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Universidade de Santiago de Compostela
Facultade Ciencias da Educación
Departamento de Teoría da Educación, Historia da Educación e Pedagoxía Social
TESIS DOCTORAL
HACEN CONSTAR:
Que el trabajo realizado reúne los requisitos científicos, metodológicos y formales que son
precisos para su Lectura y Defensa pública ante el Tribunal que debe juzgarla, por lo que
consideramos procedente autorizar su presentación.
Prof. Dr. José Antonio Caride Gómez Profa. Dra. Carme Panchón i Iglesias
En memoria de Quico.
La Tesis Doctoral no es sólo el resultado del tiempo dedicado a la investigación en sí misma,
sino la suma de todos los momentos –incluso previos a la misma idea de iniciar este camino–
y de las aportaciones de muchas personas y entidades de diversos ámbitos –familiar, social,
laboral, académico–, que me han acompañado durante todo el proceso.
Desde la propia elección del tema, nada fue casual: alguien me brindó la oportunidad
de acercarme al mundo del acogimiento residencial; alguien me abrió por primera vez la
puerta de un centro; alguien costeó mi dedicación plena; alguien me motivó en momentos
de desánimo; alguien me quiso y me apoyó; alguien me hizo reflexionar, cuestionarme los
cimientos y replantear la forma de acercarme y de estudiar; alguien me permitió aprender
y compartió el proceso conmigo; alguien me mostró otras realidades posibles; alguien
me hizo reir y soñar también. Todos estos “alguien” son importantes, tienen nombre y
apellidos. A ellas y a ellos, quiero mostrar mi agradecimiento organizado en cinco actos:
No te salves
Mario Benedetti
Índice
Introducción 25
Bibliografía 635
Anexos en CD
1. Evolución del cuestionario.
2. Cuestionario definitivo: recursos residenciales de protección a la infancia en Galicia.
3. Solicitud de autorización a la Xunta de Galicia para realizar el trabajo de campo.
4. Autorización de la Xunta de Galicia para la realización del trabajo de campo.
5. Registro de observación sistemática del espacio físico de los centros.
6. Registro fotográfico de la visita a los centros
7. Carta informativa dirigida a las educadoras del grupo de discusión de A Coruña.
8. Guía de observación externa de los grupos de discusión
9. Transcripción de los grupos de discusión
Índice de cuadros
Cuadro 1: Doble aproximación al objeto de estudio 38
Cuadro 2: Trabajo de campo cuantitativo (año 2005) 42
Cuadro 3: Fases del proceso de investigación cualitativa (año 2006-2007) 49
Cuadro 4: Perfil de las educadoras de los grupos de discusión 60
Cuadro 5: Temporalización de las acciones de selección y captación (2006) 63
Cuadro 6: Temporalización de los grupos de discusión (2006) 66
Cuadro 7: Sistema de codificación 82
Cuadro 8: Articulación de los resultados en relación a los capítulos de la Tesis Doctoral 82
Cuadro 9: Relación entre los Objetivos de desarrollo del milenio (2000) y
las metas de Un mundo apropiado para los/as niños/as (2002) 104
Cuadro 10: Indicadores económicos y sociales relativos al bienestar de la infancia. 106
Cuadro 11: Matriz de necesidades y satisfactores 115
Cuadro 12: Necesidades universales e intermedias 118
Cuadro 13: Necesidades de salud física y autonomía 120
Cuadro 14: Comparación entre las teorías de necesidades y la Convención sobre los Derechos del Niño 121
Cuadro 15: Ámbitos y perfiles profesionales asociados al título de Educación Social 138
Cuadro 16: Funciones y competencias de las educadoras sociales según ASEDES 151
Cuadro 17: Relación de materias vinculadas al ámbito de la infancia y adolescencia 155
Cuadro 18: Oferta de postgrados en Educación Social y Pedagogía 156
Cuadro 19: Estructura del Título de Grado en Educación Social 157
Cuadro 20: Principios rectores de las políticas públicas de protección 174
Cuadro 21: Número de familias acogedoras y niños/as acogidos por año 217
Cuadro 22: Número de niños/as acogidos según tipología de acogimiento desde 1998 218
Cuadro 23: Distribución competencial de los programas de atención a la infancia (2005-2009) 226
Cuadro 24: Distribución e composición de los equipos técnicos del menor 228
Cuadro 25: Número de intervenciones en relación a la dimensión de protección (S) 254
Cuadro 26: Instituciones residenciales siglos XIII-XVIII 274
Cuadro 27: Contenidos desarrollados en las leyes autonómicas vigentes sobre acogimiento residencial 304
Cuadro 28: El ser y el deber ser del acogimiento residencial según las educadoras 315
Cuadro 29: Condiciones para el desarrollo de la medida de
acogimiento residencial en la normativa autonómica 321
Cuadro 30: Deberes y derechos de la infancia acogida recogidos en las disposiciones legales 327
Cuadro 31: Euros/día por plaza en función de la tipología de centros 339
Cuadro 32: Número de centros y entidades en función de la dependencia y confesionalidad 344
Cuadro 33: Capacidad y ocupación de plazas de internado 354
Cuadro 34: Capacidad y ocupación de plazas de atención de día 355
Cuadro 35: Capacidad y ocupación de plazas totales 355
Cuadro 36: Capacidad y ocupación de las 7 ciudades principales de Galicia 356
Cuadro 37: Centros y plazas disponibles de atención especial 362
Cuadro 38: Emplazamiento de los centros por provincias 364
Cuadro 40: Emplazamiento en función de la titularidad 366
Cuadro 41: Emplazamiento en función de la confesionalidad 367
Cuadro 42: Emplazamiento en función de la tipología 368
Cuadro 43: Antigüedad de los centros 371
Cuadro 44: Superficie de los centros en función de su tipología 374
Cuadro 45: Suma de dormitorios en función de la tipología de centro 376
Cuadro 46: Evolución del número de plazas en los centros propios 382
Cuadro 47: Evolución del número de plazas en los centros colaboradores 383
Cuadro 48: Evolución de la infancia atendida en centros propios 384
Cuadro 49: Evolución de la infancia atendida en centros colaboradores 384
Cuadro 50: Evolución de la infancia atendida en instituciones sin convenio 385
Cuadro 51: Situación de la infancia deprotegida en Galicia con fecha 29/09/2006 387
Cuadro 52: Número de niños y niñas acogidas por provincia 435
Cuadro 53: Porcentaje de niños y niñas acogidos según la titularidad 440
Cuadro 54: Porcentaje de niños y niñas acogidas según la tipología 441
Cuadro 55: Distribución de la población acogida en función de intervalos de edad 441
Cuadro 56: Porcentaje de niños y niñas en función de los años de estancia 444
Cuadro 57: Número de niños y niñas según su procedencia I 445
Cuadro 58: Número de niños y niñas según su procedencia II 445
Cuadro 59: Distribución de niños y niñas inmigrantes acogidos por provincias 447
Cuadro 60: Número de niños y niñas con deficiencias 451
Cuadro 61: Personal en función de la titularidad de los centros 468
Cuadro 62: Personal en función de la tipología de centro 470
Cuadro 63: Personal en función de la confesionalidad 471
Cuadro 64: Distribución de las plantillas de los centros 473
Cuadro 65: Media de profesionales por equipo y por centro 475
Cuadro 66: Distribución de las profesionales según la titularidad de los centros 476
Cuadro 67: Distribución de las profesionales en función de la confesionalidad 478
Cuadro 68: Distribución de las profesionales en función de la tipología de centro 479
Cuadro 69: Años de experiencia del equipo directivo 482
Cuadro 70: Titulación del equipo directivo 483
Cuadro 71: Conformación de los equipos educativos 484
Cuadro 72: Conformación de los equipos educativos según la titularidad de los centros 485
Cuadro 73: Conformación de los equipos educativos según la confesionalidad 486
Cuadro 74: Conformación de los equipos educativos según la tipología del centro 486
Cuadro 75: Equipo educativo en función del sexo y confesionalidad 488
Cuadro 76: Equipo educativo en función del sexo y tipología 488
Cuadro 77: Distribución del equipo educativo en función de la edad 489
Cuadro 78: Distribución del equipo educativo en función de la edad y titularidad 490
Cuadro 79: Distribución del equipo educativo en función de la edad y confesionalidad 492
Cuadro 80: Distribución del equipo educativo en función de la edad y tipología 493
Cuadro 81: Años de experiencia del equipo educativo 494
Cuadro 82: Años de experiencia del equipo educativo en función de la titularidad 495
Cuadro 83: Años de experiencia del equipo educativo en función de la confesionalidad 496
Cuadro 84: Años de experiencia del equipo educativo en función de la tipología 497
Cuadro 85: Titulación del equipo educativo en función del sexo 501
Cuadro 86: Titulaciones no englobadas en Ciencias de la Educación del equipo educativo 502
Cuadro 87: Titulación del equipo educativo según la confesionalidad 503
Cuadro 88: Titulación del equipo educativo en función de la titularidad 503
Cuadro 89: Formación continua integrada en el cómputo general laboral 506
Cuadro 90: Tipo de supervisión 508
Cuadro 91: Figuras profesionales que ejercen la supervisión 509
Cuadro 92: Ratios de personal por niño/a acogido 527
Cuadro 93: Centros que no cuentan órganos de gobierno y tipología de los mismos 554
Índice de gráficas
Gráfica 1: Porcentaje de centros contactados para conformar los grupos de discusión 59
Gráfica 2: Número de intervenciones de las personas participantes en
el grupo de discusión de A Coruña 69
Gráfica 3: Número de intervenciones de las personas participantes en el grupo de discusión de Lugo 70
Gráfica 4: Número de intervenciones de las personas participantes en el grupo de discusión de Vigo 71
Gráfica 5: Número de intervenciones de las personas participantes en el grupo de
discusión de Santiago 71
Gráfica 6: Media de las intervenciones en los cuatro grupos de discusión 72
Gráfica 7: Número de citas asignadas a los códigos de la dimensión de protección 79
Gráfica 8: Número de citas asignadas a los códigos de la dimensión educativa 80
Gráfica 9: Número de citas asignadas a los códigos de la dimensión profesional 80
Gráfica 10: Captura de pantalla del Atlas.ti 81
Gráfica 11: Ámbitos de trabajo en el momento de la colegiación en el CEESG 137
Gráfica 12: Estructura orgánica de la Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar 224
Gráfica 13: Distribución competencial ante situaciones de desprotección 232
Gráfica 14: Mapa de recursos residenciales de protección a la infancia y adolescencia (2005) 333
Gráfica 15: Distribución de los centros por provincias 334
Gráfica 16: Número de centros propios y concertados 336
Gráfica 17: Número de centros en función del carácter público versus privado 336
Gráfica 18: Número de centros en función de su dependencia administrativa 337
Gráfica 19: Dependencia administrativa de los centros por provincias 338
Gráfica 20: Evolución del precio de las plazas generales y especiales (2004-2007) 340
Gráfica 21: Número de centros en función de la confesionalidad 342
Gráfica 22: Confesionalidad de los centros por provincias 343
Gráfica 23: Confesionalidad de los centros y dependencia administrativa 343
Gráfica 24: Número de centros según su tipología 346
Gráfica 25: Distribución de los centros según su tipología por provincias 347
Gráfica 26: Distribución de los centros según su tipología y dependencia administrativa 348
Gráfica 27: Distribución de los centros según su tipología y confesionalidad 349
Gráfica 28: Porcentaje de centros en función de las edades de atención 351
Gráfica 29: Porcentaje de centros según la propuesta de clasificación de edades de atención 351
Gráfica 30: Capacidad y ocupación de plazas de internado y atención de día 352
Gráfica 31: Capacidad y ocupación de las plazas por provincias 353
Gráfica 32: Tasa de ocupación de las plazas por provincias 354
Gráfica 33: Dependencia y capacidad del centro 357
Gráfica 34: Dependencia, disponibilidad y ocupación 357
Gráfica 35: Tasa de ocupación en función de la titularidad 358
Gráfica 36: Centros y disponibilidad de plazas en función de la tipología 359
Gráfica 37: Capacidad, ocupación y tipología 359
Gráfica 38: Tasa de ocupación en función de la tipología 360
Gráfica 39: Tasa de ocupación en función de la confesionalidad 361
Gráfica 40: Plazas especiales por provincias 362
Gráfica 41: Distribución de los centros según su emplazamiento 365
Gráfica 42: Distribución de los centros por provincia según su emplazamiento 366
Gráfica 43: Disponibilidad de recursos 369
Gráfica 44: Utilización de recursos 370
Gráfica 45: Centros con más de 20 años en función de la titularidad 371
Gráfica 46: Antigüedad de los centros iniciativa social 372
Gráfica 47: Tipología de los centros con más de 20 años 373
Gráfica 48: Distribución de los centros en función del tipo de habitaciones 377
Gráfica 49: Centros propios por provincias 381
Gráfica 50: Evolución del número de centros colaboradores 381
Gráfica 51: Evolución del número de plazas en centros propios y colaboradores 383
Gráfica 52: Evolución del número de niñas/os atendidos desde el año 2003 385
Gráfica 53: Evolución de las altas en acogimiento familiar y residencial, en España y Galicia 386
Gráfica 54: Tasa de niños y niñas acogidas en las 7 ciudades principales de Galicia 436
Gráfica 55: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de A Coruña 436
Gráfica 56: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Lugo 437
Gráfica 57: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Ourense 437
Gráfica 58: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Pontevedra 438
Gráfica 59: Número de niños y niñas acogidas en centros en función de su titularidad 438
Gráfica 60: Número de niños y niñas acogidas en centros en función de la confesionalidad 439
Gráfica 61: Número de niños y niñas acogidas en centros en función de su tipología 439
Gráfica 62: Distribución de la población acogida en función del sexo (%) 440
Gráfica 63: Sexo de la población acogida por provincias 440
Gráfica 64: Número de niños y de niñas según su edad 442
Gráfica 65: Número de niños y niñas en función de los años de estancia 443
Gráfica 66: Media de años de estancia según tipología 444
Gráfica 67: Número de niños y niñas en función de la resolución administrativa 446
Gráfica 68: Número de niños y niñas en otras situaciones administrativas 447
Gráfica 69: Número de niños y niñas inmigrantes acompañados y no acompañados por provincia 448
Gráfica 70: Tasa de niños y niñas de América Latina en acogimiento residencial 449
Gráfica 71: Tasa de niños y niñas de África en acogimiento residencial 450
Gráfica 72: Número total de profesionales y de infancia acogida 468
Gráfica 73: Número total de profesionales y de infancia acogida en función de la titularidad 469
Gráfica 74: Número total de profesionales y de niños/as acogidos en función de la tipología 470
Gráfica 75: Diferencia entre personal y niños/as acogidos 471
Gráfica 76: Clasificación del personal por equipos 475
Gráfica 77: Ratio de profesionales para cada equipo 476
Gráfica 78: Media del personal de atención directa en función de la titularidad 477
Gráfica 79: Ratio de profesionales por niño acogido en función de la titularidad de los centros 477
Gráfica 80: Relación entre personal religioso y laico en los centros confesionales 479
Gráfica 81: Ratio de personal en función de las tipologías y equipos 480
Gráfica 82: Distribución del equipo directivo de los centros en función del sexo 481
Gráfica 83: Distribución del equipo directivo según la edad 482
Gráfica 84: Distribución del equipo educativo en función del sexo 487
Gráfica 85: Equipo educativo en función del sexo y dependencia administrativa 487
Gráfica 86: Porcentaje de hombres en el equipo educativo según la tipología de centros 489
Gráfica 87: Distribución del equipo educativo en función del sexo y edad 490
Gráfica 88: Distribución del equipo educativo en función de la edad y titularidad 491
Gráfica 89: Distribución del equipo educativo en función de la edad y confesionalidad 491
Gráfica 90: Distribución del equipo educativo en función de la edad y tipología 493
Gráfica 91: Distribución del equipo educativo en función del sexo y años de experiencia 494
Gráfica 92: Años de experiencia del equipo educativo en función de la titularidad 495
Gráfica 93: Años de experiencia del equipo educativo en función de la confesionalidad 496
Gráfica 94: Años de experiencia del equipo educativo en función de la tipología 497
Gráfica 95: Ratios educadoras/infancia en función de la tipología 499
Gráfica 96: Ratios educadoras/infancia en función de la titularidad 499
Gráfica 97: Titulación del personal de los equipos educativos 501
Gráfica 98: Atención a la formación continua en los centros de protección 505
Gráfica 99: Supervisión del equipo educativo 507
Gráfica 100: Supervisión del equipo educativo en función de la titularidad 507
Gráfica 101: Figuras profesionales que ejercen la supervisión 509
Gráfica 102: Órganos de gobierno y representación 554
Gráfica 103: Temporalidad de las reuniones del equipo educativo 555
Gráfica 104: Años de los Proyectos Educativos de Centro 570
Gráfica 105: Años de los Reglamentos de Régimen Interior 571
Gráfica 106: Porcentaje de de protocolos utilizados en los centros en función de su topología 572
Gráfica 107: Instrumentos de evaluación utilizados en los centros 580
Introducción
Presentación
Desde el curso académico 1999/2000 –en que tuvo lugar mi primer contacto con el
sistema de protección a la infancia, realizando un trabajo académico para la materia
Pedagoxía no Traballo Social–, hasta hoy en día, la infancia y la adolescencia en situación
de vulnerabilidad, sus derechos, su bienestar, la atención socioeducativa a sus necesidades,
etc., se han convertido en objeto de interés personal e investigador, y, recientemente, en
ámbito de ocupación profesional –concretamente desde marzo del 2008–. En estos nueve
años he participado activamente en acciones de diversa índole y desde distintas entidades,
relacionadas con la protección a la infancia, y, más específicamente, con el acogimiento
residencial. De todas las iniciativas emprendidas, quiero destacar las acometidas desde el
Colexio de Educadoras y Educadores Sociais de Galicia, entidad que me dio la oportunidad
de no perder el contacto con la realidad de los centros, de la práctica educativa desarrollada
en ellos, de las profesionales, de sus necesidades y demandas.
Desde aquel año, en que cursaba tercero de Pedagogía, mi relación con el acogimiento
residencial, con las niñas y los niños acogidos, con las profesionales, con la Administración...
ha adquirido muchas formas: primero como alumna en prácticas (1999/2001); después
como educadora becaria de la Xunta de Galicia en un centro de protección (2001/2002); 27
más tarde como estudiante de Tercer Ciclo en período de investigación, que concluyó con
la presentación del trabajo de investigación tutelado para obtener el Diploma de Estudios
Avanzados (2003); en el año 2004, gracias a una beca para realizar una estancia en la
Universitat de Barcelona durante un período de tres meses, tuve la oportunidad participar
en la investigación “El estado de los recursos residenciales para la infancia y adolescencia
en Catalunya. Mapa de recursos residenciales en Catalunya” del Grup de Recerca sobre
Infància i Família (GRIF), dirigido por la Dra. Carme Panchón, que me llevó a visitar la
mayor parte de los Centres Residencials d’Acció Educativa (CRAE) de la provincia en la fase
de recogida de los cuestionarios1; finalmente, coincidiendo con el cambio de gobierno
en la Comunidad Autónoma de Galicia (2005-2009), como investigadora en etapa de
formación, desarrollando la presente Tesis Doctoral.
Durante todo este tiempo, he participado activamente: en el diseño de acciones formativas
y espacios de encuentro para profesionales del ámbito; en la edición y coordinación
de monográficos; en el diseño de propuestas para elevar a las responsables políticas
competentes; en iniciativas emprendidas por equipos educativos de centros de protección;
1 Esta investigación formaba parte de un Programa Europeo: “Network Children at Risk: Transnational co-operation and exchange
project to combat social exclusion”, finalizado en el año 2007, aunque inicialmente se habían establecido tres momentos: 2003-
2005 para las investigaciones autóctonas; 2005-2007 para la selección de indicadores para trabajar conjuntamente a nivel
europeo; y 2007-2010 para la creación de una red europea de investigación social.
La investigación, en la que participé, tenía como objetivos: recopilar información; elaborar el mapa de recursos; conocer las
características de las profesionales; y conocer las características de la población, respecto de los recursos residenciales para la
infancia y adolescencia en Catalunya. Se diferenciaron dos fases: 2003-2005 (centrada en la ciudad y provincia de Barcelona) y
2005-2007 (resto de Catalunya).
en la formación de alumnado universitario; en mi propia formación, asistiendo a cursos y
congresos especializados; en actividades de producción científica, publicando artículos en
revistas, etc. Todas estas acciones orientadas por el mismo compromiso con la infancia
y la adolescencia, con su bienestar y calidad de vida, y con la profesión; por la apuesta
consciente por un sistema mejor, más justo y respetuoso con los derechos de la infancia.
Pero no siempre tuve claro el objeto de estudio ni la estrategia de investigación. A lo
largo de los primeros años, los centros de interés y preocupación fueron cambiando,
surgían nuevas ideas, nuevas preguntas y reflexiones. Los temas se fueron diversificando
y ampliando, complejizando la ya de por sí la difícil tarea de decidir, definir y acotar el
objeto de estudio. Sólo tenía seguro el ámbito –la medida de acogimiento residencial–, el
marco desde el que el que investigar –Pedagogía-Educación Social–, y el posicionamiento
sociocrítico.
Pero esta curiosidad, dice Freire (2003), nos empuja, nos motiva, nos lleva a desvelar la
realidad a través de la acción. Así, finalmente, nos decantamos por describir la realidad de
los centros y tratar de comprender las prácticas educativas desarrolladas en ellos, desde la
perspectiva de las profesionales, para poder mejorarlas. Y todo esto bajo el título Infancias
y Educación social: prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
en Galicia. Por lo tanto, el contexto geográfico en el que está situada la investigación
se circunscribe a la Comunidad Autónoma de Galicia, aunque se contemplarán también
estudios sobre acogimiento residencial y normativa legal específica de otras regiones.
Iniciamos de este modo, un proceso de búsqueda e indagación que, en opinión de Freire
(2003), siempre está guiado por la esperanza, sin la que la lucha es inviable. Aun así, durante
el proceso de investigación, hubo momentos que podemos calificar de desesperanza, de
parálisis, de inmovilidad, desencadenados por diferentes circunstancias, entre las que
resaltamos el inicio de mi andadura laboral en el año 2007, suponiendo un punto de
inflexión, una crisis, pero, al mismo tiempo, una motivación para seguir avanzando.
En relación a otro hito de la práctica educativa señalado por Freire (2003), la inconclusión,
queremos finalizar esta presentación de la Tesis Doctoral con la afirmación y el
convencimiento de que la aportación que hago en estos momentos a la Educación Social,
a la atención de la infancia y adolescencia, constituye tan solo un punto de partida.
Justificación
Tomamos prestadas las palabras de Fernández (2009, p.2), para resaltar la importancia
de desarrollar investigaciones en el ámbito de la protección a la infancia y visibilizar las
realidades que viven muchas niñas y niños de diferentes contextos. Porque en España, la
protección “no es considerada hoy día un problema social, es decir, con el componente de
Introducción
Como toda realidad compleja, cargada de incertidumbres y riesgos, definimos una apuesta
y adoptamos una estrategia para alcanzarla. La apuesta se concretó en dos objetivos
generales que guiaron la investigación: por un lado, describir los contextos en los que tienen
lugar las prácticas, y, por otro, comprender el sentido y significado que las profesionales les
atribuyen, la forma en que las conciben y desarrollan en su quehacer cotidiano.
En cuanto a los objetivos específicos, desde un enfoque descriptivo, y a través de la encuesta
como principal estrategia metodológica, se establecieron los siguientes propósitos:
1. Elaborar un mapa de recursos residenciales para la protección a la infancia
atendiendo a la ubicación, dependencia administrativa, confesionalidad, tipología
de los centros e infraestructuras.
2. Recopilar información respecto de la capacidad y ocupación de los centros, así
como de su evolución.
3. Conocer las características de los sujetos de la práctica educativa en contextos
residenciales: la población acogida y las profesionales.
4. Determinar el uso de algunos elementos de la práctica socioeducativa en cuanto
a la planificación y sistematización de la acción, al trabajo en equipo, formación
y supervisión.
Introducción
Estructura de la Tesis
31
1. Integración y complementariedad
estratégicos en los que se define la política y acciones del sistema gallego de atención a
la familia, a la infancia y a la adolescencia; instrumentos técnicos en los que se regula las
actuaciones públicas (circulares internas, protocolos...); así como estudios y publicaciones
especializadas en el ámbito que nos ocupa, ya que consideramos la bibliografía como un
tipo de documento específico. Finalmente, incorporamos también la observación como
método de investigación tanto en la aproximación descriptiva como en la comprensiva. En
este sentido, planteamos una observación sistemática del contexto en el que se desarrolla
la medida de acogimiento residencial –como se fundamentará más adelante, se procedió a
una recogida directa de los cuestionarios, lo que implicó la visita a los recursos residenciales
que conformaban la muestra–; y una observación externa del desarrollo de los grupos de
discusión.
1 No se explicita la fuente en los cuadros de elaboración propia derivados de los cuestionarios y los grupos de discusión.
Fundamentación y desarrollo metodológico
la información que se precisa recoger para elaborar el mapa de recursos. Para ello, en
primer lugar, revisamos otros estudios e informes desarrollados en distintas Comunidades
Autónomas en relación con la medida y recursos de acogimiento residencial. En concreto,
los documentos consultados fueron los siguientes:
1. Andalucía: Informe especial del Defensor del Pueblo Andaluz al Parlamento,
sobre el sistema de protección de menores y el acogimiento residencial (1999).
2. País Vasco: Informe extraordinario del Ararteko al Parlamento Vasco sobre la
atención a la infancia y a la adolescencia en situación de desprotección (1997).
3. Cataluña: Informe extraordinario del Síndic de Greuges al Parlamento de
Cataluña sobre los centros residenciales de acción educativa para la infancia y
adolescencia (2003).
A partir de aquí elaboramos una primera versión de la estructura y preguntas del cuestionario
e iniciamos el proceso de validación por parte de un grupo de expertos formado por una
profesora y un profesor del departamento Métodos de Investigación e Diagnóstico en
Educación de la Universidade de Santiago de Compostela.
Las consideraciones realizadas por las personas expertas se referían principalmente a
cuestiones de forma y presentación de la información. En este sentido, se introdujeron
modificaciones relativas a la redacción de las preguntas, simplificando y reduciendo el
texto; y al orden y presentación de los ítems, mejorando el formato y la apariencia estética.
Asimismo, se suprimieron algunas preguntas innecesarias y/o redundantes, como es el
caso de los datos de identificación de la institución y persona informante, puesto que se
podía disponer de dicha información por otras fuentes; además se trata de cuestionarios
nominales y recogidos personalmente. Se decidió suprimir el espacio para observaciones
después de cada apartado, dejando uno más amplio al final del cuestionario para cualquier
consideración que se quisiera añadir. Finalmente, se duplicaron los ítems relativos a la
población atendida y al personal educativo, para recoger datos diferenciados en relación
con la variable género2.
El cuestionario definitivo presenta forma de cuadernillo de cuatro páginas a dos caras.
Consta de una estructura clara dividida en cinco grandes apartados que comprenden 21
preguntas numeradas, entre las que se distribuyen 41 ítems (34 cerrados y 7 abiertos de
ampliación, especificación de información o anotación de observaciones).
En la primera página figura la información introductoria y de presentación –título, contexto
institucional en el que se inscribe el cuestionario, marco general del estudio y los objetivos
por los que se solicita la información–, un texto de agradecimiento por participar en el
estudio, datos de contacto para cualquier aclaración o cuestión que se quiera plantear y
la fecha de respuesta al cuestionario. Este último dato es muy significativo puesto que la
2 En el anexo 1 presentamos tres modelos del cuestionario que permiten ver la evolución del mismo.
Fundamentación y desarrollo metodológico
estudio, explicando los objetivos del mismo y el proceso que conllevaba. A este respecto
se tomaron dos decisiones: envío postal del cuestionario y recogida personal, con lo que se
pretendía conjugar las ventajas de ambos tipos de encuesta (Bisquerra, 2004):
1. Encuesta a través de correo postal: permite al entrevistado responder con calma
a determinadas cuestiones.
2. Encuesta personal: facilita la cooperación de los sujetos y permite establecer con
ellos una relación de confianza; suele proporcionar elevadas tasas de respuesta
y mayor cantidad y calidad de la información.
Las acciones llevadas a cabo en la fase de acceso y recogida de datos, así como la
temporalización de las mismas, quedan reflejadas en el siguiente cuadro (nº 2):
Acciones Temporalización
El proceso de envío y recogida de los cuestionarios duró tres meses en total –desde
finales de marzo de 2005 hasta finales de junio de 2005– en que se recibieron los últimos
cuestionarios por correo postal, de aquellos centros que solicitaron más tiempo para
su cumplimentación. Se visitó prácticamente la totalidad de los centros de protección
(recorriendo un total de 1700 Km.), tanto públicos como concertados, a excepción de
7 casas de familia que pertenecían a tres entidades gestionadas por el mismo equipo
directivo de otros centros que sí fueron visitados.
La recogida directa de los cuestionarios, además de las ventajas señaladas anteriormente,
nos ofreció la oportunidad de hacer una primera aproximación a los centros, siguiendo una
guía de observación sistemática (anexo 5): de conocer en primera persona la realidad física
en la que se desarrolla la medida de acogimiento residencial; de observar características
como la proximidad local, la accesibilidad, la imagen del centro y la distribución de
espacios; y de apreciar la calidez y el bienestar físico del centro, intentando captar esa
Fundamentación y desarrollo metodológico
primera impresión, ponernos en la piel de alguien que llega por primera vez al centro: el
clima que se respira, los sentimientos que provocan los espacios, etc. Además, en la mayor
parte de las visitas, se nos permitió hacer un registro fotográfico3 de los centros, de las
infraestructuras, de los espacios, de los recursos…
En cuanto al índice de respuesta, de los 72 centros que conformaban en ese momento el
universo de la realidad estudiada, respondieron al cuestionario un total de 68, lo que supone
un 94,44%. Aunque es un índice elevado, para elaborar el mapa de recursos consideramos
imprescindible disponer de los datos, sino de todas, de la mayoría de variables, para cada
uno de los centros. Por ello, se decidió solicitar información a la Xunta de Galicia de los
cuatro recursos restantes. En este sentido, los datos referidos a la población atendida para
cuatro estos equipamientos, se refieren al 28 de diciembre de 2005.
En general, valoramos de forma muy positiva la colaboración prestada por el equipo
directivo, y educativo en algún caso, de los centros de protección y por el personal técnico
del área de infancia de la Xunta de Galicia.
3 En el anexo 6 presentamos el álbum fotográfico de nuestra visita a la red de centros de protección de Galicia.
Capítulo 1
posteriori, encontrándose errores relacionados con las sumas del número de niños y niñas
en las distintas variables. Para solventar este hecho se solicitaron de nuevo los datos a
los 14 centros afectados, por lo que disponemos para estos centros de dos fechas de
respuesta del cuestionario, una referida a la población atendida (mes de noviembre) y otra
fecha para el resto de las variables. Es necesario tener este hecho en consideración, ya que
afecta al análisis general de las características de la población atendida, cuyos datos se
refieren a los meses de abril, mayo, junio y noviembre.
En cuanto a la codificación y análisis de los datos, se ha utilizado el programa informático
de análisis estadístico SPSS versión 12.0. La codificación fue previa a la aplicación del
cuestionario, con la intención de prevenir y resolver las dificultades en la definición de las
etiquetas de valor de cada ítem. Nos centramos en un análisis descriptivo de distribución
de frecuencias, media aritmética y suma de todos los valores.
Además de la finalidad descriptiva, el cuestionario también pretende la comparación entre
los diferentes tipos de recursos residenciales de la red de centros de Galicia en función
de las siguientes variables: titularidad, tipología y confesionalidad. Asimismo, se hizo una
comparativa entre las cuatro provincias gallegas.
Fundamentación y desarrollo metodológico
Temporalización
Fases Tareas
2006-2007
- Análisis de la 2ª reunión
- Análisis conjunto de las dos sesiones de los GD
Agosto 06
(triangulación)
- Devolución del 2º análisis
Marzo 07-
- Interpretación y análisis final
Octubre 07
Capítulo 1
que puedan considerarse equivalentes sus inferencias relativas a los fenómenos” (Goezt
y LeCompte, 1988, p.221). Se pretende coincidir en la descripción y composición de las
clasificaciones que permita iniciar la categorización. Entre las estrategias para aumentar la
fiabilidad interna seguimos las siguientes:
- Disponer de descriptores de bajo nivel inferencial, tal es el caso de las
transcripciones de las conversaciones.
- Varias personas investigadoras, en este caso, la presencia de observadoras externas
para comprobar, corroborar y confirmar las descripciones de los acontecimientos
e interacciones, la interpretación de los significados de las personas participantes
y la explicitación de estructuras y procesos generales.
- Revisión por parte de otras investigadoras, como se verá más adelante.
- Datos registrados automáticamente, mediante grabadora de audio.
Hablar de validez implica “demostrar que las proposiciones generadas, perfeccionadas o
comprobadas se ajustan a las condiciones causales que rigen en la vida humana” (Goezt
y LeCompte, 1988, p.224). Atendemos a una validez subjetiva o reflexiva que vendrá
garantizada por los siguientes aspectos:
- Presencia de observadoras externas en el desarrollo de los grupos de discusión.
- Descripción del universo de la población y de la muestra.
- Comprobación por parte de las educadoras participantes en los grupos de
discusión, del análisis e interpretación realizada por la investigadora (definida
como una fase del diseño multinivel).
- Triangulación de los datos (o triangulación intramétodo), ya que los datos se
generan en distintos espacios y tiempos, por diferentes personas, y triangulación
teórica, contrastando la información con diversas fuentes documentales.
Finalmente, para garantizar calidad da la investigación también se contempla la realización
de una prueba piloto atendiendo a distintas cuestiones (Krueger, 1991):
- Revisión del guión de temas –pertinencia y secuenciación en las distintas fases–
por parte de personas expertas en la temática y en la técnica.
- Realización del primer grupo de discusión a partir del que se reflexionará sobre
las preguntas. De no haber modificaciones, este grupo se incluirá en el análisis.
- Valoración de los comentarios posteriores a la primera sesión, solicitando
sugerencias para reuniones posteriores.
En cuanto al contenido de las discusiones, una vez elaborada la propuesta de guión temático
–en función de los objetivos de la investigación– se procedió a su validación, para lo que se
Fundamentación y desarrollo metodológico
4 Han participado en el grupo de personas expertas: Ferràn Casas i Aznar, director del Institut de Recerca sobre Qualidad
de Vida de la Universidad de Gerona; Araceli Lázaro Aparicio, Jefa de sección de Centros y Programas de la Direcció General
de Atenció a l’Infància y Adolescencia de la Generalitat de Catalunya; Sandra Costa i Cámara, profesora de la Universitat de
Barcelona; Ana Iglesias Galdo, profesora de la Universidade da Coruña, doctora en Psicopedagogía con la tesis “A xustiza de
menores en Galicia. Historia do seu presente”.
Asimismo, el diseño de los grupos de discusión también fue validado por Pablo Meira Cartea, profesor de la Universidade de
Santiago de Compostela, adscrito al área de Pedagogía Social, en el que se vincula la Tesis Doctoral, y experto en metodologías
cualitativas, concretamente, en la técnica escogida.
Capítulo 1
guión inicial, pero igualmente importantes y significativos, sobre todo, para las educadoras
participantes.
Finalmente, en el diseño de los grupos de discusión es necesario atender a la concreción
de los siguientes aspectos:
- El universo poblacional. Se trata de un universo reducido, educadoras de los
centros de protección a la infancia y adolescencia de la Comunidad Autónoma
de Galicia; un total de 266, según datos del cuestionario previamente aplicado.
- La heterogeneidad entre grupos. Se decide en función del número de criterios
que establecen diferencias con respecto al objeto de investigación (Callejo,
2001). Teniendo en cuenta el universo poblacional, encontramos los siguientes
criterios de diferenciación:
• La titulación/formación inicial de las educadoras.
• El sexo.
• Los años de experiencia.
• La edad.
• La tipología de centro en función de su dependencia administrativa,
titularidad, confesionalidad, tamaño y población a la que acoge.
- Los atributos que definen a las participantes en cada grupo (criterios de
homogeneidad y heterogeneidad intragrupo). Partimos de una homogeneidad
fuerte respecto al objeto de estudio (todas son educadoras de centros de
protección) y una homogeneidad relativa con respecto a la situación de reunión
de grupo (incluyendo todos los criterios de diferenciación antes señalados). Nos
apoyamos en tres motivos principales:
• Para visualizar y respetar, hasta donde sea factible, la realidad, sin generar
situaciones artificiales, puesto que en un mismo centro de protección
se encuentran las distintas variables señaladas: personas con distintas
titulaciones, género, edad y años de experiencia.
• Para facilitar el debate entre posiciones divergentes sin entorpecer el
proceso de diálogo y generación de consensos.
• Para promover una identidad grupal que supere los límites de la
realidad micro de cada centro, como trabajadoras de un ámbito común
independientemente de la tipología de los recursos residenciales.
- La dispersión geográfica de los grupos. Atendemos a esta variable no como
criterio de diferenciación entre los grupos, sino como un factor que posibilita el
encuentro de las personas participantes en un espacio y en un tiempo fácilmente
Fundamentación y desarrollo metodológico
Por otro lado, la promoción de la reflexión es una característica intrínseca a los grupos
de discusión, puesto que se generan espacios de debate compartido entre todas las
personas participantes, incluida la propia investigadora, permitiendo descubrir y cuestionar
los conocimientos, actitudes y sentimientos de los que partimos en relación a los temas
abordados. Incluso porque, en palabras de Jolonch (2002, p.69), “escuchar al otro, solicitar
la experiencia de los educadores que he conocido y el sentido (referencia) que dan a sus
actuaciones, pasa por escuchar y solicitar lo que crea sentido en mí (autorreferencia)”.
Asimismo, son muchos los autores que, desde una mirada sociocrítica, vinculan los grupos
de discusión con la mejora y transformación de las realidades, en este caso, socioeducativas,
de las que son protagonistas las personas participantes en los mismos. La fase de la acción,
como ya se ha explicado, quedaría supeditada a la libre decisión de cada participante en
el proceso.
en todas las ocasiones un gran interés. En cuanto al listado de centros potenciales, en los
que disponíamos de contactos en el equipo educativo, nos dirigimos al personal directivo
que ya había participado en la fase de recogida de los cuestionarios. Informamos sobre
la organización de los grupos de discusión para que ofrecieran la posibilidad de participar
al equipo educativo. Este proceso no fue ya tan inmediato, siendo las propias personas
interesadas y con disponibilidad las que se pusieron en contacto con nosotras.
En este proceso, nos encontramos con muchas dificultades para conformar algunos
grupos. No hay más que tener en cuenta algunas características laborales del ámbito en
el que nos movemos (horarios, turnos y número de educadoras por centro) para entender
que finalmente fuera la variable disponibilidad la que acabara por configurar la muestra:
35 educadoras de 31 centros diferentes. Para llegar a ella contactamos con la mayoría
de los centros, a excepción de 15 (3 de A Coruña, 5 de Ourense y 7 de Pontevedra) de
un total de 72. El número de centros que explicitaron no tener disponibilidad de ninguna
educadora para participar, asciende a 17. A mayores, una directora se opuso a informar al
equipo educativo. Los 8 centros restantes formaban parte de las mismas entidades que ya
contaban con representación en los grupos de discusión. En la gráfica que se acompaña se
resume la situación que se acaba de describir:
59
Gráfica 1: Porcentaje de centros contactados para conformar los grupos de discusión (N=72)
&
'&
EVgi^X^eVciZh (&
GZegZhZciVYdh - )(
CdY^hedc^WaZh &,
CdXdciVXiVYdh &*
CdVXZeiVgdc & ')
&&
Del listado inicial resultó otro totalmente diferente, en cuanto a personas y centros. Se
prescindió del grupo de Ourense, ya que resultaba complicado reunir a ocho educadoras
de recursos y entidades diferentes. En su lugar, se decidió realizar un grupo de discusión en
Santiago de Compostela, con educadoras de centros de A Coruña, Ourense y Pontevedra.
Asimismo, en el grupo de Lugo figuran una educadora y un educador que no se vinculan
a centros de la provincia. En cuanto al requisito de la formación, hay 3 educadoras que no
tienen titulación universitaria. Recogiendo todos los cambios, la muestra definitiva quedó
configurada como se refleja en el siguiente cuadro.
Capítulo 1
Educadoras Centros
GD Sesión
Código Sexo Edad Exper. Titulo Prov. Dep. Tipo Conf.
P1 M 34 7 años Ps 2 AC IS CH Sí
P2 H 27 2 años ES 2 AC IS CF No
P3 M 34 3 años ES 1 AC XGP CH No
P4 M 26 1 año ES 1 AC IS CF Sí
A Coruña
P5 H 25 5 años ES 2 AC XGD CF No
P6 M 28 3 años P 2 AC XGP CH No
P7 M 28 2 años P 1 AC IS CF No
P8 M 28 5 años M, P 2 AC IS CH Sí
P9 M 28 4 años TASOC 1 AC IS CF No
P11 M 41 4 años Ps 2 L IS CF Sí
P14 H 48 17 años AT 2 L IS CF No
P15 M 36 12 años M 2 L IS VT No
P16 M 50 20 años M 2 L IS R Sí
P17 H 29 4 años ES 2 L IS CF No
P21 M 32 8 años P 2 P IS CF No
P22 H 34 5 años G Hª 2 P IS CH No
P24 H 39 1 año P 2 P IS CF No
Vigo
P25 H 25 1 año P 2 P D CH No
P26 M 41 10 años M 2 P IS CF Sí
P27 H 28 3 años M 2 P IS MR No
Educadores/as Centros
GD Sesión
Código Sexo Edad Exper. Titulo Prov. Dep. Tipo Conf.
P31 M 31 10 años ES 1 P IS CF No
P34 M 26 2 años ES 1 AC IS CF Sí
P35 M 34 5 años TS 2 AC IS VT No
Santiago
P36 M 31 5 años TS 2 Ou IS CF No
P37 H 40 11 años M 1 P D CH No
P38 M 49 24 años M 1 Ou IS CF No
P39 M 27 1 año Ps 1 Ou IS CF No
observa bastante diversidad situándose la media en torno a los 36 años (valor mínimo 25
y valor máximo 50). En cuanto a la experiencia, la media es de 14 años, sin embargo se
diferencian claramente dos grupos, uno formado por tres personas que superan los 10
años (valor máximo 20) y otro constituido por las educadoras con menos de 5 años de
experiencia (valor mínimo 2). Finalmente, según la titulación, también se encuentra una
gran heterogeneidad: dos maestras, un educador social y una pedagoga, en cuanto a
titulaciones vinculadas a Ciencias de la Educación. Figuran, asimismo, una psicóloga (Ps),
un trabajador social (TS) y sociólogo (S) y un arquitecto técnico (AT) (véase cuadro nº 4).
El grupo de discusión de Vigo lo forman 4 educadoras y 4 educadores, en torno a los 35
años de edad (valor mínimo 25, valor máximo 41), con una experiencia media de 5 años
(valor mínimo 1 y valor máximo 10) y una formación académica vinculada principalmente
a Ciencias de la Educación –2 de Magisterio, 1 de Educación Social y 3 de Pedagogía–,
exceptuando un educador licenciado en Geografía e Historia y una educadora con un
título de grado superior de Formación Profesional como Técnica Especialista en Jardín
de Infancia (TJI). En cuanto a los centros, son todos de la provincia de Pontevedra: 6 de
iniciativa social, 1 centro infantil de la Diputación Provincial y 1 dependiente de la Xunta de
Galicia pero con la gestión delegada. En cuanto a la tipología, las educadoras trabajan en 4
casas de familia, 3 centros con hogares y una minirresidencia especializada en niños/as con
problemas de comportamiento. Sólo figura un centro confesional, siendo la educadora
religiosa con contrato (véase cuadro nº 4).
Finalmente, el grupo de discusión celebrado en Santiago de Compostela está formado
por 9 educadoras y 2 educadores. La media de edad se sitúa en torno a los 32 años
(valor máximo 49 y mínimo 26). En cuanto a la experiencia en centros, hay una gran
heterogeneidad. La media es de 7 años, pero entre los valores máximos (24 años) y
mínimos (1 año) se despliegan datos muy diversos. Según la titulación académica, se
distingue una mayor proporción de educadoras sociales (4 en total), a la que hay que
añadir 1 maestro y 2 maestras, 2 trabajadoras sociales, 1 psicóloga y un educador sin
cualificación, cursando primer año de Pedagogía. En relación con los centros a los que se
vinculan profesionalmente, 5 son de la provincia de A Coruña, 3 de Pontevedra y otros 3
de Ourense. Según la dependencia administrativa, 8 pertenecen a entidades de iniciativa
social, 2 a la Diputación Provincial de Pontevedra y 1 es propio de la Xunta de Galicia
de gestión directa. En su mayoría son casas de familia –6 en total, de las cuales 2 son
confesionales–, además hay 3 centros con hogares y 2 viviendas tuteladas (véase cuadro
nº 4).
En el cuadro también se informa del número de sesiones en las que participó cada persona.
Según Callejo (2001), uno de los aspectos a tener en cuenta en todo diseño multinivel
de los grupos de discusión son las participantes multinivel. De las 12 educadoras que
sólo asistieron a uno de los encuentros, 5 fueron ausencias no previstas, derivadas de
circunstancias laborales de último momento que impidieron acudir a la cita, principalmente
Fundamentación y desarrollo metodológico
por problemas con la población acogida o falta de personal en el centro. En el resto de los
casos, éramos conocedores de la posibilidad de asistir a una única reunión.
En total, participaron en las dos reuniones 23 educadoras, sólo en la primera reunión 7,
y sólo en la segunda 5. En los grupos de Lugo y Pontevedra las participantes fueron los
mismos en las dos sesiones, mientras que en A Coruña hubo 2 bajas imprevistas en la
segunda sesión, y en Santiago de Compostela una en la primera y dos en la segunda.
A pesar de las diferencias en cuanto a participación, consideramos que todas las educadoras
constituyen los grupos y forman parte del proceso, hayan asistido a una reunión o a las
dos. En este sentido, se les hizo partícipes de todas las fases y acciones, enviándoles las
trascripciones y análisis de las dos sesiones e implicándoles en el proceso de validación.
Además del contacto telefónico, como ya hemos indicado, se realizó un envío personalizado
de una carta informativa en la que se facilitaban los siguientes datos (anexo 7):
- Marco en el que se encuadran los grupos de discusión: investigación de Tesis
Doctoral.
- Objetivos de la investigación.
- Contenidos específicos a abordar en las discusiones de grupo.
63
- Información relativa al lugar, fechas y horario de las dos sesiones.
- Información sobre la certificación y pago de los desplazamientos.
- Datos de contacto.
Asimismo, el día antes de la celebración de la primera sesión de los grupos de discusión
se hizo una llamada recordatorio para asegurar la asistencia. La temporalización de las
acciones de selección y captación de las personas participantes queda reflejada en el
siguiente cuadro:
Devolución 1ª
19 junio 21 junio 24 junio 26 junio
análisis
2ª llamada
22 junio 23 junio 27 junio 29 junio
recordatorio
Devolución 2º
31 agosto 31 agosto 31 agosto 31 agosto
análisis
Envío análisis
1 septiembre 1 septiembre 1 septiembre 1 septiembre
conjunto
Llamada
4 septiembre 5 septiembre 6 septiembre 7 septiembre
comprobación
Validación
25 septiembre 26 septiembre 27 septiembre 28 septiembre
telefónica
Recepción de
Septiembre Septiembre Septiembre Septiembre
e-mails
en los grupos de discusión emplearon la primera vía para trasladar sus consideraciones
respecto al análisis facilitado. Concretamente, una educadora y dos educadores del grupo
de discusión de Vigo, dos educadores de Lugo, una educadora de Santiago y un educador
de A Coruña. En el 80% restante se solicitó la valoración por teléfono.
Contexto y clima
Dentro de cada grupo de discusión se pueden diferenciar las siguientes fases: recibimiento,
inicio de la reunión, desarrollo, fin de la discusión y momentos posteriores.
La acogida de los grupos de discusión en la primera sesión, constituyó el primer contacto
presencial con las personas participantes, los momentos iniciales de interrelación entre
las educadoras como grupo y con la investigadora y la observadora externa. En general,
el recibimiento en los diferentes grupos estuvo marcado por un ambiente distendido,
de presentación informal, ubicando a cada persona en su contexto de trabajo, y de
reencuentro de aquellas que ya se conocían. La expectación de las educadoras invitadas
y mi preocupación e inquietud por la asistencia, así como por el desarrollo de la sesión,
también ayudaron a configurar el clima inicial. En esta fase, además, se recogió información
adicional sobre el perfil de las participantes que no había sido recabada anteriormente.
67
Una vez dentro de la sala y ubicadas todas las personas asistentes en el espacio, se dio
inicio a la reunión. Los primeros momentos se destinaron a dar la bienvenida al grupo,
hacer una revisión general del tema a abordar, exponer los objetivos del estudio, definir
las normas de la discusión, garantizar la confidencialidad de la información y solicitar el
uso de la grabadora. Asimismo, se concedió un tiempo para las presentaciones formales
de todas las asistentes (dinamizadora, observadora externa y educadoras), con una doble
pretensión: por un lado, garantizar una primera intervención de todas las personas, de
manera que se rompiera el miedo inicial a hablar, y por otro lado, favorecer la explicitación
de aquellos elementos comunes y divergentes que les unen, por un lado, pero que también
les caracterizan como grupo heterogéneo. Estos primeros momentos de las reuniones
fueron similares en los cuatro grupos. En lo que sigue nos detendremos en la descripción
del clima percibido durante el desarrollo, la conclusión y los momentos posteriores a
las sesiones de los cuatro grupos. Lo haremos en primera persona, tratando de reflejar
todas las circunstancias que concurrieron en cada uno de ellos, al menos en función de la
percepción que constatamos durante y después de su realización:
A Coruña
Era la primera vez que me enfrentaba a un grupo de discusión, lo que justifica el estado de
nerviosismo que me invadía sobre todo en los primeros momentos del encuentro. El inicio
del debate lo acometí de forma acelerada y hasta atropellada, contribuyendo a generar
Capítulo 1
un clima de excitación que caracterizó toda la reunión. Las educadoras manifestaron sus
ganas de participar en intervenciones apuradas e interrupciones constantes.
Por mi parte, tenía tan interiorizados los aspectos teóricos relativos a la dinamización de
grupos y los temas que interesaban a la investigación, que me olvidé de escuchar. Estaba
tan preocupada por centrar la discusión y tan pendiente de reconducir el discurso cuando
derivaba en problemas estructurales y otras cuestiones alejadas del objetivo, que no percibía
que, en realidad, de una forma más o menos directa, sí me estaban proporcionando
información importante para la investigación. En cuanto a mis intervenciones, considero
que fueron repetitivas y excesivamente largas, tratando, en todo momento, de rescatar
aquella información que me pertitía reconducir la discusión.
El ambiente era distendido, pero acalorado al mismo tiempo, por los temas que se estaban
abordando centrados en la denuncia del sistema. Compartir esas emociones, inquietudes
y preocupaciones, sentirse reflejado en las palabras de las demás, generó un sentimiento
de grupo casi inmediato, de forma que al terminar la reunión la conversación continuó en
una cafetería.
Al finalizar, tenía la impresión de no haber obtenido la información que buscaba, y de no
haber desempeñado adecuadamente mi papel. Como este primer grupo de discusión tenía
un carácter “piloto”, nos permitió, a la observadora externa y a mí, analizar y reflexionar
sobre su desarrollo, aprender de él y hacer las modificaciones oportunas para los siguientes
grupos. En este sentido, consideramos necesario: cambiar el orden de las preguntas y la
forma de efectuarlas sin alterar el contenido; utilizar un elemento visual con los temas a
tratar para centrar la discusión; y dedicar más tiempo en la explicación de los objetivos del
estudio.
La segunda sesión transcurrió en un ambiente más pausado, ganando en formalidad. Las
educadoras argumentaban sus respuestas en mayor medida, se escuchaban unas a otras,
e intervenían para añadir información nueva o para apoyar y reforzar lo ya expresado. Yo
también me encontraba más relajada, escuchando, reorientando y disfrutando del proceso.
Mis intervenciones fueron más concretas, cortas y más reducidas en número. La siguente
gráfica nº 2 es el reflejo de la situación descrita.
Fundamentación y desarrollo metodológico
&%%
&¯hZh^c -%
'¯hZh^c +%
IdiVa )%
'%
%
E& E' E( E) E* E+ E, E- E. :
Como se puede observar, si descontamos a las cuatro personas que sólo participaron en
una de las sesiones, la media es de 85,6 intervenciones. La primera sesión se sitúa en torno
a las 30 intervenciones por persona, correspondiendo la participación más alta a P5 (51
intervenciones) y la más baja a P4 y P7 (tan sólo 5 intervenciones cada una). De hecho, son
las dos educadoras que no participaron en la segunda reunión del grupo de discusión, cuya
asistencia estaba prevista.
69
La segunda sesión supuso, en general, un incremento en el número de intervenciones,
alcanzando la media un 49,83. La excepción la constituyen P5 y P6. También resalta la
elevada participación de P9, con 75 intervenciones, quien sólo asistió a esta sesión.
Lugo
A diferencia del grupo de A Coruña, en este caso se generó un clima más relajado (de
59,56 intervenciones de media en A Coruña pasamos a 28,14 en Lugo). Las intervenciones
de las educadoras fueron más pausadas, se respetaban los turnos, y los tiempos de
argumentación fueron más prolongados. Por mi parte, las intervenciones fueron más
reducidas en número y en extensión.
Por otro lado, la discusión estuvo centrada en las cuestiones que se preguntaban, en lo que
pudo haber repercutido la modificación en la forma de plantearlas, o simplemente se debe
a que el grupo y el contexto era diferente.
No percibí un sentimiento de grupo tan marcado como en A Coruña. Quizás éste era un
grupo demasiado heterogéneo, en cuanto a la tipología de centros, edad y experiencia de
las educadoras, e incluso, en cuanto a la visión del acogimiento residencial y de la práctica
educativa. A pesar de esto, la diversidad tampoco favoreció la discrepancia, ya que la
discusión estaba claramente dirigida por dos figuras de liderazgo (P12 y P14).
Capítulo 1
*%
&¯hZh^c )%
'¯hZh^c (%
IdiVa '%
&%
%
E&& E&' E&( E&) E&* E&+ E&, :
Encontramos dos posibles explicaciones ante este cambio: una influencia negativa de la
trascripción y del análisis de la primera sesión, de forma que las educadoras eran realmente
conscientes del registro de lo que se decía; y/o el tipo de preguntas, que requería más
concisión y profundidad. También se observó un cambio de postura por parte de una
educadora, discrepante en la sesión anterior, que adoptó en ésta el sentir de los líderes.
No hubo oportunidad de compartir un tiempo al finalizar las reuniones. En general, no se
apreció un sentimiento de grupo a lo largo del proceso.
Vigo
En Vigo, a diferencia de los dos grupos anteriores, no hubo posibilidad de un encuentro previo
al desarrollo del grupo. Debido a que el lugar no era de fácil localización, las educadoras
fueron llegando poco a poco y tomando asiento, sin un espacio de acercamiento e interacción
informal. Así, en el inicio de la reunión el ambiente fue más frío que en otros grupos. Durante
el desarrollo de la discusión hubo un clima relajado, en el que las educadoras exponían sus
argumentaciones e intercambiaban pareceres respetando las intervenciones.
Como se puede observar en la siguente gráfica nº 4, no se produjo un cambio significativo
de una sesión a otra en cuanto al grado de participación de cada persona en relación al
grupo. En la segunda reunión descendió el número de intervenciones –concretamente se
Fundamentación y desarrollo metodológico
redujeron en 6,25 puntos, pasando de una media de 18 a 11, 75–, siendo en esta ocasión
más prolongadas.
Santiago de Compostela:
En este caso, realmente podríamos hablar de dos grupos de discusión diferenciados, ya
que tan sólo tres educadoras asistieron a las dos sesiones, tal y como se muestra en la
gráfica que se acompaña.
Un apunte interesante en relación con esta situación es que, al finalizar la segunda sesión y
una vez en la cafetería, las educadoras expresaron que de haber tenido la oportunidad de
otra reunión se habrían implicado más, compartiendo y denunciando la situación laboral
en la que se encuentran.
A pesar de esto, el clima en el que se desarrollaron las reuniones fue muy similar a otros
grupos: diálogo distendido, interacciones respetuosas, pero al mismo tiempo ansiosas,
interés por el tema y necesidad de compartir la visión de los problemas.
Al igual que en A Coruña, y a diferencia de Lugo y Vigo, el número de intervenciones
aumentó en la segunda reunión en 11,29 puntos, pasando de 24 a 35,29. La media total
para las dos sesiones es de 38,18.
En general, el ritmo de la discusión en el grupo de A Coruña fue muy superior a los otros tres,
como se puede apreciar en la siguiente gráfica. Por su parte, Lugo y Vigo se desarrollaron
de forma semejante en cuanto a número y extensión de las intervenciones, y santiago se
situaría en un término medio.
+%
*%
&¯hZh^c )%
'¯hZh^c
IdiVa (%
'%
&%
68dgjV Aj\d K^\d HVci^V\d
De las tres vías posibles para la elaboración de un sistema de codificación, nos basamos en
la que se denomina mixta. En este sentido, partimos de un esquema general previo definido
deductivamente en base al marco teórico, que se fue perfilando inductivamente a partir del
trabajo de campo. De esta forma, fuimos definiendo códigos eficaces, entendidos como
aquellos “mutuamente excluyentes, y cuyas reglas sirven para asignar de forma consistente
y sin ambigüedades un fenómeno a una categoría y sólo a una” (Marcelo, 1992, p.19).
Una vez elaborado el sistema de codificación inicial se aplicó a dos grupos de discusión
–cada uno en representación de una fase– por parte de tres investigadoras externas, con
la intención de contrastar conjuntamente la pertinencia del sistema elaborado. Se trató de
verificar, por un lado, si los códigos respondían a las unidades de significado identificadas
y, por otro, si el significado simbolizado por éstos realmente coincidía con el contenido del
texto que reducen (Marcelo, 1992). Este proceso mostró la necesidad de modificar, unir e
introducir algunas categorías y códigos nuevos, no contemplados en el sistema original.
El siguiente paso consistió en volver a aplicar el sistema a fragmentos de los grupos de
discusión por parte de la investigadora principal y de las tres investigadoras externas. Se
buscaba la coincidencia en la descripción y composición de los acontecimientos (Goetz
y LeCompte, 1988), y se constató un elevado acuerdo entre las codificadoras. Cuando
conseguimos disponer de una relación de códigos con validez interna, se procedió a la
codificación de los ocho grupos de discusión.
El sistema de codificación consta de cuatro dimensiones: acogimiento residencial dentro
del sistema de protección a la infancia y adolescencia; práctica educativa; dimensión
profesional; e identificación de las personas participantes en función de la titulación
académica y tipología del centro en el que desarrollan su labor profesional. Cada dimensión
se divide en familias (16 en todo el sistema) y éstas a su vez en categorías (un total de
61).
Cuadro 7: Sistema de codificación
Concepto de
SPD Conceptos de protección manifestados por las educadoras
protección
Sistema de Alusiones al Sistema de Objetivos SPO Objetivos del sistema de protección, el ser y el deber ser
SP
protección Protección en Galicia
Valoraciones SPC Juicios positivos y/o negativos en relación con el Sistema de Protección en Galicia
Perfiles SMP Perfiles de los niños y niñas acogidos, tendencias, nuevas realidades
Consideraciones sobre la
Población
SM población acogida en los Valoraciones SMV Percepciones de las educadoras sobre la población acogida y sus familias
acogida
centros de protección
Percepciones de
SMF Percepciones de las educadoras sobre el futuro de la población acogida
futuro
Concepto de
SCD Definición de los centros de protección
centro
Consideraciones sobre los
Centros SC
centros de protección Valoraciones SCV Alusiones al tamaño, ubicación, dotación…
educación de la educación.
Medida Acogimiento residencial
PM
educativa como medida educativa Valoraciones PMV Opiniones del acogimiento residencial como medida educativa
Otros PMT Otras cuestiones
Desarrollo
POD Alusiones al objetivo de desarrollo integral, cómo lo entienden y desarrollan
integral
Integración
Objetivos Objetivos de la práctica POI Alusiones al objetivo de integración social, cómo lo entienden y desarrollan
PO social
educativos educativa
Integración Alusiones al objetivos de integración familiar, cómo entienden y desarrollan la intervención
POF
familiar familiar
Otros POT Otros objetivos de la intervención educativa
Normalización PPN Cómo entienden y desarrollan en la práctica cotidiana el principio de normalización
Individualización PPI Cómo entienden y desarrollan en la práctica cotidiana el principio de individualización
Principios Principios y directrices edu- Cómo entienden y desarrollan en la práctica cotidiana el principio de participación de los
PP Participación PPP
educativos cativas de la intervención niños y niñas.
Coordinación PPC Valoraciones respecto del principio de coordinación
Otros PPT Otros principios
Centros
ICF Educadoras que trabajan en casas de familia o minirresidencias
pequeños
Perfil de la educadora en
función de la tipología de Centros grandes ICH Educadoras que trabajan en residencias o centros con hogares
Tipología de centro IC
centro en la que desem- Vivienda Tutelada ICV Educadoras que trabajan en viviendas tuteladas
peña su labor profesional
Protección espe-
ICE Educadoras que trabajan en centros de protección específica
cífica
Diputación
IDD Educadoras que trabajan en centros de Diputaciones provinciales
provincial
Fundamentación y desarrollo metodológico
En las diferentes fases del análisis cualitativo se utilizó el programa informático Atlas.ti
5.0, cuya pretensión no es automatizar el proceso sino “ayudar al intérprete humano
agilizando considerablemente muchas de las actividades implicadas en el análisis cualitativo
y la interpretación” (Muñoz, 2005, p.2), ganando en sistematización y exhaustividad.
Este programa permite integrar toda la información de que disponemos, facilitando su
organización, su búsqueda y recuperación. Asimismo, ofrece la posibilidad de realizar dos
niveles de análisis, uno textual y otro conceptual, que no son independientes entre sí.
En el nivel textual se sitúan las actividades básicas de segmentación de texto en citas y
codificación. Por su parte, el nivel conceptual implica analizar el significado de los elementos
creados realizando nuevas reducciones mediante la creación de familias, estableciendo
relaciones entre códigos y citas, y creando representaciones gráficas de los componentes.
En nuestro caso, el proceso de codificación se llevó a cabo siguiendo únicamente la estrategia
top-down, partiendo del trabajo conceptual previo e introduciendo en el programa la lista
de códigos preexistentes que se fue aplicando a los datos (free code). El resultado de este
proceso se muestra en las siguientes gráficas, en las que se representa el número de citas
por código, agrupados en función de las tres dimensiones principales.
'*%
'%%
&*%
&%%
*%
%
HE9 HED HE8 HEI HGD HG; HGE HGK HGI HB8 HBE HBK HB; HBI H89 H8K H8I
Capítulo 1
&*%
&'%
.%
+%
(%
%
EB: EBK EBI ED9 ED> ED; EDI EEC EE> EEE EE8 EEI E:: E:G E:I E>E E>: E>I EI= EIK E>I
&*%
&%%
*%
%
:>E :>; :>I :99 :9> :9E :9I :HH :HI
Otro elemento del análisis textual utilizado fueron las anotaciones, entendidas como
interpretaciones de citas o códigos, explicaciones de relaciones encontradas o hipótesis
de trabajo.
En cuanto al nivel conceptual, se utilizaron los siguientes componentes:
- Las familias, entendidas como formas de agrupación. Se asociaron:
- Documentos, en función del lugar de celebración de los grupos de
discusión, obteniendo cuatro familias (A Coruña, Lugo, Vigo y Santiago); y
en función de las sesiones, resultando dos familias, una correspondiente a
la 1ª sesión y otra a la 2ª.
- Códigos, creando familias o metacategorías y dimensiones, atendiendo al
sistema de codificación definido.
Fundamentación y desarrollo metodológico
- Los vínculos entre citas (hiperlinks). Los hiperlinks nos permiten no perder el
origen de las argumentaciones, así como determinar el tipo de relación (continúa,
contradice, critica, discute, profundiza, explica, justifica o sostiene).
81
Encuesta
Observación
Encuesta
Observación
Dado que hemos definido dos aproximaciones al objeto de estudio –una descr iptiva y otra
comprensiva–, sí diferenciamos entre ambas a la hora de presentar los resultados.
Esta propuesta responde a la finalidad última de la investigación, con la que se pretende
aportar una reflexión sistemática sobre la acción educativa en centros de protección a la
Fundamentación y desarrollo metodológico
infancia y adolescencia, clarificando y definiendo el ser y el deber ser, es decir, hacia dónde
se camina y hacia dónde queremos caminar. Una reflexión que, desde nuestro punto de
vista, debe hacerse eco de la opinión de personas expertas desde un punto de vista teórico
y también de las protagonistas de la práctica educativa.
Se trata de una investigación vinculada a la práctica por lo que se hace imprescindible dar voz
a las profesionales que la desarrollan. Asimismo, es una investigación orientada al cambio
y la transformación de la realidad objeto de estudio, lo que requiere de una dimensión
valorativa. En palabras de Caride (2005, p.78), “esto exige modelos metodológicos
flexibles, la participación de los implicados en la acción educativa y la puesta en escena de
valores”.
Por este motivo, hemos establecido como método primario el cualitativo, orientación
metodológica y técnica que, a nuestro entender, mejor se adapta a las metas del proyecto.
Dicha metodología, pone énfasis “en el lenguaje y en los aspectos subjetivos e interpretativos
de las personas y de las situaciones en las que se encuentran, concediéndoles un lugar
relevante en la comprensión y valoración de los acontecimientos sociales” (Caride, 2005,
p.81).
Por todo lo hasta aquí expuesto, aceptamos el desafío de optar por una integración crítica,
reflexiva y contextualizada, “buscando superar las incompatibilidades que suelen registrarse 83
entre el sujeto que conoce y el objeto de su conocimiento, entre quien piensa y quien actúa,
entre la teoría y la práctica,… para otorgar pleno sentido a las realidades sociohistóricas en
las que dicho objeto se imagina, define e interpreta” (Caride, 2005, p.82).
Capítulo 2
Infancias y Educación Social
La infancia, los/as niños/as y el/la niño/a son términos que acostumbran a usarse
indistintamente. En opinión de Gaitán (2006a), la voz “niño/a” hace referencia a un ser
individual que se define por su naturaleza tanto física como psíquica; al hablar de niños
y niñas se pone el acento en la idea de grupo de seres humanos que comparten ciertas
características; mientras que la noción de infancia es una abstracción que expresa la
condición común que comparte un conjunto de individuos; es el espacio social de los
niños y de las niñas.
Con carácter general el término infancia dista mucho de ser universal, porque cada cultura,
cada sociedad define de forma explícita o implícita qué debe entenderse por tal. Dice
Carbonell (1996) que la infancia es un grupo impreciso y plural, marcado por la diferencia
y la contradicción. Es al mismo tiempo objeto y sujeto, el protagonista y el gran ausente.
Todo depende de qué papel representa como actor, en qué tiempo y en qué escenarios.
Por otro lado, es un término polisémico que refiere una amplia diversidad de acepciones
y significados en función de la perspectiva desde la que se analice (Casas, 1998; Alsinet,
2004; Gaitán, 2006):
87
- Es una etapa del ciclo vital medible por un intervalo de edad convencional,
sobre el que no existe unanimidad. La Convención sobre los Derechos del Niño
establece la duración de la infancia hasta los 18 años, salvo que, en virtud
de la ley que le sea aplicable, alcanzara antes la mayoría de edad. En nuestra
legislación autonómica (Ley 3/1997) se entiende por infancia el período de vida
comprendido desde el nacimiento hasta los 12 años, y por adolescencia desde
dicha edad hasta la mayoría establecida por ley.
- Es un período temporal asociado al proceso de maduración individual respecto
de unos estadios “universales”; un momento de cambios significativos desde un
punto de vista físico, biológico, motriz, cognitivo, relacional, emocional, social,
lingüístico, etcétera.
- Es un colectivo o grupo social formado por sujetos que comparten determinadas
características comunes que son comprensibles en términos de criterios
socioculturales. La infancia puede ser considerada como grupo minoritario,
caracterizado por encontrarse todos sus miembros por debajo de una determinada
edad. Esta condición de minoría “comporta una discriminación en materia de
derechos, acceso al poder, bienestar y prestigio, así como una subordinación al
grupo dominante” (Gaitán, 2006a, p.20).
- Es un conjunto de la población de un territorio dado.
Capítulo 2
plasmación en el arte hasta el siglo XIII, en donde “los niños aparecían como adultos en
miniatura, con vestimentas y actitudes típicamente adultas” (Palacios, 1997, p.16).
La familia no cumplía un rol relevante en la socialización de los hijos y de las hijas, el
aprendizaje tenía lugar en la comunidad. Tampoco cumplía una función afectiva, ya que el
amor no se consideraba indispensable. Su misión se reducía a la conservación de bienes, la
práctica de un oficio común, la ayuda cotidiana, la protección del honor y la vida.
Sin embargo, esta imagen de la infancia no era compartida en las distintas clases sociales.
Así, durante el Antiguo Régimen, en la clase alta el contacto del niño y de la niña con sus
padres durante los primeros años era muy escaso, solía vivir con amas y criadas, poniéndose
su formación en manos de preceptores. En cambio, en las clases bajas la infancia convivía
estrechamente con personas adultas desde el nacimiento y con hermanos/as mayores que
a veces también la cuidaban. Su formación se hacía, por tanto, por imitación espontánea
en contacto directo con los padres, participando en las actividades o en el oficio que éstos
tuvieran.
En cuanto a las escuelas, apenas existían, estando reservadas sólo a unos pocos. En ellas
no se establecían divisiones por edades, sino por nivel de conocimientos, pudiendo convivir
en la misma clase chicos y chicas de ocho años junto a jóvenes de dieciocho, ambos
aprendiendo a leer (Palacios, 1997).
En opinión de Ariés (1987), fue en la sociedad moderna cuando se desarrolló un nuevo
sentimiento de la infancia. Coincidieron varios factores que propiciaron este hecho. Por un
lado, durante el siglo XVII aumenta el interés por su educación que adquiere significación
psicológica y cultural (Escolano, 1980), especialmente bajo la influencia de moralistas,
reformadores protestantes y contrarreformadores católicos. Los humanistas confieren a
la infancia la cualidad de ser dúctil y maleable, poseer gran facilidad para el remedo, para
la imitación y para retener lo que se les enseña. En opinión de Varela (1986), la infancia
se convierte así en un metal precioso, cuya rentabilidad depende de saber modelarlo con
mano firme y diestro buril. Se le confieren dimensiones positivas pero también negativas al
considerar que carecen de razón y son débiles, siendo necesaria su dirección y cuidado con
el fin de convertirlos en sujetos racionales, buenos cristianos y ejemplares súbditos (Varela
y Álvarez-Uría, 1991).
En tanto que sujetos de cuidado y protección, perfectibles y necesitados de educación, los
niños y las niñas se van convirtiendo en un asunto que resulta responsabilidad de personas
adultas (Runge, 2008). A la familia se le adjudica entonces una nueva tarea, le compete
ahora una función moral. Para ello, se organiza en torno al niño y a la niña, convirtiéndose
en un lugar necesario de afectos entre sus miembros, cuya preocupación máxima es la
educación de los/as hijos/as. Como consecuencias directas, la familia se retira de la calle, de
la vida colectiva y se recluye dentro de una casa mejor preparada para la intimidad.
Infancias y Educación Social
niñas, sobre los que recaían las peores crueldades: abandono institucionalizado, castigos
corporales de todo tipo, mutilación para ir a pedir limosna, etc.
Desde una perspectiva psicogenética de la historia de la infancia, De Mause muestra
como las concepciones de la infancia están íntimamente asociadas a las formas o pautas
de crianza. Pretendió demostrar la lenta pero progresiva maduración de las relaciones
paternofiliares, como fruto del aprendizaje que se ha logrado a través del tiempo. En este
sentido, constata cómo generación tras generación, los padres y las madres iban superando
lentamente sus ansiedades y comenzaban a desarrollar la capacidad de conocer y satisfacer
las necesidades de sus hijos e hijas.
En este proceso, se pueden diferenciar seis etapas: infanticidio (desde la Antigüedad
hasta el siglo IV), abandono (siglos IV-XIII), ambivalencia (siglos XIV-XVII), intrusión (siglo
XVIII), socialización (siglo XIX y mediados del XX) y ayuda (desde mediados del siglo XX).
El resultado de este proceso es un torturante relato de sucesivas formas de maltrato
(infanticidio, abandono, abusos sexuales, etc.) que lentamente han cedido paso a formas de
reconocimiento de los niños y las niñas como sujetos autónomos (etapa de socialización y,
finalmente, de ayuda). Los principios que estarían detrás de estos fenómenos psicogenéticos
son (De Mause, 1994):
- Reacción de proyección: se utiliza a la infancia como medio que permite a las 93
personas adultas descargar sus sentimientos, como vía para la proyección de
los contenidos del inconsciente de sus progenitores. La infancia se considera un
hecho privado, elemento de propiedad y prolongación del mundo adulto.
- Reacción de inversión: los niños y las niñas existen para satisfacer las necesidades
de sus padres, son sustitutos de una figura adulta. Esta reacción aparece en las
situaciones de maltrato infantil.
- Reacción de empatía respecto de las necesidades de la infancia, actuando para
satisfacerlas. La empatía es la capacidad para situarse y ubicarse en los niveles
de necesidades de la infancia identificados desde la perspectiva exclusiva de los
niños y las niñas.
En clave histórica y social existen también otros trabajos en los que no se plantea el
surgimiento de la infancia sino más bien su desaparición. Runge (2008), en un artículo
denominado “Heterotopías para la infancia: reflexiones a propósito de su desaparición
y del final de su educación”, hace un recorrido por diferentes teorías que coinciden en
señalar cómo la situación actual de cambios profundos de las sociedades occidentales y
occidentalizadas está incidiendo en las formas de entender y tratar a la infancia. Entre estos
cambios se señala de forma destacada la irrupción y universalización de los nuevos mass
media y las nuevas tecnologías, con los que pierde significación la frontera generacional
infancia/adultez, situándose ambos en un mismo punto de partida en el momento de
acceder a la información (Alsinet, 2004).
Capítulo 2
Por un lado, son cada vez más los espacios socioculturales en los que tiene cabida lo
específico para la infancia, convertida, además, en un bien de consumo en aumento. En
palabras de Carbonell (1996, p.20), “nunca como hasta ahora se había invertido tanto en este
tramo de vida. Cada vez hay más escuela, más extraescuela, más ocio infantil organizado,
más servicios sociales y sanitarios, más legislación sobre la protección y los derechos del
niño”. Parece que la línea divisoria entre el mundo infantil y el adulto es muy nítida. Pero, al
mismo tiempo, la aparición de la televisión sugiere una lectura diferente, pues la audiencia
audiovisual es compartida indiscriminadamente por pequeños/as y grandes. El resultado
es la uniformización creciente de las costumbres, los hábitos, el lenguaje y los modelos de
vida. En definitiva, los niños y las niñas se convierten en adultos y adultas prematuras. Es
la vuelta a la visión medieval de adultos/as en miniatura. Según Postman (1982 citado por
Runge, 2008) la infancia ha desaparecido como categoría social a causa de la aparición
de las nuevas tecnologías, de las nuevas formas de acceder a la información que cada vez
acortan más las distancias psicológicas entre las diferentes categorías sociales.
Según Runge (2008, p.41), “en cierta medida la infancia no desaparece, sino que se
convierte en medio para erosionar lo infantil”, que se desdibuja mientras la infancia
coloniza y se expande en los ámbitos de lo social y lo cultural. En palabras de Eduardo
Galeano (2002, p.11), “mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser
niños”, ya que, según el autor, día tras día, se niega a los niños y a las niñas el derecho a
serlo: “el mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren
a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura,
para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los que no son ricos ni pobres, los
tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy pronto acepten, como destino, la
vida prisionera”.
En general, a lo largo de la historia la posición dominante ha sido la de que “el niño es
influenciable y que las huellas que en él se imprimen perdurarán” (Gimeno, 2003, p.33). En
este sentido, se ha estado de acuerdo en que a la infancia se le puede orientar, conducir,
llevar y corregir, por lo que se han desarrollado las prácticas correspondientes para guiarlos,
imponerles y educarlos.
Habrá que esperar hasta el año 1989, con la promulgación de la CDN, para que se
reconozca el derecho de la infancia no sólo a ser protegida, sino también “el derecho a
ser autónomos, a expresar su opinión y voluntad en aquello que les afecta, a participar
en la vida social como protagonistas activos, como ciudadanos y ciudadanas en el más
profundo sentido” (Casas, 1998, p.307).
niña y los cuidados que se le prodigan, pero habrá que esperar al siglo XX, concretamente
a la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) en 1989, para que
la infancia sea tenida en cuenta como tal. La infancia es para la Convención, un sujeto
en desarrollo, pero un sujeto de derechos, no sólo de derechos pasivos, sino también
activos como la libertad de conciencia, pensamiento y religión, la libertad de expresión e
información, la libertad de asociación y reunión o el derecho de participación (Ravetllat,
2006). Esto implica un mayor reconocimiento del niño y de la niña como persona, como
ciudadano y ciudadana, “cara a la superación de antiguos esquemas de dominación,
autoritarismo, machismo y paternalismo, y cara un mayor reconocimiento y participación
social de la infancia como grupo de población” (Casas, 1998, p.222). Para este autor, el
reconocimiento internacional de los derechos de los niños y las niñas supuso el inicio de
una nueva era en la historia de la infancia, en la construcción de una nueva infancia.
En el presente apartado nos vamos a centrar en analizar la repercusión del texto de la CDN
sobre la conciencia social hacia la infancia y sobre la calidad de vida de los niños y niñas
después de 20 años de vigencia de la misma.
La Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño (1924), consiste en un documento
breve, simple y redactado en un lenguaje directo que recoge las necesidades más elementales
de la infancia. Comprende cinco derechos de carácter no vinculante: atención al desarrollo
físico y psicológico, a la alimentación, a la sanidad, a la reeducación y al amparo.
Una vez finalizada la II Guerra Mundial, las Naciones Unidas aprobaron el 20 de noviembre
de 1959 su propia carta sobre los derechos del niño y de la niña. Dicha declaración parte
de los principios anteriormente adoptados, pero es más progresiva en sus contenidos. Es
necesario tener presente que después de la II Guerra Mundial se intensifica la difusión
internacional de las condiciones de vida de la infancia de los países en desarrollo y
gradualmente comienzan a reconocerse muchas de las situaciones adversas que enfrenta
en los países desarrollados. En este sentido, la Declaración de los Derechos del Niño
hace referencia a los deberes de la comunidad en relación con la infancia (Alsinet, 2004).
Parte de la concepción del niño y la niña como objeto de atenciones y de protección,
estableciendo los siguientes derechos: a la igualdad en todas las situaciones de la vida, a
nombre y nacionalidad, a la vivienda, al recreo, a la educación adaptada a sus características
especiales, a la no explotación ni maltrato y a vivir en paz, tolerancia y comprensión.
En 1978 el Gobierno de Polonia presentó ante la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU la iniciativa de incorporar a los instrumentos internacionales de Derechos Humanos
una Convención sobre los Derechos del Niño con vistas a su adopción en 1979, Año
Internacional del Niño, la cual representaría, por su carácter vinculante, un claro avance en
relación a la Declaración de 1959. Este texto no tuvo el suficiente respaldo, por lo que se
decidió establecer un Grupo de Trabajo abierto en el marco de la Comisión de Derechos
Humanos, al que se encomendó la tarea de redactar la Convención que tardó 10 años en
ser elaborada, finalizando en 1988 (Ravetllat, 2006).
Será el 20 de noviembre de 1989, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas
adopte por unanimidad la Convención sobre los Derechos del Niño, quedando abierta
a la firma de los Estados el 20 de enero de 1990 y entrando en vigor el 2 de septiembre
del mismo año. Fue ratificada por España el 30 de noviembre de 1990, y por otros 191
Estados. Constituye el instrumento de derechos humanos con más ratificaciones de la
historia, ya que tan sólo Somalia y Estados Unidos no se han adherido a ella. Para muchos
autores existe una constante histórica que caracteriza la defensa de los derechos de la
infancia: el alto consenso y la baja intensidad (Casas, 2002; Alsinet, 2004). El hecho de que
tantos países “estén dispuestos a cumplir ‘realmente’ con lo que ratificaron, conscientes
del poco poder de los mecanismos establecidos para proceder a su seguimiento” suscita
cierto escepticismo (Casas, p.7).
Infancias y Educación Social
de Gaitán (2006b, p.69), “la consideración de los niños como actores sociales
debe llevarnos a la idea de que los niños no son ni inocentes vulnerables ni
salvajes dañinos que requieren control, sino personas humanas, con derechos
y obligaciones, respecto a las cuales deben operar los principios de igualdad y
diferencia, del mismo modo que se postulan para otras minorías sociales”.
- La percepción como sujetos que precisan de una especial protección. De ser
considerados como un problema de la familia, una simple cuestión doméstica,
se convierte en un problema social, que apela a las responsabilidades colectivas
y, por lo tanto, a una actuación social, siendo objeto de políticas e intervenciones
específicas. Pero en la práctica, “parece que actuar en favor de la población
infantil, o bien corresponde a otros, o bien no es prioritario, puede esperar,
porque se trata de los aún-no” (Casas, 1998, p.34). Es decir, existe un alto
consenso acerca de la necesidad de la infancia de atención especial, pero es
de baja intensidad, ya que no va acompañado de acciones relacionadas con la
infancia (Alsinet, 2004).
- Su consideración como colectivo plural, puesto que, como hemos visto, a lo
largo de la historia no hubo una única forma de ser niño o niña, sino distintas.
La infancia es heterogénea objetivamente porque hay infancias socialmente
101
distintas y desiguales. No hay categorías universales, infancias uniformes e
ideales. La infancia real se define por las circunstancias concretas de su vida, por
las condiciones familiares y sociales del medio al que pertenecen, y por la forma
en que experimentan esa etapa. En este sentido, dado que “estas circunstancias
son variables y desiguales según la geografía en la que se está anclado, la
cultura, la clase social, la etnia, el sexo o cualquier otra circunstancia de carácter
personal o social, los sujetos viven su infancia o su minoría de edad de muy
diferentes formas” (Gimeno, 2003, p.26). Incluso, añade el autor, a pesar de que
la escolarización ha desempeñado un papel importante en la homogenización
de los niños y las niñas a medida que se extendía, la vida extraescolar difiere de
unos grupos a otros: “algunos dedican el tiempo a ayudar a las labores familiares,
otros se encierran en el estudio, otros quedan cautivados por la pantalla de
televisión” (Gimeno, p.29).
Pero la concepción actual de la infancia sólo toca tangencialmente a esas otras infancias que
también son infancia: las que están desescolarizadas, las infancias con deficiencias físicas
o psíquicas, las que trabajan, las que son esclavizadas, las que son objeto de malos tratos,
las explotadas, las abandonadas... (Cembranos, 1991). Y es que, a pesar de los avances
en el creciente reconocimiento formal de los derechos, “no se puede ocultar la sangrante
realidad de miles de niños muertos diariamente por pura desnutrición, frío y hambre”
(Linaza, 1994, p.45). Incluso en nuestras sociedades industrializadas, y autocalificadas del
bienestar, el autor se plantea “si la creciente competición de las instituciones escolares,
los cambios sociológicos en las unidades familiares y el estrés propio de la vida urbana no
Capítulo 2
están provocando que aumente el número de niños que llegan a ser adultos sin haber sido
nunca verdaderamente niños”.
Se hace imprescindible erradicar los enemigos crónicos de los niños y las niñas, tanto los
enemigos materiales –la desigualdad, la pobreza, la guerra, la explotación, la corrupción,
la violencia...–, como los enemigos simbólicos (entre ellos, los de orden moral y religioso),
las representaciones sociales que siguen obstaculizando el desarrollo de la infancia como
sujetos de derechos y actores sociales.
Objetivos de
Capítulo 2
- Ampliar y mejorar el cuidado y la educación integral del niño y la niña en la primera infancia.
- Reducir en un 50% el número de niños y niñas en edad escolar que no están matriculados y aumentar la tasa neta de la matrícula en la enseñanza
primaria al menos a un 90% para el año 2010.
Lograr la enseñanza primaria universal.
- Mejorar la calidad de la enseñanza básica en todos sus aspectos.
- Velar para que se atiendan las necesidades educativas de todos los jóvenes.
- Conseguir para 2015, a más tardar, un avance del 50% en los índices de alfabetización de adultos/as, especialmente en lo que respecta a las mujeres.
- Reducir la prevalencia del VIH entre los jóvenes de de 15 a 24 años de edad en un 25% para 2005, en los países más afectados, y en un 25%, en todo
Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y el mundo, para 2010;
otras enfermedades: - Reducir para 2005 la proporción de lactantes infectados con VIH en un 20%, y para 2010 en un 50%. Esto implica aumentar el acceso a la información,
- Detener y revertir el avance del VIH asesoramiento y servicios de prevención a las mujeres embarazadas; aumentar la disponibilidad de tratamientos eficaces para reducir la transmisión de VIH
y SIDA. de madre a hijo y suministrarles acceso a ellos; así como llevar a cabo intervenciones efectivas en bien de las mujeres infectadas de VIH;
- Para 2003, elaborar, y para 2005, ejecutar, políticas y estrategias nacionales para el apoyo a los huérfanos y niños y niñas infectados de VIH/SIDA o
afectados por esa enfermedad.
- Proteger a niños y niñas de todas las formas de maltrato, abandono, explotación y violencia.
- Proteger a niños y niñas de las consecuencias de los conflictos armados.
- Proteger a niños y niñas de todas las formas de explotación sexual, incluida la pedofilia, la trata de personas y los secuestros.
- Tomar medidas efectivas de inmediato para eliminar las peores formas de trabajo infantil.
- Mejorar la suerte de millones de niños y niñas que viven en circunstancias especialmente difíciles.
En el año 2007 UNICEF presentó el informe Progreso para la infancia. Examen estadístico
de un mundo apropiado para los niños y las niñas, en el que se recogen los avances en
la consecución de los objetivos del programa Un mundo apropiado para los niños a los 5
años de su redacción. La redacción de este informe se estructura alrededor de los Objetivos
de Desarrollo del Milenio y recoge los siguientes avances:
- Disminución de la prevalencia de peso inferior al normal, desde un 32% en 1990
hasta un 27% en 2007.
- Reducción de la mortalidad de niños y niñas menores de cinco años, bajando por
primera vez de los 10 millones en el año 2006.
- Disminución del número de niños y niñas desescolarizados en edad de estudiar
en la escuela primaria (de 115 millones en 2002 a 93 millones en 2005-2006).
Además, muchos países están en vías de lograr la educación primaria universal.
- Aumento en todo el mundo de la educación de las niñas, pero no con la rapidez
suficiente como para garantizar una educación básica a los millones de niñas que
aún están sin matricular.
- Incremento entre 1990 y 2004 del porcentaje de población mundial que utiliza
fuentes mejoradas de agua potable del 78% al 83%. 105
África
Indicadores Mundo ECE/CEI
subsahariana
1,25 US$/día.
a
¿Y que hay de la infancia que tenemos cerca? En un estudio de UNICEF (2007) sobre la
Pobreza infantil en perspectiva: un panorama del bienestar infantil en los países ricos
se analizan las siguientes dimensiones: bienestar material, salud y seguridad, bienestar
educativo, relaciones familiares entre iguales, conductas y riesgos, y bienestar subjetivo.
España alcanza las peores puntuaciones respecto al bienestar educativo (rendimiento
escolar a los 15 años de edad, más allá de la educación básica y transición al empleo), al
bienestar material (pobreza de ingresos relativa, familias sin empleo y privación material) y
a las relaciones familiares entre iguales (estructura familiar, relaciones familiares y relaciones
Compartimos con Vallina (1997, pp.138-139) su consideración de los niños y las niñas
como personas de una determinada edad “en continuo y rápido cambio, con una
personalidad propia, distinta en cada uno de ellos, en la que entran actitudes tanto
positivas como negativas, con posibilidades de conocerse a sí mismos y a los demás, de
tener responsabilidades concretas, capaces de tener juicio propio de las cosas y de las
personas que les rodean, en condiciones de ser protagonistas, artífices de su vida y de
su educación y necesitados de relacionarse con los demás y vivir con ellos”. Una infancia
consciente de sus derechos y responsable para con los mismos. Sólo una infancia así “va
a poder ser la nueva infancia cara a la que está apuntando la Convención de las Naciones
Unidas” (Casas, 1998, p.40).
Barudy y Dantagnan (2005) analizan el ecosistema social de los buenos tratos infantiles,
como aquel en el que existe una buena interacción entre los diversos sistemas que nutren,
protegen, socializan y educan a los niños y las niñas. Destacan los autores el papel de los
sistemas más cercanos y significativos, como el microsistema familiar. Utilizan la expresión
“parentalidad competente y resiliente” para referirse a la capacidad de los padres y las
madres de asegurar los cuidados y el apoyo afectivo necesarios, para que los niños y las
niñas superen las dificultades.
También insisten los autores en la importancia de la presencia de personas adultas
significativas en el exosistema que puedan influir positivamente en el desarrollo de los
niños y las niñas. Estas personas significativas constituyen verdaderas tutoras de resiliencia
(Cyrulnik, 2002), “por la calidad del apoyo afectivo e instrumental que aportan a los niños:
compensan las carencias de cuidados paternos y permiten la elaboración del sufrimiento
de aquéllos” (Barudy y Dantagnan, 2005, p.46).
Finalmente, el macrosistema también influye en la génesis de los buenos tratos infantiles,
“porque la existencia de un contexto de buen trato para los niños y niñas depende
también de las políticas públicas que aseguren la equidad a todas las familias mediante
la redistribución de la riqueza. Pero también hay que asegurar una educción para la no
violencia y políticas sociales basadas en el bienestar de la población, incluidos los niños,
el respeto de los derechos humanos y el desarrollo de programas destinados a promover
formas no violentas en la resolución de conflictos familiares y en la promoción de los
buenos tratos” (Barudy y Dantagnan, 2005, p.49).
Para los autores, los factores principales que contribuyen a la existencia de un contexto de
buenos tratos se representan en la siguiente ecuación:
Los buenos tratos no sólo corresponden a lo que los padres y las madres son capaces
de ofrecer, pues también son el resultado de los recursos que una comunidad pone a su
servicio para garantizar la satisfacción de las necesidades infantiles y el respeto de sus
derechos (Barudy y Dantagnan, 2005).
Toda acción destinada a asegurar el buen trato se dirige a la satisfacción de las necesidades
de la infancia. Para Barudy y Dantagnan l2005) el buen trato es en sí mismo una de las
necesidades básicas de los seres humanos. Por otro lado, uno de los derechos fundamentales
de la infancia es que sus necesidades sean satisfechas, por lo tanto, el buen trato es un
derecho fundamental. En este sentido, en opinión de estos autores, todos los derechos
de la infancia podrían resumirse en el derecho a vivir en condiciones y contextos donde
Infancias y Educación Social
sus necesidades puedan satisfacerse para desarrollarse de una forma sana, constructiva
y feliz. Manejar el enfoque de las necesidades permite, pues, orientar las acciones y
aspiraciones.
De este planteamiento surgen dos preguntas: qué entendemos por necesidades, y cuáles
son las necesidades de la infancia.
A continuación analizamos la forma en que distintos autores dan respuesta a ambas
cuestiones. Casas (1998) distingue entre dos tipos de necesidades: por déficit (carencia de
algo cuyo disfrute está socialmente reconocido) y de desarrollo (aspiraciones comunitarias
o colectivas que parten de la presión social y de los intereses políticos). Las primeras
sólo pueden entenderse incardinadas en el seno de las segundas, dentro de un mismo
sistema. Para el autor, sólo las necesidades que adquieren cierto reconocimiento social son
asumidas como problemas colectivos, lo que conlleva el desarrollo de una acción social
intencional, es decir, de políticas sociales. Estas necesidades socialmente reconocidas dan
lugar a derechos sociales.
A pesar del vasto campo de investigación y teorías sobre necesidades humanas, hay pocos
estudios específicos sobre necesidades infantiles. En nuestro país, Félix López presentó
en 1995 un trabajo por encargo del Ministerio de Asuntos Sociales, en el que desarrolla
su Teoría de Necesidades Infantiles, un modelo complejo específico para la infancia. Más 113
recientemente, Ochaíta y Espinosa (2004) publicaron un amplio manual respaldado por
UNICEF en el que parten de la aportación de Doyal y Gough para elaborar su propia
propuesta.
Vamos a partir de las aportaciones presentadas por Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1998)
y Doyal y Gough (1994) en relación a las necesidades humanas y desde un enfoque basado
en el desarrollo, para abordar finalmente las propuestas de López (1995, 2008) y Ochaíta
y Espinosa (2004) centradas específicamente en las necesidades infantiles.
Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1998), entienden las necesidades en un sentido amplio,
es decir, no limitadas a la mera subsistencia, sino al mismo tiempo como carencia y
potencialidad. Concebirlas sólo como carencias implica restringirlas a lo puramente
fisiológico o subjetivo. Las necesidades son también potencialidades en la medida en
que comprometen, motivan y movilizan a las personas. Así, la necesidad de participar
es potencial de participación, y la necesidad de afecto es potencial de recibir afecto pero
también de darlo. Por otro lado, conciben a la persona como un ser de necesidades
múltiples e interdependientes, configuradas como un sistema en el que se interrelacionan
e interactúan. En este sentido, son características propias del proceso de satisfacción de las
necesidades, la simultaneidad, la complementariedad y la compensación.
Los autores parten de tres postulados:
Capítulo 2
CATEGORÍAS EXISTENCIALES
Sistemas de
Cuidado,
seguros, ahorro, Cooperar, Contorno vital,
adaptabilidad,
seguridad social, prevenir, contorno
autonomía,
Protección sistemas de salud, planificar, cuidar, social,
equilibrio,
legislaciones, curar, defender morada
solidaridad
derechos, familia,
CATEGORÍAS AXIOLÓGICAS
trabajo
Autoestima,
Amistades, Privacidad,
solidaridad, Hacer el amor,
parejas, familia, intimidad,
respeto, voluntad, acariciar, expresar
animales hogar,
Afecto tolerancia, emociones,
domésticos, espacios de
generosidad, compartir, cuidar,
plantas, jardines encuentro
receptividad, cultivar, apreciar
115
pasión, humor
CATEGORÍAS EXISTENCIALES
Pasión, voluntad,
Ámbitos de
intuición, Trabajar, inventar,
Habilidades, producción,
autonomía, construir, idear,
CATEGORÍAS AXIOLÓGICAS
destrezas, retroalimentación y
Creación imaginación, componer,
método, trabajo expresión,
audacia, inventiva diseñar,
talleres, ateneos,
racionalidad, interpretar
agrupaciones,
curiosidad
Autonomía,
voluntad,
Discrepar, optar,
autoestima,
diferenciarse,
pasión,
Igualdad de arriesgar, meditar Plasticidad
asertividad,
Libertad derechos asumirse, cono- espacio-temporal
rebeldía,
cerse,
apertura,
desobedecer.
tolerancia
determinación,
audacia
- Seguridad en la infancia.
- Relaciones primarias significativas.
- Seguridad física.
Autonomía
- Seguridad económica.
- Educación.
- Seguridad en el control de nacimientos, embarazos y partos.
Según López (1995, 2008), los niños y las niñas no deben ser entendidos desde la perspectiva
de la persona adulta, como futuros hombres y mujeres, sino como sujetos que tienen
unas características específicas y, en consecuencia, también unas necesidades específicas.
Además, no son receptores pasivos sino agentes activos de su propio desarrollo, por lo que
la participación activa en su construcción constituye una necesidad.
No niega la incidencia del contexto o de la cultura en la concreción de las necesidades de
la infancia, pero considera que existen, al igual que los autores anteriormente citados, unas
Infancias y Educación Social
Necesidades sexuales
A lo largo de la obra, las autoras van especificando las necesidades infantiles en función
de las etapas evolutivas, diferenciando entre: recién nacido (primer mes), primera infancia
(hasta los 2 años de edad), etapa preescolar (entre los 2 y los 6 años), etapa escolar (entre
los 7 y los 12 años), pubertad y adolescencia (desde los 12-13 años hasta los 20). En el
siguiente cuadro se comparan las cuatro propuestas planteadas partiendo de la teoría de
Max-Neef, por ser la más completa, desde nuestro punto de vista. También se recogen
en el cuadro los derechos reconocidos en la Convención con los que guardan relación las
necesidades apuntadas.
Cuadro 14: Comparación entre las teorías de necesidades y la Convención sobre los Derechos del Niño
Salud física
Necesidades físico-
(alimentación,
Subsistencia biológicas (alimentación, Art. 6: a la vida, a la supervivencia y desarrollo; art.
Salud física vivienda, vestido,
(Salud física, mental, temperatura, sueño, 24 a la salud y servicios médicos; art. 31 al descanso;
Infancias y Educación Social
- Salud física
(ambiente laboral art. 11 a no sufrir retenciones o traslados ilícitos; art.
y medio físico - Necesidades físico- 16 protección de la vida privada; art. 19-23 protección
desprovisto de biológicas (integridad física Salud física (aten- contra los malos tratos, del Estado en caso de privación
Protección
riesgos, atención protección de riesgos, ción familiar, adopción, de niños/as refugiados e impedidos;
(Cuidado, autonomía,
sanitaria) salud, ambiente ecológico sanitaria, protec- art. 25 evaluación periódica del internamiento; art. 26
seguridad social, derechos,
- Autonomía adecuado) ción de riesgos seguridad social; art. 32-39 protección contra la explot-
morada, sistemas de
(seguridad física, - Necesidades mentales físicos y psicológi- ación en el trabajo, uso de estupefacientes, explot-
salud...)
económica, control (protección de riesgos cos) ación sexual, venta y tráfico de niños/as, todo tipo de
de nacimientos, imaginarios) explotación, tortura o privación de libertad, conflictos
seguridad en la armados, recuperación física y psicológica.
infancia)
Participación
(Derechos, obligaciones, Autonomía (partici- Art. 12 expresar su opinión; art. 13 libertad de ex-
Necesidades sociales (red
responsabilidades, pación, interacción presión; art. 15 libertad de asociación; art. 23
de relaciones sociales,
cooperar, proponer, con los/as adultos/ participación del niño mental o físicamente impedido;
participación y autonomía)
compartir, ámbitos de as, con iguales) art. 31 participar en la vida cultural y en las artes.
interacción...)
Creación
(Pasión, voluntad,
Art. 31 a la participación en la vida cultural y en las
imaginación, autonomía,
artes.
habilidades, diseñar,
interpretar...)
Identidad
Art. 7 a un nombre y nacionalidad; art. 8 a la
(Pertenencia,
Necesidades emocionales preservación de la identidad; art. 9-10 a la no
coherencia, diferencia,
(red de relaciones sociales, eparación del padre y la madre y a la reunificación
símbolos, lenguaje,
vínculo de amistad y familiar; art. 21 adopción; 18 a ser criado y educado
costumbres, sexualidad,
sentido de comunidad, por ambos padres; art. 30 de las minorías étnicas,
autonomía,
religiosas o lingüísticas.
comprometerse...)
Libertad
(Autonomía, apertura, Art. 12-17 a expresar su opinión, libertad de expresión,
determinación, igualdad de pensamiento, conciencia y religión, de asociación;
de derechos, discrepar, art. 37 no privación de libertad.
optar, conocerse...)
Elaboración propia.
Infancias y Educación Social
Finalmente, nos interesan las teorías de resiliencia por varios motivos: para orientar
programas de prevención y promoción del buen trato, y para la constitución de contextos
profesionales que faciliten su desarrollo, fundamentalmente en situaciones de provisión y
protección. El concepto de resiliencia se hace necesario, pues, para la prevención y la mejor
reparación de los daños, ya que, “el transcurso de la vida nunca carece de pruebas, pero
la elaboración de los conflictos y el trabajo de resiliencia nos permiten retomar el camino,
pese a todo” (Cyrulnik, 2002, p.215).
Barudy y Dantagnan (2005, p.56) definen la resiliencia como “la capacidad de una persona
o de un grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de
los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a
veces graves”. La resiliencia es “el arte de navegar entre los torrentes” haciendo uso de
los recursos internos “hasta el momento en que una mano tendida le ofrezca un recurso
externo, una relación afectiva, una institución social o cultural que le permita salir airoso”
(Cyrulnik, 2002, p.213). Es un proceso de reconstrucción de uno mismo a fuerza de actos
y de palabras, un conjunto de fenómenos armonizados en el que el sujeto se cuela en un
contexto afectivo, social y cultural, “inscribe su desarrollo en un medio y escribe su historia
en una cultura” (Cyrulnik, p.214).
Los recursos internos de los que habla este autor, hacen referencia a aptitudes adquiridas
123
fácilmente en el transcurso de la infancia y se componen esencialmente del aprendizaje
de un estilo afectivo que se llama apego seguro o vínculo afectivo protector, que permite
permanecer al acecho de toda mano tendida. Cyrulnik (2002) define otros tres tipos de
vínculo afectivo: de evitación, ambivalente y desorganizado, que dificultan el desarrollo
de capacidades resilientes, pero no lo imposibilitan, ya que se prodrán poner en marcha
más adelante, aunque más lentamente, “con la condición de que el medio, habiendo
comprendido cómo se forja un temperamento, disponga en torno a los heridos unas
cuantas guías de resiliencia” (Cyrulnik, p.213).
Barudy y Dantagnan (2005, p.58) también destacan lo afectivo. Entienden que la capacidad
de resiliencia es sobre todo el resultado de nutrientes afectivos, cognitivos, relacionales y
éticos que los niños y las niñas reciben de su entorno. Es decir, su origen son “las dinámicas
sociales que aseguran la afectividad y la posibilidad de dar un significado a las experiencias,
especialmente cuando éstas son dolorosas”.
Las características que distinguen a niños y niñas resilientes son, en opinión de Barudy
y Dantagnan (2005): un acercamiento activo, evocador hacia el problema a resolver,
permitiéndoles negociar una serie de experiencias emocionalmente arriesgadas; una
habilidad para ganar la atención positiva de los otros; una visión optimista de sus
experiencias; una habilidad de mantener una visión positiva de una vida significativa; una
habilidad de estar alerta y autónomo; una tendencia a buscar nuevas experiencias; y una
perspectiva proactiva.
Capítulo 2
Para Cyrulnik (2002, p.213), “no es tanto el niño el que es resiliente como su evolución y su
proceso de vertebración de la propia historia”. Los factores que contribuyen al desarrollo de
la resiliencia infantil son: el apego seguro; la toma de conciencia de la realidad individual,
familiar y social; y el apoyo social. Cyrulnik destaca los siguientes elementos:
- El encuentro con una persona significativa que permita la reanudación del vínculo
social y la reorganización de la imagen que el herido se hace de sí mismo. Para
el autor “basta una minúscula señal para transformar a un patito feo en cisne”
(Cyrulnik, p.216).
- Dar sentido a lo que nos ha ocurrido, es decir, organizar la propia historia,
comprender y dar, son los más simples y eficaces medios de defensa. Para ello, es
necesario ofrecer lugares donde poder realizar una representación y significación
del trauma. Actuar sin comprender tampoco permite la resiliencia, sólo la mera
adaptación o supervivencia inmediata.
- Permitir socializarse: es imprescindible participar en la cultura, comprometerse
con ella, convertirse en actor y no seguir siendo mero/a espectador/a.
Por tanto, las acciones basadas en los modelos de resiliencia serán aquellas que faciliten
(Barudy y Dantagnan, 2005):
- Vinculaciones afectivas seguras, fiables y continuas.
- Procesos relacionales que permitan dar sentido o significado a las experiencias,
tomar conciencia y simbolización de la realidad familiar y social.
- Redes de apoyo social.
- Procesos educativos que potencien el respeto de los derechos de todas las
personas, especialmente de la infancia.
- Experiencias que promuevan la alegría y el humor.
- Desarrollo de la creatividad y el arte.
Para finalizar, presentamos algunas propuestas de acción para dar respuesta a las
necesidades infantiles, promover los derechos de los niños y las niñas, desde la perspectiva
del buen trato y la resiliencia. Casas (1998), considera que la consolidación decisiva de los
cambios hacia un paradigma de los derechos, se basa en cinco conjuntos de desarrollos
paralelos:
- completar y asentar una red básica de servicios sociales municipales;
- dar entidad definitiva al reconocimiento profesional de las educadoras sociales
que trabajan con la infancia;
Infancias y Educación Social
Síntesis
A lo largo del apartado, hemos argumentado en torno a la nueva imagen de la infancia,
como sujeto diferenciado con necesidades y características particulares, ha surgido en el
mismo período en que tuvo lugar una transición demográfica (descenso de la mortalidad
y de la natalidad), cuando el niño cambió de actividad (de la fábrica a la escuela) y la
familia adquirió un nuevo rol y nuevas obligaciones con respecto a sus hijos e hijas. Con
la aprobación de la CDN de 1989 se convierte formalmente en sujeto de derechos, en
una realidad de presente. De ser considerada una etapa pasiva centrada en la idea de los
aún-no, seres imperfectos, no terminados, débiles e incompletos, aún no responsables,
inteligentes o útiles para el trabajo, pasa a ser comprendida como un período evolutivo con
sentido y fin en sí mismo; como seres sociales, activos, competentes, con capacidades para
manifestarse, construir, actualizar y consolidar a sus conocimientos, habilidades, destrezas,
actitudes, valores, sentimientos, afectos... mediante las interacciones y relaciones que
establecen con las personas, objetos y seres que forman parte de los contextos en los que
viven.
También hemos visto como la preocupación específica por la infancia tiene un carácter
ambiguo. Por un lado, se considera una etapa diferenciada, y al mismo tiempo, se trata de
integrarla dentro del orden y la universalidad que comprende la sociedad adulta, dando
Infancias y Educación Social
preferencia en realidad a las necesidades de las personas mayores con respecto a los niños
y las niñas, antes que atender a la particularidad de éstos (Gaitán, 2006). Es el reflejo de la
paradoja que ha acompañado a la infancia, a la vez necesaria y superflua, a la vez querida
y rechazada, y también “de unas relaciones de dominación similar a las que hasta no hace
mucho se observaban con respecto a las mujeres, donde el margen para su actuación y su
papel en la sociedad era definido desde instancias ajenas a ellas” (Gaitán, p.16).
La visión de los niños y las niñas como sujetos o actores sociales, hace hincapié en su
condición de personas con sus propios derechos, personas con características y capacidades
específicas que deben ser apreciadas y respetadas. Esta visión es opuesta a aquélla en la
que los niños y las niñas son tratados como objetos, visión que no niega la necesidad
de protección especial, pero a costa de su derecho a compartir y participar en la vida
social. Y es que el proteccionismo termina anulando e incluso negando las posibilidades
de desarrollo autónomo de los niños y las niñas, su capacidad de intervenir como actores
en la vida social.
La situación actual de la infancia revela que los desafíos siguen siendo enormes. Existen
múltiples enemigos que hemos denominado materiales y simbólicos, siendo necesario
avanzar en su erradicación. Para ello, proponemos la necesidad de desarrollar acciones
basadas en las teorías de las necesidades infantiles y la promoción de dinámicas de buen
127
trato en todos los ámbitos de la sociedad. También en contextos residenciales, donde será
imprescindible asegurar un clima afectivo y un contexto educativo basado en los buenos
tratos y el desarrollo de la resiliencia.
Capítulo 2
No existe un concepto unívoco de Educación Social. Muchas son y han sido las visiones acerca
de su significado desde sus orígenes. Al igual que el término de infancia, que acabamos de
ver, refleja una realidad plural, de la cual presentaremos tan sólo una muestra, recogiendo
las definiciones aportadas por autores como Petrus (1997), Riera (1998), García (2003),
Caride (2005) y Ortega (2005b), entre otros, y por la Asociación Estatal de Educación Social
(ASEDES, 2007).
Asimismo, a pesar de la complejidad a la hora de buscar denominadores comunes al
constructo de Educación Social, derivada de la diversidad de espacios, sujetos, acciones,
métodos, etcétera, haremos un esfuerzo por extraer aquellos aspectos más ampliamente
destacados en las diferentes definiciones, y que son acordes con nuestra propia visión de
la Educación Social.
En opinión de Petrus (1997), las dos características más distintivas son su ámbito social y
su carácter pedagógico. Una de sus aportaciones más valiosas fue recoger los principales
enfoques que se perciben de la Educación Social en nuestro contexto cultural y que reflejan
su consideración: como adaptación a las cambiantes necesidades sociales, entendida
como integración del ciudadano en el medio, al tiempo que se convierte en factor de
cambio y mejora de ese mismo medio; como socialización, es decir, transformación del
individuo biológico en ser social, resaltando su integración en la sociedad, y la consecuente
asimilación de normas, valores y actitudes necesarias para convivir; como adquisición de
competencias sociales, virtudes o capacidades de un grupo o sociedad, que se aprenden
en un proceso dialéctico de interacción; como didáctica de lo social, que implica un
conjunto de estrategias y acciones sociocomunitarias en el medio social; como acción
profesional cualificada, de forma que garantice una acción consciente, reflexiva y
planificada, fundamentada en la técnica y en la metodología, a fin de incidir positivamente
sobre una realidad social determinada; como acción cerca de la inadaptación social,
aunque también desempeña funciones dirigidas a promover la calidad de vida de todos
los ciudadanos y adoptar estrategias de prevención de los desequilibrios sociales; como
formación política del ciudadano/a, para la correcta convivencia social; como prevención
y control social, control que siempre deberá estar acompañado de cambio social, dotando
de sentido crítico a toda intervención socioeducativa; como trabajo social educativo; como
paidocenosis, es decir, como acción educadora de la sociedad, en la sociedad y para la
sociedad; y como educación extra-escolar, que abarca toda acción educativa estructurada
que no forma parte del sistema educativo reglado.
Riera (1998, p.45), por su parte, define la Educación Social como “acción sistemática y
fundamentada, de soporte, mediación y transferencia que favorece específicamente el
desarrollo de la sociabilidad del sujeto (persona, grupo o comunidad) a lo largo de toda su
vida, circunstancias y contextos, promoviendo su autonomía, integración y participación
Infancias y Educación Social
los derechos sociales del ciudadano, de todos los ciudadanos, y generar nuevas
demandas de educación social”.
- Generadora de acciones educativas, mediadoras, formativas, de soporte,
transferencia...
- Requiere de un compromiso ético. En palabras de Caride (2005), estamos
obligados a explicitar y aceptar nuestros propios intereses y valores, ya que
intervienen de manera inevitable en la acción socioeducativa desde la selección
de los problemas, su ordenamiento, en los recursos que se emplean... En opinión
de García (2003), el poder de la Educación Social reside en crear espacios y
tiempos, en dar (la) palabra y dar (el) tiempo para que los sujetos puedan
atreverse, arriesgarse, decidirse, a iniciar el proceso educativo.
la educación en cuanto medio de aminorar las desigualdades sociales, en cuanto que por
ella trataba de elevar el nivel social y cultural de los grupos sociales más desfavorecidos;
2º como fundador de instituciones educativas destinadas a acoger a niños marginados y a
procurar su inserción social” (Quintana, p.12).
Su preocupación por dar respuesta a la pobreza, principalmente la que acosa a niños/as y
jóvenes, le llevó a emprender dos proyectos pedagógico-sociales: en Neuhof (1775-1780),
donde fundó una Escuela Popular de Artes y Oficios acogiendo a chicos desheredados,
con los que convivía familiarmente y se dedicaban a la manufactura de tejidos; y en Stanz
(1778-1979), en el Instituto para Huérfanos de Guerra, donde la infancia vivía en régimen
de una comunidad en la que se ayudan mutuamente (Quintana, 1994).
De su modelo educativo Quintana (1994, p.14) destaca los siguientes principios: “1º La
educación social debe fundamentarse en una buena educación de la personalidad; 2º la
cuestión social es una cuestión moral, pues se resuelve formando la conciencia y el amor
al prójimo; 3º puede acometerse, por consiguiente, por medio de la educación; 4º hay
que empezar por arrancar al hombre de su miseria para llevarlo a la cultura y al bien; 5º
el educador del pueblo ha de moverse por un amor desinteresado hacia el mismo; 6º
cultivando los valores de la persona construiremos una sociedad justa y feliz”. También
resaltamos la importancia que concedía a conseguir en los orfanatos una vida familiar,
133
actuando a la vez de padre y maestro; y a la acción educativa por medio del trabajo.
En las instituciones que gestionó se desarrollaban trabajos agrícolas, de carpintería, de
construcción... todo lo que pudiera contribuir a la incorporación al mundo laboral.
En el contexto español, López (2005) señala cuatro antecedentes históricos de la Educación
Social: Luis Amigó (1854-1934), Ramón Albó (1871-1955), José Pedragosa (1874-1957) y
José Juan Piquer (1911-1985), cuyas trayectorias se encuentran también ligadas al ámbito
de la infancia y la adolescencia.
Finalmente, es interesante comprobar como algunos de los principales historiadores de la
Educación Social en España –entre ellos destacamos a Santolaria (1997) y Palacios (1997)–
mostraron en sus estudios la preocupación por la infancia a lo largo de la historia, que se vio
plasmada en diferentes iniciativas de atención residencial, tal y como veremos más adelante.
Ortega (1998) considera que la escuela es a la educación reglada, lo que el reformatorio a la
Educación Social, siendo una de las instituciones más emblemáticas de ésta. Para el autor,
los centros de protección y reforma son unas instituciones “naturales”, antropológicas,
básicas, de la comunidad, aunque se las considere erróneamente planteadas. Y añade que
“no nacen del tronco de la educación ‘formal’ sino de la necesidad de amparar, alimentar,
y educar a niños que no tenían otro lugar donde estar o que no quieren o no pueden
integrarse en la sociedad que les rodea. También nacen, tristemente, de la voluntad
represora y vindicativa de la comunidad y, por qué no decirlo, en algunos casos, de la
rigidez excluyente de la escuela. Por supuesto marginan, estigmatizan y ‘hospitalizan’,
aunque también recogen, cuidan y deberían formar” (Ortega, 1998, p.167).
Capítulo 2
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- Animador sociocultural
Animación y gestión sociocultural
- Gestor cultural
- Orientador sociolaboral
Formación e inserción de personas adultas
- Formador de personas adultas
conocido como proceso de Bolonia, tiene que ver con los perfiles competenciales que
deben dominar las futuras profesionales que se preparan en las instituciones de educación
superior (Sáez, 2003a). Así se refleja en el Libro Blanco del Título de Grado en Educación
Social (Villa, 2005a), al explicitar el reto que supone diseñar el currículo universitario centrado
principalmente en las realidades profesionales hacia las que se dirigen las educadoras
tituladas, más que en las lógicas de las disciplinas, tendencia habitual hasta el momento.
La finalidad es, pues, “favorecer dinámicas formativas e investigadoras congruentes con
las necesidades y demandas de una sociedad en continua transformación” (Caride, 2008,
p.105), avanzando en una mayor y mejor correspondencia entre los aprendizajes que se
promueven, el desempeño profesional y la inserción en el mundo laboral. En este sentido,
los planes de estudio conducentes a la obtención del Título de Grado deberán tener en
el centro de sus objetivos la adquisición de competencias y conocimientos adecuados al
ejercicio profesional, primer requisito de toda profesión.
Este planteamiento exige partir de un análisis de las necesidades materiales y de las demandas
sociales, para lo que es imprescindible interrogar a la práctica (Sáez, 2003a), a las profesionales
de la Educación Social. El análisis y la evaluación de lo que hacen, permitirá, asimismo,
“mejorar y optimizar la praxis, así como reformular los conceptos, teorías y modelos que
después van a iluminar, vitalizar, revitalizar y mejorar la acción” (Ortega, 2005a, p.49).
La relación entre la Educación Social como fenómeno y como profesión, y la Pedagogía
Social como disciplina científica, es crucial para su mutuo desarrollo. Así lo entiende Ortega
(2005a, p.45), señalando, por un lado, que el conocimiento en Pedagogía Social ha de
surgir del análisis e investigación de la acción y de la praxis profesional; y por otro, la práctica
necesita ser revitalizada por la reflexión científica, ya que “la práctica por la práctica, sin ser
analizada, repensada y reconceptualizada, realimentada y, de aquí, revitalizada e incluso
transformada, llega a destruirse a sí misma”.
Sin embargo, el autor denuncia, tanto la falta de investigación sobre la acción, y el exceso
de teorías en el vacío, que a veces se resuelven en meras posiciones declarativas y retóricas;
como la escasa reflexión, evaluación y análisis de las profesionales sobre su propia práctica.
Esta situación dificulta que se avance lo suficiente en conocimientos, en conceptualización
y en modelos de desarrollo de la acción, así como en legitimación y fundamentación
profesional.
En palabras de Sáez (2005, p.130), la finalidad última de la profesionalización sería el ideal
profesional, como “aquél que enfatiza, entre otras dimensiones, el papel de la ‘carrera’ y ‘la
formación especializada’ como algunas de las estrategias que permiten a los profesionales
obtener prestigio en el entorno en que funcionan y se mueven”. En su opinión, se trata de
un proceso complejo, difícil, exigente y necesario: “tiene que ver tanto con la cantidad como
con la calidad, con la convergencia como con la creatividad, el esfuerzo, la gratificación...
así como con la competencia, las habilidades y la cualificación que se precisa para dotar a
una y otras de la fuerza moral y política, esto es social y humana, para satisfacer necesidades
Infancias y Educación Social
culturales y educativas, es decir para ser capaces de dar respuesta a quienes nos interrogan
sobre cómo lograr sus derechos” (Sáez, 2003a, p.57).
Es un proceso dialéctico, un recorrido que avanza y se afirma pero que también sufre
retrocesos. En opinión de Vilar (2005, p.4), la Educación Social ya es una profesión
consolidada “porque dispone de un cierto cuerpo teórico organizado, unos estudios
reglados que la avalan, un reconocimiento y presencia social, unas estructuras organizativas
propias y una definición de deberes que se articulan alrededor de un código normativo
propio”. Aunque, añade, sigue siendo necesario consolidar la presencia pública, reforzar
los procesos de identidad y desarrollar su gran potencial frente a las nuevas realidades
sociales.
Sáez (2003a), por su parte, considera que si bien se ha alcanzado cierto nivel de
profesionalización cuantitativa –gracias a la entrada del título en la Universidad, a la
creación de Colegios profesionales, a la multiplicación de asociaciones y al incremento de
la presencia pública de educadoras sociales–, el análisis de la dinámica laboral evidencia
cierta tendencia desprofesionalizadora que se ve reflejada en un escaso asentamiento
profesional. Hace casi una década, Romans (2000, pp.179-180) lo describió la situación de
la siguiente manera, que desde nuestro punto de vista sigue estando de plena actualidad:
1. “La indefinición del campo de trabajo y de las diferentes versiones sobre el 141
concepto de intervención educativa.
2. El solapamiento de tareas con otros profesionales.
3. La especialización, todavía no muy concreta de conocimientos en algunas áreas
y sectores que precisan de intervenciones más especializadas.
4. Las tensiones entre los ‘veteranos’ sin estudios universitarios y con experiencia
de trabajo y los universitarios con estudios y sin experiencia en este campo.
5. El desgaste psicológico producto del trabajo y el contacto directo con personas
que sufren problemas de inadaptación, exclusión, perturbaciones, etc.
6. Las irregularidades en las contrataciones tanto a niveles de retribuciones
económicas como de permanencia en centros.
7. Los problemas de relación y coordinación entre instituciones públicas y privadas
o entre administraciones locales o centrales.
8. La defensa del ámbito de trabajo frente a otros nuevos perfiles cuya actividad se
orienta hacia el mismo campo de acción.
9. La inestabilidad de los puestos de trabajo dependientes casi siempre de los
recursos públicos que a este fin se destinen.
Capítulo 2
10. La poca rentabilización de esfuerzos realizados, cuando los mismos objetivos educativos
provienen de administraciones distintas y con orientaciones no coincidentes”.
A estas consideraciones, Sáez (2003a) añade las siguientes carencias y limitaciones:
contratación por niveles y no por perfiles por parte de las distintas administraciones;
utilización de una nomenclatura múltiple para plazas del mismo grupo y similar nivel;
confusión derivada de la atomización y fragmentación de las ocupaciones; exigencia de
cualificaciones distintas, según sea quien contrate, para la misma ocupación; etc. Esta
tendencia desprofesionalizadora no propicia el desarrollo de una cultura profesional que
permita consensuar un campo de conocimiento especializado e interno y un cuerpo de
metodologías; ni siquiera auspicia una forma de actuar profesionalmente en la práctica
cotidiana; e, incluso, esta desprofesionalización es causa de que no se acabe por construir un
discurso diferenciador “en pro de una figura sólida, convergente, sustantiva, y democrática
–el educador social– que afronte las amenazas y los riesgos de nuestro tiempo, desde
consistentes plataformas pedagógicas” (Sáez, 2003a, p.59).
Continua el autor describiendo su visión ideal de una cultura profesional en la que las
educadoras sociales colaboran con otras educadoras y profesionales de la acción social;
proporcionan y construyen una base de conocimientos profesionales desarrollados desde
la práctica; actualizan de forma continua sus competencias y habilidades para tomar,
con autonomía, decisiones sobre el qué, el cómo y el para qué de su acción profesional;
aportan soluciones y respuestas a los problemas que se plantean en la vida laboral,
cuyas condiciones intentan mejorar; y proporcionan modelos de roles, ejemplificación de
funciones, recreación de modos de atender... a quienes les reclaman y convocan.
Funciones Competencias
Tercera edad 16
Familia 15
Menores e Infancia 14
Interculturalidad 12
Formación de formadores 8
Animación sociocultural 7
Inserción laboral 5
Lenguaje 2
La propuesta formativa para el Título de Grado en Educación Social establece los siguientes
objetivos, en coherencia con las competencias antes descritas (Villa, 2005b, p.157):
1. “Capacitar a los estudiantes en las competencias (conocimientos, destrezas,
actitudes), estrategias, técnicas y recursos que les permitan:
a. La explicación y comprensión de los fundamentos teórico-prácticos de
los procesos socioeducativos en distintos espacios y tiempos sociales, con
criterios de eficacia y calidad.
b. La planificación, administración y gestión de instituciones, organizaciones
y servicios en los que se desenvuelven las prácticas educativo-sociales,
adecuando su formulación y ejecución a las características, necesidades,
demandas y expectativas de los sujetos y colectivos sociales con los que
trabajan.
c. El diseño, implementación y evaluación de planes, programas y proyectos
socioeducativos que tomen como referencia distintas instituciones y
organizaciones sociales, poniendo énfasis en los procesos de comunicación
social que contribuyan a la socialización, integración, promoción social y
convivencia cívica.
Infancias y Educación Social
Intervención socioedu-
Metodologías, proceso de enseñanza-aprendizaje y evalu-
cativa en contextos no 25 ECTS
ación en contextos no formales-informales
formales e informales
Metodologías de la
investigación en la inter- Medición y desarrollo de instrumentos, investigación-acción,
20 ECTS
vención socioeducativa y aplicación de las TIC
tecnologías educativas
Practicum 30 ECTS
Fuente: Villa (2005b).
Capítulo 2
Se establecen un total de 240 ECTS, que equivalen a 6000 horas distribuidas entre 144
ECTS de contenidos troncales (3600 horas) y 96 ECTS de contenidos propios de cada
universidad (2400 horas).
Además de la formación inicial en Educación Social, el Comitè d’Experts en Formació
de Recursos Humans (2005), también establece una propuesta de formación específica
teórico-práctica para las profesionales de los centros de protección. Se define como
complementaria al título de Educación Social y debería contemplar un mínimo de 115 horas
de contenidos teóricos y 40 de formación en prácticas. Los contenidos de la formación
teórica hacen referencia a:
- Marco institucional, legal y administrativo de atención a la infancia y la
adolescencia: red de servicios sociales; instituciones públicas privadas de servicios
sociales; concepto de tutela y guarda; riesgos y mecanismos de protección de
la educadora frente posibles procesos legales; ética y deontología aplicada
en el trabajo con infancia y adolescencia; protocolos e informes preceptivos y
vinculados; sistema educativo y mundo laboral; protección legal de datos.
- Fundamentos de la intervención socioeducativa: el proceso de desarrollo de
la infancia y la adolescencia desde la vertiente psicosocioeducativa y de salud;
modelos e influencias de los entornos socioculturales de los adolescentes;
modelos de relación y de intervención socioeducativa en centros de protección de
niños, niñas y jóvenes; modelos y dinámicas familiares; los abusos y los maltratos:
detección, abordaje, derivación, efectos y consecuencias, la prevención secundaria
en población de riesgo, etc.; atención socioeducativa a las discapacidades físicas,
psíquicas y sensoriales; atención socioeducativa a la enfermedad mental y los
trastornos de comportamiento; abordaje de las pérdidas y los cambios en el ciclo
vital dentro el centro; procesos de pérdida; educación para la salud; educación
afectivo-sexual; abordaje socioeducativo de la diversidad cultural.
- Técnicas y metodología de la intervención socioeducativa: la investigación
cualitativa y cuantitativa; posibilidades de investigación en el ámbito de la
infancia; los métodos y los sistemas de investigación; el programa de acción
tutorial individualizada; métodos y herramientas de observación; el vínculo
afectivo como herramienta primordial de la acción educativa; técnicas de
comunicación verbal y no verbal; resolución de conflictos y mediación; técnicas
para la contención mecánica y emocional; dinámica de grupos; la elaboración de
instrumentos específicos (la programación, la evaluación, el proyecto educativo
individual, el informe tutorial de seguimiento educativo, el informe-propuesta,
etc.); la gestión del tiempo de ocio dentro y fuera del centro; habilidades en la
gestión de los recursos, consumos y espacios domésticos del centro; métodos
de evaluación del trabajo socioeducativo; el trabajo en equipo; técnicas de
Infancias y Educación Social
Se plantea, pues, la necesidad de que los equipos profesionales diseñen criterios éticos
mínimos de actuación, plasmados en documentos institucionales, como son: el proyecto
educativo de centro, el reglamento interno, protocolos de intervención… Esto implica la
responsabilidad de trabajar en equipo, en red, coordinadamente, y exige, asimismo, un
proceso de reflexión permanente, en el que desarrollar competencias y habilidades para la
reflexión ética.
Finalmente, entendemos que la ética está directamente vinculada al concepto de calidad,
que concebimos como imperativo ético, materializado en una estrategia de acción capaz
de impulsar el cambio y la mejora continua, conjugando responsabilidades y compromisos
asumidos respecto de las necesidades y derechos de las personas, con la efectividad y la
eficacia de los procesos y servicios (Cruz, 2006).
La calidad, así entendida como compromiso ético con las personas destinatarias y con la
sociedad en general, se traduce en una orientación cara a la mejora de las condiciones de
vida y del bienestar social.
Síntesis 163
Desde nuestro punto de vista, la Educación Social juega un papel fundamental en relación
con los desafíos planteados para la promoción de los derechos y del bienestar de la infancia.
La infancia ha sido y continua siendo un ámbito de preocupación y acción profesional propio
y consolidado de la Educación Social, como de cualquier otra educación. Así lo demuestra
la historia de nuestra profesión desde los antecedentes hasta nuestros días, siendo uno
de los ámbitos de proyección profesional mayoritarios. En este sentido, la educadora en
instituciones de atención e inserción social, es uno de los perfiles asociados al título de
Educación Social según la propuesta presentada por el Libro Blanco (Vila, 2005a).
Siguiendo a diferentes autores, hemos caracterizado a la Educación Social como derecho
fundamental de la ciudadanía, que se concreta en una práctica educativa intencional de
carácter social e inscrita en el marco de la educación a lo largo de la vida. Orientada al
cambio y desarrollada por profesionales de las que se exige un compromiso ético, está
vinculada a procesos de socialización, desarrollo integral, integración y participación de las
personas en su cultura y sociedad, promoviendo nuevas alternativas en una sociedad en
continuo cambio.
A partir de esta definición de esta definición se han presentado diversas propuestas de
funciones (Riera, 1998; Ortega, 1999; Romans, 2000; CEFRH, 2005), competencias (Romans,
2000; Vila, 2005a; CEFRH, 2005; ASEDES, 2007), y de formación inicial –siguiendo el Libro
Blanco que define el Título de Grado (Vila, 200b)– y específica para el ámbito que nos
Capítulo 2
ocupa (CEFRH, 2005), cerrando el apartado con la definición del universo ético plasmado
en el código deontológico de la Educación Social.
Nos interesa conocer las características propias de la profesionalización de las educadoras
que desarrollan su labor en contextos residenciales de protección, analizando algunos de
los factores definidos para toda profesión, entre ellos: los conocimientos, metodologías
y técnicas específicas; la importancia concedida a la formación inicial y continua;
el reconocimiento social; y la identidad profesional. Asimismo, en el análisis de sus
apreciaciones, opiniones, manifestaciones y valoraciones sobre las prácticas educativas
desarrolladas en los centros de protección, se podrán perfilar las funciones y competencias
específicas que consideran caracterizan su labor, así como la formación inicial y continua
precisa para el desempeño de su profesión.
Capítulo 3
El acogimiento residencial para la protección a la
infancia en Galicia
1 Nos centramos principalmente en este Plan, ya que era el vigente en el momento de la recogida de datos sobre el sistema
de protección y el acogimiento residencial de Galicia. También haremos referencia al Plan Estragégico Gallego de la Infancia y la
Adolescencias (2007-2010), que se comenzó a poner en marcha a comienzos del año 2008.
2 Con fecha de 13 de diciembre de 2008 se publicó una nueva Ley de servicios sociales de Galicia. En nuestro caso, nos
fundamentamos principalmente en la Ley anterior por estar vigente en el transcurso de nuestra investigación.
Capítulo 3
de julio de 1992), dispone, en su punto 8.14, que toda decisión familiar, administrativa o
judicial, en lo que se refiere al niño y a la niña, deberá tener por objeto prioritario la defensa
y salvaguarda de sus intereses. A tales efectos, y siempre que ello no implique riesgo o
perjuicio alguno para el niño y la niña, éste deberá ser oído en todas las decisiones que
le afecten, desde el momento en que su madurez y edad lo permitan, especialmente en
aquellos procedimientos y decisiones que impliquen la modificación del ejercicio de la patria
potestad, la determinación de la guarda y custodia, la designación de su tutor/a legal, su
entrega en adopción o su eventual colocación en una institución familiar, educativa o con
fines de reinserción social. A este respecto, en la totalidad de los procedimientos deberá ser
parte obligatoriamente el Ministerio Fiscal o su equivalente, cuya función primordial será la
salvaguarda de los derechos e intereses del niño y de la niña. Finalmente, en el articulado
de las leyes estatales y autonómicas en materia de infancia se reafirma la primacía de su
interés superior como principio inspirador de todas las actuaciones relacionadas con ella
(artículo 2 de la LOPJM, artículo 172.4 del CC, artículo 3.3 de la LGFIA).
Admitida esta supremacía, la dificultad principal estriba en determinar qué significa
dicho concepto abstracto e indeterminado, ya que la previsión normativa del principio
no es suficiente, ninguna de las mencionadas leyes precisa en qué consiste el interés
de la infancia. En palabras de Lázaro (2002, p.97), “estamos ante un concepto de difícil
comprensión que exige un esfuerzo en su concreción y determinación”. Como todo
concepto jurídico indeterminado, tendrá que ser precisado en el momento de su aplicación.
Para ello, la entidad competente en materia de protección cuenta con cierto margen de
apreciación. Pero esta discrecionalidad de la valoración del interés del niño y la niña no
justifica resoluciones arbitrarias (Linacero, 2001), por lo que es necesario analizar si se
está utilizando realmente y cómo se aplica e interpreta, para evitar que pueda dar lugar
a una arbitrariedad jurídica y al abuso de derecho (Lázaro). En opinión de la autora, la
determinación del concepto pasa por la consideración de sus elementos fundamentales;
por la formulación de criterios jurídicos generales, referencias útiles y reales, no rígidas,
que ayuden a fijar el concepto; y por la consideración del caso concreto frente a otros
intereses públicos o privados en presencia. Señala como elementos fundamentales: la
consideración del niño y la niña como persona y ciudadano; su condición de sujeto de
derechos; la protección del desarrollo libre e integral de su personalidad, según establece
el artículo 10 de la CE, y de su dignidad, teniendo en cuenta sus necesidades particulares;
y la participación en las decisiones que le afecten. Desde esta perspectiva, el interés del
menor consistirá en proteger y garantizar sus derechos fundamentales como persona, y
los bienes y valores que encarnan: su dignidad, el respeto a su libertad, el derecho a la
educación, a la salud, en definitiva, al libre desarrollo de su personalidad. Esto constituiría
“el núcleo fuerte o zona de certeza positiva del concepto normativo indeterminado” (De
Palma y Font, 2002, p.100).
Por otro lado, siendo la infancia la protagonista principal y la afectada más directa en la
situación conflictiva en que se debate sobre su interés (Lázaro), en la determinación del
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
mismo, debe ser de obligada consideración su propia voluntad. Es decir, deben tenerse en
cuenta los deseos, preferencias y opiniones de los niños, las niñas y las y los adolescentes, y
también su individualidad en el marco social y familiar (artículo 3, Ley catalana 8/1995, de 27
de julio, de atención y protección de los menores y de los adolescentes y de modificación de
la Ley 37/1991, de 30 de diciembre). El propio niño y niña ha de participar en la concreción
de su interés, lo que no significa que se delegue en él la adopción de la decisión que más
le conviene. Su opinión no es formalmente vinculante, pudiendo ser desatendida si hay
razones suficientes, que deberían ser expresadas y justificadas. Asimismo, el valor y la
trascendencia que se conceda a su opinión, voluntad o sentimientos dependerá, en cada
caso de su edad y grado de madurez y discernimiento, tal y como se recoge en la legislación
vigente. Lázaro añade la necesidad de considerar la autenticidad de su manifestación, es
decir, que su opinión no esté inducida por otra persona, y que sea razonable, coherente y
realista, que pueda efectivamente hacerse y que sea lo que realmente le conviene.
La voluntad de la infancia, sus sentimientos, deseos y opiniones no siempre coinciden
con la visión de lo que la persona adulta considera que es mejor para su propio interés.
Asimismo, en numerosas ocasiones, puede presentarse un conflicto de intereses entre
padres, madres o tutores/as y el niño/a, sobre todo en los supuestos en que se debe
adoptar una medida que determine la separación de éste del medio familiar (Díez, 2003).
En ambos casos, es necesario proteger siempre los intereses y derechos fundamentales de 173
la infancia, otorgándole un protagonismo mayor y más efectivo en las decisiones que le
afectan. Para ello, habrá que ofrecerle previamente toda la información necesaria sobre
la situación, su alcance y consecuencias, y sobre las alternativas razonables y posibles.
Además, en ocasiones será conveniente la colaboración de especialistas que ayuden a
determinar cuáles son verdaderamente los deseos e intereses de la infancia. Siempre
actuando con la mayor precaución y sin provocar la indefensión de los/as progenitores/as
(Sánchez, 2001).
En relación con el carácter educativo de las medidas como principio inspirador de las políticas
públicas de protección a la infancia, se constata un insuficiente desarrollo y profundización
en la literatura especializada. Esta ausencia de debate, de posicionamiento y de reflexión
teórica por parte de las distintas autoras y autores especializados en protección, nos hace
presuponer que se trata de un principio ampliamente aceptado. Pero también dificulta la
concreción de su sentido y significado, de las implicaciones que tiene hablar de educación
en la definición de las medidas y de los programas que las desarrollan, de sus objetivos,
metodologías, organización y perfiles profesionales. El acercamiento a este principio
y su concreción en la práctica educativa cotidiana constituye uno de los objetos de la
presente tesis doctoral, concretamente en lo que respecta a la medida de acogimiento
residencial, recogiendo y analizando, asimismo, las diferentes posturas de las educadoras
que configuraron los grupos de discusión.
Además del interés superior de la infancia y del carácter educativo de las medidas, en los
diferentes textos legales y normativos se enumera una serie de principios rectores de la
Capítulo 3
Confidencialidad x
Coordinación e interdisciplinariedad x x x
Prevención x x
Fuente: Ley Orgánica 1/1996; Ley 3/1997; Ley 4/1993. Elaboración propia.
Es interés de la infancia ser tratada como persona y, en cuanto tal, tener reconocidos y
garantizados sus derechos fundamentales recogidos en la CDN (Linacero, 2001; Lázaro
2002). La primacía de la propia familia, además de ser un derecho tanto del niño y de la niña
(punto 8.17, Carta Europea de los Derechos del Niño) como del padre y la madre, es interés
de ambos. La CDN considera a la familia como el grupo fundamental de la sociedad y el
medio natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros, y, en particular, de los
hijos e hijas, correspondiendo al padre y la madre la responsabilidad primordial de su crianza
y desarrollo (artículo 18, CDN), para lo que deben asegurar las condiciones de vida necesarias
para el desarrollo integral de su personalidad. En tanto que derecho e interés superior de la
infancia, se exige la intervención de los poderes públicos para favorecer el mantenimiento del
niño y de la niña en su entorno familiar y social, siempre que no sea perjudicial para él/ella,
proporcionando, cuando sea necesario, servicios adecuados y accesibles dirigidos a satisfacer
3 La nueva Ley 18/2008, de 13 de diciembre, de sevicios sociales de Galicia añade a la anterior los siguientes principios rectores:
igualdad, acción personalizada, autonomía personal y vida independiente, economía, eficacia y eficiencia, evaluación y calidad,
y equidad y equilibrio territorial.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
de los programas y de las medidas (artículo 3.6, LGFIA), de forma que se evite el tratamiento
fragmentado de las problemáticas sociales, promoviendo, al contrario, una atención
integral de las mismas (artículo 3.6, LSS). Y el principio de prevención, significando que la
actuación de los servicios sociales se dirigirá a prever y eliminar las causas que conducen a
situaciones de marginación (artículo 3.10, LSS), previniendo aquéllas que puedan perjudicar
el desarrollo personal y social de la infancia (artículo 11.2.d, LOPJM).
La Constitución Española de 1978 califica a la protección de integral (artículo 39.2),
acentuando una perspectiva amplia que no limita la actuación protectora de los poderes
públicos al desarrollo de medidas tendentes a subsanar situaciones de desprotección que
afectan a la infancia y adolescencia, sino que extiende la intervención de las entidades
públicas, abarcando desde la prevención de situaciones de riesgo y desamparo, hasta
la integración sociofamiliar del niño y la niña una vez superadas. Sobre la base de este
concepto amplio de protección se ha erigido un sistema público de protección de menores
que excede, sin duda, el concepto de beneficencia (Lázaro, 2002). En esta línea, la
Convención sobre Derechos del Niño, de Naciones Unidas, de 20 de noviembre de 1989,
expone en el artículo 19.2, que las medidas de protección “deberían comprender, según
corresponda, procedimientos eficaces para el establecimiento de programas sociales con
objeto de proporcionar la asistencia necesaria al niño y a quienes cuidan de él, así como
para otras formas de prevención”. Asimismo, tanto el legislador estatal como autonómico
manifiestan claramente esta perspectiva integral. En el artículo 12.1 de la LOPJM se
establece el desarrollo de la protección “mediante la prevención y reparación de situaciones
de riesgo, con el establecimiento de los servicios adecuados para tal fin, el ejercicio de
la guarda, y, en los casos de desamparo, la asunción de la tutela por ministerio de la
Ley”. Siguiendo estos preceptos, la LGFIA destina íntegramente el Título II a la protección
de la familia “estableciendo acciones singulares tanto preventivas como asistenciales e
integradoras orientadas a evitar toda discriminación que pueda dificultar la integración
familiar, para lo que se hace necesaria la coordinación permanente de las políticas sociales,
educativas y sanitarias” (Exposición de motivos, LGFIA). Además, en el capítulo I del Título
III se regula la intervención de los poderes públicos en materia de prevención, adquiriendo
ésta un carácter prioritario (artículo 14.1, LGFIA).
Esta perspectiva integral debería manifestarse también en un carácter comprehensivo de
la actuación pública de protección, que incluya un conjunto de políticas de contenido
plural, dada su conexión con los campos del trabajo, la cultura, la vivienda, la sanidad, etc.
(Exposición de motivos, LGFIA). Se reclama la adopción de políticas sociales integrales y
su concreción en planes integrales de atención a la familia y a la infancia. Asimismo, tal
y como acabamos de ver, se establece la necesidad de promover la coordinación entre
entidades públicas y privadas, y entre profesionales (interdisciplinariedad) para el desarrollo
de actuaciones múltiples en los órdenes familiar, educativo, sanitario, cultural y social
(artículo 3.9, LGFIA).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Esta forma de entender la protección, y la apuesta, al menos formal, del sistema por un
mayor protagonismo de los niños y las niñas, fundamentado en el reconocimiento del
papel que desempeñan en la sociedad, está íntimamente ligada al nuevo concepto de
infancia promovido por el paradigma de los derechos del niño a partir de la aprobación
de la CDN y que analizamos en el capítulo anterior. En esta línea se sitúa el legislador en
la LOPJM, reflejando una concepción de las personas menores de edad “como sujetos
activos, participativos y creativos, con capacidad de modificar su propio medio personal y
social; de participar en la búsqueda y satisfacción de sus necesidades y en la satisfacción
de las necesidades de los demás” (Exposición de motivos 2). Sería necesario comprobar si
esta filosofía se mantiene no sólo formalmente sino que se desarrolla efectivamente en la
definición de las medidas y en su aplicación práctica.
Asimismo, señala Jolonch (2002) que las características que permiten hablar de riesgo
afectan al entorno y al medio, pero los objetivos que se han de conseguir se centran en
la infancia, constituyéndose en objeto de intervención. Por tanto, la dimensión paliativa
no se centra en las causas, sino en los efectos negativos, aunque, en términos legales, se
establezca que la actuación de los poderes públicos se orientará a disminuir los factores de
riesgo y dificultad social que incidan en la situación personal y social en que se encuentra
y a promover los factores de protección del menor y su familia, poniendo en marcha las
actuaciones pertinentes y realizando el seguimiento de la evolución del menor en la familia
(artículo 17, LOPJM).
Cuando la desprotección en que puede hallarse un niño o una niña alcanza una mayor
gravedad, procede la declaración de desamparo, en virtud de la cual se produce,
principalmente, la separación familiar de aquél y la tutela sobre el mismo se atribuye
automáticamente (ex lege) a la entidad pública competente en materia de protección de
menores. Los artículos 172.1 del CC, 18 de la LOPJM y 17.2.h de la LGFIA, definen como
situación de desamparo aquella que “se produce de hecho a causa del incumplimiento, o
del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes
para la guarda de los menores, cuando éstos queden privados de la necesaria asistencia
moral o material”. A la vista de esta definición, examinaremos a continuación cada uno de
los elementos que la componen y las características de los mismos.
La expresión de hecho determina el carácter objetivo del desamparo, es decir, ha de
tratarse de un incumplimiento real de los deberes de protección, que conlleve un resultado
concreto, la privación de la infancia de la asistencia moral o material, y cuya gravedad
justifique las importantes consecuencias jurídicas que se derivan. Se utiliza la misma fórmula
que en el criticado concepto de abandono establecido en la Ley de adopción de 1970
(Vargas, 1994), valorando el desamparo por el resultado objetivo, independientemente
de las causas que hayan producido tal situación, de la voluntariedad o involuntariedad
de los responsables en el incumplimiento del ejercicio de los deberes de protección. En
este sentido, el desamparo no puede referirse a situaciones en las que se considere que
el medio familiar no es idóneo (artículo 18.1, CE). Estas situaciones “no deben provocar
sin más la intervención de las entidades públicas, so pena de confundir la moral con el
derecho a invadir el ámbito de privacidad, con el que constitucionalmente se protegen las
comunidades familiares” (Vargas, p.22). En el momento de determinar si un niño o una
niña se encuentra en situación de desamparo, la Administración deberá considerar las
circunstancias reales con independencia de las razones que hayan conducido a ese estado.
No obstante, estas razones se deberán tener en cuenta a la hora de acordar la medida
de protección más adecuada, y si cabe, la separación de su núcleo familiar. Ahora bien,
tanto el legislador estatal como el autonómico contemplan una serie de circunstancias
cuya concurrencia determinan la situación de desamparo: el incumplimiento, inadecuado
o imposible ejercicio de los deberes de protección.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
legal sobre el niño/a), las posibilidades de reinserción son más escasas. Si la situación es
temporal, pero ha sido originada intencionadamente por estos sujetos, en atención a las
circunstancias del caso concreto, difícilmente cabe esperar una recuperación rápida de sus
actitudes para con el hijo o la hija, que permita confiar en una reinserción temprana. Ahora
bien, si el desamparo es transitorio y tiene su origen en una causa involuntaria respecto a
la relación con el niño/a, existen grandes probabilidades de que en un futuro cercano éste
pueda retornar con su familia (Díez, 2003).
con ella el padre y/o la madre no se desentiendan de sus deberes de protección cuya
titularidad es intransmisible; que conserven la dirección general del proceso de formación
y atención al menor, manteniendo su competencia en la toma de decisiones básicas; y que
no pierdan el contacto personal con el mismo (visitas, llamadas, etc.).
Con respecto a la guarda de hecho, sería preciso dar a esta institución de protección el
verdadero papel que le corresponde, “puesto que da cobertura a una buena parte de las
situaciones de guarda que en la realidad se producen” (Moreno, 2005, p.90). Algunas
alternativas jurídicas que regulan la situación legal de guarda de hecho recogidas por
Moreno son: retorno con la familia biológica o adoptiva; reconocimiento judicial de la
guarda de hecho (artículo 303, CC); constitución judicial de la guarda (artículo 158.4,
CC); privación de la patria potestad y constitución de la tutela; constitución de la tutela
en aplicación del artículo 239 del CC; acogimiento (según el artículo 173 bis, 2º, CC);
y adopción (artículo 177, CC). En estas situaciones es necesario determinar qué papel
deben jugar las personas guardadoras, y en qué posición jurídica ha de quedar la familia
biológica. Para este autor “no se puede dar tanta prioridad a los derechos de los padres
frente a los que verdaderamente se hacen cargo de sus hijos, quedando en una situación
desfavorecida, incidiendo asimismo en el bienestar de aquellos a los que tienen a su cargo”
(Moreno, 2005, p.88). Hay que considerar los siguientes extremos en el proceso de toma
de decisiones:
- Respecto de los niños y de las niñas: tienen derecho a la seguridad jurídica, a
tener unos referentes claros, a saber quién es su familia biológica y qué papel
juega en su vida. Cuando no ejercen correctamente su función, deben saber
quiénes son las personas que los representan.
- Respecto de las personas que los atienden: deben gozar del estatus más alto que
se les pueda dar, porque en el ejercicio de sus funciones necesitan gozar a todos
los niveles de un título jurídico que les avale.
- Respecto de los progenitores: si no atienden al menor y no cumplen con los
deberes del artículo 154, dentro de los límites que la aplicación del artículo 170
debe tener, se debe privar a los mismos de la patria potestad.
4 Fue presentado por la Secretaria Xeral de Igualdade durante la celebración del Foro Cambio demográfico, el 14 de mayo de
2008, y difundido a las diferentes entidades públicas en el último trimestre de ese mismo año.
5 A pesar de que el nuevo Plan Estratégico Gallego de la Infancia y la Adolescencia establece como período de vigencia
8esde el año 2007 al 2010, no se difundió su contenido final hasta comienzos del 2008, encontrándose durante la recogida y
análisis de datos de la presente Tesis Doctoral en proceso de revisión por parte de distintas entidades y colectivos profesionales
vinculados a la atención de la infancia y la familia.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
6 Tanto el Plan Estratégico de la Infancia y la Adolescencia como el IV Plan Integral de Apoyo a las Familias -elaborados ambos
por la Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar durante el gobierno bipartito PSdG-PSOE y BNG (mayo 2005-marzo 2009)-,
contemplaban, como mínimo, estas cuestiones. Además, ambos se elaboraron a partir de un proceso participativo en el que
estuvieron implicadas diversas entidades públicas y privadas, así como profesionales de los diferentes niveles de intervención,
básica y especializada. Se constata, pues, un importante cambio de perspectiva, que se verá paralizada debido a un nuevo
cambio de gobierno en la Comunidad Autónoma de Galicia (1 marzo de 2009).
Capítulo 3
- Como servicios: Carpeta de salud infantil; Teléfono del niño (112); Niños
maltratados en el contexto familiar: la intervención urgente y especializada;
Atención en guarderías; Centros de atención a la primera infancia; Servicio de
proximidad para la atención a la infancia; Apoyo a los niños hospitalizados y a
sus familias; Centros de atención de día: básica e integral; Atención a mujeres
con cargas familiares no compartidas; Gabinetes de orientación familiar (GOF);
Mediación familiar; Puntos de encuentro; Campaña de verano; Ocio y tiempo
libre a través de las residencias públicas de tiempo libre; Estancias de tiempo libre
para mujeres con hijas e hijos exclusivamente a su cargo.
- Finalmente, son ayudas: las aportaciones económicas para la atención a la primera
infancia a través del cheque infantil; la Prestación económica de pago único por
hijo a cargo; Partos múltiples; Carné familiar; Familias numerosas; Prevención
y apoyo a la familia para la integración del menor; Ayudas a la escolarización;
Renta de Integración Social de Galicia (RISGA).
A pesar de que pueda parecer relativamente amplio el abanico de programas, en muchos
de los casos se concretan en una única actuación (tal es el caso del Programa Salvaguarda
del derecho a la identificación del neonato); en la difusión de guías y folletos informativos
(Prevención primaria de los malos tratos a la infancia); o en actuaciones imprecisas que no
se concretan en ningún programa específico (Atención al absentismo escolar).
Ésta constituye una denuncia generalizada, manifestada por las profesionales de distintos
servicios sociales de atención primaria y especializada, tanto públicos como privados,
reunidos el día 18 de mayo de 2006 con objeto de debatir en torno a la prevención y a
las propuestas planteadas en el PIAM (CFXDV, 2003a) para tal fin. Esta jornada de trabajo
–convocada por la Secretaría Xeral do Benestar de la Xunta de Galicia, y a la que asistí
como representante del Colexio de Educadoras e Educadores Sociais de Galicia (CEESG)–
se destinó a la evaluación del PIAM, analizando si las propuestas que estaban funcionando
en ese momento eran efectivas para prevenir las situaciones carenciales de la infancia y
sus familias. En el documento de conclusiones elaborado, se recoge este sentir general de
que los programas y servicios descritos en el PIAM no responden a la realidad gallega, ni
llegan a toda la sociedad, siendo en algún caso “programas fantasmas” o desconocidos
(Secretaría Xeral de Benestar, 2006).
Respecto del apoyo a la familia, el Decreto 42/2000 en su artículo 30.2 establece que “será
el principal recurso de carácter preventivo y se dirigirá a cubrir las necesidades básicas del
menor y mejorar su ambiente familiar, con objeto de garantizar su derecho a permanecer
en él en condiciones que permitan su desarrollo integral”. Este apoyo familiar podrá ser
(artículo 31, Decreto 42/2000):
- De tipo económico, a través de las prestaciones que se habiliten, cuando la causa
determinante del riesgo para el desarrollo integral de la infancia proceda de
situaciones de carencia o insuficiencia de recursos.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Gallega de Asociaciones Vecinales (artículo 4). Un total de 37 personas que todavía no han
iniciado su actuación.
edad, si tuviese suficiente madurez (artículo 21.3, LGFIA). Cabe destacar la diferenciación
que se establece en el citado artículo en relación al derecho a ser oído, especificándose
sólo en el caso de acogimiento residencial, preadoptivo y de otras medidas de carácter
asistencial, educativo o terapéutico, y no para la adopción de medidas de ayuda familiar y
acogimiento familiar (artículo 21.3, LGFIA). Es lógico pensar que se trata de una errata del
texto, ya que en la Sección III del acogimiento familiar, el legislador sí recoge el necesario
consentimiento del niño/a mayor de 12 años para su formalización (artículo 27, LGFIA).
Asimismo, en la ejecución de la medida se procurará contar con la colaboración de la
familia siempre que sea en interés de la infancia (artículo 20.4, LGFIA). Cuando el padre,
madre, tutores/as o guardadores/as de un menor impidiesen la ejecución del acogimiento,
la Administración solicitará de la autoridad judicial competente la adopción de las medidas
necesarias para hacerla efectiva, sin perjuicio de las intervenciones inmediatas que puedan
realizarse si está en peligro la vida o integridad del menor (artículo, 20 LGFIA).
Constituyen causas de cesación: la mayoría o habilitación de edad; la adopción del
menor; la resolución judicial; el acuerdo del organismo competente, si han desaparecido
las circunstancias que dieron lugar a la medida; y la caducidad del tiempo de duración
previsto en la resolución, salvo prórroga. La constitución de la tutela ordinaria también es
un motivo de finalización. En palabras de Moreno (2005), cuando el menor se encuentre
en situación de acogimiento permanente, aunque sea con familia ajena y con visitas de su 211
familia biológica, se debe proceder a nombrar un tutor/a por la vía ordinaria, medida de
carácter más estable, que otorga un mayor status y reconocimiento jurídico del tutor/a.
Un motivo que a veces puede llevar a la entidad pública a no iniciar los trámites para
promover la constitución de esta figura jurídica, es el hecho de que en ocasiones se
remuneran los acogimientos pero no las tutelas ordinarias, como servicio prestacional de
la Administración, lo que puede implicar para los guardadores la pérdida de una fuente de
ingresos importante. Según Moreno (2005), en estas ocasiones se puede solicitar que se
constituya el acogimiento con facultades de tutela.
A continuación presentamos las características principales de la modalidad de acogimiento
familiar, dedicando íntegramente el segundo punto del capítulo al acogimiento residencial,
objeto de estudio de la Tesis Doctoral.
El I Plan Integral de Apoyo al Menor (2003) define el acogimiento familiar como una figura
que puede tener un carácter administrativo o judicial, por la que se le otorga la guarda de
un menor a una persona o núcleo familiar que tiene la obligación de cuidarlo, alimentarlo
y educarlo por un tiempo, con el fin de integrarlo en una vida familiar que sustituya o
complemente temporalmente a su familia natural. Para el legislador estatal y autonómico,
la característica básica del acogimiento familiar es la plena participación del niño y de la
niña en la vida de familia (artículo 173.1, CC; artículo 25, LGFIA), constituyendo, en este
sentido, un recurso privilegiado. Coincidimos con Amorós y Fuertes (2000) en entender
el acogimiento familiar como medio para una intervención familiar global, como una
alternativa socioeducativa que no va dirigida únicamente a la infancia, sino a todo su
Capítulo 3
entorno sociofamiliar, ofreciendo un ambiente familiar para los niños, niñas o jóvenes que,
temporalmente, no pueden ser adecuadamente atendidos en sus hogares, y previendo,
simultáneamente, una intervención con su familia con la finalidad de ayudarla a resolver las
situaciones o dificultades que han ocasionado la separación. Podrá adoptar las siguientes
modalidades atendiendo a su finalidad (artículo 173 bis, CC; artículo 26, LGFIA):
a. Acogimiento familiar simple, de carácter transitorio, porque se prevé la
reinserción del menor en su propia familia, o en tanto se adopte una medida de
protección que revista un carácter más estable, como por ejemplo, una tutela
ordinaria (Lázaro, 2002). Esta modalidad de acogimiento familiar, en opinión de
Díez (2003), es un instrumento de protección adecuado cuando quienes tienen
potestad legal sobre el menor justifiquen no poder cuidarle temporalmente por
causas graves. Si bien, este precepto exige que la causa que impide el cuidado
del menor sea grave y no definitiva.
b. Acogimiento familiar permanente, cuando la edad u otras circunstancias del
niño/a y su familia así lo aconsejen. En este caso, la entidad pública podrá solicitar
al Juez/a que atribuya a la familia acogedora algunas facultades propias de la
tutela que faciliten el desempeño de sus responsabilidades, atendiendo en todo
caso al interés superior de la infancia. El legislador se refiere aquí a las funciones
de representación legal y administración de sus bienes, ya que las de contenido
personal se atribuyen per se una vez constituido el acogimiento.
c. Acogimiento familiar preadoptivo, que se formalizará por la entidad pública
cuando ésta eleve la propuesta de adopción del niño/a ante la autoridad judicial,
siempre que la familia acogedora reúna los requisitos necesarios para adoptar,
haya sido seleccionada y haya prestado ante la entidad pública su consentimiento
a la adopción, y se encuentre el menor en la situación jurídica adecuada para
ello. La entidad pública podrá formalizar, asimismo, un acogimiento familiar
preadoptivo con anterioridad a la presentación de la propuesta de adopción,
cuando considere que fuera necesario establecer un período de adaptación del
niño/a a la familia. Este período será lo más breve posible y, en todo caso, no
podrá exceder del plazo de un año.
En el PIAM (CFXDV, 2003a) se distingue también entre acogimiento en familia extensa y
ajena. Dentro de esta segunda modalidad se contemplan los siguientes tipos:
- Acogimiento simple o permanente.
- Acogimiento de fin de semana y vacaciones, dirigido, fundamentalmente, a
niños y niñas institucionalizadas en acogimiento residencial que no puedan pasar
esos períodos con sus familias.
- Acogimiento de día, orientado a niños y niñas que necesiten apoyos familiares
durante el día.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
- Acogimiento de urgencia, para aquellos casos en los que el niño/a está en una
situación de grave riesgo que requiera una actuación inmediata.
Por lo que se refiere a la infancia susceptible de acogimiento, se ha diversificado su perfil:
personas discapacitadas, con enfermedades, con trastornos emocionales, mentales,
adolescentes, etc. Esta circunstancia ha provocado la necesidad de un replanteamiento
de selección y formación de las familias acogedoras, así como una diversificación de las
modalidades de forma que se pueda dar una respuesta adecuada a las distintas necesidades
de la infancia. En este sentido, en el PIAM (CFXDV, 2003a) se contempla también la modalidad
de acogimiento familiar remunerado de niños y niñas con necesidades especiales.
Queremos dejar patente la gran variedad de situaciones que se pueden dar. Para ello, y
siguiendo a Barjau (2001), proponemos la siguiente relación de tipos de acogimientos a
partir de las distintas variables que intervienen en su diseño:
- Formalización de la acogida: acuerdo privado verbal o escrito, acto administrativo,
acto judicial o acto mixto.
- Duración de la acogida: simple o permanente.
- Compensación: retribuida, compensada sólo en los gastos ocasionados o sin
retribución alguna. El artículo 52 del Decreto 42/2000, recoge que el acogimiento 213
familiar podrá ser compensado económicamente cuando existan circunstancias
que aconsejen facilitar este apoyo a la persona o personas acogedoras para el
mantenimiento del niño/a.
- Servicio prestado: ordinario sin especialización, especializado, para personas
con dificultades especiales, profesionalizado, como actividad laboral de los
acogedores, parafamiliar o en el que el acogedor no es estrictamente una familia,
se refiere al acogimiento en hogar funcional.
- Participación de la familia de origen: inclusiva o exclusiva.
- Consentimiento de la familia de origen: voluntario o tutela sin consentimiento.
- Modo de cesar el acogimiento: voluntad de la familia acogedora, acuerdo
judicial, emancipación del menor o voluntad de la familia de acogida.
Autores como Panchón (1998) y Barjau (2001) defienden un modelo ecológico de
acogimiento familiar, cuyos pilares fundamentales a tener en cuenta en todas las fases de
la intervención son:
- Economía, en relación a alterar lo menos posible el medio ecológico-social
donde se mueven las familias, utilizando los espacios normalizados, no
profesionalizados, que dispone la comunidad. Por otra parte, el servicio prestado
no será remunerado, sino compensado, abonando únicamente los gastos que
comporte la acogida.
Capítulo 3
Díez (2003) enumera una serie de riesgos de la medida de acogimiento familiar para el bienestar
del niño/a, a los que se deberá dar una respuesta profesionalizada: 1) “conflicto de lealtades”
entre la familia de origen y la de acogida; 2) establecimiento de vínculos afectivos competitivos;
3) disminución de los contactos con la familia biológica; 4) confusión en el desarrollo de la
identidad del propio niño/a; 5) mayor probabilidad de interrupción del acogimiento (con la
consiguiente pérdida de confianza hacia otros); 6) desarrollo de sentimientos negativos hacia
la familia biológica; y 7) ser objeto de polémica entre las dos familias.
Finalmente, en los cuadros que siguen (nº 21 y nº 22)7, presentamos los datos referidos a la
evolución del número de niños y niñas acogidas y familias acogedoras según la modalidad
de acogimiento familiar, observándose un claro incremento desde 1998 hasta el año 2007
(a excepción del año 2006).
Teniendo en cuenta el promedio desde el año 1998 hasta el 2003, el número de niños y
de familias en programas de acogimiento familiar remunerado es tres veces mayor que
aquéllos que participaron en programas sin remunerar, incluso, a excepción del año 2002
en que se produce un incremento de más del doble, este tipo de acogimientos tiende a su
reducción.
7 Fuentes: Consellería de Familia e Promoción do Emprego, Muller e Xuventude (1999a, 2000a, 2001a, 2002a); Consellería de
Familia, Xuventude, Deporte e Voluntariado (2003b, 2004a, 2005a); Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar (2006, 2007a,
2008a), de la Xunta de Galicia.
Capítulo 3
Familia Resolución AF
Años
Extensa Ajena Administ. Judicial Provisional Otra Especial
Cabe señalar el incremento importante del número de niños y niñas acogidas en familia
ajena en el año 2007, alcanzando un valor tres veces superior al 2006.
Para finalizar este apartado presentamos las actuaciones recogidas en el Plan Estratégico
Gallego de la Infancia y de la Adolescencia (2007-2010), en el que se establece, como
objetivo estratégico en el ámbito de la protección, potenciar la utilización de la medida de
acogimiento familiar. Entre las actuaciones específicas para alcanzar este objetivo y mejorar
la medida se encuentran las siguientes: la creación y formación de equipos multidisciplinares
y exclusivos de acogimiento; el desarrollo de campañas de sensibilización e información;
la organización de jornadas de captación de familias y cursos de formación; la prestación
de asesoramiento y apoyo psicosocial y educativo individual y colectivo a las familias
acogedoras; la implantación de un programa de acogimiento familiar profesionalizado
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
8 La nueva Ley 18/2008 de servicios sociales de Galicia establece como primer objetivo del sistema gallego de servicios sociales,
“facilitar alternativas, recursos e itinerarios de integración social a aquellas personas que se encuentren en situación o en riesgo
de exclusión social” (artículo 3), siendo un principio general del sistema la integración y normalización (artículo 4). Dentro de la
nueva estructura, serán los servicios sociales comunitarios específicos los responsables de desarrollar programas orientados a
colectivos con problemáticas identificadas y singulares, procurando su normalización y reincorporación social (artículo 12).
Capítulo 3
9 En la nueva Ley 13/2008 de servicios sociales de Galicia se plantea una nueva estructura de los mismos y un cambio en
la denominación, diferenciando entre: servicios sociales comunitarios –que comprenden, a su vez, los servicios comunitarios
básicos y los específicos– y servicios sociales especializados.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
223
10 El resultado de las elecciones del 1 de marzo de 2009 implicó un cambio del gobierno autonómico, que supuso una
modificación en la política y en la estructura orgánica. Con fecha de 25 de junio de 2009 se publica el nuevo organigrama de la
Consellería de Traballo e Benestar. El cambio más importante, desde nuestro punto de vista, fue dejar de ser un departamento
con competencia exclusiva en políticas sociales, para compartirla con un área tan significativa en tiempos de crisis como es
Trabajo. Otro cambio significativo es la creación de única Subdirección Xeral de Familia e Menores (Decreto 335/2009).
Capítulo 3
K>8:EG:H:9:C8>6
HZXgZiVgVMZgVaZ
HZXgZiVgVMZgVa HZXgZiVgVMZgVa 9ZaZ\VX^ch
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9ZhZckdaZbZcid BV^dgZh 9^hXVeVX^YVYZ BZcdgZh 8ddeZgVX^cXdVh
>chi^ijX^dcVa 8dgedgVX^chAdXV^h
Fuente: Decreto 517/2005, del 6 de octubre, por el que se establece la estructura orgánica de la Vicepresidencia da
Igualdade e do Benestar. Elaboración propia.
Para el desarrollo de estas funciones cuenta con la Subdirección Xeral da Familia, encargada
de la gestión, coordinación, asistencia técnica, seguimiento, evaluación y control de los
programas, servicios y centros relativos a la conciliación de la vida laboral y personal y a
la protección de la infancia. Desarrolla estas acciones a través del Servizo da Infancia e
Programas Especiais.
En cuanto a la Secretaría Xeral do Benestar, le corresponde el diseño, coordinación,
evaluación y gestión de las políticas de la Xunta de Galicia en materia de bienestar,
incluyendo la protección y tutela de los menores en situación de riesgo o desamparo.
Concretamente, la actuación en esta materia es competencia de la Subdirección Xeral
de Menores, inscrita en la Dirección Xeral de Acción Social, responsable de las funciones
de gestión, coordinación, asistencia técnica, seguimiento, evaluación y control de los
programas, servicios y centros dedicados a la prestación de servicios sociales a menores en
situación de riesgo o desamparo, bien de titularidad propia o dependientes de la iniciativa
social o privada. Para ello, dispone de dos servicios específicos:
- Servizo de Defensa do Menor, encargado de los programas orientados
a la promoción y defensa de los derechos de la infancia; de las actuaciones
de prevención ante situaciones de riesgo o de desprotección social; de la
coordinación de los equipos provinciales del menor; y de las propuestas de
225
desarrollo normativo en las materias de su competencia.
- Servizo de Atención a Menores en Situación de Conflicto Social, al que
corresponden las actuaciones relacionadas con la ejecución de las medidas
previstas en la normativa vigente y acordadas por los juzgados de menores; y la
implantación, ejecución, seguimiento y evaluación de los programas dirigidos a
menores en conflicto social.
Lo primero que llama la atención de esta distribución competencial es la ubicación de
la atención a la familia y de la atención a la infancia, conformando dos subdirecciones
generales específicas, en departamentos diferentes, cuando la protección a la infancia no
se entiende sin la perspectiva más general de la intervención familiar, eje del sistema de
protección. Siendo imprescindible la coordinación estrecha entre las actuaciones destinadas
a la infancia y a la familia, ésta se puede ver dificultada por la separación artificial en el
organigrama funcional. El cuadro que se acompaña (nº 23) muestra la distribución de
los programas, servicios y ayudas descritos para los ámbitos de prevención, protección e
integración entre las dos secretarías generales.
Capítulo 3
ENMA
Acogimiento familiar
Protección
Acogimiento residencial
Servicio de adopción
Tal y como se puede observar, esta distribución puede dar lugar a una confusión
competencial, con la duplicación y/o abandono de funciones y acciones. Por poner un
ejemplo, a la Secretaría Xeral de Igualdade le corresponden todas aquellas actuaciones
dirigidas a las familias, contempladas en la LGFIA y en los planes integrales desarrollados
a tal fin. Pero es función de la Secretaría Xeral do Benestar, la prestación de servicios
sociales a menores en situación de riesgo, que supone principalmente la adopción de
medidas de apoyo familiar, formalmente competencia de la Secretaría Xeral da Igualdade.
Por otro lado, a la Subdirección Xeral de Familia le corresponde la protección de la infancia,
mientras que a la Subdirección Xeral de Menores, la protección y tutela de los menores en
situación de riesgo o desamparo. Esta distinción entre “infancia” y “menores”, e incluso,
entre “menores de protección”, a los que se dirigen las actuaciones del Servizo de Defensa
do Menor, y “menores en conflicto social”, establece una división artificial de la población
infantil, a nuestro parecer, contraria a la filosofía de la Convención sobre los Derechos del
Niño. Los “menores” también son infancia, y tienen derecho a la igualdad de oportunidades
en el acceso y disfrute de los mismos programas, servicios y ayudas definidos con carácter
general para el colectivo infantil. Asimismo, todos los niños y niñas, independientemente
de su condición, tienen derecho a la protección y defensa de sus derechos, no solamente
aquellos que se encuentran en situación de desamparo.
Dentro de este nivel autonómico, las delegaciones provinciales ejercerán las competencias
en materia de protección a la infancia y a la familia según lo establecido en el artículo
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
26.1 del Decreto 42/2000. En cada una de las provincias de la Comunidad Autónoma
existirá una Delegación Provincial da Igualdade e do Benestar que dependerá orgánica y
funcionalmente del Vicepresidente, tal y como se recoge en el organigrama. Las delegaciones
provinciales serán las encargadas de apreciar e intervenir en las situaciones de desamparo,
contando con la colaboración de los servicios sociales municipales cuando se considere
necesario. Para el ejercicio de estas competencias tendrán bajo su dependencia a los
equipos técnicos del menor (ETM) integrados en el servicio de menores. Se conciben como
equipos especializados de intervención con familia e infancia en situación de dificultad
social, cuya composición deberá ser necesariamente de carácter pluridisciplinar, tal y como
se establece en la legislación vigente.
En el Decreto 42/2000 se especifican las siguientes funciones de las delegaciones
provinciales en materia de protección:
- El desarrollo de los programas preventivos y de intervención que elaboren y
pongan en marcha las Subdirecciones Generales de Familia y Menores.
- La recepción de los casos de niños y niñas que se puedan encontrar en una
situación de desprotección.
- La investigación y evaluación de su situación personal, familiar, educativa y
227
social.
- La elaboración del plan de actuación y elevación al delegado/a provincial de la
propuesta.
- La ejecución del plan de actuación y seguimiento de las medidas adoptadas.
- La valoración técnica de la idoneidad de los solicitantes de acogimiento familiar
y de adopción, y la elevación al delegado provincial de las correspondientes
propuestas.
- La supervisión del buen funcionamiento y el asesoramiento técnico a las
instituciones de atención a menores en su ámbito de actuación
- La coordinación de las actuaciones que se vayan a desarrollar con las personas e
instituciones implicadas en la problemática de los niños y niñas atendidas.
Para el desarrollo de estas funciones se organizan en equipos, cuya denominación y
configuración varía de una delegación provincial a otra, tal y como se recoge en el informe
extraordinario del Valedor do Pobo (2007). En el siguiente cuadro se refleja la realidad de
las delegaciones provinciales en cuanto a la organización y composición de los equipos
técnicos, el número total de expedientes y número de expedientes por profesional (ratio).
Capítulo 3
Delegación Nº
Equipos (nº) Composición Ratios
provincial expedientes
A la luz de los datos, es evidente la necesidad de contar con más profesionales para hacer
frente a las funciones encomendadas en la protección a la infancia. Así lo recoge el Valedor
do Pobo (2007) en su informe extraordinario, señalando, además, las siguientes deficiencias
del nivel especializado:
- Se echa en falta la deseable uniformidad de criterios en los diferentes equipos.
- Non existe la necesaria coordinación y comunicación con las educadoras de
los centros ni con los servicios sociales de atención primaria, prescindiendo en
general de sus opiniones e informes.
13 La nueva Ley 13/2008 de servicios sociales de Galicia, atribuye a los servicios sociales comunitarios: un carácter local,
constituyendo el acceso normalizado y el primer nivel de intervención; e integrador, que se concreta en el desarrollo de
intervenciones de carácter preventivo, de atención integral y de incorporación social y laboral.
Dentro de los servicios comunitarios, los básicos se caracterizan como servicios locales, abiertos y polivalentes, desarrollados
por medio de equipos interdisciplinares (artículo 10); y los específicos, además de mantener las características anteriores, están
orientados a colectivos con problemáticas identificadas y singulares, procurando su normalización y reincorporación social
(artículo 12).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
14 La nueva Ley 13/2008 de servicios sociales de Galicia, atribuye a los servicios sociales comunitarios básicos, las siguientes
funciones (artículo, 11): estudio y diagnóstico social de la comunidad; elaboración de un plan de intervención comunitario;
detección precoz de las situaciones de riesgo; atención a situaciones individuales; participación en la gestión de las prestaciones
económicas; gestión del servicio de ayuda en el hogar; información, orientación y asesoramiento; y formento de la participación
activa de la ciudadanía.
A los servicios comunitarios específicos les correspondería el desarrollo de programas y actividades para prevenir la exclusión de
grupos vulnerables y la atención directa a colectivos con déficits de autonomía o riesgo de exclusión (artículo 13).
Capítulo 3
9ZhegdiZXX^c^c[Vci^a
HZ\c\gVkZYVY HZ\c\gVkZYVY
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9ZhVbeVgd 9ZhVbeVgd G^Zh\d G^Zh\d
eVYgZh
6ednd 6ednd
IjiZaV IjiZaV <jVgYV
[Vb^a^Vg [Vb^a^Vg
“implican que se efectúa muy poco trabajo preventivo con los menores y sus familias”
(Valedor do Pobo, p.34).
Becédoniz (2003) constata no sólo un desequilibrio en la distribución competencial en
niveles, sino también un desajuste entre los recursos y programas dispuestos para garantizar
la protección de los niños y las niñas cuando se produce una situación de desamparo, y los
programas y recursos dirigidos a la prevención y apoyo familiar ante situaciones de riesgo.
Aprecia el autor una preponderancia de los primeros, frente a un carácter testimonial
de los segundos. A esto hay que sumar también, la carencia de recursos especializados
para promover los cambios necesarios en el contexto sociofamiliar, que permitan superar
la situación de desprotección que motivó la adopción de medidas de acogimiento
residencial o familiar. Esta situación hace que los servicios sociales de atención primaria se
vean ahogados y sobrepasados con este tipo de realidades, por lo que la posibilidad de
desarrollar intervenciones preventivas y comunitarias se ve reducida.
Creemos, junto con Panchón (1998), que es necesario rescatar el enfoque comunitario
de la Administración local, a través del que potenciar los principios de globalidad,
universalidad y prevención recogidos en la LSS. Para ello, se hace necesario promover
una actuación coordinada entre las administraciones local y autonómica que tenga como
objetivo definir y delimitar la intervención que corresponde realizar a cada una de ellas
233
en materia de protección a la infancia. En primer lugar, habría que revisar desde qué
nivel de intervención, primaria o especializada, es posible una actuación más eficaz sobre
determinadas cuestiones, analizando si las funciones se encuentran distribuidas del modo
más racional y resolutivo posible entre los dos niveles de intervención, y si las actuaciones
previstas se hallan en consonancia con los recursos y la capacidad de respuesta del
correspondiente nivel (Becedóniz, 2003). Asimismo, diversos autores y autoras consideran
imprescindible establecer un procedimiento común para la valoración de las situaciones
de desprotección sociofamiliar, la intervención con la infancia y la familia, y el acceso a los
recursos dispuestos, compartiendo ambas administraciones responsabilidades en el diseño
e implantación del sistema de protección.
Galicia dispone en la actualidad de un Protocolo de intervención en el ámbito de la protección
de menores, recogido en el I Plan Integral de Apoyo al Menor (2003). En su elaboración
participaron representantes de la antigua Dirección General de Familia y de las delegaciones
provinciales, directores y directoras de centros, representantes de entidades vinculadas al
ámbito de la atención a la infancia (Colectivo Gallego del Menor y Asociación Gallega de
Centros) y de colegios profesionales (Colegio Oficial de Diplomados en Trabajado Social
de Galicia y Colegio de Educadoras y Educadores Sociales de Galicia). Se concibe como un
instrumento eficaz para la sistematización de las actuaciones en los diferentes niveles de
atención de los servicios sociales, de cara a optimizar la calidad de la intervención (CFXDV,
2003a), a pesar de que en su elaboración no han participado representantes de atención
primaria. En este documento técnico se desarrollan los siguientes aspectos, si bien de
forma muy superficial: atribución de competencias, procedimiento de actuación y red de
Capítulo 3
Para ello, es necesario tener un conocimiento de cuáles son estas situaciones en las que
los niños y las niñas no tienen satisfechas sus necesidades, es decir, qué se entiende por
riesgo y por desamparo. Por su parte, notificar implica ponerlo en conocimiento de las
autoridades competentes.
Las condiciones en que se lleven a cabo la detección y la notificación pueden influir de
manera decisiva en el resultado posterior de la intervención con la infancia y la familia.
Si se realiza precozmente aumenta la probabilidad de que ésta sea eficaz (Arruabarrena,
2001a).
Aunque pueda pensarse que la principal fuente de detección son los servicios de protección
infantil por su sensibilidad y especialización en estos temas, lo cierto es que la mayoría de
los casos son detectados por ciudadanos/as particulares y/o profesionales que desarrollan
su trabajo en el ámbito de la infancia y de la familia, en especial, aquellas vinculadas a los
servicios de salud, los servicios educativos, las fuerzas del orden público y los servicios sociales.
Es necesario recordar que es responsabilidad del conjunto de la sociedad denunciar estas
situaciones, así como ofrecer las ayudas o peticiones de ayuda necesarias. Así lo establece
el artículo 13 de la LOPJM y el articulo 22.1 de la LGFIA, declarando, específicamente esta
última, que “toda persona, y en especial quien por razón de su profesión o función tenga
conocimiento de una situación de grave riesgo o posible desamparo de un menor, y sin
237
perjuicio de prestarle el auxilio inmediato que precise, lo pondrá en conocimiento de la
autoridad judicial o del organismo administrativo competente, que garantizará la reserva
absoluta y el anonimato”. El legislador se decanta claramente por la obligatoriedad frente
a la voluntad de informar, permitiendo la posibilidad de anonimato. El hecho de que no
todos los casos sean detectados, parece indicar que se notifican generalmente los más
graves y evidentes, siendo, asimismo, muy escasa la detección precoz.
López et al. (1995) y Arruabarrena (2001a) señalan las siguientes dificultades en la
detección:
- Falta de una adecuada sensibilización hacia la desprotección infantil, y evitación
de la responsabilidad directa de intervenir.
- Creencias o valores socioculturales que comulgan con la no intromisión en la
privacidad familiar.
- Desconocimiento de los indicadores que revelan situaciones de riesgo y/o
desamparo, así como de sus consecuencias.
- Identificación de la desprotección únicamente con los casos más extremos de
maltrato físico.
- Desconocimiento de los derechos fundamentales de la infancia y sus necesidades
básicas.
Capítulo 3
- Dificultad para observar e identificar estas situaciones, sobre todo para personas
ajenas al entorno familiar. La detección se suele realizar por indicadores indirectos.
- Dificultad para establecer el límite que traspasa lo tolerable. Cuándo existe
realmente una situación de dificultad que perjudique el desarrollo adecuado de
la infancia y su bienestar.
En relación con la notificación, Arruabarrena (2001a) apunta también una serie de
dificultades. La familia, en la mayoría de las ocasiones, no acude a buscar ayuda a los
servicios sociales para resolver su situación, aun siendo consciente de la misma. Entre las
posibles razones destacamos el miedo a la estigmatización, a perder a sus hijos/as, a ser
castigada, o a romper la unidad familiar. Esto ocurre incluso en casos en los que no se
haya producido maltrato o abandono, sobre todo por desconocer el funcionamiento del
sistema de protección y de los servicios y ayudas a las que tiene derecho. Asimismo, las
familias pueden no percibir el daño que están causando o que su comportamiento sea
inadecuado, ya que es la única forma de educación que conocen.
En cuanto a los niños y niñas implicadas, además de tener una capacidad más reducida para
solicitar directamente ayuda a otras personas, fundamentalmente en los primeros años, las
dificultades más frecuentes se refieren a: la vivencia de sentimientos de culpa, vergüenza
o miedo a las consecuencias, que provocan la negación u ocultación de la situación,
disculpando el comportamiento de las personas adultas; o la vinculación afectiva que
genera sentimientos de ambivalencia, ya que “el niño se encuentra con que las personas
a quienes quiere y que son responsables de garantizar su bienestar y seguridad son las
mimas que le provocan daño” (Arruabarrena, 2001a, p.159).
Finalmente, entre las razones de las profesionales y población en general para no denunciar
se pueden encontrar las siguientes:
- Falta de conocimiento, tanto de la obligación que tienen a hacerlo, como de los
indicadores de riesgo y desamparo, de los posibles efectos de estas situaciones,
y del procedimiento a seguir, dónde y cómo notificar.
- Desconfianza en la eficacia de la intervención o experiencias negativas de su
relación con los servicios de protección.
- Sus atribuciones a las consecuencias potenciales que se puedan derivar de la
situación, tales como: verse implicada en acciones legales, posible venganza de
la familia, problemas con las compañeras de trabajo o vecinos/as, etc. Un claro
ejemplo de esto lo encontramos en la noticia publicada en El País, “Una infancia
entre ‘bolsitas’”, en la que se recoge la actitud represora y amenazante del
director de un centro escolar hacia el profesorado del mismo, tras enterarse de
la denuncia, por parte de una profesora, de una posible situación de desamparo.
Incluso obstaculizó la intervención policial cuando procedían a recoger a los
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
niños del colegio, señalando que temía más a la madre y su denuncia que al
comisario (El País, 18-06-06, p.36).
Estas dificultades en la detección y notificación apuntan a la importancia de las campañas
de concienciación y sensibilización dirigidas a la población, en general, y a las profesionales
que trabajan en ámbitos de familia e infancia, en particular; y a la necesidad de programas
de información sobre los objetivos y funcionamiento de los servicios de protección a
la infancia, y de formación específica orientada a la adquisición de los conocimientos
necesarios para identificar las situaciones. Respecto a esto último, encontramos en la
literatura especializada instrumentos específicos elaborados para facilitar la determinación
de situaciones de desprotección. Por ejemplo, son de obligada mención, las taxonomías de
las necesidades humanas y de la infancia –que se han expuesto en el capítulo anterior– así
como los indicadores de maltrato y abandono propuestos por autoras como Arruabarrena,
de Paúl y Torres (1996). La propuestas basadas en las necesidades de la infancia permiten
una comprensión más global, ya que no se centran únicamente en los casos de maltrato,
teniendo en cuenta no sólo los riesgos sino también el grado en que las necesidades
están cubiertas. En la taxonomía de López (1995), para cada una de las necesidades se
apuntan algunas de las formas fundamentales de prevención y los riesgos asociados más
frecuentes.
239
Por su parte, los indicadores de maltrato y abandono infantil (Arruabarrena, de Paúl y
Torres, 1996), se refieren específicamente a las características físicas y comportamentales
de la infancia, y a las características comportamentales de las personas adultas. Según este
instrumento, la constatación de un único indicador no prueba la existencia de un maltrato.
Sin embargo, la presencia reiterada de uno de ellos, de diversos indicadores combinados
o la aparición de lesiones graves, han de alertar sobre la posibilidad de una situación de
maltrato.
Paralelamente a la notificación tiene lugar la recepción del caso por parte de los entes
públicos, que López et al. (1995) y Benavides (1998) identifican como una fase diferenciada.
Sus objetivos principales son la atención inmediata a toda persona, profesional o institución
que desee notificar una situación de dificultad en la que se encuentra un niño y su familia; y
la obtención de los primeros datos que permitan no sólo identificar a las personas implicadas
y conocer cuál es la situación y sus particularidades, sino también determinar si el caso
constituye una situación de desprotección infantil o se trata de otro tipo de problemática
que deba ser remitida a otro servicio, realizando una valoración de la gravedad de la
situación para decidir si es necesario tomar medidas inmediatas de urgencia.
López et al. (1995) recomiendan que la recepción o admisión del caso se estructure dentro
de los servicios de protección infantil como una función especializada con entidad propia,
lo que requiere formación de las profesionales y un protocolo específico. Estas autoras,
al igual que Arruabarrena (2001a), plantean que se recoja información básica durante
la recepción relativa: al incidente que motiva la notificación, a la persona que notifica, al
Capítulo 3
2. Investigación de la notificación
Dada la trascendencia de las decisiones a adoptar por las profesionales con responsabilidad
directa en la protección a la infancia, el propósito de esta fase es garantizar que éstas
estén bien fundamentadas, basadas en una información suficiente, fiable y debidamente
documentada y no en sesgos o asunciones previas que las profesionales se forman acerca
del caso, algo que ocurre con frecuencia según un estudio realizado por Mandel y cols.
(1994 citado por López et al., 1995). La investigación debe ser rigurosa, tener un carácter
especializado y contar con una adecuada planificación para satisfacer los objetivos que
persigue con la mayor celeridad y agilidad. Siguiendo a López et al. y Arruabarrena (2001b),
el plazo de tiempo máximo en que debe desarrollarse la investigación es de siete días, en
los que se deben alcanzar los siguientes objetivos:
- Comprobar la validez de la notificación, verificando si existe o no una situación
de desprotección.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
- Evaluar la severidad del daño producido a la infancia y realizar una predicción del
riesgo de que sufra daños futuros y su gravedad.
- Garantizar la protección de la infancia, valorando la necesidad de adoptar
medidas de urgencia.
Planificar la investigación consiste en decidir: qué información se necesita; qué fuentes van a
ser consultadas y con qué secuencia temporal; qué datos se van a proporcionar y a solicitar
de cada una de ellas; qué métodos y técnicas de recogida de información se van a utilizar en
cada caso; y en qué lugar se va a proceder a esta recogida (López et al., 1995; Arruabarrena,
2001b). En general, consideran que antes de iniciar la investigación propiamente dicha, es
recomendable que la profesional examine sus actitudes y emociones relativas a la situación
denunciada, valorando si pueden llegar a interferir en la investigación.
Como principio básico, se debe recoger la cantidad y calidad de información apropiada que
satisfaga la consecución de los objetivos definidos. De ahí que, siguiendo la “Teoría de las
necesidades del niño”, López et al. (1995, p.93) planteen un sentido global y positivo de la
investigación, según el cual, ésta no debe centrarse únicamente en las posibles carencias,
sino que debe tener en cuenta “el grado de satisfacción de las necesidades fundamentales
del menor y la afectación que las carencias o riesgos pueden suponerle, así como investigar
los recursos familiares y del entorno para satisfacer estas necesidades y proteger al menor”. 241
Además, de este carácter global y positivo, la intervención de las entidades públicas debe
ajustarse a la realidad particular de la infancia y de su familia, garantizando una atención
personalizada, a la que tienen derecho.
Se recomienda aplicar distintos métodos de recogida de datos (entrevistas, observación y
análisis de informes de profesionales, entre otros) a diversas fuentes, tanto de la familia
como del entorno relacional, que se considere que pueden proporcionar datos relevantes
y de forma contrastada. Arruabarrena (2001b) considera imprescindible contactar, como
mínimo, con la infancia y su familia, con la presunta persona responsable de la situación de
desprotección y con testigos, si los hubiera. Asimismo, es necesario recoger información
directa de aquellas profesionales que tienen relación con el niño y/o su familia. De acuerdo
con la información obtenida, el investigador debe estar en disposición de llegar a una de
las siguientes conclusiones:
- Confirmar la existencia de desprotección infantil generada por: la ausencia de
figuras adultas que asuman la responsabilidad del cuidado del niño; maltrato
intrafamiliar; circunstancias ajenas a la voluntad de los padres.
- No confirmarla por falta de información suficiente, aunque no se descarte que
se esté produciendo. Corresponde realizar un seguimiento de la situación del
niño/a y su familia que permita verificarla o refutarla. Este seguimiento ha de
tener una duración limitada y determinada de antemano, transcurrida la cual, si
no se confirma la situación de desprotección, se cerraría el expediente del caso.
Capítulo 3
visto como a lo largo de este proceso, intervienen, en mayor o menor medida, diversas
instituciones, servicios y profesionales. Las competencias en protección, entendida ésta
desde una perspectiva amplia, se distribuyen en niveles de atención entre la Administración
autonómica y las locales; el desarrollo de las medidas y programas no sólo descansa en los
entes públicos, sino, sobre todo, en entidades de iniciativa social; y, en las sucesivas fases,
intervienen, o deben intervenir, distintos actores con responsabilidades en la atención,
defensa y protección de la infancia y la familia. Aunque las profesionales de los servicios
sociales municipales y de los equipos técnicos del menor (ETM) de las delegaciones
provinciales, juegan el papel principal, es necesaria la coordinación y colaboración con
otros profesionales y servicios, con la propia familia y con la infancia.
La diversidad de servicios –de atención primaria y especializada–, de entidades, públicas y
privadas, y de profesionales, en la protección a la infancia y su familia, hace imprescindible
potenciar la interrelación entre los mismos, que, desde nuestro punto de vista, debe
apoyarse en una apuesta y estrategia compartida, en la organización y regulación de cada
uno de los servicios, medidas, programas y procesos de intervención, y en la coordinación,
aspectos que entendemos interdependientes entre sí.
Siguiendo a López et al. (1995) cabe entender que son factores clave en la organización:
- Disponer de un manual del servicio, en el que se expliciten y regulen los
procedimientos, roles y responsabilidades de las trabajadoras.
- Establecer criterios comunes que orienten actuaciones coherentes con una visión
compartida de la intervención pública en materia de protección, al margen de las
percepciones personales de cada profesional, reduciendo así la arbitrariedad en
la valoración de las situaciones, en la toma de decisiones, en la intervención y el
acceso a los recursos disponibles.
- Supervisar y orientar las actuaciones y la toma de decisiones de las trabajadoras,
proporcionando nuevas técnicas y procedimientos, ampliando la comprensión y
los diferentes puntos de vista de una situación, y proporcionando un marco para
que la profesional exprese sus sentimientos.
- Formación inicial y continua a las profesionales del servicio.
- Potenciar el trabajo en equipos multidisciplinares.
- Registrar la documentación, como instrumento que ayuda a pensar, a ordenar, a
afinar las percepciones y, en caso de derivación, ayuda también al nuevo equipo,
suponiendo un punto de partida de su intervención.
La coordinación adquiere una especial relevancia, como herramienta fundamental y
desafío permanente que requiere del establecimiento de mecanismos y canales de
información específicos (López et al., 1995). No puede quedar bajo la voluntad personal
de las trabajadoras, sino que es necesaria su regulación, garantizando, por un lado, que
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
A la vista del cuadro, cabe hacer una primera apreciación sobre el desequilibrio existente
entre las intervenciones de las educadoras relacionadas con valoraciones generales del
sistema, principalmente críticas negativas (un total de 204), frente a las alusiones sobre
lo que consideran que es y/o debe ser la protección y los objetivos a los que se dirige (24
y 10 intervenciones respectivamente). Además no todas las intervenciones contempladas
son directas de las preguntas planteadas, sino que van surgiendo durante el transcurso de
la discusión.
Agrupamos el análisis de estas categorías en los siguientes apartados: concepto de
protección y objetivos del sistema; apreciaciones sobre las diferentes medidas que
conforman el sistema; juicios en relación con los niveles de competencia (SSAP y ETM) y
sus funciones; opiniones respecto de los procesos de intervención de los entes públicos; y
valoraciones respecto a la coordinación como características de todo sistema.
Yo entiendo que eso es necesario, aquí hay una situación de desamparo y al niño hay que
protegerlo, eso es primordial (P8, G1, 075).
Para mí lo que se supone, lo que yo entiendo por protección nunca sería apartar a un
menor de su ámbito, y en casi todos los casos se aparta al menor de su ámbito (P1, G1,
002).
15 Leyenda: P33, hace referencia a la educadora que interviene (en el capítulo 1 se presenta el perfil de las 35 educadoras
participantes en los grupos de discusión); G4 se refiere al grupo de discusión (los números del 1 al 4 se corresponden con las
primeras sesiones de A Coruña, Lugo, Vigo y Santiago respectivamente; y los números del 5 al 8 con las segundas sesiones en el
mismo orden); y 054 hace alusión al párrafo en el que se encuentra la cita textual.
Capítulo 3
Yo entiendo la protección como ofrecer al niño los medios para que ese problema no le
afecte, no apartarlo (…) Entonces, proteger para solucionar, poner los medios al alcance
del menor, y que sea capaz de reinsertarse en la sociedad (P25, G3, 063).
Una visión más integradora la manifiesta un educador del grupo de discusión de Lugo:
Yo creo que la protección tiene tres objetivos claves: uno es proteger al niño de la relación
con un ambiente negativo a él, otro es normalizar y trabajar con el niño en todos los
sentidos, y otro es una proyección cara el futuro (P12, G2, 039).
Más allá del contexto residencial, la protección también debe contemplar la intervención
con las familias y la prevención. Debe, pero, en opinión de las educadoras, no se está
desarrollando esta función:
Yo también le doy importancia al trabajo con las familias dentro de la protección (P26, G3,
038).
Para mí se debe proteger al menor, indudablemente, pero también se debe proteger a las
familias. Porque si no se protege a la familia se desprotege al menor (P22, G3, 030).
El problema de base es la prevención primaria, sobre todo aquí a nivel de Galicia está
fallando muchísimo (P3, G1, 010).
La protección no es más que… es una atención integral, global… que abarca todos los
campos de la vida de estos niños (P13, G2, 030).
Para mí proteger tiene dos aspectos, uno es proteger a los niños y ofrecerles lo que cada
uno necesita (P26, G3, 038).
Hay muchos casos en los que la situación familiar tanto de desamparo o así, ya está en
conocimiento de los servicios sociales hace la tira de años; qué pasa, que nunca movieron
un dedo, tan sólo van a casa, hacen las típicas entrevistas que hacen cada 5 o 6 meses o
anuales y listo, es tardía. No hay prevención, dentro de la protección, todo va unido. Eso
no existe (P5, G1, 057).
Bueno, yo creo que la práctica actual en estos momentos es que se saca al niño de su
familia y sólo se trabaja con el niño, aunque no se verbalice eso, sólo se trabaja con
el niño, entonces realmente estás culpando al niño, porque si es el único a cambiar; no
257
existe trabajo con las familias y a mí me parece que es muy importante, porque tarde o
temprano, tanto sea una familia de acogimiento, de adopción o con la propia familia, creo
que la base, bueno de nuestro trabajo no, del trabajo coordinado de mucha gente, debería
ser trabajar con la familia, para que el niño vuelva o se integre por primera vez o lo que
sea (P36, G8, 059).
El informe extraordinario del Valedor do Pobo (2007, p.34) refleja esta misma denuncia,
constatando que “es escasísima la intervención con las familias de cara a la reincorporación
de los menores a éstas, de tal manera que en demasiadas ocasiones, cuando los menores
vuelven a ellas, allí se encuentran con la misma situación que provocó su separación y el
consiguiente ingreso en el centro”.
Como causas de la problemática señalan la falta de recursos y las condiciones laborales de
las profesionales del ámbito de la intervención familiar:
Yo también aportaría, como trabajo en ayuntamientos pequeños donde los educadores
familiares son inexistentes… Se les contrata por subvención, igual trabajan 3 meses,
desaparecen, vuelven a los 4 meses, están totalmente desvinculados de los casos y por
tanto no hay un trabajo con las familias, en absoluto. Nadie mira por las familias (P4, G1,
055).
Por romper una lanza a favor del demonio. ¿Sabéis con cuantas familias suele trabajar
en Vigo el Equipo de Menores? Imaginaros un grupo de 5 de personas trabajando con
100 casos. Es decir, eso es imposible. Desde los centros demandamos prontitud en las
Capítulo 3
soluciones, prontitud, trabajo con las familias. ¿Cómo se va a trabajar con las familias?
Repito que es imposible (P22, G2, 034).
Con respecto al acogimiento familiar, los juicios manifestados son principalmente negativos,
relacionados con el incumplimiento del principio de proximidad descrito por Panchón
(1998) y Barjau (2001) y de una no adecuada selección de las familias:
Realmente, bueno a lo mejor soy muy pernicioso en lo que voy a decir, pero el sistema
de acogimientos familiares en muchos casos funciona porque se necesita un número
determinado de acogimientos para que el plan de X continúe funcionando, entonces se
dan acogimientos a niños que no es positivo en ningún caso, o se prolongan en el tiempo
acogimientos que no tiene ningún sentido (P12, G6, 029).
Porque realmente es un niño marginal en un entorno marginal que va a vivir, y que tiene
unos lazos afectivos fortísimos con ese mundo, que lo que tiene que hacer es asimilarlo,
intentar controlar lo positivo y negativo de ese mundo, porque también hay cosas positivas.
Y se mete en una familia burguesa de crítica continua y avasallamiento y desprecio a su
mundo (P12, G6, 031).
Claro, lo que me refiero es que muchas veces, aceleran muchísimo los propios técnicos ese
proceso (…) Y así, yo creo que fracasan sobre todo los acogimientos, porque las adopciones
son algo ya más, digamos, más seguro. Pero los acogimientos el 80% fracasan porque es
algo rapidísimo, el niño tiene ganas de salir el fin de semana fuera, es su objetivo, la familia
quiere un hijo, muchas veces, y no se entera de que no, y fracasa así, porque todo es muy
rápido. Porque desde el centro, uy! éste que se vaya los fines de semana… y eso fracasa.
Yo creo que tendría que ser a lo mejor un proceso más, como hacéis vosotros, muchísimo
más pausado (P9, G5, 029).
Al final es una falta de medios, falta de más centros, falta de otras cosas… (P24, G3,
056).
Yo pienso que plazas y centros hay poco, y dentro de ese poco estamos mal distribuidos
(P21, G3, 144).
Algunas de las propuestas presentadas por las educadoras en relación con actuaciones,
programas y servicios necesarios dentro del sistema de protección a la infancia son las
siguientes:
- Escuelas de padres y madres como primera medida para proteger al niño (P8,
G1).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
- Centros de día, como recurso que favorece otro tipo de atención, más encaminada
a la prevención y al trabajo con familias (P17, G2).
- Penalización de aquellas familias que incumplen voluntariamente con sus deberes
parentales (P2, G1).
- Estudio de necesidades y de los recursos disponibles para atenderlas, para una
reorganización de los mismos, equiparando los públicos y los privados (P6, G1).
Porque la problemática inicial que te dicen en Menores, nunca tiene nada que ver con la
problemática real que se está viviendo (P21, G3, 037).
Capítulo 3
Desde que nos llega el niño al centro hasta que nos llega el expediente aun pasa tiempo
(P13, G2, 070).
Es donde a nosotros nos entra la queja, porque nos da la impresión muchas veces de que
estamos en stand by mirando para el niño, y el niño va creciendo y dices, pero si lleva un
año y sigo en la misma situación (P2, G1, 091).
Hacen las prórrogas sin hablar ni con la familia ni con nadie (P6, G1, 156).
Yo creo que el PEI está ahí. Qué pasa, a mí me confesaron de menores que muchos no los
leen (P2, G1, 091).
Me parece una medida muy radical coger a un niño, meterlo en un centro, y ellos se
desentienden, los equipos, y se desentiende del trabajo con las familias. Entonces estamos
haciendo un trabajo inútil (P7, G1, 059).
Lo que la Administración para curarse en salud dice, pues este niño está mal, está en una
situación de desamparo. Lo cogemos, lo sacamos de su familia, y lo metemos en un centro
y ahí te quedas (P3, G1, 071).
A veces la misma Administración nos pone trabas para ofrecer el máximo de posibilidades
para que puedan alcanzar sus metas, para que puedan realizar un proyecto de futuro (P15,
G2, 064).
Depende del técnico correspondiente, que te deje, o simplemente sabe que tú sabes lo
que tienes que hacer y lo vas a hacer, pero hay otros que no, que ni hacen ni dejan hacer,
entonces no te permiten… (P14, G2, 041).
También hay traslados justificados y tampoco te los conceden, te dicen, apanda con esta,
aunque el niño necesite otra cosa, porque la necesita, porque hay informes de profesionales,
de médicos… que están avalando que no es ese el ambiente en el que ese niño… porque
perjudica a los demás (P17, G2, 069).
Para mí la Administración da más oportunidades a la familia que a los niños (P11, G2,
066).
El Valedor do Pobo (2007) también señala carencias en los ETM relacionadas con las
apreciaciones de las educadoras, entre ellas: el conocimiento de la infancia es muy
formalizado, no se realizan entrevistas personales; los menores ingresan en los centros
la mayoría de las veces sin la documentación mínima exigible; no se consulta al equipo
educativo de los centros y se adoptan decisiones sobre el menor sin comunicación previa;
el seguimiento de los menores y sus familias es mínimo; se dan excesivas oportunidades
a las familias biológicas, así, “mientras los equipos esperan inutilmente a que los padres
estén en condiciones de asumir sus obligaciones, los menores van creciendo en los centros
y haciéndose mayores adolescentes, con la consiguiente pérdida de oportunidad de poder
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
que usaron al principio ya fue directamente internamiento, vino para nuestro centro,
cuando no tenía por que estar en un centro el chaval (P5, G1, 036).
Lo tengo muy claro porque una familia en un tiempo, no sé cuál es, porque no sé relativizar
el tiempo, sino funciona, a ese niño hay que darle otras alternativas, adopción… en la que
él esté (P11, G2, 066).
Pero, tras una evaluación inicial, en la mayoría de los casos es difícil establecer un
pronóstico, siendo normalmente durante la intervención cuando se obtiene la información
suficiente para ello. Por ello es fundamental el seguimiento de los casos por parte de la
Administración, que permita adoptar nuevas decisiones para garantizar el principio de
integración familiar estable de los niños y las niñas:
Pero no existe ningún tipo de seguimiento, ni evaluación previa, es una evaluación previa
a la ligera. Siempre van al sentido dramático de la situación. Lo sacamos de aquí y hala
(P3, G1, 073).
Porque los internamientos, como no se trabajan, son a largo plazo. No son internamientos
de meses. ¿Cuántos internamientos de meses habéis tenido vosotros? Yo en 7 años creo
que los cuento con los dedos de una mano (P1, G1, 184).
Estoy completamente de acuerdo, es que los apoyos técnicos serían de un año como
mucho, como la familia no cambie te quedas sin el niño. Yo lo siento mucho, es muy duro,
y cualquier técnico de Menores se llevaría las manos a la cabeza y les parecería horrible el
planteamiento porque las familias y los niños…; y sí es importantísimo, pero es muy triste
ver a chavales que llevan 12 años en centros (P41, G8, 069).
Pero ahí está, depende de cómo trabaje el equipo técnico, la guarda puede durar 5 años,
pero ahí también puede influir que el equipo técnico no trabaje con la familia, o cite a la
familia cada 5 meses… a ver como va… (P5, G1, 271).
Cuál es el problema, que creo que no hay objetivos. Es decir, cuando llega un niño con una
medida de protección, se hace como de rebote social, y llega un niño a un centro y no
tienes ningún objetivo a cumplir con él, eso tienes empezar a inventarlo tú. Y luego llega el
absurdo de que no puedes proyectar más a su futuro porque este futuro está bloqueado,
por una circunstancia o por otra (P12, G2, 039).
Tampoco estoy demasiado de acuerdo en que sea una falta de medios. Indudablemente la
falta de medios es totalmente clara, pero si los objetivos que se buscan con todo esto no
son claros, por mucho que llenes de medios, las cosas no van a cambiar (P22, G3, 057).
El plan de caso debe incluir la ubicación provisional del niño/a, aquí referida al centro
residencial, que ha de basarse en criterios de selección del centro más adecuado a las
características del niño, según se establece en la legislación vigente. En opinión de las
educadoras, no existen tales criterios, sino que se decide principalmente en función de
plaza vacante. Critican también a los equipos técnicos del menor de no conocer los recursos
residenciales, por lo que difícilmente podrán tomar una decisión sobre el mejor centro para
cada caso:
Menores dice, vamos a ver, ¿dónde lo metemos? (P1, G1, 020).
Meten al chaval en el centro con el criterio de si hay plazas o no hay plazas. El único criterio
263
que valoran es si es conveniente separarlo o alejarlo del núcleo familiar, dependiendo de
dónde viva el núcleo familiar, punto. No miran si el recurso es adecuado o no es adecuado
(P22, G3, 157).
A mí me parece tan relativo, porque no tengo muy claros los baremos que utiliza la
Administración para meter a los niños y tampoco tengo claro cuándo un niño se puede
marchar (P11, G2, 038).
A mí eso no me parece nada serio, que estén rotando de un lado a otro, y a ver quién los
aguanta. Ellos pretenden no meter a los chavales en centros cerrados, lo máximo posible,
pero para evitar eso no tienes que reventar 5 centros (P27, G3, 140).
Yo creo que ni desde la Administración se sabe qué recursos tienen. Yo creo que ni ellos
mismos saben con qué recursos cuentan. Por eso muchas veces no saben ni dónde internar
un niño porque no saben las características de los proyectos educativos de los centros. Creo
que sería fundamental que se supiera con qué recursos cuentan y qué recursos necesitan
(P6, G1, 243).
Una de las recomendaciones del Valedor do Pobo (2007, p.205) se refiere específicamente
a la necesidad de establecer criterios de asignación de centro y de que éstos respondan
“a las necesidades e intereses prioritarios del menor y no a criterios de vacantes de plaza,
burocráticos o aleatorios”. Así se favorecería la elección del centro que mejor responda a
las necesidades individuales de cada niño y niña. Para lo que es preciso también que los
ETM conozcan las características de la red de centros.
Capítulo 3
Tal y como decíamos, también se precisan criterios operativos explícitos de los aspectos
clave como son la valoración de la gravedad y la decisión sobre la mejor alternativa. Las
educadoras denuncian la ausencia de un marco conceptual operativo para la intervención
que garantice el cumplimiento de unos requisitos mínimos. No existen protocolos de
actuación, y si existen no se utilizan. Al final, la intervención, la toma de decisiones depende
de los criterios personales, no profesionales, del técnico que lleve el caso:
Estamos hablando a nivel Galicia. Un niño, según el equipo técnico que le toque cambia
mucho su vida, eso no puede ser… Si tú tienes un protocolo de actuación te da igual qué
profesional se siente en esa silla, porque la actuación va a ser misma (P8, G1, 270).
Depende de los equipos técnicos como trabajen, porque hay muchos que ya van a por
el internamiento inmediato y hay otros que agotan todas las posibilidades e intentan lo
mejor posible (P5, G1, 003).
A veces me parece que cortan mucho los permisos y a veces los alargan demasiado. No
hay un baremo ahí demasiado, ni un contacto demasiado… (P27, G3, 024).
Aquí en Vigo se hizo el curso pasado un protocolo de intervención, pues cómo actuar cuando
llegan los chavales al centro, para ver si era más o menos común, a nivel de Delegación.
Pero quedó ahí en papel, que no ha llevado a ninguna, que está compensando, una tutela,
una guarda, un acogimiento, depende de dónde caiga el chaval, en qué equipo, se hace
de una manera o de otra (P26, G3, 156).
Por ejemplo hay un protocolo de actuación en menores, que se hizo consensuado, directores
de centros, trabajadores sociales, técnicos del menor, que nadie, nadie, absolutamente
nadie, lo sigue. Yo me atrevería a decir que el 60% de la gente no lo conoce, cuando está
en todos los sitios firmado y no sé qué. Y es que está genial, genial, o sea, si todo el mundo
trabajara con respecto a ese protocolo, vamos, el 90% de los problemas de trabajo en
red y de relación y tal, se solventarían. Yo creo que Galicia, culturalmente no… perdón
culturalmente, históricamente, no está acostumbrada o no quiere acostumbrarse o no
sé lo que pasa a nivel de servicios sociales, para decir… bueno. Porque ese, por ejemplo,
es un trabajo que se hizo durante 2 años y participó un montón de gente y se llegó a
un protocolo que, oye, tú puedes opinar tal, pero que está ahí y que está bien. Que no
se puede evaluar porque no se llevó a la práctica, entonces no puedes decir pues aquí
fallamos en esto, habría que modificar esto, lo que sea, ¿sabes? Entonces yo sí que creo en
documentos marco, pero no creo en que vaya a ser efectivo (P31, G4, 176).
Se hace preciso, entonces, “un debate sobre las directrices que están adoptando los
diferentes equipos de menores de nuestra comunidad, y que se configure un protocolo de
actuación de obligado cumplimento para todos los equipos con el fin de terminar con la
diversidad de criterios existente entre ellos” (Valedor do Pobo, 2007, p. 202).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Qué pasa, que en ese sentido también hay problemas con la Administración, no les da la
gana por X o tardan meses y meses (P5, G1, 222).
Y como es tan lenta… tú pides el traslado y tarda meses (P27, G3, 091).
Es que no te van a contestar a tiempo, a lo mejor te dicen que sí, pero te van a contestar 4
semanas más tarde (P41, G8, 110).
Y muchos de los niños que están, que ahora se tiende a que estén menos años, menos
tiempo en los centros, están años y años porque la situación con su familia no cambia.
Entonces desde Menores mientras haya una pequeña vinculación del niño con la familia,
siguen estirando ese chicle que se hace inmenso, y los niños entran en el centro a los 6
años y salen a los 18 y sí que sigue habiendo una vinculación, porque no se ha roto esa
vinculación, porque siempre vemos la luz al fondo del camino. Y a veces no es así, porque
no van ni con familias acogedoras, ni con otro tipo de tal. Estiran, estiran. Y eso se hace
desde la Xunta, desde Menores, que son los que tienen la última palabra al final (P23, G3,
032).
Según el Valedor do Pobo (2007), para evitar la estancia prolongada, y a veces innecesaria,
sería necesaria la confención de un protocolo en el que se establezca que los planes de
trabajo con las familias han de tener objetivos claros y evaluables en un plazo máximo de
18 meses. Cumplido el plazo, los ETM deberían tomar una decisión sobre la alternativa
a tomar que, únicamente en casos extermos, supondría el mantenimiento en el centro.
En sus recomendaciones también establece que el tiempo de estancia en los centros
Capítulo 3
residenciales debe ser el estrictamente necesario, que, en cualquier caso, no debe superar
los dos años.
Pero si no tienes la coordinación que debes tener con el resto, de nada sirve que tú crees
un reglamento de régimen interno educativo, un proyecto educativo del centro porque no
sirve para nada (P5, G1, 081).
Yo pienso que hay una falta de coordinación tremenda, que ahí estamos en un nivel bajo
cero. Apoyo lo que se decía, que a nivel de centros sí que hay una coordinación cuando
hay un centro educativo y todo eso. Pero yo ya no digo a nivel de Comunidad Autónoma,
digo a nivel de cada provincia, de cada lugar donde estamos, hay un desconocimiento
grande, los tipos de centros son diferentes, pero eso no tienen por que ser dificultades.
Precisamente si nos conociéramos y desde el Equipo de Menores nos conocieran, porque
la coordinación falla con los equipos de menores, igual se hacía más esfuerzo por buscar
a cada chaval el centro adecuado; porque yo estoy de acuerdo con lo que decía antes
P28, no todos los centros podemos ofrecer lo que los chavales necesitan, entonces no
los podemos recibir, porque no tenemos recursos. Entonces me parece que hay falta de
coordinación de centros con Menores, con el Equipo de Menores. Y a nivel de autonomía
no digamos, porque cada provincia funciona de una manera. Nosotros que estamos en el
colectivo, cuando nos reunimos, no hay criterios comunes para nada (P26, G3, 152).
Es lo de siempre, recursos, recursos, faltan recursos, pero a lo mejor están mal dispuestos.
Si yo a ti no te conozco como centro, y tú no me conoces a mí como centro, y un señor de
un equipo de menores no pasa por ningún centro, cómo decide mandar a un menor a mi
centro (P22, G3, 157).
Pero que hay realidades muy inconexas, centros totalmente, a lo mejor de al lado y que no
conoces la realidad de allí, pues si tu niño a lo mejor estaría mejor en otro centro que en el
tuyo, por las características de allí (P24, G7, 102).
El problema es, muchas veces depende pues del centro en el que caiga (P31, G4, 038).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
El problema es que a lo mejor hay alternativas, pero como la red de centros no funciona,
no sabemos si hay alternativas reales (P22, G3, 142).
Ahora el trabajo coordinado más allá del centro, es decir con la psicóloga que tenemos en
Menores… como no hay un plano de igualdad, no es real el trabajo en equipo (P12, G2,
128).
Y yo ahí veo una laguna de no entendimiento entre la familia, la entidad que se está
ocupando de trabajar con la familia y los que estamos allí en el centro tremenda (P34, G4,
056).
Yo creo que la protección de menores es una especie de pantalla, porque a veces hacen las
cosas a lo loco y no se paran a pensar lo mejor para el niño (P13, G2, 030).
A mí me parece que este tema de la protección es muy artificial (P11, G2, 036).
Pero, al mismo tiempo, también es una forma de exculpar sus propias responsabilidades,
de “echar balones fuera”.
Síntesis
Hemos definido protección desde una perspectiva amplia, como aquella acción integral
orientada a la promoción del bienestar y calidad de vida de la infancia, que tiene por objeto
su desarrollo normal, armónico, equilibrado e integral. Se fundamenta en la atención de
las necesidades infantiles y en la garantía de sus derechos, potenciando su participación en
la construcción progresiva de su proyecto personal de vida en el presente y en el futuro,
orientado a la preparación para una vida autónoma, independiente y responsable.
Capítulo 3
Tal y como hemos visto, la medida de acogimiento residencial forma parte del sistema
público de protección a la infancia, para el ejercicio provisional de la guarda o la tutela.
Pero ¿constituye una alternativa válida para la infancia en situación de dificultad social? De
ser así, ¿qué lugar ocupa, qué papel debe desempeñar y en qué condiciones? (Fuertes y
Fernández, 2001).
Después de una revisión histórica de la preocupación educativa por la infancia
institucionalizada y de las críticas caídas sobre el acogimiento residencial como medida de
protección –principalmente a partir de los años 40 de la mano de Spitz, Bowlby, Goffman,
Foucault y Bronfenbrenner, entre otros–, exponemos el panorama actual de la medida, las
diferentes valoraciones, concepciones, sentidos y significados que adquiere en los textos
normativo-legales vigentes de ámbito estatal y autonómico, en la literatura especializada y
en los grupos de discusión desarrollados en la investigación, con la intención de responder
a las cuestiones planteadas y de identificar el acogimiento residencial como una medida
educativa y social. Finalmente, presentamos la red actual de equipamientos residenciales
para la protección a la infancia, a modo de mapa de recursos en el que describimos las
principales características de los centros: ubicación, titularidad, confesionalidad, tipología,
capacidad, ocupación y condiciones materiales.
como Ariza (1993), Palacios (1997), Santolaria (1997), Suárez (1998), Ortega (1999) y
Fernández y Fuertes (2000), entre otros. De forma general, Del Campo y Panchón (2000),
destacan una evolución positiva, tanto en la concepción teórica, como en el diseño físico
y de intervención, que busca “normalizar” el proceso de socialización y desarrollo de la
infancia acogida en centros, avanzando de una preocupación movida por sentimientos de
caridad, en sus orígenes, hacia la legitimación de los derechos de las niñas y los niños en
la actualidad (Lázaro, 1995). De esta evolución nos interesan principalmente las siguientes
cuestiones:
- Presentar el panorama general de la preocupación por la infancia y adolescencia
en los planteamientos legales, institucionales y educativos.
- Describir las características principales de la atención institucional en los
diferentes momentos históricos. No es nuestra intención hacer una descripción
pormenorizada de cada una de las instituciones e iniciativas desarrolladas, sino
que nos interesa rescatar aquellos elementos que entendemos más significativos
para nuestro estudio, como son: las tipologías de centros, las finalidades y
funciones, el papel concedido a la educación y el contenido de la misma, y el
perfil de la población acogida.
- Identificar los precursores de los principios defendidos en la actual concepción del 271
acogimiento residencial como medida educativa y social de protección. A pesar
de que se suele situar el cambio de enfoque en el inicio de la democracia, se
pueden encontrar antecedentes a lo largo de la historia, sobre todo en iniciativas
particulares y poco generalizadas de personas preocupadas por la atención a la
infancia marginada.
Aspectos que atenderemos en lo que hemos identificado como tres momentos o etapas:
- Antecedentes de la preocupación pública y educativa por la infancia en dificultad
social (siglos XIII al XVIII).
- Construcción del dispositivo tutelar (siglos XIX y XX).
- Cambio de enfoque con el advenimiento de la democracia (a partir de 1978).
No nos centraremos de forma exclusiva en los recursos asistenciales de protección, sino que
atenderemos también a la evolución de los planteamientos reeducativos, por dos razones
principalmente. En primer lugar, porque la diferenciación sutil entre infancia desamparada
e infractora no se realizaba. Además, hay que tener presente que hasta el siglo XIX no
existieron centros específicos de reeducación. Las instituciones benéficas y asistenciales de
carácter asilar cumplían a su vez funciones reeducativas; y, por su parte, los correccionales
también acogían niñas y niños abandonados, pobres y mendigos. En segundo lugar, por
ser el ámbito de la reeducación en el que se desarrollaron las mayores innovaciones, que
tendrán repercusiones en contextos institucionales de protección.
Capítulo 3
los niños pobres, fundando Escuelas Pías (S. XVIII) de carácter gratuito, las cuales jugaron
un papel esencial en la tarea de prevención de la delincuencia. Señalamos también el
importante papel de Carlos III en el S. XVIII, quien promovió las siguientes medidas: castigar
la explotación de niños y niñas abandonadas; situarlos bajo la tutela de Diputaciones de
Caridad para que les hiciesen aprender un oficio y les dieran la enseñanza adecuada;
exceptuar de pena a los menores de 16 años; y tratar de evitar el encarcelamiento
conjunto.
En el cuadro que se acompaña (nº 26) se muestran las principales instituciones de este
período.
Albergues para Pobres Desde finales del S. XVI hasta principios del XVII
Espacios carcelarios específicos para mujeres de todas las edades Siglos XVII
Galeras
y XVIII
acogían a recién nacidos abandonados hasta los 6 años, a partir de esa edad, pasaban
a las mismas instituciones que las personas adultas, donde se les procuraba educación
elemental y laboral y después su colocación como aprendices o en el servicio doméstico
hasta que llegaba su emancipación definitiva entre los 10 y los 14 años.
La intervención se articulaba alrededor de tres ejes fundamentales: la instrucción elemental,
la formación religiosa y la enseñanza laboral. Como hemos visto, la investigación de Ariés
pone de relieve como desde finales del siglo XV había ido gestándose la necesidad de que
la infancia recibiera una educación escolar, pero no será hasta un siglo más tarde que se
establece la obligatoriedad de los niños indigentes de asistir a las escuelas de caridad o
beneficencia. Esta preocupación encontró también su lugar en las instituciones de atención
a la infancia, extendiéndose un sentimiento común sobre la necesidad de instrucción y de
aprendizaje en ciertas materias como escritura, aritmética y gramática, reduciéndose la
enseñanza en estos ámbitos a la lectura, la escritura y el cálculo. En esta cuestión como
en otras, se observa una importante diferencia en cuanto al sexo, siendo la escolarización
de las niñas muy precaria. En los Hospicios y Casas de Misericordia, por ejemplo, mientras
a los niños se les instruía en las primeras letras, las niñas eran preparadas para el servicio
doméstico.
Ambos sexos coincidían en la formación referida a la doctrina y moral cristianas (Palacios,
1997), siendo uno de los ejes principales del contenido de la educación en esta época
puesto que la inmoralidad por falta de formación religiosa junto con la ociosidad, eran
consideradas los dos males, fuente de todos los demás. En general, la actividad instructiva
solía estar encomendada a religiosas, dándose, por ello, mayor importancia a la doctrina
cristiana mediante el aprendizaje del Catecismo y usos de la moral católica. En las Casas de
Misericordia, en particular, la formación religiosa se completaba con la práctica de actos
piadosos cotidianos y semanales (Santolaria, 1997). En cuanto a la ociosidad, la solución
pasaba por estructurar y disciplinar la vida personal de los internos, creando un marco de
actividades ordenadas y distribuidas a lo largo de la jornada de modo que ocuparan todo
el tiempo material (Santolaria). Hecho que se observa principalmente en los hospicios de
la época.
El concepto de infancia también influye en la educación o actividad que se le supone más
idónea para su desarrollo. Así, “al estar desprovisto el niño de un valor afectivo prolongado
y duradero (…), la atención hacia éste se resuelve en prepararlo física-mentalmente para ese
pronto destino laborioso que aceleradamente irá tomando el carácter de trabajo” (Ariza,
1993, p.214). Es por ello que “más que una preocupación por la formación intelectual (es
decir, escolar: lectura, escritura, cálculo y/o humanidades), se tendía a buscar una utilidad
práctica a los menores, predestinándoles, desde la infancia, a diversos oficios; al mismo
tiempo que con su trabajo, en los talleres en ellos instalados, colaboraban al sostenimiento
económico del centro” (Palacios, 1997, p.52). Pero es que el trabajo y el aprendizaje
de un oficio, además de una medida contra la mendicidad infantil y juvenil, formaban
parte del proceso normal de socialización de la época, “eran las garantías necesarias que
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
16 En marzo de 2009 tuvo lugar un nuevo cambio de gobierno, asumiendo la Consellería de Traballo e Benestar de la Xunta de
Galicia las competencias en materia de infancia.
17 Aprobada el 18 de diciembre de 2008.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
proporcionarle el amoroso cuidado que la infancia necesita” (Bowlby, p.14). Los efectos de
esta experiencia de privación varían en intensidad según se trate de una privación parcial o
absoluta, entre ellos, diversos autores señalan el retraso y la deficiencia en el crecimiento,
el retraso intelectual y la incapacidad para establecer relaciones afectivas profundas con los
demás (Fernández y Fuertes, 2000).
Además de teorizar sobre las causas de las perturbaciones mentales, el autor también
perfiló en sus estudios, algunas características que debía cumplir la atención institucional y
los centros de acogida para prevenir la privación materna. Sus recomendaciones se acercan,
en opinión de Casas (1988), al actual concepto de normalización: las instituciones han de
ser pequeñas y especializadas, permitiendo que niños y niñas “puedan asistir a las escuelas
locales y participar, sin constituir una avalancha, en otras manifestaciones de la vida colectiva”
(Bowlby, 1982, p.160); se debe promover un ambiente familiar, conformando pequeños
grupos de edades variables y de ambos sexos, y estableciendo una disciplina sin formalismo,
de carácter individual, basada en las relaciones personales. Siguiendo estas condiciones,
los grandes establecimientos debían ser abolidos, por cuanto no pueden cumplir los
requisitos. Asimismo, consideraba que debía evitarse el internamiento de menores de 6 o 7
años de edad. Para los mayores de esa edad sería adecuado sólo en períodos breves o para
atender determinadas problemáticas (niños/as difícilmente adaptables, adolescentes que
no necesitan de cuidados personales diarios, grupos de hermanos/as numerosos/as, etc.), 291
recomendando para esos casos una intervención profesional de carácter psicopedagógico.
En relación con la atención institucional, el autor definió una serie de aspectos defendidos
ampliamente en la actualidad. Entre ellos: fomentar las relaciones entre padres/madres e
hijos/as, otorgar al trabajo desarrollado un carácter profesional, definir las funciones de
cada profesional, promover el trabajo en equipo, supervisión y seguimiento del trabajo por
parte de especialistas.
A pesar de que los resultados del trabajo de Bowlby no dejan de ser parciales –al no
considerar otros condicionantes (materiales, ambientales, etc.) que inciden en el desarrollo
de las personas, más allá de la relación afectiva materno-filiar–, de sus estudios se deriva
la importancia para la salud de la infancia de experimentar una relación cálida, íntima
y continuada con la madre o con una persona directamente encargada de su cuidado.
Podríamos encontrar aquí los antecedentes, de la atención individualizada, de la acción
tutorial e, incluso, de la Pedagogía del afecto.
En opinión de Fernández y Fuertes (2000), este énfasis en los problemas psicológicos y de
personalidad de la infancia, en detrimento de estudios sobre las condiciones ambientales,
materiales y sociales de las instituciones y su posible efecto sobre la población acogida,
contribuyó al etiquetaje de los niños/as y de las instituciones como causantes de muchos de
sus trastornos y retrasos. Según estos autores, hubiera sido más beneficiosa la identificación
de las condiciones institucionales que perjudican el desarrollo infantil, para introducir las
correcciones adecuadas. Sin embargo, las repercusiones inmediatas de estos estudios
tomaron direcciones diferentes. Han llevado a situar los centros “bajo una crítica general,
Capítulo 3
inespecífica y, por tanto, difícil de superar. Parece un recurso peligroso, o cuando menos
sospechoso; los niños que allí residen sufren retrasos y trastornos, aunque no se sabe muy
bien por qué” (Fernández y Fuertes, p.32).
En la década de los 60, con la obra Internados (1961) del sociólogo Goffman, se inicia una
nueva perspectiva en las críticas institucionales, centrada ahora en sus características físicas
y organizativas. En esta obra el autor acuña el término de institución total, refiriéndose a
“un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación,
aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro
una rutina diaria, administrada formalmente” (Goffman, 1972, p.13). Se caracterizan por
tener tendencias absorbentes o totalizadoras simbolizadas “por los obstáculos que se
oponen a la interacción social con el exterior y al éxodo de sus miembros, y que suelen
adquirir forma material: puertas cerradas, altos muros, alambre de púa, acantilados,
ríos, bosques o pantanos” (Goffman, p.18). En palabras del autor, “el hecho clave de las
instituciones totales consiste en el manejo de muchas necesidades humanas mediante la
organización burocrática de conglomerados humanos, indivisibles” (Goffman, p.20). Están
organizadas como micromundos autónomos, todos los aspectos de la vida se desarrollan
en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única. A las personas allí acogidas se les da
el mismo trato y se requiere de ellas que hagan juntas las mismas cosas, actividades que
están estrictamente programadas y cuya secuencia se impone desde arriba. En ellas se
genera un tipo peculiar de interacciones, con sus propias reglas y normas, confiriéndole
una identidad propia. Como consecuencias de la estancia prolongada en este tipo de
instituciones, el autor destaca la “desculturación”, es decir, el “desentrenamiento que lo
incapacita temporariamente para encarar ciertos aspectos de la vida diaria en el exterior”
(Goffman, p.26). Este proceso se ve ajustado por una “resocialización” en el internado que
puede llegar a alcanzar aspectos de socialización primaria en el caso de infancia acogida
en centros (Ariza, 1993).
El problema básico es la reinserción social, cuando el niño/a tenga que vivir en sociedad
bajo unas normas que no conoce. Las personas acogidas acaban siendo lo que la institución
pide que sean mediante sus prácticas de vida y reglamentos, aniquilando la imagen que
podían tener de sí mismas y sobre las otras significativas. Es lo que el autor denomina
“mortificación del yo”. En opinión de Casas (1998), Goffman quiso llamar la atención
sobre las repercusiones que tiene la vida asilar sobre el yo interno, relatando una serie de
características de la vida cotidiana de los centros que suponen agresiones directas contra
el yo, formas de desfiguración y contaminación: la barrera que las instituciones sociales
levantan entre el interior y el exterior; la desactivación del actor, pérdida de autonomía y
libertad de acción, exigiéndose una renuncia de su volición; los castigos y el sistema de
privilegios a los que debe enfrentarse; la pérdida o “violación” de la intimidad; el despojo
de posesiones personales, de la apariencia de cada uno, del “equipo de identificación”
personal; la ausencia de espacios personales propios; el uso de motes; el anonimato; la
imposición y tendencia a mantener al individuo en un rol de sometimiento e invalidez; la
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Pero la disciplina no actúa sólo sobre el espacio, sino también sobre el tiempo. Es el arte
de extraer y de acumular tiempo, construyendo una individualidad orgánica y genética. El
control disciplinario consiste en regular el empleo del tiempo, estableciendo ritmos, ciclos
repetidos, ocupaciones determinadas, con el fin de que no quede ningún tiempo muerto
(principio de no ociosidad). Todo está programado con el objeto de controlar el desarrollo,
conseguir una utilización exhaustiva, una economía positiva, y asegurar la calidad del
tiempo utilizado, tratando de “extraer del tiempo cada vez más instantes disponibles y, de
cada instante, cada vez más fuerzas útiles” (Foucault, 2000, p.158). Ante la consideración
de que el buen empleo del cuerpo permite un buen empleo del tiempo, la disciplina
define cada una de las relaciones que debe mantener aquel con el objeto que manipula. El
cuerpo mecánico va dejando su sitio al cuerpo natural (individualidad orgánica), cuerpo del
ejercicio, cuerpo manipulado por la autoridad, cuerpo del encauzamiento útil.
El tiempo disciplinario también es lineal y evolutivo. Implica su acumulación en etapas
y grados, diferenciando a los individuos por el nivel alcanzado en relación a etapas ya
finalizadas (individualidad genética). Esta característica del tiempo disciplinario se va
imponiendo poco a poco a la práctica pedagógica “especializando el tiempo de formación
y separándolo del tiempo adulto, del tiempo del oficio adquirido; disponiendo diferentes
estadios separados los unos de los otros por pruebas graduales; determinando programas
que deben desarrollarse cada uno durante una fase determinada, y que implican ejercicios
de dificultad creciente; calificando a los individuos según la manera en que han recorrido
estas series” (Foucault, 2000, p.163).
Finalmente, la disciplina es el arte de componer fuerzas para obtener un aparato eficaz,
en el que el cuerpo singular “se constituye como pieza de una máquina multisegmentaria”
(Foucault, 2000, p.169), se coloca, se mueve y se articula sobre otros, preocupando,
más que su arrojo o su fuerza individual, el lugar que ocupa, el intervalo que cubre, la
regularidad y el orden según los cuales lleva a cabo sus desplazamientos (individualidad
combinatoria).
El éxito del poder disciplinario se debe al uso de tres instrumentos simples para articular
la individualidad: 1) la vigilancia jerárquica, mecanismo inherente a la disciplina que
garantiza y multiplica su eficacia. Se organiza como un poder múltiple, automático y
anónimo, un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada, haciendo visibles a
quienes se encuentran dentro, garantizando un control articulado y detallado orientado a
la transformación de los individuos; 2) la sanción normalizadora, sistema de penalización
doble (gratificación-sanción) que atraviesa todos los puntos y controla todos los instantes
de las instituciones disciplinarias. Es una penalidad jerarquizante, recompensa por el único
juego de los ascensos, permitiendo ganar rangos y puestos; y castiga haciendo retroceder
y degradando. Tiene por función reducir las desviaciones, es esencialmente correctiva.
Para ello utiliza cinco operaciones distintas: compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza y
excluye. En una palabra, normaliza. Foucault (2000, p.189) subraya la aparición del poder
de la norma que “obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las desviaciones,
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias ajustando unas a
otras”; 3) el examen, combinación de la jerarquía que vigila y de la sanción que normaliza.
Sitúa a los individuos en una red de escritura, “los introduce en un espesor de documentos
que los captan y los inmovilizan” (Foucault, 2000, p.194), haciendo de la descripción un
medio de control y dominación, de objetivación y sometimiento.
De una manera global puede decirse que las disciplinas “son unas técnicas para garantizar
la ordenación de las multiplicidades humanas” (Foucault, p.221). Intentan definir, respecto
de estas multiplicidades, una táctica de poder que responde a tres criterios: 1) que sea lo
menos costosa posible; 2) que sus efectos alcancen su máximo de intensidad y se extiendan
lo más lejos posible; 3) ligar el crecimiento económico del poder y el rendimiento de los
aparatos en el interior de los cuales se ejerce.
Foucault considera los internados infantiles y juveniles como lugares de encierro donde la
tecnología disciplinaria es aplicada, desde el aislamiento del exterior, a partir de un gesto de
exclusión, hasta la ordenación de esos colectivos según unas reglas y normas que van más
allá de la mera regulación de la institución y su quehacer diario. Los centros de protección
podrían encuadrarse dentro de lo que Foucault define como instituciones que utilizan la
disciplina para un fin determinado. En general, el encierro institucional, el confinamiento,
se convierte en una poderosa medida económica y de precaución social. El autor relata
295
la evolución del espacio asilar-hospitalario del siglo XVII al espacio panóptico del siglo
XIX, implicando un cambio importante en los discursos sociales que otorgan sentido y
significado al internamiento. Se pasó del encierro para ocultar, privar de circulación y
visibilidad a la miseria, al encierro útil dirigido a la normalización mental del individuo,
esencial, según Foucault, para el funcionamiento general de los engranajes del poder.
Bronfenbrenner (1987), en su obra La ecología del desarrollo humano, analiza las
consecuencias de la institucionalización desde una perspectiva ecológica, observando que
el mayor problema de las instituciones infantiles se sitúa en un ambiente institucional física
y socialmente empobrecido, carente de estimulación y de personas con las que el niño y
la niña pueda mantener una relación primaria. Un entorno físico en el que se restringen
las posibilidades para la interacción de la infancia con otras personas, la disponibilidad
de materiales para las actividades que puede realizar, y de una figura con la que pueda
desarrollar un fuerte apego. En sentido inverso, el potencial evolutivo de un entorno
aumenta en la medida en que el ambiente físico y social que lo rodea permite y estimula
la participación del niño y de la niña en una variedad de actividades, tanto conjuntamente
con una persona adulta como espontáneamente por sí mismo o con otros niños y niñas,
en patrones de interacción recíproca cada vez más complejos, y en relaciones diádicas
primarias con las demás personas del mismo entorno.
Asimismo, considera que las diferencias entre un hogar familiar y una institución no se
limitan al microsistema, sino que “en el mesosistema, la institución está mucho más aislada
de otros entornos que el hogar, de manera que el niño tiene menos probabilidades de
Capítulo 3
ello, entiende que evitar la institucionalización debe ser una pretensión constante, y que
se debería prohibir pensar de entrada en el internamiento, pues “se trata de una solución
(?) que bloquea nuestra creatividad para seguir pensando en nuevas propuestas” (Funes,
p.14). Palacios se sitúa en esta misma línea. En su opinión, la institucionalización es la
opción que parece generar mayor nivel de riesgos de dificultades. El principal problema
radica en la situación misma de institucionalización, sobre todo cuando ésta se prolonga,
principalmente porque en los centros se resuelve el presente de la infancia acogida, pero
no su pasado ni su futuro, y “con un pasado plagado de problemas y un futuro lleno
de incertidumbres, no es sorprendente que los niños y niñas de instituciones presenten
importantes dificultades” (Palacios, p.361).
Pero no se trata de demonizar las instituciones, ni de bendecir cualquier alternativa,
puesto que también “pueden estar llenas de control, ser escasamente rigurosas y provocar
despersonalización” (Funes, p.15). A pesar de esta afirmación, desde la postura presentada,
parece que se sigue confiriendo a las medidas alternativas al acogimiento residencial el
papel de redentoras del sistema de protección. Éste es el planteamiento del Plan Estratégico
Gallego para la Infancia y la Adolescencia (2007-2010), en el que se recoge textualmente
como único objetivo del ámbito de protección: reducir el acogimiento residencial y
potenciar recursos más normalizados (acogimiento familiar y atención de día).
En opinión de Casas (1988, p.44) el mensaje de la no institucionalización “se ha convertido
en una especie de bandera de los que quieren presentar una imagen de progreso en este
campo”. El peligro aparece cuando se simplifican los planteamientos de lo que supone
desinstitucionalizar, cayendo muchas veces en contradicciones ya que “se confunde el
concepto con una meta, cuando sólo se trata de un medio para mejorar la atención a la
infancia”. Incluso se ha utilizado como argumento útil para justificar la reducción del gasto
público. En palabras del autor, “desinstitucionalizar sólo tiene razón de ser en el seno
de programas globales debidamente sectorizados, de prevención, detección, atención y
seguimiento, a todos los niveles, de todas las situaciones individuales o colectivas de riesgo
social para los mismos”.
En la segunda postura se encuentran autores como Fuertes (1992), Redondo, Muñoz y
Torres (1998), Panchón (1998), Mohedano y Ortega (1999), Del Campo y Panchón (2000)
o Fernández y Fuertes (2000, 2001). Parten de la idea de que la atención residencial es
uno de los recursos de protección posibles cuando es necesario proceder a la separación
de la infancia o adolescencia de su medio familiar. El centro constituye un recurso más
en el marco de la acción social planificada en la que cada programa tiene unos objetivos
específicos y una conexión con el conjunto del sistema. Y es que las instituciones existen
“aunque se quieran ocultar más o menos conscientemente y los poderes públicos tiendan a
quitarse este pesado ‘lastre’ para optimizar recursos y tratamientos en manos más baratas
y voluntariosas, en todo caso, privadas” (Mohedano y Ortega, p.57); han demostrado
ser siempre necesarias dentro de una red de servicios, pues la experiencia confirma que
un porcentaje importante de niños, niñas y adolescentes se encuentran en recursos
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
residenciales; siguen siendo el recurso más utilizado, en muchos casos inevitable e incluso
necesario, al menos a corto plazo; sigue siendo mayor la proporción de niños y niñas en
situación de desprotección para los que no existe otra alternativa, que de aquellas que
encuentran otras posibilidades; además, también hay niños y niñas para las que el centro
es la mejor opción posible, no sólo la única disponible o existente (Fuertes y Fernández). Es
por todo ello que no deben constituir recursos para la “atención a una población residual
que no tiene cabida en otros mecanismos protectores, sino que deben guardar un equilibrio
dentro de todo el sistema de Servicios Sociales de menores, ya que lo contrario implicaría
que a algunos niños se les estuviese posibilitando los mejores medios para su reinserción
mientras que a otros no se les dará esa posibilidad” (Panchón, p.80).
Otros argumentos a favor del acogimiento residencial como medida válida dentro del
sistema de protección son los siguientes:
- Los centros pueden tener funciones muy diferentes para adaptarse a la
multiplicidad y diversidad de necesidades y circunstancias de la infancia y sus
familias. Por ejemplo la necesidad de contar con un tiempo de preparación para
otras medidas como el acogimiento familiar o la adopción.
- El grupo se constituye en un escenario privilegiado para determinadas
intervenciones. 299
población acogida y sus familias acerca del acogimiento residencial; y, por otro, las propias
valoraciones de las participantes sobre el acogimiento como medida de protección.
Caracterizan la representación social del acogimiento residencial por el desconocimiento
de su concepción y configuración actual. Permanece la antigua imagen de las
macroinstituciones de los 60 (P22, G3, 065), de los niños de las monjas (P1, G5, 139), con
las cabezas rapadas (P23, G3, 066)… Asimismo, las educadoras consideran que están “mal
vistos”. Una educadora lo expresaba así: la gente llegó a pensar que nuestro piso era…
por poco que era desde un prostíbulo (P9, G1, 152). Incluso llegaron a utilizar la expresión
“miedo” para referirse al sentimiento de la sociedad frente a los centros.
Por parte de la Administración y del ámbito político en general, sienten que son un recurso
mal valorado:
Yo creo que los centros sí son un medio de protección muy mal considerados y dentro de
toda la escala de recursos que existe, está considerado como el último recurso, casi el
recurso más negativo y yo creo que debería de ascender, porque en un momento puntual
es un recurso importante, tanto como los demás (P21, G3, 064).
Por su parte, las familias rechazan el centro en un primer momento. Pocas familias ven al
centro como un recurso que les va a ofrecer una ayuda, es una amenaza. Y por tanto todo
lo que hay en el centro es una amenaza (P26, G3, 038). Y los niños lo consideran poco
menos que el talego (P1, G1, 247).
Respecto de su propia consideración sobre el valor del acogimiento residencial, al igual que
en la literatura especializada, encontramos dos posturas. Algunas educadoras concuerdan
con la postura legal en que debe ser el último recurso a emplear, y consideran que se abusa
bastante (P5, G1, 009) de él. Otras entienden que debe ser un recurso más, con el mismo
reconocimiento que otras medidas, debiendo formar parte del sistema. Lo expresan de la
siguiente forma:
Capítulo 3
¿Qué lugar ocupamos? Desde Menores, muchas veces estoy cansada de oír que somos el
último recurso. Yo ahí digo no, a veces es el mejor recurso para los chavales, nos cueste
aceptarlo o no, la pena es que no haya sido el recurso a tiempo, donde hoy estos chavales
podrían estar de otra manera (P26, G3, 067).
Eso lo tengo claro que es un recurso más, no como la Administración que quiere ponerlo
como último recurso. Eso lo tengo discutido en muchos ámbitos y es un absurdo, es un
recurso más, que es necesario y que ojala fuera mucho menos necesario, pero eso implicaría
que habría mucho más trabajo de prevención (P14, G2, 024).
El acogimiento residencial no debe ser algo individual, sino que debe formar parte de un
contexto, tiene otras potencialidades (P2, G1, 263).
Creo que este discurso no nos lleva a ningún lado. Me refiero a que… es como hablar de un
coche, qué es mejor, el motor o las ruedas. Tanto el motor como las ruedas son necesarios
para que vayas a algún lado. Y hablando de protección es hacer esto, los centros tienen
muchos defectos y tienen muchas virtudes. Nada es la panacea, ni la adopción es la
panacea, ni el acogimiento es la panacea, porque los fracasos adoptivos son un desastre.
Trabajamos con fracasos adoptivos, que son duros y difíciles y muy jodidos de trabajar.
Nada es la panacea. Con lo cual, este tipo de discusión no nos lleva a ningún lado (P22,
G3, 069).
acogida, el Código Civil apenas resuelve el régimen jurídico del acogimiento institucional.
La LOPJM, en su artículo 21 dedicado a los servicios especializados, establece el carácter
temporal del acogimiento residencial; la necesaria autorización y acreditación de los centros
por parte de la entidad pública, a quien corresponde realizar la supervisión e inspección
de los mismos semestralmente a efectos de asegurar la protección de los derechos de
niños y niñas; la vigilancia por parte del Ministerio Fiscal; y la regulación del régimen de
funcionamiento de los recursos a cargo de la entidad competente, prestando especial
atención a la seguridad, sanidad, número y cualificación profesional de su personal,
proyecto educativo, participación de la infancia en su funcionamiento interno, y demás
condiciones que contribuyan a asegurar sus derechos.
En Galicia, la LGFIA, en su artículo 29, sólo refiere el carácter subsidiario y temporal
del acogimiento residencial que deberá estar orientado a la integración social y a la
normalización como principios de intervención: “el acogimiento residencial constituirá
una medida de protección que podrá adoptar la entidad pública cuando, agotadas todas
las posibilidades de mantenimiento del menor en su familia mediante la utilización de
recursos preventivos y asumida la tutela o la guarda sobre el mismo, no sean posibles o
se consideren inadecuados el acogimiento familiar o la adopción. La citada medida se
mantendrá por el tiempo estrictamente necesario, procurándose la integración del menor
en el entorno social y la accesibilidad a los sistemas ordinarios educativos, sanitarios y 303
laborales, entre otros”. Los artículos 59 y 60 del Decreto 42/2000 añaden a lo regulado
en la LGFIA: el requerimiento de procurar, siempre que redunde en interés del menor y no
resulte perjudicial para el mismo, la convivencia y la relación entre hermanos; el tratamiento
educativo individualizado del que serán objeto los menores acogidos, que deberá tener en
cuenta sus circunstancias personales y sociofamiliares y que se reflejará en un proyecto
educativo para cada menor; y la obligatoriedad de los centros de contar con un proyecto
educativo general y un reglamento de régimen interno, en los que se recogerán los
contenidos mínimos establecidos en la normativa correspondiente, debiendo respetar los
derechos de la infancia.
Este escaso desarrollo normativo de la medida de acogimiento residencial, frente a otras
como el acogimiento familiar y la adopción, parece estar conectado con su consideración
como último recurso, lo que contribuye a perpetuar una situación de indefinición del
encargo institucional y social, de desequilibrio entre centros, de desfase entre prácticas
institucionales, de inestabilidad, etc., siendo la infancia acogida la última y más
perjudicialmente afectada.
Si revisamos el marco legal de otras Comunidades Autónomas, encontramos diferencias
notables entre ellas y con respecto a Galicia respecto del tratamiento del acogimiento
residencial, en cuanto a la extensión, contenidos desarrollados y enfoque. En el cuadro que
se acompaña se recogen las cuestiones reguladas sobre la medida en las leyes vigentes en
materia de infancia desde una perspectiva comparada.
Cuadro 27: Contenidos desarrollados en las leyes autonómicas vigentes sobre acogimiento residencial
Contenidos E 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17
- Subsidiariedad x x x x x x x x x x x x x x x
Capítulo 3
- Carácter temporal x x x x x x x x x x x x x
- Deber de comunicación x x x x x x
- Inspección, supervisión x x x x x x x x x x x x x
Finalidades/objetivos
- Desarrollo personal/integral x x x x x x x x x x x x
- Autonomía x
- Inserción laboral x x
- Integración familiar x x x x
- Integración social x x x x x x x
Funciones
- Atención personalizada x x x x x x x
- Atención integral x x
- Relación/trato afectivo x x x x x x
Principios
- Normalización x x x x x x x x x
- Participación x x x x
- Coordinación x
- Acogimiento de hermanos x x x x x x x x
- Coeducación y verticalidad x
- Ingreso x x x x x
- Cambio centro x x x
- Seguimiento postinstitucional x x x x
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
- Autorización necesaria x x x x x x x x x
- Tamaño/unidades reducidas x x x x x x x
- Integrado en la comunidad x x x x
- Abierto al entorno x x x x x
- Carácter educativo x
305
Contenidos E 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17
Tipología de centros
Capítulo 3
- Públicos y concertados x x x x x x x
- Acogida inmediata x x
- Específicos x x x x x x x x x
Población acogida
Personal educativo
- Figuras estables x x
Fuente: Disposiciones legales de ámbito nacional y autonómico sobre protección a la infancia. Elaboración propia.
Leyenda
E: legislación estatal 3: Asturias 6: Castilla la Mancha 9: Extremadura 12: La Rioja 15: Navarra
1: Andalucía 4: Cantabria 7: Castilla y León 10: Galicia 13: Madrid 16: País Vasco
2: Aragón 5: Canarias 8: Cataluña 11: Islas Baleares 14: Murcia 17: C. Valenciana
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Los rasgos más reiterados en los textos normativos autonómicos refieren su carácter
temporal y subsidiario, si bien su concreción varía sutilmente de unas Comunidades a otras.
Por ejemplo, respecto de la temporalidad de la medida, las disposiciones legales establecen
que la duración del acogimiento debe ser, bien durante el tiempo estrictamente necesario,
bien durante el menor tiempo posible. En nuestra opinión, este segundo sentido supone
redundar en el carácter negativo del acogimiento y de sus efectos perjudiciales para el
desarrollo personal y social de la infancia. Sin embargo, nos parece acertada la redacción de
Aragón (art. 66.2) y La Rioja (art. 87.3) al respecto, en cuyas disposiciones legales se añade
la obligación de programar los recursos y medios necesarios para el retorno del menor a
su familia o, en interés del menor y según los objetivos de protección, para la adopción de
otras medidas. En cuanto a la subsidiariedad, la Ley 14/2002, de 25 de julio, de promoción,
atención y protección a la infancia en Castilla y León es la única en la que se establece la
adopción de la medida de acogimiento residencial cuando constituya la mejor manera de
que las necesidades del menor sean atendidas (artículo 96.1). Esta perspectiva supone un
cambio en la consideración del AR como último recurso hacia su reconocimiento como un
recurso más del sistema de protección.
A la cuestión ampliamente recogida de la inspección y supervisión de la medida a cargo
307
de la entidad competente, Aragón (art. 66.6) y la Rioja (art. 89.2) amplían el contenido
de la misma, estableciendo la obligatoriedad de que contemplen la adecuación de los
recursos materiales y personales a los fines previstos, así como el respeto de los derechos
de los menores. Además, deberá concretarse en la emisión de un informe valorativo. Otros
asuntos de naturaleza jurídica recogidos en la legislación autonómica hacen referencia a
las formas resolución, administrativa o judicial; al deber de comunicación de la adopción
de la medida a los padres, siempre que no estuviesen privados de libertad, a los tutores/as
o guardadores/as del menor, y al Ministerio Fiscal; y la atribución del ejercicio de la guarda
al Director/a del centro.
En el caso de Andalucía, Aragón y Castilla la Mancha se establece que esta medida podrá
ser complementada por el acogimiento en familias colaboradoras durante fines de semana
o períodos vacacionales. Esta disposición viene a reforzar la idea de que no se trata de
medidas excluyentes sino complementarias.
Respecto de las finalidades de la intervención en contextos residenciales, la mayoría de
las disposiciones legales recogen como objetivo prioritario el desarrollo del niño: físico,
psicológico y social, personal, integral, o de la personalidad. También es frecuente la alusión
al objetivo de integración, bien sea social (referida en 7 leyes autonómicas), familiar (en 4
disposiciones) o laboral (en el caso de Andalucía y Aragón). Sólo Cataluña hace referencia
a “la finalidad de que los adolescentes logren más recursos, más autonomía personal y más
habilidades sociales” (art.1, Ley 8/2002 de modificación de la Ley 37/1991).
Capítulo 3
Las funciones que aparecen de forma más reiterada en el articulado de los textos normativos
son las siguientes:
- Acoger, cuidar, educar a quienes que por motivos de protección deban ser
separados temporal o definitivamente de su núcleo familiar o entorno social
(artículo 67 Ley 21/2001, Aragón).
- Prestar una atención personalizada y fomentar relaciones que favorezcan el
desarrollo de los menores alojados (artículo 65.2 Ley del Principado de Asturias
1/1995). En el caso de Castilla y León y el País Vasco se especifica que la atención
dispensada ha de ser integral.
- Crear las condiciones que garanticen la adecuada cobertura de las necesidades
físicas, emocionales y sociales del menor y el efectivo ejercicio de sus derechos
(artículo 95.2 Ley 14/2002 de Castilla y León).
- Dispensar a la persona menor de edad un trato afectivo y la atención y educación
necesarias (artículo 88.2 Ley 17/2006 de las Islas Baleares).
Sólo en la legislación de Castilla y León, Cantabria y Asturias se hace referencia a las funciones
que cumplen los centros respecto de los derechos de la infancia acogida. Asimismo,
únicamente Cantabria y Asturias señalan como función ofrecer un marco de convivencia
con los medios adecuados. Finalmente, Aragón y Asturias son las únicas comunidades en
las que se recoge la función de intervención y colaboración con las familias de los niños y
niñas acogidas.
Aunque en el cuadro nº 27 se presentan cuestiones bajo el epígrafe de principios, éstos no
aparecen especificados como tal en la legislación autonómica, pero sí se pueden apreciar
entre el contenido definido. Por ejemplo, en 9 Comunidades se perfila el principio de
normalización, en términos de promover el acceso de los menores a los recursos públicos
y privados normalizados; en 7 disposiciones autonómicas se regula el principio de acoger
a hermanos por una misma institución, siempre que no sea perjudicial para éstos; y en
5 el derecho de la infancia de mantener relaciones con su familia, facilitando las visitas,
excepto cuando medie resolución judicial en sentido contrario. El principio de participación
se concreta en los siguientes términos: como derecho a participar de manera activa en la
elaboración de la normativa y de la programación de actividades del Centro y en el desarrollo
de éstas, sean internas o externas (artículo 66.a.9 de la Ley 6/1995 de Madrid; artículo
80.2.j, Ley 3/2005 del País Vasco), o como objetivo de funcionamiento del centro, favorecer
la participación a través de los proyectos socioeducativos individualizados (artículo 54.5,
Ley 3/1999 de Castilla la Mancha) y del Plan General del centro (artículo 97.4, Ley 14/2002
de Castilla y León). Tan sólo Asturias recoge en su legislación el principio de coordinación
entre los centros y los servicios sociales municipales para procurar la integración social y
familiar del menor (artículo 65.2, Ley 1/1995); y Aragón la convivencia normal de menores
de ambos sexos y de diferentes edades (artículo 67.2.2, Ley 12/2001).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
en los que se detecte consumo de drogas (en 7), y para aquellos con graves problemas
de socialización, inadaptación o desajuste social (en 4). En estos casos la entidad pública
cuidará del respeto a los derechos de los menores en dichos centros y les garantizará un
adecuado nivel de prestaciones asistenciales, de acuerdo con sus necesidades (art. 69.3,
Ley 1/1998 de Andalucía). Tan sólo Aragón destina un artículo a describir los centros de
observación y acogida, cuya duración no será superior a dos meses; y las Islas Baleares
a describir todas las tipologías de centros: de atención de día, de primera acogida, de
menores de edad extranjeros no acompañados, de acogimiento residencial, de atención a
la primera infancia, de preparación para la emancipación y centros residenciales de acción
educativa especial.
En cuanto a la población acogida, Aragón, Cataluña, Madrid y País Vasco definen sus
deberes; y tan sólo las dos últimas sus derechos. Finalmente, respecto al personal educativo,
Castilla la Mancha y Castilla y León establecen la necesidad de facilitar figuras de referencia
lo más estables posible. En el primer caso se regula, además, que las educadoras de los
centros deberán superar un curso de formación previo al desempeño de sus funciones
y realizarán cursos de formación permanente (artículo 54.6, Ley 3/1999 de Castilla la
Mancha).
Como se puede apreciar en el cuadro, las Comunidades Autónomas que más desarrollan
normativamente la medida de acogimiento residencial son Castilla y León, Asturias, Aragón,
Castilla la Mancha, Cataluña y La Rioja, siendo Galicia la que menos aspectos recoge en la
LGFIA. Algunas disposiciones refieren otros textos normativos en los que se perfilan más
específicamente las clases de centros, derechos y deberes de los menores, procedimiento de
ingreso y de baja, autorización, organización y funcionamiento (Andalucía); los requisitos que
han de reunir los centros en cuanto a condiciones arquitectónicas, de seguridad, sanitarias,
de equipamiento, de personal, organizativas, de funcionamiento interno, de programación
e intervención socioeducativa, de atención y participación (Castilla y León, Islas Baleares);
el estatuto de centros residenciales que defina la tipología, principios fundamentales
de actuación, objetivos, criterios de organización y reglas de funcionamiento (Madrid);
requisitos materiales, funcionales y de personal, recursos educativos, terapéuticos o de
seguridad (País Vasco). Pero son precisamente aquellas Comunidades en las que también
se regula más ampliamente la medida de acogimiento.
De este repaso por las disposiciones legales, y en consonancia con el principio general
establecido en el artículo 2 de la LOPJM, se desprenden algunas características del
acogimiento residencial como medida de protección eminentemente educativa.
Concretamente, destacamos el hecho de que la atención educativa: ha ser intencional y
planificada (plasmada en un proyecto educativo general y en los proyectos socioeducativos
individualizados para cada niño/a); cualificada y personalizada, centrada en la garantía de
los derechos y en la atención de las necesidades de la infancia, promoviendo su desarrollo
integral e integración sociofamiliar; debe desarrollarse en un marco de convivencia seguro,
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Otras funciones específicas dependen del programa de integración estable de cada niño y
niña. En este sentido, el acogimiento residencial debe preparar a la infancia acogida para el
retorno a la familia de origen, para la integración en una familia acogedora o adoptante, o
para la emancipación y vida independiente al llegar a la mayoría de edad. Fuertes y Fernández
(2001), diferencian además, las funciones que los centros cumplen a corto, medio y largo
plazo. A corto plazo, pueden desempeñar una función de emergencia, en aquellos casos
en que se requiere una separación urgente de su familia o su protección ante cualquier
otra situación de grave riesgo; y de primera acogida, permitiendo analizar y valorar las
circunstancias específicas de cada situación para una toma de decisiones fundamentada
sobre la medida más adecuada a adoptar. A medio plazo sirven como recurso puente para
la integración en una familia acogedora o adoptiva, y como tratamiento de trastornos
emocionales y de comportamiento social. Y, a largo plazo, se dirigen principalmente a
prestar una atención continuada a adolescentes que por diferentes circunstancias no
encuentran otro recurso familiar. En estos casos, la función principal es preparar para la
vida independiente, proporcionando los recursos y habilidades necesarios.
Las educadoras que aportaron su opinión en los cuatro grupos de discusión a lo largo de
las dos sesiones a las que fueron convocadas, también dieron cuenta de las funciones y
finalidades de la medida de acogimiento residencial. Estas son: satisfacer las necesidades
básicas en un ambiente afectivo, seguro y normalizado: 313
Pues con respecto al menor, lo que habíamos dicho, cubrir las necesidades básicas a nivel
sanitario, a nivel escolar, a nivel de aprendizajes educativos, de la vida diaria, habilidades
sociales, a nivel afectivo, no sé todo lo que se me está quedando en el tintero (P8, G1,
082).
Pienso que como casa de familia debería de ser o es, creo que en nuestro caso, dinamizador
de recursos tanto propios como de la comunidad, para satisfacer esas necesidades y esas
carencias. Creo que ese dinamismo de recursos tiene que ser un ambiente cálido, acogedor
y cercano. Pero que desde el primer momento, desde el primer día que entra se debe
preparar la salida (P36, G4, 080).
Se supone que el centro tiene que aportar al niño o niña lo que en su casa no le han dado,
¿no?, tiene que aportar unos modelos de adulto o educador normalizados, un modelo
de convivencia con los otros chicos normalizado, una escolarización, unos horarios, unas
normas, etc., todo lo que en su casa no se ha vivido, a parte de una situación emocional de
seguridad… y cubrir unas necesidades básicas. Pero es que para mi esa es exclusivamente
la función del centro (P8, G1, 067).
Para mí es fundamental ese tema que dentro de la protección entendamos que a parte de
darle primero las necesidades básicas, segundo, intentas dar seguridad, ambiente, afecto,
interiorización de normas, todo el tema escolar, etc. (P31, G4, 059).
Capítulo 3
¿Cuáles son los objetivos? Para mí lo principal es normalizar, sobre todo las edades que
tengo yo; solucionar las carencias básicas, tapar baches, traumas intentar abordarlos y
mitigarlos; y sobre todo, por la edad que estoy viviendo, preparar para la vida adulta,
estudios, formación… (P37, G4, 073).
Los chavales a veces, cuando llegan a nuestros centros, suelen llegar de ámbitos bastante
marginales, la mayoría. Esa reintegración en medio de grupos sociales normalizados
que también es un reto para… también es una protección que desde el centro se puede
promover (P26, G3, 067).
Yo creo que una parte de nuestra función es provocar que ese niño avance lo más rápido
posible para que pueda retornar a su lugar de origen o se le defina una nueva situación
(P14, G2, 024).
Para mí es fundamental que desde los centros, desde las casas, desde donde sea, intentemos,
en el paso del chaval por nuestra casa, buscarle una alternativa de futuro, tenga 3 años,
tenga 16, tenga 15, tenga 2. Y la alternativa de futuro pasa por trabajar con su familia a
tope, para que pueda volver con su familia, y en el caso de que no sea posible, darle otra
alternativa (…) Pero yo creo que eso es nuestra gran misión, a parte de la educación en sí,
del día a día, del hábito, del estudio… esa alternativa de futuro (P31, G4, 038).
A lo largo de las discusiones se fue perfilando una dualidad entre el ser y el deber ser del
acogimiento residencial respecto de las funciones que cumple. Este debate se planteó en
los siguientes términos ¿qué hacemos realmente, aguantar o educar? (P5, G1, 203). En el
cuadro que se acompaña se presenta la diferencia entre lo que las educadoras consideran
que debe ser el acogimiento residencial y aquello en lo que se acaba convirtiendo en
muchas ocasiones.
315
Cuadro 28: El ser y el deber ser del acogimiento residencial según las educadoras
- Recoger
Acoger, ofrecer alternativas de futuro
- Ser un almacén
Sobreprotección Proteger
dique de contención de los que te vienen, además, con problemáticas tan diversas que no
debieran estar ahí, con medicación, tratamientos… es decir, no hay centros especializados,
eso es una realidad, entonces eso no se está cubriendo (…) Y nunca debemos de ser
tampoco ni muro de contención ni un almacén que es a lo que se nos condena (…) pero
esa función de almacén también existe (P17, G2, 069).
De todas formas, yo creo que es un peligro que se está corriendo, sobre todo en los centros
específicos de protección difícil, es que están juntando una población muy homogénea.
Nosotros teníamos niños de 15 años, con las mismas características, con situaciones
similares, y los matriculamos en el único instituto que lo podíamos matricular, una serie
de problemas, aun por encima con la etiqueta del centro X, eso fue la bomba, fue lo que
generó prácticamente el conflicto. Un grupo tan homogéneo es imposible trabajar, porque
en lugar de hacer un trabajo educativo llegas a veces a intentar aguantar lo que te echen
(P5, G1, 048).
A veces parece que estamos, en lugar de acogiendo, recogiendo menores (P25, G3, 027)
Porque sino lo tenemos sobreprotegidos como hay muchos niños, casos que están en
centros donde sí hay una protección, un control mucho más estricto, cumplen los 18 años,
y vamos… (P2, G5, 067).
A veces, es lo que decíamos, que hacemos un paréntesis, porque las vinculaciones con la
familia marcan muy profundamente. Aunque lleven un montón de años en los centros,
vuelven a la familia y a seguir. Mientras no se ofrezca un modelo de referencia y se produzca
esta distancia… (P26, G3, 027).
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Porque de qué vale que yo me los lleve al centro durante 10 años, y lo tenga cubierto, les
tenga cama, techo, ropa limpia, les pueda llevar al colegio, los alfabetice si van a volver a
lo mismo, si van a volver a la delincuencia a las toxicomanías (P33, G4, 029).
Lo que más me choca desde que estoy trabajando aquí es que hay dos partes. Tú tienes allí
a los niños y sabes el trabajo que haces allí con los niños. Los educamos de esta manera,
hacemos esto, hacemos lo otro. Pero a parte está, qué trabajo se está haciendo con la
familia, porque tú los puedes estar educando y te puedes estar volcando en ellos, pero
después, dentro de unos años o de un tiempo x que ellos estén con nosotros, vuelven con
sus familias, y después te enteras 3 años después que ahora están en tal otro centro. Y te
quedas así un poco como bueno, ¿y el trabajo que nosotros hicimos? (P34, G4, 056).
Contenidos 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17
- Marco legal-concepual x
Centros de menores
- Concepto de centro x x x x x x x x x
- Tipologías de centros x x x x x x x x
- Procedimiento de autorización x x x
- Inspección y evaluación x x
Condiciones materiales
- Emplazamiento x x x x x x
- Instalaciones x x x x
- Especificaciones espacios x x x x
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Condiciones funcionales
- Servicios, prestaciones x x x x x
- Programas x x
- Documentación básica x x x x
- Programación general x x x x x x x x
- Marco de convivencia x x x x x
Personal
Capítulo 3
- Funciones de la educadora x x x
- Ratio x x x x
- Derechos y deberes x x
Población atendida
- Perfil general x x x
- Tendencias actuales x
- Derechos y deberes x x x x x x x
Intervención educativa
- Principios educativos x x x x x
- Principios metodológicos x
- Objetivos x
- Evaluación x
Fuente: Disposiciones legales de ámbito autonómico sobre acogimiento residencial, de distinta denominación y rango. Elaboración propia.
1: Andalucía 4: Cantabria 7: Castilla y León 10: Galicia 13: Madrid 16: País Vasco
2: Aragón 5: Canarias 8: Cataluña 11: Islas Baleares 14: Murcia 17: C. Valenciana
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
no supongan peligro para la integridad de las personas usuarias. Deben ser lugares de fácil
acceso, permitiendo la normal utilización de los equipamientos y recursos comunitarios
(Andalucía, Canarias, Galicia), con una red de transportes públicos adecuados (Canarias,
Galicia). Concedemos importancia a la necesidad de prestar especial atención al potencial
de asimilación de la comunidad en la ubicación de nuevos recursos residenciales, esto es, a
la proporción entre los recursos comunitarios y el número de niños y niñas que se pretende
integrar (Andalucía). Otros requisitos materiales regulados en algunos reglamentos hacen
referencia a cuestiones arquitectónicas, de habitabilidad, de protección y seguridad,
instalaciones mínimas, equipamiento básico y a las especificaciones de cada uno de los
espacios de los recursos residenciales: cocina, comedor, dormitorios, servicios higiénicos,
zonas comunes, zona de administración y servicios generales.
Además de las cuestiones materiales, son especialmente importantes las condiciones
funcionales, por cuanto regulan la organización y funcionamiento de los centros, en cuanto
a servicios y prestaciones que se han de ofrecer, programas a desarrollar, instrumentos
de la acción educativa general e individual, condiciones de ingreso, estancia y baja, y de
cuantos procesos de desarrollen en el centro en el marco de convivencia establecido. Las
regiones de Asturias, Canarias, Galicia y Valencia enumeran las prestaciones que deben
ofrecer los centros de menores. Castilla y León describe, a mayores, cada uno de los
servicios ofertados. En general, los centros deben proporcionar alojamiento y convivencia
en condiciones lo más parecidas a la vida normalizada en familia; manutención adecuada a
las características de la población acogida; atención integral, psicológica, educativa, social
y sanitaria, acorde con el proceso de crecimiento y maduración y las demandas de los
niños y niñas; seguimiento escolar; prevención, educación, promoción y protección de la
salud; oferta de experiencias y actividades ocupacionales, formativas, laborales, de ocio y
tiempo libre. Asimismo, también forma parte de los servicios de los centros de menores,
la atención y orientación familiar, salvo cuando exista resolución judicial que lo prohíba.
A mayores, en la reglamentación de Castilla y León se entiende que son prestaciones de
los centros de menores la información, la dotación y equipamiento a los menores, las
relaciones con el entorno y la recepción y tramitación de peticiones, sugerencias y quejas.
Finalmente, Valencia añade el apoyo a la inserción sociolaboral y Galicia la formación en
habilidades sociales básicas.
Cabe destacar las Comunidades de Andalucía y Castilla y León, en cuyos reglamentos se
definen los programas susceptibles de desarrollase en la medida de acogimiento residencial.
Según se establece en el Proyecto Educativo Marco para los centros de protección de
menores de la Comunidad Autónoma de Andalucía, los programas constituyen marcos
de referencia en los que se ordenan los principios y criterios que inspiran la acción social
y educativa de los centros ante cada uno de los perfiles individuales y colectivos que
presentan las personas menores de edad en acogimiento residencial, de acuerdo a las
distintas circunstancias sociales e históricas. Se considera imprescindible conjugar una
buena orientación y elaboración de directrices, reflejadas en unos buenos documentos
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Cuadro 30: Deberes y derechos de la infancia acogida recogidos en las disposiciones legales
Derechos 1 3 7 9 13 17
A la atención integral x x
Al trato personalizado x x x
A la educación x x x x
A la salud x x
A la intimidad x x x
A la libertad de expresión x x x
A la seguridad y confidencialidad x x x
A la información x x x x
Derechos 1 3 7 9 13 17
A la asociación x
A presentar quejas x
A la no discriminación x
Deberes 1 3 7 9 13 17
Fuente: Disposiciones legales de ámbito autonómico sobre acogimiento residencial, de distinta denominación y rango.
Elaboración propia.
Leyenda:
En el artículo 3 del Decreto 329/2005, de 28 de julio, por el que se regulan los centros
de menores, éstos se conceptualizan como “equipamientos destinados a la atención de
menores de edad que, de acuerdo con la normativa en vigor, estén en situación de riesgo,
desamparo o conflicto social, y en los que se desarrollan con regularidad programas y
actividades dirigidos a este sector de la población”. Se clasifican en residenciales y diurnos.
Respecto de los primeros, se orientan a facilitar una atención especializada a aquellos
niños y niñas que, por distintas circunstancias sociofamiliares, necesitan ser separados
temporalmente de su núcleo familiar, debiendo reproducir las condiciones de vida de la
infancia de la forma más próxima a la de una familia normalizada, desde el formato de la
vivienda hasta su atención integral y compensadora de sus deficiencias.
Avanzando hacia una perspectiva socioeducativa, concebimos los centros de protección
como espacios de convivencia educativa cualificada, de estilo participativo y democrático,
donde el personal educativo y la población acogida son protagonistas de la acción
educativa (Gordaliza y Planas, 1996). Un espacio, por cuanto la acción socioeducativa
tiene lugar en un contexto espacial –principalmente institucional pero insertado en un
marco social más amplio– y temporal determinado, el marco de la vida cotidiana, que se
constituye en contexto y contenido de la educación. Debe ser un ambiente facilitador, que
proporcione seguridad, afecto, protección a las personas a fin de favorecer su crecimiento
personal y social. Un espacio de convivencia armónica, de proximidad, de relación educativa
sistemática, reflexiva y planificada, orientada a proporcionar los recursos adecuados para
promover la autonomía, el desarrollo integral y una inserción plena y activa en la cultura
y en la sociedad (Vallina, 1999). Un espacio cualificado en el que potenciar una acción
educativa especializada que exige la intervención de profesionales de la educación y la
participación de la infancia en su propio proceso de crecimiento, en tanto que sujetos
activos y actores sociales.
En el mapa que se acompaña (en la gráfica 14), se presenta la ubicación de los centros que
conforman la red en Galicia, junto con información referida al número de equipamientos
por municipio.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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Fuente: Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar de la Xunta de Galicia. Documentación interna. Elaboración propia.
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Son 32 poblaciones distintas las que cuentan con centros de protección. 13 de estas
localidades pertenecen a la provincia de A Coruña, 9 a Pontevedra, 7 a Lugo y 3 a Ourense,
lo que equivale a una ratio de 1,61 centros por municipio en A Coruña, 1,57 en Lugo,
3,67 en Ourense y 3,22 en Pontevedra. Destacan las 7 ciudades principales de Galicia, en
las que se ubica el 62,49% de los recursos residenciales para la protección a la infancia. El
mayor porcentaje corresponde a la ciudad de Vigo, con el 22,22% de los centros; le sigue
Ourense, con un 9,72%; Pontevedra con un 8,33%; Santiago de Compostela y Lugo tienen
un 6,94% del total de recursos residenciales cada una; la ciudad de A Coruña alcanza un
5,56%; y Ferrol un 2,78 por ciento. El resto de los municipios acoge un centro cada uno,
a excepción de Barbadás, localidad en la que se encuentran 3 recursos residenciales, un
4,17% del total. En este caso hay se señalar que se trata de un municipio muy próximo
a la ciudad de Ourense, de forma que dos de sus parroquias (Valenzá y Finca Fierro, con
un equipamiento cada una), en términos de distancia del centro de la ciudad (menos de 4
Km.), se podrían considerar barrios periféricos de Ourense. El tercer centro de Barbadás, se
sitúa en una parroquia aislada del ayuntamiento.
Tal y como señalábamos en apartados anteriores, constituye uno de los criterios a
contemplar en el acogimiento de menores, la proximidad geográfica del centro al entorno
familiar y social de procedencia de los niños y las niñas, de forma que se mantengan y
potencien las relaciones con sus familias –a las que tienen derecho, salvo en situaciones
que supongan un perjuicio para ellos– y su entorno sociocultural, evitando interferencias
innecesarias en la vida escolar y social del menor. Sería interesante analizar el lugar de
procedencia de la población acogida en relación con la ubicación de los centros de de
protección. Aunque no disponemos de estos datos, a la luz de la concentración de los
equipamientos en las ciudades principales de Galicia, parece que esta relación geográfica
no está suficientemente contemplada y/o posibilitada.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
8.4.2 Titularidad
La titularidad y confesionalidad de los centros son aspectos que encierran elementos
importantes en lo que atañe no sólo al sistema de gestión sino también al propio modelo
de organización. Analizamos esta categoría en función del carácter público, privado,
propio (en sus dos modalidades de gestión directa o delegada) o concertado de los centros.
Presentamos, asimismo, el número de entidades con las que la Administración Autonómica
firma un contrato de prestación de servicios especializados para el acogimiento residencial
de infancia y adolescencia, destacando las características principales de los diferentes
modelos de contrato.
Como todo servicio social, el acogimiento residencial puede prestarse por las
administraciones públicas directamente o a través de las diversas modalidades de gestión
de servicios públicos. El Estatuto de Autonomía de Galicia (1981), en su artículo 27.23,
otorga a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de asistencia social.
A la Administración Autonómica le corresponde (art. 5 LGFIA):
- La dirección, planificación, programación, ordenación de objetivos y medidas y
coordinación de actuaciones.
- La evaluación y seguimiento de los programas de protección.
335
- La autorización, habilitación, inspección y control de las entidades y centros que
presten servicios de atención a la infancia y a la adolescencia.
- La creación y gestión de centros y programas que asuma.
- La tutela de menores y ejercicio de las funciones de protección.
Según esta normativa, los municipios y las diputaciones provinciales no tienen competencias
específicas en relación con el acogimiento residencial, a pesar de que la Ley 4/1993 de
Servicios Sociales les atribuye en su articulado la posibilidad de crear y gestionar servicios
especializados de ámbito local o supramunicipal o colaborar en el fomento de aquéllos que
estén prestados por entidades de iniciativa social (art. 21.1 y 22.3).
Siguiendo estas consideraciones, una primera clasificación de los centros en función de su
dependencia administrativa, nos lleva a hablar de centros propios de la Xunta de Galicia,
o concertados de iniciativa social, para los que se exige que figure como finalidad en sus
estatutos la protección a los niños, niñas o adolescentes, que dispongan de la organización
y de los equipos técnicos o multidisciplinares adecuados para el desarrollo de esta función
y que tengan su domicilio social en territorio gallego.
Capítulo 3
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Gráfica 17: Número de centros en función del carácter público versus privado (N= 72)
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El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Gráfica 18: Número de centros en función de su dependencia administrativa (N= 72) 337
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Para hablar de titularidad de los centros resulta obligado hacer referencia a la modalidad
de contratos y convenios, al contenido de los mismos y al importe mensual por plaza
ocupada y reservada acordado.
Desde el año 2005, la relación jurídica entre la Xunta de Galicia y las entidades de iniciativa
social se realiza a través de contratos de gestión de servicios públicos en la modalidad de
concierto, bajo el procedimiento y forma de negociado sin publicidad. La justificación de
este tipo de procedimiento se deriva de la importancia de dar continuidad a las entidades
de iniciativa social que han colaborado con la Administración autonómica, ocupándose,
con las debidas garantías, del acogimiento residencial de menores de protección y, en
su caso, de la gestión y dirección delegada de centros propios. Asimismo, se considera
perjudicial para el desarrollo de la infancia acogida, romper con el entorno de convivencia
en el que se encuentra integrada, tanto el que se refiere al centro como al entorno social.
En el caso de las diputaciones provinciales continúa la relación jurídica mediante convenio
de colaboración, al tratarse de dos entidades públicas.
Las cláusulas del contrato tipo de gestión del servicio público en la modalidad de concierto
entre la Xunta de Galicia y la entidad de iniciativa social, tanto para la gestión y dirección
de centros de los que es titular la Administración autonómica, como para el acogimiento
residencial en recursos concertados, establecen el compromiso de ejecución del servicio
con estricta sujeción a lo establecido en el pliego tipo de cláusulas administrativas y en el
de prescripciones técnicas particulares; el importe máximo del contrato y la forma de pago
por mensualidades vencidas; el plazo de ejecución de un año de duración; y la revisión de
precios únicamente en caso de prórroga.
El pliego de cláusulas administrativas define las siguientes cuestiones: objeto y justificación
del contrato, ante la posibilidad establecida por Ley 4/1993 de prestarse los servicios
directamente por las administraciones públicas o a través de diversas modalidades de
gestión; tipo de contrato; entidad adjudicadora; tramitación, procedimiento y forma de
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Minirresidencia 32 41 27 22,40
Residencia 28 36 27 19,60
El precio de reserva supone el 70% de las plazas de internado general. La tipología “centro
especial” se refiere a una minirresidencia destinada únicamente a adolescentes con
problemas de conducta. Si tenemos en cuenta que el precio por menor día en los centros
propios, tanto los de gestión directa como delegada, es de 41,42 euros (Decreto 276/2002,
de 6 de septiembre, por el que se establecen las tarifas de los centros de menores de
titularizad propia. DOG nº 185 de 25 de septiembre de 2002), y que además éstos no
tienen otros gastos en concepto de infraestructuras y equipamientos, e incluso, en algunos
casos, de personal, la diferencia es más que significativa. Al margen de esta apreciación, se
puede constatar una evolución del precio de las plazas de los centros concertados desde el
año 2004, reflejada en la siguiente gráfica (nº 20):
Capítulo 3
Gráfica 20: Evolución del precio de las plazas generales y especiales (2004-2007)
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Como se puede observar, se equiparan los precios para las casas de familia y minirresidencias,
y para las residencias y centros con hogares. El año 2007 supuso un incremento del 17,32%
de media para las diferentes tipologías de equipamientos. Las plazas de atención de día
integral también evolucionaron desde 22,37 euros en 2004 hasta 27 en 2007, aumentando
este último año un 12,04%. Lo mismo ocurrió con las plazas del centro especial, desde
61,48 en 2004 hasta 88,68 en 2007, suponiendo un 13,02% más este último año.
En relación con otras condiciones relevantes recogidas en el pliego de condiciones
administrativas, destacamos los siguientes aspectos:
- La acreditación de la solvencia técnica contemplará: una relación de los
principales servicios o trabajos realizados en los últimos tres años; una declaración
del material, instalaciones y equipo técnico; la inscripción en el registro de
entidades prestadoras de servicios sociales; y el permiso de creación e inicio de
actividades.
- Se tendrá en cuenta para la valoración de las entidades adjudicatarias la calidad
técnica del servicio relativa a las instalaciones, recursos humanos y prestaciones
ofertadas; la propuesta económica; y las mejoras que supongan un aumento en
las prestaciones mínimas, en el número de personal educativo y otras.
- La documentación que deben presentar las entidades para la suscripción del
contrato es la siguiente: relación de las instalaciones que se ofertan, relación
del personal por categorías (dirección, personal educativo, personal auxiliar,
etc.), proyecto sobre la metodología a seguir para obtener los fines del contrato,
relación detallada de las prestaciones ofrecidas y de las mejoras no contempladas
en el pliego.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
8.4.3 Confesionalidad
La proporcionalidad de centros dependientes de entidades confesionales y no confesionales,
se sitúa en un 37,5% y un 62,5% respectivamente. A pesar de que son mayoría los centros
gestionados por entidades no confesionales, a la luz de los datos se puede decir que
las instituciones pertenecientes a entidades confesionales siguen constituyendo uno de
los pilares básicos del sistema de protección de Galicia, dando cobertura a una cuota
significativa de niños y niñas, como veremos más adelante.
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Del total de centros confesionales, 15 (el 55,55%) existían con anterioridad al traspaso de
competencias, acogiendo niños y niñas que se encontraban en situación de vulnerabilidad
social desde hace más de 20 años. En este sentido, observamos como la tradición
administrativa –cabe entender que junto a la propia necesidad de dotación de centros– ha
mantenido la gestión de entidades de iniciativa social, principalmente aquellas de carácter
confesional.
En cuanto a su distribución por provincias, tal y como se muestra en la gráfica (nº 22), las
diferencias más significativas las encontramos en Ourense –con un 27,27% de centros
pertenecientes a entidades confesionales y un 72,73% no confesionales– y en Pontevedra,
con un 24,14% de centros pertenecientes a entidades confesionales y un 75,86% que no
lo son.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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Cabe hacer una apreciación respecto del número total de entidades, su confesionalidad y
los centros gestionados por cada una de ellas. Datos que se presentan en el cuadro 32 en
función de la dependencia administrativa.
Capítulo 3
Diputación 1 1 1 4 2 5
Iniciativa social 17 22 13 36 30 58
Total 19 27 16 45 35 72
8.4.4 Tipología
El objeto de estudio de la presente investigación son los centros residenciales de protección
a la infancia, por lo que no atenderemos a los recursos residenciales de reeducación y
atención específica, ni a los centros diurnos, destinados, respectivamente, al desarrollo de
medidas judiciales o de prevención, de forma que se evite la separación del niño/a de su
entorno familiar.
En la propuesta de tipificación de los centros de protección de menores establecida en I
Plan Integral de Protección de Menores (Consellería de Traballo e Servicios Sociais, 1993)
figuraban las casas de familia, minirresidencias, residencias y centros. En el II Plan Integral
de Apoyo a la Familia (Consellería de Familia, Promoción do Emprego, Muller e Xuventude,
1998) se añaden las casas de acogida y viviendas tuteladas, y en el III PIAF (CFPEMX,
2002) los pisos asistidos, que más tarde adquirirán el nombre de viviendas de transición
a la vida autónoma, quedando así configurada la clasificación actual. Antes de analizar la
tipología de los centros de protección en Galicia, presentamos una aproximación breve a
la caracterización de cada una según el Decreto, 329/2005:
- Las casas de primera acogida están destinadas a acoger niños y niñas en
situaciones de urgencia. Junto con esta función de acogida inmediata, tienen
por objeto realizar un estudio multidisciplinar de su situación que comprenda 345
observación, diagnóstico y orientación para la toma de decisiones sobre las
medidas a adoptar, contando, para ello, con un equipo técnico formado, al
menos, por una psicóloga y una trabajadora social. La capacidad máxima de
estos equipamientos es de 15 plazas.
- Las casas de familia y minirresidencias se caracterizan por su dimensión
reducida y su emplazamiento en viviendas normalizadas, plenamente
integradas en la comunidad, teniendo una capacidad máxima de 8 y 15 plazas,
respectivamente.
- Las residencias, definidas como establecimientos de carácter asistencial y
educativo, tienen una capacidad máxima de 25 plazas.
- Los centros con hogares constituyen los equipamientos de mayor capacidad,
hasta 40 plazas, distribuidas en unidades de convivencia, de hasta 10 plazas,
que permitan la adecuación de los espacios y ritmos de vida autónomos dentro
de la organización general.
- Finalmente, las viviendas tuteladas y las de transición a la vida autónoma,
son dispositivos integrados en viviendas normalizadas dirigidos a jóvenes
que se encuentran próximos a la mayoría de edad que, debido a su situación
sociofamiliar necesitan apoyos para alcanzar su autonomía definitiva. Funcionan
en régimen de autogestión bajo la supervisión técnica de las educadoras. La
diferencia entre ambas tipologías, además del número de plazas –máximo de
Capítulo 3
8 para las primeras y entre 4-6 para las segundas–, es el tipo de supervisión,
interna y externa, respectivamente.
En la siguiente gráfica (nº 24) se presenta la distribución en Galicia de los distintos tipos de
centros de protección.
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Fuertes (1992), entre la enumeración de factores que definen las tendencias actuales y de
futuro del acogimiento residencial, cita la utilización de modelos más normalizados, de
dimensiones reducidas e integrados en edificios vecinales. En este sentido, destaca el hecho
de que el 50% dos centros residenciales de protección en Galicia sean casas de familia, a
lo que habría que añadir el 11,11% de minirresidencias y el 8,33% de viviendas tuteladas,
sumando un total del 69,41%. Dato positivo si tenemos en cuenta que las características
infraestructurales y de ubicación de estos centros debieran favorecer el desarrollo de
principios fundamentales de la acción socioeducativa en protección a la infancia, como
son la normalización, la individualización y la articulación social. Sin embargo, habría que
considerar estas características generales en términos relativos, ya que, como se analizará
más adelante, las dimensiones reales y el emplazamiento de estos centros dista mucho en
algunos casos de lo que se define para estas tipologías. Ello se debe a que la determinación
de la tipología de cada centro atiende básicamente al número de plazas convenidas con la
Xunta de Galicia, sin considerar estas cuestiones.
Otro apunte importante se refiere a que, a pesar de que se tiende a la reducción del
tamaño de los equipamientos, en Galicia todavía existe un 22,22% de los definidos como
centros con hogares. El 87,5% de los mismos ya existían con anterioridad al traslado de
competencias, dependientes del INAS, de las diputaciones provinciales y de entidades
confesionales, principalmente. La mayor parte de estos equipamientos han sufrido un
proceso de transformación arquitectónica, organizando el espacio en hogares o unidades
de convivencia perfectamente diferenciadas, de dimensiones más reducidas, con una
capacidad máxima de 10 plazas por hogar, tal y como exige la normativa vigente. En
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Gráfica 25: Distribución de los centros según su tipología por provincias (N=72)
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Capítulo 3
Teniendo en cuenta el total de centros para cada provincia, destacamos las siguientes cuestiones:
- Las casas de familia son, sin duda, el tipo de centro más extendido –sobre todo
en la provincia de Ourense (63,64%) y Pontevedra (51,72%)–. Esta situación no
se corresponde con ser el recurso en el que se encuentran acogidos más niños y
niñas, situándose el mayor volumen en los centros con hogares, por el número
de plazas que comporta. De estas cuestiones daremos cuenta al hablar de la
capacidad y ocupación de los centros.
- Los centros con hogares, es la segunda tipología con más representación,
principalmente en A Coruña (38,10%) y Pontevedra (20,69%).
- El número de residencias y minirresidencias es significativo en la provincia de
Lugo, con un índice del 18,18% para ambos casos.
- Sólo hay una casa de acogida inmediata en Pontevedra (3,46%).
- Finalmente, las viviendas tuteladas están distribuidas en las cuatro provincias, en
una proporción similar, alrededor del 9 por ciento.
En cuanto a la dependencia administrativa de cada tipología, existe una relación moderada
entre ambas variables (coeficiente de contingencia= 0,62; sig.= 0,00). Los recursos de
carácter público son, en un 71,43%, centros con hogares, lo que se corresponde con
la totalidad de los centros propios de gestión directa, el 50% de los equipamientos de
gestión delegada y el 80% de los recursos residenciales dependientes de diputaciones
provinciales. Los restantes centros públicos son una casa de familia, una minirresidencia,
una residencia y una casa de acogida, dependiendo esta última de la Diputación provincial
de Pontevedra. En la gráfica que se acompaña (nº 26) se muestra la distribución de los
diferentes tipos de centros para las entidades de iniciativa social y los centros de gestión
delegada, modalidades en las que se sitúa la mayor diversidad de tipologías.
Gráfica 26: Distribución de los centros según su tipología y dependencia administrativa (N=72)
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El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Las casas de familia constituyen la mayor proporción de los centros de iniciativa social,
representando el 60,35%. Un 12,07% son minirresidencias, un 10,34% centros con
hogares, un 10,34% viviendas tuteladas y un 6,9% residencias.
También existe una relación moderada entre las variables tipología y confesionalidad
(coeficiente de contingencia= 0,48; sig.= 0,001). Destacan las siguientes cuestiones:
- Los centros con hogares son en igual proporción confesionales y no
confesionales.
- Todas las residencias dependen de entidades confesionales.
- La casa de acogida y las viviendas tuteladas son gestionadas por entidades no
religiosas.
- Las minirresidencias dependen en un 75% de entidades confesionales y en un
25% de organizaciones laicas.
- Finalmente, las casas de familia se encuentran en una situación contraria a la
anterior, ya que son gestionadas por organizaciones no confesionales en un
77,78%.
349
Gráfica 27: Distribución de los centros según su tipología y confesionalidad (N=72)
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Teniendo en cuenta las respuestas abiertas del cuestionario en relación con esta cuestión,
proponemos la siguiente clasificación:
- Centros infantiles: de 0 a 6 años.
- Centros infanto-juveniles o verticales: de 0 a 18 años.
- Centros juveniles: de 12 a 18 años.
351
- Centros juveniles especiales: de 16 a 21 años.
Se creó la categoría de centros juveniles especiales para situar, principalmente, a las
viviendas tuteladas. En la siguiente gráfica (nº 29) se presenta su distribución en función
de esta clasificación.
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con esta variable, es necesario comentar que los datos referidos a 15 centros no se
corresponden con la información facilitada por la Xunta de Galicia.
Los datos referidos a ocupación son relativos, ya que hacen referencia al día concreto en
el que fue cumplimentado el cuestionario, variando de unos centros a otros. Las fechas de
respuesta se pueden estructurar en dos grupos: el primero concierne a los meses de abril
(29 centros), mayo (24 centros) y junio (1 centro) y el segundo a los meses de noviembre
(14 centros) y diciembre (4 centros), todos en el año 2005.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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Gráfica 32: Tasa de ocupación de las plazas por provincias (%, N=72)
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Los siguientes cuadros (nº 33, 34 y 35) presentan, por provincias, los porcentajes de plazas
disponibles y ocupadas de internado, de atención de día y totales, distribuidas en función de
la capacidad de los centros. Para ello se diferencian tres clasificaciones de equipamientos,
según nos refiramos a la capacidad de plazas de internado, de día o totales.
En relación con las plazas de internado, las categorías son: centros con menos de 11
plazas, entre 11 y 20, entre 31 y 40 o más de 41.
Capacidad Ocupación
Provincias
0 - 10 11 - 20 21 - 30 31 - 40 > 41 1 - 10 11 - 20 21 - 30 31 - 40 > 41
Pontevedra 36,08 19,37 5,81 27,12 11,62 38,14 19,59 5,41 27,32 9,54
Galicia 34,54 15,41 12,65 32,83 4,57 37,39 15,68 12,29 30,72 3,92
A pesar de que el máximo de plazas disponibles, según la normativa vigente, debe ser de
40 plazas, hay un centro en Pontevedra que especifica tener una capacidad mayor.
Como dato positivo destaca que los mayores porcentajes de capacidad y ocupación, en
las provincias de Lugo, Ourense y Pontevedra, se encuentran en centros con menos de 11
plazas. Por el contrario, resulta preocupante que el 46,45% de la población acogida en la
provincia de A Coruña se encuentren en centros de entre 31 y 40 plazas.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
En cuanto a las plazas de atención de día, la clasificación es la siguiente: centros sin plazas
de esta categoría, centros entre 1 y 5 plazas, entre 6 y 10, entre 16 y 20 y más de 21.
Capacidad Ocupación
Provincias
1-5 6 -10 11-15 16-20 > 21 0 1- 5 6-10 11-15 16-20 > 21
Galicia 19,37 16,47 28,32 35,84 1,01 13,85 13,18 30,74 41,22
En total hay 35 centros que no tienen plazas disponibles de atención de día. A la luz
del cuadro, resulta llamativo que, en el caso de A Coruña, el 4,84% de las plazas de
día ocupadas se corresponda con estos centros. Asimismo, cabe señalar la existencia 355
de 3 centros en Galicia, situados en la provincia de Pontevedra, que disponen de 24,
30 y 70 plazas de atención de día, abarcando el 62,31% sobre el total de la provincia.
Como dato sobresaliente, también destaca la provincia de Lugo en la que predominan los
centros con menos de 6 plazas de atención de día, a los que corresponde la mayor tasa
de ocupación.
Finalmente, en función de las plazas totales, la clasificación es la siguiente: centros entre
1 y 15 plazas, centros entre 16 y 30, entre 31 y 45, entre 46 y 60 y más de 61 plazas
totales.
Capacidad Ocupación
Provincias
1 - 15 16 - 30 31 - 45 46 - 60 > 61 1 - 15 16 - 30 31 - 45 46 - 60 > 61
Pontevedra 33,50 6,37 7,19 16,34 36,60 34,48 6,21 7,07 15,00 37,24
Galicia 32,07 13,96 11,53 26,41 16,03 33,87 14,27 9,84 24,60 17,42
Capítulo 3
Cuadro 36: Capacidad y ocupación de las 7 ciudades principales de Galicia (%, N=72)
Internado
25,34 12,94 10,24 40,00 70,87 45,04 30,27 60,61
disponibles
Internado
21,29 12,58 11,61 39,84 72,36 48,45 29,90 61,76
ocupadas
Día
22,99 11,49 48,15 72,73 30,65 62,31 72,83
disponibles
Día ocupadas 27,42 1,62 4,84 35,29 94,12 29,69 63,54 75,51
Totales
24,89 12,63 8,30 41,32 71,25 40,36 40,69 63,64
disponibles
Totales
22,11 10,75 10,48 39,29 70,95 42,24 41,03 64,92
ocupadas
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Al igual que los datos sobre capacidad, el mayor porcentaje de ocupación de las plazas 357
de internado recae sobre los centros de iniciativa social, con un 65,89%, y el menor
corresponde a los centros de la Xunta de gestión directa, con tan sólo un 8,37%. Los
centros de la Xunta de gestión delegada y de las diputaciones provinciales adquieren,
respectivamente, un 11,55% y un 14,19 por ciento. Estas proporciones varían si nos
referimos a plazas de atención de día ocupadas, siendo las diputaciones provinciales las
que adquieren el mayor porcentaje, un 43,92%, siguiéndole los centros de iniciativa social,
en un 38,51%. La Xunta de gestión delegada tiene un porcentaje del 12,16% y los centros
de gestión directa del 5,41%.
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Capítulo 3
La mayor tasa de ocupación de plazas de internado recae sobre los centros de iniciativa social,
un 91,88%. Por su parte, a los centros de las diputaciones provinciales les corresponde el
mayor índice de ocupación de las plazas de atención de día (90,01%), frente a los centros
de la Xunta de gestión directa (53,33%). En términos totales, las tasas de ocupación son
las siguientes: Xunta de Galicia de gestión directa un 80,51%; Xunta de Galicia de gestión
delegada un 81,92%; centros de Iniciativa Social un 89,98%; y diputaciones provinciales
un 92,96%.
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359
La capacidad y ocupación para los diferentes tipos de plazas en función de la tipología de
centro, permite observar como el mayor peso de las plazas de día, disponibles y ocupadas,
recae sobre los centros con hogares, 76,01% y 78,72% respectivamente. Las casas de
familia suponen el 13,29% de las plazas de día disponibles y el 12,5% de las ocupadas. La
casa de acogida y las viviendas tuteladas no disponen de plazas de atención de día.
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También se observa que las casas de familia tienen una tasa de ocupación de plazas
de internado muy superior a la de otros centros (99,28%), existiendo en algunas casas
situaciones de sobreocupación. Por su parte, los centros con hogares tienen la tasa de
ocupación inferior (al margen de la casa de acogida), situándose en un 84,60%. En
función de estos datos, se puede apreciar la priorización del acogimiento en recursos más
normalizados, integrados en viviendas de núcleos poblacionales. Sin embargo, dado que
los centros públicos tan sólo cuentan con una casa de familia, gestionada por una entidad
de iniciativa social, estos datos vienen a reforzar la idea de que las entidades con menos
recursos se ocupan de la atención de la mayor parte de la infancia en situación de riesgo
y desamparo.
Finalmente, el porcentaje de plazas de internado, de día y totales, disponibles y ocupadas,
de los centros confesionales se sitúa en una media del 43%, superando en casi 6 puntos
la proporción de centros religiosos respecto de total (37,5%). Las tasas de ocupación de
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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Pontevedra (con un 47,69%) y A Coruña (con un 32,31%) albergan la mayor parte de las
plazas especiales, con una tasa de ocupación del 80,65% y 76,19% respectivamente. Lugo
es la provincia con menos disponibilidad de esta tipología de plazas, tan sólo un 4,61%
y una tasa de ocupación del 100%. Finalmente, Ourense tiene un 15,39% de las plazas
especiales, sin ocupación de las mismas. Si atendemos al número de centros, el cuadro
nº 37 presenta los equipamientos que disponen de plazas especiales por provincias y la
tipología de las mismas.
Galicia 21 29,17 65
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Los datos de la Xunta de Galicia presentan otra realidad. En A Coruña habría 8 centros, en
Lugo 8, en Ourense 5 –con un total de 21 plazas en cada provincia– y en Pontevedra 10
centros, con un total de 46 plazas especiales.
En cuanto a la tipología de centros, el 71,42% de las plazas especiales se integran en casas
de familia, destinándose el 60% de las mismas a niños y niñas de 0-3 años y el 6,67% a
problemas de conducta, el 33,33% restante no se especifica. El 14,29% pertenecen a
centros con hogares y el 14,29% a minirresidencias. De estos centros cabe destacar: una
minirresidencia que destina todas sus plazas de internado disponibles (10 en total) a chicos
y chicas con problemas de conducta; y dos centros con hogares, con 8 plazas especiales
disponibles cada uno. Las residencias, casa de acogida y viviendas tuteladas no disponen
de ninguna plaza especial concertada.
Además de las plazas especiales, un total de 21 centros cuentan con plazas destinadas a
acogimientos residenciales de urgencia, a mayores del único centro de acogida inmediata
que dispone de 10 plazas de internamiento. Entre ellos se encuentran 3 de los 4 recursos
residenciales que la Xunta de Galicia considera de referencia para este tipo de ingresos.
Por lo tanto, hay 18 centros no contemplados por el gobierno autonómico que especifican
tener plazas de acogida inmediata, entendemos que por constituir una práctica habitual
a pesar de que el recurso no disponga de los medios necesarios para tal cometido. Entre
363
estos centros se encuentran las 6 viviendas tuteladas, 6 casas de familia, 3 minirresidencias
y 2 centros con hogares.
A Coruña 5 3 13 21
Lugo 2 4 5 11
Ourense 0 4 7 11
Pontevedra 1 6 22 29
Galicia 8 17 47 72
La provincia con mayor porcentaje de centros en zonas rurales es A Coruña, con un 23,81%
de los recursos de que dispone. Le sigue Lugo con el 18,18%. A este respecto, destaca
Ourense, ya que no tiene centros situados en zonas rurales. Por su parte, la provincia con
más centros emplazados en ciudades es Pontevedra, con un 75,86%.
Teniendo en cuenta las características territoriales de Galicia, sería necesario atender a
otras divisiones, como las parroquias o los lugares. Uno de los ítems del cuestionario
contempla la distancia de los centros con respecto a los núcleos poblacionales de los
municipios –ya sean rurales, semirrurales o ciudades– en los que se sitúan los recursos y
servicios principales. Se considera que los centros están integrados en el núcleo poblacional
cuando se sitúan a una distancia inferior de 2 Km. con relación al mismo; reservamos las
zonas periféricas (barrios y/o parroquias) para una distancia entre 2 y 5 Km.; y los espacios
alejados son aquellas parroquias o lugares situados a partir de 5 Km.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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La mayor parte de los centros están integrados en los núcleos poblacionales de los
ayuntamientos (48,61%) o en zonas periféricas (30,56%) que, en el caso de las ciudades
(26,39%), están adecuadamente dotadas de servicios públicos básicos. Es un dato muy
beneficioso para el sistema de acogimiento residencial, en aras a conseguir una de sus
funciones básicas: la inserción social del niño/a, haciendo uso de los circuitos normalizados
365
de socialización. Sin embargo, un 20,83% de los centros se encuentran aislados de los
núcleos poblacionales. De este porcentaje, el 9,72% de los equipamientos se sitúan en
parroquias de ayuntamientos urbanos, el 8,33% en zonas aisladas del rural y el 2,78% en
parroquias semirrurales. A estos porcentajes hay que añadir los centros que se encuentran
en la periferia de los núcleos poblacionales semirrurales y rurales, un 4,17%, ya que no
disponen de una red de transporte y comunicación suficiente, ni de servicios y recursos
mínimos, como veremos más adelante.
En suma, el 25% de los centros de protección están situados en zonas donde no se posibilita
el ejercicio de la función integradora, dificultando el acceso a los circuitos normalizados de
socialización.
Si atendemos a la distribución por provincias, destaca la situación de A Coruña con el
menor porcentaje de centros integrados en núcleos poblacionales (42,86%) y el mayor
respecto a los centros alejados (28,57%). En situación contraria se encuentra Ourense con
un 63,64% de los centros integrados y un 9,09% aislados.
Capítulo 3
Gráfica 42: Distribución de los centros por provincia según su emplazamiento (N=72)
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2 1 1 Urbano
Diputación 5 Urbano
1 1 5 Rural
17 12 6 Urbano
Mayor diversidad se advierte en los centros propios de gestión delegada, con un 66,67%
de ellos situados en municipios urbanos (33,33% integrados; 16,67% periféricos; 16,67%
aislados), un 16,67% integrados en el núcleo poblacional de una villa; y un 16,67% aislados
en zonas rurales. De los centros de iniciativa social, el 12,07% se encuentran en el rural, el
27,59% en ámbitos semirrurales y el 60,34% en ciudades. En cuanto a su integración, el
51,72% están en los núcleos poblacionales, el 27,59% en zonas periféricas y el 20,59%
alejados.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
1 1 3 Rural
Confesional 7 1 1 Semirrural
5 6 2 Urbano
3 Rural
No confesional 6 2 Semirrural
16 13 5 Urbano
1 1 Rural
5 5 2 Urbano
1 Rural
Residencia 1 Semirrural
1 2 Urbano
2 Rural
Minirresidencia 2 1 1 Semirrural
1 1 Urbano
1 2 Rural
11 8 4 Urbano
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De los centros alejados de núcleos poblacionales, dos del rural y uno del semirrural, 369
especifican tener disponibilidad de la mayoría de los recursos y servicios explicitados en
su entorno inmediato. Dos de los tres centros emplazados en ayuntamientos rurales y
semirrurales, en zonas periféricas de los núcleos poblacionales, no disponen de ningún
recurso.
En la siguiente gráfica (nº 44) se presenta la proporción de centros que utilizan servicios
del propio entorno (los que tienen disponibilidad de los mismos), de entornos próximos
o de ambos. Asimismo, se señala el porcentaje de centros que no utilizan los recursos
señalados.
Capítulo 3
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Además de los 7 centros propios de la Xunta de Galicia –que sólo representan el 26,92%
de los centros con más de 20 años–, son anteriores al traspaso de competencias los 5
Capítulo 3
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En razón de la tipología, destaca que el 60% de los centros de 6 a 10 años de antigüedad son
casas de familia, el 10% minirresidencias y el 30% viviendas tuteladas; todas modalidades
de dimensiones reducidas integradas en viviendas de edificios normalizados. Si se tiene en
cuenta, además, que los centros de menos de 5 años son también casas de familia (en un
90%) y minirresidencias (en un 10%), se puede apreciar –tal y como señala Fuertes (1992)–
una tendencia que resalta la importancia de este tipo de ambientes para la protección de la
infancia y la adolescencia, su desarrollo personal e inserción social. Tendencia que empieza
a asomar ya en la segunda mitad de la década de los 80 con el cambio de enfoque señalado
por Fuertes y Fernández (2001), puesto que el 4 de los 5 centros que tienen entre 16 y 20
años son casas de familia. Sin embargo, entre 1990 y 1994 esta tendencia se desdibuja, al
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
ser un período en el que consta que un 42,86% de los recursos de nuevo convenio con la
Xunta de Galicia se constituyeron como centros con hogares o residencias.
Si atendemos sólo a los recursos con más de 20 años, en la gráfica nº 47 se puede apreciar
como el 53,85% son centros con hogares, frente a un 15,38% de casas de familia. Destaca,
asimismo, la existencia de una casa de acogida que, en realidad, como tal tipología, cuenta
con menos de 10 años, pero que, como centro de protección, tiene más de 20 años.
Algo similar ocurre con 1 de las 4 casas de familia y las 3 minirresidencias que cuentan
con más de 20 años. En un momento determinado de su historia como centro disponían
de una capacidad superior para la atención a niños y niñas en situación de vulnerabilidad,
capacidad que se vio reducida en los convenios y contratos con la Xunta de Galicia,
aún contando con superficies mucho mayores que las consideradas mínimas para estas
tipologías, como se analizará a continuación.
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373
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B^c^ggZh^YZcX^V (
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m2
Tipología Número Media mínimo máximo diferencia
exigidos
Cabe destacar la media de la superficie de los centros con hogares 1600 m2, por encima
de lo estipulado en el Decreto. En cuanto a las casas de familia y minirresidencias, a pesar
de definirse como centros de reducidas dimensiones, integrados en pisos de viviendas
normalizadas de núcleos poblacionales, nos encontramos con casos en los que la
denominación del centro, en función de su tipología, no se corresponde con la realidad.
Nos referimos, concretamente, a 4 casas de familia y a 4 minirresidencias. Asimismo, se
aprecia la existencia de centros de dimensiones extremas, dato que choca con el principio
de normalización. Habría que analizar su distribución real en hogares de convivencia
autónomos, incluso para aquellos que se definen como residencias.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
Minirresidencia 20 41 10 0 71
Residencia 9 17 15 4 45
Vivienda tutelada 0 19 0 0 19
Casa de acogida 6 3 0 0 9
En las todas las tipologías de centros hay, principalmente, dormitorios dobles. Para las
viviendas tuteladas supone el 100% de las habitaciones, para las casa de familia el 61,19%,
para las minirresidencias el 57,74%, para los centros con hogares el 49,08%, para las
residencias el 37,78% y para las casas de acogida el 33,33 por ciento.
Las tipologías de centro con mayor porcentaje de dormitorios individuales son la casa de
acogida, con un 66,67%, y las minirresidencias, con un 28,17%. Les siguen los centros
con hogares que, a pesar de las dimensiones infraestructurales, representan tan sólo un
21,99% del total de dormitorios.
Las minirresidencias, viviendas tuteladas y casas de acogida no tienen dormitorios
cuádruples. Las casas de familia sólo tienen este tipo de dormitorio en un 2,24%.
Las residencias (8,89%) y los centros con hogares (10,99%) tienen el mayor índice de
dormitorios cuádruples.
Pocos recursos tienen en exclusiva una tipología de dormitorios. En este sentido destaca
un centro con hogares que sólo cuenta con habitaciones cuádruples, y dos casas de familia
con únicamente dormitorios triples. Un mayor número de centros tienen sólo habitaciones
dobles: las 6 viviendas tuteladas, 12 casas de familia, 2 minirresidencias y 3 centros con
hogares. Finalmente, sólo hay una casa de familia (macroinstitución confesional) que tiene
únicamente habitaciones individuales. 377
Gráfica 48: Distribución de los centros en función del tipo de habitaciones (N=68)
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HadXj{YgjeaZh
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Pero hablar de capacidad de los dormitorios no es lo mismo que hablar de ocupación, por lo
que hay que entender que estos datos no implican que en todas las habitaciones cuádruples
haya cuatro personas acogidas, cuestión que no se contempla en el cuestionario.
Capítulo 3
Finalmente, en cuanto a los dormitorios de las educadoras, son escasos los centros que
no disponen de espacios específicos para el descanso del personal. En concreto, 1 casa de
familia, 2 minirresidencias, 3 centros con hogares y la casa de acogida.
Otros espacios exigidos en función del tipo y tamaño del centro son los siguientes:
- Comedor para todas las tipologías a excepción de las casas de familia y viviendas
tuteladas. Todos los centros de esta última tipología cuenta con comedor, y el
65,62% de las casas de familia. Al igual que ocurría con otros espacios, resalta
positivamente que el 93,75% centros con hogares y el 60% de las residencias
tengan más de un comedor. La casa de acogida no cuenta con comedor
diferenciado.
- Despacho de dirección en caso de residencias, centros con hogares y casas de
acogida. A excepción de un centro con hogar, el resto de equipamientos para los
que se exige cuentan con este espacio, así como el 87,5% de las minirresidencias
y el 31,25% de las casas de familia.
- Sala de educadoras: a pesar de estar exigida únicamente para las residencias y
centros con hogares, tres recursos residenciales de cada una de estas tipologías
no cuentan con sala de educadoras. Por el contrario, sí disponen de este espacio
4 casas de familia, 7 minirresidencias y 1 vivienda tutelada.
- Sala de reuniones en el caso de las residencias y los centros con hogares. Dos
centros de cada tipología carecen de un espacio específico destinado a este uso.
La casa de acogida, 1 vivienda tutelada, 3 minirresidencias y 4 casas de familia
también cuentan con sala de reuniones.
Otros espacios no especificados en el Decreto 329/2005 pero disponibles en los centros de
protección son los siguientes:
- Almacén: la mayor parte de los centros de las distintas tipologías, tienen espacios
destinados para almacén o despensa, diferenciados de otros, a excepción de 9
casas de familia, 1 minirresidencia y 1 vivienda tutelada, un 16,18% del total de
centros.
- Salas de juegos: la mayoría de las casas de familia, al contar con menos espacio
útil, destinan otros espacios como las salas de estar o los propios dormitorios
como zonas para el juego. Aún así, 13 centros de esta tipología cuentan
con espacios destinados específicamente al juego. En el resto de los centros,
9 minirresidencias cuentan con sala de juegos, 4 residencias, 14 centros con
hogares, y la casa de acogida. Es significativo el número de minirresidencias que
disponen de más de una sala de juegos, 5 en total.
- Salón de actos: disponen de este espacio 5 minirresidencias (4 de las cuales son
centros confesionales de grandes dimensiones) y 9 centros con hogares.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
18 La información para la elaboración del presente apartado procede de las memorias de la Consellería de Familia e Promoción do
Emprego, Muller e Xuventude (1999b, 2000b, 2001b, 2002b); de la Consellería de Familia, Xuventude, Deporte e Voluntariado
(2004b, 2005b); y de la Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar (2007b, 2008b), todas de la Xunta de Galicia.
El acogimiento residencial para la protección a la infancia en Galicia
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Capítulo 3
Los cuadros que se acompañan, nº 46 y 47, reflejan la evolución de las plazas totales
(de internado y atención de día) para centros residenciales de protección propios y
colaboradores de la Comunidad Autónoma de Galicia desde el año 1998.
2002 - - - - -
2005 - - - - -
2002 - - - - -
2005 - - - - -
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2005 - - - - -
Como se puede apreciar, los datos manifiestan una tendencia a la reducción de la atención
residencial en centros colaboradores (275 niños y niñas acogidas menos entre los años
2003 y 2007) en favor de los centros propios (124 niños y niñas acogidas más en el mismo
período).
2002 - - - - -
2005 - - - - -
Gráfica 52: Evolución del número de niñas/os atendidos desde el año 2003
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Se observa, asimismo, una reducción del número de población acogida en instituciones sin
convenio (cuadro nº 50) con las que la Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar establece
contratos individualizados para la atención de menores con características especiales.
385
1998 36 7 6 7 56
1999 15 4 4 11 34
2000 14 1 4 5 24
2001 12 1 4 7 24
2002 - - - - -
2003 13 1 0 7 21
2004 16 7 0 7 30
2005 - - - - -
2006 15 2 0 3 20
2007 12 2 0 5 19
A la luz de los datos, es evidente que el acogimiento residencial sigue siendo un recurso
ampliamente utilizado, atendiendo en el año 2007 a un total de 1781 niños y niñas. Es por
esto que creemos imprescindible apostar por la mejora de la medida desde una perspectiva
Capítulo 3
socioeducativa. En este sentido, hubiera sido más pertinente que se contemplara como uno
de los objetivos específicos del Plan Estratégico Gallego de la Infancia y de la Adolescencia
(2007-2010) para el ámbito de protección, en lugar de plantear únicamente la reducción
del acogimiento residencial, pues sabemos que seguirá siendo la única alternativa para
muchos niños y niñas que, por ahora, no tienen cabida en otros recursos protectores. De lo
contrario, tal y como decía Panchón (1998, p.80) se estará incurriendo en una desigualdad
de oportunidades, posibilitando los mejores medios para el desarrollo integral y la inserción
sociofamiliar de unos pocos, mientras que a otros no se les dará esa posibilidad.
Síntesis
Una constante a lo largo de la historia, fundamentalmente desde los años 40, fueron
las críticas a la institucionalización, contribuyendo al etiquetaje de los niños/as y a la
imagen negativa de los centros, al resaltar los efectos adversos para el desarrollo integral
de la infancia. Compartimos con Fernández y Fuertes (2000) la necesidad de identificar
los aspectos negativos en la atención residencial como punto de partida para su mejora,
no para relegarla a un puesto que nunca supondrá una prioridad para la Administración
pública, ni para los presupuestos destinados a la protección. La justificación de esta
necesidad se encuentra en el derecho a la calidad de los servicios, como un imperativo
ético que deben cumplir los poderes públicos, y en el derecho a la protección que tiene la
infancia y adolescencia. También se encuentra la justificación en las estadísticas, pues la
experiencia demuestra que los centros siguen siendo un recurso necesario y ampliamente
utilizado, siendo en muchos casos, la única medida posible, sobre todo cuando no existe
una oferta suficiente de alternativas para hacerse cargo de las demandas generadas.
En la siguiente gráfica se muestra la evolución de las altas en acogimiento residencial y
familiar desde el año 1998 hasta el 2006, comparando la realidad gallega y la estatal.
Gráfica 53: Evolución de las altas en acogimiento familiar y residencial, en España y Galiciaª
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La gráfica refleja una tasa superior en altas de acogimiento residencial que en familiar,
siendo la diferencia mayor en el Estado que en Galicia. En nuestra Comunidad Autónoma, a
diferencia de España, se manifiesta una tendencia al alza en acogimiento familiar, mientras
que el dibujo del acogimiento en centros no resulta claro.
Los datos presentados en el informe del Valedor do Pobo (2007) muestran un total de
niños y niñas acogidas en centros (con fecha de 29/09/06) inferior al total de infancia
acogida en familias, como se muestra en el siguiente cuadro nº 5119:
Atención AF AF
Provincias Tutelas Guardas AR Adopción
de día extensa ajena
19 Es llamativo que los datos disponibles muestren realidades diferentes. Para el año 2005 son similares los datos del INE -un
total de 932 niñas y niños acogidos con fecha 31/12/05- y los obtenidos en cuestionario aplicado el mismo año (944 niños y
niñas en régimen residencial). Sin embargo para el año 2006, los datos del INE muestran para Galicia un incremento (992 niños
y niñas acogidas), mientras que el Valedor do Pobo refleja una realidad diferente (885 a 29/09/06).
Las diferencias son más abismales si comparamos los datos presentados por el IGE (Instituto Galego de Estatística) y el INE en
cuanto al acogimiento familiar. En el año 2006 el IGE informa de 973 niños y niñas acogidas a 31/12/06, el INE de 2389 y el
Valedor do Pobo de 1202 (a 29/06/06).
Capítulo 3
- Las educadoras, en tanto que agentes del proceso educativo, deben ser
profesionales cualificadas con una formación adecuada, preferentemente en
Educación Social. Se hace necesario organizar los recursos humanos de forma
que se garantice la estabilidad y coherencia dentro del marco de relaciones
de la infancia; garantizar unas con condiciones laborables óptimas y una ratio
equilibrada, teniendo en cuenta las problemáticas y el tipo de intervención
que necesitan; y potenciar el equipo educativo como espacio privilegiado de
organización, gestión y planificación del centro y de la atención individualizada.
- Las prácticas desarrolladas en los centros han de fundamentarse en un concepto
de educación como síntesis de la socialización, la sociabilidad y la autonomía,
y de unos principios y directrices educativas que enfatizan la participación de
la infancia en la vida del centro y en las decisiones que les afectan; la atención
integral y personalizada de sus necesidades y déficits; y articulación e integración
en la cultura y sociedad. Educación como acompañamiento, pensada en clave
de itinerarios y proyectos personales, no de diagnósticos, pronósticos, ni de
etiquetas.
- Asimismo, se deberá contemplar también la intervención con las familias, ya
que de las potencialidades de recuperación de ésta dependerá la duración de la
389
estancia del menor en el centro.
En cuanto a la red de recursos de protección a la infancia en el año 2005, los datos del
cuestionario reflejan una realidad en la que:
- El desequilibrio entre centros públicos (12,5%) y privados (87,5%) era importante,
este último porcentaje se ve incrementado si tenemos en cuenta los centros
propios de gestión delegada, incrementándose hasta un 95,83%. Esta situación
supone una desventaja importante para los centros de iniciativa social, con los
que la Xunta de Galicia firma un contrato atribuyendo por niño/a acogido/a un
precio por día que varía desde los 28 a los 32 euros. Siendo el precio estipulado
para los centros propios de 41,42 euros/día, presupuesto exclusivo para la
atención a la infancia, puesto que tienen partidas diferentes para personal y
mantenimiento de infraestructuras y equipamiento. A pesar del incremento
significativo del precio de las plazas desde el cambio de gobierno la situación
sigue siendo injusta, para la infancia atendida, y para las profesionales.
- Todavía existe un importante número de centros confesionales (un total de 27
que supone el 37,5% sobre el total), gestionados por 19 entidades religiosas.
- Existe una diversidad de tipologías de centro en lo que respecta al número de
plazas, siendo un volumen importante de los centros casas de familia (el 50%).
Pudiera parecer que se cumple la tendencia de futuro señaladas por Fuertes
en el año 1992, en relación a la presencia en la red de centros de tamaño más
Capítulo 3
En este apartado nos proponemos identificar a qué se refieren las educadoras cuando
hablan de educación, en tanto que acción contextualizada en recursos residenciales de
protección a la infancia, y como práctica diferenciada de otros contextos educativos y
socializadores, como son la familia y la escuela. Analizamos, para ello, el debate generado
en los grupos de discusión entorno a la cuestión planteada directamente, pero también los
términos que utilizan las educadoras al aludir a su actividad profesional cotidiana, que ha
de ser eminentemente educativa.
En opinión de Vilar, Planella y Galceran (2003), la inconcreción en el uso de los conceptos
puede llegar a ser tan perjudicial como su ausencia. Es por ello necesario que las educadoras
se pregunten qué entienden por educación y cuáles son las posibilidades y también las
limitaciones de la acción educativa en sus contextos profesionales.
Me refiero a que en nuestro trabajo estás educando constantemente, con tus actitudes
estás educando, con tus decisiones estás educando (P22, G3, 114).
Claro, estás educando constantemente, sino no podrías vivir (P32, G4, 106).
Queriendo y sin querer. A veces educas sin querer (P1, G1, 137).
Este sentido extenso que otorgan al término supone en cierta medida una inconcreción
y desvirtuación del mismo, quizás ante la dificultad de perfilar y diferenciar lo educativo
de su práctica profesional. Por otra parte, situar toda acción desarrollada en el contexto
residencial dentro del marco genérico de la educación, comporta el peligro de calificar de
Capítulo 4
Yo en este contexto la educación la entiendo en su sentido más amplio, tienes que promover
el desarrollo del menor en todos los aspectos (P6, G1, 136).
Es educación integral, desde la primera hora hasta la última hora, y es educar en todos
los temas, es integral en el sentido de la palabra, hay formal, hay no formal, hay de todo
(P31, G4, 108).
Tienes que mirar de qué contexto vienen y cuáles son las carencias que tienen (P34, G4, 099).
Siempre exigimos un poco más, porque son chavales que tienen mucho menos que los
chavales que están más o menos educados (…) Les exigimos más que en el seno familiar,
pero también sabemos que tenemos poco tiempo. Si a los 18 años se nos van a ir, que
vayan lo más preparados posible. Tú con tu hijo tienes más tiempo, lo vas a cuidar el resto
de tu vida (P27, G3, 117).
Nosotros tenemos que darles ahí muchísimo empuje para que salgan adelante y sean
autónomos muy rápido, porque tenemos chavales que están un año (P41, G8, 024).
(Medina, García y Ruiz, 2001); el propósito emancipador, por su parte, permite avanzar
hacia una sociedad más justa. Y es que la educación, dice Meirieu (1998, p.81), ha de
mantenerse como un reducto de resistencia: contra los excesos de individualismo, contra
la competición encarnizada, contra el determinismo social... La educación, añade el autor,
debe “posibilitar que cada cual ocupe su puesto y se atreva a cambiarlo”.
Es este el sentido que Panchón (1998) otorga a la educación, entendida como recurso de
promoción y realización integral de los individuos, como instrumento de cambio social y
motivación para la conquista de un desarrollo autónomo.
Las educadoras participantes en los grupos de discusión muestran una visión reducida
de estas finalidades educativas, tanto la referida al desarrollo personal, centrado
principalmente en la adquisición de hábitos de la vida diaria, como al desarrollo social,
entendido únicamente en su vertiente de adaptación al medio:
Educar los educas en general para la vida, tener unos hábitos mínimos, higiénicos (P34,
G4, 099).
Marcarles esos valores que incluso, muchas veces lo digo, son valores sociales, para que la
sociedad te admita dentro de su marco (P14, G2, 094).
D. Educación familiar
Las dos finalidades señaladas por las educadoras –el desarrollo personal y social–, se
corresponden con las funciones básicas de la familia como agente de socialización primaria.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
En este sentido, las participantes en los grupos de discusión hablan de una educación de
carácter principalmente familiar en los centros de protección:
La medida educativa es básicamente de familia. Nosotros lo que hacemos son labores…
colegio, que si tutores, trabajamos también el aspecto de lo que es trabajar con la madre,
todo eso, lo que entendemos por… (P13, G2, 095).
Creo que es el tipo de educación que se daría… además estamos hablando de familias
normalizadas, yo le daría la misma educación a un hijo mío, que la educación que le das
a un menor (P24, G3, 108).
Una educación familiar con la que comparten objetivos pero con la que también mantienen
diferencias, a saber: el contexto, el tiempo disponible, el punto de partida y los modos o las
estrategias para alcanzar los objetivos:
Pero en el fondo pretendes conseguir lo mismo, que esa persona se inserte en la sociedad,
de una manera más o menos normal. Qué pasa, una familia a lo mejor no se pone y se
sienta y dice, qué objetivos tengo que cumplir para que este niño se inserte o tenga una
401
vida normal en la sociedad. Pero a lo mejor no se sienta y no lo piensa, pero cuando estás
educando, lo que estás pretendiendo es eso. Desde el centro igual, con otras cuestiones,
pero lo que pretendes es tratar de llevar a ese menor, más mayor o más pequeño, a que su
salida y su vida posterior sea lo más normal posible, dentro de tal… (P24, G3, 110).
Otra diferencia que veo es la socialización. Las familias hoy no son tan numerosas como
puede ser un centro, por muy pequeño que sea (P26, G3, 124).
A mí la única diferencia casi es que hay que hacerlo en un proceso mucho más corto, en un
tiempo mucho más corto (P14, G2, 117).
La gran diferencia es el punto de partida. La gran diferencia nuestra, a nivel educativo, con la
educación que se puede dar en el seno de una familia es precisamente ese, que nosotros recibimos
a unos niños procedentes de un medio familiar. No partimos de tabulas rasas, tenemos que
reeducar y por lo tanto tenemos que hacer un trabajo más profundo de objetivar qué queremos
Capítulo 4
conseguir, qué estrategias vamos a utilizar, cómo vamos a hacerlo, que metodologías vamos a
seguir… cosas que en una familia dudo que se plantee (P22, G3, 106).
Y otra cosa es que ellos tienen una historia que no han escrito contigo, esto también es una
diferencia. Yo no he vivido con ellos una serie de cosas que todos los que se educan en familia
la han vivido sus padres. Para comprender, para entender, para acertar, me encuentro con una
serie de limitaciones que me lleva un tiempo mucho más largo (P26, G3, 124).
Realmente educar en una familia y educar en un centro, aunque el objetivo puede ser el
mismo, pero son dos caminos totalmente distintos, es lo que me parece. En una familia
educas en flexibilidad, educas en naturalidad, educas en espontaneidad, en lo que tú
deseas y dejas también que las transmisiones que te hace tu hijo sean mucho más… hay
una afectividad que en otro campo no hay (P21, G3, 111).
La nuestra es mucho más profesional, porque en cada momento estamos… Una familia
educa de una manera más inconsciente. La nuestra es una educación totalmente consciente,
casi cada palabra está antes consensuada por el equipo educativo, vamos, es decir, pues
trabajas desde roles sexuales, compartir tareas, autonomía… Es muy integral y mucho
más profesional, porque la otra es más inconsciente. Es más consciente, con este niño
hay que trabajar esto, partir de ahí, las conversaciones en la mesa, la comida, la forma
de tratar. Yo recuerdo un caso que había que decir todo el tiempo que no significaba no.
Claro, cuando a lo mejor… era un objetivo nuestro recalcar esa… (P36, G4, 110).
Digamos que es un trabajo más reflexionado, más pensado, más sistemático, más objetivo,
etc. Aunque luego, sí es cierto que en el día a día, pues no ves como en la escuela que
estamos dando tal área del PEI, sino que eso después en el día a día se desarrolla de una
manera flexible, informal, etc. (P8, G1, 146).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Yo pienso que en ese sentido sí se educa. Se educa en todo, desde cómo te sientas, hasta
que hay que cambiar las sábanas cada cierto tiempo, en todo, básico y fundamental,
incluso empezando de cero y priorizando, yo personalmente por lo menos, la educación
personal a la educación escolar (P24, G3, 096).
Nosotros priorizamos más el hecho de que se vayan formando como personitas antes de
que aprueben todas las asignaturas. Mucho más, porque nos parece fundamental el que
sepan enfrentarse al mundo como personas y no como grandes escolares, eso se nos va un
poco de las manos (P23, G3, 094).
Entiendo que un centro de protección puede ser una medida educativa siempre y cuando
la educación se enfoque tratando todos los temas, educación formal y educación no
formal. En nuestro caso hay unidades que sólo se ocupan de la educación formal, cubrir
las necesidades básicas, techo, comida y formación, pero no te educo en lo demás, no
te trabajo lo demás, no pienso en tu futuro. Ahí es donde veo que no es una medida
educativa (P33, G4, 102).
¿En qué sentido?, para mí, básica e integral. A mí me parece que la educación que hacemos
en el centro es una educación personalizada, a niveles muy primarios, y luego es educación
en el sentido más formal de apoyar todo el trabajo, sea escolar, o de integración en el
empleo, de todo ese tipo. Pero sobre todo esa educación social, esa educación básica, esa
educación de habilidades, esa educación de estructurarse como personas (P26, G3, 093).
Nosotros por la mañana hacemos un poco de padres, pues te llevo al colegio, te digo que
tienes que ir bien vestido, te explico los deberes… para mí eso no es educar, porque yo creo
que nuestra función es la educación no formal, es decir, yo te puedo dar apoyo escolar…
(P33, G4, 100).
educativo de una persona, pero no por ello hay que confundirlas con acciones educativas
en sí mismas.
Algunos de los términos utilizados parecen acomodarse a distintos modelos de educación.
Meirieu (1998) nos presenta tres referentes básicos de educación, entendida ésta como
fabricación, como abstención pedagógica o como relación del sujeto con el mundo.
La educación como fabricación supone poner un ser en el mundo sin acompañarlo en
el mundo, al considerar terminado el trabajo cuando se ha terminado el “montaje” y
construido el cuerpo. La criatura del doctor Frankenstein es un “monstruo” porque ha
sido abandonado por su creador, porque le falta lo más esencial, “aprende mucho, pero
nadie, propiamente hablando, se ocupa de su educación” (Meirieu, 1998, p.60). Se trata
de un modelo centrado en una concepción tecnológica de la educación, desde la que se
considera al educando/a como objeto pasivo y a la acción como neutral y vertical, siendo
la educadora la técnica, la que sabe y ejecuta. Se puede apreciar un reflejo de este modelo
en algunos términos utilizados por las educadoras para referirse a su práctica cotidiana: la
educadora es la que transforma, arregla, soluciona, corrige, la que hace personas, la que
reconvierte, la que manda, la que elabora y da un futuro posible:
Para que también se pueda hacer una transformación de sus actitudes mejor. Una
transformación para bien (P14, G2, 004). 405
Y puedes hablar de futuro con esos niños, porque les estás ciertamente arreglando la vida
(P32, G4, 065).
Señalar que se trata de educar para reconstruir al menor tanto a nivel de saber ser persona
y saber hacer las cosas (P25, G3, 101).
Se intenta corregir, se intenta dotar, se intenta hacer persona (P17, G2, 018).
Se trabaja con los niños, los intentamos educar, acompañarlos en su desarrollo armónico,
integral… (P11, G2, 038).
En mi trabajo haría dos diferencias la educación en zapatillas como la llamo yo, en zapatillas
de andar por casa, la educación que haces dentro de la vivienda, es el trabajo que haces
día a día, es el trabajo que haces en los hogares también (…) Y después otra labor que ya
no es en zapatillas de andar por casa, sino esa labor de acompañamiento, esa búsqueda
del primero, segundo o doceavo empleo, el saber defenderse en las instituciones, el saber
acudir a la seguridad social, buscar documentos, acudir al INEM. Nuestra labor yo la hago
con dos vertientes, una de estar más por casa y después la otra de acompañamiento (P15,
G2, 098).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
La tarea de la educadora consiste, entonces, en “crear un espacio que el otro pueda ocupar,
esforzarse en hacer ese espacio libre y accesible, en disponer en él utensilios que permitan
apropiárselo y desplegarse en él para entonces partir hacia el encuentro con los demás”
(Meirieu, 2001, p.84). Hacer sitio al que llega es construir un espacio de seguridad como
marco posible para los aprendizajes, y ofrecer, no imponer, los medios para ocuparlo. Para
el autor es “hacerlo todo sin hacer nada”, lo que no significa en ningún caso, renunciar
a fijar objetivos de aprendizaje ni a intervenir en la educación de los niños. Significa, por
el contrario, ejercer plenamente la autoridad de educador, sin actuar directamente sobre
la voluntad del niño, sino utilizando mediaciones: situaciones en que se pone a quien
educamos y que le permiten convertirse progresivamente en “alguien que se educa”. Nos
recomienda constatar sin amargura que nadie puede ponerse en el lugar del otro y que
todo aprendizaje supone una decisión personal irreductible del que aprende. Pero no hay
que renunciar a hacer aprender, no hay que confundir el no-poder de la educadora en
lo que hace a la decisión de aprender y el poder que sí tiene sobre las condiciones que
posibilitan esa decisión:
El que el niño se sienta a gusto y que sí esté abierto a aprendizajes nuevos y desconocidos
para él, tanto a nivel de centro como de entorno escolar, como de las nuevas relaciones
que se le abren, de la familia si la tiene y si eso no se produce creo que no se puede trabajar
(P21, G7, 005). 407
¿Educación o reeducación? Terminamos este itinerario por los términos utilizados con lo
que Planella (2006) denomina el formato “RE-“ de las prácticas educativas actuales, en las
que, la mayoría de las veces, la posición del sujeto está apartada de los centros de poder
y decisión sobre aspectos que configuran su propia vida. Reeducar, reinsertar, reconducir,
reconstruir… son términos que nos conducen directamente a la categoría de objeto de la
educación frente a la de sujeto. En opinión del autor (p.80), estas reeducaciones “abren el
camino de la perversa carrera moral de los sujetos de la asistencia social”.
En el desarrollo de los grupos de discusión se planteó que la función principal de los centros
de protección es reeducar, no educar, ya que no se parte de cero. Según las educadoras,
reeducar implica primero desmontar, deshacer, romper el molde anterior, para volver a
montar el armazón:
Muchas veces me planteo… educar, de acuerdo, pero a veces nuestra tarea es reeducar,
y ese es el gran reto y la gran dificultad. Porque si trabajáramos con niños que no saben
nada, pienso que la mayoría de los casos, en todos yo diría, tienen un tipo de educación, si
se puede llamar así; vienen de una determinada manera. Y reeducar, aunque el niño tenga
3 años, cuesta 6 deshacer. Esto es un gran reto y una gran tarea que los centros también
hacemos; cuando son adolescentes muchísimo más (P26, G3, 097).
Yo también lo creo. Romper el molde anterior para meter nuevos hábitos o nuevas historias;
o cuando hay chavales que viven las dos… o sea en nuestra casa y van a la suya, es muy
complicado, pero es nuestra tarea (P28, G3, 098).
Capítulo 4
Tienes que reeducar para que el niño desmonte ciertos hábitos y ciertas cosas que trae
adquiridas, que a veces cuesta más, a veces cuesta menos (P24, G3, 110).
La diferencia con una familia que trata de educar a sus hijos, veo que es el punto de
partida, una familia educa, nosotros reeducamos, queramos o no, y ahí hay una diferencia.
Porque un niño de adopción, que también viene de una historia así, a la familia le toca
reeducar y tiene que actuar de forma diferente, me parece (P26, G3, 124).
Entonces un poco desmontar todo ese entramado para a partir de cero, que es imposible
muchas veces, pero tratando de llegar lo más bajo posible desde esa situación, volver otra
vez a armar el armazón para que ellos puedan seguir tirando. Cuanto más pequeños son,
más fácil es de conseguir, cuanto más mayores son es más difícil, porque ya vienen con
unas estructuras muy montadas que a veces es imposible desmontar o llegar a hacer algo
(P24, G7, 003).
Compartimos con Planella (2006) que la educación no debe pretender anular las historias
y narrativas que cada sujeto aporta en el momento en el que éste se entrecruza con algún
proyecto o profesional. Por esto hablamos de educación, no de reeducación, en este caso,
en los centros de protección a la infancia y adolescencia. Meirieu (1998) utiliza la expresión
de pedagogía diferenciada para referirse a la voluntad de hacer con el sujeto concreto, tal
como lo encontramos, fruto de una historia personal, educativa, psicológica y social, una
historia que no puede abolirse por decreto.
Síntesis
A modo de resumen, las educadoras que participaron en los grupos de discusión hablan
de una educación:
- en mayúsculas, entendida en el sentido amplio de que todo es educación,
educamos todas y en todo momento, queriendo y sin querer. Esta consideración
contribuye a desvirtuar lo específicamente educativo de la práctica profesional
desarrollada en acogimiento residencial. Asimismo, puede comportar el peligro
de calificar de educativas acciones que no lo son en sí mismas;
- integral, que no ha de centrarse sólo en las necesidades básicas y formativas
(que identifican con educación escolar), sino en una educación orientada
a promover el desarrollo personal y social de la infancia acogida. Identifican
este desarrollo con la formación en hábitos para la vida diaria (que también
denominan educación personal) y en habilidades sociales para una adaptación
a la sociedad. Predomina la visión de socialización como adaptación, no como
formación de ciudadanos y ciudadanas críticas en y frente a la sociedad, capaces
de promover cambios;
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
409
Capítulo 4
Los fines constituyen los elementos que contienen las normas por las que se orientan
y adecuan las acciones para su acondicionamiento educativo. Entroncan directamente
con la concepción antropológica y axiológica del marco sociopolítico y cultural en el que
se va a desarrollar la acción. Las prácticas socioeducativas adquieren sentido, entonces,
mediante finalidades humanas y sociales, alcanzando una orientación dinámica que alarga
el horizonte de las profesionales (Ayerbe, 2000). En opinión del autor, perder esto de vista,
es decir, rechazar los propósitos educativos y sociales ante la distancia entre éstos y los
resultados, puede conllevar la reducción de las finalidades al aprendizaje de conductas
sociales adaptadas.
En palabras de Vilar, Planella y Galceran (2003, p.12) “el tronco central de la propuesta
basada en la educación consiste en estimular las potencialidades del sujeto y en facilitar
la apropiación de informaciones significativas para facilitar la incorporación social y la
construcción de mundos sociales satisfactorios”. En esta línea, el desarrollo personal y la
integración sociofamiliar constituyen las dos finalidades educativas más reiteradas en la
legislación vigente en materia de acogimiento residencial, tanto estatal como autonómica,
así como en la literatura especializada y en los grupos de discusión, tal y como se ha
descrito.
Los objetivos educativos orientados hacia la formación integral de la persona a fin de que
ésta se implique en su pleno desarrollo a nivel fisiológico, psicológico y social se concretan,
en opinión de Romans (2000), en los siguientes aspectos: enseñar a cuidar su desarrollo
físico integral; orientar un trabajo interno que le permita restablecer el equilibrio emocional
descubriendo las propias capacidades y aceptando los límites personales; aportar
instrumentos de autoconocimiento del sujeto ayudándole a buscar los mecanismos para
comprender su realidad y trabajarla adecuadamente; facilitar el acceso a conocimientos
que le permitan entender su situación y posicionarse respecto a la sociedad y a otras
personas; colaborar en la adquisición de habilidades que le permitan el descubrimiento de
su propio potencial, a través del cual poder intervenir; etc.
Por su parte, los objetivos dirigidos a la consecución de los aprendizajes necesarios para
integrarse en la sociedad, comprenden (Romans, 2000): la adquisición de conocimientos
mínimos que le permitan la inserción en el medio; el desarrollo de habilidades sociales para
establecer relaciones positivas normalizadas con el entorno social; el acceso a recursos y
actividades que se consideren adecuadas a los objetivos; la adquisición de hábitos como
higiene, alimentación, aspecto físico…, para una mejor integración en la dinámica social;
etc. La autora diferencia otro grupo de objetivos del acogimiento residencial orientados
hacia el trabajo con entidades e instituciones con el fin mejorar el proceso de socialización
y de integración de la infancia buscando el desarrollo de actitudes y redes solidarias y
constructivas.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Llenando esa pequeña mochila que lleva detrás, con recursos para que pueda salir a
delante en todos los ámbitos, educativo, laboral cuando llega a la adolescencia, afectivo
sobre todo… (P22, G3, 073).
El mercado laboral te obliga y nosotras también los motivamos. La sensación que tienen
después de haber sacado las asignaturas de graduado es de éxito total, en comparación
con la experiencia que tenían antes (P41, G8, 138).
Fomentar la empatía (…) que aprendan a saber valorarse, saber valorar a los demás, y ser
empático con los demás, saber ponerme en la postura de ellos (P22, G7, 014).
Incluiría el respeto cara a ellos y cara a los demás, porque a veces ni ellos mismos se 413
respetan en el sentido de… y después cara a las actitudes, opiniones y derechos de los
demás (…) respeto cara a todo para una convivencia normal (P24, G7, 013).
Viene muy relacionado con el punto anterior, de autoestima y afecto, es uno de los mayores
problemas, porque sí que conseguimos cosas más concretas, pero eso, a veces a mí sí que
me da la sensación de que no conseguimos realmente que tenga una autonomía emocional,
que pueda decidir libremente sus sentimientos, sino que se tiran de cabeza a relaciones a
veces…, las niñas, las chicas muchas veces… a relaciones con hombres mayores porque
los niños de su edad no les dan esa seguridad, son relaciones muy complicadas, relaciones
de dependencia muy fuertes por soledad (P41, G7, 050).
El trabajo educativo guiado por objetivos de desarrollo concluye con la transición a la vida
adulta autónoma e independiente (Fernández y Fuertes, 2000). Formar para la autonomía
se plantea como objetivo en todas las acciones educativas, sin especificar, la mayoría de las
veces, en qué se concreta. En opinión de Meirieu (1998, p.39), implica “situarse en el yo.
No ser tan sólo el tú de otra persona, dócil o rebelde pero siempre dependiente. No ser ya,
tampoco el tú de uno mismo, que cede a la excitación del momento, que se autoconcede
la ilusión de la libertad cuando sólo es prisionero de los impulsos inmediatos”. Es una
andadura que permite que cada cual sea obra de sí mismo.
Capítulo 4
En mi caso, la autonomía, creo que yo y creo que los compañeros del centro igual, pues la
entendemos como preparación para la vida adulta, para ser una persona independiente
(P8, G5, 052).
Autonomía es, por un lado, ser capaz de valerte por ti mismo y de decidir, o sea, en el
momento que tú no decides yo no creo que seas autónomo, porque te están dando.
Y la capacidad de decisión va aumentando en función de la capacidad de asumir
responsabilidades, de planteártelas tú solo, por ti mismo (P39, G8, 029).
Y a mí también me parece esto de dejarles, pues, cada vez actuar más independientemente,
no sólo con la súper protección. A mí me parece que el riesgo lo corremos igual, o porque
lo sobreproteges o porque lo dejas en libertad. Y salir de adultos es dejarles libertad, como
el riesgo lo tenemos que correr igual, me parece que es otro aspecto también (P26, G7,
025).
¿Y cómo ven la autonomía?, la autonomía es, yo me voy para mi casa o a un piso de alquiler
y voy a hacer lo que quiera, como libertad totalmente desvinculada de responsabilidades,
entonces claro, sí que tienes que ir explicándole cuáles son sus responsabilidades, porque
no conocen esas responsabilidades (P41, G8, 054).
Según las educadoras de los grupos de discusión, son aspectos importantes para el
desarrollo de la autonomía y para la preparación para la vida independiente, los siguientes:
habilidades básicas de autonomía personal; habilidades de la vida diaria; habilidades de
convivencia social; habilidades de empleo, independencia económica y gestión de su
propia economía:
Lo que comentábamos antes, pues cuando es pequeño un objetivo básico es decir, pues,
bueno, ya que tienes problemas en el área higiénico-sanitaria pues vamos a hacer que te
laves los dientes todos los días después de comer, que te duches todos los días. Es posible
esa autonomía, y el niño al final acaba asumiendo todo eso e incluso lo hace de una forma 415
gratificante para él, pues eso en todos los ámbitos de la vida (P40, G8, 045).
Sí que se pueden hacer cosas que te ayuden un poco a preparar al menor de cara a la
independencia. En este sentido, qué tipo de cosas, pues por ejemplo, yo creo que más o
menos lo que se hace en todos lados: fomentar la responsabilidad, eso lo primero; trabajar
las habilidades de la vida diaria, hábitos de higiene, hábitos de limpieza, etc.; trabajar los
horarios, porque en la vida uno tiene que tener unos horarios, tiene que levantarse para ir
a trabajar, pues a tal hora para comer porque tiene… lo que sea, trabajar el tema de los
horarios (P8, G5, 052).
De todas formas ese tipo de autonomía, estamos hablando de las que son las más fáciles
de aprender, las habilidades; las más fáciles entre comillas porque son las que nos lleva
Capítulo 4
Doyal y Gough (1994), establecen tres niveles al hablar de autonomía, que no encontramos
reflejados en las consideraciones de las educadoras cuando se preguntó explícitamente por
esta cuestión. Estos niveles, a los que hemos hecho alusión en otro apartado, son: grado de
comprensión que tiene, en este caso la infancia, de sí misma y de su situación; capacidad
cognitiva y emocional a la hora de desarrollar opciones sobre su situación personal; y
oportunidades objetivas para actuar en consecuencia. Como veremos más adelante, al
hablar de integración familiar, sí hicieron alusión a la primera cuestión, relacionada con la
necesidad de que los niños y las niñas sean conscientes y conocedoras de su situación.
Al igual que cuando se referían al concepto de educación, las educadoras reflejan una
noción de autonomía centrada en la adquisición de habilidades que te permitan adaptarte
y vivir en un contexto determinado. En contadas ocasiones se refieren a una “autonomía
emocional y de pensamiento”, que estaría más próxima a lo que Doyal y Gough (1994)
denominan autonomía crítica y que implica la oportunidad de poner en cuestión y participar
en la transformación de las normas:
Yo creo que si ellos están valorados sí que son capaces de esa autonomía que buscamos
por distintos campos, como la de pensamiento, la de habilidades sociales básicas, pero si
ellos se valoran a si mismos, si les ayudamos a valorarse, yo creo que la consiguen en todos
los ámbitos y ahí es cuando acabaría un poco el proceso de externamiento para mí, si sabe
enfrentarse a lo que va a encontrase cuando vaya a su casa, en la calle, donde vaya (P11,
G6, 014).
Siendo una función principal de su práctica educativa, las educadoras entienden que el
acogimiento residencial no es el mejor ámbito para trabajar la autonomía:
Evidentemente un centro no es una medida más adecuada para prepararse para la
autonomía (P8, G5, 052).
En este sentido denuncian una serie de dificultades que obstaculizan la preparación para
la vida independiente. Estas limitaciones están fundamentalmente relacionadas con el
contexto residencial (elementos de funcionamiento del centro que no facilitan el proceso
de maduración, la adquisición de responsabilidades y tareas que exijan mayor autonomía)
y con el sistema de protección, ya que la vida de los niños y de las niñas viene impuesta,
no participan en las decisiones que les afectan:
Yo quiero que los niños en mi unidad sean autónomos, con lo cual tenemos lavadoras,
lavaplatos y tengo cocina y yo quiero usarlo. Problema, tenemos servicio de lavandería,
servicio de comedor, servicio de cocina (P33, G4, 084).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Por ejemplo, prepararlos para enfrentarse a otro tipo de peligros que están en la calle,
que ellos dentro de la institución, es una burbuja realmente, la institución es una burbuja;
y salen a la calle y de repente, ah. Por ejemplo nuestra institución es un… le damos la
comida, la señora que le da la comida, la señora que limpia… aunque se están cambiando
las unidades, que ahora las unidades son… tenemos lavadora, lavavajillas… colocan
la loza… Ahora por ejemplo, para picarlos, hacemos el día de hoy cocinamos nosotros
y mañana cocinan ellas, la cena, y a ver quién hace la mejor cena; y estamos con las
tonterías estas (P37, G4, 073).
Yo creo que a muchos niveles están muy restringidos a nivel de participación, porque nos
estamos centrando un poco en las cosas que se hacen dentro del centro, pero su vida no
se hace dentro del centro y hay muchas cosas que vienen muy dadas (…) a nivel Menores,
a nivel ciertas cosas. Hay muchas cosas que se dan, son así y son indiscutibles y punto
(…) el problema es que estos niños están supervisados por un montón de gente, por los
familiares, Menores, no sé qué… (P39, G8, 149).
En realidad en el centro, en el centro saben, te doy este cambio, te doy esta vuelta, me
cobras tanto, pero al llegar al supermercado no saben cómo pagar, lo que le tienen que
devolver y no saben desenvolverse en la vida, en la realidad (P27, G7, 030).
Las prácticas sobreprotectoras impiden el desarrollo integral de los niños y las niñas, así
como la superación de sus problemas y su situación personal y familiar:
Entonces yo creo que ahí pecamos un poco de protegerlos demasiado, porque ya podrían
ir solos, por ejemplo, al médico, podrían ir a hacer determinadas actividades solos, pero
no sé por qué no le damos alas para que lo hagan. No sé, porque viene impuesto así
probablemente, porque ya estamos acostumbrados a esa dinámica, porque a lo mejor no
tienen tanta voz y tanto voto como para, ¿sabes?, como para ellos mismos decir, en un
momento determinado ser autónomos, están demasiado controlados (P23, G7, 022).
Por todo ello, se debe organizar la vida cotidiana del centro, los espacios, las normas,
las dinámicas y el funcionamiento en general, de forma que faciliten la asunción de
responsabilidades en los distintos aspectos de la vida común para el desarrollo de la
autonomía de una forma normalizada.
Capítulo 4
Otra cuestión denunciada por las educadoras es que, en situaciones de protección donde
el sistema desaparece al llegar la mayoría de edad, el proceso continuo de desarrollo de la
autonomía se rompe de forma brusca. Aspecto que es totalmente contrario a la tendencia
de la sociedad actual en la que la independencia de los y las jóvenes se sitúa a edades cada
vez más avanzadas. En opinión de Fernández y Fuertes (2000) para los y las adolescentes
de los centros de protección, la autonomía se puede convertir en un foco de ansiedad ante
una nueva realidad desconocida e incierta, para la que probablemente no dispongan de
excesivos recursos ni de una familia que les sirva de apoyo y refugio:
Con 18 años no tenemos a chavales preparados para buscarse la vida (P41, G8, 026).
Es que también es una injusticia que a chavales de centros con 18 años se les exija que se
busquen la vida y que se arreglen la vida, cuando al resto de la sociedad, al resto de los
chavales de 18 años no se les exige eso, es una injusticia tremenda, que se les está pidiendo
una cosa que al resto de la sociedad no se le pide (P32, G8, 043).
Yo creo que un menor, puesto en la calle con 18 años, creo que es un maltrato. En
determinadas ocasiones es un maltrato institucional total. Llevamos trabajando no sé
cuanto tiempo con él, y de repente, no miramos para su futuro y lo soltamos a la calle
(P22, G3, 045).
Claro, me voy de mi casa con 19 años, pero sé que tengo a mis padres, que si me va mal,
vuelvo. Estoy segura de que lo que hice me va a valer porque me voy con utensilios o
herramientas suficientes para tal… Tengo algo siempre, es muy diferente marcharse así,
que yéndose porque te tienes que ir, chao (P28, G3, 055).
Muchas veces… la protección no debe ser sobreprotección, porque son niños que tienen
que ser eso… con 18 años tienen que ser más responsables que nadie (P2, G5, 067).
Algunas educadoras consideran que se debería prolongar la protección hasta una edad más
avanzada, proporcionando diversos recursos y servicios necesarios para independizarse
con seguridad:
Creo que la protección debería aumentar. Desde mi punto de vista debería no tener edad.
Porque uno puede salir con 17 otro con 25 (P22, G3, 047).
Quiero decir, a mí tampoco me gusta el tema de que tengamos que estar toda la vida…
Ni pasarnos al extremo de alargar en exceso, ni a lo mejor, como dices tú, hay casos que a
los 18 años se pueden ir perfectamente, y tienen una buena base para buscarse la vida, y
hay otros casos que no (P24, G3, 052).
Aunque se consiga esta demanda, no hay que perder de vista que a partir de los 18 años ya
no existe la misma obligación de protección por parte de la entidad pública y las decisiones
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Esta exigencia obliga a los centros a trabajar la preparación para la vida autónoma de
forma intensa y persistente, a veces atropellada por la urgencia de un tiempo escaso. Esta
realidad choca con situaciones de sobreprotección mantenidas en los propios centros y
denunciadas por las educadoras:
Intentamos cosas que son muy importantes pero las trabajamos dentro de un tiempo que
es muy urgente, como se nos va… (P17, G2, 114).
Me parece que la autonomía, me parece que hay que trabajarla muy personalmente,
porque realmente yo no puedo dejar la misma autonomía a todos los chavales del centro,
no puedo porque están en etapas diferentes, y no lo digo en referencia a los años, claro
que no voy a dejar lo mismo a uno de 4 que a uno de 16, lo digo independientemente de
los años, por la situación personal que tienen (P26, G7, 032).
Enseñarles a ellos a vivir dentro de unas normas sociales, que nosotros lo que hacemos
muchas veces es normalizar sus actitudes delante de la sociedad y después que esa
normalización la trasladen a donde vayan, sea, ya digo, con sus padres biológicos, sea
Capítulo 4
con sus tíos en acogimiento, sea con sus abuelos, sea en adopción. Bueno, esas pautas
normalizadoras que la sociedad va a aceptar. A veces les digo claramente, mira a lo mejor
eso que tú dices que quieres hacer, a lo mejor sí que lo podrías hacer, pero claro para eso
te tendrías que ir al monte, vivir tú solo (…) sino tienes que cumplir unas normas sociales,
tienes que adaptarte (P14, G6, 021).
Esta misma idea la traslada Meirieu (1998, pp.21-22) en la siguiente cita: “ese mundo, por
supuesto, no lo conozco del todo. Por supuesto, no todos sus aspectos me parecen bien.
Pero ahí está, y yo formo parte de él. Formo parte de él, y debo introducirte en él. Debo,
para empezar, enseñarte las normas de la casa, de la domus que te acoge. Tendrás que
someterte a ellas y eso, sin duda, será para ti una fuente de preocupaciones y quizá incluso
de algunos tormentos. Integrarse en la domus siempre es un poco una domesticación,
un asunto de horarios a respetar y hábitos que adquirir, de códigos que aprender y de
obligaciones a las que hay que someterse. Es normal, al fin y al cabo, que aquél que llega
acepte algunas renuncias para tomar parte de la vida de aquéllos que le acogen. Ése es el
precio a pagar para que te conviertas en miembro de la comunidad”.
Fuertes y Fernández (2001) diferencian los siguientes contextos para la integración: familiar,
escolar, laboral, comunitaria y residencial. En función de la realidad de cada niño y niña y
de su plan de integración estable, se priorizará un ámbito u otro. Las educadoras afirman
abordar sobre todo el ámbito social, intuimos, por sus palabras, que ante la falta de un
plan de caso establecido desde los Equipos Técnicos del Menor:
Creo que lo que más se trabaja es la integración social, porque las otras son áreas en las
que no sabes lo que va a suceder, no le puedes planificar el futuro de que se va a ir en
acogida porque no lo sabes (P11, G5, 017).
Lo que pasa es que el trabajo con las familias es muy difícil, entonces nosotros nos
centramos muchísimo más en lo que es la integración social que es un poco el punto de
antes de la autonomía, el que aprendan a ser autónomos e independientes, y manejarse
y tener unas buenas habilidades sociales, porque lo que es con la familia normalmente se
acaba rompiendo, por un lado o por el otro (P23, G7, 044).
Las educadoras consideran que el objetivo de la integración social es que ésta se produzca
de forma normalizada. Para ello promueven la utilización de los recursos normalizados de
la comunidad, el fomento de la convivencia social, de interacciones y relaciones sociales,
el conocimiento del entorno…
Y luego a nivel social el trabajo es un poco utilizar todo el entramado que tenemos de red
social en los alrededores del centro, con los amigos, actividades extraescolares y todas
estas cosas (P21, G7, 047).
Entonces todo lo que se organiza es siempre en consonancia con el entorno (P21, G7,
063).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
También se fomenta mucho la convivencia y no sólo en el centro, sino fuera del centro (P23,
G3, 072).
Yo me he visto… yo tengo un niño de mi centro, una de las niñas mayores, le digo, ¿te
quieres ir al cine?, toma 5 euros y vete al cine. No sabe. Entonces los dos últimos cursos
estuve trabajando eso, salir fuera, pues ir a una hamburguesería y llegar a un sitio y
sentarme allí y quiero una con queso, y quiero una Coca Cola y me quiero ir a dar una
vuelta. Hay gente… yo tengo profesionales, compañeros que son educadores: ¡jo! que bien
te lo montas, te vas a Pontevedra de marcha con los niños. No, voy para que conozcan su
entorno (P33, G3, 052).
Dentro está el centro escolar ya, entonces tú llegas, el niño llega el lunes al centro, llega a
la unidad, va a clase, de la clase a la unidad, juega en el patio, está con todos, tenemos
servicio médico arriba, servicio psicológico arriba, comemos arriba, jugamos arriba.
421
Resulta que ahora, las actividades, lo que son las escuelas deportivas, antes estaban en
Pontevedra, ahora como x hizo convenio también están arriba. Entonces el niño ves que
entra el lunes y sale el viernes, pero está arriba, no se mueve (P33, G3, 052).
¿Y entonces que haces? Pues si hay que ir al médico lo acompaño, le ayudo a hacer los
deberes, si tiene un problema en el colegio voy a hablar con la profesora… (P34, G4,
078).
La integración escolar se ve dificultada por distintas actitudes del colectivo docente, algunas
de rechazo hacia la infancia acogida en centros, otras de mínima exigencia, sin promover
ni estimular su desarrollo integral, y otras de incomprensión de su situación, adoptando
medidas que vienen a reforzar la desmotivación por el ámbito académico:
Capítulo 4
Yo tengo disputas, no voy a decir terribles, peor casi, constantemente con el colectivo de
maestros con el tema de priorizar educativamente (...) Y no sé a vosotros pero a mí me
cuesta mucho que entren en la historia. Porque la primera medida que se toman con los
niños es una medida disciplinaria y expulsión, con lo cual es la pescadilla que se muerde la
cola y estamos siempre metidos en esta batalla (P22, G3, 099).
Finalmente, la inserción laboral se dirige sobre todo a adolescentes. Las educadoras relatan
algunas dificultades encontradas en su práctica profesional en este ámbito, derivadas de la
situación en la que se encuentran las y los jóvenes (carencia de la titulación mínima exigida
y/o de la formación adecuada, problemas a mayores de adicciones, discapacidades…), del
contexto social (desconfianza, etiquetaje…) o del ámbito laboral actual caracterizado por
la inestabilidad:
A partir de los 15, 16 años procuramos que vayan por una rama más práctica para qué,
para que en la medida de lo posible tengan herramientas para defenderse rápidamente,
puedan ejercer un trabajo, aunque quieran seguir estudiando, pero puedan trabajar por
las tardes. Y los encaminas más a módulos de lo que era antes FP o cosas de estas (P14,
G6, 039).
Yo es que trabajo mucho con Mentor de Pontevedra y estamos siempre buscando un curso
de… es que éste ya va a cumplir 16, me está fracasando en el programa de garantía
social, me ha fracasado en la ESO, busquemos algo práctico, algo que me dé contenido
para decirle, te coloco, te empujo a un piso Mentor con un trabajo, tienes una formación,
te buscan un trabajo, que es más fácil por este camino y este. Es conjunto, trabajamos en
conjunto, ¿qué gustos tiene, qué curso le puede dar resultado?; porque le mandas a uno
que tiene mucha salida laboral y luego él va a fallar, no va a ir a clase, de qué ha valido
el recurso ese, has ocupado una plaza para otro niño inútilmente. Entonces, sus gustos,
intentar enfocarlo, ir detrás, seguimiento continuo (P37, G4, 073).
Al margen de esta cuestión, las educadoras manifiestan diversas posturas sobre su papel
respecto del ámbito familiar. La discusión se encuentra fundamentalmente en el grado
intervención, que va desde considerarla una función más a desarrollar, o mantener
solamente una relación con las familias, pero no trabajar con ellas. En la primera opinión
se sitúan aquellas educadoras que consideran que deben intervenir con las familias porque
423
la mayor parte de los niños y niñas acogidas regresan a su hogar de origen, porque no se
asume esta función desde otros niveles, principalmente desde atención primaria, o porque
son las profesionales más próximas a la realidad de la infancia, las que mejor conocen sus
necesidades:
Hay casos en los que ya ves que, pues, que esos niños hay que trabajar como sea con su
familia porque no van a funcionar en ninguna otra, o sea, sí, que hay que intervenir con su
familia, porque son muchos los apegos, y ellos manifiestan constantemente, que quieren
volver para su casa (P36, G8, 147).
Cuando no hay nadie que haga esa función o la haces o la protección queda coja (P3, G1,
068).
Los educadores también tienen que decir mucho sobre las pautas educativas, de hecho
eres la figura principal… (P3, G1, 117).
Yo creo que debería existir entre los educadores y las familias una relación mucho más
estrecha, muchísimo más. Porque quien conoce al niño eres tú, quien conoce la problemática
del niño eres tú, quien conoce los problemas que tiene ese niño con la familia eres tú, sabes
por dónde va y por dónde no… (P3, G1, 115).
Pero una cosa es tener relación con la familia y otra intervenir tan directamente como lo
estamos haciendo. Eso es cosa de los servicios sociales del ayuntamiento (P5, G1, 116).
Capítulo 4
Nosotros podemos apoyar, pero no nos compete hacer la labor de educación familiar. Para
empezar no estamos habilitados para eso (P8, G1, 067).
O sea, si un padre viene todos los viernes a buscar a su hijo, vamos yo bajo
siempre. Viene menganito a buscar a no sé quién, vamos, bajo a cien por hora.
Así tengo un rato: “Oye pues para la semana voy a tener reunión con tal profe,
te apetece venir, a mí me gustaría que vinieras, además tu opinión es muy
importante”. Refuerzo ahí total a los padres (P1, G5, 076).
Yo quería decir a nivel de integración familiar, que hay que trabajar mucho en
las visitas de los niños, en las salidas de los niños a sus casas, que yo creo que
son experiencias que se pueden aprovechar mucho, entonces pautarlas mucho.
Pero no tanto hacia el niño, sino de cara a los padres. No tanto en plan de
decirle cómo tiene que hacer, pues qué está haciendo bien, algo que le funcione
con el niño, sino, pues mira este fin de semana hay circo en Ourense, pues vas
allí. Hacerles participar juntos de otras experiencias que probablemente hasta
el momento no tuvieron; y hacer un seguimiento, en la medida de lo posible,
porque a veces los niños cuentan la mitad o cuentan lo que les dicen los padres
que cuenten y tal; y aprovechar eso también para medir la pertinencia de esa
familia (P36, G8, 092).
425
- Informar y orientar a la familia sobre pautas educativas con sus hijos e hijas, y
trabajar con éstos en la transferencia de los aprendizajes del centro hacia otros
ámbitos:
¿Las familias que quieren colaborar?, a veces, muchas veces ahora pues te
encuentras con familias que sí que quieren colaborar, y los que quieren colaborar,
nosotros, hombre, yo hablo desde mi experiencia, sí que puedes trabajar un poco
con ellos, les dices mira… poco a poco también le vas enseñando cosas que
ellos dicen, ellos te comentan cosas, es que yo no puedo, porque si se pone así…
un poco tú le puedes ir orientando, en el sentido de, ah, pues nosotros hacemos
esto o hacemos lo otro, y nos funciona. O hacerles partícipes de muchas cosas,
por ejemplo, mira, tu hijo está castigado por esta historia entonces nos gustaría
que cuando vaya a casa pues sigáis esta línea, si este fin de semana se va a casa,
o cuando salgáis por ahí pues no le compréis tal cosa, quiero decir, tú puedes
ir dando pequeñas orientaciones y si la familia va viendo que funciona y está
contenta, y de alguna manera te los ganas, si que acepta ese tipo de cosas por
tu parte, sobre todo si ven que el niño ha cambiado, que está mejor, entonces sí
que aceptan ese tipo de alusiones, o ciertas, que te metas en ciertas cosas (P39,
G8, 068).
Como nosotros, tanto dirección como educadores, non trabajemos con las
familias, para darles pautas para el fin de semana y teniendo un control tal,
olvídate de que tu trabajo que haces con el niño durante a semana en el fin de
Capítulo 4
semana se te va al garete, porque no es ese el trabajo que debe haber (P5, G1,
057).
Yo creo que dependiendo del problema familiar que tenga, les vas diciendo y les
vas educando. Porque si tiene un problema de comportamiento malo con sus
padres, pues entonces les tendrás que decir cómo se debe de comportar con
sus padres, que no debe de ser tan agresivo, que lo que hace por ejemplo en el
centro, pues que lo tiene que hacer en casa. Mismo el ejemplo de hacer la cama,
pues que debe colaborar en casa, que no debe dejar la cama sin hacer. Es que
eso dependiendo de los problemas (P16, G6, 019).
Yo creo que para trabajar la integración familiar tienes que pactar una serie de
pautas conjuntamente con el menor y con la familia, porque a la hora de que el
niño se tenga que reintegrar en su núcleo familiar si él no lleva claro qué pautas
o qué líneas seguir en la familia y la familia tampoco, no vale de nada. Entonces
yo creo que tiene que ser un trabajo conjunto (P6, G5, 071).
- Permitir que padres y madres permanezcan en los centros interactuando con sus
propios hijos e hijas y con otros menores de forma que puedan verse expuestos
a modelos adecuados de atención e interacción al observar a las responsables de
la atención directa a la infancia:
Yo he tenido una familia que la madre ha ido a casa a ver cómo actuábamos con
los niños, porque no tenía ninguna habilidad, porque era posible la integración,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Pero sin caer en estereotipos, bueno, yo creo, porque hoy en día parece que
tenemos muy estructurada a la familia, la familia es papá, mamá y los niños.
No, yo rompería eso, porque hoy en día las familias no son así, hay familias
funcionales y no son así (P39, G8, 091).
Hay que intentar entablar una serie de armas en el propio niño que le ayude a
vivir ahí, porque realmente va a vivir ahí (P12, G6, 027).
Muchas veces no vienen, que vengan al médico, por ejemplo, cuando realmente es el
padre o la madre que lo tiene que llevar; me da igual que esté aquí, pero eres tú quién tiene
que llevarlo (P9, G5, 078).
por qué no se va… Entonces, parte de las dificultades con las que nos encontramos para
trabajar ese desarrollo afectivo con el niño en ese momento, para que el niño se abra, es
culpa de los propios técnicos, porque él retiene lo que le dicen (P5, G5, 026).
También, Redondo, Muñoz y Torres (1998) consideran que las educadoras deben ayudar a
la infancia a comprender, asimilar, ser conscientes y reconocer su realidad. En esta misma
línea se sitúan las aportaciones de los grupos de discusión:
Yo creo que es importante que los niños conozcan, a ver, adaptado a su nivel, que conozcan
la situación de su casa, eso es importantísimo (P13, G6, 024).
Yo creo que algo fundamental sería hacer entender al niño la realidad de esa familia, que
sepa su historia de vida (P40, G8, 061).
Sin embargo, se manifestaron varias posturas sobre si se debe trabajar siempre desde lo
positivo, ayudar a controlar lo positivo y negativo, o decir “las cosas como son”:
A nivel de historia de vida, a los críos también les tienes que ubicar, ellos también necesitan
opinión ajena, incluso pues necesitan escuchar lo que no quieren oír (P17, G6, 076).
Muchas veces nos encontramos con menores que precisamente hasta que son capaces de
reconocer su realidad familiar, no cambian, no avanzan (P8, G5, 110).
429
Lo que quería transmitir es que al niño le hay que ayudar a comprender su realidad y no
fomentar sus fantasías (P8, G5, 115).
Por supuesto que no le vas a negar su realidad, pero tampoco hace falta decírsela
empezando por un no, es decir, hay formas positivas de ver su realidad; no siempre, pero
lo vas a intentar, por lo menos que siempre haya una forma positiva (P9, G5, 103).
El que tú le digas tú padre no te quiere, no va a hacer que él vea lo que él quiere ver, tiene
que madurar en un proceso (P9, G5, 114).
Sí, pero normalmente yo creo que somos muy positivos. Claro, es en plan, esta es tu historia
de vida, tus padres lo hicieron porque no sabían, tus padres lo hicieron… Siempre trabajas
en positivo hacia las familias, o normalmente, aunque a veces yo sí que tengo trabajado
con esto es lo que hay, cuando no puedes hacer nada más, esto es lo que tienes, tú verás
por dónde tiras. Pero normalmente, como sabes que va a haber un retorno a la familia y
tienes constancia de que sí, que normalmente sí que vuelven… (P41, G8, 062).
Pienso que hay casos que sí que se lo diría y pienso que hay casos que no se lo diría. Creo
que no puede ser algo generalizado, que depende del niño (P2, G5, 101).
Y además de entender que sus padres no son lo mejor, pero quieren ir con ellos (P38, G8,
082).
Además es muy difícil que un niño renuncie a su familia a cambio de nada, a cambio de un
centro, a lo mejor tenían que ver más la posibilidad de una adopción (P36, G8, 077).
Cuando es la distancia nosotros trabajamos poniéndoles, lo que decía P23, que ellos vean
los hechos que van demostrando que tu madre no es como te imaginas. Yo tengo ahora
unos niños que lloran todo lo habido y por haber porque quieren ir con su madre, y su
madre no va a pedir permiso a Menores para que vayan, yo se lo digo delante de ellos y
ellos ven que su madre no va. Claro, es muy duro, pero yo no puedo ocultar esa realidad
(…) Entonces ir asumiendo eso hasta que se distancie y podemos pensar en acogimiento,
y podemos pensar en una adopción (P26, G7, 046).
Eso es lo ideal. Nosotros la realidad que tenemos es al revés, se le ofrece al niño porque
muchas veces no cuentan con ese… o sea, no saben que existe, saben de la adopción, pero
el acogimiento es algo que no lo ven muy claro, ni las familias propias ni los críos, porque
acogimiento suena así como unos padres que no van a ser mis padres (P9, G5, 120).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
En el caso de los más pequeños cuando hay la posibilidad de salir de adopción tienes que
trabajar con ellos pues adaptando, explicarles un poco, partir de sus pareceres. Nosotros
estamos viviendo una situación ahora mismo, tenemos 3 hermanas de diferentes edades y
se les enfoca de una forma normalizada, qué les parecería, ves posibilidades de que puedas
ir a una familia, “¿te gustaría empezar con este tipo de historias?”, e ir trabajando con él
(P22, G7, 045).
Preparar con respecto a la adopción es, no sé si más complicado, sí creo que es complicado,
porque es una familia nueva y todo esto (…) Tratamos de decirle, por supuesto, que cuando
va a entrar en una familia, que esa familia no va a acoger a un bebé, sino que hay una
historia pasada de ellos que nunca vivieron, quiero decir, con respecto a los chavales sí
que les decimos que es muy importante que ellos a la familia, en el momento que están
también, por supuesto no a la hora de llegar, pero que tienen que darse cuenta de que esos
papás no van a saber nada de esos 13 años, 16 años, o 7 años, porque bueno, se van…
con nosotros se fueron chavales de 16 años en adopción, y que de todo eso ellos tienen
que hacerles partícipes, porque sino con todas esas lagunas, pues luego es cuando se dan
los choques. Y después tratamos de hacerles ver que ellos no se van a ir con unos papás,
no van a tener unos papás, van a tener unos papás, unos tíos, unos abuelos, unos primos,
unos… quiero decir, que la familia es mucho más que unos papás cuando te adoptan (P28,
G7, 049). 431
En una postura opuesta se sitúa la siguiente educadora, para quien las adopciones vienen
dadas y el papel de las educadoras en el proceso debe ser mínimo:
¿Cómo se facilita una adopción? Vienen dadas. Las adopciones, yo creo que es lo más
sencillo, cuando el niño quiere y lo desea y está preparado. Entonces, suele ser muy rápido,
con la familia no sueles tener… bueno, yo por los casos que tuve, tienes muy poco contacto,
lo tiene más el técnico o la técnica de turno de adopción. Pero ahora no os perdáis que la
nueva línea, en la última preadopción que tuvimos, es que la técnica me pedía que fuera
yo quien visitara a la familia adoptiva, ¿qué vamos a ser unos todo terrenos, pregunto?
(P9, G5, 120).
Capítulo 4
Las educadoras consideran que lo más importante es proporcionar criterios para que la
infancia pueda escoger la integración familiar, las visitas familiares de fin de semana, las
medidas de adopción y el acogimiento familiar:
Una vez que entramos ahí, creo que la integración familiar se debe elegir. Una vez que el
niño puede analizar un poco la realidad de su familia, creo que trabajar en ese sentido…
debemos partir del niño, estoy hablando de preadolescentes, adolescentes (P22, G7,
045).
Síntesis
En suma, las educadoras de los grupos de discusión entienden que la finalidad educativa
de su práctica profesional con respecto a la población acogida se dirige fundamentalmente
a promover su desarrollo personal orientado a la formación de una persona autónoma y
responsable.
En cuanto al desarrollo integral, refieren fundamentalmente la importancia de adquirir
hábitos de higiene, de cuidado personal y de conducta, de forma que favorezca su integración
social, entendida como adaptación. Asimismo, priorizan lo personal, relacionado con el
desarrollo afectivo, y lo académico-intelectual.
En lo que respecta a la autonomía, la conciben como capacidad de valerse por si mismo,
unida a la capacidad de decisión, de asunción de roles y responsabilidades. Para el desarrollo
de la autonomía así entendida, consideran importante la adquisición de habilidades básicas
de la vida diaria y sociales que permitan vivir en sociedad.
Pero también encontramos algunas referencias una autonomía crítica, “de pensamiento”,
que implica la necesidad de ser consciente de la situación, permitiendo una toma de
decisiones libre, sobre todo en lo relacionado a la finalidad de integración familiar.
En cualquier caso, consideran que el sistema de protección en general y contexto residencial,
tal y como están articulados, no favorecen el desarrollo de la autonomía de la infancia
acogida en los centros: organización y funcionamiento rígido, prácticas sobreprotectoras,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
y, sobre todo, la irrupción brusca del proceso al llegar a la mayoría de edad, algo que
tachan de injusto.
Asimismo, también refieren obstáculos para la consecución de los objetivos de integración
social y familiar, fundamentalmente relacionados con, en el primer caso: la ubicación de los
recursos residenciales, la configuración de los centros como instituciones totales, algunas
actitudes sociales de rechazo (los enemigos simbólicos), las propias características de la
infancia, en relación a su preparación académica de forma que favorezca la inserción laboral;
y en el segundo: el escaso trabajo con las familias biológicas que permita la reunificación,
así como el seguimiento y evaluación de la intervención por parte de los ETM, la actitud
de las propias familias, la ausencia de coordinación con los servicios sociales de atención
primaria, etc.
Sería importante promover la participación e implicación de las familias en el proceso
de protección. Aunque no se concibe en todos los casos como una función propia de
las educadoras de los centros de protección, la intervención con familias, relatan las
siguientes actuaciones que pueden favorecer la integración: establecer contactos previos
al acogimiento, desarrollar estrategias de acercamiento durante las visitas y contactos
telefónicos, mantener y fortalecer las relaciones entre familia e infancia, informar y orientar,
pactar objetivos y pautas educativas conjuntas, etc. 433
Capítulo 4
435
1 En los datos presentados en el informe extraordinario del Valedor do Pobo sobre Menores vulnerables (2007) figuran 1010
menores acogidos en centros de protección con fecha de 16-05-05. Resulta difícil dar una explicación plausible a la diferencia
encontrada con respecto a los datos manejados en la presente tesis (230 niños más), puesto que en el mencionado informe no
se explicitan los centros que se han tenido en consideración, ni si se contemplan las plazas de atención de día junto con las de
internamiento, como es nuestro caso.
Capítulo 4
Gráfica 54: Tasa de niños y niñas acogidas en las 7 ciudades principales de Galicia (N=72)
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Sobresale la ciudad de Pontevedra con una tasa de incidencia de 1,54 niños y niñas acogidas
por cada 100 habitantes menores de 19 años, sobre todo si tenemos en cuenta que de la
tasa de población acogida, 1,44 niños/as se encuentran en cuatro centros de la Diputación
provincial, ubicados en un mismo espacio que cuenta, entre otros recursos, con centros de
Educación Infantil, Primaria, Primer Ciclo de la ESO y centros de Formación Profesional.
En los municipios de la provincia de A Coruña la tasa de incidencia más baja se corresponde
con el ayuntamiento de Narón (0,12), y las más elevadas con Miño (4,32) y Mañón (4,82).
Gráfica 55: Tasa de niños y niñas acogidos en los municipios de A Coruña (N=72)
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En la provincia de Lugo, A Pobra de Brollón es el municipio con la tasa de incidencia más alta
de toda Galicia. Por cada 100 niños/as menores de 19 años hay 8,78 acogidas en un centro
de protección que, además, está ubicado en una zona aislada del núcleo poblacional,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Gráfica 56: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Lugo (N=72)
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La situación de la provincia de Ourense merece una consideración especial, ya que Barbadás, 437
a pesar de tener una tasa del 2,16 es un municipio muy próximo a la ciudad de Ourense.
Dos de los centros están situados en parroquias que funcionan como barrios dormitorios
de la capital de provincia.
Gráfica 57: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Ourense (N=72)
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Gráfica 58: Tasa de niños y niñas acogidas en los municipios de Pontevedra (N=72)
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Gráfica 59: Número de niños y niñas acogidas en centros en función de su titularidad (N=72)
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Finalmente, a pesar de que las casas de familia constituyen la tipología de centro más
representativa (50% sobre el total), no le corresponde la de mayor incidencia en cuanto
a número de niños/as acogidos, ya que supone un 25,16% –frente al 55,57% de niños/
as atendidos en centros con hogares–. En tercer lugar se sitúan las residencias (7,82%), a
continuación las minirresidencias (8,15%), las viviendas tuteladas (2,74%) y la única casa
de acogida (0,56%).
439
Gráfica 61: Número de niños y niñas acogidas en centros en función de su tipología (N=72)
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Gráfica 62: Distribución de la población acogida en función del sexo (%, N=72)
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La distribución por provincias entre niños y niñas es equilibrada, únicamente cabría resaltar
el caso de Lugo, donde la proporción de chicos es superior a la media, alcanzando un
60,71%.
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De 0 a 3 De 4 a 7 De 8 a 11 De 12 a 15 De 16 a 17 De 18 a 21
Sexo
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Niños 91 13,50 99 14,69 128 18,99 181 26,85 144 21,36 31 4,59
Total 157 12,66 191 15,40 216 17,42 339 27,34 274 22,10 62 5,08
Capítulo 4
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Como se puede observar en la gráfica nº 64, en el caso de los niños, se dibuja un perfil
creciente hasta los 15 años y, en el caso de las niñas –aún apreciándose esta línea
ascendente–, aparece un punto de inflexión en torno a los 8-11 años, con un salto brusco
en el intervalo 12-15 años.
En general, la media de edad se encuentra en torno a los 11 años, con una variación
aproximada de medio punto hacia arriba en el caso de los niños (11,30) o hacia abajo en
las niñas (10,50). Fuertes (1992) señala como una de las tendencias actuales y de futuro
del acogimiento residencial, el incremento de la edad media –situando el mayor volumen
de niños/as entre los 12 y 15 años–, y la disminución progresiva población acogida con
edades inferiores a 10 años; tendencia que Bowlby (1982) ya en los años 50 preveía como
necesidad, al considerar conveniente evitar el internamiento de menores de 6 años y
destinarlo a población entre 6 y 12 sólo en caso de necesitar atenciones especiales o en
períodos breves. Aún así, el 26,06% es menor de 8 años y el 43,48% menor de 12.
En función de la titularidad de los centros, la media de edad más elevada se encuentra en
los centros propios de gestión directa (14,34) y la más baja en los centros dependientes de
diputaciones provinciales (7,78), en correspondencia con el encargo tradicional de estas
entidades públicas, destinadas al mantenimiento de hogares infantiles y a la atención de
infancia en edad escolar. En los otros dos tipos de equipamientos, la media se sitúa un poco
por encima de los datos generales: 11,97 para los centros propios de gestión delegada y
11,57 para los centros de iniciativa social.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Gráfica 65: Número de niños y niñas en función de los años de estancia (N=71)
443
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Cuadro 56: Porcentaje de niños y niñas en función de los años de estancia (N=71)
Menos de 1 De 6 a 10 Más de 10
Sexo De 1 a 2 años De 3 a 5 años
año años años
Según los datos de que disponemos, la media –calculada sin tener en cuenta el número de
niños y niñas que lleva más de 10 años en acogimiento (el 2,48% de la población acogida),
puesto que no podemos establecer un límite por arriba– se sitúa en los 2 años, en torno
a la que se encuentran los centros propios de gestión directa y delgada y los centros de
iniciativa social. Para los recursos dependientes de las diputaciones provinciales la media es
inferior, entorno a un año y medio de estancia.
Se aprecia mayor variación con respecto a este dato promedio en función de la tipología
de los centros. Destaca sobre todo el caso de las minirresidencias –donde se sitúa la media
de edad de la población acogida inferior– con un promedio de 2,78 años. En una situación
inversa se encuentran las viviendas tuteladas y la casa de acogida, cuyas medias no alcanzan
el año –0,85 y 0,5, respectivamente– por las características de estos centros: en el primer
caso porque se trata de un recurso destinado a jóvenes mayores de 16 años, cuyo objetivo
es promover progresivamente su autonomía; y, en el segundo, por estar destinado a la
evaluación inicial y toma de decisiones. Si atendemos al tiempo máximo establecido en las
comunidades autónomas de Canarias y Valencia para este tipo de centros (30 y 45 días
respectivamente), vemos como la media de estancia es elevada, situada entorno a los 6
meses.
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Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
11.1.4 Procedencia
Consideramos pertinente analizar la procedencia de la infancia que está acogida en centros
como una característica más de la población atendida y como un dato importante para
hacer visibles los circuitos del sistema protección a la infancia y adolescencia en Galicia.
En este sentido, uno de los ítems del cuestionario se orientaba a conocer el número de
niños y niñas que procedían de su propio entorno familiar, de otro centro de protección o
reeducación, de una medida de acogimiento familiar o de otras situaciones.
Acogimiento
Familia Otro centro Otras situaciones
Sexo familiar
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445
Niños 510 76,67 119 17,66 24 3,56 21 3,12
Acogida madre
Hospital Adopción Inmigración
Sexo embarazada
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En mayor medida destacan los ingresos de recién nacidos derivados de los propios hospitales,
bien ante una situación de desamparo (1,29%) o de acogida de la madre embarazada
menor de edad (0,56%), sobre todo en centros infantiles y materno-infantiles. Aunque
no sea elevado, es importante resaltar el número de niños que proceden de adopciones
frustradas.
Sería necesario estudiar tanto los motivos que determinan los cambios de centro, como
las causas que están detrás de los acogimientos familiares y adopciones fracasadas, y no
perder de vista la evolución de estas cifras en los próximos años. Los datos sugieren la
necesidad de acompañar la priorización de estas medidas alternativas al acogimiento
residencial (tal y como se recoge en el Plan Estratégico Gallego de Infancia y Adolescencia)
de la preparación suficiente por parte de los sujetos implicados, personas adultas e infancia,
y del seguimiento apropiado.
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Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
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447
Cuadro 59: Distribución de niños y niñas inmigrantes acogidos por provincias (N=68)
Acompañadas No acompañados
Provincias
Niños Niñas Niños Niñas
A Coruña 5 8 20 2
Lugo 1 3 4 0
Ourense 3 2 2 4
Pontevedra 22 21 7 3
Galicia 31 34 33 9
Capítulo 4
Gráfica 69: Número de niños y niñas inmigrantes acompañados y no acompañados por provincia
(N=68)
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Gráfica 70: Tasa de niños y niñas de América Latina en acogimiento residencial (N=68)
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Estos índices tan elevados se corresponden con el bajo número de niños y niñas menores
de 19 años de esas nacionalidades empadronados en Galicia.
Salud
Deficiencias Físicas Sensoriales Psíquicas dos o más Total
mental
Niños 6 3 31 45 1 86
Niñas 6 0 17 20 2 45
Total 12 3 48 65 3 131
Las problemáticas más señaladas son las relacionadas con la salud psíquica/mental en
general. Así, el 86,26% de los niños y niñas con dificultades especiales se enmarcarían
dentro de estas categorías. Por su parte, las deficiencias físicas y sensoriales representan
un 11,45%. Finalmente, hay que señalar la presencia de 2 niños y 1 niña con dos o más
dificultades. No se recogieron en el cuestionario cuestiones relacionadas con problemas de
salud general y, además, se precisaría un estudio más profundo sobre el tipo de problemas
y/o necesidades específicas y su diagnóstico.
cualquier otro con unas vivencias diferentes. Y aunque muchas vivencias sean compartidas,
la vivencia personal de cada uno es diferente (P12, G2, 012).
Y ver que la problemática de los niños es individual también, a veces nos vamos más a
etiquetar y los etiquetamos muy fácilmente, pues son niños de menores (…) verlos como
personas normales, son niños, son adolescentes, no buscarles más (P15, G2, 017).
Porque partimos de unos chavales que tienen una inseguridad, por lo menos la mayoría,
una inseguridad afectiva, emocional tremenda y algunos un vacío también muy serio,
entonces, lo primero que buscan es adultos de referencia que permanezcan (P26, G7,
002).
Sí, efectivamente cuando los niños llegan a un centro de protección, lo lógico es que lleguen
con un déficit enorme, tanto en afectividad, como en el planteamiento de sus emociones,
no son capaces de sacar sus emociones, y sobre todo tienen un problema enorme de
autorregulación (P40, G8, 002).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
A nivel afectivo sí que es normal que vengan totalmente desajustados en general, porque
también la experiencia que tienen es de eso, de descontrol, porque las familias lo que
muestran es eso, descontrol desproporcionado de situaciones, de a lo mejor no saber
actuar, o con problemas mucho de…, familias con padres muy limitados intelectualmente
y eso también pues produce alteraciones (P39, G8, 006).
Después hay otros niños, lo que hablábamos, el grupito recién llegado que no había estado
en centros, adolescentes y tal, que ni de coña asumen, y es más, mienten a los profesores
constantemente diciéndoles que viven en la calle X, cuando viven en el centro (P21, G3,
087).
Les cuesta eso, abrirse y manifestar sus debilidades, tienen baja autoestima y entonces
no quieren afianzarla más, quieren ser más que los demás, incluso lo hablan y lo dicen, yo
tengo, yo soy, y se ponen así de valientes, de ser… (P38, G8, 015).
Sí, yo creo que necesitan sentirse escuchados, porque creo que es un problema con el que
llegan muchos, que tampoco expresan lo que sienten porque están muy acostumbrados a 453
que no se les escuche (P6, G5, 006).
Diferencian dos tipos de niños y niñas en cuanto a la capacidad para expresar los sentimientos.
Por un lado estarían aquéllas que muestran dificultades para abrirse y establecer relaciones
afectivas, y por otro, las que utilizan su situación en beneficio personal:
Me tiene coincidido que a lo mejor hay, así muy a grandes rasgos, dos tipologías de niños
a ese nivel, el que viene y no cuenta nada, que se encierra en sí mismo, y el que viene y
cuenta todo con pelos, señales, es decir, y se hace un poco víctima de sus circunstancias
(P36, G8, 004).
Porque nosotras ya trabajamos con edades muy mayores y chavales que llevan desde los
4 años en Menores siguen con el mismo discurso que no varía, de maltrato, de claro, es
que como yo soy un menor maltratado… Y la victimización… y también cuentan todo con
pelos y señales, cosas que pasaron hace muchísimo tiempo, que sí que son importantes
y tienes que dejar un espacio para que las cuenten, pero no puede ser su única forma de
afrontar todo, todo es excusa porque soy un menor maltratado (P41, G8, 005).
En muchos casos, a los niños también les interesa vender su papel de soy un niño de centro
de menores (P6, G5, 149).
Normalmente tienen muchas culpas, llegan creyendo que son culpables, que están allí por
su culpa, porque han hecho algo mal (P1, G5, 020).
La mayoría de las veces lo que notas es la baja autoestima en la gran mayoría de los niños
y niñas que llegan aquí. Yo es una de las primeras cosas que detecto en ese sentido (P24,
G7, 003).
A nivel social y conductual, las educadoras consideran que suelen presentar trastornos
en la interacción social, déficit en las habilidades sociales que les lleva a ser pasivos o
agresivos, ausencia de confianza en las relaciones, son excesivamente influenciables por la
presión del grupo, tienen limitaciones en el desarrollo de la empatía y moral, déficit en el
autocontrol y en la solución de problemas:
Ellos mismos se marginan, porque sus propios amigos son los niños del centro, les cuesta
mucho relacionarse con los del colegio, un poco estigmatizados (P23, G3, 062).
Es que, desde mi punto de vista, uno de los principales problemas que hay con la carencia
de afectividad es la falta de habilidades sociales, son niños que no tienen ningún tipo de
control sobre el estrés, les cuesta muchísimo ser asertivos (P40, G8, 019).
Hoy en día protección son los que dan hostias también (P2, G1, 045).
Tenemos que trabajar mucho el proceso de toma de decisiones, porque la mayoría de estos
chicos no saben tomar decisiones, son muy lábiles y muy cambiantes, hoy digo que quiero
esto, mañana me aburro y quiero otra cosa. Quiero decir, hay que dejarles decidir pero hay
que enseñarles a tomar decisiones, porque es que si no hacen verdaderas cafradas con su
vida (P8, G5, 069).
Los principales motivos de estos problemas los sitúan en el ambiente familiar que les rodea:
Sobre todo por ambientes desde los que vienen ellos, precisamente hay ese problema, son
personas que en su comportamiento y en su relación hacia los demás emplean un estilo de
relación muy agresivo, pues no asertivo, y a veces a los niños hasta los tienes que espabilar
un poco, porque vienen avasallados, digamos, muy pasivos (P17, G6, 005).
Muchas de sus reacciones se deben a historias familiares muy duras, que a veces ocultan,
que a veces disculpan, que a veces ignoran (P26, G7, 016).
Por ejemplo, en el ámbito escolar, todos, me imagino que vuestros chavales son de fracaso
escolar, donde han pasado desatendidos cantidad de tiempo (P26, G3, 067).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Yo creo que el problema principal es que ellos mismos vienen tan deteriorados que es raro
que consigan estudiar. Pero si hablamos de esos casos, nosotros también tenemos un niño
de 63 que hay ahora mismo en X, pues que está acabando Magisterio, pero es uno de cada
200. Pero poder pueden (P14, G2, 074).
Porque normalmente llega asustado a un nuevo sitio aunque trate de aparentar lo contrario,
que domina, que va a hacer de aquello un pandero y que va a dominar la situación (P14,
G6, 002).
En palabras de Fuertes y Fernández (2001), ante estas necesidades específicas, el centro debe
adoptar un enfoque compensador, proporcionando experiencias adecuadas para mejorar
los aspectos deficitarios en el desarrollo, y rehabilitador, haciendo frente a trastornos del
desarrollo físico, cognitivo, social y emocional.
Pero quizás no se trate de problemas nuevos, sino de una mayor visibilización de los
mismos:
A mí, salvo lo de inmigrantes, que es un fenómeno relativamente nuevo, salud mental,
toxicomanías, el tema de los niños límite – que muchas veces no están con certificado–,
más que nuevos me parece que se visibilizan por los profesionales que trabajamos, después
de la experiencia, y lo vamos viendo ahora. Seguramente salud mental, estuvo ahí siempre,
y seguramente estuvo ahí siempre el tema de los límite (…) pero nosotros creo que lo
vemos más (P35, G4, 004).
Consideran que cada vez llegan más adolescentes que hasta el momento del internamiento
han vivido en un ambiente fuera de cualquier tipo de control:
Están llegando también muchos más niños mayores, entre comillas, a los centros, que
pequeños. Eso también es un dato importante (…) Están llegando niños de 13, 14 y 15
años que no han estado nunca en centro. Eso es un choque importante porque no asumen
su realidad. (P23, G3, 003).
Chavales que no vienen de centros, de 14-15 años, que han hecho lo que han querido,
que nunca se han encontrado con un límite, que vienen de alcohol, de drogas… (P26, G3,
040).
Los motivos que apuntan las educadoras para que se den estas situaciones se refieren a que
las personas adultas que rodean a los y las adolescentes no mostraron ningún interés sobre
ellos ni sobre su educación, o bien porque se ven superados por su conducta, manifestándose
incapaces de reconducir la situación. Las familias se encuentran desbordadas, con lo que el
acogimiento residencial se convierte en una medida de protección a la propia familia:
De estos casos que estamos hablando, yo creo que siguen siendo niños maltratados,
en el sentido de que llegaron a esa situación porque hubo un ambiente familiar, social,
educativo, escolar, lo que sea, que favoreció que el niño con 16 años, con 17, con 15,
llegara a tener ese tipo de situación. Lo digo porque por ejemplo, últimamente se escucha
mucho ese tema de que no podemos con estos niños, niños que… por ejemplo, a mí el
último niño que me llegó pasó por 5 centros diferentes. Yo creo que tampoco es justo de
cara al chaval, porque se le está poniendo un cliché y realmente él es así porque realmente
fue lo que se ha criado, por decirlo en plan vulgar (P31, G4, 018).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Porque lo que es educación en el entorno de las familias se ha dejado de lado (P23, G3,
094).
Muchas de las guardas de los adolescentes son porque los padres son incapaces (P31, G4,
018).
Nosotros tuvimos incluso de familias pudientes que no han podido con sus hijos porque
anteriormente les han dado todo (P16, G2, 067).
No se educa y entonces los niños están acostumbrados, desde pequeños hasta esa edad, a
hacer lo que les dé la gana, cuando van creciendo los padres sienten que no pueden hacer
nada con sus hijos, entonces se derivan a los centros con problemas graves e incluso, con
problemas psiquiátricos (P21, G3, 006).
Ellos evidentemente prefieren estar a monte, pero no es así (P23, G3, 062).
Otro nuevo perfil, destacado por las educadoras, se deriva de la afluencia y permanencia
de menores procedentes de la inmigración, colectivo que tiene necesidades específicas
(presión de la edad, desconocimiento del idioma, dificultades de adaptación al centro, a
las nuevas costumbres…) y requiere de una atención diferenciada al constituir en sí mismo
un colectivo con características propias:
Ahora mismo nos estamos enfrentando a un tipo de adolescentes distinto, sobre todo
que vienen de otras culturas y eso es algo nuevo para nosotros. El auge de la inmigración
ahora mismo es alucinante, porque nosotros en el centro, de otras culturas sólo teníamos
a un grupo de gitanos o ciganos, pero ahora mismo nos estamos enfrentando a un grupo
bastante amplio de adolescentes, sobre todo africanos, de Ghana, Senegal… (P23, G3,
003).
Capítulo 4
Que su problemática son los papeles, después tienen que encontrar trabajo (P21, G3,
006).
Por ejemplo cuando viene un niño inmigrante, que parece una tontería, pero en el día a día
si el niño no sabe el idioma, si no tiene ciertas costumbres de aquí, es difícil que se adapte,
que el período de adaptación de estar en el centro y la nueva realidad en la que está es
más difícil para él, más frustrante para él y para ellas a la hora de trabajar, que no sabían
por dónde coger el tema (P34, G4, 003).
En nuestro centro todos los chavales tienen patologías psíquicas y un retraso madurativo
(P27, G3, 059).
Y ahora la realidad que está habiendo estos últimos años es que las dificultades de los
niños que entran son… dificultades de comportamiento, toxicomanías, salud mental,
patologías diversas (P37, G4, 012).
Ya llegan muy transgresores, muy manipulados, muy de calle, muy transformados, muy
resabidos en muchos aspectos, porque ya sufrieron mucho tiempo de maltrato social, de
dejadez, de abandono cuando es la incorporación (P14, G2, 004).
En cuanto a la situación legal de los niños y niñas acogidas, las educadoras señalan una
disminución de las tutelas frente a las guardas, y un cambio en el tipo de maltrato:
Lo que sí veo es que bajaron mucho las tutelas, cada vez lo que se hace administrativamente
son más guardas. Después lo que hay también es mucho maltrato psicológico, que es
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
mucho más difícil de detectar, los síntomas no están tan tipificados, decir si eso es así un
poco va dentro de lo que cada uno piensa que es un maltrato. Y lo que sí está cesando es
el maltrato físico en cuanto a que viene derivado de sanidad y que ves los moratones, las
quemaduras con los cigarros, etc. (P21, G3, 006).
Además de estas nuevas tendencias, siguen existiendo los perfiles habituales de los centros
de protección, derivados fundamentalmente de situaciones de ausencia o abandono
familiar, violencia, maltrato, negligencia, abuso, y hasta de falta de recursos, a pesar de que
el acogimiento residencial no debiera dirigirse a población con dificultades económicas,
para las que existen otro tipo de medidas menos agresivas:
Y nosotros tenemos… otro ámbito que también tenemos son los niños con necesidades, no
tienen ningún problema de tipo… ni de abandono, ni de maltrato, ni nada… simplemente
que sus padres no les pueden cubrir sus necesidades por problemas económicos, o niños
de núcleos dispersos. Nosotros también tenemos esa realidad en el centro (P33, G4, 005).
No digo que todas las familias, pero muchas sí que son el foco del problema, bien porque
haya maltrato psíquico o físico (P23, G3, 062).
Un niño de protección es un niño que está en una situación de desamparo, pues por los
motivos que todos sabemos. O porque los padres están ausentes, bueno digo padres o
referentes familiares, o porque no cumplen su función de manera adecuada o porque no
están capacitados para cumplirla, o porque no tienen los medios económicos suficientes
para hacerse cargo de sus hijos, o por motivos X (P8, G1, 017).
Esa infancia que viene porque la familia la maltrata, porque la familia es negligente (P17,
G2, 018).
A ver, la familia es fundamental, pero hay veces que a la familia tenemos que meter en un
sobre y tirarla, porque es que no vale para nada, porque lo único que hace es machacar al
niño, aunque sea su madre. Yo creo que a veces, aunque sea la madre, lo único que hace
es perjudicar. O no se trabaja realmente con esa familia (P13, G2, 065).
Las valoraciones de las educadoras respecto de las familias también hacen referencia a
las actitudes manifestadas durante el desarrollo de la medida de acogimiento residencial.
Aunque mencionan que hay familias que manifiestan una actitud colaborativa, con las que
es posible trabajar haciéndoles partícipes de la educación de sus hijos e hijas (P39, G8,
Capítulo 4
La familia, digamos que se acomoda, cede responsabilidades, crea una especie de derechos
a nivel de que el centro está educando al menor, y dejan de ser sus responsabilidades (P25,
G3, 125).
Yo todas las guardas que he tenido han sido acomodaciones a largo plazo (P1, G1, 184).
La mayor parte de las familias como tienen todo hasta los 18 años… que me lo cuide la
Xunta (P5, G1, 183).
Es más, ellos al principio cuando llegan, o cuando sus hijos entran en esa protección,
siempre van más miedosos. A los 15 días se olvidan de todo y te exigen. Se da la vuelta a
la tortilla. Y son muy pocos los que son realmente colaboradores (P23, G3, 032).
Hay familias con las que no se puede hacer nada, o sea, con las que no se puede hacer
nada desde el punto de vista de que no quieren hacer nada, no es que no se pueda hacer
nada, no quieren participar, y el que no quiere participar y no quiere cambiar no lo va a
hacer. Y las que sí están dispuestas a hacer algo por sus hijos y por su familia (P39, G8,
066).
Ese conflicto es un peso que en nuestra sociedad actual hay. Una gran diversidad cultural
que acompaña a nuestro entorno, a los menores. La presencia abusiva en los medios
de comunicación de los menores. La sociedad de la información, a veces excesiva y mal
interiorizada por parte de los menores. El grupo de amigos. La sociedad del consumo.
Esto llega un momento que bombardea al menor y la familia llega a desconocerlo, no
sabe quién educa realmente, si la familia o el resto de la sociedad. Yo veo que ahí está el
conflicto, sobre todo en los menores que yo observo (P25, G3, 027).
Entiendo que el gran problema que tenemos como educadores es que la sociedad es la que
es, que los tiempos para juntarse padres y madres con los hijos, en una familia estructurada,
son los que son, con lo cual tiene que haber mucha buena voluntad y muchas ganas dentro
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
del núcleo familiar. Imaginémonos nuestros núcleos familiares, ya deteriorados de por sí,
con lo cual vamos a un nivel en que el tiempo de los padres con los niños es menor, con
lo cual nos encontramos niños constantemente sin normas, constantemente en la calle,
vienen a nuestros centros… (P22, G3, 029).
Los padres llegan después de 8 años y se quedan con el dinero de las cartillas, y reaparecen
así padres con la mayoría de edad, como cuando los niños trabajan, aparecen los padres
(P41, G8, 069).
Y también veo que en los primeros años se sacaban más niños adelante que ahora se
461
sacan niños adelante, por qué, porque hay muchos niños que ya llegan destrozados, y que
ya no hay manera de sacarlos a flote de nuevo (P14, G6, 101).
Pero yo también quiero dar una lanza a favor de esos niños que marchan en adopción,
muchos que se inician en acogimientos familiares, y que bueno, tienen una buena salida.
Hay muchos niños con los que hemos trabajado para la vida independiente. Algunos de
ellos están casados y tienen una vida normalizada. Después también hay otros muchos
niños que a raíz de que están en los centros tienen un paso para la inserción laboral. Bueno,
pues aunque sólo sirva para que ese niño encuentre su primer trabajo, bueno, es un paso
adelante que está ahí (P21, G3, 037).
Para las educadoras constituyen resultados negativos aquellos en los que los niños y las
niñas regresan a su entorno familiar –incluso solamente en fines de semana o vacaciones–
si no se ha intervenido en él y, por lo tanto, no han mejorado las circunstancias que llevaron
al acogimiento residencial. Situación que, como hemos visto, denuncia el Valedor do Pobo
(2007):
Capítulo 4
La realidad es que los niños, incluso aunque no salgan en fin de semana ni vacaciones
y aunque estén hasta los 18 años en el centro, el día que salgan del centro la inmensa
mayoría vuelve con sus familias (P8, G1, 069).
Si no se trabaja con la familia… sabemos que tarde o temprano pocos menores no van
a volver a contactar con la familia. Mi experiencia dice que un alto porcentaje de ellos
vuelven a su seno familiar. Si no se toca su seno familiar, no se toca nada, y para tocar el
seno familiar, hace falta dinero, hacen falta muchas cosas que no se dan (P22, G3, 029).
Por mucho que trabajes con los niños, si después el fin de semana va para la misma familia
en la que estaba, apaga y vámonos, es un gasto de energía inútil en el que el resultado va
a ser el mismo… (P24, G3, 052).
Lo que más me choca desde que estoy trabajando aquí es que hay dos partes. Tú tienes allí
a los niños y sabes el trabajo que haces allí con los niños. Los educamos de esta manera,
hacemos esto, hacemos lo otro. Pero, a parte, está qué trabajo se está haciendo con la
familia, porque tú los puedes estar educando y te puedes estar volcando en ellos, pero
después, dentro de unos años o de un tiempo x que ellos estén con nosotros, vuelven con
sus familias, y después te enteras 3 años después que ahora están en tal otro centro. Y te
quedas así un poco como bueno, ¿y el trabajo que nosotros hicimos? (P34, G4, 056).
Porque de qué vale que yo me los lleve al centro durante 10 años, y lo tenga cubierto, les
tenga cama, techo, ropa limpia, les pueda llevar al colegio, los alfabetice si van a volver a
lo mismo, si van a volver a la delincuencia a las toxicomanías (P33, G4, 029).
En general, atribuyen el éxito de la medida al tipo de intervención, que debe ser más
estricta y exigente, dotada de suficientes recursos económicos y humanos; y a la capacidad
de los niños y las niñas de tomar sus propias decisiones:
Si se trabaja en esa protección de una forma… como sabemos trabajar, más a un nivel
conductual más exigente, un cambio de pautas educativas más estricto… Creo que muchas
veces, si se trabaja esa protección bien, en vez de la protección ser un impulsor puede ser
un reductor de que no pase ese niño, de que no dé ese paso [a medidas reeducativas] (P2,
G1, 045).
Hay 9, 10 que están tirados en la calle que no se dan recuperado, que en algunos había
pautas concretas pero requería una inversión económica mayor y de educadores mayor y
no se consiguieron esos objetivos (P14, G6, 103).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Las posibilidades de éxito y las perspectivas de futuro también guardan relación con la
edad de la población acogida. Para las educadoras existen mayores dificultades para la
adolescencia que para la infancia:
Cuanto más pequeños son más fácil es de conseguir, cuanto más mayores son es más
difícil, porque ya vienen con unas estructuras muy montadas que a veces es imposible
desmontar o llegar a hacer algo (P24, G7, 003).
Para mí no es una cuestión de prisa. Los hábitos que adquieres a una cierta edad, no…. o
te cuesta muchísimo más adquirirlos mucho más tarde. Si a un niño le enseñas de pequeño
463
que las cosas son, dentro de una normalidad, como son, él las va a adquirir e interiorizar.
Si tú dejas pasar y después te empeñas en enseñarle a los 14 años que el niño tiene que
recoger la ropa para echarla en el cesto de la ropa para lavarla al día siguiente, a lo mejor
es cuando te encuentras que ese niño… (P24, G3, 122).
Sobre todo con los niños que tienen 14 o menos años, a lo mejor con los que tienen más,
eso ya está un poco perdido, pero con los que tienen menos sí porque si les das una
formación académica básica, pues les vas a dar más posibilidades en su actuación social,
en su vida (P14, G6, 039).
Muchas veces tampoco puedes hacer nada contra 5 años que arrastran, 7 (P17, G2, 114).
A pesar de estas apreciaciones, en general consideran que no hay casos perdidos, aunque
sí para un recurso determinado:
¿Vosotros creéis que en realidad existen casos perdidos? ¿Os planteáis en algún momento,
es un caso perdido? (P3, G1, 212).
Un caso perdido el chico no, pero en determinados recursos sí (P2, G1, 213).
No son casos perdidos, pero llega un momento en que no se puede seguir manteniendo
a ese chaval porque a lo mejor, por determinadas circunstancias, te está perjudicando el
trabajo con los demás en la casa. Está influenciando de forma que está yendo todo al
traste. Es perjudicial para el chaval, perjudicial para el equipo, perjudicial para el resto
Capítulo 4
de los niños, porque te puede ir de repente todo al traste y tener que volver a empezar a
trabajar con los demás chavales (P5, G1, 222).
Y en cuanto al futuro, los recursos de los chavales, bueno, la base de la que parten es
malísima, peones… Trabajos que se buscan: hostelería, que lo odio, y eso que trabajo y he
trabajado, hostelería, construcción… O sea, trabajos que no se necesita mucha formación,
ninguna, y aun encima en nuestra Galicia de hoy, en Santiago de Compostela, en mi caso,
complicadísimo. Graduado escolar, casi nunca. Entonces plantear ese tipo de trabajo.
Inestabilidad al principio, porque entrar en un trabajo y durar… (…) Si tienen un problema
a mayores de toxicomanía, la cosa está complicada (P35, G4, 035).
Y es una oportunidad que… pues a lo mejor estos niños, que en su vida van a volver a ir a
Barcelona, en su vida van a volver a un parque temático (P33, G4, 188).
Qué pasa, que es cierto que va a tener muchas más dificultades, no van a tener tantas
facilidades para muchas cosas, pero van a ir por ese camino y van a mejorar mucho de su
futuro (P14, G2, 180).
Síntesis
A modo de resumen, respecto de los datos cuantitativos referidos a la población acogida,
hemos visto que el acogimiento residencial en la actualidad es una medida dirigida
principalmente a:
- niños y niñas,
- en situación de tutela,
- procedentes de su ámbito familiar de origen,
- con una media de edad en torno a los 11 años,
- que permanecen en acogimiento en el mismo centro un promedio de 2 años.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Si comparamos los datos obtenidos (tanto cuantitativos como cualitativos) con las
tendencias de futuro señaladas por Fuertes (1992), observamos que:
- Los nuevos perfiles señalados por las educadoras en los grupos de discusión
coinciden con las tendencias especificadas por el autor en 1992: aumento de la
edad media, mayor presencia de niños y niñas procedentes de la inmigración e
incremento del número población con problemáticas y necesidades específicas.
- Sin embargo, a pesar de que el mayor volumen de la población acogida tiene
entre 12 y 18 años (el 49,44%), todavía hay un porcentaje significativo de
menores de 12 años (el 43,48%), de los cuales tienen entre 0 y 7 el 26,06%.
- Empieza a ser importante el número de inmigrantes respecto de la realidad gallega,
a pesar de que todavía no se aproxima a la situación de otras comunidades
autónomas, suponiendo un 8,93% sobre el total.
- Es significativa también la presencia de niños y niñas con necesidades especiales
(10,56%), fundamentalmente enfermedades psicológicas y de salud mental
(86,26%).
- En cuanto al tiempo de estancia, aunque la media se sitúe en torno a los dos
años, es importante resaltar que el 28,06% lleva más de 2 años en el mismo 465
centro y el 10,59% más de 5. Porcentajes que resultan todavía muy elevados,
sobre todo si tenemos en cuenta que el 17,42% de la población acogida
procede de otros recursos residenciales, por lo que estos porcentajes se verían
incrementados todavía más si contempláramos el tiempo total bajo la medida
de acogimiento residencial. Esto es algo que también comentan las educadoras,
tal y como hemos visto en una de las citas en la que se comentaba que el último
ingreso del centro había pasado por 5 recursos residenciales anteriormente.
Para las educadoras de los grupos de discusión, la infancia acogida no es diferente a otras
infancias, sólo que tienen vivencias diferentes. De hecho, ni siquiera suelen emplear el
término “menor” para referirse a la población acogida. Según su opinión, las necesidades
derivadas de su situación de desprotección son, fundamentalmente, emocionales
(carencias afectivas, baja autoestima, inseguridad, dificultad para asumir su realidad…),
sociales y conductuales (trastornos de interacción social y déficit en habilidades sociales)
y académicas (absentismo y fracaso escolar). De hecho, en estas mismas necesidades se
centran los objetivos de la práctica educativa señalados por las educadoras, tal y como se
ha visto en el apartado anterior.
Las causas principales de la situación de desprotección y vulnerabilidad y de las necesidades
que desencadenan, las sitúan preferentemente en el ámbito familiar y en menor medida en
el contexto social. A pesar de ser consideradas casi las responsables únicas, las educadoras
ven el acogimiento residencial como una medida de protección para las propias familias en
los casos de adolescentes con problemas de comportamiento.
Capítulo 4
Nos gustaría terminar este apartado dedicado a la población acogida con una cita de
Meirieu (1998, p.81), para quien la educación debería permanecer como un reducto de
residencia “contra el concebir de que en la sociedad cada ser humano queda inscrito de
una vez por todas en trayectorias personales de las que no se puede salir”. Y es que parece
que muchas veces son las propias educadoras las que coartan las posibilidades de los
niños y las niñas, al manifestar una actitud pesimista sobre su futuro. Se hace necesario un
modelo de educación basado en el potencial de aprendizaje y de cambio, en la confianza
en las posibilidades de los sujetos, una educación que se “apoya en las capacidades de las
personas (y no en sus discapacidades o incapacidades, o patologías o aspectos negativos),
para desarrollar sus propias necesidades, sus iniciativas” (Planella, 2008, p.7). Así lo relata
una educadora:
Donde hay un ambiente también de cariño, de apuesta por los chavales, de creer en sus
posibilidades, porque cuando nos llegan los chavales y te cuesta a veces creer que es
posible el cambio, y sin embargo me parece que es fundamental, para poder trabajar con
ese chaval (P26, G3, 071).
Porque, además,
el mañana lo tenemos incierto todos (P11, G2, 081).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
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Sin embargo, si comparamos ambos datos –total de personal y total de niños y niñas
acogidas– se observa una clara desventaja de los centros de iniciativa social respecto de
los centros públicos.
469
El sector público, con 387 trabajadoras (el 47,20% de los recursos humanos), acoge al
42,07% de los niños y niñas, exactamente 504. Mientras que el sector privado, con 433
profesionales, que suponen el 52,80%, atiende a 694 niños y niñas, un 57,93% de sobre
el total. A pesar de que son datos aparentemente equilibrados, en el caso de los centros
públicos el porcentaje de profesionales es ligeramente superior al de niños/as atendidos
(aproximadamente un 5%); siendo a la inversa en los centros privados de iniciativa social,
un 5% más elevado el porcentaje de infancia acogida que de profesionales.
Resulta especialmente significativo el caso de los centros propios de gestión directa, en
los que hay una media de 30,67 profesionales por centro y una ratio de 0,97 por niño/a
acogido. La ratio de los centros de iniciativa social (0,62) es la única que se sitúa por debajo
de la media gallega (0,68).
Según la tipología de centro, destacan los centros con hogares con un 58,05% de las
profesionales respecto del total y una media de 29,75 por centro, lo que se corresponde
con el número de niños y niñas atendidas, que supone el 57,51% sobre el total.
Capítulo 4
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Si atendemos a las ratios, en torno a la media para Galicia se sitúan los centros con hogares
(0,69) y las viviendas tuteladas (0,70). En peor situación se encuentran las casas de familia
(0,61) y las residencias (0,59) y en una posición ventajosa las minirresidencias (0,86) y,
sobre todo, la casa de acogida (2,14).
En cuanto a la confesionalidad de los centros, resulta significativo que la media de personal
por centro sea superior en los centros dependientes de entidades religiosas, ya que el
número de población acogida es menor. Esto se refleja en la ratio, siendo para los centros
confesionales de 0,73 y para los laicos de 0,65.
Finalmente, en relación con el volumen total de datos disponibles es destacable que: 471
- 11 centros cuentan con más profesionales que población atendida, de los cuales
6 son confesionales y 5 no confesionales –que se corresponden con 2 centros
propios de gestión directa y 1 dependiente de una Diputación provincial–. En la
gráfica que se acompaña se muestra la diferencia entre el personal e infancia
acogida de estos equipamientos.
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Es un dato relativo, ya que hay directoras compartidas entre más de un centro. Concretamente dos centros de iniciativa social
y 5 viviendas tuteladas. El total de directoras sería pues de 62.
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Se refiere al número de religiosas que no pertenecen a ninguna de las categorías anteriores. La media está calculada en relación
al total de centros confesionales (n=27) más uno gestionado por una entidad laica pero con religiosas a su cargo.
estos datos con las medias por centro, resulta curioso comprobar como prácticamente la
totalidad de los centros contaría con estas figuras.
El personal de apoyo –como voluntarias, alumnas en prácticas y religiosas que no ocupan
ningún cargo específico–, se sitúa en un lugar preferente al equipo técnico. Así, las
psicólogas están presentes tan solo en un 16,18% de los centros y las trabajadoras sociales
y pedagogas en un 7,35%. Este lugar también lo ocupa el personal de vigilancia, pero en
este caso, resulta positivo, desde nuestro punto de vista, que sólo representen un 0,73%
sobre el total y esté presente en 5 centros, lo que ayuda a debilitar la visión de control de
los recursos de protección.
En cualquier caso, estas figuras profesionales, junto con subdirectoras, personal de oficio
y administrativo, no alcanzan una representación significativa, como se puede apreciar en
la tabla: sólo 12 centros cuentan con una subdirectora, 10 con personal de oficio y 11 con
personal administrativo.
En suma, como norma general, en todas las plantillas de los centros de protección constan
dos figuras profesionales: directora y educadora, salvo dos excepciones. Aproximadamente
la mitad cuenta con personal de servicios, y un tercio de los equipamientos con personal
voluntario, lo que no deja de ser representativo de la realidad actual de los centros, en la
que se completan las plantillas de los mismos, con personal de apoyo no profesionales.
Analizamos a continuación la configuración de las plantillas en relación con la tipología
de centros, según su titularidad, confesionalidad y tamaño. Para ello, establecemos una
distribución funcional diferenciando entre:
- Equipo directivo, compuesto por directora y subdirectora.
- Equipo técnico, que integrarían las pedagogas, psicólogas y trabajadoras sociales
que no tengan contrato de educadoras.
- Equipo de servicios, formado por personal de cocina, doméstico, de oficio,
administrativo y vigilantes.
- Personal de atención directa, compuesto por educadoras, monitoras, cuidadoras
y auxiliares.
- Personal de apoyo o en formación, en el que se integrarían las alumnas en
prácticas, voluntarias y religiosas no integradas en categorías anteriores.
No contemplamos en este momento el equipo educativo ya que su conformación varía
según los centros, integrando diferentes categorías profesionales, como veremos más
adelante en el apartado específico destinado a este aspecto.
El conjunto de personas vinculadas a cada equipo queda reflejado en la siguiente gráfica
nº 76, destacando las profesionales de atención directa que representan el 51,24% sobre
el total.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
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Las medias mostradas en el cuadro 62, indican que cada centro contaría con un miembro
del equipo directivo, en torno a dos personas de servicios, seis profesionales de atención
directa y casi dos personas de apoyo o en formación. En cuanto al equipo técnico, no llega
a una persona por cada tres centros, lo cual no deja de ser una cifra elevada, ya que, a nivel
legal, no se exige más que para las casas de primera acogida.
475
Siendo el total de infancia acogida en los 68 centros de 1198, obtenemos las siguientes
ratios de profesionales para cada equipo:
Capítulo 4
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Vamos a comparar estos datos generales con las diferentes tipologías de centros. En
primer lugar, si atendemos a la dependencia administrativa de los equipamientos, se puede
observar que los centros propios de la Xunta de Galicia de gestión directa no cuentan con
personal de equipo técnico y sin embargo tienen la media más alta de personal de servicios
(13,33 por centro). Los recursos dependientes de diputaciones provinciales ostentan la
media más elevada de equipo técnico por centro (1,8), ya que la única casa de acogida es
de titularidad pública y pertenece a la Diputación provincial de Pontevedra. Por su parte,
la media inferior de personal de servicios corresponde a los centros de iniciativa social
(1,22).
Cuadro 66: Distribución de las profesionales según la titularidad de los centros (N=68)
centros públicos acogen a un volumen menor de niños y niñas (42,07%) que los centros
de iniciativa social (57,93%).
Gráfica 78: Media del personal de atención directa en función de la titularidad (N=68)
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Atendiendo a las ratios, resulta significativo que los centros de iniciativa social cuenten
con menos personal de atención directa por niño/a acogido (0,30) y también con menos
personal de servicios (0,09), tal y como se observa en la siguiente gráfica. Esta situación 477
explica la necesidad de suplir la falta de personal con voluntarias y alumnas en práctica,
siendo la ratio de 0,12 por niño/a para estos centros.
Gráfica 79: Ratio de profesionales por niño/a acogido en función de la titularidad de los centros
(N=68)
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Sin contar los centros dependientes de diputaciones provinciales, a los que corresponde la
ratio más elevada de atención directa, los centros propios de la Xunta de Galicia de gestión
directa cuentan con las ratios más altas para los tres equipos.
Capítulo 4
Atención Apoyo
Confesionalidad n Directivo Técnico Servicios Niños/as
directa formac.
Los datos relativos a las ratios nos informan de que la menor proporción de profesionales
de atención directa por niño/a acogido en los centros confesionales (0,32) se compensa
con una mayor ratio en cuanto a personal de servicios (0,17) y de apoyo (0,15). Los
equipamientos laicos cuentan con una ratio de 0,37 profesionales de atención directa,
0,12 de servicio y 0,06 de apoyo y formación.
Consideramos de interés analizar el número de religiosas integradas en cada uno de los
equipos. En los 68 centros de los que tenemos información relativa a las profesionales,
hay un total de 113 religiosas, lo que supone un 13,78% sobre el personal considerado en
conjunto. Su distribución en los diferentes equipos es la siguiente:
- Equipo directivo 30 personas
- Personal de atención directa 47 personas
- Personal de servicios 4 personas
- Personal de apoyo 32 personas
Atendiendo únicamente al total de centros confesionales –al que sumamos un equipamiento
gestionado por una entidad laica pero con religiosas a su cargo (n=28)– la media es de
4,04 personas pertenecientes a alguna congregación por centro.
En la siguiente gráfica presentamos la proporción de personal religioso y de profesionales
seglares contratadas para cada equipo.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Gráfica 80: Relación entre personal religioso y laico en los centros confesionales (N=27)
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Minirresidencia 8 12 4 15 37 19 101
Residencia 5 7 0 9 24 13 97
Vivienda tutelada 6 7 0 0 18 0 34
Casa de acogida 1 1 1 1 11 1 7
Los centros con hogares cuentan con más personal de servicios que otras tipologías de
equipamientos. Estarían compuestos por 6 profesionales por centro, y contarían además
con 1 pedagoga, trabajadora social o psicóloga por cada 2 centros.
En la siguiente gráfica nº 81 se muestran las ratios de los equipos de atención directa, de
servicios y de apoyo por equipamiento en función de su tipología.
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Por encima de la ratio media para las profesionales de atención directa se sitúan los centros
con hogares (0,36), las minirresidencias (0,37), las viviendas tuteladas (0,53) y, a una
distancia cuatro veces por encima, la casa de acogida (1,57). Muy por debajo de la ratio
media se sitúan las residencias, con tan solo 0,25 profesionales por niño/a acogido, y las
casas de familia (0,31).
Esta situación, respecto del personal de atención directa, no se ve compensada con mayor
proporción de personal de servicios, puesto que tienen las ratios más bajas en relación con
el resto de tipologías: 0,03 para las casas de familia y 0,09 para las residencias, mientras
que los centros con hogares se sitúan en un 0,20. En el caso de las viviendas tuteladas
sí se compensa la falta de personal de servicios y de apoyo con una elevada ratio de
profesionales de atención directa.
En suma, en cuanto a ratio de personal en general, los centros privados de iniciativa social
se encuentran en una situación significativamente peor que los centros públicos, lo que
también sucede con los centros confesionales (en cuanto a personal de atención directa
sobre todo) y a las casas de familia y residencias.
A la luz de los datos mostrados, consideramos que sería necesaria una redistribución de los
recursos humanos entre los diferentes equipamientos, para no encontrar situaciones tan
dispares en las que la última afectada es la infancia acogida.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Gráfica 82: Distribución del equipo directivo de los centros en función del sexo (N=68)
481
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Las directoras tienen una media de edad de 47 años y las subdirectoras de 41. Su distribución
por intervalos queda reflejada en la siguiente gráfica nº 83.
Capítulo 4
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Como se puede apreciar, el mayor índice de personas que ostentan cargos directivos, se
sitúa en el intervalo 51-60 años para las directoras, y 41-50 para las subdirectoras. Son
muy pocas las que cuentan con menos de 26 años (4,05%) y entre 26-30 años (12,16%).
El resto de los intervalos alcanzan, casi por igual, un índice aproximado del 20%, en el que
también se incluyen las personas con más de 61 años. Hay que destacar el caso de una
directora con más de 70 años.
En relación con la experiencia, el 47,30% de los cargos directivos de los centros de
protección en Galicia lleva menos de 6 años en el puesto. Se trata sobre todo de directoras
y subdirectoras de casas de familia y minirresidencias (43,24%). El 20,27% tiene entre 6 y
10 años de experiencia; el 32,43% más de 10, y la mitad de este porcentaje más de 20.
Menos de 1 4 1
Entre 1-5 23 7
Entre 6-10 13 2
Entre 11-15 4
Entre 16-20 6 1
Más 20 12 1
Total 62 12
En cuanto a la titulación, destaca positivamente que las directoras de los centros sean
principalmente Diplomadas en Educación Social, o cuentan con una habilitación reconocida
por parte de un Colegio Profesional de Educadoras Sociales, en un 24,42% de los casos.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Educación Social 17 3
Magisterio 15 5
Pedagogía 9
Psicología 7
483
Psicopedagogía 1
Trabajo Social 3
Otra titulación 5 1
Sin contestar 4 2
Sin cualificación 1 1
Total 62 12
46,56%). El mayor porcentaje recae en los centros de iniciativa social, con el 62,12% de
su personal integrado en los equipos educativos, lo que se corresponde con la menor ratio
de profesionales por niño/a acogido en estos centros. Atendiendo a la confesionalidad de
los centros, es inferior el porcentaje en los recursos dependientes de entidades religiosas
(41,86%) que en centros no confesionales (65,82%). Finalmente, la mayor parte del
personal de las casas de familia (67,07%), de las viviendas tuteladas (76%) y de la casa de
acogida (86,67%) pertenece a los equipos educativos.
En el siguiente cuadro nº 71 se presenta la conformación general de los equipos educativos,
indicando: el total de personal de cada figura profesional, la frecuencia y el porcentaje de
los que están integrados en equipos educativos y el índice de representación de cada perfil
en la constitución de los equipos.
Vigilantes 6
Voluntarias 63
parte de los equipos educativos; la mayor parte de los miembros del equipo directivo: el
80,60% de las directoras y el 100% de las subdirectoras; el 83,10% de las auxiliares; y el
77,27% del equipo técnico.
Como se puede observar en el cuadro nº 71 las cuidadoras/monitoras cuentan con un índice
menor de presencia en equipos educativos (33,33%) y, aunque constituyan casos aislados,
resulta significativo que haya personal de servicios integrado en estos equipos (4,65%).
En la constitución de los equipos, el mayor peso recae sobre las educadoras (el 59,51%
sobre total). Las auxiliares (13,2%), las directoras (12,08%) y, en menor medida, las
cuidadoras (6,26%) también tienen una representación destacada.
Según la dependencia administrativa de los centros, los equipos educativos de los recursos
propios de gestión directa y delegada están formados principalmente por educadoras
(88,24 y 88,77% respectivamente). En ambos casos también figuran miembros de los
equipos directivos. Varía la incorporación de personal del equipo técnico y de auxiliares o
cuidadoras en los centros propios de gestión delegada.
La situación es muy diferente en el caso de los centros dependientes de las diputaciones
provinciales, donde las educadoras sólo representan un 30,68% de los equipo educativos,
mientras que el peso mayor recae en las auxiliares y/o cuidadoras, con un 56,82%. También
485
se integran miembros del equipo directivo y técnico.
En un estado intermedio se sitúan los centros de iniciativa social, donde las educadoras
representan el 62,08% de los equipos educativos; las directoras y auxiliares/cuidadoras
tienen cierta relevancia (18,59% y 12,64% respectivamente); y donde miembros del equipo
técnico y del personal de servicios asumen funciones educativas.
Cuadro 72: Conformación de los equipos educativos según la titularidad de los centros (N=68)
Diputación 88 27 4 7 50
En los centros confesionales las educadoras tienen mayor representación en los equipos
educativos (62,35%) que en los centros no confesionales (57,89%). En estos últimos
hay una mayor presencia de auxiliares y/o cuidadoras como miembros de los equipos
Capítulo 4
(24,21%). Respecto de los recursos confesionales hay que destacar que el 69,91% de
las religiosas forman parte de los equipos educativos, representando el 48,77% sobre el
total de personal de éstos: 24 directoras, 4 subdirectoras, 47 educadoras, 1 personal de
servicios y 3 religiosas de apoyo.
a
Personal religioso.
En razón de la tipología, son las viviendas tuteladas (89,47%), los centros con hogares
(62,78) y las casas de familia (60,91%), los que tienen mayor representación de educadoras
en sus equipos educativos. Por su parte, las educadoras de la casa de acogida cuenta con
una representación menor (30,77%).
Cuadro 74: Conformación de los equipos educativos según la tipología del centro (N=68)
Auxiliar/
Tipología Educativo Educadoras Directivo Técnico
cuidador
Servicios Apoyoa
Minirresidencia 51 21 12 3 13 1 1
Residencia 31 17 7 6 1
Vivienda tutelada 19 17 2
Casa de acogida 13 4 1 1 7
A continuación se definen las características del equipo educativo en función del sexo,
edad, años de experiencia y titulación.
En los centros de protección en Galicia hay un total de 83 hombres (19,81%) y 336 mujeres
(80,19%) integrados en los equipos educativos. Al igual que en el caso del equipo directivo,
se trata de una profesión con una clara presencia femenina.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Gráfica 84: Distribución del equipo educativo en función del sexo (N=67)
-(
=dbWgZh
Bj_ZgZh
((+
Proporcionalmente, hay una mayor presencia masculina en los centros propios de gestión
directa (35,29%) y en los dependientes de diputaciones provinciales (20,45%). En los
centros de iniciativa social los hombres representan un 18,26% y en los propios de gestión
delegada un 16,07 por ciento.
Gráfica 85: Equipo educativo en función del sexo y dependencia administrativa (N=67)
487
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Y^gZXiV YZaZ\VYV hdX^Va
Confesional 25 137
No confesional 58 199
Total 83 336
Según la tipología de centro, el cuadro nº 76 presenta la distribución por sexo del equipo
educativo.
Casa de familia 18 92
Minirresidencia 14 37
Residencia 1 30
Vivienda tutelada 3 16
Casa de acogida 4 9
Total 83 336
Como se puede observar en la gráfica nº 86, los equipos educativos que disponen de un
mayor porcentaje de hombres son los que desarrollan su labor en las casas de primera
acogida (44,44%), seguidas de las minirresidencias (37,84%), y de los centros con hogares
(22,05%). Las residencias (todas ellas confesionales) cuentan tan sólo con un educador
masculino. Los otros dos tipos de centro se sitúan alrededor del porcentaje medio
(18,57%).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
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8VhVYZ[Vb^a^V
B^c^ggZh^YZcX^V
(%
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Finalmente, a tenor del carácter del centro –femenino, masculino o mixto–, en los centros
femeninos sólo hay educadoras, y en los masculinos predominan los educadores sobre las
educadoras.
En razón de la edad, la mitad del personal integrado en los equipos educativos de los
centros tiene entre 31 y 50 años, siendo mayor el porcentaje de las profesionales que se 489
sitúan en el intervalo de 31-40 años (26,39%).
Menos 26 7 38 3 48
Entre 26-30 19 66 7 92
Entre 51-60 5 35 1 41
Más de 60 3 31 34
Gráfica 87: Distribución del equipo educativo en función del sexo y edad (N=67)
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Bj_ZgZh
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Cuadro 78: Distribución del equipo educativo en función de la edad y titularidad (N=67)
Menos 26 2 5 11 30 48
Entre 26-30 2 10 9 71 92
Entre 51-60 1 8 7 25 41
Más de 60 0 0 4 30 34
Galicia (gestión directa y delegada), ya que la distribución según los intervalos de edad es
similar a la que presenta el conjunto de los centros en sus datos generales. En ambos casos
no hay profesionales con más de 60 años.
Gráfica 88: Distribución del equipo educativo en función de la edad y titularidad (N=67)
-%
,%
+%
MjciV\Zhi^cY^gZXiV *%
MjciV\Zhi^cYZaZ\VYV )%
9^ejiVX^c (%
>c^X^Vi^kVhdX^Va '%
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%
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Gráfica 89: Distribución del equipo educativo en función de la edad y confesionalidad (N=67)
-%
,%
+%
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(%
'%
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%
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Capítulo 4
Las diferencias más destacables entre ambos tipos de centros se observan en los intervalos
extremos:
- Menor índice de personas con menos de 26 años en los centros confesionales:
el 6,17% frente al 14,07% en los no confesionales.
- Mayor presencia de profesionales con más de 60 años en los centros religiosos:
el 19,14% frente al 1,11% en los centros no confesionales.
Cuadro 79: Distribución del equipo educativo en función de la edad y confesionalidad (N=67)
Menos 26 10 38 48
Entre 26-30 19 73 92
Entre 51-60 27 14 41
Más de 60 31 3 34
Cuadro 80: Distribución del equipo educativo en función de la edad y tipología (N=67)
Menos Más de
Tipología 26-30 31-40 41-50 51-60 Total
26 60
Minirresidencia 9 13 11 4 5 9 51
Residencia 2 1 10 6 7 5 31
Vivienda tutelada 11 6 1 1 19
Casa acogida 1 4 2 3 2 1 13
Gráfica 90: Distribución del equipo educativo en función de la edad y tipología (N=67)
-%
,%
+%
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B^c^ggZh^YZcX^V )%
GZh^YZcX^V (%
8Zcigd]d\VgZh '%
K^k^ZcYVijiZaVYV &%
%
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Menos de 1 17 69 86
Entre 6-10 8 49 57
Entre 11-15 4 49 53
Más de 15 18 59 77
La siguiente gráfica, nº 91, dibuja esta situación diferenciando los datos en función del
sexo.
Gráfica 91: Distribución del equipo educativo en función del sexo y años de experiencia (N=67)
(%%
'*%
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Bj_ZgZh &*%
IdiVa
&%%
*%
%
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Cuadro 82: Años de experiencia del equipo educativo en función de la titularidad (N=67)
Xunta Xunta
Años de Iniciativa
gestión gestión Diputación Total
experiencia social
directa delegada
Menos de 1 2 31 11 42 86
Entre 6-10 8 5 7 37 57
Entre 11-15 3 12 11 27 53
Más de 15 8 1 46 22 77
Si observamos las tendencias, los centros de iniciativa social muestran una línea semejante
a la general, a excepción del incremento de personal con más de 15 años en centros.
Asimismo, los centros propios de gestión directa se mantienen en esta orientación, siendo
menos pronunciada.
495
Gráfica 92: Años de experiencia del equipo educativo en función de la titularidad (N=67)
&'%
&%%
MjciV\Zhi^cY^gZXiV -%
MjciV\Zhi^cYZaZ\VYV +%
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'%
%
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Cuadro 83: Años de experiencia del equipo educativo en función de la confesionalidad (N=67)
Años de
Confesional No confesional Total
experiencia
Menos de 1 15 71 86
Entre 6-10 29 28 57
Entre 11-15 39 14 53
Más de 15 20 57 77
Los centros dependientes de entidades laicas tienen los equipos educativos con menos
experiencia, así, el 68,10% de las profesionales que cuentan con menos de 6 años están
vinculadas a centros no confesionales.
Gráfica 93: Años de experiencia del equipo educativo en función de la confesionalidad (N=67)
&%%
-%
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+%
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%
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Cuadro 84: Años de experiencia del equipo educativo en función de la tipología (N=67)
Años de
CF MR R CH VT CA Total
experiencia
Menos de 1 34 5 3 39 2 3 86
Entre 6-10 10 9 7 26 4 1 57
Entre 11-15 7 3 11 31 0 1 53
Más de 15 10 2 4 57 0 4 77
8VhVYZ[Vb^a^V *%
B^c^ggZh^YZcX^V
)%
GZh^YZcX^V
8ZcigdXdc]d\VgZh (%
K^k^ZcYVijiZaVYV '%
8VhVYZVXd\^YV
&%
%
BZcdhYZ& &"* +"&% &&"&* B{hYZ&*
Consideramos importante resaltar como en los centros de iniciativa social se sitúan las
profesionales de menor edad y con menos años de experiencia, lo que guarda una
estrecha relación, desde nuestro punto de vista, con el hecho de que sea precisamente
en estos centros donde las condiciones laborales son peores, como se ha mostrado más
arriba: menor ratio de profesionales por niño acogido, de personal de atención directa y de
personal de servicios. Es la misma situación en la que se encuentran las profesionales de las
casas de familia, donde se sitúan las educadoras de menor edad y años de experiencia.
Capítulo 4
Mostramos a continuación las ratios de profesionales del equipo educativo por niño/a
acogido en función del turno de trabajo en el que el mayor volumen de niños y niñas se
encuentra en el centro.
%!%
Como se puede observar, los centros con hogares tienen una ratio media inferior a la media
global, mientras que las casas de familia se sitúan bastante por encima. Estos resultados
resultan sorprendentes después de conocer las ratios de profesionales del equipo educativo
por niño/a acogido sin tener en cuenta los turnos.
En función de la dependencia administrativa, también se obtienen datos inesperados, pues
la ratio media de los centros de iniciativa social es superior al resto, siendo de 0,30. Le siguen 499
los centros de gestión delegada (0,27), los dependientes de diputaciones provinciales (0,19)
y, por último, los centros propios de gestión directa, con una ratio media de 0,18.
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MjciV\Zhi^cY^gZXiV
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>c^X^Vi^kVhdX^Va %!&%
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En razón de la confesionalidad, es mayor la ratio de los centros laicos (0,30) que la de los
centros confesionales (0,24).
Capítulo 4
Para disponer de una visión más completa de la situación profesional de los centros de
protección, además de las ratios, sería necesario comparar el número de educadoras
totales con el número de educadoras por turno, contemplando los tiempos de trabajo y
descanso. Asimismo, habría que tener en cuenta el resto de las figuras profesionales con
las que cuenta cada centro y que facilitan la labor de las educadoras.
(+
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8^ZcX^VhYZaV:YjXVX^c &),
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Constatamos que el 34,03% del personal integrado en los equipos educativos no está
en posesión de la titulación que consideramos adecuada para el ejercicio de su actividad.
Porcentaje al que hay que añadir el 8,33% de personas que no disponen de cualificación
reconocida oficialmente.
Entre las profesionales que cuentan con titulaciones en Ciencias de la Educación, el
25,93% son educadoras sociales, el 21,76% maestras, el 8,10% pedagogas y el 1,85% 501
psicopedagogas, tal y como se presenta en el siguiente cuadro, nº 85.
Cuadro 85: Titulación del equipo educativo en función del sexo (N=67)
Magisterio 21 70 3 94
Pedagogía 7 25 3 35
Psicopedagogía 1 6 1 8
Sin cualificación 5 26 5 36
Cuadro 86: Titulaciones no englobadas en Ciencias de la Educación del equipo educativo (N=67)
FP Jardín de infancia 40 40
Psicología 16 19 3 38
Trabajo Social 2 14 16
Filología 3 3
Enfermería 2 2
Derecho 2 2
Ingeniería 2 2
Biología 1 1
Química 1 1
Empresas 1 1
Historia 1 1
Relaciones laborales 1 1
FP educación especial 1 1
FP Auxiliar administrativo 1 1
Sin especificar 8 20 3 31
Como se puede observar existe una gran diversidad de titulaciones, tanto que resulta
significativo el hecho de que personas diplomadas en Enfermería o Relaciones Laborales,
licenciadas en Biología, Química, Empresariales, Filología, Historia, Derecho, Ingeniería o
con títulos de Formación Profesional (20 en total), ejerzan profesionalmente de educadoras,
desempeñando funciones de atención directa a niños y niñas que se encuentran en una
situación de dificultad social. Además, hay 31 personas más de las que no se dispone
información sobre su cualificación específica.
El mayor índice de profesionales, según su titulación, en los centros confesionales, recae
en Magisterio (31,48%) y, en los centros laicos, en Educación Social (24,44%). En ambos
casos, son las dos titulaciones más frecuentes: 59,88% para los centros religiosos y 40,37%
para los no confesionales.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Magisterio 51 43 94
Pedagogía 9 26 35
Psicopedagogía 2 6 8
Sin cualificación 7 29 36
Xunta Xunta
Iniciativa
Titulación gestión gestión Diputación Total
social
directa delegada
Magisterio 5 20 19 50 94
Pedagogía 3 6 5 21 35
Psicopedagogía 1 1 6 8
Otras 8 12 43 84 147
Sin cualificación 4 15 17 36
Con respecto a la primera cuestión, en general, las directoras de los centros de protección
afirman disponer de un plan de formación continua para el personal en un 35,30%. El
8,82% especifica que la entidad gestora es la que define dicho plan (porcentaje referido a 4
entidades diferentes, 3 religiosas y 1 no confesional). El 5,88% de los recursos residenciales
carece de plan de formación específico pero el personal de los mismos asiste a cursos
convocados desde distintas instituciones. Un 20,59% cuenta con un plan definido por la
entidad responsable (6 entidades diferentes, la mitad confesionales) y, además, el personal
asiste a cursos de formación de otras entidades. Finalmente, el 23,53% afirma no atender
a la formación continua de las trabajadoras y el 5,88% no contestó a este ítem.
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H^cXdciZhiVg ) )
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Entre los 44 centros que cuentan con plan de formación continua es destacable que:
- Según su titularidad, los índices más altos corresponden a los centros dependientes
de diputaciones provinciales (100%), a los centros propios de gestión delegada
(83,33%), a los recursos de iniciativa social (56,9%) y, en último lugar, se
encuentran los centros propios de gestión directa (33,33%).
- En función de la confesionalidad, los centros laicos alcanzan un porcentaje
superior (65,85%) frente a los equipamientos religiosos (54,84%).
- Finalmente, en razón de la tipología, el 81,25% de los centros con hogares
cuentan con planes de formación, el 62,5% de las minirresidencias, el 60% de
las residencias, el 58,33% de las casas de familia y el 16,67% de las viviendas
tuteladas. La única casa de acogida también dispone de plan formativo.
Pero no todos los centros en los que se planifica la formación del personal incorporan las horas
de formación en el cómputo general laboral como se puede ver en el siguiente cuadro.
Capítulo 4
Sí 12 8 4 24
Entidad 3 1 2 6
Asistencia a cursos 2 2 4
Ambos 9 4 1 14
No 2 13 1 16
Sin contestar 2 2 4
Total 30 26 12 68
&
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H
Cd
H^cXdciZhiVg
).
Resulta positivo que el 72,06% considere que existen acciones de supervisión. Según la
titularidad se observa que sólo en un 33,33% de los centros propios de gestión delegada 507
se contempla la supervisión, frente a los elevados porcentajes de los centros dependientes
de diputaciones provinciales (80%), de iniciativa social (77,36%) y de la Xunta de Galicia
de gestión directa (66,67%).
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MjciV\Zhi^c MjciV\Zhi^c 9^ejiVX^c >c^X^Vi^kV
Y^gZXiV YZaZ\VYV hdX^Va
De los tres tipos de supervisión contemplados, la externa representa ser la más utilizada
(44,90%). Es ejercida, en la mitad de los casos por personal de las entidades pero externo a
los centros: por un miembro de la congregación religiosa (2 centros), por la coordinadora (8
centros) o por la presidenta (1 centro). En la otra mitad de los centros, la entidad contrata a
una profesional específica para llevar a cabo la supervisión: a una psicóloga en 3 centros;
a una pedagoga en 7 centros, que comparte la supervisión con la coordinadora de la
entidad; y a dos profesionales (psicóloga y pedagoga) en otro centro.
Interna 15 30,61
Externa 22 44,90
Ambas 12 24,49
Total 49 100,00
La supervisión interna (30,61%) la llevan a cabo principalmente las directoras de los centros
(en 12 casos) o profesionales de los equipos técnicos: psicóloga del centro (2 casos) o
trabajadora social y psicóloga conjuntamente (1 centro).
Los 12 centros (24,49%) que tienen supervisión interna y externa, cuentan con la intervención
externa de algún miembro de la congregación religiosa y la directora (2 centros) titulada en
Pedagogía (1 centro) o Psicología (1 centro); con la coordinadora de la entidad y la directora
del centro (3 casos); con un miembro del equipo técnico y otra profesional contratada para
tal fin (psicóloga y trabajadora social en 2 centros); o con un miembro del equipo directivo
y otra profesional externa (pedagoga en 1 centro). Dos centros que disponen de ambos
tipos de supervisión no especifican las profesionales encargadas de la misma.
De forma general, en el siguiente cuadro se presenta el número de centros en función
de la participación de las diferentes figuras profesionales en la supervisión de los equipos
educativos, bien de forma exclusiva o en colaboración con otras personas.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Entidad Trabajadora
Figuras Exclusiva Coord. Pedagoga
religiosa social
Directora 12 3 2 1
Coordinadora 8 7
Congregación
2 1
religiosa
Presidenta entidad 1
Psicóloga 5 1 1 3
Sin contestar 2
Como se puede apreciar en la siguiente gráfica nº 101, los centros que cuentan con
directoras y coordinadoras para la supervisión de sus equipos educativos son los más
representativos (54,55%). Asimismo, los equipamientos supervisados por una psicóloga o
una pedagoga alcanzan un índice importante (30,3%). Se trata principalmente de personal
externo a los centros –14 de los equipamientos frente a 6 centros en las que profesionales
de los equipos técnicos (5 psicólogas y 1 pedagoga) desempeñan, entre otras, funciones 509
de supervisión–.
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&*
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8dc\gZ\VX^c &% &%
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EZYV\d\V +
Eh^Xad\V * (
IgVWV_VYdgVhdX^Va &
%
Realmente lo que nos define es eso, es el contexto y tu contrato en ese contexto, con unas
determinadas obligaciones que tienes que demostrar eficientemente que las cumpliste. Tú
cuando me estás contratando para un centro, un centro tiene unos objetivos, tiene unas
funciones, por ley, esas funciones hay que hacerlas (P12, G6, 105).
¿Profesionales?, claro, somos profesionales y ahí se ven los objetivos (P14, G6, 101).
Te voy a querer como una figura, que es difícil de trazar, porque qué es un educador (P9,
G5, 032).
Como trabajamos tanto en lo cotidiano, nos perdemos, es muy difícil delimitar (P41, G8,
250).
Aquí ni siquiera tienes que ser educador para trabajar como educador. Desde la
administración no se le exige a los centros colaboradores… (P8, G1, 265).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Pero luego cada uno de los que estamos aquí vivimos realidades diferentes, porque mi
circunstancia profesional no es la misma que… (P21, G7, 108).
Ahí es importante, es importante que tengamos todos... cada uno con su peculiaridad
individual, pero la misma forma de trabajo, no sé, las mismas bases (P13, G2, 124).
En los recursos humanos, pues un grupo de personas que trabajan con un criterio igual,
una serie de ideas y metodologías iguales para trabajar, eso es fundamental (P23, G3,
072).
Somos los que mejor los conocemos, somos los que… pero sin embargo nuestro puesto es
en las decisiones, los últimos (P17, G2, 069).
Capítulo 4
A mí, lo que me preocupa en este caso es que, en nuestro sector, parece que no somos
profesionales (P8, G5, 320).
Yo creo que es irrisorio lo que se habló antes de la falta de estabilidad laboral, tanto en
los centros públicos como en los centros privados. Como esto es algo asistencial y los
educadores de los centros de menores todavía no se pusieron en huelga y dejaron a los
chavales ahí, pues eso es un grave problema porque la inestabilidad..., que no se tome en
serio el trabajo (P2, G1, 241).
Es que es muy difícil aguantar una jornada laboral, en mi caso, de 12 horas diarias, incluso
a veces 24. (P24, G7, 110).
Las educadoras demandan que se delimite su rol y sus funciones tanto en su ámbito de
trabajo, como clarificarlas de cara al exterior, a la sociedad:
Yo creo que para poder trabajar deben estar delimitadas las funciones del equipo educativo
y del director (P6, G1, 239).
Yo creo que es muy importante definir el rol del educador, porque creo que a veces nos
quemamos porque pretendemos abarcar demasiado, cosas que no nos competen, que
decimos, esto está mal, y lo siento a mí no me corresponde. Cosa que otros profesionales
sí hacen y nosotros no sé por qué, tenemos que ser dios y tenemos que arreglar todos los
problemas. Entonces yo creo que eso sí es muy importante, delimitar el rol del educador
(P8, G5, 240).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
En el desarrollo de las sesiones de los grupos de discusión, las educadoras fueron perfilando
su identidad a partir de lo que consideran que son y que no son como profesionales. Según
su parecer, son educadores –aunque en ocasiones el término les venga grande– y no
formadoras, profesoras, cuidadoras, vigilantes ni policías:
Entonces yo creo que la palabra educador me parece muy grande, no sé, se me llena mucho
la boca diciendo que soy educadora, entonces yo no lo digo mucho (P13, G6, 095).
Yo diferenciaría entre educar y formar. O sea, nosotros estamos, para mí, en un nivel de
educación de lo que se debería hacer en las familias, o sea, una educación más informal,
una base, no de formar a los chavales (…) Yo creo que no somos formadores, que somos
educadores (P39, G8, 243).
Yo siempre les digo lo mismo, yo aquí no soy un guarda de seguridad, no soy ni vigilante,
ni policía, yo aquí soy vuestra educadora (P33, G4, 107).
En general, consideran que no son padres ni madres, pero en sus definiciones utilizan estos 513
términos, expresando que son “un poco padres”, que hacen de, como si fueran padres
y madres… incluso en un caso se utiliza la definición de Fernández y Fuertes (2000) de
“educador padre terapéutico”:
El rol de madre que a veces haces. Yo lucho continuamente a nivel personal entre soy un
recurso o soy una madre, soy un recurso o soy una amiga, soy un recurso o soy una prima
(P35, G4, 076).
Puedes quererlo como un hijo tuyo, pero no lo es y sabe que no lo es y se lo tengo que dejar
muy claro, tengan la edad que tengan (P11, G2, 119).
Sabiendo que no eres ni la mamá ni el papá, somos educadoras que vivimos con ellos las
24 horas del día (P26, G3, 061).
Yo trabajo de mañana, nosotros por la mañana hacemos un poco de padres, pues te llevo
al colegio, te digo que tienes que ir bien vestido, te explico los deberes, para mí eso no es
educar, porque yo creo que nuestra función es la educación no formal, es decir, yo te puedo
dar apoyo escolar… (P33, G4, 100).
A mí cuando me preguntan qué hago en la casa, yo para simplificar y acabar rápido, pues
es como si fuera un padre, no un padre, como si fuera un padre de niños con necesidades
especiales (P32, G4, 081).
A mí me gusta la definición de un psicólogo que vino a darnos un curso, para cambiar toda
la historia, Fernández del Valle, y en un libro de ellos pone una definición, educador padre
Capítulo 4
terapéutico. Engloba muchas cosas, tiene muchas carencias, hacen falta más definiciones,
pero en cierta forma, ejerces de padre, que no es tu función, no te pagan para ejercer de
padre, pero bueno, vienes a ocupar ese puesto de darles cariño, de preocuparte por ellos,
etc. Y sobre todo terapéutico, porque tienes que ir tapando y ayudando en un montón de
lagunas, carencias y maltratos, tanto físicos, como institucionales, de todo tipo y tienes
que ir trampeando como puedes (P37, G4, 079).
Es que aquí estás muchas horas con ellos, entonces, por lo menos en el tema de casas de
familia es que estás muchas horas al día con ellos, entonces claro, tienes todas las partes:
cuando estás las dos horas de estudio, estás como profesor, básicamente, aunque lo estés
animando y tal, pero como un profesor más; cuando estás comiendo con ellos, eres como
un compañero; cuando te vas a jugar un partido de fútbol pues eres un padre. Entonces
tienes muchas facetas, ¿eres educador?, claro que eres educador, y a tiempo completo
(P14, G6, 088).
No sólo desempeñan distintos roles, sino que, en cierta medida, asumen funciones propias
de otros perfiles profesionales, lo que está en estrecha relación con la entidad de la
educación como saber referencial construido transversalmente respecto de los diferentes
espacios disciplinares:
Es que en un momento determinado nos metemos en otros campos por necesidad, que no
es propiamente, o sea, un educador tiene que ser un poco psicólogo, un poco trabajador
social, un poco médico en ciertos momentos (P32, G8, 251).
Creo que una cosa que nos une a todos es que queremos un cambio y queremos provocar
ese cambio, ser agentes de cambio (P40, G8, 255).
En opinión de Ayerbe (2000, p.66) “los educadores son actores comprometidos y reflexivos
que tienen capacidad de formular juicios, dentro del marco institucional y dentro del equipo
profesional, y pueden plantear innovaciones en las formas de actuar dentro de contextos
concretos”. Así definen las educadoras de los grupos de discusión su compromiso y su
capacidad de reflexión:
Hombre no sé, al margen de la falta de todo, creo que somos personas con una gran
capacidad de trabajo, con un espíritu de autocrítica muy grande, y siempre estamos en el
momento de lucha, cada día es una guerra y siempre estamos ahí (P21, G7, 106).
Un educador no es un mero ejecutor de órdenes (…) tú, si elaboras un PEI, tienes algo que
decir, se supone que eres un profesional que tienes instrumentos, herramientas, técnicas,
etc. (P8, G1, 250).
Según Vallina (1999, p.139), “la implicación de las educadoras y educadoras no debe
ser solamente dirigida hacia el interior de la institución, sino que tiene que existir otra
dimensión de la intervención educativa que vaya dirigida tanto al entorno institucional,
como a la sociedad en general”. Así lo expresa una educadora:
515
Yo quería señalar que somos agentes de socialización, a parte de ser educadores, y tenemos
que normalizar también el contexto, también hay que educar a la gente (P9, G5, 152).
De la discusión sobre su identidad profesional, sobre lo que son y lo que no son, se derivan
algunas de sus competencias, entendidas como los requisitos necesarios –conocimientos,
habilidades, cualidades y actitudes– para ser educadora en un centro de protección. Por un
lado, señalan la necesidad de tener una formación inicial determinada y de perfeccionarla
de forma continuada. A este respecto encontramos dos posturas claramente diferenciadas,
que siguen denotando un conflicto entre la teoría y la práctica, entre la reivindicación de
un modelo específico o de la experiencia como única referencia, entre “la especialización y
la implicación personal en la construcción y la improvisación de las respuestas en situación”
(Jolonch, 2002, p.218).
Para algunas, disponer de una titulación universitaria otorga el carácter profesional de su
identidad como educadoras, adquiriendo las competencias necesarias para el desarrollo de
la práctica socioeducativa:
Pues yo creo que fundamentalmente la preparación académica, quiero decir, tienes una
preparación académica que otra persona no tiene, hay una serie de cosas innatas para
educar, pero hay otra serie de cosas que no, quiero decir, las técnicas, estrategias, y todo
eso se supone… a nivel de psicología evolutiva… quiero decir, lo que te enseñan en… (P8,
G5, 311).
Capítulo 4
La formación implica que tú tengas un método de trabajo, una forma de trabajar, que
no es lo mismo que una madre que en su casa hace lo que puede o lo que consideramos
adecuado. Tú tienes que basarte en una serie de instrumentos (P39, G8, 245).
Claro que te tiene que gustar tu trabajo, tal, pero eso para mí ya significa si eres mejor o
peor profesional, quiero decir, si no te gusta lo que haces vas a ser peor profesional, eso
está clarísimo, o si tus valores como persona están en contradicción con los valores de la
institución donde trabajas, por ejemplo, vas a ser peor profesional. Pero eres profesional,
mal profesional pero eres un profesional. A mí, lo que me preocupa en este caso es
que en nuestro sector, parece que no somos profesionales. Y por qué es profesional un
soldador de aluminio o un no sé qué, y nosotros no, por qué, tienen una preparación inicial,
eso lo primero, que nosotros tenemos que tener y evidentemente formación continua,
fundamental, pero eso para mí es la base. Y después unas condiciones laborales como
sector, que nosotros evidentemente no tenemos. Pues para mí son dos pilares que nos
definen como profesionales, básicos (P8, G5, 320).
Es que lógicamente tenemos que exigir eso, ese es un principio básico, que nos queremos
profesionalizar pero también tenemos que cobrar como profesionales y ser profesionales
respetados (P2, G5, 324).
Consideran que esta formación inicial puede ser en Educación Social o en otras titulaciones
de lo social:
Pero educador, ¿qué formación?, yo creo que un poco de todo, en muchos niveles, o sea,
yo lo veo con mis compañeras, cada una somos una cosa diferente, de titulación, y yo creo
que nos ayuda, porque a mí ciertos conocimientos de psicología me son muy útiles a la
hora de trabajar con los niños como educadora (P39, G8, 266).
¿Cuánta gente hay trabajando como educador que no tiene la formación adecuada que
tenemos los educadores sociales, que tampoco es buena 100%? (P5, G5, 313).
Para otras educadoras de los grupos de discusión, los conocimientos necesarios para el
ejercicio de la profesión se adquieren a través de la experiencia, no siendo imprescindible
una formación académica:
Los conocimientos necesarios, por supuesto, a nivel que te va dando la vida (P9, G5, 317).
Hay gente que es buena educadora sin necesidad de mucha formación (P39, G8, 272).
Yo no digo que no haga falta una formación, lo que estoy diciendo es que hay gente que
es buena educadora sin necesidad de tener unos conocimientos teóricos, que no los haya
aprendido en la universidad, formales, que los tiene porque los tiene, igual que pasa con
otra gente que tiene mucha habilidad y no necesita hacer a lo mejor una historia para
saber más que otra que lo ha hecho (P39, G8, 274).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Además de la formación inicial, las educadoras entienden que precisan de una formación
continua, ya que las situaciones sociales son cambiantes y los problemas que presentan los
niños y las niñas son nuevos. En opinión de Ferrandis et al. (1993), necesitan una formación
permanente que les permita no sólo adquirir conocimientos y técnicas profesionales, sino
el encuentro y el contraste con otras personas que tendrán problemas semejantes a los
suyos.
Los nuevos perfiles de la población acogida exigen una formación y un reciclaje permanente
de las profesionales de la educación. En este sentido, entre las necesidades formativas
destacan el trabajo con adolescentes, con población procedente de la inmigración, con
niños y niñas límite, con minusvalías, problemas de drogodependencias… El problema es
que estamos como aprendiendo a medida que va surgiendo la historia (P35, G8, 263), es
una formación retroactiva.
En esta misma línea se sitúan las recomendaciones del Valedor do Pobo (2007) sobre el 517
personal de los centros residenciales. Se destaca en el informe la necesidad de desarrollar
cursos especializados de formación y reciclaje, sobre todo en relación con los nuevos
perfiles de población acogida.
Las educadoras consideran que se ofrece menos formación específica para este sector
de la que se debiera. Al margen de que alguna entidad realice cursos destinados a su
personal, cada uno se “busca la vida”. Asimismo, según su parecer, el tipo de formación
que se está ofertando no es la adecuada a sus necesidades:
Yo estoy harta de ir a cursos donde viene alguien que se cree que estás en la Universidad y se
cree que estás haciendo una asignatura de no sé qué. La formación para los profesionales…
hay que partir de que son profesionales, de que están trabajando en ciertas áreas y que
tienen problemas. Yo creo que sí, que la formación para un educador o para alguien de este
ámbito de lo social, tiene que ser de alguien que esté viviendo eso y que esté estudiando
eso desde su trabajo, igual que hay en otros ámbitos (…) Pero el problema es que la gente
que da formación en educación o para ciertas cosas, no sabe, o sea sí sabe mucha teoría
pero no sabe, no sabe (P39, G8, 266).
Yo cuando hablabas sobre la profesión yo encuentro que nuestra profesión debe de existir
una intencionalidad que de hecho ya ha salido aquí todo el rato y yo baso esa intencionalidad
en qué objetivos quiero conseguir, pero para ello trabajamos la observación, analizamos,
interactuamos, buscamos, compartimos con ellos, y después esperamos un resultado (P15,
G6, 097).
Mucho valor, que te guste, vocación. Tiene que ser… es que sino no aguantas (P41, G8,
270).
No tenemos tanta creatividad, que nuestro trabajo la requiere, para salir al paso con las
estrategias (P26, G7, 103).
Tenemos que ser referente de equilibrio emocional y de estabilidad (P17, G6, 005).
Disponibilidad, valores, persona, trato, habilidades interpersonales y tal (P2, G5, 321).
Por un lado, ellos tienen que percibir la incondicionalidad, nuestra dedicación incondicional
hacia ellos, nuestra aceptación incondicional, sin discriminación, con equidad (P17, G6,
005).
Destacan también la importancia de la confianza plena en las posibilidades del otro, sin la
que no se pueden iniciar procesos educativos. Pero también es necesario ser conscientes de
que la infancia tiene un espacio propio de decisión y otras vivencias distintas a las que se le
proponen desde un contexto educativo. Si no se tiene en cuenta esto, se puede enfermar
de educabilidad (Meirieu, 2001), es decir, “se puede caer en una especie de omnipotencia
del agente educativo sobre la persona que se educa y, al mismo tiempo, en una exigencia
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Si no te implicas pues al final no sé, puedes ser un guardador, puedes ser un director de una
de las tal, pero hay algo más que no das conseguido (P14, G6, 052).
Es que te tienes que implicar, te tienes que implicar, si no te implicas en todos los aspectos,
el niño no ve una empatía, no ve un feedback, no ve una ida y vuelta. O sea, tú tienes que
verte con ida y vuelta. O sea, si tú no le das afecto, él no te puede dar afecto a ti; si tú no
le cuentas parte de ti, quién eres tú, él no te va a contar a ti (P14, G6, 041).
Una persona que no manifiesta confianza, es decir, cariño, difícilmente va a ser un referente
positivo para un menor (P9, G5, 030).
Eso es una opción personal de cada uno. Yo en mi contrato cuando firmo no me pone, te
tienes que implicar afectivamente, no (P13, G6, 045).
Capítulo 4
Entiende el autor que “a falta de una regulación histórica de la formación requerida pero
existiendo una gran tradición de entrega y militantismo, las educadoras han tendido,
históricamente, a sobrevalorar la experiencia, la entrega, etc.” (Ayerbe, 2000, p.61).
Añaden Giménez-Salinas y Puig (1992, pp.197-198) que “hoy en día lo que se demanda
al educador no se puede, ni de lejos, cumplir únicamente con una buena predisposición y
cualidades personales. Los planteamientos actuales de intervención con la infancia tienen
una serie de exigencias de conocimientos, actitudes y habilidades que los profesionales
que se dediquen han de cumplir”.
Yo creo que es un error que por la planificación, por estar unidos y tal, nos acabemos
autocensurando a nosotros mismos como educadores. Pienso que no, cada uno tiene que
ver que el mundo es plural, es que hay muchas formas de verlo, y que nadie tiene la verdad
absoluta (P12, G2, 130).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Pero tampoco hay que ser uniformados, creo yo, tampoco hay que ser profesionales
uniformados que todo el equipo educativo sea igual, piense lo mismo… (P36, G4, 156).
Yo pienso que estamos implicados y estamos siendo un poquito padres de ellos. Queramos
llamarle como queramos, pero no somos educadores, somos más que educadores, pienso,
somos personas muy implicadas que llevamos los problemas dentro de nosotros y que
no podemos desconectar, y que a veces nos quitan el sueño, como a cualquier madre o a
cualquier padre, o por lo menos a mí me parece, no sé si estáis de acuerdo o… (P16, G6,
061).
521
Más que trabajar vivo, porque lo siento así, es más que un trabajo es una opción personal,
una elección. A veces hay gente que dice que esto parece místico, religioso, no sé qué,
pero es una forma de vida, vivo con los niños, con mi familia, con mis amigos, dentro de un
grupo de trabajo, de educación, de formación, de convivencia (P14, G2, 002).
Yo pienso que lo transmites, vives para los niños, con los niños (P16, G2, 089).
Trabajamos con todas nuestras ganas y todo nuestro empeño (P27, G2, 041).
Para mí no quiere decir que cuando abandonan un recurso, abandonan mi vida, si forman
parte de mi vida. Y es una opción muy personal (P9, G5, 030).
La educadora profesional es la que planifica, la que organiza, la que establece una relación
laboral, la educadora en horario de trabajo:
Habrá otros que puedan ser educadores que hagan muy buenas programaciones, que
hacen muy buen trabajo para que después los que se implican lo hagan. O sea, a lo mejor
puede haber educadores que sean muy buenos, eso, que hagan una programación muy
buena, que hagan un trabajo de tal, pues vamos a organizar este mes, o vamos… (P14,
G6, 069).
Claro, y eso a lo mejor lo hacen bien, pero esos más que educadores son organizadores de
lo que los educadores, como nosotros lo vemos, tienen que hacer (P14, G6, 071).
Capítulo 4
Yo creo que la cuestión es cómo entiendes el trabajo. Si es una cuestión laboral horaria, si
quiero al niño de 4 a 8 o lo quiero con todo su futuro, con todas las patrañadas. Es decir,
si es una relación vital o una relación de horario monetaria (P12, G2, 075).
Ese educador que no se implica, que cumple simplemente las horas, de 6 a 12 (P16, G6,
067).
Encontramos también otros tres estilos diferentes en función del tipo de relación que se
establece con la infancia. Una relación vertical de arriba-abajo, en la que la educadora
soluciona, elabora su futuro, manda, decide… En este caso, la educadora supone que lo
que es válido para ella lo es necesariamente para el niño y la niña. Actúa de manera rígida,
personalista, impidiendo que aprenda a tomar decisiones sobre lo que le afecta y creando
fuertes lazos de dependencia (Ferrandis et al., 1993). Podemos encontrar cierta sintonía
con este estilo cuando escuchamos expresiones del tipo:
Les estamos elaborando un posible futuro (P11, G2, 115).
A la hora que abrimos la mano, los límites están aquí igual, por mucho que yo sea así
contigo en determinados momentos, recuerda que yo soy aquí el que manda, soy el
educador (P5, G5, 042).
Que el niño dé opinión, vale, pero decidir, decidimos nosotros (P13, G6, 024).
O una relación horizontal, en la que la educadora debe facilitar a los menores los recursos
necesarios para desarrollarse en un medio social que exige unas pautas de conductas
determinadas. En este caso, la educadora acepta que el niño y la niña tiene sus propios
métodos para acercarse a la realidad, sus propios puntos de vista sobre el mundo. Se trata
de “intentar mejorar la capacidad de observación y escucha, para, colocándonos en una
perspectiva distinta, intuir su nivel de funcionamiento” (Vallina, 1999, p.139). Según la
autora, la función de la educadora se dirige a: aumentar la capacidad que tienen los niños
y las niñas para poder actuar sobre su propio destino; lograr que desde su originalidad
infantil puedan sentirse a gusto siendo protagonistas de sus vidas (tomando decisiones
y responsabilizándose de ellas); entroncar el proceso evolutivo infantil en un proceso de
maduración integral y liberador. En esta perspectiva se situarían algunos comentarios de
las educadoras:
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
De todas formas pienso que es según el modelo educativo que cada uno adopte. Uno
puede adoptar que como educador puede asumir el destino mejor que uno entiende para
el niño, y otro puede adoptar que en la comprensión del mundo por parte del niño, él
puede asumir que se equivoque, yo creo que son dos formas de trabajar muy diferentes
(P12, G6, 027).
Hacerlos partícipes de sus vidas que creo que es lo más difícil y lo único que los puede
salvar, realmente que se crean que es su vida y que son ellos los que tienen que vivir su
propia vida y tú eres un instrumento que van a utilizar para conseguirlo (P9, G5, 064).
Otros estilos de ser educador se derivan de las actitudes manifestadas. Romans (2000)
diferencia entre la educadora resignada, la conformista y la creativa. La educadora
resignada destaca por su actitud pasiva, se queja del mal funcionamiento de todo pero no
trabaja para mejorar las cosas. En las siguientes citas encontramos expresiones típicas de
este estilo, tanto manifestadas por las educadoras como criticadas:
Aquí ya no puedes hacer más (P1, G1, 214).
No nos queda más remedio que trabajar de esta forma (P5, G1, 256).
Hay muchos educadores que critican la institución y que no mueven ni un dedo por un
niño. Son los políticamente correctos, porque critican algo que es criticable, como una 523
macroinstitución, pero no mueven un dedo. Críticas que vienen de dentro carecen de
valor, porque si tú quisieras que esto fuese dinámico… Si tienes algo muy importante, que
muchas veces no te restringen en partidas presupuestarias para hacer actividades, puedes
programar un montón de cosas. Y que me digan que no haces… (P37, G4, 093).
Las problemáticas que tenemos son respuesta a que no estamos nada organizados;
hacemos muy poco ruido, nos quejamos mucho pero no hacemos lo que debemos (P22,
G7, 101).
Dentro tienes que ser psicólogo, profesor particular, casi un poco de todo. Que lo tenemos
que hacer y nos toca, pero hoy es de una forma exagerada (P28, G3, 033).
Yo creo realmente que dependerá del tiempo que te haga caso. Si eres pesado, pesado, pesado
y utilizas todos los mecanismos reales que hay, que realmente los hay, se llega (P12, G2, 042).
Pero creo que lo que dice P12 es cierto, si luchas, y dices no, no, que yo he visto esto, esto
y esto, y lo pones por escrito, y lo metes por registro, y dices yo no estoy de acuerdo con
esta situación y tal, al final ellos doblan y dicen, pues vamos a comprobar esto y resulta
que después de comprobar esto se observa que hay esa... (P14, G2, 054).
Entonces va más allá. Si la Administración te dice que no puede seguir estudiando y que
no va a dar ningún tipo de beca ni ayuda y el niño quiere seguir estudiando, seguro que
consigues dinero, o gente que como mecenas apoye al niño (P12, G2, 075).
A estos estilos añadiríamos la educadora que siempre está en contra de todo, que no sabe
trabajar en equipo, la inconformista:
Yo a veces no estoy de acuerdo en determinadas las normas y horarios, con la mayoría
(P1, G1, 131).
Y aún así, mira, nosotros lo hicimos entre todos y es que yo debo ser el grano en el culo
del lugar, entonces estoy prácticamente en contra de todo lo que se decide siempre, con lo
cual para mí el PEC no me vale para nada, y me lo salto todo, el RRI… (P1, G5, 273).
Pero bueno, yo tampoco estoy de acuerdo y de hecho me salto continuamente los horarios,
tan pronto como puedo me salto alguno (P40, G8, 173).
Creo que es una profesión en que hay muchísimas bajas por depresión. Cuidan muy poco
al cuidador, la Administración y los mismos centros (P23, G3, 132).
Estamos intentando conocer a los niños, nos encontramos totalmente solos porque el
equipo de Menores de la Delegación te manda unas pautas pero te ríes tú de las pautas
(P13, G2, 070).
Sí, pero debemos coordinarnos todos. Debe haber una coordinación entre todas las
personas implicadas en esa protección, no nos pueden dejar a nosotros solos (P7, G1,
061).
Estoy de acuerdo con tu opinión y además es optimista y está muy bien, y en la mayoría
de los casos sí y hay que pelearlos, pero hay veces que también te dan una patada en las
narices y te dicen, mira, hasta aquí mando yo (P14, G2, 045).
Y esos son condicionantes, que te encuentras con las manos atadas, porque por más que
haces por… es su padre y tiene derecho a verlo. Y la ley es así y se acabó. Son condicionantes
que tienen mucha trascendencia para los chavales. (P23, G3, 137).
Educación, sí, pero hay que plantearse también ¿qué es lo que hacemos realmente,
aguantar o educar? ¿Qué es lo que hacemos? (P5, G1, 205).
Capítulo 4
Yo creo que educamos al mismo tiempo que aguantamos de más (P6, G1, 210).
Yo a veces, personalmente digo que me encuentro cansada y trabajo más bien vulgarmente
que como profesional, es decir, no tengo fuerzas pues para hacerlo desde esa perspectiva.
Me pierdo un poco en muchas cosas, entonces cuando llega el momento de actuar desde
ahí, desde esa profesionalidad, no actúo desde ahí. Entonces yo muchas veces me evalúo
a mí misma que no estoy contenta conmigo misma (P38, G8, 256).
También es una causa de malestar la forma como la profesional es percibida por los sujetos
de la intervención, como un elemento más de control, la tensión personal que produce
la contradicción implícita del mandato institucional, entre educar y controlar. Y es que el
planteamiento educativo choca con las limitaciones que plantea responder a un encargo
institucional más preocupado por la mera contención social que por la promoción y
emancipación (Vallina, 1999)
Yo a veces me veo, o sea como profesional, me veo como una forma de sacarle problemas
a la sociedad más que como un educador, me ronda en la cabeza constantemente (P27,
G7, 105).
Un chaval hace ruido me lo empaquetan, y es lo que hablaba el otro día, me siento a veces
como un puente, que supongo que es lo que más me duele de mí trabajo, me duele, bueno,
me encanta mi trabajo, pero me desespera un poquito, como un puente en muchísimas
ocasiones entre el chaval que está en la calle, a la gente o que le molesta a cierto alcalde, o
a cierta persona, a cierto colegio o a cierto barrio, entre ese punto y el talego directamente,
por la ayuda que yo veo que tienen al salir y por como se están tratando las cosas, o sea,
en ese sentido estamos bastante disgustados (P27, G7, 105).
La dificultad real en establecer límites entre la vida de las educadoras y la vida de los niños
y las niñas también es señalada como posible fuente de malestar.
El problema a veces para el educador, que hay gente a veces que lo agobia, si no sabe
buscarse tiempos diferenciados, es que lo desgasta, que le absorbe tanto, tanto, tanto su
vida que al final siente que no tiene vida propia. Hay que buscar los tiempos de salir de esa
vorágine, de esa rueda que te lleva a estar permanentemente ahí (P14, G6, 088).
Es que te absorbe, estás allí y te absorben las niñas. Yo es que, por ejemplo, yo por mi
horario de trabajo tengo semanas libres, si estoy una semana de noches a la semana
siguiente estoy libre, pero estoy en casa y estoy, ¡ay no sé qué y tal!, y estás en casa y
piensas y llamas para ver. Llega un momento en que no diferencias, no sabes decir, bueno,
hasta aquí, esta es mi semana libre y desconecto, no desconectas, entonces es lo que dice
P14, 24 horas, pero yo insisto, es opción personal (P13, G6, 093).
A pesar de estos problemas percibidos y sentidos por las educadoras, también expresan
sentimientos positivos de satisfacción profesional, con los que queremos terminar para no
dejar “mal sabor de boca”.
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Creo que se hace un trabajo adecuado, con mil peros y mil necesidades (P22, G3, 089).
Como vengo de otros ámbitos de trabajo pues noto esta diferencia, de hacer un trabajo de
calidad aunque los medios, los recursos, la forma, pues… (P26, G7, 103).
La mayor parte de la experiencia que tengo es positiva, muy positiva (P26, G7, 032).
Yo no me siento mal vista, a mí me parece que estoy bien, trabajando, y me siento querida
en el medio ambiente donde vivo. Me siendo querida y a los niños también los quiero (P16,
G2, 067).
Porque un centro de menores, nuestra casa aquí en X, a nivel familiar es increíble, somos
una familia. Yo vivo en la casa y me siento plenamente en mi casa como en mi familia (P32,
G4, 065).
Evidentemente creo que todos entregamos lo máximo posible y parte del resto que no nos
queda para llegar a cumplir los objetivos que te puedes marcar en un principio (P24, G7,
102).
Luego también creo que nos caracteriza que somos un grupo de muchos deseos que todavía
no los convertimos en realidad, deseos de trabajar con calidad y cada uno hacemos lo 527
mejor que podemos nuestro trabajo (P26, G7, 103).
Síntesis
A lo largo de este apartado dedicado a las profesionales de los centros de protección, se
ha constatado una diferencia importante entre las modalidades de recursos residenciales,
en cuanto a la proporción de personal por niño/a acogido. Se ha mostrado como los
equipamientos privados se encuentran en una situación de clara desventaja respecto de
los públicos. En el siguiente cuadro nº 92 se contraponen los datos de Galicia y de los
centros iniciativa social en relación al total de personal, a los equipos de atención directa,
de servicios y educativo.
Como se puede observar en el cuadro, los recursos privados sólo se sitúan por encima de la
media gallega con respecto al equipo educativo, lo que encuentra explicación al comprobar
que estos equipos están compuestos por el 62,12% del personal, frente al 54,51% si
tenemos en cuenta los datos totales para el conjunto de la Comunidad Autónoma. Y es
que, como se ha visto, la composición de los equipos educativos no sólo está formada por
educadoras, sino también por directoras (el 80,60% de las mismos forman parte de dichos
equipos), subdirectoras (el 100%), auxiliares (el 83,10%) y, en menor medida, por equipo
técnico (el 77,27%). Destaca negativamente que el 4,65% del personal de servicios, sobre
todo en los centros de iniciativa social, también forme parte de los equipos educativos.
La feminización de la profesión es una característica común a todos los equipamientos,
tanto en lo que respecta al equipo directivo (74,32% de mujeres) como, sobre todo, al
educativo (80,19%). En cuanto a la edad, la mayor parte del personal de los equipos
educativos se sitúa en el intervalo 31-40 años (26,39%). Los equipos más jóvenes se
encuentran en los centros de iniciativa social y en las casas de familia –puesto que las
educadoras tienen menos de 31 años en un 37,55% y en un 45,45%, respectivamente–;
así como también los menos experimentados: el 30,91% de las educadoras de las casas
de familia cuenta con menos de 1 año de experiencia y el 75,46% con menos de 6 años;
en los centros de iniciativa social, el 17,42% lleva menos de 1 año trabajando en recursos
residenciales de protección a la infancia y el 64,71% menos de 6 años. Una de las razones
por la que entendemos que son equipos más jóvenes y menos experimentados es porque
las condiciones laborales son peores que en los centros públicos.
En general, en los centros de iniciativa social hay menos personal, desarrollan más funciones
y trabajan durante turnos más largos, tal y como se ha señalado en más de una ocasión por
las educadoras vinculadas a esta tipología de centros durante el desarrollo de los grupos
de discusión. Asimismo, se ha comprobado que esta desventaja se sitúa sobre todo en las
residencias (todas ellas confesionales) y en las casas de familia.
En el desarrollo de los grupos de discusión, las educadoras han dejado constancia de la
influencia negativa de las condiciones laborales en su desarrollo y satisfacción profesional.
Además, situaciones de irregularidad, inestabilidad y reducida retribución económica,
junto a la falta de reconocimiento, contribuyen a mantener la situación de indefinición
profesional en la que consideran que se encuentran.
Cuando se les pregunta por las características que definen su identidad profesional, les
resulta más fácil especificar lo que no son (cuidadoras, vigilantes, policías, padres, madres,
profesoras…), aunque en ocasiones tengan que desarrollar estos roles.
Por otro lado, hemos visto que suelen centrar su perfil profesional en aspectos personales.
A este respecto, compartimos con Ayerbe (2000), la necesidad de acompañar estas
características personales con la preparación técnico-profesional, lo que tan solo es
señalado por una parte de las educadoras, para las que la formación universitaria es
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
fundamental. La otra postura concede más valor a los conocimientos aprendidos a través
de la experiencia.
Incluso se llegó a diferenciar dos perfiles profesionales: la implicada (que definen como
aquella que piensa en los niños y las niñas, que lleva sus problemas dentro, que más
que trabajar vive) y la profesional universitaria, a la que caracterizan por una falta de
compromiso, por cumplir un horario y establecer una relación laboral.
Los datos cuantitativos muestran una realidad en la que la mayor parte de las profesionales
cuentan con titulaciones universitarias. Así, el 24,42% de las directoras y subdirectoras y el
25,93% del equipo educativo, son diplomadas en Educación Social; el 67,56% del equipo
directivo y el 57,64% del educativo disponen de titulaciones enmarcadas en Ciencias de
la Educación; y el 8,11% y el 34,04%, respectivamente, cuentan “otras titulaciones” en
las que se enmarca una gran diversidad. Desde nuestro punto de vista, este último dato
es negativo y, sobre todo, el hecho de que el 2,7% de las directoras y subdirectoras, y el
8,33% del equipo educativo, no cuenten con titulación reconocida oficialmente.
En los grupos de discusión se mostró más acuerdo sobre la necesidad de formación
continua, y la consideración de que no se oferta la suficiente o que no se adecua a sus
necesidades. Sin embargo, los datos cuantitativos informan de una realidad más positiva,
en la que el 64,71% de las entidades facilitan a su personal formación continua, y el 529
44,12% la computan en los contratos laborales. Asimismo, resulta positivo que el 72,06%
de los recursos residenciales ofrezcan supervisión educativa a su personal.
Desde nuestro punto de vista, los poderes públicos deberían exigir que el personal educativo
de los recursos residenciales de protección a la infancia cuente con una cualificación y
unas competencias adecuadas al ejercicio de sus funciones educativas; garantizar una
ratio adecuada; y proporcionar soporte a su desempeño profesional a través de planes de
formación continua y supervisión pedagógica. En cuanto a la cualificación y competencias,
entendemos que la titulación a exigir debe ser el Grado en Educación Social.
Capítulo 4
En el ámbito que nos ocupa, normalizar supone la exigencia de ofrecer una vida cotidiana
organizada de forma que la infancia acogida lleve un estilo de vida similar a otros niños y
niñas de su edad en una sociedad y cultura determinada:
Para mí el objetivo es que el niño sea niño, que el adolescente sea adolescente (P13, G2,
070).
Se trata de crear ese ambiente normalizado para el menor (P25, G3, 074).
Normalizador en el sentido de los niños en mi casa hacen la comida, hacen la cena, van a
la nevera, llaman por teléfono, bajan a la calle, suben… (P31, G4, 072).
Otra cosa, en el centro no tenemos limpiadoras, entonces limpian los chavales, eso es…
una que para mí es una manera de normalizar un poco la vida del centro, porque chico, no
creo que estos chicos, las familias de las que vengan, tengan limpiadora en casa, creo, yo
no la tengo (P8, G5, 158).
En opinión de Fernández y Fuertes (2000), debe ser un entorno que admita y promueva
los principios de flexibilidad de la vida cotidiana, como recurso educativo y de oportunidad
de elección y responsabilización de la infancia en el establecimiento y modificación de
reglas, horarios y actividades, y como posibilidad de disfrutar de situaciones diferentes y
excepcionales; y de coeducación, en cuanto a la presencia de personal educativo de ambos
sexos que sirvan de modelos de interacción, y en relación a la convivencia de menores de
distintas edades y de los dos sexos. Así lo expresan las educadoras:
Tiene que aportar unos modelos de adulto o educador normalizados, un modelo de
convivencia con los otros chicos normalizado, una escolarización, unos horarios, unas
normas, etc. (P8, G1, 067).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Enseñarles a ellos a vivir dentro de unas normas sociales, que nosotros lo que hacemos
muchas veces es normalizar sus actitudes delante de la sociedad (P14, G6, 021).
Para encuadrarla dentro de la sociedad en que vivimos, para que no esté fuera de ella y
por lo menos para que él sepa dónde están los márgenes que la sociedad le va a pedir; que
esté dentro de esos márgenes (P14, G6, 084).
Estos niños van al colegio, al mismo colegio al que van todos los que están en esa zona.
Que quieren tomar una hamburguesa, pues si ellos mismos son responsables y tienen cierta
Capítulo 4
edad… pues van, salen, entran, no tienen que ir… pues vamos todos a la piscina y vamos
los 8 niños que están, a la piscina, con la educadora (P34, G4, 056).
Hombre, que salgan del ambiente en el que están, que no convivan sólo con los del centro,
que los de 12 años no salgan con los de 16 del centro, ni con los de 11; que está bien
salir, pero que tengan amigos fuera, que hagan actividades fuera, que cada uno vaya a su
colegio (P39, G8, 116).
Yo lo que hago mucho es, por ejemplo, cuando van a clase, que vengan a merendar con
los amigos, que vean que es una casa, que no nos comemos a nadie; simplemente hay más
gente y más ruido, pero nada más (P1, G5, 148).
En este sentido, las prácticas de integración y normalización también incluyen los esfuerzos
para evitar el rechazo y la estigmatización de la propia residencia por parte de la comunidad
vecinal. En palabras de las educadoras, se trata de normalizar el contexto, educar a la
gente, sensibilizar, informar, abrir el centro a la comunidad:
Yo quería, señalar que somos agentes de socialización, a parte de ser educadores, y
tenemos que normalizar también el contexto, también hay que educar a la gente (P9, G5,
152).
Yo pienso que esto de lo que estabas hablando, de educar a la gente, que es muy importante,
porque si se hacen tantas campañas de publicidad de poner el cinturón de seguridad o yo
que sé, cualquier otra cosa, ¿por qué…? La Xunta sí que tiene programas de teléfono del
menor, un montón de programas, ¿funcionan, llegan a la gente? (P8, G5, 155).
Una estrategia podría ser abrir un poco el recurso a la sociedad, que también nosotros
muchas veces tenemos mucho miedo. Una vez me pasó, el aniversario del centro, teníamos
problemas con el barrio, yo propuse, pues vamos a hacer una fiesta de puerta abierta y que
venga el barrio, vamos a hacer tortillas, un campeonato de fútbol, que sean los chavales
del barrio y los nuestros… (P2, G5, 147).
Las educadoras señalan como condiciones necesarias para desarrollar estos principios,
el tamaño reducido de los centros; su ubicación próxima a núcleos poblacionales, de
forma que se facilite el contacto social y el uso de recursos comunitarios; el potencial de
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
asimilación del contexto, es decir, cuando “la comunidad tiene el tamaño y los recursos
suficientes para asimilar sin problemas la integración social de los niños” (Fernández y
Fuertes, 2000, p.146), sin que suponga una avalancha (Bowlby, 1982):
A la normalización el contexto también la condiciona muchísimo. Lógicamente, nosotros
con los niños en un piso en el centro de la ciudad, trabajar la normalización es muy sencillo,
te vas a un macrocentro que puede haber en un pueblo y es difícil (P2, G5, 144).
En los macrocentros lo que pasa muchas veces es eso, que el chaval como tiene todo
dentro… (P31, G4, 057).
Yo digo que estar en el centro de la ciudad, vivir en un piso normal, número no sé qué, piso
no sé cuántos, normaliza el 60% de la vida del chaval (P31, G4, 184).
Un ejemplo, nosotros el lugar en que vivimos es una aldea. Bajar al pueblo es complicado
porque las carreteras… menores de 14 años que vienen y me dicen que quieren bajar al
pueblo, pues mi primera respuesta normal sería sí, es bueno para la autonomía, si llega a
unos años y eso estuviera trabajado, pues sí. Y a lo mejor como educador tengo que decir
que no, no por mi relación de educador-niño, sino porque a lo mejor no lo puedo dejar
solo, significa que… Este tipo de historias (P22, G3, 114).
Como todos estaban matriculados en el mismo instituto, eran todos de la misma edad, 535
estaban en el mismo nivel, fue el boom (P5, G5, 146).
Nos podríamos preguntar en qué medida se están desarrollando de forma efectiva los
principios de normalización e integración. En los siguientes comentarios de las educadoras se
esconden realidades que desvelan dificultades para su cumplimiento, por ejemplo, cuando
adolescentes con 18 años tienen que abandonar el sistema de protección e independizarse
como personas adultas autónomas, frente a la realidad actual de nuestra sociedad en la
que la edad media de independización es muy superior; o cuando no pueden desarrollar
actividades propias de chicos y chicas de su edad, como disfrutar de un ocio significativo
y gratificante:
Bueno, nosotros no nos podemos permitir que la autonomía de los chavales de X, 16,
18, 19 años, sea la misma de los chavales que están en su casa. Nosotros tenemos que
darles ahí muchísimo empuje para que salgan adelante y sean autónomos muy rápido,
porque tenemos chavales que están un año. Entonces sí que los acabamos separando,
en experiencias y vivencias, de su grupo de iguales en otras áreas. Estos chavales tienen
que hacer formación ocupacional, trabajar o tal, pero no pueden permitirse muchas otras
cosas (P41, G8, 024).
Hay que redefinir la adolescencia, es decir, vivimos en una sociedad en la que hay
adolescentes de 28 años, que aquí no se marcha nadie de casa hasta los 35 (P22, G3,
045).
Capítulo 4
Ya con los mayores es diferente, pero a algunos niveles van por encima a los niños de su
edad, pero en otros niveles van muy por debajo del resto de los niños (P39, G8, 025).
Porque mis niñas de fin de semana no salen de noche, con 17 años, que a mi me parece
un… (P13, G2, 033).
A esto hay que añadir que, según las educadoras, los niños y niñas acogidas en los centros
se sienten diferentes a la infancia y adolescencia de su edad, lo que se ve reforzado por las
propias dinámicas de discreción que se adoptan en algunos centros. ¿Cómo no se van a
sentir diferentes si las propias educadoras manifiestan su preferencia a ocultar, e incluso se
hacen pasar por familiares en su relación con otras profesionales?:
Normalmente los niños cuando entran en un centro, sea de las características que sea,
aunque sea en un hotel, ellos mismos lo sienten. Me parece muy peligroso cómo lo vivan de
cara a un grupo de iguales. Porque realmente es un estigma que ellos llevan dentro auque
tú no se lo estés transmitiendo y que ellos tienen que enfrentarse. Mientras sus compañeros
están hablando de: voy para casa, voy a hacer no sé que, mi padre, mi tío… porque bueno,
las familias sabemos que están en movilidad constante. Pero ellos se tienen que enfrentar,
fuera de lo que es la entidad, a un mundo en que lo normal no es hablar de mi educador,
mi grupo de no sé que… Eso es lo que ellos llevan dentro. Es un trabajo nuestro, que hay
trabajar psicológicamente con ese niño para que llegue a entender esa situación (P21, G3,
081).
Depende de lo discretos que seamos y de la discreción del chaval también. No tiene por
que ser… De hecho cuando podemos escaquear que el chaval está en el centro, a no
ser que sea un chaval muy peligroso y que tengamos que dar un dato por seguridad, lo
escaqueamos (P28, G3, 075).
Entre los 16 y los 21 tú vas a buscar trabajo y puedes buscar como educador, y vas y dices
“soy de Mentor, este niño está en un centro de menores”, o eres la prima. O vas al médico
y dices, me apellido Fernández, qué casualidad, vengo aquí como la prima… (P35, G4,
076).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Realmente cada uno llega con sus vivencias. Nosotros trabajamos con adolescentes y no
hay vivencias iguales, no hay situaciones iguales, entonces la labor educativa se trabaja a
través de la individualidad, cosa que a veces nos cuesta mucho (P15, G2, 017).
537
Cada uno y cada una es un mundo, con lo cual no sirve lo mismo (P9, G5, 064).
Ahí es donde también le explicas que cada cual es distinto (P36, G8, 177).
Yo diría que algo fundamental es partir de lo que el niño necesita (P4, G1, 189).
Proteger a los niños y ofrecerles lo que cada uno necesita, que no es ofrecerles una serie de
recursos que el centro tiene desde un primer momento. Porque a mí me parece que en este
trabajo la atención personalizada es una clave fundamental, porque cada realidad es un
mundo y las problemáticas son diferentes. Para mí éste es nuestro reto como educadores,
el saber acercarme a cada chaval (P26, G3, 038).
Adaptarnos a las necesidades y características de cada menor (…) Tengo que trabajar
todas las áreas pero lógicamente siempre hay algo que tienes que potenciar por las
características de niño (P2, G1, 140).
Capítulo 4
Y no sólo supone conocer, adaptarnos, partir de, atender a las necesidades particulares de
cada niño/a, sino también a sus capacidades, sus expectativas, sus preferencias, etcétera.
Implica, pues, la necesidad de conocer a la población acogida:
Buscar lo que cada uno puede hacer, qué habilidades (P26, G3, 071).
Yo creo que lo primero es caso por caso, vamos en mi forma de ver. Son 6 plazas, trabajas
con 6 chavales y cada caso trae su biografía personal, que primero tienes que trabajar la
aceptación de la biografía, decir que a partir de aquí trabajamos; vamos a intentar trabajar
con el pasado lo que haya que trabajar, pero tampoco estar con temas que deben ser
superados, entre otras cosas porque cuando llegan con 16 y se pueden ir con 18, y cuando
llegan con 18, no hay mucho tiempo ya, entonces empezar a trabajar las capacidades del
propio chaval, las motivaciones del propio chaval, las expectativas que tenga el chaval y
luego lo que tú ves que puede dar (…) Entonces yo creo que conocer un poco al chaval,
llegar a un compromiso con el chaval que es importantísimo y empezar a trabajar, además
rápido y corriendo, porque no da tiempo a más. Por lo menos es lo que vivimos nosotros
(P35, G8, 123).
Quiero decir, lo primero conocerlos físicamente. Después conocer cuáles son sus gustos, qué
música le gusta, si le gusta el deporte, qué deporte le gusta, quiero decir, un conocimiento
global del chaval, no algo tan, de escala de observación (P8, G5, 216).
Hay cosas que no están impuestas y que funcionan, pues eso, en cuanto a los gustos, las
preferencias y el respeto de la individualidad de cada uno (P23, G7, 051).
Pero dentro del propio centro sí podemos trabajar la individualización, sobre todo, un
poco, siendo flexibles, quiero decir, se parte del conocimiento del niño, eso es lo primero,
porque si no conoces al niño no puedes individualizar nada, porque no sabes lo que tienes
que individualizar. Y después siendo flexibles, quiero decir, yo sé que a este niño le gusta
mucho el fútbol y ahora estamos en el mundial y el partido acaba a las 23:15, pues a mí
qué me importa que acabe de ver el fútbol (P8, G5, 203).
Yo creo importante que las normas no son algo inamovible, que según el niño habrá que
modificar las normas para determinadas cosas o según el momento, según la edad del
niño (P32, G8, 164).
Nosotros en nuestro centro, desde luego, está prohibido que vayan al mismo centro
de enseñanza. Es muy difícil. No queremos que practiquen las mismas actividades
extraescolares. Intentamos que cada uno elija lo que quiere hacer, cada uno, es decir, que
empiecen a ser uno, y no sean cincuenta (P9, G5, 198).
Que tengan unas vidas diferentes cada uno de los chavales, que no por estar en el mismo
ámbito y en una misma residencia y con los mismos educadores tengan todos la misma
539
vida, pues todos en el mismo curso, todos en… eso pasa mucho también (P41, G8, 175).
Algunas prácticas que permiten reconocer este principio son, según las educadoras, la
planificación individual del trabajo a partir de una evaluación que permita tener un conocimiento
global de cada niño y niña, para lo que emplean la observación y la entrevista:
Primero hacer una valoración lo más global que puedas y luego, pues depende… o a lo
mejor con ese chico hay que trabajar… pues integrarlo en un instituto y la escolarización
obligatoria, si ese es el principal objetivo, porque es un problema de absentismo escolar;
o conseguir cuanto antes que se normalice la situación para que este chico pueda volver
a casa… Es que son tan variados los objetivos a alcanzar con determinados chicos... Otro
chico pues que es imposible su inserción familiar por motivos x y lo que hay que trabajar es la
preparación en el mundo laboral, la vida activa, autonomía personal para… (P8, G1, 219).
No es lo mismo la educación con un niño como con otro, a veces es totalmente distinta,
utilizando las mismas normas, y el mismo contexto, y el mismo nivel de participación, a
lo mejor con un niño pretendes que controle sus impulsos y con otro pretendes que tenga
impulsos y esto en el mismo momento (P36, G8, 177).
Pues yo creo que exige una mayor implicación, quiero decir, porque tienes que tratar de
conocer verdaderamente a cada uno de los chavales con los que trabajas, eso te cuesta
tiempo y esfuerzo de entrevistas, de dedicación, de observación… Y luego de implicar un
mayor manejo de estrategias (…) o tienes más recursos, quiero decir, si tienes más personal
pues lo puedes hacer, sin tanto personal pues yo digo, chico, de 4 a 5 estudio en la sala
común, todo el mundo ahí sentado (P8, G5, 212).
Nosotros desde nuestra asociación decimos, pues si esto mejora económicamente en lugar
de atender 8 niños, atenderemos a 6. No aumentaremos el número de gente. ¿Para qué?,
para poder vivir más cercano con 6 y no con 8. ¿Para qué?, para que los resultados puedan
ser mejores, para que los objetivos se puedan conseguir más (…) porque si tienes 8 para 3
es distinto que si tienes 6 para 3, porque tienes posibilidad de invertir más horas, de estar
más a solas con él, de llevarlo al partido de tenis, donde a él le gusta jugar un poco al tenis,
o al partido de fútbol y llevarlo a él sólo, no tener que llevar a dos o tres más, por qué,
porque los otros van a estar también atendidos más individualizadamente (P14, G6, 101).
Yo creo que es distinto, a lo mejor al juntar una residencia de 30-40 niños de todas las
edades, es distinto, donde incluso, sin ánimo de negativizar nada, donde hay la rotación
de turnos, eso a los niños les implica más dificultades. No hay una atención particularizada
como puede ser una casa de familia y no estoy tratando de defender ningún tipo de
institución (P14, G2, 007).
Depende del centro, a más grande menos flexibilidad y a más pequeño más flexibilidad
(P39, G8, 171).
13.1.3 Participación
La participación constituye una de las tres “pes” –junto con provisión y protección– que
resumen el contenido de la Convención sobre las Naciones Unidas sobre los Derechos de
la infancia de 1989. Refiere el derecho a la libertad de expresión, de pensamiento y de
conciencia (artículos 13 y 14); a expresar sus opiniones por sí misma en los asuntos que le
afecten, a ser escuchada y a que se tengan en cuenta sus pareceres en todo procedimiento
judicial o administrativo, siempre en función de su edad y madurez (artículos 9.2 y 12.1); y
la libertad de asociación y de celebrar reuniones pacíficas (art.15). Como derecho explícito
aparece recogido tan sólo en el artículo 23 referido a la infancia con discapacidades.
Se le reconoce como el derecho más novedoso pero el menos desarrollado en la práctica
(Gaitán, 2006); un principio que todo el mundo invoca, pero que tiene significados y
contenidos diferentes para cada cual, con el que se puede hacer mucha demagogia y retórica
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
vacía (Trilla y Novella, 2001). En palabras de Casas (1998, p.269) “hace falta desarrollar
nuevas formas de presencia del niño y la niña en nuestra sociedad, nuevas formas de estar
con ellos, de escucharles, de tenerles en cuenta, y de considerarles explícitamente como
sujetos de derechos; y también nuevas formas que les posibiliten asumir responsabilidades
individuales y sociales paulatinamente, en función de sus capacidades y competencias”.
Y es que la participación se concibe como un factor decisivo para la cohesión social y
para una convivencia democrática acorde con los valores de una sociedad multicultural
y los principios de la tolerancia, la justicia y la solidaridad; como una forma de practicar
la ciudadanía; como una metodología para la promoción de la competencia personal y
social, el desarrollo de la autonomía y la responsabilidad; etc. En suma, dicen Gordaliza y
Planas (1996), la participación es un valor optimizador, un hecho educativo en sí mismo.
Como se puede ver, son conceptos íntimamente asociados a la participación, el compromiso,
la implicación, la responsabilidad y la autonomía. Participar implica estar presente y
tomar parte activa en el proceso educativo y vital en general, como sujeto responsable y
protagonista. Las educadoras consideran que en el ámbito de protección es un objetivo
imprescindible y uno de los más difíciles de alcanzar:
Hacerlos partícipes de sus vidas que creo que es lo más difícil y lo único que los puede
salvar, realmente que se crean que es su vida y que son ellos los que tienen que vivir su
541
propia vida y tú eres un instrumento que van a utilizar para conseguirlo (P9, G5, 064).
Tienen que ser partícipes, y yo iría un poco más allá, tienen que ser protagonistas en todo
lo que hacen ellos (P2, G5, 069).
Uno de los mayores problemas que tienen los niños es que creen que son las circunstancias
de fuera las que deciden su vida, que no tienen nada que ver, las circunstancias son porque
son así (…) A través de la participación y a través de empezar a responsabilizarse un poco
de las cosas y enterarse de las cosas, es cuando ellos mismos van descubriendo que no,
que precisamente pueden cambiar su realidad, que ellos son partícipes, que tienen más
control sobre sus… (P40, G8, 153).
Pero no toda participación infantil es activa, social, significativa o constructiva. Así lo advierte
el informe de UNICEF (2002) al señalar que, aunque haya sido concebida por personas
adultas con buenas intenciones, se puede convertir en una falta de participación si se
manipula a la infancia, se le utiliza como elementos decorativo o de manera protocolaria,
algo frecuente en diferentes ámbitos particularmente institucionales y comunitarios.
Un ejemplo de estas situaciones lo encontramos en la siguiente conversación entre dos
educadores:
Maravillosa sería la visión de que el niño va decidiendo, pero va decidiendo según nosotros
le vamos llevando la oreja, según le vamos hablando al niño (P14, G2, 134).
Pero le vas dando pautas para que vaya eligiendo en una dirección cuando viene sin pautas.
Si no le das tú un camino un poco masticado, él no da elegido (P14, G2, 136).
No quiero decir que no sea muy importante elaborar un proyecto con el menor, pero
realmente es una forma de que él sea más protagonista de su vida, al leer un informe que
está hablando de mí y a ver qué cuentas. Yo veo la importancia ahí, no la importancia de
que él vaya a entender o le importe demasiado. A él lo que le importa es poder firmar algo
que es suyo, y como eso yo creo que se podrían hacer muchas más cosas (P9, G5, 187).
Todas estas consideraciones, en opinión de Casas (1998), conllevan una serie de preguntas
a las que hay que dar respuesta: qué niños y niñas tienen capacidad para participar en
determinados aspectos de la vida social; a partir de qué edad; cómo se evalúa su madurez
o responsabilidad; en qué lugares o espacios pueden participar; con qué intensidad
(recibir información, elaborar información, tomar decisiones, ejecutar decisiones, controlar
decisiones…); etc. En relación con esta última cuestión, la participación puede incluir una
amplia gama de acciones: buscar información, expresar ideas, intervenir en actividades y
procesos, ser informado y consultado en la toma de decisiones, iniciar ideas, procesos,
propuestas y proyectos, analizar situaciones y elegir entre varias opciones, etc. (UNICEF,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
2002, p.4). Casas lo concreta en siete niveles funcionales de participación: estar informado/a,
ser escuchado/a, ser consultado/a, tomar decisiones dialogadas, negociar consensos,
compartir decisiones y aceptar y respetar las decisiones tomadas por la infancia. Para cada
uno de estos niveles encontramos ejemplificaciones en las aportaciones de las educadoras
de los grupos de discusión sobre su forma de concebir y desarrollar este principio.
El primer nivel se correspondería con lo que Panchón (1998) define como principio de
claridad de estatus, o derecho a estar informado del porqué de la intervención, de la
situación actual y de alternativas posibles. Necesitamos información para ser capaces
realmente de participar en algo. En este primer estadio se quedan muchas de las prácticas
de las educadoras respecto de la participación:
Pienso que los chavales tienen derecho a leer y a saber todo lo que les ocurre o que afecta
a su vida (P8, G1, 197).
Por eso son partícipes, porque saben que vas a trabajar eso (P23, G7, 054).
Puede ser que se te venga todo al traste. Con estos niños a lo mejor funciona más el
trabajo informal (P5, G5, 189).
Yo soy partidario de leerle los informes, que cada 3 meses va el informe de seguimiento:
“mira aquí pasa esto, en el área social de convivencia pasa esto, por qué, porque tu
situación niño está así, así, así, sabes que no miento, no me callo, porque si me callo
te perjudico a ti, me perjudico a mí como profesional y no puede ser, y va así, si quieres
mejorar esto, si quieres un informe más positivo dentro de 3 semanas, mójate y yo emito
un informe comentando tu situación, cómo mejoró y cómo está yendo, en ese momento,
para intentar suavizar este tema “ (P5, G5, 186).
Si es negativo que sepa por qué va un informe negativo al equipo técnico (P5, G1, 198).
El segundo nivel implica una actitud adulta de escucha para animar la participación,
para que el niño/a sienta que merece la pena expresar sus propias opiniones y deseos.
Capítulo 4
Requiere, asimismo, estar atentas a las múltiples y variadas formas que tiene la infancia de
comunicarse, garantizando la libertad de expresión:
Sí, yo creo que necesitan sentirse escuchados, porque creo que es un problema con el que
llegan muchos; que tampoco expresan lo que sienten porque están muy acostumbrados a
que no se les escuche (P6, G5, 006).
Incluso después que ellos mismos tengan la capacidad de expresarse, darle la palabra en
una cita con Menores: “venga, tú que no estás de acuerdo con estar en el centro, vamos
y les cuentas, o les cuentas lo que tú realmente quieres hacer y que lo oigan” (P17, G6,
076).
Yo creo que participan. Son 6, los nuestros son muy poquitos, tenemos 6 que tienen un
educador constantemente allí y hablas todo el tiempo, todo el tiempo con ellos, entonces
la participación yo creo que es total y absoluta, te pueden plantear todas las opciones que
haya (P41, G8, 138).
Bueno, yo realmente como tutor, cuando estoy haciendo el PEI lógicamente me siento a
hablar con él (P2, G5, 185).
Yo por ejemplo, vamos a ver, es complicado, y en algunos casos es cierto que no se hace,
pero en cositas sí que se hace, porque por ejemplo nosotros el PEI, que se supone que
hacemos, es como un trabajo de cara al futuro, una línea de trabajo, y esa línea de trabajo
implica muchas cosas, implica a nivel familiar, a nivel escolar, y sí contamos con la opinión
del menor. Es decir, tú no haces un PEI sin tener entrevistas con el menor y sin tener,
quiero decir, si el menor, él lo que quiere es irse a casa, tú lo escuchas, tú lo hablas con los
técnicos, conoces a la familia, lo hablas con el menor, lo pautas, es posible, no es posible,
y eso es lo que plasmas en el PEI. El deseo del menor quizá no se recoge, si acaso dejamos
algún registro de la entrevista, pero en el PEI no, sería el resumen de lo que él quiere y de
lo que se puede (P8, G5, 179).
Nosotras lo que procuramos es, cuando hay alguna decisión o alguna historia que hay que
tomar por circunstancia X, lo que se suele hacer es hablar con el chaval y decir, mira, tú qué
quieres, para ti qué es lo mejor; con esto no quiero decir que vayamos a conseguir esto que
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
es lo que tú quieres, pero sí que él vea que nos preocupamos y que sí vamos a hacer todo
lo que podamos para que él consiga lo que quiere o lo más cercano a lo que él necesita y
que no se vea solo un poco en esa situación (P39, G8, 151).
Nosotros al principio, al poco tiempo que están en nuestra casa, pues a lo mejor les
dejamos ubicarse un poco, dependiendo también de la edad, les decimos que nos escriban
de dónde vienen y a dónde van, a dónde quieren ir, vamos. Esto para que tengan un tiempo
de reflexión. Y después nos sentamos con él o con ella, o sea, intentamos interpretar
eso conjuntamente, porque a veces te dicen, pues yo quiero ser millonario, entonces ver
esas posibilidades, porque bueno, a lo mejor para ser millonario tal; u otros que son más
realistas, pues quiero volver a mi casa, pues para volver a tu casa hay que cambiar esto y
esto, y esto. Y eso se va revisando cada cierto tiempo, de decir, pues mira, de lo que querías
llegaste aquí, o ¿ahora quieres cambiar lo que querías?, o cosas así. Eso a nivel individual
(P36, G8, 152).
En el cuarto nivel de participación Casas (1998) sitúa las decisiones dialogadas, como un
paso más en el que se tienen en cuenta las opiniones, y se analizan y discuten el porqué
son o no aceptadas:
Si al chaval no le explicamos, si estamos hablando de que la educación pensada,
planificada… y de que hay que preparar al chaval para la autonomía, para una vida 545
adulta… y estás tomando las decisiones sobre su vida y el chaval va de aquí para allá y
no sabe ni por qué, en ningún momento se va a hacer responsable de sus actos (P8, G1,
199).
Yo creo que en eso también es importante la comunicación, porque nosotros tenemos niños
más pequeños, o sea, decides tú un montón de cosas, pero yo creo que lo importante es que
ellos tengan claro que siempre pueden dar su opinión y que su opinión en ciertos momentos
cuenta (…) ellos se dan cuenta de que pueden comunicarse, que pueden expresar lo que
sienten, y que si se puede hacer lo que ellos quieren pues se hace y se les toma en cuenta (…)
Hay en muchas que no se puede, pero ellos se expresan, dicen lo que sienten y tú le explicas,
pues no puede ser por esto, por esto y por esto. Y entonces yo creo que es crear un ambiente
de comunicación, donde se puedan ir expresando (P32, G8, 154).
Más que participación, bueno… a parte de participación también la negociación (P23, G7,
051).
Yo diría que algo fundamental es partir de lo que el niño necesita. Que sea él quien demande
lo que también necesita, porque tiene unas vivencias, unas condiciones, y entonces tenemos
que buscar la manera de trazar unos objetivos que él crea útiles (P4, G1, 189).
El niño está esperando a que tú le digas. No, dime tú una hora y entonces negociamos (P8,
G5, 174).
¿A dónde nos llevas hoy?, cómo que a dónde os llevo hoy, ¿qué queréis hacer hoy por la
tarde? (P2, G5, 171).
Incluso participan a veces, que lo tengo hecho, cuando hay un problema importante, un
follón importante, en la cuestión de las responsabilidades de cada uno; vamos a ver, pasó
esto, vosotros qué creéis que consecuencias tiene actuar así; e incluso los castigos, pues por
hacer esto tal, qué creéis que tiene que pasar aquí, pues quedarse sin televisión, quedarse
sin películas; incluso ellos mismos son los que te dicen las consecuencias que puede tener
esa cuestión, y se vota y se acepta (P24, G7, 052).
Sí, pero yo a lo mejor lo que dices, que puedan ser partícipes de algo de la vida del centro
es muy importante, porque ellos han tomado parte ahí. Para mí otra cosa es implicar
al grupo, es decir, son un grupo educativo. Nosotros funcionamos también en esa línea,
es decir, cuando hay un conflicto que afecta un poco a todos, pues en plan asamblea,
porque lo más fácil es que tomes tú la decisión y tú eres el chivo expiatorio y que malo
eres que decidiste esto; pues no, vamos a decidirlo entre todos, ha pasado esto, tenemos
un problema y hay que arreglarlo, y entre todos vamos a decidir cómo se soluciona. Que
todos se impliquen en la vida… (P8, G5, 177).
Finalmente, aceptar y respetar las decisiones tomadas por la infancia se sitúa en el último
nivel de participación, aunque no todas las educadoras están de acuerdo con que los niños
y las niñas puedan tomar decisiones:
Que el niño lo sepa, pero bueno, ya lo de que los niños decidan… o sea, que el niño dé
opinión, vale, pero decidir, decidimos nosotros (P13, G6, 024).
Este nivel implica, por parte de la infancia, asumir riesgos y errores –de lo que también
se aprende– y, por parte de la educadora, aceptar su autonomía y permitir que se
equivoque:
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
En la línea de lo que decía P2, yo creo que eso es muy importante, y eso es otra cosa que
tenemos que trabajar los educadores con nosotros mismos, la capacidad de aguantar
que un chaval tome la iniciativa, que haga esto y se equivoque; tú sabes que se está
equivocando y lo tienes que dejar. Eso es muy duro y hay que… (P8, G5, 069).
Pero me parece que ese es un trabajo también muy importante, el permitir que se
equivoquen en las decisiones que van tomando, porque si no, actúan porque tú les dices,
pero no llegan a convencerse de que es la mejor forma de actuar (P26, G7, 025).
Es que no nos sirve de nada coger y decir el curso de formación X tal; no va a funcionar
nunca si no le gusta (P41, G7, 030).
547
Con referencia a lo que estábamos hablando de alargar la etapa de la adolescencia,
nosotros por ejemplo, trabajamos con un equipo educativo que debe redefinir con el niño
paso a eso o paso a esta vida que es la autonomía plena (P22, G3, 057).
Para mí también sería muy importante que en las edades de 12, 14 años que los niños
pudiesen decidir si ir los fines de semana a su casa o no, yo creo que en algunos casos es
contraproducente (P11, G6, 023).
No, yo creo que aunque… Yo tengo ahora mismo un niño con 10 años, con un auto judicial
y estamos haciendo lo contrario que dice el auto judicial, y el que abandera esa decisión
es el niño de 10 años y no tiene ni derecho a ser escuchado y es capaz de hacerla. No es
sólo capaz de hacerlo, es que lo está haciendo contra toda la patraña de abogados, una
familia… bueno, y lo está haciendo. Lo que pasa es que este niño que quiere volver con
su madre, vuelve y cuando está con ella pues es un desastre aquello, pues ese es el factor
humano incontrolable que… no sé, yo creo que eso… no hay más (P12, G2, 057).
De forma general, Gordaliza y Planas (1996) opinan que la participación debe permitir
la intervención de la infancia en los procesos de planificación, ejecución y evaluación.
En relación con el PEI, el nivel de participación referido por las educadoras se reduce
principalmente a informar de su contenido, a tener en cuenta su opinión o a dialogar
decisiones, fundamentalmente cuando son mayores:
Sí, sí a partir de 12 años, más o menos, en unos casos con 10, en otros casos con 15.
Normalmente después de estar configurado todo el PEI, se habla con el chaval, pero
directamente y claramente sobre qué se va… Que él sepa qué se le va a demandar, que
sepa qué queremos conseguir, que sepa… Es decir, hacerle un poco partícipe al niño de
eso, y el chaval ahí te puede decir, pues mira este objetivo yo no considero que sea así. Una
vez planteado eso, el chaval es susceptible de hacer comentarios y eso se recoge en actas
(P22, G7, 073).
Lo que siempre hacemos es tener al niño en perspectiva con todo lo que se le conoce,
entonces sí que se intenta adecuar, y aunque no sea de manera formal dentro de esa
reunión, sí que se escucha y se atiende a las demandas de forma informal, no tan formal
(P21, G7, 065).
Tratas de plasmar ahí lo que vas escuchando día a día y lo que ellos te van demandando y
pidiendo o sugiriendo, o que le vas viendo, estas actitudes o marcar más… Pues a lo mejor
a un niño le tienes que marcar más el área higiénica, porque no tiene hábitos de ducha,
de lavarse, de no sé qué y a lo mejor se comporta bien, no tiene problemas de conducta,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
de relacionarse con los demás, entonces un poco con cada niño vas mirando… (P24, G7,
069).
Nosotros el punto de partida para elaborar los PEIs es el diálogo con los chavales, para
conocer su realidad; si son mayores decir, bueno, qué dificultades son las que tienes, qué es
lo que podemos trabajar… Ellos no están cuando hacemos los PEIs, pero sí que hacemos
ese diálogo y la observación también, por que hay cosas en las que ellos no caen en la
cuenta y sin embargo es el objetivo primordial y decimos, mira, esto también lo vamos a
trabajar (P26, G7, 074).
Como se puede observar, los niños y las niñas acogidas no participan directamente en su
elaboración, sin embargo constituye una demanda explícita:
Llevo años defendiendo que el PEI hay que hacerlo con el menor, a partir de una edad
determinada. A mí se me prohíbe enseñar los PEIs al menor, a veces me lo salto, tengo
niños mayores que hago el PEI con ellos, yo es que no me voy a plantear un objetivo que
tú no estés de acuerdo con el objetivo. Cómo coño voy a alcanzar ese objetivo si es mío el
objetivo (P1, G1, 190).
Incluso, hasta podrían elegir a la educadora que va a desarrollar las funciones de tutora:
Normalmente los niños, por lo menos pasa en la casa, somos tres nada más, y hay niños
que empatizan más con un educador o con otro, con sus características. Y ellos un poco
son los que van decidiendo a veces… Desde la Administración nos dicen, bueno ¿vosotros
tenéis de alguna manera asignados a los niños? y dices no, quienes nos asignan son los
niños, nos asignan un educador, más que el educador asignar el niño que le toca (P14, G6,
052).
En cuanto al ámbito de vida colectiva, las cuestiones en las que participan los niños y las
niñas se refieren principalmente a la regulación de la convivencia en lo que respecta a la
distribución de las tareas cotidianas, a la resolución conjunta de conflictos y a la elaboración
de las normas de convivencia. Las educadoras demandan más capacidad de participación
en este último aspecto:
A mí, por ejemplo, en nuestro centro, por la forma de funcionar y la tipología de centro
que es, se ve muy claro lo que es participación. Los menores viven en casas iguales, y a
pesar de que hay unas normas comunes, sí hay particularidades no iguales en cada hogar;
esas particularidades están marcadas sobre todo por los menores que viven en ese hogar.
Cualquier tipo de norma o de intento de normalizar la vida normal de la casa, es decir, las
Capítulo 4
tareas del hogar… Las tareas del hogar está claro que es una norma consensuada por
todo el mundo y se debe hacer en toda… Sin embargo, en cada casa, en cada hogar, se
hace de una forma diferente de otra, o que los menores y los educadores de ese hogar
decidieron hacer… (P22, G7, 050).
Nosotros por ejemplo, en nuestra casa, cuando entra un niño nuevo que va a participar de
las tareas, pues entre ellos elaboran el horario, el reparto de tareas, mediando porque a
veces hay abusos (…) además lo hacen mucho más rápido que nosotros (…) Y todo esto lo
hay que redefinir cada vez que entra uno, que puede participar (P36, G7, 147).
Sin ir más lejos y a raíz de lo que dijo P23, pues que los propios alumnos creen las normas
de convivencia, que creen ellos los criterios con los que van a convivir y que se establezca
pues un contrato de conducta (P25, G7, 020).
Nosotros en el centro estamos haciendo un proyecto, que normalmente las normas del
centro vienen un poco puestas o dadas, incluso a los educadores (…) Entonces fomentar
la autonomía, pero fomentar la autonomía de decir, si pretendemos ser autónomos,
si pretendemos darles roles de adulto, también tiene que ir cogiendo cuotas en el
funcionamiento del propio centro; que muchas veces los centros pecan, o pecamos, de que
hay ciertas cuotas donde los menores que conviven y con los que trabajamos, no llegan. Y
a mí me cuesta entender por qué un niño o una serie de niños no puede opinar, comentar,
incluso permitirle ciertas decisiones tomadas en los centros, ciertas historias de ese tipo
que les puede ayudar (P22, G7, 021).
historias. Por ejemplo, implicar a los técnicos en reuniones de equipo donde haya una
persona que represente a los niños (P9, G5, 165).
Para favorecer y potenciar este proceso son necesarios aprendizajes, estructuras, canales de
participación y estar dispuestos a participar (Morán, 2006). En relación con las estructuras
y espacios se pueden diferenciar dos tipos de participación, una más formal u organizada,
canalizada a través de reuniones, asambleas, buzón de sugerencias y órganos formales de
gestión y participación del centro; y otra más informal o espontánea. Morán (p.28) denuncia
“una profusión de la denominada participación institucionalizada, que obedece a la esencia
de la democracia representativa formal, y se define por un alto nivel de formalismo, con
un carácter simbólico y una función legitimadora que abre espacios para la participación
en ámbitos triviales, pero no en los más relevantes”. A esto hay que añadir el hecho de
que en algunos órganos formales de participación, como son los consejos de centro,
la representación de los grupos no es paritaria. En el caso de los centros de protección
propios –para los que la Orden del 1 de agosto de 1996 establece la obligatoriedad de
contar con un consejo de centro como órgano colegiado de coordinación general del
centro– la infancia cuenta con un solo representante frente a cinco adultas (directora,
subdirectora en su caso, representante del personal educativo, representante del personal
de servicios y de la Delegación provincial de la Vicepresidencia). Morán (p.30), refiriéndose
a los centros educativos, considera que “la diferente naturaleza, estatus y representación 551
de los colectivos, la asimetría de poder y la diversidad de intereses, impedirán que esta
estructura participativa pueda ir más allá del formalismo pseudodemocrático”. Existen
ejemplos de estructuras más paritarias como las que se exponen a continuación:
A partir de ahí surgió la idea de hacer un consejo de centro en el que se eligieron dos
representantes de niños, que participan igual que…; estamos un educador, el director, un
personal de servicios y dos niños, y participan en todas las decisiones importantes. Hay
buzones que nos hacen llegar ciertas reclamaciones a nivel anónimo y concreto, que se
trabajan colectivamente. Toda esta dinámica de funcionamiento creo nos facilita mucho,
facilita mucho el poder dialogar, sentar las bases del diálogo (P22, G7, 062).
Nosotros tenemos mensualmente una reunión con los chavales formal, donde hay un tema
que les interesa y luego hay un espacio en el que ellos pueden expresar lo que ven, lo
que quieren plantear, lo que quieren revisar, y luego también cada 15 días o así, diálogo
personal con cada uno, también establecido para que ellos puedan… (P26, G7, 056).
En opinión de Casas (1998, p.272), se plantea como necesario “imaginar y facilitar nuevos
temas y espacios de participación infantil real, en función de las capacidades y madurez de
cada niño”. También es preciso eliminar los condicionantes que dificultan la participación
de los niños y las niñas acogidas en centros. Por un lado, su opinión se considera en
último lugar en los procesos de toma de decisiones, por detrás de los centros, de las
familias y de los equipos técnicos del menor. Por otro lado, hay decisiones que nunca van
a depender de ellos, sino que recaen en instancias externas incluso al propio centro. Las
educadoras también relatan la dificultad de participar en cuestiones del centro que están
muy establecidas:
Yo creo que a muchos niveles están muy restringidos a nivel de participación, porque nos
estamos centrando un poco en las cosas que se hacen dentro del centro, pero su vida no
se hace dentro del centro y hay muchas cosas que vienen muy dadas, y yo creo que eso les
hace un poco acomodarse en el sentido de decir, “¡bah!, como yo no puedo decidir nada
sobre mi vida”; a nivel Menores, a nivel ciertas cosas. Hay muchas cosas que se dan, son
así y son indiscutibles y punto (…) el problema es que estos niños están supervisados por
un montón de gente, por los familiares, Menores, no sé qué… (P39, G8, 149).
Después hay cosas en las que no pueden participar y es muy difícil. Yo creo que hay
cosas muy importantes en las que deberían participar como por ejemplo la elección de la
habitación, o con quién quieren compartir esa habitación, o si la quieren compartir o no la
quieren compartir; me parece que eso es muy limitante (P36, G8, 152).
Yo, por ejemplo, una experiencia que tengo, que se le dan las cosas muy hechas. Por
ejemplo, llega un niño y se le dicen las normas del centro, porque hay unas normas
establecidas; entonces, yo noto que no las hacen suyas así, por el hecho de decirles esto es
así, lo tienes que hacer (P38, G8, 143).
Eso depende un poco de la política del centro, pero a veces estás limitado, o sea tú puedes
llegar allí y dejar, cuando tienes un grupo, que se establezca y que ellos mismos vayan
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
marcando las normas siempre y cuando en el centro se te permita hacer eso (P39, G8,
144).
Darle el consejo pero dejarle que él mismo escoja, porque sino lo tenemos sobreprotegidos
como hay muchos niños, casos que están en centros donde sí hay una protección, un
control mucho más estricto, cumplen los 18 años, y vamos… chavales… (P2, G5, 067).
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Cuadro 93: Centros que no cuentan órganos de gobierno y tipología de los mismos (N=54)
Comisión Educativa 54 28 26 24 15 11
Consejo de Centro 42 4 38 31 22 17
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Yo creo que para hablar de esa coherencia es muy importante que el equipo educativo
comparta objetivos, porque uno puede estar pensando, yo creo que lo más importante es
que el niño apruebe, y el otro diciendo, creo que es mejor que cuide su alimentación (P36,
G4, 156).
Tener todos más o menos la misma filosofía, el mismo modo de trabajar, de solucionar, de
buscar salidas (P13, G2, 124).
Ideas y metodologías iguales para trabajar, eso es fundamental (P23, G3, 072).
si estamos consiguiendo los objetivos, si nos estamos alejando, creo que nos perdemos,
y al perdernos nosotros influimos mucho en nuestros adolescentes, los mareamos, los
perdemos, los… (P15, G2, 127).
Entonces es fundamental que tengamos una… las reuniones del equipo educativo son
básicas, el petete es básico (P13, G2, 124).
Las formas de contacto que tenemos en mi unidad, nosotros tenemos el libro de registro
en el que todos los días registramos lo que…, anécdotas, recados, pues si yo veo que este
niño tal, para que quede registrado en el libro, porque normalmente en la memoria suele
ir. Tenemos lo que son reuniones diarias, en el cambio de turno, mis compañeras vienen un
poco antes, mientras los niños están de tiempo libre, nos pasamos lo que es la información
del día, yo veo que este niño hoy, lo veo un poco raro… Y después tenemos reuniones,
normalmente las reuniones son… Nos juntamos la junta educativa, que somos todas las
unidades, cada 15 días, normalmente, para gestionar el centro, las zonas comunes las
gestionamos entre todos. Después, el equipo educativo cada semana o cada 15 días,
depende de la rutina, porque hay veces que te tienes que juntar 3 veces en un día y hay veces
que con una reunión cada 15 días llega. Y después con el equipo técnico, normalmente
suele ser cada mes, depende, no tenemos ahí una periodicidad marcada (P33, G4, 131).
Igual que la coordinación, a veces nosotros, donde trabajo yo, no estamos más coordinados
porque no sabemos dónde narices buscar una hora para reunirnos, porque mientras dónde
metes a 30 críos (P1, G5, 302).
La solución es organizarlo y poner, como tú dices, tengo que levantar a los niños y no los
dejo en la cama, tengo una reunión de educadores una vez a la semana de dos horas
y haya lo que haya esa reunión es inamovible, a mí me parece que esa es la solución,
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
porque si lo dejas, siempre en nuestros centros van a surgir cosas, y sin embargo eso es tan
importante que tampoco nos lo podemos saltar (P26, G7, 077).
Entonces aunar el trabajo de equipo, el que el equipo tenga las mismas ideas y que vea las
cosas de una manera parecida es bastante difícil (P15, G2, 017).
No, no, yo tengo que aceptar, yo estoy trabajando en un equipo y mis aportaciones, yo
considero desde ese punto de vista, y aunque coja en una reunión y me enfade, pero fue
una decisión, nos vamos a tomar una caña; y fue una decisión de equipo, y tengo que
confiar en la opinión de mis compañeros; porque el día que no comparta ningún principio
que utiliza mi equipo, mi opción será abandonar el equipo. Puede ser diferente, pero el
día que considere que es negativo para los niños tal, pues diré, en este equipo, yo no me
considero identificado con este equipo, pues me tendré que marchar a formar parte de
otro equipo (P2, G5, 280).
Creo que tenemos que realizar un trabajo sistémico, que queda muy bonito y del que
decimos que no funciona, un trabajo en red con servicios sociales (P8, G1, 082).
En opinión de Vilar, Planella y Galceran (2003, p.19) más que en red se trabaja en árbol.
Cada uno de los servicios está incomunicado, trabajando de forma aislada “como si en
este recurso tuviese que pasar todo: se compensará el pasado, se estimulará el presente
y se consolidará el futuro”. Se hace necesario recuperar la idea de trayectoria, en la que
cada recurso hace una aportación dentro de un itinerario largo y complejo (Funes, 1999) y
potenciar un auténtico trabajo en red que implicaría “mirar los servicios como puertas que
se abren al mundo, con multiplicidad de puntos de encuentro, puntos de retorno y espacios
de complementariedad” (Vilar, Planella y Galceran, p.20). Ello supone incorporar en el
discurso profesional y en la actitud con que se mira la realidad la predisposición a construir
Capítulo 4
conjuntamente e identificar la utilidad real de cada servicio, conocer sus requisitos, el lugar
exacto que ocupa en la red…
Al respecto, las educadoras sugieren establecer reuniones de coordinación entre los
diferentes agentes y entidades implicadas, para la definición de la acción socioeducativa y
la toma de decisiones consensuadas en un plano de igualdad:
Reuniones con el equipo educativo, que las haya, semanales a poder ser, y hablarlo todo,
todas las decisiones tomarlas en consenso con los educadores y discutir cualquier… (P4,
G1, 246).
Cuando estuve en Alicante los equipos técnicos trabajaban de una forma, yo aquí no los
conozco, pero a mí me gustaba. Allí los técnicos de menores en lugar de estar por zonas
tenían centros asignados, y antes de cualquier derivación había una reunión en menores
donde estaba la técnica de base, si venía de otro centro, pues el director, tutor de ese
centro, estaba la técnica de nuestro centro, estábamos nosotros que lo íbamos a acoger
(P2, G1, 230).
Plantean la necesidad de una red no sólo entre los distintos servicios, recursos y profesionales
que integran el sistema de protección, sino también una red de centros:
Por lo menos trabajas a nivel de coordinación, coherencia educativa. Pero a mí me parece
importante a nivel de coherencia grupal. Qué pasa en Galicia, que no hay una red de
centros. Vuestro funcionamiento, correcto o incorrecto, mejor o peor, es diferente del
nuestro, y yo no sé de tu realidad y tú no sabes de la mía. Y a mí eso me parece patético,
porque, cuál es la problemática, la diversidad de los centros. Aquí no hay diversidad de
centros. Si un chaval en vuestro centro no engancha, qué hacen, lo pasan para aquí, y a lo
mejor pasa un día y le pasan la pelota… Es decir, no hay una red de centros. El camino a
seguir sería, no que el niño se adaptara al centro, sino que los centros se adaptasen a las
características de los niños (P22, G3, 139).
Pues yo creo que si se dan pasos para mí sería más fácil trabajar, porque entre otras cosas
me llegan a los 16 años y viene cada uno de su lado, si todos tenemos por lo menos los
mínimos claros… (P35, G4, 177).
Incluso el mismo modelo, el tener algo en común, pues a lo mejor incluso el trabajo en red
se facilita, ya no sólo a nivel educativo interno, sino a nivel de… pues mira, estamos todos
a lo mejor… (P35, G4, 179).
Un poco lo que hablábamos también el otro día, más reuniones de todos los centros pues
provinciales primero, después autonómicos, y después si quieres estatales, pues un poco
para seguir tal. Quiero decir, deberíamos compartir eso, yo pienso (P24, G7, 102).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Compartimos con Vilar, Planella y Galceran (2003, p.21), la necesidad de rigor y exactitud
en las aportaciones en el trabajo en red, con el fin de evitar “caer en un diagnóstico
permanente o en la repetición de acciones que, o ya han demostrado que no eran de
utilidad o, si han sido útiles, no sería necesario repetir”. Para ello, es necesario definir los
mecanismos de recogida de información, los instrumentos de seguimiento y regulación.
¿Cuál es el rigor y exactitud de las actuaciones que se desarrolla y de la información que
se traspasa?:
A mí me parece a veces un defecto el tema de que un chaval que lleva X años pasando por
centros, servicios sociales y te llega y te traen… que me parece bien, que lo haces igual
aunque lo tengas, pero te traen un papel de un incidente que tuvo con cuatro tonterías,
no hay datos. Ahora, después el educador si quiere utilizar eso o no lo quiere utilizar, que
eso ya es el estilo de cada uno, hay gente que quiere saber lo que trae detrás y hay gente
que no. Pero hay veces que no te viene nada. Pues yo, si el chaval viene de X centro, y
la educadora me está firmando un informe con este chaval, como es una compañera
profesional lo tengo que tener en cuenta. Lo voy a tener en cuenta, después otra cosa es
que la experiencia normalmente me va a corroborar, en algún caso pues… pero también
depende del chaval que llega a tu contexto y lo llevas por aquí y cambió (P2, G1, 230).
561
La diferencia con la educación que se da en casa, es que en nuestro trabajo hay una
planificación de esa educación (P6, G1, 166).
si nos estamos alejando, creo que nos perdemos, y al perdernos nosotros influimos mucho
en nuestros adolescentes, los mareamos, los perdemos, los… (P15, G2, 127).
Saber lo que estoy haciendo en cada momento, es muy importante para no confundirme
yo, porque el chaval es probable que se confunda, es probable. No confundirme yo y
trabajar siempre... Saber dónde estoy trabajando y saber qué estoy trabajando, aunque
esté trabajando como persona, con implicación, pero saber lo que estoy haciendo siempre,
y que no me voy a confundir (P2, G5, 049).
También hay que tener las cosas muy claras para aprovechar el poco tiempo que tienes.
Intentamos cosas que son muy importantes pero las trabajamos dentro de un tiempo que
es muy urgente (P17, G2, 114).
Yo subrayaría el valor de lo que hemos dicho aquí muchas veces, de lo que nos facilita el
coordinar el trabajo con cada uno de los chavales. Porque si hay unos objetivos señalados,
aunque cada uno seamos de una manera, sabemos a dónde apuntamos, y si hay unas
estrategias de actuación, por lo menos las tenemos en cuenta (P26, G7, 074).
Dedicamos este apartado a analizar más detenidamente en qué consiste para las educadoras
hablar de intencionalidad educativa, cuáles son sus opiniones respecto de la planificación
y la evaluación y cómo se traducen en sus prácticas profesionales cotidianas. Además
del análisis cualitativo de los grupos de discusión, contamos con información cuantitativa
derivada de los cuestionarios aplicados en la totalidad de los centros de protección de
Galicia. Concretamente, las preguntas 16 y 17 recogen cuestiones relacionadas con la
utilización de documentos de planificación, protocolos de intervención, herramientas de
trabajo individual y grupal, y metodologías de recogida de información, de sistematización
y de evaluación de la acción educativa en la vida cotidiana del centro.
programa en la tele? ¿Por qué se tiene que ir a la cama a esa hora? Le explicamos por qué
se tiene que comer aquello, por qué tal. Pensamos, pues, en un menú que esté… O sea, en
cada cosa que hacemos yo creo que está esa intencionalidad educativa (P36, G8, 177).
No creo que sea flexibilidad o rigidez, lo que hay que tener clara es la intervención educativa
(P2, G1, 134).
Pero tener intencionalidad educativa tampoco garantiza que se alcancen los resultados
previstos, pues no hay que olvidar la advertencia de Meirieu (1998, p.93) sobre “la
563
insostenible ligereza de la pedagogía”. Para este autor es preciso asumir el “no poder
sobre el otro, dado que todo encuentro educativo es irreductiblemente singular, dado
que el pedagogo no actúa más que sobre las condiciones que permiten a aquél al que
educa actuar por sí mismo”. La confianza excesiva en el rigor de la planificación también
constituye una trampa de la acción educativa, pues hay limitaciones y condicionantes que
no se pueden controlar, “ya sea por el conjunto de las características internas del equipo
que desarrolla la tarea (estabilidad del equipo, experiencia, cohesión…) como por las
condiciones externas al recurso (tipos de encargo, medios de que se dispone, posición del
servicio dentro de la red, etc.)” (Vilar, Planella y Galceran, 2003, p.17).
En opinión de Morin (2001b), la respuesta a las incertidumbres de la acción educativa
depende de tres cuestiones: 1) de la buena elección de una decisión; 2) de la conciencia
de la apuesta; y 3) de la elaboración de una estrategia. Desde nuestro punto de vista,
y siguiendo a distintos autores y autoras, consideramos necesario añadir a estas tres
cuestiones una serie de requisitos para que la práctica educativa se corresponda con un
proceso intencional (Panchón, 1998; Vilar, Planella y Galceran, 2003; Caride, 2005):
- Es preciso tener unas premisas claras de cuál es la definición del marco teórico
que se ha de desarrollar mediante la práctica educativa diaria. Ya que hablar de
intencionalidad implica optar por modelos, métodos y técnicas que permiten
una actuación sistemática en situaciones concretas.
- Es imprescindible un conocimiento profundo de la realidad personal del otro y
del contexto, familiar, social, institucional… que lo rodea.
Capítulo 4
Y por lo tanto tenemos que hacer un trabajo más profundo de objetivar qué queremos
conseguir, qué estrategias vamos a utilizar, cómo vamos a hacerlo, qué metodologías
vamos a seguir… (P22, G3, 106).
Para educar es preciso tener un plan intencionado (Colom y Núñez, 2001) o, en palabras de
Morín (2001b, p.110), una estrategia “que tenga en cuenta las complejidades inherentes
a sus propias finalidades, que en el transcurso de la propia acción pueda modificarse en
función de los riesgos, informaciones, cambios de contexto y que pueda considerar un
eventual torpedeo de la acción cuando ésta hubiese tomado un derrotero nocivo”. Es
decir, se precisa una planificación flexible:
A mí, como punto de partida, tener algo prefijado, después todo varía en el día a día, pero
partir de algo (P11, G6, 008).
Yo considero que tiene un valor desde luego, la planificación, es verdad que siempre
abiertos a la flexibilidad, porque cada niño camina al ritmo, no que nosotros proponemos,
sino que él puede (P26, G7, 074).
Nosotros nos basamos en el sentido común del porqué de las cosas: ¿por qué tienes que
estudiar?, pues por formarte; ¿por qué tienes que ducharte?, porque convives con más
gente y es bueno para tu salud; ¿por qué tienes que alimentarte bien?; ¿por qué tienes que
irte a una hora para la cama?, porque tienes que descansar; ¿por qué no puedes estar 8
horas delante de la televisión? Nos pasa mucho con los de los móviles. ¿Para qué un niño
de 10 años quiere tener un móvil? Y son mensajes que manda la sociedad (P23, G3, 105).
Nosotros a los niños en casa no les decimos las normas, las normas se dan por sentido
común más que otra cosa (P32, G8, 164).
Es que yo no quiero invertir… también hay eso, que no quiero invertir demasiado tiempo
en un PEI (...) Es decir, yo no quiero echar mi día escribiendo, porque mi día lo quiero echar
viviendo con los niños. Entonces a lo mejor tengo que tener a alguien que me venga a
escribir el PEI ahí al hogar, y que nos sentemos un rato a planificar, incluso a hablar con el
niño y tal, pero para eso hace falta tiempo por parte de la Administración (P14, G6, 101).
¿Los PEIs? sí, pero como nos pongamos a escribir y a plasmar todo… (…) Escribir sí pero
lo justo, tampoco nos pasemos porque sino que nos manden a alguien de la Universidad
para que pueda plasmar… (P14, G6, 101).
Se trata de otra forma de trabajar o de una preferencia personal que no tiene nada que
ver con la exigencia profesional. Los educadoras manifiestan que hay intencionalidad,
coherencia y conciencia de esa intención, pero sin una planificación formal. No se considera
necesaria, sobre todo en los centros pequeños; y aún considerándose necesaria, seguiría
habiendo intencionalidad aunque no se registrara por escrito:
No es que no se considere necesario, es que a veces, es la forma de trabajar también (P39,
G8, 180).
Capítulo 4
Bueno, yo ahí hago una crítica hacia mí misma, a mí no me gusta, no es que no me guste,
no sé, que estás más acostumbrada… hay coherencia y hay cohesión, a veces no, en
pequeñas cosas no, porque tampoco somos perfectos, pero nosotros no lo hacemos, o
sea, lo hacemos como mero requisito (P36, G8, 197).
Yo lo que opino es que, bueno hablo desde mi experiencia, al ser un centro pequeño muchas
veces, como trabajas con poquitos niños, no necesitas a lo mejor tener todo plasmado en
papel. Sí que muchas veces la valoración, la evaluación de los niños se hace de… Nosotros
nos reunimos, mira pues esta semana vamos a trabajar con Fulanito, o bueno, algo que
hay que trabajar se hace más a nivel informal, no es tan formal de coges me siento delante
del ordenador, hacemos un PEI y vamos evaluando cada semana, cada mes, no, o sea, no
es real, para que nos vamos a engañar (P39, G8, 178).
Yo creo que sí, que habría que sentarse y hacer un buen trabajo y tener todo por escrito,
porque yo creo que sí que nosotras pecamos de trabajar mucho en reuniones informales.
Tenemos clarísimo qué estamos haciendo, a dónde queremos llegar, cuáles son nuestros
objetivos y cómo lo vamos a hacer. Lo tenemos clarísimo pero muchas veces no nos
paramos a escribirlo en una hoja (P41, G8, 181).
Sólo una educadora hace referencia a la planificación como exigencia de todo profesional
de la educación:
Un educador, para empezar, tiene que ser un profesional de la educación, se supone que
por eso está capacitado para reflexionar sobre determinadas áreas de la formación de ese
chico/a y lo plasma de una manera… por escrito, en el PEI, etc., haciendo determinadas
observaciones, evaluaciones, etc. (P8, G1, 144).
En ese sentido creo que, por lo menos en mi centro también, que se trabaja más día a día
y más un poco viendo lo que va surgiendo aunque, evidentemente, tengas una perspectiva
de tratar de llegar a un fin, pero que la realidad diaria es la que te va marcando tu opción
(P24, G7, 069).
A este respecto, Meirieu (2001, p.178) entiende que la educación siempre se ve espoleada
por la urgencia de lo cotidiano, y plantea la necesidad de resignarse “a no vivir siempre al
máximo para poder, de vez en cuanto, trabajar lo esencial”. Esto requiere planificar.
Se observan ideas contrapuestas. Por un lado, caracterizan la práctica educativa de
intencional, sistemática, reflexionada y consciente, principal diferencia de otros contextos
educativos como el familiar. Por otro lado, la intervención es informal, o no se planifica
o no se tiene en cuenta lo planificado porque manda lo urgente. Esto nos plantea
varias preguntas: ¿hay intencionalidad sin planificación?, ¿es posible fundamentar la
intencionalidad en el sentido común y en la experiencia como únicos referentes?, ¿de que
sirve la planificación si no se ajusta a la realidad que es urgente y cambiante?
La cuestión de fondo quizás sea que no se planifica de forma adecuada. Así lo observan
algunas educadoras al referirse a los proyectos educativos individualizados, instrumento de
planificación de la atención personalizada:
Primero el recurso del PEI, en ese sentido de que ahí ya tú haces unos objetivos trimestrales,
semestrales, con unas actividades en concreto, con una evaluación. Qué pasa, que el PEI
muchas veces se queda muy pequeño, porque luego en el día a día surgen muchas cosas
(P31, G4, 128).
567
Nosotros los hacemos preciosos, y cuando los haces es cojonudo y dices: “salvado, para
delante”. ¿Qué pasa?, después son las carencias que quedan ahí y lo sabes… ¿El centro que
tiene que trabajar? Lo urgente (P2, G1, 091).
A ver, hay cosas que se hacen y se planifican y se evalúan, pero realmente tal como son
los proyectos educativos, muchas veces que son o muy largos o no sirven para nada (P41,
G8, 181).
Sí que lo escribimos en los PEIs, pero como los PEIs son así esa cosa que hay ahí (P41, G8,
181).
Yo a veces es que me dejo, porque me supera el tiempo, es decir, si me tengo que sentar
a escribir... no puedo, porque donde estoy yo no hay nadie para hacer lo que yo hago
mientras yo escribo (P1, G5, 302).
Es la pescadilla que se muerde la cola, es decir, no tengo tiempo para planificar, con lo cual
cuanto menos me planifico menos tiempo voy a tener (P22, G7, 078).
Capítulo 4
Con estos niños a lo mejor funciona más el trabajo informal (P5, G5, 189).
Otra confusión es pensar que la planificación elimina el estilo propio de ser educador:
Yo creo que es un error que por la planificación, por estar unidos y tal, nos acabemos
autocensurando a nosotros mismos como educadores (P12, G2, 130).
Creo que el PEC da una base de coordinación que es importantísima, que es intocable,
además, el funcionamiento de todos los educadores. Creo que eso es básico (P27, G7,
091).
El tema es que no sea un puñetero papel que tengas ahí tirado, sino que puede facilitar
resolución de conflictos entre incoherencias educativas (P22, G7, 095).
Como requisitos que deben reunir los Proyectos Educativos de Centro, las educadoras
consideran que deben ser característicos de cada institución, diferenciando unos centros
de otros. Deben ser conocidos y respetados por el personal educativo de los centros
y también por la propia Administración lo que permitirá una derivación ajustada a las
características de los centros:
Yo creo que sí que debe ser una herramienta y que debe diferenciar unos centros de otros.
Hay elementos en común que trabajamos todos, pero tienen que ser elementos definitorios
de los centros (P2, G5, 272).
Creo que debe ser un elemento definitorio del centro y creo que ahí la Administración,
cuando hablábamos de la derivación de casos, de etc., es donde tiene que tener las
especificaciones de las particularidades de cada centro (P2, G5, 284).
Asimismo, debe ser realista y compartido por el equipo, siendo preciso que éste participe 569
en su elaboración:
Que sea real lógicamente, no que sea coger un libro de Antonio Petrus; que sea real (P2,
G5, 286).
Lo que quería contar es que creo que sí es una herramienta útil y sirve, pero que en nuestro
caso no lo está siendo, porque no hemos participado en su elaboración, es ajeno a nosotros,
y porque no se ha revisado, creo que para que sea útil, tiene que elaborarse por el equipo
que esté trabajando en ese momento y que luego tiene que ser revisado. Y evidentemente
cuando una persona se incorpora, un profesional nuevo, al centro, sí se le tiene que dar a
conocer y explicar o comentar lo que haya que explicar y comentar (P8, G5, 266).
Debe ser un instrumento vivo, actualizado y revisado en función de los cambios que se
vayan produciendo:
Porque la sociedad cambia un montón y todas esas cosas, y tú antes no te imaginabas…
Yo hace 4 años cuando entré a trabajar en el centro, no había ningún niño de los nuestros
que tuviese móvil, por ejemplo, o un piercing, o un tatuaje… no se veía. Y a nosotros nos
ocurrió que el año pasado tuvimos que cambiar el reglamento de régimen interno, las
normas, las sanciones… porque claro, tiene que ser totalmente diferente (P33, G4, 005).
En la gráfica que se acompaña (nº 104) se muestran los años de los Proyectos Educativos
de los centros gallegos, en el momento en que se aplicó el cuestionario (2005).
Capítulo 4
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El 40,43% de los centros tiene un PEC de entre 7 y 12 años, siendo la mayoría de 1998
(29,79%). El 21,28% de los recursos residenciales cuentan con un PEC de entre 3 y 6 años.
Finalmente, los PEC más actualizados son del 2004 y del 2005 (38,30% de los centros).
Algunas dificultades que señalan las educadoras respecto del PEC tienen que ver con su
carácter burocrático, cuando se elabora para cumplir un requisito y se convierte en algo
poco realista:
Yo creo que estamos demasiado burocratizados en algunos aspectos. Vale, es útil un PEC
siempre y cuando... Es que hay la manía de un PEI, mil folios, un PEC, otros 800, yo creo
que las cosas tienen que ser más prácticas y más funcionales. O sea, un PEC marca una
orientación dentro de un centro, de cómo funciona, cómo deben trabajar sus profesionales,
una serie de directrices, pero no un tocho así, que no lo sabe ni Cristo, porque cuando vas
por la tercera página, dices eso que lo lea… (P40, G8, 203).
Ese nos lo dieron a principio de todo y ahí quedó (P41, G8, 199).
Yo un poco rompiendo a lo mejor el ritmo que se está dando, quiero decir, yo llegué al
centro hace un año y el proyecto estaba ya hecho, seguía un poco las normas y el espíritu
digamos, o la metodología del colegio del que depende el centro. Evidentemente lo lees,
te pones al día, pero bueno (P24, G7, 094).
A mí no me lo dieron y más o menos con el tiempo te vas buscando la vida (P2, G5, 272).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
.
571
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También se le exige a los centros elaborar una Programación Anual de Actividades que
tendrán que remitir al organismo competente con anterioridad al 15 de septiembre. Este
documento tiene por objetivo estructurar la previsión de las actuaciones educativas a
desarrollar a lo largo del año, con el fin de sistematizar el trabajo del centro y poder
evaluarlo (Orden 1/1996). Supone la operativización anual del PEC: objetivos a conseguir,
acciones y actividades, recursos humanos, temporalización y evaluación. Sólo el 63,23%
de los centros afirma disponer de Programación Anual. Los recursos residenciales que no
cuentan con este documento son principalmente casas de familia (23,53%), de iniciativa
social (35,29%), no confesionales (27,94%).
En el cuestionario aplicado también se preguntó por otros instrumentos que sistematizan el
desarrollo de la acción socioeducativa en los centros de protección, como son los protocolos.
Específicamente se preguntó por la existencia de protocolos de acogida y desinternamiento,
al ser dos momentos especialmente relevantes, pues suponen un cambio en la vida del
Capítulo 4
menor, en las relaciones personales, en los espacios físicos y en los hábitos, provocando
estados emocionales marcados por la inseguridad, el miedo y la preocupación. Disponer
de un protocolo de acogida permite prever las acciones necesarias a desarrollar para
garantizar un clima de seguridad y confianza que favorezca la integración y participación
de la infancia. Igualmente importante es preparar el desinternamiento, la despedida y
derivación a recursos más normalizados, así como el seguimiento postinstitucional.
También se preguntó por la existencia de protocolos de observación y evaluación, puesto
que permiten recoger información de forma sistemática para el diseño de la intervención
individualizada, el seguimiento de la acción socioeducativa, la redefinición de objetivos y
procesos, etc. En torno al 50% de los centros afirma disponer de este tipo de protocolos,
principalmente de acogida (57,35%) frente a los otros tres, tal y como se puede apreciar
en la gráfica nº 106.
Gráfica 106: Porcentaje de de protocolos utilizados en los centros en función de su topología (N=68)
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Aquí en Vigo se hizo el curso pasado un protocolo de intervención, pues cómo actuar cuando
llegan los chavales al centro, para ver si era más o menos común, a nivel de Delegación.
Pero quedó ahí en papel, que no ha llevado a ninguna, que está compensando, una tutela,
una guarda, un acogimiento, depende de dónde caiga el chaval, en qué equipo, se hace
de una manera o de otra (P26, G3, 156).
Yo creo que en este sentido, igual que en un centro hay un PEC, quiero decir, para que
todos los centros y todos… incluso debería haber, no sé si un libro blanco, pero sí una guía
a nivel tal (…) Quiero decir, un libro guía, un no sé qué, igual que los centros educativos
reglados como tales, tienen una normativa y saben a qué atenerse y vas al libro y miras
esto es lo que hay que hacer en este caso, aquí a lo mejor cada uno le da la solución que
buenamente puede (P24, G7, 102).
El PEI, que se supone que hacemos, es como un trabajo de cara al futuro, una línea de
trabajo, y esa línea de trabajo implica muchas cosas, implica a nivel familiar, a nivel escolar,
y sí contamos con la opinión del menor (P8, G5, 179).
Haces un PEI con un sentido, no? Es decir qué vas a trabajar tú con este chico (P8, G1,
219).
Al igual que el PEC, el Proyecto Educativo Individualizado constituye una herramienta básica
tanto para la coordinación del equipo educativo del centro como con el equipo técnico del
menor, sobre todo en lo que se refiere a definir el trabajo con las familias:
A nosotros para trabajar y a ellos para saber lo que tú pretendes trabajar con el niño, para
ellos también seguir la misma línea sobre todo en el área familiar, porque tú propones unos
objetivos del área familiar que a ellos les tiene que servir para trabajar con las familias, que
no lo hacen (P5, G1, 101).
Lo conciben como una herramienta básica que pierde muchas de sus potencialidades
porque no se comparte con el equipo educativo del centro, asimismo, consideran que el
Equipo Técnico del Menor no los revisan:
Ese es un problema de coordinación interna, yo lo veo así. Yo creo que el PEI es importante,
pero después en el día a día vas viendo que se convierte en un papel que se queda allí,
que hay que hacer cada 6 meses, que a mí me sirve porque me hace un esquema de lo
que yo quiero hacer con este niño o con esta niña, pero que después no lo comparto con
el equipo, no es un instrumento que está en las reuniones encima de la mesa. Y bueno
pasamos muchas fases, pasamos de la fase de dedicarle una reunión al PEI de un niño,
pero al final prima más lo que está pasando ahora (P9, G5, 225).
Yo creo que muchas veces lo que más nos frustra a todos es que queden en el vacío (...)
como el PEI no se lee, o no se valora, o se valora justo lo contrario, se te va todo el trabajo
a la porra (P1, G5, 224).
Yo creo que es más un problema de interactuar del equipo educativo del centro con el
equipo técnico del menor, o sea, aquí haces el PEI, lo mandas para allí, ellos lo aparcan allí y
después lo que más funciona es cómo tú hablas por teléfono con el técnico correspondiente.
Yo creo que eso funciona incluso más (P14, G6, 101).
durante el año es lo que dices tú, no soy consciente, me olvido completamente del PEI, y
cuando hay que hacerlo me cae gordo (P1, G5, 231).
Muchas veces se convierten en instrumentos burocráticos, un requisito al que hay que dar
respuesta pero que no se adapta a la realidad, lo que puede derivarse de no establecer
objetivos medibles, de ser teóricos y muy generales:
Se convierte en un papel que tengo que llevar a Menores. Para mí eso es burocracia (P9,
G5, 252).
Nosotros por ejemplo nos marcamos objetivos concretos con cada niño, lo que pasa a lo
mejor en el PEI es que pones muchísima verborrea que no deja de ser, eso, verborrea (P14,
G6, 099).
Yo creo que si los PEIs no los aplicamos día a día, es porque los PEIs que hacemos no valen
para aplicarlos día a día (P8, G5, 232).
Hacemos unos PEIs teóricos de puta madre, pero no hacemos unos objetivos evaluables,
no hacemos unos indicadores… (P8, G5, 234).
Las educadoras consideran que no existen modelos adecuados en base a los que elaborar 575
los PEIs:
El problema es el par de modelos con los que hemos trabajado que, o se queda… o sea,
juntar todas esas partes del PEI, yo tengo un expediente de un chaval y es así, a lo mejor
de otro es más pequeño, porque bueno, depende de la edad de… eso. Entonces resumir
todo eso en un PEI, en un bloque, en el caso de los de la Xunta eran dos folios o tres folios,
era una cosa pequeñita, que lo puedes alargar, porque los objetivos puedes poner tres mil,
pero en el otro que trabajamos, el básico eran 30 folios (P35, G8, 187).
El modelo de la Xunta es básico de todo, entonces qué haces, todo el mundo hace lo
mismo, lo cubres poniendo cuatro objetivos genéricos que vas a conseguir, o que no vas
a conseguir, o que vas a intentar conseguir, pero no es realmente el trabajo. El trabajo
del educador es muchísimo más y pararse a definir todo el trabajo del educador es
complicadísimo (P41, G8, 185).
Para mí un PEI son objetivos muy generales. En la metodología no especificas qué hay que
hacer para conseguir cada objetivo sino que lo haces a nivel general (P5, G5, 242).
Hablamos del PEI en ese sentido, como un elemento, pero hay más elementos escritos en
la vivienda, es decir, hay informes mensuales, abrimos un expediente y hay un protocolo de
entrada en el que tenemos claro el itinerario de los chavales, el recorrido de centros, y los
datos básicos… Es decir, hay partes del PEI en los expedientes, en nuestro trabajo mensual,
hechas (P35, G8, 187).
13.2.4 Evaluación
La intencionalidad educativa también requiere de la evaluación de la acción desarrollada. En
términos generales, la evaluación es un proceso o conjunto de procesos mediante los que
se obtiene información orientada a apoyar juicios de valor sobre una realidad, programa o
práctica educativa y/o social. Estos juicios de valor están contextualizados en un proceso de
toma de decisiones sobre la propia práctica para su optimización (Panchón, 1998), a través
de la introducción de las modificaciones necesarias con el fin de garantizar al máximo una
intervención de calidad que se ajuste a las necesidades y a los objetivos previstos desde la
organización (Panchón, 1997).
Ferrán Casas (1997) en su análisis de las funciones sociales de la evaluación, señala dos
básicas: la mejora del conocimiento respecto al funcionamiento del fenómeno sobre el
que se interviene; y la mejora de técnicas de intervención social, incluido el aprendizaje
profesional de lo que se denominan buenas prácticas. La evaluación tiene, así, objetivos de
aprendizaje, tanto teóricos como aplicados.
Son funciones orientadas a la mejora, de ahí que la cultura de la evaluación esté
relacionada con la cultura del cambio, entendido como un proceso de mejora progresiva,
tanto individual como institucional o social, “un cambio con sentido de la realidad, sensato
y posibilista, que reconozca los límites pero también el potencial de la mejora” (Gallifa,
1997, p.25). Este autor también señala como función de la evaluación su utilización como
mecanismo de control, relacionada con la necesidad de rendir cuentas, entendida como
la responsabilización de todas las partes que intervienen en el proceso, manteniendo una
actitud de transparencia ante la Administración, las personas participantes, la opinión
pública, etc.
Las educadoras de los grupos de discusión conceden importancia a la evaluación, sobre
todo del proceso educativo de la infancia acogida, mediante la que constatar los avances
y revisar los objetivos de la intervención en caso necesario. Aunque se utiliza algún
instrumento como los registros acumulativos, las hojas de seguimiento, sobre todo para
la evaluación del PEI, prima lo informal, una evaluación que se queda en charlas en los
cambios de turno (P2, G5, 291), que no se realiza de forma sistemática:
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Nosotros evaluamos a los niños, nos evaluamos a nosotras, lo que hemos conseguido,
evaluamos a Menores, se evalúa todo, quiero decir, vas… el trabajo. Sistemáticamente
nada. Informal (P39, G8, 225).
Nosotros sí, porque, a ver, no sistemático de decir estamos haciendo una evaluación, pero
con todos los niños… (P35, G8, 226).
Se ha entregado algún que otro informe una vez que se ha marchado un chaval con el
recorrido, la evolución del… sí que se han entregado (P25, G8, 228).
Las educadoras consideran necesario establecer reuniones del equipo educativo dedicadas
a la evaluación, tanto de los niños y las niñas como del propio equipo:
Y aquí lo importante es hacer reuniones del equipo educativo, a parte del trabajo tal. Que
haya reuniones periódicas, semanales, quincenales como máximo, en las que se vean las
situaciones, qué tenemos que hacer, qué hicimos, valorar, evaluar, programar otras nuevas,
dentro del transcurso del PEI (P31, G4, 128).
Entonces creo que la reunión debe estar en función de evaluarnos a nosotros como equipo
y evaluar los progresos que se hicieron en relación a ese PEI de ese menor. Es decir, ¿estos
objetivos son reales, no son reales, se están alcanzando, no se están alcanzando, por qué,
qué estrategias, van a funcionar, no van a funcionar? Nosotros funcionamos así, y siempre 577
con algo presente y muy cuantificable delante, porque sino… (P22, G7, 073).
Pueden ser objetos de evaluación las personas usuarias de un programa o servicio (en
este caso la infancia acogida y sus familias), las responsables de la acción educativa (tanto
la Administración o entidad de iniciativa social como las profesionales de la intervención
educativa directa), el contexto en que se desarrolla (instituciones, entorno social, etc.), o
el programa o servicio en su conjunto. Las educadoras mencionan fundamentalmente la
evaluación del proceso educativo de la infancia acogida, en base a los proyectos educativos
individualizados. Y se refieren a diferentes momentos de la evaluación: inicial, continua y
final.
Según Panchón (1998), en la evaluación inicial se trata de conocer los puntos de partida,
los estados iniciales de los diferentes ámbitos de intervención de las profesionales (infancia,
familia, entorno, contexto residencial). Implica, asimismo, identificar la situación deseable,
analizar el potencial de recursos, conocer las posibilidades y limitaciones de esta realidad,
definir el problema, etc. La toma de decisiones en este momento del proceso se orienta a
la priorización de los problemas y necesidades detectados, estableciendo los objetivos en
los que se centrará inicialmente la intervención, y al diseño del proyecto.
Según las educadoras de los grupos de discusión, las principales estrategias para la
evaluación inicial son las entrevistas y la documentación existente sobre la situación de la
infancia:
Capítulo 4
Sí, sí, sí, vamos a ver, la primera evaluación, quiero decir, tú tienes una serie de entrevistas
con el menor que son fundamentales, después tienes una documentación, tienes unos
informes, si te llegan de otros… u otras entrevistas con otros profesionales que han
trabajado con ese menor y luego la observación (P8, G5, 288).
La evaluación continua o del proceso implica la valoración de los méritos de los procesos
de intervención que son todavía susceptibles de modificación. Su finalidad es perfeccionar
el propio proceso educativo durante su implementación, valorando la adecuación del
desarrollo del programa a la planificación realizada; la adecuación de los objetivos, de los
recursos disponibles, etc. (Redondo, Muñoz y Torres, 1998). Es una evaluación formativa
que proporciona respuesta a cuestiones como: cuáles son los problemas o dificultades que
pueden estar limitando la ejecución del plan de intervención establecido inicialmente; qué
reorientaciones o modificaciones son necesarias con el objeto de hacer la intervención más
efectiva; cuáles son los niveles de progreso que se pueden constatar en los objetivos de los
diferentes ámbitos y áreas de actuación (Panchón, 1998).
Las educadoras de los grupos de discusión se centran fundamentalmente en este momento
de la evaluación, que se plasma en los informes de seguimiento de los PEIs. Esta evaluación
continua es importante asimismo para implicar a la propia infancia y motivar el proceso de
aprendizaje:
Y facilita mucho, por ejemplo, tener una evaluación del proceso, es decir, muchas veces sino
funcionas planificado, tu reflexión como educador en todo el proceso que estás llevando
es insustancial, te basas en criterios poco objetivos, con la subjetividad que tengas (P22,
G7, 075).
A mí eso me parece muy positivo porque recoges los avances que ha habido, recoges las
propuestas que hace el equipo educativo y el cómo seguir trabajando (P26, G7, 074).
Y evaluarlo, no dejar pasarlo sin que veamos, o en grupo o individualmente, “mira dónde
llegaste hoy, no sé si te has dado cuenta de que ha habido un cambio de hace unos días
a hoy”. O sea, estimular mucho eso, estimular mucho los avances que hagan. Y poner
pequeñas metas y siempre evaluarlas, que no se nos pase eso, para que ellos… (P38, G8,
052).
Hablarlo, esas cosas que no le decimos –bueno eso ya es de trabajo en equipo–, que no le
decimos a un compañero que hizo mal, o que creemos que hizo mal. Vamos, o cosas así.
Claro, hablar en equipo, decirlo, evaluar, que cuesta mucho muchas veces y después es
peor porque la cosa engorda. Que no te gusta como un compañero está interviniendo, que
no te gusta como el director está enfocando un tema. Dentro del respeto, hablar, hacer
una evaluación constante (P2, G5, 295).
Yo, por ejemplo, creo que cuando un niño abandona un recurso tiene que haber
inmediatamente una evaluación del proceso educativo, por ejemplo, y siempre queda en
el tintero (...) Por ejemplo, yo creo que sí que es necesario para eso, para mejorar y para
crecer, sino te estancas y si estás viendo problemas, bueno, hay problemas, los de siempre,
y entonces pues dices, o mejoro, y te planteas qué hice mal, qué hiciste… o sea, cómo
podemos mejorar esto, o nos va a volver a pasar dentro de dos meses (P9, G5, 290).
Y esta evaluación se debe centrar en analizar el cumplimiento de los derechos del niño y
de la niña. Así lo manifiesta un educador:
Lo que evalúa lo que es eficiente o no eficiente es el cumplimiento de los derechos del niño,
porque lo que hay que cumplir... quien tiene los derechos de estar en un centro no es mi
voluntad de hacer tal cosa o tal otra, es que el niño tiene derecho a vivir en un entorno
normalizado, el niño tiene derecho a vivir en un entorno no violento, el niño tiene derecho 579
a vivir en un entorno que lo respalde, lo motive, lo anime a la integración, tal, tal. Esa es la
forma de evaluar (P12, G6, 113).
En lo que atañe a las técnicas evaluativas, las educadoras destacan la utilización de métodos
cualitativos como la observación, la entrevista y el análisis documental (expedientes e
informes de otros profesionales). Los diarios y los registros son instrumentos ampliamente
utilizados para dejar constancia de la práctica educativa desarrollada. Constituyen una
fuente privilegiada para la evaluación, el seguimiento y la toma de decisiones:
Como el día a día es lo fundamental, nosotras hemos elaborado unas hojas de seguimiento,
tanto de la situación familiar, como de cada uno de los chavales, es una cosa muy sencilla.
Entonces vas anotando aspectos que son importantes en el día a día, y bueno, por ejemplo,
reunión con los padres, objetivos a los que hemos llegado, ya está, ese tipo de cosas que
te permiten ir avanzando en el objetivo final (P26, G7, 074).
Cuanto más clarificas, cuantas más hojas de seguimiento, cuanto más sistemático eres,
mejor, creo que más reflexión profesional puedes hacer y creo que más crítica profesional,
autocrítica profesional puedes hacer (P22, G7, 075).
Me parece que perdemos mucha calidad de nuestra intervención por no registrar muchas
cosas de las que hacemos (...) Hablaste con su madre 20 veces, claro, tú sabes que
hablaste, pero eso dónde queda registrado, cuál es la finalidad de esa intervención, cuál
es la tal. Pues registra ese contacto, que si son 10 minutos, que no le tienes que contar la
vida, pero abordamos ese tema y tal, y eso es profesionalización. Y muchas veces decimos
Capítulo 4
los papelitos, los papelitos. Los papelitos, eso es profesionalizar nuestro trabajo. Que un
chaval esté un año en un centro y que se lleve… ¿qué se lleva el PEI y tal?, ¿qué trabajaste
sólo eso?. Porque yo llego y cojo la tutoría de X educador, y X educador se rompe los
cuernos con este niño pero a mí me queda una hojita. Yo que digo, esta tía no trabajó
nada. Porque da igual si se va del centro y llega otro educador, y ¿qué tiene?, eso es muy
importante (P2, G5, 298).
Si no haces registros, si no tienes nada tangible, ¿en base a qué evalúas este PEI?, ¿en base
a percepciones subjetivas? (P8, G5, 299).
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Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
La educación centrada en la relación del sujeto con el mundo (Meirieu, 1998) se entiende
como un proceso de aprendizaje donde se acompaña al educando en su toma de decisiones
y en la producción de las respuestas a los problemas que se planteen en su trayectoria vital
(Llena y Parcerisa, 2008). Se trata de movilizar todo lo necesario para que el sujeto entre
en el mundo y se sostenga en él.
En la segunda sesión de los grupos de discusión se plantearon directamente dos cuestiones
relativas a los principios metodológicos de la acción educativa y a las estrategias empleadas
en el trabajo educativo individual y grupal para el desarrollo de dichos principios y para la
consecución de los objetivos.
Quizás no de forma explícita pero sí se fueron perfilando los ejes básicos del acompañamiento
como metodología principal de la intervención educativa desarrollada en los centros de
protección. De este modo, fundamentan la mayor parte de sus prácticas educativas en
estrategias de ayuda, en la construcción de una relación educativa, afectiva, de confianza,
empleando la palabra como herramienta principal.
La educación entendida como proceso de acompañamiento se fundamenta principalmente
en enfoques constructivistas en lo que se refiere a la forma en que se produce el aprendizaje,
puesto que otorga un rol destacado a las interacciones y a las personas que aprenden
como protagonistas, seres responsables que participan activamente en su proceso de
aprendizaje (Llena y Parcerisa, 2008). Las referencias explícitas en los grupos de discusión
sobre cómo se produce el aprendizaje, aludían principalmente a dos cuestiones. Por un
Capítulo 4
lado, destaca la valoración del aprendizaje por observación, de la teoría cognitiva social.
Según ésta, los aprendizajes se realizan de manera inconsciente, por imitación de modelos
sociales, por “contagio”:
La técnica principal en una familia y en el centro es el modelamiento y de hecho es la base
de la educación (P3, G1, 147).
Si eres un padre que está fumando y está diciendo al niño no fumes, es una contradicción;
no fumes cuando seas mayor. Estás contradiciendo al chico, porque aunque no fume, su
modelo, que adora, pues fuma. Como educador modelo, pues siendo un modelo para el
chaval. Yo no puedo estar gritando y decir, no te pongas histérico (P2, G1, 149).
Yo no hablo de modelamiento en plan modelo, ser referente, sino que la base del aprendizaje,
el aprendizaje es imitativo, tú aprendes por imitación. Me refiero a modelamiento en ese
sentido, no en el de figura de referencia, sino en el sentido de aprendizaje significativo, que
tú vas aprendiendo las conductas socialmente adaptadas en base… vas probando… pero
las tienes que ir aprendiendo, y cómo se aprenden, pues con los sentidos. Y ese sentido
hablo de modelamiento… (P3, G1, 162).
No hay unas pautas prefijadas, pero enseñarles a convivir, a ser personas, qué conlleva
todo eso, que aprendan a reflexionar, que aprendan a escuchar, a interpretar, a comunicar,
que expresen sus sentimientos a mí me parece súper importante; que pueden expresarlos
muchas veces con violencia, porque no hay un autocontrol, pero eso conlleva a trabajar
ahí una modificación, lo que decían de las recompensas y los reforzadores, a veces sí que
son muy positivos, porque son válidos, porque ellos están acostumbrados habitualmente a
recibir todo lo contrario, lo negativo, eso como principios (P11, G6, 006).
Nosotros por ejemplo, este es el segundo año, el viaje que nos vamos a Barcelona, fue un
programa que hicimos de modificación de conductas, en el que bueno, había unas bases
y tal. Entonces el que iba mejorando lo que se proponía en su equipo educativo, pues al
final de curso, dos por unidad, nos íbamos de viaje a la Warner, bueno lo de la Warner era
cubierto, porque es un viaje cultural puro y duro, que lo único que querían en principio era
la Warner (P33, G4, 186).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Tenemos que detectar esa necesidad que él o pide o que demanda, es decir, no
somos magos, ni brujos, ni mucho menos, tú tienes que detectar qué necesidad
impera en ese momento en la vida de ese niño (P9, G5, 213).
Asimilar, enseñarle, o aprender con él a asimilar todas las vivencias que vivió y
cómo poderlas proyectar (P12, G2, 039).
Las educadoras de los grupos de discusión no definen explícitamente las fases del
acompañamiento educativo, pero sí resaltan la importancia de los primeros momentos,
en los que el papel de la profesional tiene un gran peso o presencia, mientras que al final
la acción corresponde al sujeto, dedicándose la profesional a ser un simple apoyo o punto
de referencia.
Consideran crucial el momento de la primera acogida del niño y de la niña en el centro,
en la que es importante, según Fernández y Fuertes (2000), promover la mayor seguridad
posible y facilitar sentimientos de confianza. Según los autores, una medida a utilizar será
implicar a la infancia en dicha acogida e incluso al grupo con el que va a convivir. En esta
misma línea, las educadoras de los grupos de discusión señalan la importancia de que vaya
Capítulo 4
acompañada de una persona de referencia, incluso en una visita previa a la propia acogida,
para familiarizarla con el centro y su funcionamiento:
Pero yo creo que es muy importante cómo se recibe a ese menor y donde te juegas gran
parte de una baraja que después tú vas a utilizar. Hay van estrategias yo creo que específicas
de cada centro, de cada educador o de cada persona (P9, G5, 003).
Intentamos que antes de un internamiento siempre venga con los padres a hacer una
visita. O con el abuelo. Con quien sea, con la referencia familiar que haya en ese momento.
Que haga una visita, que vea como es el sitio, un poco como va todo, que conozca a todo
el mundo y que se vaya para su casa, que no se quede (P1, G1, 173).
Pienso que un trabajo fundamental es normalizar nuestra relación con el niño, es decir,
normalizar la relación, porque yo me pongo en el caso de cuando yo tenía 13 años y me
meten en un centro y me observan, pues yo tampoco me abriría y tampoco hablaría con
nadie, ni estaría de buena gana, ni colaboraría con nadie, pues posiblemente sería muy
desagradable, como son ellos. Yo lo veo muy normal, lo difícil es normalizar la relación en
el centro, tanto nuestra como entre ellos, normalizar en ese sentido esa relación (P12, G6,
040).
Pero a lo mejor en una primera entrevista sí puedes sondear un poco y saber si el chico sabe
por qué está ahí (P8, G5, 017).
Quitar muchos mitos. Normalmente tienen muchas culpas, llegan creyendo que son
culpables, que están allí por su culpa, porque han hecho algo mal. Yo lo primero que hago
es preguntares por qué creen que están en el centro (P1, G5, 020).
Para construir una relación educativa significativa para el educando/a es preciso, según
Ferrandis et al. (1993), la existencia de un ambiente cálido, un clima facilitador, un entorno
de confianza que garantice la posibilidad de ofrecer situaciones que permitan y estimulen
las relaciones interpersonales y contribuyan a que la infancia acogida construya una
imagen fiel y positiva de sí misma. Así lo consideran también las educadoras de los grupos
de discusión:
Esta calma es imprescindible (P27, G3, 091).
Creo que ese dinamismo de recursos tiene que ser un ambiente cálido, acogedor y cercano
(P36, G4, 080).
Yo creo que el factor básico, desde mi experiencia, es la calma que pueda haber en el
centro, según un grupo más o menos homogéneo de chavales (P27, G3, 091).
Yo, en el tema afectivo, creo que es importante el tema de que los niños sientan la casa
(P2, G5, 002).
se le propone, sino que él mismo es capaz, él y sólo él, de contribuir a que lo consiga”
(Meirieu, 2001, p.26). Añade el autor que “querer enseñar es creer en la educabilidad del
otro; querer aprender es creer en la confianza que tiene el otro en mí. Es fácil comprender
entonces que el que quiere enseñar deba testimoniar esta confianza si quiere que el otro
aprenda algo de él” (Meirieu, p.42). Esta confianza tiene que ser mutua:
Yo creo que es muy importante ganarse la confianza de los niños, que dices tú que no se gana
de un día para otro, también, es decir, que sientan la confianza no a través de preguntas
qué te pasó o tal, pero a medida que pasa el tiempo y ven que te vas preocupando por sus
cosas y que no sigues ningún interés particular en eso, la suelen ganar (P36, G8, 004).
Hay que crear esos ambientes, esos espacios y esos tiempos, para que el niño se abra, lo
mismo que tienes que conseguir que vaya sintiendo la confianza que depositas en él, que
él también la vaya depositando en ti (P17, G6, 176).
Sí que es muy importante dar pequeños roles a los niños, a cada uno según la medida
de… según lo que puede abarcar, no más para que no se sientan frustrados; y evaluarlo,
no dejar pasarlo sin que veamos, o en grupo o individualmente, “mira dónde llegaste hoy,
no sé si te has dado cuenta de que ha habido un cambio de hace unos días a hoy”. O sea,
estimular mucho eso, estimular mucho los avances que hagan (P38, G8, 052).
Con la sinceridad y no con el engaño, creo que se logra que esa persona confíe en ti, que
es una de las armas también, hacer que confíen en ti (P9, G5, 005).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Y la vinculación afectiva, está claro. Si tú no tienes una mínima vinculación afectiva con ese
chico, evidentemente nunca vas a ser un modelo para él. Y otra cosa muy importante, un
chico, bueno, cualquier persona, tú vas a coger como modelo a alguien que es cercano o
próximo a todo lo que tú has vivido anteriormente (P8, G1, 152).
La relación directa con el niño, la afectividad directa con el niño, y que no tienes una
relación laboral sino una relación vital con el niño (P12, G2, 128).
Es que te tienes que implicar, te tienes que implicar, si no te implicas en todos los aspectos
el niño no ve una empatía, no ve un feedback, no ve una ida y vuelta. O sea, tú tienes que
verte con ida y vuelta. O sea, si tú no le das afecto, él no te puede dar afecto a ti, si tú
no le cuentas parte de ti, quién eres tú, él no te va a contar a ti. O sea, primero te tienes
a lo mejor que abrirte tú a él para que él… Yo eso lo tengo oído muchas veces y a mí me
parecía de universitario (P14, G6, 041).
Hay que intentar esa asertividad con ellos, hay que intentar tener siempre una distancia,
evitar quemarse, evitar que ellos a veces paguen pues un día agotador (P17, G6, 005).
Por un lado, se considera que para llegar a ser un referente positivo para la infancia es
necesaria la creación de una relación de confianza recíproca que se fundamenta en la
implicación de la educadora; pero también se destaca la necesidad de tener en cuenta los
Capítulo 4
peligros que puede entrañar crear vínculos afectivos si no se define claramente la relación
educativa:
Una persona que no manifiesta confianza, es decir, cariño, difícilmente va a ser un referente
positivo para un menor (P9, G5, 030).
Creo que a veces los educadores tenemos que tener mucho cuidado con los lazos afectivos
que creamos con respecto a los menores. Porque a veces… es cierto que tenemos que crear
vínculos afectivos, pero la distancia tiene que ser la ideal, tampoco acortarse demasiado,
porque a veces podemos hacer mucho daño a los menores y llegar a confundirlos. Yo
he visto casos y a lo mejor todos los que estamos aquí hemos visto casos, o a lo mejor
vivido casos, en los que te implicas excesivamente con un menor por el motivo x, porque
su historia personal a ti te ha llegado más, o porque el niño tiene una cara monísima o
por lo que sea. Y a veces acabamos cometiendo errores y un poco confundimos al chaval
con respecto a qué somos nosotros para él y actuamos de una manera que yo creo que
perjudica al chico. Entonces eso sí que me gustaría recalcarlo (P8, G5, 127).
Hay que diferenciar entre intentar suplantar el papel de su padre o de su madre, que él te
vea como su padre o su madre, que es lo que no eres, y otra cosa es establecer un vínculo
que perdure en el tiempo (P1, G5, 036).
Ambas posiciones conllevan sus riesgos, incluso la relación educativa siempre se establece
igualmente aunque no suponga una implicación afectiva intensa:
Lógicamente sí que hay gente que trabaja la forma educativa con la relación un poco más
fuerte. Considero que es positivo pero considero que tiene riesgos, como riesgos tiene no
crear el vínculo (...) aunque no lo crees, va a llevar una relación, porque eres el educador,
y eres el educador y el niño sí que te tiene para un consejo, sabe tal, aunque sepa que tu
papel se corta ahí (P2, G5, 047).
En cualquier caso, una relación educativa debe conjugar firmeza y cariño (P38, G8, 015) es
decir, mantener el equilibrio entre el afecto y la asunción de unas normas de convivencia:
Donde se intenta que haya un clima –todo se intenta, porque las dificultades están ahí–
con el diálogo, de escucha. Donde los límites también suelen estar bastante claros, aunque
sean negociables –a mí me parece que eso es un reto del centro–, claros, constantes.
Donde hay un ambiente también de cariño (P26, G3, 071).
que buscan es adultos de referencia que permanezcan, y para eso, para poner a prueba,
nos sirve, que se lo digas (P26, G7, 002).
Saber conjugar un poco el soy firme, por aquí no pasas, los límites, con yo estoy aquí,
siempre voy a estar aquí, o sea siempre voy a estar aquí, quiero decir, yo estoy aquí para lo
que necesites pero hasta aquí (P39, G8, 162).
Los niños que están más tiempo eso lo van comprendiendo y van entendiendo que va unido
el que me ponga límites y el que me quiera. Las dos cosas van unidas (P38, G8, 017).
parece muy importante, pues a ti te toca darle de comer al perro, a ti quitar la basura…
como lo haríamos en cualquier casa (P11, G2, 115).
En este sentido, qué tipo de cosas, pues por ejemplo, yo creo que más o menos lo que se
hace en todos lados: fomentar la responsabilidad, eso lo primero; trabajar las habilidades
de la vida diaria, hábitos de higiene, hábitos de limpieza, etc.; trabajar los horarios, porque
en la vida uno tiene que tener unos horarios, tiene que levantarse para ir a trabajar, pues a
tal hora para comer porque tiene…lo que sea, trabajar el tema de los horarios; y después
por ejemplo nosotros hacemos actividades de cocina, porque por ejemplo en los centros
ese tema… o sea, hay una cocina, una cocinera que cocina allí y aparece la comida en
el plato y que mal sabe esto, no me gusta; entonces los chavales a lo mejor no saben ni
lo que cuesta un kilo de patatas, una barra pan; entonces eso es importante. Una de las
actividades es esa, con los chicos hacemos la compra y un poco que sepan…. es que nos
hemos encontrado con gente que han estado toda su vida en centros y salen de los centros
y no saben ni hacer una compra en el supermercado, no saben a veces, no saben calcular
lo que necesitan para la semana, cuánto cuesta aproximadamente, pues esa es una de las
actividades, hacer la compra y un día a la semana se cocina también allí (P8, G5, 052).
Que todo esto, reglamentos, normas, tal, que sea algo que quede para nosotros, para los
profesionales y no tanto para los niños. El trabajo de “no hagas esto, no puedes poner los
pies en el sofá porque la norma dice…” No, no puedes poner los pies en el sofá porque
mancha. Es un ejemplo, un poco... (P2, G5, 002).
Las normas no son una cosa rígida, pero yo creo que es importante que tengan claro que
hay 3 o 4 cosas que son así, y que sepan a que atenerse, especialmente los adolescentes,
tienen que saber que esto es así, esto es así… Que luego podemos negociar ciertas cosas
y que hay flexibilidad, pero que tengan claro las normas, porque además los chavales las
demandan. O sea, esto no puede ser la casa de tócame roca aquí cada uno hace lo que le
sale de las narices, no, no, no, aquí… (P39, G8, 168).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
A diferencia de lo que decía P2, las normas existen por algo, son unos límites que ellos
necesitan saber y a mí no me gusta confundir que yo te puedo querer y te voy a dar cariño,
a que tú tengas que responder a unas normas que no las tienes en tu vida. Es lo que te va
a establecer un vínculo, contigo, con la casa y con los compañeros (P9, G5, 003).
En cualquier caso, la comunicación no debe ser forzada, sino que la educadora debe
proporcionar las oportunidades y los medios de expresión necesarios, creando espacios
y tiempos para el diálogo. Para ello es preciso (Costa y López, 1991; Panchón, 1998;
Fernández y Fuertes, 2000):
- Dominar destrezas y habilidades comunicativas. Las educadoras de los grupos
de discusión señalan como habilidades más importantes la asertividad, la empatía
y la comprensión mediante la escucha activa. Según Fernández y Fuertes (2000,
p.227), “consiste en responder a las emociones y no sólo al contenido verbal de
los comentarios del niño, ser sensible a las vivencias que se esconden detrás de
sus mensajes verbales y no verbales”. Planella (2008) define como una estrategia
básica para acercarse a la persona, aprender a escuchar. Para poder escuchar
al otro es importante aprender a estar en silencio, silenciar nuestras ideas,
nuestros recuerdos, nuestras emociones, nuestros consejos, nuestros prejuicios,
nuestras convicciones. Dice el autor que “escuchar es desligarse, por lo menos
momentáneamente, de todo deseo de cambiar, de consolar, de tomar de la
mano la vida del otro” (Planella, p.7).
Señalar que es muy importante desarrollar un estilo educativo asertivo, es decir,
normas, con la autonomía, con el diálogo. En fin, para evitar llegar a esos
extremos de autoritarismo o pasividad, saber controlar un poco (P25, G7, 024).
Saber escucharles, que son personas como todas que necesitan ser escuchadas;
que vienen del instituto y del colegio y te cuentan ciertas cosas y ellos quieren
que les digas si han obrado bien, si han obrado mal o si el profesor tiene razón
(...) Entonces les tienes que saber escuchar y decir, pero sobre todo escuchar
(P16, G2, 111).
Si les escuchas ya les estás enseñando a que ellos escuchen; porque me acuerdo
que hace poco a mí me dijeron, “bueno, es que por lo menos nos sabes escuchar”;
porque siempre nos ven a las personas mayores como las personas que tenemos
razón, las que no sabemos escuchar. No sé, pienso que es importante (P16, G2,
113).
Prácticas socioeducativas en contextos residenciales de protección
Que te vean como una figura presente y eso, y a su lado a todos los niveles (P23,
G7, 006).
En la que siempre tengan una figura de referente que sea a la que le cuenten sus
cosas, que ella también… Eso tiene que ser recíproco, tú me cuentas pero yo
también te cuento a ti (P23, G3, 072).
Muchas veces, me acuerdo cuando leí que había un ejemplo de “¿que, qué
tal te fue en la escuela?, sí bueno pues haz la cama”. Realmente no le estás
preguntando, no sabes… pues porque, saber escuchar lo que te cuenta, porque
para él es importante (P2, G5, 011).
Síntesis
En este apartado se han presentado los principios orientadores de la práctica educativa
desarrollada en los centros de protección, la forma en que las educadoras los conciben y las
dificultades encontradas a la hora de ponerlos en práctica. Estas dificultades se derivan de
la configuración del sistema de protección a la infancia (sobre todo en lo que tiene que ver
con el principio de normalización y coordinación), de las características infraestructurales
y de la ubicación de los centros (dificultando muchas veces la integración social de la
infancia), de las condiciones laborales (falta de tiempo, ausencia de equipo y de espacios
de encuentro...), y también de actitudes propias de las educadoras (de sobreprotección,
de discreción...).
Las educadoras consideran que la práctica educativa ha de ser intencional, consciente y
reflexionada, lo que se concreta, según su opinión, en la determinación de los objetivos y
de las estrategias de intervención individual. No se concede la importancia que merece a la
planificación y a la evaluación. Se prioriza la intervención, la relación directa con los niños y
las niñas, y la toma de decisiones en base a la experiencia y al sentido común. Esto puede
ser debido a que la planificación no es adecuada, no responde a la realidad, que es urgente
y cambiante, por lo que se acaba convirtiendo en una tarea burocrática que no se tiene en
cuenta en el quehacer cotidiano.
599
También hemos visto que las estrategias de intervención socioeducativa se centran en la
relación de confianza y afecto establecida con la infancia acogida. Una relación desarrollada
en la convivencia y cotidianeidad del día a día, y fundamentada en una comunicación
asertiva. Asimismo, se concede mucha importancia al aprendizaje por observación e
imitación.
Conclusiones y
propuestas
Para concluir, quiero decirles que como educador, como
político, como hombre que piensa la práctica educativa, sigo
profundamente esperanzado. Rechazo el inmovilismo, la apatía,
el silencio.
Paulo Freire
Conclusiones
Concebimos este capítulo final como puente, como bisagra entre el cierre de la presente
investigación y la apertura de nuevos estudios que se pueden derivar de la misma. Somos
conscientes de que el proceso de búsqueda e indagación, motivado y empujado por la
curiosidad y guiado por la esperanza, es infinito, está siempre en movimiento (Freire, 2003).
Por eso, entendemos que este proceso no ha llegado a su fin. Sólo marcamos un punto y
seguido que creemos necesario para poder continuar.
Presentamos, pues, un compendio articulado de ideas que pretenden sintetizar lo hasta
aquí expuesto. Ideas que no son sólo nuestras, sino el resultado de un diálogo abierto
entre la teoría y la práctica, entre la literatura especializada y las profesionales expertas en
la acción desarrollada en contextos residenciales de protección a la infancia.
Proponemos tres apartados en los que se condensará la información y los resultados
derivados de la investigación en torno al sistema de protección, a la medida de acogimiento
residencial y a las prácticas socioeducativas realizadas. Para cada uno de estos epígrafes
presentamos, además, algunos elementos inhibidores y potenciadores del desarrollo
profesional de la práctica cotidiana, identificados por las educadoras de los grupos
de discusión, así como alguna propuesta de mejora para aquellas cuestiones aún no
resueltas.
Antes de comenzar, consideramos oportuno recordar la finalidad principal de la presente 603
investigación, así como los objetivos específicos, a fin de dar cuenta de su consecución.
Desde una aproximación descriptiva de los recursos residenciales –que nos permita
contextualizar las prácticas socioeducativas desarrolladas en centros de protección a la
infancia en Galicia–, y desde una aproximación comprensiva de los sentidos y significados
que las profesionales les atribuyen y de la forma en que se desarrollan, intentamos dotar de
contenido al principio rector que establece la Ley Orgánica 1/1996 de Protección Jurídica
del Menor, según el cual las medidas del sistema de protección a la infancia y adolescencia
deben tener un carácter educativo. La finalidad última, como en toda investigación en
Educación Social, es aportar una vía de reflexión sobre la acción orientada a la mejora de
las realidades analizadas.
En cuanto a los objetivos específicos, desde un enfoque descriptivo, y a través de la encuesta
como principal estrategia metodológica, se establecieron los siguientes propósitos:
1. Elaborar un mapa de recursos residenciales para la protección a la infancia
atendiendo a la ubicación, dependencia administrativa, confesionalidad, tipología
de los centros e infraestructuras.
2. Recopilar información respecto de la capacidad y ocupación de los centros, así
como de su evolución.
3. Conocer las características de los sujetos de la práctica educativa en contextos
residenciales: la población acogida y las profesionales.
4. Determinar el uso de algunos elementos de la práctica socioeducativa en cuanto
a la planificación y sistematización de la acción, al trabajo en equipo, formación
y supervisión.
Desde una perspectiva comprensiva:
1. Promover la reflexión individual y colectiva sobre la acción educativa desarrollada
en contextos residenciales de protección a la infancia y adolescencia, como
ejercicio de sistematización de la práctica profesional.
2. Identificar, analizar y comprender las percepciones, valoraciones, interpretaciones,
sentimientos, actitudes y aspiraciones, que las educadoras manifiestan en
relación a sus formas de entender y desarrollar la práctica educativa profesional
en el contexto residencial.
3. Determinar los elementos básicos que dan sentido a la práctica educativa, las
barreras y necesidades así como aquellos aspectos que puedan contribuir a la
mejora de la misma.
4. Contribuir a la construcción un discurso común a partir de la interacción y el
diálogo entre las participantes.
Entendemos que la integración metodológica fundamentada en la complementación de
técnicas cualitativas y cuantitativas, nos permitió responder a los objetivos planteados. En
cuanto a los grupos de discusión: obtuvimos información cualitativa y desde la perspectiva
de las participantes; a través del diálogo y la interacción entre los miembros del grupo;
aportando a la construcción de un discurso común, de una identidad de grupo y a la
transformación de las realidades analizadas desde la reflexión sobre la acción. Así lo
manifiestan algunas educadoras:
De todas formas, ya para empezar debe unirnos muchas cosas cuando hablamos y
parece que nos escuchamos a nosotros mismos. En estas dos reuniones, escuchas a otro
compañero y dices, “es que es lo mismo, vivido de la misma manera” (P39, G8, 241).
Y también deseo de estos espacios, que dices, cada centro tenemos nuestra identidad,
nuestro funcionamiento y no vamos a cambiar, pero tenemos problemáticas muy parecidas.
Yo más que un libro, que para mí un libro en esta tarea me sirve para poco, necesito este
espacio de diálogo, de decir, “oye, ante esta situación, cómo haces, o qué te da resultado
(P26, G7, 103).
¿Queréis añadir alguna cuestión más? (E, G1, 325) ¡A las barricadas! (P8, G1, 326)
Conclusiones
Inhibidores y potenciadores
Las educadoras de los grupos de discusión contemplan, principalmente, una visión
restringida del concepto de protección, centrada en situaciones en las que procede la
asunción de la guarda o la tutela. Las referencias a la protección aluden principalmente
a sus realidades micro y no al sistema en que éstas se inscriben. Esta visión restringida se
refiere principalmente al “ser”, es decir, a la realidad actual que perciben, ya que, en su
opinión, no se están desarrollando, desde el sistema, intervenciones preventivas, ni de
apoyo a las familias, lo que se correspondería con el “deber ser”. La situación que lleva a las
educadoras participantes en los grupos de discusión a pensar en la protección como una
pantalla, como un paréntesis, como algo artificial, se traduce en los siguientes inhibidores
de su práctica cotidiana:
- Falta de recursos en los equipos técnicos del menor, unido a un cambio
constante de las profesionales que los conforman (también manifestado por
el Valedor do Pobo en el informe del 2007), por lo que no pueden acometer
las funciones que se les encomiendan: evaluación de la realidad sociofamiliar,
definición de un plan de caso para cada niño, envío de la información pertinente
a los centros, intervención con las familias para favorecer el regreso de las niñas
y los niños acogidos, etc. Asimismo, la insuficiencia de recursos puede ser uno
de los motivos por los que los procesos y la toma de decisiones son demasiado
lentas, provocando un bloqueo en el presente y el futuro de la infancia.
- Otro de los puntos débiles señalado por las educadoras es la falta de coordinación,
dependiendo la comunicación entre profesionales fundamentalmente de la
actitud y voluntad personal de cada una.
De Paúl (2009) señala como una de las posibles razones de la escasa
coordinación, la utilización de una terminología inadecuada o definida de manera
insuficientemente precisa y la ausencia de criterios unificados para establecer
la consideración de los niveles de gravedad de una determinada situación de
desprotección. Las educadoras señalan una ausencia de criterios comunes entre
los recursos y las profesionales, que se refleja en la existencia de discrepancias
tanto verticales (entre niveles), como horizontales (dentro de un mismo equipo).
Asimismo, denuncian un desequilibrio en la relación entre equipos, puesto que
su opinión en las decisiones ocupa el último lugar. En este sentido, además de
reforzar la comunicación y de establecer criterios compartidos de actuación, es
necesario superar la desconfianza entre los equipos, promover que se conozcan
y reconozcan como parte del sistema:
Y no sólo eso, ponen en tela de juicio tu palabra, que eres quien está conviviendo
con él; son ellos los que priman su palabra sobre la tuya, que no tiene sentido
(P5, G1, 003).
Somos los que mejor los conocemos, somos los que… pero sin embargo nuestro
puesto es en las decisiones, los últimos (P17, G2, 069).
Luego también creo que tenemos deseo de coordinación, porque lo necesitamos (P26,
G7, 103).
Yo hecho de menos tener un mapa de servicios sociales, pues tienes esto, esto
y esto, y esto está coordinado con aquello y si lo envías aquí no te preocupes
que… (G1).
El tema es que con las familias hay un problema para mí muy salvaje, que es
el abandono institucional, que yo creo que es algo delictivo que había que
denunciar, pero no está estipulado. Niños, como decía antes P11, que van a
607
casa y que les hace mal, es malo para ellos, es malo para todo el mundo, a
parte que también llega un nivel que coarta la capacidad educativa totalmente
(P12, G6, 027).
También se denuncia, tanto por parte de las educadoras como del Valedor do
Pobo (2007), que las medidas de protección a la infancia se están convirtiendo
en instrumentos de protección de la familia, ya que en base al principio de
subsidiariedad se está dificultando la adopción de otras alternativas de carácter
permanente y normalizado, en clara sintonía con el interés de la infancia. Así,
situaciones definidas como provisionales se pueden perpetuar en el tiempo:
Para mí la Administración da más oportunidades a la familia que a los niños
(P11, G2, 066).
Entendemos que las decisiones en base a este principio deben estar siempre
acompañadas de una intervención efectiva con la familia y de una evaluación de
las posibilidades reales de superación de la situación de dificultad social.
- También supone un inhibidor la visión que tiene la sociedad de los centros y
de la infancia acogida, así como la invisibilidad social de estas realidades, su
desconocimiento, dificultando el desarrollo de los principios de integración y
normalización:
Da igual, en todos los sitios todo el mundo sabe que esos niños son del centro y
yo creo que a mí es lo que más me cuesta (P1, G5, 139).
No saben que eso existe, entonces se encuentran con tal, qué es esto, qué
miedo. Pues sí que hay mucho desconocimiento y se podía hacer algo para…
(P8, G5, 155).
Propuestas de mejora
Las situaciones descritas suponen elementos inhibidores de la práctica educativa
desarrollada en los centros de protección, ya que, como en todo sistema, las diferentes
medidas y acciones son interdependientes. Por ello, en opinión de Bravo y Fernández
(2009, p.51), “se precisa un cambio global del sistema de protección para reconducir
las funciones del acogimiento residencial”, ya que incidir por separado en cada una de
las medidas difícilmente va a aportar mejoras significativas. Enumeramos a continuación
algunas propuestas de mejora en relación al sistema de protección:
1 Según la terminología empleada en la nueva Ley 13/2008 en la que se establecen tres niveles de actuación: comunitario de
base, comunitario específico y especializado.
Conclusiones
En opinión de Ortega (1998, p.167), los centros de protección y reforma son unas
instituciones “naturales”, antropológicas, básicas, de la comunidad, aunque se las considere
erróneamente planteadas. Nacen ante la necesidad de amparar, alimentar y educar a niños
y niñas que no tenían otro lugar donde estar o que no quieren o no pueden integrarse en
la sociedad que les rodea. Por supuesto “marginan, estigmatizan y ‘hospitalizan’, aunque
también recogen, cuidan y deberían formar”.
La evolución del acogimiento residencial guarda relación con la imagen de la infancia en
cada momento histórico, lo que trajo consecuencias tanto para los años de permanencia
en el centro como para el tipo de actividades desarrolladas. Desde las primeras instituciones
al sistema actual, se evolucionó:
- De una asistencia institucionalizada arraigada a la caridad cristiana y a la
beneficencia privada, caracterizada por acoger sin discriminación a personas de
todas las edades y con distintas necesidades, que tenían una misma consideración
y tratamiento; a una ampliación progresiva de las responsabilidades de los
poderes públicos, que supuso una reorganización de las instituciones públicas y
615
un mayor control de las privadas.
Hoy en día, a pesar de que los poderes públicos son los máximos responsables
de las medidas de protección a la infancia, los datos del cuestionario aplicado
en el año 2005 revelan una realidad en la que el desequilibrio entre centros
públicos (12,5%) y privados (87,5%) es importante –este último porcentaje se
ve incrementado si tenemos en cuenta los centros propios de gestión delegada,
incrementándose hasta un 95,83%–. Esta situación supone una desventaja
significativa para los centros de iniciativa social, con los que la Xunta de Galicia
firma un contrato atribuyendo por niño/a acogido/a un precio por día que varía
desde los 28 a los 32 euros. Siendo el precio estipulado para los centros propios
de 41,42 euros/día, presupuesto exclusivo para la atención a la infancia, puesto
que tienen partidas diferentes para personal y mantenimiento de infraestructuras
y equipamiento. A pesar del incremento significativo del precio de las plazas
desde el cambio de gobierno, la situación sigue siendo injusta, para la infancia
atendida, y para las profesionales.
Asimismo, todavía hoy existe un importante número de centros confesionales (un
total de 27 que supone el 37,5% sobre el total), gestionados por 19 entidades
religiosas.
Por último, una de las grandes demandas al actual sistema es la necesidad de
una mayor supervisión y control de las instituciones privadas.
- De macrorresidencias, autosuficientes, a modelos más reducidos y familiares.
En la Comunidad Autónoma de Galicia existe una diversidad de tipologías de
centro en lo que respecta al número de plazas. Las casas de familia constituyen la
tipología más extendida (32 centros que suponen el 50% sobre el total). Pudiera
parecer que se cumple una de las tendencias señaladas por Fuertes en el año
1992, en relación a la presencia en la red de centros de tamaño más reducido
e insertadas en edificios vecinales. Sin embargo, no todas las casas de familia y
minirresidencias cumplen estas características infraestructurales (concretamente 8
centros de estas tipologías), siendo, en realidad, antiguos macrocentros para los
que la Xunta de Galicia redujo el convenio en número de plazas. Además, la mayor
proporción de niños y niñas (55,56%) está acogida en centros con hogares.
- Del internamiento como único dispositivo, a la diversificación de medidas.
Todavía queda mucho por avanzar en este sentido: en lo que respecta al
acogimiento familiar, tan sólo un 3,7% de la infancia beneficiaria de esta medida,
fue acogida en familias ajenas en el año 2007. Asimismo, tan solo existen 9
centros específicos de atención de día en Galicia, siendo su incremento una de
las reivindicaciones de las educadoras.
- De un personal educativo escasamente cualificado y mal remunerado, a una
mayor profesionalización y especialización.
En el Decreto 329/2005 que regula las condiciones que deben reunir los centros
de protección en Galicia, tan sólo se especifica que el personal educativo deberá
ser adecuado a las características de las personas usuarias y a las actividades que
realicen. Los datos del cuestionario aplicado revelan que el 34,03% del personal
del equipo educativo, cuenta con titulaciones ajenas al ámbito de las Ciencias de
la Educación; y el 8,3% no tiene una cualificación oficialmente reconocida. En
cuanto a la remuneración, es un tema pendiente del sistema de protección, tal y
como manifiestas las educadoras:
Los educadores cobramos como cuidadores, es decir, yo no sé cómo cobráis
vosotros, pero yo ejerzo de educadora y cobro de cuidadora, o de auxiliar de
cocina, da igual, porque cobro lo mismo (P1, G5, 323).
Inhibidores y potenciadores
En cuanto a la actual red de centros, supone un elemento inhibidor de las prácticas
socioeducativas desarrolladas en acogimiento residencial, la falta de recursos específicos,
fundamentalmente:
- De primera acogida o de urgencia –sólo existe un centro de estas características–.
Esta situación plantea problemas ante la inadecuación de funciones y recursos
de los centros donde tienen lugar este tipo de acogimientos (un total de 26
recursos que no cuentan con el equipo técnico exigido en la regulación vigente
para el desarrollo de las funciones encomendadas).
- Centros con plazas específicas destinadas a mayores de 16 años –sólo existen en
Galicia 6 centros (8,33%) de estas características, y ninguno de preparación para
la vida independiente, tipología contemplada en el Decreto 355/2003–.
- Centros de día, de los que tan solo hay 9 en Galicia (ofertando 117 plazas).
A mayores de estos centros, existen plazas de atención de día integradas en
recursos residenciales, concretamente en 37 centros (346 plazas). En opinión
de las educadoras, supone un inhibidor albergar dos medidas diferentes en el
mismo recurso, lo que supone aumentar el número de niñas y niños atendidos
y también la ratio –los datos del cuestionario revelan la existencia de centros
en los que se aumenta la población acogida en 20 plazas, pasando de 40 (lo
máximo permitido) a 60–. En estas condiciones habría que analizar la concreción
en la práctica educativa cotidiana de los principios de normalización, integración,
atención individualizada, imprescindibles para el crecimiento personal y social de
la infancia acogida, su desarrollo integral y la plena integración en la cultura y
sociedad, objetivos de la protección:
Yo creo que hay que diferenciar, lo que es atención de día tiene que ser
exclusivamente atención de día, y lo que es atención residencial solamente
atención residencial. Y la mezcla, muchas veces, crea tensiones entre los propios
niños, porque claro: “tú vas a casa y por qué yo no si tengo unas condiciones
tal...” (P14, G2, 031).
El año que me estrené tenía una unidad de reforma, es que lo que tenía no era una unidad
de protección, era una unidad de reforma, y para proteger al resto he tenido que trabajar
durante mes y medio con la puerta cerrada con llave (P33, G4, 120).
Que la protección es muy bonita, pero hay chavales de protección que reparten hostias
como uno de reforma o más. Y hay ese tipo de chavales (…) Hace falta especializar para
poder educar (P2, G1, 207).
Te encuentras menores que están en situación de desamparo con niños que son de
reeducación y que pues por causas X, que por ejemplo no ha salido la medida judicial,
están en un centro de protección, y eso lo padecen los niños (P8, G1, 015).
Y luego tenemos también adolescentes con problemas de droga, algunos que también
pegaban a los padres, pero que no suelen durar en nuestro centro por la tipología de
centro y nuestra forma de trabajar, no aguantan, porque es un centro muy abierto, es una
casa de familia, entonces acaban fracasando porque las libertades son muy amplias, y la
problemática a nosotros nos supera en muchos casos. Porque, claro, tenemos pequeños
por una parte, tenemos a éstos por otra… (P32, G4, 016).
Me parece que todos tenemos que conocer, la gente que trabajamos aquí, con qué recursos
contamos. Sobre todo los que tienen el poder de decidir deberían saber con qué recursos
cuentan porque yo creo que no lo saben (P6, G1, 245).
En cuanto al encargo institucional, las educadoras consideran que sería un gran potenciador
de su labor profesional, que estuvieran bien delimitadas sus funciones, lo que se podría
solucionar contando con un documento marco en el que se recojan las características y
criterios de funcionamiento de los centros:
En lo que es mi caso particular, yo creo que para poder trabajar deben estar delimitadas
las funciones del equipo educativo y del director (P6, G1, 239).
Yo creo que en este sentido, igual que en un centro hay un PEC, quiero decir, para que
todos los centros y todos… Incluso debería haber, no sé si un libro blanco, pero sí una guía
a nivel tal (…) Quiero decir, un libro guía, un no sé qué. Igual que los centros educativos
reglados como tales, tienen una normativa y saben a qué atenerse, y vas al libro y miras,
esto es lo que hay que hacer en este caso… Aquí, a lo mejor cada uno le da la solución que
buenamente puede (P24, G7, 102).
Propuestas de mejora
Las propuestas de mejora están en clara sintonía con lo que las educadoras entienden
que constituyen potenciadores de su práctica profesional, así como con los factores clave
definidos por López et al. (1995) para la organización de todo recurso. Estos son:
2 Ha sido objeto de análisis en la Tesis Doctoral de Segundo Moyano (2007). Retos de la Educación Social. Aportaciones
de la Pedagogía Social a la educación de las infancias y las adolescencias acogidas en Centros Residenciales de Acción
Educativa. Universitat de Barcelona. Departamento de Pedagogia.
Conclusiones
Tienes que tener en cuenta el cuidado del cuidador y parece que nuestros jefes o 629
directores pretenden más un trabajo cuantitativo que cualitativo. Por supuesto
un educador debe ser cualitativo y no cuantitativo. Por las horas que pasas
allí, eso afecta a tus intervenciones, no te metes en un fregado con la misma
distancia que te metes a la primera hora (P22, G7, 014).
En suma,
A la hora de exigir esa categoría profesional, [se debe] respetar, pagar, dar
estabilidad a los equipos… y ahí la intervención será mucho más positiva y más
profesional (P2, G1, 241).
Propuestas de mejora
Del análisis realizado sobre la forma en que las educadoras conciben y desarrollan su práctica
educativa, se observan opiniones contradictorias entre lo que entendemos como un nivel
conceptual y un nivel descriptivo de las acciones y contenidos concretos. Planteamos
en este apartado tres propuestas de mejora que tienen que ver con la capacitación del
personal educativo de los centros, y con la necesidad de promover espacios de encuentro y
reflexión sobre la práctica, dentro de una estrategia de supervisión más amplia. Asimismo,
Conclusiones
Europeo
Carta Europea de los Derechos del Niño (Resolución A 3-0172/92) (DOCE nº C 241, de 21
de septiembre de 1992).
Resolución del Parlamento Europeo sobre medidas de protección de menores en la Unión
Europea (A 4-0393/96).
Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (2004) Tratado por el que se establece
una Constitución para Europa. Madrid: Imprenta Nacional del Boletín Oficial del
Estado.
Ley Orgánica 1/2005, de 20 de mayo, por la que se autoriza la ratificación por España del
Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, firmado en Roma
el 29 de octubre de 2004 (BOE nº 121 de 21 de mayo de 2005).
Estatal
Constitución Española de 27 de diciembre de 1978 (BOE nº 311 de 29 de diciembre de
1978).
Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, de modificación
parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil (BOE Nº 15 de 17 de
enero de 1996).
Ley 40/2003, del 18 de noviembre, de protección a las familias numerosas (BOE nº 277 de
18 de noviembre de 2003).
Real Decreto 1621/2005, de 30 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de la
Ley 40/2003, de 18 de noviembre, de protección a las familias numerosas (BOE
nº 15 de 18 de enero de 2006).
Resolución de 20 de diciembre de 1995, de la Universidad de La Coruña, por la que se
se publica el acuerdo del Consejo de Universidades, por el que se homologa el
plan de estudios conducente al título oficial de Diplomado en Educación Social
(Suplemento del BOE nº 17 de 19 de enero de 1996).
Resolución de 26 de julio de 2001, de la Universidad de Santiago de Compostela, por
Apéndice legal
Autonómico
Andalucía
Ley 1/1998 de los derechos y la atención al menor (BOJA nº 53 de 12 de mayo de 1998).
Decreto 355/2003, de 16 de diciembre, del Acogimiento Residencial de Menores (BOJA nº
245 de 22 de diciembre de 2003).
Orden de 28 de julio del 2000, conjunta de las Consejerías de Presidencia y de Asuntos
Sociales, por la que se regulan los requisitos materiales y funcionales de los servicios
653
sociales de Andalucía y se aprueba el modelo de solicitud de las autorizaciones
Administrativas (BOJA nº 102 de 5 de septiembre de 2000).
Orden de 13 de julio de 2005, por la que se aprueba el Proyecto Educativo Marco para los
centros de protección de menores en el ámbito de la Comunidad Autónoma de
Andalucía (BOJA nº 150 de 3 de agosto de 2005).
Aragón
Ley 12/2001, de 2 de julio, de la Infancia y la Adolescencia en Aragón (BOA nº 86 de 20
de julio de 2001).
Decreto 111/1992, de 26 de mayo, de la Diputación General de Aragón, por el que se
regulan las condiciones mínimas que han de reunir los servicios y establecimientos
sociales especializados (BOA nº 66 del 10 de junio del 92).
Asturias
Ley del Principado de Asturias 1/1995 de Protección del Menor (BOPA nº 32 de 9 de
febrero de 1995).
Decreto 79/2002, de 13 de junio, por el que se aprueba el Reglamento de autorización,
registro, acreditación e inspección de centros de atención de servicios sociales
(BOPA nº 151, 1 de julio de 2002).
Decreto 48/2003, de 5 de junio, por el que se aprueba el Reglamento sobre normas de
régimen interior de centros de alojamiento de menores (BOPA nº 142 de 20 de
junio de 2003).
Canarias
Ley 1/1997, de 7 de febrero, de atención integral a los menores (BOC nº 23 de 17 de
febrero de 1997).
Decreto 54/1998, de 17 de abril, por el que se regulan las actuaciones de amparo de los
menores en el ámbito de la Comunidad Autónoma de Canarias (BOC nº 55 de 6
de mayo de 1998).
Decreto 40/2000, de 15 de marzo, por el que se aprueba el Reglamento de organización
y funcionamiento de los centros de atención a menores en el ámbito de la
Comunidad Autónoma Canaria (BOC nº 44 de 10 de abril de 2000).
Cantabria
Ley 7/1999, de 28 de abril, de Protección de la Infancia y Adolescencia (BOC nº 90 de 6
de mayo de 1999).
Decreto 58/2002, de 30 de mayo, por el que se desarrollan los procedimientos relativos a
la protección de menores y a la adopción y se regula el registro de protección de
la infancia y adolescencia en Cantabria (BOC nº 136 de 16 de julio de 2002).
Castilla - La Mancha
Ley 3/1999, de 31 de marzo, del Menor de Castilla-La Mancha. (DOCM nº 22 de 16 de
abril de 1999).
Castilla y León
Ley 14/2002, de 25 de julio, de Promoción, Atención y Protección a la Infancia en Castilla
y León (DOCyL nº 145 de 29 de julio de 2002).
Decreto 54/2005, de 7 de julio, por el que se regula el régimen de organización y
funcionamiento de los centros específicos destinados a la atención residencial
de menores con medidas o actuaciones de protección (DOCyL nº 135 de 13 de
julio de 2005).
Cataluña
Ley 37/1991, de 30 de diciembre, sobre medidas de protección de los menores desamparados
y de la adopción (DOGC nº 1542 de 17 de enero de 1992).
Ley 8/1995, de 27 de julio, de atención i de protección de la infancia y adolescencia y de
modificación de la Ley 37/1991, de 30 de diciembre, sobre medidas de protección
de los menores desamparados y de la adopción (DOGC nº 2083 de 20 de agosto
de 1995).
Apéndice legal
Vimos contar
que isto non é o final,
isto é o principio
de algo máis:
un novo día está por chegar.
Vimos contar
que isto non é o final,
isto é o principio
de algo máis:
un novo sol que nos vén abrasar.
Vimos contar
que isto non é o final,
isto é o principio
de algo máis:
un novo sol que nos vén rescatar.