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PROMOCIÓN

del BUEN TRATO


PREVENCIÓN del
MALTRATO

Prof. Lic. Belén Marsonet


ÍNDICE:

PROMOCIÓN DEL BUEN TRATO. PREVENCIÓN DEL MALTRATO.

1. Promoción ……………………………………………………………………………………………………………3

2. Prevención …………………………………………………………………………………………………………..4

3. Niveles de prevención: …………………………………………………………………………………………4


 Prevención Primaria
 Prevención Secundaria
 Prevención Terciaria
 Prevención Cuaternaria

4. La promoción y la prevención en el marco del abordaje de situaciones de violencia


intrafamiliar hacia niñas, niños y adolescentes: ………………………………………………………6

 Importancia de los primeros vínculos. La ternura. ..………………………………………6

 Buen trato y bien-estar infantil ………………….…………………………………………………8

 Promoción de crianzas sin violencia. Crianza respetuosa. ……………………………..8

 Derecho a vivir sin violencia ………………………………………………………….………………9

7. Conclusiones ……………………………………………………………………………………….……………..9

8. Bibliografía ………………………………………………………………………………………………………..10
PROMOCIÓN del BUEN TRATO. PREVENCIÓN del MALTRATO.
Prof. Lic. Belén Marsonet

En el marco del trabajo cotidiano con niñas, niños y adolescentes, nos preguntamos: ¿Se
puede prevenir la violencia hacia ellos? ¿Se pueden evitar los maltratos intrafamiliares? ¿Se puede
llegar antes de que ocurra? ¿Cómo? ¿Desde dónde? ¿Somos parte de esas situaciones? ¿Qué
variables consideramos? Estos y otros muchos interrogantes van surgiendo cuando nos
planteamos cómo podría llevarse a cabo la prevención de situaciones de maltrato intrafamiliar
hacia niñas, niños y adolescentes. ¿Cuál es el rol que cada uno puede tener en la prevención de
situaciones de violencia intrafamiliar, especialmente cuando éstas vienen por parte de quienes
deberían cuidarlos y protegerlos?

Para iniciar el recorrido resulta necesario repasar y revisar algunas ideas sobre qué es y qué
implica la promoción y la prevención, para luego vincularlo con los temas que nos convocan.

1. PROMOCIÓN
“Promoción” es un término ocupado en diversos ámbitos, en esta oportunidad tomaremos su
significación desde la perspectiva de derechos así como desde el ámbito de la salud.

Desde la perspectiva de derechos, considerando a Siede y Beutel (2011) “promoción significa dar
a conocer”, es decir desarrollar acciones en distintos niveles orientadas a la difusión de los
derechos. El objetivo de las estrategias de promoción es entonces “la extensión del
conocimiento”.

“Las acciones de promoción son aquellas que se anticipan a la amenaza o vulneración de


derechos”. De aquí la importancia de desarrollar programas, estrategias y acciones de promoción
que se anticipen a graves situaciones de violación de derechos y por otra parte, dar a conocer las
leyes que contienen esos derechos. “La efectivización, por su parte, es un compromiso de los
Estados quienes deberán establecer los mecanismos financieros, administrativos y jurídicos, que
garanticen que los derechos sean efectivos” (Siede y Beutel, 2011).

En el ámbito de la salud, la promoción es: “el proceso que proporciona a los individuos y las
comunidades los medios necesarios para ejercer un mayor control sobre su propia salud y así poder
mejorarla” (Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud, OMS, 1986. Citado en Vignolo,
Vaccareza, Alvarez, & Sosa, 2011). La estrategia propone la creación de ambientes y entornos
saludables, facilita la participación social construyendo ciudadanía y estableciendo estilos de vida
saludables. El compromiso de la promoción de la salud supone involucrar a la comunidad en la
implementación de las políticas. La promoción de la salud está ligada íntimamente a la vida
cotidiana, esto es: la vida personal, familiar, laboral y comunitaria de la gente (Vignolo, Vaccareza,
Alvarez, & Sosa, 2011). Actividades de promoción de la salud pueden ser: trabajo basado en la
comunidad, programas educativos, servicios preventivos, medidas medio-ambientales, políticas de
salud, regulación de actividades económicas, entre otras.

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La promoción es entonces “planificación y ejecución de acciones destinadas a sensibilizar y brindar
alternativas viables a individuos o comunidades para que participen activamente en el proceso
que les permita mejorar su situación y la búsqueda del desarrollo colectivo; potenciando sus
capacidades y modificando sus conductas actuales, para adoptar nuevas prácticas”. Desde este
punto de vista, la promoción siempre debe potenciar las capacidades de las personas y lograr
cambios de actitud. Por ello se diferencia de la difusión, que implica dar a conocer algo a alguien
(spot, folletos, etc.) sin que haya una respuesta por parte de los destinatarios necesariamente.

2. PREVENCIÓN
Prevención viene del latín “praeventio”, significa preparación y disposición que se hace
anticipadamente para hacer algo o evitar un riesgo. La prevención implica, según la Organización
Mundial de la Salud: “Medidas destinadas no solamente a prevenir la aparición de la enfermedad,
tales como la reducción de factores de riesgo, sino también a detener su avance y atenuar sus
consecuencias una vez establecida” (O.M.S., 1998).

Prevenir implica entonces preparar, disponer con anticipación, facilitar recursos para el desarrollo
del autocuidado y poner al alcance de todos la información necesaria.

Vignolo, Vacarezza y otros (2011), afirman que la prevención se refiere al control de las
enfermedades poniendo énfasis en los factores de riesgo y poblaciones de riesgo; en cambio la
promoción de la salud está centrada en ésta y pone su acento en los determinantes de la salud y
en los determinantes sociales de la misma.

PROMOCIÓN PREVENCIÓN

SALUD ENFERMEDAD /
PROBLEMÁTICA

NIVELES DE PREVENCIÓN
Estos niveles están descriptos desde el punto de vista de la prevención de las “enfermedades o
problemáticas” en general, pero en nuestro caso, la idea es que podamos pensarlos
específicamente en relación a las posibles estrategias de prevención de maltrato hacia niños, niñas
y adolescentes en el contexto intrafamiliar.

 Prevención Primaria:
Son “medidas orientadas a evitar la aparición de una enfermedad (o problemática) mediante el
control de los factores causales y los factores predisponentes o condicionantes”. Las estrategias
para la prevención primaria pueden estar dirigidas a prohibir o disminuir la exposición del
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individuo al factor nocivo, hasta niveles no dañinos para la salud. El objetivo de las acciones de
prevención primaria es disminuir la incidencia de la enfermedad, es decir, evitar que haya nuevos
casos.

 Prevención Secundaria:
Son las medidas destinadas a detener o retardar el progreso de una enfermedad o problema de
salud, ya presente en un individuo en cualquier punto de su aparición. Su objetivo es disminuir la
prevalencia de una enfermedad, reduciendo su evolución y duración. Está destinada al diagnóstico
precoz de la enfermedad incipiente, implica la búsqueda en sujetos “aparentemente sanos” de
enfermedades lo más precozmente posible. Comprende acciones de diagnóstico precoz y
tratamiento oportuno. La captación temprana de los casos y el control periódico de la población
afectada para evitar o retardar la aparición de las secuelas es fundamental. Esto es
particularmente importante cuando se trata de enfermedades crónicas.

 Prevención Terciaria:
Son medidas orientadas a evitar, retardar o reducir la aparición de las secuelas de una enfermedad
o problema de salud. Son fundamentales el control y seguimiento del paciente, para aplicar el
tratamiento y las medidas de rehabilitación oportunamente. Se trata de minimizar los sufrimientos
causados al perder la salud; facilitar la adaptación de los pacientes a problemas crónicos y
contribuir a prevenir o a reducir al máximo, las recidivas de la enfermedad.

 Prevención Cuaternaria:
Son medidas orientadas a evitar o atenuar las consecuencias de la actividad innecesaria,
inadecuada o excesiva del sistema sanitario. Las dificultades y/o daños que se les puede generar a
los pacientes abarcan todo el período de atención, desde la prevención hasta el tratamiento
pasando por el proceso diagnóstico. Desde este punto de vista, la prevención cuaternaria implica
revisar los posibles daños y/o complicaciones que se pueden causar desde los agentes sanitarios
por variadas razones (ejemplos pueden ser los tratamientos farmacológicos, las intervenciones
psicoterapéuticas, los diagnósticos, el abordaje inmediato de los duelos luego de ocurrido un
hecho traumático, y así con distintas intervenciones. Tomar conciencia de la gravedad de la
iatrogenia que nuestras intervenciones "bien hechas" pueden producir permite poner en primer
plano la relevancia de la prevención cuaternaria y la necesidad de trabajar con el modelo de
decisiones compartidas considerando siempre alternativas y extremando las medidas que
garanticen la seguridad y derechos de los pacientes. Las estrategias tienen que ver con el trabajo
interdisciplinario y en red de los agentes sanitarios, la revisión de las propias prácticas, las
supervisiones, la actualización y revisión teórica constante, el estudio e investigación, el
fortalecimiento y acompañamiento del recurso humano que trabaja con problemáticas de alto
impacto, entre otras.

Vita Escardó (2016) desarrolla el tema del “cuidado de cuidadores”, refiriéndose a “la actividad
que se ocupa del malestar propio de aquellas personas que por las características de su actividad
cuidan de otros que sufren o están en condiciones de vulnerabilidad. La práctica constante de
profesiones de asistencia o acompañamiento a otras personas que sufren, es uno de los factores
que favorecen la aparición del síndrome de burnout, por causa del desgaste psíquico que implica.
Una de las primeras tareas en un espacio que pretenda preservar a este tipo de trabajadores
debería intentar hacer consciente este factor, para dar apertura a una reflexión acerca de las
propias prácticas e ideales y, en la medida de lo posible, acceder a un posicionamiento vital y/o
ideológico al respecto desde la subjetividad de cada profesional”.
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PREVENCIÓN

• Primaria • Secundaria

Detección
Promoción de la precoz.
salud Intervención
Protección oportuna.
específica Limitación del
"daño"

Trabajo con
Rehabilitación.
equipos de salud

• Cuaternaria • Terciaria

3. LA PROMOCIÓN Y LA PREVENCIÓN EN EL MARCO DEL ABORDAJE DE SITUACIONES DE


MALTRATO INTRAFAMILIAR HACIA NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES
La prevención de situaciones de violencia intrafamiliar hacia niñas, niños y adolescentes abarca
entonces el conjunto de acciones destinadas a evitar tanto la aparición de las mismas, como las
acciones dirigidas a disminuir el daño que podrían producir y su cronificación. Como se mencionó
previamente, existen distintos niveles de prevención, que tienen que ver con el momento en el
que se realiza la intervención y con el grado de evolución de la situación. Teniendo en cuenta
esto, cualquier intervención es preventiva. Reconociendo también que estos niveles nos ayudan a
pensar y organizar acciones, pero siempre teniendo en cuenta la complejidad y los diversos
matices e intensidades con que se atraviesan estas situaciones.

Por este motivo, cuando la intención es trabajar para prevenir el maltrato es imprescindible el
trabajo y desarrollo de todo lo relacionado a los vínculos, la crianza sin violencia, el buen trato en
todas las etapas y niveles, el reconocimiento de la violencia inherente a variadas situaciones, el
maltrato y sus consecuencias, el rol de los que cuidan, crían y sostienen. No sólo a nivel de difusión
masiva, lo cual es muy necesario sino especialmente en aquellos espacios en los cuales se pueden
lograr revisiones y modificaciones.

A continuación se introducen los fundamentos en los que se sostiene el trabajo que desarrollamos
desde el Área de Prevención y Capacitación del PPMI:

 Importancia de los primeros vínculos. La ternura.


Las primeras relaciones dentro del ámbito familiar constituyen las bases sobre las cuales se
estructurará la personalidad de niñas y niños, por este motivo, tanto la promoción de pautas de
crianza saludables como todas aquellas acciones destinadas al trabajo desde la prevención de
situaciones de violencia intrafamiliar resultan imprescindibles.
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El niño desde el nacimiento tiene la capacidad para establecer relaciones afectivas con el entorno.
Para Bowlby (1976) el vínculo de apego constituye los lazos primordiales con los adultos que lo
cuidan. Chokler (1998) refiere que la función de este vínculo es proteger, contener, sostener y
tranquilizar al niño en su contacto con el mundo, que, por ser nuevo y renovado
permanentemente, le despierta curiosidad, interés y también inquietud, alarma y ansiedad.
“Aunque el niño tiene una tendencia genética a promover la proximidad o el contacto con una
persona y apegarse a ella, también hay un aprendizaje de la función y es evidente que ésta se va
desarrollando hacia aquéllas con las que tiene más interacción o que le brinden las respuestas
específicas más cálidas y adecuadas” (Bowlby, 1976).

El apego es el lazo afectivo más profundo que tiene el niño, desde que nace, con las personas
significativas en su vida. Este lazo es recíproco, es constante (no se altera) y perdurable. Cada bebé
es diferente y el vínculo de apego no se logra atendiendo solo a las necesidades físicas del bebé,
sino que es imprescindible tener en cuenta también sus necesidades emocionales. Este vínculo se
hace fuerte cuando el bebé siente que es cuidado y protegido con cariño, que lo entienden y que,
siempre que necesita a sus cuidadores, ellos están. Entonces, de acuerdo a cómo se establezcan
esas primeras relaciones, se posibilitará en el niño la estructuración de su psiquismo y la
constitución de su subjetividad, así como también se pueden conformar vínculos que propicien o
no, modalidades de interacción violentas. Dice Chokler (1998) al respecto: “los avatares de dicha
interacción con las personas significativas, la calidad predominante de gratificación o de
frustración que le aporten: sensación de sostén, de seguridad, de apaciguamiento, filtrando los
estímulos invasores, o por el contrario, las vivencias de temor o de ansiedad, están en la base de la
construcción de las matrices afectivas, relacionales y sociales que permiten al sujeto sentirse mejor
acompañado, confiando en su entorno y seguro de sí mismo o precariamente sostenido y hasta, a
veces, perversamente sometido”.

En este punto, e introduciéndonos en el tema del buen trato, son importantes de destacar los
aportes de Fernando Ulloa (1995), quien desarrolló el tema de la ternura en relación a los
contextos y la crueldad. “La invalidez infantil es un tiempo sin palabras aún, en consecuencia con
pocas posibilidades de pensamientos susceptibles de ser rememorados de forma consciente con
posterioridad, aunque todo lo que se inscriba entonces será constituyente del continente
inconsciente del sujeto. Podríamos decir que es merced a la invalidez infantil que el niño recibe no
sólo la historia de la humanidad sino la humanización misma. Pero no se trata de confundir esta
etapa de invalidez con incapacidad y menos con cosificación del niño. La invalidez infantil está
presidida por la ternura parental. La ternura es instancia típicamente humana. Dos habilidades
propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro adecuado (calor, alimento, arrullo-
palabra) y como segundo fundamental componente: el miramiento. Tener miramiento es mirar
con amoroso interés a aquel que se reconoce como sujeto ajeno y distinto de uno mismo”. “En
función de sus atributos básicos, la ternura será abrigo frente a los rigores de la intemperie,
alimento frente a los del hambre y fundamentalmente buen trato, como escudo protector ante las
violencias inevitables del vivir".

Es desde esta perspectiva que se fundamenta el trabajo con los adultos significativos para la
prevención de situaciones de violencia intrafamiliar, intentando minimizar los daños y
fortaleciendo conductas protectoras. Se debe cuidar fundamentalmente a los adultos que se
ocupan de los niños, para garantizar el crecimiento y desarrollo de los mismos, ya que es muy
difícil que alguien pueda dar lo que no tiene. No se puede brindar sostén, respeto, continencia,
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afecto, si uno no se siente querido, sostenido, contenido, reconocido y respetado. Asimismo, es de
suma importancia considerar que estos adultos son producto de condiciones históricas, sociales y
culturales, son portadores de conceptos acerca de cuál es y cómo deben llevarse a cabo los
cuidados y la crianza, qué es lo principal y qué lo secundario y quiénes son los responsables de esa
tarea.

 Buen trato y bien-estar infantil


El ser humano nace inmaduro y necesita que otros seres humanos se ocupen de él/ella durante
largos períodos. Si los progenitores no pudieran hacerlo, sólo el cuidado de otros seres humanos
de la comunidad puede evitar el deterioro del bebé o incluso la muerte.

Para Barudy y Dantagnan (2005) “es importante insistir en que es esta inmadurez la que determina
la extrema dependencia de los bebés a la calidad, cantidad y permanencia de los cuidados y la
protección de los adultos a cargo. Estos cuidados son totalmente necesarios para sobrevivir, crecer
y desarrollarse. Desde esta perspectiva, los bebés necesitan que por lo menos un adulto,
generalmente su madre (o quien cumpla su función), tenga las competencias para cuidarlo,
estimularlo, protegerlo y educarlo…”.

El “bien-estar” de las infancias puede darse por el predominio de experiencias de buen trato, que
por otra parte todo niño o niña tiene el derecho de conocer y recibir. Ese bien-estar es producto
del buen trato que los niños reciben y éste, a su vez, puede darse gracias a adultos responsables
con disposición a responder adecuadamente a sus necesidades. Para que esto pueda producirse
deben existir, además, recursos comunitarios que ayuden a cubrir las necesidades de esos adultos
y esos niños. De allí que es necesario que los diferentes niveles interactúen para favorecer la
satisfacción de las necesidades y el respeto de los derechos de todos los niños/as de una
comunidad. El bien estar de las infancias sería por lo tanto la consecuencia de dichos esfuerzos,
por ello el aporte de los padres o de sus sustitutos es fundamental, pero sólo es una parte de las
dinámicas que lo hacen posible.

Para Barudy y Dantagnan (2005) uno de los desafíos de las funciones parentales implica poder
satisfacer las múltiples necesidades de sus hijos (alimentación, cuidados corporales, protección,
necesidades cognitivas, emocionales, socioculturales, etc.), que además de múltiples son
evolutivas, motivo por el cual los padres deben poseer una plasticidad estructural que les permita
adaptarse a los cambios de las necesidades de sus hijos según las distintas etapas. Es aquí donde
se puede intervenir de diversas maneras, tanto en la promoción del buen trato en general y la
crianza respetuosa como en la prevención específica de maltrato.

Hablamos de buen trato en relación a las interacciones con los otros y/o con los entornos que
promueven un sentimiento mutuo de reconocimiento y valoración. Son formas de relación que
generan satisfacción y bienestar entre quienes interactúan. Este tipo de relación además, es una
base que favorece el crecimiento y el desarrollo personal. Las relaciones de buen trato parten de
la capacidad de reconocer que existe un “yo” y también que existe un “otro”, ambos con
necesidades diferentes que se tienen en cuenta y se respetan.

 Promoción de crianzas sin violencia. Crianza respetuosa.


En los intercambios que se dan dentro de las familias, con su diversidad de configuraciones, se
entablan los principales lazos amorosos. Como se mencionó anteriormente, estos lazos son
esenciales porque van a dejar una fuerte impronta para los modos de vinculación que luego los
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chicos establezcan con los demás. De allí la importancia de la presencia del buen trato, de
relaciones donde se vivencie el amor, la contención, el respeto, el diálogo y la mutua atención.

Uno de los pilares para la prevención es poder acompañar a las familias (madres, padres, abuelas y
abuelos, tías y tíos, adultos a cargo) y a todas aquellas personas responsables del cuidado de
niños, niñas y adolescentes en el ejercicio de una crianza responsable y libre de violencia. Desde
distintos ámbitos y con estrategias diversas.

Se deben propiciar espacios que posibiliten la reflexión sobre los distintos aspectos que implican la
crianza y cómo esos aspectos e ideas están condicionadas por nuestra propia experiencia como
hijas o hijos, la cultura local o las creencias. Tener la oportunidad y el tiempo para pensarnos como
madres o padres nos permite revisar conductas que aprendimos o padecimos y cuestionar el
criterio que nuestros padres utilizaron, para no repetir acciones que puedan resultar perjudiciales
para nuestros hijos e hijas. El objetivo es lograr conocerse, encontrar el propio criterio y confiar en
él a la hora de tomar decisiones. Se deben brindar herramientas para comprender cuál es nuestra
función como cuidadores y, fundamentalmente, qué es lo que necesitan de nosotros los chicos y
chicas. Tener en claro nuestro rol ayuda a encontrar la manera adecuada de actuar en cada
momento.

Se puede criar a los hijos sin ejercer ninguna forma de violencia, respetando sus derechos y
acompañándolos en su desarrollo como personas autónomas. Desde el amor, la ternura y el
respeto podemos ayudarlos a crecer y desarrollarse fuertes, sanos y felices. Esto les permitirá
enfrentar la vida con la suficiente autoestima y fortaleza para atravesar las diferentes situaciones
que les toque vivir.

 Derecho a vivir sin violencia


Las chicas y los chicos tienen derecho a vivir sin violencia. Difundir información sobre este derecho
y promover que se cumpla es parte del desafío al que nos enfrentamos cotidianamente.

El maltrato está prohibido por ley, el Código Civil y Comercial de la Nación prohíbe expresamente
cualquier tipo de castigo corporal y malos tratos que afecten física o psíquicamente a los niños por
parte de quienes ejercen la responsabilidad parental (Art. 647). La violencia, en cualquiera de sus
formas, es una vulneración de derechos que tiene, además, consecuencias negativas en el
bienestar presente y en el desarrollo futuro de los niños y niñas. Perjudica la salud física y
emocional, el desarrollo cognitivo, la autoestima. La naturalización de la violencia como forma de
crianza es un obstáculo para generar contextos libres de maltrato para las infancias, “es necesario
desnaturalizar la idea de que los golpes pueden ser una forma de educar”.

El marco legal del trabajo en la prevención y atención de situaciones de maltrato se abordará más
ampliamente en otro un módulo de este curso.

4. PREMISAS/EJES
A continuación, se expresan algunas premisas que han surgido a partir del trabajo que se hace en
el campo de acción de la promoción y la prevención, pero que también posibilitan ser pensadas
como ejes que organicen y guíen ese tipo trabajo:

 Trabajar tanto para la promoción del buen trato y de los derechos, como para la
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prevención de los malos tratos hacia niñas, niños y adolescentes. Desde todos los ámbitos.

 Promover el buen trato, fortaleciendo las expresiones de afecto, la ternura, la aceptación y


el reconocimiento entre las personas.

 Difundir, informar y formar (según ámbitos y estrategias) sobre ideas relacionadas con la
crianza, el desarrollo infantil, las modalidades de comunicación y de vinculación, las redes
de sostén, el fortalecimiento del rol de los adultos como tales, la influencia del bagaje
cultural y las representaciones sociales, entre otros.

 Abordar temas relacionados con la violencia intrafamiliar y sus consecuencias desde la


perspectiva de género, brindando información y construyendo espacios compartidos desde
distintas modalidades de intervención según el contexto y la institución de referencia
(talleres, grupos de reflexión, charlas, cursos, actividades recreativas o artísticas, mesas de
trabajo, consultorías, abordaje comunitario, actividades de difusión, entre otras).

 Tener una mirada amplia y no reducir la prevención a un determinado sector de la


sociedad.

 Trabajar con los adultos que cuidan, crían, educan y acompañan es fundamental así como
el abordaje comunitario.

 Realizar acompañamiento en los primeros vínculos. Propiciar que todos los niños puedan
ser acogidos y sostenidos por adultos que puedan ejercer las funciones parentales.

 Trabajo continuo con el recurso humano que trabaja en relación a situaciones de violencia
hacia niñas, niños y adolescentes (sea a través de formaciones, supervisiones, análisis,
redes de intercambio, grupos, entre otros).

5. BIBLIOGRAFÍA
Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y
resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Bowlby, J. (1976). La separación afectiva. Buenos Aires: Paidós.

Chokler, M. (1998) Los organizadores del desarrollo psicomotor. Buenos Aires: Ediciones Cinco.

Escardó, V. (2016). Síndrome de Burnout. Cuidado de cuidadores. Dispositivos grupales y técnicas


de intervención grupal. Buenos Aires: Noveduc.

Marsonet, B; Vitaliti, J. M. y otros (2014). Miradas y experiencias interdisciplinarias. Produciendo


nuevas vinculaciones y conocimientos sobre el Maltrato a la Niñez y Adolescencia desde un ámbito
público de la Provincia de Mendoza (pp. 149-156). Buenos Aires: Cauquén.

Siede, M. y Beutel, G. (2011). Prácticas y metodologías de abordaje. Cuadernillo Nº 3. Buenos


Aires: Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación y Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
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Ulloa, F. (1995) La ternura como fundamento de los derechos humanos. En Novela clínica
psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.

Ulloa, F. (2003). Ciclo de conferencias. Escenarios de la ternura: resonancias en la educación


maternal. Buenos Aires: Cepa.

Vignolo, J.; Vacarezza, M. y otros. (2011). Niveles de atención, de prevención y atención primaria
de la salud. Arch. Med. Interna 2011; XXXIII (1):11-14. Montevideo: Prensa Médica
Latinoamericana.

Winnicott, D. (2004) La naturaleza Humana. Buenos Aires: Paidós.

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