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Hora Santa

Hora Santa

Del mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones 2021

Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su


presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de
anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus
discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su
Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra
humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras
angustias (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22). Todo en Cristo
nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es
ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: «Salgan al cruce
de los caminos e inviten a todos los que encuentren» (Mt 22,9). Nadie es ajeno, nadie
puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión.

Monición inicial

Hermanos, con estas palabras nos preparamos para tener un encuentro con Jesús
Sacramentado. Avivemos nuestra fe y confianza en su presencia Eucarística.
Pidamos humildemente la gracia de su Espíritu para dirigir a Él nuestra alabanza y
adoración. Presentemos a Él nuestros gozos y esperanzas, preocupaciones y
sufrimientos. Él más que nadie nos comprende y viene en nuestra ayuda. Pongamos
a sus pies nuestros miedos y, reconociéndonos frágiles pidámosle la fortaleza para
salir de nosotros mismos al encuentro del prójimo, unidos como Iglesia, para cumplir
con su misión.

Exposición del Santísimo


Entonamos un canto de adoración a Jesús sacramentado.
En este momento entra el sacerdote o el ministro y expone al Santísimo.
Todos de rodillas.

Ministro

Señor nuestro Jesucristo, que, con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva
alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de
nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la
Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así
como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con
Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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Canto misionero
Momento de silencio para orar

Lector 1
Del Santo Evangelio según San Juan (15, 12-17)

Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No
hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo
que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí
de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a
ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo
lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que
se amen los unos a los otros. Palabra del Señor

Lector 2

La historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor


que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de
amistad.
Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él
inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica
esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: «Hemos sido hechos para la
plenitud que sólo se alcanza en el amor» (Carta enc. Fratelli tutti, 68).

Lector 3

Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar


comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la
fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social.

Lector 4

La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el
Señor nos amó primero. Esa predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el
asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni
imponerlo. Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí.
Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un
razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del
agradecimiento.

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Lector 5

Los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado.


Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y
externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso,
lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los
impulsó a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una
oportunidad para la misión. Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar
privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía
quedar ajeno a ese anuncio liberador.

Breve momento de silencio


Canto
Breve momento de silencio

Lector 1
Hechos de los Apóstoles 3, 1-9

En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde. Allí
encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta
del Templo llamada «la Hermosa», para pedir limosna a los que entraban. Cuando él
vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro,
fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: «Míranos». El hombre los miró
fijamente esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te
doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina». Y
tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y
los tobillos. Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en
el Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios. Toda la gente lo vio caminar y
alabar a Dios. Palabra de Dios

Lector 2

Pedro y Juan se encuentran a un paralítico en la puerta del Templo y, en el nombre


de Cristo y tomándole de la mano, le hacen levantarse; porque así es el modo en el
que a Dios le gusta manifestarse, en la relación, siempre en el diálogo, siempre en las
apariciones, siempre con la inspiración del corazón: son las relaciones de Dios con
nosotros; a través de un encuentro real entre las personas que solo puede ocurrir en
el amor.

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Lector 5

Nos encontramos ante la primera historia de sanación, ante un milagro, que es el


primer relato de sanación del libro de los Hechos. Tiene un claro propósito misionero,
que apunta a despertar la fe. Pedro invoca el nombre de Jesús, ordena al paralítico
que se ponga en pie, en la posición de los vivos: de pie, y toca a este enfermo; y aquí
aparece el retrato de la Iglesia, que ve a quien está en dificultad, no cierra los ojos,
sabe mirar a la humanidad a la cara para crear relaciones significativas, puentes de
amistad y solidaridad en lugar de barreras. Aparece el rostro de «una Iglesia sin
fronteras que se siente madre de todos» (Evangelii gaudium, 210), que sabe tomar de
la mano y acompañar para levantar, no para condenar.

Lector 6

La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores,
alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros,
identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una
manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el
asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el
profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en
nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e
incomprensiones. El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento
para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: «Hemos encontrado al
Mesías» (Jn 1, 41).

Breve momento de silencio


Canto
Breve momento de silencio

Lector 1

Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los sacerdotes,
el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, irritados de que predicaran y
anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la persona de Jesús.
Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya
era tarde. Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el
número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil. Al día
siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los
escribas, con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros
de las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a los Apóstoles y los
interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?».

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Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos
pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes
y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios
resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han
rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro
Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación». Los
miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan
hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que
eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podrían replicarles nada, porque el
hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos. Entonces les ordenaron
salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, diciendo: «¿Qué haremos con estos
hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es
notorio para todos los habitantes de Jerusalén. A fin de evitar que la cosa se divulgue
más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no
hablen de ese Nombre». Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran
una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron:
«Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que
a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído». Palabra de Dios

Lector 2

Unidos como Iglesia, con el corazón dispuesto y a una sola voz respondamos:
¡No podemos callar lo que hemos visto y oído!

Señor, la pandemia nos ha hecho sentir vulnerables, conscientes de nuestras


debilidades, pero quiero llevar tu palabra a cada rincón de la tierra. ¡No podemos
callar lo que hemos visto y oído!
Tú me muestras la Iglesia entera, mucho más allá de lo que alcanzo a ver. Señor,
quiero ayudar a que tu Evangelio siga sanando la dignidad herida de tantas
personas en el mundo. ¡No podemos callar lo que hemos visto y oído!
Señor, no me dejes caer en la tentación de ser indiferente, de centrarme en mí y
no ver al que sufre, quiero propagar tu amor, para que el mundo entero conozca
tu misericordia. ¡No podemos callar lo que hemos visto y oído!
Señor, guíanos para ser misioneros de esperanza que, ungidos por ti, seamos
capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo. ¡No podemos
callar lo que hemos visto y oído!
Señor, que, en esta Jornada Mundial de las Misiones, retomemos la conciencia de
nuestro bautismo y seamos misioneros valientes que compartan al mundo tu
amor. ¡No podemos callar lo que hemos visto y oído!

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Lector 3

Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una
verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse
en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es un llamado que Él nos hace a
todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están
cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. Siempre, pero
especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad
cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente
no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro.
Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y
creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su
amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos
discípulos misioneros.

Breve momento de silencio


Canto (Sugerido: Himno DOMUND 2021)
Breve momento de silencio

Ministro

En comunión con todo el pueblo de Dios, oremos y presentemos a Jesús


sacramentado, las necesidades de las Iglesias de los distintos continentes y la misión
que se vive en cada uno de ellos. Oramos diciendo: Fortalece con el fuego de tu
Espíritu a todos los misioneros.

Lector 1

Por el continente africano y todos los que realizan la misión evangelizadora para que
fortalecidos por la gracia y sabiduría del Espíritu continúen ofreciendo la ayuda
fraterna y solidaria dando respuesta a los desafíos de las situaciones sociales y
políticas, reflejadas en la pobreza y la migración. Oremos: Fortalece con el fuego de
tu Espíritu a todos los misioneros.

Lector 2

Por el continente americano y por la misión de la Iglesia para que la fe en Jesucristo


dinamice la esperanza y la valentía profética para trabajar por la paz, la justicia y el
respeto a la dignidad de todos. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a
todos los misioneros.

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Lector 3

Por el continente europeo y la misión de la Iglesia, para que el Espíritu del Señor haga
renacer la experiencia profunda de la fe, el sentido de trascendencia, y la sensibilidad
para recobrar la memoria histórica del patrimonio espiritual con el que cuentan.
Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.

Lector 4

Por el continente de Oceanía y por la misión de la Iglesia para que en apertura y


respeto a las diferentes culturas se comparta la alegría del Evangelio, el plan salvífico
de Dios para su pueblo. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los
misioneros.

Lector 5

Por el continente asiático y por la misión de la Iglesia en este continente que camina
hacia su propia identidad, transformándose en Iglesia evangelizadora para sí misma y
para los demás, desde la pureza de un corazón que busca a Dios a través de la
meditación y la contemplación. Y por quienes a causa de la fe en Cristo y su
compromiso a favor de los que sufren son perseguidos. Oremos: Fortalece con el
fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.

Lector 6

Por todos nosotros para que vivamos con generosidad, alegría y esperanza nuestro
ser de discípulos y misioneros colaborando en el proyecto del Reino de Dios en el
aquí y el ahora que nos toca vivir. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a
todos los misioneros.

Ministro

Padre de bondad, Fortalece con el fuego de tu


Tú que eres rico en amor y Espíritu a todos los misioneros,
misericordia, que nos enviaste a tu que en tu nombre anuncian
Hijo Jesús la Buena Nueva del Reino.
para nuestra salvación, María, Madre de la Iglesia
escucha a tu Iglesia misionera. y Estrella de la Evangelización,
Que todos los bautizados acompáñanos y concédenos
sepamos responder al llamado de el don de la perseverancia
Jesús: "Vayan y hagan que todos los en nuestro compromiso misionero.
pueblos sean mis discípulos". Amén

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Canto misionero

Ministro

Agradecemos al Señor desde lo que ha tocado e iluminado hoy a nuestro corazón y


resuena para una mejor actitud de vida como bautizados, discípulos y misioneros para
llevar a todos el Evangelio.

Puestos todos en pie con amor y gratitud, entonamos un canto eucarístico y el ministro
reserva el Santísimo.

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