Está en la página 1de 6

"Miradas - Lecturas - Teorías"*.

“Nadie sabe si la falta de fin de todo es


andar siempre hacia delante, hacia
donde nunca se llega, o por andar
siempre en círculo, hacia donde no hay
adonde llegar”
Fernando Pessoa, “Sesión de dioses”

I- Mirada(s) / teoría(s)

Una teoría es una mirada performativa - la inclusión aquí de una categoría


propia de los actos de habla es deliberada.

Una mirada ingenua o perversa (y las teorías pueden ser calificadas, entre
muchas otras maneras de ingenuas o perversas) supone la determinación (una
cierta forma de determinación) de aquello que es mirado. La mirada fija límites o
los diluye, marca distinciones o semejanzas, queda prendada de ciertos aspectos
(no necesariamente los más bellos ni los más tranquilizadores), y pierde de vista
otros, porque se distrae o porque se obsesiona. Es superficial, tenue, burlona, o se
vuelve penetrante, incisiva y aún inquisitorial.

¿Qué es lo mirado? O mejor aún, hay algo que sea lo mirado antes de que
los ojos se detengan allí?.Quiero decir ¿la mirada interviene en ese algo en lo que
se detiene, haciendo de él otro?.

También es posible ordenar y jerarquizar las miradas. Algunas son tan


dominantes que impiden cualquier intento de cambiar el foco. Son miradas que
agotan el universo, se apoderan de todos los tiempos y no dejan lugar para la
huída. ¿Qué es lo que las hace el modelo de la mirada, de todas las miradas?

Hay miradas que son el resultado de la seducción que otras miradas ejerce
sobre ellas. Tienen vocación de originalidad pero son sólo una repetición; intentan
presentarse como nuevas, sorprendentes, y apenas logran disimular que reiteran
miradas conocidas.

Como dice Italo Calvino en “Las ciudades y los ojos” acerca de Zemrude: “Es
el humor de quien la mira la que da su forma a la ciudad... Si pasas silbando, con la
nariz levantada detrás del silbido, la conocerás de abajo para arriba: antepechos,
cortinas que se agitan, surtidores. Si caminas con el mentón apoyado en el pecho,
las uñas clavadas en las palmas, tus miradas quedarán atrapadas al ras del suelo,
en el agua que corre al borde de la calzada, las alcantarillas, los espinazos de
pescado, los papeles sucios. No puedo decir que un aspecto de la ciudad sea más
verdadero que el otro.” (Las ciudades invisibles. Siruela/Bolsillo, 1994, Madrid).

La mirada /teoría fija un espacio/objeto, lo configura, devela cuando


explicita y también cuando deja en sombra. Esa configuración es siempre una entre
*
Ponencia presentada el 4 de octubre de 2007 en las XXI Jornadas Argentinas de Filosofía Jurídica y
Social, organizado por la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho; celebradas en la Ciudad de
Buenos Aires y el 23 de noviembre de 2007 en las Jornadas de Sociología Jurídica, organizadas por la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral y la Asociación Argentina de Sociología
Jurídica celebradas en la ciudad de Santa Fe.

1
muchas otras. Si la mirada/teoría quiere preservarse como tal, ha de pensarse a sí
misma como una mirada humana, y no aspirar a ser el ojo de Dios, huir del
emparentamiento con el dogma, enfrentar la convivencia con otras miradas y
soportarlas. Probablemente por aquí habría que empezar si se quiere hablar de lo
qué caracteriza a un pensamiento crítico.

Y luego están los lentes, que permiten que una mirada borrosa se vuelva
nítida. ¿Es una mirada corregida o es una nueva mirada?. Y no hay un solo tipo de
lentes.

¿Y los sueños? En los sueños, se forman miradas que conmueven, asustan,


provocan risa y al despertar es difícil distinguirlas de las miradas de los ojos. Y,
como con los lentes, tampoco hay una única clase de sueños. No solo los lentes
cambian la visión del mundo. También los sueños.

El lente de la cámara fotográfica recorta un mundo y lo exhibe, una mirada


que es mirada. ¿La mirada vuelta imagen -la del fotógrafo- perdura o es sustituida
por la de quien se detiene ante la foto?

Al “mirar al sesgo”, como sugiere Zizeck, es posible presentar una


“ejemplificación, una escenificación de los temas teóricos (que) saca a la luz ciertos
aspectos que de otro modo seguirían inadvertidos. Y agrega que “este
procedimiento tiene un linaje respetable de predecesores filosóficos, desde el
último Wingestein hasta Hegel.1 “Mirar al sesgo” es la puesta en acción de la
metáfora de la anamorfosis, una metáfora que es propia del mundo de la pintura y
que consiste en el cambio radical que ocurre cuando un detalle de un cuadro que,
mirado de frente parece borroso y confuso, mirado desde un costado “asume
formas claras y distintas”.
En verdad Zizeck vincula la anamorfosis con la metáfora de la superficie
vidriada que, como un cristal tallado, genera múltiples imágenes para mostrar que
entre ambas hay diferencias radicales que se revelan en los muy distintos y aún
contradictorios efectos que generan.2

Secuencia de miradas, superposición de imágenes, duplicación,


multiplicación. Proceso inacabable de creación de sentido. Como la teoría, la mirada
no está definitivamente fijada. Siempre puede ser desmenuzada, rearmada,
invertida y aún definitivamente deshecha y olvidada.

Mirar es, parafraseando a Jean-Luc Nancy, “...pintar o figurar ya no es


entonces reproducir, y tampoco revelar, sino producir lo expuesto... decirlo:
conducirlo hacia delante, sacarlo afuera”3

Insisto, pues, en que una teoría es una mirada performativa. Su enunciación


produce efectos. Cuando se la usa aún sin saber que se la está usando, se proyecta
en el mundo y, de alguna manera (no necesariamente buena, ni deseable), lo
transforma.

Los juristas en general no aceptarían esta analogía entre mirada y teoría.


Tan afectos a las analogías, la que vengo presentado causaría perplejidad,
desconfianza y disgusto. Advertirían (nos advertirían) que es un camino peligroso
porque pone en riesgo lo establecido (conceptos, categorías, relaciones, sujetos
consagrados por la bendición del derecho).

1
Zizeck, Slavoj; “Mirando al sesgo”, Editorial Paidós, 2000; Pág. 17.
2
Ob. Cit.; Pág. 28.
3
Nancy, Jean-Luc; “La mirada del retrato”, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2006, Pág. 16.

2
II- Lectura(s) / teoría(s)

“Cada cual lee como quiere... Pero no es del todo verdad que cada cual lee
como quiere. También lee como puede, como le dejan y lo que le dejan leer, como
le han enseñado, como no le queda más remedio según donde se encuentre y
según su capacidad y esfuerzo”. 4

Una teoría es una lectura. Qué es lo que se lee? Una lectura de otras
lecturas: una hiperlectura. Es un texto sobre otros textos leídos, marcados,
recortados.

¿Con qué criterios se lee? ¿Es pensable una lectura que no implique ningún
criterio (de selección, de valoración)?

¿Una teoría es una lectura que proporciona un conocimiento? Y de ser así, el


acceso a ese conocimiento supone la elección de un camino para llegar a él. ¿El
conocimiento es el fin de una teoría? Los caminos del conocimiento (o hacia el
conocimiento) a veces se bifurcan –como en el cuento de Borges–, otras se abren
como un abanico y nos llevan a lugares ignotos o a los que no podríamos reconocer
como partes de un mismo paisaje.

Una teoría crítica del derecho es una lectura que cuestiona los fundamentos
de lo que es el derecho y de lo que es una teoría acerca del derecho. Es una lectura
que es al mismo tiempo una decisión.

Una lectura crítica no es, por definición, un ejemplo de lectura ingenua, no


es una lectura a través de la cual se conoce lo que es como es. Esto de que haya
algo que “es lo que es”, resulta inaceptable para un jurista crítico. En términos más
clásicos, la afirmación de que las cosas son lo que son, de que es factible acceder a
su esencia es incompatible con un pensamiento crítico.

Desde una lectura crítica se advierte hasta que punto el modo en que se
aprende a leer, si no es puesto en cuestión, inhabilita cualquier otra lectura.

Las lecturas ya incorporadas facilitan el tránsito por los caminos conocidos y


obstruyen la búsqueda tanto de otros senderos o atajos como del descubrimiento
de amplísimas avenidas. Es más, reprimen toda disposición de avanzar por lugares
inexplorados. Un lector muy fiel a lo ya leído sólo puede encantarse con el
reencuentro de las huellas de sus propias lecturas anteriores.

La dificultad estriba en que no le basta al lector con “estar alerta” y ser


conciente de la dimensión y el peso de las lecturas adquiridas. El problema
epistemológico es mucho más complejo. Vuelvo a la cita. Cada cual lee no como
quiere sino como puede. Y en ese “puede” está el nudo en algún punto insuperable.
Un lector no es nunca una “tabula rasa”, no hay cabezas, ni corazones
incontaminados. Cualquier lector es un lector infectado –que la mayoría de las
veces no sabe de su infección– y en alguna medida es un enfermo incurable. Una
teoría / lectura crítica asume los límites que acabo de señalar y opera en los
bordes.

Voy a trabajar con un ejemplo, que para proseguir el juego es el análisis de


un texto de Jacques Derrida, en el cual escribe acerca de otro texto “Ante las
puertas de la ley” de Franz Kafka. Me interesa mostrar que el sentido de la reflexión
derridiana es bien distinto, según las marcas de las lecturas/teorías que arrastra el
lector.
4
Vidarte, Paco; “Qué es leer?. La invención del texto en filosofía, Editorial Tirant lo blanch, Valencia,
2006, Pág. 238.

3
Cito a Derrida: “Aparentemente, la Ley no tendría jamás que dar lugar, en
cuanto tal, a relato alguno. Para ser investida de su autoridad categórica, la ley no
debe tener historia, génesis ni derivación posibles. Tal sería la Ley de la Ley. Y
cuando se relatan historias respecto a ella, estas no pueden concernir sino a
circunstancias extrínsecas, a los acontecimientos exteriores a la ley, en todo caso a
las formas de su revelación. Al igual que el campesino en el relato de Kafka,
relaciones narrativas tenderían a acercarse a la Ley, a hacerla presente, a entrar en
relación con ella, eventualmente penetrarla, serles intrínsecas. El relato de estas
maniobras no sería sino el relato de aquello que escapa al relato y permanece
finalmente inaccesible. Más lo inaccesible provoca entonces su supresión. No se
puede tratar a la Ley, a la Ley de las leyes, de cerca o de lejos, sin preguntarse
cuál es propiamente su lugar y de dónde viene… La pregunta y la búsqueda son
ineluctables, es decir, el itinerario hacia el lugar y origen de la Ley. Digo la “Ley de
las leyes” porque, en el relato de Kafka, no se sabe de qué especie de ley se trata,
la de la moral, la del derecho, la de la política, etc. Ésta se ofrece rehusándose, sin
decir su procedencia ni su sitio. Este silencio y esta discontinuidad constituyen el
fenómeno de la Ley. Relacionarse con la Ley, con aquello que “debes” y “no debes”,
es a la vez como si la Ley no tuviese historia o en cualquier caso no dependiese de
su presentación histórica, y al mismo tiempo dejarse fascinar, provocar, interpelar
por la historia de esta no historia. Es dejarse tentar por lo imposible: una teoría del
origen de la Ley, y por lo tanto, de su no origen...” 5 Y agrega: “Aquello que nos
detiene ante la Ley, como al campesino, ¿no es asimismo aquello que nos paraliza y
nos retiene ante un relato, su posibilidad y su imposibilidad, su legilibilidad y su
ilegibilidad, su necesidad y su prohibición...”.

Las palabras de Derrida desconciertan a un jurista tradicional, o al operador


del derecho acostumbrado a vérselas con las normas como el campo propio y
excluyente en el cual se desenvuelve. Para él no hay enigma en el origen de la ley,
ni la historia es una clave para su comprensión. ¿De qué historia habla el filósofo-
se preguntaría el jurista- que no sea la fecha, la hora de su nacimiento/sanción?
¿ Cuál es el misterio que la ley disimula?

La conclusión de un lector como ese sería, más o menos así: todo lo que
predica el filósofo francés es extraño e inadecuado a la naturaleza propia de la ley y
a sus condiciones de existencia/ validez. De intento menciono la naturaleza del
derecho y el tema de la validez. Algunas de esas referencias gustarán a los
iusnaturalistas, otras a los positivistas. Dicho de otro modo es lo que verían o lo
que leerían unos u otros, signados como están, como están por la
mirada/lectura/teoría que acostumbran a repetir y a tomar por buena.

El sentido de la cita derridiana se resignifica si la mirada/lectura/ teoría con


la que me posiciono frente a ella es otra.

Veamos qué ocurre si pienso que el derecho es discurso y práctica social y


no pura normatividad. Qué ocurre si pienso que no hay un mundo de valores
inmutables, eternos y universales que definen cuándo una norma es jurídica ni una
relación de derivación de una norma a otra que asegure su validez. Qué ocurre si
pienso que la legitimidad no es idéntica a la validez, pero tampoco es la realización
inevitable de un modelo axiológico ajeno al mundo social y político en el que se
presenta. Qué ocurre si pienso que el discurso jurídico se construye en un
entretejido de discursos sociales diversos, aludidos y eludidos en cada tramo de esa
construcción – y no por azar-. Qué ocurre si pienso que el derecho no deviene ni de
la pura razón, ni de dios. Que es parte de la cultura, que es contingente y
cambiante, que es opaco, que las ficciones lo atraviesan y que su trama es la de un
5
Jacques Derrida, “Fuerza de ley: el fundamento místico de la autoridad”, en Doxa nº 11, Alicante,
1992; Págs. 104, 105.

4
relato peculiar que constituye realidades, relaciones, sujetos, que legitima o
deslegitima pedazos del mundo, que “naturaliza” y declara verdaderos sólo aquellos
que incluye en su texto bajo determinadas formas. Qué ocurre si pienso que el
derecho tiene un vínculo con el poder y con la violencia (sobre todo con esta
última) inescindible y necesariamente oculto. Y por fin que ocurre si pienso que hay
historia en el derecho y que el derecho moderno lleva las marcas del tiempo en que
surgió y también metaboliza, modificándolas, las herencias recibidas, con lo cual
desmiente toda lectura instrumentalista de su estructura.

Y prosigo con algunas alusiones a un texto que escribiera hace muchos años
cuando empezaba a reflexionar críticamente en el campo de la filosofía jurídica.
Buena muestra de que atrapada en una mirada (aunque sea crítica) es muy difícil
no recaer en variaciones sobre un mismo tema:

La organización del discurso jurídico depende de un principio de control


ubicado en otros discursos, en formaciones no discursivas, en instituciones,
acontecimientos políticos, formas de distribución del poder social, pero su
estructura impide advertir esta interrelación El discurso jurídico encubre, desplaza
y distorsiona el lugar del conflicto social , se instala como legitimador del poder, al
que disfraza y torna neutral Es un discurso que aparece como ordenado, coherente
y racional, cuya regla básica de formación es aquella que determina quiénes “están
autorizados” para imprimir sentido jurídico a sus actos o palabras. Esa
“autorización” se plantea en términos de doble ficción: como si siempre fuera
explícita y proviniera del propio discurso y como si su efecto significante fuera
únicamente producir normas. Doble ficción que ocupa el lugar de la verdad y
genera desplazamiento.

Un “dibujo” de la matriz teórica del discurso jurídico permitiría distinguir


entre un nivel en el cual se agruparían todas las operaciones discursivas y/o
prácticas que producen normas, otro nivel de prácticas teóricas y profesionales y un
tercer nivel que aloja la porción más negada, más oculta y cuya significación se
revela en los intercambios, articulaciones, intervenciones de unas operaciones
discursivas respecto de otras. Allí descubrimos las creencias, los mitos, las ficciones
en acción, allí está el imaginario social.

“... el derecho... construye toda una ilusión, un mundo donde la realidad


está desplazada y en su lugar se presenta otra imagen {como} real. Tan real que
sólo cabe pensar, juzgar, actuar en consecuencia. Actuar como si... fuéramos libres
e iguales; como si... contratáramos en cada oportunidad en pariedad de
condiciones con el otro; como si... conociéramos las normas que debemos conocer;
como si... nunca incurriéramos en “error de derecho”. Juzgar como si... nuestra
sentencia tuviera garantía de justicia y el fundamento de la verdad; como si... la
realidad fuera lo que el discurso del derecho dice que es. Y lo más sorprendente de
esta ilusión es otra ilusión que la acompaña; en la mayor parte de los casos no es a
través de la exhibición, la amenaza o la efectivización de la violencia que el derecho
produce tales efectos. Es que el derecho reprime muchas veces haciéndonos creer
que estamos de acuerdo con ser reprimidos y censurados.”6

Desde esta perspectiva, sorprenden la pertinencia, la sagacidad de las


observaciones de Derrida. Claro que el derecho (la Ley) esconde su origen, no dice
de dónde viene, “se ofrece rehusándose” y “este silencio y esta discontinuidad
constituyen el fenómeno de la Ley”. Hay que hacer como que la ley no tiene
historia para que, el “debes” o el “no debes” imponga toda su fuerza. Cuando
indagamos más el derecho pierde algo de la magia que le es propio. O mejor,

6
Ruíz, Alicia E. C: “La ilusión de lo jurídico” Parte II de Aspectos ideológicos del discurso jurídico en
Materiales para una teoría crítica del derecho, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1991, Pág. 185.

5
queda al desnudo y como un rey sin ropas, la majestad que se le atribuye
tambalea.

Una mirada/lectura/teoría como la que elijo, coloca en primer plano aspectos


del discurso jurídico de los que habitualmente no se habla. Rumores, voces
desconocidas, sonidos inesperados empiezan a resonar en nuestras cabezas. Es
muy probable que sintamos confusión, desconcierto y angustia. No hay forma de
escapar a estas sensaciones. Ellas integran mal que nos pese, una
mirada/lectura/teoría crítica acerca del derecho, que para continuar siendo crítica
obliga a evitar cualquier forma de complacencia con el propio pensamiento.

Alicia E. C. Ruiz

También podría gustarte