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4. Dos Quijote pone sus armas sobre la pila en el patio para verlas durante
la noche, pero llega un arriero quien quiere darles agua a sus mulas.
Tiene que mover las armas para acceder a la pila, pero a Don Quijote le
parece una falta de respeto que las toque y afronta al arriero. Éste no le
hace caso y como resultado Quijote le da un golpe en la cabeza con su
lanza. Viene otro arriero a la pila por el mismo motivo y Don Quijote
arremete contra el también. Los compañeros de los arrieros comienzan
a tirarle piedras a Dos Quijote por lo que se enfada aún más.
2. Trabajemos intertextualidad
Segundo capítulo
En tanto, nuestra sociedad, sin dudar son virtudes que deberían inculcarse, no
obstante, no deja de chocar del modo que este compuesto por el sistema social;
enfocado mas al progreso individual, la avaricia y la satisfacción del desarrollo
como comunidad.
“ Cervantes traza en este capítulo, un mapa de los lugares que en este tiempo
congregan a los vagabundos, desalmados y picaros hispanos… casi todos son
sitios o barrios donde lo ilegal circula libremente: así, por ejemplo, los Percheles
de Málaga aluden al lugar, fuera de la ciudad, donde en perchas se ponía a secar
el pescado, oficio que atraía picaros que dedicaban su tiempo de ocio al juego, los
duelos y la bebida. Este lugar se habilito en 1582 para alojar los infectados por la
peste, y donde, dicen los testimonios, morían diariamente entre 200 y 300
enfermos. Las islas de Riarán se refiere a manzanas de casas en Málaga, que
atraían a maleantes para hacer de ellas su guarida. El compás de Sevilla era un
conjunto de casuchas en esta ciudad, también malamente habitadas. En la jerga
de la época, la casa dedicada a actividades non santas era llamada aduana,
berreadero, cambio, campo de pinos, cerco, cortijo, dehesa, guanta o gualta,
manfla, manflota, mesón de las ofensas, montaña, monte, pifla y vulgo. Y no
menos nombres tenían las damiselas de conducta dudosas que las habitaban,
pagando real y medio de alquiler al día: coimas, concejiles, gayas, germanas,
hurgamanderas, izas, maletas, entre otros. Como puede fácilmente concluirse,
eran estos lugares y personas los que difícilmente frecuentaría un verdadero
caballero andante. Tampoco las hazañas de las que presume el ventero se
podrían atribuir a un caballero, pero don quijote parece no darse por enterado.