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Señora Nora, mamá de Claudia

Primeramente, quisiera agradecerle y saludarle por tan amable gesto de su parte en estar leyendo
ahora las palabras selladas en esta nota. Todas ellas revisten la más profunda sinceridad y calidez con
que esta alma, persistente y fervientemente enamorado de su hija, podría dirigirse ante usted.

Sepa que, es indispensable remitirle el cometido de esta carta. Constituida como tal, no reviste
mayores intenciones que expresarle y ponerle en conocimiento, en definitiva y de modo provisional
(abrigo la esperanza de visitarla en persona), sobre mis sentimientos hacia Claudia, y vuelva usted, a
confirmar y comprender, definitivamente, lo que ella significa para este corazón inquieto.

Permítaseme que, al relatar y describir mi vínculo con su hija, me limite respetuosamente a decir lo
que la profundidad de mi ser siente.

Conocerla previamente, no habría sido posible, de no haber existido entre nosotros un vehículo
tecnológico que suponen hoy en día las muy recurrentes redes sociales. Quisiera, ahora, entrar en una
infinitud de detalles; pero ello, al menos como lo veo, le ha de suponer una historia que conoce, creo
yo. Ordinariamente, el consabido destino de nuestras vidas nos ubicó, mucho tiempo atrás, en los
claustros de un colegio. Misteriosos son, los designios de Dios en nuestros caminos, lo que tiene sumo
valor para mí, en la paciencia y compresión de su obrar; más aún, si él, en toda su misericordia, le
concede a este muchacho, tan maravilloso regalo de conocer a tan bella y pura persona que es Claudia;
respondiendo, perfectamente, a las cualidades que hubiera yo pedido en una mujer como ella, y que
la gracia de nuestro señor me concediera.

Si pudiera ver, usted, dentro de mi alma, si pudiera hacerlo; comprendería que estas expresiones de
afecto, suspiro y admiración para con su hija, son completamente honorables. Cuanto más hablo de
ella, más me aborda la melancolía como también la felicidad, pero estas siempre están presente, y
debo continuar, sin más.

No fue hace mucho, un 18 de marzo, en que finalmente tuve mi primer acercamiento virtual con
Claudia. En reiteradas y previas ocasiones, antes de conversar por vez primera vez, encontré un cuadro
de coincidencias encantadoras en su arte, pasión irreductiblemente destacada para mí, como así
también, su apreciable y refinado gusto por la música. Todas ellas, en un escaparate imaginario frente
a mí. Supe, para mis adentros, que debía conocer a esta chica. En mis tímidos pasos, reaccioné a sus
historias publicadas en su red social (espero que entienda el término de estas frases, si acaso Claudia
pudiera orientarle mejor). Esto significó, después de tres o cuatro intentos, la reacción de ella en un
mensaje de agradecimiento por mi inusitada reacción que, minuto después, tuve que cambiar por unas
palabras más resueltas de admiración, y comenzar y no perder la oportunidad en establecer una
conversación con ella, que se extendiera hasta nuestros días; de las cuales, estoy gratamente feliz por
cómo se dieran las cosas.

Lo que sigue, en parte, fue la consolidación incipiente de un amor prematuro, entre dos almas perdidas
en sus desesperadas mentes, atormentadas, ciertamente, por pensamientos alicaídos, pero
valientemente sobrepuestos para enfrentar el día a día, que pudiera ser agobiante para ambos.

Claudia y yo, yo y Claudia; nos enternecimos por la comunidad de intereses que encontramos en cada
uno. El lado espiritual, y religioso, fue otra conexión muy importante que hoy valoro en toda su
dimensión. Entonces, los días y las semanas fueron incrementando la reciprocidad de afecto y cariño
con cada mensaje. La divina presentación que Dios nos concedió a nosotros, significó serle fiel y honrar
su voluntad en una futura unión que no se hiciera esperar más, y que hoy usted conocer a la perfección.
Creo en el amor, confío y me entrego a él, sin mayores dilaciones e inconsistencias. Comprendo su
esencia, sus secretos, sus modos, su intoxicante y embriagante efecto que ha tenido conmigo y con
Claudia. Como también, reconocer que el mayor deleite que puede hallarse es el estar amando, y ser
amado, en toda su extensión, y lo envolvente para dos jóvenes enlazados por el arte de amar.

Nadie me ha representado un papel tan significativamente increíble en mi vida, como Claudia.


Reflexiono sobre el breve camino que vamos recorriendo juntos; las mañanas, los atardeceres, las
noches y sus madrugadas; todos los momentos del día nos han visto convertirnos en fieles y
comprometidos amantes dentro del misterio que algunos aún desconocen.
“Mi Claudia”, como la llamo, afectuosamente, me ha proclamado su amor, en sus palabras y hechos;
con los que entraron a mí el gozo de la felicidad y plenitud. Yo la quiero con el más profundo amor,
puro, sincero con que puedo adorar a Claudia, como un ideal materializado; convertida en persona; la
luz que descendió e ilumina la oscuridad de mi vida; de la que ahora no existe, puesto que ella reina
feliz en mi alma y mis pensamientos.

Soy la voz enamorada que se enternece de ver a Claudia siempre, y susurrarle, cuantas veces desee,
que la amo infinitamente.
Soy la voz que nunca se cansará de oírla hablar, cantar y reír; todo, dulcemente.
Soy la voz calmante que enternecerá su ser cuando la vea llorar, por los motivos correctos; pero seré
la voz desafiante y aplacadora de quien pueda lastimarla.

Con todo esto, no hago más que homenajear a su hija; con un mensaje colmado de las mejores y
generosas palabras. Me rindo ante ella, debe saberlo usted. A cada instante, en que mi mente puede
procesar los momentos diarios de la vida, le rindo nuevas y reiteradas atenciones. Es que ella está en
mis pensamientos y me asombra el alcance de su amor.
Claudia es para mí, como para usted, con toda seguridad, una niña siempre alegre y talentosa, y muy
cultivada en la intelectualidad de la que todos apreciamos y admiramos. La sigo de cerca, y sé que está
encaminada a lo mejor que el universo entero pueda darle.
Actuaré, en el devenir del tiempo, de tal modo que ambos quedemos juntos en la persistencia y unión
que Dios ha decretado ahora. Será, además, que la vida empiece a ser más enérgica y libere contra
nosotros, inquietudes que hagan estremecer negativamente nuestra relación. Nos esforzaremos, en
tal caso, a enfrentar cualquier temeridad que se avecine, y concretar con posteridad nuestras
realizaciones personales, como aquellas en común.

Por tanto, Claudia es mi fuerza, siempre presente, como una diosa hermosa por naturaleza. La aprecio
demasiado.
Quiero, por todo lo dicho hasta ahora, que usted pueda entender la magnitud de mi sentir, y quizá la
intensidad de mis sentimientos, del respeto indudable que le tengo a Claudia.

Sencillamente podría alargar el texto, pero he sido lo suficientemente claro y respetuoso.


Deseando que usted, a quien también le guardo un gran aprecio, por ser, por supuesto, madre de la
persona quien más amo.

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