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1.

PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS 1 del libro “Jesús de Nazaret, síntesis de cristología bíblica” de Sergio
Armstrong, páginas 5 a 26

Introducción

Jesús fue un judío de esa época y sus interlocutores también. Para entender las palabras y las
actitudes de Jesús debemos dejar por un momento nuestro presente y realizar un viaje al pasado. Es
necesario introducirse en las condiciones económicas, religiosas, políticas, culturales, del pueblo al
que pertenecieron tanto Jesús como sus discípulos, sus seguidores y detractores.

El orden que seguirá la exposición será el siguiente: en primer lugar, pondremos nuestra
mirada en la geografía palestinense, particularmente en su aspecto económico (geografía económica);
en segundo lugar, nos detendremos en las instituciones políticas; en tercer lugar, en las instituciones
religiosas; en cuarto lugar, en la sociedad judía (oficios, clases sociales); y finalmente en los grupos
religioso-políticos.

1.1. Geografía económica

1.1.1. Palestina 2

La vida de Jesús se desarrolla en la tierra dada por Dios a su pueblo: Palestina (que
corresponde más o menos al Israel actual). Ésta es una angosta franja de tierra que tiene la forma de
un trapecio (ver figura 1: Palestina en el Mundo), cuya base inferior mide unos 100 kms y la superior
unos 50; su altura es de unos 220 kms. (figura 2: Palestina físico A). El mediterráneo lo limita al oeste
y el valle del Jordán (una profunda hendidura o falla geológica) por el este. Para los efectos de esta
presentación dividiremos el territorio palestinense en tres franjas imaginarias y paralelas: a) la costa,
b) la montaña central, c) el valle del Jordán (fig. 3: Palestina Físico B). Las presentaremos
recorriéndolas de norte a sur.

a) La zona costera. La costa palestinense es suave y arenosa, formando en algunos lugares amplias
dunas. El único puerto natural es el formado al pie del Monte Carmelo 3 (de hecho,
1En este capítulo he utilizado ampliamente SAULNIER,Ch. – ROLLAND,B. “Palestina en tiempos de Jesús”, Verbo Divino, Estella,
(Navarra), 1993. Para ampliar esta mirada se puede consultar:
- GONZÁLEZ,J. – ASURMENDI,J. – GARCÍA,F. –ALONSO,L. – SÁNCHEZ,J.M. –
TREBOLLE,J. “La Biblia en su entorno”, en INSTITUCIÓN SAN JERÓNIMO, “Introducción al estudio de la Biblia”, tomo 1, Verbo
Divino, Estella, 1990, pp. 335-365
- GEORGE,A. – GRELOT,P. (dir.), “Introducción crítica al NT”, tomo 1, Herder, Barcelona, 1983.
Pp. 83-350.
- VVAA. "Enciclopedia de la Biblia". Verbo Divino, Estella, 1983
- JEREMÍAS,J. “Jerusalén en tiempos de Jesús”, Cristiandad, Madrid, 1985
- LEIPOLDT,J. – GRUNDMANN,W., “El mundo del NT”, vol. 1, Cristiandad, Madrid, 1973.
Puede verse también la obra de FLAVIO JOSEFO, historiador judío contemporáneo de Jesús, que describe ampliamente los
acontecimientos de la época: “Antiguedades judías” (Ed. CLIE, 3 vols. Terrassa, 1989) y “La guerra de los judíos”, (Ed. CLIE, 2
vols.,Terrassa, sin año)

2 Basado, con algunas modificaciones, en PEREZ-COTAPOS,E. “Introducción a la Biblia”, Eds. Paulinas, Stgo., 1978, pp. 16-17
3 546 metros de altura
los únicos puertos que tuvieron los judíos fueron los de Jafa y Cesarea; este último construído poco
antes de Jesús). Esta realidad mantuvo a Israel siempre alejado del mar, que fue visto más como un
peligro potencial que como un campo de trabajo.

b) La montaña central. Con este nombre se conoce la zona comprendida entre la llanura costera y
el valle del Jordán. Al recorrerla de norte a sur se puede distinguir en ella las siguientes secciones
(figura 4: Palestina en tiempos de Jesús):

- Galilea: Situada en el norte, es una zona de colinas suaves y fértiles, intensamente cultivadas y con
mucha población. En la época de Jesús, Galilea concentraba la mayor cantidad de habitantes de Israel,
los que habitaban en pequeñas aldeas. Es lugar en donde Jesús desempeña la mayor parte de su
ministerio. Al sur de Galilea, y separándola de Samaria se encuentra un fértil valle conocido como
llanura del Esdrelón o Valle de Yisreel. Es la mejor zona agrícola de Palestina.

- Samaria. Constituye el corazón geográfico del país. Una territorio montañoso que se levanta al sur
de Yizreel. En el sector norte, o “baja Samaria”, hay pequeños valles fértiles entre las montañas.

- Judea. Es una región de montañas más altas y secas. En el centro de esta zona se encuentra la
ciudad de Jerusalén. Hay un fuerte contraste entre el sector occidental (hacia el Mar Mediterráneo)
y el sector oriental (hacia el Jordán) . El primero tiene sectores más planos y recibe lluvias que
permiten una agricultura no despreciable. El segundo es abrupto y seco, hasta el punto de ser conocido
como el “Desierto de Judá”.

c) El valle del Jordán (fig. 3: Palestina Físico B). El río Jordán tiene su origen en una serie de arroyos
que nacen en las laderas del monte Hermón (2.814 mts) y que se reunen en el pantano Hulé, que se
encuentra a 2 mts. sobre el nivel del mar. Saliendo de éste, el Jordán baja rápidamente hasta llegar al
lago de Genesaret (o lago-mar de Tiberíades, o mar de Galilea; 212 mts. bajo el nivel del mar). Este
lago tiene 21 kms. de largo por 10,5 kms. de anchura máxima. Sus aguas son cristalinas y con
abundante pesca (en ellas se desarrollan todas las escenas de pesca de los evangelios). En su sector
occidental hay una amplia y fértil llanura que fue muy cultivada y habitada desde la antiguedad. Allí
se ubican muchos de los pequeños pueblos a los que hacen referencia los evangelios. El lado oriental
es seco y árido, con laderas abruptamente cortadas; una región casi deshabitada.

Del sur del lago renace el río Jordán, bajando hasta llegar al Mar Muerto. Debido a los
numerosos meandros del río, se forma una tupida vegetación que contrasta con la sequedad del valle,
rodeado de secas montañas.

El Jordán desemboca y termina en el Mar Muerto. Este es un lago que se encuentra a 392
mts. bajo el nivel del mar. Por lo mismo, carece de desagüe, manteniendo un alto nivel de
evaporación. Esta especial característica ha elevado tanto la salinidad de sus aguas que es imposible
la vida en ellas; de ahí proviene su nombre. Los sectores adyacentes a él lago son muy desérticos.
1.1.2. La agricultura

Las lluvias caen prácticamente entre noviembre y marzo, un poco en octubre y abril, mientras
que el verano es completamente seco. El relieve hace que el agua corra rápidamente sin penetrar en
la tierra, muy pobre en arcilla, que no puede conservarla.

El trigo y la cebada constituyen la base de la alimentación y se cultivan casi en todas partes,


pero especialmente en Galilea. Los higos son fundamentales para la alimentación. El olivo está muy
extendido en toda Palestina. De él se extrae el aceite para las lámparas y para la cocina. La viña crece
sólo en Judea y es de buena calidad. Existe abundancia de frutas y legumbres. Se trata de un país rico
en árboles. La ganadería se reduce prácticamente a las ovejas y corderos.

1.1.3. La industria

En primer lugar está la pesca, de gran importancia para la alimentación diaria. Es intensa en
la costa mediterránea, en el Jordán y sobre todo en el lago de Tiberíades. La construcción está en
pleno apogeo (el Templo y nuevas ciudades), lo que contrasta con la pobreza de las casas de la gente
sencilla de Israel: de una sola pieza (a la que se podía agregar otras habitaciones a medida que se
prosperaba económicamente), de adobe; con techo de vigas, ramas y barro (“el terrado”, sobre el cual
transcurre buena parte de la vida de la familia). Los ricos tienen casas al estilo romano, con múltiples
habitaciones alrededor de un patio.

Son importantes la hiladura y la fabricación textil (lana), la industria del cuero y la


alfarería.

Basta todo lo dicho aquí para descartar una imagen muy frecuente entre nosotros: la de que
la Palestina de Jesús era un territorio pobre y semi-desértico. En realidad, ella producía más que lo
suficiente para las necesidades de la población. Sin embargo, en Israel reinaba la pobreza. Las causas
de esta paradoja aparecerán en los apartados siguientes.
Figura 4: Palestina político

(DOWLEY,T., “Atlas Bíblico Portavoz”, Portavoz (Kregel), Michigan, 1991)


Fig. 5: Imperio Romano
1.2. Las Instituciones Políticas.
Entender la constitución y el modo de operar de la autoridad política en la Palestina
de tiempos de Jesús no es fácil. En primer lugar, porque es necesario desprenderse por un
momento de la mentalidad moderna, que distingue claramente los ámbitos político y
religioso. En el siglo primero 4, estos campos no están diferenciados: las autoridades
políticas son a la vez autoridades religiosas, así como los movimientos religiosos son
también partidos políticos. En segundo lugar, el poder político (y el religioso) es compartido
por varias autoridades. Durante el ministerio de Jesús, por ejemplo, gobernaba en Galilea
el rey Herodes, en Judea y Samaría estaban el gobernador romano (“Poncio Pilatos”), y en
Judea (además del gobernador) el Sanedrín, con el Sumo Sacerdote a la cabeza.

1.2.1. Antecedentes previos: el Judaísmo.

Para comprender bien cómo y por quienes estuvo gobernado el pueblo judío en la
época de Jesús hay que recoger los antecedentes de la dominación romana. Ésta se impuso
después de la de otros imperios (persa, helenístico, romano) en el período que denominamos
“Judaísmo”.

Por tal entendemos la época que va de los años 538 a.C. al 135 d.C., posterior al
exilio en Babilonia. Una vez que el pueblo retorna a su tierra ya no vuelve a recuperar su
independencia política. La mayoría de los judíos vive fuera de Palestina, y una minoría en
Judea y Galilea, lo cual plantea con agudeza el problema de no perder la propia identidad
como pueblo. Para evitar la disolución, se propone como elementos cohesionadores el
Templo y la Ley: En un primer momento, Israel se comprende a sí mismo ante todo como
una comunidad cultual en torno a Jerusalén. Sin embargo, la asistencia continua al Templo
es imposible para aquellos judíos que viven fuera de Palestina. Por ello, finalmente, terminará
siendo la Ley el elemento aglutinador fundamental. Este acento en la Torah (nuestro actual
Pentateuco) es el rasgo más típico del Judaísmo, y allí estará su fuerza y su debilidad.

Los romanos gobernarán Palestina entre el 63 a.C. y el 135 d.C. Mantendrán como
monarcas “títeres” a los reyes judíos de la “dinastía herodiana”, que tendrán un escaso poder
real pero que darán a los judíos una sensación de cierta independencia. En el año 66
d.C. se inicia una rebelión judía para lograr la libertad de Israel . Sin embargo, después de
unos primeros éxitos, ella termina con la destrucción del Templo de Jerusalén y la derrota
total en agosto del año 70 (sólo resistió la fortaleza de Masada hasta el año 72). El año 132
se inicia una segunda sublevación, encabezada por Simeón Ben Kosebá, que termina con la
derrota definitiva de los judíos en el 135. A partir de esta fecha el emperador romano les
prohibe vivir en Palestina.

4
Y en toda la Antiguedad.
1.2.2. Herodes el Grande (37 a.C.- 4 d.C.) y sus sucesores

Para comprender el modo como estaba distribuida la autoridad en la Palestina de


tiempos de Jesús es necesario remontarse a Herodes el Grande, antecesor de Herodes Antipas,
que gobierna durante el ministerio de Jesús.

La política de Herodes fue siempre de un gran oportunismo: sabiendo que no era


lo suficientemente poderoso para sacudirse el yugo romano y que no tenía arrastre popuñar
como para prescindir de su apoyo, intentó siempre complacer a Roma por encima de todo.

El afecto de Herodes por la civilización griega se tradujo en su gusto por las


grandes construcciones, los juegos y los espectáculos. En el aspecto económico su reinado
fue bastante próspero.

El final de su vida estuvo ensombrecido por las disputas por su sucesión (ver figura
4: Palestina en tiempos de Jesús). Después de varias sublevaciones de sus hijos (a los que
ejecutó sin misericordia) dejó a Arquelao (4 a.C. - 6 d.C.) como rey de Judea y Samaria,
y a Herodes Antipas (4 a.C. - 39 d.C.) como rey de Galilea. Arquelao no duró mucho
tiempo como gobernante: escandalizó a todos al casarse con una princesa capadocia, esposa
anterior de Alejandro; además una legación de judíos y samaritanos lo acusó ante Augusto
de cruel y brutal. En el año 6 d.C. el emperador lo depuso y lo desterró a las Galias; Judea y
Samaria quedan a cargo de un procurador romano.

1.2.3. Los procuradores

El procurador (o gobernador) era un funcionario que dependía del gobernador de


la provincia de Siria, quien tenía la mayor parte de las tropas romanas (el procurador contaba
con una especie de policía). A pesar de lo anterior, era representante directo del emperador y
reunía en sus manos los poderes civiles, militares y judiciales. Aunque es objeto de
discusión, parece ser que sólo él tenía las facultades para condenar a alguien a la pena de
muerte.

La principal función del procurador era el cobro del impuesto, lo que iba en contra
de las más importantes convicciones del pueblo judío. Cuando el legado de la provincia de
Siria organizó un censo (Lc 2,1-2) a comienzos del siglo I, realizó con él un catastro de
personas y propiedades en vistas a la tributación. En el fondo, se estaba reconociendo a los
judíos el uso y gestión de la tierra pero no el derecho de propiedad, que se considera
perteneciente al Imperio. Y, precisamente, una de las más caras convicciones religiosas del
pueblo judío era el que Yahveh les había dado la tierra en herencia, en cumplimiento de las
promesas dadas a Abraham.

Pero no sólo el hecho del impuesto constituyó una afrenta sino que la cantidad y el
modo del cobro produjo un empobrecimiento general. El cargo de jefe de cobradores de
impuesto (o jefe de “publicanos”) era rematado en subasta pública y lo obtenían algunos
judíos ricos (los “ancianos”, que veremos más adelante). Éstos organizaban el cobro
contratando funcionarios (los“publicanos”) y con el apoyo de las tropas romanas. A estos
jefes, el Imperio les exigía una cantidad fija (su fortuna personal garantizaba el pago
completo), pero a menudo ellos cobraban más a un pueblo que con frecuencia no conocía con
exactitud lo estipulado por la ley. Como consecuencia, los “publicanos”, eran considerados,
a la vez, estafadores públicos y traidores a la patria. A ello se agregaba su carácter de
“impuros”, ya que su contacto con extrangeros los inhabilitaba para el culto 5.

1.2.4. El Sanedrín

El Sanedrín era la corte suprema de Israel. Se trataba de un consejo que asesoraba al


Sumo Sacerdote, jefe supremo de la nación, quien lo presidía. Como corte de justicia,
juzgaba los delitos contra la Ley, fijaba la interpretación de la misma y controlaba
finalmente toda la vida religiosa. Asumía, por lo tanto, también funciones ejecutivas 6. De
hecho contaba con una policía propia. Se discute si tenía atribuciones para condenar a muerte.

El Sanedrín funcionaba en el recinto del Templo y constaba de 71 miembros: los


sumos sacerdotes depuestos, los sacerdotes de rango superior (llamados en los evangelios
con cierta imprecisión “jefes de los sacerdotes” o sumos sacerdotes”), los senadores o
ancianos y, cada vez más, escribas. (Más adeltante se verá qué son cada uno de estos
grupos).

En los pueblos existen “pequeños sanedrines”, que juzgan las causas y hacen en
alguna medida de autoridad religiosa y política. Están compuestos a menudo por sacerdotes
y escribas.

1.3. Las instituciones religiosas

Por instituciones religiosas nos referimos al Templo ya a la Sinagoga. Es necesario


recordar la consideración con que comenzábamos el punto anterior: en esta época no se
distinguen los ámbitos religioso, político, social y económico: todo está vinculado. Por
tanto se trata aquí de instituciones en que se dan todos estos aspectos.

1.3.1. El Templo

a) Qué es El Templo (que ocupaba en esta época un quinto de la ciudad de Jerusalén) era el
centro de la vida de Israel.

Físicamente, se trata de una gigantesca construcción de unos 480 mts. de largo por
unos 300 de ancho compuesto de un muro que lo rodea, de varios patios y de un edificio
central techado en forma de cubo, de unos 50 metros de alto, ancho y largo (su altura equivale
a un edificio de 15 pisos). Su patio más externo se llamaba “atrio de los gentiles”: allí estaba
instalados los comerciantes,
5
ETCHEGARAY,H. “La práctica de Jesús”, CEP, Lima, 1981, pp. 71-72.
6
La Ley (o Torah), no sólo regula el ámbito religioso sino todos los aspectos de la vida,
incluyendo el político.
que vendían bueyes, corderos, palomas, aceite y harina, necesarios para el culto. También
estaban los cambistas, que proporcionaban la moneda del Templo, ya que al interior del
recinto no se podía usar la divisa romana. Atravesando un muro se podía acceder al “patio de
las mujeres”; más adentro (también amurallado) estaba el patio de Israel y luego el de los
sacerdotes, en cuyo centro estaba el altar de los sacrificios. Frente a este último patio estaba
el “Santo”, el edificio central en forma de un perfecto cubo, del que hemos hablado. En el
interior, existía una sala separada por una cortina; la parte que estaba junto a la entrada
contenía el altar de los perfumes, la mesa de los panes de la proposición o de la ofrenda, y el
candelabro de los siete brazos. Cruzando la cortina estaba el “Santo de los santos”, el lugar
más sagrado del Templo, que antes contenía el “Arca de la Alianza” (extraviada durante el
Exilio), y que ahora estaba vacío.

b) El culto

El culto que tenía lugar en el Templo consistía en quemar animales enteros


(holocaustos) o al menos sólo sus vísceras y su grasa (sacrificios por el pecado y sacrificios
de comunión) como una forma de hacerlos pasar del ámbito humano al divino. Lo único que
no se quemaba era la piel, que se convertía en propiedad de los sacerdotes. Todos los días se
inmolaban dos corderos como “sacrificio perpetuo”: uno en la mañana y otro por la tarde. En
el resto de la jornada se sucedían los sacrificios privados.

El israelita que quería ofrecer un sacrificio empezaba comprando, en el “patio de los


gentiles”, el animal o los animales que deseaba ofrecer, así como la harina y el aceite
necesarios para la ofrenda. Luego cruzaba el “patio de las mujeres” y llegaba al “patio de
Israel”. Se presentaba a un sacerdote, reconocible por su vestidura especial (traje de lino
blanco). Éste le llevaba entonces a través del patio de los sacerdotes (que se podía atravesar
en esas circunstancias), hasta el pie del altar. El pontífice (probablemente con ayuda del
oferente) degollaba a la víctima, lo despojaba de su piel, despedazaba y utilizaba cada uno
de los trozos según las prescripciones de la Ley. Estos ritos iban acompañados de plegarias
y bendiciones que no conocemos. Una mujer o un no-judío (esto es, un “gentil) podían
también ofrecer sacrificios, pero les estaba prohibida la entrada en los patios interiores, en
cuyo caso la ofrenda la realizaba a solas el sacerdote.

c) Los “círculos de santidad”

Hemos hablado hasta ahora de patios y sitios que establecen límites muy precisos.
Estas delimitaciones se basan, más profundamente, en la concepción judía de la santidad.
En términos simples, se puede decir que, para Israel, sólo Dios es el “Santo”, esto es, el puro,
el separado, el perfecto; por naturaleza, el hombre y la creación en general son lo “profano”,
esto es, lo impuro, lo vulgar, lo imperfecto. Por simple proximidad o contacto, cada uno es
capaz de comunicar una parte de lo que es; por eso, el hombre puede comunicar su impureza
a su semejante, pero no su santidad. Dios, al contrario, comunica su santidad a todo lo que se
le acerca, una santidad cada vez más difusa y más débil a medida que uno se aleja de Él.
Podría representarse esto bajo la forma de unos círculos concéntricos.
En el centro está el lugar sagrado por excelencia, el Santo de los santos; viene luego
el Santo, en donde pueden penetrar sólo los sacerdotes; después el patio de los sacerdotes, en
el que sólo pueden entrar éstos (y el varon adulto que va a ofrecer un sacrificio, mientras éste
dure). Al patio de Israel sólo los sacerdotes y los varones adultos; al de las mujeres, los
nombrados anteriormente más las mujeres y los niños. Por último, está el patio de los gentiles
en donde pueden ingresar todos los anteriores y los paganos. Quebrantar los límites debidos
implica romper el equilibrio querido por Dios, lo que se castiga severamente. Como puede
verse, se está considerando más “santas” a ciertas condiciones por sobre otras: es más “puro”
el hombre que la mujer, el judío que el gentil, el adulto que el niño, el sano que el enfermo.
Por ello, es muy justo decir que el Templo, junto con ser la institución que cohesiona a Israel,
es también una permanente fuente de exclusión y discriminación.

d) Variedad de funciones

Finalmente, no es posible hablar del Templo sin hacer presente la variedad de


funciones que éste cumplía al interior de la vida de Israel. Era, a la vez, banco y mercado,
sede de la autoridad política y centro de la vida religiosa. Lo primero, porque era la
principal fuente de ingresos del país; provenientes de donaciones, del comercio de lo que
quedaba de las víctimas, de los impuestos (existía un impuesto especial a favor del Templo),
del perdón de votos y promesas, de la gestión de sus bienes inmoviliarios, etc. El tesoro del
Templo se empleaba parcialmente para los gastos de mantenimiento de la ciudad, así como
en diversas operaciones financieras. Era el principal consumidor de productos del país.
Estaba vinculado también a la toma de decisiones políticas, ya que en su interior funcionaba
el Sanedrín, con el Sumo Sacerdote a la cabeza.

1.3.2. La Sinagoga

Eran “casas de oración” situadas en cada pueblo judío (o ciudad del Imperio en
donde hubiera un número importante de ellos). En ellas todos los sábados se leía la Palabra
de Dios (el Pentateuco y los Profetas), se rezaban algunas oraciones y se realizaba un
comentario bíblico. En principio cualquier judío adulto podía efectuar esto último; sin
embargo, pocos se atrevían a hacerlo. En la práctica, este rol lo asumen los escribas (que
veremos más adelante).

1.1.4. La sociedad judía: Nos centraremos sobre todo en los principales oficios y clases
sociales.

1.1.4.1. Los sacerdotes

Debido a la centralidad del Templo, los sacerdotes eran consideraros la nobleza por
excelencia en Israel. Su oficio consistía en realizar los sacrificios, lo que lo convertía en un
verdadero “carnicero” (ver arriba lo dicho sobre el culto del Templo). Provenían de la antigua
tribu de Leví, y por tanto existían “familias sacerdotales”. Se llega a ser sacerdote en forma
hereditaria, por transmisión de padre a hijo. Para tener una idea de su condición económica
es muy importante distinguir entre “sumos sacerdotes” y sacerdotes de rango común.
a) El “sumo sacerdote”.

Cuando aparece en singular (el “sumo sacerdote”) se trata del principal líder de la
sociedad judía. Al regreso del exilio, como ya no hay rey, se convierte en la primera
autoridad. Era el responsable de la Ley y del Templo; presidía oficialmente el Sanedrín.

Por sus funciones gozaba de una gran dignidad y a la vez de una situación económica
muy confortable. El Templo era para él una buena fuente de ingresos, que, a menudo,
aumentaba mediante abusos, de ahí su impopularidad. Se mostraba demasiado sumiso al
poder romano.

b) Los “sumos sacerdotes”

El término “sumos sacerdotes” o “jefes de los sacerdotes” en los evangelios es poco


preciso. A veces designa a los sumos sacerdotes retirados, otras veces a ciertos cargos de
responsabilidad en el Templo (repartidos cuidadosamente entre personas de la familia del
sumo sacerdote); también designa a los pontífices de alto nivel que integran el Sanedrín. Su
situación económica era muy buena.

c) Los sacerdotes de rango común

Eran unos 7.000 y se encargaban de ofrecer los sacrificos cotidianos o extraordinarios


del Templo. Sin embargo, no se necesitaba tanta gente para atender estas necesidades; por
eso estaban dividos en 24 clases o equipos, que iban sirviendo por turno en cada semana. Así,
pues, cada sacerdote ejercía su sacerdocio en el Santuario cinco semanas al año. El tiempo
restante no tenía nada que hacer más que sentarse de vez en cuando como consejero en el
tribunal del pueblo en donde residía, cuando había que juzgar un caso que requería la
presencia de un pontífice. Debido a esta situación, el clero era en general pobre.

d) Los levitas

Originarios también de la tribu de Leví, eran empleados del Templo. Estaban


divididos en dos grupos: los levitas músicos, que animaban la liturgia con sus cantos y sus
instrumentos musicales, y los levitas porteros, que mantenían y limpiaban el Santuario, y
controlaban el acceso a los diversos patios (realizando la función de una verdadera policía:
la “guardia” que va a detener a Jesús en el huerto de los Olivos)

1.4.2. Los ancianos

Nos referimos aquí a los que componen el Sanedrín. Son los jefes de las principales
familias laicas de Israel. Se trata de grandes latifundistas y comerciantes. Están muy
vinculados al Templo y a los sumos sacerdotes. Son saduceos (ver más adelante). Están
también muy ligados al poder romano, que había sabido atraérselos entregándoles los cargos
de consejeros y dándoles por tanto algún poder. Muchos de ellos son jefes de cobradores de
impuesto.
1.4.3. La clase media

Casi no tenemos datos de esta clase social de comerciantes y de artesanos. En general,


su prosperidad dependía del Templo. Los trabajos de los artesanos (panaderos, sastres,
perfumistas, etc.) parece que estaban muy bien pagados. Algunos se especializaban en
recuerdos para los peregrinos o en objetos de lujo, que solían venderse abundamentemente
durante las fiestas. Estaban además los encargados de acoger y albergar a los peregrinos en
posadas y casas de comida, y de proporcionarles transporte y venta de las cosas necesarias.

1.4.4. El pueblo

Hay que incluir aquí a los pequeños propietarios de tierras, grupo duramente golpeado
por la ocupación romana, debido a los impuestos. Muchos quebraron y debieron trabajar
como jornaleros.

Este último era un campesino que era contratado día a día para trabajar en un campo,
por un denario, lo indispensable para alimentarse él y su familia. Si se enfermaba, caía en la
más absoluta miseria.

Al final de la escala social están los mendigos y los esclavos.

1.4.5. Los escribas (Rabinos, maestros de la Ley, legistas)

Los escribas eran “expertos en la Sagrada Escritura”, esto es, en casi todos los
libros que componen nuestro “Antiguo Testamento”. Los rabinos dominaban no sólo el texto
sino también los principales comentarios de los maestros más importantes sobre el mismo.
Es importante resaltar que la Escritura (llamada la “Ley y los Profetas”) contenía todo el
saber de la época: era un compendio de enseñanza no sólo religiosa sino también política,
social, pedagógica, científica, etc.; de manera que el maestro era una especie de “sabio
universal” muy apreciado a la hora de pedir un consejo.

Se llegaba a ser rabino por esfuerzo propio o “siguiendo” un maestro. En este


último caso, significaba vivir con él, aprender de su forma de ser y de sus lecciones. A
menudo el prestigio de un escriba dependía de quien había sido a su vez su maestro.
Precisamente porque ser rabino era un oficio que no se heredaba (como el sacerdocio) sino
que se accedía a él por el esfuerzo, existían maestros de todas las clases sociales. También
los había de todos los grupos político-religiosos; sin embargo, la mayoría eran fariseos.

Este oficio se ejercía de preferencia en la Sinagoga, particularmente en el día


“sábado”. Pero también, integraban los tribunales de cada pueblo (los “pequeños
sanedrines”).

Sólo los maestros de la Ley altamente calificados podían transmitir y recrear la


“tradición oral”. Ésta era un conjunto de comentarios que actualizaban la Ley aplicándola
a situaciones concretas y suplían sus vacíos 7. De hecho, esta tradición llegó a constituir una
verdadera maraña de nuevas normas que intentaban prever todas las situaciones de la vida
para hacer en todo momento la voluntad de Dios. Llegó a ser una pesada carga para el pueblo
y por eso Jesús la criticó duramente.

Los maestros gozaban de gran prestigio ante el pueblo por su sabiduría y estilo de
vida. Muchos debieron trabajar en otro oficio para cubrir sus necesidades. La mayoría debió
vivir en condiciones de verdadera pobreza. Jesús fue considerado como rabino por la gente,
denominación que él aceptó; sin embargo, cómo veremos más adelante, las direrencias entre
Jesús y los maestros fueron bastante importantes.

1.5. Los grupos religioso-políticos

El Judaísmo se acomodaba bastante bien a las divergencias más o menos importantes


de sus miembros con tal de que mantuvieran unas cuantas verdades esenciales y ciertas
prácticas. Esto explica la multiplicidad de tendencias que existía en la época de Jesús (no
bien reflejadas en los evangelios, que fueron compuestos después de la crisis del año 70 d.C.,
de la que sobrevivieron sólo los fariseos).

Como en la sociedad palestinense los ámbitos religioso, político y cultural, están


profundamente entrelazados, estamos entonces ante grupos que son una mezcla de lo que hoy
serían movimientos religiosos y partidos políticos.

1.5.1. Los saduceos

Los saduceos eran un grupo estrechamente ligado a los sumos sacerdotes del Templo
(y a los ancianos). Se trataba de gente de fortuna, que llevaba una vida de lujos.

Aceptaban como Palabra de Dios sólo el Pentateuco, sospechaban de los profetas y


prescindían de los otros “escritos” (nuestros actuales “libros poéticos y sapienciales”). Por lo
mismo, rechazaban las “nuevas doctrinas” bíblicas, como la de la espera del Mesías y la
resurrección de los muertos.

Del Pentateuco tomaban la antigua “doctrina de la retribución”, esto es, la de que


Dios recompensa en esta vida con salud, bienes, numerosos hijos, larga vida, etc. a los que
son fieles a la Alianza; y, por el contrario, con enfermedad, pobreza, infertilidad, etc. a los
que no lo son. Esta doctrina servía a los saduceos para justificar su estilo de vida
considerándolo un claro signo de su santidad y bendición divina.

Los saduceos era muy estrictos en el cumplimiento de la Torah al interior del Templo,
en las normas cultuales, pero bastante “laxos” en lo relativo a los demás ámbitos. Por eso, a
menudo vivían de forma muy parecida a las autoridades romanas.

7
La tradición oral con el tiempo fue adquiriendo el status de “Torah oral”, paralela a la Ley
escrita y con la misma autoridad (actualmente es la “Mishná”).
Como la riqueza y el poder de este grupo está bastante ligado al Templo, los saduceos
rechazaron todo lo que pudiera ponerlo en peligro (y lo que amenazara, por lo tanto, su
alianza con los romanos). Su mayor temor era la espera mesiánica y las posibles
sublevaciones que ella podía acarrear. Bajo esta luz son significativas las razones que tuvo
el Sanedrín (controlado por los saduceos) para condenar a muerte a Jesús: “¿Qué hacemos?
Este hombre (Jesús) está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda
la gente creerá en él; entonces, las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán
nuestro Templo y nuestra nación” (Jn 11,47b-48).

1.5.2. Los esenios y “qumranitas”

Su conocimiento se debe en gran parte al descubrimiento de los “manuscritos del


Mar Muerto” a partir de 1947. Pero antes, sabíamos de su existencia por el historiador judío
Flavio Josefo 8.

Flavio Josefo nos presenta a los esenios con los siguientes rasgos:

- viven en comunidades en donde se practica la fraternidad y la propiedad común de


todos los bienes;
- la mayoría renuncia al matrimonio acogiendo la vida célibe;
- habitan en diversas ciudades;
- envían ofrendas al Templo, pero no hacen sacrificios en él;
- algunos de sus miembros son sacerdotes
- son muy aficionados a los baños como rito de purificación;
- siguen rigurosamente la Torah y creen en los profetas;
- creen en la inmortalidad del alma, los ángeles y el juicio final.

Aunque los manuscritos de Qumrán no son claros al respecto, pareciera que un grupo
al interior del movimiento esenio rompió con él por cuestiones relativas al calendario
litúrgico y a las purificaciones, y se retiró a vivir en el desierto de Judá, a orillas del Mar
Muerto, a la espera del Mesías. A esta secta (que llamaremos, para mayor claridad,
“qumranitas”) pertenecen los textos encontrados en ese lugar 9.

En los esenios y qumranitas tuvo amplia acogida esa forma tan peculiar de ver las
cosas que hoy llamamos “apocalíptica”10. Se trata a la vez de un “género literario”,
caracterizado por un lenguaje que constituye una verdadera red de símbolos (cuyo mejor
ejemplo probablemente es Daniel 7) y una “visión del mundo”; detengámonos un poco en
esta última.

8
FLAVIO JOSEFO, “Las guerras de los judíos”, libro 2°, cap. 7, CLIE, Barcelona, 1990,
tomo 1, pp. 217-224. FLAVIO JOSEFO, “Antiguedades de los judíos”, libro 18, cap. 1°, n°
5, CLIE, Barcelona, 1998, tomo III, pp.227-228
9
Es la hipótesis de Florentino García Martínez, el principal estudioso de Qumrán de habla
hispana. Es recomendable para una visión más exacta y extensa leer el n°19 de la revista
“Reseña Bíblica” (Ed. Verbo Divino, 1998) dedicado enteramente al tema. Particularmente
interesante es el artículo de GARCÍA MARTÍNEZ,F. “Los manuscritos de Qumrán y el
Judaísmo”. Para leer directamente los textos se puede recurrir a GARCÍA MARTÍNEZ,F.
“Textos de Qumrán”, (Ed. Trotta, Madrid, 1993).
10
Presente también, aunque en menor grado, en los fariseos y zelotas
La Apocalíptica concibe la realidad como dividida en dos planos: el celeste y el
terreno. En el primero suceden en forma anticipada los grandes acontecimientos (“misterios”)
que tienen en la tierra una especie de reflejo tardío. Así por ejemplo, en Dn 7, la lucha celestial
de enormes monstruos se traduce en la tierra en el auge y caída de grandes imperios; en otros
textos, el combate de Dios y sus ángeles en contra de Satanás y sus demonios traerá consigo
la victoria de los justos sobre los injustos.

Para los hombres no es posible saber lo que ocurre en el cielo ya que existe un “velo”
que lo impide. Sólo al “vidente apocalíptico” le es dado contemplar el mundo celestial por
algunos momentos; se le “quita el velo” (=apocalípsis) que lo cubre. Esto permite, entonces,
a este mediador contemplar los “misterios” y pronosticar con certeza lo que va a ocurrir en
el futuro 11.

En los “ultimos tiempos” (los apocalípticos siempre creían estar en ese momento) la
victoria final de Dios no se refleja aún en la tierra. Dios reina arriba (“Reino de Dios”) pero
en la tierra los injustos (los gentiles y los que no cumplen la Torah) oprimen a los justos.
Ellos presentan el momento presente como el más duro, al que seguirán pronto todo tipo de
catástrofes cósmicas. Sin embargo, todo esto es signo de que vendrá la lucha final de los
“hijos de la luz” contra los “hijos de las tinieblas”. Los primeros triunfarán con ayuda del
Mesías; tendrá lugar el juicio y el descenso del Reino de Dios (el mundo celestial sustituirá
al terrenal) 12.

Es típico de los apocalípsis perderse en grandes cálculos numéricos sobre el momento


del fin, ya que ellos (y toda la literatura apocalíptica) permiten soportar mejor un presente
que se ha hecho muy duro o desilucionante.

Los qumranitas se consideraban el ejército sagrado de Dios, que habría de combatir


en la tierra y aniquilar a todos los impíos cuando Yahveh diera la señal. En aquel momento,
los ángeles del cielo combatirían también contra los demonios en una batalla que aseguraría
la victoria definitiva de Dios, la destrucción de todos los impíos y el triunfo de los santos.
Ellos querían estar siempre ritualmente dispuestos para esta guerra santa, pero, a diferencia
de los zelotes, no buscaban comprometerse mientras el Señor no diera la señal.

¿Qué impacto tuvieron sobre la sociedad judía del siglo I? ¿Qué relación tuvieron
con Jesús y los cristianos? Lo ignoramos totalmente, con excepción de que en la guerra del
66 al 70 estuvieron con los zelotes (¿había llegado el “signo” de Dios?), y que desaparecieron
en ella.

11
Los apocalipsis se presentaban como escritos contemporáneos de los acontecimientos que
relataban (en Dn, por ejemplo, el exilio de Babilonia); sin embargo, en realidad, estaban
compuestos en una fecha mucho más tardía (en Dn, la persecución griega). Eso les permitía
“acertar” en muchas de sus “predicciones”, y, sobre todo, dar garantías de que la última de
ellas (la de la victoria final de los justos) sucedería pronto.
12
En los apocalipsis hay muchas diferencias acerca de cómo será el fin del mundo. Unos lo
concebían simplemente como un descenso de Dios en la tierra para establecer su reinado;
otros, esperaban ese reinado a través de un Mesías. Las concepciones sobre el carácter de
este último son muy diferentes entre unos y otros.
1.5.3. Los zelotes (o zelotas)

En la época de Jesús no son un movimiento único en cuanto a su organización sino


grupos dispersos (por eso no aparecen nombrados en los evangelios) que están detrás de una
serie de brotes de insurrección armada entre los años 4 a.C. y 66 d.C.

En cuanto a su ideología, consideran que Dios a dado a su pueblo la tierra, pero a


cambio de ella no tolera ninguna transgresión a la Ley y al Templo, ni por parte de los judíos
ni por los romanos. Por ello, los zelotas ejecutan sin piedad a los judíos transgresores (en
linchamientos públicos que cuentan a menudo con la complicidad encubierta de los sumos
sacerdotes). En varias oportunidades se sublevaron y asesinaron soldados romanos (por
ejemplo, a causa del censo organizado por Quirino para cobrar el impuesto).

Los zelotas están convencidos de que del cumplimiento riguroso de la Ley y de sus
“acciones de limpieza” depende la llegada del Mesías y el establecimiento del Reino de
Dios entendido este último al modo apocalíptico. La imagen que tienen del Mesías es la de
un caudillo militar, al estilo de David.

1.5.4. Los fariseos

Se trata del grupo más numeroso, mejor cohesionado y de mayor prestigio en Israel.
Su organización es en base a pequeñas comunidades cuyos miembros pertenecen a todas las
clases sociales, particularmente a las más modestas. Casi todos los escribas son fariseos, lo
que explica que a menudo en los evangelios se identifique a estos dos grupos.

En lo ideológico, los fariseos propugnan un cumplimiento lo más riguroso posible


de la Ley. A la Torah escrita se suma la “tradición oral” de los rabinos, que hemos
explicado más arriba al hablar de este oficio.

Ese cumplimiento lleva a formar parte del sector de los “justos” (el “verdadero
Israel”), y a ser reconocidos como tales por el Mesías, en la victoria final de éste sobre los
impíos. Los fariseos asumen la esperanza y concepciones de la apocalíptica, con su
característico rigor en la observancia de la Torah. En el fondo, el fariseo busca “ganarse la
salvación” (el “Reino de Dios”) mediante sus buenas obras. Este punto será, sobre todo, el
que criticará Jesús.

Los fariseos evitaban todo contacto con los incumplidores (fariseo significa
literalmente “separado”) y tienen un gran desprecio por el pueblo, al que consideran
demasiado ignorante (y por lo tanto incumplidor) de la Torah.

El fariseismo en tiempos de Jesús fue un movimiento amplio en el que coexistían


personas con una genuina fe en Dios y de gran hondura religiosa con otras que llevaban a
cabo un cumplimiento de la Ley puramente exterior. Es una lástima que, influidos por la
crítica que hace de ellos Jesús, y sobre todo la Iglesia Primitiva después del 70 (contenida
por ejemplo en Mt 23), nos haya quedado de ellos una imagen demasiado negativa (que a
veces bordea lo caricaturezco). Dicha exageración hace muy difícil la comprensión en
profundidad de la postura de Jesús ante ellos 13.

1.5.5. Los samaritanos

No son, propiamente hablando, una secta judía sino una nación diferente ubicada
en la región de Samaria (ver arriba, en el punto 1.1.); sin embargo, su estrecha relación con
el Judaísmo (así como su pugna con él) obliga a referirse a ellos aquí.

Parece ser que su origen se encuentra en el término del Reino del Norte debido a
la invasión asiria (año 721 a.C.). Los asirios deportaron a una parte de los habitantes y
establecieron en aquellas tierras colonos mesopotámicos. Éstos habrían fundado, con la
ayuda de un sacerdote local, un culto basado en la Torah, pero distinto al judío.

Los samaritanos aceptaban el Pentateuco, pero rechazan todos los demás libros.
Se negaron a reconocer a Jerusalén como la ciudad santa de Israel y su Templo como sitio
de la presencia de Yahveh. El único lugar de culto que consideraron legítimo era el
monte Garizím, que se eleva sobre la ciudad de Siquém.

También los samaritanos esperan un mesías; sin embargo, no se trata de un


descendiente de David sino de una especie de nuevo Moisés (el “profeta” de Dt 18,15, que
vendría poner todo en orden al final de los tiempos).

Estas diferencias hacen que haya una profunda enemistad con los judíos, a quienes
hostilizan cuando pasan por su región. Para éstos últimos, los samaritanos son verdaderos
“herejes”.

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