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Justified

C.A. Rose
(seudónimo de Aurora Rose Reynolds)

(Alfha Law 01)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


Traducción no oficial, puede presentar errores
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Sinopsis

Tras el primer vistazo, está fascinado.


Tras la primera sonrisa, está embelesado.
Tras el primer beso, está obsesionado.
Nolan ve a Chloe a través del escaparate de una panadería
en el centro de Manhattan. A primera vista, algo en ella llama a
una parte de él que creía perdida. Sin pensarlo, comienza a
observarla, y cuando se presenta el momento, ataca,
reclamando a Chloe para sí. Como hombre acostumbrado a
conseguir lo que quiere, Nolan no dejará que nada ni nadie se
interponga en su camino.

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Dedicatoria

A mis Rosas, gracias por todo su apoyo.

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Capítulo 1

—Inclina ese coño. —La machaco mientras mi mano golpea


su culo con fuerza. Ver la huella de mi mano en su piel suave y
pálida me hace gruñir de satisfacción.
—Fóllame más fuerte.
—Cierra la boca —gruño, rodeando su garganta con mi
mano, tirando de ella hacia arriba y empalándola en mi polla.
—Ya conoces las reglas. —Le muerdo el lóbulo de la oreja,
haciéndola gemir. —No hablas cuando te estoy follando a
menos que te lo diga.
Ella asiente y yo la empujo hacia abajo. Mi mano se desliza
por su espalda hasta su cuello, presionando su cara contra el
colchón.
La machaco con más fuerza hasta que siento que sus
paredes me aprietan. Entonces empujo dentro de ella sin
piedad. Levanto una pierna en la cama y cambio el ángulo. Es
una cosita pequeña, pero sé que puede soportarlo. Siempre
toma todo lo que le doy. Tiro de sus caderas hacia arriba,
ralentizando mi ritmo, disfrutando de la sensación de mi polla
arrastrándose por sus paredes. Está tan mojada que, cada vez

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que mi polla se desliza fuera, brilla con sus jugos. Me salgo de
ella y nos volteo para que quede encima.
—Móntame —le ordeno, levantando mis caderas y
llenándola una vez más.
Su cuerpo empieza a rebotar hacia arriba y hacia abajo, sus
tetas bailando en mi cara. Sus pechos grandes y naturales
deberían parecer extraños en su pequeño cuerpo, pero
combinan con su culo gordo. Me encanta todo lo relacionado
con esta mujer. La imagen que tengo delante me hace estar
cerca. La agarro por las caderas y la mantengo en el lugar
mientras la follo. Entonces me corro con fuerza, con largos
chorros de semilla llenando su pequeño y apretado coño.
—Te amo —dice en voz baja.
La atraigo hacia mí y le beso la cabeza. Cuando conocí a
Chloe, no tenía ni idea de que iba a cambiar mi vida, pero poco
a poco, esta mujer se ha metido bajo mi piel.
—Yo también te amo, Hermosa. —Le doy otro beso en la
cabeza. Y mi mente vuelve al pasado...

Estaba tan jodidamente hastiado cuando descubrí que mi ex


mujer -la maldita zorra- tenía una aventura. Entonces encontré a
Chloe por accidente, y al verla por primera vez algo se movió
dentro de mí. Había estado hablando por el móvil y levanté la
vista para decirle a mi cliente cuál era mi calle transversal
cuando mis ojos se posaron en ella a través del escaparate de la
panadería. Sin siquiera pensarlo, crucé la calle, y en el momento

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en que entré en la panadería, ella se giró hacia la puerta y
nuestras miradas conectaron.
Nunca he creído en el amor a primera vista ni en ninguna de
esas tonterías, pero ese momento fue como una patada en el
estómago.
Me dirigí al mostrador y me di cuenta de que mi cliente
seguía al teléfono, así que le dije que lo llamaría después y
colgué. Cuando ella se acercó a mí, el aroma a lavanda y vainilla
me llenó la nariz y el impulso de agarrarla y enterrar mi cara en
el pliegue de su cuello fue tan fuerte que casi resultaba doloroso.
Nuestras miradas se mantuvieron unidas hasta que estuvo lo
suficientemente cerca como para tocarnos. Entonces el momento
se rompió cuando un anciano apareció por la esquina y le dijo
que se ocuparía de mí. Me sacudí del aturdimiento, pagué un café
que terminaría en la basura y salí de la panadería a toda prisa.
No me gustaban las sensaciones que estaba teniendo. Había
estado con muchas mujeres, pero verla a ella era algo diferente.
Quería poseerla.
Necesitaba ser su dueño.
Me resistí a volver con ella, pero me conformé con que mi
chófer esperara fuera de la panadería durante horas para poder
observarla a través de la ventana. Los días en que los hombres
estaban dentro con ella, hablando con ella, haciéndola reír, tenía
que contenerme para no entrar y llevármela conmigo.
Era mía.
Sólo que ella no lo sabía.

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La primera vez que hablé con ella en persona, me sonrió.
Supe que era inocente desde el momento en que le hablé: bajó la
cabeza, su cara se volvió rosa y esa mirada selló su destino.
Sería mía.
Sólo mía.
Esa noche la esperé al otro lado de la calle. La vi cerrar antes
de cruzar la calle y encontrarme con ella en la acera.
—¿Cómo vas a llegar a casa? —le pregunté.
Su cabeza se levantó, sus grandes ojos marrones se
encontraron con los míos, y la sorpresa que vi me llenó de otro
tipo de satisfacción.
—Yo... yo camino —tartamudeó en voz baja.
—Te acompañaré —le dije, sin darle opción. Mi mujer no
andaría sola por la noche.
Me importa un carajo lo que diga la gente sobre los derechos
de las mujeres y todas esas mierdas. Dejé que mi ex hiciera lo
que le diera la gana, y vean a dónde carajo me llevó eso. Ya no:
mi mujer estaría en casa, descalza y embarazada hasta que no
pudiera seguir teniendo mis hijos de forma segura.
—Siempre camino yo —dijo suavemente, mordiéndose el
labio inferior. Haciendo que yo deseara hacer lo mismo.
—Ya no —afirmé, tendiéndole la mano.
Ella la miró durante unos segundos antes de colocar su
pequeña mano en la mía. La sensación de su fragilidad en mi
mano fue casi demasiado. Se me apretaron las tripas y luché por

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no cargarla hasta mi coche, donde podría llevarla a casa y
esconderla, guardándola sólo para mí. Me disuadí mentalmente.
Necesitaba que confiara en mí.
Necesitaba que fuera adicta a mí.
Entonces sería mía y no tendría que dejarla ir nunca más.
—¿Quién eres? —preguntó, mirándome con ojos amplios e
inocentes.
La miré. La parte superior de su cabeza apenas llegaba a la
mitad de mi pecho. Su pelo era castaño oscuro con reflejos rojizos
y le llegaba hasta la mitad de la espalda. Su piel era del color de
la crema mezclada con miel. Podía imaginar mis marcas por toda
su hermosa piel. Sus ojos eran de color marrón oscuro con largas
pestañas que se notaban naturales. No llevaba maquillaje; no lo
necesitaba. Era naturalmente bella.
—Nolan —le dije.
Sus ojos me miraron de arriba abajo y supe lo que veía: pelo
negro, piel más oscura, natural por mi herencia
hispanoamericana, y ojos marrones rodeados de pestañas
oscuras. Ya me habían dicho una o dos veces que era bien
parecido. Llevaba bien mi edad de treinta y cuatro años. Y nunca
había tenido problemas para conseguir una mujer.
Mi investigador privado me había informado de que Chloe
acababa de cumplir veintidós años. Me importaba un carajo
nuestra diferencia de edad. Mi mente me decía que cuanto más
joven fuera ella, más posibilidades tendría de entrenarla para
que fuera exactamente lo que yo quería. También había indagado

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en su pasado y no había podido averiguar ninguna relación
anterior. Eso me venía muy bien. No quería ni pensar en que
alguien que no fuera yo la tocara... nunca.
Recorrimos el resto del camino hasta su apartamento en
silencio. No me gustaba la zona en la que vivía, pero tendría que
esperar para resolver ese problema. Sólo tenía que averiguar
cómo forzarla a salir de su actual residencia y llevarla a la mía.
—Gracias por acompañarme —dijo, tratando de apartar su
mano de la mía.
No la solté. No era capaz de soltarla. Su respiración se
aceleró ligeramente, haciendo que sus pechos se apretaran más
contra su top. Sin pensarlo, bajé mi boca sobre la suya,
atrapándola en un profundo beso, empujando mi lengua entre
sus labios. Me di cuenta de que estaba insegura; no sabía que lo
que estaba haciendo sólo me incitaría.
Quería consumirla.
Quería marcarla.
La necesidad de ser su dueño, de poseerla, era casi
paralizante.
Aparté mi boca de la suya y mis labios recorrieron su
mandíbula. Su cuerpo se había fundido con el mío, así que
aproveché la oportunidad para chupar la piel de su cuello en
profundos tirones que sabía que la marcarían para que
cualquiera pudiera verlos. Necesitaba saber que, mañana,
cuando fuera a trabajar, yo iría con ella. Tenía un caso
importante en el que estaba trabajando y no podía sentarme

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fuera de la panadería como lo haría normalmente, así que ella
estaría sola, mi marca una advertencia contra cualquier hombre
que intentara acercarse a ella.
—Te veré mañana, Hermosa. —Besé su cuello y luego su
boca de nuevo.
Sus ojos estaban nublados, y sabía que no entendía lo que
estaba sintiendo. Su cuerpo estaba en control ahora mismo. La
acompañé a su apartamento y me aseguré de que estuviera bien
asegurada para la noche. Cuando supe que estaba a salvo, volví
a mi limusina.
—Señor —dijo Ricket, abriendo la puerta trasera.
Asentí con la cabeza y subí al coche sin decir nada. Una vez
que nos pusimos en camino, llamé a uno de mis hombres y lo
mandé a su edificio por la noche, diciéndole que me informara
después de que la siguiera al trabajo por la mañana. Estaba un
poco ansioso por volver con ella, pero sabía que tenía que jugar
bien mis cartas.
No podía precipitarme, no importaba lo que mi bestia interior
me dijera que hiciera.
Para cuando llegué a mi edificio, al otro lado de la ciudad,
estaba inquieto. Así que en lugar de ir a la cama, bajé al
gimnasio. Normalmente, cuando me sentía así, follaba hasta
desmayarme, pero no podía hacerlo. Chloe era la única mujer que
quería. Me metí de lleno en la caminadora, corriendo hasta que
mis piernas se sintieron débiles, y luego fui a las pesas. Me
ejercité hasta que mi cuerpo estaba exhausto.

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—Sr. Nolan.
Levanté la cabeza al oír la voz de mi asistente. Maxine había
estado conmigo los últimos cuatro años. La había rechazado las
primeras veces que me miró como si quisiera más de lo que yo
estaba dispuesto a darle. Se había calmado, pero ver la
apreciación en sus ojos me hizo apretar los dientes.
—¿Qué necesitas, Maxine?
—Quería recordarle su reunión de la mañana, y también
quería ver si necesitaba repasar las notas para el caso de
mañana.
—Gracias, y no. Estás libre por el resto de la noche —le dije,
volviendo a hacer abdominales. Sentí que me observaba, pero la
ignoré. No estaba de humor para tratar con nadie.
—Hasta mañana, señor —dijo, y oí cómo se cerraba la puerta
cuando salió del gimnasio.
Terminé de hacer ejercicio antes de subir las escaleras y
meterme en la ducha. Mi polla había estado dura como una roca
desde la primera vez que vi a Chloe. Al igual que mi mente, mi
cuerpo había sido hechizado por ella. Envolví mi mano alrededor
de mi longitud y bombeé dos veces. Luego pensé en que estaría
desperdiciando mi semen al tirarlo por el desagüe cuando podía
llenar el vientre de Chloe con él y me solté.
Me encontraba en un territorio desconocido con ella. Cuando
me casé nada más salir de la facultad de Derecho, pensé que
estaba haciendo lo correcto. Mi esposa, Lynda, era la hija del
mejor amigo de mi padre. La respetaba y pensaba, en ese

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momento, que la amaba. Era hermosa e interesante, y tenía la
cabeza bien puesta sobre los hombros. Llevábamos seis años
casados cuando le dije que quería tener un hijo con ella. Cuando
estuvo de acuerdo, hicimos las cosas normales mientras
planeábamos un bebé.
Cuando no ocurrió al cabo de un año, decidí que debíamos
hablar con un especialista al respecto. No tenía ni idea de que mi
mujer se había ligado las trompas hasta que me presenté a una
cita en la que ella no esperaba verme. Cuando el médico me contó
lo que había hecho poco después de que decidiéramos tener un
hijo, en un momento en el que se suponía que ella estaba en una
conferencia durante una semana, salí de la consulta furioso. No
podía creer que hubiera ido a mis espaldas y hubiera hecho algo
tan engañoso. Fue entonces cuando decidí averiguar qué más no
sabía de la mujer con la que me había casado.
La noche en que el investigador me entregó el expediente de
mi mujer fue una de las experiencias más reveladoras de mi vida.
No sabía que las mujeres podían llevar una doble vida, al menos
no el tipo de doble vida que ella llevaba. No sólo se había ligado
las trompas, sino que también había mantenido una relación
duradera con otro hombre durante la mayor parte de nuestro
matrimonio. Nunca había dejado que mis ojos se alejaran de ella.
Había tenido muchas oportunidades de tener una o dos
amantes, pero cuando juré ser fiel, lo hice con toda seriedad.

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La noche en que descubrí a quién tenía realmente en mi
cama, volví a casa, le entregué el expediente y, sin mediar
palabra, se dirigió al dormitorio y comenzó a hacer las maletas.
Enojado no sería una representación exacta de la emoción
que sentía. Podría haberla matado. De hecho, pensé en matarla.
Luego pensé de qué manera podría realmente herirla. Su padre
había fallecido unos años antes, dejándola sola ya que su madre
estaba en un hospital especial en el norte del estado de Nueva
York. Mi querida esposa estaba sola.
Yo era su única fuente de ingresos ya que ella no trabajaba.
Era la típica esposa del Upper East Side. Su novio era un
banquero que vivía en un apartamento en el Bronx. Sus ingresos
netos eran de unos sesenta mil al año. Su estilo de vida
cambiaría drásticamente, y ella nunca recibiría una mierda de
mí. Tenía suficientes pruebas contra ella como para no tener que
preocuparme. Ni el mejor abogado de divorcios del mundo habría
podido obligarme a darle un solo centavo.
Tardé seis meses en finalizar mi divorcio. Lynda intentó
luchar contra mí, pero al final no pudo conseguir ni un solo
centavo y su novio la dejó. Más tarde descubrí que él no tenía ni
idea de que ella estaba casada y no le había gustado que lo
utilizara para engañar a otro hombre...

Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos sobre


el pasado, y estoy a punto de gritar para que se vayan cuando

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la puerta se abre de golpe y Maxine entra sin esperar siquiera
a que responda.
—¡Vete de aquí, joder! —rujo, haciendo que Chloe, que se
había quedado dormida encima de mí, dé un salto en su sueño.
Rápidamente nos tapo con las mantas. Me importa una mierda,
pero no quiero que nadie, ni siquiera una mujer, vea a Chloe
como está ahora.
—Lo siento —oigo susurrar mientras la puerta se cierra
rápidamente.
—¿Qué pasa? —murmura Chloe somnolienta, levantando
la cabeza para mirarme.
—Nada. Vuelve a dormir, amor —le digo en voz baja,
besando su frente.
Ella suspira y cierra los ojos, volviendo a recostar la cabeza.
Una vez que escucho su respiración, salgo de debajo de ella y
me aseguro de que esté bien tapada antes de ponerme un
pantalón de pijama, agarrar mi teléfono móvil y dirigirme a la
sala de estar principal.
—¿Qué necesitas, Maxine? —pregunto en cuanto mi
asistente responde al teléfono.
—Lo siento, señor. Pensé que querría saber que su
conferencia con Japón se había cancelado. Intenté llamarlo por
teléfono, pero me saltó el buzón de voz.
—Maxine, no me importa si el mundo fuera de la puerta de
mi habitación está implosionando sobre sí mismo. Cuando esa
puerta está cerrada, no la abres nunca —gruño al teléfono.

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—Lo siento. No sabía que ella estaba allí —dice, pero
incluso en su tono puedo oír el resentimiento.
Respiro hondo y lo suelto lentamente. —Maxine, espero que
mañana me devuelvas las llaves que tienes de mi loft. Ya no se
te permitirá entrar en el edificio. Entiendo que tienes un trabajo
que hacer, pero ya no tendrás el acceso que tenías antes.
—¡Señor! —jadea, y yo niego con la cabeza, mirando la
ciudad debajo de mí.
—No es la primera vez que te excedes, pero será la última
—le digo con firmeza.
—Me he disculpado —susurra.
—Y esa es la única razón por la que sigues teniendo un
trabajo —afirmo antes de colgar el teléfono.
Apoyo la frente en el cristal y miro la calle. Entonces siento
una pequeña mano en mi espalda que se desliza hasta mi pecho
mientras la mejilla de Chloe se presiona contra mi piel.
—¿Estás bien? —susurra mientras cubro su pequeña mano
con la mía antes de darme la vuelta y mirarla.
Lleva puesta la camisa de vestir blanca que me puse más
temprano en la noche; sólo un botón está en su lugar,
manteniéndola unida. Lleva el pelo suelto por los hombros y no
lleva maquillaje en la cara. Sólo con mirarla se me corta la
respiración.
—Mejor ahora —gruño mientras mis dedos se deslizan por
la parte superior abierta de la camisa y rodean su pezón.
Un pequeño gemido sale de su boca y sus ojos se cierran.

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—Mi hermoso ángel —susurro, acercando mi boca a la suya
y forzando mi lengua entre sus labios.
Cuando su pequeña mano cae sobre mi pecho, dejo caer
mis manos en la parte posterior de sus piernas y la agarro,
levantándola y envolviendo sus muslos alrededor de mi cintura.
Me doy la vuelta y la presiono contra la ventana, con mis
caderas firmemente entre sus piernas, lo que me permite hacer
palanca para usar mis manos y quitarle la camisa.
Grita por el frío del cristal y se le pone la piel de gallina. Sus
uñas arañan la piel de mis hombros mientras la elevo más,
llevándome un pecho a la boca. Noto cómo el pre-semen se
acumula en la cabeza de mi polla, y el calor resbaladizo de su
excitación entre sus piernas me roza el bajo vientre. Quiero
levantarla y rodear mi cara con sus piernas mientras entierro
mi lengua en su interior. El hecho de que haya sido inocente
antes que yo, sólo hace que follarla y comerla sea mucho más
embriagador. Saber que el único semen que ha llenado su coño
es el mío es extraordinario.
—Puedo sentir tus jugos por todo mi estómago. ¿Quieres
que te coma, Hermosa? ¿O quieres mi polla dentro de tu coño
empapado? —le pregunto mientras sus dedos se clavan en mi
pelo.
Mi cerebro corre a toda velocidad. Una parte de mí quiere
devorarla, y la otra quiere bajarse los pantalones y deslizarse
dentro de ella. La parte de mí que ha estado tratando de criarla
gana, así que uso una mano para empujar hacia abajo la parte

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delantera de mis pantalones. Entonces envuelvo mi mano
alrededor de mi circunferencia mientras la atraigo hacia delante
y hacia abajo, llenándola hasta que la cabeza de mi polla choca
con su cuello uterino.
Veo cómo sus ojos se ponen en blanco y su cabeza cae
contra la ventana que hay detrás de ella. Salgo lentamente y
vuelvo a entrar con movimientos profundos, suaves y largos,
disfrutando de cada centímetro de su coño ondulando a mi
alrededor. Ella está hecha para mí, su coño está hecho para ser
tomado sólo por mí.
—Mírate... tan jodidamente hermosa. Incluso con una vista
detrás de ti por la que la gente paga millones, tú aún así la
eclipsas. —Mis ojos bajan hasta nuestra unión y me veo
desaparecer dentro de ella. —Los hombres matarían por ver lo
que yo veo ahora mismo —le digo con un gruñido, empujando
más profundamente dentro de ella. —Pero eres mía. Me
perteneces a mí y solo a mí, y mataré a cualquiera que intente
acercarse demasiado a ti, a cualquiera que imagine verte como
yo te veo —gruño, la idea de que otro hombre piense en ella me
hace querer matar.
Ella es mi obsesión.
Sus caderas empiezan a girar y mi cabeza cae hacia atrás.
Sé que, si la dejo continuar con sus movimientos, me correré
dentro de ella antes de estar listo. Así que detengo sus caderas
y la aparto del cristal, caminando hacia el sofá que da a la
chimenea y tendiéndola a lo largo del respaldo. Después de

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deslizarme fuera de ella y besarla antes de mordisquear su
cuerpo, me detengo sobre su coño, donde dejo escapar un largo
suspiro. Estando así, está atrapada; no puede moverse o se
caerá por el respaldo o sobre el sofá.
—Quédate quieta para no caerte —le digo y la beso por
encima del hueso púbico antes de lamer su centro, rodear su
clítoris y llevarlo a mi boca entre mis labios. Su espalda se
arquea y el sofá se tambalea cuando la lleno con dos dedos. —
Cuidado —siseo contra ella, follándola lentamente con mis
dedos mientras chupo su coño, dejando que sus jugos fluyan
hacia mi boca.
Una vez que siento que su coñito empieza a convulsionarse
alrededor de mis dedos, levanto la cara, pasando la lengua por
su ombligo antes de chupar cada uno de sus pezones. Luego
subo por su cuello hasta llegar a su boca, donde ella chupa mi
lengua y mis labios, tomando su sabor de mi boca.
Sujeto sus caderas con firmeza mientras vuelvo a
penetrarla; mi polla está tan dura que siento mi pulso latiendo
a través de ella. Su cuerpo se desliza con cada embestida y su
cabeza se resbala por el lado del sofá, con la espalda doblada y
las manos en el cojín del sofá, cerca de su cabeza. Mientras sus
tetas rebotan con cada embestida, sus piernas me rodean
dejándola completamente indefensa en esta posición.
La follo, deslizando mi pulgar sobre su clítoris en rápidos
círculos. Ella grita mientras su coño estrangula mi polla. La
sensación de sus paredes apretando mi polla me hace ponerme

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de puntillas y bombear con más fuerza hasta que se me suben
las pelotas y me corro dentro de ella. Entonces respiro hondo,
paso las manos por debajo de sus brazos y levanto su ligero
peso mientras la tengo empalada. Su cuerpo se hunde contra el
mío mientras la llevo a la parte delantera del sofá y me siento
con ella en mi regazo.
Mi pecho se mueve rápidamente junto al suyo. Siento su
corazón latiendo con fuerza contra el mío mientras la miro y le
retiro el pelo de la cara, viendo que sigue con los ojos cerrados.
Inclinando la cabeza hacia atrás, rezo una oración de
agradecimiento por el hecho de que me la hayan dado.

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Capítulo 2

—¿Quieres explicarme por qué ha llamado el Sr. Yakamora


para decirme que no has asistido a la conferencia de esta
mañana?
Levanto la vista del expediente que he estado revisando
hacia mi socio, Wesly, uno de los cinco hombres que poseen el
bufete junto conmigo, y mis cejas se juntan.
—La reunión fue cancelada —afirmo, recostándome en mi
silla.
—¿Por quién? —pregunta.
Como nunca le pregunté a Maxine quién llamó y canceló la
reunión, no tengo forma de saber esa información hasta que
Maxine regrese a la oficina.
—No estoy seguro. Maxine es la que recibió la información
—suspiro, frotándome entre los ojos.
—Bueno, ahora el Sr. Yakamora exige que vayas a Japón y
te reúnas en persona. Normalmente, le diría que se joda, pero
este caso supondría más de doce millones por sí solo, y no
podemos arriesgarnos a perder esa cantidad de beneficios
ahora mismo.

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—Joder —murmuro, sabiendo que tiene razón pero molesto
por tener que dejar a Chloe por cualquier tiempo.
—Lo siento, hombre. Me encargaría de esto yo mismo, pero
sabes que sólo quiere tratar contigo.
—Me encargaré de esto. Dile a Charles que prepare el jet
para un vuelo de emergencia a Tokio —le digo mientras recojo
mis documentos y mi maletín. —Tengo que ir a casa a hacer la
maleta. Te llamaré cuando llegue a Japón.
—Ya hablaremos entonces. Buena suerte, amigo —dice,
dándome una palmadita en la espalda.
Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a Ricket para decirle
que se reúna conmigo en la puerta. En cuanto salgo del edificio,
mi limusina está esperando en el arcén y Ricket está de pie en
la acera, con la puerta abierta.
—¿Adónde, señor?
—A lo de Chloe. Luego a casa. Esta noche me voy a Japón
—le digo, ansioso por tener que alejarme de ella. —Tomaré
algún servicio de coche hasta el aeropuerto para que te
asegures de que Chloe llega a casa sana y salva. Además, pon
a Bernard sobre ella hasta que yo vuelva a casa —le digo a
Ricket, aflojando mi corbata.
—Sí, señor —dice, alejándose de la acera.
Cuando llegamos a la panadería, salgo y veo a Chloe a
través de la ventana de cristal, sentada en una pequeña mesa
en la parte delantera de la tienda. Está hablando con una mujer
que me resulta familiar, pero no sé de dónde la conozco.

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Cuando entro en la panadería, los ojos de Chloe se dirigen a mí
y su rostro se ilumina. Observo cómo le dice algo a la mujer
antes de caminar directamente hacia mí.
—Hey, tú —susurra.
Bajo el rostro y la beso mientras envuelvo mi mano
alrededor de su nuca para mantenerla pegada a mí. —Ángel —
digo contra su boca, erigiéndome en toda mi altura. —¿Tienes
un momento?
—Um, seguro —dice ella mientras sus cejas se juntan. —
Sólo déjame decirle a Lee que vamos a estar afuera.
Asiento con la cabeza, la libero de mi agarre y veo cómo se
aleja hacia la parte trasera de la panadería. Cuando vuelve, le
abro la puerta y salgo a la concurrida acera, la tomo de la mano
y la acompaño a la parte trasera de la limusina. Una vez que la
tengo sentada en mi regazo, giro su cara hacia mí y la miro un
momento.
—¿Qué pasa? —pregunta ella, escudriñando mi rostro.
—Me voy a Japón esta noche. Debería estar en casa el lunes
si todo sale como está previsto.
—Oh —murmura, con los hombros caídos hacia delante.
Aunque se niega a mudarse a mi departamento, ha estado
allí todas las noches. No nos hemos separado más de unas
horas desde la primera vez que la tomé. La quiero conmigo, pero
ella sigue diciendo que no se siente cómoda viviendo conmigo
sin que tengamos una base más sólida en nuestra relación. Qué
demonios significa eso, no tengo ni puta idea. Todas las mujeres

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que he conocido en el pasado habrían saltado ante la
oportunidad de que un hombre se ocupara de ellas, pero mi
hermoso ángel no es como todas las mujeres, supongo.
—Es miércoles —dice mientras sus dedos se enroscan en el
cuello de la chaqueta de mi traje.
—Volveré antes de que te des cuenta. Ricket te llevará y
traerá del trabajo mientras estoy fuera, y Bernard te cuidará.
—No tengo miedo de estar sola. Sólo voy a echarte de menos
—dice, apoyando su frente en la mía.
—Ángel —susurro, enredando mis dedos en su pelo y
atrayendo su boca hacia la mía. Una vez que tengo suficiente
de su sabor en mi lengua, la suelto y me acomodo. —Tienes que
portarte bien mientras estoy fuera. Necesito saber que estás a
salvo —digo mientras mis dedos se clavan en la piel de su
cintura. La idea de que le ocurra algo cuando no estoy cerca es
suficiente para volverme loco.
—Estaré trabajando la mayor parte del tiempo que no estés.
Luego tengo que ir a una estúpida despedida de soltera el
sábado, y...
—¿Qué? —gruño, interrumpiéndola.
—Mi amiga, Bre, la chica con la que estaba hablando
cuando entraste. Bueno, se va a casar y me ha invitado a su
despedida de soltera este fin de semana. Normalmente, no iría,
pero no deja de pedírmelo y me siento muy mal. No creo que
ella tenga muchas amigas —dice suavemente, leyendo la
expresión de mi cara.

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Confío en Chloe, pero no confío en nadie más con ella.
Aunque también sé que no puedo decir exactamente que no en
esta situación. Así que, como el abogado que soy, empiezo
inmediatamente a formular un argumento que me lleve a un
acuerdo con el que pueda vivir.
—Como no voy a estar aquí, y sé lo que puede pasar cuando
las mujeres se juntan, necesito que me permitas proporcionarte
seguridad mientras sales con tu amiga —le digo.
Se lleva el labio inferior a la boca y empieza a mordisquearlo
mientras me mira a la cara. Independientemente de que acepte
o no estas condiciones, tendré a mis hombres vigilándola las
veinticuatro horas del día mientras estoy fuera. La única
diferencia será que, en esta situación, ella sabrá que están allí.
—No sé cómo se sentirán ellas al tener guardias de
seguridad de aspecto aterrador a su alrededor —dice con una
pequeña sonrisa.
—Mis hombres son profesionales —gruño, besando su
cuello, haciéndola reír.
—¿Dónde los encuentras, en mobhenchmen.com?
—Muy graciosa, Ángel. —Me río y le pongo un poco de pelo
suelto detrás de la oreja. —Necesito saber que estás a salvo —
repito con severidad.
—Si no se hacen notar, entonces está bien —dice ella,
dándome exactamente lo que necesito, y la recompenso con un
beso. —¿A qué hora es tu vuelo? —pregunta, metiendo su
cabeza bajo mi barbilla.

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—Tarde —suspiro y la aprieto más contra mí. —Todavía
tengo que ir a casa para hacer la maleta —digo en voz baja,
disfrutando de la paz que sólo ella puede darme.
—Probablemente debería volver a la tienda —susurra
después de unos minutos, incorporándose, y aunque no quiero
dejarla ir, sé que debo hacerlo.
—Bésame —le exijo.
Hace lo que le digo, su pequeña lengua tocando mi labio
inferior, haciendo que mi polla, que ya estaba a media asta por
tenerla en mi regazo, se levante por completo. Odio no poder
tenerla una vez más antes de tener que salir de la ciudad. Me
hago cargo del beso, succionando su lengua en mi boca y luego
mordisqueando sus labios antes de separarme, besándola
suavemente por última vez.
—Que tengas cuidado en tu viaje. Te amo —dice en voz
baja, presionando sus suaves labios contra los míos una vez
más.
—Te amo, Angel —le digo, permaneciendo sentado un
segundo más, deseando que mi erección baje.
Después de apartarla de mi regazo y abrir la puerta de la
limusina, salgo, tomando su mano entre las mías antes de
acompañarla de vuelta a la calle. Luego la estrecho entre mis
brazos por última vez, respirándola antes de abrirle la puerta
de la panadería y verla entrar. Cuando veo que se dirige a la
mesa en la que está sentada su amiga, me tomo un momento
para observarla. La mujer me mira a través del cristal y hay algo

25
en ella que me provoca un recuerdo que no consigo precisar.
Sonríe, pero yo no se la devuelvo, sino que miro a Chloe, que
me saluda con la mano. Levanto la barbilla y vuelvo a cruzar la
calle.
En cuanto me siento en la limusina, miro a Ricket por el
retrovisor. —Llama a Bernard y dile que Chloe saldrá el sábado
por la noche y que quiero que haya hombres que la vigilen
mientras estoy fuera de la ciudad.
—Lo haré, señor. —Asiente con la cabeza.
—También quiero saber en qué punto estamos respecto que
su edificio sea clausurado.
—Todavía están trabajando en ello, señor.
—Diles que si lo consiguen antes de que yo llegue a casa,
añadiré otro medio millón.
—Lo haré, señor —dice Ricket.
Sé que hará cualquier cosa que le pida. Ha estado conmigo
desde que era un adolescente, y es una de las pocas personas
a las que confiaría mi vida.

***
Después de ir a casa y hacer la maleta, llego al aeropuerto
y espero en la limusina, enviando a Maxine un rápido mensaje
sobre el lío que ha provocado antes de llamar a Chloe y
asegurarme de que ha llegado bien a casa.

26
—Hola, Ángel.
—Hola. ¿Estás en el aeropuerto? —pregunta ella.
Oigo abrir el grifo y el sonido de su cepillado de dientes.
Aunque parezca una locura, me molesta perderme un pequeño
momento como ese con ella.
—Sí —digo, mirando por la ventana a mi avión. —¿Te
preparas para dormir?
—¿Dices que tus hombres no te han dicho que ya estoy en
casa? —pregunta, y puedo oír la sonrisa en su voz.
—Me gusta oírlo por mí mismo —afirmo, y luego suelto un
suspiro frustrado cuando mi chófer da unos golpecitos en la
ventanilla. —Pórtate bien mientras estoy fuera. Te llamaré por
la mañana. Asegúrate de esperar a Ricket para que te lleve al
trabajo mañana.
—Lo haré. No te preocupes por mí —dice, en tono
tranquilizador.
—Siempre me preocuparé por ti cuando no esté cerca para
ocuparme yo mismo de tu cuidado —le digo.
Escucho su aguda inhalación de aire. Todavía le cuesta
aceptar que quiero cuidarla, lo mucho que la amo y que quiero
lo mejor para ella. Estoy seguro de que mi psicólogo se divertiría
mucho si supiera la clase de cosas que pienso cuando se trata
de Chloe. Mis sentimientos por ella van más allá de lo normal y
entran en las categorías de ligeramente loco, obsesionado y
extremadamente posesivo. Sin embargo, lo único que puedo
decir es que al menos puedo admitirlo ante mí mismo y, si soy

27
completamente sincero, me importa una mierda lo que piensen
los demás sobre mis sentimientos por ella. Ella es mía y lo ha
sido desde el primer momento en que la vi.
—Te llamaré por la mañana, Ángel.
—De acuerdo —dice. La escucho meterse en la cama y
aprieto los dientes. —Buenas noches —susurra.
—Buenas noches, Ángel —digo, colgando, agarrando mi
maleta y dirigiéndome al avión.

***
—Me está costando creer que quieras hacer negocios —dice
el Sr. Yakamora, y necesito de todo mi esfuerzo para no gruñir.
—No estaría aquí si no quisiera hacer negocios —le
recuerdo de nuevo. Desde que llegué a Tokio, he escuchado lo
mismo una y otra vez. —Le expliqué lo que pasó con nuestra
reunión, me disculpé y volé hasta aquí. Mis socios y yo hemos
estado trabajando en este caso desde el principio. Si cree que
otro bufete puede hacer un mejor trabajo, adelante, pero déjeme
decirle que ningún bufete del mundo tiene la reputación que
tenemos nosotros. Somos conocidos por ganar casos, señor. —
Me siento en mi silla y me aflojo la corbata.
Me mira y suspira. —Hay mucho dinero en juego.
Necesitamos saber que estás completamente involucrado.

28
—Le he demostrado a usted y a su empresa que tiene mi
dedicación y la del bufete. Llegados a este punto, no sé de qué
otra forma demostrarle que somos la mejor opción para usted
si cree que puede conseguir una mejor representación en otro
lugar —vuelvo a decir.
Justo cuando estoy a punto de decir 'a la mierda' y
marcharme, se gira hacia mí, con sus ojos buscando en mi cara.
—¿Qué te parece el sake? —pregunta con una amplia
sonrisa, cambiando de tema y tomándome por sorpresa.
—Odio esa mierda —le digo, e inmediatamente empieza a
reírse mientras se acerca a mí para acariciar mi brazo.
—Es que no lo has probado en el ambiente adecuado.

***
Miro alrededor del club al que nos han traído los hombres
del Sr. Yakamora y suspiro. Cuando estaba recién divorciado -
bueno, incluso cuando estaba casado- me habría encantado
pasar mi viaje de negocios en un lugar como este. Buena
comida, buena compañía y hermosas mujeres a nuestra
disposición. Pero mientras estoy sentado aquí, sólo puedo
pensar en Chloe. Esta noche, ella irá a una despedida de
soltera, y tengo que confiar en otras personas para que la
cuiden. Todavía no puedo deshacerme de la extraña sensación

29
de la mujer que estaba en la panadería con Chloe. No tengo ni
idea de dónde la conozco, pero algo en ella me resulta familiar.
—No te estás divirtiendo —observa el señor Yakamora,
sentándose en la silla de al lado y aflojándose la corbata.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—¿Quién es ella? —pregunta, llamando a una chica con un
gesto de sus dedos. Cuando está a su alcance, le pide en
japonés otra botella de sake y se gira hacia mí. —Sé que es una
mujer porque sólo una mujer puede hacer que un hombre
parezca estar en otro lugar. Crecí escuchando a mis padres y
abuelos decir que cuando encuentras a la mujer para la que
estás destinado, sus almas están siempre juntas, sin importar
el espacio o el tiempo.
Dejo que sus palabras penetren y me relajo en mi silla.
—Entonces, dime. ¿Quién es ella? —pregunta.
Siento que me rechina la mandíbula. No hablo de Chloe con
nadie, y no me gusta sentir que tengo que elegir entre mi vida
personal y el respeto que tengo por un cliente.
—Ahh —dice el Sr. Yakamora en voz baja, apretando los
dedos frente a él. —Muy bien. —Chasquea los dedos de la mano
derecha, y la camarera que había estado tomando su pedido se
acerca, poniendo una botella de sake en la mesa junto con dos
vasos. —Propongo un brindis. —Sirve el alcohol en un vaso y
me lo entrega antes de servir el suyo y dejar la botella. —Por el
espacio y el tiempo y por las mujeres que los trascienden —dice.

30
Levantamos nuestros vasos el uno hacia el otro antes de
dar un trago.

***
—Sí —murmuro soñolientamente al teléfono cuando
finalmente consigo acercármelo a la oreja.
—Señor, Chloe está en el hospital —dice Ricket, y yo me
incorporo.
—¿Qué quieres decir con que 'Chloe está en el hospital'? —
Enciendo la luz. —¿Está bien? —pregunto, levantándome de la
cama y acercándome a mi maleta, donde empiezo a meter todas
mis pertenencias dentro.
—Mierda. —Inspira profundamente. —Duane la estaba
vigilando en el bar y se dio cuenta de que había empezado a
actuar de forma extraña. Ella fue al baño y él la siguió, así que
cuando no reapareció al cabo de unos minutos, entró y la
encontró inconsciente en el suelo de uno de los puestos. Ahora
mismo, estamos esperando a que el médico nos diga qué ocurre.
—¿Qué demonios ha pasado? —gruño, encendiendo mi
ordenador. Tengo que ponerme en contacto con mi piloto para
preparar el avión. Necesito llegar a Chloe.
—No estamos seguros. Estoy consiguiendo el vídeo del bar
mientras hablamos.

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—Quédate con ella hasta que llegue. No la pierdas de vista
—le ordeno.
—Lo haré, señor —responde inmediatamente.
—El avión estará en el aire dentro de una hora. Si te enteras
de algo, avísame enseguida —le digo mientras le mando un
mensaje a mi piloto.
—Tiene mi palabra —me dice.
Cuelgo y voy a mi maleta para sacar unos vaqueros y una
camiseta, vistiéndome rápidamente antes de cerrar la
cremallera. Luego saco mi teléfono y me dirijo al vestíbulo del
hotel. En cuanto llego a la entrada, llamo a Wesly y le comunico
rápidamente que estoy de regreso a Estados Unidos y que voy
a llamar al Sr. Yakamora. Tengo que explicarle que he tenido
que marcharme de Japón inmediatamente y que cualquier
asunto que tengamos que tratar se puede resolver a través de
una conferencia telefónica.
No volveré a dejar a Chloe, aunque tenga que esposarla a
mí.

***
—¿Puedo tomar su abrigo? —pregunta la azafata.
Se lo doy y saco el teléfono del bolsillo cuando empieza a
sonar. —¿Sí?

32
—Señor, quería actualizarle. El médico la tiene conectada a
una vía y le están haciendo algunas pruebas más, pero creen
que la drogaron con Zolpide y que tuvo una reacción alérgica.
—¿Quién demonios estaba tan cerca de ella como para
drogarla? —exijo.
—Señor, no estoy seguro —dice Ricket en voz baja.
—¿Puedo hablar con ella?
—Todavía no se ha despertado —dice casi en voz baja, y
una bola de rabia caliente me llena el pecho.
—Llámame en cuanto se despierte —siseo, pasándome una
mano temblorosa por el pelo, —¡y por el amor de Dios, averigua
qué demonios ha pasado! —grito, colgando el teléfono.
Cuando aterrizamos en Nueva York, mi nivel de ansiedad
se ha triplicado. Chloe aún no se ha despertado y no hay
pruebas en las grabaciones que muestren si alguien tuvo la
oportunidad de drogarla.
Se necesita una hora para llegar desde la pista de aterrizaje
privada de Westchester hasta el hospital del centro de
Manhattan, donde está Chloe. En cuanto llego a la puerta del
hospital, Ricket está allí para encontrarse con mi coche. Sin
mediar palabra, lo sigo al hospital y, en cuanto salgo del
ascensor, se me ponen los pelos de punta. Maxine está de pie
en el vestíbulo con un hombre al que nunca antes he visto.
—¿Qué haces aquí? —pregunto en cuanto me acerco a ella.

33
Su cabeza se voltea hacia mí y sonríe. —He pensado que lo
mejor sería encontrarte aquí —dice en voz baja y empieza a
extender la mano para tocarme.
Me alejo al instante. —Has pensado mal. Puedes irte —le
digo, dando un paso hacia la habitación de Chloe, pero el
hombre que estaba junto a ella se pone delante de mí,
bloqueando mi camino. —Te sugiero que te hagas a un lado —
le digo.
—¿Lo haces, eh? —me pregunta, y vuelve a ponerse delante
de mí cuando trato de rodearlo.
Si no estuviera agotado por el viaje y las preocupaciones,
dejaría al chico fuera de combate, pero tal y como están las
cosas, es posible que él pueda superarme.
—Señor, este es el novio de Chloe —dice Maxine junto a mí,
y me giro para mirarla a ella y luego a él.
—El único hombre en la vida de Chloe soy yo. Ahora quítate
de en medio —le ladro.
Abre la boca y empieza a hablar, pero uno de mis hombres
interviene, rodeando con su mano el brazo del tipo. Empieza a
forcejear, pero se detiene rápidamente cuando mi hombre se
inclina y le dice algo.
Me giro hacia la habitación de Chloe, pero me detengo y
miro por encima del hombro. —Bernard.
Mi guardaespaldas se detiene y se gira para mirarme a mí
y al tipo. —¿Sí, jefe? —pregunta, volviendo a mirarme.

34
—Quiero saber todo sobre él, y asegúrate de que entiende
que no se le permite ni siquiera volver a respirar el mismo aire
que Chloe —le digo.
Levanta la barbilla y empieza a alejar al chico.
—Ahora, tú —digo, dirigiéndome a Maxine antes de entrar
en la habitación de Chloe. —Si descubro que has tenido algo
que ver con toda esta mierda, rezarás para que termine contigo.
—Nolan —susurra, y yo sacudo la cabeza.
—Vete, ahora —gruño.
Salta ligeramente antes de darse la vuelta rápidamente y
alejarse. Tomo aire y estiro el cuello antes de entrar en la
habitación donde está Chloe.
La televisión está encendida, y la luz azul ilumina la
habitación. Mis ojos se dirigen a la cama y contemplo a mi ángel
antes de dirigirme a ella. Las mantas la envuelven, las manos a
los costados. Tiene los ojos cerrados y las pestañas oscuras
sobre los pómulos. Lleva el pelo recogido y sé que se lo ha fijado
por la forma en que los rizos se mantienen en su pelo
normalmente liso. Me acerco a ella y veo que una de sus manos
tiene una vía intravenosa. Me parece que tardo una eternidad
en dar los diez pasos hasta su lado. Mi mano se dirige al
instante a su cara y mis dedos recorren su mandíbula cuando
veo un gran hematoma en ella.
—Jesús, Ángel. ¿Qué demonios ha pasado? —susurro,
mirándola. No puedo creer que le haya pasado esto. Me quito

35
los zapatos y me meto en la cama con ella, con cuidado de no
moverla demasiado mientras la rodeo.

***
—Nolan —dice Chloe mientras siento sus dedos recorrer mi
pelo.
Sonrío y abro los ojos un poco. Al recordar los
acontecimientos de las últimas veintiocho horas, la sonrisa
desaparece y mis ojos se abren por completo, encontrándose
con los ojos preocupados de Chloe.
—Ángel. —Trago saliva y la acerco suavemente para poder
presionar mis labios contra su frente.
—¿Por qué estoy aquí? —gime, y puedo oír las lágrimas en
su voz.
Me alejo ligeramente de ella para poder mirarla a los ojos.
—Te enfermaste y te desmayaste en el baño del club.
—Les dije que no quería beber —dice débilmente, haciendo
que me moleste al instante con la gente con la que ha salido.
Debería haber sabido que no debía confiar a nadie su cuidado.
—Está bien —digo, sentándome en el lado de la cama
mientras pulso el botón para llamar al médico. Luego me pongo
los zapatos.
—¿Estás bien? —pregunta ella, y el contacto de su mano
me hace soltar un suspiro agudo.

36
Me enloquece tanto pensar en lo que podría haberle
ocurrido que podría matar a alguien. Me giro hacia ella y dejo
de lado mis propios demonios personales. Ella me necesita
ahora, y no puedo dejar que mis propias emociones se
sobrepongan a eso.
—Bien, Hermosa —le digo, pasando una mano por su pelo.
—Señor —dice Ricket, a lo que se suma la voz de otra
persona: —Estás despierta.
Cuando giro la cabeza, entra un hombre atractivo, unos
años más joven que yo, que lleva un conjunto de bata azul
oscuro.
—Soy Alex, el enfermero de Chloe —sonríe, mirando a Chloe
un poco demasiado tiempo antes de que sus ojos se encuentren
con los míos.
—Estamos bien, Ricket. Gracias —digo, viendo cómo se va
antes de girarme para mirar a Alex.
—Voy a buscar a la doctora. ¿Necesitas algo antes de eso?
—le pregunta a Chloe, dando un paso más hacia la cama.
—Necesito ir al baño —dice Chloe en voz baja, con las
mejillas ligeramente rosadas.
—Puedo ayudarte con eso —dice, pero le cierro el paso.
—Simplemente busca a la doctora. Yo me aseguraré de que
pueda ir al baño —gruño, y una sonrisa tuerce sus labios,
haciendo que un gruñido vibre en mi pecho.
—Deja que le quite la vía. Así será más fácil para ti —dice.

37
Quiero decirle que no, pero sé que, lógicamente, eso no
tiene sentido, así que me hago a un lado de mala gana para que
pueda llegar a Chloe. Sólo tarda un segundo en sacarla y luego
sale de la habitación.
—Puedo caminar —se queja mientras la levanto y la llevo al
baño.
—Todavía no —le digo, ayudándola a ir al baño. Me pongo
a su altura y sus ojos se entrecierran.
—No tienes que esperar aquí conmigo. Estoy bien —dice.
Suspiro y niego con la cabeza. —Hasta que la doctora diga
lo contrario, no debes quedarte sola.
—Odio cuando te pones mandón —refunfuña.
Me encojo de hombros. Puede considerarlo molesto todo el
día, pero eso no cambiará nada.
Cuando termina en el baño y la ayudo a lavarse las manos,
la llevo de vuelta a la cama justo a tiempo para que la doctora
entre en la habitación seguida de la Enfermero Alex.
—Srta. Kasters —dice la doctora de Chloe, acercándose a la
cama, —¿cómo se siente?
Chloe mira a la doctora, a mí y luego a ella de nuevo. —Un
poco fuera de mí —frunce el ceño.
La doctora asiente y mira la tableta que tiene en la mano.
—Es comprensible. Han llegado los resultados de su sangre y
parece que tenía una buena cantidad de Ambien en su
organismo.

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—¿No es un medicamento para dormir? —pregunta Chloe,
y yo tomo su mano entre las mías.
—Sí, pero también se usa como droga depredadora.
—¿Quiere decir que es una droga para violar? —pregunta
Chloe, y sus uñas se clavan en mi piel.
—Desgraciadamente, sí —responde la doctora en voz baja.
—¿Acaso yo...? —susurra Chloe y luego hace una pausa
para mirarme.
El miedo y la confusión que veo en sus ojos me hacen
moverme para poder sujetar su cara entre mis manos. —No,
Hermosa —respondo en un ronco susurro. —Te desmayaste en
el baño del club, pero nadie te tocó.
Sus ojos se cierran y la acerco a mí, poniendo mis labios en
su frente.
—Nadie te tocó —repito contra su piel.
Asiente con la cabeza y yo me echo hacia atrás.
—Sé que esto es muy molesto, pero todo parece estar bien
ahora. —La doctora sonríe suavemente a Chloe.
—¿Cuánto tiempo debe permanecer aquí?
—Me gustaría monitorizarla durante las próximas dos
horas. Si no muestra ningún signo de tener una conmoción
cerebral, le daré el alta. —Mira de mí a Chloe y baja la voz. —
Necesito que me avisen si algo cambia en las próximas setenta
y dos horas. Has estado dormida durante mucho tiempo, pero
creemos que se debió a la cantidad de Ambien en tu sistema.

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—Tal vez sea mejor que se quede aquí —afirmo, no
queriendo arriesgarme a que le ocurra algo mientras está fuera
del hospital.
—Estoy bien —dice Chloe, y yo la miro y luego vuelvo a
mirar a la doctora.
—¿Está segura de que es una buena idea enviarla a casa?
—pregunto, viendo cómo una sonrisa tensa sus labios mientras
Chloe me corta con un 'estaré bien'.
Dejo escapar un suspiro y miro a mi ángel. Detesto que esto
haya sucedido y no sé cómo puedo actuar. Desde que conocí a
Chloe, he sentido la necesidad de protegerla. Ahora, con este
giro de los acontecimientos, siento que ese impulso se hace más
fuerte.
—Si la doctora dice que debes quedarte, te quedas —afirmo,
sin dejar espacio para una discusión.
—Ya ha dicho que puedo irme a casa —dice Chloe, y oigo
una risita de la doctora o de 'Alex el enfermero' y la ignoro.
—Quizá deberíamos pedir una segunda opinión —
refunfuño en voz baja.
—Nolan, eso es ridículo —afirma ella, poniendo los ojos en
blanco.
Empiezo a preguntarme si no se habrá hecho daño de
verdad. No recuerdo que Chloe haya sido antes tan desafiante.
—Ella acaba de decir que estoy bien. Si algo cambia, puedo
volver.

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—De acuerdo —digo y luego miro a la doctora. —Necesitaré
el número de una enfermera a domicilio.
—Nolan —dice Chloe.
—No —afirmo, girando la cabeza en su dirección. —Si vas
a venir a casa, lo haremos a mi manera.
Debe entender por mi tono que no voy a ceder, porque al
instante mueve la cabeza de arriba abajo.
—Ahora, si eso es todo, ella necesita descansar hasta que
le den el alta —ladro, mirando a Chloe, a su doctora y luego a
Alex.
Sé que no tiene sentido estar enojado, y no estoy molesto
con Chloe; estoy molesto con esta situación. Siendo quien soy,
estoy acostumbrada a tener el control, y esta situación está
completamente fuera de mis manos. Sé que no podré descansar
tranquilo hasta que descubra quién ha intentado hacer daño a
mi ángel.
—Volveré para traerle los papeles del alta. Si las cosas se
ven bien cuando regrese, le daré el alta.
—Gracias —dice Chloe. Luego me mira y levanta una ceja,
haciendo que apriete los labios. —Nolan —susurra y me da un
codazo en las costillas.
Miro a la doctora y murmuro un rápido —Gracias —antes
de ver cómo ella y el Enfermero Alex salen de la habitación.
En el momento en que se pierden de vista, Chloe me mira.
—¿Qué? —pregunto, poniendo los pies en la cama.

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—Has sido muy grosero —resopla, dejándose caer de nuevo
sobre la almohada.
—Cuidado —ladro, y sus ojos se abren de par en par,
haciéndome retroceder. —Te han drogado. Tienes la cara
magullada y has estado inconsciente durante las últimas
veinticuatro horas, así que no me mires como si te sorprendiera
que reaccionara así.
—Lo sé —suspira, y mis ojos se encuentran con los suyos,
—pero estoy bien.
Su mano sube para recorrer mi mandíbula. Mi mano cubre
la suya y giro la cabeza para besar su palma. Sé que tiene razón,
pero eso no lo hace más fácil. Asiento y termino de arroparla en
la cama antes de besar su frente y salir al pasillo para hablar
con Ricket.
—Señor —dice Ricket en cuanto me ve salir de la habitación
de Chloe.
—¿Dónde está Bernard?
—Él...
—Ya estoy aquí —anuncia Bernard, girando en la esquina.
—¿Alguna novedad?
—Todavía no. —Sacude la cabeza, mirando hacia la
habitación de Chloe. —¿Cómo está ella?
—Mejor —le digo, pasándome una mano por la nuca.
—Entonces, ¿tampoco hay noticias de quién era el tipo?
—Cuando hablé con él fuera, dijo que era el novio de Chloe
en el instituto.

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—¿Por qué demonios aparece aquí ahora?
—Dijo que recibió una llamada de alguien diciéndole que
ella estaba en el hospital. Me dijo que él y Chloe han mantenido
el contacto a lo largo de los años y que siempre la ha
considerado su chica, así que quería asegurarse de que estaba
bien.
Las palabras 'su chica' resuenan en mis oídos y trato de
estabilizar mi respiración mientras mis manos se cierran en
puños.
—Quiero que averigües todo sobre él, hasta lo que ha
desayunado esta mañana, y no lo quiero cerca de Chloe. No
quiero que ni siquiera la vea.
—Mis hombres lo vigilarán de cerca.
—Asegúrate de eso —gruño antes de girar sobre mis talones
y volver con Chloe. Sé que no es culpa de mis hombres lo que
ha pasado, pero el miedo a lo desconocido me hace perder la
cabeza. Necesito respuestas cuanto antes.

43
Capítulo 3

—¿Qué estás haciendo? —ladro, entrando en el baño,


donde Chloe está sumergida en la bañera con los ojos cerrados
y montones de burbujas blancas rodeándola.
—Tomando un baño —responde, sin abrir los ojos.
—Podrías ahogarte —le digo, caminando hacia ella y
levantándola del agua, sin importarme que mi ropa quede
empapada al hacerlo.
—Bájame, Nolan.
—No. Irás a la cama —le digo, ignorando sus forcejeos
mientras agarro una toalla con una mano antes de salir del
baño y llevarla a la cama, donde se suponía que debía estar
mientras yo iba a hacer unas llamadas telefónicas.
—Estás haciendo el ridículo. Primero me llevas de un lado
a otro como si fuera una muñeca, ¿y ahora no puedo bañarme?
—grita, fulminándome con la mirada.
—Era más seguro que te llevara yo. —Me encojo de
hombros y empiezo a secarla, pero me quita la toalla de la mano
y empieza a golpearme con ella, haciendo que la esquive
mientras intento quitársela sin hacerle daño. —Chloe, detente.

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Te vas a hacer daño —le digo, y finalmente le quito la toalla de
las manos.
Se acerca al extremo de la cama y agarra la manta, tirando
de ella sobre sí misma antes de cruzar los brazos sobre el pecho
y dejar escapar un largo resoplido.
—Se supone que estás descansando.
—Estaba descansando. —Pone los ojos en blanco y se
levanta de la cama.
—Ahora, ¿qué estás haciendo?
—Necesito algo para dormir —murmura, pasando junto a
mí hasta la cómoda, abriendo mi cajón superior y sacando una
camiseta.
—¿Tienes hambre? —pregunto, observando cómo se pone
la camiseta por encima de la cabeza. Me quedo duro como una
piedra mientras la camiseta se desliza sobre sus perfectas tetas,
pasando por la suave redondez de su estómago, y luego baja
para cubrir su coño desnudo.
—Todavía no tengo hambre —dice cuando gira la cabeza y
nuestros ojos se encuentran.
Veo cómo el deseo aparece en sus ojos y se acerca a mí
lentamente.
—Ángel —le advierto, y su paso vacila ligeramente antes de
continuar su camino. Esta vez, el movimiento de sus caderas
hace que mi polla me pida que la alcance.

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—Te he echado de menos. —Baja la voz y su mano se dirige
a mi pecho, haciendo que mi polla, ya dura, se vuelva casi
insoportable.
—Necesitas descansar.
—Te necesito a ti —sisea, su mano en mi pecho viajando
por mi estómago, ahuecándome, sus pequeños dedos tratando
de envolver mi polla a través del material de mis pantalones.
—No. —Agarro su mano y le rodeo la cintura con el brazo,
acercándola suavemente a mí. —No te encuentras bien.
—Estoy bien —gime, y por el ruido que hace y el ligero
movimiento de sus muslos, sé que se está excitando.
—Yo decidiré cuándo estás bien para follar —susurro cerca
de su oído, y ella gime mientras mi mano se desliza alrededor y
luego por su estómago. —¿Quieres correrte? —Sé que no puedo
follarla como me gustaría, pero nunca quiero que le falte nada,
aunque sea un orgasmo.
Su mejilla se mueve contra mi pecho, y maúlla cuando mis
dedos se deslizan entre los labios de su coño.
—Pobre Ángel —digo, sintiendo lo hinchada que está
mientras mis dedos empiezan a rodear lentamente su clítoris y
luego bajan por su entrada.
Sus caderas comienzan a moverse con mi mano, y está tan
mojada que mis dedos se deslizan sin resistencia.
—¿Me has echado de menos? —gruño, deslizando dos
dedos dentro de ella, presionando contra su punto G. Siento
que la punta de mi polla está cubierta de pre-semen y sé que

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me estoy haciendo un jodido lío. —Contéstame —gruño cuando
no responde.
—Sí —grita mientras empiezo a follarla rápidamente con los
dedos.
Noto cómo su coño se pone cada vez más apretado y
caliente, y sé que va a correrse, pero necesito saborearla. La
hago retroceder hasta la cama, asegurándome de mantener mi
agarre alrededor de su cintura, sin que mis dedos pierdan el
ritmo. Una vez que la tengo en la cama, la apoyo suavemente
en el colchón, cubriendo su cuerpo con el mío.
Levanto la cabeza y la miro mientras sus ojos se abren y me
mira. Hay tanta hambre, tanto deseo en sus ojos que bajo mi
boca sobre la suya solo para poder romper el contacto visual.
Sé lo que quiero hacer ahora mismo, pero me obligo a controlar
las ganas de hundirme en su interior. Una vez que me he
saciado de su boca, desciendo suavemente por su cuello y uso
mi mano libre para levantar la camiseta que lleva puesta y dejar
al descubierto sus pechos.
El aire frío golpea sus pezones, haciendo que se tensen aún
más. Los dedos que estoy usando para acariciar su interior se
doblan, haciendo que su espalda se arquee sobre la cama,
acercando sus pechos a mi boca. Suelto una cálida bocanada
de aire sobre su pezón antes de lamerlo con la lengua y soplar
de nuevo sobre él. Luego me lo meto en la boca.
Su gemido y sus uñas clavadas en mi pelo me incitan a
continuar. Una vez que le he dado el mismo tratamiento a los

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dos pechos, la beso por el vientre, lamiendo alrededor de su
ombligo, antes de bajar y levantar una de sus piernas por
encima de mi hombro, abriéndola frente a mí. Me recuesto,
observando cómo mis dedos entran en ella con suaves
movimientos, y luego empiezo a follarla más fuerte con ellos
antes de bajar la cara para lamer su centro. Me meto en la boca
su sabor dulce y puro y rodeo su clítoris con la lengua antes de
succionarlo en mi boca y golpearlo.
El talón de su pie se clava en mi hombro, su coño se aferra
a mis dedos y sus gritos llenan la habitación justo antes de que
su cuerpo quede completamente inerte y el silencio llene el aire.
Cuando siento que su cuerpo se relaja por completo y que su
orgasmo ha pasado, saco lentamente los dedos y me los meto
en la boca, saboreando su sabor mientras vuelvo a besar su
cuerpo. Cuando llego a su cara, la beso una vez más y veo que
tiene los ojos cerrados. Se abren lentamente y una pequeña
sonrisa se dibuja en su boca.
—Duerme, Ángel —le digo mientras le arreglo la camiseta y
la acomodo en la cama.
La tapo antes de quitarme la camisa y dirigirme al baño,
donde tengo mucho cuidado al quitarme los pantalones. Estoy
tan duro que casi me duele. Me meto rápidamente en la ducha
y me seco a toda prisa. Ni siquiera me molesto en vestirme antes
de meterme en la cama con Chloe y apretarla contra mi pecho.
Luego me quedo dormido.

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***
—Debería ir a trabajar —dice Chloe.
Levanto la cabeza de los papeles que he estado revisando
por un caso para poder mirarla fijamente. Lleva tres días
repitiendo lo mismo. No sé cuántas veces tengo que decirle para
que entienda que eso no va a pasar. Diablos, tendrá suerte si
vuelve a trabajar.
—Hemos hablado de esto.
—Tú has hablado de esto. —Pone los ojos en blanco antes
de levantarse de la mesa y dirigirse a la cocina. —Necesito
trabajar. Necesito ganar dinero para poder pagar mis facturas
—dice, y la ira se enciende instantáneamente en mi estómago.
—Tengo mucho dinero.
—Lo sé, pero es tu dinero.
—Yo cuidaré de ti.
—Nolan, te amo, pero nunca busqué un sugar daddy —
grita, lanzando las manos al aire.
—Chloe, ten cuidado —gruño. —Estás poniendo realmente
a prueba mi paciencia —digo, tirando los papeles en mis manos
sobre la mesa antes de levantarme de la silla, oyéndola chocar
contra la pared detrás de mí.
—Nolan. —Traga saliva.
—Soy el que recibió una llamada telefónica desde el otro
lado del mundo diciéndome que la mujer que amo había sido

49
drogada. Yo soy a quien le pasó eso, así que no puedes hacer
que esto parezca que estoy tratando de mantenerte aquí para
mi propia satisfacción. Te mantengo aquí porque es seguro —
digo entre dientes, inclinando la cabeza hacia atrás en señal de
frustración.
Se ha vuelto más y más desafiante, y la forma en que
normalmente la haría someterse no puede ocurrir en este
momento, no hasta que sepa que está completamente bien.
—Lo siento —susurra. Mi cabeza baja y nuestros ojos se
encuentran. —Sólo necesito salir de la casa. Quiero decir, ni
siquiera me dijiste que me ibas a mudar contigo. Ayer, todas
mis cosas simplemente aparecieron aquí.
Está bien, puede que haya exagerado un poco, pero dadas
las circunstancias, estaba cansado de esperar, y ahora, creo
plenamente que el único lugar en el que está segura es conmigo.
Así que ahí es donde estará a partir de ahora. Y no, no quiero
ser su sugar daddy, pero el trabajo tiene que irse. Si tengo que
viajar por negocios, ella vendrá conmigo. Ya no podré dejarla
mientras esté fuera de la ciudad.
—Necesito saber que estás a salvo.
—Antes de conocerte, nunca me había pasado nada
parecido —susurra mientras baja la cabeza y se retuerce las
manos.
Sus palabras se sienten como un tubo de acero atravesando
mis entrañas. Odio la idea de ser el causante de que le hayan
hecho daño. Lo único que he querido es ocuparme de ella.

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—Ven aquí, Hermosa —suspiro mientras abro los brazos, y
ella camina hacia mí, hundiendo su cara en mi pecho mientras
sus brazos me envuelven con fuerza. —Debería haber hablado
contigo sobre la mudanza de tus cosas, pero sabía que
intentarías decirme, de nuevo, que es demasiado pronto. Te
quité la decisión de las manos e hice lo que había que hacer.
Su cabeza se inclina hacia atrás y junto algunos de los
cabellos de su nuca en mi mano, cerrando el puño. Entonces
bajo mi boca hasta la suya, deslizando mi lengua entre sus
labios, invitando a los suyos a salir y jugar. Cuando grita y su
cuerpo se levanta, me alejo y le doy otro suave beso en los labios
antes de volver a acercar su cabeza a mi pecho.
—¿Qué te gustaría hacer hoy? —le pregunto tras un
momento de silencio.
Su cabeza se inclina de nuevo hacia atrás y su cara se
ilumina. —Nunca he estado en el Museo de Historia Natural.
Internamente, me quejo, sabiendo que es probable que el
lugar esté repleto de niños en este momento. Pero si mi ángel
quiere ir al museo, supongo que eso es lo que vamos a hacer.
—Muy bien. Ve a prepararte mientras yo termino algo de
trabajo. Saldremos en una hora.
—¿De verdad? —Sonríe con más fuerza, y mi boca vuelve a
bajar, besando esa de sus labios.
—De verdad —respondo contra su boca antes de separarme
y girarla hacia las escaleras, donde la observo hasta que
desaparece de la vista.

51
***
—Hay muchos niños aquí —dice Chloe mientras nos
abrimos paso a través de las exposiciones de dinosaurios.
—La mayoría de los colegios de los cinco distritos traen a
los niños a este museo durante la semana, y luego están todas
las niñeras que traen a los niños durante el día. O las madres
que simplemente quieren hacer algo con sus bebés también
vienen aquí —le digo, rodeando sus hombros con mi brazo para
guiarnos entre la multitud.
—No tenía ni idea —murmura.
—Cuando era pequeño, sólo me gustaba venir aquí por una
razón. —La conduzco más allá de algunas de las exposiciones,
en dirección a mi lugar favorito del edificio.
—Madre mía —dice, mirando a la gigantesca ballena azul
que ocupa una enorme extensión del museo.
—Solía quedarme tirado en el suelo debajo de ella durante
horas —le digo, mirando a mi alrededor.
La zona en la que se encuentra la ballena es oscura y el
suelo está vacío, por lo que es el lugar perfecto para alejarse de
todo el ruido del museo. La conduzco hacia el centro de la sala
y la observo mientras mira a su alrededor. Hay niños por todas
partes, junto con adultos que miran las exposiciones que hay
en las paredes.

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—Vamos. —Tira de mi mano y empieza a sentarse en el
suelo.
La miro con el ceño fruncido. —¿Qué haces?
—Vamos, anciano. Necesito la experiencia completa. —Se
ríe y se sienta por completo antes de acostarse en el suelo.
Sacudo la cabeza pero la sigo hacia abajo, apoyando mi
cabeza cerca de la suya. Ella mueve mi brazo y apoya su cabeza
en mi pecho.
—Esto es genial —susurra.
Le aprieto el hombro. Había olvidado lo mucho que me
gustaba hacer esto cuando era un niño.
—Aquí es donde me dieron mi primer beso —digo, besando
su frente.
—¿Era tu novia? —Su mejilla se mueve contra mi pecho y
sé que está sonriendo.
—Tenía seis años. Pensaba que era mi novia, así que
cuando vinimos de excursión, la besé cuando llegamos a esta
parte del museo.
—¿Qué hizo? —ríe, haciéndome sonreír.
—Me pegó y luego salió corriendo y se lo contó al profesor.
—Tu pobre ego. —Inclina la cabeza hacia atrás y la mirada
suave de sus ojos me hace ver que este es el lugar donde le
pediré que se case conmigo una vez que el anillo que estoy
mandando a hacer para ella esté terminado.
—Sobreviví —murmuro, acercando su cara a la mía.

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Se levanta al instante sobre el codo y baja su boca hasta la
mía, mordisqueando mi labio inferior antes de lamerlo. Mi mano
se mueve para sujetar su rostro y continuar con el beso, pero
de repente nos interrumpen.
Un niño grita: —¡Se están besando! —y un grupo de risas
estalla a nuestro alrededor.
Tanto la cara de Chloe como la mía se giran al mismo
tiempo para ver que hay un grupo de niños que llevan camisetas
a juego y parecen tener unos cinco años de pie a nuestro
alrededor y riendo.
—Dios mío —susurra Chloe y esconde su cara en mi pecho.
Vuelvo a recostar la cabeza, rompo a reír y noto que Chloe
tiembla al hacer lo mismo.
—Creo que tenemos que levantarnos —le digo, sentándome
y viendo que los niños se han alejado.
Pasamos las siguientes horas paseando por el museo,
viendo diferentes exposiciones antes de salir del edificio. Una
vez en la calle, le hago una señal a Ricket mientras caminamos
hacia el parque.
—Esto es bonito —murmura Chloe.
La miro mientras le da un mordisco al pretzel que le acabo
de comprar. A veces me olvido de alejarme del trabajo para
disfrutar de los pequeños momentos.
—Ha sido bonito —le digo, agachando la cabeza para darle
un mordisco a su pretzel, haciéndola reír.

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Cuando llegamos a mi penthouse, ya es de noche. El aire
está frío y Chloe está temblando. Insiste en que vayamos
andando en lugar de utilizar el coche, así que envío a Ricket
delante de nosotros, diciéndole que puede tener la noche libre.
Por eso me sorprende encontrarlo esperando en el vestíbulo del
edificio junto con Bernard.
—Señor —dice Ricket cuando me ve.
—¿Está todo bien? —pregunto, frotando el brazo de Chloe,
tratando de calentarla. Los dos nos hemos vestido ligeros para
salir, y ahora, desearía haber traído una chaqueta o haber
exigido que tomáramos el coche para volver a casa.
—Buenas noches —le dice Bernard a Chloe antes de mover
sus ojos a los míos. —Tenemos que reunirnos.
Asiento con la cabeza. —Deja que suba a Chloe y la
caliente, y luego podemos hablar —le digo, viendo cómo levanta
la barbilla y nos sigue hasta el ascensor.
Una vez que tengo a Chloe en el baño, me dirijo al salón,
donde Bernard y Ricket están hablando en voz baja.
—Díganme qué está pasando —digo, sirviendo un vaso de
whisky.
—He vuelto a ver las grabaciones del club de la noche en
que Chloe fue drogada y todavía no he encontrado ni un solo
momento en el que se le pudiera haber metido la droga. A lo
largo de la noche, nunca estuvo alejada de las otras mujeres del
grupo, nunca fue al bar sola, y al grupo con el que estaba le

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trajeron jarras de bebidas, y ninguna de las otras mujeres
mostró nunca signos de haber recibido lo mismo que Chloe.
—La droga estaba en su organismo, y sé que nunca ha
tomado medicación para dormir, así que en algún momento de
esa fiesta le dieron la droga —gruño.
—Estoy de acuerdo —dice Bernard y luego mira a Ricket.
—Lo que pienso es que una de las mujeres de la fiesta se la
puso en la bebida. Son las únicas que habrían tenido la
oportunidad de hacerlo. Mis hombres la estuvieron vigilando
toda la noche, y en ningún momento nadie que no formara parte
de la despedida de soltera se acercó siquiera a la distancia de
un estornudo.
—¿Así que crees que una de las mujeres con las que estaba
la drogó? —Sacudo la cabeza. —Eso no tiene ningún sentido.
—No sé por qué alguien lo hizo, pero las mujeres de la fiesta
son las únicas que habrían tenido la oportunidad de hacerlo.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —Miro en dirección al baño,
no quiero que Chloe salga durante esta charla. No quiero que
ni siquiera sepa que está pasando algo o lo que ellos sospechan.
No sé cómo reaccionaría si supiera que creen que sus amigas
tuvieron algo que ver con que la drogaran.
—Ahora mismo, estoy reuniendo toda la información que
puedo sobre las mujeres que asistieron a la fiesta. Hasta ahora,
todas parecen ser un grupo de adineradas esposas trofeo, y no
puedo encontrar ningún vínculo que me lleve a creer que le
guardan rencor.

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—Chloe es inocente. Creo que lo que está pasando aquí
tiene más que ver conmigo que con ella.
—¿Crees que alguien la está utilizando para llegar a ti? —
responde Bernard, y yo asiento con la cabeza. —Eso tendría
sentido. He estado siguiendo la ruta del ex novio, pero incluso
él ha sido un callejón sin salida.
—¿Qué quieres decir?
—Se fue a su casa. Ni siquiera ha intentado contactar con
ella.
—Entonces, ¿por qué apareció aquí?
—Tengo a mi chico investigando sus registros telefónicos.
Quiero averiguar cómo sabía que Chloe estaba en el hospital.
Alguien tuvo que contactar con él para darle esa información.
—¿Con qué propósito?
—Señor, si me permite —habla Ricket, y me giro para mirar
a mi viejo amigo. —Usted es muy posesivo con la Srta. Kasters.
Tal vez quien hizo esto creyó que usted haría algo precipitado.
—¿Como qué?
—Tal vez dejarla, señor —dice Ricket.
Me vienen recuerdos de mi matrimonio. Nunca le pregunté
a mi ex si tenía una aventura... no es que lo necesitara. Pero
incluso si todas las pruebas no hubieran estado ahí delante de
mí, no le habría dado la oportunidad de explicarse.
Nunca he sido la persona más comprensiva. Chloe no ha
estado en mi vida durante mucho tiempo, así que si alguien
intentara hacerme creer que está jugando conmigo, que está

57
teniendo una relación con otra persona, y si tampoco
entendiera la profundidad de los sentimientos que siento por
ella, podrían haber pensado que podrían hacerme creerles.
Lo que no saben es que estoy obsesionado con ella, y no
hay nada que nadie pueda hacer, incluida ella, que me impida
quedarme con ella.
—¿Cuánto tiempo llevará conseguir los registros
telefónicos?
—Tardaremos unos días. Los registros telefónicos son un
poco más difíciles.
—Háganme saber lo que averigüen en cuanto tengan la
información.
—Sabe que lo haré —responde Bernard, dándome una
palmadita en el brazo antes de dirigirse a la puerta principal.
—¿Quiere que haga algo, señor? —pregunta Ricket.
—No. Simplemente ten una buena noche. Mañana tendré
que ir a la oficina durante unas horas. Llamaré cuando esté
listo para salir —le digo, y él asiente una vez antes de dirigirse
a la puerta principal.
Cuando compruebo que se han ido, me dirijo al dormitorio
para ver cómo está Chloe. Hay muchas cosas en las que pensar,
pero sé que mis hombres serán capaces de manejarlas.

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Capítulo 4

—¡Nolan! —grita Chloe, y yo inclino la cabeza hacia atrás


para mirar el techo antes de soltar un largo suspiro.
Ha estado en un estado de alboroto desde que llegó a casa
hace unas horas, y estoy listo para azotar su trasero. Esta
mañana le dije que no fuera a trabajar, y creí que estaba de
acuerdo conmigo y que se iba a quedar en casa. Pero parece que
mi hermosa chica se ha vuelto dura de oído, porque una hora
después de llegar a mi oficina, recibí una llamada telefónica de
Bernard informándome de que Chloe había sido vista saliendo
del edificio por uno de sus hombres, que luego había procedido
a seguirla, asegurándose de que llegaba a la panadería sana y
salva antes de plantarse fuera hasta que pudiera encontrarme
con él allí.
En cuanto recibí esta información, terminé mi reunión
antes de tiempo y me reuní con Ricket abajo para poder ir a
buscar a Chloe yo mismo. Aunque a ella no le importe su
seguridad, a mí sí, y de ninguna manera me arriesgaré a que
esté en un lugar completamente abierto donde, en cualquier
momento, cualquiera podría llegar a ella.

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Cuando llegué a la panadería, Chloe corrió a la cocina
trasera. En ese momento, debería haber sabido que no lo iba a
poner fácil. Tardé diez minutos en acorralarla. Tengo que decir
que, aunque es pequeña, es rápida. La cosa no terminó cuando
la atrapé; no, terminé cargándola pataleando y gritando fuera
de la panadería hasta la parte trasera de mi coche. Me
sorprendió que la policía no apareciera después de la escena
que había causado. Si no fuera por sus heridas, le habría dado
unos azotes en el culo por el espectáculo que había hecho.
—¡Nolan! —vuelve a gritar.
Esta vez, la oigo dar un pisotón por el pasillo. Me vuelvo a
recostar en el sofá y espero a ver qué pasa.
—Sé que puedes oírme —resopla, poniéndose delante de
mí.
—Es difícil no oírte cuando gritas, Ángel —murmuro
secamente, cerrando el ordenador.
—No me digas 'Ángel' —gruñe, levantando las manos. —
¿Dónde está mi ropa?
—En el armario —digo lentamente, preguntándome si se ha
vuelto realmente loca.
—No, no lo están —resopla, apartando un mechón de pelo
de su cara.
—Ángel.
—¡No me digas 'Ángel'! ¿Qué? ¿Las has quitado para que no
tenga nada que ponerme o para que no pueda volver a salir de
casa a menos que esté dispuesta a hacerlo desnuda?

60
—Aunque eso suena como una situación en la que todos
ganan, no.
—Pues entonces, alguien me ha robado la ropa. —Levanta
las manos de nuevo antes de bajarlas a sus caderas.
—Chloe, debes tener muchas ganas de unos azotes. Llevas
todo el día haciendo cosas para provocarme. —Me froto entre
los ojos y la miro sólo después de que se haya quedado callada
durante demasiado tiempo.
—No estoy mintiendo. Toda mi ropa, todo lo que es mío, ha
desaparecido —susurra.
Al ver su cara de pánico, me pongo en pie y me dirijo al
dormitorio y al armario. En cuanto llego al dormitorio, un olor
familiar me llega a la nariz, pero desaparece antes de que pueda
localizarlo. Me dirijo al armario y veo que todas sus perchas
están vacías. Abro y cierro los cajones y no encuentro nada.
Todo ha desaparecido. Mi ángel tiene mucha ropa y no queda
nada, ni siquiera unas bragas perdidas.
La dejo de pie en el armario y voy al baño donde guarda
todas sus cosas de mujeres. También ha desaparecido todo.
Busco en nuestra casa de arriba a abajo, pero todo lo suyo ha
desaparecido. No queda ni rastro de ella. Si no estuviera delante
de mí, pensaría que ha desaparecido. Cuando me doy la vuelta,
Chloe está de pie en medio de la cocina con las manos
tapándose la boca. Es entonces cuando me doy cuenta del
aspecto que debo tener. Puedo decir que tengo la cara al rojo
vivo por la ira y que mi cuerpo se ha expandido. No tengo ni

61
idea de quién demonios ha entrado en nuestra casa, pero
cuando lo descubra, va a ser jodidamente castigado.
—Ven aquí —exijo.
Camina por el suelo de mármol. En cuanto está a mi
alcance, la levanto y la llevo conmigo al salón, donde me siento
con ella en el regazo antes de sacar el teléfono y llamar a
Bernard.
—Shhhh, Ángel —le susurro en la parte superior de la
cabeza y la atraigo firmemente contra mí cuando la oigo
sollozar.
—¿Jefe? —responde Bernard.
—Trae tu culo a mi casa ahora —le ordeno y cuelgo. —Te
conseguiremos ropa nueva —le digo, y ella sacude la cabeza,
haciendo que su cara se deslice contra mi camisa.
—¿Por qué alguien se llevaría mis cosas?
—No hablemos de eso ahora —le digo suavemente, besando
la parte superior de su cabeza.
Mi mente viaja rápidamente, y no quiero profundizar en el
motivo hasta que llegue Bernard. Lo único en lo que puedo
pensar es en el hecho de que ella ha salido esta mañana, y que
ha sido entonces cuando han debido entrar para llevarse todas
sus cosas. Me pregunto qué habrían hecho si ella hubiera
estado aquí sola. No hay forma de saber qué habría pasado
entonces. Mi edificio es seguro, pero como cualquier lugar,
siempre se puede mejorar.

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Pasan tres minutos antes de que suene el teléfono y me
avisen de un invitado. Chloe salta al oír el ruido y la tranquilizo
de nuevo antes de sentarla en el sofá a mi lado para poder
reunirme con Bernard en la entrada.
—Estaré justo ahí, doblando la esquina. Siéntate aquí
hasta que vuelva —le digo, besando su frente. —Mírame,
Hermosa. —Coloco dos dedos bajo su barbilla, levantando sus
ojos hacia los míos. —Todo estará bien.
—Lo sé —susurra y luego mira por encima de mi hombro
cuando el timbre vuelve a sonar.
—Vuelvo enseguida.
Ella asiente y yo beso sus labios antes de dirigirme a la
puerta.
—¿Qué pasa? —pregunta Bernard en cuanto abro la puerta
principal.
Lo conduzco de nuevo por el pasillo hacia la sala de estar,
no queriendo que Chloe esté fuera de mi vista durante más de
un momento.
—Todas las pertenencias de Chloe han desaparecido —le
digo por encima del hombro.
—¿Cómo es posible?
—Me gustaría saber lo mismo. —Me paso una mano por el
pelo y me dirijo al salón, encontrando a Chloe donde la dejé,
pero ahora sus ojos están puestos en el teléfono que tiene en la
mano, con la cara blanca como un fantasma.
—¿Qué pasa?

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—Acabo de recibir un correo electrónico —susurra y luego
levanta los ojos para encontrarse con los míos. —¿Qué pasó
cuando estabas en Japón? —Le tiembla el labio inferior y se le
llenan los ojos de lágrimas.
Se me revuelve el estómago cuando me pregunto de qué
podría estar hablando. —¿Qué hay en el correo electrónico? —
insisto.
Levanta su teléfono hacia mí. La imagen que aparece en la
pantalla es la de la noche en que volé a casa cuando me enteré
de que estaba en el hospital. Estoy sentado en una de las sillas,
y el ángulo en el que está tomada la foto hace que parezca que
la camarera y yo nos estamos besando.
Recuerdo ese momento. Había estado recibiendo una
bebida de la camarera, y ella se había inclinado hacia mí para
hacerme una pregunta, así que yo me había inclinado hacia
delante para oírla con más claridad.
—Eso no es lo que parece —afirmo, dando un paso hacia
ella. —No pongas nunca en duda la profundidad de los
sentimientos que tengo por ti. Nunca te faltaría el respeto a ti o
a nosotros de esa manera.
Sus ojos buscan mi rostro y traga saliva antes de volver a
bajar la cara hacia su teléfono. Por un momento, me pregunto
si quien está haciendo esto ha ganado, si ha conseguido
quitarme lo más importante de mi vida. Entonces su teléfono se
apaga, sus ojos se encuentran con los míos y veo que sigue
conmigo, y el nudo de mi estómago se deshace.

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—Averiguaré quién está haciendo esto y lo enterraré —juro,
girándome hacia Bernard. —Quiero saber quién ha estado aquí
y cómo demonios ha entrado. Mientras tanto, me llevaré a Chloe
a mi casa al norte del estado. Quiero que nos acompañen tres
hombres. Espero que, cuando vuelva a hablar contigo, tengas
alguna pista —le digo antes de volver a dirigirme a Chloe y
tenderle la mano.
Ella toma y yo la levanto del sofá.
—¿Te lleva Ricket? —pregunta Bernard.
Mi primer instinto es decir que sí, pero creo que conducir
puede ayudar a aliviar lo que estoy sintiendo en este momento.
—Yo conduciré —respondo, tomando mi maletín y las llaves del
coche de la mesa junto a la puerta.
En cuanto entramos, aprieto el botón del garaje y me acerco
a Chloe, frotándole la espalda. Su cuerpo se funde con el mío y
le doy un beso en la cabeza mientras respiro profundamente su
aroma. En cuanto se abren las puertas del ascensor, giro a la
izquierda y me dirijo directamente a mi coche favorito: mi Aston
Martin Vanquish.
—No tenía ni idea de que tuvieras un coche —dice Chloe en
voz baja mientras se pone el cinturón de seguridad.
—Siete —le informo, arrancando el motor, cuyo fuerte
rugido rebota en las paredes de hormigón.
—¿Siete? —Me mira de forma interrogante.
—Siete coches, Hermosa.

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—Nunca conduces —afirma, mirándome como si estuviera
loco.
—En la ciudad, no, pero cuando voy a mi casa en el norte
del estado, conduzco.
—Ni siquiera sabía que tenías una casa en el norte del
estado —murmura.
—No había razón para sacar el tema. Hace meses que no
voy a mi antigua casa. Siempre me quedo en la ciudad. Pero
mis padres viven cerca de allí e insistieron en que la comprara
cuando el mercado tocó fondo. Querían un lugar para que yo
formara una familia que estuviera cerca de ellos. Estoy seguro
de que habríamos ido en algún momento. Mi madre sólo puede
ser mantenida al margen durante un tiempo. Sabes que está
deseando conocerte desde que contestaste a mi teléfono cuando
viste su nombre en el identificador de llamadas. —Sonrío al
recordarlo.
—¿Quién tiene a sus padres guardados en su teléfono con
sus nombres reales? —murmura, y a pesar de la situación, no
puedo evitar reírme.
—Se reía mucho de ello. —Le aprieto la mano.
—Para ser justos, hubo muchas chicas que llamaron antes
de eso —suspira.
—Luego llegaste tú y no pude ver más allá de ti. Todavía no
puedo ver más allá de ti.

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—Te amo. —Pone su mano sobre la mía. Las palabras 'Te
amo' siempre se sienten tan insuficientes para lo que siento por
ella.
—Yo también te amo, Hermosa. —Llevo su mano a mi boca
y le doy un beso. —No quiero que te preocupes. Quiero que
confíes en mí para cuidarte y mantenerte a salvo.
—Ojalá supiera por qué está pasando todo esto.
—Tenías razón antes. Esto no tiene nada que ver contigo.
Todo esto es por mi culpa.
—¿Qué has hecho?
—No estoy seguro, Ángel, pero en la vida, a veces lo único
que tienes que hacer es respirar para molestar a la gente.
—Eso no tiene sentido —responde suavemente, apoyando
su cabeza en mi hombro.
El resto del viaje transcurre en silencio, con Chloe dormida
mientras yo repaso los posibles sospechosos en mi cabeza. Sé
que me he ganado enemigos haciendo el trabajo que hago, pero
ninguno de ellos sería tan personal en su venganza. Las
mujeres de mi pasado pasan por mi cabeza, pero no puedo ver
a ninguna de ellas haciendo esto.
Mi mente sigue aventurándose hacia Maxine, la forma en
que ha actuado y las cosas que me ha dicho con respecto a
Chloe, pero creo que mi relación con su padre la disuadiría de
hacer algo así. No tengo ningún sospechoso principal, ninguna
razón real para este giro de los acontecimientos. Nunca había
ocurrido nada parecido con mis citas en el pasado.

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Llegamos a mi casa después de una hora, y Chloe levanta
la cabeza con sueño cuando le pido que introduzca el código de
la puerta.
—Esto no es una casa —dice.
Giro la cabeza para mirar la estructura que tenemos
delante. Es todo de ladrillo, con pilares blancos de tres pisos
que bordean el porche delantero. Tiene tres mil metros
cuadrados, ocho dormitorios, nueve baños, con una sala de
recreo y dos grandes salones.
—Sé que es grande, pero pienso llenar todas las
habitaciones de esa casa con un niño algún día.
—¿Y quién va a tener tantos niños, exactamente?
—Tú. —Sonrío cuando la veo sacudir la cabeza de reojo
mientras entro en el garaje.
—¿Puedo opinar sobre ello? —pregunta Chloe, levantando
una ceja.
—Tuviste voz y voto la primera noche que te acompañé a tu
casa. Era el momento de huir, pero en lugar de eso, me tomaste
de la mano y me dejaste probarte. Ahora soy un puto adicto, y
ni siquiera tú podrías impedirme conseguir lo que quiero —
declaro.
Me sorprende inclinándose y dándome un beso en los labios
antes de salir rápidamente del coche. Apago el motor y cierro la
puerta del garaje mientras permanezco en el coche, y luego me
desabrocho el cinturón antes de abrir la puerta y salir. Chloe
está de pie en la parte trasera del coche mientras me quito la

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chaqueta del traje, la pongo sobre el maletero y luego me suelto
el cinturón. Lo sostengo con una mano mientras con la otra
agarro a Chloe por la cintura, atrayéndola hacia mí.
—Mi hermoso ángel —murmuro, y aplasto mi boca sobre la
suya mientras llevo sus manos a la espalda.
Su gemido es el sonido exacto que quiero oír mientras uso
mi cinturón para atar rápidamente sus manos. Una vez atada,
la levanto y la coloco sobre mi chaqueta.
—Nolan —jadea mientras le quito los zapatos. Luego le abro
los vaqueros, se los bajo por las caderas y los tiro al suelo detrás
de mí.
—NO HABLES —gruño mientras le levanto las piernas por
detrás de las rodillas y tiro de su culo hacia el borde. —¿Lo ves,
Chloe? —gruño, colocando mis dedos bajo su barbilla para
dirigir su cara hacia mí. —¿Entiendes que, cuando sigues
entregándote a mí voluntariamente, alimentas constantemente
la adicción que siento por ti? —Recorro con mis manos sus
muslos, hasta su cintura, y luego bajo su camiseta, tirando de
ella por encima de su cabeza en el proceso. —Pero, respecto a
ti, no hay cura, no hay tratamiento —digo con voz ronca contra
su boca, lamiéndola antes de bajar por su cuello hasta la parte
superior de sus pechos, bajando las copas de su sujetador, y
luego retrocediendo para mirarla.
—Abre —le digo, metiendo el pulgar en su boca y
haciéndolo girar alrededor de su lengua. Una vez que está bien
cubierto, lo saco, colocándolo inmediatamente en su clítoris,

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usando su saliva y sus jugos como lubricación para hacer
círculos suavemente. —Pon los pies en el maletero y permanece
abierta para mí —le ordeno, sin dejar de acariciarla.
Una vez que está posicionada como quiero, la beso en señal
de aprobación, mostrándole lo que pronto haré con mi boca en
su coño. Grita mientras le retuerzo el pezón a la vez que empujo
profundamente en su sexo empapado. Me separo lentamente
del beso para poder observar su cara mientras se corre.
Su coño se aprieta en torno a mis dedos mientras sus ojos
se ponen en blanco. Antes de que pase su orgasmo, bajo mi
cara, manteniendo mi ritmo dentro de ella mientras trago todos
sus jugos. Cuando su cuerpo empieza a temblar, sé que va a
volver a correrse, así que tomo una decisión rápida y uso una
mano para liberarme.
Mi polla está dura como una roca, palpitando con
anticipación, sabiendo que, pronto, estará rodeada de seda
caliente y húmeda. No hay nada mejor que estar dentro de ella,
nada mejor que saber que su coño está hecho para recibir sólo
mi polla. Desde que le quité la virginidad, juro que mi polla ha
sido diseñada para encajar dentro de ella como la pieza perfecta
de un puzzle.
Empujo lentamente al principio, luego más rápido, viendo
cómo mi longitud desaparece. Sus tetas rebotan por encima del
sujetador con cada embestida. Sus rodillas empiezan a temblar
cuando su coño comienza a ondularse alrededor de mi
circunferencia, y cuando sé que está a punto de correrse, me

70
retiro y entierro mi cara entre sus piernas para que pueda llegar
al orgasmo con mi lengua. Entonces me levanto y vuelvo a
deslizarme dentro de ella con fuerza y rapidez, haciendo que el
coche se balancee.
Su grito de éxtasis me estimula, haciéndome penetrar en
ella salvajemente hasta que se me suben las pelotas y la obligo
a acercar su cara a la mía.
—Uno más. Dame uno más —gruño, forzando mi lengua en
su garganta mientras largos chorros de semen salen disparados
dentro de ella, llenando su vientre con mi semilla, provocando
su tercer orgasmo.
Su cuerpo se debilita y la atraigo hacia mi pecho, pasando
mi mano por su espalda y soltando el cinturón de sus muñecas.
Tarda unos minutos en volver a mí, pero lo primero que hace es
besar mi pecho, acurrucándose más cerca de mí. Es por eso que
mi adicción por ella crece. Me acepta, todo de mí, y a la vez me
pide aún más.
Inclino su cabeza hacia atrás y le doy un suave beso en los
labios antes de salir de ella y arreglarme los pantalones. Luego
miro su ropa, que ahora está en un montón en el suelo, y me
quito la camiseta, poniéndosela a ella antes de levantarla por
debajo del culo y rodear mi cintura con sus piernas.
—Bien, Ángel. Vamos a mostrarte tu nuevo hogar —digo,
llevándola hasta la puerta.
Debería haberla traído aquí hace mucho tiempo. Cuando
supe lo que significaba para mí, debería haber secuestrado su

71
culo y haberla traído aquí, donde podría haberla guardado para
mí y podríamos haber empezado nuestras vidas sin dar a nadie
la oportunidad de jodernos.
La llevo dentro, entrando directamente en la cocina, donde
la dejo sobre la encimera.
—Deja que te traiga un poco de agua y luego voy a llamar a
mi madre para que te compre algunas cosas para ponerte.
Cuando la situación se haya calmado un poco, podremos ir al
centro comercial —le digo, yendo a la nevera, sacando una
botella de agua y acercándosela.
—Puedo ir —dice ella.
Mi mano con la botella de agua la pone a un lado y luego
levanta su cara hacia mí. —No irás a menos que yo esté contigo.
—Nunca dije que iría sola —responde con calma, poniendo
su mano en mi mejilla. —Es que me siento rara haciendo que
tu madre me traiga la ropa.
Obligo a mi cuerpo a relajarse antes de hablar. —No lo
hagas. La hará sentir que está ayudando. ¿Quieres bañarte?
Asiente con la cabeza y vuelvo a levantarla, llevándola a
nuestro dormitorio. Una vez que tengo la bañera llena, la ayudo
a quitarse la camiseta y veo cómo se mete en el agua.
—Creo que voy a esperar unos días para llamar a mi madre
—le digo, quitándome los pantalones.
—¿Por qué? —pregunta confundida.
—Si no la llamo, no tendrás nada que ponerte. Se me
ocurren peores formas de pasar los días.

72
Se muerde el labio inferior y luego rompe a reír, lanzándome
un puñado de burbujas.
—Pagarás por eso. —Me abalanzo sobre ella, haciéndola
reír más fuerte.
En ese momento me doy cuenta de lo mucho que he echado
de menos ese sonido y me comprometo a encontrar la manera
de hacerla reír todos los días a partir de hoy.

73
Capítulo 5

—No te vas a poner eso. Ve a cambiarte —gruño, viendo a


mi hermoso ángel caminar hacia mí con un vestido blanco que
parece diseñado para hacerme enojar.
La parte delantera está enganchada alrededor de su cuello
con una especie de gargantilla hecha de cristales y oro. La tela
del vestido se sujeta ahí, justo en la parte delantera del cuello,
antes de fluir hacia abajo sobre sus pechos. A continuación, la
cintura del vestido se ciñe con un cinturón que hace juego con
la gargantilla. Sus costados están completamente expuestos,
mostrando una gran extensión de su piel¸ mientras la falda
fluye hasta el suelo. Estoy seguro de que si se girara un poco,
vería el lateral de su pecho. Estar en una fiesta a la que asisten
los hombres de mi empresa estando ella con ese vestido me
llevará sin duda a estrellarle el puño en la cara a alguien que la
mire demasiado tiempo.
Veo cómo su paso vacila y su sonrisa desaparece.
—Has elegido este vestido para que me lo ponga —
murmura, bajando la mirada.
No puedo soportar que vaya a salir en público con ese trozo
de tela, pero realmente no puedo soportar la expresión de su

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cara en este momento. Todo esto es culpa de mi madre. Se ha
enamorado de Chloe y le encanta vestirla. Estaba en mi
despacho cuando llegó la invitación para la fiesta e insistió en
ser ella quien eligiera el vestido de Chloe. Debería haberlo
sabido.
—Estás impresionante. —Me acerco a ella y le paso el dedo
índice por el lateral desnudo. —No sé cómo voy a pasar la noche
sin matar a todos los hombres que te miren. —Eso no es una
mentira, pienso, trazando el borde de su pecho.
—No has elegido esto, ¿verdad? —pregunta.
Levanto los ojos para encontrarme con los suyos y niego
con la cabeza.
—Puedo cambiarme.
—No. Te ves... —Sacudo la cabeza, intentando pensar en
una forma de describirla. —Estás absolutamente hermosa.
Lleva el pelo suelto, enmarcando su cara. Su maquillaje es
ligero, sólo para realzar sus ya elegantes rasgos. Y el vestido,
aunque arriesgado, luce encantador en ella. —Seguro que soy
la envidia de todos los hombres de allí.
Sus ojos se entrecierran y se muerde el labio inferior. —
¿Estás seguro de que vas a estar bien?
Tengo en la punta de la lengua decir que no, pero no hay
manera de que pueda hacerle eso... no ahora. Llevamos dos
semanas en Westchester y, desde que llegamos aquí, he visto a
mi chica salir cada vez más de su caparazón. La primera
semana fue difícil. Sabía que estaba muy preocupada por todo

75
lo que había pasado desde que dejó la ciudad, pero con mi
familia y conmigo cerca, ha florecido. He trabajado desde casa
la mayoría de los días y me he pasado las noches intentando
poner a mi hijo dentro de ella. Incluso con todo lo que se cierne
sobre nosotros, me siento contento, más a gusto que en mucho
tiempo.
—Sé que no es algo que elegiría yo misma —dice Chloe,
devolviéndome al momento, —pero en cierto modo me gusta. —
Sonríe, y sé que terminaré arrepintiéndome, pero ver esa
sonrisa hace que valga la pena.

***
—Nolan.
Oigo mi nombre y giro la cabeza hacia la izquierda, viendo
a Carter acompañado de una rubia alta que estoy seguro que
conoció en algún momento de las últimas veinticuatro horas.
—Carter. —Me detengo con mi mano alrededor de la cintura
de Chloe, tratando de bloquearla de su vista.
El padre de Carter es el dueño del segundo bufete de
abogados más grande de Nueva York. Estudió en Yale y desde
que aprobó el examen de abogacía se ha hecho un nombre en
el mundo del derecho resolviendo casos multimillonarios.
También se ha hecho un nombre en las camas de las mujeres
de toda la ciudad. A sus treinta años, bien parecido y con tanto

76
dinero como para avergonzar a Bill Gates, tiene a las mujeres
matándose sólo por un momento de su tiempo. Todas quieren
ser la que convierta al jugador en el marido perfecto.
—Nolan, me alegro de verte. —Extiende su mano.
La rubia a su lado se aferra a él, sus uñas rojas clavándose
en la chaqueta de su traje mientras me regala una sonrisa.
—¿A quién tienes aquí? —pregunta él, sus ojos centrándose
en Chloe, cuyos dedos empiezan a clavarse en mi piel a través
de la tela de mi traje.
—Chloe —responde, y yo la miro, viendo que sus ojos están
pegados a la cita de Carter. —Su novia —añade en un tono que
nunca había oído de mi ángel.
Reprimo mi sonrisa cuando ella levanta la vista y me
fulmina con la mirada.
—Encantado de conocerte, Chloe —dice Carter y empieza a
llevarse la mano de Chloe a la boca. Por suerte para él, ella se
aparta de su agarre, ayudándolo a salvar su vida.
—Encantada de conocerte a ti también. —Ella sonríe y
luego me mira. —Me gustaría tomar algo.
—Claro, Ángel. —Paso mis dedos por su lateral desnudo.
Ella estrecha los ojos, haciendo que le sonría antes de
volver a mirar a Carter, que mira entre nosotros con curiosidad.
—Hablaremos pronto —le digo antes de alejar a Chloe hacia
la barra.
—¿Quién es esa mujer? —me sisea Chloe una vez que nos
alejamos de la multitud.

77
Mis cejas se juntan mientras pregunto: —¿Qué mujer?
—La rubia.
Miro alrededor de la sala y veo que la cita de Carter nos
observa, y cuando nuestras miradas se encuentran, me sonríe
y sus ojos se calientan.
—Sí, ella —gruñe Chloe.
La miro, y la encuentro haciéndole un gesto de que mire
para otro lado a la rubia. Le agarro la mano y se la llevo a la
espalda antes de que nadie la vea.
—No la conozco —gruño. —Ahora, compórtate.
—¿Que yo me comporte? —repite ella.
—Sí. A menos que quieras que te incline y te dé unos azotes
delante de toda esta gente por comportarte como una mocosa,
te sugiero que te comportes.
—No lo harías. —Se resiste a mi agarre.
La rodeo con mis brazos y la bloqueo con mi cuerpo del
resto de la habitación mientras le doy una palmada en el culo
lo suficientemente fuerte como para llamar su atención. Su
cuerpo se detiene y su boca se abre en un jadeo.
—Ahora, compórtate —le digo de nuevo.
—Me acabas de azotar.
—Ya te he azotado antes, Chloe. Sabes lo que es una
verdadera zurra. Eso sólo era para llamar tu atención.
—No deja de mirarte —susurra, intentando mirar a mi
alrededor.

78
Dirijo su cara hacia mí para tener toda su atención. —¿De
dónde viene todo esto? —pregunto, sujetando su mejilla.
—Es que no encajo aquí.
—Encajas dondequiera que yo esté. Superas a todas las
personas de esta sala. No dudes nunca de tu valía —le digo,
besándola suavemente. —Ahora, vamos a terminar con esto
para que pueda llevarte a casa y atarte a la cama con ese
vestido. —Sonrío contra su boca mientras ella pone los ojos en
blanco.
Pasamos el resto de la noche mezclándonos. Chloe tiene a
todas las personas que le presento comiendo de la palma de su
mano debido a su amabilidad y delicadeza, y no es que me
sorprenda. Las cualidades que atraen a la gente son las mismas
que me hicieron enamorarme de ella en primer lugar.
Sin embargo, me doy cuenta de que Maxine no aparece por
ningún lado. La transferí la semana anterior para que trabajara
con otro abogado después de que hiciera una declaración sobre
Chloe a su padre, diciéndole que, desde que Chloe había
entrado en mi vida, había notado una reducción en mi trabajo
y le preocupaba que mi relación afectara al bufete. No podía
seguir dejando pasar su antipatía por Chloe.
El ruido de la tela blanca que cubría a Chloe llena la
habitación cuando le rompo el vestido por la mitad. Sus ojos se
abren de par en par y sus labios se separan mientras la
conduzco a la cama, colocándola en el centro con las piernas
abiertas antes de atar sus tobillos a los postes.

79
—Este vestido me ha vuelto loco toda la noche —digo,
pasando un trozo de tela por mis manos. —Ver a los hombres
mirándote, ver cómo se calentaban sus ojos mientras les
hablabas —digo, pasando la tela por la parte superior de sus
pechos. —¿Disfrutaste con eso? ¿Disfrutaste dándome celos?
Niega con la cabeza y yo inclino la mía para mirarla,
observando su expresión mientras tomo una de sus manos y le
beso la muñeca antes de envolverla con un trozo de tela.
—Creo que lo disfrutaste —digo, pasando un dedo por su
brazo, por la punta de sus pechos, por su vientre y luego
bajando para acariciar su coño. Mi dedo corazón se presiona en
su humedad.
—Nolan —sisea, levantando las caderas.
Presiono más fuerte, obteniendo algunos de sus jugos, y
luego llevo mis dedos a sus labios, cubriéndolos antes de
inclinarme y lamer su boca.
—Tan dulce —gimo contra ella, luego me pongo de pie y
camino alrededor de la cama para llevarme su otra muñeca a la
boca, esta vez chupándola antes de envolverla con la tela y
atarla a la cabecera. —Ahora, ¿por dónde empiezo? —Sonrío,
me quito los gemelos, me aflojo la corbata y me desabrocho la
camisa antes de quitármela de los hombros.
Sus ojos se fijan en mi cremallera, donde mi polla se
destaca. Me quito el cinturón y me bajo la cremallera
lentamente, observando sus ojos. Una vez libre, envuelvo mi
polla con los dedos y empiezo a bombear.

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—¿Quieres probarla? —le pregunto.
Asiente, así que me subo a la cama, me arrodillo sobre su
cara y meto mi polla en su boca y en su garganta. Le he
enseñado a controlar su reflejo nauseoso, así que es una
experta en chuparme como a mí me gusta.
Me meto en su boca y luego uso una mano para deslizarme
por su estómago y su clítoris, haciendo que sus caderas se
agiten. Está tan mojada que mis dedos se deslizan dentro de
ella con facilidad.
—Joder, nena, tengo que probarte —le digo, haciéndola
gemir alrededor de mi polla.
Entonces entierro mi cara entre sus piernas. Mis brazos
rodean sus muslos y la abren más para que mi lengua pueda
profundizar. Lamo y chupo su clítoris, asegurándome de
provocarla con las puntas de mis dedos en su entrada hasta
que se retuerce bajo mí.
Sus gemidos en torno a mi polla hacen que me resulte difícil
contener mi orgasmo, así que me muevo con rapidez y me alejo
de su boca, sin querer desperdiciar mi esperma en su garganta.
Una vez que estoy en posición, la penetro con fuerza y sus
manos se tensan contra la cuerda, mientras sus piernas se
mueven para soltarse.
—No hay lugar en el que prefiera estar que dentro de ti. En
ningún otro lugar —gruño contra su oído, sintiendo que su coño
intenta succionarme más profundamente. —Córrete conmigo,

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Ángel. Aprieta ese coño y córrete conmigo —gruño en su
garganta.
Su coño empieza a ordeñarme para conseguir mi orgasmo.
Entonces me hundo profundamente y me corro, llenándola con
mi semilla.
—Esta vez, te he hecho un bebé —susurro, y su coño se
vuelve a tensar. —¿Te gusta la idea, Angel? —le pregunto
mientras me inclino hacia atrás para mirarla. Coloco mis manos
en su cara para sostenerla suavemente. —¿Te gusta la idea de
tener mi bebé?
—Sí. —Sonríe mientras las lágrimas empiezan a caer sobre
su pelo.
Sonrío y bajo mi boca a la suya, besándola una vez más.
Ahora, sólo tengo que casarme con ella y hacerlo oficial.

***
—Me sorprende que hayas querido volver aquí —dice,
riendo mientras pasamos junto a un grupo de niños de camino
al museo.
La miro y luego sigo sus ojos hasta donde un niño pequeño
está lamiendo el cristal de uno de los expositores y sacudo la
cabeza. —La última vez que estuvimos aquí me hizo darme
cuenta de la cantidad de pequeñas cosas que me pierdo, y no

82
quiero que te quedes sin experimentar cosas sólo porque yo esté
ocupado.
—No me siento así. —Frunce el ceño. —Me encanta la vida
que tenemos el uno con el otro.
—Me alegro, Ángel. Pero sé que mi agenda es muy ajetreada
y tengo que aprender a compaginarla bien —le digo, y la
acompaño hasta el televisor de pantalla grande en el que ponen
vídeos de delfines y ballenas.
En el momento en que estamos frente a ella, un vídeo
empieza a reproducir imágenes de lugares que han significado
algo para nosotros: la panadería donde la vi por primera vez, la
antigua puerta de su casa, el lugar donde nos dimos nuestro
primer beso, el restaurante en el que tuvimos nuestra primera
cita y el lugar en el que estamos ahora. Chloe mira la pantalla
y luego me mira a mí cuando me arrodillo y abro la caja del
anillo.
—Cásate conmigo, Chloe. Di que serás mi esposa.
Sus ojos se llenan instantáneamente de lágrimas mientras
susurra: —Sí.
Su mano tiembla frenéticamente mientras deslizo el anillo
de cinco quilates en su dedo. Luego me lo llevo a la boca y le
doy un beso antes de ponerme de pie, inclinarla sobre mi brazo
y besarla hasta que ambos jadeamos. Cuando nos coloco de
nuevo en pie, el público que nos rodea empieza a aplaudir. Miro
a mi ángel y sonrío.

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—No puedo creer que nos vayamos a casar —dice Chloe.
Levanta la mano a la luz que entra por la ventana de la
habitación, que hace brillar su anillo.
—No deberías sorprenderte, Ángel.
—Sé que no debería, pero incluso ahora, esto parece
surrealista. No puedo creer que seas mío.
Se me retuercen las tripas al saber que ella siente esto igual
que yo.
—Siempre seré tuyo, Ángel —le digo, llevándome su mano
a la boca y besando sus dedos.

84
Capítulo 6

El sonido de Chloe vomitando me tiene sentado en la cama.


Es la segunda mañana que ocurre. Supongo que está
embarazada, pero ha tenido el período, así que las náuseas me
preocupan.
—Ángel —digo en voz baja, arrodillándome a su lado y
colocando un trapo frío en su nuca. —Hoy te voy a llevar al
médico. Sé que has dicho que estás bien, pero sigues vomitando
y no soporto verte así.
—Estoy bien —dice somnolienta, recostando la cabeza en
el hueco de su brazo. —Se me pasará.
—Ya no es tu elección. Te voy a llevar. —La levanto, la llevo
al lavabo y la ayudo a cepillarse los dientes antes de ayudarla a
vestirse, todo mientras escucho cómo se queja continuamente
de que no quiere ir al médico, pero aún así llamo y pido cita.
—Estás exagerando —repite Chloe por vigésima vez desde
que llegamos a la consulta del médico.
La miro y sacudo la cabeza. —El médico me dirá si estoy
exagerando o no, y no creo estar haciéndolo.
—Deberíamos hacer una apuesta. —Se ríe cuando la miro
y entrecierro los ojos. —Si el médico dice que no hay nada malo

85
y que sólo tengo un virus, como te he dicho que tengo, tienes
que ser mi esclavo durante veinticuatro horas.
—¿Y si gano?
—Estoy a tu disposición. —Sonríe, y yo me muerdo el
interior de la mejilla como si estuviera debatiendo aceptar sus
condiciones.
—¿No estás siempre a mi disposición? —Sonrío,
acorralándola contra la mesa.
—Podría decir que no si quisiera —jadea mientras le doy un
beso en el lateral del cuello hasta la parte superior de la
camiseta, imaginando que ahora mismo estoy haciendo lo que
quiero con ella.
—Podrías decir que no —acepto, —pero no lo harás —
gruño, mordiendo su piel, y me río cuando gime mi nombre.
—¿No puedes seguirme la corriente? —resopla, y me mira
fijamente cuando se da cuenta de que me estoy riendo.
—Bien. Si no hay nada malo, haré lo que quieras. Pero si
tengo razón, tienes que hacer todo lo que yo diga esta noche.
—Trato hecho. —Sonríe y me tiende la mano, y yo le doy un
apretón mientras me río de lo adorable que es.
—Realmente te sientes mejor, ¿no? —le pregunto cuando
empieza a reírse.
—Ya te dije que sí. No sé por qué ocurre. Sólo me siento mal
a veces.
—Creo que deberías hacerte una prueba de embarazo,
Ángel.

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—Ya te he dicho que me ha venido el periodo. —Frunce el
ceño.
—Hola —dice el médico, entrando en la habitación,
poniendo fin a la conversación entre los dos.
—¿Cuántos años tienes? —exijo; el tipo apenas parece
mayor de edad.
—Nolan —sisea Chloe, dándome un codazo en las costillas.
—El tipo difícilmente parece lo suficientemente mayor como
para beber, y mucho menos para ejercer la medicina —le digo,
mirando al médico, esperando que responda.
—En realidad tengo treinta años —dice, sonriendo a Chloe.
—¿Ves? Es viejo. Ahora, ¿podemos seguir con esto, por
favor? —solicita Chloe, y la cara del médico cae ante la palabra
—viejo —casi haciéndome reír.
—¿Cuál parece ser el problema? —pregunta, aclarándose
la garganta.
—Se ha estado despertando con malestar —le digo.
Me mira y luego vuelve a mirar a Chloe. —¿Está
embarazada?
—¡No! Dios mío. —Pone los ojos en blanco.
—¿Está segura? —pregunta él.
—Me ha venido el período. Así que, sí, estoy segura.
—¿Qué tal si te hacemos la prueba, por si acaso?
—Bien —gruñe ella.
Tras quitarle de la mano la tacita que ha sacado del cajón,
sale de la habitación dando un portazo. Esa sería otra razón por

87
la que quiero averiguar si está embarazada. En los últimos días,
no ha hecho falta mucho para hacerla enojar.
—Volveré con los resultados —murmura el médico
mientras sale de la habitación.
Cinco minutos después de que Chloe regrese, el médico
entra en la habitación con un papel.
—Está usted embarazada —dice el médico, acercándose a
su silla giratoria para tomar asiento, y yo me quedo congelado
en el lugar.
—Eso es imposible. —Chloe mira del médico a mí. Mi boca
se abre y se cierra, pero no salen palabras. —Quizá tengas
razón. Quizá sea demasiado inexperto.
—He hecho dos pruebas distintas para confirmarlo, y
podemos hacer un análisis de sangre si eso es lo que quieren,
pero los resultados serán los mismos. Está usted embarazada
—gruñe, y luego mira a Chloe, a la que he arrastrado a mi
regazo. —Muchas mujeres creen que tienen el período, pero en
realidad están teniendo lo que se llama sangrado de
implantación.
—Estamos embarazados —dice, y siento su suave mano a
un lado de mi cara. —Estamos embarazados —repite.
Mis ojos se cierran. Por fin tengo todo lo que podría pedir.
—Tenemos que casarnos —afirmo.
—Ya nos vamos a casar.
—No, quiero decir que tenemos que casarnos ahora. —Hago
una pausa, besando sus labios. —Hoy.

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—¿Quieres ir a Las Vegas? —bromea ella, pero a mí me
parece la idea perfecta.
—Nos iremos esta noche. Mamá puede planear algún tipo
de fiesta cuando lleguemos a casa.
—Nolan, tranquilízate.
—No, nos vamos a casar. Antes estaba de acuerdo contigo
porque querías planear la boda con nuestras madres, pero esto
ya no se trata sólo de ti. Ahora, tenemos a nuestro hijo
creciendo dentro de ti. Tu madre y la mía tendrán que reunirse
y planear una fiesta o algo así.
—¿Planificar una fiesta? —susurra, mirándome como si
hubiera perdido la cabeza.
La ignoro y saco mi teléfono, enviando un mensaje a Ricket
para que traiga el coche. Una vez que salimos del consultorio
con una cita para unas semanas más tarde y una receta de
vitaminas prenatales, nos dirigimos a la salida del edificio.
—Señor, señora —dice Ricket.
Chloe pone los ojos en blanco, lo que hace que Ricket tuerza
la boca. Ella sigue pidiéndole que no la llame así, y creo que,
normalmente, él dejaría de hacerlo, pero disfruta erizando las
plumas de mi ángel.
—Ricket, tenemos que ir al aeropuerto. Llama antes y ten
el avión preparado para salir en una hora hacia Las Vegas.
—¿Ni siquiera vamos a casa a por ropa? —pregunta Chloe.
—Puedes comprar ropa en Las Vegas.
—Esto es ridículo.

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—Esto es lo que debería haber hecho hace semanas.
Demonios, debería haberte llevado a Las Vegas la primera
noche que te conocí y haberme casado con tu culo —digo,
siguiéndola en la parte trasera del coche.
—Nolan, te estás volviendo loco.
—Hermosa —la atraigo hacia mi regazo y sujeto su rostro,
—esto no está en discusión.
—¿Así que iremos a Las Vegas y nos casaremos sin que
nadie lo presencie? ¿Tienes idea de lo mucho que se van a
enojar nuestras madres?
—No vamos a discutir sobre esto. Nos vamos a Las Vegas
—le digo.
Aprieta los labios y sacude la cabeza. —Cuando tu madre
se entere de esto, no me culpes.
—No pasará nada. —Me encojo de hombros.
—Si tú lo dices —murmura.

***
Cuando llegamos a Las Vegas, no tardamos mucho en
poner todo en orden. Chloe hace que le envíen su vestido al
ático del Hotel París mientras estamos en el aire, y yo me
encargo de conseguir un esmoquin para mí. También he hecho
que traigan a alguien para que la peine y la maquille, así como

90
para que le haga fotos. Aunque sea con poca antelación, quiero
que Chloe tenga un buen recuerdo de este día.
—¿Con quién hablas? —le pregunto, entrando en el baño,
donde hay un grupo de personas a su alrededor.
—No es tu madre, si es lo que preguntas.
—Sé que ya hiciste todo el daño posible hablando con ella.
¿Ahora quién? ¿Tu madre esta vez?
—No, es Bre. Me ha preguntado si puedo quedar con ella
para cenar, pero le he dicho que no porque el loco de mi
prometido ha decidido que nos casamos hoy y nos ha hecho
volar a Las Vegas. —Pone los ojos en blanco y acerca la oreja al
teléfono cuando le hago la señal de que cuelgue.
Le dije que no quería que siguiera hablando con ella, pero
parece que últimamente no me escucha. La mitad de las cosas
que le digo le entran por un oído y le salen por el otro. Creo que
se pasa el día intentando pensar en formas de hacerme enojar.
No puedo ni imaginar cómo será ahora que está embarazada.
En cuanto termina la llamada, le quito el teléfono de la mano.
—No quiero que hables con ella.
—¿Por qué?
—Era una de las mujeres con las que estabas la noche que
te drogaron.
—No sigues creyendo que ella tuvo algo que ver con eso,
¿verdad? —pregunta ella.
—No tengo forma de saberlo con seguridad, así que hasta
que no tenga pruebas que la descarten, no es de fiar.

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—¿Qué razón tendría ella para hacer algo así? —pregunta
mientras se le frunce el ceño.
—La gente hace locuras todos los días. Nunca se sabe cuál
es realmente la razón. —No quiero que viva con miedo, pero la
realidad de la situación es que no sabemos en quién confiar
ahora mismo, y no hay manera de que arriesgue su seguridad.
Voy a su lado y giro su silla, colocando una mano en cada
reposabrazos. —No pensemos en eso hoy. —Le quito un mechón
de pelo de la frente con el dedo. —Hoy se trata de que
comencemos nuestro futuro y de que disfrutes del hecho de que
estás esperando a mi hijo —declaro, viendo cómo su cara se
transforma y una mirada de asombro llena sus ojos.
—Todavía no puedo creer que esté embarazada.
—Yo sí puedo. Creo que en el fondo, incluso después de que
me dijeras que habías tenido el período, sabía que estabas
embarazada —digo en voz baja.
—¿Cómo? —susurra, inclinándose hacia mí con una
mirada tierna.
—Has parecido más instalada, más tranquila, como si
estuvieras contenta con el lugar en el que estás.
—Estoy contigo. ¿Cómo no voy a estar contenta?
—¿Qué has hecho con mi traviesa prometida? —Sonrío y
ella se ríe, sentándose de nuevo en la silla.
—Si actuara como todos los demás en tu vida, te habrías
aburrido de mí. —

92
—Lo dudo, Ángel. —Me río, besando su sien antes de
ponerme en pie. —Te veré en el altar.
—Allí estaré —murmura mientras me dirijo a la puerta. —
Nolan.
Me giro y la miro por encima del hombro, observando cómo
traga y luego se muerde el labio inferior. —¿Qué pasa,
Hermosa?
Levanta la mano antes de dejarla caer sobre su regazo,
diciendo en voz baja: —No te querría de otra manera.
Algo en esas palabras suavemente pronunciadas me hace
sentir más poderoso de lo que nunca antes me había sentido.
Se me forma un nudo en la garganta y asiento con la cabeza,
marchándome antes de hacer algo marica como empezar a
llorar.
—Hijo —dice mi padre en cuanto atiendo el teléfono.
—Papá —respondo. Sé exactamente lo que viene. Chloe
llamó a mi madre de camino a Las Vegas, y mi madre empezó a
enloquecer inmediatamente. Luego procedió a llamar a la madre
de Chloe y a incluirla en la conversación.
—Tu madre quería que te llamara para decirte que ahora
estás desheredado y excluido del testamento.
—Papá, no quiero parecer irrespetuoso, pero no he pensado
en mi herencia desde que cumplí los veinticinco años.
—Eso es exactamente lo que le dije. De todas formas, ella
quería que te llamara por teléfono —dice en una exhalación.

93
—Dile a mamá que, si se relaja, le dejaré planear el baby
shower —digo, colgando el teléfono justo cuando mi padre me
interpela: —¿Perdón?
Mi teléfono tarda unos treinta segundos en volver a sonar.
Miro el identificador de llamadas y sonrío, pero pulso ignorar
mientras me dirijo al ascensor. Conozco a mi madre, y sé que
estará alborotada por la noticia de que va a ser abuela y se
olvidará de la boda, al menos durante un tiempo. Desde que
conoció a Chloe, ha insistido en que teníamos que trabajar para
convertirla en abuela, así que ahora su deseo se está haciendo
realidad.
Llego a la capilla, y nada más entrar en la sala, el oficiante
está a mi lado, guiándome hacia el altar para esperar a Chloe.
Nunca creí que querría volver a casarme, pero Chloe también
ha cambiado eso para mí. Cuanto más la ate a mí, mejor me
irá. Ella es mi marca personal de kriptonita.
Cuando empieza a sonar la música, me giro hacia la puerta,
y mi respiración se detiene al instante cuando aparece Chloe.
Su vestido es de encaje, empezando por el cuello y cubriendo
completamente su cuerpo, incluida la parte superior de las
manos. La delicada tela parece haber sido pintada sobre ella, y
aunque me encanta lo que lleva puesto, no puedo esperar a ver
lo que lleva debajo.
Cuando estuvimos en Nueva York, Chloe y mi madre
estuvieron discutiendo sobre los vestidos. Mi madre quería que
tuviera un determinado estilo de vestido, y Chloe quería algo

94
completamente diferente. Yo me mantenía al margen a menos
que Chloe me pidiera que interviniera. Mi madre puede ser
testaruda, pero Chloe es muy terca, y si realmente quiere algo,
encuentra la manera de conseguirlo.
Ahora, al verla caminar hacia mí con un vestido que sé que
ella misma eligió, con el pelo suelto y un maquillaje que no hace
más que realzar su ya hermoso rostro, me alegro de que Chloe
haya conseguido el vestido de sus sueños. El oficiante dice algo
cuando llega frente a mí, pero no oigo nada más que el latido de
mi propio corazón mientras la acerco.
—Luces impresionante —le susurro junto a su oído.
Sus manos se aferran a las solapas de mi traje mientras me
pongo a su altura, manteniéndola tan cerca que puedo sentir el
calor de su piel. Estoy tan fascinado por ella que el resto de la
ceremonia es un borrón hasta el momento en que Chloe me
toma de la mano mientras el oficiante repite las palabras que
acabo de decirle.
Nunca esperé volver a llevar un anillo. Nunca esperé que
Chloe tuviera un anillo para mí, así que me siento abrumado
por las emociones cuando desliza una sencilla banda en mi
dedo. Ni siquiera espero recibir el permiso para besar a la novia.
En cuanto sus ojos se trasladan desde el anillo que ahora tengo
en el dedo hasta los míos, le rodeo la cintura con una mano, la
inclino hacia atrás sobre mi brazo y tomo su boca en un
profundo beso.
—Gracias, Ángel —susurro contra su boca.

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—¿Por qué? —susurra ella, mirándome a los ojos. Su
mirada es tan vulnerable y confiada que sé con certeza que he
recibido el mejor regalo que nadie podría recibir.
—Por ti —gruño, abrumado por la emoción, mientras la
levanto y la llevo al ascensor, ignorando la mirada de sorpresa
del personal de la capilla.

96
Capítulo 7

Tan pronto como consigo abrir la puerta de la suite, la


atravieso y la cierro de una patada tras nosotros, provocando la
risa de Chloe.
—¿Cuánto te gusta este vestido? —le pregunto, arrojándola
sobre la cama. Luego me quito rápidamente la chaqueta y la
camisa antes de ponerme encima de ella.
—Ha sido muy caro —gime mientras mi mano recorre el
interior de su muslo y luego el centro de su coño, sintiendo que
el material de sus bragas ya está empapado.
—Podría comprar un millón de estos vestidos. Sólo quiero
saber cuánto te gusta antes de arrancártelo.
Sus ojos se cierran y sus labios se separan cuando mis
dedos se deslizan por el lateral de sus bragas. —Lo amo —jadea,
haciéndome sonreír.
—¿Amas el vestido o que te toque el coño, Angel? —
pregunto, y sus caderas se mueven.
Tarda un momento en volver en sí, pero cuando lo hace,
levanta la cabeza y nuestros ojos se entrelazan.
—Las dos cosas —gime, presionando sus caderas hacia
abajo, haciendo que mis dedos se deslicen dentro de ella.

97
—Será mejor que te lo quites entonces —gruño, y mis dedos
entran y salen lentamente de ella, mientras mi pulgar rodea su
clítoris.
—Detente —llora, y yo sacudo la cabeza, levantando la
parte delantera de su vestido, bajando mi cara, y chupando su
coño a través del material de sus bragas.
—Quítatelo, Ángel —gruño, mordiendo los labios de su
coño.
—¡No puedo hacerlo cuando haces eso! —grita ella.
Me detengo y me levanto ligeramente mientras sus manos
temblorosas empiezan a subirse el vestido y luego se detienen.
—La espalda tiene botones —sisea.
—Interesante —murmuro, poniéndola boca abajo y
volviendo a subir entre sus piernas.
Sus manos se dirigen a la cama, poniéndose en cuatro
patas frente a mí mientras empiezo a desabrocharle el vestido
lentamente desde la nuca hasta las caderas. Mientras deslizo
con cuidado la tela por sus hombros, dejo al descubierto un
sujetador de encaje del color exacto de su impecable piel.
Le paso un dedo desde la nuca hasta la parte baja de la
espalda y vuelvo a subir para trazar el borde de la tela antes de
levantarla con una mano por debajo de la cintura para que se
arrodille frente a mí. Apoya su cabeza en mi hombro mientras
sus manos cubren las mías. Deslizo el vestido por su cuerpo y
luego subo las manos para acariciar sus pechos, retorciéndole
los pezones a través del material de encaje.

98
—Esto es bonito —susurro contra su cuello, mirando por
encima de su hombro su sujetador antes de tirar de los tirantes
hacia abajo, dejando al descubierto sus pechos y observando
cómo sus ya duros pezones se vuelven más duros al chocar con
el aire frío de la habitación.
—Gracias. —Sonríe, levantando sus manos hacia arriba y
detrás de su cabeza para rodear mi cuello.
—De nada. —Sonrío, deslizando mi mano por su estómago,
hacia sus bragas y a través de los labios de su coño antes de
deslizarme dentro de ella y usar mis dedos para tirar de sus
caderas hacia atrás. Presiono mis caderas contra su culo, mi
polla acomodándose entre sus mejillas a través del material de
sus bragas y mis pantalones de vestir. —Estás empapada,
Ángel —le digo mientras le follo el coño fuertemente con los
dedos. —¿Quieres correrte? —le pregunto, mordiéndole el
hombro, el cuello y luego la oreja.
—Sí —dice temblorosa.
—Dame tu mano —exijo, y ella baja lentamente una mano.
Le agarro la muñeca y entrelazo nuestros dedos antes de
deslizar ambas manos entre sus piernas.
—Nolan —susurra, sonando insegura.
—Shhhh, Ángel. Sólo siente —le digo, mordiendo su
mandíbula.
Su cabeza se gira hacia mí, y meto mi lengua en su boca
mientras empujo sus dedos dentro de su coño. Sus muslos
empiezan a temblar mientras uso mis dedos y mi mano para

99
controlar el ritmo. Entonces separo mi boca de la suya. Sus ojos
están a medio abrir, sus labios hinchados y rosados.
—¿Sientes eso, lo mojada que estás? —le pregunto,
sacando sus dedos y llevándoselos a la boca. —Abre —le digo,
y sus labios se separan mientras presiono los dedos en su boca.
—¿Sientes ese sabor? Sabes más increíble que cualquier cosa
que haya comido en mi vida y más dulce que la miel más dulce
—digo, apartando su mano y cubriendo su boca con la mía
mientras bombeo nuestros dedos dentro de ella de nuevo, sus
gritos llenando mi boca mientras su coño convulsiona.
—Oh, Dios —gime mientras su coño empapa mi mano y su
cuerpo se desploma hacia delante.
La acuesto suavemente y me muevo para poder quitarle el
vestido por completo antes de quitarme el resto de la ropa. Una
vez desvestido, vuelvo a subir a la cama. Ella levanta las
caderas y se baja las bragas, arrastrándolas por las piernas
antes de lanzármelas y abrir los muslos, mostrándome la
evidencia de su excitación.
Mi chica se ha vuelto muy atrevida. Parece que fue ayer
cuándo hice estallar su cereza.
Levanto su culo para que se siente sobre mis muslos y abro
los labios de su coño con una mano, rodeando mi longitud con
la otra, y gruño. Estoy tan dolorido. Tengo los huevos tan
apretados que sé que no duraré mucho, pero la noche es joven.
También sé que ella no va a dormir mucho esta noche.

100
—Con calma, nena —le digo mientras intenta levantar las
caderas para que la cabeza de mi polla se deslice un centímetro
dentro.
Le agarro las manos y tiro de ella, bajando mis caderas
antes de subirlas lentamente. No hay nada mejor que sentir la
humedad de su coño mientras usa sus músculos internos para
aferrarse a mi polla.
—Estás tan jodidamente caliente, nena. Joder, parece que
tu coño está ardiendo —gruño, bajando la cabeza para verme
desaparecer en su interior.
—Nolan —llora, y sus manos se dirigen a mis hombros para
clavar sus uñas en mi piel.
La vuelvo a acostar en la cama y la follo, asegurándome de
no penetrarla tan profundamente como lo haría normalmente.
—Por favor —me suplica cuando voy más despacio.
—No, Ángel, tenemos que tener cuidado.
—No, más fuerte. —Me araña la espalda y empieza a
agitarse debajo de mí.
Le agarro las manos y se las pongo junto a la cabeza para
poder controlarla. —Cálmate —gruño, rodando mis caderas
contra las suyas, sintiendo cómo mi longitud se arrastra por
sus paredes internas mientras se agita a mi alrededor.
—Nolan.
—Estoy aquí, Hermosa —le susurro al oído, ralentizando
mis embestidas y presionando besos en la piel de su cuello, su
mejilla y su boca. Luego suelto sus muñecas y sostengo su cara

101
entre mis manos mientras me apoyo en los codos. Mientras la
miro a los ojos, recuerdo que ahora soy su dueño a los ojos de
Dios y de la ley. Es mía, ahora y siempre.
No tengo ni idea de cómo demonios he tenido tanta suerte,
pero saber quién es ella para mí, lo que significa para nuestro
futuro, hace que mis embestidas sean más profundas y fuertes.
Su cabeza se inclina y su espalda se arquea sobre la cama
mientras sus dedos arañan mi piel, dejando marcas. Su coño
empieza a ondularse, y empujo dos veces más antes de
hundirme profundamente en ella.
—Joder —rujo, corriéndome con fuerza. Mis músculos se
relajan y me desplomo hacia delante, con cuidado de no
presionar su vientre.
—Te amo —susurra, y la miro a los ojos. El amor que me
devuelve consolida que, tanto como yo la poseo a ella, ella me
posee a mí, y no me gustaría que fuera de otra manera.
—Duerme, Ángel —le digo, besando su frente y poniéndome
de lado para abrazarla.
Cuando su respiración se estabiliza, apago las luces y
busco el móvil en la mesilla de noche. Lo primero que veo es un
mensaje de mi madre.
—¿Le has dicho que estoy embarazada? —me susurra con
voz soñolienta.
Miro a Chloe y me resisto a sonreír cuando la veo
mirándome fijamente a la luz del teléfono.

102
—¡Oh, Dios mío! —exclama, quitándome el teléfono de la
mano. —¡Ha llamado a mi madre! —grita, sentándose en la
cama y mirándome por encima del hombro.
Pongo las manos detrás de la cabeza y cruzo los tobillos,
sonriendo. —Tenía que darle algo. Estaba molesta por lo de la
boda.
—¿Así que le dijiste que estaba embarazada? ¿Te das
cuenta de lo que has hecho? Mi madre y la tuya van a
enloquecer.
—Estarán bien. Simplemente deja que organicen el baby
shower.
—Deja que organicen el baby shower —murmura ella,
mirando el teléfono.
—Ángel, todo está bien. No te preocupes.
—¿No te preocupes? —murmura en voz baja.
Me incorporo y le beso el hombro. —Todo estará bien —le
digo, rodeando su cintura con una mano.
—Creo que estás delirando. —Sacude la cabeza y me
devuelve el teléfono.
—No puedo creer que les hayas dicho que estoy
embarazada sólo para que no se enojen contigo.
—No es por eso. Sólo quería que lo supieran. Así tendrían
algo más por lo que interesarse.
—Nuestras madres me llamaban todos los días para hablar
de la boda. ¿Sabes lo que van a hacer ahora que saben que voy
a tener un bebé?

103
—Están muy contentas.
—Sí, y ahora, nunca voy a tener un descanso porque van a
llamar o venir. No me sorprendería que mi madre convenciera
a mi padre de comprar una autocaravana para poder vivir
cerca... como 'en nuestra entrada' —dice, dejándose caer de
nuevo en la cama.
—Tus padres no vivirán en nuestra entrada. —Frunzo el
ceño.
—Si tú lo dices. Probablemente ya estén de camino a Nueva
York.
—No —niego, mirándola fijamente.
—Hey, no es mi culpa que tengas una gran boca. Enójate
contigo mismo. Quiero decir, por lo que sé, tus padres también
se mudarán.
—Nuestros padres no vivirán con nosotros.
—De acuerdo —murmura, y veo que una sonrisa tensa su
mejilla.
—Tal vez deberíamos construir alrededor de la casa y hacer
que nuestros padres se muden. Tenemos mucho terreno —
sugiero.
—¿Qué? —chilla, haciéndome reír. —No tiene gracia. —
Pone los ojos en blanco y la atraigo hacia mí, metiendo su
cabeza bajo mi barbilla.
—Todo estará bien. —Le doy un beso en la cabeza.
—Lo sé —bosteza, y yo subo la manta por encima de
nosotros.

104
Ya no importa nada más que nosotros, y sé que siempre
estaremos bien.

***
—Mamá, cálmate. ¿Qué ha pasado? —pregunto, apartando
ligeramente el teléfono de mi oreja para poder entenderla mejor.
—¡Chloe! —grita, y se me cae el estómago.
—¿Qué le ha pasado a Chloe?
—Casi la atropellan y se cayó. Hemos llamado a una
ambulancia.
—¿Qué quieres decir con 'casi la atropellan'? gruño.
—Salíamos de la tienda de bebés y ella estaba entrando en
el coche cuando una moto apareció en la acera y casi la
atropella. Ella se apartó, pero se cayó y se golpeó la cabeza
contra un parquímetro.
—¿Dónde está ella ahora?
—En la ambulancia.
—Jesús. ¿Dónde estás tú exactamente? —rujo mientras
salgo corriendo de mi oficina.
No llevamos ni una semana en casa. Desde que hemos
vuelto, nuestras madres la han mantenido ocupada con las
compras y el constante regaño sobre lo que es bueno para ella
y el bebé. Pensaba llegar a casa esta noche y obligar a todo el
mundo a salir de nuestra casa para poder pasar un rato a solas

105
con Chloe, en el que pudiéramos simplemente disfrutar del
hecho de que está embarazada. La vida me ha consumido tanto
que olvidé que Chloe está en peligro y que tenemos algo de lo
que preocuparnos.
—Estamos en Bu and the Duck, cerca de Church Street.
—¡Voy de camino! —grito en el teléfono mientras salgo del
vestíbulo.
Justo cuando estoy a punto de llamar a un taxi, Ricket
dobla la esquina con mi coche. Abro la puerta trasera y subo.
—Tengo que ir a Bu and the Duck en la calle Church.
—Lo sé, señor —dice Ricket, y me quito la chaqueta del
traje, tirándola en el asiento trasero.
—¿Cómo ha ocurrido esto?
—No lo sé, señor. Me enteré cuando su madre me llamó.
—¿Su madre te llamó a ti? —pregunto, mirándolo por el
espejo retrovisor.
Sus ojos conectan con los míos mientras asiente con la
cabeza antes de volver a mirar a la carretera. —Me dijo que tenía
que buscarlo y dónde estaban.
—¿Dijo algo más?
—No, señor. Estaba angustiada.
—Sí —murmuro, mirando por la ventana.
Tardamos menos de lo normal en cruzar la ciudad. Cuando
llegamos a la manzana en la que mi madre me dijo que estaban,
veo coches de policía y a una Chloe llorando sentada en la
puerta abierta de una ambulancia. Ni siquiera espero a que el

106
coche se detenga por completo para saltar y dirigirme
directamente hacia ella. Cuando casi estoy a su lado, un agente
de policía se me adelanta y casi me da un puñetazo en la cara
cuando intento esquivarlo.
—Es su marido —dice mi madre mientras lucho con el
policía para pasar.
El policía la mira y suelta el agarre que tiene en la parte
superior de mi brazo, dejándome llegar hasta Chloe.
—¡Nolan! —jadea ella entre lágrimas.
—Estoy aquí, Ángel. —La rodeo con mis brazos y le beso la
venda blanca de la frente.
—¿Quién te ha llamado? Les dije que no te llamaran. —
Sacude la cabeza y se aparta para mirarme a los ojos.
—¿Perdón?
—No quería que te preocuparas. No quería que tuvieras que
dejar el trabajo.
—Hermosa, ¿sabes el problema en el que te habrías metido
si me hubiera enterado de lo ocurrido más tarde en lugar de
ahora mismo? Nunca me ocultes nada, sobre todo si ese algo
tiene que ver contigo.
—Estoy bien, y tú te preocupas demasiado.
—Casi te atropellan. Tienes un corte en la frente, te caíste
y ahora tienes lágrimas cayendo por tus mejillas y ¿crees que
no tengo motivos para preocuparme? —ladro, haciéndola
saltar.

107
—Sé que suena mal —murmura, haciendo vibrar un
gruñido en mi pecho.
—No sólo suena mal, sino que está mal, Ángel. Ahora, dime.
¿Se han asegurado de que el bebé está bien?
—El bebé está bien. No me he caído con fuerza.
—Chloe, empiezo a cuestionarme si entiendes qué
demonios ha pasado.
—Sé exactamente lo que pasó. Estaba saliendo de la tienda
cuando una estúpida moto de reparto casi me atropella. Salté
para quitarme de en medio y tropecé, golpeándome la cabeza
con uno de los parquímetros.
—¿No te parece extraño que una moto circulara por la acera
de una de las calles más bonitas de Manhattan?
—No lo sé. —Se encoge de hombros y sonríe al paramédico,
lo que me hace gruñirle, lo que hace que él salte hacia atrás y
yo reciba un golpe en el pecho.
—Esto no es una broma, Chloe. Podrías haber resultado
gravemente herida... o algo peor.
—Sé que no es una broma, pero no creo que tengas razón
en esto. Creo que fue un accidente. Quiero decir, ¿cómo podría
alguien saber dónde encontrarme?
Eso es lo que voy a averiguar. Nada de esto fue por
casualidad. Tiene que haber una razón por la que todo esto está
sucediendo ahora.
—Lo averiguaré, pero hasta entonces, no debes salir a
menos que yo esté contigo.

108
—Me gustaría recordarte que no quería salir en primer
lugar, pero nuestras madres insistieron en que buscara un
vestido para el bautismo. —Levanta las manos antes de dejarlas
caer a su lado. —Ni siquiera sabía que éramos católicos —se
queja, lo que me hace sonreír a pesar de la situación y besar su
cabeza.
—No somos católicos, bueno, no practicantes, al menos.
Pero mamá fue bautizada, y yo también, así que quiere
mantener la tradición.
—Creo que nuestras madres necesitan un pasatiempo que
no me incluya.
—Están muy entusiasmadas con el bebé.
—Lo sé. —Apoya su cabeza en mi hombro mientras vemos
a la policía hablar con nuestras madres mientras Bernard se
queda cerca de ellas, escuchando los detalles de lo ocurrido.
Hago contacto visual con Bernard y asiento con la cabeza
cuando niega con la cabeza. Me doy cuenta de que él tampoco
cree que haya sido un accidente.

109
Capítulo 8

—¿Quién está al teléfono? —le pregunto a Chloe, entrando


en el dormitorio, donde está sentada en un lado de la cama con
el teléfono en la oreja mientras se pinta las uñas de los pies de
un extraño color púrpura.
—Bre llamó para ver si estaba bien —dice, inclinando la
cabeza hacia atrás y aceptando mi beso.
—¿Qué te dije de hablar con ella? —le pregunto.
Aprieta los labios y luego frunce el ceño y se quita el
teléfono de la oreja, dejándolo en la cama junto a su cadera.
—¿Qué pasa?
—Ha colgado. —Se encoge de hombros y empieza a pintarse
de nuevo.
—Bien —murmuro, mirando el teléfono y viendo que la
imagen en la pantalla es una foto de Bre que aparece cuando
ella llama. Cuanto más miro la foto, más me molesta algo en el
fondo de mi cabeza. La conozco de alguna parte, pero no sé
dónde. Me sacudo la sensación y me dirijo a la ducha.
Mis chicos están trabajando para conseguir las cintas de
seguridad de lo ocurrido esta tarde. Espero que tengan algo
para mí antes de que pase mucho tiempo. Quiero que toda esta

110
mierda se solucione antes de que Chloe tenga a nuestro hijo.
De ninguna jodida manera seré capaz de trabajar si pienso por
un solo momento que mi familia está en peligro.

***
—¿Qué es esto? —pregunto mientras entro en mi sala de
estar.
Cuatro cabezas se giran hacia mí, y sé que Chloe va a
recibir unos azotes esta noche por desobedecerme de nuevo
cuando una de las cabezas que se gira hacia mí es la de Bre.
—Nuestras madres estaban aquí revisando los planos de la
guardería y Bre ha venido a traerme flores, y cuando ha visto lo
que estábamos haciendo, ha pedido ver los planos —dice Chloe
mientras sus ojos me suplican que lo entienda.
Pero lo único en lo que puedo pensar es en la mujer que
tengo delante y en su aspecto familiar. Mi mente no deja de
insistir en que recuerde, pero por alguna razón, hay un bloqueo.
La idea de que ella sepa algo sobre la habitación en la que
dormirá mi hijo me hace sentir con ganas de matar.
Miro a Chloe y asiento con la cabeza hacia la cocina. Se
muerde el labio, pero se levanta de donde está sentada en el
suelo y se dirige en esa dirección. Le doy unos segundos antes
de seguirla. Cuando llego a la cocina, Chloe está de pie cerca

111
del fregadero, con los ojos puestos en la puerta, y aparta la
mirada en cuanto nuestros ojos se conectan.
—¿Qué te he dicho de Bre? —gruño, acercándome a ella.
—Sé razonable, Nolan —me suplica, devolviéndome la
mirada.
—¿Qué te he dicho, Chloe?
Su cara se desploma al oír su nombre. Nunca la he llamado
por su nombre; siempre la he llamado Ángel o Hermosa. Pero
en este caso me ha presionado demasiado.
—No entiendo por qué tienes tanto problema con ella.
—Ya te he dicho que no me fío de ella. También te expliqué
que, una vez que me entere qué está pasando contigo, y si ella
ha sido exonerada y se ha demostrado que es inocente, podrás
retomar la amistad.
—Ella es realmente agradable. Si le das una oportunidad,
lo verás.
Niego con la cabeza. —La gente creía que algunos de los
asesinos en masa más notorios de la historia eran agradables,
Chloe. Así que, por favor, perdóname si no me lo creo.
—Estás loco —sisea ella.
—Deshazte de ella o lo haré yo —gruño, señalando hacia la
puerta de la cocina.
—Bien. —Sale de la cocina dando pisotones.
La sigo unos pasos hacia el salón. Cuando doblo la esquina,
Chloe está hablando con nuestras madres y Bre no está en
ninguna parte.

112
—¿Estás contento ahora? —pregunta Chloe, girándose
para mirarme. —Se ha ido.
—Bien. —Me encojo de hombros.
Mi madre me mira como si fuera a decir algo, pero yo
levanto la mano.
—Chloe está en peligro, y hasta que no sepa quién intenta
hacerle daño, todos son sospechosos.
—Cariño —balbucea mi madre, poniendo una mano sobre
su corazón.
—No. Esto no está en discusión. Y sepan que si hacen algo
que la ponga en peligro y ella les sigue la corriente, le daré unos
azotes en el culo por ello.
—Oh, Dios —murmura la madre de Chloe mientras los ojos
de Chloe se iluminan con fuego.
—Ahora, tengo trabajo que hacer. Por favor, no se metan en
líos —les digo antes de salir de la habitación y dirigirme a mi
despacho.
En el fondo de mi cabeza, lo único que puedo pensar es en
Bre; hay algo en ella que hace saltar todas las alarmas. Sé que
puedo parecer un poco duro en este momento, pero se trata de
mantener a salvo a mi mujer y a mi hijo no nacido, y haré lo
que sea necesario para conseguirlo.

***

113
—¿Estás seguro de esto? —le pregunto a Bernard mientras
reviso la pila de fotos que me acaba de entregar.
—Cien por cien seguro —dice cuando encuentro una foto
de mi ex mujer con Bre.
Tardé un poco en entenderlo, pero al cabo de unos días lo
entendí. Me di cuenta de quién era Bre en realidad. La cirugía
plástica ha cambiado su aspecto, pero sus ojos siguen siendo
los mismos.
Los de Breanne eran como los de mi ex, su hermana mayor,
fríos y distantes. Tenía una forma de mirarte que te hacía sentir
que te atravesaba.
—Dime cuál es el plan —digo, recostándome en mi silla y
dejando las fotos encima de mi escritorio.
—Escúchame antes de decir nada. —Se sienta.
—Si tu idea tiene que ver con Chloe, la respuesta es no.
—Escúchame.
—No. —Golpeo mi mano en la parte superior de mi
escritorio.
—Quiero construir el mejor caso posible —dice con calma.
—Hazlo sin arriesgar a Chloe en el proceso —gruño, porque
la idea de que Chloe esté en peligro me hace hervir la sangre.
—Nunca dejaría que le pasara nada a Chloe. —Sacude la
cabeza y se pasa una mano por el pelo.
—Y sé que nunca dejaría que le pasara nada a Chloe. —Me
señalo con el dedo. —Y me niego a ponerla en peligro, así que
piensa en otra cosa.

114
—Ya se me ocurrirá otra cosa —dice.
Asiento con la cabeza y veo cómo se aleja. Luego agarro mi
teléfono y miro el reloj de la pared.
—Mierda —murmuro, levantando el teléfono. —Hola.
—Cariño, tienes que venir a casa —dice mi madre en un
tono que no he oído en ella desde que tenía trece años y
atropellaron a mi perro.
—¿Qué pasa?
—Sólo ven a casa —susurra antes de que el teléfono se
corte.
Salgo corriendo de mi despacho y del edificio, donde me
espera Ricket.
—¿Qué ha pasado? —rujo.
Sacude la cabeza y abre la puerta del coche. Intento llamar
a todos durante el trayecto a casa, pero no hay nadie disponible.
Cuando por fin llegamos a la propiedad, veo que hay al menos
diez coches de policía delante. Ni siquiera espero a que el coche
se detenga por completo para salir corriendo hacia Chloe.
—¿Qué ha pasado? —le exijo al agente mientras atraigo a
Chloe entre mis brazos, respirando su aroma.
—Las dos mujeres que están en la parte trasera del coche
patrulla intentaron secuestrarla —dice el agente.
Sigo su mirada hacia un coche de policía que está
estacionado cerca de la entrada de nuestra casa. Lynda y
Breanne están esposadas y sentadas en la parte trasera del
coche patrulla. Aparto un poco a Chloe y empiezo a revisarla,

115
asegurándome de que no se ha hecho daño. Cuando veo que
está bien, vuelvo a acercarla a mi pecho.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. Bre me dijo que quería salir a comer. Le dije
que no podía. Luego me dijo que tenía algo para el bebé en su
coche y que la acompañara. Yo... —hace una pausa. —Tuve una
sensación extraña. Así que le dije que me lo daría en otro
momento, y fue entonces cuando la otra mujer entró en la casa.
Entonces aparecieron Bernard y algunos otros tipos —dice en
voz baja.
Me estremezco ante la idea de lo que podría haber pasado.
Luego busco a Bernard entre la multitud y le levanto la barbilla.
La policía tarda una hora en marcharse después de tomar
declaración a todo el mundo, y hago que la madre de Chloe y la
mía se lleven a Chloe al interior mientras yo hablo con Bernard.
Parece que ha localizado a mi ex mujer y a su hermana en un
pequeño apartamento de una habitación en la zona del SOHO.
Cuando pudieron entrar en su apartamento, se dieron cuenta
del alcance de su engaño. Las dos habían dedicado su vida a
intentar hacerme daño.
Por lo que pudieron averiguar, Lynda y Breanne habían
planeado que yo conociera a Breanne y comenzara una relación
con ella. Creían que me casaría con ella en algún momento, y
luego su plan era hacerme asesinar y cobrar el dinero de mi
seguro de vida. Cuando se dieron cuenta de que ya estaba

116
tomado, formaron un nuevo plan para usar mi devoción por
Chloe en mi contra.
Drogaron a Chloe e iban a tratar de hacer que pareciera que
me había estado engañando con su novio del instituto. Cuando
eso no funcionó, planeaban hacer parecer que Chloe me había
dejado, y le enviaron a Chloe el correo electrónico con las fotos
mías en Japón, planeando que Chloe las viera e ignorara mis
llamadas. Todos sus planes se vieron frustrados, y cuando
Chloe le dijo a Bre que nos habíamos casado, eso hizo que mi
ex se enfureciera e intentara atropellar a Chloe.
Después de que Bernard y todo el mundo se han ido,
encuentro a Chloe en la biblioteca, de pie frente a una de las
ventanas, mirando hacia los alrededores de la finca. Me acerco
a ella.
—Están realmente locas —susurra cuando llego a su lado.
Le paso un brazo por los hombros y veo cómo Bernard se
aleja. —Lo están, y ambas se van a ir por un tiempo muy largo.
—Odio que Bre haya hecho esto —susurra.
No soy de los que aprueban golpear a las mujeres, pero
podría ahogar a esa perra por hacer que mi hermoso ángel esté
así de afectado, por entrar en su vida, fingiendo ser su amiga,
y luego usarla como lo hizo.
—Lo siento, Ángel.
—Yo también —dice ella, zafándose de mi agarre y saliendo
de la habitación.

117
La miro irse, sabiendo que sólo le daré un poco de tiempo
para superar lo sucedido. No quiero que se quede pensando en
esta mierda, no cuando tenemos tanto por lo que ser felices.

***
—Levántate —le digo a Chloe mientras entro en el
dormitorio.
—¿Para qué? —pregunta ella, mirándome por encima de su
Kindle, sin moverse.
—No vas a quedarte acostada y haciendo pucheros todo el
día. Ahora, levántate.
—No estoy haciendo pucheros. —Frunce el ceño.
Sacudo la cabeza, me acerco a ella, le arranco el Kindle de
la mano y lo tiro a una silla al otro lado de la habitación.
—¡Eh! Estaba leyendo eso —se queja, cruzando los brazos
sobre el pecho y mirándome fijamente.
—No sé qué le ha pasado a mi sumiso y pequeño Ángel,
pero te lo digo ahora: lo que vas a hacer es desnudarte, ponerte
de rodillas, abrir esa bonita boca tuya y chuparme la polla hasta
que te diga que te detengas. Luego, si te portas bien, te comeré
el coñito hasta que te corras —gruño, sacándola de la cama. —
Cuando me haya hartado de tu sabor, te subirás a mi polla y
me montarás hasta que nos corramos los dos.

118
—Nolan —sisea mientras le arranco la camiseta por la
cabeza.
—No. —Le doy la vuelta, la inclino sobre la cama y le doy
tres fuertes azotes en el culo antes de inclinarme sobre ella y
gruñirle al oído: —Basta. —Entonces muevo mis caderas para
que mi polla se apoye en el pliegue de su culo. Utilizando una
mano para liberar sus pantalones, los bajo alrededor de sus
muslos y deslizo mi mano entre sus piernas, sintiendo cómo su
excitación cubre mis dedos. —Estás muy mojada, Angel —le
digo, chupando mis dedos en mi boca. Luego me desabrocho
los pantalones, liberándome antes de deslizar sólo la punta
dentro de ella. —¿Quieres que te folle? —gruño, deslizándome
un poco más adentro.
—Sí —respira, tratando de empujarse contra mí.
—Entonces haz lo que te digo.
La penetro profundamente y luego me retiro lentamente,
sintiendo cómo mi longitud se desliza por sus paredes internas.
Una vez que salgo del todo, lucho contra las ganas de volver a
entrar y le ayudo a quitarse el resto de la ropa. Luego saco una
de las almohadas de la cama, la pongo a mis pies y la ayudo a
arrodillarse frente a mí. En cuanto sus rodillas tocan la
almohada, sus ojos se encuentran con los míos y su boca se
abre.
—Lámela —le ordeno.
Empieza por la cabeza y luego baja por el tronco hasta la
base, hasta que mi polla llega a la mitad de su garganta. Sus

119
manos suben por mis muslos y una de ellas rodea la base.
Empieza a girarla, moviendo la cabeza. Empiezo a sentir un
cosquilleo en la parte inferior de mi columna vertebral.
—Con calma, Ángel —gimo, sin estar preparado para
correrme.
Me suelta con un pop y la ayudo a levantarse y la coloco
como antes, inclinada sobre el lado de la cama, con los gordos
labios de su coño asomando entre sus piernas. Caigo de rodillas
detrás de ella, rodeo sus muslos con las manos y meto la cara
entre sus piernas, tanteando su entrada con la lengua y luego
chupando su clítoris en mi boca.
Su cuerpo empieza a agitarse contra mi cara y sus fuertes
gemidos comienzan a llenar la habitación. Muevo las manos y
abro más su coño, prestando atención a su clítoris, agitando mi
lengua contra él hasta que empieza a inundar mi boca con sus
dulces jugos mientras sus uñas se clavan en mis brazos y los
dedos de sus pies la levantan del suelo.
Disminuyo la velocidad y la hago bajar de su orgasmo antes
de ayudarla a ponerse de pie y girarse hacia mí. Cuando la miro,
sus ojos están nublados por el deseo. Tomo aire y le doy un
beso por encima del pubis. Luego en la parte baja de su vientre,
donde crece la vida que hemos creado juntos. Me pongo de pie
y me acuesto en la cama, ayudándola a subir y a colocarse
sobre mí, con sus muslos a horcajadas sobre mis caderas. En
cuanto está en posición, su mirada cambia y se hunde sobre mí
hasta que la punta de mi polla toca su cuello uterino.

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Se inclina hacia delante, con las manos aferradas a mi
hombro mientras sus caderas suben y bajan. Atraigo su cara
hacia la mía, mordiéndole el labio inferior y luego el superior,
inclinándome hacia atrás para mirarla mientras sus ojos se
entrecierran y sus caderas empiezan a moverse más rápido. Mis
manos bajan por su pelo y vuelven a su culo, sujetando una
mejilla con cada palma, levantándola y dejándola caer sobre mí
mientras su coño empieza a ordeñar mi semen, el agitado
movimiento haciendo aflorar mi orgasmo.
Su grito y mi rugido recorren el aire al mismo tiempo que
su cuerpo se desploma hacia delante y mi cabeza se hunde en
la almohada. Tardo unos instantes en recuperar el aliento y en
que los latidos de mi corazón vuelvan a la normalidad, pero
cuando lo hago, pongo mis dedos bajo su barbilla para levantar
su cara hacia la mía.
—Te amo, Ángel —le digo, y su rostro se suaviza. —A partir
de hoy, sólo vamos a disfrutar de la vida. Sé que lo que pasó es
horrible, pero tenemos mucho por lo que vivir.
—Tienes razón —dice mientras su cara se vuelve aún más
suave.
Vuelvo a atraerla hacia mí, metiendo su cabeza bajo mi
barbilla, donde encaja perfectamente. No importa lo que haya
sucedido en mi pasado o lo que haya pasado, tener esto con ella
ahora hace que todas esas luchas hayan valido la pena.

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Epilogo

—No puedo ver mis pies. —Chloe se ríe mientras abro la


puerta de cristal de la ducha. —Es imposible que me afeite las
piernas. —Sacude la cabeza, sentándose en el banco de mármol
que está empotrado en la pared de la ducha.
—Te ves hermosa —insisto mientras paso mis dedos por su
cabello, inclinando suavemente su cabeza hacia atrás.
—Me amas, así que tienes que decir que me veo hermosa —
suspira, abre los ojos y me mira.
—Sí que te amo, pero también estás hermosa. Me encanta
verte embarazada de mis hijos.
—Lo sé —murmura, poniendo los ojos en blanco. —Lo
aprendí después de los tres primeros hijos.
—Has rogado por ellos cada vez —le digo, sonriendo.
—Ya te lo dije antes. Si estamos inmersos en el momento,
no cuenta.
Se ríe mientras imito sus ruegos para que le dé mi semilla.
—¡Mamá! —grita nuestra hija, rompiendo el momento.
Suspiro y cierro los ojos. No quería nada más que conseguir
por fin un trozo de Chloe. Pensé que por fin nos habíamos

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escapado, pero como siempre, nuestros hijos tienen una
sincronización perfecta.
—Tu madre viene a la ciudad esta noche, así que será mejor
que planees no dormir durante las próximas veinticuatro horas.
—Nolan.
—No. —Sacudo la cabeza y la acerco, bajando mi boca
sobre uno de sus pezones. —Te necesito. —Lamo alrededor de
su pezón antes de morderlo. —Necesito estar dentro de ti.
—Me has tenido esta mañana.
—Eso fue sólo para deshacerme de mi erección matutina.
Eso no cuenta. Me lo debes —le digo y sonrío cuando empieza
a reírse.
—Estás obsesionado.
No se equivoca. Estoy obsesionado con ella desde que la
conocí, y nada ha cambiado. Incluso después de cinco años,
tres hijos y otro en camino, seguimos siendo inseparables, y
ahora la deseo más que nunca.
¿Qué puedo decir? Tengo una esposa hermosa.

Fin

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