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Una ejemplar aventura del cimarroneo cultural”
Así, las palabras que emanan de este paisaje polisémico y opaco, son
una puerta de entrada que permite pensar los vínculos espacio–tempora-
les a través de los acontecimientos históricos –fragmentos– que marcaron
las relaciones de los antillanos con su país real8 y con el mundo. De este
modo, una poética de la opacidad9 –que se opone a la medida, a la tras-
parencia– conduce a una política de la Relación10.
8 Glissant establece una diferenciación entre el país real y el país imaginado. El prime-
ro, es el país en que efectivamente viven los antillanos, sea éste Santa Lucía, Haití,
Barbados, etc. El segundo, hace referencia a África. Es precisamente imaginado por
tratarse de un deseo, un país del que se ha sido arrancado y es imposible volver,
pero que se conserva en la memoria como “ideal”. En el caso particular de Martini-
ca, Francia es también un país imaginado, porque, aun siendo un departamento de
éste, el martiniqueño sueña con la metrópoli como un lugar en el que su ciudadanía
lo coloca como “igual” frente al hombre blanco occidental.
9 Si bien derecho a la opacidad y poética de la opacidad son categorías importantes
en la obra de Glissant, no nos enfocaremos aquí en ellos. Como referencia, un
análisis muy esclarecedor es el de Claudia Caisso (2010), citado en la bibliografía
del presente trabajo.
10 El concepto de Relación, como se verá más adelante, es central en toda la obra de
Glissant, y se refiere a un modo de entrar en contacto con el otro sin que preva-
lezca ninguno de los interactuantes.
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ría, para él, la ideología asimilacionista fomentada por las élites locales funcionales
a Francia.
13 La ley de departamentalización de Martinica fue promulgada en 1946 y entró en
vigor en 1948. En un contexto de posguerra, luego de que la burguesía local había
salido sumamente beneficiada gracias al estatuto colonial, esta legislación pareció
ser para los partidos de izquierda, la más acertada. Si bien la departamentalización
trajo cierto alivio y beneficios sociales inmediatos a la población, para muchos
críticos, que comparten sus opiniones con Glissant, la misma es un encubrimiento
de la situación colonial que significó –y significa aún hoy– la dependencia directa
respecto del Estado Francés en la que se encuentra la isla.
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14 Los Békés son los antiguos colonos, los antiguos amos que, con la sustitución del
sistema de plantaciones por una economía de servicios, se transformaron en una
pequeña burguesía local que responde a las imposiciones productivas de la metrópo-
li. Quienes no siguieron como productores, forman parte de la élite de funcionarios
martiniqueños que “administra” el intercambio de servicios y productos entre el
Departamento y Francia.
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15 Llama al créole lengua de compromiso, ya que el mismo nace por intento de esta-
blecer una comunicación necesaria entre amos colonizadores franceses y esclavos
africanos. Cuando se produce la fuga de los cimarrones, y el consecuente abandono
de las plantaciones, llega de la India una población inmigrante para trabajar la tierra
abandonada; esta población adopta el créole como lenguaje de comunicación con
los habitantes de las islas.
16 Sobre el proceso de criollización de las culturas volveremos más adelante, pero se
hace necesario en esta instancia una aclaración acerca de la terminología utilizada
en este trabajo: los términos créolité (criollidad o creolidad); créole (criollo o creol);
créolisation (criollización o acriollamiento) se hallan traducidos de diversos modos.
Hay que destacar que criollo y créole no tienen exactamente el mismo significado. En
Hispanoamérica, criollo se refiere a los hijos de españoles nacidos en las Américas,
pero en el Caribe, créole se refiere a la cultura sincretizada y los dialectos locales
que se producen en ese entrecruzamiento cultural. Es en este último sentido que
lo utiliza Glissant y al que nos referiremos en este texto, aunque la traducción que
utilicemos sea criollidad, créole y criollización.
17 Glissant establece la existencia de tres tipos de pobladores de las Américas: el
migrante armado (conquistadores); el migrante familiar (colonos); y el migrante
desnudo (esclavos). Se encuentran desnudos porque han sido desprovistos, en su
brutal arrancamiento de África, de absolutamente todas sus posesiones materiales
y espirituales (sus pertenencias, su tierra, sus ropas, sus lenguas, sus tradiciones y
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hasta sus nombres). Tal distinción puede encontrarse en El discurso antillano (p.
248–249) y en Introducción a una poética de lo diverso (pp. 15–16). Esta clasificación
complementa las desarrolladas por Darcy ribeiro, Guillermo Bonfil Batalla y rex
Nettleford (Pueblos testigos, pueblos trasbordados y pueblos nuevos; Meso América,
Euro América y Neo América).
18 Para Glissant, “El rastro presupone y significa no el pensamiento del ser, sino la
divagación de la existencia” (2002a, p. 69) por ejemplo, las poblaciones que fueron
trasportadas al Caribe, no continuaron su ser en los nuevos territorios, sino que
fueron transformadas en un pueblo diferente; despojados de todo, incluso de sus
técnicas de supervivencia, éstas continuaron presentes a modo de rastros, es decir
como pulsiones o impulsos que asisten a un constante devenir de la existencia.
19 La huella, para Glissant, no está anclada al territorio, la huella se vive, se transita
en el camino y en el tiempo. No tiene bordes delimitados, se halla en las prácticas,
en el lenguaje, también en el otro. “La huella va por la tierra, que nunca volverá
a ser territorio […] Es la arena en auténtico desorden de utopía. La noción de la
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y que permiten, aún por fuerza de un desvío20, hacer fecundas esas coli-
siones y generar, no un simple mestizaje lingüístico o cultural, sino una
criollización. Esta última implica una imprevisibilidad en sus resultados,
pero también “exige que los elementos heterogéneos concurrentes “se
intervaloricen”, es decir, que no haya degradación o disminución del ser,
ya sea interno o externo, en ese contacto y esa mezcolanza” (Ídem, 2002a,
pp. 20–21).
Por supuesto que existe un largo recorrido desde la plantación hasta
la constitución del créole como lengua, es decir, desde el primer grito21
hasta la criollización como proceso continuo –nunca acabado–; y que la
“intervalorización” a la que se refiere Glissant sigue siendo una ardua
lucha, pues en el contexto mundial, las lenguas y las culturas continúan
huella permite ir más allá de los estrechamientos del sistema. Y refuta así cualquier
colmo de posesión” (2006, p. 23).
20 El desvío o rodeo (Détour) es para Glissant una práctica que llevan adelante los
pueblos oprimidos. La primera pulsión comunitaria de las poblaciones africanas
desarraigadas, es el retorno (Retour) a África, pero como este regreso no puede
efectivamente realizarse porque es imposible, se utilizan distintas estrategias para
remediar esta falta, por ejemplo, la lengua. El rodeo es una actitud de escape de una
colectividad que puede resultar en positividades (por ejemplo el sincretismo religioso
o la negritud como momento de lucha y reconocimiento) o puede no conducir a
ninguna parte cuando no hay instancias para superar este rodeo, y él se vuelve
siempre sobre sí mismo (por ejemplo, la emigración constante de los martiniqueños
a Francia que resulta ser, la mayoría de las veces, un paso más de la asimilación, y
no una resolución por lo propio). En El discurso antillano, sobre todo en el Libro
I: Lo Sabido, lo incierto; “La desposesión”, Glissant abordará profundamente esta
cuestión como parte constitutiva de la realidad antillana.
21 Glissant le otorga una importancia superlativa al grito y si bien lo coloca a lo largo
de sus obras en relación a la literatura, a la poética, a la esclavitud, siempre aparece
funcionando como un acto generador. El grito aparece como el elemento fundante
de la lengua créole: el sentido del discurso del esclavo es organizado por el volu-
men del sonido y la velocidad. Para el amo, el esclavo grita cosas si sentido; para
el esclavo, su grito significa, aunque esté susurrando (2005, pp. 261–266).
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22 El créole es una lengua que tiene su base en la expresión oral, por lo tanto es una
lengua que actúa, que significa con el movimiento corporal; es ése también su
lenguaje. Intentar hacer de ella una lengua escrita, es fijarla y despojarla de parte
de su sentido. Es allí donde Glissant se opone a algunos de los presupuestos de la
corriente de escritores e intelectuales criollistas, aunque reconoce también, que uno
de los modos de preservación y de asunción de la propia lengua, en la actualidad,
pasa por la escritura.
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Bibliografía