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Páginas históricas de Molango
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Páginas históricas de Molango
José Eduardo Cruz Beltrán
coordinadores
Molango 2017
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Coordinación general y académica: José Eduardo Cruz Beltrán
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Quien vaya en busca de los paraísos ocultos de
México, encontrará el más sorprendente en Mo-
lango… gozará la vista de un inmenso anfiteatro
montañoso, con un lago azul engarzado a sus pies.
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Contenido
Presentación..................................................................................................... 8
Raúl Lozano Cano
Hablemos de Molango: a manera de introducción.......................................... 9
José Eduardo Cruz Beltrán
Primera parte Lecturas históricas para el Molango de ayer............................ 16
La leyenda del dios Mola.................................................................................. 17
Ortiz de Letona: ministro plenipotenciario de la insurgencia........................ 21
Carta del pueblo de Molango a favor de la creación del estado de Hidalgo... 26
El incendio de Molango en 1914...................................................................... 31
Testimonios literarios de la escuela normal rural de Molango....................... 38
El primer carro en Molango............................................................................. 46
Segunda parte. Apuntes para escribir la historia molangueña....................... 50
Rasgos de la molangueñidad: investigación y difusión de su historia............ 51
José Eduardo Cruz Beltrán
Etimologías nahuas del municipio de Molango.............................................. 67
José Eduardo Cruz Beltrán
La semana santa en Molango........................................................................... 71
Gildardo Medardo Salguero Melo
Biopoemario (fragmento)................................................................................ 75
Jesús Ángeles Contreras
La hacienda de Xicalango................................................................................ 79
Heriberto Castillo Montaño
Soy lo que soy, gracias a mi pueblo.................................................................. 83
Salvador Sustaeta Salguero
Porque no hay nada oculto que no ha de ser revelado, ni secreto que no ha de
ser conocido: historia de los medios impresos en Molango............................ 92
Arcadio (Benito) Bautista Trejo
Anhelo de ser más: el plan de vida de los molangueños de la primera mitad del
siglo veinte........................................................................................................ 107
Gonzalo Aquiles Serna Alcántara
Trazos de la vida y obra de Don Beto González, el alquimista de la fotografía
de Molango....................................................................................................... 114
Octavio García Ábrego
Notas para una historia de la música molangueña.......................................... 117
Arcadio (Benito) Bautista Trejo y José Eduardo Cruz Beltrán
Molango, Hidalgo: señales de un viajero......................................................... 133
Antonio Lorenzo Monterrubio
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Presentación
Una de las tareas primordiales en un gobierno municipal es la preserva-
ción de la identidad. Cuando asumí la responsabilidad que el pueblo de
Molango me otorgó, lo hice con el entusiasmo y con el ánimo que nos ca-
racteriza para llevar a nuestro municipio en aras del progreso, el que tanto
deseamos. Comprendí al mismo tiempo que la tarea de hacer un municipio
sólido, donde sus habitantes se identifiquen con sus raíces y con sus tra-
diciones, en fin, de hacerlo un municipio con identidad, no es el resultado
de las acciones que haga un gobierno exclusivamente, sino que son sus
habitantes quienes mucho contribuyen para alcanzarla.
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Hablemos de Molango:
a manera de introducción
Ing. Raúl Lozano Cano
Presidente municipal constitucional de Molango
10
Elfego de la Vega para recuperar los sitios históricos de la cabecera mu-
nicipal), las excursiones al cerro del Tepeyac instituidas por Severo Gon-
zález Castillo desde 1940 para conmemorar la fiesta patronal de Nuestra
Señora de Loreto (en recuerdo de las excursiones que se hacían al cerro de
Santo Roa), o de corte músico-actoral como el Metz-Mola-Mex, organiza-
ción creada por Homero Anaya Lara en la que montaron obras de teatro y
ejecutaron piezas musicales de carácter regional y que aún hoy podemos
escuchar en la solemnidad de la semana santa (el nombre responde a que
sus integrantes provenían de las poblaciones de Metztitlán, Molango y la
Ciudad de México).
11
que acontecieron los hechos ahí relatados y así como el momento en que
fueron escritos.
12
que viven la semana santa, el relato de don Gildardo resultará de mucho
interés para observar qué elementos han permanecido hasta hoy.
13
Benito Bautista Trejo, periodista, conocido por muchos como El
Chicoyote, en alusión a la gaceta con el mismo nombre de la cual es di-
rector, hace un muy completo recuento de la prensa molangueña desde sus
inicios hasta el día de hoy; enfatiza sobre todo en las editoriales, pues es
en ellas, así lo considera Benito, que son los espacios donde se hacen más
explícitas las ideas de los molangueños de entonces, sus motivaciones e
intereses para con el pueblo, y de los deseos por el progreso no sólo de su
terruño sino de su patria.
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mucho se cultivaron en Molango.
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Primera parte
Lecturas históricas para el
Molango de ayer
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La leyenda del dios Mola
Juan de Grijalva, publica en 1624 su Crónica de la orden de san Agustín
en las provincias de la Nueva España. Hay dos ediciones posteriores, una
de 1924 y una más reciente de 1985, de la cual extractamos el capítulo
referente al retorno de Antonio de Roa a la Sierra Alta. La evangeliza-
ción de la Sierra Alta comienza en 1536, sin éxito; se retoma en 1538 y
se consolida hacia 1546 en que se edifica el convento de santa María. Al
respecto, el cronista agustino comenta:
Fue la conquista de la sierra de las más arduas y difíciles que tuvimos, por
el sitio y circunstancias. Corre esta parte de sierra, que llamamos alta,
desde Metztitlán por la parte del norte con tan altas y tan continuadas
serranías [...] Estaba esta tierra llena de gente desde las cavernas más
hondas hasta los riscos más encumbrados, sin tener población alguna, ni
más casas para su vivienda que las cavernas y riscos con que se abrigaban
[...].2
No estoy olvidado de la cosa que más cuidado dio a esta provincia, que es
la conversión de la Sierra Alta: antes deseaba volver a la historia, porque
me tenía picado ver que se retirase el más valeroso de nuestros capitanes
sin haber hecho alguna buena facción en ella. Digo pues, que el padre fray
Juan de Sevilla se quedó solo entre aquellas sierras con algunos pocos in-
dios que había llevado de los llanos, sin que en muchos meses se hubiese
mejorado el tiempo. Daba voces en aquellos desiertos, y aunque la voz era
de virtud, porque era de Dios, ni los montes se humillaban, ni se levanta-
ban los valles, ni se mejoraban los caminos: todo estaba cerrado, sordo y
arisco, pero no por esto levantaba la mano de la empresa ni se cansaba de
predicar, ni de esperar. El padre fray Antonio de Roa luego que se volvió
de la sierra comunicó su espíritu con el padre provincial; y debióle de dar
tan buenas razones que alcanzó licencia para volverse a España: y porque
entonces no había embarcación se fue a Totolapa en el Marquesado a es-
perarla […].
Entre los indios dura hoy la tradición de un caso raro, que por
grande se ha venido derivando de padres a hijos, y es, que en el pueblo de
Molango había un ídolo famoso que se llamaba Mola, el cual habían traído
de Metztitlán mucho tiempo había, y era tutelar de todas aquellas sierras,
príncipe y cabeza de todos los demás ídolos. Y así tenía alrededor de su
templo gran número de casas de los sacerdotes y mucha otra gente, que
servían en su templo. A este acudían de todas aquellas sierras con ofrendas
y solemnes sacrificios, y él daba familiares respuestas y oráculos, con que
toda la multitud le respetaba y servía muy de corazón. Echó de ver el santo
fray Antonio de Roa que estaban aquí los nervios y fuerzas de la guerra, y
que sería bien reducirla a singular certamen. Fuese allá acompañado de los
indios que tenía ya a su devoción, que no eran pocos. Citó para el caso a
los sacerdotes del ídolo y a toda la multitud, que por curiosidad se convocó
al espectáculo: a la manera que el profeta Elías en aquel solemne desafío
(llamémosle así) que hizo a los sacerdotes del ídolo Baal, hizo nuestro
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campeón la misma plática del profeta a todos aquellos indios, y para de-
jarlos del todo desengañados, se llegó al ídolo y le preguntó quién era y
que dijese él mismo si era Dios o criatura suya. Respondió el ídolo con
voz triste y dejativa que no era Dios, sino criatura la más vil y miserable de
toda la naturaleza, porque aunque la había criado Dios noble y rica, por su
culpa estaba despojado de todas aquellas gracias y ardía miserablemente
en el infierno. A esto le replicó el Santo Roa, dime, los padres, los abuelos
y todos los ascendientes de estos indios que te han adorado ¿dónde están?
Respondió entonces con voz terrible y fiera, (de que parece que se estre-
mecían los montes): todos están en el infierno ardiendo, porque negando
la adoración al verdadero Dios me la daban a mí. Y volviéndose a ellos les
hizo un fervoroso sermón, y movidos los indios con lo uno y con lo otro
arremetieron al ídolo y lo hicieron pedazos. Y allí en aquel mismo lugar
se hizo la primera iglesia, que era pequeña; con que nunca más volvió el
demonio a aquella su antigua posesión. Después se mudó la iglesia, y la
pusieron en el lugar donde hoy está, porque es más alto, y más acomodado
para el asiento del pueblo. Esto que he contado es de relación de los indios,
que por tradición de sus padres lo refiere por cosa indubitable.3
3 Publicado originalmente en: De Grijalva, Juan, Crónica de la orden de nuestro padre san Agustín en las provincias de
la Nueva España, México, Porrúa, 1985, 537 p. Primera edición:1624.
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Ortiz de Letona: ministro
plenipotenciario de la insurgencia
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simples caudillos, se procedió previamente a instalar la audiencia, que ja-
más llegó a funcionar, el ministerio, etc.; una vez hecho esto y dado a
Letona el nombramiento de Mariscal, para dar mayor realce a su persona,
se le extendió el trece de diciembre de 1810, firmada por Hidalgo, Allende,
Chico, Rayón y otras cuatro personas. El documento demuestra la igno-
rancia de sus autores de achaques y formalidades diplomáticas, pero no es
ridículo ni absurdo como algún escritor ha dicho.4
El servil yugo y tiránica sujeción en que han permanecido estos feraces Esta-
dos por el dilatado espacio de cerca de tres siglos: el que la dominante España
poco cauta haya soltado los diques a su desordenada codicia, adoptando sin
rubor el cruel sistema de su perdición y nuestro exterminio en la devastación
de aquella, y comprometimiento de éstos, el haber experimentado que el único
objeto de su atención en el referido tiempo sólo se ha dirigido a su aprovecha-
miento y nuestra opresión, ha sido el vehemente impulso que desviando a sus
habitantes del ejemplo, mejor diremos, delincuente y humillante sufrimiento
en que yacían, se alarmaron, nos exigieron en jefes, y resolvimos a toda costa
o vivir en libertad de hombres, o morir tomando satisfacción de los insultos
hechos a la nación.
5 Publicado originalmente en: Villaseñor y Villaseñor, Alejandro, Biografía de los héroes y caudillos de la independen-
cia, con retratos, México, Imprenta del Tiempo, 1910, t. i.
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El estado actual nos lisonjea de haber conseguido lo primero, cuando
vemos conmovido y decidido a tan gloriosa empresa a nuestro dilatado
continente. Alguna gavilla de europeos rebeldes y dispersos, no bastará
a variar nuestro sistema ni a embarazarnos las disposiciones que puedan
decir relación a las comodidades de nuestra nación. Por tanto, y teniendo
entera confianza y satisfacción en vos, don Pascasio Ortiz de Letona, nues-
tro mariscal de campo, plenipotenciario y embajador de nuestro cuerpo
cerca del supremo congreso de los Estados Unidos de América; hemos
venido en elegiros y nombraros, dándonos todo nuestro poder y la facultad
en la más amplia forma en que se requiere y sea necesaria para que por nos
y representando nuestras propias personas y conforme a las instrucciones
que os tenemos comunicadas, podáis tratar, ajustar y arreglar una alianza
ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas na-
ciones, y cuanto más convenga a nuestra mutua felicidad, accediendo y fir-
mando cualesquiera artículos, pactos o convenciones conducentes a dicho
fin; y nos obligamos y protestamos en fe, palabra y nombre de la nación,
que estaremos y pasaremos por cuanto tratéis, ajustéis y firméis a nuestro
nombre, y lo observaremos y cumpliremos inviolablemente, ratificándolo
en especial forma: en fe de la cual mandamos despachar la presente, firma
de nuestra mano, refrendada por el infrascrito nuestro consejero y primer
secretario de Estado y del despacho.
6 Publicado originalmente en: Hernández y Dávalos, Juan, Colección de documentos para la historia de la guerra de
independencia de México de 1808 a 1821, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, t. ii.
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Carta del pueblo de Molango a favor de
la creación del estado de Hidalgo
La creación del estado de Hidalgo fue consecuencia de una serie de de-
bates y gestiones entre los ayuntamientos, ciudadanos y diputados sepa-
ratistas de la porción norte del estado de México poco después del resta-
blecimiento del sistema republicano como forma de gobierno en 1867 y
concretado el 16 de enero de 1869 que deseaban un gobierno autónomo
al haber demostrado, durante la intervención francesa, que podían gober-
narse por sí mismos como distrito militar.
Ciudadano jefe político del distrito: los que suscribimos, capitulares del
ayuntamiento, autoridades civiles, judiciales, empleados y vecinas de más
nota de la municipalidad de Molango, con el debido respeto y previas las
protestas de estilo, ante usted decimos: que habiendo visto en el núme-
ro 41 del periódico titulado El estandarte nacional, que se redacta en la
capital del Segundo Distrito, un artículo que manifiesta que el día 23 del
pasado ha salido a luz en Toluca un nuevo periódico titulado La legalidad,
el cual tiene por objeto principal solicitar por todos los medios posibles
la reconstrucción del antiguo estado de México; y como esta pretensión
venga a ser un mal para todos los pueblos que componen el Segundo Dis-
trito, y destruya para siempre las lisonjeras esperanzas que teníamos en el
progreso y adelanto de esta parte de la república, desde luego protestamos
contra tales ideas, suplicando a usted se sirva elevar esta representación
al C. presidente de la república, para que se digne atender las razones que
brevemente pasamos a exponer.
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Molango, julio 10 de 1867. Vicente Anaya. A. Gutiérrez. Manuel Ve-
lasco. Cirilo Contreras. Pánfilo Mercado. Simón Contreras. José E. Mar-
tínez. Justo Vittz. Juan Anaya. Antonio Ramírez. Hilario Reyes. Gabino
Martínez. Ricardo Silva. José María Cordero. Jesús Mercado. Juan Casti-
llo. I. Cardenete. Tomás Ramírez. Felipe Martínez. Evaristo Flores. José
María Sarmientos. Faustino Fernández. Cástulo Martínez. Emilio Merca-
do. José Silva. H. Gutiérrez. Arcadio Castro. Vicente V. Angeles. Carmen
Ita. Mariano Espinosa. Antonio M. Espinoza. Manuel Belio. Francisco
Cordero. Loreto Vega. Francisco Nájera. José Serna. José Salvador. Es-
teban Hernández. Juan Mercado. Celso Vargas. Fernando Vargas. Felipe
Gómez. Martín Salvador. Ignacio Ángeles. Francisco Castillo, secretario.7
7 Publicado originalmente en: Diario oficial de la federación, 2 de septiembre de 1867 y David Lugo Pérez, Hidalgo:
Documentos para la historia de su creación, Pachuca, Gobierno del Estado de Hidalgo-Instituto Hidalguense de Desa-
rrollo Cultural e Investigaciones Sociales, 1994, t. i.
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El incendio de Molango en 1914
El control que el entonces victorioso ejército del auto nombrado primer
jefe Venustiano Carranza hacia sus jefes militares luego de vencer por
completo las fuerzas de Victoriano Huerta se desvanecería. Con persona-
lidades tan opuestas entre sí como las de Francisco Villa y Álvaro Obregón,
y del mismo Carranza, este último dado a la vanidad y al protagonismo,
no toleraría que el primero de ellos, Villa, alcanzara mayor popularidad
que él, y por si no fuera suficiente, que entre sus filas, se encontrara el
general Felipe Ángeles, con amplias simpatías entre los revolucionarios,
por sus conocimientos militares y por su fidelidad al extinto presidente
Madero.
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Achocoatlán, no veían a más de tres metros, lo que acontecía también con
los defensores de Molango apostados en La Cumbre.
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Por su parte y por iniciativa propia, la también entonces señorita
Consuelo Fernández, que afortunadamente aún vive, colectó ropa y víveres
para los de Molango. Todas las personas, damas y caballeros que fueron
comisionados para hacer la colecta, lo hicieron con la mejor voluntad y,
antes de tres días ya tenían reunido todo lo que pensaban mandar y no preci-
samente como caridad, sino como ayuda al hermano que lo necesita; por lo
que procedieron a nombrar una comisión para que se encargara de llevar lo
colectado, quedando integrada por los siguientes señores: Elías Leiner, Mi-
guel Varela, Eloy Fernández, Enrique Serna, Vicente Mora y Emilio Amado,
encabezados por el señor Julio Carrasco que no era de Metztitlán.
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ca novela de costumbres molangueñas. Leamos pues, a Samuel Lugo con
“¡Aquella normal!” y a Eleuterio Espinosa con “Un donjuán criollo”.
¡Aquella normal!
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Una tarde, memorable en mis añoranzas, se presentó en el salón
don Casimiro Velasco, agradable, jovial, comprensivo. Iba en funciones
de embajador, pues su propósito era presentarnos a alguien que le acom-
pañaba: era el profesor Erasmo Ángeles, de quien observé que nos lanzaba
a todos su mirada escrutadora, con su pelo rizado y oscuro, su traje café
que contrastaba con aquella tarde atiborrada de niebla. Don Casimiro, con
solemnidad moderada pronunció su frase final: “Ahora es suya la palabra,
profesor Ángeles...”; un hálito de ansiedad infló la pausa de espera..., pero
aquel hombre enigmático se limitó a decir con firme acento: “si trabaja-
mos a conciencia saldremos todos avantes. Nos veremos mañana a las
ocho. Nuestra única clave será el trabajo”. Y se separó sin más ceremonia
ni cortesía. En el suspenso, que lógicamente siguió a esta escena trascen-
dental, Héctor Castillo, ya inscrito como alumno, embutió su sentencia
graciosa: ¡’ora sí...!, reímos todos y nos fuimos a casa.
***
Hace ya muchos años, cuando se crearon las escuelas normales rurales en di-
ferentes estados de la República, tocó el honor de que un pueblito enclavado
en el corazón de la sierra hidalguense, se inaugurara la primera, no obstante
que ni con local ni maestros suficientes contaba. Pero esto no importaba. Lo
importante era que un prominente maestro originario del pueblo, señor Re-
fugio Belío, bien relacionado como estaba con las altas autoridades de la Se-
cretaría de Educación Pública, consiguió que se estableciera en su tierra, la
primera de esas escuelas que tan buenos resultados dieron: un semillero de
9 Publicado originalmente en: Lugo, Samuel, “¡Aquella normal!”, Ventana. Mensaje hidalguense, año ii, no. 4, agosto
1974.
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competentes maestros, que en el transcurso de sus vidas, algunos y algunas
se convirtieron en médicos, abogados, aunque buen número de ellos y ellas,
pues en las normales estudiaban hombres y mujeres, no hicieron otra carre-
ra. Sin embargo, siempre trataron de superarse, logrando puestos relevantes.
Pues bien, y como decía, no se contaba con local para la escuela, por
lo que la autoridad municipal puso a disposición del director de la misma el
teatro que de inmediato fue adaptado con bancas rústicas hechas con tablas
donadas por la gente siempre dispuesta a colaborar. Como coincidencia, el
director designado por la secretaría de educación era nada menos que un
estudiante que emigró la capital en donde terminó, junto con otros dos de sus
compañeros, la carrera de maestro.
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Así es que el pueblo se sintió satisfecho y orgulloso que tres de sus
paisanos fueran los maestros, los primeros maestros comisionados para
trabajar en la naciente Escuela Normal Rural. Cuando se conoció la noti-
cia, no menos de cien muchachos y muchachas llegaron a inscribirse para
hacer la carrera de maestro rural. Procedían de pueblos cercanos y lejanos
por lo que constituyeron una verdadera novedad. Se les veía con curio-
sidad pues vestían sus mejores “trapitos”, aunque al andar, el rechinido
de sus zapatos acusaba su presencia, y…, también llegaron “pránganas”,
“brujas”, por lo que les era imposible alojarse en el único hotelito que ha-
bía. Además, no cabían pues sólo contaba con diez cuartitos.
¡Qué maravillosos, qué gratos al oído eran los conciertos que daban
por las tardes los miles de gorriones que revoloteaban en las ramas de los
truenos! Ahí cantaban sus idilios, sus romances, que culminaban con la
construcción de un nido donde nacerían xolotes, dos, tres y hasta cuatro
polluelos que, al emplumar y crecerles las alas, lo abandonarían empren-
diendo el vuelo al infinito, a las cimas de los majestuosos cerros que, cual
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guardianes, rodean al pueblo culto y generoso. Como sucede en todas las
escuelas, pronto surgieron los apodos a cual más ingeniosos como: el Chi-
vo, el Loco, el Catallás, el Chillón, el Gato, el Zopilote, la Catahuila, la
Lechuza, el Nicho, la Cucaracha, el Negro, el Morcón, la Calavera, el
Catoce y otros, llamándose así sin que se molestaran en lo más mínimo.
Pronto se hizo famosa la escuela por las veladas y bailes que organizaban
y por las parrandas que corrían llevándoles gallo a las novias.
10 Publicado originalmente en: Espinosa Ángeles, Eleuterio, Se lo conté a la a luna (Cuentos que yo soñé), México,
El autor, 1984, 217 p.
45
El primer carro en Molango
Un día, el viejo anhelo de los pueblos serranos por estar comunicados, y
con ello llegara el progreso mismo, se cumplió. No por nada, el encabe-
zado de la fotografía que inmortalizó el acto reza: “Molango en el primer
paso al progreso”. Al ser un pueblo serrano, las carreteras difícilmente
llegaban, había que abrir montañas y sortear barrancos. Ya desde 1853,
Fernando Soto señalaba la idea de comunicar la Ciudad de México con
Tampico de cuyo camino atravesaría el extenso estado de México. Tuvo
que pasar mucho tiempo, el primer tercio del siglo xx cuando el gober-
nador Bartolomé Vargas Lugo emprende la titánica tarea de abrir una
carretera que comunicara la Sierra y la Huasteca pues los viajes a Pa-
chuca eran de días enteros. Gobernadores y presidentes iban y venían y
la carretera avanzaba o se detenía según sus intereses o el dinero que
hubiera disponible.
46
entrada del pueblo y vieron que la gente venía de regreso, con
prisa. Le preguntaron a don Chayo, un viejecito más que octage-
nario: “Don Chayo, ¿Ya pasó el carro (ese era el nombre que se
le daba y aún hoy, a todos los vehículos de cuatro ruedas)?” Y el
vejecito contestó: “Uy, ya pasó, iba tan rápido que no le vi las pa-
tas a los caballos. Bueno, ¡ni a los caballos vi!
A todos nos intrigaba el lugar por donde habría de llegar el camino, pero
pronto se despejó la incógnita: los ingenieros que hicieron los trazos, y que
se habían trasladado a Molango, nos dijeron que éstos estaban hechos arri-
ba del cerro Podrido. Más tarde, al hacer la rectificación, pasaría el camino
atrás del cerro de la Campana y abajo del cerro Podrido.
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de los cerros y los innúmeros pedruscos de todos tamaños, que volaban
por el aire. Los trabajos de Xochi para Molango, continuaban. Halagüeñas
eran las noticias: ─ ¡Ya pasaron de Coachula!─, ─ ¡Vienen arriba de Aco-
mulco!─, ─ Llegaron al cerro Podrido─.
─ ¿Qué viene?─
─ ¡El carro!─
48
pasearan en hombros al conductor. ¡Por fin, llegaba por vez primera, un
coche a nuestra tierra! De ahí en adelante, todo se facilitaría. La carretera
pavimentada, decían los mayores, sería cuestión de dos o tres años; de po-
cos meses, afirmaban los optimistas. Alguien debía tomar la palabra para
expresar la profunda emoción del pueblo y la trascendencia del hecho.
─ El padre Martiniano…─
11 Publicado originalmente en Serna Leal, Donaciano, Los quince mil días, México, El Autor, 1975, 188 p.
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Segunda parte
Apuntes para escribir
la historia molangueña
50
Rasgos de la molangueñidad:
investigación y difusión de su historia
José Eduardo Cruz Beltrán
Obras monográficas
53
de Roa en 1536, pasó un año entero sin éxito en la conversión cristiana
de los pobladores; sucede luego la retirada al convento de Totolapan que
es cuando decide regresar y finalmente logra entonces la edificación de
monumentos religiosos comenzando por el de Molango. La falta de inves-
tigaciones serias y la escasa documentación al respecto ha generado que
en Molango sean varias las inconsistencias en los datos y acontecimientos.
Las obras monográficas por lo general han sido realizadas por personajes
cercanos a Molango, ya por ser originarios o ya por alguna relación con el
municipio en el que por supuesto, hay un gran peso afectivo, y con ello se
mantiene vigente lo dicho por Luis González cuando dibuja el perfil del
microhistoriador: “la gran mayoría se habrá metido por simple nostalgia y
amor a la familia y al terruño. Los más de los microhistoriadores son ori-
ginarios del villorrio. La actitud romántica sigue siendo el motor principal
de la microhistoria”.12
Periodo mesoamericano
12 Luis González y González, Invitación a la microhistoria, México, Secretaría de Educación Pública, 1973, p. 21
(Sep-setentas, 72).
54
centro a la Huasteca y al golfo de México así como por su composición
lingüística que la emparentaba con los hablantes de dichas regiones. El
auge de Molango en la época prehispánica coincide con el detrimento en
categoría política de Malila que era un punto estratégico importante para
el señorío de Metztitlán y por ello, Rovira señala que fue donde los agus-
tinos consideraron como el centro más influyente y del que debían partir
todas sus misiones a lo largo de la Sierra Alta.
13 Víctor Manuel Ballesteros, “la Historiografía agustina y el actual estado de Hidalgo”, p. 51; Jesús Ángeles Contreras,
Monografía del municipio de Molango, p. 30.
55
pesar de la humedad y la intemperie; y de acuerdo con esto, su caracterís-
tica topográfica que le brinda un panorama hacia las aguas de Atezca, cuya
raíz, tézcatl: espejo, la asocia nuevamente con Tezcatlipoca.14
14 José Eduardo Cruz Beltrán. “La pintura rupestre en la Sierra Alta del estado de Hidalgo…”, p. 264.
56
(1948), por ser el pionero en los estudios del arte en el país y fuente básica
los que se inician en la disciplina; incluye algunas referencias al convento
agustino de nuestro municipio. Estos autores resaltan el género de espada-
ñas exentas como únicas en el país, la tracería de la ventana del coro, de
los pocos ejemplos existentes junto con Yecapixtla y Atotonilco de Tula;
asimismo, se desmiente la versión que en el convento fue construido sobre
una plataforma prehispánica como sí lo fue para construir la capilla de San
Miguel, cuyo entorno es considerado el primer asentamiento poblacional.
Dos trabajos, más recientes, son los de José Vergara y Elisa Var-
gaslugo en los que señalan que dado el avanzado estado de deterioro del
convento no ha sido posible especificar sus dependencias como sí se ha
identificado en Actopan, Metztitlán o Atotonilco el Grande. Asimismo, se-
ñalan que posiblemente, el claustro nunca fue terminado, de ahí que en la
arcada sólo aparezcan tres de los cuatro costados. En todos los autores in-
58
fluye directa o indirectamente la figura de Manuel Toussaint: Justino Fer-
nández y Elisa Vargaslugo, quien fuera maestra a su vez de José Vergara
y José Guadalupe Victoria. Los autores extranjeros como Angulo, Kubler
y McAndrew se acercaron a Toussaint por ser entonces el único referente
del estudio del arte colonial en México.
59
aspectos históricos y culturales; por el lado de la prensa escrita lo hace la
revista El chicoyote que es una publicación de cultura y sociales acerca
de varios municipios de la Sierra Alta. Finalmente cabe señalar que hay
muy poco estudiado sobre las comunidades vecinas. Destaca el trabajo
que realizara Heriberto Castillo Montaño sobre costumbres de Naopa así
como su autobiografía; asimismo, el trabajo de campo emprendido por el
celci en el que se visitaron las comunidades de Ixcuicuila a propósito del
descubrimiento de un sitio arqueológico, se visitó también la comunidad
de Tetipanchalco y la hacienda de Xicalango en cuyos cerros aledaños se
localizaron algunas cuevas con material arqueológico, de igual manera en
Coachula donde se encontraron temazcales así como gastronomía, y las
comunidades de Malila, Atezca, San Bernardo e Itzmolintla con capillas
novohispanas así como las columnas basálticas de Zacapetlaco. Salvo las
investigaciones sobre las capillas, incluidas en el estudio de Eduardo Cruz,
hasta el momento esos trabajos quedaron a nivel de campo y sigue pen-
diente su sistematización y redacción en un informe.
61
Cruz Beltrán José Eduardo, Fiestas y celebraciones en Molango. Centro
Estatal de Lenguas y Culturas Indígenas, Ayuntamiento de Molango, 2013
60 p.
Davies, Claude Nigel Byam, Los señoríos independientes del imperio az-
teca, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1968, 257 p.
62
Textos para el estudio de la evangelización agustina
a) Obras generales
63
Artigas, Juan B., México: arquitectura del siglo xvi, México, Taurus,
2010, 603 p.
64
del arte en Hidalgo, Pachuca, Universidad Autónoma del Estado de Hi-
dalgo, 2013, p. 45-53.
_______, “La pintura rupestre en la Sierra Alta del estado de Hidalgo. Arte
pictórico asociado al señorío de Metztitlán”, en Gustavo Ramírez, Fran-
cisco Mendiola, William Breen, Carlos Viramontes (coordinadores), Arte
65
rupestre de México para el mundo, Ciudad Victoria, Instituto Tamaulipeco
para la Cultura y las Artes, 2015, p. 263-268.
66
Etimologías nahuas
del municipio de Molango
José Eduardo Cruz Beltrán
Comunidades
Acayuca. Donde abundan los carrizos. De ácatl, carrizo, -yo, partícula
abundancial, -can, locativo.
67
Molango. Donde abunda el mole, lugar de bastimentos. De molli, guisado,
-lan, abundancial, -co, locativo.
Naopa. Lugar de cuatro, lugar de cuatro ríos. De nahui, cuatro, atl, agua,
-pan, locativo.
68
Rancherías
Acuexcaco. Lugar húmedo. De átl, agua, cuechahctic, cosa húmeda, mo-
jada -co, locativo.
Tenextipa. Sobre la ceniza. Tenextli, cal, ceniza, -ti, ligadura, pan, sobre,
en.
Ríos
Atlapacho. Donde se riegan las plantas, regadío. De atl, agua, apachtli,
algas, plantas acuáticas.
Pilateno. Puente de las pilas. Del castellano, pila, lugar donde se almace-
na agua, tenolli, puente.
Zececapa. En el agua fría. De cecec, frío; atl, agua; -pan, en, sobre.
Cerros
70
La semana santa en Molango
Gildardo Medardo Salguero Melo
71
sayones o ravenos, estaban pendientes de las palabras del predicador para
ejecutar los actos que se iban mencionando. La indumentaria de Judas era
alba blanca, una mascada en la cara, un bonete en la cabeza y en las manos
una bolsa con dinero.
15 Publicado originalmente en: Salguero, Gildardo M. Historia completa del distrito de Molango, Molango, 1947.
Cuatro tomos inéditos.
74
Biopoemario (fragmento)
Jesús Ángeles Contreras
75
Ixcuicuila, distante nueve leguas, en cuya región tenía una casa, grande
también, y enormes terrenos propios para la agricultura y la ganadería. En
Ixcuicuila escuché las más horripilantes narraciones de brujas que chupa-
ban la sangre a los niños. Aprendí hechicerías como hacer un muñeco de
trapo y colocarle alfileres en el corazón y en los ojos, luego ese muñeco
se enterraba tras la casa de la persona que deséabamos muriera; aprendí a
jugar guerritas disparándonos municiones con una pistola hechiza, un ar-
mazón de madera figurando una pistola escuadra con un canal en el cañón
sobre el que se colocaba un casquillo de máuser amarrado con alambre,
con un agujero cerca de la base, donde se colocaba la cabeza de un cerillo,
rellenando previamente con una poca de pólvora, luego un empaque, y a
encender el cabo del cerillo esperando que la flama del fósforo se comuni-
cara con la pólvora y ¡ya!, una cara cacariza, un ojo apagado, eran signos
de los valientes que se enfrentaron. Yo confieso que, tras una gran piedra,
únicamente sacaba la mano disparando mi dotación sin ton ni son […].
76
sea, para que lo grumos del café molido se precipiten al fondo). Algunos
peones portan un guaje, fruto de gran tamaño con una cintura que permite
amarrarlo sin que deslice, y traerlo en la cintura o en bandolera, ya seco,
adquiriendo la coraza de cinco milímetros de espesor, una gran resistencia,
lleno de agua, de pulque, de miel, y, en ocasiones, puede utilizarse como
flotador para nadar sin riesgo. Otros peones traen una pequeña botella con
aguardiente, pues no les gusta almorzar en ayunas, primero son unos tra-
gos ardorosos.
16 Publicado originalmente en: Ángeles Contreras, Jesús, Biopoemario, Pachuca, 2001. Inédito.
78
La hacienda de Xicalango
Heriberto Castillo Montaño
81
los que pueden hacerlo, en memoria de don José Perlasca Mareli. Uno de
sus nietos, el doctor Enrique Perlasca Espinosa, actual propietario de la
exhacienda, tiene gran interés en que el rancho de Xicalango, siga siendo
el punto de reunión de toda la familia descendiente del señor José Perlasca
Mareli. El doctor Enrique está invirtiendo para actualizar las instalaciones
y hacerlas atractivas a los visitantes.17
17 Publicado originalmente en: Castillo Montaño, Heriberto, Naopa. Historia y autobiografía, Pachuca, El autor,
2004.
82
Soy lo que soy, gracias a mi pueblo
Salvador Sustaeta Salguero
ssg: Mi abuelo fue un historiador, historiador local. Tiene trabajos que él hizo
aquí en Molango. Un investigador nato, que no tuvo mayores oportunidades
de seguir estudiando pero fue un hombre muy trabajador, inteligente, tuvo
mucho interés en la cosa educativa, fundamentalmente más que lo político,
lo educativo. Y empezó a escribir, a investigar, y escribió lo que investigó.
Hizo monografías de los pueblos, de los municipios, nos dejó por ahí mucho
escrito; y muchos o casi todos los que han escrito sobre Molango se basan en
los escritos de mi abuelo, entonces de ahí me salió. Anduve mucho tiempo con
él, él era maestro y yo siendo niño. Y me iba contando, yo le preguntaba, el
abuelo que le va contando al nieto y esto pasó por esto, y estos dijeron esto,
y estos dijeron esto otro. A él le tocó vivir la época de la revolución aquí en la
sierra, le tocó cerrar su casa en el incendio de 1914, irse a dormir en el campo,
en los bosques, donde se iba toda la gente y desde ahí veían las llamaradas de
las casas que incendiaban, y yo creo que de tanto oír se me quedó también la
idea, y por eso escribimos algunos detalles, no libros, documentos, charlas, de
lo que había yo oído, de lo que yo había leído, entrevistándome con las demás
gentes que les interesa y les importa algo de Molango, papeles que me dejó él
y cosas que hemos ido investigando por nuestra cuenta.
83
lo lleven pues no se puede: es una cosa personal y además una cosa familiar.
Yo les prestó el libro, si quieren cópienlo, léanlo, lo que quieran. No me van a
pagar, entonces, yo lo voy a hacer con mucho gusto, dije; y que alguien quiera
algún documento, alguna investigación y que yo pueda tenerla y dársela lo
haré con mucho gusto. Así fue como me dieron el nombramiento de cronista.
¿Y qué se hace? Pues que pasó esto, alguna anécdota o un hecho histórico o
un acontecimiento, pues anotamos la fecha y qué pasó y por qué pasó, para
mañana o pasado que se requiera; se les dice lo que sabemos. Y luego va uno
platicando con la gente, cómo lo vio, cómo lo percibe desde su punto de vista.
Era presidente municipal José Luis Espinosa. Fue hace siete años, aunque
ya era considerado cronista desde mucho antes de mi nombramiento porque
cada vez que se necesitaba pues tuve la oportunidad de que los presidentes
municipales me conocen muchos de ellos desde niños, fui amigos de sus pa-
pás, fueron maestros, entonces me invitaban a hablar en algún acontecimiento
sobre todo el 26 de septiembre y oían que les contaba y por eso yo creo que se
les ocurrió que yo fuera el cronista. Luego los muchachos vienen a verme por
alguna tarea que les dejan.
84
El culto a fray Antonio de Roa
ssg: Desde luego, yo le veo mucho mérito a este sacerdote. Venir, dejar su
tierra, España, y además tenía un cargo aparte de párroco allá, para venir a
un mundo desconocido, que no hablaba el español, que no hablaba su len-
gua. Adoctrinar, no cabe duda, que tiene un mérito: dejar comodidades para
venirse a meter a tierras desconocidas, tierras indígenas que no lo recibían
inclusive, es muy difícil. Y luego su misión que era cristianizar un pueblo que
no habla tu lengua, que no tiene antecedentes de tu divinidad, de tus actos es
una cosa muy difícil. Desistió, se regresó, porque vio que no podía y que no le
hacían caso. Se fue y dijo: “no, no puedo. Ya le hice la lucha pero no, no pue-
do, no me entienden, no me hago entender”. Y se va a Totolapan, al convento,
mientras le avisaban que hubiera una nave que lo llevara a España. Un em-
pleado de ahí, un muchacho hablaba náhuatl y le enseñó a hablar al padre Roa,
“y entonces ya así yo me voy a entender con los pueblos que hablan náhuatl.”
85
Entonces él aprendió náhuatl y entonces dijo “ya con esto ya voy a
poder comunicarme con ellos” que era lo que no podía. Y no le entendían,
por eso no le hacían caso. Y ahí viene de nuevo. Y esta vez ya tuvo más éxito
porque se comunicó con ellos. La comunicación es base del ambiente social.
Con la comunicación empezó a adoctrinar. Yo le considero mucho mérito y en
los veinte años que estuvo por aquí realmente hizo una obra monumental por-
que no fue sólo Molango. Aquí porque estaba el adoratorio del dios, que los
españoles le pusieron Mola pues quién sabe cómo se llamaría. Su influencia
llegó hasta la Huasteca. No tan sólo fue la doctrina, sino la sociabilización,
porque realmente él fue la flecha importante que llevó la civilización europea
a toda esta región y la prueba está que muchos de los templos son creación de
él; desde el punto de vista cultural nos trajo la lengua, nos enseñó a hablar,
a expresarnos. Han exagerado, para mí, los biógrafos un poquito su vida. Yo
creo que un hombre con esa forma de martirizarse… nadie aguanta tanto,
veinte años así y luego acostumbrado a otro tipo de alimentos y luego comer
raíces… hay que entender que todo hombre tiene un límite.
ssg: Un orador de los grandes que hubo aquí, le llamó la Atenas de la Sierra.
Siempre hubo una inquietud de superación. Para seguir estudiando después
de la primaria, había que irse a pie por Zoquizoquipan para agarrar el tren en
Apulco y hasta ya había que viajar para ir a la Ciudad de México. Entonces
hubo mucha inquietud desde ese punto de vista. Por otra parte, la logia masó-
nica: ideas, libertad de ideas, la superación. En las logias se premia la supera-
ción personal; ahí, los grados no son políticos, los ganas porque tengas ganas
de superarte. Todo eso fue influyendo en hacer que la gente fuera a la escuela
y el que iba a la escuela no quería que su hijo fuera una analfabeta, quería que
también su hijo aprendiera a leer y escribir y ahí se fue germinando la idea
87
de mejora. Y la prueba está que, hasta la fecha, la gente se va, los muchachos
quieren estudiar, desgraciadamente ya no regresan, ¿a qué?, ¿de paseo?, muy
bien, pero ya no para establecerse aquí. Curas, abogados, profesionistas y
los descendientes de ellos, también querían seguir. Músicos, literatos, poetas
historiadores… la Atenas de la Sierra. Bien dicho. Aquí tenemos mucha gente
valiosa.
Ahí estaba, en los altos del teatro el Nigromante. Ahí nació también
la primera cancha de básquetbol de los normalistas, ahí en el cementerio. Y
todo eso influye para ir sembrando en la gente el deseo de seguir; y un padre
que sabe leer y escribir quiere que su hijo sea el mejor, que se supere y los
alumnos, todos, queríamos seguir estudiando; yo no me acuerdo de alguien
que haya dicho yo no quiero estudiar todos queríamos, que no se podía por ra-
zones económicas, familiares y eso, pero todos lo deseábamos y esa inquietud
se siguió sembrando en la juventud.
jecb: Profesor, platíqueme aquella anécdota de la cual usted fue testigo pre-
sencial: ¿qué andaba haciendo el general Cárdenas en Molango? Hay fotos
que así lo atestiguan.
88
ssg: Una hija de Lázaro Cárdenas estaba casada con un señor de Tianguisten-
go, ingeniero. En determinado momento aceptó venirse el ingeniero; tenía te-
rrenos, casas, venían a pasear. Y alguien le dijo: “por qué no te vienes de presi-
dente municipal, haces falta aquí”. Fue presidente municipal en 1858. Tuve la
oportunidad de conocerlo, de platicar con él: Wenceslao Fuentes Solís. Tenía
su rancho arribita de Chinameca. A invitación del ingeniero, Cárdenas vino a
ver a su hija, y como antes pasaba la carretera por ahí algún amigo le dijo: “es-
tamos cerca de Molango, visítenos general”, y por eso vino a Molango. Tenía
referencias del pueblo, que fue ciento por ciento cardenista. En 38 apoyaron
la expropiación petrolera, inclusive la gente daba lo que podía con tal de pagar
la deuda petrolera. Se corrió la voz: “viene Lázaro Cárdenas para acá, júnten-
se, vamos a conocerlo”. Y todo mundo era cardenista por aquí; en la escuela
primaria nos hicieron sentir que la expropiación petrolera había sido un logro
enorme para México, todos conocíamos a Cárdenas por su trayectoria políti-
ca, un buen presidente de la república. Y se juntó el pueblo. Echamos cohetes
a su llegada, nosotros éramos músicos, todo mundo era alegría para recibirlo;
lo recibimos a la entrada, por ahí por la que era la primaria, donde están ahora
las oficinas de educación; venía acompañado con gente de Tianguistengo, de
ahí siguió a pie. Aplausos, gritos, vivas: se sintió bien el general. Vinieron los
paisanos desde México, estaba muy bien organizada la Colonia Molangueña.
89
la historia, y sobre todo por la admiración al hombre: me refiero al lugar de
nacimiento de Felipe Ángeles Ramírez, ¿qué puede platicarme al respecto?
ssg: Un muchacho de aquí, Pepe, de los Sarmiento, muy interesado él, pidió
permiso en el Colegio Militar para entrar a la biblioteca, y fotocopiar algunos
documentos relacionados con Ángeles. Y hay una copia donde dice: “nací
en Molango, estado de Hidalgo”. Yo sí lo creo y aquí se defiende mucho eso
porque la mamá era de Zoquizoquipan, pero se supone que la primera esposa
ya había fallecido, entonces es probable que se haya venido a vivir aquí y que
Felipe Ángeles probablemente haya nacido aquí, en la casa donde estaba el bi-
llar, la casa de José Luis Espinosa. Nosotros así los supimos. ¿Y por qué dicen
los de Zacualtipán que nació allá? Muy sencillo: el papá de Felipe Ángeles era
jefe político de esa localidad. Zacualtipán estaba lejos de Molango, eran siete
horas de camino, no cualquiera podía viajar de allá para acá. Cuando termina
la primaria Felipe Ángeles, hijo, su papá lo va a mandar al Colegio Militar y
en lugar de ir a Molango, pensó que era mejor hacerle un acta en Zacualtipán
y por eso el acta de nacimiento está allá. Ahí empezó la discusión. Y luego,
para que no estuvieran peleando, los restos no se fueron ni a Zacualtipán ni a
Molango, sino a Pachuca. Desde el punto de vista legal, nació en Zacualtipán;
desde el punto de vista histórico, sabemos nosotros que no. Pero la historia
así se escribió.
jecb: Maestro, finalemente: usted siempre ha sido muy entusiasta por Molan-
go, lo hemos visto en las festividades del ocho de septiembre exponiendo sus
fotografías. ¿Qué significa Molango para Salvador Sustaeta?
91
Porque no hay nada oculto que no ha de ser revelado,
ni secreto que no ha de ser conocido:
historia de los medios impresos en Molango
Arcadio (Benito) Bautista Trejo
Corría el año 1906 cuando don Vicente Ferrer Olguín y sus hijos
Félix y Efraín, con espíritu futurista, hicieron traer de la ciudad de México
una imprenta y de allí salieron los folletos y avisos para los pueblos serra-
nos; el doctor. Ruperto Serna, el profesor Emilio Vite y el señor Samuel
Salguero junto con don Vicente e hijos editaron el primer periódico local
llamado el Eco de la sierra y firmaban sus escritos bajo los respectivos
seudónimos de Luzbel, Milord y Don Quijote; editar el periódico era un
esfuerzo titánico, ya que se imprimía por partes, debido a que la máquina
era pequeña y cuando tenían la necesidad de clichés, hacían el dibujo con
una navaja sobre la madera, lo importante era hacer el periódico con di-
bujos para que la gente entendiera más los mensajes. El eco de la sierra
terminó en 1908 por la repentina muerte de don Vicente.
Por el año de 1538 nuestra población ascendía a catorce mil habitantes, ex-
tendiéndose hasta los pintorescos lagos de Atezca. disminuyendo después
la población a causa de las invasiones guerreras de los reyes mexicanos. Su
actuación como pueblo fue salpicada de gloria, aunque sometida a duras
pruebas. Es imposible vaciar en los estrechos lindes de mi discurso los fas-
tos de nuestra historia, puedo afirmar, sin embargo, señores que esta tierra
de tradiciones sublimes, ha tenido hijos dignos que han sabido luchar por
el engrandecimiento de la porción de tierra que los vio nacer.”
En otro dice:
18 México declaró la guerra a Alemania debido al hundimiento de los barcos petroleros Potrero del Llano y Faja de
Oro.
94
pluma del gran vate Cecilio Ramírez Castillo, cuando en el primer aniver-
sario le escribe y dice:
Un año ha, en que al depositarse el óvolo de las ideas sobre las co-
lumnas de El tiempo, con perseverancia, con inaudito esfuerzo, como
adalid de férrea voluntad, ristre en lanza y con coraza al pecho, ha
conquistado su lugar en el estadio de la prensa nacional”.
95
Elevando tus ojos al cielo
Y yo sigo la armonía
En este mismo número hay una columna donde dice “Honor, a quien ho-
nor merece”:
20 Margarito Trejo, “El Pachotes”, perdió sus piernas al ser atropellado por un tranvía, pero, aun así, vivió en la abun-
dancia y la bohemia.
21 En Pachuca, una calle, un fraccionamiento y preparatorias llevan el nombre de Jesús Ángeles Contreras.
98
Hinco los ojos en el cuello sin quilates
de anémicos ocaso de urbes tuberculosas
donde en oro lejano y en nostalgia te glosas.
Y estoy vampiro hambriento parado en tu recuerdo
como el chiquillo pobre frente al escaparate.
En mis horas menguadas de tu verde presencia
“La Campana”, “Las Guaguas”, “El Balcón”, “Carlos iv”-
muerdo tu nombre, Tierra, para acallar el grito
de angustia, que trasciende la comba de la ausencia.
Molango, cenicienta de tan mínima planta
que me cabe en el pecho y la mano amplia
que es caricia redonda de pan y lentejuela:
me encuentras en tus noches, estoy en la calandria,
en tu camino real; durazno y aguacate.
Y aquí parado frente a tus viejas imágenes,
como el chiquillo pobre frente al escaparate.
Corría el año de 1958 y la semilla sembrada por don José Olguín veintiún
años antes seguía creciendo y ahora, con brío juvenil. Y es entonces cuando la
secundaría Cecilio Ramírez Castillo en el año de 1958, edita su propio vocero
llamado La voz estudiantil dirigido por el profesor Gonzalo Gutiérrez Va-
lero y el jefe de redacción el doctor Germán Pérez Monterrubio, ambos de
la plantilla de profesores de la misma escuela. En un mensaje que rinde el
entonces director de la secundaria, el profesor y director Hilario Cruz Cruz
escribe “Plus Ultra” como encabezado:
Marchemos más allá, que como dijera una madre griega a su hijo,
“Si tu espada es corta, dad un paso más”, diremos a nuestros jóvenes alum-
nos: “plus ultra”. Caminad más y detrás del horizonte azul, que embele-
sado veis, existe aún otro, mucho, mucho más hermoso. Luchad. Que los
grandes puestos están desocupados, para los valientes. Tu puesto está en la
cumbre. Alcánzalo”.
Eran los años sesenta, para ser exactos 1968, época de grandes cam-
bios y movimientos mundiales; en México, la matanza de estudiantes del
día dos de octubre. Único movimiento en que el pueblo mexicano real-
mente se ha unido y que mucha sangre le costó, y fue cuando la Colonia
Molangueña le da vida al periódico Molango, primera época; debido a la
censura impuesta a los diarios, Los Molangos no hacen comentarios, pero
entre líneas, no están de acuerdo con lo sucedido. El director del periódico
Molango, era el famoso profesor Joel Vega Dorantes; de gerente, el profe-
sor Jesús Velasco Barrera, y como presidente el profesor Donaciano Serna
Leal.22 Era octubre de 1969, el licenciado Manuel Sánchez Vite gobernaba
el estado de Hidalgo y con él, un gran contingente de hidalguenses hicie-
ron acto de presencia ante el despacho de Luis Echeverría, el entonces
candidato a la presidencia de la república y la Colonia Molangueña no
22 Joel Vega Dorantes, nació en Molango el 3 de junio de 1910 y muere en trágico accidente en Tuxtla Gutiérrez, Chia-
101
podía faltar, encabezados por su directiva el profesor Joel vega Dorantes,
doctor Marcos Velasco, el profesor Salvador Espinosa, el señor Eusebio
Contreras, el profesor Estanislao Acosta, el profesor José Ángeles Con-
treras, el profesor Diego Velasco, el profesor J. Jesús Velasco, profesor
Ramón Mundo, profesor Juan Pedraza, y otros elementos de la Colonia
Molanguense. Escribe Joel Vega Dorantes:
Era la época de las grandes fiestas de Molango, los bailes de salón ameni-
zado con las notas del mariachi que iniciaba con Viva Molango. Tiempos
gloriosos aún más si se recuerda el tiempo de la gran música molangueña
como lo recuerda Homero Anaya en su escrito para el periódico Molango
que tiene como encabezado: “El maestro divino y el discípulo amado”:
106
Anhelo de ser más: el plan de vida de los
molangueños de la primera
mitad del siglo veinte
Gonzalo Aquiles Serna Alcántara
El contexto
107
vieran la fortuna de reunir un poco de dinero, no “iban a echar la casa por
la ventana” en diversión. Tampoco lo hacían en ropa. Sus comidas eran
modestas: café y pan por la mañana, almuerzo de frijolitos con tortillas del
comal. En la comida, sopa y otra vez frijoles con algún guisado de hierbas
de la huerta y los domingos o días de fiesta, pollo. Esa frugalidad se veía
reflejada en todos los demás aspectos de su vida cotidiana.
108
Austeridad. Mi padre nunca hizo ostentación de riqueza, ¡porque
nunca la tuvo! Primero como modesto profesor rural, luego profe “de ciu-
dad”, después estudiante de la Normal Superior de México aspirando a
trabajar como docente de educación secundaria, y su paralela actividad
política como dirigente sindical, diputado, tesorero del estado y goberna-
dor interino. Y otras actividades como periodista, escritor y hasta poeta.
En esta resumida trayectoria de vida, podemos deducir que su relación con
el dinero fue muy variable. De la pobreza como profesor de ranchería y
pueblo a los recursos puestos a su alcance de su actividad, como funcio-
nario. Toda su existencia, vivió con un similar estilo de vida, comiendo y
bebiendo lo mismo, teniendo como mayor satisfacción pasarla en reunio-
nes familiares sencillas y simples. Platicando con sus escasos amigos de
temas cotidianos. Jamás presumiendo ni haciendo ostentación de bienes,
de amistades poderosas o de honores. Sin vanidad ni frivolidad vivió y
murió.
110
sería utilizada como llave maestra para la obtención de empleos y plazas
docentes, así como posiciones políticas. No es casual que la sep y el snte
en Hidalgo, haya sido el dominio de ex alumnos de El Mexe, aunque esta
institución no exista desde hace años.
La vida pública
Este panorama nos explica por qué los molanguenses de las primeras dé-
cadas del siglo veinte tuvieron como rasgo muy distintivo, su involucra-
miento en las esferas de la vida pública, incluyendo la política. Prime-
ro como estudiantes, siendo miembros y dirigentes de las sociedades de
alumnos; después como profesores, participando en las actividades de la
Secretaria de Educación Pública y del Sindicato Nacional de Trabajadores
112
de la Educación (snte) y en una enorme gama de instancias creadas por
el crecimiento del aparato burocrático y administrativo del Sistema Edu-
cativo Nacional, que propició la colocación como empleados de miles de
serranos y huastecos, entre ellos muchísimos molangueños, en las más
diversas áreas de la sep. No debemos pasar por alto, que muchos paisanos
destacaron en la dirigencia de sindicatos y como funcionarios de otras
secretarias y dependencias estatales y federales.
113
Trazos de la vida y obra de Don Beto
González, el alquimista
de la fotografía de Molango
El 28 de noviembre de 1934, a sus 38 años, Adalberto Florentino
Leonardo González Sarmiento, tomó una foto que al revelarla titularía:
“Gloria a Molango”, el documento se trata de la llegada del segundo coche
a Molango, propiedad de Don Eusebio Acosta Velasco, nada más y nada
menos que el primer coche de un paisano en nuestra tierra, el evento tiene
tanta carga social que la imagen muestra en primer plano a los convocados
y “arrimados”, junto al coche de un feliz y emocionado dueño que sabe
bien de la importancia que es volver a su pueblo con la modernidad al vo-
lante, con el futuro cercano y tangible, con la esperanza de cosas mejores,
de la gloria por venir.
La historia del Molango del Siglo XX, del Molango histórico, culto,
tradicionalista, valeroso y humanista, es inconcebible sin el legado visual
de Don Beto, las historias de nuestros abuelos y parientes más longevos
toman vida al mirar sus fotografías, Don Beto fue un alquimista social,
desde sus comunes retratos para escuelas y colegios hasta sus inusuales
fotos a difuntos, su crónica pictórica relata un Molango apacible, un pue-
blo alejado (hasta entonces) de las nuevas modas y los tiempos modernos,
pero a su vez visionario y progresista.
115
Don Beto reconoce y quizás se deslumbra al saber de la importancia
y trascendencia de su oficio, seguramente le pasa esto en cada viaje a la
Avenida Montevideo 276 en la capital del país para acudir al “Foto Estu-
dio Maya” a revelar y amplificar lo que después lo convertirá en el testigo
fiel en cada pared de las casas de los molangueños, viviendo en cada hogar
hasta la fecha, como queriendo quedar prendido para siempre en la vida
de Molango.
Para quienes aman a Molango desde la cuna hasta en los sueños, sa-
ben bien que no exagero al decir y repetir lo afortunados que somos de ser
de aquí, de nuestro hermoso y siempre amado Molango, que no exagero al
insistir que personajes como Don Beto González engrandecen y reafirman
la visión del pasado para aprender a reconocer el valor de nuestro presente
y dignificarnos y hacernos responsables como los herederos de un futuro
ya dado.
¡Gloria a Molango!
116
Notas para una historia de la
música molangueña
Benito (Arcadio) Bautista Trejo
Los inicios
118
para mantenerla. Fue en 1923 cuando se cierra el tercer y último periodo de
música con el aria final de la ópera Traviata, del inmortal Giuseppe Verdi.
Como reminiscencia del brillante periodo del clasicismo musical que para
gloria de Molango a fines del siglo xix y principios del veinte se encuentran
don Inocencio Vega, padre de Elfego de la Vega Espíndola, a cuya inspira-
ción se deben la danza aborigen Indita, y Jesús Acosta Vargas (1863-1936),
éste último con su orquesta y sus composiciones de talla internacional en
las que destacan su Marcha a Molango y Molango en su día. De don Jesús
Acosta se lee en la contraportada de Molango musical (donde se interpreta-
ron sus piezas):
119
La música sacra
Los enlutados jueves y viernes santo se oyen los rezos de las señoras que
acompañan al nazareno. Don Homero Anaya Lara, “Yo-mero”, fue autor
de muchas composiciones dedicadas a su tierra natal escritas con nota para
varios instrumentos, así como música religiosa para las ceremonias tradi-
cionales de la Semana Santa entre las que solemos escuchar esos días: Las
siete palabras (Padre/perdónales en su grave error/tú serás buen ladrón/
junto a mí, junto a Dios) o Plegaria a María santísima (Blanquísimo lirio/
nacido entre zarzas/madre, la más tierna/paloma sin mancha). Entre quie-
nes participaron en los coros de música religiosa destacan Antonio Mar-
tínez y su hija Marciana así como Cecilio Chagolla quien quedó al frente
luego de que falleciera don Antonio; este coro estuvo encabezado por doña
Romana Rivera de Anaya. De acuerdo con Homero Anaya, en Molango,
la música sacra se dividía en dos, la música usual y la música de semana
mayor. Para la primera señala:
Antes de 1863, los cantos sacros eran desempeñados por voces femeninas
y masculinas enseñadas por los diversos párrocos. En 1863, el cura bachi-
ller don José Cipriano Miranda proveyó de un armónium a la parroquia;
varios jóvenes se dedicaron entonces a la música religiosa, principalmen-
te Ignacio Ángeles y Francisco Anaya. En esa época, el coro estuvo for-
mado así: organista, Pascual Miranda; voces, Remigia Castillo, Antonio
Martínez, Cristóbal Cordero, Francisco Anaya, Ignacio Ángeles y Martín
Vargas. En 1875, el coro sacro fue de esta manera: organista, Pascual Mi-
randa; voces, Loreto Ángeles y Francisco Silva.
120
1887: organista, Loreto Sagaón; voces, señora Agustina Anaya y
María Espinosa; señoritas Altagracia Campos, Amalia Ramírez, Arnulfa
Espinosa, Asunción Hernández, Concepción Castillo Ramírez, Francisca
Sarmientos, Julia Martínez, Margarita Acosta, María Martínez Chagolla,
Porfiria Silva y Trinidad Espinosa. 1892: organista, Loreto Sagaón; voces,
señoritas Amalia Ramírez, Amanda Vite, Arnulfa Espinosa, Asunción Her-
nández, María Razo, María Martínez Vite, Marciana Martínez y Porfiria
Silva.
121
Gil Díaz. Al fallecimiento de María y de don Antonio, Marciana continuó
con la tradición de su familia cantando bajo la dirección de Cecilio Chago-
lla, hasta que a su vez pagó tributo a la madre tierra; sólo que, en la época
de Cecilio Chagolla, mermó considerablemente el número de músicos vie-
jos, principalmente por fallecimiento, siendo remplazados por elementos
nuevos.
122
las voces de los siguientes elementos: señoras Romana Rivera de Anaya,
María Luisa Roa de Anaya, señoritas María Espinosa Ángeles, Margarita
Austria, Paula Cano, Paula Montes, Caritina Pérez, Heriberto Perusquía y
cinco voces femeninas más, así como las de los señores Juan Lara, Cecilio
Chagolla, Rubén M. Campos, Elfego de la Vega, acompañando el armó-
nium alternativamente los dos últimos; los sermones estuvieron a cargo
respectivamente de los párrocos, señores presbíteros Patricio García Ríos
y Enrique Valencia Muratalla.
La música popular
aprovecho la ocasión
124
yo siempre por ti suspiro
Ese es Molango,
al recordarte, Molango;
de tu garita risueña
es la serranita aquella.
La marca Peerless en 1952 grabó al Mariachi Los Coyotes con una mar-
cha titulada Viva Molango de Antonio L. Sánchez. En los sesenta Antonio
Vite “el choyaco”, Gonzalo Acosta, e Hipólito Vite con los violines y el
trombón de don Rodolfo Anaya junto con los inigualables Elfego de la
125
Vega y Don Eutímio con su tololoche rememoran al exquisito violín del
gran maestro de Tianguistengo, don Graciano “Chano” Solís en su vals
En el silencio de la noche. No podemos olvidar al grupo de cuerdas de
los Cordero, mejor conocidos como Los Xolencos, el trío de Samuel Her-
nández, o bien los hermanos Roberto y Camerino Montaño que deleitaban
a la concurrencia que se reunía en la plaza para escucharles. En 1963, el
entonces pujante Círculo Social Molanguense edita en los estudios Belart,
el elepé Molango musical interpretado por el Cuarteto Romántico: José
Noyola, al violín, originario de Tlajomulco, Jalisco; Héctor David Oro-
peza, capitalino, en la flauta; Elfego de la Vega, molangueño, al piano;
y en el contrabajo el entonces octogenario (nació en 1880) molangueño
Eutimio Díaz Anaya. Las piezas ejecutadas fueron la marcha A Molango
en su día, el pasodoble Año nuevo, el citado vals En el silencio de la noche
y el vals-capricho Rasetal, éste último, composición de don Fego “donde
llanamente vuelva todo su temperamento, abusando de la indulgente den-
tadura albinegra del teclado” y donde sus ‘arreglos’ fueron “candorosas
reminiscencias en la honda devoción que siente por su terruño”.
Era un gusto escuchar a don Erasto Cano “don Tato”, cuando toca-
ban el violín a dos voces. En temporada de carnaval Hipólito Vite, Yocun-
do Cortés, Armando Martínez y Ernesto Estrada Juárez acompañaban con
sus instrumentos a los disfrazados para dar rienda suelta a la mecada; o los
orfeones, cantos a varias voces por los alumnos de la secundaria Cecilio
Ramírez Castillo, dirigidos por profesor Alfonso Ábrego en sus conciertos
en el teatro El Nigromante. En los años setenta aparece el trío Hidalgo y
después El Fénix de los hermanos Raúl y Filiberto García, conocidos como
Los Monos, y Vicente Olguín, “La chiva miona”, famosos por su canción
Caminos de Hidalgo y muchas más que le cantaron a Molango; los Gar-
cía heredan de su padre don Federico García el gusto por la música. En
los años ochenta aparece el entonces famoso grupo musical Soul Fingers
compuesto por Fernando Nájera, Mario y Jaime Lozano, y posteriormente
Armando Anaya, quienes en su tiempo causaron furor con su música en la
Sierra Alta y hasta en otros estados. En cuanto a las estudiantinas, fueron
126
las organizadas con alumnos de la secundaria por las profesoras Romana
Rivera, Vianey y Venancio Austria así como en el bachillerato agropecuario
(cbta). En los años noventa el cuarteto Seducción Musical compuesto por
Enrique Mejía “el pollo”, Marco Antonio Reyes “el bicho”, Miguel Ángel
Acosta y Javier Ángel Salazar. También se debe mencionar a la orques-
ta “Jesús Acosta Vargas” organizada en el cbta 6 que funcionó de 1990 a
1998, dirigida por el maestro, Luis Enrique Skewes; los instrumentos fueron
donados a la institución por el señor Jesús Escudero, desgraciadamente, tal
vez por falta de apoyo, se perdió al grado de regalar los instrumentos a otro
plantel. En 1992 destaca el fonograma Un buen Hidalgo: don Fego bajo el
sello Tlalli con un excelente folleto que contextualiza la vida de don Elfego
de la Vega con la historia de Molango.24 Ahora, en estos tiempos, un grupo
de jóvenes entusiastas han puesto empeño y han logrado conjuntar a la ron-
dalla Molango, la cual con muchos esfuerzos ya lograron grabar su primer
disco. Asimismo, el trío Tren Musical, de corte norteño, integrado por tres
hermanos que ya se ha colocado en el gusto del público. En el año 2003, el
profesor Néstor Velasco recopila algunas canciones, huapangos casi todos
de Nicandro Castillo, referentes a los municipios de Hidalgo. La familia
Anaya Roa, realizó algunas grabaciones de campo a la señora María Luisa
Roa Vega, viuda de Anaya; esto porque durante mucho tiempo, la señora
Roa formó parte de los coros musicales del municipio, así como de sema-
na santa de 1946 a 2002, año de su deceso. A propósito de dicha familia,
Luis Anaya Roa edita el disco Molango en 2008 bajo los auspicios del pro-
fesor Manuel Castelán González, vecino de Atezca, donde se incluyen las
siguientes piezas, las cinco primeras con el acompañamiento en guitarra de
Antonio Anaya Roa.
128
co compacto Voces de Hidalgo. La música de sus regiones con un equipo
coordinado por Benjamín Muratalla, grabaciones de Benito Alcocer y Ray-
mundo Hernández e investigación de los etnomusicólogos Raúl Guerrero
Guerrero e Irene Vázquez Valle. En dicho material discográfico se incluyen
Bello Molango en el primer disco y en el segundo varias grabaciones al
trío Los Pachangueros encabezados por don Salvio Villegas Rodríguez en
el violín, Erasto Castillo Ávila en la huapanguera (qepd) e Isael Castillo
Villegas en la jarana: Son para danza de matlachines, el son La polla pinta,
la cumbia El callejero y Corrido a la virgen de Loreto, así como un arrullo
tradicional para el niño Jesús, titulado La madrugada interpretado por la
señora Glafira Castillo Ávila; todos ellos, familiares entre sí, del barrio Za-
catempa, en la cabecera municipal.
129
Apan. De don J. Guadalupe destacamos su participación como diputado al
congreso hidalguense que en unión de sus compañeros logró el decreto de
la erección del Distrito de Molango el 26 de septiembre de 1871; formó las
Efemérides molanguenses. Esbozo de la historia de Molango; su oratoria
tan elocuente lo hizo merecedor del mote “El Demóstenes de la Sierra”
Veamos su pieza La molangueña
mi familia y provenir.
130
Otros compositores también dedicaron melodías a Molango como
Jesús Cano con Mujer molangueña y de Manuel Velasco, Molango que-
rido. A través del tiempo, aquellos molangos que han emigrado y sobre
todo que aman el lugar donde nacieron, siempre piensan en hacer algo por
su pueblo, tal es el caso del Dueto Mola, compuesto por Emiliano “Mi-
llo” Ramírez Sagaón, y su hijo Oscar Ramírez Silva, quienes junto con el
ingeniero molangueño Eliseo Ramírez Castillo como productor, editaron
un disco de donde se grabaron las danzas de Molango. De la misma manera
incluimos a Guillermo Estrada que en forma artesanal se encuentra en la
grabación de un disco artesanal con varias composiciones, entre corridos,
baladas y huapangos dedicados a varios municipios de Hidalgo, y desde
luego, Molango. Finalmente, estas notas, con la aclaración que apenas son
tales, no constituyen en sentido estricto una historia terminada; quede lo
dicho para que en el futuro contemos con una historia musical para todo
el estado. Concluyo con la pieza musical Molango, Molanguito, del more-
lense Isaías Tapia Alanís:
Rivas Paniagua, Enrique, Lo que el viento nos dejó. Hojas del terruño hi-
dalguense, Pachuca, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2008
(Pasado y presente, 2).
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Molango, Hidalgo: señales de un viajero
Antonio Lorenzo Monterrubio
134
Además, fueron catalogados tres sitios arqueológicos, 6 artesa-
nías y un documento histórico (la Relación geográfica de 1579). Notará el
amable lector que fueron incluidos, además de las construcciones religio-
sas, arquitectura civil como casas habitación, oficinas públicas, escuelas y
una fuente. El patrimonio cultural material no se compone solamente de
obras notables por su magnitud y riqueza, sino además por expresiones
donde también se revela, de manera genuina, el espíritu humano.
135
que aún subsiste, en el actual panteón municipal, reparado entre 1977 y
1978.25 La causa de la fundación del convento precisamente en el pueblo
de Molango se explica así al contar con una población asentada desde
antiguas épocas, núcleo que posibilitó la evangelización y la construcción
de la iglesia cristiana.
25 El relato de la destrucción de Mola es del cronista Grijalva. Los agustinos cuentan con las relaciones de Grijalva,
González de la Puente, Basalenque y Escobar; a las que se puede agregar el estudio del padre Sicardo y el de Herrera.
26 Rescatada por el sabio Francisco del Paso y Troncoso en sus Papeles de Nueva España, (1905).
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El legado cultural de Molango
31 Ibid., p. 168.
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“A este acudían de todas aquellas sierras con ofrendas y solemnes sacrifi-
cios…” Piedra de la mula hecha por los alumnos del primer año Trinidad
Melo y Alfonso Naranjo, 6 de octubre de 1924.
140
Retrato atribuido de Pascasio Ortiz de Letona.
141
“Se trataba de un pueblo culto, el más culto de la región”. Imágenes de la es-
cuela normal de Molango. Arriba, clase de agricultura, 1927. Abajo, alumnos
y ex alumnos en homenaje al director Salvador Espinosa.
142
“La impresión es indescriptible. Una larga valla de hombres y mujeres de to-
das las clases sociales, aplaudiendo y arrojando confeti; y los niños corriendo
detrás del extraño artefacto que expelía un olor penetrante y ronroneaba avan-
zando con un altivo conductor que portaba gorra de aviador y grandes lentes
obscuros.”: Jesús Ángeles Contreras.
143
La investigación histórica en Molango se inclina por el estudio del arte colo-
nial.
“En Ixcuicuila escuché las más horripilantes narraciones de brujas que chupa-
ban la sangre a los niños.”
145
“El señor Perlasca fue emprendedor, de gran iniciativa. Con su trabajo y
técnica demostró lo que puede aprovecharse en nuestra región”. Retrato de
Giuseppe Perlasca en su hacienda Xicalango.
146
“Cárdenas vino a ver a su hija a Tianguistengo, y como antes pasaba la carrete-
ra por ahí, algún amigo le dijo: ‘estamos cerca de Molango, visítenos general’”.
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“Mi abuelo era historiador, un investigador nato.” Al centro, Gildardo Salguero
Melo, de izquierda a derecha: Manuel Salguero Nájera, Cruz Nájera, María Sal-
guero Nájera, Margarita Salguero Melo, y Guadalupe Salguero Nájera.
148
En los medios impresos los molangueños pudieron plasmar sus ideas.
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Adalberto González Sarmiento.
Don Beto gustaba de plasmar, a través de su lente, la vida cotidiana de los pue-
blos de la sierra hidalguense.
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Molango, fuente musical que irrigó sierra y huasteca. Arriba, conjunto musical
de Atezca, ca. 1923. Abajo, portada del fonograma Molango musical, editado
en 1963 por el Círculo Social Molanguense radicado en la Ciudad de México.
151
Detalle de la portada de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, Molango, Hgo.
Foto Antonio Lorenzo Monterrubio, 2012 (Imagen 23).
152
Capilla de San Bartolo, Malila, Molango. Arriba, apunte de 1930 tomado del
CCREH, Vol. I, p. 576. Abajo, foto de Antonio Lorenzo Monterrubio, 1991
(imágenes 24 y 25).
153
Arriba, capilla de San Pedro, Ixcatlán. Abajo, capilla de San Antonio de Padua,
San Antonio, fotos de Antonio Lorenzo Monterrubio, 1991 (imágenes 25 y 27)
154
Tlatzintla, capilla de San Agustín Tlatzintla, croquis de Antonio Lorenzo
Monterrubio, 1991 (imagen 28).
155
Atezca, escuela Eusebio Acosta Velasco cponstruida en 1944, foto de Antonio
Lorenzo Monterrubio, 1991 (imagen 30).
156
Las plataformas circulares, de uso ceremonial o funerario, fueron comunes en
la cultura huasteca por la falta de material resistente a la humedad de la región.
Sitio arqueológico de Ixcuicuila.
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El Molango de ahora, con el paso del tiempo, de sus mujeres y hombres ilustres,
el Molango que busca revivir la gloria de su pasado. Fotos de Octavio García
Abrego. 2017
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