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Hora Santa
Del mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones 2021
Monición inicial
Hermanos, con estas palabras nos preparamos para tener un encuentro con Jesús
Sacramentado. Avivemos nuestra fe y confianza en su presencia Eucarística.
Pidamos humildemente la gracia de su Espíritu para dirigir a Él nuestra alabanza y
adoración. Presentemos a Él nuestros gozos y esperanzas, preocupaciones y
sufrimientos. Él más que nadie nos comprende y viene en nuestra ayuda. Pongamos
a sus pies nuestros miedos y, reconociéndonos frágiles pidámosle la fortaleza para
salir de nosotros mismos al encuentro del prójimo, unidos como Iglesia, para cumplir
con su misión.
Ministro
Señor nuestro Jesucristo, que, con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva
alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de
nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la
Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así
como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con
Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
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Canto misionero
Momento de silencio para orar
Lector 1
Del Santo Evangelio según San Juan (15, 12-17)
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No
hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo
que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí
de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a
ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo
lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que
se amen los unos a los otros. Palabra del Señor
Lector 2
Lector 3
Lector 4
La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el
Señor nos amó primero. Esa predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el
asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni
imponerlo. Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí.
Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un
razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del
agradecimiento.
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Lector 5
Lector 1
Hechos de los Apóstoles 3, 1-9
En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde. Allí
encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta
del Templo llamada «la Hermosa», para pedir limosna a los que entraban. Cuando él
vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro,
fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: «Míranos». El hombre los miró
fijamente esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te
doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina». Y
tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y
los tobillos. Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en
el Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios. Toda la gente lo vio caminar y
alabar a Dios. Palabra de Dios
Lector 2
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Lector 5
Lector 6
La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores,
alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros,
identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una
manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el
asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el
profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en
nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e
incomprensiones. El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento
para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: «Hemos encontrado al
Mesías» (Jn 1, 41).
Lector 1
Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los sacerdotes,
el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, irritados de que predicaran y
anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la persona de Jesús.
Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya
era tarde. Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el
número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil. Al día
siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los
escribas, con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros
de las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a los Apóstoles y los
interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?».
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Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos
pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes
y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios
resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han
rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro
Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación». Los
miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan
hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que
eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podrían replicarles nada, porque el
hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos. Entonces les ordenaron
salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, diciendo: «¿Qué haremos con estos
hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es
notorio para todos los habitantes de Jerusalén. A fin de evitar que la cosa se divulgue
más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no
hablen de ese Nombre». Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran
una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron:
«Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que
a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído». Palabra de Dios
Lector 2
Unidos como Iglesia, con el corazón dispuesto y a una sola voz respondamos:
¡No podemos callar lo que hemos visto y oído!
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Lector 3
Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una
verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse
en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es un llamado que Él nos hace a
todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están
cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. Siempre, pero
especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad
cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente
no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro.
Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y
creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su
amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos
discípulos misioneros.
Ministro
Lector 1
Por el continente africano y todos los que realizan la misión evangelizadora para que
fortalecidos por la gracia y sabiduría del Espíritu continúen ofreciendo la ayuda
fraterna y solidaria dando respuesta a los desafíos de las situaciones sociales y
políticas, reflejadas en la pobreza y la migración. Oremos: Fortalece con el fuego de
tu Espíritu a todos los misioneros.
Lector 2
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Lector 3
Por el continente europeo y la misión de la Iglesia, para que el Espíritu del Señor haga
renacer la experiencia profunda de la fe, el sentido de trascendencia, y la sensibilidad
para recobrar la memoria histórica del patrimonio espiritual con el que cuentan.
Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.
Lector 4
Lector 5
Por el continente asiático y por la misión de la Iglesia en este continente que camina
hacia su propia identidad, transformándose en Iglesia evangelizadora para sí misma y
para los demás, desde la pureza de un corazón que busca a Dios a través de la
meditación y la contemplación. Y por quienes a causa de la fe en Cristo y su
compromiso a favor de los que sufren son perseguidos. Oremos: Fortalece con el
fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.
Lector 6
Por todos nosotros para que vivamos con generosidad, alegría y esperanza nuestro
ser de discípulos y misioneros colaborando en el proyecto del Reino de Dios en el
aquí y el ahora que nos toca vivir. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a
todos los misioneros.
Ministro
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Canto misionero
Ministro
Puestos todos en pie con amor y gratitud, entonamos un canto eucarístico y el ministro
reserva el Santísimo.
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