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ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 48, enero-junio, 2013, 245-268, ISSN: 1130-2097
doi: 10.3989/isegoria.2013.048.14

Eros platónico y amor a los muchachos


Platonic eros and pederasty
SALVADOR MAS
UNED, Madrid

RESUMEN. En el presente trabajo intento anali- lítico que verdaderamente interesa a Platón, al
zar, por una parte, el complejo entramado ins- que apuntan los diálogos examinados en este
titucional, político e intelectual tejido en torno artículo y que alcanza su máxima expresión en
a la pederastia griega; por otra, la respuesta las Leyes: el control de los deseos (en la me-
platónica ante él. Quizá en sus orígenes la pe- dida de lo posible y por todos los medios po-
derastia fuera un rito iniciático sometido a una sibles) como elemento fundamental en la
fuerte reglamentación; posteriormente se construcción de esa organización política que,
transformó en un tema cantado por los poetas “si existiera, todo serían bienes para la ciudad
y en un elemento de la autocomprensión aris- en la que se diera” (Rep. 471 c).
tocrática. Platón sabe que la tradición de sus
admiradas Esparta y Creta, así como los poe- Palabras clave: pederastia, Platón, placer, con-
tas, ofrecen cierta cobertura ideológica a las trol de los deseos, Esparta, Creta.
prácticas pederasticas; tal vez no fuera ajeno a
ellas y, en todo caso, se movía en círculos que ABSTRACT. In this paper I try to analyze, on the
intentaban difíciles síntesis entre las enseñan- one hand, the intricate institutional, political and
zas socráticas y la tradición y los poetas, in- intellectual Greek pederasty framework; on the
sertando la pederastia en un marco educativo other hand, the Platonic response to it. Perhaps
más amplio e intentando desterrar de ella cual- originally pederasty was a strongly regulated rite
quier connotación sexual. Platón sabe asi- of passage; subsequently became a theme for
mismo que las enseñanzas socráticas son poets and an element of the aristocratic self-awa-
difíciles de cumplir, que en ellas hay algo im- reness. Plato know that the tradition of Sparta
portante y que su cumplimiento pide renun- and Crete, as well as poets, legitimize pederas-
cias. Ahora bien, que la armonía del alma tic practices. Maybe he was not alien to them
consigo misma pida renuncias no implica des- and, in any case, he was moving in intellectual
terrar radicalmente todo elemento erótico. De circles which sought a synthesis of Socratic te-
aquí la centralidad de la cuestión de la pede- aching and tradition and poets. These intellec-
rastia en el pensamiento platónico, porque en tual circles inserted the pederasty in a broader
ella se ve con especial claridad las dificultades educational framework and removed all sexual
esbozadas en las líneas anteriores, como si la connotations. Plato also knows that Socratic te-
pederastia fuera una especie de modelo en mi- achings are difficult to fulfill, that there is so-
niatura donde poder plantear el problema po- mething important in them and that their

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fulfillment demands renunciations. That the har- expression in the Laws: the control of desires (as
mony of the soul with itself demands renuncia- far as possible and by all available means) as a
tions, not imply the radical abandon of any erotic fundamental element in the construction of this
elements. Therefore the question of pederasty is regime “that, if it should come into being, every-
central to Plato’s philosophy, because this ques- thing would be good for the city in which it
tion show clearly the difficulties outlined above: came into being” (Rep. 471 c).
the pederasty becomes a miniature model which
poses the political problem that really matters to
Plato, the problem discussed in the dialogs exa- Key words: pederasty, Plato, pleasure, control
mined in this paper and that reaches its highest of desires, Sparta, Crete.

La cuestión del amor a los muchachos cia evitaría hablar de “principios incuestio-
es, en efecto, “controvertida”, se lee en un nables”.
reciente libro dedicado a estas cuestiones,1 Si las categorías de la sexualidad son
y pues nosotros y los griegos usamos la construidas más aún lo serán sus metacate-
misma palabra, “pederastia”, es preciso en gorías, no las categorías que regulan las
primer lugar –escribe la autora– “dejar bien conductas sexuales sino aquellas otras de las
sentado el principio incuestionable de que la que nos servimos para describir las catego-
pederastia griega y el trastorno compulsivo rías sexuales que en otros tiempos regularon
que, en nuestras sociedades modernas, se las conductas sexuales o que en otros luga-
manifiesta en el abuso sexual a menores res las regulan. El ficticio observador del pá-
son fenómenos absolutamente dispares”. rrafo anterior consideraría tan (meta)cons-
No lo discuto, aunque sorprende encontrar truidas las interpretaciones decimonónicas
tan tajante afirmación en un texto que con- de la pederastia griega como las actuales en
sidera que las categorías de la sexualidad toda su rica variedad. Pues sólo desde estas
“no describen un modo de comportamiento, últimas resulta asombroso el espectáculo
sino que lo establecen, lo crean y confor- de unos investigadores por lo demás serios
man”. Cabe imaginar a un ser de otro y rigurosos empeñados en negar lo que
mundo, o del nuestro dentro de muchos desde nuestras categorías consideramos evi-
años, que tuviera una concepción propia de dente:2 que entre los griegos existían esas re-
la pederastia, da igual la que sea, pero desde laciones eróticas que hoy en día llamaría-
la cual pudiera asombrarse de que un mismo mos homosexuales y que entre ellos el amor
hecho, la relación sexual de un varón adulto a los muchachos no sólo era tolerado sino
con un niño, pudiera ser vista como “una que incluso gozaba de prestigio al menos en
institución prestigiosa para la sociedad en la determinados círculos sociales. Pero tam-
que se desarrolla” y como “una forma de bién es obvio, por otra parte, que estas re-
violencia que pone en grave en riesgo la sa- laciones y estos amores les causaban esa in-
lud física y psíquica del menor objeto del quietud que se refleja tanto en los textos de
abuso” (LE 9-10). Nuestro ficticio obser- los filósofos como en el lenguaje de la co-
vador acaso diría que tanto lo uno como lo media (Henderson, 1991, 215 y ss.: “Active
otro son “construcciones” y en consecuen- Pederasty”): “la tensión de una significativa

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problematización”, por decirlo con Gómez este proceso de transformación conviene


Iglesias (LE 103). Todo es cuestión de de- prestar atención a la poesía “compuesta por
licados equilibrios, los buscados por ellos, vates enamorados de florecientes mucha-
los griegos, y aquellos otros a los que deben chos” (LE 334) y que, según Claude Ca-
aspirar los investigadores de estas cuestio- lame, está en cierto modo emparentada con
nes: “privilegiar el sentido erótico puede el éros filosófico (Calame, 1992). Sobre
resultar tan pervertidor del significado de la este trasfondo en parte histórico y en parte
propia pederastia como la pretensión de re- literario se erigen las reflexiones de los fi-
ducir esta a una institución casta e inmacu- lósofos sobre la pederastia, que, como es ob-
lada, de carácter estrictamente cultural” (LE vio, en su celo reformista miran más o me-
39). Tan rechazable es la hipersexualiza- nos de soslayo a lo que “realmente” sucedía
ción que se observa en muchos estudios ac- en Atenas.
tuales (y que Gómez Iglesias critica con Para empezar un par de palabras sobre
acierto y conocimiento de las fuentes) como Solón: su legislación (o más bien lo que de
lo que se hacía en el siglo XIX, alejar de la ella conocemos sobre los asuntos que im-
pederastia cualquier vestigio de erotismo. portan en estas páginas gracias al Contra Ti-
Los griegos y sus intérpretes comparten marco de Esquines) no apunta a un rito ini-
idéntico problema: ponderar cuidadosa- ciático, sino a cierta –muy somera-
mente las consideraciones sexuales y pai- regulación de las conductas sexuales; más
déuticas de la pederastia. en particular, se dirige contra los abusos se-
Y tras haber anotado estas dificultades xuales cometidos contra menores, execrable
metodológicas, vayamos al asunto. Para in- práctica (o “trastorno compulsivo”) que los
tentar introducir algo de orden en él sugiero griegos también conocían, si bien Solón tan
distinguir cuatro aspectos de la cuestión, solo la consideraba abuso cuando estaban
aunque sea de manera sólo analítica y pro- implicados en ella los niños que en el futuro
visional. La gran mayoría de los estudiosos habrán de ser ciudadanos.3 De acuerdo con
coinciden en señalar que en sus orígenes la Esquines, Solón legisló contra quien pros-
pederastia fue un “rito iniciático”; sin em- tituye a niños y contra quien va con niños
bargo, algunos de ellos (no, desde luego, prostituidos, pero no contra los niños pros-
Gómez Iglesias) olvidan que los ritos se tituidos.4 También estableció “los mayores
transforman. Así sucedió, por ejemplo, con castigos si alguien actúa de proxeneta para
la diamastígosis, la flagelación ritual de los con un niño libre o mujer” (I, 14). Cuando
efebos espartanos sobre el altar de Ártemis se alcanza la mayoría de edad la responsa-
Ortia, que en tiempos romanos acabó siendo bilidad de la prostitución recae en quien se
un sangriento espectáculo de masas que in- prostituye, para el cual prevé severos cas-
cluso obligó a levantar un teatro para que los tigos (I, 19). Solón también prohibió las re-
turistas pudieran contemplarlo con como- laciones sexuales entre un esclavo y niño li-
didad (Libanio, Discursos 1, 23). En un bre: “Que el esclavo no se enamore de un
sentido parecido, también la pederastia se niño libre ni lo persiga, o séanle dados con
“secularizó”, o sea, perdió esa sanción reli- el látigo público cincuenta azotes” (I, 139).
gioso-legal que acaso antaño tuviera. En Nada más.5 Concluir a partir de aquí que en

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Atenas “la pederastia estaba fuertemente sobre Creta se trata primero de la educación
reglada” (LE 65) parece, cuanto menos, de los más jóvenes, luego de los que tienen
arriesgado. Lo único cierto con toda segu- algo más de edad y, en tercer lugar, del pa-
ridad es que en la turbulenta vida de la Ate- pel que en este contexto juega la pederastia.
nas del 346-345 se recurría a Solón como Jenofonte sigue otro orden: primero la edu-
instrumento político y judicial: para diri- cación de los niños, luego la pederastia y, en
mir su rivalidad contra Demóstenes, Esqui- tercer lugar, la educación de los jóvenes.
nes no tiene mayor problema en acusar a Ti- Esta sutil diferencia refleja, por una parte,
marco de haberse prostituido desde que que en Creta la educación estaba íntima-
“salió de la infancia”, y no por imperiosa ne- mente unida con la vida social de los ciuda-
cesidad económica, sino “porque era es- danos, que se enraizaba en la vida social de
clavo de los placeres más vergonzosos” (I, las ciudades y que tomaba su fuerza de este
39-93). Esquines, por lo demás, se reco- enraizamiento, mientras que en Esparta es-
noce enamorado: en función de las cir- tas raíces sociales no estaban tan claras; por
cunstancias y los intereses lo mismo puede otra parte, y en estrecha relación con lo an-
ser visto de muy distintas maneras, como terior, también sugiere que en el sistema
prostitución o como amor honesto: “De- educativo cretense la pederastia tenía un ca-
fino que el enamorarse de los hermosos y rácter institucional, ausente (o al menos no
honestos es un sentimiento propio de un tan presente) en la pederastia espartana
alma amante de los hombres y bienpen- (Link, 1999). En un contexto donde la edu-
sante, mientras que el actuar con desen- cación se verifica predominantemente en el
freno por dinero, estando uno a sueldo, círculo familiar la pederastia puede ayudar al
pienso que es obra de un hombre licencioso establecimiento de alianzas entre familias,
y sin formación. Y el enamorarse de forma con el consiguiente aumento del poder y la
no corrompida digo que es hermoso, mien- influencia de los grupos familiares así alia-
tras que el haberse prostituido impulsado dos. Así sucedía en Creta, pero no en Esparta
por un salario, vergonzoso” (I, 137). Y tras donde desde muy temprano se separaba a los
estas palabras se lee un elogio de los amo- muchachos del círculo familiar.
res de Harmodio y Aristogitón y de Aquiles Vayamos al informe de Éforo sobre el
y Patroclo en un tono en el que algunos es- ídion nóminon, la peculiar legislación, de
tudiosos han querido ver el eco de algunos los cretenses, a saber, que el eroménos no
diálogos de Platón (Lucas de Dios, 2002, utiliza la persuasión, sino el rapto. Ahora
242, nota 27). bien, se trata de un rapto altamente rituali-
Sobre la pederastia como rito iniciático zado e institucionalizado que, a modo de
que, al parecer, se practicaba en Creta y Es- culminación del proceso educativo, debe
parta, nos informan en particular Éforo/Es- recorrer con necesidad una serie de etapas
trabón6 y Jenofonte.7 Ambas noticias se claramente prefijadas. El raptor avisa a los
insertan en el contexto de cuestiones educa- phíloi del raptado de que va a realizar el
tivas y aunque, transmiten una imagen más rapto con tres o más días de antelación. Los
o menos unitaria, presentan una curiosa di- “amigos” no pueden oponerse al plan, pues
ferencia. En el informe de Éforo/Estrabón ello supondría dañar el honor del muchacho,

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o sea, “una declaración de que el muchacho bre y voluntariamente en mantener relacio-


no es merecedor de pertenecer a un amante nes sexuales con el amante, o bien que no se
de tal categoría”. El raptor debe ser de igual mantenían tales relaciones. O bien, en tercer
o superior categoría social que el muchacho, lugar, cabe imaginar que sí había “viola-
pues si los “amigos” consideran que no es ción”, pero que el muchacho se lo callaba,
así el rito se detiene. En la siguiente etapa, pues como matiza Éforo “para los mucha-
el muchacho es llevado a la andría del rap- chos de hermosa apariencia y de ilustres
tor, donde se le da la bienvenida y recibe re- ascendientes, constituye un deshonor no
galos. Acompañados por “los que han asis- poder encontrar un amante, pues su carác-
tido al rapto” marchan entonces muchacho ter sería tenido por responsable de tal des-
y amante “al lugar de la comarca al que han gracia”. A fin de cuentas, Éforo informa
decidido ir”, donde todos cazan y festejan peri tous erôtas nomimon, frase lo sufi-
en común. La ley prescribe que este pe- cientemente ambigua como para que, si he-
riodo de alejamiento de la ciudad no puede mos de ser sinceros, tengamos que recono-
ser superior a dos meses; transcurrido este cer que no sabemos qué sucedía en esos
tiempo se regresa a la ciudad, donde el mu- momentos en los que amante y amado se
chacho vuelve a recibir regalos: de un lado alejaban de la ciudad, aunque la crítica pre-
los que prescribe la ley (un equipo militar, fiera por lo general la interpretación sexual
un buey, un vaso), “así como otros muchos (Dover, 1978, 43 ss.; Patzer, 1982, 47 ss.;
obsequios de gran valor; tanto es así que los Reinsberg, 1989, 177, 192, 194; Sergent,
amigos del amante acostumbran a contribuir 1986, 60).
teniendo en cuenta la magnitud de los gas- Jenofonte comienza diciendo que se ha
tos”. A continuación, el muchacho sacri- de hablar del amor a los muchachos (…perì
fica el buey a Zeus y ofrece una comida; tôn paidikôn erôtôn), “pues también esto
sólo entonces se manifiesta sobre al amado está relacionado en cierto modo con la edu-
y dice si está satisfecho, esto es, si se ha sa- cación” y hace un breve repaso de lo que su-
tisfecho lo que ordena la ley, a saber: que cede en algunos lugares de Grecia. Entre los
durante el rapto no ha habido violencia, beocios, “hombre y niño tienen trato car-
pues si así ha sido el muchacho puede ven- nal”; lo mismo acontece entre los eleos, sin
garse y queda libre de las relaciones de de- bien estos “obtienen los favores de los niños
pendencia respecto del amante. “Violen- por medio de atenciones”. En otros sitios no
cia” traduce bía que en general significa especificados se “apartan por todos los me-
“abuso de fuerza”, “brutalidad”, y en un dios a los amantes del trato con los niños”.
sentido más concreto (pero no necesaria- Licurgo procedió de manera contraria a to-
mente) “forzamiento”, “violación”. Si el dos ellos: “…veía con buenos ojos que un
amante ha violado al amado y si el amado hombre como es debido, atraído por el es-
lo dice, no se cumple lo que ordena la ley. píritu de un niño, tratase de entablar con él
Ahora bien, como cabe suponer que por lo una relación irreprochable y lo frecuentase,
general se cumplía la ley debe pensarse que y lo consideraba una educación óptima. Y,
no había “violación”, lo cual puede querer si alguno mostraba su deseo por el cuerpo
decir o bien que el muchacho consentía li- de un niño, tras decretar que era de todo

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punto indecoroso, dispuso que en Esparta mensión institucional. Ya J. G. Herder señaló


los amantes se mantuviesen apartados de los que era una institución pedagógica, para así
niños no menos que los padres se mantienen ennoblecer lo chocante desde un punto de
apartados de los hijos o los hermanos de los vista moral poniéndolo al servicio de fines
hermanos en lo referente al trato carnal. sociales y políticos supuestamente más ele-
Pero ciertamente no me sorprende que haya vados.9 Libre de prejuicios moralistas, P.
quien no lo crea, pues en muchos estados las Cartledge, en su influyente estudio, insiste en
leyes no se oponen al deseo por los niños.” el carácter institucional de la pederastia es-
Lo sexual, en un segundo plano en el in- partana (Cartledge, 1981, 22).10 Sin embargo,
forme de Éforo, es ahora el centro de inte- el lenguaje de nuestras fuentes no sugiere con
rés. Lo mismo sucede en la breve noticia claridad tal institucionalización (MacDowell,
que ofrece Plutarco: “Como tan bien acep- 1986, 65; Link, 1991, 15). Las palabras no-
tado estaba el amor entre ellos que hasta las mos y nomimon, frecuentes en el informe de
mujeres distinguidas y respetables amaban Éforo, no aparecen en las noticias que tene-
a las vírgenes, la rivalidad en el amor no mos sobre Esparta, donde nada hay (o nada
existía, sino que, más bien, hacían de ello conservamos) de lo que sí sabemos de Creta.
principio de mutua amistad los que estaban Puede entonces aventurarse que allí la pede-
enamorados de los mismos, y aunaban sus rastia tenía un carácter socialmente menos re-
esfuerzos por perfeccionar lo más posible al levante que aquí (Nafissi, 1991, 197-199).
amado” (Licurgo, 18, 9; trad. A. Pérez Ji- Tal vez entre los lacedemonios la función del
ménez). Jenofonte y Plutarco son explícitos: erastés quedará limitada al terreno moral y
en Esparta la relación entre amante y amado educativo y aunque es obvio que este papel,
era “platónica”.8 Lo cual ha sido interpre- como en Creta, está al servicio de la repro-
tado como una concesión al punto de vista ducción de una sociedad articulada en grupos
socrático sobre el asunto (Tigerstedt, 1965, aristocráticos, también parece que en Es-
164 y 460). En todo caso, no debe olvi- parta el erastés tenía mucha libertad a la
darse que ni Jenofonte ni Plutarco hablan di- hora de interpretarlo o, al menos, que la “in-
rectamente de Esparta sino de Licurgo: cabe terpretación” no estaba tan normativizada
que su legislación fuera “platónica” preci- como en Creta, donde la institución pede-
samente porque la práctica habitual entre los rástica buscaba intencionadamente crear vín-
espartanos en modo alguno lo era, pues culos personales entre los grupos familiares
acostumbra a legislarse sobre aquello que del amante y los del amado. Así considerada,
no se cumple voluntaria y de buen grado. puede incluso aventurarse que la pederastia
Aristófanes, al menos, insiste en el carácter es disfuncional en el sistema educativo es-
marcadamente sexual de la pederastia es- partano, en la medida en que pueda crear vín-
partana, y no precisamente para alabar tal culos personales entre el amante y el amado
práctica o para informar sobre la misma y, así, no estar al servicio de la cohesión so-
con neutralidad y asepsia etnográfica (Hen- cial, sino de intereses privados (Cfr. Jeno-
derson, 1991, 218, nota 37). fonte, Hell. 5, 4, 25).
La crítica, en general, considera que tam- La agogé, el sistema educativo espar-
bién en Esparta tenía la pederastia una di- tano, es sobre todas las cosas, dice Plutarco,

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una “escuela de obediencia” (Ages. 1, 3). de suponer recurriendo a atrevidas analogías


Podría entonces aventurarse que en Esparta con la pederastia de ciertas tribus papúas y
el amante sodomizaba al amado con la in- melanesias), no se sigue –como bien señala
tención explícita de humillarlo, pues la hu- Gómez Iglesias (LE 183 ss.)- que pueda
millación es prerrequisito de la obediencia ser tratada exclusivamente como rito ini-
del amado; el amante, por su parte, gozaría ciático. También es, por ejemplo, un motivo
con un acto de violencia concretado como cantando por los poetas.
violación ritual de los adolescentes.11 Se so- Aunque en la lírica arcaica griega es fre-
luciona o se disuelve la “antinomia del mu- cuente el tema del tema del amor a los mu-
chacho”, en aplicación del principio de que chachos, las cosas son más complicadas de
un mal (la humillación del muchacho) deja lo que pudiera parecer a primera vista. Co-
de serlo si es en función de un bien (conse- nocemos la mayor parte de la poesía ho-
guir su obediencia). No digo en modo al- moerótica y pederástica antigua gracias al li-
guno que fue así, sino que acaso pudiera ha- bro XII de la Antología Palatina, que es, en
ber sido así. En general, la pederastia efecto, una antología, un florilegium como
iniciática tiende a fundar y a cohesionar decían los latinos, obra de uno o varios an-
grupos aristocráticos y Esparta, al menos en tólogos que desean recopilar poesías dis-
su constitución, no es una sociedad aristo- persas para así evitar que caigan en el olvi-
crática sino de “iguales”. Lo cual no quita do, pero también en orden a establecer un ca-
para que en la realidad histórica estos su- non literario que deberá ser imitado (Guillén,
puestos “iguales” se enfrentaran entre sí. 1985, 417). “Cada género tiene su ley”, es-
Lo que sí parece poco plausible es que ge- cribe Quintiliano en el contexto de su in-
neraran instituciones que atentaran directa- vestigación sobre la imitación (X, 2, 22). A
mente contra la deseada y deseable igual- lo largo del periodo helenista y romano es
dad. Quedémonos, pues, con la precavida constante la preocupación y el interés por es-
tesis de César Fornis sobre la pederastia es- tablecer una teoría de los géneros literarios,
partana: “más que de una ley o norma com- lo cual tiene importantes consecuencias, dos
pulsiva, que está sin constatar, se trata de por lo que en estos momentos interesa. En
una norma social admitida y respetada ma- primer lugar, que en los comienzos de
yoritariamente” (Fornis, 2002, 279). cada uno de ellos acostumbra a ponerse a un
Sólo deseo sugerir con los anteriores poeta arquetípico al que sus sucesores de-
comentarios que no cabe hablar en general berán rendir una pleitesía más o menos acu-
de la pederastia como rito iniciático y como sada en función de los cambios de circuns-
institución, aunque en su origen pudiera ha- tancias y de las transformaciones del gusto
ber sido una cosa y la otra. No sucedía lo en cada época; en segundo lugar, la existencia
mismo en Creta que en Esparta, esto es, de una lex operis que dicta las normas de cada
quienes vinieron después no estaban obli- género y que a la vez autoriza su alteración
gados a una comprensión de la pederastia en función de los contextos y del genio in-
determinada y cerrada. En todo caso, de dividual de cada poeta, pues los géneros de-
que antaño fuera un rito iniciático (cuyos penden tanto de su contexto de producción
pormenores eróticos, desconocidos, hemos como del de recepción. Las poéticas de los

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géneros literarios tienden a normativizar, pero (cual erómenoi divinos: Ganímedes, Jacinto
la misma praxis poética relativiza y dinamiza o Ampelo) y para tortura de sus amantes sa-
tales normas, porque la imitación, en gene- ben aprovechar su belleza, tanto la de sus
ral, implica alejamiento e identificación: los ojos y cabello como la de su culo y muslos;
poetas helenistas y romanos sienten con par- a veces se contonean impúdicos y en otros
ticular intensidad la necesidad de redefinir- poemas hacen valer su pudor, pues nada
se frente a la tradición. Si es así, se entien- atrae más que lo oculto y prohibido. Por eso
de la necesidad de institucionalizar un canon, también hay epigramas sobre las diferencias
un conjunto de exemplaria Graeca al servicio entre los amores fáciles y los vedados; tam-
de la mímesis tôn archaíôn poiêtôn, imita- poco faltan sobre amores no correspondidos
ción de las obras de los primeros y princi- ni acerca de la edad en la que los muchachos
pales poetas, o dicho en latín, y dado que en resultan más apetecibles. Hay erómenoi que
todos los géneros literarios, excepto en la sá- recurren a trucos y afeites para prolongar ar-
tira, los poetas arquetípicos eran griegos: imi- tificialmente su atractivo, y varones que
tatio auctorum Graecarum. Quiero decir: abandonan o descuidan sus obligaciones
quien lea el libro XII de la Antología Pala- obnubilados por la pasión. La salida de ve-
tina (que incluye poemas del siglo VI a.C. llo marca el fin de la belleza erómenos y
al II d.C. y que, por tanto, hay que manejar esta circunstancia tan lamentable como in-
con mucho cuidado), al margen y además del evitable suscita en el erastés diversas reac-
placer estético que sin duda tal lectura le de- ciones. Hay epigramas que discuten qué es
parará, aprenderá como se varían y evolu- preferible, si el amor de los muchachos o el
cionan una serie de temas muchos de los cua- de las mujeres, a veces refinados y senten-
les también suelen estar presentes en el libro ciosos, a veces soeces y groseros; los hay
V de esta misma Antología Palatina, dedi- sobre la masturbación, el coito anal e inter-
cado a los amores heterosexuales, como si crural, sobre la felación y sobre el sexo en
los poetas trasformaran una serie definida de grupo. La prostitución masculina y la im-
motivos (a fin de cuentas las posibilidades potencia tampoco están ausentes.
eróticas que la naturaleza o los dioses nos han Al lector y al investigador de hoy en día
concedido a los humanos no son infinitas) siempre le quedará la duda de saber sí y en
ora según convenciones homoeróticas ora se- qué medida tales variaciones recuerdan o
gún heterosexuales. No faltan epigramistas atestiguan, siquiera pálidamente, esas prác-
que dominan ambas convenciones, lo cual ticas rituales e iniciáticas a las que me refe-
habla a favor de su habilidad, pero no nos in- ría más arriba o, incluso, lo que sucedía en
forma sobre sus preferencias eróticas per- Creta, Esparta o en la Atenas clásica y cómo
sonales, que en cualquier caso sería abusi- se enjuiciaba aquello que sucedía, a me-
vo extrapolar a toda su sociedad. nos, claro está, que acuda a estos epigramas
Quien, decía, lea este libro XII sabrá, buscando confirmación de ideas previas; a
por ejemplo, que la hermosura de los ado- este respecto debe recordarse que en gene-
lescentes es pasajera y que conviene apro- ral uno siempre acaba encontrando lo que
vecharla antes de que sea demasiado tarde. busca. Dejemos, pues, a los poetas: “los
Estos muchachos siempre son bellísimos unos dicen que el poeta pensaba esto y los

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otros aquello, discutiendo sobre asuntos que cosas, un signo de status ¿por qué no supo-
son incapaces de demostrar”, escribe Platón ner que también la adoptaron otros comer-
en el Protágoras (347 e; trad. C. García ciantes acaudalados que podían costearse
Gual). ¿Qué sucedía en la “realidad”? delicias antaño reservadas a los nobles? El
De acuerdo con Gómez Iglesias, dos problema es extraordinariamente complejo
cosas: que la pederastia tenía un marcado y en lo que sigue sólo puedo bosquejarlo.
carácter elitista, pues estaba al servicio de la Supongamos que los historiadores dicen
reproducción social de la nobleza, y que en lo que en verdad sucedió. En Historia de la
alguna medida había dejado a un lado aque- guerra del Peloponeso 6, 53 Tucídides na-
llas elevadas motivaciones pedagógicas que rra sin solución de continuidad dos aconte-
acaso antaño tuviera, en beneficio de un cimientos: por una parte, la mutilación de
componente cada vez más marcadamente los genitales de un Hermes, sacrilegio que
sexual. Lo segundo parece evidente a tenor algunos atribuían a Alcibíades y a la que se
de lo que se lee en nuestras fuentes y tam- le había dado “excesiva importancia, ya que
bién cabe inferirlo a partir de lo que piden se tomaba como presagio de la expedición
los filósofos, que suelen exigir lo que no hay y se creía que su fin era el apoyo de una con-
y, por tanto, apuntan indirectamente a lo jura revolucionaria y el derrocamiento de la
que hay.12 Sobre lo primero, Gómez Iglesias democracia” (6, 27; trad. F. Romero Cruz);
escribe como sigue: “A mi modo de ver, la por otra, el fin de la tiranía de Pisístrato: el
pederastia surgió y se desarrolló con el fin demos sabía que ni él ni Harmodio habían
de ejercer una función reforzadora de aque- acabado con la tiranía, sino la intervención
llos vínculos necesarios para la propaga- de los lacedemonios y por tal motivo “vivía
ción de un imaginario que hacía de la no- en un temor perpetuo y de todo sospe-
bleza un grupo diferenciado en el seno de la chaba”. A continuación, en 6, 54, se de-
pólis, con características propias e intrans- tiene en la historia de Harmodio y Aristo-
feribles al resto de la comunidad” (LE 150). gitón, cuya proeza “tuvo su origen en un
Y algo más adelante: “Se trata, pues, ade- caso de amor” (Wohl, 1999). De acuerdo
más –o sobre todo-, de una relación ritual y con Gómez Iglesias “se trata de una fábula
bajo la guía familiar, de un camino de acer- muy querida para la nobleza y la tradición
camiento al poder, articulado y adoptado en aristocrática en su conjunto” (LG 217). No
el seno de la aristocracia” (LE 173). Tales sólo: Harmodio y Aristogitón, enamorados
afirmaciones, creo, necesitan ser matiza- y tiranicidas, también eran considerados los
das. En primer lugar porque, como recoge fundadores de la democracia (Thomas
la autora, hubo al parecer ceramistas y pin- 1989, 238-282; Fornara, 1970, 155-180).13
tores que hicieron suyas costumbres homo- El testimonio de Pausanias en el Ban-
eróticas aristocráticas (LE 178-179) no “por quete platónico (182 a y ss) es particular-
razones de difícil aprehensión”, sino porque mente relevante en nuestro contexto, pues
quienes partiendo de poco o nada se enri- informa sobre lo “real”, pero de tal manera
quecen acostumbran imitar conductas y mo- que lo real acaba amparándose bajo el
dos de vida “aristocráticos”. Si es así, si la manto de lo ideológico. En su relato perì tòn
pederastia es o pudo ser, entre otras muchas érôta nómos Pausanias establece dos gran-

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des grupos. Por una parte, lo que sucede en dadano de clase media con el que fácil-
Elis, en Lacedemonia, en Beocia y en otros mente podía identificarse gran parte de la
lugares que no específica pero cuyos habi- población ateniense. Al demos le cabía ima-
tantes “no son expertos en hablar” (mê so- ginarse a sí mismo como una elite política
phoì légein); en estos sitios es costumbre, y erótica, como el amante activo del joven
sin más, complacer a los erastais y nadie, ni y bello aristócrata y como el exterminador
joven ni viejo, lo considera vergonzoso, por de los tiranos (Wohl, 1999, 359). En su cé-
el siguiente motivo: dado que estos indivi- lebre “Discurso fúnebre” Pericles pide “a los
duos no poseen la dýnamis de hablar (adý- que quedan” contemplar cada día el poder de
natoi légein) no se toman la molestia de in- la ciudad “y ser amantes de ella” (Tuc. II,
tentar persuadir con discursos a los jóvenes, 43). Al margen de la condición social de sus
sino que, cabe suponer, van directamente al practicantes, la pederastia puede servir para
grano. O sea, una costumbre bella, civili- metaforizar la democracia. La situación
zada y refinada es llevada a cabo sin em- “real”, pues, quizá fuera la siguiente: una
bargo de una manera tosca y ruda, por la in- práctica aristocrática se apodera sin em-
cultura de estos pueblos. Por otra parte, en bargo de los imaginarios democráticos. Pero
Jonia y en otros lugares donde se vive bajo los imaginarios eróticos democráticos son
los bárbaros la pederastia es considerada extremadamente frágiles y están a un paso
vergonzosa. Pausanias pone entonces a la fi- de la tiranía: de acuerdo con Platón la ciudad
losofía, a la phylogymnasía y a la pederas- democrática desemboca con necesidad en la
tia en una misma línea y dice: los bárbaros tiranía y el tirano se caracteriza sobre todo
consideran vergonzosas estas tres cosas “por por sus excesos sexuales. En la tiranía, en
las tiranías”. A los tiranos, en efecto, no les efecto, se escenifica en sus formas más de-
interesa que entre los súbditos se desarrollen gradadas, y por tanto más pregnantes, la ín-
esas philías y koinônías consecuencia di- tima vinculación entre sexo y poder. Erôs,
recta de erôs, que hace que entre los ena- por su parte, también es tirano.15 Y nada hay
morados nazcan vinculaciones muy fuertes peor para Platón que la tiranía.
y muy estrechas tanto en lo personal como En los primeros diálogos platónicos
en lo político, como bien sabían los tiranos reina una innegable sensualidad, “siempre
atenienses: el erôs de Aristogitón y la phi- quedará en el paladar de sus lectores un
lía de Harmodio destruyeron su poder.14 cierto regusto a pasión física”, escribe Gó-
Heródoto escribe que Harmodio y Aris- mez Iglesias (LE 231), pasión que no des-
togitón pertenecían al clan aristocrático de aparece, sino que se transmuta en una pro-
los Gefireos (5, 57); Tucídides, sin em- hibición cada vez más tajante de que el
bargo, además de señalar sus distintas eda- amante goce del cuerpo del amado, en be-
des (el segundo es un anêr, el primero está neficio de otras pasiones que Platón consi-
“en la flor de la edad”) recuerda sus dife- dera superiores. En general, los diálogos
rencias sociales: Harmodio es lamprós (ilus- medios aceptan o incluso recomiendan esta
tre, espléndido, magnífico), un adjetivo que pederastia no des-erotizada pero sí des-se-
solía aplicarse a la aristocracia, mientras xualizada, por el provecho que obtiene el
que Aristogitón es un mésos polítês, un ciu- alma de los muchachos y porque sirve de

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piedra de toque para saber si el amante ha ros, así le gustan a los amantes los mance-
alcanzado la “victoria sobre los placeres”, bos”, señala Sócrates al finalizar su primer
por decirlo con una expresión de las Leyes discurso (241 c). Si –explica Lisias- “los que
sobre la que habrá que volver más adelante. no aman, y que son dueños de sí mismos,
“Si un hombre es capaz de conservar mo- prefieren lo que realmente es mejor, en lu-
derados sus apetitos, sabe cómo ejercer el gar de la opinión de la gente” (232 a), en tal
poder, porque ha sido capaz de mantener a caso mejor hará el muchacho en acudir a un
raya a las más feroz de las bestias, contro- amante no enamorado. No se especifica la
lando el deseo para evitar el exceso, la des- situación del joven, si debe o no enamorarse
mesura y la incontinencia” (LE 97). Platón, de su amante no enamorado. Cabe suponer
en efecto, “se obliga a reformular la relación que no, pues por debajo de la jovialidad y
pederástica en un nuevo marco que le per- aparente despreocupación del discurso de
mita su transformación” (LE 251). El texto Lisias se esconde una propuesta fría: sexo a
fundamental de esta transformación es el cambio de educación, esquivando esas vin-
discurso de Diotima en el Banquete: “para culaciones amorosas que tan a menudo em-
practicar y ejercer un amor por los mucha- piezan bien y acaban muy mal. Una solu-
chos, contenido y mesurado, es imprescin- ción, por así decirlo, “técnica” que a todos
dible una iniciación, sólo los iniciados pue- beneficia y a nadie perjudica, pero que Só-
den entenderlo y hacerlo suyo” (LE 265). crates en modo alguno puede aceptar. Por
En Banquete 177 d Sócrates afirma que eso en su segundo discurso rechaza lo dicho
él no sabe sino de las cosas relativas al amor anteriormente, a saber, que hay que preferir
(… állo epístasthai ê tà erôtiká). Si es así, si al amigo sóphron el amigo kekinémenos
Sócrates posee tal epistêmê, cabría suponer (245 b): mejor el amigo “arrebatado” que el
que es capaz de responder a la pregunta por “molusco” del Filebo; pero hay también
el “qué es” del erôs. Sin embargo, el dis- una explícita prohibición de la satisfacción
curso de Diotima no describe la esencia del -que pide con vehemencia el “caballo des-
amor, sino que posee un fuerte tono pres- enfrenado” tanto del amante como del
criptivo: qué debe hacer quien desee ascen- amado- del deseo de los cuerpos: “el com-
der y debe, en efecto, como primer paso, pañero de tiro y el auriga se oponen a ello
desistir de disfrutar del cuerpo del amado. con respeto y buenas razones”, met’ aidous
Sócrates no ofrece una epistêmê sobre el kaì lógou: la victoria de la parte mejor del
erôs, sino una ciencia en sí misma erótica: alma no sólo pide palabras y razones como
del mismo modo que sólo sabe de sexo las que aquí ofrece Platón, sino también ai-
quien lo practica, sólo sabe del ascenso dôs, “respeto”, pero también “vergüenza” o
quien asciende o va ascendiendo. Pero lo se- “miedo” frente a la opinión de los demás.
gundo exige renunciar a lo primero. Hay que escoger entre un modo de vida or-
En el Fedro, Lisias intenta una escapa- denado y filosófico y otro “menos noble y,
toria: que el joven se entregue al “no-ena- en consecuencia, menos filosófico y más
morado” de él, pues los enamorados “no dado a los honores”. Si se elige esta última
son capaces de controlarse” (231 d; trad. E. vida, “bien podría ocurrir que, en estado de
Lledó Íñigo). “Como a los lobos los corde- embriaguez o en algún momento de des-

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cuido, los caballos desenfrenados de ambos unirse con el ser? ¿Acaso sería locura que-
[del amante y del amado], cogiendo de im- rer dos cosas a la vez? Quien así pregunta
proviso a las almas, las lleven juntamente incluso ignora que es víctima de la akrasía,
allí donde se elige y se cumple lo que la ma- pues no considera que conociendo lo mejor
yoría considera la más feliz conquista” (256 (“la plenitud del ser”) se decide por lo malo
a-c), esto es, la consumación de la relación o menos bueno (“la satisfacción del deseo
sexual. en el cuerpo del amado”), ya que piensa que
A diferencia de lo que sucede en la pro- ambas cosas son igualmente buenas y, por
puesta de Lisias, en la de Sócrates amante y tanto, susceptibles de canje sin perjuicio de
amado se quieren y se desean físicamente ninguna de las dos partes que intervienen en
(de esto no hay duda), si bien persuadidos el trueque. El discurso de Alcibíades del
por la palabra y la vergüenza renuncian a sa- Banquete apunta al doble error de plantear
tisfacer su deseo, pues son capaces de “su- la cuestión en términos de intercambio:
jetar” o “controlar” el caballo malo. A Pla- quien así lo hace ignora que ignora.
tón le preocupa “la ausencia de enkráteia, la Alcibíades recuerda una anécdota de su
incontinencia y la falta de dominio del pro- juventud, cuando intentó en vano seducir a
pio deseo. Lo rechazable no es, pues, el Sócrates. Tras varios intentos fallidos de
amor por los muchachos, sino la akrasía, el aproximación, el joven y bello aristócrata
descontrol y la desmesura” (LE 225). La invita a cenar al maduro y feo filósofo “sen-
akrasía, a su vez, es consecuencia de la ig- cillamente como un amante asecha a su
norancia, y a abandonarla se dirige la nueva muchacho” (217 c). El joven Alcibíades
erótica platónica encaminada a superar la maquina contra el maduro Sócrates como
erótica clásica de los placeres. Platón “tras- un erastés frente a un ingenuo erómemos.
ciende el êthos pederástico y lo trasmuta en Sócrates engaña: se presenta como el eras-
un éros filosófico” (LE 250), que “mediante tés cuando realmente es el paidikà; no obs-
las ascesis y la enkráteia, desemboca en la tante, domina la situación. Alcibíades, por
unión de los amantes con el ser, de la forma su parte, se autorretrata más como joven
más erótica que pueda ser concebida –a tra- prostituto que quiere cazar a un amante que
vés del amor al conocimiento-, y a la vez como el decoroso y recatado erómenos del
como la expresión más depurada de las for- discurso de Diotima o el amado extasiado y
mas de poder, poder sobre uno mismo y po- dispuesto a entregarse, pero que se retiene,
der sobre la ley que ha de regular el amor, del segundo discurso socrático del Fedro.
que es tanto como decir capacidad de ejer- En el discurso de Alcibíades no se deciden
cer el poder político en la ciudad” (LE 252). modos de vida, sino intercambios.
Una “paideía que cambia al hombre, rompe Sócrates mismo sugiere que Alcibíades
su pequeño mundo y lo empuja hacia el le propuso una transacción comercial, su be-
ser” (LE 263). “Para alcanzar la plenitud del llo cuerpo a cambio de sabiduría, esto es,
ser, es necesario renunciar a la satisfacción cambiar lo que es bello en apariencia por lo
del deseo en el cuerpo del amado” (LE 295) que es realmente bello; el intercambio sería
Perfecto, ¿pero quién renunciaría al cuerpo sin embargo como intercambiar oro por bron-
del amado (o de la amada) a cambio de ce, dice con ironía Sócrates aludiendo a Ilí-

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ada VI, 233-236, donde Glauco trueca sus nocer el valor de estos metales para negarse
armas de oro por las de bronce de Diome- con vehemencia a llevar a cabo tan des-
des (218 e). Poco antes, Alcibíades había di- igual trato; basta con saber lo que ignoran el
cho que Sócrates considera a la belleza del Lisias del Fedro, los dialogantes del Ban-
cuerpo y a la riqueza como algo sin valor, quete y otros muchos interlocutores de Só-
pero que tiene dentro de sí unas imágenes crates, pues todos ellos, de una u otra ma-
(agálmata) divinas, de oro, extremadamen- nera, consideran que tanto el sexo como el
te bellas y maravillosas (216 d). O sea, dado bien y la educación del alma del muchacho
que el punto de referencia de lo verdadera- son oro. “No hay duda de que esta antino-
mente valioso es Sócrates, Alcibíades tam- mia del muchacho preocupaba gravemente
bién engaña: lo que desea intercambiar, su a los platónicos” (LE 317), tampoco que no
cuerpo, no tiene absolutamente ningún va- deseaban renunciar a gozar del cuerpo de
lor. Por eso la analogía “cambiar oro por sus jóvenes amados; de ahí su perplejidad y
bronce” es igualmente engañosa, porque ad- la casuística en la que se enredan, porque in-
mitirla obligaría a subvertir la economía que tercambiar cosas que se consideran de igual
todos los dialogantes, excepto Sócrates/Dio- valor exige tino y ojo para que ninguna de
tima, han aceptado: que las relaciones pe- las partes implicadas en el intercambio se
derásticas se legitiman porque es beneficioso sienta defraudada, no vaya a ser que al final
intercambiar sexo por sabiduría, lo que qui- se cambie “oro por pirita”. Quien cambia
so hacer Alcibíades y a lo que Sócrates se siempre puede ser engañado o engañarse.
negó (Dover 1989, ad 219 a 1). Nadie ha La adecuada comprensión de la pederastia
comprendido a Sócrates y todos compren- es así, como sugiere Gómez Iglesias, piedra
den muy bien a Alcibíades, convertido aho- de toque para evaluar si se ha comprendido
ra en admirador del supremo eros que toma o no la filosofía de Platón, algo, por lo de-
cuerpo en el objeto erótico más valioso, Só- más, sólo al alcance de unos pocos iniciados
crates y su filosofía. O dicho de otra mane- capaces de penetrar el oculto sentido de un
ra, muchos de los dialogantes con Sócrates nuevo Misterio, el del erôs platónico.
son incapaces de comprender lo que, según Cuando Alcibíades parodió en su propia
Gómez Iglesias, David Halperin (1999) –de- casa un ritual público y mutiló los genitales
fensor de una interpretación hipersexualizada de un Hermes sólo profanó los falsos Mis-
de la pederastia- también es incapaz de com- terios de la democracia, que ahora deben de-
prender, “que las transformaciones del de- jar paso al nuevo Misterio erótico que Dio-
seo erótico que se producen en los Diálogos tima ofrece en un lenguaje iniciático. Un
apuntan antes al ‘ser’ que al sexo, antes a pro- nuevo erôs para una nueva elite. Tal fue el
cesos de pensamiento que a procesos vené- sueño de Platón, que nunca pudo hacerse re-
reos” (LE 329). alidad porque estamos en lo más hondo de
Sócrates, en realidad, no tuvo que “su- la caverna, donde no es que se confundan
jetarse”, pues sabía perfectamente bien realidad y apariencia, es que ni tan siquiera
dónde está lo auténticamente valioso y se sabe que existe la posibilidad de tal con-
cómo obtenerlo. ¿Qué mérito tiene negarse fusión. Aquí no cabe desarraigar el antiguo
a cambiar “bronce por oro? Basta con co- erôs, sino en el mejor de los casos encau-

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zarlo y reprimirlo, reconocerá Platón en las y puntual de los placeres que se experi-
Leyes. Pero antes de entrar en este texto mentan aquí y ahora, en el momento pre-
dos breves digresiones que ayuden a situar sente, sino que debe atender a la expectativa
el problema que inquieta a Platón en su úl- de placeres futuros que, en realidad, muy
timo diálogo: sobre las reflexiones platóni- bien pueden venir mezclados con dolores.
cas en torno al placer en general y sobre las En el Filebo, el sexo, en tanto que pla-
frías y científicas consideraciones aristoté- cer corporal particularmente intenso, ejem-
licas acerca de las relaciones sexuales. plifica esos placeres mezclados (50 b). Los
Aunque el tema del placer atraviesa mu- placeres intelectuales, por el contrario, se-
chos textos platónicos, se tematiza de ma- rían puros, sin mezcla de dolor y, por tanto,
nera más explícita en tres de ellos. En el superiores. Pero lo importante no es la je-
Gorgias Calicles defiende que una vida fe- rarquización de los placeres, la superioridad
liz es una vida colmada de placeres, sin dis- de los intelectuales sobre los corporales,
tinción alguna y sin tasa ni medida. Sócra- sino su incompatibilidad; y no la incompa-
tes replica con los placeres del homosexual tibilidad presente (pues es obvio pero tam-
pasivo: “… la vida de los cinedos, ¿no es bién irrelevante que quien se entrega al sexo
tremenda, vergonzosa y desdichada? ¿O te no puede a la vez disfrutar de placeres inte-
atreverás a decir que son felices, en caso de lectuales) sino una incompatibilidad deve-
que posean sin tasa lo que necesitan?”. El nida. Ahora bien, tampoco es deseable una
consiguiente y comprensible enfado de Ca- vida intelectual pura y sin mezcla. Sería in-
licles (“¿No te da vergüenza, Sócrates, con- vivible, inhumana, propia de un molusco,
ducir a este punto la conversación?”) per- “vivir toda la vida gozando de los mayores
mite que Sócrates sugiera la necesidad de placeres”, los del conocimiento y muy en
“distinguir qué placeres son buenos y qué particular los del autoconocimiento puro;
placeres son malos?” (494 e – 495 a; trad. R. son también necesarios los “de la prudencia,
Serrano Cantarín y M. Díaz de Cerio Díez). el intelecto, el razonamiento y cuantas co-
Pero el tema no encuentra un desarrollo sas son sus hermanas” (Fil. 21 a – c; trad.
pleno en este diálogo. En Protágoras 353 c Mª. A. Durán y F. Lisi). ¿Qué placeres pue-
y ss. se analiza la expresión “ser vencido o den mezclarse sin destruir la mezcla? Evi-
ser dominado por los placeres”; se ejempli- dentemente, no aquellos que la mayoría
fica con la comida, la bebida y el sexo. considera “los mayores y más intensos”;
Quienes así actúan, dominados por los pla- “los placeres que siguen a la insensatez y al
ceres, precisamente por estar subyugados resto del vicio, sería un gran absurdo que los
por los mismos realizan en ocasiones ac- mezclase con el intelecto quien quiera ver la
ciones que ellos mismos se ven obligados a mezcla y fusión más hermosas y libres de
reconocer que son, o más bien que resulta- discordia que sea posible” (63 e). Es cierto
rán ser, perniciosas. Por tanto, hay cosas que la relación erómenos/erastés puede ser-
buenas dolorosas y en general no se puede vir para ejemplificar el contraste entre lo
establecer la ecuación “placer” es igual a completo o autosuficiente y lo incompleto
“bien”, dado que el examen del placer no y necesitado (Fil. 53 d), pero la analogía no
puede limitarse a la consideración concreta debe llamar a engaño. El pederasta y ahora

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Eros platónico y amor a los muchachos

me refiero al “bueno”, al alentado por altos natural, el fluido seminal se acumula en los
y elevados ideales pedagógicos pero que testículos y el pene, de suerte y manera que
tampoco desea renunciar a la belleza del esta concentración pide ser expulsada. En
cuerpo, no por vicio, sino porque entiende los castrados (eunouchoi) y los eunocoides
que ambos cuestiones son la cara y la cruz (eunouchíai) –explica el Estagirita- los ca-
de una misma moneda, esto es, el pede- nales seminales están obturados y, así, el
rasta que considera que son “oro” el sexo y fluido seminal no confluye donde debería
el cuidado del alma del muchacho, tal pe- por naturaleza, en los testículos y el pene,
derasta se equivoca en lo fundamental: sino en la región glútea, produciendo aquí
quiere lo imposible, mezclar placeres que no deseo físico. Los varones que disfrutan tanto
pueden mezclarse sin destruir la mezcla. activa como pasivamente poseen una pecu-
Lo implícito en el Banquete se hace liaridad anatómica no natural (mê katà phý-
ahora explícito: no cabe cambiar sexo por sin): su fluido seminal se deposita tanto en
conocimiento, porque quien se entrega al el pene y los testículos como en el glúteo. Si
primero queda incapacitado para el se- es así, habría que concluir lo que contradice
gundo. Hay que elegir y, lo que es más la experiencia, que muy pocos varones, sólo
grave, hay que hacerlo desconociendo una los bendecidos con tal singularidad somá-
de las opciones de la elección, pues aunque tica, disfrutan del sexo pasivo. Ahora bien,
todos sabemos qué ofrece el sexo, lo que el deseo sexual tiene causas fisiológicas y
brinda el ascenso narrado en el Banquete psicológico-sociales: “En algunos surge esta
sólo lo saben quienes aceptan recorrer el ca- pasión por costumbre (ex éthous), pues se
mino diseñado por Diotima; mas la mera disfruta con aquello que se hace largo
aceptación exige renunciar al sexo ya desde tiempo” (879 b 33-34). En quien durante su
los primeros momentos, cuando ni tan si- adolescencia ha sido acostumbrado al sexo
quiera se vislumbra confusamente la cima. anal tal práctica se convierte, por así decirlo,
Dado que pocos hacen de buen grado tal en una necesidad natural, según una lógica
elección se impone regular el sexo: pero interna fatal que liga con necesidad “cosa”,
obedecer una ley no es lo mismo que seguir “recuerdo de la cosa” y “placer” (chreía,
un proceso dialéctico. mnême, hêdonê). La práctica repetida y la
El capítulo IV de los Problemata costumbre convierten al sexo pasivo en una
physica, escrito por Aristóteles o por un especie de segunda naturaleza (ôsper pephy-
miembro de su escuela, está dedicado a las kósi), especialmente en el caso de indivi-
relaciones sexuales. Al comienzo del apar- duos voluptuosos y poco enérgicos. El pla-
tado 26 se constatan con frialdad y objeti- cer pasivo no depende sólo de anatomías
vidad científica tres hechos: 1) que en las re- desviadas propias de una minoría, sino que
laciones entre varones los hay que adoptan puede aprenderse y, de hecho, lo aprenden
un papel pasivo, 2) que hay varones que quienes lo han practicado con frecuencia en
desempeñan ambos papeles, el pasivo y el su adolescencia. Hay que cortar el mal de
activo, 3) que ambos tipos de varones ex- raíz, dirá Platón en las Leyes.
perimentan placer con la penetración anal En Etica nicomáquea 1148 b 28-30
(Hupperts, 1987). Katà phýsin, de manera Aristóteles explica que en unos casos las re-

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laciones sexuales entre varones son phýsei, pubertad, el Estagirita señala la necesidad de
en otros ex éthous, y ejemplifica con quie- tomar precauciones respecto de la sexuali-
nes han sido ultrajados desde niños.16 A pro- dad juvenil, pues si en los momentos en los
pósito de quienes disfrutan por naturaleza que comienza a despertarse el deseo sexual
del sexo pasivo no cabe hablar de akrasía, este se satisface “se crean unos malos hábi-
“como tampoco se aplica este calificativo a tos que acompañan a los jóvenes el resto de
las mujeres puesto que su papel en el coito sus días” (trad. J. Vara Donado): “En efecto,
no es activo, sino pasivo” (trad. J. Marías y los jóvenes que hacen el amor sin limitación
Mª Araujo) y lo mismo puede decirse de alguna se hacen cada vez más licenciosos,
quienes caen en un estado enfermizo di’é- e igual las jóvenes, si no se resguardan,
thos. Tanto da que el pathicus lo sea por na- ellas, de las relaciones sexuales con el otro
turaleza o por costumbre: en ninguno de sexo, y ellos, de las relaciones sexuales con
los dos casos hay akrasía en sentido es- el sexo femenino y con el otro, pues con ello
tricto o sin más (haplê), sino en todo caso los conductos se dilatan y favorecen así la
kath’ homoiótêta: algo que no es akrasía si secreción de cuerpo. Y, al mismo tiempo, el
bien está emparentando con ella. El pro- recuerdo que entonces aflora del placer in-
blema no es tener determinadas inclinacio- herente al acto sexual provoca la apetencia
nes, sino dominarlas y a este respecto tanto de las relaciones íntimas que tuvieron lugar
da que su causa sea la naturaleza o la cos- en fecha pasada”. El problema, como agu-
tumbre. El placer anal, insisto, puede apren- damente se señala en la Política es que “así
derse; todo el mundo puede iniciarse en él como el cuerpo se engendra antes que el
con una única condición, señala Aristóteles alma, así sucede también con la parte irra-
en los Problemata, que el iniciador actúe en cional respecto de la racional” (1334 b; trad.
el momento oportuno, perì hêbên, sobre los P. López Barja de Quiroga y E. López Gar-
catorce años, cuando se empieza a producir cía). Esto es, la prioridad cronológica de la
semen (Hist. an. V, 14, 2). Si el erastés se- irracionalidad impide que los jóvenes se
duce al erómenos en el momento oportuno sujeten por sí mismos. Ahora bien, dado
(perì hêbên) se inicia un proceso de acos- que habitualmente los jóvenes son educados
tumbramiento y aprendizaje que con el por individuos en los que predomina la parte
tiempo hará del iniciado un iniciador y no irracional de su alma, el proceso educativo
precisamente en los misterios del eros pla- nunca se culmina con éxito, de donde, por
tónico. Urge romper de algún modo tal ca- decirlo ahora con Platón, “se han derivado
dena fatal. males a millares tanto para los individuos
Por lo demás, tampoco estamos ante como para ciudades enteras” (Leyes 836 b).
una peculiaridad de la sexualidad homoe- Si, como dice Aristóteles en la Política,
rótica. El DGE entiende que el verbo aph- “hay que procurar que los cuerpos engen-
rodisiázo tiene dos sentidos: “en v. act. del drados respondan a la voluntad del legisla-
hombre copular, tener relaciones sexuales” dor”, es evidente que habrá que legislar tam-
y “en v. med. entregarse al placer sexual la bién sobre los cuerpos que engendran y
mujer”; ejemplifica con Aristóteles, Histo- también, desde luego, sobre las relaciones
ria de los animales 581 b;17 hablando de la sexuales cuyo fin no es engendrar o que en-

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gendran hijos no acordes con la voluntad del Ahora bien, la insistencia en la necesidad de
legislador. Para asombro de Clinias y Me- control sobre uno mismo sólo se explica si
gilo, tal es la tarea que se impone el inno- se presupone que se legisla para individuos
minado ateniense de las Leyes como prerre- descontrolados. Dicho de otra manera: la si-
quisito indispensable de la “victoria sobre los tuación señalada en 689 a no es puntual
placeres”, pues tal triunfo es condición de la sino que está muy extendida, está extendido,
legislación buscada en este diálogo. El sexo en efecto, que algo que parece bello y bueno
no es asunto privado. Las Leyes es un texto no sea sin embargo amado, sino odiado; y
particularmente relevante, porque puede ser- viceversa, que se ame lo que parece malo e
vir de puente entre lo que se dice que debe injusto. Platón describe esta situación como
ser y lo que se sabe que es, entre lo que se le- la de máxima amathía, “ignorancia”, pero
gisla y lo que puede cumplirse de esta le- también “torpeza”, “zafiedad” o “salva-
gislación, así como las estrategias para apro- jismo”, y dice de ella que fue la causa de la
ximar lo uno y lo otro. Tiene razón Gómez decadencia del poder dorio “y que actual-
Iglesias: incluso en el Banquete y el Fedro mente está en disposición de hacer otro
“se da en el Sócrates platónico una genero- tanto” (688 e).
sidad y una simpatía, una comprensión y Las Leyes, pues, conciben lo que por
acercamiento hacia aquellos que, en plena ejemplo en el Protágoras resultaba incon-
lucha contra su pasión, acaban por sucumbir cebible: los que conocen lo mejor y, sin
al deseo” (LE 290). En las Leyes desapare- embargo, “no quieren ponerlo en práctica,
cen la comprensión y la generosidad. aunque les sería posible, sino que actúan de
A lo largo del libro primero de las Leyes otro modo” (352 d; trad. C. García Gual).
se diseñan instituciones que entrenen a los Quienes actúan “dominados por los place-
jóvenes en la resistencia frente a los place- res” desconocen en realidad qué es lo me-
res y deseos y frente a los miedos y dolores, jor, porque “hacia los males nadie se dirige
en la idea de hacer de ellos varones de ver- por su voluntad, ni hacia lo que cree que son
dadera hombría, pues el valor (andreía) no males, ni cabe en la naturaleza humana, se-
sólo consiste en enfrentarse a miedos y do- gún parece, disponerse a ir hacia lo que
lores, sino también a “deseos y placeres y cree que ser males, en lugar de ir hacia los
ciertas terribles seducciones de la lisonja bienes” (358 c – d; cfr. tb. Menón 78 a y la
que hacen de cera los corazones”, cosa que discusión con Polo en Gorgias 466 a – 481
no vieron ni espartanos ni cretenses, cuyas b). Si someterse al placer es “la mayor ig-
legislaciones, ciertamente, entrenan a los norancia” (357 e), sólo los máximamente
jóvenes para enfrentarse a miedos y dolores, ignorantes se someterán al placer y en este
pero no al halago de los placeres (633 c - sometimiento pondrán de manifiesto su ig-
634 b; trad. J. M. Pabón y M. Fernández norancia. En Leyes 733 e – 734 a se contra-
Galiano); espartanos y cretenses están, pues, ponen dos tipos de vida, moderada e inmo-
educados tan sólo a medias, pues también es derada. La primera proporciona placeres y
necesario luchar contra placeres y deseos dolores suaves, deseos delicados y un ero-
(647 c – d). Es importante la victoria en la tismo no furibundo; la segunda, por el con-
guerra, pero aún más contra uno mismo. trario, va acompañada de placeres y dolores

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violentos, deseos intensos y aguijoneantes y una téchne para establecer una ley que re-
un erotismo superlativamente furibundo y gule las conductas sexuales, esto es, no di-
frenético. El más elemental cálculo de pla- rectamente una ley, sino una artimaña que
ceres y dolores, dice el ateniense, muestra permita establecer la ley. Ofrece entonces
que la vida moderada es preferible. De dos argumentos en contra de la pederastia:
donde se sigue que el akólastos lo es ákon: su inexistencia entre los animales y un se-
el desenfreno, el libertinaje, la indisciplina, gundo argumento que puede aplicarse a to-
la intemperancia (pues todas estas cosas das las relaciones eróticas y que entronca
quiere decir la palabra akolasía) es forzado, con el planteamiento general de las Leyes,
de mala gana. ¿Qué fuerza a obrar mal? De “cuál de los preceptos establecidos condu-
acuerdo con Sócrates la ignorancia; el ate- cía a la virtud y cuál no?” “¿Es que en el
niense de las Leyes admite una triple posi- alma del seducido se enraizará el hábito del
bilidad: la ignorancia, la akrasía “o ambas valor, o en el del seductor el carácter de la
cosas a la vez” (734 b). La akrasía es causa templanza” (…) Y en cuanto al que toma el
del desenfreno y del vicio, no consecuencia papel de mujer, ¿quién no lamentará la se-
de la ignorancia. El dato es importante para mejanza con su modelo?” (836 d - e).
la mejor comprensión del planteamiento Para intentar alcanzar la verdad sobre
platónico en las Leyes. ese asunto, y legislar de manera pertinente,
¿De qué manera escaparán los habitan- el ateniense propone investigar la naturaleza
tes de la ciudad que se está fundando de las de la amistad (philía), del deseo (epithy-
“pasiones que tantas veces llevan a la ma- mía) y de los “así llamados érôtes”. En
yoría de los hombres a los últimos excesos principio y en general hay dos tipos de amis-
y de las cuales ha de ordenar apartarse la ra- tad, esto es, usamos la palabra “amistad”
zón que busca convertirse en ley” (835 e). para caracterizar dos relaciones: por una
De una parte, desde luego, el deseo excesivo parte, la que se da entre semejantes en lo que
de dinero, pero sobre todo el deseo sexual hace a la virtud, así como la que nace entre
que en un primer momento se plantea en tér- iguales; por otra parte, la palabra “amis-
minos generales: el deseo por los jóvenes de tad” también caracteriza a la indigencia en
ambos sexos, el de las mujeres por los hom- su relación con la abundancia, a pesar de
bres y el de estos por aquellas. Tales deseos que una y otra son opuestas en lo que hace
deben regularse racionalmente pues es evi- al género; estas dos formas de amistad pue-
dente, decía, que de ellos nacen miles de den ser o bien suaves o bien intensas y ve-
males. Tras este bosquejo general, Platón se hementes. Cuando así sucede, cuando una y
centra en la pederastia, presumiblemente otra amistad se tornan intensas, hablamos de
porque las legislaciones espartana y cre- erôs (837 a). O sea, de un lado el erôs filo-
tense, pese a sus aspectos positivos, andan sófico del Fedro y del Banquete, erôs como
descaminadas en este aspecto concreto.18 el deseo del bien; de otro, el erôs en el sen-
¿Cómo persuadir en contra de la pederastia, tido ordinario de la palabra. Las Leyes re-
una práctica que espartanos y cretenses con- cogen y matizan esta distinción al introdu-
sideran buena y correcta? “Estamos solos” cir una tercera clase de amistad. La amistad
-reconoce el ateniense- y hay que buscar entre opuestos es “arrebatada y selvática” y

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en ella raras veces las relaciones entre ami- lación le cabe prohibir lo que parezca opor-
gos son recíprocas; la amistad entre aquellos tuno prohibir; el interés de Platón no está
que son similares “es mansa y también re- aquí, sino en las estrategias para conseguir
cíproca de por vida”. Pero hay también una que se cumpla lo que la ley prohíbe. O di-
tercera amistad mezcla de los dos anteriores. cho de otra manera, el problema que inte-
Sabemos que Platón condena con energía a resa en estos textos de las Leyes no es mo-
quien “enamorado del cuerpo (sômatos ral, sino técnico; por eso el ateniense dice a
erôn) y hambriento de la flor (ôra) como si continuación que posee “cierta téchne” en
fuera el fruto (opôra), se exhorta a sí mismo orden a implementar la ley buscada, una
a saciarse de ella, sin otorgar el menor apre- téchne que en ciertos aspectos es fácil de
cio al carácter del alma del amado”; y que, emplear pero muy difícil en otros.
por el contrario, celebra con entusiasmo a Cuando cuentan la historia de Edipo,
quien considera incidental o secundario el Tiestes o Macareo los poetas han conse-
“deseo del cuerpo”, que más mira (horôn) guido erradicar las relaciones incestuosas
que ama (erôn) y cuya alma está real y ver- (838 a). La belleza, pues, no irresistible, si
daderamente (óntôs) llena de un estado de se trata de padres, madres, hijos e hijas,
deseo (epitethymêkôs) por el alma del hermanos y hermanas. Pero la historia de
amado “y, venerando al mismo tiempo la Layo no ha tenido el mismo efecto sobre la
moderación, el valor, la generosidad y la pederastia, no ha sido persuasiva: el amor
prudencia, quisiera conservar perpetua- por los muchachos no es susceptible de ser
mente su castidad con la castidad del poetizado directamente en la dirección que
amado”. La misma proximidad fonética de interesa a Platón. Hay que buscar una téchne
las palabras sugiere la existencia de un ter- más efectiva. El ateniense se dirige enton-
cer erôs, de una amistad vehemente o in- ces a los muchachos, apela a su pundonor,
tensificada que es mezcla de las dos ante- les recuerda que ciertos atletas se abstuvie-
riores; el alma de quien experimenta este ron tanto de mujeres como de jóvenes “en
erôs mezclado está desgarrada y sumida en todo el tiempo de su más duro entrena-
la perplejidad: quiere lo que el primer erôs miento” (839 d-e). La victoria deportiva es
le pide y también lo que le ordena el se- importante, pero hay otra mucho más her-
gundo: la misma alma que desea el cuerpo mosa, esa de la que habrá que hablar a los
del muchacho le advierte contra tal deseo, la jóvenes desde muy temprano, hechizándo-
misma alma que aspira a la pureza suya y los con mitos, discursos y canciones, “la
del amado le exhorta a apoderarse “de la flor victoria sobre los placeres” (840 b-c). Cu-
del muchacho” (837 b-c). Platón sabe que riosa victoria sin embargo. El ateniense pide
en el terreno moral la batalla está perdida y un combate en el que el vencedor no recibe
por eso se pregunta qué y cómo legislar: ningún premio concreto, sino una abstracta
¿debe la ley autorizar tan sólo “aquel amor promesa de “felicidad” que por sí sola no
cuyo objeto es la virtud, pues tiende a que tiene suficiente fuerza motivadora para ani-
el joven se haga lo mejor posible” y prohi- mar a los individuos a emprender la lucha.
bir los otros “si cabe” (837 d). El añadido es No bastan hechizos y encantamientos y
retórico, pues es evidente que a una legis- debe recurrirse al miedo de que las con-

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ductas sexuales desordenadas no resulten en día llamaríamos “presión social”, como


gratas a los dioses. Hay que dar el salto a la se sugiere en los pasajes de las Leyes con los
teología: es impío quien no emprende el que finaliza el intento de la regulación de las
combate contra los placeres o simula lu- conductas sexuales (841 a-c). Si a pesar de
charlo entregado sin embargo de antemano la esmerada educación recibida, y del ais-
a la conciencia de su derrota. En la compa- lamiento en el que viven, los habitantes de
ración con los atletas el ateniense introduce la futura ciudad son corrompidos “por los
la idea de la posibilidad de la castidad ale- otros griegos y por la mayoría de los bár-
gando la superioridad de los ciudadanos de baros”, sucumbiendo al “así llamado des-
la ciudad que se está fundando: si aquellos orden de Afrodita”, los legisladores deben
vencieron ¿cómo no habrán de hacerlo es- diseñar para ellos una segunda ley, que ago-
tos, mucho mejor educados? Pero los atle- ten sus fuerzas en ejercicios gimnásticos.
tas no necesitan recurrir al miedo a los dio- Como complemento se recurre a “la cos-
ses, tampoco esas aves y esos animales de tumbre y la ley no escrita”: si la vergüenza
los que se habla en 840 d y que viven cas- y el oprobio recayera sobre aquellos que se
tamente hasta la edad de procrear y luego dan a los placeres del sexo cabe suponer que
guardan fidelidad a sus respectivas parejas. se entregarían a ellos con menor insistencia
¿Quién es superior y quién inferior? con la consecuencia de que la infrecuencia
El problema no tiene fácil solución “debilitaría a la tirana”. Dado que el ate-
como por otra parte ya se insinúa en la Re- niense prevé la derrota en el combate con-
pública; al fin y al cabo, la ciudad gober- tra los placeres, o que al menos desconfía de
nada por el filósofo rey, cuya legislación es las fuerzas de sus futuros conciudadanos, se
óptima, cae porque a los guías de la ciudad ve obligado a recurrir a “esta segunda de-
“se les pasará la ocasión y engendrarán hi- terminación de lo indecoroso y lo decoroso
jos cuando no deben” (546 b), es decir, fa- con una rectitud también de segundo or-
lla el programa eugenésico diseñado en el li- den”. Recurso este tanto más sorprendente
bro V: “que de unos padres buenos nazcan cuanto que las Leyes no diseñan una legis-
hijos cada vez mejores y de unos padres úti- lación universal válida para todos los seres
les hijos cada vez más útiles” (461 a). Las humanos, sino para un grupo muy redu-
matemáticas, que tienen el poder de condu- cido de ellos, los habitantes de la futura co-
cirnos a lo más elevado, no pueden contro- lonia de Magnesia, que a estas alturas, es-
lar la sexualidad de la pólis: aunque la ciu- tamos en el libro VIII, ya han sido
dad diseñada sea difícil de cambiar, la cuidadosamente educados. La conclusión y
incapacidad para calcular “el número geo- la lección es la misma que en la República:
métrico total, soberano de los nacimientos la fuerza y el poderío del deseo sexual es tal
mejores y peores” (546 a), o sea, la imposi- que incluso trastoca las medidas más sabia
bilidad para regular racionalmente la se- y más astutamente dispuestas.
xualidad lleva a la mezcla caótica de meta- La identidad ley/virtud es una idea ge-
les (Roochnik, 2003, 45). neral que recorre las Leyes; pero se legisla
Sólo cabe, decía, que a la sombra del te- para seres corruptos. Si el ideal es que la ley
rror florezca la virtud y recurrir a lo que hoy esté al servicio de la virtud, la amarga rea-

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lidad obliga a instituir leyes y estratagemas de los dioses y las sagradas bodas” (tanto da
que la fuercen. En el caso concreto de estos que aquellas “hayan sido compradas o ad-
pasajes: una sabia combinación de hechizo, quiridas de cualquier otro modo”), y que en
miedo a los dioses y presión social acaso estas relaciones extraconyugales “no per-
pueda dar lugar a “tres clases de cosas que, maneciera oculto ante todos los varones y
cercándolos, los forzarán a no faltar a la mujeres”, sobre tal varón “probablemente se
ley”, a saber, theosébeia, philotimía y el legislará correctamente si se legisla su ex-
nacimiento del deseo no por los cuerpos clusión de la totalidad de los honores ciu-
sino por las bellas cualidades del alma. El dadanos, pues de hecho y en realidad (ón-
ateniense admite que esto que dirá ahora tôs) es un extranjero”. Tal es la ley (“ya
como si tratará de un mito es un deseo y una deba ser considerada como una o como
plegaria (estìn euchaí), pero que si se llevara dos”) perì aphrodisían kaì hapántôn tôn
a cabo llevaría a cabo consigo, con mucho, erôtikôn, esto es, tal es la ley que regula qué
lo mejor que puede acontecer en una socie- es correcto y qué no lo es cuando actuamos
dad. El respeto, la reverencia y el culto a los “movidos por esa clase de deseos”. La única
dioses, la emulación y la rivalidad que nace diferencia entre las dos leyes es que en la se-
del amor propio y del deseo de honor, así gunda hay cierta tolerancia con el adulterio
como la instrumentalización del erós filo- masculino si se consuma de manera dis-
sófico del Fedro y del Banquete tal vez creta. Ahora bien, si en el segundo caso se
anulen o al menos encaucen el erós carnal, pide el secreto, también en el primero; pero
tanto da ahora que la carne sea de mucha- desde el momento en que el ateniense no
cho, de varón o de mujer que no sea la pro- propone ningún castigo en el primer caso,
pia esposa, pues cualquiera de estos deseos en tal caso omite precisamente el castigo de
es paranomía. No se respeta los dioses, no ignominia y deshonra si es que debe preva-
se tiene amor propio y no se ama el cono- lecer la segunda posibilidad (Bernardette,
cimiento de lo más elevado por estas cosas 2000, 246).
consideradas en sí mismas, sino porque Sólo el sexo conyugal y procreativo es
acaso quien quede encantando por estos funcional en Magnesia. Megisto asiente,
mitos evitará violar (“si un dios así lo Clinias prefiere guardar un prudente silen-
quiere”) las dos leyes perì erôtikôn que sólo cio. El problema no tiene solución, pues no
ahora se enuncian de manera explícita. O lo es autorizar tan sólo los placeres conyu-
bien nadie osará tocar a nadie “libre y de gales o procreativos que, en realidad, al me-
buen nacimiento” excepto a la propia es- nos desde la perspectiva platónica, no son
posa, y se abstendrá de esparcir esperma placeres sino obligaciones con vistas a la ge-
“bastardo y no consagrado” en concubinas neración de nuevos ciudadanos. O bien cabe
o “estéril y contra la naturaleza” en varones; esperar a la vejez, como el Céfalo de la Re-
o bien, al menos, hay que extirpar de raíz las pública, que se alegra de haber escapado del
relaciones sexuales entre varones, y en el “amo furioso y salvaje”: “Es cierto que con
caso de las mujeres quien mantuviera rela- toda seguridad la vejez nos trae una gran paz
ciones sexuales con féminas “fuera de las y nos liberan de tales cosas. Cuando las pa-
que han entrado en su casa con la bendición siones dejan de tirar de uno y aflojan la ten-

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sión, con toda seguridad se produce lo que Press.


decía Sófocles: es posible liberarse de amos Dover, K. J. (1989): Plato. Symposium, Cam-
muy numerosos y enloquecidos” (329 a – bridge: Cambridge University Press.
d). Pero Céfalo abandona la conversación Fornara, C. (1970): “The Cult of Harmodius
ya en sus primeros compases, una conver- and Aristogeiton”, en Philologus 114, pp.
sación en la que el principal interlocutor es 155-180.
Glaucón, el hermano de Platón y un indivi- Fornis, C. (2002): Esparta. Historia, socie-
duo cuyo erôs es poderoso: Glaucón dad y cultura de mito historiográfico,
aplaude entusiasmado la propuesta socrática Barcelona: Crítica.
de 467 b: que quien en combate realice “va- Gómez Iglesias, Mª R. (2012): El lógos en-
lerosas hazañas y se distinga” besará y será amorado. Homosexualidad y filosofía en
besado “por cada uno de los muchachos y la Grecia antigua, Madrid: Evohé.
niños que participen con él en la campaña”: Guillén, C. (1985): Entre lo uno y lo diver-
“Nada hay –dice- que me guste más”. Glau- so. Introducción a la literatura compa-
cón se encuentra entre los que recurren a rada, Barcelona: Crítica.
cualquier pretexto y utilizan cualquier pa- Halperin, D. (1990): One Hundred Years of
labra “con tal de no dejar escapar a ninguno Homosexuality, New York: Routledge.
de los que están en la flor de la edad”: “Si Henderson, J. (1991): The Maculate Muse.
quieres usarme a mí para indicar que los Obscene Language in Attic Comedy,
amantes actúan así, te lo concedo”, afirma New York/Oxford: Oxford University
orgulloso (474 e – 475 e). Glaucón, en fin, Press.
ha tenido amantes perfectos en su alma en Hupperts, Ch. A. M. (1987): “Aristotelean
los que sin embargo toleraba alguna pe- Philosophy and the Pathicus”, en One-
queña imperfección corporal (402 d – f), y off Publication of the International
ha sido también amado, tal vez por Critias, Scientific Conference on Gay and Les-
su tío (368 a). Mal encaje tendría en Mag- bian Studies “Homosexuality: Which Ho-
nesia un individuo de estas características. mosexuality”. December 15-18,. Free
University Amsterdam. History vol. 2, pp.
BIBLIOGRAFÍA CITADA 59-71.
Link, S. (1999) “Der geliebte Bürger”. ‘Pai-
Bernardette, S. (2000): Plato’s “Laws”. deia’ und ‘paidika’ in Sparta und auf Kre-
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don: The University of Chicago Press. Lucas de Dios, J. Mª (2002): Esquines. Dis-
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tan Pederasty”, en Proceedings of the Edinburgh: Scottish Academic Press.
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17-36. Studi sulla storia e la società di Sparta,
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continuities with the ‘Lykourgan’ Ethos”, Thomas, R. (1989): Oral Tradition and
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lectical Character of Plato’s Republic,
Ithaca: Cornell University Press.

NOTAS
1 6
Mª R. Gómez Iglesias, El lógos enamorado. Ho- 10, 4, 20-21 (= FGrHist. 70 F 149); citaré por la tra-
mosexualidad y filosofía en la Grecia antigua, Madrid: ducción de J. J. Torres Esbarranch.
7
Evohé, 2012. Gran parte de las reflexiones que pueden le- Constitución de los lacedemonios 2, 2-4, 6; citaré
erse en estas páginas han sido suscitadas por la lectura de por la traducción de P. Varona
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este magnífico libro, que citaré con las siglas LE. Jenofonte incluso concibe la posibilidad de pro-
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LE I: “La tradición, singular lectora de lo ‘griego’. longar la amistad más allá de la edad pederástica: los en-
El ‘amor a los muchachos, un paradigma de la perversión amorados permanecen juntos toda su vida “hasta la vejez,
de las interpretaciones”. Tb. V, 5: “Platón, testigo de cargo amando la amistad y disfrutando de ella” (Banquete VIII,
en la Corte Suprema de Colorado”. 18-19). Cfr. LE 330.
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“Si confrontamos esta precisión de ‘niño libre’ con Ideen zur Philosophie der Geschichte der Mens-
la permisividad descrita en el párrafo 195, donde se con- chheit, Riga, 1784-1791 (reimp. Darmstadt, 1966, p. 344).
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siente la relación con metecos o extranjeros, puede con- Y a este respecto suele acudirse a Plutarco, Li-
cluirse fácilmente que lo que es objeto de castigo legal no curgo 17, 1: “Y a esa edad se encontraban con ellos
son los actos en sí mismos, sino el hecho de que estuvie- amantes, de entre los jóvenes mejor reputados, y los an-
ran envueltos dos ciudadanos atenienses”, comenta José cianos estaban todavía más atentos, frecuentando los
María Lucas de Dios (2002, 160, nota 34). gimnasios y presenciando las luchas y las bromas que se
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“Si uno lo pone en alquiler para mantener relacio- hacían unos a otros, no por distracción, sino porque, en
nes deshonestas su padre o hermano o tío o tutor o, en ge- cierto modo, todos se consideraban padres, pedagogos y
neral cualquiera de los que tienen autoridad sobre él, con- gobernantes de todos; con lo que no quedaba ocasión ni
tra el niño mismo ni permite que haya acción judicial lugar sin que alguien reprendiera y castigara al que ac-
pública, sino contra el que lo puso en alquiler y contra el tuaba erradamente” y poco más adelante; “Y se cuenta
que lo tomó” (I, 13; trad. J. Mª Lucas de Dios) que, en cierta ocasión, por haber proferido un niño en el
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El testimonio de Plutarco tampoco resulta escla- combate una palabra soez, fue castigado su amante por
recedor: “Que ante los bellos no era firme Solón ni ani- los arcontes” (18, 8; trad. A. Pérez Jimenez). También a
moso para afrontar el amor ‘como el púgil en el com- Eliano, Historia varia 3, 10 que señala que los éforos cas-
bate’, puede colegirse de sus poemas; pero además dictó tigaban a aquellos que, estando cualificados para ello, no
una ley que prohibía al esclavo frotarse de aceite y tener tenían un amado.
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relaciones con niños, con lo que ponía este asunto en el Powell, 1998, 130-135, donde se analiza una copa
rango de las ocupaciones decorosas y respetables y, en encontrada en el santuario de Ártemis Ortia, atribuida al
cierto modo, invitaba a las personas dignas a hacer aque- taller del Pintor de Náucratis, en la que se ven con toda cla-
llo de lo que apartaba las indignas” (Solón I, 6; trad. A. ridad a varones adultos y barbados sodomizando y golpe-
Pérez Jiménez). ando con látigos a adolescentes.

ISEGORÍA, N.º 48, enero-junio, 2013, 245-268, ISSN: 1130-2097 267


doi: 10.3989/isegoria.2013.048.14
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Salvador Mas

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“Además, respecto a la penetración, parece nece- En el extremo, el tirano se convierte en el único eras-
sario tener en cuenta que la insistencia en mantener la cas- tes que transforma todo el demos en sus eromenoi y no,
tidad en la pederastia y en conservar esta institución ale- desde luego, con el fin de educarlo y perfeccionarlo en la
jada de los aphrodísia, bien pudiera ser indicativo de que virtud. “Salta a la vista que [la tiranía] resulta de una trans-
[Platón] tenía ante sí una situación en la cual esa consu- formación de la democracia”, escribe Platón en la Repú-
mación se produciría con frecuencia, e incluso, que esta- blica (562 a; trad. R. Mª Mariño Sánchez-Elvira, S. Mas y
ría haciendo temblar los cimientos de la institución como F. García Romero). Y del mismo modo que el tirano devora
tal” (LE 102). “Posiblemente, no resulta ajeno a esta re- a toda la pólis, el tirano del tirano, sus pasiones eróticas más
fundación platónica el hecho de que la misma institución exacerbadas, más extremas, más íntimas, acaban engu-
pederástica había ido degenerando hasta aproximarse más llendo al mismo tirano: éros, tirano por definición, “go-
a la prostitución que a aquella antigua relación que reve- bierna de punta a cabo todas las partes de su alma” (573 d).
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laba al hombre los confines de la educación, el amor y el Entre paréntesis: Aristóteles emplea el verbo
poder” (LE 306). hybriein: cometer violencia, insultar, maltratar, ultrajar; los
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Ante el temor de que los griegos pierdan su liber- griegos, pues, al menos en los tiempos de Aristóteles,
tad, Milcíades exhorta a Calímaco en entablar batalla con- también concebían que las relaciones sexuales entre un va-
tra los persas con las siguientes palabras: “…en tus manos rón y un adolescente son o podían ser una forma de vio-
está en estos momentos sumir a Atenas en la esclavitud o lencia.
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bien conservar su libertad y dejar, para toda la eternidad, Aprovecho la ocasión para señalar una pequeña
un recuerdo de tu persona superior, incluso, al de Harmo- errata que se ha deslizado en este magno e imprescindible
dio y Aristogitón” (Heródoto 6, 109, 3; trad. C. Schrader). diccionario; en el caso del varón remite a Hist. an. 518 b
“A todo aquel que sufriera algún percance defendiendo a 10, cuando en realidad es 581 b 10.
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democracia se le conferirán las mismas recompensas que Cfr., por ejemplo, Leyes 636 b-c, donde se argu-
a Harmodio y Aristogitón, escribe Demóstenes en Contra menta contra la interpretación cretense del mito de Ganí-
Leptines (XX, 159; trad. A. López Eire). medes y la interpretación de este texto en LE 153.
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Jenofonte también remarca la incompatibilidad en-
tre tiranía y pederastia (Hieron 1, 29-38)

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doi: 10.3989/isegoria.2013.048.14

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