Está en la página 1de 35

Los Ciclos del Movimiento Obrero

Mexicano en el Siglo XX

Enrique de la Garza T.
Javier Me/goza V.

Introducción

m s.k1
movimiento obrero (MO) como la
.---~-.--r--ajadores (no sólo de los obreros fabriles) en
torno a un conflicto ya se con los empleadores. el Estado o con otros
contingentes de trabajador s. Cualquier MO com ende tres elementos
básico · ganizac1on. 1 una JUstificación ideo og1ca qu
puede sustentar -dependiendo s.u...grnd.a...de._ejg,t~QIUciófr_un proyect2
deSOC:re-dat f alternativo. Según su extensión. organización y proyecto.
lo'SMe--puecterrc!LíSifl'carse en tres modalidades: (~ la del pequeño
grupo de trabajadores que se moviliza para mejorar, por ejemplo, las
condiciones laborales en el ámbito inmediato de los departamentos
fabriles o de los talleres en los que despliega sus actividades cotidianas;
(i~ el MO que se desarrolla en el conjunto de un establecimiento.
empresa o rama industrial. por lo que precisa de formas de organización
que desbordan al grupo primario y da origen a estructuras que pueden
ser o no las propias de un sindicato. En esta segunda modalidad la
constitución de liderazgos, ideologías y proyectos se complejizan y
aparecen menos determinados por la dinámica de los grupos primarios.
tal como ocurre en los conflictos por revisiones contractuales o
impugnación de liderazgos. Finalmente, (17~ tenemos el MO que
traspasa las contradicciones inmediatas con el capital o los conflictos
por la dirección de las organizaciones y deviene movimiento social o
político amplio. en tanto cuestiona elementos del orden estatal o social
y genera un proyecto político o social alternativo. Aunque las tres
modalidades del MO (grupal. gremial y político-social) no se presentan
en estado puro. creemos pertinente la distinción propuesta dado que
las movilizaciones de los trabajadores pueden enfatizar alguno de los
aspectos referidos.

La constatación de las diversas manifestaciones empíricas del


MO exige el reconocimiento de sus múltiples indicadores y la reflexión
crítica sobre el problema de fondo asociado a su polisemia implícita. En
consecuencia, nos parece rebatible el análisis del MO a partir de la
evaluación en abstracto de alguno de sus indicadores. En este sentido

Reviste latinoameric ano de Estudios del Trabajo, año 2, núm 2, 1996, pp. 127-1 62
128 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

resultaría endeble cualquier aseveración sobre el ascenso o


decadencia del MO si se considera en abstracto. por ejemplo, la
trayectoria estadística de las huelgas. en tanto su significado no es
unívoco. pues éste se encuentra acotado por las diversas circunstancias
que influyen sobre su gestaciÓn y desarrollo. En este tenor, es indudable
que el significado de cualquier huelga recibe el influjo de elementos
como el <<Sistema» de relaciones industriales vigente (por ejemplo, la
distinción jurídica entre huelgas «existentes/legaleS>J e
«inexistentes/ilegaleS>J); los vínculos con el Estado o con las empresas (en
el caso mexicano. es por demás sabido que la relación corporativa
implica una sobredeterminación de la razón de Estado sobre la razón
contTacfua/ del sindicato); o las condiciones de la representatividad
sindical y la democracia sindical (en condiciones de precariedad en la
democracia sindical las huelgas pueden estallar sin expresar un
movimiento colectivo de base). entre otros.

No basta con un tratamiento exclusivamente técnico a partir


de las nociones de validez y confiabilidad para resolver
adecuadamente las dificultades derivadas de la polisemia de los
indicadores: excepto para algunos estudios de caso, no tenemos la
posibilidad de depurar al detalle las estadísticas mexicanas sobre
huelgas en el siglo XX. Para el estudio del MO dicha tarea de
depuración reclama. por tanto. una estrategia diferente a la que realiza
un investigador que está en condiciones de controlar la construcción de
datos. tal como ocurre cuando se levanta una encuesta (De la Garza.
1987). De lo.anterior se desprende que la indagación sobre el significado
del MO no puede sustentarse únicamente en el análisis de series
estadísticas de algún indicador. Antes bien. dicha tarea debe incluir
progresivamente diferentes determinantes del MO así como conceptos
teóricos. Se trata, en suma. de analizar al MO en tanto proceso y, a la
vez. articulación de procesos en diferentes niveles. al menos aquéllos
que remiten a: (~ la experiencia obrera inmediata (procesos de trabajo,
relaciones laborales. relaciones sindicales y de la reproducción social);
\ (i~ los procesos extraexperienciales obreros (proceso económico.

~
nómica político-estatal, dinámica de las grandes estructuras sindicales
de la cultura social); y, (ti~ los procesos que remiten directamente a las
ses y desarrollo del MO como movimiento social (gestación del
ovimiento, punto de ignición: procesos de comunicación durante el
movimiento. evolución de las movilizaciones. construcción de liderazgo.
ideologías y proyectos. construcción de una identidad obrera en el
movimiento. construcción de la noción de aliados y enemigos. etc.).

La articulación de procesos advierte sobre la necesidad de


reconocer y distinguir sus niveles empíricos y conceptuales; así. la
articulación de procesos no se agota . en la tarea de la correlación
empírica entre indicadores sino que debe incluir la articulación teórico-
conceptual correspondiente (Zemelman. 1986). Un concepto de
articulación que puede ser pertinente para el análisis del MO es el de )

~
ujeto obrero. Este concepto permite articular. por una parte. las J
dimensiones estructurales y subjetivas del MO y, por otra. sus
manifestaciones organizativas. ideológicas y culturales. En efecto. el
í

t
El Mundo d el Trabajo 129

concepto de sujeto obrero condensa a la par los aspectos estructurales


del MO, como las características tecnológicas de los procesos de
trabajo, las organizacionales, los modelos de relaciones laborales, las
sindicales, las económicas, las estatales y los patrones reproductivos de
la fuerza de trabajo, y la dimensión de la subjetividad, entendida como
proceso de construcción de visiones de mundo y que implica procesos
de asimilación, mimetismo y rejerarquización en el campo de los
valores, las formas de razonamiento, conocimiento y el sentimiento de
los sujetos colectivos ante el choque entre experiencia colectiva y
estructuras.

Desde el punto de vista metodológico, el concepto de sujeto


admite dos acepciones: como tipo ideal con características
claramente definidas, y como concepto cuyo contenido se mantiene
provisionalmente abierto, sin presuponer que algún elemento estructural
o subjetivo determina en mayor medida los rasgos y acciones del sujeto
social en estudio. En esta segunda opción, el concepto adquiere
especificidad durante el proceso de investigación mediante el
descubrimiento y articulación de sus niveles y jerarquías. Así, es posible
definir sujetos obreros en diferentes niveles de abstracción, territorialidad
y temporalidad, y reconocer la coexistencia de varios sujetos durante un
mismo periodo.

Las consideraciones anteriores esbozan la necesidad de


explicitar nuestra noción de periodos y -asunto crucial- los criterios para
puntear los límites entre unos y otros. En primer lugar. la idea de procesos
articulados no presupone su forzosa sincronía ni la coincidencia de
periodos (tecnológicos, de relaciones laborales, del ciclo económico,
etc.). Asimismo, la periodización de sujetos, en tanto articula niveles
estructurales y subjetivos, no conlleva la concomitancia de un indicador
-como el número de huelgas- en cuanto a límites estrictos. En otras
palabras, habría que hablar, más que de límites categóricos en los
periodos del MO, de una fr'Ónja aproximada en el tiempo en la que se
incluyen y adquieren sigíÍificado diversos indicadores del movimiento -
los cuales, por lo demás, no son todos ellos cuantitativos-, así como otros
niveles que pueden influir en la constitución y desarticulación de sujetos
obreros. En general, un cambio de periodo implica un viraje brusco en
las características cuantitativas o cualitativas o bien en la
direccionalidad de un proceso. En breve: si el MO involucra sujetos
obreros diversos, la periodización del mismo no es otra sino la de los
propios sujetos.

La estrategia de reconstrucción del MO a través del concepto


articulador de sujeto no está exenta de riesgos; empero, quizá
contribuya a descubrir mediaciones que las periodizaciones
tradicionales no incluyen. A guisa de ejemplo, basta recordar que los
estudios más comunes en el medio mexicano hacen coincidir periodos
del MO con los de la política laboral del Estado, afán que transforma de
hecho al movimiento en variable dependiente de la política estatal; del
mismo modo, otras propuestas se empeñan en correlacionar
indicadores del conflicto obrero y los de la dinámica económica. En
130 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

ambos casos, se echa de menos el registro y examen de algunos niveles


del MO como los señalados anteriormente. Finalmente, admitimos que
l
nuestra propuesta no puede conducir sino a un conocimiento
provisional en virtud de la notoria escasez de información y demasiadas
incógnitas sobre la trayectoria del MO mexicano a lo largo de un
periodo tan vasto y complejo como el que analizamos. Lo anterior
explica la utilización de materiales que dan cuenta de casos típicos y,
en ocasiones, .extremos. Nuestro análisis debe considerarse por tanto
como preliminar y eventual insumo en espera de una nueva generación
de investigaciones que dispongan de información más completa y
cabal que la sintetizada en las páginas siguientes.

l. El movimiento obrero antes de la revolución mexicana

Gracias al activismo de Plotino Rhodakanaty, socialista utópico


griego, quien llegó a México hacia 1861, nació uno de los primeros
grupos anarcosocialistas mexicanos. Mientras los juaristas se batían
contra los conservadores y los franceses en una gran cruzada
nacionalista, los anarquistas del círculo de Rhodakanaty -entre quienes
se contaban el obrero Santiago Villanueva y los estudiantes Francisco
Zalacosta y Hermenegildo Villavicencia- se identificaban con un
bakuninismo sui geneds que combinaba algunas tesis procedentes de
Fourier y Proudhon, como la defensa de un proyecto de transición
pacífica al socialismo y el rechazo a la actividad política y a la
dictadura del proletariado.

Aunque en esos años estallaron las primeras huelgas obreras en


las fábricas de 'la Colmena", "San lldefonso" y "La Fama Montañeza", no
es del todo acertado considerar dichas movilizaciones como
manifestaciones de un MO consolidado, dadas las condiciones de
inmadurez en las relaciones de producción. Empero, estas primeras
acciones conjuntas de los asalariados mexicanos dejarían su impronta
ideológica en el desarrollo del MO en el curso de los primeros treinta
años del siglo XX. Dicha influencia correría por dos vías: primera, la
derivada de la cultura artesanal que expresaba el anarquismo inicial y, ]
segunda, la vinculada a la conformación del liberalismo juarista en
ideología nacional.
1
En 1876, al realizarse el Congreso General Obrero, se
demarcaron claramente las dos posturas que prevalecerían en las
organizaciones de trabajadores hasta el primer tercio del siglo siguiente:
progobiemistas y autónomos anarquistas. Hacia 1881 el Congreso
aglutinaba aproximadamente 50,000 trabajadores, y entre ellos fueron
ganando terreno los planteamientos de Rhodakanaty y Lo Social.
órgano periodístico de los anarquistas. No obstante, el gobierno de
Porfirio Díaz inició desde 1880 una ofensiva contra el -naciente MO,
llegando incluso a disolver el Congreso General Obrero (Hart, 1974). Así.
la primera oleada del anarquismo mexicano entró en un proceso de
extinción hacia fines de los años ochenta. Cabe destacar, por otra
parte, que la represión del MO corrió paralela a las tareas
gubernamentales encaminadas a promover la industrialización del país, 1
---------------------------

El Mundo del Trabajo 131

la cual. paradójicamente, abonó el terreno para el resurgimiento del


MO y el desarrollo de formas organizativas y estrategias de lucha más
avanzadas.

En las postrimerías del siglo pasado. la economía mexicana se


consolidó bajo el modelo primario exportador. En esas condiciones, y
con el cambio de siglo, repuntó el MO en las ramas económicas más
desarrolladas: el transporte ferroviario, la minería y las industrias textil y de
electricidad. Aunque el anarquismo continuó influyendo las acciones
del MO previas a la revolución. no se trataba ya del que años atrás
impulsaran Rodhakanaty y su círc ulo, sino del anarquismo que
difundieron conjuntamente el Partido Liberal Mexicano, encabezado
por los hermanos Flores Mogón, y los obreros estadounidenses que
llegaron al país para laborar en las compañías ferroviarias. En cierta
medida, la trayectoria de Regeneración. órgano del nuevo anarquismo,
informa sobre la evolución del MO durante los primeros lustros del siglo .
Entre 1900 y 1903, Regeneración fue un periódico legal que denunció la
corrupción gubernamental y llamó a restablecer la letra de la
Constitución de 1857; entre 1903 y 191 O urgió por un programa
democrático burgués con métodos revolucionarios; finalmente, entre
1910 y 1917 se deslindó de la dirección de la revolución mexicana e hizo
un llamado a favor de la revolución mundial (Bartra, 1972). Cabe
agregar que en los años previos a 191 O el anarcosindicalismo convivió
con el mutualismo y el cooperativismo y se entremezcló con el
liberalismo juarista depositario de una fuerte tradición nacionalista.

Durante 1910-1920, el anarquismo inmerso en el MOno pudo


mantenerse ajeno al torrente revolucionario. El magonismo participó
activamente en las luchas de la época hasta 1914, y el anarquismo
influyó en la confección de demandas sociales reivindicadas por el
carrancismo, villismo, zapatismo y obregonismo. En esos años destacan
dos acontecimientos de suma importancia para la posterior evolución
del MO: la llegada al país de nuevos contingentes de trabajadores
anarquistas europeos que impulsarían la fundación de la Casa del
Obrero Mundial (COM) , y la creación, durante el gobierno de Francisco
l. Madero, del Departamento de Trabajo. Con el establecimiento de
esta oficina gubernamental el Estado reconoció implícitamente que la
conflictividad obrera no podía ser declarada sin mayor trámite como
ilegal y sujeta a represión. tal como actuó en sus últimos años el
gobierno porfirista. bajo la concepción de que los conflictos laborales
eran competencia del derecho civil o penal. No obstante la creación
del Departamento de Trabajo, la corta vida del régimen maderista
impidió emprender reformas legales de fondo que definieran una
estructura institucional reguladora de las relaciones laborales. Por su
parte, la COM inicialmente intentó mantenerse al margen de las
pugnas entre los bandos revolucionarios, e incluso calificó en 1914 a
todas las facciones armadas como antiobreras. Sin embargo, un año
después la mayoría de sus dirigentes se aliaro n al obregonismo. De ahí
surgieron los llamados "Batallones Rojos", intrascendentes desde el punto
de vista militar -los 7,000 obreros reclutados eran poca cosa
comparados con los contingentes villistas-, pero de gran importancia

...
132 Revista Latinoamericana de Estudios d el Trabajo

desde el punto de vista político al ratificar que la clase obrera no p odía


ser ignorada como fuerza política y reconocer su condición de aliado
potencial una vez finalizada la fas~ más aguda de los enfrentamientos
armados. Al respecto q:mviene subrayar la principal debilidad de este
primer pacto del MO con el poder político-militar: la COM lo utilizó con
una lógica pragmática con miras a extender su influencia y emprender
la agitación laboral, estrategia que no pudo enfrentar la represión
carranci~ta de la huelga general de 1916 en la ciudad capital.

El Congreso Constituyente de 1917 firmó el acta de defunción


del viejo Estado liberal; sus resultados demostraron que la revolució n no
había sido en vano y que por su carácter y naturaleza no era
c omparable a las del siglo pasado. Los artículos 27 y 123 de la nueva
Constitución sellaron la suerte del liberalismo decimonómico al estipular
una nueva forma de relación entre el Estado y la sociedad y legitimar
un nuevo modelo de dominio político. En particular, el artíc ulo 123
reconoció de hecho a la clase obrera como agrupamiento social
diferenciado, admitiendo en consecuencia una nueva concepció n de
sociedad irreductible a la mera noción de ciudadanos iguales ante la
ley y el mercado. La nueva norma constitucional reconoció, además,
que entre el capital y el trabajo pueden surgir conflictos de intereses
pero no de una manera patológic a, anómica, sino normal, lo cual fue el
primer paso para su reglamentación y posterior institucionalización. Por
último, la Constitución de 1917 desbrozó el camino para la intervención
estatal en la economía como una actividad cualitativamente diferente
a la emprendida por el Estado porfirista. La efectiva implantación de los
postulados constitucionales no se realizó de la noche a la mañana:
entre 191 7 y la conformación del Estado social mexicano medió un
periodo de transición que finalizó con el gobierno cardenista y la puesta
en marcha, previa lucha política, de las potencialidades contenidas en
la nueva norma constitucional.

2. Anarcosindicalismo y caudillismo revolucionario (1917-1933)

Entre 1917 y 1933 la economía mexicana no experimentó


grandes cambios: por mucho, la producción agrícola mantuvo su
predominio; las principales exportaciones se originaban en los sectores
mineros y agrícolas; más de 2/3 de la PEA estaba ocupada en el campo
y una buena parte de la producción se realizaba en los hogares
(Rendón, 1987). Las consecuencias económicas de la crisis postrera del
porfirismo y de la lucha armada, aunadas a los desajustes
internacionales de los años veinte, se encadenaron de tal forma que a
lo largo del periodo prevaleció la incertidumbre en la dinámica
económica. Al inicio de los años treinta, las ramas económicas más
pujantes por lo que toca a la creación de empleos fueron la extractiva,
la generación y distribución de energía eléctrica y la construcción. La
industria de transformación redujo, en cambio, su nómina entre 1900 y
1940, por efecto de la contracción del mercado y la paulatina
sustitución de las empresas artesanales por industrias de nuevo cuño.
Hacia 1910. el 15% de la fuerza de trabajo estaba ocupada en la
industria manufacturera, que absorbía un total de 795,400 trabajadores.
El Mundo d el Trabajo 133

Durante este periodo, las principales ramas manufactureras fueron la


textil (que en 1930 empleaba a 217,237 trabajadores. c asi .el 40% del
total del empleo manufacturero). seguida de la producción de
alimentos. bebidas y tabacos. la cual estaba c oncentrada en
pequeños talleres. La minería. por su parte. continuó enganchada a un
modelo exportador de minerales industriales. y sumó hacia 1930 un total
de 49,385 trabajadores. Con el curso de los años fueron ganando
importancia la metalurgia y la fabricación de artículos metálicos,
mientras que la extracción de petróleo y gas. a pesar de su carácter
estratégico, no dejó de ser marginal en el contexto global del empleo.

Por lo que concierne a la evolución de los procesos de trabajo,


las evidencias disponibles dan cuenta de una notoria c ontinuidad a lo
largo del primer tercio del siglo. Las escasas novedades en este aspecto
remiten propiamente a la extensión de procesos de trabajo de tipo
fabril arraigados desde principios de siglo a expensas de procesos
artesanales. Así ocurrió con la generación y transmisión de la energía
eléctrica: con la puesta en operación de la primera planta generadora
de gran capacidad, la hidroeléctrica de Necaxa, en 1905, se inició un
periodo tecnológico en la generación del fluido que se prolongó hasta
1942. Este es un caso extremo para la época si consideramos su
carácter de proceso de trabajo de flujo continuo, es decir, donde la
operación no incluye transformación de materia prima mediante el
trabajo directo, el cual se reduce a la vigilancia y el mantenimiento. sin
ningún dispositivo cercano a la automatización. La organización del
trabajo se caracterizó incialmente por la inexistencia de categorías
laborales, en una suerte de ccpolivalencia primitiva>>, carente de normas
y regulaciones y sin distinción entre las labores de operación y
mantenimiento. Empero, la acción conjunta de las luchas obreras -
encaminadas a lograr la regulación laboral- y la innovación
tecnológica -inaugurada en este periodo con la planta de Necaxa-
indujeron modificaciones en la organización del trabajo que trastocaron
el despotismo empresarial y la polivalencia primitiva mediante la
definición de diversas categorias laborales, funciones y distinción entre
la operación y el mantenimiento.

En procesos de trabajo como los de flujo continuo, cuyo


ejemplo más notorio es el de la industria eléctrica, la centralidad
c orrespondió a la del obrero especializado, que no es homologable al
obrero descalificado propio del taylorismo. en tanto aquél posee una
gama más o menos amplia de conocimientos sobre el equipo, cuya
manipulación no se desc0fTlp<:>ne todavía según la lógica de los
tiempos y movimientos estandarizados. Pero la calificación del obrero
especializado tampoco es la propia de los viejos oficios basados en el
manejo de herramientas sencillas, sino una calificación que ya implica
cierta dosis de parcialización. aunque no en el grado e intensidad que
propugnaría el scientific management (De la Garza, 1987).

El caso de la minería refleja la situación de un trabajador que ·


combina las características del trabajador de oficio y el obrero
especializado (Sariego, 1988). Durante la primera mitad del siglo la
134 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

mine((a se desarrolló a partir de una base tecnológica mecanizada sin


automatización. En estos procesos de trabajo el principio mecánico se
combina con la destreza manual: coexisten así obreros especializados
en el manejo de una rváquina y oficios fincados en el conocimiento y
despliegue de habilidades manuales. Como en el caso de la industria
eléctrica, la minería experimentó cambios en la organización del
trabajo para resolver diversos requerimientos técnicos de los procesos de
producción y como respuesta a la lucha obrera por la contratación
colectiva y la regulación de las relaciones laborales. La situación
tecnológica de la industria textil era semejante a la de la minería: con el
inicio de siglo arrancó una fase de mecanización creciente que no
cambió cualitativamente sino hasta 1950 (Reyna, 1988).

El caso del transporte ferroviario resulta significativo por varias


razones: nació como un sector moderno, con la máquina de vapor, y
con ese sustrato tecnológico se desarrolló hasta más allá de lci mitad
del siglo. Desde 1906 se caracterizó por una profusa división del trabajo
entre profesiones y categorías salariales. Aunque la categoría de los
mecánicos era la más importante (Shabot, 1979), también destacaban
oficios típicos como los maquinistas, fogoneros y pasaleños. En 1931
existían 100 categorías con 3 o 4 niveles cada una, cuyas funciones
estaban claramente detalladas. Prevalecía el escalafón por
antigüedad y el salario resultaba de una combinación de las horas y
días al mes trabajados (Ebergenyi, s/f). Esta regulación pormenorizada
se explica ante todo por las intensas luchas de los ferrocarrileros para
pactar los términos de la gestión laboral. La heterogeneidad de tipos de
obreros que encontramos en los ferrocarriles se registra también en los
tranvías y en los ingenios azucareros; en ellos se combinan los antiguos
oficios (carpinteros, hojalateros, herreros, etc.), los nuevos oficios
(electricistas, mecánicos o moduladores de tranvías) y los trabajadores
especializados en una máquina o equipo, como los caleros,
alcalizadores, filtradores, evaporadores y tacheros de los ingenios
(Rodríguez. 1980; Martínez. 1986).

Aunque algunos se<:;tores registran una mayor novedad


tecnológica durante este periodo -en la telefonía, por ejemplo, la
compañía Ericsson automatizó el servicio local desde los años veinte-,
podemos establecer que durante la primera mitad del siglo las
características de los procesos de producción, en sus aspectos
tecnológicos y de organización del trabajo, dieron lugar a la
coexistencia de dos figuras obreras en su aspecto técnico: los
trabajadores especializados en máquinas no sujetas a los criterios del
taytorismo y los trabajadores de oficios, ya sean antiguos o modernos.

La difusión de la mecanización sin automatización y las luchas


de los trabajadores actuaron conjuntamente para que, en el curso entre
1900 y 1930, se transitara de una situación de exigua regulac1ón laboral a
la firma de contratos colectivas, que en su matriz general predominó,
hasta los impulsos flexibilizadores de las relaciones laborales que se
irÍiciqro"n en los años ochenta. Con diferencias temporales según las
ramas y empresas, las relaciones laborales de principios de siglo se
El Mundo d el Trabajo 135

desenvolvían en un entorno carente de reglamentacJón y bJ7ateralidad


entre empresas y organizaciones obreras: la arbitrariedad empresarial
campeaba en la vida fabril al despuntar el siglo. Y no fueron las
previsiones o afán de racionalidad de los empresarios los que impulsaron
la regulación de las relaciones laborales; fue, ante todo, la lucha obrera
la que suscitó, al combinar demandas de índole salarial y la búsqueda
de la bilateralidad, la determinación de cuestiones como los términos
de la contratación, la definición de escalafones, el diseño de categorías
y funciones, los criterios de ascenso o las normas de higiene y seguridad,
entre otras. Las luchas obreras por la reglamentación de las relaciones
laborales no iniciaron con la aprobación del artículo 123; antes bien, la
inclusión de este artículo en la norma constitucional fue resultado de
una creciente conflictividad que despuntó desde principios de siglo en
las ramas más modernas desde el punto de vista tecnológic o:
ferrocarriles, electricidad, minería y textiles, principalmente. Cabe
destacar que este proceso se desenvolvió mediante avances parciales,
apuntalados inicialmente por la confusión y expectativas generadas por
la revolución, animados en los años veinte por los términos de la nueva
Constitución y robustecidos en los años treinta gracias a la
promulgación de la Ley Federal del Trabajo y la gestión cardenista.

Las luchas a favor de la contratación colectiva entre 1900 y


1938 se dieron a la par de la formación de las organizaciones obreras
más significativas. Por ello, este periodo también representa la transic16n
del sindicato de oficio al sindicato de empresa, del sindicato que
distingue a los trabajadores de una misma empresa conforme sus oficios
a aquél sindicato que los abarca y busca representarlos en conjunto. La
paulatina sustitución del sindicato de oficio no obedeció al predominio
de ningún obrera masa pues, como indicamos anteriormente, durante
el periodo coexistieron figuras técnicas diversas, con centralidad en los
trabajadores especializados y de oficios. El cambio al sindicato de
empresa fue el resultado, ante todo, de los retos asociados a la lucha
obrera para lograr la bilateralidad y la regulación del trabajo y de la
mayor integración -que no homogeneización- de los procesos
productivos al interior de las empresas.

La transición hacia la unidad organizativa en la empresa o


rama, e incluso en la confederación, implicó también la transformación
de las relaciones entre sindicatos y Estado. En estas circunstancias,
destacaron durante 1919 y 1933 tres líneas políticas en pugna al interior
del MO. La primera estuvo representada por la naciente CROM, la
organización más numerosa durante los años veinte, en la cual
predominaban los sindicatos pequeños y medianos (principalmente
trabajadores agrícolas) , y aunque incluía a trabajadores de sectores
modernos no los llegó a incorporar cabalmente (Guadarrama, 1979). La
CROM fue un auténtico producto de la revolución mexicana,
permeada por una identidad obrera arraigada en las tradiciones
campesinas del patrimonialismo y la adhesión al caudillo-patriarca. La
composición de la CROM, que combinaba figuras técnicas de
trabajadores de oficios, especializados y sin calificación específica, se
reflejó en su acción; no obstante, hay evidencias de que su actividad
136 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

estuvo centrada no en las figuras más modernas sino en las atrasadas.


Sus tradiciones y rasgos de identidad dependían más de las culturas
campesinas y las que surgieron durante el movimiento armado que en
las del oficio como oocurrió con el anarcosindicalismo. En su estrategia
rechazó la acción directa característica de los anarquistas, la lucha de
clases propugnada por los comunistas y la independencia sindical
enarbolada por los electricistas del SME. Persiguió, por el contrario, la
alianzg con los caudillos en el poder, sin violentar la naciente
institucionalidad de las relaciones laborales. La segunda posición
sindical, representada por la CGT, intentó retomar las tradiciones obreras
prerevolucionarias: acción directa, rechazo a la intermediación estatal
en los conflictos laborales y negativa tajante a cualquier alianza con los
caudillos. Esta posición arraigó principalmente en las ramas más
modernas (ferrocarriles, minería, textiles y tranvías, entre otras). A pesar
de su importancia, esta corriente sindical se fue erosionando
progresivamente por efecto del tránsito hacia el sindicato de empresa y
la naciente institucionalidad en las cuestiones laborales impulsada por
el Estado. Por último, la tercera línea sindical, encabezada por el SME y
su Confederación Nacional de Electricistas y Similares, mantuvo una
prudente distancia respecto la acción directa y la subordinación o
alianza con los caudillos. Era, propiamente, un sindicalismo fabril
enfrascado en obtener la bilateralidad y pactar la intervención sindical
en el control de los procesos de trabajo (Melgoza, 1992).

Durante estos años, coexistieron y se enfrentaron dos líneas


ideológicas al interior del MO: la anarcosindicalista y la que nacía de la
revolución mexicana, que en este periodo no alcanzaría todavía el
rango de nacionalista revolucionaria coherente, aunque algunos de sus
elementos ya estaban presentes en la Constitución de 1917: estatalismo,
nacionalismo, reconocimiento de una sociedad dividida en clases,
intermediación del Estado en los conflictos sociales y Estado popular
nacional. Este fue también un periodo de transición ideológica que se
expresó en la existencia de dos corrientes revolucionarias, unas
inclinadas al liberalismo y otras a la constitución de un Estado social,
interventor y benefactor.

El conflicto obrero-patronal tuvo entre 1919 y 1933 un máximo


en 1921 y un mínimo en 1931. A partir de 1921 y hasta 1929 la principal
causa de los conflictos fue la firma del contrato colectivo. El indicador
número de huelguistas/huelga sugiere que fueron los trabajadores de las
empresas grandes los principales protagonistas de los conflictos obrero-
patronales. Del máximo huelguístico es posible que haya sido
responsable el sujeto obrero anarcosindicalista, en el contexto de la
fundación de la CGT, y como respuesta al recrudecimiento de la lucha
por la regulación laboral. El sujeto obrero anarcosindicalista estaba
situado en los procesos más mecanizados de la época, era un obrero
entre especializado y de oficio, inmerso en una organización del trabajo
que mudaba hacia el trabajo fragmentado, especializado,
escasamente reglamentado. Paradójicamente, el obrero
anarcosindicalista, con una identidad laboral cambiante entre el oficio
y la especialidad, adherido a una organización (la CGT) y una ideología

...
El Mundo del Trabajo 137

que rechazaba por principio la idea de regulación laboral, reclamaba,


. por otra parte, dicha regulación, en particular cuando se trataba de
obreros especializados. Con el fin de este periodo declina, como sujeto
obrero de primer orden, el anarcosindicalista, frente a los embates de la
transformación productiva, la creciente regulación laboral, su
descomposición ideológica y la represión gubernamental.

El segundo sujeto obrero de este periodo, el caudillista


revolucionario, correspondía sobre todo a la industria atrdsada, el
campo y el artesanado; en sus formas de organización dest~baban la
dirección patriarcal autoritaria de los líderes. Desde el punto d vista de
la regulación laboinl, sólo el segmento moderno de la CROM econoció
una mejoria. Ideológicamente fue una mezcla de cooperativismo con
estatalismo y nacionalismo de la revolución mexicana. El
eslabonamiento de una vieja identidad artesanal y campesina con
fuertes dosis de dependencia patrimonial y patriarcal con nuevo
sindicalismo, dio origen a un sujeto de transición que sustentaría en los
años treinta al corporativismo sindical

3. Nacionalismo revolucionario y corporativismo charro ( 1934-1957)

El periodo que va de 1934 a 1957 fue testigo de la descomposición de


los sujetos obreros anarcosindicalista y caudillista revolucionario y
enmarcó el surgimiento de dos nuevos sujetos obreros: el nacionalista
revolucionario y el del corporativismo charro.

En el curso de la segunda mitad de l~e acuñaron


nuevas relaciones entre Estado, sindicatos y trabajadores que
institucionalizaron el vínculo entre las organizaciones obreras y los
caudillos revolucionarios, refuncionalizando elementos de la cultura
patrimonial campesina y de la ideología de la revolución mexicana.
Junto a otras, esta mudanzas secundaron la instauración del
corporativismo sindical. el cual comprende, desde nuestro perspectiva,
un arreglo institucional inescindible de una estrategia de control y
dominio sobre los trabajadores. En esa relación corporativa, el principal
terreno de la acción sindical se desplazó de la negociación colectiva
en el nivel de empresa a la definición de la política laboral nacional. El
sindicato devino así pieza primordial del orden estatal y social (De la
Garza y Rhi Sauzi, 1984). La corresponsabilidad -ciertamente asimétrica-
de los sindicatos en la marcha del Estado implicó beneficios mutuos: por
un lado, el robustecimiento de la política de bienestar social para los
trabajadores y la ampliación de la regulación contractual; por otro, la
garantía de un movimiento sindical subordinado a los afanes y
proyectos estatales.

Entre 1934 y 1955 el crecimiento económico fue innegable,


aunque obedeció antes a la propagación de la base industrial
precedente que al recambio tecnológico. Entre 1940 y 1955 la
naturaleza del capital fijo no mudó en lo fundamental; no obstante, la
distribución sectorial del empleo registró importantes variaciones.! .
Durante esos años se incrementó notoriamente la presencia del Estado
138 Revista Latinoamericana de Estudios d el Trabajo

en la econo mía.2 con el objetivo de hacer las veces de pilar


fundamental de la acumulación del capital. El otro pilar de la
acumulació n fue la disminución del salario real durante la década de
los cuarenta.3 ColflP hemos mostrado en otro momento (De la Garza.
1984), no es el recurso del incremento de la productividad el que da
c uenta de la alta tasa de ganancia industrial en este periodo (este
indicador, que en 1940 alcanzó el 28%, superó el 42% en 1955), sino la
mengua del precio de la fuerza de trabajo: tomando como base el año
de 1970, el capital variable real por obrero tuvo una caída considerable
a mediados de los cuarenta, lo cual coincide con la parquedad de los
cambios tec nológic os durante el periodo.

La clase obrera creció considerablemente en este periodo,


aunque es posible diferenciar en ella dos cohortes. Primera, la del
antiguo trabajador que era prolongación de los procesos productivos
del periodo anterior, de sus experiencias de luc ha por la regulación de
las relaciones laborales, que durante el cardenismo se identificó
plenamente con la ideología de la revolución mexicana y pasó a
engrosar las filas de los grandes y recién creados sindicatos nacionales
de industria y de la CTM. Hablamos de un trabajador inmerso en
procesos mecanizados, con relaciones laborales que fueron ganando
en rigidez durante toda esta época. En su origen se detecta la
descomposición de los dos sujetos del periodo anterior y su
recomposición en nuevas circunstancias. no tanto productivas sino
político-ideológicas y organizativas. La segunda cohorte corresponde a
trabajadores de origen rural. migrantes de los años cuarenta que
ingresaron ya sea a las establecimientos manufactureros de las
ciudades o al sector de los servicios. Este fue el trabajador que sustentó
el crecimiento de las confederaciones obreras en los cuarentq, cuando
muchos de los grandes sindicatos nacionales de la industria las
abandonaron. Por su origeh rural. y en virtud de la influencia que ejerció
sobre ellos la revolución mexicana a través de la ideología de la
reforma agraria, aceptó la tutela estatal. aunque de una forma más
pasiva que la primera cohorte. El charrismo sindical de los cuarenta
creció a la sombra de este contingente, apropiándose y
refuncionalizando algunos componentes del patrimonialismo de
ascendencia campesina.

Durante estos años no se registran cambios de fuste desde el


punto de vista tecnológico y de organización del trabajo, aunque
menudearon las extensiones de la anterior base tecnológica. En la
generación de electricidad, por ejemplo, con el arranque en 1942 de la
planta de lxtapantongo, a cargo de la CFE. se inauguró la construcción
de centrales generadoras de gran capacidad, ciclo que llegó hasta los
años sesenta. En las nuevas plantas de la CFE predominaban los
trabajadores jóvenes (26-35 años) de origen campesino, con salarios
cerc anos al mínimo. De hecho. en este sector no hubo mayor novedad
tecnológica ni organizativa entre 1942 y 1960. En la minería, por su parte,
se extendió la mecanización avanzada hasta 1950; aumentó así el
número de trabajadores especializados en máquinas complejas y se
acentuó la división entre dirección y operación. La mecanización
El Mundo del Trabajo 139

extensiva provocó una desprofesionalización del trabajador minero,


sobre todo en la extracción, y propició la proliferación de trabajadores
especializados. En estas condiciones desapareció el trabajo en
cuadrilla, lo que provocó profundas transformaciones en la cultura
minera. En la industria textil la situación no fue diferente: después de
sortear diversas crisis económicas entre 1929 y 1940, experimentó hasta
los años cincuenta una reconversión industrial que dio lugar a la
apertura de nuevas líneas de producción (fibras sintéticas), reajustes
masivos de personal e introducción de nueva maquinaria. La
información disponible indica que, en términos generales, no cambió la
composición técnica del obrero textil antes de 1950 (Rodríguez, 1985). En
los FFCC el panorama fue semejante: en 1950 el 16% del parque de las
locomotoras tenía más de 40 años y el 84% más de 20; asimismo, el 30%
de los carros de carga de vía ancha estaban inmovilizados (SCT. 1988;
Malina, 1981 ). El caso de la industria automotriz no es diferente. La Ford
se instaló desde los veinte en forma incipiente. La General Motors abrió
su primer planta de montaje en 1938 en el D.F. El ensamble se limitaba a
casetas de madera y algunos puntos de soldadura, tenía una sola línea
y una única cadena. En toda la década de los cuarenta la GM
aumentó sus operaciones, pero hasta 1962 arrancó su planta de
motores. Es probable que entre 1940 y 1960 fuese aplicado el taylorismo
en el ensamble de carrocerías. Empero, la importancia económica y
sindical del obrero automotriz en este periodo fue poco significativa en
comparación con los trabajadores de otros sectores (García, 1993). De
estas consideraciones se desprende que la composición técnica de los
trabajadores poco se modificó en este periodo: siguió predominando el
trabajador especializado, junto a los oficios modernos.

Desde el punto de vista de las relaciones laborales. ésta fue una


etapa de consolidación del modelo contractual de la revolución
mexicana, consistente en una escasa intervención del sindicato en las
decisiones e implementación de los cambios tecnológicos y
organizativos; la protección limitada del empleo a través de la
mediación y fiscalización sindical en la contratación y despido; el
acotamiento del trabajo eventual. de confianza y la subcontratación; la
protección limitada al desgaste de la fuerza de trabajo mediante
restricciones a la movilidad interna entre categorías, puestos,
departamentos, lugares de trabajo o turnos; la definición de las
funciones de los puestos; la confección de escalafones con abundantes
categorías; la protección limitada del ingreso, con el salario base
mensual. el pago del séptimo día y el fortalecimiento de un conjunto de
prestaciones sociales y económicas (De la Garza, 1989). En los años
treinta hay un claro corte para varios de los sindicatos nacionales de
industria en este proceso de regulación de las relaciones laborales: en la
minería se firmó su contrato colectivo en 1934; en 1933 en FFCC; el
contrato del SME de 1936 fue paradigmático; en 1935 en petróleos; en
teléfonos en 1934 con la Ericsson y en 1935 con la Compañía Telefónica
y Telegráfica.

En cuanto a la organizac1on obrera, el pacto corporativo


nacionalista revolucionario entre el c ardenismo y el MO de los treinta
140 Revista Latinoamericana de Estudio s del Trabajo

pronto enfrentó graves pruebas: la salida de los principales sindicatos


nacionales de industria de la CTM en la primera mitad de los cuarenta;
acres pugnas entr~ las corrientes lombardista. comunista y fidelista;
predominio de esta última en la CTM y desplazamiento final ·del
lombardismo y de las comunistas en 1946, quienes fundaran. en 1947,
una nueva central junto a las corrientes nacionalistas revolucionarias
con~ecuentes: los telefonistas. los ferrocarrileros, los electricistas, entre
otros. abarcando a unos 95,()(X) obreros. En 1948 el panorama del MO
era de gran dispersión: por un lado, el ala izquierda del nacionalismo
revolucionario agrupado en la CUT y la AOCM lombardista basada en
los grandes sindicatos nacionales de industria, en los trabajadores
antiguos que se involucraron en mayor medida con las tareas de las
jornadas del cardenismo incorporándolo a su identidad y a su memoria
histórica; por otro lado. las confederaciones encabezadas por la CTM
con unos 90,()(X) obreros. Hay indicios del predomino del gran sindicato
en el ala izquierda y de sindicatos medianos en las confederaciones: el
número de agremiados en promedio por sindicato de la CUT era de
1.812; en la CTM de 182.8, y una cifra menor en el caso de las otras
centrales. Por otra parte. ninguna de las dos corrientes era
antiestatalista. Ambas compartían el espíritu del corporativismo. la
izquierda con el afán de influir en la dirección de las políticas estatales, y
la derecha. adherida a los ideales de la revolución mexicana en sus
versiones desarrollistas de los cuarenta. con clara subordinación y
pasividad con respecto al Estado. Este equilibrio de fuerzas fue resuelto
finalmente por el gooiemo a través de una política de represión al ala
izquierda: charrazos en los sindicatos petrolero. ferrocarrilero y minero;
golpes a la UGOCM (sucesora de la AOCM lombardista) con la
inexistencia de la huelga de la FORO; nuevo golpe a los petroleros y la
negación del registro a la UGOCM. En estas condiciones se fundaron la
CROC. a partir de pequeñas centrales. y el Bloque de Unidad Obrera
que aglutinó al charrismo sindical (CTM. CGT. CROM y grandes
sindicatos nacionales de industria).

Entre 1933 y 1955 el movimiento huelguístico tuvo dos máximos.


uno en 1936 (ascenso de la lucha durante el cardenismo) y otro en 1944
(la caída salvaje del salario real); la causal más común de las huelgas
fue la revisión del contrato; predominaron las huelgas en las
manufacturas y en la zona centro del país, aunque a partir de 1952
fueron igualadas por las de la zona norte. En cuanto al número de
huelguistas fueron máximos en 1935 y en 1944, coincidiendo
aproximadamente con los máximos en huelgas. En cambio el número
de conflictos fue mayor en 1939 y en el sector manufacturero, año en
que la política cardenista cambió en contra de las huelgas y los
aumentos salariales. la causa más común de los conflictos fue la
separación injustificada en la zona centro. la instauración del charrismo
trajo como consecuencia la caída en el movimiento huelguístico.
Mientras tanto. el número de conflictos se mantuvo alto. lo que indica
probablemente que las formas de resistencia no se canalizaban por el
sindicato, sino que tomaban la forma de la demanda individual o
colectiva no sindical.

...
El Mundo del Trabajo 141

Entre 1933 y 1957 despuntaron en forma diferenciada dos


nuevos sujetos obreros. Por un lado, el nacionalista revolucionario. con
una amplia experiencia de lucha. que a veces se remontaba a
principios de siglo, mediante la cual logró una regulación laboral.
cristalizada durante el régimen cardenista en la firma de grandes
contratos colectivos. Este sujeto. que impulsó la formación del Comité
de Defensa Popular. la CTM y el sector obrero del PRM, cambió la
identidad del oficio y de la profesión por una ideología de Estado, el
nacionalismo revolucionario, con sus dosis de populismo, estatalismo,
nacionalismo y antiimperialismo. Este trabajador estaba inserto en
industrias modernas y dinámicas. así como en las nacientes
paraestatales. No hablamos de un obrero taytorizado, sino especializado
o de oficio moderno. que se desenvolvía en un contexto de relaciones
laborales cada vez más protectoras. Su forma organizativa inicialmente
fue la CTM. y posteriormente el sindicato nacional de industria. Este
sujeto conoció la elevación de su salario real en la segunda mitad de
los treinta y resintió en come propia la caída del ingreso en los cuarenta:
fue el contingente obrero que se separó de la CTM en estos años y que
sufrió charrazos durante el gobierno de Miguel Alemán.

El otro sujeto. el del corporativismo charro, formado sobre todo


por trabajadores de origen campesino, se ubicaba en la pequeña y
mediana empresa. Se diferenciaba del sujeto anterior no tanto por su
composición técnica, sino por los contenidos de su memoria histórica y
la experiencia viva del cardenismo. Este sujeto también se adhirió a una
ideología moderada de la revolución mexicana. pero arrastraba
consigo elementos del patrimonialismo campesino. que se transformó
en patrimonialismo sindical (dependencia del favor del líder y
pasividad), combinado con una paradójica mejoría en sus condiciones
de vida como obreros en comparación con su reciente condición
campesina.

A pesar de la paulatina desarticulación del sujeto nacionalista


revolucionario durante los años cincuenta y sesenta. su ideología no
desapareció del todo, aunque persistió subordinada a la corporativa
charra. Así. resurgió de manera intermitente durante. por ejemplo, la
insurgencia sindical de finales de los cincuenta. en la fundación en 1960
de la CNT, con la Tendencia Democrática en los setenta, con el SUTIN
en los ochenta y finalmente con el neocardenismo en 1988.

4. Desarrollo estabilizador y corporativismo charro (1957-1967)

El periodo que va de finales de los cincuenta a 1970, conocido


como de desarrollo estabilizador. se caracterizó por tasas de
crecimiento elevadas. inflación mínima y elevación del salario real. Este
periodo de auge económico se fincó en la reestructuración productiva,
el recambio tecnológico en industrias de punta y el nacimiento de
nuevos sectores industriales. En este sentido. el principal mecanismo· de
acumulación de capital en la gran empresa dejó de ser la depresión de
salario real y se fundó en el aumento en la productividad en sentido
estricto. A ello se aunó la expansión del mercado interno y los

...
El Mundo del Trabajo 143

nueva industria del desarrollo estabilizador iniciaron apenas en esos años


la consecución de demandas que el otro segmento planteó desde los
años treinta. Debemos destacar, sin embargo, que las demandas y
luchas del obrero del desarrollo estabilizador dedicaron atención a las
cuestiones vinculadas con el control de los procesos de trabajo, como
la definición de métodos y ritmos de trabajo, contratación de
eventuales, movilidad interna, etc., aunque también es preciso señalar
que los logros no fueron semejantes en las diferentes industrias de este
tipo (Herrera, 1988).

En este periodo prevalecen dos sujetos obreros, ambos


envueltos por la malla del corporativismo. Por una parte, el obrero del
desarrollo estabilizador. situado en la industria moderna y joven iniciada
en los años sesenta. En ella destacan el trabajador taylorizado, la
introducción de la organización científic a del trabajo, un sistema de
relaciones laborales caracterizado por contratos limitados con escaso
control sindical sobre el proceso de trabajo, la vigencia ideológica de la
revolución mexicana -aunque en un grado menor al propio de los
sectores antiguos- y una identidad colectiva fuertemente influida por las
condiciones de la vida laboral. Por otra parte, tenemos al sujeto obrero
que en el periodo anterior sufrió la derrota del nacionalista
revolucionario y que se fusionó posteriormente con el corporativismo
charro.

El MO entre 1955 y 1967 pasó por dos fases, una de auge entre
1955 y 1962. Las huelgas llegaron a su máximo en 1958 y 1962,
coincidieron con la insurgencia sindical en contra del charrismo en
grandes sindicatos nacionales de industria como el de ferrocarrileros,
petroleros, telefonistas y aviadores. Los huelguistas tuvieron un máximo
en 1962. En cambio, los conflictos se mantuvieron a niveles elevados
hasta 1963. En huelgas y conflictos predominaron los de la
manufacturera, en la zona centro del país y por revisión o violaciones al
contrato colectivo. La segunda fase de este ciclo va de 1962 a 1967,
con un mínimo de conflictos en 1967, año de fundación del Congreso
del Trabajo. Las pocas huelgas estalladas fueron por revisión del
contrato, en tanto que los conflictos fueron por indemnización, ambos
en la zona centro del país.

El sujeto principal que se manifestó en la fase de auge fue


nuevamente el antiguo obrero nacionalista revolucionaria, el cual, a
pesar del embate gubernamental de la década anterior, se rebeló ante
la reestructuración productiva que trastocaba sus condiciones de
trabajo, el deterioro de los salarios reales que no alcanzaban todavía los
del cardenismo y el autoritarismo de las direcciones sindicales charras. A
la derrota de esta insurgencia, le siguió un periodo de relativo sosiego
sindical a partir de 1962 en el que el charrismo corporativo pareció
dominar casi todo el MO organizado. El salario real, las prestaciones y la
seguridad social crecieron. Los obreros se integraron al consumo de
productos capitalistas. A la par, se consolidó el corporativismo sindical.
En estas condiciones de relativa estabilidad sindical todo parecía ir
sobre ruedas. Empero, junto con el movimiento estudiantil de 1968 se
144 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

reveló la existencia de nuevos actores en el escenario político y sindical


que no se satisfacían con el patrimonialismo sindical. reclamaban
libertad política y democracia.
1

5. Crisis y reestructuración. Sindicalismo independiente y sindicalismo


oficial (1968-1990) ,

La actual crisis económica reconoce en México dos etapas: la


de la segunda mitad de los setenta y la que inicia en 1982 y se prolonga
hasta nuestros días (De la Garza, 1985 y 1987). Esta crisis de larga
duración articula dos en su interior. la crisis del Estado social autoritario y
la crisis de la base sociotécnica y del modelo de relaciones de trabajo
que sustentaron el periodo del desarrollo estabilizador (De la Garza,
1985).

La crisis de la base sociotécnica se evidenció desde los inicios


de la década de los setenta, y se refleja claramente en la evolución de
los indicadores de productividad y la tasa de ganancia industrial.5
Ahora bien, una crisis de productividad puede tener significados
diversos, en tanto su indicador alude tan sólo el aspecto fenoménico de
un problema que puede ser conceptualizado de diferentes maneras.
Por ejemplo, una decadencia de los indicadores comunes de
productividad puede tener su origen ya sea en la demanda -restricción
del mercado interno por caída del nivel de ingreso real como en
México- o en la producción. En esta segunda posibilidad, sus causas
pueden remitir, por un lado, al agotamiento de una base tecnológica,
entendida como sistema de máquinas y principios científico naturales
en los cuales se basa. Esta modalidad de la crisis de productividad
podríamos denominarla crisis de la base tecnológica en sentido estricto,
en cuyo origen podemos identificar al menos tres insuficiencias o límites
del patrón tecnológico: en el diseño de las máquinas individuales que
forman la cadena dura del proceso productivo; en la articulación entre
las máquinas que constituyen un sistema de máquinas; y en las formas
de control del proceso que pueden impedir técnicamente el
incremento de la productividad. Para un adecuado análisis de las bases
técnicas de los procesos de trabajo y su eventual agotamiento es
preciso considerar las siguientes cuestiones: (4 en cada caso, el
fundamento científico natural puede ser diverso y, por tanto, no puede
limitarse a uno sólo para todos los procesos productivos; (i~ sin embargo,
es posible hacer grandes clasificaciones de procesos productivos
conforme su base tecnológica, a la cual le corresponderían particulares
límites técnicos; (1/~ en consecuencia, es improcedente trasladar
acríticamente las tipologías originadas en otros contextos para analizar
casos como el mexicano en donde las características y relevancia de
las ramas no es idéntica a la propia de los países desarrollados; (i\1 así,
es inexacto caracterizar simple y llanamente el periodo anterior como
taytorista-fordista, pues para el caso mexicano nadie ha demostrado
fehacientemente que el eje de los procesos productivos haya sido el
ensamble y maquinado en serie (más aún: es probable que los procesos
de flujo continuo, como la industria petrolera, hayan sido más
importantes). A partir de estas consideraciones, nos parece apropiada


El Mundo del Trabajo 145

la siguiente clasificación de las bases tecnológicas de una buena parte


. de los procesos productivos en el periodo que antecedió a la actual
crisis:

• trabajo fordizado (cadena de ensamble) . intensivo en


fuerza de trabajo;
• trabajo en serie como sistemas de máquinas
individuales sin cadena (maquinado en serie, por
ejemplo) ;
• trabajo basado en la fuerza laboral estandarizada
(servicios modernos en la década del sesenta);
• trabajo de vigilancia y control en procesos de flujo
continuo con niveles diversos de automatización;
• trabajo con maquinado no estandarizado (obrero
especializado; oficio moderno en mantenimiento); y,
• trabajo con herramientas no estandarizado (oficio
moderno en mantenimiento. oficios antiguos) .

Pero sobre la productividad no sólo influyen las bases


tecnológicas sino también las formas de organización del trabajo. Es
posible hablar. por tanto. de crisis organizaciona/ como otra fuente del
estancamiento de la productividad. Al respecto debemos advertir. de
nueva cuenta, sobre la aceptación indiscriminada de tesis foráneas
como las que establecen que en el periodo precedente a la crisis
actual predominó el tayforismo-fordismo, lo cual no ha sido probado
empíricamente para el caso de México. Por lo demás. esa tarea
requeriría una mínima estratificación de acuerdo al tipo de proceso de
trabajo y su importancia relativa, la cual puede diferir en comparación
con la experiencia de los países desarrollados. Mientras tanto. y con el
interés de avanzar en esa tarea de especificación. podríamos sugerir la
siguiente tipología:

• procesos fordistas-tayforizados, como aquéllos que, a


la manera de las cadenas tradicionales de montaje,
combinan una forma de organización (tayforista) con
cierta configuración mecánica del proceso, la
cadena;
• procesos tayforizados sin configuración mecánica;
• procesos de vigilancia y mantenimiento en flujo
continuo;
• procesos sin control estricto de tiempos y movimientos
por la máquina o por los supervisores; y,
• trabajo directo con herramientas o maquinado sin
tiempos y movimientos pero con supervisión de
personal.

Una tercera fuente de la crisis de productividad remite al


"sistema" de relaciones de trabajo, cuyo impacto sobre los procesos
productivos se despliega en dos niveles: primero, las relaciones
codificadas. contenidas en contratos colectivos o convenios diversos,
ya sea que se circunscriban al ámbito de las empresas o que abarquen
146 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

al conjunto de las relaciones laborales del país a través de normas


jurídicas de alcance nacional; segundo, las relaciones laborales no
codificadas, informales, que a pesar de su carácter intervienen en la
disposición de .patrones regulares de comportamiento a través de
costumbres, valores, legitimidades, significaciones, representaciones y
discursos en torno a la actividad laboral. Ya sean codificadas o no, las
relaciones laborales pueden comportar elementos de rigidez o
flexibilidad en el uso de la fuerza de trabajo.

Finalmente, sobre la productividad también influye el marco


institucional de las relaciones entre capital y trabajo mediadas por el
Estado, más allá de las leyes laborales.6 En el caso de México este nivel
abarca tres espacios prinCipales: las políticas laborales estatales
referidas al salario, empleo y gestión del conflicto; las relaciones
corporativo sindicales; y las políticas sociales asociadas a la
determinación del salario indirecto. Una crisis en este nivel puede
caracterizarse como crisis de la política laboral del Estado y del
corporativismo sindical.

De lo dicho se desprende que las reestructuraciones


productivas, entendidas como intentos para sortear los obstáculos al
incremento de la productividad y la calidad desde el lado de la oferta,
pueden implicar modificaciones en cualquiera de los niveles referidos -
en la tecnología, en la organización del trabajo, en las relaciones
laborales, en la política laboral del Estado o en las relaciones sindicales-,
ya sea en conjunto o por separado.

Como indicamos, la segunda vertiente de la crisis que se inicia


en los setenta es la del Estado social autoritario mexicano (De la Garza,
1984). El Estado posrevolucionario, al reconocer la existencia de clases
que eventualmente pueden entrar en conflictos normales, se erigió en
mediador del conflicto interclasista. Para realizar esta tarea, dio origen a
una red institucional que articuló, mediante el gasto estatal productivo
y de bienestar sociaL objetivos de naturaleza económica y política. La
versión mexicana del Estado social alcanzó su máxima expresión
durante el llamado desarrollo estabilizador/ Pero, por otro lado, este
Estado social también se caracterizó por su naturaleza autoritaria, en
tanto centralizador de las decisiones, excluyente de las oposiciones,
cerrado a la competencia política, no pluralista y basado en una
cultura no democrática de carácter patrimonial. Correlativamente se
desarrolló el corporativismo sindical autoritario y patrimonialista.s

Durante los años -setenta no -Se percibió ni reconoció


cabalmente la crisis mexicana en su vertiente de crisis de la base
tecnológica y de las relaciones de producción respectivas. En cambio,
fue más que evidente la crisis de Estado social en virtud de que
inicialmente se manifestó como crisis fiscal del Estado, posteriormente
como crisis de la deuda y, ya en los ochenta, como crisis del Estado
social. En ese transcurso, las políticas estatales estuvieron signadas por
virajes coyunturales. 9 Es hasta los años ochenta cuando se verifica un
cambio fundamental en la forma estatal en el sentido de la institución
El Mundo del Trabajo 147

de un Estado de carácter neoliberal. El Estado reduce notoriamente su


función de gran articulador de la acumulación del capital a través de
su gasto. A la par. la legitimidad política depende cada vez menos del
propio gasto estatal. Estas mudanzas en la forma y actividad estatales
han puesto en dificultades al corporativismo autoritario en tanto
angostan el campo de influencia y de acción de las corporaciones en
el diseño y gestión de las políticas económicas y laborales.

Con el surgimiento del sindicalismo independiente en los años


setenta, los sujetos obreros se aglutinan de una manera diferente: según
sean independientes o corporativos. y a su interior por ser nacionalistas
revolucionarios o del desarrollo estabilizador.

En el sindicalismo independiente de los años setenta podemos


distinguir dos vertientes. La primera, que provenía del sindicalismo
corporativo. cuya dirigencia participaba en el Congreso del Trabajo, era
depositaria del nacionalismo revolucionario que había sido derrotado a
fines de los cuarenta y al terminar los cincuenta. A pesar de sus
descalabros. no desapareció como ideología y visión del mundo pues
al parecer devino componente <<fosilizadoll de una memoria histórica
con respecto a la cual la retórica estatal tampoco rompería sino hasta
mediados de los ochenta. Se alimentaba de la idea de la continuidad
de la revolución mexicana. traicionada por gobiernos antipopulares,
pero perfectible a través de una reorientación del Estado mexicano en
favor de las mayorías. Es decir. se trata de una vertiente corporativista
estatal. aunque radicar-popular. Este sindicalismo independiente
nacionalista revolucionario tendrá en este periodo como cabezas
políticas e ideológicas al galvanismo y, posteriormente. a sus herederos
en el SUTIN.

Una segunda corriente del sindicalismo independiente surgió


de la izquierda marxista. del Partido Comunista y grupos que se le
habían desprendido: maoístas, espartaquistas, guevarista o trotskystas.
Esta corriente. que tampoco era ajena al nacionalismo revolucionario,
alcanzó en los sesenta una influencia nada despreciable en el MO,
favorecida por el ambiente social que generó el movimiento estudiantil
del 68 (De la Garza, 1986). Sus relaciones con el nacionalismo
revolucionario eran contradictorias. Los más radicales lo rechazaban
calificándolo de reformista y bajo el supuesto agotamiento de la
alternativa de la revolución mexicana; sin embargo, la izquierda
marxista compartía una concepción estatalista y estaba permeada
ideológicamente por la revolución mexicana. Asimismo, las masas
obreras sobre los que llegaron a tener influencia, compartían
identidades. ideologías y memorias colectivas semejantes a las del
galvanismo. Por ello no es gratuito que, a pesar de los conflictos entre
galvanistas y marxistas, éstos participaran en momentos culminantes en
organizaciones o coordinaciones junto a aquéllas e incluso
hegemonizadas por el nacionalismo revolucionario.

Sobre el sujeto independiente del desatrollo estabilizador


influyeron, en cambio. corrientes que prácticamente no existían antes
148 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

de 1970 (la presencia de Ortega Arenas o de los maoístas era


insignificante antes de esta fecha). Aunque en menor medida, este
sujeto también recibió la influencia del nacionalismo revolucionario.
estaba conformddo por obreros jóvenes, ubicados en industrias nuevas y
modernas o bien en empresas antiguas de poca monta antes del
desarrollo estabilizador. Eran los casos de las industrias automotriz
terminal. metalmecánica, aviación comercial, química, del hule,
sitlerurgia y telefonía. En estos trabajadores los estratos fosilizados del
cardenismo no pesaban tanto como entre los electricistas, petroleros o
ferrocarrileros. La importancia de las condiciones de trabajo y la
experiencia laboral en la conformación de su identidad, demandas,
formas de lucha y de organización resultarían superiores respecto al
primer sujeto nacionalista revolucionario.

Estos sujetos dieron origen a estructuras organizativas y


direcciones diferenciadas: los independientes nacionalistas
revolucionarios se concentraron en la Tendencia Democrática, e1 Frente
Nacional de Acción Popular, el Frente Auténtico del Trabajo y el
Movimiento Sindical Ferrocarrilero; mientras que los del desarrollo
estabilizador lo hicieron en torno a la Unidad Obrera Independiente y
Línea Proletaria, las cuales impulsaron una posición que podemos llamar
«fabriquista>>.

La noción de independencia sindical pasó por tres momentos:


inicialmente significó la ruptura de la relación orgánica con las
organizaciones integradas al corporativismo; posteriormente desechó la
estrategia de formar organizaciones paralelas a las oficiales y enfatizó el
tema de la democracia sindical; finalmente, pareció designar un
sindicalismo de oposición política al Estado y al corporativismo, fuese o
no democrático, estuviese o no en el Congreso del Trabajo.

En el MO independiente del periodo 1968-1988 destacan dos


ciclos, cuyos momentos culminantes se ubican en 1976 y 1983,
respectivamente. La primera oleada, hegemonizada por el
nacionalismo revolucionario, intentó revitalizar los ''recursos de la
revolución mexicana", manteniendo la alianza con el Estado. Pero las
dificultades económicas y las presiones de dirigencias corporativas y
empresariales impidieron el éxito de este esfuerzo de forma tal que,
hacia 1977, con la derrota de la Tendencia Democrática, inició el reflujo
de este sujeto.

El obrero independiente del desarrollo estabilizador reconoció


por su parte una causalidad y un ciclo diferente. Su emergencia estuvo
asociada a los primeros proyectos de reestructuración productiva.
Frente a las estrategias empresariales, la acción de este sujeto, en tanto
resistencia obrera, se fue concentrando alrededor los asuntos ligados al
orden productivo: intensidad del trabajo, definición de la jornada,
prevención de accidentes y enfermedades profesionales, etc. En estas
luchas varios sindicatos lograron pactar contratos colectivos más
protectores, superiores a los que tenían en la década anterior. Este
sujeto, a diferencia del independiente nacionalista revolucionario, que
El Mundo del Trabajo 149

persiguió ante todo influir en la redefinición de las grandes políticas


· estatales, privilegió como objetivo una mayor intervención sindical en el
proceso de trabajo a través de los delegados departamentales (De la
Garza, 1990), en un ciclo ascendente que llegó hasta 1900, año en que
la UOI destacó como la principal organización independiente, por su
número de afiliados y el tipo de empresa dinámica en que se ubicaba.

La _segunda oleada del sindicalismo independiente, tuvo su


máximo en 1983. Nuevamente en su emergencia estuvieron presentes
causas profundas como en la década anterior. el viraje ahora
consciente del Estado hacia el neoliberalismo (interrumpido por el
boom petrolero) y una reestructuración productiva en empresas de
punta en los ochenta. Los sujetos independientes fueron ahora tres: por
un lado, la reedición del nacionalismo revolucionario con características
ideológicas y contradicciones internas semejantes a las de la década
anterior. Su cabeza fue el SUTIN como continuador de la Tendencia
Democrática y el sindicalismo universitario representante de corrientes
más a la izquierda (no mencionaremos grupos más radicales como la
COSINA por su presencia limitada). El acercamiento entre
organizaciones y el gobierno de López Portillo durante el boom
petrolero, les hizo creer que la "disputa por la nación" podría resolverse
con un Estado más interventor y benefactor. La crisis financiera de 1982
obligó a un viraje brusco que coincidió con el inicio de un nuevo
gobierno. La caída salañal de 1983 fue profunda y el nacionalismo
revolucionario y sus aliados hicieron la última intentona de forzar un
cambio de política estatal durante las huelgas de junio de 1983. El
resultado fue una gran derrota, la restñcción salañal se mantuvo y el
SUTIN fue desarticulado.

El obrero del desarrollo estabilizador, que consiguió tñunfos


parciales en la década anterior, inició su declinación con la
reoñentación de la gran empresa en México que comienza con la
apertura de las nuevas plantas automotrices del Norte. En muy pocos
años la UOI y Línea Proletaña fueron una sombra de lo que eran en los
setenta. Perdieron direcciones sindicales y fueron incapaces de
contener la reconversión industñal de la primera mitad de los ochenta
que impacto sobre todo a las empresas donde tenían influencia.

El otro sujeto, el representado por la CNTE, es una novedad que


se inició en los último años de los setenta. Aunque sus demandas son
laborales (sobre todo salariales) se diferencia de los dos sujetos
anteriores porque la determinación del proceso de trabajo es pequeña
sobre su identidad. Se trata de un trabajador intelectual (los profesores)
que tradicionalmente habían transmitido la ideología de la revolución
mexicana a los- educandos. Esta ideología ha estado presente en la
génesis de su identidad. Habría que agregar que el profesor de
enseñanza elemental establece comúnmente vínculos diferentes a los
del obrero con la comunidad, a través de los padres de familia, y en las
pequeñas comunidades se relaciona frecuentemente con problemas
sociales que van más allá de los educativos. Se trata de un personaje
socialmente importante, para el cual la política de restñcción salarial,
150 Revista Latinoameric ana de Estudios del Trabajo

especialmente dura para el magisterio, provocó una discrepancia de


estatus que volvió su situación intolerable. Personaje importante en las
comunidades q>n salarios miserables. Esta discrepancia de estatus a
veces logró que la asumieran los padres de familia y otros sectores
sociales amplios (lo ilegítimo socialrr)ente de esta discrepancia)
apoyado en sus relaciones extraescolares. Es decir, se trata de un sujeto
cuyos límites en tanto construcción de su identidad y vínculos con la
sociedad traspasan fácilmente los muros de las escuelas. Sujeto del
tenitorio más que del lugar de trabajo, expresa necesidades sociales-
populares más allá de lo laboral y logra con mayor facilidad que los
obreros que sus demandas sean sentidas socialmente. La primera
oleada de la CNTE (1979-1988) aunque tuvo expresiones en muchos
estados de la República, sus bastiones más fuertes se encontraron en el
sur (Chiapas y Oaxaca principalmente). En esta primera oleada sobre
todo en su fase de reflujo después de 1983, lo tenitorial de este sujeto
pareció reducirse a un espacio muy particular: los estados atrasados del
sur, con muchas pequeñas comunidades, en las que es importante el
profesor rural de existencia casi campesina. En la oleada de 1989 esta
situación se invirtió al ganar la CNTE a los profesores del Valle de México
y convertirse en una CNTE urbana, aunque también de carácter
tenitorial.

Ciertamente que el MO en este periodo no quedó reducido a


sus expresiones independientes, el corporativismo también se manifestó.
Las huelgas legales en este periodo tuvieron dos máximos, uno en 1974 y
otro en 1982. La primera, relacionada con la respuesta del sindicalismo
oficial en parte a la caída salarial en parte a la insurgencia sindical,
como presión al gobierno de Echeverría para que optase por una
actitud menos complaciente con los independientes. Estos máximos en
huelgas no se correlacionan con el número de huelguistas, que
reconoce un sólo punto más alto en 1984. En cuanto a los conflictos su
máxima expresión se alcanzó en 1977. En la segunda fase de este
periodo (1977-1988), el máximo de huelgas fue en 1982, y de conflictos
en 1983. Las contradicciones entre cúpulci sindical corporativa y Estado
se intensificaron a partir de 1983, reconociendo momentos importantes
de tensión. El viraje del Estado social también la afectaba. En las
huelgas de junio de 1983, también el sindicalismo oficial hizo su máximo
esfuerzo por contener la caída salarial y no perder influencia en el
diseño de las políticas públicas. También fue derrotado. A partir de este
año, la resultante ha sido la reducción de la capacidad de
negociación laboral del sindicalismo oficial (Asis Nazif, 1990).

Si al principio la reestructuración productiva afectó sobre todo


al obrero del desarrollo estabilizador, en particular al independiente,
hacia mediados de los ochenta se convirtió en una estrategia
consciente o general del Estado y la gran empresa que ha impactado
a todos los sujetos, sean independientes o corporativos.

Al analizar la evolución de las grandes empresas en México, se


encuentra un comportamiento productivo también diferenciado con
respecto a las pequeñas, micro y medianas. En 1987 las 500 empresas
El Mundo del Trabajo 151

más grandes de México crecieron sus ventas reales en 16.5%, su empleo


en 25.9%, sus activos reales en 8.7% y aumentaron su productividad. Es
probable que en este grupo de empresas se concentren los procesos
importantes de reestructuración productiva con miras a superar su crisis
particular y engancharse al nuevo modelo exportador. En 1987, 317
empresas exportaron el 73.3% del total nacional manufacturero dejando
fuera a PEMEX y a las maquilas de exportación. Estas grandes empresas
son responsables de una proporción muy alta del valor de la producción
y de una cifra no despreciable del empleo: en 1987 las empresas más
grandes significaron el 26.1% del total de valor de la producción
manufacturera, ocuparon el 27.7% del personal en la industria nacional.
Estas cifras aumentan considerablemente para estas grandes empresas
cuando a la industria manufacturera se añade la extractiva,
alcanzando el 44% del total nacional: regionalmente en el D.F. emplean
al 46% del personal en la industria.

La situación de concentración productiva se a c entúa al


considerar que muchas de estas grandes empresas forman parte a su
vez de grupos industriales. En este sentido, 11 grupos industriales fueron
en los ochenta verdaderos conductores económicos del país: Pemex,
ALFA GM, VITRO, TELMEX, SIDERMEX, VISA DESC., PEÑOLES, CIDSA y
Cementos Mexicanos.

Aunque es en las grandes empresas donde se concentran los


procesos de reestructuración, se pueden diferenciar al menos tres
patrones reestructuradores:

1) B patrón intensivo. Se trata de aquella reestructuración que


tiene su eje en el cambio tecnológico de punta. Se concentra
posiblemente en una parte de la industria trasnacional de
exportación (el ejemplo común es el de la Ford de Hermosillo) .
Se da junto a otras formas de reestructuración, tales como
cambios organizacionales, flexibilización en las relaciones
laborales (contratos flexibles) , relocalización hacia el norte o la
frontera norte y con una fuerza de trabajo distinta üóvenes, sin
gran experiencia laboral, con una cultura laboral y sindical
diferentes) a la vieja clase obrera mexicana.

2) El patrón que no pone al acento en las tecnologías duras sino


en las blandas con nuevos esquemas de relaciones laborales.
Un ejemplo es la parte de la maquila que no tiene tecnología
sofisticada sino que continúa siendo intensiva en fuerza de
trabajo. También había que añadir el caso de empresas no
maquiladoras de capital privado nacional o transnacional que
no han hecho grandes inversiones en capital fijo sino que han
introducido formas participativas de organización del trabajo,
modificando contratos colectivos y costumbres de cómo
trabajar, flexibilizandolos.

3) El tercer patrón es de las reestructuraciones heterogéneas y


parciales, que no muestran todavía con claridad cuál será el
152 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

eje de su reconversión. Los cambios han sido realizados con


resistencias obreras o sindicales y se han impuesto sólo en
algunos aspectos importantes, sin tener ur\a organicidad
completa como en la nueva industria del norte. Se da en
empresas antiguas, con sindicatos fuertes y clase obrera no
joven, con experiencia sindical. valores y costumbres no
proclives a la flexibilidad.

En síntesis, la reestructuración productiva en México es un


hecho pero reducido a un número pequeño de empresas sobre todo en
los grandes consorcios. Sin embargo, aunque este número de empresas
en reconversión no es grande, representa mucho en el valor de la
producción e incluso en el empleo. Además, políticamente es el
interlocutor privilegiado de las políticas de apertura económica del
gobierno federal. Asimismo, esta reconversión es poladzante en el
sentido de aumentar la brecha entre la nueva industria moderna y la
mayoría de las empresas que continúan en crisis, diñgidas al mercado
interno y sin posibilidades ciertas de modernizarse. Se trata por tanto de
una reestructuración que polariza a la economía, la segmenta sin existir
instrumentos suficientes para lograr los encadenamientos productivos
entre los estratos industriales. .En términos de recursos para la
modernización (inversión en capital fijo, pero también en recursos
organizacionales, de capacitación a diversos niveles, así como de
conocimiento del mercado) las empresas micro, pequeñas y medianas
en general no podrán modernizarse si no se les destinan recursos por
parte del gobierno federal y las instituciones de crédito, en niveles
substancialmente mayores a los actuales.

Aún en el caso de imaginar· un esquema japonés de


subcontratación entre gran empresa exportadora y los estratos más
pequeños, los subcontratistas de empresas modernas también requieren
ser modernos. Modernos en productividad, en calidad y en oportunidad
de suministros a las grandes. Todo esto no se garantiza en las
condiciones actuales.

Tecnológicamente la reestructuración productiva en México se


presenta heterogénea. En 1987 es el 67% de las empresas industriales
tenía tecnología artesanal. el 25% era maquinizada pero obsoleta y sólo
el 8% tenía tecnologías modernas (Flores, 1990). Entre las modernas la
tendencia es hacia una mayor automatización: plantas generadoras de
electricidad telecontroladas y de mayores capacidades desde finales
de los setenta; en la minería automatización computarizada de algunas
áreas de los procesos de beneficios con trabajadores de vigilancia y
control (diferente al trabajador especializado en una máquina). más
educados, formalmente y sin orgullo minero; en petróleo, petroquímica
y cementos situación semejante con control computarizado; teléfonos,
introducción del sistema digital. de la transmisión por satélites, la fibra
óptica, el teléfono celular y las centrales totalmente electrónicas;
automotriz. robotización de departamentos como pintura y soldadura;
bancos, informatización desde finales de los setenta. Son ejemplo de
estas transformaciones.
El Mundo del Trabajo 153

En cuanta a la organización del trabaja, hay una extensión


mayor que las nuevás tecnologías hacia círculos de control de calidad
y equipos de trabajo, al control de calidad total, el cero errores, al justo
a tiempo y al control estadístico del proceso. Pero son las relaciones
laborales las que más ampliamente han cambiado, al grado de poder
hablarse de un cambio de modelo contractual, del rígido y protector
de la revolución mexicana al flexible (De la Garza, 1989). Las relaciones
laborales en sentido más amplio, también se han visto afectadas al
buscar el Estado cambiar su papel de tutor de la parte débil en estas
relaciones (De la Garza, 1990).

Ideologías e identidades obreras también han sido afectadas.


El nacionalismo revolucionaño de la CTM en su forma moderada y el
radical del SME estuvieron pñmero en conflicto con el neoliberal para
finalmente adaptarse al mismo. El intervencionismo estatal ha sido
substituido por la pñvatización y la desregulación; el sector social de la
economía ha desaparecido prácticamente; la idea de salario
remunerador ha cambiado en el discurso por la de salaño según
productividad y en la práctica por los topes salañales, la justicia social
por la de "solidañdad". Han desaparecido del discurso oficial los
conceptos de Revolución mexicana, Estado tutelar y jerarquía suprema
de la nación frente al exteñor. Las identidades obreras han sido
doblemente afectadas, pñmero con el choque discursivo; segundo con
la transformación de las relaciones laborales y su sustitución por la
flexibilidad, se ha impuesto a la clase obrera del estrato superior una
angustia con respecto a su futuro que contrasta con el garantismo
anteñor.

Cñsis, reestructuración productiva y del Estado han ido de la


mano con la desarticulación de los sujetos obreros en México en los
ochenta, Después de 1983 hay un verdadero reflujo, que llega hasta la
fecha, de las luchas obreras de todo tipo. Pero también en los ochenta
hay embriones de nuevos sujetos que miran hacia el futuro: el obrero
reconvertido de industña antigua que se ha modernizado en forma
diversa. Es el caso de los trabajadores de Teléfonos de México, de la
siderurgia, del cemento, de la automotñz. Se trata de un sujeto que se
recompone a partir de trabajadores del desarrollo estabilizador o
nacionalistas revolucionaños.

Estos han sido flexibilizados en sus relaciones laborales, se


enfrentan a nuevas tecnologías y formas de organización del trabajo,
han requeñdo una recalificación o sus tareas se han vuelto más intensas.
Resulta una simplificación el decir que se trata siempre de un trabajador
polivalente. Más bien hay una situación de polañzación de las
calificaciones; una minoría de nuevas calificaciones, trabajo más
creativo, polivalente, móvil y una mayoría de trabajadores para los que
la modernización significa mayor intensidad. Se trata de cualquier forma
de un trabajador flexible reconvertido (flexible no había que asimilar
sólo a polivalente, por ejemplo, se es flexible si puede ser empleado o
desempleado según las necesidades de la producción o si su salaño
154 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

depende de su mayor parte de la productividad individual, sin


necesidad de ser polivalente). Siendo flexible el obrero reconvertido,
hay la transición hacia una nueva identidad. Pero los cambios han sido
tan rápidos qu~ la contradicción entre nueva situación laboral y las
antiguas identidades e ideologías está presente. Se trata de un
trabajador acostumbrado a garantías que chocan ahora con la
flexibilidad. Su memoria histórica no desapareció con la
reestructuración y a veces se ha manifestado por vías no sindicales su
descontento (como en las elecciones federales de 1988).

Por otro lado, tenemos al nuevo proletariado del Norte. Una


nueva clase obrera de los ochenta. La mayoría en procesos intensivos
en fuerza de trabajo, pero eficientes, de alta calidad y exportadores; y
una minoría en procesos de alta tecnología, con automatización
sofisticada. Este nuevo proletariado no ha sufrido el choque cultural,
sindical, laboral e ideo lógico del obrero reconvertido. Nació flexible,
con una fuerza de trabajo femenina joven sin experiencia laboral ni
sindical anteriores. Sin memoria histórica, ni tradiciones de lucha. Hasta
ahora la conflictividad colectiva ha sido menor que en el otro sujeto,
pero están presentes otras formas de resistencia a los bajos salarios y las
cargas de trabajo; la rotación de personal y el sabotaje a la producción
(De Von, 1986). Es probable que culturalmente se diferencié de los viejos
sujetos obreros: la flexibilidad de origen, la inexistencia práctica del
sindicato y un Estado menos benefactor, tal vez hayan conformado
junto a la cultura social del norte un trabajador más individualista,
menos patrimonialista, con estrategias de sobrevivencia menos
dependientes del favor de dirigentes sindicales o estatales. más
dependiente de la iniciativa personal. Se trata de un trabajador más
flexible, pero limitadamente polivalente por el predominio del ensamble
intensivo en fuerza de trabajo estandarizado.

Colofón y conclusiones

Después de 1983 el MO entró en un reflujo. En esos años


decayeron las huelgas y los conflictos por democracia sindical. Intentos
de huelgas como los del SME y telefonistas en 1987 fracasaron así como
la búsqueda de coordinación amplia como la de la Mesa de
Concertación Sindical.

A partir de 1987 la lucha democrática sindical se reactivó,


alcanzado en 1988 niveles muy altos. Esta tendencia no se reflejo en
mayor movimiento huelguístico legal, pero en septiembre de 1990 se
produjeron numerosos emplazamientos y estallamientos cetemistas. En
diciembre de 1987, se firmó el primer pacto económico entre gobierno
empresarios y líderes sindicales. Otros pactos le han sucedido. Sin
embargo, hay evidencias de que la influencia sindical en el contenido y
cumplimiento de los mismos es muy limitada: no se detuvo el deterioro
del salario real. Las condiciones salariales de la clase obrera siguieron
decayendo y las remuneraciones a los salarios con respecto al PIB han
decrecido.
El Mundo del Trabajo 155

La crisis y la reestructuración hicieron estragos sobre el MO. Ante


la reestructuración, el sindicalismo intentó varias tácticas, de acuerdo a
sus tradiciones: una fue la que se oponía rígidamente a la flexibilización
de la fuerza de trabajo, antes de 1989 y, cuando se intentó, condujo a
grandes derrotas. La otra fue la de aceptar pasivamente las
flexibilizaciones, como hicieron direcciones oficiales sin mínima
contrapropuesta sindical (la Ford de Cuautitlán en 1987); una más fue la
aceptación de la flexibilización con contrapropuesta sindical. Esta
última la podemos dividir en dos tipos: la neocorporativa del sindicato
de telefonistas (que acuño con la empresa un modelo para el
incremento de la productividad). Es neocorporativa en varios sentidos:
1¡ Continúa con la alianza estatal y sigue siendo un sindicato de Estado
aunque no esté afiliado del PRL 2) plantea una alianza con el capital
para la productividad y la calidad, aunque a diferencia del viejo
corporativismo trata de ser un sindicato de la producción y no
exclusivamente de la circulación de la fuerza de trabajo. La otra
estrategia de flexibilización con bilateralidad es la que empieza a
balbucear una parte del sindicalismo independiente (SME. STUNAM. FAT,
Pesca, Banco del Comercio Exterior, SUTIN y con reticencias las
corrientes democráticas en el IMSS y en la siderúrgica las Truchas) de
aceptación de que hay un cambio de terreno en el conflicto con el
capitaL que este terreno pasa por los procesos de trabajo y que la
ausencia de propuestas sindicales de reestructuración es dejar toda la
iniciativa a dicho capital; también que es necesaria una modernización
productiva en un país en crisis, pero que ésta puede ser diferente a la
que plantea el capital.

Una novedad adicional son los movimientos que en 1989 inició


la lucha de la CNTE, continuó Las Truchas, luego Cananea, se siguieron
en el IMSS, se trasladaron a la Ford y a La Modelo, se reveló en la de la
COR, de Tamsa, de Tome!. Han sido movimientos de nuevo tipo en
aspectos como los siguientes: 1) Han logrado, con grados diversos, un
apoyo de la sociedad civiL que les da fortaleza y los vuelve legítimos
ante situaciones materiales o de transgresión a la ley por parte de
dirigencias oficiales o autoridades del trabajo. 2) No han sido
movimientos totalmente derrotados como los de años anteriores, logran
imponer variaciones a la política de modernización de las empresas y
del Estado. 3) Son movimientos de larga duración. cuyo punto final es
indefinido. quedan pendientes muchas demandas y la agitación
laboral no termina. 4) Se intenta una contrapropuesta por parte de los
sindicatos, cuando es el caso. de reestructuración alternativa a la del
Estado y los empresarios. 5) Son movimientos que expresan una gran
indignación obrera, que llega a pasar sobre ordenamientos legales y no
se rinden fácilmente ante la amenaza de despido. Sin embargo, estos
movimientos obreros de nuevo tipo no alcanzaron a convertirse en una
nueva oleada.

Posiblemente estemos ya en un nuevo periodo del MO: hay


sujetos emergentes en el horizonte (nuevo proletariado del · Norte y
obreros reconvertidos) y los antiguos no han dejado de existir. Las
mezclas serán comunes en estos años. Una de las tradiciones más

...
156 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

persistentes en la identidad obrera, la del cardenismo, sigue


manifestándose aunque. por lo pronto, lo haga sobre todo en el plano
electoral. Este puede, como lo han hecho en otros decenios. volver a
expresarse arTte la pobreza cultural de la flexibilización neoliberal. La
clase y el MO en México no han terminado: se recomponen y nos
reservan sorpresas frente a la primera crisis del neoliberalismo a partir de
1995.

Periodos tecnológicos en ramas seleccionadas

Electricidad Nueva generación Unificación de


Planta de Necaxa . de plantas (1960) -..
(1905) (Malpaso. :: , "
lxtapantongo ChlcoasénJ
(1942)

Minería Mecanización
Primera superior
mecanización Ta·o abierto
Textiles
Mecanización
tempranq, pronta
obsolencia (en
1930sólo3
fóbricas con
telares
automóticos
Ferrocarriles
Maquinas de
vapor

Teléfonos
La Ericsson inicia
en los2os la ..
automatización
de servicios
locales-
Automotriz La nueva industria
Nace en los 20s del Norte
30s. En los 40s Tecnología de
punta

la primario nace
~- 505 -~,. ...,
Moderna, la
secundaria en.60S."" ·
1960-1970 1980
El Mundo del Trabajo 157

CAMBIO EN LAS RELACIONES LABORALES

1
~
Industria
Ausencía Transición con Conformación Consoljdación Rexibifización
general de ganancias en delmodefo de las de. los
re~ulación én regulación y cohtracfual ganancias Contratos
las relaciones bflatecafidad de la contractuales Colectivos
~

laborales de ~"'
Revolución
bflaterálidad.
·-~-
- Mexlcana
-. !
"petróleo: - :,-,
"' Mineña"[1934).
(regüfaciones ,.¡. ~ .... FFCC (1933), .. - "'
par faf~s~ Petróleos
contratos por (1935),SME
empresa); (1936). (1947
Min~rfa: cl.36)
(Reglamenta-
cienes parcia-
les; 1923, pñ-
mer reglamen- ~ ;.. .
to de trabajo) ~
1

FCC: Luchas 1925:


tempranas Reglamento
por Almaraz
bilateralidad y
regulación
laboral
Uornada,
sueldos.
aprendices,
categorías,
ascensos.
despidos)
(1925
Reglamento
Almarazl
Teléfonos Primer Teléfonos 1
contrato 1926 {1934-1935]
La industrial Contratos Ganancias en Flexibilización
del desarrollo colectivos bilateralidad
estabilizador incipientes y prestaciones y
flexibles rigidez
Aviación - Luchas tardías
por
Ganancias
controi/PT
i

-
• <
,. ~ .... . ' cqndiciones cláusula de
¡.r generales, de tecnología.
!. trabajo Flexibif!Zación

1900 1910-1930 1930-1960 1970 1980

...
158 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

Abstract

The history of the Mexican labor movement in the long run of the
Twentieth cent~ry is analized emphasizing its successes, defeats and
transformations. The methodological approach focusses on the heuristic
concept of "labor subjecf' as an 'íntegration" model able to combine
structures and subjectivities. This concept relates structures such as the
Íabor market. labor process, labor and industrial relations with
subjectivities such as cultures, demands, struggles and labor movement.
The concept of "subjecf' is regarded as an open one and the concept of
"articulation" makes possible the analysis of labor class and labor
movement history focussing on the emergency, development and fault
of labor subjects. The study begins w ith the emergence, development
and crisis of old labor subjects and ends with the possible emergence of
newones.

Notas

1 En 1940 la agricultura empleó el65.4% de la PEA y en 1960 alcanzó apenas el 54%.

En tanto. el sector indushia/, que ocupó en aquél año el 127% de la PEA, llegó a
absorber el 19% de la misma hacia 1960. La relación PEA asalariada/PEA
aumentó en esos años del SO% al 64%. Adicionalmente, nuevas cohortes de
trabajadores se incorporaron al trabajo indushial.' en los años cuarenta el 27% de los
migrantes a la Cd de México consiguieron empleo en establecimientos indushiale, y
el 32.4% de los mismos en la década siguiente (De Oliveira. 1976}.

2 La invel!ión estatal se desplazó de las obras de infraestructura a la productiva. La


inversión ñja bufa del gobierno tendió hacia la indushia. los transportes y las
comunicaciones. 8 porcentaje de la inversión ñja bufa estatal en la industria. que en
1940-1946 fue de 10.8%. llegó a 324% en el periodo 1954-60. y los gastos de inversión
per cápita (en mles de pesos de 1970) pasaron de 0.2 en 1940 a 20.3 en 1958. Por lo
demás. los gastos federales en economía llegaron al 37% respecto el gasto total en
1940yal51%en 1958.

3 Según J. Bortz (1977). el salario mínimo real en el D.F. pasó de $5.37 (pesos de 1950)

en 1940. a$3.35en 1950ya$4.83en 1960.

• 8 crecimiento promedio anual de la economía en/re 1959 y 197Q fue de 7. 1%; los
precios se mantuvieron estables. aunque desde esa época se generaron
deseqUilibrios entre el campo y la ciudad y entre importaciones y exportaciones. así
como de carácter financiero. 8 sector industna/, en particular el manufacturero, fue el
motor del crecimiento (a la indushia le correspondió el 34.5% del Pl8 en 1970}. 8 gasto
público fue importante para mantener este crecimiento (el porcentaje del gasto
público Pl8 fue en 1958 de 18.7% y creció al 26.1% en 1970}. Este gastó se canalizó
sobre todo a la economía (40. 1% en 1970) y ·a los beneficios sociales (en 1956
representaban el 16.4% del gasto federal ejercido, y en 1970 llegaron al 22%}. 8
crecimiento indushial se renejó en el desplazamiento de la PEA que en 1950 era del
58.32% en el sector agrícola y en 1970 había ba¡ado al39.39%; en tanto que estos
porcentajes para el sector indushial fueron del 15.94% y del 22.95% respectivamente.

...
El Mundo del Trabajo 159

5 Entre 1970 y 1984 el 76% de las clases industnales que constdera la encuesta
indushial anual registraron deaemenfos absolutos en productividad, y el 14% restante
sólo aumentó ligeramente. Entre 1981 y 1984 el 95% de esa dases indushioles
decayeron en su productividad. En general lo productividad ha seguido lo
troyectOiio de lo economía en este penado: estancamiento entre 1975 y 1976,
reloh"vo recuperación entre 1977 y 1980 y recaído o partir de 1981. Por su porte, la
toso de ganancia indushiol entre 1971 y 1981 esto toso se estancó, se recuperó en
/982 y decayó o partir de 1983.

6 Sobre lo produch"v!dod también innuye, por supuesto, el entorno maaoeconómico.

T Este periodo fue testigo de un gasto estofo/ elevado en lo productivo y en lo social


que impactó favorablemente la inversión por el lodo de lo demando y que subsidió
tos insumas de lo industna pn"vodo y los gastos de reproducción de lo fuerzo de
trabajo. Asimismo, en esos años se implantó uno poútico solon"ol a lo alzo que
permitió cerrar el circu!Yo producción-realización de los merconcias en uno década
en la que lo dose obrero se convirtió parcialmente en consumidora de productos
capitalistas sencillos (De lo Garzo, 1987}.

s Poro abreviar lo exposición basto señalar que desde nuestro punto de visto el
corporativismo sindical comprende o lo por uno forma de representoaon y una
forma de dominio (Schmifter; 1974}. que en el coso mexicano incluye también la
refuncionolizocton de lo culturo pohimoniol en ámbitos que van de la regulación
laboral o la gestión de los prestaciones económicos contenidos en los contratos
colectivos y o lo regulación de los instifuciones de segun"dad soaal del Estado.

• Así, por ejemplo, la político económico de Luis Echevema fue errático, y en 1976
todavía lo economía obsorbto el 54.1% del gasto federal global y el gasto público
representó casi el .50% de lo inversión lijo bruto total. Al año siguiente, cuando la aisis
económico de los setenta ero máxima, no se llevó o cabo todo vio un viraje deñnitivo
en lo poútico del gasto; con el "boom" petrolero y el Rujo de nuevos empréstitos, en el
gobierno de lópez Porf/7/o el Estado gastó como nunca en su histOiio. De esto
manero, el porcentaje del gasto total del Estado con respecto al P/8 en 1981 alcanzó
el 58.6%, y el déñcit del gobierno federal con respecto o sus gastos totales pasó del
29.2% en 1975 o/45% en 1983.
160 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

Bibliografía

Alafila, Leopoldo ( 1987). 'Trabajo y condición obrera en tos campos petroleros


de la Huastec;d'. mi meo., Universidad Veracruzana.

Asís Nazif. Alberto (1990), El Estado mexicano y/a CTM, Ediciones de la Casa
Chata. No. 32

Bartra. Armando (1972), Regeneración 1900-1918, Hadice, México.

Besserer, Federico, el. al., ( 1983). El sindicalismo minero en México. ERA, México.

Bortz. Jeffrey, (19 77), "El salario obrero en el D.F. 1939-197S; Investigación
Económica, Facultad de Economía de la UNAM, Vol XXXVI. No. 4 octubre-
diciembre.

Concheiro. Luciano y Patricia Gorda. ( 1987), Los trabajadores en la Industria


automotriz. Cuadernos de trabajo, No. 14, UAM-X.

De la Garza. Enrique ( 1984), "Acumulación de capital y movimiento obrero en


México (1940-1976)", Tesis de Doctorado en Sociología. El Colegio de México.

- - , (1984), Contribución al estudio del Estado Social autoritario, UAM-1,


México.

- -. (1986) , El otro movimiento estudiantil, Ed. Extemporáneos. México.

- - -, (1987), Crisis y reestructuración productiva en México, UAM-1

- - (1987), Hacia una metodología de la reconshvcción, Antologías para la


docencia de Licenciatura, UNAM, Porrúa. México.

- - , ( 1989), 'la transformación del modelo contractual de la revolución


mexicana·: Trabajo, No. 1, Noviembre. CAT.

- -. (1988), Ascenso y crisis del Estado social autoritario. El Colegio de México.

- - . ( 1990) ''Transformación de las relaciones laborales en México", en A.


Anguiano (coord.) La modernización de México. UAM-X. México.

- - -, (1992), ''El sindicalismo independiente en México: un balance preliminar:


mimeo., UCLA, La Jolla.

- - , (1993), Reeshvcturación productiva y respuesta sindical en México. UAM-


IIEC, México.

- - . y José Luis Rhi Sausi, (1984), "Perspectivas de/sindicalismo en México·: en J.


Alcocer (coord .), México, presente y futuro, Edic. de Cultura Popular, México.

- - -.R. Corral y J. Melgoza, (1987). Crisis yreeshvctvración productiva en


México. UAM-Iztapalapa, México.

----.e t. al., ( 1994). Historia de la Industria Eléctrica en México. UAM-Iztapalapa,


México.

...
El Mundo del Trabajo 161

De Oliveira, Orlandina (1976), "Migración y absorción de/a mano de obra en la


Ciudad de México: (1930- 1970)", colecc. Cuadernos del CES, El Colegio de
México.

Devon, G. (1986). 'Zas luchas al interior de la fábricd', en Jorge Carrillo (comp.).


Reeshucturación industrial. CONACULTA México

Ebengenyi, lngrid, (s/1) , "Prim era aproximación al estudio del sindicalismo


Ferrocam7ero en México, 1917-1986)", IN AH, Cuaderno de Trabajo No. 15.

Flores, Asdrubal (1990). Conferencia sustentada en la UAM-1 el25 de septiembre.

García, Patricia, ( 1993). El capitalismo de frontera en el norte de México. El caso


de la industria automotriz, UAM-Xochimilco, México.

Guadarrama, Rocío (1979). 'Za CROMen la época del caudt71ismo en México':


Cuadernos políticos, No. 20, abril-junio.

Hart, J., ( 1974). Los anarquistas mexicanos (1960-1900), SEP-setentas, México.

Herrera, Fernando, ( 1988), "Una experiencia sindical independiente en México ':


Tesis de la Lic. en Relaciones Internacionales, Colegio de México.

Martínez, Juan, (1986), San Cristóbal: un ingenio y sus trabajadores, 1989-1936,


Universidad Veracaruzana, México.

Martínez. Teresa, (1988). "Historia del sindicalismo telefonista ( 1914- 19 76)", Tesis en
opción al grado de Licenciatura en Sociología, UAM-1.

Melgoza, Javier (1992) , "El SME y la productividad: los saldos de la negociación':


en Po/is, año 1993, UAM-Iztopalapa, México.

Molino, lván, ( 1981) "Heterogeneidad productiva y superexplotación del


trabajador en FFCCN: Mi meo, 2o . .Seminario Internacional sobre crisis,
nuevas tecnologías y procesos de trabajo, FCPyS, UNAM.

Munck, Rolando (1988), The new intemationallabor studies. An introduction Ed.


Books Lid., London and New Jersey.

Quiroz. José Othón ( 1989), "El proletariado e industria automotriz: una versión
históricd', Memoria del Segundo Coloquio Regional de Historia Obrera,
CEHSMO, Mérida, Yucatán, 3-7, diciembre, T. 11. Puebla.

Rendón, Teresa y Carlos Solas, ( 1987), "Evolución del empleo en México: 1985-
1980", Estudios demográficos y urbanos, El Colegio de México. Vol. 2, No. 2,
mayo-agosto.

Reyna, Manuel, ( 1988). La CROM y la CSUM en la industna textil. ( 1928-1932).


México.

Rodríguez, Francisco, ( 1988), 'Za postura de la Federación de traba¡adores de


Puebla (CTM) ante la coyuntura de reeshucturación de la industria textil.
1955-1976", en La CTM en los Estados, UAS.
162 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

Rodríguez. Miguel. (1 980), Los tranviarios y el anarquismo en México (1920-1928).


UAP-México.

Sariego, Juan Luis, et. al., (1988). El Estado y/a minería mexicana. FCE, México.

Sariego, Juan Luis (s/1). 'Za cultura minera en crisis'; ENAH, Mimeo. México.

Schmitter. P., (1974). "Still the century of corporativism?", The reviewof polifícs. Vol.
XXXV.

SCT. ( 1988), El ferrocarril. México.

- -- . (1989), Teléfonos, México.

Shabot, Esther. (1971) 'la unión de mecánicos mexicanos en la huelga de 1906':


Memoria del 2o. Coloquio Regional de Historia Obrera, CEHSMO, Mérida,
Yucatán.

Shoek, Michele, ( 1986), La indushia petroquímica básica en México. ( 1970-1985),


El Colegio de México.

Vázquez. César ( 1985) "Historia del sindicalismo en el sector aéreo ·: tesis en


opción al grado de Licenciado en Sociología de UAM-1.

Zamora. Elizabeth, ( 1987). '1ndushialización y clase obrera en T/axca/a'; tesis de


licenciatura en Trabajo Social. Universidad Autónoma de naxcala.

Zemelman. Hugo, (1986) , Uso crítico de la teoría. El Colegio de México.

También podría gustarte