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Marta y María

-en las exégesis plurivalentes de Orígenes y San Agustín-


“La fe descubre una nueva dimensión, aprehende el dato histórico en toda su
profundidad, en su plena y última realidad. Los evangelistas y los apóstoles no
eran cronistas. Su misión no era mantener el registro completo de todo lo que
Jesús hacía, día tras día y año tras año. Describen su vida y relatan sus obras
para darnos una imagen: histórica, y no obstante divina”
George Florovsky

El Evangelio de San Lucas narra la visita de Jesús a la casa de Marta y María;


describe la manera en que ambas se comportaron durante la misma; y termina
con una enseñanza de Jesús a propósito de las diferentes actitudes de las
hermanas.
Se trata de una narración simple y de apariencia cotidiana, cuyo sentido
inmediato, literal, no presenta problemas de comprensión. Sin embargo,
grandes exégetas del Evangelio, como eran Orígenes y San Agustín, han
interpretado esa narración extrayendo de la misma unas significaciones que ya
no resultan evidentes sino que se sitúan en niveles de sentido más profundos.
Aquí presentaremos en forma resumida algunos de sus comentarios e
interpretaciones.
Empecemos por recordar el relato de San Lucas. Citaremos la versión Reina
Valera (1960), porque es de uso habitual en el mundo de habla hispana, y
resulta totalmente apta para los fines de nuestro trabajo.
“Jesús visita a Marta y a María
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada
Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la
cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba
con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi
hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le
dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una
cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será
quitada” (Lc 10:38-42).

Tanto Orígenes como Agustín han interpretado ese relato de diversos modos.
Empezaremos por los más cercanos a la letra del texto...

Acción y contemplación
Según Orígenes, en ese relato puede interpretarse que Marta simboliza la acción
y María la contemplación. Visto así, el relato habla de la primacía de la
contemplación sobre la acción; dado que la respuesta de Jesús al reclamo de
Marta, es "María ha elegido la buena parte".

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Esa interpretación que hace de Marta un símbolo de la acción y de María uno de
la contemplación, dando primacía a la segunda sobre la primera, se ha vuelto
clásica en la literatura cristiana, ha dado lugar a diversas reflexiones teológicas y
a menudo ha servido de tema para las homilías.
También ha tenido sus detractores. Pues algunos han creído necesario refutarla,
aduciendo que la vida cristiana es servicio, y por lo tanto la acción no puede
ocupar un lugar secundario o inferior a la contemplación.
Sin embargo, Orígenes no sólo dice explícitamente que "no hay acción sin
contemplación, ni contemplación sin acción" sino que explica cuál es la razón
de la primacía de una sobre la otra. Se trata de que la acción no es un fin en sí
mismo sino un medio preparatorio para la contemplación.
Para entender su comentario no se deben oponer la acción y la contemplación
en abstracto, sino reparar en que el centro del relato es la presencia del Señor.
De ese modo no resulta difícil comprender que si la acción (por muy bien
intencionada que sea) nos mantiene lejos de su presencia, entonces, falla. La
contemplación, en cambio, acierta; pues no se aparta de la única cosa necesaria.
A esa única cosa, Orígenes la llama el “misterio del amor”. Esa es la “buena
parte”. La parte que eligió María.
Marta, entonces, dado que se ocupaba de los menesteres de su casa, es decir de
“su alma” –según interpreta Orígenes-, representa todo lo que en la vida
espiritual es medio y preparación. María, en cambio, estaba absorta en la
presencia y las palabras del Señor, y por eso representa la meta. La meta es
aquello que orienta y le da sentido a las acciones preparatorias y los medios.
Multiplicidad y unidad
Por su parte San Agustín interpreta la diferencia entre Marta y María en
términos de multiplicidad y unidad. Marta se dedicaba a muchas tareas
mientras que María, a los pies del Señor, permanecía unida a Él.
María eligió “lo único necesario”; porque eligió la unidad en lugar de perderse,
como su hermana, en la multiplicidad de los aspectos contingentes del mundo.
Al respecto, Agustín pone en boca de María una frase que expresa lo que ella
representa: María, en silencio frente al Señor, parece decir: "mi bien es estar
unida a Dios".
Dicho sea de paso, en los dos sermones que le dedicó al tema de Marta y María,
Agustín insiste en la primacía de la unidad sobre la multiplicidad. Y de todo lo
que dice se desprende con claridad que no está pensando en los términos de una
metafísica de tipo platónica u oriental –donde lo múltiple sería lo irreal y el
mal, y la unidad lo verdadero y el bien- sino que se mueve en un horizonte
bíblico. La multiplicidad aquí es la creación. Y ésta, como enseña la Biblia, es
buena.
En sus palabras: “El cielo, la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos
existen, ¡cuán innumerables son! ¿Quién podrá enumerarlas? ¿Quién podrá

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pensar en su multitud? ¿Y quién las hizo? Dios hizo todas las cosas y eran
muy buenas”
Pero esa admirable e inabarcable multiplicidad de lo creado no tiene su
fundamento en sí misma sino en Dios. Y Dios es unidad. Por eso, señala
Agustín, “el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola cosa”.
Así, la meta de la vida cristiana es la unidad. Y el propio Señor rogó por nosotros
al Padre diciendo: “para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Jn
17:22).
Por lo mismo, la unidad es también el fundamento de la Iglesia. Al respecto,
Agustín cita a San Pablo cuando se dirige a los cristianos de Corinto y les dice:
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que
habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino
que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”
(1 Cor 1:10).
La importancia de la acción y de la multiplicidad
Por cierto, en su interpretación Orígenes no niega, como algunos le han
imputado, el valor de la acción. Sólo afirma que la acción debe estar orientada
por, y hacia, la contemplación –entendida como unión amorosa con Dios- para
que no pierda su sentido.
Por su parte Agustín tampoco pretende negar la importancia de las actividades
que se desarrollan en el campo de la multiplicidad, es decir del mundo. Por eso
aclara que sería un error extraer del relato de San Lucas la conclusión de que el
servicio al prójimo es algo inútil. Con su característica elocuencia, Agustín
somete esa falsa conclusión a una suerte de reducción al absurdo. Dice que si el
servicio fuera inútil, entonces:
" ... no se preocupen de si hay un peregrino en la aldea, de si alguien necesita
pan o vestido; desentiéndanse de visitar a los enfermos, de redimir al cautivo,
de enterrar a los muertos; descansen de las obras de misericordia y aplíquense
a la única ciencia. Si ésta es la mejor parte, ¿por qué no la hacemos nuestra
todos, dado que para ello tenemos al Señor por defensor?"
Pero lo que enseña el relato de las hermanas no es, dice Agustín, que Marta haya
elegido mal sino que María eligió mejor. Pues Marta servía a las necesidades
corporales del Señor, mientras que María lo escuchaba; es decir escuchaba al
Verbo Encarnado, y eso “no le será quitado”.
Orígenes expresa la misma idea al decir que Marta adoraba al Señor “más
corporalmente”, mientras que María lo hacía “espiritualmente”. Y es esto
último, la vida del espíritu, lo que no puede serle quitado.
De modo que estos Padres no niegan ni menosprecian el valor de todo lo que
Marta representa (la acción, el servicio, el cuerpo, la multiplicidad, etc.) sino
que nos ayudan a entender mejor porqué el Señor la corrige diciendo: “Marta,

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Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es
necesaria”. Sucede que Marta, con toda su dedicación y bien intencionado
esfuerzo, paradójicamente, se alejaba del verdadero propósito de sus actos.
Está claro, entonces, que los Padres no conciben los pares acción/
contemplación y multiplicidad/unidad como puras antinomias, sino que
integran esos opuestos en una relación de medios a fines. Y es obvio que si el
medio nos aparta del fin, requiere una corrección.
Hasta aquí hemos hablado de lo más cercano a la letra del relato de San Lucas,
pero ambos Padres van más allá de ese nivel de comprensión...
La hermenéutica alegórica
Como en lo que sigue tanto Orígenes como Agustín hacen una interpretación
netamente alegórica del relato de San Lucas, dando un salto considerable
respecto de su significado literal, conviene comentar, aunque sea mínimamente,
el criterio que los guía.
Para aclarar cuál es la perspectiva hermenéutica general que fundamenta la
interpretación alegórica, nada mejor que remitirnos a Orígenes. Pues si bien
éste la recibe de la Tradición Apostólica y de los Padres anteriores, es el primero
en desarrollarla y sistematizarla teóricamente.
En su obra Sobre los Principios, donde reflexiona sobre el múltiple significado
de las Escrituras y plantea los fundamentos de la exégesis en varios niveles de
sentido, se encuentra una frase que resume el principio que subyace a la
interpretación alegórica: "El tesoro del significado divino está encerrado
dentro del agitado vaso de la letra común".
Aplicado a nuestro tema, eso significa que a nivel literal Marta y María son dos
mujeres terrenas que muestran un comportamiento distinto frente a su eximio
visitante; pero en un nivel más profundo, que está como escondido o cifrado en
el literal, son imágenes de ciertas realidades espirituales.
Dicho sea de paso, en la modernidad han surgido corrientes exegéticas que
niegan la legitimidad de la interpretación “alegórica”; porque, en su acentuado
racionalismo y propensión agnóstica, la confunden con una suerte de
interpretación subjetiva de los hechos narrados en la Escritura. Su propuesta, en
cambio, es abordar las Escrituras con los criterios y métodos “científicos” de las
disciplinas seculares del lenguaje y la crítica de textos.
No queremos entrar aquí en una polémica que nos alejaría mucho de nuestro
objetivo, pero diremos al menos lo siguiente: Dado que las Escrituras, desde el
Génesis hasta el final del Nuevo Testamento, no son crónicas profanas sino que
narran una historia sagrada, los hechos y elementos que componen dicha
historia, sin perjuicio de su realidad fáctica, contienen una dimensión espiritual
interna que no es inmediatamente perceptible en su sola descripción empírica.

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Así, iluminar esa dimensión interior, con el auxilio del Espíritu Santo, ha sido la
importante tarea de los Apóstoles y de varios Padres de la Iglesia como Ireneo,
Justino, Orígenes, Gregorio de Nisa, Agustín, y otros.
Antes de dejar este punto, cabe señalar que entre la exégesis patrística y las
corrientes exegéticas modernas, no se trata de una opción entre métodos
antiguos y “míticos” vs. modernos y “científicos”. Lo que se juega es una distinta
concepción de la Escritura y la Revelación. Como ha dicho un experto en
patrística, Manilio Simonetti:
“Ante la Sagrada Escritura, la perspectiva de un teólogo racionalista es
antagónica a la de un Padre de la Iglesia. «Me pongo ante el texto bíblico como
ante un texto de Homero o Virgilio», dirá Rudolf Bultmann. Para Orígenes,
esto hubiera sido un escándalo, ya que la sagrada Escritura es un texto
absolutamente excepcional y único: es la palabra de Dios. El exégeta
alejandrino se pone ante el texto santo como ante un manantial inextinguible
de verdad, con una multitud ilimitada de significados que no tienen por qué
ser exclusivos ni excluyentes”.
La sinagoga y la Iglesia
Volviendo a nuestro tema, Orígenes continúa su comentario en un nuevo nivel
de sentido: interpreta que las dos hermanas, Marta y María, representan a la
sinagoga de la circuncisión y a la Iglesia del espíritu respectivamente. Retoma
así una importante enseñanza cristiana: la oposición entre el Israel de la carne y
el Israel interior; entre la Ley y la Gracia; entre la letra y el espíritu.
Marta, entonces, es una figura de la sinagoga que se afana en el cumplimiento
de la Ley; mientras que María es figura de la Iglesia que reconoce a Jesús como
“lo único necesario” y permanece a sus pies.
También dice que Marta puede ser vista como la sinagoga porque está
comprometida en el culto de acuerdo a la “letra de la Ley” (es decir las
obligaciones externas). Mientras que María es la Iglesia de los gentiles, la que ha
elegido la mejor parte, porque “busca las cosas que están por encima, no las
que están sobre la tierra”. En esto último hay una alusión a San Pablo, quien en
la epístola a los Colosenses (3: 1-2) dice:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en
las de la tierra”.
Entonces, Marta representa a los judíos, y también a los cristianos “judaizantes”,
que se mantenían atados a la Ley judía; mientras que María representa a
quienes son “judíos interiormente”. Nuevamente aquí hay una alusión a San
Pablo, quien en su epístola a los Romanos (2:28-29) dice:
“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la

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circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no
viene de los hombres, sino de Dios”.
El tiempo y la eternidad
Por su parte, Agustín también hace una interpretación alegórica sobre las
hermanas, pero de clave escatológica. Dice que Marta representa la vida terrena
y María el más allá. En sus palabras:
"en estas dos mujeres están figuradas dos vidas, la presente y la futura; una
laboriosa y otra ociosa; una infeliz y otra dichosa; una temporal y otra
eterna".
Pero Agustín deja claro que ambas hermanas encarnan la vida espiritual. No se
trata de que Marta sea lo puramente mundano y María lo espiritual. Pues las
dos son devotas, las dos están consagradas a Dios. Pero una de ellas, con su
comportamiento activo y agitado, representa la vida presente; y la otra, sentada
pacíficamente junto al Señor, representa la meta, el punto de llegada. Por eso
dice Agustín: “nosotros ahora somos Marta. La meta es María”.
Y en la misma línea: “En aquella casa coexistían dos vidas y la fuente misma de
la vida. Marta era imagen de las realidades presentes y María de las futuras.
Nosotros estamos ahora en los quehaceres de Marta; esperamos la ocupación
de María. Hagamos bien esto de ahora, para conseguir la plenitud de lo más
allá”.
A su vez, en un pasaje de uno de sus sermones, Agustín compara a Marta con
una nave y a María con la patria de llegada. Y dice que el mundo presente, con
sus afanes y dificultades, es la nave. Pero la patria de llegada está en la vida
futura. Sin la nave no podemos llegar; pero la nave no es la meta, es sólo una
necesidad transitoria. Y agrega, como si se dirigiera a Marta: “tú navegas
todavía, mientras que ella ya está en el puerto”.
De modo que no se trata de que la vida presente sea mala; sino de que tarde o
temprano pasará. En cambio “la dulzura de la verdad”, dice Agustín, “es
eterna”.
A nuestro juicio, de eso se desprende también que Marta es la Iglesia militante y
María la Iglesia triunfante. Visto así, la primacía de la última sobre la primera es
evidente, puesto que constituye su plenificación y su meta.
Conclusión
Hemos visto que Orígenes y Agustín comentan el relato sobre Marta y María de
modo diferente. Pero a la vez se puede reconocer una sutil resonancia entre los
comentarios de uno y otro Padre:
La acción y la contemplación se corresponden en cierto modo con la
multiplicidad y la unidad. Dado que la acción en el mundo se desarrolla
necesariamente en el terreno de lo múltiple, y la contemplación es en sí misma
una orientación del alma a la unidad. A su vez, la sinagoga y la Iglesia se

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corresponden con la vida presente y la vida futura. Pues, mientras que la
sinagoga espera al Mesías como rey terrenal, la Iglesia, por la resurrección del
Señor, está intrínsecamente referida a las realidades que trascienden el mundo
presente. Tal como coinciden en señalar todos los teólogos ortodoxos: la Iglesia
es una realidad inherentemente escatológica.
En fin, aunque hemos dejado varios puntos de las exégesis de Orígenes y
Agustín sin tratar, esperamos haber transmitido algo de la riqueza de sus
interpretaciones; y que eso incentive al lector a dirigirse a ellos en busca de
enseñanza e inspiración.
Pues los Padres de la Iglesia, desde los apostólicos hasta el final de la era
patrística, con sus diferencias, e incluso con sus acaloradas polémicas, son como
antorchas que iluminan todas juntas el camino que conduce a “lo único
necesario”.
Lázaro Lameiro
Junio de 2019, Osaka

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Bibliografía citada

Bible, Church, Tradition (capítulo II), por George Florovsky. Incluido en sus
Collected Works. Ed. Norland Publishing Company; Belmont, Massachusetts.

Mary and Martha, the Sisters from Bethany, por Orígenes. Incluido en
Reading the Gospels with the Early Church. Ed. World Council of Churches
Publications.

Obras Completas de San Agustín, Sermones Vol. II, Nros. 103 y 104 sobre
Marta y María. Ed. BAC.

Tratado de los Principios, Libro IV, por Orígenes. Ed. Clie.

Conversación en Roma con Manilio Simonetti, por E. Torres Romero. DADUN,


sitio de la Biblioteca de la Universidad de Navarra: www.dadun.unav.edu

Bibliografía de consulta

Handbook of Patristic Exegesis, por Charles Kannengiesser. Ed. Brill, Leiden


Boston.

La legge spirituale –l’nterpretazione della Scritura secondo Origene-, por


Lorenzo Perrone, incluido en Rivista di Ascetica e Mistica, Nro. 3-4 año 1992.

Los supuestos hermenéuticos de Agustín de Hipona, por Claudio César


Calabrese, publicado en DIALNET: www.dialnet.unirioja.es

Una reflexión crítica del teólogo ortodoxo Dumitru Staniloae acerca de la


exégesis bíblica moderna, se encuentra en Through Acts, Words and Images,
cap. IV de Theology and the Church, Ed. Saint Vladimir’s Seminary Press, New
York.

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