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La geología (del griego geo, tierra, y logos, estudio) es la ciencia que estudia la corteza
de la Tierra, la materia que la compone, su mecanismo de formación, los cambios o
alteraciones que ésta ha experimentado desde su origen, y la textura y estructura que
tiene su superficie en el actual estado. Por lo que se denomina, dentro de la Carrera de
Licenciatura, la de "Ciencias Geológicas", esto es, un compendio de diferentes ciencias
o disciplinas autónomas sobre distintos aspectos del estudio global de nuestro planeta, y
por extensión, del estudio del resto de los cuerpos y materia del sistema solar
(astrogeología o geología planetaria).
Contenido
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1 Disciplinas de la geología
o 1.1 Cristalografía
o 1.2 Espeleología
o 1.3 Estratigrafía
o 1.4 Geología del petróleo
o 1.5 Geología económica
o 1.6 Geología estructural
o 1.7 Gemología
o 1.8 Geología histórica
o 1.9 Geología planetaria
o 1.10 Geomorfología
o 1.11 Geoquímica
o 1.12 Geofísica
o 1.13 Hidrogeología
o 1.14 Mineralogía
o 1.15 Paleontología
o 1.16 Petrología
o 1.17 Sedimentología
o 1.18 Sismología
o 1.19 Vulcanología
2 Departamentos o Cátedras de la Carrera de CC. Geológicas
3 Geólogos destacados
4 Véase también
5 Enlaces externos
Espeleología [editar]
Estratigrafía [editar]
Estratos de limo
La geología económica se encarga del estudio de las rocas con el fin de encontrar
depósitos minerales que puedan ser explotados por el hombre con un beneficio práctico
o económico. La explotación de estos recursos es conocida como minería.
Gemología [editar]
Geoquímica [editar]
Geofísica [editar]
Hidrogeología [editar]
La hidrogeología es una rama de las ciencias geológicas que estudia las aguas
subterráneas en lo relacionado con su origen, su circulación, sus condicionamientos
geológicos, su interacción con los suelos, rocas y humedales (freatogénicos); su estado
(líquido, sólido y gaseoso) y propiedades (físicas, químicas, bacteriológicas y
radiactivas) y su captación.
Mineralogía [editar]
La mineralogía es la rama de la geología que estudia las propiedades físicas y químicas
de los minerales que se encuentran en el planeta en sus diferentes estados de agregación.
Por mineral se entiende una materia de origen inorgánico, que presenta una
composición química definida además, generalmente, por una estructura cristalográfica
(minerales cristales, de lo contrario son llamados minerales amorfos) y que suele
presentarse en estado sólido y cristalino a la temperatura media de la Tierra, aunque
algunos, como el agua y el mercurio, se presentan en estado líquido.
Paleontología [editar]
Petrología [editar]
Sedimentología [editar]
Sismología [editar]
Vulcanología [editar]
Geología
Geodinámica...
La geodinámica, o geología dinámica, estudia las transformaciones que se manifiestan tanto en el
interior (geodinámica interna), ejemplo de los seísmos y volcanes, como en la superficie terrestre
(geodinámica externa), tales como agua, hielo, viento, atmósfera, etc. Las fuerzas internas que dan
lugar a las erupciones ígneas hacia el exterior son estudiadas por la vulcanología, mientras que las que
desembocan en movimientos sísmicos o terremotos pertenecen a la sismología.
Estratigrafía...
La estratigrafía estudia la disposición, carácter y relación entre los diferentes estratos o capas que
componen la corteza terrestre, especialmente desde le punto de vista de su formación y de su
clasificación cronológica. Dado que esta rama precisa conocer la antigüedad de los materiales, así
como su orden de superposición, recurre a la petrografía y paleontología como apoyo permanente.
Tectónica...
La petrografía, también llamada litografía, del griego lithos (piedra), es la rama de la geología que
estudia el origen y composición de las rocas, especialmente en sus aspectos descriptivos y
clasificatorios. Nació como una rama de la mineralogía en el siglo XVIII, adquiriendo enseguida
categoría de ciencia independiente gracias a los trabajos de Werner, Humboldt y otros autores.
Recientemente, el análisis químico, la observación microscópica y el empleo de la luz polarizada han
permitido establecer la clasificación de las rocas y minerales sobre bases verdaderamente científicas.
Paleontología...
La paleontología es la ciencia que estudia los seres del pasado o las muestras de su actividad que se
encuentran fosilizadas en los estratos de la corteza terrestre. Tomó carácter a inicios del s. XIX y en
la actualidad se divide en numerosas ramas: paleozoología (animales), paleobotánica (vegetales),
paleobiología (seres vivos), paleobiogeografía (distribución geográfica de los seres vivos),
paleoecología (relación con el ambiente), micropaleontología (microorganismos fósiles), etc.
Mineralogía...
La mineralogía estudia todas las propiedades de los minerales, es decir, de los componentes químicos
no orgánicos de la corteza terrestre. Se centra especialmente en su forma externa, su fina estructura,
cualidades físicas y químicas, y sus condiciones de formación. Los minerales presentan generalmente
un carácter cristalino, motivo por el cual se desarrolló la cristalografía para el estudio de sus
características simétricas u ordenación regular de los átomos; esta rama evolucionó de forma paralela
a la mineralogía. Por su parte, las propiedades físicas de los minerales son estudiadas por la física
mineralógica; las propiedades químicas por la química mineralógica; y la formación y transformación de
los minerales y sus asociaciones por la paragénesis mineral
Parte de la geología que trata de los sucesos y variaciones de la Tierra en el pasado. Del estudio
cuidadoso de las rocas se extraen los datos necesarios para conocer las circunstancias geográficas,
climáticas, faunísticas, florísticas, etc., que se han ido sucediendo en el planeta. Divide el tiempo en
eras y éstas en períodos, épocas y edades.
Geografía...
Ciencia que trata de describir y analizar las variaciones espaciales en los fenómenos físicos y
humanos sobre la superficie terrestre. Tradicionalmente se ha considerado su objeto la descripción
de la Tierra en sus diversos aspectos o condiciones, considerada como planeta ( geografía
astronómica); en su configuración, suelo y clima (fisiografía o geografía física), y como asiento de la
vida humana en sus distintas manifestaciones ( geografía humana, política, económica, etc.).
Geomorfología...
Ciencia que estudia las formas del relieve terrestre y los factores que lo determinan. Estos factores
son: 1) la estructura geológica de los terrenos (fallas, plegamientos, etc.); 2) la naturaleza de las rocas
y 3) el régimen climático de la región. Así, un clima tropical produce unos relieves distintos que un
clima templado; las rocas blandas tales como la arcilla forman barrancos mientras que, por ejemplo, las
calizas dan lugar a cañones y desfiladeros.
Geodesia...
Estudio y determinación de las formas que presenta la superficie terrestre. Actualmente, la geodesia
permite calcular las coordenadas exactas de cualquier punto de la Tierra, así como las distancias
entre dos de ellos.
Geoquímica...
Estudio de los suelos o capa superficial de la corteza terrestre, concretamente los procesos de
formación y evolución, así como los fenómenos biofisicoquímicos que tienen lugar en ellos, en relación
con los seres vivos, especialmente los microorganismos y las plantas.
Geotecnia...
Historia de la Geología
Las sacudidas periódicas que soportaban los habitantes de la Tierra, sobre todo el movimiento
sísmico de Lisboa de 1755, que conmovió creencias y generó curiosas teorías, estimuló el interés por
conocer el interior del planeta. Además, los avances en este terreno influyeron de manera decisiva en
otros ámbitos del pensamiento pues vinieron a arrojar dudas sobre la edad que la Biblia le otorgaba.
La polémica sobre los orígenes de las rocas va a centrar los trabajos del siglo XVIII, existiendo dos
teorías: neptunista, creada por Werner (1749-1817), y vulcanista, fundada por Hutton (1726-
1797). Para el neptunismo, cuyo sistema se basaba más en hipótesis que en comprobaciones, la
Tierra fue en su origen un núcleo sólido cubierto por un océano que actuó como verdadero agente
del cambio geológico. Distingue cinco tipos de formaciones diferentes: primitiva, de transición,
sedimentaria, derivativa y volcánica, la de constitución más reciente y accidental. El vulcanismo, o
plutonismo, mantiene tesis distinta, aunque no llega a negar del todo el papel del agua en esta materia,
admitiendo que la mayoría de las rocas parecen haberse formado como sedimentos marinos. Ahora
bien, su consolidación había sido posible por la acción del calor subterráneo al introducirse materia
fundida dentro de ellas. Más tarde, los agentes climatológicos desintegran las rocas; la lluvia y los ríos
depositan sus trozos en el mar, donde constituyen nuevos estratos que emergerán otra vez para ser
erosionados. En opinión de Hutton, la historia de la Tierra debe interpretarse como procesos
naturales aún operativos o de reciente actividad. "Ningún poder -afirmaba- será empleado que no sea
natural al globo, ni será admitida ninguna acción, excepto aquellas de las que conocemos el principio".
Aparte de esta polémica, durante la primera mitad de siglo se intentó determinar las secuencias
temporales de los principales tipos de estratos de la corteza terrestre sin gran éxito en ese momento.
Será durante la segunda, cuando Lehmann (1767) y Füchsel (1722-1773) establecieron la sucesión
geológica de las rocas para el Harz y Turingia, respectivamente, sentando las bases de la
estratigrafía científica.
Los plutonistas triunfaron sobre los neptunistas y el fuego, confuso y de estirpe romántica, que
estallaba en los volcanes y levantaba la corteza fabricando montañas y cordilleras le ganó la batalla a
la bella teoría del océano en retirada.
Pero no sin consecuencias: el océano primordial se
De pronto quedó al descubierto el
adaptaba, aunque con dificultades a la cronología corta del “tiempo profundo”, el enorme
relato bíblico, pero al desaparecer dejó al descubierto un tiempo geológico, que transcurre por
debajo de nuestro tiempo cotidiano
océano nuevo, esta vez de tiempo. Porque pensar, como
que medimos en días y años.
sostenían Hutton y los plutonistas, que la superficie de la
Tierra había sido moldeada a lo largo del pasado por las mismas fuerzas que la modificaban ahora (la
erosión, la sedimentación, la lluvia, el viento, la elevación de la corteza, volcanes y terremotos) y al
mismo ritmo –esto es, el uniformismo– tenía una sola consecuencia posible: ese pasado debía,
forzosamente, ser inmenso.
De pronto quedó al descubierto el “tiempo profundo”, el enorme tiempo geológico, que transcurre
por debajo de nuestro tiempo cotidiano que medimos en días y años, por debajo del tiempo histórico
que contabilizamos en siglos; las fuerzas que modifican la superficie de la Tierra actúan en forma
lenta, increíblemente lenta: los ríos cavan sus cañadones a través de los siglos, las rocas son
moldeadas por la lluvia a través de los milenios, las montañas se elevan con paciencia exasperante; por
acción del material fundido que está debajo, la corteza asciende sin que nadie lo note, y una cordillera
puede tardar millones de años en formarse.
La gente, que estaba acostumbrada a pensar en un mundo recientemente creado, en una breve
historia de seis mil años a lo sumo, recibía un terrible golpe conceptual: descubrían que su tiempo, el
tiempo de sus vidas, prácticamente no contaba en la inmensidad de los tiempos geológicos,
descubrían que los ríos y los océanos, las montañas y los volcanes, eran mucho más importantes y más
antiguos que ellos, que sus culturas y civilizaciones. Pero no un poco más antiguos, mucho, pero
mucho más antiguos; tanto, que resultaba difícil de creer.
Pero, ¿cuán antiguo? ¿Cuánto se extendía esa especie de eternidad hacia atrás? Ya en 1778,
Buffon, partiendo de la idea de que la Tierra era un fragmento desprendido del Sol que se había
enfriado lentamente, estimó esa eternidad en 74 mil años; la cifra causó escalofríos, y nadie la creyó,
aunque en realidad no era nada, nada de nada; cuando Lyell publicó en 1930 su Geología de 1830,
que más tarde inspiraría a Darwin la teoría de la evolución, se hablaba ya de millones de años; a
mediados del siglo XIX, Lord Kelvin calculó la edad de la Tierra en cien millones de años, nada
menos: casi mil quinientas veces más que la cifra alocada de Buffon. Pero a fines del siglo, el número
había trepado a mil quinientos millones de años, y más tarde, cuando se pudieron datar las rocas con
elementos radiactivos, Arthur Holmes arrojó, para el pasado de la Tierra, la cifra de cuatro mil
quinientos millones de años, que es la que aceptamos actualmente.
Cuatro mil quinientos millones de años: es muchísimo. Si la comprimiéramos en un año, la vida humana
media duraría apenas ocho décimas de segundo. Tropezar con una roca es tropezar con el tiempo;
cuando se nos cure la lastimadura, la roca todavía estará ahí, y cuando nazcan los taranietos de los
nietos de quienes están leyendo esto, la roca seguirá estando allí, casi sin cambios. Quizá por eso los
geólogos, dicen, son gente melancólica y escéptica, y no usan reloj.
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