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Nicolás I. Viapiana
1 Hemos optado por diferenciar negritud, que alude al hecho de ser negro, de négritu-
de, como la corriente o movimiento que pretende reivindicar la identidad y cultura
negra, representada, en nuestro caso, por Césaire.
48 Aimé Césaire: la négritude ante el colonialismo… / Nicolás Ignacio Viapiana
tanto por la revista Indigène, como de los escritos de Jean Price Mars que
abrazaban las raíces africanas y la poesía comprometida de León Laleau. El
renacimiento de Harlem de los años 20 constituye otro núcleo de expre-
sión que motivó el surgimiento de una estética afroantillana, caracterizado
por sus producciones de literatura, música de jazz y pintura.
Considerado una de las voces literarias de habla francesa más im-
portantes del siglo XX y reconocida personalidad política del Caribe, Aimé
Fernand David Césaire está definitivamente asociado al movimiento de la
négritude. Nacido en 1913 en Basse Pointe, Martinica, su obra está marcada
por una fuerte reacción contra el colonialismo y por la denuncia de las
condiciones deplorables en que se encontraba el hombre negro, explotado
y humillado durante siglos.
Fue el segundo de una familia de siete hijos. Su padre, un pequeño
funcionario, lo educó junto a sus hermanos en un ambiente donde no
faltaba la literatura, fundamentalmente de clásicos franceses como Víctor
Hugo, pero alternados por las leyendas e historias africanas narradas por
su abuela. En una Martinica pobre, con un acceso a la educación bastante
limitado, Césaire se destaca como alumno realizando sus primeros estu-
dios en la capital, Fort de France. Sus cualidades de estudiante lo hacen
acreedor de una beca para continuar sus estudios en Francia, embarcán-
dose en 1931.
El París de entre–guerra atrajo a muchos intelectuales y artistas de
todo el mundo, y en ese contexto Césaire ingresa al liceo Louis le Grand
para preparar el examen de admisión a la Escuela Normal Superior. Apa-
drinado por un alumno mayor, el senegalés Léopold Sedar Senghor, logra
pasar el examen.
Césaire aprende y conoce de manera profunda la cultura negra del
África, principalmente por Senghor, pero también por la literatura negra
norteamericana, como por los movimientos estéticos. Aquí comienza a
plantearse la necesidad de reconocer una cultura negra más allá de las
fronteras, un patrimonio común. Junto a Senghor y al guyanés Léon–
Gontran Damas, crean la revista L´Etudiant noir (El Estudiante negro),
donde aparece por primera vez el término négritude bajo la pluma del
martiniqués, en 1934. Se forma así la primera generación de la négritude.
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2 En las manifestaciones de Bretón: “he aquí un hombre negro que maneja la lengua
francesa como no lo hace ningún hombre blanco hoy en día”, Fanon continúa
viendo un racismo que persiste solapadamente: “…no veo dónde reside la paradoja,
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3 En una revisión sobre este aforismo, Lewis Gordon indica que Senghor fue inter-
pretado fuera de contexto, ya que, discutiendo la posición de Gobineau expresada
en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, la verdadera opinión de
Senghor fue “que un ser humano saludable manifiesta tanto emoción como razón”
(2009, p. 245).
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4 Hacemos referencia a la noción, propuesta por Glissant, visión profética del pasado.
Para el martiniqués, “el pasado no ha de ser reconstruido de forma objetiva (o
incluso subjetiva) por el historiador, sino que ha de ser imaginado también, de
forma profética, por las gentes, las comunidades, y las culturas que se han visto
privadas del mismo” (2002, p. 86).
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5 Para Glissant una contrapoética o poética forzada, implica una oposición entre el
contenido expresable y la lengua sugerida o impuesta. “La necesidad de expresión
se confronta con una posibilidad de expresar” manifestada en una tensión colectiva
siempre presente. El paso de una contrapoética a una etnopoética permitiría resolver
definitivamente esta tensión, al descubrir la práctica de una poética liberada en la
asunción de las opacidades particulares del créole frente al humanismo universa-
lizante del francés. (2005, pp. 259–273)
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8 Para Quijano la idea de raza “no tiene historia conocida antes de América. La forma-
ción de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en América identidades
sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y redefinió otras. Así
términos como español y portugués, más tarde europeo […] cobraron también […]
una connotación racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban
configurándose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas
a las jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de
ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía. En
otros términos raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de
clasificación social básica de la población” (Quijano, 2011, p. 220).
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En Una tempestad
Desde el inicio del drama, el director del juego invita a los actores
a tomar las máscaras, a elegir su personaje. Los insta a la trasformación
para la obra. Con este preludio –que no aparece en la obra shakesperiana–
podemos pensar que Césaire sitúa la pieza teatral en un tiempo caribeño:
el tiempo del carnaval, donde los hombres, provistos de los rastros de su
cultura africana, se enmascaran para una larga fiesta que desafía la mesura
de la cotidianeidad y pone en juego ritos, placeres, roles, dioses, diablos,
reyes, muerte y resurrección.
En la caracterización fenotípica de los personajes que hace Césaire,
podemos observar cómo es reflejada la racialización de las relaciones
sociales propias del colonialismo: Próspero, el blanco europeo; Ariel, mu-
lato; y Calibán, negro. Los dos primeros continúan y se desenvuelven, de
una u otra manera, dentro de la lógica del sistema colonial; Calibán, en
cambio, intenta romperla –así como la revolución haitiana liderada por
Toussaint L’ouverture intentó quebrar la dominación colonial francesa
10 En el diálogo entre Calibán y Ariel (Acto II, escena I), éste último insta a su inter-
locutor a trabajar para que a Próspero le “nazca una conciencia”, que se dé cuenta
de la injusticia que comete y que así logren la libertad los tres. Calibán se ríe de esa
propuesta, tomando la guerra como única salida posible. Fanon, en Los Condena-
dos de la tierra (2013) da cuenta del rol de las élites en Latinoamérica y el Caribe,
quienes por acción u omisión, siempre han sido funcionales al régimen colonialista.
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11 Calibán: ¡Uhuru! [¡Libertad!] / próspero: ¿Qué decís? / calibán: ¡Dije Uhuru! / prós-
pero: otra vez una oleada de tu lenguaje bárbaro. Ya te dije que eso no me gusta.
Además, podrías ser amable, ¡unos buenos días no te matarían! (Césaire, 2011, p. 63).
12 Tal concepción de Aristóteles, analizada por roig, concibe al hombre como un
animal que posee logos (palabra y razón), y al estudiar y justificar la sociedad
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esclavista, disocia los dos sentidos del logos dejando al esclavo una palabra vacía.
La voz del amo supone la totalidad significativa del logos, al esclavo le corresponde
solo el grito (2009, p. 133).
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Bibliografía