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Una introducción*1
Tim Ingold and Elizabeth Hallam
No existe un guión para la vida social y cultural. La gente tiene que resolverlo sobre
la marcha. En una palabra, tienen que improvisar. Para introducir los temas de este
volumen, queremos hacer cuatro observaciones sobre la improvisación. En primer
lugar, es generativa, en el sentido de que da lugar a las formas fenoménicas de la
cultura tal y como las experimentan quienes las viven o están de acuerdo con ellas.
En segundo lugar, es relacional, en el sentido de que está continuamente en sintonía
con la actuación de los demás y responde a ella. En tercer lugar, es temporal, lo que
signiGica que no puede reducirse a un instante, ni siquiera a una serie de instantes,
sino que encarna una determinada duración. Por último, la improvisación es la
forma en que trabajamos, no sólo en el desarrollo ordinario de nuestra vida
cotidiana, sino también en nuestras reGlexiones estudiadas sobre estas vidas en los
campos del arte, la literatura y la ciencia. En los párrafos siguientes nos
extenderemos en cada uno de estos puntos.
Sin embargo, antes de empezar, tenemos que hacer una observación. El título de este
volumen, Creatividad e improvisación cultural, fue también el de la conferencia de la
que se extrajeron sus capítulos. A lo largo de la conferencia se habló mucho del
concepto de creatividad. Se debatieron ampliamente sus posibles deGiniciones, usos
y abusos, y sus resonancias en el mundo contemporáneo. El concepto de
improvisación, en cambio, apenas se ha tratado. Aunque se deslizó de vez en cuando
como un término relativamente poco marcado, no captó la atención de los
participantes en la conferencia de la manera en que lo hizo el concepto de
creatividad, ni se percibió como especialmente problemático o que requiriera el
mismo grado de desenvolvimiento. Mientras que la "creatividad" parecía ocultar una
cornucopia de signiGicados entre sus tapas, la "improvisación" parecía un libro
abierto.
1Traducción de la introducción del textoElizabeth Hallam & Tim Ingold, Creativity and Cultural
Improvisation, Berg, Oxford: 2007.
Aunque este desequilibrio nos sorprendió en su momento, en retrospectiva las
razones son bastante evidentes. Como explica John Liep, al presentar una colección
anterior de trabajos antropológicos sobre el tema, la creatividad está en boca de
todos estos días. Parece que no tenemos suGiciente (Liep 2001: 5). En un mercado
global de mercancías con un apetito insaciable por lo nuevo, en el que cada aspecto
de la vida y del arte se convierte en un objeto de fascinación o de deseo para ser
apropiado y consumido, la creatividad ha llegado a ser vista como un importante
motor de la prosperidad económica y el bienestar social. Un rápido vistazo a la lista
de libros recientes con "creatividad" en el título, en el catálogo de cualquier
biblioteca, revelará que la mayoría están en los campos de la gestión empresarial u
organizativa, donde la creatividad se considera la clave del éxito comercial, y en la
educación, que se supone que produce los tipos de individuos creativos que van a
tener éxito en una economía basada en el conocimiento.
Según Liep, la antropología no puede escapar a los procesos en los que está inmersa,
de mercantilización cultural y la consiguiente estetización de la vida cotidiana. Por lo
tanto, no es de extrañar que la preocupación por la creatividad afecte a la vida y al
pensamiento de los antropólogos tanto como a los demás (ibíd.: 4). De hecho, el
propio Liep nada con la corriente, junto con sus colegas colaboradores, al asociar la
creatividad con la producción de novedad en contraposición a la "exploración más
convencional de posibilidades dentro de un determinado marco de reglas" (ibíd.: 2;
véase también Schade-Poulsen 2001: 106). Para la primera utiliza el término
innovación -que considera prácticamente un sinónimo de creatividad-, mientras que
reserva el término improvisación para la segunda. Aunque la improvisación que, sin
duda, se produce en todas partes y en todo momento en el transcurso de la vida
cotidiana puede parecer que le conGiere un aspecto creativo, ésta, nos dice, no es más
que una "creatividad convencional", a diferencia de la "verdadera creatividad" que
destaca aquí y allá, marcando momentos únicos de disyuntiva radical. Un enfoque
antropológico de la creatividad, sostiene Liep, haría bien en centrarse en esta última
(ibíd.: 12).
La improvisación es generativa
Un famoso arquitecto moderno diseña un ediGicio como nunca antes se había visto
en el mundo. Se le celebra por su creatividad. Sin embargo, su diseño no irá más allá
de la mesa de dibujo o de la cartera hasta que los constructores intervengan para
llevarlo a cabo. La construcción no es sencilla. Requiere tiempo, durante el cual el
mundo no se detendrá: cuando la obra esté terminada, el ediGicio se levantará en un
entorno que no podía imaginarse cuando se inició. Se necesitan materiales, que
tienen propiedades propias y no están predispuestos a adoptar las formas y
conGiguraciones que se les exigen, y mucho menos a permanecer en ellas
indeGinidamente. Y hace falta gente, que tiene que aprovechar su propia habilidad y
experiencia para convencer a los materiales de que hagan lo que el arquitecto
quiere. Para acomodar el diseño inGlexible a las realidades de un mundo voluble e
inconstante, los constructores tienen que improvisar hasta el Ginal. Hay un quiebre,
como escribe Stewart Brand, entre el mundo y la idea que el arquitecto tiene de él:
La idea es cristalina, el hecho es Gluido" (Brand 1994: 2). Los constructores habitan
en ese pliegue.
¿Por qué, entonces, no celebramos la creatividad de su obra, como hacemos con la
del arquitecto? ¿Y por qué no celebramos igualmente la creatividad de los que
posteriormente utilizan el ediGicio en el curso de sus propias vidas? Porque la
realidad es que ningún ediGicio permanece -como desearía el arquitecto- para
siempre sin cambios, sino que tiene que ser continuamente modiGicado y adaptado
para ajustarse a los múltiples y cambiantes propósitos. Al mismo tiempo, se ve
constantemente azotado por los elementos, las fuerzas del desgaste y las visitas de
pájaros, roedores, arácnidos y hongos, todo lo cual exige las intervenciones
igualmente improvisadas de obreros de diversos oGicios -fontaneros, carpinteros,
limpiadores de ventanas, especialistas en tejados y un sinGín de otros- simplemente
para apuntalarlo contra la marea de la destrucción. ¿No desempeñan también, junto
con los esfuerzos de los habitantes por hacerlo ellos mismos, su papel en la creación
continua del ediGicio? Como admite el distinguido arquitecto portugués Álvaro Siza,
nunca ha sido capaz de diseñar, y mucho menos de construir, una verdadera casa, es
decir, una complicada máquina en la que todos los días se rompe algo" (Siza 1997:
47).
La improvisación es relacional
Hablamos aquí del proceso de la vida social. Nos referimos a la vida de las personas
en esas relaciones mutuamente constitutivas a través de las cuales, a medida que
envejecen juntas, participan continuamente en el nacimiento de cada una de ellas.
No nos referimos a la vida de una entidad hipostasiada y superorgánica -la
"sociedad"- que se desarrolla por encima de la del individuo solitario. Este último
punto de vista es el que, en la teoría social clásica, pone en colisión la libertad del
individuo con las determinaciones externas de la sociedad, y se reproduce cada vez
que el ejercicio de la creatividad se asocia con el talento y la expresión individuales.
Volviendo a la analogía con el caminante, cada idea es como un lugar que se visita.
Puedes llegar a él por uno o varios caminos, y quedarte un rato antes de seguir
adelante, quizás para dar la vuelta y volver algún tiempo después. Cada vez que
vuelves a visitar la idea es un poco diferente, enriquecida por los recuerdos y la
experiencia de tu anterior estancia. Al guiar a otros por los mismos caminos,
también puedes compartir la idea con ellos, aunque, de nuevo, como cada uno trae
consigo las particularidades de su propia experiencia previa, no será igual para un
individuo que para otro. Pero no habría ideas, al igual que no habría lugares, si no
fuera por los movimientos de las personas hacia, en torno a y fuera de ellos. Sólo
cuando miramos hacia atrás, buscando los antecedentes de las cosas nuevas, las
ideas aparecen como creaciones espontáneas de una mente aislada encerrada en un
cuerpo, en lugar de estaciones de paso a lo largo de los caminos de los seres vivos,
que se mueven a través de un mundo.
Tal vez sea así como podríamos ver la creatividad del arquitecto Gicticio, introducido
en la última sección, que ha producido un diseño para un nuevo ediGicio
revolucionario. Su diseño sería un ejemplo de lo que la Gilósofa y psicóloga Margaret
Boden, pionera en el estudio de la inteligencia artiGicial, llama "idea creativa". Según
Boden, las ideas pueden considerarse creativas en dos sentidos. Un sentido es
psicológico, el otro histórico, y ella los llama P-creativo y H-creativo para abreviar.
Básicamente, una idea es P-creativa cuando es fundamentalmente novedosa con
respecto a la mente del individuo que la tuvo. Es H-creativa cuando es novedosa con
respecto al conjunto de la historia humana (Boden 1990: 32). Así, nuestro
arquitecto, al haber producido un diseño totalmente inédito, podría aGirmar que es
H-creativo. Sin embargo, no se trata de una aGirmación en el sentido de que su
diseño haya tomado forma dentro de la corriente histórica de la vida social, o a
través de cualquier compromiso mundano. Por el contrario, es una aGirmación de
total independencia de cualquier inGluencia externa. Las relaciones sociales y los
compromisos históricos, en el mundo de Boden, sólo inGluyen en la difusión y el
reconocimiento de las ideas, no en su origen. Al concebir las ideas creativas, parece
que cada mente está sola, aislada del mundo de las personas, los objetos y las
relaciones en el que necesariamente subsiste. Como aGirma Boden, categóricamente,
"las creaciones de la mente deben ser producidas por los recursos de la
mente" (ibíd.: 29).
Sin embargo, incluso los arquitectos son seres humanos. Se mueven en los mismos
círculos que los que caminan por las calles de las ciudades que han ayudado a
diseñar. Y es seguramente en estos movimientos, no en un espléndido aislamiento,
donde sus ideas toman forma. Porque la mente, como ha observado Andy Clark, es
un órgano notoriamente "agujereado" que se niega a permanecer dentro del cráneo,
sino que se mezcla descaradamente con el cuerpo y el mundo en la realización de
sus operaciones, convirtiendo todo lo que encuentra allí en recursos para la solución
de sus propios problemas (Clark 1997: 53; véase Ingold 2001: 138). Así, lejos de ser
un planiGicador estratégico, ajeno al mundo material en el que se inscriben sus
diseños, la mente es en la práctica un semillero de improvisación táctica y relacional.
Al mezclarse con el mundo, la creatividad de la mente es inseparable de la de la
matriz total de relaciones en la que está inserta y a la que se extiende, y cuyo
despliegue es constitutivo del proceso de la vida social.
La improvisación es temporal
Nuestra percepción real del tiempo depende de los acontecimientos que se repiten
regularmente, a diferencia de la conciencia de la historia, que depende del cambio y
la variedad imprevisibles. Sin cambio no hay historia; sin regularidad no hay tiempo.
El tiempo y la historia se relacionan como regla y variación: el tiempo es el escenario
regular de los caprichos de la historia, (ibíd.: 71-2) Así, las réplicas de la tradición,
repetidas sin cesar, pertenecen al tiempo; las novedades de la invención, cada una de
ellas única, pertenecen a la historia.
El tiempo, desde este punto de vista, no es creativo; no aporta nada. Más bien, lo que
ha surgido una vez, a través de un acontecimiento histórico único de creación, se
hunde Ginalmente en el tiempo a través de su réplica posterior. La primera casa que
se construye a partir del diseño de nuestro arquitecto revolucionario, por ejemplo,
marca un momento histórico, pero la centésima ya se ha desvanecido en el telón de
fondo del tiempo contra el que una sucesión de otras invenciones hacen su entrada
(Ingold 1986: 340). Así, la historia se conGigura como una secuencia de innovaciones
creativas, lanzadas sobre el terreno de la repetición de sus antecedentes. Aunque las
novedades pueden resultar duraderas, están fechadas en su primera aparición, y
desaparecen de la historia tan pronto como el presente de esta aparición ha caído en
el pasado y la novedad de su impacto ha desaparecido. Se vuelven viejos: ya no son
del presente, marcan el tiempo pasado. Lo mismo puede ocurrir con las personas,
como muestra Cathrine Degnen en este volumen. Se considera que los "viejos"
pertenecen al tiempo y no a la historia: celebramos sus aniversarios pero no
esperamos que hagan nada más que repetirse, incluso en contextos que exigen lo
contrario. Su momento ha pasado, y el pasado está acabado, terminado.
La idea de que, una vez que dejan de ser "nuevas", las personas y las cosas ya no
pueden considerarse creativas ni tener ninguna relación con lo que sucede, es un
corolario de la lectura al revés, que juzga la creatividad por el carácter innovador de
sus resultados en lugar de por las improvisaciones que se produjeron en los
procesos de producción. ¿Por qué la construcción de la centésima casa va a ser
menos creativa que la primera, aunque el diseño no cambie? Sin duda, algunos
procedimientos pueden haberse convertido en rutina, pero como el mundo no se
queda quieto, el reto sigue siendo acomodar un plan Gijo a una realidad Gluida. O, de
forma más general, nada de lo que hacen las personas (o incluso otros organismos)
se repite exactamente. Ningún sistema de repetición en el mundo vivo puede ser
perfecto, y precisamente porque las imperfecciones del sistema exigen una
corrección continua, toda repetición implica una improvisación. Por eso la vida es
rítmica y no metronómica, ya que la esencia del ritmo, como ha demostrado el
Gilósofo Henri Lefebvre en su ensayo sobre el Ritmanálisis, reside en los
"movimientos y diferencias dentro de la repetición", más que en la repetición en sí
misma (Lefebvre 2004: 90).
Creemos que no. Nuestra aGirmación no es sólo que la vida no tiene guión, sino
fundamentalmente que no tiene guión. O, dicho de otro modo, que no puede
codiGicarse completamente como resultado de ningún sistema de reglas y
representaciones. Esto se debe a que la vida no se abre paso a través de la superGicie
de un mundo en el que todo está Gijo y en su lugar, sino que es un movimiento a
través de un mundo que es creciente. Para seguir avanzando, tiene que estar abierta
y responder a las condiciones ambientales que cambian continuamente. Un sistema
estrictamente ligado a la ejecución de un guión precompuesto sería incapaz de
responder y se desviaría del rumbo ante la más mínima desviación. Esta es la
situación típica del principiante en cualquier oGicio que, necesariamente, tiene que
aprender primero las reglas. Una respuesta Gluida requiere un grado de precisión en
la coordinación de la percepción y la acción que sólo puede lograrse con la práctica.
Pero es esto, más que el conocimiento de las reglas, lo que distingue al practicante
experto del novato. Y en esto también encontramos la esencia de la improvisación.
El teórico del diseño, David Pye, ha distinguido entre dos tipos de elaboración,
respectivamente de "riesgo" y "certeza". En el trabajo de riesgo, la calidad del
resultado depende en todo momento del ejercicio de la atención, el juicio y la
destreza. El profesional tiene que hacer continuamente ajustes Ginos para mantener
el rumbo, en respuesta a un seguimiento sensible de las condiciones de la tarea a
medida que se desarrolla. A lo largo de todo el trabajo, existe el riesgo constante de
que se desvíe y de que el resultado se eche a perder. Por el contrario, el trabajo de la
certeza se desarrolla mediante una serie de operaciones planiGicadas de antemano,
cada una de las cuales está limitada mecánicamente hasta el punto de que el
resultado está predeterminado y fuera del control del operario. El operario no puede
cambiar de rumbo en medio del proceso, sino que debe detenerse, modiGicar los
ajustes del aparato y volver a empezar. La forma pura de la mano de obra de la
certeza, por supuesto, sería la automatización total (Pye 1968: 4-5). Para
ejempliGicar el contraste, Pye compara la escritura a mano con la impresión. Es un
ejemplo que merece la pena seguir.
Al escribir con un bolígrafo, nada guía la punta, salvo el movimiento de la mano y los
dedos con su característica sujeción de la pluma. La línea plasmada en el papel es la
huella de una improvisación gestual continua. Aunque nos hayan enseñado las
formas "correctas" de formar las letras copiando modelos, la escritura de una
persona es un aspecto tan distintivo y reconocible de su ser, al salir al mundo, como
su voz. La escritura es más que un medio de comunicación", observa la especialista
en escritura a mano Rosemary Sassoon, "es uno mismo sobre el papel" (Sassoon
2000: 103). Como señala Elizabeth Cory-Pearce en este volumen, el texto manuscrito
de los documentos de archivo es una manifestación tangible y relativamente
duradera de la presencia de personas identiGicables. Este estilo personal no está
planiGicado ni diseñado, sino que surge a través de una historia de improvisación,
sobre todo al encontrar formas de conectar las letras en la escritura cursiva en aras
de la rapidez y la eGicacia. En la escritura "unida", las uniones las hacemos, cada uno
a su manera, sobre la marcha. La mayoría de los escritores de inglés, por ejemplo,
cuando escriben la palabra the, acaban pasando la cruz de la t a la h siguiente, a
pesar de que se les ha enseñado que la unión debe formarse a partir del bucle de la
primera letra (Sassoon 2000: 40-50).
No hay, en deGinitiva, un guión para la escritura. Incluso la mano del escriba
tradicional, entrenada mediante una disciplina más rigurosa en el arte de la bella
escritura, tiene que encontrar su propio camino. Sería un error, como subraya Karin
Barber en el siguiente capítulo, suponer que una actuación disciplinada que se
esfuerza por alcanzar la perfección percibida de su modelo es menos improvisada
que una que celebra la libertad de los intérpretes para seguir cualquier camino que
elijan. Citando el trabajo del psicólogo musical Nicholas Cook (1990: 113), Barber
observa que un músico clásico que toca a partir de una partitura improvisa tanto
como un músico de jazz que no lo hace. La diferencia radica en sus objetivos. El
primero es, por así decirlo, centrípeto, apuntando a la diana; el segundo es
centrífugo, buscando lanzar a lo ancho. Esta misma variación, de lo centrípeto a lo
centrífugo, se puede discernir en muchos otros campos de actuación, como la
caligraGía, la danza y el atletismo. Basta con comparar el tiro con arco con el
lanzamiento de pelota.
Volvamos ahora a la impresión, que Pye comparó con la escritura a mano como un
trabajo de certeza más que de riesgo. En este caso, seguramente, el orden de las
letras es sucesivo; se suceden como entidades discretas. Además, tanto sus formas
como su secuencia están predeterminadas, la primera por el grabado del tipo, la
segunda por el trabajo del compositor que lo Gija. Por tanto, ¿el desarrollo de la
imprenta ha reducido el margen de improvisación en el mundo de las letras? La
respuesta de Pye es que no; simplemente lo ha hecho avanzar. Porque no hay duda
de que el grabado y la composición tipográGica son ejemplos de la mano de obra de
riesgo, ambos -si acaso- requieren aún más cuidado, juicio y destreza que la propia
escritura a mano. Una vez más, este es un punto que se aplica de forma más general.
Como ha demostrado el historiador François Sigaut, la historia de la tecnología es la
de los intentos constantemente renovados de codiGicar la práctica especializada y de
construir máquinas que encarnen estos códigos en los principios de su
funcionamiento. Sin embargo, estos intentos persiguen un objetivo cada vez más
lejano, ya que con la misma rapidez con la que la tecnología incorpora las destrezas
a los dispositivos mecánicos, se desarrollan nuevas destrezas en torno a las propias
máquinas (Sigaut 1994: 446). Esto es tan universal que Sigaut se siente justiGicado al
referirse a la "ley de la irreductibilidad de las habilidades”.
Hasta ahora nos hemos centrado en las formas en que la idea de la creatividad entra
en los debates contemporáneos sobre el hacer y la fabricación de cosas, sobre la
innovación y la tradición, y sobre la generatividad de los procesos sociales y
culturales. En efecto, la mayoría de los capítulos de este libro sitúan la "creatividad"
en su entorno actual, reGlexionando sobre las corrientes del tiempo vivido y sobre
las vidas. Sin embargo, la idea en sí tiene un pasado, y varios de nuestros autores
colaboradores también aluden a historias de más largo plazo que revelan las formas
en que ha surgido y las transformaciones que ha sufrido. Eric Hirsch y Sharon
Macdonald, por ejemplo, relacionan las cambiantes connotaciones de la creatividad
con las concepciones del individuo y de la identidad a partir del siglo XVII, mientras
que James Leach considera las implicaciones del vínculo entre creatividad y
propiedad que se estableció en la GilosoGía política europea y estadounidense del
siglo XVIII. Además, dado que la creatividad -como ya hemos argumentado- es
intrínsecamente temporal, su desarrollo en el tiempo tiene que basarse en procesos
históricos más profundos. Como explican Wendy James y David Mills, al presentar un
volumen resultante de la conferencia de 2002 de la ASA sobre Tiempo y Sociedad, el
Glujo de la acción humana siempre forma parte del "Glujo de la historia" (James y
Mills 2005: 2). No se trata de negar que se produzcan cambios sociales y culturales,
o que puedan estar marcados por rupturas radicales con el pasado. La cuestión,
como sostienen James y Mills, es que las relaciones entre el tiempo vivido en curso y
lo que llega a constituirse retrospectivamente como historia no están dadas.
Requieren ser analizadas.
Aparte de un capítulo inicial de Karin Barber y un epílogo Ginal de Clara Mafra, este
libro se divide en cuatro partes. La primera, correspondiente al aspecto generativo
de la improvisación, explora las creatividades de la vida y el arte, y considera las
cuestiones relacionadas con la atribución de la agencia creativa, por ejemplo en los
ámbitos de las artes gráGicas y escénicas, y del derecho de propiedad intelectual. La
segunda parte, que corresponde al aspecto relacional de la improvisación, muestra
cómo las fuentes de la creatividad están prácticamente integradas en las
instituciones sociales, políticas y religiosas, y en las disposiciones de poder y
autoridad. La tercera parte se ocupa de la improvisación en su aspecto temporal,
centrándose en la relación entre la creatividad y la percepción y el paso del tiempo
en la historia, la tradición y el curso de la vida. La última parte aborda la calidad de
la improvisación en la forma de trabajar, examinando la creatividad de la propia
erudición antropológica. ¿En qué se diferencia, si es que lo hace, la generación de
nuevos conocimientos en los contextos dialógicos de los encuentros entre
etnógrafos y sus sujetos, o entre profesores de antropología y sus alumnos, de la
generatividad de esos encuentros interpersonales en los que subsiste toda la vida
social y cultural? Para algunas de las respuestas, y para muchas más preguntas,
¡sigue leyendo!
Notas
1. Agradecemos a Margherita Pieraccini esta observación.
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