Está en la página 1de 18

Arte poética

Vicente Huidobro

Que el verso sea como una llave


Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creados sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;


El adjetivo, cuando no da vida, mata,
Estamos en el ciclo de los nervios,
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué catáis la rosa, ¡oh, Poetas!


Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros


Viven todas las cosas bajo el Sol.

El Poeta es un pequeño Dios.

Preceptiva poética
León Felipe

Poesía...,
tristeza honda y ambición del alma...
¡cuándo te darás a todos... a todos,
al príncipe y al paria,
a todos...
sin ritmo y sin palabras!...

II
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.

III
Más bajo, poetas, más bajo...
hablad más bajo
no gritéis tanto
no lloréis tan alto
si para quejaros
acercáis la bocina a vuestros labios,
parecerá vuestro llanto
como el de plañideras, mercenario.

IV
Y si el verso
poetas cortesanos
si el verso como el hombre
no fuese de cristal
sino de barro.

V
Poeta
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado.

Decir, hacer
Octavio Paz

Entre lo que veo y digo,


Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.

Entre poetas
Roberto López Moreno

¿Y si volviendo a nombrar las cosas


fundamos de nuevo el mundo?
¿En qué punto de la novedosa relación
habremos de colocar a Dios
si es que va a existir otra vez entre nosotros?,
¿en el aire del ave?,
¿en las válvulas y pistones del movimiento?,
¿en el sexo de la flor?,
¿en la erecta furia de la llama?,
¿en la impaciente espera del polvo?
¿En dónde —oh, duda— para hacerlo
cumplirnos su servicio?

Inicio
Marco Antonio Campos

Las páginas no sirven.


La poesía no cambia
sino la forma de una página, la emoción,
una meditación ya tan gastada.
Pero, en concreto, señores, nada cambia.
En concreto, cristianos,
no cambia una cruz a nuevos montes,
no arranca, alemanes,
la vergüenza de un tiempo y de su crisis,
no le quita, marxistas,
el pan de la boca al millonario.
La poesía no hace nada.
Y yo escribo estas páginas sabiéndolo.

A algunos les gusta la poesía


W. Szymborska

A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.

Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.

La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.
Teoría del verso
Eugenio de Andrade

De arrastre no hay poesía;


no hay verso
por más rastrero
que no aspire a lo alto: estrella
o farol que ilumina el ser
de la palabra
Así el sapo:
en el vagaroso e inocente
y desmedido mirar del sapo
las aguas son de vidrio.

¿Así que quieres ser escritor?


Charles Bukowski

Si no te sale ardiendo de dentro,


a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,


espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leérselo a tu esposa


o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,


no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

Arte poética
Juan Gelman

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,


como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,


las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,


rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.
Consejos a los jóvenes literatos
Charles Baudelaire

VII
De la poesía

En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la poesía, yo les aconsejo que
no la abandonen jamás. La poesía es una de las artes que más reportan; pero es una especie
de colocación cuyos intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.

Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor.

¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos
días sin comer, pero nunca sin poesía?

El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.

Poética
Federico García Lorca

Pero ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar,
mirar, mirarlas, mirarle, y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la
Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo
que es la Poesía. Aquí está; mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo
con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las
poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede
que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música
mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche, para empezar a levantarlo por la mañana
y no terminarlo nunca. En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único
que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al
contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios —o del demonio—, también lo es
que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que
es un poema.
Manifiesto del creacionismo
Vicente Huidobro

El Creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el Creacionismo


es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos y primeros
pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París.
En el número 5 de la revista chilena Musa Joven, yo decía:

El reinado de la literatura terminó. El siglo veinte verá nacer el reinado de


la poesía en el verdadero sentido de la palabra, es decir, en el de creación,
como la llamaron los griegos, aunque jamás lograron realizar su definición.

Más tarde, hacia 1913 ó 1914, yo repetía casi igual cosa en una pequeña entrevista
aparecida en la revista Ideales, entrevista que encabezaba mis poemas. También en mi libro
Pasando y pasando, aparecido en diciembre de 1913, digo, en la página 270, que lo único que
debe interesar a los poetas es el “acto de la creación”, y oponía a cada instante este acto de
creación a los comentarios y a la poesía alrededor de la cosa creada contra la cosa cantada.
En mi poema “Adán”, que escribí durante las vacaciones de 1914 y que fue publicado en
1916, encontraréis estas frases de Emerson en el Prefacio, donde se habla de la constitución
del poema:

Un pensamiento tan vivo que, como el espíritu de una planta o de un


animal, tiene una arquitectura propia, adorna la naturaleza con una cosa
nueva.

Pero fue en el Ateneo de Buenos Aires, en una conferencia que di en junio de 1916, donde
expuse plenamente la teoría. Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho
en mi conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda, crear, y la tercera,
crear.
Cuando escribo: “El pájaro anida en el arco iris”, os presento un hecho nuevo, algo que
jamás habéis visto, que jamás veréis, y que sin embargo os gustaría mucho ver. Un poeta
debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él.
Los poemas creados adquieren proporciones cosmogónicas; os dan a cada instante el
verdadero sublime, este sublime del que los textos nos presentan ejemplos tan poco
convincentes. Y no se trata del sublime excitante y grandioso, sino de un sublime sin
pretensión, sin terror, que no desea agobiar ni aplastar al lector: un sublime de bolsillo.
El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de
conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él
dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni
de la veracidad anteriores al acto de realización.

Procura de la poesía
Carlos Drummond de Andrade

No hagas versos sobre acontecimientos.


No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.


El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.
No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Lo que se disipó, no era poesía.
Lo que se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.


Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma


con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.
Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?

Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.

Reflexión
Eduardo Langagne

La única manera de que el mundo


alcance una extensión ilimitada
es la poesía.

Si las cosas esperaron con paciencia su palabra


en la más antigua oscuridad del mundo
era porque necesitaban esa luz.

Y si el mundo se explica con palabras


que así sea
acaso nunca lograremos ese canto
pero es la tarea interminable.
La poesía terminó conmigo
Nicanor Parra

Yo no digo que ponga fin a nada


No me hago ilusiones al respecto
Yo quería seguir poetizando
Pero se terminó la inspiración.
La poesía se ha portado bien
Yo me he portado horriblemente mal.

Qué gano con decir


Yo me he portado bien
La poesía se ha portado mal
Cuando saben que yo soy el culpable.
¡Está bien que me pase por imbécil!

La poesía se ha portado bien


Yo me he portado horriblemente mal
La poesía terminó conmigo.

¿Ars poética?
Czeslaw Milosz

Siempre sentí la nostalgia de una forma más capaz,


que no fuese demasiado poesía ni demasiado prosa
y que permitiera la comprensión sin exponer a nadie,
ni al autor ni al lector, a torturas de orden superior.

En la esencia misma de la poesía hay algo indecente:


surge de nosotros algo que ni sospechamos que estuviera allí,
parpadeamos entonces, como si un tigre saltara de nosotros,
firme en la luz, la cola golpeando sus costados.
Por eso justamente se dice que la poesía está dictada por el demonio,
aunque se exagera al sostener que debe tratarse de un ángel.
Es difícil comprender de dónde viene el orgullo de los poetas
si a veces sienten vergüenza por ser visible su debilidad.

¿Qué hombre razonable aceptaría ser territorio de demonios


que se comportan en él como en casa propia, hablando múltiples lenguas,
y que, no satisfechos, de robarle la boca y la mano,
tratan, por comodidad propia, de cambiarle el destino?

Pero lo que es morboso recibe hoy mucho aprecio;


cualquiera podría pensar que sólo estoy bromeando
o que he encontrado algún nuevo modo
de alabar el Arte sirviéndome de la ironía.

Hubo un tiempo en que se leían sólo los libros sabios


que ayudaban a soportar el dolor y la desgracia.
Esto, sin embargo, no es lo mismo que hojear mil
obras que provienen directamente de una clínica psiquiátrica.

Además, el mundo es distinto de lo que parece,


y nosotros somos distintos de nuestro farfullar.
La gente conserva entonces una silenciosa honestidad
conquistando así el respeto de los parientes y del vecindario.

La utilidad de la poesía está en recordarnos


que es difícil seguir siendo la misma persona,
porque nuestra casa está abierta, su puerta, sin llave,
y los huéspedes invisibles salen y entran.
Lo que aquí digo no es, de acuerdo, poesía.
Porque es lícito escribir versos rara vez y sin ganas,
bajo un apremio insoportable y sólo con la esperanza
de que los espíritus buenos, no los malos, hagan de nosotros un instrumento.

Recursos fiados
Ramón Méndez Estrada

Puedes hacer
poco menos que cualquier cosa
con las palabras.

Es una lástima
que todo eso no sea
más que representaciones de los objetos,
señas de los atributos,
mención de los actos,
ausencia de las presencias,
el no ser
por el que el ser
se revela.

Palabras que se deslizan


Eduardo Langagne

La palabra serpiente se desliza en mi página.

Es una palabra, no es una serpiente.

Si escribo cobra, sierpe,


una imagen se arrastra hacia el lector,
la sensación se desliza.
Si escribo víbora,
si añado la palabra cascabel,
no es una víbora de cascabel la que se arrastra por la página,
es mi escritura que se desliza entre el silencio.

Ya suena el cascabel;
el peligro se aproxima,
la víbora se acerca:
tengo miedo de que me aplique su ponzoña,
temor a esos colmillos que me impidan respirar.

Si doy vuelta a la página el peligro termina.

También podría gustarte