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Inteligencias Sexual Espiritual y Digital
Inteligencias Sexual Espiritual y Digital
Año 2015
¿Qué es la inteligencia sexual?
Nos empeñamos en conseguir una buena educación sexual, hablar de sexualidad está a
la orden del día y cualquier tema relacionado nos parece interesante. El sexo está en
boca de todos y, en mayor o menor medida, directa o indirectamente, nuestra
existencia está orientada al sexo y, paradójicamente, no nos satisface a todos de la
misma manera.
Encontramos personas que dada su educación, sus experiencias o sus conocimientos
viven la sexualidad con represiones, con miedos, con pudor, y por el contrario
encontramos otras tantas que la viven totalmente a la inversa. Pero… ¿qué tienen de
diferente las personas que sí disfrutan de su sexualidad con total libertad, sin miedos,
sin tabúes ni prejuicios?
¿Qué es inteligencia sexual?
Este concepto aún poco conocido fue acuñado por los psicólogos Sheree Conrad y
Michael Milburn, profesores e investigadores de la Universidad de Massachussets.
Según estos autores, la dimensión erótica de cada persona está determinada por su
coeficiente de inteligencia sexual que constituye una parte de nuestra capacidad
intelectual, tan importante como la inteligencia emocional. Recordamos que la
inteligencia emocional (Goleman, 1995) es la capacidad para reconocer, comprender y
regular nuestras emociones y las de los demás, por tanto, la inteligencia sexual está
íntimamente ligada con este otro tipo de inteligencia.
Según estos autores, una gran cantidad de personas sienten insatisfacción con su vida
sexual, cuestión que muchas personas no admiten, y al no reconocerlo no pueden
resolverlo. Esto puede ser debido, en muchas ocasiones, a que siguen existiendo una
falta de comunicación con la pareja al hablar de nuestros deseos y necesidades
sexuales, así como la represión de éstos o la falta de conocimiento o creencias
erróneas en torno al sexo.
Los pilares de la inteligencia sexual
Cada uno de nosotros puede desarrollar
su inteligencia sexual, la podemos
aprender y mejorar, explorando nuestros
deseos y necesidades sexuales. Para ello
debemos tener presente:
Educación sexual. Es necesario tener un
buen conocimiento de la sexualidad en
todos sus ámbitos, hacer uso de una
información veraz y fiable. Acceder a una
buena educación sexual a través de los
libros y no sólo a través de las experiencias o de lo que vemos u oímos por ahí, ayuda a
combatir los prejuicios, mitos y falsas creencias que podamos tener. Así como también
es importante tener una actitud positiva hacia la sexualidad y despojarnos de nuestros
tabúes y miedos, ayudándonos a crecer sexualmente.
Conocer nuestro propio sexo. Es importante averiguar qué nos atrae y excita, cuáles
son nuestras preferencias, nuestros deseos y necesidades sexuales. En este ámbito, es
importante ser sincero con uno mismo, no autoengañarnos y ser conscientes de
nuestros pensamientos, sentimientos y emociones que hacen que nuestra vida sexual
sea más gratificante para nosotros.
Conexión sexual. Habitualmente el sexo es cosa de dos, por tanto, para tener una vida
sexual enriquecedora implica a otras personas. Es importante no ser egoísta, es decir,
es necesario conocerse a uno mismo, pero también a nuestra pareja sexual, saber qué
le gusta, escucharle, darle importancia a su placer igual que al nuestro,…Por ello
hacemos hincapié en la importancia de la comunicación sexual.
¿Cómo es una persona sexualmente inteligente?
Aunque encontremos unos rasgos comunes en personas que son sexualmente
inteligentes, no olvidemos que cada uno vive su sexualidad de una forma única y
exclusiva, que no todos tenemos las mismas preferencias, deseos ni necesidades y a
cada cual le hace sentirse sexualmente bien cosas diferentes.
Una persona con una buena inteligencia sexual:
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Un nuevo concepto: La inteligencia espiritual
El Diccionario Oxford define al
espíritu como la parte inmaterial,
intelectual o moral del hombre. Esta
definición la toma la Organización
Mundial de la Salud y señala que la
espiritualidad nos conduce hacia
preguntas sobre el sentido y el
propósito de la vida y no está
necesariamente limitada a ningún tipo
de creencias o prácticas en particular. El ámbito de la espiritualidad vincula lo
profundamente personal con lo universal y es esencialmente unificador.
Una definición de espiritualidad amplia, que puede facilitar el encuentro de
bases comunes entre las diversas culturas, incluye necesidades humanas que
posiblemente son universales: 1. La necesidad de encontrar sentido, propósito y
realización en la vida; 2. La necesidad de esperanza o de voluntad de vivir; 3 la
necesidad de creer, tener fe en uno mismo, en los otros o en Dios. Para fines prácticos,
dado que el concepto de religión se subyuga al concepto de espiritualidad, de ahora en
adelante nos referiremos a este factor como “espiritualidad/ religiosidad”.
Por lo tanto, parece ser una necesidad conocer sobre este tema, los beneficios
que le entregan al individuo para así incorporarlo dentro de nuestra práctica en salud
mental y, en colaboración con los grupos religiosos locales, responder a las
necesidades de la comunidad en son del bienestar integral del individuo,
particularmente su salud mental.
Quizá hayas escuchado o leído acerca de Daniel Goleman quien con su
libro “Inteligencia Emocional” tuvo el indudable mérito de divulgar y popularizar lo que
Howard Gardner había comenzado a esbozar con su teorización acerca de las
inteligencias intrapersonales e interpersonales, refiriéndose a las siguientes
habilidades:
Inteligencia Digital
Antonio Battro y Percibal Denham
(Escribe Antonio Battro)
¿Otra inteligencia más? En todo caso, la irrupción de una cultura digital ha
trasformado de tal manera los hábitos del pensamiento humano que el tema merece
consideración. Aquí esbozaré algunas ideas, que comenzamos a investigar con Percival
J. Denham desde hace una década.
Howard Gardner ha sido el promotor de la teoría de las múltiples inteligencias
(MI): intrapersonal, interpersonal, musical, lógica, espacial, lingüística, corporal,
naturalista, a la que se suma ahora la teoría de la inteligencia emocional de Daniel
Goleman. Seguramente podríamos seguir agregando más capacidades a medida que
afinemos el análisis psicológico. Creo que el momento es propicio para introducir el
tema de la inteligencia digital que se podría concebir como una "nueva" capacidad
intelectual ligada a la difusión masiva de sistemas informáticos, robóticos y de
telecomunicaciones.
La existencia de mentes prodigiosas en cada uno de los campos estudiados por
Gardner es uno de los signos para identificar un tipo de inteligencia particular.
También la inteligencia digital ha tenido sus genios como Leibniz, Pascal, Babbage, von
Neumann, Turing y Minsky. Por otra parte, sabemos que una lesión cerebral puede
producir la pérdida selectiva de ciertas funciones y señala la existencia de una
multiplicidad de "módulos" de inteligencia en un mismo organismo. Habrá que
investigar entonces las bases biológicas de la inteligencia digital y la admirable
plasticidad cerebral para procesar estas nuevas funciones cognitivas. En realidad, lo
que más llama la atención es que la habilidad para operar con las computadoras es
universal y no requiere un aprendizaje prolongado ni difícil.
En efecto, aprender a comunicarse con una computadora es lo más parecido que
existe a aprender una lengua. En ambos casos es más importante estar sumergido en
un ambiente lingüístico interactivo que aprender su gramática. Los "hablantes
nativos", y todos lo somos en alguna lengua, hemos aprendido a comunicarnos sin
ayuda de un "profesor de idiomas". Lo mismo está sucediendo con los niños que
aprenden a usar una computadora. En cierta medida no necesitan una ayuda especial:
basta que el adulto, un hermano mayor o un amigo lo oriente en el nuevo medio
digital para que él se convierta en un explorador autónomo. A medida que progresa
necesitará, es verdad, más elementos y llegado a cierto nivel deberá abrir un manual o
seguir un curso avanzado.
Pero lo que importa es la psicogénesis de esta nueva habilidad. Por lo visto se
trata de una capacidad ampliamente compartida por las nuevas generaciones. Como
dice Nicholas Negroponte, "cada generación es más digital que la anterior".
Pero pueden surgir objeciones morales y prevenciones sociales. ¿Hasta dónde se
puede/debe extender esta interacción? ¿No estamos creando una nueva división entre
ricos y pobres en materia digital? ¿No corremos riesgos de substituir lo real por lo
virtual, la rica conversación humana por un diálogo empobrecido (y empobrecedor)
con las máquinas? Estas preguntas son pertinentes y constituyen, tal vez, uno de los
mayores desafíos de la educación del tercer milenio. Es necesario plantear los
problemas de frente y no dejarse atrapar por falsos dilemas que enfrentarían al
humanista con el científico. Aspiramos a una integración que supere la división actual
en "dos culturas" contrapuestas. Tal vez la respuesta venga de los niños de hoy que
aprenden a hablar el lenguaje digital como su propia lengua.