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1 TESALONICENSES

CAP 2
RECORDATORIO INICIAL DE PABLO:
Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a
vosotros no resultó vana; (2:1)
Pablo abrió la defensa de su liderazgo espiritual con una
declaración general sobre la eficacia de su ministerio:
“Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a
vosotros no resultó vana”.
El apóstol urgió inmediatamente a sus lectores a recordar su
experiencia con él y con sus compañeros; lo que había ocurrido era
obvio y evidente.
El conocimiento del ministerio de Pablo entre los tesalonicenses no
venía por un informe de segunda mano (cp. 1 Ts. 1:9); ellos habían
participado directamente.
La frase nuestra visita a vosotros se refiere a la llegada de los
misioneros a Tesalónica con el mensaje del evangelio. Vana
traduce la palabra kenos, cuyo significado es “vacío”. El término
también puede denotar algo carente de propósito, efecto o
importancia y, por tanto, intrascendente.
Pero el ministerio de Pablo, Silas y Timoteo en Tesalónica no
resultó insulso.
Por el contrario, tuvo un impacto poderoso porque produjo efectos
profundos y de largo alcance en la vida de los tesalonicenses: las
señales de la fe genuina mencionadas en 1:1-10.
La fortaleza de la iglesia en Tesalónica, incluso después de la
partida de Pablo, era evidencia de que su trabajo no resultó vano.
Pablo continúa la defensa de su ministerio en esta sección de la
carta y expresa cinco ingredientes que abrieron su ministerio al
poder divino: su confianza en el poder de Dios, su dedicación a la
verdad de Dios, su comisión por la voluntad de Dios, su motivación
por el conocimiento de Dios y su dedicación a la gloria de Dios.
CONFIANZA DE PABLO EN EL PODER DE DIOS
pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos,
como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para
anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.
(2:2)
La confianza de Pablo en el poder de Dios para impulsar su
ministerio y protegerle del mal, le dio audacia, valentía, tenacidad e
intrepidez frente a sus enemigos.
Pablo pensaba en aquellos enemigos cuando recordó a los
tesalonicenses que él y sus compañeros habían antes padecido y
sido ultrajados en Filipos.
Lucas recuerda ese episodio en Hechos 16:16-24:
Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro
una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran
ganancia a sus amos, adivinando.
Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el
camino de salvación.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste
se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo,
que salgas de ella.
Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había
salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y
los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los
magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan
nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni
hacer, pues somos romanos.
Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles
las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles
azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero
que los guardase con seguridad.
El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más
adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
En realidad, Pablo y Silas fueron perjudicados de dos maneras en
Filipos, como lo indican las palabras padecido y ultrajados.
Los trataron brutalmente: los azotaron y los aseguraron con cepos,
los acusaron falsamente y los castigaron ilegalmente.
Padecido se refiere principalmente al maltrato físico, mientras
ultrajados se refiere a la vergüenza pública e incluso al abuso legal;
los juzgaron injustamente y los enviaron a prisión aunque no habían
cometido ningún crimen.
En el primer siglo, hubriz¯ o (ultrajados) significaba tratar de forma
vergonzosa, insultante o escandalosa en público; todo con la
intención de humillar.
Pablo declaró que aun después de haber experimentado ese
maltrato en Filipos continuaron predicando el evangelio en
Tesalónica, donde se les acusó falsamente de traición (Hch. 17:7) y
fueron atacados injustamente por una turba (17:5-6). La palabra
traducida pues habiendo (alla) en la rvr-60 es un adversativo fuerte
que en este contexto podría haberse traducido mejor como “pero
por otra parte” o “aunque”. Incluso cuando los misioneros
encontraron tan terrible reacción en Filipos al momento de
proclamar el evangelio, fueron a Tesalónica entregados al mismo
deber privilegiado de predicar el evangelio de Dios. De hecho,
Pablo concluyó que la reacción hostil de los filipenses paganos era
un indicador seguro de que él y sus amigos estaban predicando la
verdad. La declaración de Pablo aquí deja claro que la predicación
audaz, bíblica y confiada no lleva a la popularidad. Más bien, lleva a
conflictos que requieren valentía y audacia renovada. La confianza
de Pablo no era en sí mismo. Al contrario, su confianza o denuedo
estaba solamente en Dios. Pablo confiaba de todo corazón en que
Dios los sostendría. Como escribiría después a los efesios, era
fuerte “en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10). Su
debilidad humana era la mejor herramienta para el poder de Dios (2
Co. 12:9-10). El término evangelio de Dios aparece dos veces más
en el capítulo 2 (vv. 8-9) así como en Marcos 1:14; Romanos 1:1;
15:16; 2 Corintios 11:7 y 1 Pedro 4:17. Describe el evangelio desde
la perspectiva de Dios como fuente. Se trata de las buenas noticias
diseñadas y reveladas por Dios sobre lo que Él ha hecho para
redimir a los pecadores a través de su gracia y por su Hijo
Jesucristo. Como en Filipos y en otros lugares, el apóstol ministró el
evangelio en Tesalónica en medio de gran oposición. La palabra
griega traducida oposición es ag¯on (“lucha”, “conflicto”, “pelea”) y
de ella se deriva la palabra agonizar.
Se refiere a una lucha agonizante de vida o muerte. En el ministerio
siempre hay presión para suavizar el mensaje, para ser inofensivo a
los pecadores, para hacerles el evangelio aceptable. Pero esa
transigencia no tenía cabida en la estrategia de Pablo. En su lugar,
estaba completamente convencido de que el poder de Dios
vencería toda la oposición y lograría su propósito redentor. El siervo
de Dios predica sin suavizar el mensaje verdadero que Dios ha
dispuesto en su Palabra; no otro mensaje. Lo hace por la verdad, no
por la popularidad personal. Cuando viene la oposición, confía en el
poder de Dios y permanece obediente a su llamado. Todo esto era
cierto para Pablo y sus compañeros. Como sucede con todos los
predicadores devotos del evangelio, calcularon el costo de
confrontar fielmente a los pecadores con la verdad y se apoyaron
confiados en el poder supremo y soberano de Dios

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