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La Doctrina Monroe

La Doctrina Monroe representó una severa advertencia a las potencias europeas, al rechazar la
intervención de Europa en los asuntos americanos. En el siglo XX, el presidente Theodore Roosevelt
ampliaba el alcance de esta política y afirmaba el derecho exclusivo de los Estados Unidos a garantizar el
orden en las repúblicas vecinas. Se atribuía así el papel de “policía internacional” y el derecho a interferir
por la fuerza cuando la situación de inestabilidad, desorden o amenaza a los intereses norteamericanos en
el continente lo requiriera. Su esencia se sintetizaba así: “América para los americanos”. La doctrina
pretendía garantizar que ninguna potencia de Europa reclamara territorios en todo este continente. De ese
modo, Monroe advertía que la región quedaba bajo el protectorado exclusivo de Estados Unidos. Esta
doctrina se dio en el contexto de una creciente puja entre los capitales ingleses y estadounidenses para
detentar la preeminencia.

El protectorado en Cuba
Después de la guerra con España, Cuba fue ocupada por Estados Unidos, que designó a un general
norteamericano como gobernador militar de la isla. Y en 1902, Cuba debió aceptar la incorporación en su
Constitución de un documento elaborado por el senador Platt. El texto, conocido como “Enmienda Platt”,
establecía, por un lado, el derecho de Estados Unidos a intervenir en Cuba para la preservación de la
independencia cubana y el mantenimiento de un gobierno “adecuado”. Por el otro, dejaba asentado que
todos los actos realizados por EE.UU. durante la ocupación militar (que duró cuatro años) serían
considerados válidos, es decir, no serían cuestionados. Con el pretexto de garantizar la independencia de
Cuba y su defensa, la enmienda Platt exigía al gobierno cubano ceder la isla de Pinos y la venta o
arrendamiento a los EE.UU. de las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos
puntos determinados de la isla. Así obtuvieron la base de Guantánamo, en el extremo oriental de la isla,
que aún hoy conservan unilateralmente. La enmienda Platt, que significó un verdadero protectorado sobre
Cuba, fue eliminada recién en 1934.

Además, la ocupación permitió consolidar el dominio de las compañías azucareras norteamericanas. Cuba
reportó grandes beneficios: las empresas adquirieron tierras a gran escala e instalaron en ellas nuevos
ingenios modernos y ferrocarriles privados. Además, invirtieron en la producción minera (níquel) y
tabacalera. Se impuso la reducción de los derechos aduaneros a los productos estadounidenses; es decir,
facilidades para ingresar al mercado cubano. Así, algunos magnates extendieron sus negocios a todo el
Caribe; John Rockefeller, por ejemplo, instaló en la isla sucursales del National City Bank.

El canal de Panamá
En 1855, los capitales norteamericanos construyeron el ferrocarril interoceánico en Panamá, que permitió
unir rápidamente ambas costas. En 1903, el presidente Roosevelt alentó un proyecto más ambicioso, la
apertura de un canal que comunicara ambos océanos. Y con este fin, promovió una revolución separatista
de la provincia colombiana de Panamá, para obtener el control exclusivo del futuro canal. Panamá nació
entonces como una débil república, independiente de Colombia y bajo el protectorado norteamericano. La
Constitución panameña de 1904 incorporó una enmienda que garantizaba el derecho de Estados Unidos a
intervenir en cualquier asunto del país para restablecer la paz y el orden, o para proteger su
independencia.

La nueva república quedó territorialmente dividida por la Zona del Canal, bajo control extranjero, y cedida
a perpetuidad. La construcción del canal representó una gigantesca obra de ingeniería: llevó una década
unir los dos océanos, y miles de trabajadores trasladados a la zona murieron a causa de las habituales
enfermedades tropicales, especialmente las epidemias de fiebre amarilla. La travesía del canal, que tiene
unos 82 km de largo, permitió a Estados Unidos la comunicación directa entre sus dos costas, acortando las
distancias por mar entre Nueva York y San Francisco, California. Los buques tardan nueve horas en
atravesar el sistema de esclusas que regulan el caudal de agua y permiten elevar las embarcaciones, para
salvar el desnivel del mar entre el Caribe y el océano Pacífico. En 1914, un buque de bandera
estadounidense atravesó el paso interoceánico por primera vez.

El control del canal modificó la estrategia norteamericana y dio un nuevo impulso a su política imperialista
en el Caribe. La posesión del canal de Panamá fue el símbolo más evidente del neocolonialismo
norteamericano.

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