.
Conclusión
N o he preten d id o hacer u n tratado exhaustivo de
vida espiritual, sino que he querido p o n e r de relieve
los puntos de la vida espiritual y del significado de lo
espiritual que, a m i ju icio , son im prescindibles para su
com prensión y que, al m ism o tiem po, tienen una gran
im portan cia para el h om b re de hoy. Y todo ello a
p artir de la verdad básica del hom bre, que es su p a r
ticipación en la vida del am or trin itario . D e lo dicho
se deduce que la vida espiritu al no puede separarse
del significado auténtico de lo espiritual y que éste, a
su vez, no puede prescin d ir de la d ivin o-h u m an id ad
y, p o r tanto, de la historia de salvación. Entonces con
vergen D ios, hom bre, cultura, Iglesia y sentido de la
historia, espiritual, y la vida espiritual encuentra su
significado en la d im en sión escatológica de todo este
| proceso. La vida espiritual consiste en ver con el E s-
ipíritu Santo, iluminados p or una luz nueva, nuestra vida
I cotidiana, este m undo y esta historia.
88
II. L A P A T E R N ID A D E S P I R I T U R A L :
U N C A M IN O R E G IO P A R A L A IN T E G R A C IÓ N P E R S O N A L
I . E l contexto
Estamos viviendo una época en la que se asiste al oca
so de la modernidad y se pueden ya comprobar algunos
efectos de ese período histórico ya concluido. H a sido u n
tiempo en que se Kan dado nuevos contenidos a los co n
ceptos de «cien tífico» y «lib ertad », y se han descubier
to las «autonom ías». Ese tiempo ha visto nacer la nueva
religión de la mente, del racionalismo, del iluminismo
idealista, de la técnica y del esfuerzo del hombre por d o
m inar el cosmos. Cada una de esas realidades se ha ido
abriendo paso en nom bre del hombre y del hum anism o.1
Pero, tras el ocaso de esas grandes promesas y el declive de
esta civilización m oderna tan lógica y tan bien estructura
da, cuando se han agotado las «grandes narraciones»
89
—o sea, los grandes sistemas absolutos, racionales—, nos
encontramos en una época inform e, titubeante, insegura,
en la que todo se pone en cuestión, incluso lo que hasta
ayer eran certezas indiscutibles, como regímenes incom
bustibles, límites territoriales intocables y equilibrios in
ternacionales. A esta época se le ha llamado, como para evi
tar toda clase de definición previa, «p osm od em a». N o es
éste el lugar para adentram os en los más diversos análisis
de la sociedad y de la cultura contemporáneas. Solamente
queremos destacar algunas de las características más claras
del estado de ánimo de este período «posm odem o». Hay,
en efecto, u n estado de ánimo del hombre posm odem o,
del que el arte moderno nos da señales inconfundibles. Las
últimas exposiciones internacionales importantes de p in
tura y escultura contemporáneas han aglutinado de modo
impresionante gente de distintos países, culturas, zonas
geográficas e, incluso, de continentes y extracciones p olí
ticas diferentes. Paralelamente a la pintura y a la escultu
ra, se pueden buscar y localizar características de ese esta
do de ánimo en la filosofía, en la literatura, en el teatro,
en el cine, en la música y hasta en las ciencias empíricas.
El distanciamiento de ¡a objetividad
90
lidad objetivam ente existente hacia la cual se o rie n ta
la com prensión del intelecto hum ano —y, por tanto, la
cultura del hom b re— ha cam biado, estamos asistiendo
tam bién a u n cam bio general de la d e fin ició n que el
hom bre da de sí m ism o. A sí, en la antigüedad el h o m
bre recon ocía la divin id ad com o existencia objetiva y
su com pren sión de la m ism a era tan absoluta que l le
gaba a ser aplastante para su vida.
Podem os afirm ar con Solov’ év que se daba u n p r e
dom inio totalitario de lo divino, de lo teológico.3 C o n
esta clave de lectura podem os com pren d er m e jo r lo
91
que sucede a p artir del ren acim ien to, cuando el h o m
bre descubre la p osib ilid ad de distanciarse de esa to
talidad divina, afirm an do la autonom ía p ro p ia y, p o r
tanto, lo hum ano in d epen d ien te de lo religio so: « E l
hom bre que ha dejado atrás toda fo rm a de m in oría de
edad es el h om bre que se afirm a en su subjetividad, y
adem ás con una lógica de in m an en cia y una d in ám i-
92
ca de rechazo de la fe cristiana y de su in flu e n c ia » .4
Pero con esta « lib e ra c ió n de las energías h um anas» se
da tam bién su su perficialización , la pérdida del nexo
de aquella p ro fu n d i da d espiritual que las u n ía y daba
consistencia^ Este h om b re, « [ . . . ] tom ado en su ais
lam iento y en su realid ad exteriores y su p e rficia le s» 6
se ha «p ro clam ad o , en esta falsa po sició n , divin id ad
única y a la vez átom o in sig n ific a n te » .7 Pero el h o m
bre n o puede existir y razonar si no se orien ta hacia
u n jpu ^ojd e^£eferencia^sólid o j objetivo. Precisam en
te''p o rq u e son necesarios, esos puntos de referen cia
han perm anecido tam bién en la época m od ern a, p ero
han ido cam biando según lo que en cada m om ento d e
term inado se con sideraba com o la realidad más « o b
je tiv a » . « P e ro ¿d ó n d e en co n trarem os el con ten id o
absoluto de la vid a y del s a b e r ? » 8 E n el p osm od ern o,
« u n a vez que ese valo r se ha disuelto, la m ism a r e a
lidad com o tal p ierd e su sign ificad o: en la e xp e rie n
cia postm oderna, la realidad no tiene ya más el s ó li
do significado objetivo que tenía para la hum anidad del
p a sa d o » .9 H u bo u n tiem po en que se veía el p re d o
m in io del pensam iento, de la idea entendida en su
carácter abstracto com o eterna, verdaderam ente o b je
tiva y universal; en ese tiem po fue en el ám bito de la
filo so fíá donde se dio la o rien tació n de todo hacia lo
objetivo. Después vino el tiem po del predom inio de la
naturaleza, de lo em pírico. Entonces prevalecía la obje
93
tividad « c ie n tífic a» , o sea, una aplicación de las estruc
turas conceptuales a las leyes naturales. A sí el m odo em
pírico de entender la ciencia, según paradigmas cartesiano-
newtonianos, se convertía en la clave para la afirm ación
de lo objetivo, de lo indiscutible, de lo universal.10
L e llega después el turno a la sociología. Se convierte
entonces la sociología en centro com o vía de com pren
sión de lo que para el hom bre es más determinante, ob
jetivo y condicionante. Pero lo más sorprendente es que
al final de este proceso que se desarrolla a lo largo de
la m odernidad, el hom bre se centra en sí m ism o y se
convierte en la única realidad objetiva, el sujeto enten
dido sobre todo como sensación de sí m ism o, como es
tado de ánim o, muchas veces com o percepción del sen
tim iento de sí m ism o, o incluso com o sensación senso
rial." Si la m odernidad en sus inicios se caracterizaba por
la afirm ación de la lógica y de la racionalidad sistemá
tica, que pretendía ser universal, term ina con la revan
cha del subjetivismo o del individualism o, o con la re
vancha de la cultura de la autoafirm ación. E n el arte nos
encontram os con una explosión de estilos, p ero sin
fuerza com unicativa, sin contenido co m u n itario .15 E l
94
arte, rey de la com prensión, que tenía u n lenguaje te n
dente a la com unicación universal, acaba siendo el lá n
guido canto lastimero de individuos separados que se m i
ran y se hablan a sí m ism os. E l arte se convertía así en
u n llanto, en u n « v ó m ito » de lo que el individuo es
taba sufriendo en la sociedad m oderna. Las exposicio
nes eran el « c o n fe so n a rio » de lo que sucedía en el in
terio r de u n hom bre que ya no estaba en grado de sa
lir de sí m ism o .13 U n a gen eralización su perficial del
consum ism o ha llevado al extremo el afán de ser ú n i
cos, originales, incon fundibles. Por eso, cada artista ha
inventado nuevas form as, nuevos estilos, sin u n código
de com prensión, sin com unicación.14 L o mismo ha ocu
rrid o en el campo de la filosofía y de la ciencia. D es
pués de mucho tiem po en que ha dom inado una sola
lógica, ha llegado u n m om ento en que nos hem os dado
cuenta de que vivim os en una época de pluralism o de
lógicas y lo que una ciencia ha desarrollado en su ám
bito ha empezado a estar en contradicción con el p r o
greso de otras ciencias.
La cultura que se ha ido así desarrollando « [ . ..] en
su esencia p rofun da es ecléctica y contradictoria, an alí
ticamente fragm entada, com puesta de elementos hosti-
95
les entre ellos y tendentes cada uno a la autoafirm a-
c ió n » .15 Todo campo del saber ha afirm ado p o r sí m is
m o la p ropia verdad y la p ropia objetividad, llegando a
una peligrosa atom ización que hace real la amenaza de
la destrucción espiritual, psicológica y física de la hum a
nidad: « E l interés egoísta, individualista, el caso concreto,
la estrecha particularización, la atomización en la vida, en
la ciencia y en el arte, son la últim a palabra de la civi
lización occidental Esta civilización elaboró form as
particulares y materiales exteriores para la vida, pero no
dio a la humanidad el contenido interior de la vida m is
ma; tras haber puesto de relieve algunos elementos in
dividuales, los condujo al máximo grado de desarrollo po
sible en su separación, pero los dejó sin u n nexo orgá
nico y privados de espíritu vivo, por lo que toda esta
riqueza es u n capital m u e rto » .16
Resu m iendo esta p rim e ra característica, podem os
afirm ar que el hom bre posm oderno está desenganchado
de la objetividad indiscutiblem ente existente, que es
la vida m ism a. D esligado, p o r tanto, de la vida, se ve
p risio n e ro de los num erosos sistemas y estructuras in
telectuales, sociológicas, científicas, políticas y culturales,
todas ellas sin resp iro , sin aliento, sin alim ento vivi
ficante. E n búsqueda desesperada de la vida, se dirige
a la propia psique, centrándose en lo que la psique sien
te y proclam a com o más urgente, aprem iante y o b je
tivo en su h o rizo n te: lo que siente, lo que e x p e ri
m enta, sin u n a d istin ció n verdadera entre la sensa
ción , el sentim iento y el pensam iento. Estam os en la
época del p sicologism o.'7
96
La necesidad de consuelos
— ---- ------------------------- 97
que u n a superación real de los lím ites del p ro p io yo,
u n recon ocim ien to existencial del otro y una o rie n ta
ción hacia él de las energías de la p ro p ia vida. A d e
más de la extensión de ejercicios psicológicos y cu ida
dos psíquicos, asistim os tam bién a u n am plio m erca
do de lo p arar relig io so , del que la d ifu sió n de las
sectas es u n signo evidente. U n den om in ad or com ún
de todas estas propuestas es la fuerte acentuación del
consuelo y la autorrealización. Pero, a pesar de eso, el
hom bre es extrem adam ente desconfiado e incapaz de
una auténtica relación que tenga en cuenta la o b jeti
vidad del otro y la reconozca com o tal.
98
a D ios, si se revela en las relacion es? Se p o d ría o b je
tar que D ios puede ser tam bién conocido en la n atu
raleza, en la creación. Pero tam bién en este aspecto,
al térm in o de u n p e río d o h istórico que ha visto el
p red o m in io de una cultura de la m an ipu lación tec
nológica de la creación, de una cultura industrial, i n
form ática y urbana, hay generaciones enteras que no
han visto u n a sola auténtica experiencia cósm ica. H oy,
m uchas veces sólo al fin al de u n cam ino dram ático y
trágico, lleno de errores y desilusiones, las personas des
cubren la bondad y la tern u ra de D ios que viene a su
encuentro en la luz.
99
u n m om ento preciso, que será seguido necesariamente
de otro para vencer y superar el enemigo cada vez más
frecuente del aburrim iento, de la m onotonía y del o l
vido.
Pecadoj memoria
10 0
nea—, tenem os que reco n o cer que sufrim os u n a in fla
ción de in fo rm a ció n sobre e l mal.
IOI
nostalgia p o r sistemas y regím enes que hace diez años
parecían sepultados para siem pre. A sim ism o, asistimos
a llamadas cada vez más frecuentes a las leyes, a la d is
ciplina. Y , sin em brago, la época m oderna ha adqu i
rid o algunos valores que no hay que dejar que desapa
rezcan. Se trata de darles vida y personalizarlos con
una fe que im pregna las cosas y las hace inm ortales.
102 -----------------------------_ _ _ _
el monaquisino antiguo.*1 Después de muchos siglos, re
surgió con los starets en la Iglesia rusa com o verd ad e
ro arte y fuente del ren acim ien to de la fe y de la Ig le
sia, duram ente probad a p o r sus com prom isos co n el
p o d er y la m entalidad d el m u n d o. E n O ccid en te se
tran sform ó más b ie n en u n m in isterio y se le llam ó
«d ire cció n e sp iritu al» . Hay que decir que n o han fa l
tado las dificultades y que ha habido m uchas desvia
ciones, sobre todo en instituciones formativas como se
m inarios, noviciados y asociaciones. Tras el C o n cilio
V aticano II, p o r in flu jo de líneas más person alistas
que subrayaban la vocación del cristiano, la paternidad |
espiritual se ha entendido de nuevo tam bién com o v o - í
cación, y se ha ligad o a la vocación cristiana. Y a en la }
fam ilia, los padres desem peñan la fu n ció n de la p ater
nidad espiritual. Eso no significa que se deprecie la v o
cación del padre espiritual propiam ente dicho. A l co n
trario , se puede constatar u n notable resu rgir de la
p atern id ad esp iritu al en ten d id a com o carism a, d o n ,
enriquecido p o r la tradición, los conocim ientos y la re
flexió n sobre la experiencia.
S in em bargo, no es fácil en co n trar u n bu en padre j.
espiritual. Y , com o hay m ucha dem anda de padres es- j
pirituales, tam bién pueden darse m uchos fallos en este £
cam po. E l hecho de que estos fallos repercutan en las
personas obliga a hacer todo lo posible p o r evitarlos,
aun sabiendo que la equivocación pertenece inevita
blem en te a toda actividad hum ana. P or eso, m e p a re
ce im portante destacar algunos rasgos que d efin en la
figu ra del padre y de la m adre espirituales. Señalo las
características que se p u eden p ro p o n e r hoy y que p o
d rían con stituir para nosotros la garantía de u n e je r
cicio adecuado del acom pañam iento espiritual.
10 3
a) El padre espiritual es una persona llena del Espíritu Santo
10 4
fru to del E sp íritu Santo d esarrollad o después, en u n
segundo tiem p o, con la reflex ió n que el padre e sp i
ritu al hace sobre la p ro p ia experien cia y sobre la ex
p erien cia que lo s o tros le h an contado. E fectivam en
te, la card iogn o sia n o es más que u n a in tu ició n de
am or sobre la p e rso n a, sobre el otro y tam b ién sobre
u n o m ism o .24 Esta característica específica de la c a r- ^
d iogn osia es u n o de los elem entos fundam entales q u e ,:
garantizan u n a sana p atern id ad esp iritu al, p o rq u e es y
u n a rad ical a firm a c ió n del a m o r25 com o p r in c ip io |
cogn oscitivo. E l am o r com o p rin c ip io cogn oscitivo #
pertenece al con ocim ien to in terp erso n al. C uanto más
am o más co n o zco .26 S ó lo con este p rin c ip io se c o n - í
serva siem pre a la persona hum ana en el verdadero n i
vel de person a, no se le hace b ajar al nivel de los o b
je to s p o rq u e no se relacio n a con ella con e l.c o n o c i-
10 5
m iento típicam en te e m p írico y analítico de las cosas.
N o se trata de una idealización del co n o cim ien to del
otro, sino de u n conocim iento integral, cuidadoso, p e
netrante, incluso analítico si se quiere, pero con la ca
racterística fu n d am en tal de que todos estos datos es-
j tán envueltos en el am or y son leídos con los ojos del
! am or, que es el pu n to de p artid a de la com p ren sión
j del otro.
106
d) El padre espiritual es el que enseñaj acude a la tradición
107
com pleta y serena adhesión a D ios, de quien provie
ne toda salvación y todo don de la vida. G u and o aquí
hablo de « p sic o lo g ía » , me refiero a esa capacidad de
una inteligencia psicológica natural que u n o d e sarro
lla en perfecta sin ton ía con todo lo que es la p r o fu n
d iz a r o n de la psicología com o ciencia. Pero soy más
bien precavido respecto a los padres espirituales que son
ante todo psicólogos y enfocan todo desde la p sico lo
gía, psicoterapia, psicoanálisis o psicología de lo p ro
fu n d o , añad ien do sólo a ese plan team ien to de base
algunas « c o n n o ta c io n e s» de la espiritualidad, p o r el
hecho de ser, a la vez, sacerdotes o religiosos.
10 8
tern id ad . P o r eso n o hay verd adera p atern id ad si n o f
conduce a su fu n d am en to , que es el Padre de C risto
Je sú s. E n ese m om en to el ancian o E li no ha « c o n
su m ad o» la p ro p ia m isió n , p ero la ha vivido en p le
n itu d p o rq u e ha educado al jo v e n p ara el c o n o c i
m iento que se realiza en la relació n y para la escucha
a D ios, que se revela personalm ente, p o r m edio de re
lacio nes.
109
vertirse en m oralista con sigo m ism o. L o im p ortan te
es que, au n q u e ten ga m uy p oeo de lo que h em os
m encionado, tenga estas características al menos en una
m ínim a parte y que, en su orientación, se mueva d en
tro de esas coord en adas.
no
toria, que lleva a él, que orien ta la vida hacia D io s .31
E n pocas palabras, llam o « e sp iritu a l» al proceso p o r
el que el hom b re em pieza a abrirse, a ver más allá de
sí m ism o, de los lím ites del pro p io yo, y a todo lo que
o rien ta a la p erson a hacia el otro, es decir, lo que
perm ite al hom bre vivir su indispensable dim en sión de
la relig io sid ad .32 Y p o r « re lig io sid a d » entiendo aquí
ese p rin cip io religioso que es, para Solov’ év, el r e c o
nocim iento de la existencia incon dicional del otro .33 E l
padre espiritual, en su relación, hace posible que esa
m ism a relació n sea para el otro u n a experiencia esp i
ritu al. La person a deb ería experim entar que el padre
la acepta totalm ente y la considera de m anera absolu
ta; que la verdadera relación es salir de sí mism o y re
con ocer el p ro p io epicen tro en el o tro .34 Para el m is
mo padre espiritual, ésta es una experiencia de D io s,
de su am or, con cuya fuerza logra relacionarse de m a
n era gratuita y desinteresada. Y el otro vive esta rela
ción com o una auténtica experiencia de am or, porqu e
exp erim en ta que es rec o n o c id o , con sid erad o en su
III
9t
m isterio de ser person a, no forzado n i m anipulado o
reducido a objeto de estudio. Este aspecto de la rela
ción será para la person a la «zarza a rd ie n te» . L a p re
sencia de D ios, para la person a que acude al padre
espiritu al, será al p rin c ip io todavía u n a experien cia
acategorial, pero p oco a poco suscitará en él ese res-
| peto necesario para elevar el intelecto de las cosas y ha-
I cerlo capaz de orien tarse a o tro , com o sucedió con
M oisés, que se acercó a la zarza para ver qué era y se
encontró hablando con u n « t ú » . Se en co n tró p res-
jtando atención a D ios, que em pezaba a hacerse co n o -
;cer. La relación con el padre espiritu al es el am b ien -
jíte, el « E m a ú s » , en el que, conversando y partiend o
’ el pan, un día la p erson a reconocerá a C risto . D o n -
| de hay am or, allí está D io s. D ios es el a m o r,35 la re-
í lacion alid ad absoluta, y, p o r eso, la relación personal
J es el lugar privilegiado del con ocim iento de D ios, de
su revelación, com o lo expresa C alixto Catafuguiota:
« L o más gran de que tiene lu gar entre D ios y el alma
es am ar y ser a m a d o » .36
Testigo de ¡a misericordia
Í
E1 padre espiritual, con su presencia llena del espí
ritu y con su m irada espiritual, debería testim oniar la
mirada de Cristo, esa mirada que acompañó a Pedro du-
| rante tres años de cam ino ju n to s y que, p o r fin , en el
| patio del Sum o Sacerdote, Pedro captó en su plenitud
1 1 5 ----------------------------------------------------------------------------------------
(cf. Le 2 2 ,6 2 ) . E l padre espiritual debería com unicar
esa m irada inm ensam ente benevolente.37
U n día estaba yo hablando con u n estudiante en m i
estudio y en el caballete acababa de p in tar u n rostro
de C risto de grandes dim ensiones. E ra el p erío d o en
que m e acercaba a u n a in terp retación bizantina de la
figu ra de C risto y era u n rostro lu m in oso, de s u fri
m ien to , p e ro m ajestuo so, co n dos gran des ojo s de
com pasión. Estábam os sentados a cada lad o del caba
llete. Pregunto al estudiante:
—Según tú, ¿a q u ién m ira C risto ?
—M e m ira a m í.
Le digo que se levante, que siga mirando a Cristo y vaya
viniendo, paso a paso, hacia m í. Le pregunto de nuevo:
—A h ora estás solo, y tienes la cabeza llen a de m a
los pensam ientos, violen tos. ¿ Q u é hace C risto ?
—M e m ira ^ resp on d e.
A l paso siguiente le digo:
—U n sábado p o r la noche estás con tus amigos, b o
rrach o. ¿ Q u é hace C risto ?
—M e m ira respon de de nuevo.
D a u n paso más y le pregunto:
—A h ora estás con tu novia, y vives la sexualidad, tal
com o m e has dicho, de fo rm a que te agita la m em o
ria. ¿ Q u é hace C risto ?
—M e m ira con la m ism a benevolencia.
C u an d o ya estaba a pu n to de llegar a la parte d o n
de yo me encontraba, le digo:
—Y ahora estás en la iglesia, en misa, y haces las lec
turas. ¿Q u é hace C risto ?
—M e m ira con u n a gran com pasión.
H3
—M uy b ien —le digo—, cuando sientas sobre ti, en
todas las circunstancias de la vida, esta mirada compasiva
y m isericordiosa de C risto , serás de veras u n a p e rso
na espiritual, serás de nuevo com pletam ente íntegro,
próxim o a lo que podem os llam ar paz in te rio r, sere
nidad de alm a, felicid ad de vida. G uando te descubras
en su m irada m isericordiosa y sientas que el am or te
envuelve com o u n bálsam o, cam biarán todas las situa-
í ciones que acabamos de m en cion ar. E l hom bre cam -
\ bia a causa del am or que in u n d a su corazón. Peca por
í falta de am or o, m ejor dicho, p o r la no aceptación del
¡am or que le espera en el corazón,,
\ E l padre espiritu al juzga los pecados, no al peca-
| dor, y, en su ro stro , dentro de esta relación , la p e r-
j sona debe d escu b rir u n a re la ció n caracterizada p o r
i, una acogida sin lím ites y sin cansancios.
Mediador
114
va y eterna alianza, constituye el m áxim o im aginable
del am or. U n am or, cuanto más m aduro y p u rificad o ,
más fiel es.38
Y no podem os llam arlo am or hasta que no haya f i
delidad. E l padre espiritu al ha experim entado e n él
m ism o la fidelidad de la m isericordia del Padre hasta
el sacrificio, y tam bién él llega a ser fidelidad relacio-
nal con la persona que se le confía. C uan do hoy ve
mos tantas dificultades para una verdadera relación,39 el
padre espiritual, con su fidelidad, constituye para el
otro esa objetividad relacional que el otro debe ten er
en cuenta. P o r eso, el padre espiritual, con la fid e li
dad que sólo puede darse en el am or, dice al otro tam
bién cosas que p u eden n o gustarle, o perm anece im
pasible cuando el otro esperaría entusiasmo y ap ro b a
ción. De esta m anera, el padre espiritual introduce a la
persona en el arte de la aceptación de la objetividad del
otro. Se trata del paso inevitable hacia la madurez que
supera lo que es sólo agradable y com ienza la integra
ción de la objetividad de la vida. Pero esta actitud p u e
de ser u n cam ino seguro únicam ente si se fu n d am en
ta en su red en tor que él contem pla en su corazón.
3Í Esta penetración del amor-fe (cf. nota 33) es la que hace superar
la realidad de «impenetrabilidad del tiempo», que consiste en que «el
momento siguiente del ser no conserva el anterior, sino que lo excluye
o lo elimina de la existencia de modo que todo lo que es nuevo en el
mundo material se realiza exclusivamente a costa o en perjuicio de lo
que existía antes de él» (V . SoLO V ’ÉV, Smysl Ijubvi, cit., pág. 147).
39 Vivimos una época en la que todo es reversible, en la que reina el
rechazo a toda continuidad» en la que las relaciones humanas están mar
cadas por la laceración y se experimenta una gran incapacidad para
115
Padre m isericordioso lo que ve, escucha y conoce. La
persona que acude a él es posible que no esté todavía
en condiciones de co n fia r la p ro p ia vida a D ios, p o r
que vive en la dispersión y el desconcierto de la exis
tencia, y m uchas experiencias perm an ecen cerradas,
aisladas, y están destinadas al olvido definitivo, o sea,
j a la m uerte. Entonces, el padre espiritual, m ientras es-
• cucha a la persona, con la fuerza del E sp íritu Santo,
) confía en su corazón a D ios lo que escucha. L a p a-
i ternid ad espiritual se basa en nuestra fe en la p resen
cia del E sp íritu Santo, en su inhabitación en la p e r
sona y en su eficacia para im pulsar la creación y la
hum anidad, p o r m edio de C risto , hacia el Padre. El
padre espiritual indica los nexos interiores entre las d i
versas experiencias, y esos nexos aparecen in m e d ia
tamente cuando la existencia está abierta a D io s .40 C o n
el arte del discernim iento ayuda a la person a a in te r
pretar el lenguaje que D ios usa con ella y a descubrir
en los acontecimientos de la vida la palabra de Dios para
ella. A sí la vida de la persona se entrega cada vez más
116
a D ios, « está escon dida con C risto en D io s» ( C o l
3 *3 )» 7 poco a p o co , p o r m edio del padre espiritual,
esta person a experim enta la inm ensa acogida de D io s
y su apertura y b o n d ad para con el hom bre. E n resu
m en, la person a, p o r m edio del padre espiritual, em -j
pieza a entrever toda su vida, hasta ahora rota y des-)
perdigada, recogerse en u n corazón inm enso y cálid o.!
Em pieza así a entrever tam bién, p o r m edio del padre
espiritual, una nueva im agen de sí m ism o, más lu m i
nosa y de c o n ju n to , sin ten er que ser condenado n i
ten er que cortar algunas experiencias y aspectos del
carácter. Este ver en el con ju n to, en su totalidad, es
típico de la m ente ilu m in ada p o r el am or, que p ie n
sa con am or. Y es la co n m oción típica del d escu b rí- )
m iento del am or la que hace saltar en la persona el re - j
sorte de la con versión, del cam bio. C u an do se descu- j
b re que se es am ado se cam bia de m en talid ad , de l
com portam iento y de costum bres. E s una experiencia |
que no encadena al padre espiritual sino que libera en
el inm enso abrazo del verdadero Padre porqu e, en d e - f
finitiva, no es el padre espiritual quien ama, sino que
es el Padre celeste el que ama en él. Ser amados es elfi
único camino del cambio, del «crecim ien to», de la r e a - l
lización de la person a, que no será violenta, au to rita- j
ria n i forzad a .41
117
Q u iero todavía subrayar la diferencia que existe e n
tre esa acogida y una aUtoconcienciación del propio in
consciente, que hurga en las propias experiencias, bien
sea m entalm ente o b ie n ante u n psicoterapeuta que se
com porta según las reglas de su p ro fesió n . N o discu
to la utilidad de esta práctica que indudablem ente ayu
da a una vida más serena y sana. Pero es muy d istin
to contar los p ro p io s pensam ientos, las propias h isto
rias dramáticas e inquietantes, a una persona que todo
lo pone en m anos de D ios y, p o r este cam ino, poco
a poco nos conduce a la m adurez de p o d e r nosotros
m ism os co n fiar todo eso a D ios Padre en la oración .
A q u í nos m ovem os dentro de u n a auténtica relación
con D ios en la que se realiza tam bién u n a co n cien -
ciación a nivel p sicológico, p ero , al m ism o tiem po,
J estas realidades son verdaderam ente asum idas p o r una
[persona, D ios-P ad re-am or, que sana, lava, cuida, cura,
íy conduce todo a u n a tran sfigu ración en la resu rrec-
j ción . U n a cosa es ser intelectualm ente consciente de
los p rop ios condicionam ientos psicológicos y otra aña
d ir a ese con ocim iento la conciencia de que todo eso
no sólo no se ha p erd id o sino que se tran sfigu ra en
el rostro de aquel que en la cruz ha m anifestado el
am or.
La curación de ¡a memoria
1 x8
menta la conciencia. Existe una «m em oria m ala», o sea,
una m em oria del m al realizado y su frid o, e incluso del
m al al que u n o ha asistido. Es el depósito de la m e
m oria, tanto person al com o colectiva, el que lleva a la
neurosis, es decir, a u n com portam iento determ inado
p o r im pulsos y m otivos que escapan a la racionalidad
y a la auto conciencia. E l hom bre empieza entonces a ha
cer de todo para distraerse, para desviar la aten ción a
otras cosas. Pero la m em oria, con su m ecanism o, co n
tinuam ente trae im ágenes pasadas, experiencias vividas,
y, cada vez que esto sucede, aflora en el hom bre una
fuerte carga de negatividad, ren co r y agresividad. P u e
de haber períod os en que parece que las cosas del p a
sado se h an arreglado, p ero basta un m om en to, un
encuentro, una palabra, un lugar, una m irada, para
que todo surja de nuevo. Las cicatrices se abren y la h e
rida reaparece con u n do lor todavía más fuerte. P o r un
tiem po se intenta estar ocupados prin cipalm en te en
otras experiencias, más atrayentes, más jugosas, p ero
en cuanto éstas em piezan a agotarse, antes de pasar a
otra distracción, existe siem pre el riesgo de que la m e
m oria se haga sen tir. Se trata de u n a m em oria no sa
nada, no curada. Y aquí entra todo el problem a de la
m em oria colectiva de los pueblos y de las naciones. E n
el pasado a m enudo las naciones se han herido unas a
otras o muchos individuos de u n pueblo han tenido ex
periencias negativas de su contacto con otros pueblos.
E l últim o p eríod o de la historia europea se caracteri
zó, como ya hemos indicado, por una cultura iluminista-
humanista, que llenó Europa de grandes palabras, como
«solid arid ad », «aceptación de las diferencias», « p a z » ,
etc. Pero en este m om ento somos testigos del resurgir
de todas las heridas de historias lejanas com probando
que esta cultura ilum inista-hum anista ha contentado al
intelecto con «ejercicio s ló g ic o s» , pero no ha cuida
120
cabas, que no sella simplemente los m om entos y los ac- jj
tos de tu vida sino que, en una apertura peren ne a él, \¡
tu vida —in clu ido el pasado—, vive una peren ne m eta- |
m o rfo sis. E n to n ces, lo que para ti era u n m al re - ¿
cu erd o , u n acto o u n e p iso d io que te p e rse g u ía y
turbaba tu corazón, se convierte en u n herm oso re - ¡I -~
cuerdo p o rq u e te recuerda a aquel que te ha p e rd o - j!
nado. D el mal se pasa a la persona del bien y de la m i- \j
sericord ia. E n el N uevo Testam ento el con ocim iento
más p ro fu n d o de D ios es el con ocim iento p o r m edio
del p e rd ó n .42 Efectivam ente, los que han e xp erim en
tado el perdón no se han olvidado nunca más de quien
los ha perdonado. A l contrario, alcanzados por él y u n i
dos a él en el am or, ya no existe ninguna fuerza que
los pueda separar de él, ni siquiera el m artirio (cf. R om
8,35)* E l padre espiritual debe ser imagen de aquel que j
es la m isericord ia y que perd ona, de form a que, p o r j
el p erd ó n y el descubrim iento de la verdadera im agen I
de D ios, el hom bre cam bie y crezca en una vida cada ]
vez más íntegra. E l culm en de la pedagogía cristiana es (
el p erd ó n , p orqu e en el p e rd ó n inclu so las cosas que j ^
estaban más alejadas de D ios, más cerradas a todo sig- |
n ificad o esp iritu al, se hacen espiritu ales, o sea, u n |
perm anente recuerdo de él, una perm anente com unión ||
con él.
121
y, p o r eso, ese encuentro se realiza en la m edida en
que él, ofrecien d o u n a relación , está, a la vez, au sen
te y retirado. E l padre espiritu al sólo puede verificar,
observando las señales que se vislum bran en la p e rso
na que viene al coloqu io, si en la persona hay u n ver
dadero p rin cip io religio so, no una ilu sió n espiritual,
una fijació n m ental, psicológica, p o r la que se im agi
na que cree, piensa que está con D ios, p ero en reali
dad está encerrado en su psique, sin traspasar nunca
el um bral del pro p io « y o » . E l padre espiritual consta
ta, p o r las características que acom pañan a la p e rso
na, si ésta se mueve según el E sp íritu Santo. Precisa
mente en el encuentro con D ios se suelen dar las des
viaciones y patologías psicológicas más frecuentes, y
aquí se nota la verdadera calidad del padre espiritual.
E l padre espiritu al es consciente de que la relació n
entre el hom bre y D ios es real, que se basa en el v ín
culo real del am or, única realidad que une p ero no
con fu n d e, no id en tifica y, al m ism o tiem po, no crea
rivalidad n i lleva a la exclusividad. Por eso, el padre es
p iritu al observa si la person a es verdaderam ente dócil
al E sp íritu Santo, que derram a en nuestros corazones
el am or de D ios Padre (cf. R o m 5 >5)> o si lo que hace
es afirm ar su voluntad que ha decidido ser buena, fiel,
creyente, rezar, etc. E l objetivo de la vida espiritu al es
la recepción del E sp íritu Santo43 para p o d er ser vivi
ficados p o r él en todo acto e in ten ció n y ser ilu m i
nados y guiados p o r él. P o r eso, u n signo in c o n fu n -
132
dible del verdadero crecim iento espiritual es la d o c i
lid ad al E sp íritu . N o ser testarudo, n o d efen d er con
fuerza la p ro p ia voluntad y el p rop io parecer, sino es
tar abierto a lo que dice el otro. Efectivam ente, h e
mos visto que esta atención al otro es u n p rin cipio re
ligioso. A sí pues, el hom bre espiritual es el hom b re de[>
fe, el hom bre que presta aten ción a D ios, a su p ala- f
bra y a su gesto. L a h u m ild ad es u n criterio auténti-¡|
co y seguro al que el padre espiritual está atento. Esaj
humildad es verse sin u n punto sólido dentro de sí m is- \
mo y recon ocer el único punto firm e y seguro en el |
otro, o sea, en el am or entre los d os.44 |
E n la p atern id ad espiritu al se da el arrebato del
am or de D ios que empieza produ ciend o fruto en el
am or a sí m ism o y a los demás. L a persona em pieza a
m irarse a sí misma y a los otros con conciencia de « e s
tar c o n » y llega a ser capaz de ver el m ovim iento del
123
espíritu incluso en campos que podrían parecer más le
jan o s de lo directam ente relacionado con el aspecto re
ligio so . Este razonam iento de am or, que em pieza a
con dicion ar u n poco toda la m entalidad y el co m p o r
tam ien to, se pu ede co m p ro b ar especialm ente en el
ám bito concreto en el que vive la persona. E n efecto,
si la persona ha encontrado de veras a D ios en el am or
y ha empezado a orientar la propia vida hacia él, se em
pieza tam bién a n o tar en el am or respecto a los p r o
pios defectos y a los aspectos más oscuros de sí m is
m o .43 A nivel social, esto se realiza en el am or a los
| en em igo s.46 S i el padre espiritu al está en su sitio y
1 deja que la p erso n a, en el m isterio de su corazón,
j converse y se con fíe a D io s, esa person a experim enta
! una libertad cada vez m ayor. E l padre espiritual es una
| person a de libertad y q u ien acude a él se va haciendo
| lib re . N o sólo u n a lib e rtad « d e » , n i sólo lib ertad
« p a r a » , sino tam bién lib ertad « c o n » . Ser libre con
D ios y con los hom bres. A nivel psicológico, eso ga
rantiza una sana patern id ad espiritual, lib era de toda
atadura equívoca, constrictiva y con dicionan te.
124
ritu Santo guiand o, paso a paso, el pensam iento del j*
otro. N o puede ser él la luz que ilu m in a al otro . Ése !
sería u n cam ino que llevaría indefectiblem ente a u n a j
dependencia de él y, p o r tanto, a u n verdadero b lo - ¡
queo en el crecim ien to de la fe. U n padre esp iritu al ¡
no exige que se haga com o él dice sino que se le es- :
cuche y, en la o ració n , se tenga en cuenta lo que ha |
dicho, adm itien do que se puede llegar a una decisión j
totalm ente opuesta a su consejo. Su tarea es p r o p o n e r s
al otro un pensam iento espiritu al que el o tro debe
ten er en cuenta, y en este proceso va m adurando su
m entalidad. Pero sería u n gran e rro r hacer, con h a- 1
bilid ad , que su m an era de pensar sustituya a la d el i
otro. Este riesgo se puede evitar sólo con el d isce rn i
m iento y u n a relació n verdaderam ente espiritual.
O tro e rro r frecuente suele ser el de conm overse |
p o r la persona que sufre y ofrecerle un consuelo e x- I
quisitam ente hum ano, psicológico y paterno. T am bién 1
esto lleva a hacerse depend ien te del padre espiritu al y S
a id o latrarlo . E l padre espiritual n o debe suplantar al j
paráclito, al ú n ico con solador verd adero. *
U n tercer riesgo que se debe evitar es el de ponerse
a discutir dialécticam ente con el otro , haciendo así
que la person a se centre en el padre espiritual y en lo
que él ha dicho o piensa, y no en D ios y su palabra.
E n resum en, hay que evitar todo com portam iento que
lleve a p o n e r al padre espiritual en el centro de aten
ción. A l mismo tiem po, el padre espiritual no debe ser
p u n tilloso con el que acude a él porqu e ésta es tam
bién una manera refinada de atar, de hacer dependiente.
Pero quizá el obstáculo más frecu en te sea el de
perm anecer en el pasado, indagar el pasado de la p e r
sona y quedar atrapado buscando las causas. E l padre
espiritu al n o descuida el pasado, p ero p o n e u n a gran
aten ción en su sign ificad o y m ira y ayuda a m irar el
125
pasado a la luz de la salvación, es decir, del am o r de
D ios. Sob re todo, trata de o rien tar a la p erson a h a-
} cia un fu tu ro realista. O rie n tar hacia adelante. P are
ce sin im portan cia, p ero en u n a E u ro p a que es ya u n
continente senil y m uestra signos de volverse al pasa
do, la apertura al fu tu ro , a la esperanza y a la escato -
logia son realidades urgentem ente necesarias.
126
am or, es sem ejanza de D ios, y D ios pu ede h ablar al
hom bre y revelarse a él en las relaciones y en la c o
m unicación. L a paternidad espiritual introduce al h o m
bre en unas relaciones sanas, y en ellas, sobre todo p o r
el p e rd ó n , em pieza a cam in ar p o r la vía del am o r.
Esa vía, p o r su lógica in tern a, le llevará a C risto , a la
imagen del am or de ese D ios que es una «co m u n id ad »
eterna y perfecta de tres personas.
La paternid ad espiritu al nos ayuda a evitar algunos
dualism os, especialm ente el de distin gu ir y separar la
teología y la reflex ió n del con ten ido person alm ente
vivo del h om b re. « L a verdad cristiana no es una te o
ría abstracta. Es sobre todo la persona viviente de J e
sucristo el S e ñ o r (Jn 1 4 ,6 ) , que, habiendo resucitado,
vive en m edio de los suyos (cf. Mt 1 8 ,2 0 ; Le 2 4
3 5 ) . Por eso, la verdad puede ser acogida, co m p re n
dida y transm itida sólo den tro de la experiencia total
y vital de com u nión, que es person al, concreta y p rá c
tica, y en ella la con ciencia de la verdad se con fron ta
con la vida au tén tica» .48 L a paternidad espiritual n o es
una técnica o u n «sistem a» pastoral. La paternidad es
p iritu al es la actividad apostólica que ya en su m od o
m ism o es u n m ensaje de nuestra fe. La paternidad es
p iritu al es un « m é to d o » y, al m ism o tiem po, revela
ción de u n con ten id o, el contenido de nuestra fe.
127
la oración una actitud. Y o aconsejo m antener esa acti
tud durante el coloquio, repitiendo en su corazón lo
que escucha y contándolo a Dios. A sí se perm anece en
la oración y se evita el peor de los riesgos, que es el de
sentirse protagonista, el de empezar a pensar en lo que
se debe decir, el de com enzar, por tanto, a tratar al otro
como u n objeto de estudio, de investigación. C o n la ac
titud de oración se ejerce también el papel de mediador,
com unicando y confiando a D ios la vida que se está es
cuchando. Así el padre espiritual hace entrar en ese cír -
culo, en esa procesión de com unión a la que el otro
está invitado.
No juzgar
128
pasada. E n este segundo caso, se orientaría a la p e rso
na hacia el pasado, se le centraría en lo negativo, de lo
que, p o r lo dem ás, se es ya consciente, pero im p o ten
te para cam biar. A sí aum enta el sentido de culpa y la
frustración.
129
su total inseguridad, buscan en ellas continuam ente
c o n firm a c ió n y re c o n o c im ie n to . P o r eso, h a b itu a l
m ente se cierran en grupos, donde se encuentran e n
tre semejantes, con dificultades semejantes, no son ca
paces de desarrollar su creatividad y no hacen más que
lam entarse y despotricar del p ro p io destino, que ellos
solos se han p reparado . Estos jóven es están expuestos
a toda clase de m an ipulacion es. La tram pa consiste en
que, creyendo que son autónom os y creativos, al fin al
todos term in an haciendo lo m ism o. E ligen las mismas
formas de rebeldía, de desacuerdo y de autoafirm ación.
T o d os esos fe n ó m e n o s m u estran que el hom b re
que no tiene en sí m ism o u n cam ino abierto hacia la
seguridad in te rio r, el que no tiene la conciencia del
« p a d re » , es víctim a de muchas tentaciones. E l h o m
bre se busca enseguida u n padrastro, que después lo tor
turará y lo despersonalizará. E n el 6 8 , pensadores fa
m osos incitaban a rechazar a los padres y la trad ición ,
e incluso a matar a los m aestros. H oy, en cam bio, nos
encontram os con u n a necesidad tan urgente del padre,
del m aestro y del ideal que se corre el riesgo de e n
tregarse de m anera irracio n al, in fan til y sin d isce rn i
m iento en m anos de cualquiera que se presente con
cierta capacidad de arrastre. Estam os en la época de la
publicidad, donde rein a la ley de lo m ejo r y lo in m e
diato y deslum bran los resultados, pero se tiene poco
sentido de la fatiga necesaría para llevar a cabo una ta
rea. E n ton ces se saltan las etapas y a los pequeños se
les dan alim entos y bebidas dem asiado fuertes. Esto
puede llevar, con el tiempo, a una rechazo total de todo
lo que es religio so. Efectivam ente, im itar a un m aes-
^tro en algunas cosas, que son fruto de su larga asce-
sis y j l e la gracia, puede sign ificar u n suicidio e sp iri
tual. Q u iere decir que no se entien de lo que es el
p rin cip io religioso y se crea, con el raciocin io y la v o
luntad, u n m u n do religioso dentro del p ro p io h o r i
zonte puram en te in m an en te. Es, sin duda, un m u n
do falso.49 P or otra parte, com o herederos de una cu l
tura racionalista, con ceptual —que, sin em bargo, en
su estructura sigue siendo idealista—, se piensa a veces
que no hace falta ten er m aestros, que basta con le e r y
pensar. Pero esa vía lleva a u n inevitable dualism o y,
com o consecuencia, al cansancio, al desánim o y fin a l
m ente al abandono del cam ino e m p ren d id o .50
C o nclu sión
13 1
puede ser el ám bito de una experiencia religiosa au
téntica. E n u n m un do en el que se corre el riesgo de
perm anecer in m ad u ros y superficiales, p o r estar c o n
tinuam ente distraídos, la paternidad espiritual p o d ría
ayudar a la constante profundización y a la madurez que
se expresa en la caridad y el discern im ien to. E n u n
m undo en el que fácilm ente se cae en el in d ivid u alis
mo y el subjetivismo, la paternidad espiritual puede lle
varnos a la aceptación de la objetividad de la vida. E l
hom bre con tem porán eo, cerrado en su subjetivism o,
puede estar de nuevo abierto si se le perm ite entrar en
una relación in terperso n al. Tam bién el oscu recim ien
to de la razón, descrita al p rin cip io del artículo, p a
sará cuando el h om b re esté de nuevo en relación con
el otro y cuando surja en él de nuevo el deseo de c o
m u n icación . T en drem os una ren ovación del intelecto
cuando el intelecto esté en acción en las relaciones
personales con el am or com o luz. E n todo caso, el
hom bre seguirá creándose objetividades aparentes y ab
solutos a su m edida. Pero sólo en la relación podrá lle
gar al con ocim iento del otro com o realidad au tó n o
ma, que es absoluta en sí m ism a, in d ep en d ien tem en
te de que la considere así o no. Si no descubre esta
objetividad, la hum anidad constituye una amenaza para
sí m ism a. L a incapacidad para con ocer la objetividad
quiere decir que, antes o después, la idea de ob jetivi
dad será u n sentim iento m eram ente abstracto, sin p o
sibilidad de que se le tenga en cuenta seriam ente en
la vid a. S in la capacidad de u n a re fle x ió n objetiva,
toda sociedad civil, todo acuerdo o toda ley están m i
nadas, porqu e está m inado el hom bre com o ser de re
laciones y de am or. U n a cultura que no tenga una
verdadera conciencia de la objetividad, en verdad, no es
una cultura, porque no es un diálogo de com unicación.
U na objetividad que no se base en u n con ten ido vital
132
es sólo una construcción racional con la pretensión de
objetividad y caprichosam ente sostenida p o r una apa
riencia científica. L a objetividad, que se basa en la rea
lidad viva de u n a person a absoluta, es una objetividad
real, porqu e debe ten er en cuenta la dimensión, de la
libertad, que es típica del p rin cip io agápico. M ientras
no reconozcam os la objetividad de la existencia lib re
del otro, no podem os hablar de objetividad, sino sólo
de nuestras construcciones m entales más o m enos su
tiles. Solo la objetividad que es person al p o r ser lib re
es una verdadera objetividad. Es verdadera p o rq u e la
razón no la puede con trolar n i la puede com pren d er
con su lógica de deducción. E l reconocim iento de la
libertad y de la im previsibilidad es un reco n o cim ien
to de la objetividad del otro. Y podem os llegar al c o
nocim ien to de esta d im en sión lib re del otro, que nos
puede salvar de la terrib le casualidad lúdica, p o r m e
dio de la inteligencia que conoce en la relación g ra
cias al am or. Si no, nos verem os arrojados a un ju e
go lú d ico , en nuestro p ro p io m undo in terio r, de p a
siones contrarias y de casualidad; en el círculo cerrado
de la vida personal de fam ilias o de equivalentes, d o n
de el otro no será nunca una realidad más que en el
ju ego de la fantasía; en la vida sociopolítica, en la que
la única objetividad será el interés individualista, r e
cubierto a m enudo con u n velo de frases cordiales y
de afirm acion es hum anísticas más o m enos con vin
centes; en la p olítica in tern acion al, en la que el r e
conocim iento recíproco y el acuerdo entre los pueblos
consiste más bien en la peligrosa fantasía de intrigas eco
nóm icas que en la aten ción p o r la realidad del otro .
Por eso, la paternidad espiritual nos educa en la Igle
sia, nos orien ta a la com unidad y nos crea para la c o
m un idad. N os ayuda a aceptar a la Iglesia y a vivir en
ella, en esa Iglesia que cam ina en la historia y en la
i33
vida concreta. Eso supone u n verdadero ren acim ien
to del hom bre y de su cultura en todos sus aspectos:
desde la ciencia al arte, desde la filo so fía a la sim ple
convivencia social. L a relación entendida sobre el fo n
do de la T rin id a d no se puede co n fu n d ir con la re -
lacionalidad intim ista de dos que se m iran . T od a re
lación es verdadera si se abre a la Iglesia, a la h u m a
nidad universal, al D ios trin o .
134
ÍN D IC E
I. L A V ID A E S P IR IT U A L
A c l a r a c io n e s p r e l im in a r e s ........................................ 9
Q ué e s l o e spir it u a l y l a v id a e spir it u a l
135
A lgu n o s c r it e r io s de v e r if ic a c ió n de l a v id a e s p i
r it u a l
II. L A P A T E R N ID A D E S P IR IT U A L :
U n cam ino regio para la integración person al
1. E l contexto ........................................................... 89
2. E l padre espiritual. A lgunas características
indispensables........................................................ 10 2
3 . La obra del padre e s p ir itu a l......................... IIO
4- A lgunas sugerencias para u n encuentro
co n cre to .................................................................. 12 7
5 - E l peligro de los padres espirituales y de
las lecturas espirituales .................................... 12 9
C o n c lu sió n ................................................................. 13 1
136