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IN fRODUCCIÓN

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l Jrnbrales espaciotemporales
y la experiencia de la alteridad

l•J pensamiento y la práctica radicales, al abordar el papel que


, lcscmpeñan las espacialidades para una potencial transforma-
( ion de la sociedad, han tendido a dar por supuesto que estas
rnntienen y delimitan la vida social y que, por tanto, la identifi-
c:111. Las espacialidades de emancipación se conciben, por lo ge-

ucral, como reductos liberados que han de ser defendidos, o


rnmo enclaves de alteridad insertos en un orden espacial urba-
110. Sin embargo, es importante pensarlas no como contenedo-
ras de lo social, sino como elementos formativos de prácticas
~( x iales. Imaginar un futuro distinto significará, así, experimen-
1 .rr y conceptualizar aquellas espacialidades que pueden contri-

buir a construir unas relaciones sociales distintas.


Las espacialidades no sólo forman parte de nuestra experien-
cia; también pensamos e imaginamos a través de ellas. Por lo
r.mto, no sólo dan forma al mundo social existente (experimen-
i.ulo y entendido como condición de vida con sentido), sino
r.imbién a mundos sociales posibles, mundos capaces de inspirar
acción y expresar sueños colectivos.
Así, si lo que pretendemos es explorar las formas en las que
potencialmente puede producirse una conexión entre las espacia-
lidades y los procesos de emancipación, no bastará con descubrir
las supuestas «espacialidades de emancipación». Si entendemos la
emancipación como proceso, entonces esta será generadora de
transformaciones dinámicas y no sólo instituirá zonas definidas
de libertad. Las características de las 'espacialidades, y no estas en
concreto, podrían convertirse en el ohJei:o que dilucidar. Y es
precisamente en este nivel de análisis donde la idea deumbral
emerge como concepto capaz de captar la dinámica espacial de
la emancipación. Como veremos, los umbrales marcan el cam-

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bio, indican comparaciones, regulan y dotan de sentido al acto
de interacción productor del cambio.
El argumento central de este libro es que la creación y el uso...
social de los umbrales permite la potencial emergencia de una .
espacialidademancipadora. Las luchas y los movimientos socia-
les están expuestos al potencial formativo de los umbrales. La
experiencia fragmentada de una vida distinta, durante la propia
lucha, adquiere forma en las espacialidades y tiempos con carac-
terísticas de umbral. Cuando las personas advierten colectiva-
mente que sus acciones empiezan a diferir de lo que hasta enton-
ces habían sido sus hábitos colectivos, la comparación adquiere
una dimensión liberadora.
Las luchas que implícita o explícitamente pretenden cambiar
la vida en común no sólo son creadoras de enclaves temporales
de. alteridad. A menudo, la experiencia de la alteridad implic:a_:-
habitar espacios y tiempos intermedios. En las comunidades
autoorganizadas dichos espacios y tiempos se generan en las
l 1¡'. 1. Habitando el umbral (Salvador de Bahía, Brasil).
asambleas, las manifestaciones o los comedores colectivos. En
una municipalidad rebelde zapatista, los umbrales se convierten
en el medio para inventar el futuro aquí y ahora, puesto que las lt1lTZOS orientados a la creación de un futuro liberador. Una
formas nuevas de autodeterminación colectiva generan formas ·· eu ltura pública» emancipada será creadora, a partir de estos
ambiguas de coexistencia en los espacios. umbrales, de vínculos solidarios con los otros y de nuevas formas
Al aproximarnos a la alteridad desde su potencial liberador de vida en común.
con respecto a los valores reguladores dominantes, inventamos
pasajes hacia la alteridad. Con ello seremos capaces de interpre-
tarla como proceso más que como un estado. Los movimientos MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS
de emancipación necesitan investigar un «arte de hacer» que fa-
vorezca la comprensión, el descubrimiento, la creación y la apre- Muchos pensadores parecen considerar la imposición de fron-
ciación de la alteridad. teras en los asentamientos humanos como un fenómeno natural.
Las personas desarrollan el arte de la negociación en sus en- Algunos, al observar el proceso de definición del territorio de los
cuentros cotidianos con la alteridad, cuya base se encuentra en animales, sugieren que las marcas impuestas a la naturaleza en for-
los espacios intermedios, es decir, en los umbrales. Y este es el ma de fronteras para delimitar una zona de dominio, ya sea de un
arte que se pone colectivamente en práctica hasta su máxima individuo o de un grupo, son fruto de una voluntad natural. Así, la
potencialidad durante los periodos en los que se experimenta el territorialidad aparecería como una necesidad natural que surge
cambio liberador. de la necesidad de sobrevivir y combatir a los enemigos y rivales.
Cl!._~ensar la ciudad de umbrales como la obra siempre Ciertamente, la demarcación de una zona va asociada a su
emergente de un arte colectivo cuando se combina con los es- descripción potencial como lugar de lucha. El acto de demarca-
~., ..•,,, ..»... ,-,, ' ~ ..• -,

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ción puede parecer como un intento por evitar la confrontación, , kImcn, de su historia, de su identidad. Pero, mientras el exiliado
pero, al mismo tiempo, constituye necesariamente una declara- ¡,nmanece fuera y mientras no se le permita volver, descubre que
ción de guerra. l., 1< lcntidad no es un ámbito totalmente circunscrito ni marcado
No obstante, los humanos como creadores de asentamientos por una estructura permanente de características identificables.
no sólo definen las fronteras para mantener a salvo dentro de Fn el caso del exilio, la identidad se construye mediante la
ellas a una comunidad que se percibe en un entorno hostil. ~~~- .i-imilación de experiencias nuevas, el descubrimiento de nuevos
fronteras también están para ser cruzadas. Y, a menudo, el cruce «rucrios, la fijación de nuevos objetivos. Por tanto, la identidad
de fronteras va acompañado de una serie de complejos actos ri- cll'ja de ser un ámbito definido por una frontera, y asume -en
tualizados, gestos y movimientos simbólicos. La invasión es t::1:11 «nuinos bajtianos- una cualidad cronotópica. La identidad está
sólo una de las muchas formas de cruzar una frontera. De modo .ihicrta a los otros; se ve forzada a enfrentarse a la alteridad.
que púdríamos·afitriiar, siguiendo a Georg~igimel, que el ser En efecto, también puede producirse la experiencia contra-
humano no «es la criatura que conecta, que debe siempre sep..a- 11;1: la persona en el exilio puede blindar su identidad. Esta acti-
rar y no puede conectar sin separar» (Simmel, 1997a: 69). 111d propiciará la construcción de muros; dejará la identidad con-
· Según Simmel, la creación de un cercamiento contiene en sí gelada en un estado imaginario de impoluta inocencia. En su
misma «la posibilidad de salirse de su delimitación en cualquier , 1aje mental hacia una patria imaginada, el exiliado estará siem-
momento en busca de libertad» (ibid.). Si cabe concebir un prl'. ausente; contribuirá a construir fronteras aún más rígidas si
puente o una puerta como ejemplos de estructuras materiales ( ;1he que las que motivaron su huida o de las que ha sido exclui-
que contienen la cualidad de separar y conectar sirimltáneamen- ( 1, ,. En su lucha por conservar ese pequeño enclave imaginario de
te -«criatura que conecta, que debe siempre separar y no puede «uuejanza a salvo de toda invasión real o imaginaria, el exiliado
conecta; sin separan> (ibid.)-, deberíamos empezar a considerar 1( ,gra fortalecer la idea de las fronteras como lugar de colisión
el acto de construir fronteras como sujeto a muchos significados. ( k fuerzas, fuerzas que definen tanto como excluyen.
No sólo tendrá el de la declaración de una guerra contra los ¿Qué nos revela la experiencia del exilio sobre la conciencia
otros, sino que también tiene la de tender puentes hacia ellos. 1 ronteriza? Fundamentalmente, que la identidad social se cons-

Por lo tanto, no estaremos hablando sólo de hostilidad, sino 1 ruye a través de un proceso que está profundamente influido
también, quizá, de negociación. por la realidad de las relaciones que definen eso que cabría lla-
Una persona exiliada, que se siente eternamente fuera de su 111ar «la frontera de la identidad». Dicha línea divisoria, CQ.1:11:º en
hogar, quizá pudiera hablar desde una conciencia fronteriza, el caso de las fronteras espaciales, puede ser tan permeable como
algo que nos resultaría muy revelador. Esto es lo que comentaba estar sujeta a extrema vigilancia; puede suponer un límite o
un activista obligado a abandonar Sudáfrica: constituir un punto de partida; un lugar en el que estar y comu-
11 icarse o en el que adentrarse en tierra de nadie, qu~ se extiende

( .iertamente, las experiencias y todo aquello que produce el exi- entre dos mundos opuestos que no comparten ningún punto en
lio podrían contribuir a diluir la conciencia fronteriza. Podrían lle- común, incluso cuando están en contacto. Las identidades pue-
1•.:11 :1 constituir un modo de reconocimiento, de cambio y de exten- den considerarse como ámbitos definidos; las fronteras diferen-
'•" '" d1· los límites (Breytenbach, 1993: 76). ciadas se apoyan en esa definición y construyen el propio carác-
ter de la identidad. Una identidad fija e inequívoca tendrá un
11,·•uk Li t'XIHTicncia del exilio se percibe quelas fronteras tie- carácter cerrado y unas fronteras rígidas. Una identidad abierta
11~•11 111 1 ,tp,ll'tdad de sl'.parar a las personas de los lugares que las no es aquella carente de fronteras sino que reside dentro de

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fronteras flexibles que ofrecen puntos de encuentro con la alte- , 1ll'rpos de los nuevos miembros de las sociedades» (Bourdieu,
. ridad. Esta es la identidad a la que podríamos otorgar la cualidad l '177: 89). El espacio se convierte así en una especie de «siste-
de umbral. Los umbrales espaciotemporales serían aquellos que 11 u educativo» creador de eso que hemos. denominado identi-
propician la apertura de las identidades a través de acciones ele d:1dcs sociales. Pero resulta importante advertir que tales iden-
negociación y encuentro con la alteridad. 1 i, l.ides son el producto de una red socialmente regulada de

Esta argumentación dotaría de nuevo significado a las pala- pr.icticas que secretan su lógica y que tejen una y otra vez ca-
bras del conocido teórico de la geografía moderna David Har- i .utcrfsticas concretas.

vey: «Las relaciones entre el "yo" y el "otro" de las que emana I )e modo que, cuando Bourdieu estudia la casa cabileña no lo
cierta cognición de los asuntos sociales serán siempre ... una ILl(T como un índice material de símbolos sociales sino como la

construcción espaciotemporal» (Harvey, 1996: 264). Pe hecho,._ •,11111a de las posibles prácticas productoras de todo un mundo de
no sólo porque se considera a las identidades como ámbitos c:ii-- v.ilorcs y sentido. La casa cabileña implica una serie de condi-
cunscritos, definidos por la cualidad y el. lugar específico de sus 11011es espaciotemporales que adquieren un estatus social en el
límites, sino porquelasidentidades son visibles y materialmente. proceso de definición del movimiento de los cuerpos sociales,
efectivas fruto de relaciones espaciales y temporales muy con-- .ihora cargado de sentido. La casa enseña eternamente al cuerpo
cretas. Por eso las identidades pueden verse forzadas a cambiar a 1 st· erige UJJ.? y otra vez como un universo de valores de actua-
través de la imposición de cambios impuestos sobre su conscien- ' ,, mes integradas.
cia espaciotemporal. l'ura probar la doble relación que se establece entre el cuerpo
1 d espacio habitado durante el proceso de creación de los atri-
l 1111 os simbólicos del espacio, Bourdieu opta por observar la fun-
UMBRALES Y ARTEFACTOS SOCIALES ' 11111 social que tiene la puerta principal de la casa. El umbral es
..1 punto en el que confluyen los dos mundos distintos. El inte- i
Las distintas formas de definir y controlar el espacio son cons- 111,r es todo un mundo que pertenece a una familia distinguÍ<la; ,,
trucciones sociales, y como tales no sólo reflejan distintas relacio- d «xtcrior es el mundo de lo público, de los campos, los pastos y ·
nes sociales y valores sino que los moldean e intervienen en la 1," edificios compartidos de la comunidad. Ambos mundos no
construcción a su vez de experiencias concretas, socialmente sig- ·,, ,1,, son simétricamente distintos, opuestos entre ·;Xcomo hom-
nificativas. Las identidades no sólo constituyen, por tanto, una l >11· y mujer o la luz y la oscuridad, sino que confluyen para «fer-
serie de creencias o ideas sino que están integradas en el entorno .. 11l11:1rse» eluno al otro. Lo importante es que el umbral adquiere
social e influyen en distintas prácticas y estilos de vida, por lo que_ •,11 significado como puntotanto de.contacto col!l:? clesepara-
afectan también al ámbito de lo material. A través del estudio de ' 11111 a través de las prácticas que lo cruzan. Estas prácticas son
la lógica de las diferentes disposiciones espaciales como caracte- «xpcriencias espaciotemporales significativas creadoras del um-
rísticas de sociedades específicas, no sólo descubriremos los usos hr.il, según quién lo cruce, bajo qué condiciones y en qué direc-
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y sentidos de las espacialidades, sino también la lógica que rige la 1 ¡,·111. Los hombres cruzan el umbral de la puerta principal tan
creación y el sustento de diferentes identidades sociales. ~, > 11 > para abandonar fa casaJi á los campos a los que pertenecen,

Pierre Bourdieu ha observado que, en aquellas sociedades ca- 1·11lrentándose al amanecer puesto que la puerta está orientada al
rentes de «las tecnologías simbólicas de conservación del pro- ,·~tt·. l .as mujeres cruzan la puerta principal para entrar en la casa
ducto asociado a la alfabetización, "las disposiciones sociales" se v .-ntrcntarse a la pared efe enfrente, el muro de luz. Tanto hom-
inculcan a través de la interacción del espacio habitado y de los lin·s corno mujeres desempeñan sus actos «siguÍendo la orienta-
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ción benévola, es. decir, de oeste ~ este», Ello es posible, como , ,i 1.1 v la mayor parte de las veces están conectados con el paso
señala Bourdieu, porque el umbral establece un cambio si1Ab§Ji- 1, .i], ritualizado, de un umbral espacial (Van Gennep, 1960: 26).
co de la orientación de la casa, es decir, un cambio en su relacióp l ' •• r r.mto, si este acto de aventurarse hacia la alteridad se realiza
co~ el espacio exterior..Eí=i".este caso, el umbral es «~l l~ga; de , 11 v a través de umbrales, ¿cabría asumir que los umbrales son
encuentro de los contrarios, y el lugar para una inversión de la 1 ••• , lugares de negociación con la alteridad? Los umb.r_:,il(;S.P-1,!~.::-

lógica y ... punto de encuentro y cruce necesario entre los dos .h-u rnnstituir el esquema sistemático a partir del cual las socie-
espacios, definidos en términos de movimientos socialmente cua- fa
d.11 b construyen simbólicamente experiencia de negociación
lificados del cuerpo; es el lugar en el que ser revierte el mundo» 1. ;d mismo tiempo, los artefactos materiales que permiten dicha

(Bourdieu, 1992: 281-282). 11l'gociación. Pueden ofrecer una relación esquemática a la par
Como en el caso de la casa cabileña, lo que produce la expe- q 11l' realista de las zonas de encuentro y negociación que se crean
riencia espaciotemporal del umbral es el potencial de comuni- rn t re las identidades permeables y cambiantes.
cación entre dos mundos opuestos. El umbral, cuya existencia
consiste en ser cruzado, real o virtualmente, no es una frontera
definitoria que mantiene al margen a la alteridad hostil, sino 1:111. 1 :11MO ACERCARNOS A LA ALTERIDAD

complejo artefacto social que produce, mediante distintos acto~.d(;


cruce definidos, diferentes relaciones entre la mismidad y la alteri- No es fácil abordar la alteridad. En todas las sociedades con-
dad. Si el interior y el e~terior se comunican y definen mutuamen- 1 ltva riesgos tanto simbólicos como materiales. Sin embargo, el
te, entonces el umbral podrá considerarse como una zona inter- .uto de abordar la alteridad es constitutivo de cada encuentro

media de mediación de dimensiones variables que se produce. ,,, .cial. Y cabría decir que las formas en las que se controlan y
El antropólogo Víctor Turner, siguiendo a Arnold van Gen- 1 •• rmalizan estos actos de encuentro caracterizan a toda sacie-

nep, ha descrito estas tierras de paso como poseedoras de un ' Lid o grupo social. Si sólo se atribuye al encuentro la cualidad
estatus de limianidad (del latín limen= umbral). La condiciónde de ser un paso necesario que ha de darse para verificar y desple-
la limianidad se caracteriza por la construcción de identidades 1'.ª r la hostilidad entre grupos de personas, el acto de cruzar
transitorias. En palabras de Turner, «las entidades liminales no íronteras será un mero acto de guerra real o simbólico. Seme-
están ni aquí ni allá; se encuentran entre las posiciones asignadas ¡;111te tipo de encuentro es característico de aquellas comunida-
y acordadas por la ley, la costumbre, las convenciones y las cere- des que describen todo lo que les es externo como potencial-
monias» (Turner, 1977: 95). mente hostil. No es casual que estas comunidades se protejan
Todo tránsito crea las condiciones para experimentar el urn- .. erigiendo muros materiales o simbólicos cuyos puentes levadi-
bral que, en esencia, supone la suspensión de una identidad pre~ ws se encuentran plegados la mayor parte del tiempo. Un ejem-
via y la preparación para adquirir llna nueva. El tránsito pore] plo serían las urbanizaciones cerradas.
umbral es un acto simbólico explícita o implícitamente. Por lo Si, no obstante, dicho encuentro fuera fruto de un intento
tanto, es también un gesto hacia la alteridad: no sólo en términos por acoger la alteridad sin pasar por una fase intermedia de re-
espaciales, como cuando alguien sale al mundo exterior desde conocimiento mutuo, y sin que medie gesto alguno de negocia-
una casa, sino también temporales, como cuando uno se aleja del ción, nos podemos encontrar con la práctica extinción o asimi-
presente hacia un futuro más o menosdesconocido. lación de la alteridad. La cultura consumista de hoy nos empuja a
Los «ritos de paso>>, como los denomina Van Gennep, acom- 1111a constante carrera en busca de nuevos productos, nuevas sen-
pañan en su iniciación a quienes pasan de una identidad social a saciones. Como ha destacado Zygmunt Bauman, «los consumido-

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res son ante todo y en primer lugar recolectores de sensaciones» Sennett describe la urbanidad como «tratar a los demás como \ . ..
-
(1998: 83). Aquello que percibimos como una nueva sensación -.1 fueran extraños y forjar un vínculo social desde la distancia \SJ> , ,,,.,"
deseable es una especie de alteridad prefabricada, prefabricada -ocial» (1977: 264). Si considegmos la mpanicl:id comoun, as,-, ✓-

por los medios de comunicadión, por la public,;idad, porleSQ!!!i..-: . pecto que pertenece al ª!~e de constr11ir umbrales entre lasper-
nua educación de los sentidos orientados al consumismo. El -onas o grup()s sociales, coi'riddfr~1.ri2~ con la defensa de ~.e11geJt
ciudadano-consumidor está más que dispuesto a cruzar las ..fr911-:- , le una nue~á cultura púbHc;, la cual se pas.aría. en un esfuerzo
teras que lo conduzcan hasta esa alteridad. Hallamos una forma y.
1 '( >lltin1=19 por conservar la alter.i.dáI CQ_11,it~ir_ zqnis i~t~rm~,-,
similar de asimilación consumista dela alteridad en la actitud del .lins de negociac:i911, Una curiosa teatralidad difícil de definir
turista
,,
-guiada por un exotismo que moviliza el deseo- en un
-.,,..,, .•.
.iparece en ~sos g~stos de reconocimiento y acercamiento mu-
país ajeno, al que acude para acumular nuevas sensaciones corno 1110. En los umbrales habita esa teatralidad en el sentido brech-
si de trofeos se trataran. 1 i.mo: uno ño's6Io' se alejade uno mismo para convertirse en otra
· :La aproximación a la alteridad como acto de reconocimiento ¡ icrsona, sino que esa~tra11sforrnació11 transitoria aparece en for-;
mutuo requiere habitar el umbral con delicadeza. Desde ese te- 111a de gesta:·-un Gestu;)según el vocabulario de Brecht-, de un
rritorio de transición que no pertenece a ninguna de las partes gesto que b~s·c'a'·enteñder qué es ese otro distinto de uno o una.
vecinas, comprenderemos que, para poder construir un puente, l'or lo tanto, el elemento común entre los actores liminales en el
es preciso sentir la distancia. La hostilidad surge cuando esa dis- 1 r.mscurso del rito de paso y los extranjeros contemporáneos que
tancia se preserva y aumenta; la asimilación cuando se anula. El ,e tantean unos a otros en el contexto de la versión moderna de
encuentro se produce al mantenerse la distancia necesaria a la urbanidades la teatralidad. La capacidad de los seres humanos
vez que se cruza. La sabiduría que encierra la experiencia del para serQt_;oesd·' ~n la. hase de la experiencia de un «modo sub-
umbral radica en la consciencia de que sólo podremos ace.r<:ªE- 11111tivo». Esta cap.addad ~ocialmente construida no~_ayucla aen-
nos a la alteridad si abrimos las fronteras de la identidad, Per:,1 rnntrarnos con otros sin condenarlos a identidades prefabrica-
poder formar -por ..ª;'if decirlo- zonas de paso habitadas porla ' l.is. La capacidad para ser otro, aunque sólo sea para recuperar
duda, la ambivalencia, la hibridación; zonas de valores negocia- después la identidad anterior, significa aceptar la alteridad y, po-
bles. Como dice Richard Sennett, <<para poder sencir al Otro i cncialmente, poder construir una relación con el otro como otro.
uno tendrá que aceptarse como incompleto» (1993: 148). i Acaso no es la imaginación sino una curiosa pu~1:_a e.11 <;~s-~ga._cle
Es posible que estas zonas requieran el despliegue de ges- L, realidad cr~a.dor::ide pensamientos y sentimientos a partir de
tos que no formarían parte de las características identitarias .rcontecimientos inexistentes, cuya performatividad tiene lugar
sino que son fundamentalmente actos de aproximación. Por lo 1·11 la mente? ¿Acaso no es eso un encuentro exploratorio con la
tanto, los gestos tendrán un estatus igualmente híbrido, y des- .iltcridad en su forma más pura?
cribirán una identidad intermediaria que se ofrece como punto
de encuentro. Esta identidad intermediaria quizá sea el resulta-
do del «modo subjuntivo» que Turner conecta con la liminali- t, UNA ESPACIALIDAD EMANCIPADORA?
dad (Turner, 1982: 84). La performatividad de las identidades
intermediarias sirve para poner a prueba la voluntad de contac- El libro se divide en tres secciones que corresponderían con
to del otro, no para ocultar o engañar sino para ofrecer vfas para 1 res ámbitos de investigación interconectados, relativos a los
alejarse de un yo encercado a un yo que se constr.i:i:ya a través de·l procesos de emancipación como umbrales espaciales. La p~iI?e-
encuentro. r:1 parte gira en torno a la idea de que el espacio urbano contém-

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.J.,.J de umbrales» describe la perspectiva de una modernidad
p9xá11eo es discontinuo: para entender las experiencias espacio-
111 l,;111;1 redimida. · ··
temporales, es preciso recurrir a conceptos capaces de captar esa
( :( >11 el fin di aJ1()gc:lar en la exploración de la espacialidad d:l
discontinuidad inherente. El capítulo I explica, en este contexto,
en qué medida los términos «ritmo» y «excepción» son apropia- 11111 l ,r:1 I, el siguiente capít:u.lo par~iE~-~~-1~ ~2c;:iQI.LQe q11,~ ~L~c:t:().
dos si pretendemos desentrañar no sólo las características sino a
, I, · ¡ »iscar por}~,~i1;1cla,d nos expo11~ l~::i.Pes,i~cia de la alteri-
,l.1,I. RecurrireII1os.aJ9~ términos de(porosidad)como cualid. a4. ,
las potencialidades del modelo urbano dominante como «ciudad
, •,¡,;1cial y a los,pa~ajes ~orno artefact&--·~ci'a1es par~ centrar-
de enclaves».
'" )S en el acto detrt:tiar, en é'séncia creador de umbrales
El segundo capítulo re".:la~á que tanJQ."~1-Ei.!!J?:() c~~? ~?-,:. !~.. , .ulor de sus poteñcíalíctades.
cse:~én no son únicamente mec!~.~~.E~ra establecerun ortf~~..:.~:"
FI siguiente cápl'tufo aborda uno de los aspectos cruciales del
pacial dominante sino que también cons~t:u.yen formas a partir
d¡Ías :11ales se crea11 los espacios de r~stste11c1a:·E1 capítulo~¡~-- .11 gumento fundamental del libro: los_umbral~s marcan pr()c;e~°-~
plora la discontinuidad espaciotempo·;;1 ~·~IllO posible terreno ,11· 1ransf9.rm~si2!t.Q~Ji1j.dtntidad ..sQi;l;i;tT•á·antr?p?l?iía~s la
.lisciplina que ha teorizado sobre la difícil rela¿fón.entre ~1 yo y
propicio para el encuentro con la alteridad, y para ello se centra
,·1 otro como relación culturalmente determi11aqa. Cómo abor-
en las experiencias de. destrucción masiva, exilio e inmigración.
1L1r la alteridad (cultural asícomo histórica) es un problema cru-
El término \<_<alterid3:d>.> no remite a una .es.egc;:ia sino queJ,~i,;.un.
' ul para las ciencias sociales. En este capítulo §e lll~~§tra. cé>wo
término reláy"ió';"'res1;1ltado de una comparación distintiv:ª·-~e
1,, es también para la táctica deLhaJ:,, út,a,r. La distancia, la distancia
prospen1 en determi11~d'qs perjodos en los que los hábitoscol~~: ..·· ,. • . ·-·· '•· ....

tiv~s 911ed~11 suspei'i~idos o incluso se des1n1yen. · ··· •.--• .ipropiada en el encuentro, es necesaria para que persistan las
.Iifcrcncias sin que por ello se bloquee la negociación ni el en-
··ta 'segunda. p~;~~-P~?lllematiza las formas en las que pt1ede 1 «ndimiento mutuo. La capacidad para reconocer las distancias
tener lugar er'erifoen'tr·g·. con la alteridad en el contexto de Ta
•,._.,,,,,.~,,CC·•,o, ,,• '.·•;,, .. ,. ~.~ .e:,,,...,· .. ,,,,.~_., .. ,., .. ,.,,· 0 .. •. . . . . . ' > '· 0,¡,,..,,,,,,,""",""~V
.ipropiadas en el espacio y en el tiempo influyen de forma funda-
experiencia url:>a11a. El capítulo inicial es un intento, recurriendo
uuntal en la teatralidad de la interacción social. Esta capacidad
al estudio inconcluso deWalter Benjamín sobre el París del si-
'- . . .· .. ·. "" .
.
•,1· adquiere y de hecho se mejora a través de la experiencia de
glo XIX, de interpretar la experiencia metropolitana como. ª_l,g_o
1111:1s condiciones cambiantes como son las que se generan . ~uJa.
inherentemente dinánÜC() y a111l:>iguo, quealberga potendaJidi}-
1 rcación de 11ml:>1:¡1les. El espacio inte~tn~dio de los umbrales se
des ta11 lilJera,i;lo.ra:tcomo p_ropjgs dt:; .. :l.1.Ilª pe~~9fü.a. Mediante una
descripción antitética del «individuo privado» y del fláneur bur- .d .orda por t~nto en este capítulo como etaJ.)~J~?~~~c:i~LfI:.!~ 9.11,e .
1·1 cncuentr.9 con la alter,ida,clsignifica visitarla, ensayarla, pro-
gueses, se exponen dos actitudes diferenciadas hacia los espacios
público y privado. Ambas son equiparables en términos de su l,;1 ria Y eiplo.ra.da,
La tercera parte del libro pretende aunar los hallazgos de las
dependencia de una manipulación propia de los indicios del pro-
dos primeras con el fin de poner de manifiesto la importancia del
ceso de individualización característico de la vida metropolitana,
t crmino «umbral» para interpretar los aspectos espaciales de las
así como por s11 pai-ticira.ción en la creación de fantasmagorías
¡ ir.icticas ele ~1113:ns;ipic:ión. Si· reformulamos las definiciones de
urbanas «auráticas» (ya sean privadas o públicas). Se evÓcarrlln
loucault de heterotopía, cabría considerar como heterotópicas
precario «estudio de los 111111Jq1Jes», entendido como p,moci:
t ( H las las e:meri~p.c:ias en e§p3:{i~!icl:i.,des que son un «ensayo» de
miento construido a través ele Ía experiencia ambigua dél[ián.eur
como ;ikgorista. Este éstudio podtá,explorar en l;i diná!J?:foª a;Ja:· 1111 futuro de_ellla~cipaci?n para elser humano. Así, ~!J?.r.i.~~r
1·:1pítulo se cenfri"e11, elcaráster de umbral cl.e la. heterotopía.
experie11cia t1rba11a destacando la rastro-:a,gra que . g~p;giJe l\l 3J1.l!-
/\1:ís allá y contra· la ciudad de enclaves, los espacios heterotópÍ-
ri~Ión de un.ter~er elemento intermedio(el u~braL '{\sí, la «ciu-
27
26
cos marcan los umbrales en el espacio y en el tiempo en el que se

cuestiona el orden y el control dominantes.
Los dos últimos capítulos ponen a prueba la utilidad de la
idea de las heterotopías, entendidas como umbrales hacia una
alteridad radical, para analizar dos casos ejemplares: las ac,s;:iw1es,
y discursos de la reb~lién.~.ap:1ti§tl, y fas prác:tic:ªs"<l'e la lll()Jil~=..
ciónfuyirii en Á.t ena-~.. en diciem~re de.2O08. En ambos casos, se
~uestra cómo -G;
experie1~'d.as colecti~as múltiples y ambi~~
han producido espacios h~tei:()!Q,P!fOS d~pt.ro y más. allts!: los PRIMERA PARTE
t espacios capitalistas dominantes. En ambos casos entraro11---~n·· 1 Jp la ciudad de enclaves a la ciudad de umbrales
cri~is · las· identidades colectivas, y las experiencias heter~t<'>Éliii
esfábáñ' vera:iª~r.amente . conectadas con )as. trapsfor:lllacione..s_J:'."-
la·s··c·ó'II1par::1c:i9nes de les iclentidades propias de la tei"fri![ci_:1d __
que se prodllce e11 l()s umbrales. ¿Cabría entonces hablar de al-
gún potencial atisbo de una ciudad de umbrales?
Las experimentaciones en el ámbito de lo social que se pro-
ducen en las heterotopías son co11s1:1J:1<::E()ras de umbr:;iJ!:!§.J~111J!~
rales, que nos dan paso hacía el fut:tirp com?. alE~ridacle_s. r-{9.
ob~I?_ntt!, estos umbrales, estas heterotopías ~stán suj:~~~} las~
inconsistencias y meandros del.cambio. sgcjaJ, Es en ellos donde
se enfrenta, se encuentra y se explora la alteridad radical propia
de la emancipación humana. Basta con pensar en la Comuna de
París de 1871, o en el movimiento de los pobladores en el Chile
de la Unidad Popular, o en la Selva Lacandona como heteroto-
pía zapatista, o incluso quizá en las calles de Seattle, Génova o
Atenas durante las enormes manifestaciones de protesta. Tqdos ..
han sido umbrales temporales, todos t;UQ~ gest()S heterotópic:~s
hacia una alteridad emancipatoria. ¿Puede llegar a ser Ía ciudad
de umbrales verdaderamente un equivalente espacial a un pro-
yecto de emancipación basado en la negociación entre identida-
des distintas, aunque abiertas en el transcurso de un proceso de
invención colectiva del futuro?

28
1:APÍTULO V
1 J teatralidad: el arte de crear umbrales

1 /1 APROXIMACIÓN AL OTRO

Los umbrales median una relación con la alteridad al marcar


¡,a sajes entre el tiempo y el espacio. En el contexto de la creativa
inrcracción social que caracterizaba a la vida en el Nápoles de
1·11treguerras, los umbrales parecen operar como escenarios ur-
lunos -a menudo temporales- en los que se practica el encuen-
1 ro con la alteridad. Cabe preguntarse si este encuentro con la
.ilteridad se basa en una capacidad socialmente adquirida de con-
' crtirse en otro, o de asumir, comprobar, expresar o incluso ne-
I•,;1r las identidades. De igual modo, habría que preguntarse si los

umbrales son propicios para que se produzcan estos gestos yac-


11 ,s de convertirse en los otros, por su carácter inherentemente
rnmparativo y relacional. ¿Son los umbrales una creación de ta-
les encuentros basados en la negociación? ¿Son los umbrales es-
cenarios teatrales precarios en los que se produce la teatralidad
1 le los encuentros?
La teatralidad se conecta con la dimensión temporal de la
interacción humana; origina su despliegue y, como toda práctica,
1·s su ritmo lo que la define. La teatralidad no se adscribe a un
t icmpo homogéneo; más bien, interviene en su fluir, lo acelera o

desacelera; incluso puede llegar a suspenderlo (en un momento


de «huelga», de huelga teatral, un coup de théfitre), o invertirlo
(integrando elementos del pasado o del futuro en el presente).
¿ 1 )e qué otro modo podría la teatralidad, el arte de convertirse
1·11 otro, aproximarse a la alteridad? ¿De qué otro modo nos po-
dría ayudar el proceso de dramatización a estar «en un lugar con
el aroma de otro ... al menos por un instante» (Cixous, 2005:
182), si tenemos en cuenta que la expresión más radical de la
125
1 1

111 '11 1111 1¡111


l ,,1.,U1i!

Fig. 9. Improvisando el escenario de un mercado improvisado (Nairobi). Fig. 10. Emigrantes inventando lugares de encuentro en el centro de la
metrópolis (Atenas).

alteridad es su carácter impredecible, su capacidad para escapar


de la red en la que pretendemos atrapar la realidad? como el caso de un hijo prematuro: se debilita muy pronto,
Josette Féral argumenta que «la teatralidad como forma de puesto que no ha tenido tiempo de adentrarse en la zona de tri-
alteridad emerge en un momento de ruptura en el espacio coti- lmlaciones y decepciones de efecto purificador, que la dotarían
diano» (Féral, 2002: 97). De hecho, dicha ruptura introduce una de profundidad» (Iankélévitch, 1996: 166). Por lo tanto, lamo-
interrupción significativa en la continuidad espaciotemporal co- destia es al mismo tiempo la sensación de que algo se pospone y
tidiana. Como veremos, la interrupción no supone que simple- una sensación que pospone, que provoca un retraso y un acerca-
mente se establezca un «dentro» y un «afuera», sino un espacio miento indirecto al objetivo. Esta demora no es el resultado de
intermedio en el que se produce una comparación entre dentro la duda ni del temor, sino que es producto de la prudencia: «La
y fuera, entre la identidad y la alteridad, entre Jo real y Jo posible. modestia es el alma circunspecta que regula las transiciones y
La teatralidad emerge como proceso de comparación capaz de clasifica los objetivos» (ibid.: 7 5).
revelar el carácter inherentemente relacional de cada creación El otro no es transparente. El lenguaje, los gestos que dirigi-
identitaria. mos al otro tampoco son transparentes y, en consecuencia, no son
Tomaremos del filósofo Vladirnir Jankélévitch un concepto inequívocos. La constante acción de posponer, y de referimos al
que nos puede ayudar a clarificar la singularidad temporal regla- otro recurriendo a una perífrasis o tentativamente, es lo que pone
mentaria de la aproximación teatral del otro: el concepto de mo- en marcha o allana el terreno para el encuentro. Nos escondemos
destia (la pudeur). La aproximación al otro requiere una cierta para ser descubiertos; nos disfrazamos para revelar nuestra iden-
restricción. «Una intimidad que se produce a primera vista es tidad. La comunicación no consiste exclusivamente en aquello
126 127
que queremos decir sino también en lo que no queremos que se el encuentro, sea necesaria cierta distancia, tanto espa-
¡ 11 ( «luzca
advierta. De alguna forma, administramos lo que mostramos a los ' 1.d como temporal?
demás, de la misma manera que nos disfrazamos para revelar una
naturaleza que parece adecuarse a la ocasión; necesariamente, así,
desviamos, oscurecemos unilateralmente o mostramos. Este pro- l ll', fANCIA Y DEMOCRACIA
ceder pone de manifiesto la naturaleza de campo de acción de la
comunicación. La acción siempre se dirige a otros y, por tanto, La diferencia se considera de por sí en términos de distancia.
siempre se evalúa en el curso de su desarrollo; se modifica conti- 1· I otro pertenece, o se piensa que pertenece, a otro lugar. En
nuamente de acuerdo con las reacciones de esos otros. , 11 ras palabras, la distancia contribuye a describir al otro como

Una relación es, en efecto, un intercambio temporalmente es- , 1t ro. La proximidad absoluta, es decir, la intimidad, convierte

tructurado, puesto que se despliega cuando quienes tienen capaci- .d otro en lo mismo que uno, alguien cercano y reconocible. De
dad para moldearlo lo controlan de distintas maneras. La modes- modo que, si deseáramos aceptar a alguien en su alteridad, no
tia, esa suerte de prudencia con capacidad de posponer, maneja un ( lchiérarnos eliminar la distancia que nos separa.
sentido que sólo alcanza al otro a través de obstáculos. Estos nos La apuesta por el encuentro se realiza precisamente en esa
obligan a intentar abrir el cerrojo del sentido, atribuírselo a la al- distancia. Si esta es muy amplia, se tornará evidente que el en-
teridad del otro y, como tal, aceptarlo como algo que no nos es rucntro es imposible (igual que si la distancia está delimitada por
aún familiar. El sentido sólo puede circular disfrazado en relación íronteras-barreras). Pero, si desaparece la distancia, esa relación
con distintas instancias de alteridad. Se necesita mucho esfuerzo, se cortocircuita. Lo diferente pasa a ser idéntico; la diferencia
establecer constantes comparaciones y transferencias para que el que no puede quedar reducida a lo mismo desaparece. El en-
sentido alcance la otra orilla y sirva de puente para la distancia, cucntro únicamente podrá producirse si la distancia entre esos
aunque siempre se trate de una construcción precaria. El sentido dos límites sigue existiendo. Sólo entonces, como una chispa que
es algo que se cierne en el aire puesto que la visita de la alteridad se produce entre dos polos, puede prender el encuentro.
siempre va acompañada por el riesgo de errar. En nuestra visita a Obviamente, la definición de esa distancia no se correspon-
la alteridad se configura la matriz misma de la conceptualización de con ninguna medida; más bien se corresponde con un senti-
del tiempo, que probablemente constituye la esencia misma del do, con una intuición socialmente inculcada. La distancia nece-
encuentro, los cimientos de la temporalidad. Por eso la teatralidad saria se torna suficiente hasta el punto de que define el terreno
sólo puede compararse con la modestia perifrástica -capaz de di- del intercambio, el terreno para la interacción.
rigir los disfraces a la vez que allana su camino sorteando los obs- Massimo Cacciari describe esta distancia mediante una ima-
táculos que se encuentra- si la entendemos como una práctica gen: las instancias de la alteridad son como islas que flotan en un
creadora de tiempo y definida por él Oankélévitch, 1996: 45). archipiélago. Las distancias existen: cada isla se define como un
La tendencia a posponer genera una distancia temporal, te- dominio y su relación con las islas circundantes está mediada por
rreno propicio para el encuentro y para que surja una comunica- el mar. Sin embargo, la sensación de participar en un todo más
ción entendida como acto de acercamiento a la alteridad. La grande, un archipiélago, transforma las islas en instancias de al-
distancia temporal es la precondición para ese acercamiento. teridad que están orientadas las unas con respecto a las otras. La
Como destaca Jankélévitch, el encuentro inmediato es necesa- suficiente distancia entre ellas, en este caso, describe la condi-
riamente transitorio y superficial. Entonces, ¿quizá sea la propia ción misma de vecindad: «La idea de vecindad encierra una dis-
distancia una condición para el encuentro? ¿Acaso, para que se tinción necesaria de lugares» (Cacciari, 1999: 47).
128 129

JIHIIIIIIIIIIIWUHlllliiHIUIUUJHIHIIIIIHIUIIJJJHHHlliHUUIIII
Para Cacciari, la abolición de la distancia es una obsesión tí- g-ico va de la mano de una valoración de los otros desde la dife-
pica del Homo democraticus que, a su manera, en esencia transmi- rencia con «nosotros». La etnología se topa inevitablemente
te «la tiranía de la intimidad» que describe Sennett ( 1993: 3 3 7- con el problema de la distancia en cuanto se adentra en sus fun-
340). Sin embargo, al mismo tiempo, esta obsesión destruye damentos. ¿Acaso es necesaria cierta distancia para poder com-
toda vecindad. La vecindad surge a partir de unas distancias que prender al otro como otro? ¿Quizá sea así porque el otro es pro-
permiten la creación de relaciones. La ominipresencia del Homo ducto de esta distancia? ¿ Y qué sucede cuando se reducen o
democraticus torna la existencia misma del forastero en algo into- eliminan las distancias?
lerable e inconcebible (Cacciari, 1999: 160). La estigmatización Claude Lévi-Strauss, el teórico que más logró sensibilizar
del otro como desviación de la norma proviene de la certeza de a la etnología hacia la búsqueda de estructuras unificadoras del
que todo puede reducirse a una norma común, a una matriz co- pensamiento humano, el antropólogo capaz de reconocer en el
mún. El discurso democrático de la igualdad en la sociedad de «pensamiento salvaje» unos valores equiparables al conocimiento
masas amenaza con convertirse en un discurso homogeneizador. científico, y de atribuir a las personas antaño consideradas como
Todo aquello que queda fuera de la definición homogeneizado- bárbaros, salvajes o primitivos virtudes equiparables a las de los
ra, lo no reconocible, sencillamente es como si no existiera: de pueblos de Occidente, fue quien definió en su obra tardía la mi-
modo que o bien tenemos una proximidad absoluta o una distan- rada antropológica como «mirada distante». Y fue Lévi-Strauss
cia remota (que sitúa al otro permanentemente en otro lugar). quien pidiera que se mantuvieran intactas las distancias, en nom-
La distancia característica de las relaciones de vecindad, donde bre de la diferencia cultural y de su utilidad para la evolución de
las entidades son distinguibles, como lo son sus diferencias, se la cultura. En sus propias palabras, «toda creación verdadera im-
encuentra atrapada entre ambos polos. El forastero, o bien es plica una cierta sordera al llamado de otros valores que puede ir
asimilado, es decir, se convierte en lo mismo, o se convierte en hasta el rechazo, cuando no a la negación. Pues no se puede, al
un extraño hasta un punto inconcebible. Augé describe este es- mismo tiempo, fundirse en el goce de otro, identificarse con él y
tado como una crisis de alteridad, como la incapacidad para sim- mantenerse diferente. Cuando la comunicación integral con el
bolizar al otro, como una crisis de sentido en el sentido de que el otro es plenamente lograda, ello significa, antes o después, la con-
otro se torna inconcebible. Y, como hemos visto, el sentido es dena de mi creatividad y de la suya» (Lévi-Strauss, 1985: 24).
producto de la negociación (Augé, 1999: 132). Es obvio que este punto de vista defiende la identidad -la
¿Cómo responder a esta amenaza? ¿Manteniendo las distan- identidad cultural, para ser precisos- como un campo claramen-
cias? ¿Mantener las distancias con los otros para así impedir la te definido, capaz de establecer distinciones entre grupos huma-
expropiación de su alteridad? ¿Acaso no escondería esta actitud nos. Su asociación constante y cercana, su intercambio continuo,
un peligro inverso al de la expansión a nivel global de la «demo- podrían provocar un equilibrio desde la pasividad, como cuando
cracia» de masas y de una uniformidad cultural globalizada? se completa el trasvase de calor de un cuerpo caliente a uno frío
y se iguala la temperatura. Según Lévi-Strauss la vecindad logra,
en cierta medida, neutralizar las diferencias. Sin embargo, no
DISTANCIA, DIFERENCIA Y RACISMO cabe encontrar el origen de las relaciones que se establecen entre
distintas instancias de alteridad cultural en el contenido de la
En el inconsciente de Occidente está profundamente arraiga- alteridad en sí mismo. Ninguna civilización logra imponerse por
da la diferencia como aquello que nos distancia de las personas medio de uno solo de sus valores; tampoco es producto de los
objeto de estudio. En la civilización occidental el interés etnoló- intercambios culturales cualquier síntesis cultural.
130 131
La civilización es un campo de antagonismos capaces de re- 1111 racisme différentialiste en términos de Balibar (Balibar y Wal-
fractar o de transformar las competencias del poder político y krstein, 1991: 36). De acuerdo con esa lógica, las fronteras entre
económico, del mismo modo que las relaciones entre las civiliza- .uridades sociales no se basan en la herencia biológica, sino en
ciones están jerarquizadas o son jerárquicas. De modo que, para , 11 íerencias culturales irreductibles. En el nombre de tales dife-
llegar a la conclusión de que la distancia protege las particulari- rcncias irreductibles, es decir, diferencias que no pueden ser ne-
dades, es preciso realizar una abstracción. Es preciso mantener a _!',( x.iadas ni mezclarse o no pueden coexistir, el nuevo racismo

un lado el poder de la imposición, capaz de influir desde la dis- .liferencialista pretende proteger el aislamiento y la pureza de
tancia; pasar por alto las disputas por la hegemonía en las que, quienes considera que son culturalmente superiores. Los otros
por elección o no, está implicada cualquier entidad cultural. El tienen derecho a la diferencia y a ejercer sus propias particulari-
problema de la distancia es un problema de poder y un problema .lades, siempre y cuando se queden en el lugar al que pertenecen
de gestión de la identidad. (inmigrantes, refugiados o todos aquellos que quedan perma-
Para que puedan generarse espacios de encuentro con una nentemente relegados a la condición de otros).
suficiente distancia, bastará con renunciar a dos pretensiones
que acaban obstaculizando los espacios de negociación entre
personas diferentes: la pretensión de predominancia y la preten- CUATRO PASOS HACIA LA DIFERENCIA
sión de poseer una identidad definida, cerrada e invariable. La
distancia del encuentro presupone una serie de condiciones para Es obvio que no bastan, para garantizar la comunicación en-
la apertura de las identidades y para la eliminación o cuestiona- tre distintas instancias de alteridad, ni la mera invocación de la
miento de las relaciones de poder entre identidades diferentes1• diferencia ni sus intentos por preservarla, por lo que necesaria-
La distancia de la vecindad, como distancia en la que se visita mente la negociación queda a merced de la confrontación abier-
a los otros, pone en contacto los dominios que definen las iden- ta que a menudo, aunque no siempre, no se libra en igualdad de
tidades en función de sus fronteras. Los límites de la distancia se condiciones entre las partes. Resulta curioso que quepa sólo
establecen en función de que puedan demolerse dichas fronteras imaginar la preservación de la alteridad como horizonte de una
sin que ello conlleve una dispersión de los dominios. En último relación entre instancias diferentes de alteridad. De otro modo,
término, se trata de una distancia en la que la mera negociación toda confrontación -puesto que, como es natural, no existe tal
de poder (una relación entre instancias desiguales de alteridad) cosa como una distancia prudente, ni metafórica ni literalmen-
se transforma en un encuentro en el que se produce la negocia- te- conducirá a la reducción de toda particularidad a las que dic-
ción (una relación entre instancias de alteridad que se comuni- ten los poderosos2•
can en términos de igualdad). Pretender que medie una distancia suficiente significa acep-
Es curioso que el desarrollo argumental de Lévi-Strauss tar que esta no sólo acabará definiendo los confines de la zona
aporte elementos para enfrentarnos al racismo contemporáneo, de seguridad, una especie de tierra de nadie, sino que también

2
Iveson defiende «una política crítica de la diferencia» que abogue
1
En el capítulo Vl veremos cómo Foucault describe el poder discipli- por «los grupos oprimidos que pujan porque se incluyan en el espacio
nario como un proceso de clasificación y de control de las identidades. En público sus valores y sus necesidades» (Iveson, 2000: 234), que es algo más
este modelo de relaciones de poder inherentemente espaciales, las distan- que equiparar las diferencias. Supone abonar el terreno para la negocia-
cias que median entre las identidades crean taxonomías sociales y regulan ción y la comunicación a la par que se protege a los más vulnerables del
las jerarquías. imperialismo cultural.

132 133
1111 '!'

se tratará de una distancia que se cruza una y otra vez. Esta valores. Entonces, sin perder de vista el horizonte del universa-
distancia se convierte en un lugar de trasiego, un lugar de en- lismo ( es decir, el horizonte que considera la comunicación y el
sayo, un lugar de visita. Todorov describe este movimiento encuentro previo como algo necesario y legítimo pero también
continuo entre el yo y el otro como «el universalismo del itine- factible), esta persona podrá estudiar tanto la sociedad de los
rario» (Todorov, 1993: 74). Detengámonos para analizar en otros como la suya propia y establecer comparaciones. Todorov
mayor detalle este razonamiento acerca del proceso de recipro- concluye: «Conocer a los otros no es sólo una posible vía hacia
cidad que se establece entre el yo y el otro. La antropología, al el autoconocimiento: es la única» (ibid.: 84)3•
estudiar sociedades distintas a las propias, nos da la pauta para Así, la visita a la alteridad constituye una acción que no sólo
poder describir el encuentro con la alteridad. Según Todorov, preserva la distancia; también teje una relación a partir de esa
la experiencia de dicho encuentro se produce en cuatro pasos distancia, una relación que abre la propia particularidad del vi-
(ibid.: 83-84). sitante y lo deja expuesto ante el otro. Y, si imagináramos tam-
El inicio, cuando se produce el primer paso hacia la persona bién que el otro pudiera emprender su propio recorrido desde
diferente, tenderá necesariamente al distanciamiento entre uno la reciprocidad hacia la alteridad del visitante, entonces posi-
mismo y la sociedad y el yo. Según Todorov, esto es lo que mo- blemente nuestro razonamiento podría describir la relación
tiva la partida. No puede haber movimiento sin que antes se pro- hacia la alteridad como divergencia simétrica de uno hacia el
duzca este sentimiento de distanciamiento. otro. La distancia con respecto a uno mismo, y el retorno a un
El segundo paso se refiere al primer acercamiento hacia la yo que no volverá a ser el mismo, será el horizonte de esa di-
otra sociedad. Una se sumerge en ella con la intención de enten- vergencia".
der, comunicarse, etc. No obstante, va cargada con sus propias
formas de actuar y de pensar, sus propias categorías de concep-
tos. Recurrirá a ellas en primer lugar, puesto que son las únicas 3 Partiendo del concepto de Benjamín de discontinuidad histórica, Su-
de las que una dispone. san Buck-Morss entiende que el horizonte de la «universalidad humana»
El tercer paso es el momento de retorno al lugar de origen, se verifica explícitamente cuando las personas han de enfrentarse a ruptu-
ras culturales: «Estas discontinuidades de la historia permiten a las perso-
incluso si ese retorno es sólo mental. No obstante, este retorno
nas cuya cultura se ha sometido a tanta tensión hasta quebrarla que den
inaugura el proceso de un segundo distanciamiento. El observa- expresión a una humanidad que traspasa los límites culturales» (Buck-
dor emigrante contempla su sociedad -y la identidad que esta le Morss, 2009: 133). Esta visita a la alteridad hace del habitar de la excep-
otorga- a través de unos ojos distintos, casi los ojos de un extra- ción, de las secuelas y del desarraigo una práctica creativa abierta a nuevas
formas de solidaridad.
ño. Es posible que, si logra no sucumbir a la esquizofrenia que 4 Según Richard Schechner, «actuar es, en la mayoría de los casos, el
puede llegar a provocar semejante experiencia, su nuevo lugar de arte de transformación temporal -no sólo el viaje de ida, sino también el
destino le ofrezca la oportunidad de una conciliación entre los de vuelta-» (Schechner, 1985: 12 5). No obstante, hay formas cultural-
aspectos, aparentemente incompatibles, de su propia experien- mente significativas de actuar que se centran explícitamente en la trans-
formación del actor. Para Schechner, los ritos de iniciación son «perfor-
cia y las conceptualizaciones de los otros.
manees de transformación» (ibid.: 127). La idea de visitar la alteridad,
Por último, el cuarto paso supone una aproximación nueva a como exploramos en este capítulo, ofrece una formulación unificadora
la alteridad que se enriquece, podríamos decir, con la evaluación para la comprensión de los diversos grados de transformación vinculados
de la primera visita, a través de la cual los otros ni son una des- al actuar. El contexto social es lo que dota de sentido al actuar como for-
ma de negociación con la alteridad y que, por tanto, abona el terreno
viación de los valores ecuménicos que supuestamente representa para las desviaciones, las transformaciones y los «regresos» dotados de
su cultura ni son un modelo exótico de un nuevo conjunto de sentido.
134 135
LA DISTANCIA TEATRAL ccrse sobre el escenario, sino también cuando apunta allende
del escenario6•
La apertura de las identidades y el esfuerzo de acercamiento Semejante aproximación creativa al otro implica que el dis-
a la identidad de los otros tiene, como práctica social que es, una lraz teatral no es un mero gesto de ocultación o engaño. Es, a su
naturaleza teatral innata. Al emprender el camino hacia un yo vez, un gesto que destaca la propia actividad y pone de manifies-
diferente, lo ofrecemos como el lugar para el encuentro5• Este to la distancia que se convierte en un escenario. La teatralidad
yo es ya distinto del que se utiliza como punto de partida, pero de toda aproximación tentativa constituye una teatralidad que
es también distinto del yo de los otros. El encuentro se produce se expone teatralmente, puesto que es precisamente la dinámica
a través de disfraces provisionales siempre y cuando se preserven de la comparación, circunscrita en el núcleo de lo teatral, lo que
los términos de la particularidad de las partes que se encuentran aspira a explotar el comportamiento teatral. Así, enfatiza la com-
entre sí. Así, la particularidad puede entenderse como una iden- paración; en otras palabras, señala la distancia misma capaz de
tidad en constante movimiento. separar instancias de alteridad a la vez que las distingue. El dis-
Podríamos considerar que la cualidad teatral que guía el tanciamiento que inicia esta doble teatralidad, es decir, el movi-
proceso de aproximación al disfraz es prácticamente la que de- miento que, de forma teatral, despliega el carácter de la acción
fine un primer distanciamiento de uno mismo y que puede de aproximación, anula la naturaleza cerrada de todo disfraz
considerarse como el lugar de una identidad circunscrita. Este engañoso.
distanciamiento corresponde a lo que, según el razonamiento í Los comportamientos tendentes a una aproximación teatral
de Todorov, constituye la fuerza impulsora de la partida. Los adoptan la forma de construcciones, invenciones, disfraces que
intentos de aproximación dictan los movimientos, la conducta
inventada y los experimentos gestuales que literalmente cons- 1 no pretenden decepcionar sino explorar formas de actuación ha-
cia la alteridad a sugerencia del otro, pautas de acción con las
truyen los aspectos de un yo capaz de crear el campo de la que se topa «la escena». Las acciones teatrales pueden poner de

1
comunicación. De modo que estos intentos tienen un carácter manifiesto que la realidad del encuentro no se escinde de las
teatral y de disfraz, puesto que construyen características y operaciones que la forman. El encuentro no «acontece» después
rasgos de un yo ideado, que las performa «a la vista» del en- de que unos gestos teatrales iniciales e ingeniosos hayan produ-
cuentro. Así, si hacemos un gesto de llamada, se pone a prueba cido, de un modo u otro, resultados. El encuentro -en general y
la intención del otro de corresponder. En esencia, esta teatra- en todos sus aspectos en particular- es un campo de operaciones,
lidad del acercamiento trata de convertir la distancia en el es- si lo que pretende es mantener esa fuerza de la comparación que
cenario donde se desarrolla la acción. Sin embargo, la propia es su motor, si lo que pretende es conservar la alteridad de las
acción teatral, cuando no queda atrapada en la ilusión de la
equiparación, que oculta las fuerzas profundas de la compara-
6 Como nos muestra' Iracy C. Da vis, hay un debate bastante extendido
ción que la alimenta, enfatiza su teatralidad de forma teatral.
que vincula el primer empleo de Carlyle del término «teatralidad» con las
Dicha teatralidad mantiene operativa la comparación fundan- ideas de Brecht y de Boa! sobre el teatro crítico. En este sentido, teatrali-
te -formadora de la acción de disfrazarse-, no sólo al estable- dad no es sinónimo de mímesis, sino que implica «una alienación del ca-
rácter y de las circunstancias» (Davis, 2003: 153) que efectúa «una actitud
5
crucial en la esfera pública, que incluye al teatro, pero no se limita a este»
El artista de Schechner aprende «a representar entremedias de las (ibid.: 145). Davis ve el poder autorreflexivo de la teatralidad en la «diso-
identidades; en este sentido, la representación es el paradigma de la limi- ciación activa» de quien es espectador, de lo que presencia, y no en la re-
nalidad» (Schechner, 1985: 12 3 ). presentación del actor (ibid.),

136 137
partes que se encuentran. La habilidad para acercarse al disfraz Así, este razonamiento no acaba desembocando ni en una ne-
es algo más que una herramienta útil para el encuentro; constituye gación absoluta de la diferencia ( que pretende entregar las ins-
un horizonte necesario. El campo para el acercamiento que se tancias de la alteridad a un ecumenismo normativo) ni en una
abre entre las instancias de la alteridad adopta la forma de un afirmación absoluta de la diferencia (que conduce al relativismo
mosaico compuesto por micromovimientos teatrales hacia la ne- de la coexistencia pero también a un racisme différentialiste). Es
gociación. Su significado, que se entreteje sin que por ello llegue importante comprender la relación con la alteridad como rela-
a expresarse, acaba así convirtiéndose en el vínculo, la cohesión, ción de aceptación que sólo puede existir en la medida en que se
el horizonte construido y constructor del encuentro. pretenda el encuentro. El resultado del encuentro no está prede-
La doble teatralidad del encuentro corresponde, en esencia, terminado, ya adopte la forma de una síntesis o de un nuevo
al doble distanciamiento que Todorov identifica bajo la forma de antagonismo o nuevos equilibrios. No obstante, para poder ex-
un acercamiento recíproco a la alteridad. El segundo distancia- plorar la relación con la alteridad, esta ha de ser aceptada tal y
miento -el que tiene lugar cuando uno o una contempla su so- como es. Y aquí puede radicar el intento que subyace a la teatra-
ciedad bajo la mirada de un extraño- revela en la práctica el ca- lidad del acercamiento.
rácter relativo de cualquier papel, y de ahí radica que en esencia Todorov afirma que semejante constante movimiento entre
su naturaleza sea una construcción. Aquello que nos resultaba dos polos de alteridad acaba produciendo personas que se sien-
hasta hace poco familiar y evidente se convierte en extraño e ten constantemente exiliadas, «desarraigadas» (Todorov, 1993:
injustificado cuando lo miramos desde los ojos de un extraño. 74). No pertenecen ni al país que visitan ni al que dejan atrás.
No obstante, quien regresa no se limita a adoptar la identi- Y tiene razón pero sólo si aceptamos que esa actitud, al producir
dad del extraño y su perspectiva. No se produce la asimilación identidades abiertas no reconocibles, conduce a un exilio tempo-
de la alteridad tan sólo con visitarla. Lo que activa la nueva con- ral, a un distanciamiento de aquellos que insisten en salvaguar-
ducta es la dinámica de la comparación, que lidia con la distan- dar las fronteras de una identidad común autosuficiente y no
cia entre los dos sistemas culturales de referencia en la escena. negociable. Este exilio temporal corresponde a la experiencia
Así, el que regresa no se comporta como un «otro», sino como del encuentro; sin embargo, no predetermina el futuro de la re-
alguien que sabe de la existencia de otras personas, y que sabe lación que pudiera resultar de un encuentro de esas característi-
que la formación de su identidad depende exclusivamente de la cas. Puesto que este encuentro puede dar pie, por un lado, a
relación con los otros. Así, con su conducta pone de manifiesto composiciones y mutaciones y, por otro, a un desplazamiento de
la teatralidad del acercamiento en forma de una doble teatrali- los antagonismos. Entonces, el exilio temporal se convierte en
dad. Ya que el segundo distanciamiento, el distanciamiento que una forma de describir la sensación de alejamiento que conlleva
se produce con la toma de conciencia y no con la pérdida de una la aventura de aproximarse a la teatralidad.
distancia insalvable, lo que muestra de un modo teatral, intrín-
seco al juego de la negociación, es que los otros existen y que,
además, influyen en nuestra conducta a través de instancias in- aludiera Winnicot, el umbral (limen) de Turner o el "encuadramiento" de
termedias de alteridad que se entretejen constantemente y que Goffman. Logra despejar el pasaje, y permite al sujeto que performa y al
están en constante negociación 7• espectador pasar de "aquí" a "cualquier otro sitio"» (Féral, 2002: 98). Las
instancias intermedias de alteridad que se crean en y por el encuentro
recurren al poder de creación de «espacios virtuales del otro» con el fin
7
Para Féral, «inicialmente, la teatralidad ... es un acto performativo de establecer relaciones con formas de alteridad social existentes, experi-
que crea el espacio virtual de los otros, el espacio de transición al que mentadas.

138 139
UNA ALTERIDAD CERCANA intuitiva y empíricamente, la distancia se corresponde con las
distintas formas que adopta la relación cuerpo-entorno. Estas
El manejo simbólico de la distancia define en esencia las rela- relaciones distintas se registran en los órganos del cuerpo como
ciones entre las personas y los grupos. Se establece como meca- un esfuerzo orientado a calcular el espacio, cruzarlo y utilizarlo.
nismo de diferenciación de aquello que es cercano, amable u La experiencia del cuerpo convierte la distinción entre aquí y
hostil. Todas las normas de conducta, ya sean manifiestas, ya allí en algo aceptable que sirve para evaluar y que ofrece una
sean meras insinuaciones, definen las distancias: en un sistema base empírica para la simbolización de lo cercano y lo lejano, lo
de referencia relativamente cerrado como pueda ser el barrio inmediato y lo remoto.
tradicional, el conocimiento de la «corrección» se condensa se- La simbolización de la alteridad como condición de distan-
gún De Certeau, Giard y Mayol (1998: 21 ), en un sentido que ciación o gradación de la cercanía entra en crisis cuando dicha
describe «hasta dónde no es ir demasiado lejos» (hasta dónde se distinción intuitiva se ve «contaminada por la distancia» (Viri-
nos permite alejarnos, sin que se convierta todavía en «demasia- lio, 1997: 5 8), que torna el espacio intermedio en algo in-dife-
do lejos»), rente. En efecto, la crisis de la alteridad, entendida por Augé
Las distancias sociales siempre acaban describiendo distan- como la crisis de la simbolización del «otro» (Augé, 1999: 13 2),
cias en el espacio: cuántas veces podemos abordar a un desco- también se ha visto desde luego afectada por esa crisis que in-
nocido por la calle, cómo abrazamos a un amigo o a nuestra troduce en el mecanismo simbólico una distinción entre «le-
pareja, cuánto estamos dispuestos a acercarnos a un vendedor o jos» y «cerca» desdibujada. Aún más, la crisis de alteridad como
desde qué distancia tenemos que saludar a otra persona, etc. crisis que se produce al acercarnos al otro está íntimamente
Las distancias se «mantienen» -según la renombrada expre- relacionada con la incapacidad de simbolizar la distancia como
sión- en el momento de respetar las instrucciones que marcan si fuera un campo que se cruza y que está ahí para ser cruzado.
la expresividad del propio cuerpo. Las distancias se estable- La proximidad instantánea destruye el encuentro con el otro
cen en esencia como relaciones físicas. Sin embargo, al mismo del mismo modo que el distanciamiento excesivo acaba erigien-
tiempo, se encuentran ahí para salvarlas. El concepto de cerca- do fronteras infranqueables. Quizá, para que se produzca el
no y lejano adopta un significado especial por medio de un sis- encuentro, sea necesario contar con la habilidad para una
tema de medida «praxeornórfico» (Bauman, 1998: 28). En la prudencia dilatoria que sirva para procesar la distancia misma
misma proporción, puede llegar a reconocer el grado de afini- como condición necesaria. Esa habilidad sustentaría dicha pru-
dad o de diferenciación del espacio circundante en una clasifi- dencia creadora de espacios, prudencia que no sólo lidia con
cación de espacios más privados o más públicos. Semejante sis- las distancias sino que también construye distancias capaces de
tema, que emerge en la práctica y que abastece necesariamente albergar la relación con la alteridad. Sin esos espacios interme-
a la práctica, es capaz de medir las distancias que han de cruzar- dios, sin la habilidad necesaria tanto para poder diferenciarlos
se prácticamente. «El único vacío que existe, existe dada la na- como para poder crearlos, parece que perdiéramos la capaci-
turaleza de la acción emprendida para poder cruzarla» (Virilio, dad de comunicarnos con la diferencia, con lo que hay de otro
1997: 59). en los otros. Si toda visita a la alteridad constituye un viaje que
La distancia en sentido empírico e intuitivo en las prácticas implica sus propios tiempos y espacios, que define un campo
del habitar el espacio se convierte en una suerte de relación de maniobra y aproximaciones consecutivas, al quedar cancela-
simbólica. El esfuerzo que requiere atravesar la distancia se do este campo, la visita se torna problemática, por no decir
convierte, a su vez, en la medida de la misma. De modo que, inviable.

140 141
BAUDELAIRE Y EL PAYASO los rasgos de las heroínas de Shakespeare o de las commedie
dell'arte italianas, la aparta de sí con desdén. Y ella se muestra
La conducta teatral facilita al individuo social el arte del dis- «incapaz de prolongar la retracción entre la verdadera presencia
tanciamiento. Dependiendo de la consciencia que uno tenga de y el significado simbólicamente revocado» (ibid.: 61-62).
la distancia entre el yo y el yo que se presenta -que lo distingue De modo que el héroe de Baudelaire se enamoró de un cuer-
de la mera imitación-, la teatralidad requiere que se produzca po en un umbral. No es simplemente el amor que inspira un
esa distancia entre los dos yoes, o entre las dos conductas o las símbolo, el amor que desaparece cuando se desmitifica el símbo-
dos expresiones que tornan activa a la comparación. Sin la pre- lo. Se trata de un amor volcado en una cara-cuerpo, capaz de
sencia catalizadora de la comparación, la teatralidad del «como salvar una y otra vez la distancia entre el aquí y el allí, lo tangible
si fuera» se convierte en mera imitación, con la pérdida que eso y el sueño. La fuerza motriz de un amor semejante no reside en
conlleva 8. la ilusión de la imagen sino en la intensidad que emerge de la
Toda vez que ya estamos metidos en el cuerpo del actor, en la distancia entre el yo y el papel representado. La visita a la alteri-
microescala de los propios movimientos, la sensación de distan- dad del rol, la dimensión poética de la distancia que el cuerpo de
cia y el habilidoso manejo de la aproximación del rol imitado se la Fanfarlo cruza una y otra vez es lo que la convierte en un ob-
convierten en obvios. «Una pulsión continua abstrae al cuerpo jeto de deseo. Para aquel hombre enamorado, la existencia de la
de su significado hipotético y lo hace retornar desde este signifi- Fanfarlo se cernía entre aquellos dos cuerpos. Al ofrecérsele sólo
cado a su presencia literalmente física» (Starobinski, 1970: 58). uno, no pudo más que alejarse.
¿Dónde se halla el cuerpo de la actriz? Temporalmente, en otro El poder de la distancia teatral, de la distancia entre los dos
lugar, pero sabemos que no es quien aparenta ser. Igual que la yoes, los dos cuerpos, se representa de un modo especialmente
propia actriz. Se halla en la distancia entre el cuerpo que, con vívido a través de la figura del payaso, tal y como aún lo conoce-
todo su peso físico, ya está en escena y el cuerpo que el rol cons- mos hoy en la tradición circense. Es una persona disfrazada, y su
truye; un cuerpo que, por extraño que parezca, es el mismo aun- conducta es teatral. Pero ¿qué papel imita? El de una personali-
que completamente diferente. Acaba emergiendo por fin el cam- dad irreal totalmente extraña a los demás: sus ropas extravagantes
po de la suplantación. ¿ Y en qué consiste esta, sino en el acto de y su excesivo maquillaje lo evidencian. Pero, a su vez, representa
visitar a la alteridad? el papel de alguien cercano. Un payaso se «tropieza» como to-
Baudelaire nos cuenta la historia de la Fanfarlo, una radiante dos: su torpeza es constante, pero también lo son sus astutas tra-
actriz de la que alguien se enamora. Pero ¿de quién se enamora vesuras. Se trata de un bufón torpe, bondadoso y emotivo, que es
ese alguien realmente? ¿De la actriz o de su diestra suplantación joven y viejo a la vez. Sabemos que quien se hace pasar por un
de roles en el escenario? Aparentemente, ni de ella ni de sus ro- payaso no se limita a aparentar ser lo que no es en realidad, sino
les. Cuando ella le entrega su amor y él la llega a conocer tal y que pone en ello parte de su alma, de su ingenio y de su picardía.
como es fuera de la magia del escenario, cuando ella se muestra Ser un payaso no está al alcance de todos. Por tanto, en este caso
incapaz de recuperar las propiedades mágicas que le otorgaban no cabe aplicar la paradoxe sur le comédien de Diderot9•

8 Schechner realiza una muy debatida formulación a este respecto: 9 «Dicen que un buen actor es quien mejor se emociona, quien mejor

«Laurence Olivier no es Hamlet, pero no es tampoco no Hamlet: su re- se enfada. Para mí no. Será quien mejor imite la ira. Los actores impresio-
presentación se mueve entre negarse a ser otro (= yo soy yo) y la negación nan a su público no cuando se enfurecen, sino cuando representan bien el
de no ser otro(= yo soy Hamlet)» (Schechner, 1985: 123). enfado» (Diderot, 1957: 71).

142 143
Pero, entonces, ¿en qué consiste el papel del payaso? ¿Es un que resuenen en nuestro interior nuestros recuerdos de rarezas
papel de mera identificación? En realidad, la respuesta es no. liberadoras, de la risa liberadora del carnaval como inversión co-
Su papel está en la frontera entre el teatro, la improvisación y la lectiva y superación de roles (Bajtin, 1984: 217-220).
indecisión permanente entre el impostor y su apariencia. El pa-
yaso literalmente nace y vive en la distancia que separa ambos
cuerpos. Por un lado, él mismo constituye el límite de un distan- LA CIUDAD TEATRAL
ciamiento teatral que diluye las fronteras entre el teatro y el
mundo. De modo que el payaso es un acróbata de la suplanta- Si aceptamos la opm1on del historiador de la arquitectura
ción. Sabe cómo mantener el equilibrio en el vacío que emerge Manfredo Tafuri, el teatro del siglo XX parece haberse dedicado
entre la teatralidad y la vida. Quizá por eso mismo nos muestra con especial esmero a adentrarse en la relación entre lo que su-
la teatralidad de la vida al llevarla hasta sus extremos. Si todo es cede en el escenario y la vida en una megalópolis moderna.
teatro y, a la vez, todo resulta tan reconocible como la vida mis- Como dice con acierto, el escenario adopta la forma de una
ma, el payaso revela la condición de fugaz pretexto de la vida: «ciudad virtual» (Tafuri, 1990: 95-112). Era como un teatro mo-
nada ofrece la estabilidad de un significado inequívoco. Así, el derno que pretendía representar la intensidad de la experiencia
payaso se convierte en un objetor que no encuentra un lugar en metropolitana mediante la avalancha de estímulos que transmite
el que su objeción se convierta en una postura. al cuerpo humano ya sea adoptando una actitud afirmativa hacia
Debido a esto, el payaso invade el escenario del circo de un la vida metropolitana o criticándola de formas muy distintas.
modo muy concreto. Entra en él desde otro lugar; su entrada se No es una coincidencia, ya que la forma en que se representa
planifica con sumo cuidado. Mediante un truco, un gesto, un el cuerpo humano en el escenario desempeña un papel decisivo
estruendo el propio escenario se adentra en otro mundo. En pa- en todas las propuestas teatrales mencionadas anteriormente. El
labras de Starobinski, «su entrada en escena debe representar la intervencionismo de las vanguardias de principios del siglo XX
superación de las fronteras de la realidad» (ibid.: 139). ¿Acaso estaba marcado por la presencia de cuerpos que transmitían la
cabe ver en la importancia de la entrada en escena del payaso sensación de un nuevo ritmo vital a través de sus movimientos y
otra forma de subrayar su identidad «teatral» cerniéndose sobre formas. Desde las muecas nerviosas y frenéticas de la actuación
el umbral? ¿Podría ser que este peculiar revoltoso del escenario, dadaísta hasta las monumentales marionetas humanas del teatro
tan travieso que nunca llega a quedar atrapado entre los clichés de la Bauhaus, el cuerpo ya no es el campo en el que se produce
de los roles, aunque sus pautas de conducta deban ser reconoci- la búsqueda expresiva de una psique en concreto, de la psique
bles, nos ofrezca un modelo de relación entre el yo-el otro a que corresponde con el contenido de un rol; más bien da forma
través de su particular manera de vincular los mundos de la pa- a sensaciones comunes, sensaciones que pretenden representar,
radoja y de la intimidad? El payaso, al entrar en el escena, cruza reformar o incluso prefigurar en su desarrollo la experiencia me-
el umbral que nos separa, que separa al público de un mundo tropolitana.
distinto, dispar, un mundo de felicidad que es a la vez fantástico ¿Por qué adquiere el cuerpo un rol semejante? ¿Por qué la
y mundano 1°, puesto que, finalmente, el payaso puede provocar experiencia de la megalópolis se torna inmediatamente -y con

10
Kirsten Hastrup, en su análisis del teatro de Shakespeare en su bús- de vista distintos, entre entonces y ahora, entre este mundo y el otro dis-
queda de una teoría general de la acción humana (2004: 111), considera el tinto». «Los agentes sociales», destaca, «habitan, por lo general, un lugar
escenario como «el lugar de un pasaje», «un pasaje entre mundos y puntos de pasaje similar, un presente momentáneamente desconocido» (ibid.).

144 145
frecuencia dolorosamente- perceptible para el cuerpo de quien la y de sus acciones y movimientos corporales agresivos y provoca-
habita? La experiencia contemporánea de la multitud, que inun- dores. Inducían así una violencia indirecta sobre el público y
da las calles, las estaciones de metro, los grandes almacenes y los provocaban su reacción, mediante el nerviosismo y la intensidad
edificios públicos, la misma experiencia que define la relación de los inquietos. Lograban incluso «dirigir» la conducta de la
personal con la ciudad, es una experiencia de relaciones corpora- audiencia. La teatralidad de semejante peiformance permitía a los
les. El ritmo del movimiento de las masas, la proximidad forzosa, cuerpos descubrir y alabar la experiencia de la multitud, que sólo
y el cruce aleatorio de caminos constituyen el campo propicio la guerra era capaz de revelar en toda su crudeza: una experien-
para una conducta del cuerpo reflexiva que a ratos resulta hipnó- cia que convierte la proximidad forzosa en una condición del
tica. Si hemos de analizar la experiencia de la multitud como si se conflicto. En el «embalse de energía eléctrica» que es la multi-
tratara de una nueva convención social para manejar la distancia tud metropolitana en palabras de Baudelaire (Benjamín, 1983:
que se establece entre dos cuerpos, veremos que adopta una for- 132), los futuristas hacían saltar las chispas con el fin de que se
ma concreta de expresividad de esos cuerpos. La avant garde de produjera una conflagración mayor, orgiástica. Algunos llegaban
principios de siglo parecía explorar, explícita o implícitamente, a lanzarse a la multitud para provocar su reacción, incluso en un
precisamente la teatralidad de esta nueva convención reguladora momento en el que la aceptación de las experimentaciones futu-
de los encuentros entre los habitantes de la ciudad. ristas o su reducción a tendencia habían tornado más pasivo al
Detengámonos un momento en el caso de los futuristas, por público, que aquel que antaño arrojara con entusiasmo objetos y
ejemplo. En su manifiesto Teatro de variedades (Teatro di uarieta, verduras al escenario (Tisdall y Bozzola, 1984).
1913 ), Marinetti ensalza la técnica del shock capaz de destruir la El payaso y el protagonista de las acciones futuristas compar-
unidad espaciotemporal del escenario (Tafuri, 1 990: 98). Se insta ten la intención de la parodia. Como apunta Tafuri, también ca-
a la realidad de la metrópolis, aquí entendida como experiencia bría afirmar que el teatro futurista vuelve a poner lo grotesco en
excitante y de un ritmo intenso, a que fluya hacia el espacio tea- la escena del arte teatral (Tafuri, 1990: ?9). Sin embargo, si el
tral como un estallido. El caos no es más que una mezcla poli- payaso desarrolla la irresoluble suplantación de la identidad que
mórfica de fragmentos de vida. De este modo se canaliza una lo capacita para activar el humor y que el público se ría de sí
«corporalidad» (fisicofollia) (ibid.: 99) en la acción física sobre el mismo, el «payaso» paroxismal del futurismo tiene la intención
escenario, capaz de convertir la «locura» de la vida metropolita- de convertirse en crítico de su público. El payaso futurista no
na en un principio desmontador de todo sistema de valores. El introduce en el juego esa distancia que lo separa de su público,
cuerpo asume la responsabilidad de transmitir la intensidad y la como en el caso del payaso de circo, sino que gesticula para pro-
fuerza desestabilizadora de un ritmo vital contemporáneo (ibid.), vocar la abolición explosiva de la distancia como campo idóneo
en nombre de una afirmación estética del nuevo mundo, una para el encuentro, y transforma el escenario en un campo de
afirmación que abraza los elogios de los futuristas hacia el paisa- batalla metafórico o literal. Al cortocircuitar la proximidad for-
je industrial y su interpretación de la guerra como celebración. zosa de la multitud, los futuristas acababan proyectando el mode-
Los futuristas aplauden el movimiento, su aleatoriedad y carác- lo de una teatralidad de «la guerra», de la confrontación y no del
ter polimórfico. En las acciones futuristas, el cuerpo-como-mo- encuentro. Quizá ahí resida la razón que explica que lograban
vimiento supera toda estabilidad o certeza. expresar con certeza la propia experiencia metropolitana -que
Durante los encuentros futuristas, entre aquel pandemonio precisamente acaba anulando las distancias como lugares de en-
de ruidos y recitales, los propios creadores a menudo parodiaban cuentro-, y creaban a través de la proximidad situaciones de an-
la respetabilidad de sus propios roles a través de su expresividad, tagonismo y no de intimidad.
146 147
SO BRE VECINDADES Y PROXIM IDADES MAN EJABLES

La teatralidad de los encuentros es ante todo una teatralidad


de las distancias que permiten que se produzca el encuentro. La
absoluta «extrañeza» de la multitud (Simmel, 1997b: 74) expre-
sada, en su forma más pura, en la proximidad absoluta de un
metro abarrotado no permite, por lo general, movimientos de
acercamiento, sino más bien tan sólo reacciones nerviosas y hos-
tiles y gestos hipnóticos y sumisos. Ni las intersecciones forzosas
entre peatones y vehículos ni el cruce instantáneo de distancias
por medio de las tecnologías de la retransmisión en vivo y del
control remoto dan lugar a lugares de encuentro. La proximidad
forzosa que impone la multitud metropolitana que obsesionaba
a la ciudad de los siglos XIX y XX, como en la proximidad forzosa
de la telepresencia como obsesión de la expectativa distópica de
la futura «omnipolis» (Virilio, 1997: 74), se disipa la distancia
necesaria, que constituye el escenario de un encuentro entre dis-
Fig. 11. La vida en la calle-umbral (La Habana).
tintas instancias de alteridad.
Quizá debiéramos buscar un modelo de precaución hacia la
creación de distancias, precaución que parece imponer la pre- en la parada de un autobús, en la panadería, en el parque, etc.).
sencia del payaso sobre nosotros mismos y nuestras vidas, en un De modo que el barrio no es un lugar para el «tribalismo» mi-
mundo regido por una sabiduría antigua y reguladora que rige mético (Maffesoli, 1996) -como en el caso de las urbanizaciones
los encuentros propios de la experiencia vecinal urbana. De he- cerradas y homogeneizadoras-11, sino una red de espacios que
cho, las relaciones urbanas de vecindad entre los individuos y los crean las tácticas multiformes para el habitar.
grupos estaban reguladas por una red de relaciones de proximi- La estructura accidental de los encuentros es el resultado de
dad clasificadas. Además, en la propia figura del vecino hay reso- la intersección de rutas que toma la persona y que organizan una
nancias del concepto de vecindad; es decir, de la sensación de forma de habitar el espacio que es simultáneamente personal y
proximidad que da lugar a los encuentros. colectiva. «El barrio es así definido como una organización co-
En la vecindad, el otro se instala con su presencia en las fron- lectiva de trayectorias individuales» (De Certeau, Giard y Ma-
teras de una proximidad manejable. El otro no es necesariamen- yol, 1998: 15). Se aprende a vivir en el barrio a medida que se
te un conocido, pero es muy probable que llegue a serlo a través desarrolla y agudiza la capacidad para manejar las relaciones es-
de una intersección de movimientos capaces de organizar la vida paciales definidas por estas trayectorias: es preciso que cada cual
cotidiana en el espacio. Tampoco es el otro necesariamente un encuentre «un equilibrio entre la proximidad que impone la
extraño. Al participar en el mundo del barrio, nos convertimos configuración pública de los lugares y la distancia necesaria para
potencialmente en otros en una relación que podría ser transito- salvaguardar la vida privada de cada cual» (ibid.).
ria, accidental o incluso producirse con regularidad ( como en el
caso de los repetidos encuentros accidentales que se producen 11 Véase el capítulo l.

148 149
Fig. 12. ¿Salón de belleza o umbral callejero? (Salvador de Bahía, Brasil). Fig. 13. La acera transformándose en escena teatral (Nicosia, Chipre).

Esta «destreza», esta capacidad para hallar el punto de equili- del yo, revelan toda su diversidad al confirmarse de un modo
brio, implica la habilidad de apropiarse del espacio público del ba- ritual la sensación de participar en el universo de la vecindad. La
rrio en el que están incrustadas las trayectorias personales cada una corrección define una teatralidad de la conducta que no se orien-
con su propia singularidad. Los vecinos del barrio deben compor- ta hacia la confirmación de los roles y de las jerarquías, sino ha-
tarse de tal manera que resulten reconocibles al resto. Con ello se cia la negociación con las pequeñas o grandes diferencias que
sitúan en una red de intercambio de relaciones con el resto de ve- caracterizan al otro; negociación que será indirecta y que, en
cinos, en la que se desarrollan distintos grados de intimidad. La ocasiones, según Bourdieu (1977: 171 ), puede resultar equívoca;
consciencia y la gestión ingeniosa de los distintos grados de intimi- o, según Vernant (véase Vernant y Detienne, 1978), pretendida-
dad se basan en el control del grado de proximidad con los otros. mente calculada pero siempre oblicua y perifrástica.
Mayol sugiere que el reconocimiento de los otros se teje so- En este sentido, la teatralidad de la corrección, aunque ritual,
bre la base de la confirmación ritual de las reglas de la «correc- tiene la particularidad de las <<improvisaciones reguladas» (Bour-
ción» cuando reflexiona sobre el arte de la coexistencia en el dieu, 1977: 78). Los deseos se disfrazan de otra cosa, pero a la
barrio (ibid.: 18-23). La corrección define el grado en que los vez están secretamente sujetos a las normas implícitas y no ex-
modales, expresiones y movimientos corporales de todos pre- presables de la corrección. Los cuerpos aprenden a apreciar las
sentan un yo aceptable. En este sentido, como toda la teatralidad distancias. Por ejemplo, el saludo al dueño de la tienda del barrio
ritual, la vecindad normaliza la conducta. «La corrección es el conlleva su propia pequeña teatralidad del encuentro, como
rito de la vecindad» (ibid.: 19). Sin embargo, las tácticas especí- cuando nos encontramos fugazmente con el vecino cara a cara
ficas, de elección individual, en las que se apoya la presentación cada mañana, a la misma hora, camino del trabajo.
150 151
lidad ritual de la corrección no coincide con la estructura este-
reotípica de la cultura de masas. De Certeau ha incidido sobre
ello. Sin embargo, tal y como él mismo matiza, este recurso cul-
tural poético de la vida cotidiana no es tan sólo una cultura de lo
habitual capaz de «ocultar una diversidad fundamental de situa-
ciones, intereses y contextos bajo la aparente repetición de obje-
tos a los que recurre» (De Certeau, Giard y Mayal, 1998: 256).
La fundamental variedad de prácticas del habitar que suponen
un acercamiento al otro mediante la sabiduría perifrástica y crea-
dora de distancias propia de la teatralidad, depende de que sur-
jan acontecimientos que no pueden quedar reducidos a las nor-
mas de la reproducción social. Lo reconocible se compara con
aquello que no nos resulta familiar.
El barrio es un lugar que está potencialmente abierto al cam-
bio social y es siempre un escenario para transformaciones de
menor o mayor escala. Si la capacidad para «aproximarse a la
teatralidad» pudiera seguir siendo un elemento de su cultura, el
Fig. 14. Emigrantes creando sus efímeros umbrales urbanos (Atenas).
barrio permanecerá como un campo propicio tanto para la sín-
tesis como para las relaciones diferenciadoras. A'ií, el tan manido
Todas estas negociaciones múltiples de las distancias que ori- debate sobre la destrucción del tejido urbano contemporáneo no
ginan formas de relación diversas definen la vecindad como una supondría el desmantelamiento de la comunidad real o imagina-
espacialidad de umbral, de umbral entre la espacialidad de la ciu- ria de personas que se conocen unas a otras. Más bien denotaría
dad y la doméstica. Como un campo en el que se producen en- un cambio más profundo: el cortocircuito de la capacidad de
cuentros de naturaleza gradual y accidental (y, por lo tanto, de acercamiento a los otros como otros. Más allá del exotismo y
una repetitividad gradual), el barrio es un espacio en el que de la hostilidad y contra la asimilación de prácticas miméticas,
aprendemos a transformar las distancias en puentes controlados la teatralidad de la corrección nos revela el arte para fomentar la
que tendemos hacia otros; aprendemos a administrar nuestras diferencia mediante unas prácticas que entretejen continuamen-
relaciones con los otros como relaciones de vecindad. En con- te el tejido de la vida en común.
traposición a la proximidad forzada de la multitud metropolita-
na, el barrio genera las condiciones propicias para que se pro-
duzca el encuentro propio de la vecindad, y así la distancia se
convierte en un prerrequisito para la construcción de relaciones.
El barrio no ofrece la sabiduría necesaria para el habitar -la
necesaria para gestionar las distancias propias de la vecindad-
para que tan sólo se reproduzca un mundo cerrado en el que no
pasa nada. El barrio es un lugar de nacimiento para los aconteci-
micntos pequeños y grandes. Tiene su propia historia. La teatra-
l S-2 153
CAPÍTULO VII

Identidades y rebelión en las heterotopías


zapatistas

Asumir que las identidades individuales y colectivas definen a


los miembros de una sociedad no equivale a pensar en la socie-
dad como una mera clasificación de etiquetas, como un grupo de
entidades invariables que se nombran. Las identidades aparecen
y desaparecen, se proyectan en el antagonismo social; lo expre-
san, lo difractan o lo encubren. Es preciso imaginar las identi-
dades como producto de las relaciones sociales y no como pre-
condición para ellas. Por lo tanto, habremos de considerar su
construcción como un proceso en desarrollo y abierto al cambio
y a la confrontación.
Precisamente porque lo que está en juego cuando se crean o
anulan determinadas identidades es la duración, la confirma-
ción o incluso la superación de las relaciones sociales, no es
posible imaginar unas políticas insurgentes ajenas a las condi-
ciones sociales que rodean al nacimiento de identidades especí-
ficas. Si un individuo o grupo se reconoce en unos rasgos defi-
nitorios con un horizonte de promesa de continuidad, preservar
dicha continuidad demandará actos de asertividad y de repro-
ducción. Las políticas disidentes abonarán el terreno para la
negación de las identidades dominantes precisamente median-
te su ataque a dicho continuismo y el desafío a una reproduc-
ción autoevidente.
La manifestación y reafirmación de una identidad se produce
a través de acciones socialmente significativas: una identidad tie-
ne sus consecuencias y se produce como consecuencia. En este
sentido, la existencia de las identidades depende de su performa-
tividad y, por lo tanto, son elementos activos de la condición
social: interactúan con las relaciones sociales y literalmente sur-
gen cuando se despliegan esas relaciones.
181
Esta argumentación no equivale a decir que las identidades De modo que enfrentarse a lo existente o -mejor aún- defen- i¡ 1

puedan surgir y desaparecer en cualquier momento. Tampoco der un sueño de emancipación y autodeterminación no significa
que hoy por hoy -cuando en nuestras sociedades las relaciones meramente desconfiar de las identidades establecidas, sino tam-
sociales se expresan en un entramado de relaciones personales su- bién reconocer la necesaria conexión entre la producción de iden- ¡:,11
mamente complejo-, cada una de nosotras seamos poco más que tidades y la reproducción social. 1

una entidad amorfa que amolda sus características a los distintos Esta es la consciencia que parece recorrer el discurso y las
entornos sociales en los que se encuentre temporalmente. Los acciones de un movimiento contemporáneo que se opone a la
1

«sociedad del dinero», como la denomina el movimiento. Los 'I U


mecanismos de dominación siguen imponiendo identidades tan
1

reconocibles como perdurables. Siguen clasificando, prejuzgando zapatistas, los y las rebeldes del México moderno, irrumpen en
y jerarquizando. No obstante, la reafirmación de estas discrimina- el horizonte del orden capitalista internacional en nombre de la
ciones no es automática sino activa. Se produce mediante acciones emancipación de todos a quienes les es negado el derecho de
y prácticas «performativas» de las relaciones sociales. autodeterminación, y no en nombre de una identidad colectiva
La adopción de esta perspectiva en el debate sobre las identi- que pretende reafirmarse. Muchos se apresuraron a clasificar
dades difícilmente puede acompañar a la certeza con la que anta- este movimiento como una fase más de las luchas por la defensa
ño se expresaban las políticas de negación de la sociedad específi- e institución de una identidad indígena oprimida. Desde los días
ca, la certeza de que los dominados habrán de reaccionar en del colonialismo clásico hasta el colonialismo propio de la glo-
nombre de su propia identidad colectiva. Si las identidades socia- balización de la actualidad, han sido numerosos los movimientos
les nacen y viven en condiciones de desigualdad conflictiva y, por de liberación de todo cuño que han pretendido dar protagonis-
tanto, se imponen como resultado del predominio de un grupo mo a las identidades colectivas como formas de autodetermina-
de individuos sobre otro, como mínimo resultaría desconcertante ción. Sin embargo, el movimiento zapatista no demandaba la
que en el enfrentamiento, los segundos apelaran a aquello que les reafirmación de la identidad maya contemporánea. Más bien al
es atribuido y que los relega a una condición que precisamente contrario, consideraban que la población maya de hoy hallaría
los define como los sometidos. Siguiendo esta argumentación, expresión moderna en un México que incluye a muchos otros, 1,,1

entonces las identidades serían «neutras», es decir, caerían fuera en un mundo en el que «los de ahajo» intercambiarían experien- 11

del campo de la dominación en el caso de que llegaran a describir cias y sueños de igualdad y justicia. i,11

a los individuos y a los grupos en términos «instrumentales»: los 111

trabajadores son las personas que trabajan, las mujeres tienen I, 1'1


I',
unas características biológicas específicas, los inmigrantes son las Los SIN ROSTRO
personas que se ven obligadas a dejar sus lugares de origen, etc. li'I

El discurso y las prácticas políticas del movimiento zapatista i l¡


Sin embargo, una estructura de dominación históricamente espe-
1,1, ,

cífica denominará a algunas personas como trabajadoras y defini- surgen en un momento y espacio que estuvo marcado por el
H 1

rá las condiciones de sus actividades, sus características, sus dere- encuentro al menos entre dos mundos. En el estado mexicano
chos, aspecto, discurso, sueños y formas de vida. La identidad de de Chiapas se produjo el encuentro entre un pequeño grupo de 1!1

una mujer, como en el caso de cualquier otra identidad generiza- rebeldes marxistas, más o menos afines a las características y for- 11·1

da, tiene un significado social, está definida por su performativi- mas de pensar de las guerrillas armadas latinoamericanas, y las i!
dad, que la describe y normaliza; se le impondrá unas obligacio- comunidades indígenas de la zona, integradas en su mayor par-
nes y se moldeará su conducta. te por personas que habían abandonado sus pueblos huyendo de

182 183
1
'l !!
1 il:11

La insurrección zapatista se decidió desde las propias comu-


nidades. No se trataba de que un ejército libertador actuara en
su nombre, sino que ellas mismas integraban el ejército y este
garantizaba su defensa. El EZLN transformó en acción, a las
órdenes de las comunidades y en nombre de un objetivo común,
ese sentimiento de «¡Ya basta!». La insurrección zapatista con-
densa las particularidades de su política, que se basa en la pre-
gunta, interrogar a quienes la apoyan y hacer política tanto en
los grandes como en los pequeños momentos de la lucha. Se
trata de una manera de hacer política que pretende combatir las
injusticias sin reproducirlas, que rechaza dejarse llevar por la ló-
gica de la violencia, la disciplina y la jerarquía que define a todos
los grupos y experiencias armadas en su lucha por una sociedad
más justa. Con su declaración constante de que van armados 111 1

contra su voluntad, destruyen toda perspectiva de que un ejérci-


Fig. 19. Encuentro con «los sin rostro» (Chiapas, México). [NB. Todas to se convierta en el medio o en el modelo para una nueva so-
las fotos de este capítulo pertenecen al archivo de la campaña, llevada a ciedad. A su vez, precisamente porque esa forma de hacer políti-
cabo por el Colectivo Griego de Solidaridad con los Zapatistas, «Una
Escuela para Chiapas»],
ca no se basa en la idea de una vanguardia o paradigma que haya
que seguir sino que extrae su fuerza de la resistencia cotidiana que
queda sintetizada en la reivindicación-objetivo de «dignidad»,
las autoridades corruptas locales (Gossen, 1999: 262). Así, los re- en el ámbito tanto individual como colectivo1• Estas particulari-
beldes se toparon con una estructura de vida comunitaria que se dades de su forma de hacer política no son rasgos constitutivos
asemejaba a su manera de entender la democracia y la emancipa- de un tipo específico de persona a la cual defender. Más bien son
ción; aunque, no obstante, ponía en cuestión algunas de sus cer- constitutivas de un campo en el que pueden emerger distintas
tezas sobre la vanguardia, la revolución y los sujetos sociales. Las figuras como subjetividades para un nuevo mundo.
formas de resistencia colectiva indígena, el principio de organiza- No obstante, ¿en qué se diferencia el levantamiento zapatista,
ción interna de las comunidades basadas en el dogma de «mandar con base en las comunidades indígenas de Chiapas, de otros le-
obedeciendo», una concepción del mundo que tiende puentes vantamientos indígenas, de otras insurrecciones que reivindican
entre enormes distancias entre el pasado y el futuro a un ritmo sus derechos? Ciertamente, desde el inicio de la rebelión los de-
que habla de generaciones y no de trayectorias personales, todos rechos de los indígenas en México han sido una de las demandas
estos elementos modificaron la manera de pensar y los proyectos fundamentales. La mecha que prendió la llama de su «¡Ya has-
políticos del grupo. Sobre todo aprendieron a escuchar, a esperar, ta!» fue la amenaza de que se aboliera el derecho reconocido
a respetar las particularidades de los oprimidos basadas en sus constitucionalmente a la propiedad colectiva de las tierras co-
experiencias cotidianas de resistencia. Por otra parte, los indíge-
nas estaban imbuidos de ideas relacionadas con la emancipación 1 «¡Resistiremos! ¡Tenernos dignidad! Si la dignidad del pueblo mexi-
humana a escala global y empezaron a entender los mecanismos cano no tiene precio, ¿de qué nos sirve el poder de los poderosos?» (Mar-
que componen el mundo del capitalismo globalizado. cos, 2002: 50).

184 185
munales (ejidos), en coherencia con la lógica impuesta por el obrero desempleado ... En fin, Marcos es un ser humano, cualquie-
tratado de libre comercio de América del Norte (Nafta). No ra, en este mundo. Marcos es todas las minorías intoleradas, opri-
obstante, los zapatistas, en su defensa de las poblaciones indíge- midas, resistiendo, explotando, diciendo: «¡Ya basta!». Todas las
nas mexicanas, reivindicaban los derechos de todos los oprimi- minorías a la hora de hablar y mayorías a la hora de callar y aguan-
dos. Y vieron en la diferencia ignorada, silenciada y a menudo tar. Todos los intolerados buscando una palabra, su palabra, lo que
ultrajada de los indígenas el epítome de toda diferencia (Lasca- devuelva la mayoría a los eternos fragmentados, nosotros2•
no, 2002: 13) que se destruye desde el poder a no ser que encaje
en los términos universales de «la sociedad del dinero». Las par- El debate moderno sobre el valor de la diferencia y la particu-
ticularidades de los y las indígenas en relación con su lengua, laridad de que no pueden quedar reducidas a la norma general
civilización, historia, cultura política y valores no se convirtieron tiende a describir la sociedad como un campo complejo de dife-
en una bandera defensora de un universo cerrado, sino que eran renciaciones. Sin embargo, los zapatistas no se limitan a confir-
un componente necesario para un mundo lleno de riqueza que mar que las diferencias en efecto existen, las visibles y las opri-
estaba siendo destrozado por el capitalismo. midas, también piden que se produzca un encuentro entre las
«Todos los movimientos rebeldes son movimientos contra diferencias3• De ahí que las demandas indígenas no quedaran
la invisibilidad», como afirma Holloway (Holloway, 2002: 156). condensadas en un único eslogan como, por poner un ejemplo,
Y esa era la característica general que los zapatistas destacaron «luchemos por un nuevo Estado maya», sino más bien en un
en su defensa de «los sin rostro», de los que literalmente ni tan «nunca más un México sin nosotras» (que además fue el princi-
siquiera existían para el Estado mexicano, ignorados, condena- pal lema de la marcha hacia Ciudad de México en febrero de
dos a la invisibilidad, a la imposibilidad de expresar y exigir 2001). Antes de que emergiera el zapatismo, pudiera parecer que
aquello que les es constitutivo y que supera los valores y priori- el movimiento indígena agrario se identificaba completamente
dades de la sociedad que les niega. Los indígenas «sin rostro» con la defensa de una identidad indígena común y característica.
son en cierto sentido los oprimidos anónimos por excelencia. Marcos describe la Unión de Ejidos Kiptik creada en 1975 du-
Como mónadas desprovistas de sus características, en realidad rante el Congreso Indígena como unos «fundamentalistas» que
integran las masas que hacen funcionar el mecanismo de la so- pretendían articular una identidad indígena cerrada en torno a
ciedad, que ofrecen sus fuerzas tanto en el puesto de trabajo las diferencias internas y contra todas las demás".
como en el campo de batalla. La crítica posmoderna a los «grandes relatos» no significa
De modo que se trata de discurso y práctica por la defensa de necesariamente que se arrase con el sueño colectivo de una so-
la diferencia individual y colectiva. El subcomandante Marcos lo ciedad justa. En el caso del discurso y la praxis zapatista, dicha
resumía de manera ejemplar en una de sus famosas posdatas en crítica tiene un efecto liberador de las constricciones que impo-
un comunicado del EZLN:
2 Comunicado de Marcos, 28 de mayo de 1994. Traducción parcial del
Posdata de la mayoría disfrazada de minoría: Marcos es gay en texto, en Taussig (1999: 264).
San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa ... , palestino 3 «Somos la rebelión de la heterogeneidad contra la homogeneización,

en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en la revuelta de la diferencia contra la contradicción», afirma Holloway en
apoyo al movimiento multiforme creador de «grietas» en el orden de do-
Neza, rockero en CU, judío en Alemania ... , artista sin galería ni
minación capitalista (Holloway, 2010: 220).
portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colo- 4 Véase Cal y Mayor (2002: 162 y 216) para más información sobre los

nia de cualquier ciudad ... , campesino sin tierra, editor marginal, sindicatos de Ejidos.
186 187
ne adaptar la acción «de los de abajo» a un modelo jerárquico y utilizaban, tampoco el Che y sus compañeros de lucha. En el caso
transhistórico. Así, apelar a la diferencia en este caso no supone de los guerrilleros y los portavoces del EZLN el pasamontañas ha
entonar el himno del consumo como reafirmación del indivi- adquirido un poder simbólico perfectamente compatible con sus
dualismo, sino que se convierte en una medida para culminar el peculiaridades políticas. Marcos apuntaba algo sobre esta inten-
sueño de la emancipación, un medio para abordarla. Si se en- cionalidad simbólica: «La máscara como símbolo no es fruto de la
tiende la liberación de la humanidad como un mundo que enca- planificación, sino de la lucha ... A nosotros nadie nos miraba
jaría en otros muchos mundos, la conquista del futuro sería una cuando teníamos el rostro al descubierto. Ahora nos están viendo
lucha que encajaría en muchas luchas distintas. porque tenemos el rostro cubierto» (Montalbán, 2001: 112).
La Sexta Declaración de la Selva Lacandona incluye una ini- La máscara zapatista no disfraza ni encubre. Más bien es em-
ciativa pública por parte de los y las zapatistas para aunar resis- blema de la unidad «de los de abajo»; de todos quienes, siendo
tencias y luchas contra el horror que impone el neoliberalismo. diferentes, son «la gente común, es decir, rebeldes». Los opri-
Su propuesta a favor de «un programa nacional de luchas» pre- midos proyectan sus rostros invisibles a través de esta máscara
tende ser una «propuesta alternativa de izquierdas» a construir que los despersonifica. Aparecen ante la historia no como perso-
«desde abajo y para los de abajo». Con la frase de «les pregun- nas definidas, sino como personas que son visibles e invisibles a
taremos por sus vidas, por su lucha, su opinión sobre lo que está la vez, que están presentes en unas luchas que les conceden la
aconteciendo en nuestro país y cómo evitar que nos doble- única identidad capaz de incluirlos sin arrasar con sus diferen-
guen», se reafirma la ética política zapatista que rechaza el pa- cias: la identidad del y la rebelde. «Nombre tenemos nosotros,
pel de una vanguardia o liderazgo para encabezar un movimien- los olvidados ... Tenemos, también, la esperanza de que, así como
to tan diverso 5• recibimos nombre, estos hermanos, ustedes, nos den mañana
rostro». Con estas palabras se dirigía la Comandancia General
del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN a
LA MÁSCARA sus «hermanos y hermanas», a los pueblos del mundo".
La despersonalización de la máscara que, lejos de homogenei-
La enigmática frase de «para que nos vean, ocultamos los ros- zar, origina lugares de encuentro tiene una esencia ritual. Mar-
tros» resume el concepto zapatista de política: una política para la cos se muestra constantemente sarcástico frente a los que se pre-
defensa y el descubrimiento de los «que no tienen rostro» en esta guntan por su verdadera identidad y afirman que la oculta para
sociedad. Con ello los rebeldes cubiertos con pasamontañas ocul- no perder su poder de seducción. Él responde que es una cues-
tan conscientemente sus rostros y con ello asumen el lugar de los tión de estilo, y que él y sus compañeros comandantes ocultan
invisibles privados no sólo de visibilidad sino también de su papel así su fealdad. Con esta postura, Marcos consigue revertir la
en la vida pública. Como muchos han destacado ya, la fijación adoración dominante por el rostro, como si volviera contra sí
zapatista por utilizar el pasamontañas trasciende la mera necesi- misma la propia proyección ritual occidental de convertir el ros-
dad de protegerse de la represalias de sus enemigos oficiales o tro en el centro de la identidad personal.
paramilitares. Ni Zapata y sus compañeros revolucionarios los
6 Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General

Véase http://enlacezapatista.ezln.org.mx/sdsl-es/. La declaración está del EZLN, «Grande es su fuerza de ustedes si una se hace», comunicado
asimismo accesible en inglés en: https://webspace.utexas.edu/hcleaver/ del 12 de marzo de 1995 [disponible online en http://enlacezapatista.ezln.
www/SixthDeclaration.html. org.mx/1995/03/12/grande-es-su-fuerza-de-ustedes-si-una-se-hace/].

188 189
Lo que descansa tras las palabras de Marcos es que existe un conquistadores no tenían suficiente poder como para menosca-
mundo profundamente enraizado en el pasado indígena que bar las identidades indígenas, dado que estas emergían y se pro-
dota a la máscara de un poder mágico. No se trata de que los ducían en torno a una fe que permanecía oculta.
zapatistas adoptaran interpretaciones y simbolizaciones indígenas Es interesante destacar que este componente necesario de la
del mundo con el fin de persuadidos para apoyar el movimiento; identidad que es externo al individuo, el alma-animal consustan-
más bien, fueron los propios habitantes de las comunidades de cial, marca un destino. No se trata de una metafísica teleológica
Chiapas que integran el Comité Clandestino Revolucionario In- para normalizar la conducta de la población indígena maya, sino
dígena, los mandos del EZLN y todo elemento del movimiento más bien una preocupación por adaptarse a las condiciones ex-
zapatista los que llevaron su cultura al encuentro con el discurso ternas -que junto con el yo conforman una entidad-; una preo-
emancipador occidental. Su sabiduría colectiva se correspondía cupación que genera un comportamiento recatado. En la cultura
con una relación con el mundo abierta a la diferencia, a la con- indígena no se enaltece la importancia del rostro como si equi-
ciencia de que las identidades nacen de la relación con los otros, valiera a un rasgo de la personalidad, al contrario de lo que suce-
que se adhieren a las personas y a los grupos en el largo trayecto de en Occidente, donde hay una auténtica adoración al rostro.
por el mundo y que están constantemente puestas a prueba. El rostro es la esmerada expresión de la persona a la que carac-
La cultura indígena, exiliada a la fuerza de los asuntos tanto teriza, sin por ello revelar la relación secreta con el mundo exte-
religiosos como laicos por los conquistadores, se vio obligada a rior que la constituye. Así, la sociedad se sitúa por encima de los
permanecer oculta y, aunque sus prácticas quedaron invisibiliza- individuos no porque sea un elemento homogeneizador, sino
das, fueron tejiendo formas de resistencia colectiva. Para los des- porque ofrece la seguridad de su diferencia; una diferencia guar-
cendientes indígenas de los mayas, toda persona va acompañada dada en secreto, frágil, vulnerable a las fuerzas externas, articu-
de un alma consustancial y poderosa. Esta alma corresponde, ladora de destinos personales que cada cual debe hallar sin con-
por lo general, a un animal en el que la persona puede transfor- siderarse superior a las demás. Es esta la raíz de la moderación
marse por parentesco absoluto, hasta ganarse su poder y su apo- expresiva de los indígenas, de la cuidadosa «despersonificación»
yo (Gossen, 1999: 228; Taussig, 1999: 247). La relación de cada en sus manifestaciones públicas y, de igual manera, la protec-
quien con el animal-alma (nahual) determina en buena parte la ción de los notables de la comunidad de una potencial arrogancia
propia identidad y puede interferir con los vínculos entre los autoproyectada. De hecho, cabe interpretar la máscara zapatista,
diferentes individuos de una sociedad. En esencia, el nahualismo despersonificadora de la función de liderazgo, como resultado
es un sistema de relaciones que regula la reproducción social y el directo de la concepción indígena del rostro. Expuestos como
control de la comunidad. Por eso mismo interfería y mantenía estaban a la intervención malintencionada de sus enemigos, los
secretamente su continuidad a lo largo de aquellos años de resis- líderes indígenas debían rechazar sus rasgos personales para así
tencia silenciosa contra los conquistadores (Gossen, 1999)7. Los gobernar obedeciendo, no como líderes sino como los siervos
mediadores de una comunidad (ibid.: 261).
7 La fuerza ritual de la máscara que despersonifica está profun-
Esta forma de resistencia ha aludido sistemáticamente a una identi-
dad cultural común a la par que incorpora elementos de la cultura domi- damente arraigada en la actitud colectiva del pueblo indígena,
nante de los colonizadores, situándolos en contra de la represión, como el
caso de la religión cristiana. Como observa June Nash, «la dialéctica de la
continuidad relacionada con la capacidad para adoptar cambios que permi- que permita al primero incorporar los valores culturales más avanzados, o
tan a los mayas seguir siendo ellos mismos, supone un alejamiento del modernos, de Occidente, pero sin ofrecer posibilidad alguna a una intro-
discurso indigenista, que asume una fusión de las culturas indígena y ladina ducción de los rasgos indígenas en la modernización» (Nash, 2001: 236).

190 191
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mediadora en sus relaciones con otros y en su relación con la fuerza multiplicadora como negación del rostro. La transforma-
comunidad. En la medida en que esa mediación expresaba tanto ción de los rebeldes depende de su capacidad de conquistar los
resistencia como toda una cultura política enfrentada a la discri- rostros de los que los poderosos les han desposeído. Son rostros
minación de los dominados por parte de sus dominadores, se que no reflejan el verdadero interior, como querría la mitología
asentó en una visión comunitaria emancipadora. Los caciques occidental de la cara como espejo del alma; son rostros que re-
corruptos, los potentados que colaboraban con el Estado que ha- flejan el exterior, rostros que nacen en la encrucijada de la creen-
bían vendido los derechos del pueblo, eran considerados como cia nabualica, en la intersección de una entidad extracorporal
los culpables precisamente de esa arrogancia que implica que lo consustancial con la creencia en un mundo diverso, justo, y lugar
personal, entendido como interés personal, hubiera reemplazado de encuentro entre particularidades emancipadas.
al carácter impersonal del dirigente que gobierna obedeciendo. Esta revelación permitió que emergiera un escenario inespe-
La fuerza ritual de la máscara se revela con claridad a través rado para la teatralidad de una política orientada a demoler los
del acto de desenmascararse, de quitarse la máscara. El Estado fundamentos del prejuicio esencialista con el que la sociedad
mexicano divulgó unas fotos de quien pensaban que era Marcos, moderna ha logrado asfixiar el imaginario de muchos de quienes
en un intento por atacar el movimiento y desprestigiarlo tanto a se han vuelto en su contra. «La manipulación colectiva de sím-
escala local como internacional. Desprovisto de su máscara, el bolos, ya sea de uno u otro lado, conlleva una representación
legendario Sup no era más que el hijo de un humilde vendedor teatral», afirma Marcos (Montalbán, 2001: 133). El propio de-
de muebles ambulante. ¡Demasiado confiaba el Estado en el im- senmascarado se convierte inesperadamente en director de esce-
pacto que tendría revelar, y por tanto desmitificar, la identidad na del desenmascaramiento: fue el Estado el que quedó en evi-
del presunto «líder» de los rebeldes! No había pasado ni una dencia al demostrar que, detrás de la máscara colectiva, estaban
semana desde aquel día de 1995 cuando miles de personas toma- «los sin rostro» y no un «conspirador» mexicano en concreto.
ron las calles de Ciudad de México y de Chiapas para gritar: Una vez más, Marcos puso de manifiesto la teatralidad de la
«[Todos somos Marcos!». A nadie le parecía relevante la cara máscara por medio de una alegoría. La representación tuvo lu-
que se ocultaba tras la máscara, sólo a quienes se empeñaban en gar en la Convención Nacional Democrática que organizó el
aplastar el movimiento que representaba. El propio Marcos lo movimiento zapatista en agosto de 1994, en la Selva Lacandona,
dijo: «Lo que está en juego es qué es el subcomandante Marcos, zona bajo su control: «En la intimidad, el Sup [Marcos] hace una
y no quién era» (Mertes, 2004: 15). Así, reducía su papel al de seña ... y todo el mundo, incluido el propio Sup, se retira el pasa-
mera mediación. «Marcos como mediador, traductor, una ven- montañas, Aparece una multitud de aguerridos marineros; el
tana que te permite asomarte y ver el mundo interior, o mirar Sup tiene un parche en el ojo derecho y empieza a moverse co-
desde dentro al mundo exterior. Lo que pasa es que las ventanas jeando ostentosamente con su pata de palo». El comunicado lle-
están sucias ... El pueblo se ve reflejado en el cristal y ese es el va como firma: «Pirata sin rumbo, profesional de la esperanza,
momento en el que Marcos se convierte en un símbolo y se con- transgresor de la injusticia ... , el hombre sin rostro y sin mafia-
vierte en lo que el pueblo desea ver» (Le Bot, 1998: 190). na» (Taussig, 1999: 256-257).
Al contrario de lo que pensaban quienes estaban en el poder, El rostro eliminado junto con la máscara es a la vez un medio,
al retirarse la máscara, no se revela a la persona. Detrás de la un pasaje que muestra el camino, un destino incierto. La teatra-
máscara está el vacío, un espacio abierto para que los rebeldes lidad del desenmascaramiento demuestra que lo que se desvela
puedan verse a sí mismos. La máscara es la expresión de la cara está en otro lugar. La esencia de la despersonificación a través de
colectiva, múltiple, de los de abajo. Así, la máscara adquiere una la máscara aparece en el momento del desenmascaramiento que,

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más que identificar, suma diferencias (ibid.: 263). La máscara no El Estado y su personal, cuyas caras acostumbramos a ver en las
ocultaba una identidad, sino que desvelaba una referencia colec- noticias, se presentan ante nosotros con rostros que son en reali-
tiva que implicaba a muchas personas diferentes. La máscara dad máscaras. Los disfraces del Estado son engañosos; su inten-
apuntaba hacia algo que trascendía el rostro de quien la porta- ción es engañar a los dominados. Los espejos distorsionadores del
ba. Apuntaba hacia la emergencia de los rostros de todos quienes poder representan personalidades que se supone que se preocupan
reivindican su emancipación de una sociedad que se empeña en por los demás. Si las máscaras personificadoras de los rebeldes tie-
identificar, controlar por medio de la clasificación y definir. nen capacidad para visibilizar y descubrir, las de los dirigentes sir-
El acto de desvelar conduce a una revelación, a un descubri- ven literalmente para ocultar. Y, cuando los burócratas-políticos
miento. Por eso la máscara conserva su calidad de símbolo inclu- toman el escaparate desplegado por el Gobierno, sus rostros que-
so cuando se la retira simbólicamente. ¿Des-cubrimiento? ¿O dan congelados bajo una misma fachada homogeneizadora. Cuan-
más bien se trata de un disfraz que nos muestra el camino hacia do los negociadores del Gobierno se negaron en un principio a
el surgimiento de un nuevo mundo? No se trata de llamar a filas tener como interlocutoras a personas enmascaradas, la respuesta
a las identidades oprimidas, tan humildes e irrelevantes como la de los y las zapatistas fue: «Pero si es el Estado el que siempre
del hijo de un vendedor ambulante de muebles, sino del naci- lleva máscara» (Taussig, 1999: 134). «La cultura de la resistencia
miento de la identidad de los y las rebeldes, humildes pero a la es una respuesta a la conspiración de las máscaras», afirma Mon-
vez infinitamente ricas. La máscara torna posible la identidad, talbán (2001: 32) al respecto de este texto. «Silenciosos, estos in-
no la oculta puesto que no hay rostro alguno detrás de ella que dígenas ven y son vistos», prosigue el texto. «Tras el silencio, ape-
represente una identidad, sino muchas caras que daban a luz dis- lan al barco, al arca de Noé, a una Torre de Babel navegable, un
tintas identidades8. reto absurdo e irrelevante para quien la tripula y dirige, ¡un mas-
En las antípodas de esa máscara que despersonifica para dar carón en la proa que alumbra un pasamontañas! Sí, un pasamon-
visibilidad a quienes no tienen rostro, están las máscaras del Es- tañas revelador, un silencio que habla» (Marcos, 2004: 204).
tado. En 1998, tras un largo periodo de silencio por parte de los Es así como la máscara de apariencia impersonal, la máscara
zapatistas, en su texto «Arriba y abajo: máscaras y silencios» de la «horizontalidad ritual» de los rebeldes, puede adoptar la
(Marcos, 2004), se retrata a los dirigentes con unas máscaras que forma del nuevo rostro que desvela, que torna posible la existen-
ocultan la brutalidad de sus políticas tras disfraces engañosos. La cia de las nuevas identidades de «los de abajo».
vida política de la nación «se ha convertido en un baile de más-
caras volátil». «El mayor traficante de la soberanía nacional, con
su máscara de chovinismo» (Marcos, 2004: 325), se dispone a CUALQUIER ROSTRO
perseguir y hostigar extranjeros, afirmaba Marcos en su descrip-
ción del presidente del país. «Detrás de su máscara macroeconó- Agamben afirma: «La cara es el único lugar para la comunidad,
mica se esconde un modelo económico» (ibid.) que oculta la cara la única ciudad posible» (Agamben, 2000: 91). El mito de la civi-
de una economía que hará aún más pobres a los que ya lo son. lización dominante central-occidental considera que la cara es el
bastión de la subjetividad. En un mundo en el que los destinos
8
individuales conducen a las mayorías hacia la humilde derrota y la
«Marcos ha inaugurado un espacio de intersubjetividad, de relacio-
nes interculturales entre una multiplicidad de yoes y de otros capaz ele unir decepción, a unos pocos a la adquisición de poder y riqueza, la
a personas de todo el mundo en torno a un movimiento revolucionario cara aparece como emblema de una promesa. Conviértete en lo
"posmoderno" sin precedentes» (García, 2001: 172). que eres; como se decía en un anuncio, «Conviértete en ti mis-
194 195
esta o aquella biografía, sino quedarse en el así, su singular exte-
mo», que significa «conviértete en lo que nos gustaría que fueras
rioridad y su rostro entrarían por primera vez en una comunidad
para que compres lo que nos interesa». Ante el absurdo que supo-
ajena a las presuposiciones, sin sujetos; en una comunicación en
ne una personificación que establece categorías, ante la ilusión de
la que no habría lugar para lo incomunicable» (ibid.: 65).
poseer características personales y particularizantes encubridoras
Sin embargo, no es seguro que la comunidad en ciernes logre
de la subjetivación como dimensión productiva del poder, la cara
distinguirse por el grado de pertenencia, sin que previamente
sigue siendo la parte más evidente de toda identidad individual.
tenga que reducirse a determinadas precondiciones definitorias
La magia política de los rebeldes indígenas permitió al movi-
de sus miembros. La resistencia contra la identificación esencia-
miento zapatista mostrar que el rostro puede ser emblema de
lizadora de los individuos sociales no debería ignorar la histori-
una resistencia colectiva que deja espacio a la diferencia. En este
cidad de cada lucha contra las identidades en las que los dirigen-
sentido, es posible provocar el encuentro explosivo entre su cul-
tes quieren atrapar a los gobernados. Tan sólo las políticas de
tura política y el pensamiento inquieto y militante de Agamben.
los insurrectos son capaces de abrir los distintos caminos por los
La política ocupa en este hilo argumentativo un lugar expuesto,
que puede transitar la formación de identidades colectivas, más
mas no como al uso de los hombres famosos que nos presentan
allá de las especificaciones de cualquier poder.
unas personalidades paradigmáticas en sus actos públicos. Agam-
En su confrontación multilateral con la dominación capitalis-
ben, al mencionar «cualquier singularidad», se refiere a esa nue-
ta globalizada, con el «mundo monetario» como lo llaman, es
va figura política que representa la perspectiva de una «comuni-
posible que los zapatistas estén esbozando el perfil de una comu-
dad en ciernes» (Agamben, 1993). Su dimensión emancipadora
nidad en ciernes. La riqueza de la experiencia de las comunidades
descansaría en que, en esta comunidad, se produce la acción y la
insurgentes les ha permitido constituir una forma de autonomía
unión de individuos cuya diferencia no los personifica como in-
que no cae en la trampa de erigir las fronteras que delimitan el
dividuos en el sentido que se le otorga en la cultura dominante,
dentro y el afuera. Una identidad colectiva atrincherada en un
ni los reduce al anonimato homogeneizador de una comunidad
que no tolera ni diferenciaciones ni particularidades. En un perímetro espacial y político.
Los Municipios Autónomos Rebeldes surgen a raíz de lama-
mundo en el que no tiene sentido seguir buscando «identidades
terialización práctica de la defensa y de la protección de las tie-
apropiadas» ya que la individualidad es ya de por sí una cáscara
rras indígenas, de la cultura, de los derechos y de la riqueza
vacía, Agamben nos anima a imaginar «la singularidad sin
natural de los pueblos indígenas!". Su organización se basa en la
identidad--". Afirma: «Si los humanos pudieran ... no ser-así en

tras que, a la vez, abonan el terreno para la creación y apropiación colecti-


9 Hardt y Negri proponen el término «singularidad» para abordar las
va de lo «común» (entendido tanto en términos de riqueza común como
deficiencias del término «identidad». Para ellos, la singularidad se define y
de gestión colectiva y democrática de dicha riqueza).
orienta hacia la multiplicidad y «siempre se implica en un proceso de con- JO «Los zapatistas y quienes los apoyan desde la sociedad civil promul-
vertirse en diferente» (Hardt y Negri, 2009: 338-339). Hardt y Negri gan los fundamentos para una convivencia pluricultural basada en sus ex-
comparten con Agamben la voluntad de conceptualizar la «ca-pertenen-
periencias como entidades indígenas diferentes que habitan en regiones
cia» alejándose de la interpretación dominante de la comunidad como es- que se caracterizan por albergar una multiplicidad de lenguas y costum-
pacio identitario. No obstante, si Agamben considera que, «sean cuales bres ... El grito a favor de la autonomía para el autogobierno de entidades
sean las singularidades», estas se comunican en lo que hay de común a la diferentes se correlaciona con una forma de socialización en las familias y
humanidad, en una «comunidad del ser» (Mills, 2008: 133), Hardty Negri en las comunidades en las que el respeto a la voluntad de los otros, inclu-
creen en el poder de las instituciones de crear un contexto para que [las yendo la de las criaturas, sigue fomentando la consciencia de una autono-
singularidades] manejen sus encuentros (ibid.: 357). Las instituciones, por
mía en un contexto colectivo» (Nash, 2001: 244).
tanto, están abiertas al conflicto y no imponen identidades colectivas mien-
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democracia directa y en la participación de todos y todas. Me- siervos. En nuestro mundo, hay sitio para todos y todas» (Mar-
rece la pena destacar que en este caso las mujeres, al contrario cos, 2002: 80); «no es necesario conquistar el mundo. Basta con
de lo que sucede en las comunidades tradicionales, tienen un que lo hagamos de nuevo. Nosotros. Hoy»11•
papel activo en los consejos autónomos y que, a iniciativa pro-
pia, se ha formado un sistema judicial basado en la igualdad de
género. Quizá, al presentar un modelo de comunidad en cons- EXPERIENCIAS HETEROTÓPICAS
trucción basada en el valor de cada persona, los Municipios Re-
beldes Autónomos estaban impidiendo desde el momento de su Esta forma de entender la política inspiró a muchos en todo el
constitución la creación de polos de poder permanentes. Las mundo. En Grecia tuvo lugar una iniciativa de solidaridad con el
autoridades son electas y revocables. Las decisiones se toman de movimiento zapatista que generó varias experiencias colectivas
la forma más unánime posible, sin forzar las opciones para las con rasgos de comunidad emancipada en construcción.
que no todo el mundo quizá esté preparado. Y se trata a las mi- La iniciativa «Una Escuela para Chiapas» no fue simplemente
norías, sea cual sea el momento de su irrupción, con respeto. una campaña solidaria internacional. Pretendía recolectar dinero
En 2003 se aplicó un nuevo modelo de autogobierno en las para la construcción de un Centro de Formación de Educadores
zonas autónomas y se crearon los Consejos de Buen Gobierno. pero también contribuir a la construcción in situ de los edificios.
Sus miembros provenían de los municipios autónomos corres- El Centro de Formación de Profesorado del Municipio Rebelde
pondientes a las zonas con sus propios centros, los Caracoles. Autónomo Ricardo Flores Magón se construyó con la colabora-
Los Consejos de Buen Gobierno «gobiernan obedeciendo»; los ción del grupo griego de solidaridad con el movimiento zapatista
delegados de los municipios también cambian a menudo (en al- durante la campaña «Una Escuela para Chiapas». El 5 y el 6 de
gunos casos cada 15 días), de modo que se puede formar a las agosto, durante un acto simbólico de oposición a los Juegos Olím-
personas en el ideal de justicia que debe servir a la comunidad picos celebrados en Atenas, se celebró la inauguración de la escue-
insurgente. La organización de la producción, de la educación la en la comunidad de La Culebra, en Montes Azules, Chiapas.
autónoma, de los servicios de salud o de la justicia autónoma se Se trataba de una escuela localizada en el corazón de la selva,
basa en la participación y en la particularidad de cada zona. En en la que no se enseñaba a los oprimidos la civilización de los
lugar de elaborar un patrón único de administración, se plan- conquistadores, sino la civilización y las culturas basadas en la
tean una serie de principios que recorren la ética de la rebelión libertad de los indígenas insurrectos, en una escuela-heterotopía.
zapatista. Así, nace un mosaico de prácticas variopinto, que Los edificios, que se construían con mucho esfuerzo y tras infi-
convergen en la defensa de la dignidad de todos y cada uno de nitas privaciones, son un lugar de encuentro para quienes apren-
los hombres y las mujeres. Su propia versión de la particulari- den para poder educar a otros, quienes, a su vez, enseñarán a
dad de cada persona considera la autonomía como experiencia otros; no se trata de un conocimiento basado en estructuras de
colectiva mediante la cual los oprimidos establecen sus propios poder sino de un conocimiento y unas cuestiones basadas en la
vínculos de solidaridad. Y, si emerge como objetivo la defensa
de la dignidad individual y colectiva en todos los comunicados
11 Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General
y declaraciones, así como en las acciones de los rebeldes, obede-
del EZLN, «Primera Declaración de La Realidad. Contra el neoliberalismo
ce a que cada momento de la lucha depende de todos, hombres
y por la humanidad», comunicado del 1 de enero de 1996 [ disponible online
y mujeres, que viven en igualdad y solidaridad. «En el mundo en http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/01/01/primera-declaracion-de-
de los poderosos no hay sitio para nadie más que ellos y sus la-realidad-contra-el-neoliberalismo-y-por-la-humanidad/].

198 199
texto bastante revelador sobre las dinámicas heterotópicas de
esta aventura que merece ser citado:

Imaginemos un grupo de atenienses disidentes que no aceptan la


militarización de su vida privada bajo pretextos de seguridad hasta la
paranoia. Quienes, en vez de entregarse a la edificación de palacios,
coliseos y calzadas para los mercaderes de los Juegos Olímpicos, de-
ciden ponerse de acuerdo con unos improbables indígenas rebeldes
plantados a miles de kilómetros, en el vientre mismo de la selva
tropical, y edifican juntos una escuela moderna y ejemplar para mu-
chachos y muchachas tzeltales y chales que a su vez se dedican a
«promover la educación», o sea, educar a los niños del municipio
autónomo Ricardo Flores Magón, compuesto por comunidades de
bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Entre 2000 y 2004. Sin las Olimpiadas en el reloj. Si según el sapo
la pedrada, como dijera no sé si Sócrates o Hugo Hiriart, el centro de
Fig. 20. Construyendo el centro de formación del profesorado en el
Municipio Rebelde Autónomo Ricardo Flores Magón (Chiapas, México). formación de promotores de educación demandó un esfuerzo gran-
de, pues la ambición constructora lo era. Una obra titánica. Y como
esperanza. En el currículo zapatista predominan las formulacio- los Titanes no existen en Grecia ni en el sureste chiapaneco, la obra
nes en plural: hemos de aprender historias, no historia, geogra- recayó en simples personas que consumieron en caliente tiempo y
fías y no geografía, civilizaciones y con civilización, la misma ganas para llegar a la cita de agosto: los máistros de obras.
formulación en plural que alimenta la experiencia heterotópica, Hay que señalar que los grupos involucrados -atenienses disi-
Si se basara en un afuera absoluto soñado, la escuela tendría for- dentes e indígenas rebeldes- comparten el no tener un centavo. A<ií,
ma de arco invertido que escondería y protegería en su fuero en pleno siglo XXI de hipercapitalismo rampante, y se presume que
interno la semilla del futuro, hasta que se secaran las aguas capi- triunfante, una obra titánica se emprendió sin dinero. ¿Desde la
talistas que todo lo inundan. Pero, por encima de todo, esta es- pobreza? No necesariamente. Veamos.
cuela es un pasaje, con sus tejados oblicuos y sus muros abiertos Un arquitecto de Grecia idea una escuela de madera y lámina y
y espaciosos; una membrana porosa, un cruce de caminos para le pone alas. Es decir, crea un proyecto arquitectónico con los ma-
la esperanza; un pasaje imbuido de la inquietud que produce la teriales posibles en la selva. Lo hace gratis, y gratis el proyecto pasa
creación de otro mundo, atravesado por las contradicciones y a manos de un colectivo de ciudadanos griegos empeñados en la
discontinuidades propias de esa lucha. El conocimiento se entre- original tarea de apoyar a unos zapatistas más allá del Mediterráneo
laza allí con la alegría que produce la fiesta colectiva, en un en- y el Atlántico, en un sitio que visto desde el Partenón debe parecer
cuentro entre la disputa y el estudio detenido de las tradiciones el fin del mundo.
indígenas, y la utilidad del conocimiento práctico se topa con la Un fin del mundo bastante conocido, como sea, después de una
fuerza propia de la imaginación creativa. década de levantamiento y lucha pública.
El 22 de agosto de 2004 Bellinghausen, autor mexicano, pu- Sin dinero (bueno, el mínimo inevitable), por fraternidad, y
blicaba en La Jornada Semanal «Homero no debió de morir», un agradecimiento antes que mera generosidad, los bravos atenienses
201
200
entregaron a los indios mexicanos los planos, parte del material y
parte de la mano de obra, y durante más de tres años levantaron
conjuntamente la escuela Compañero Manuel en La Culebra.
No es un lugar donde se lee. No idealicemos el asunto. Ni en las
lenguas propias, tzeltal y chal, que no se escriben mucho, ni en
la lengua nacional de México. Pero la biblioteca (el edificio que la
contendrá) exhibe estos días, apenas cruzar puerta, en fotocopias de
gran formato, un canto de Odisea y uno de Aquiles, en griego clá-
sico y en castellano. Como si el largo viaje de esta escuela desde un
restirador en Atenas hubiera sido una suerte de retorno de Homero
a casa ... siendo su casa cualquier lugar donde se cultiven la palabra,
la lucha y la historia.
Y si el homérico periplo a las selvas mayas surcó un mundo em-
pobrecido y canalla, a través de guerras, epidemias y rapacidad de los
señores, también demostró que la solidaridad y las hermandades por
abajo fluyen en mares abiertos hasta selvas que no conocen el mar.
Por segunda vez (la primera fue en agosto de 1994 en el Aguascalien-
tes de Guadalupe Tepeyac) oí hablar del barco de Fitzcarraldo en la
Selva Lacandona. Pero esta vez no se lo llevó una tormenta tropical.
Los tzeltales y chales llevan once años en rebeldía contra el go-
bierno de México y, aunque parezcan tan remotos, están en la pri-
mera fila de la resistencia intercontinental contra el neoliberalismo
totalizante. En sus encuentros con las brigadas de griegos que devi-
nieron albañiles (pues albañiles se necesitaban), los indígenas se
hermanaron sin metáforas quesque olímpicas en la comprabación
de que las cosas se pueden hacer bien de más de un modo. Que otro
mundo es posible, más barato, y hasta mejor.
En fin, si al llegar el poeta ciego a su nueva y pobre casa en la
Selva Lacandona tres milenios más tarde, la encuentra pobre y
campesina pero inspirada por la lucha y la alegría, descubrirá que
nada fue en vano y que, como dijera el moderno cantor de Alejan-
dría, habrá experimentado el viaje y conjuntamente con los hijos
Fig. 21. Preparando la fiesta de inauguración (Chiapas, México). del maíz sabrá por fin lo que las Ítacas y Las Culebras significan12•

12 Hermann Bellinghausen, «Homero no debió de morir», La Jornada


Semanal 494 (domingo, 22 de agosto de 2004) [disponible online en http://
www.jornada.unam.mx/2004/08/2 2/sem-hermann.html].

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Fig. 22. Celebrando la inauguración del centro de formación en la Fig. 23. Una heterotopía ya construida: alumnos compartiendo 11

comunidad de La Culebra (Chiapas, México). instrucción y aprendizaje (comunidad de La Culebra, Chiapas).

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Estas encrucijadas son un componente esencial de la hete- queña, construye hoy, aunque sea por poco tiempo, su propia 1

i
rotopía. En cierto sentido la heterotopía es un umbral dilatado, a heterotopía de la dignidad en un mundo de terror.
la vez temporal y espacialmente; un espacio de transición donde Una red hecha de semejantes experiencias colectivas de hete-
ocurre, con todas sus contradicciones, el nacimiento de nuevas rotopía, ¿puede finalmente dar sustancia a la visión de un mundo
experiencias sociales. Si los zapatistas «avanzan preguntando», es liberado en el que se busca que quepan muchos mundos? ¿ Y una
porque el futuro como un lejano «otro lugar» no existe en alguna escuela en el fondo de la selva puede marcar, puede materializar,
parte de un horizonte inasible. En su pensamiento y acción polí- sin temor a los problemas, una perspectiva semejante de eman-
ticos, hondamente marcados por el saber de las culturas indígenas, cipación social? Además, no es por azar que en la construcción
el camino se hace conforme se avanza. Las comunidades aprenden de esta escuela-pasaje, escuela-encrucijada, escuela-umbral, se
de sus errores; no corrigen simplemente la realidad de la lucha hayan encontrado a personas de países, culturas, costumbres e
bajo la norma de la utopía. Y, si en el levantamiento de 1994 o en historias tan distantes. Si la esperanza los unió, fue porque en las
la Marcha por la Dignidad, los zapatistas no hablaron en nombre comunidades zapatistas la· acción cotidiana es la muestra más
de otros, sino que dieron la palabra y el lugar a «todas las mino- tangible del nacimiento de una cultura de la emancipación que
rías oprimidas que son mayoría», es porque en su cultura política no trazará límites sino que tenderá puentes.
sobre todo tiene importancia el nacimiento de espacios de liber- Una locura, un sueño y mucho trabajo en Grecia y en México
tad y de acción. Las heterotopías zapatistas nacieron en pueblos dieron a luz un símbolo material más de esta perspectiva de
y ciudades durante la gran marcha. En la Ciudad de México la emancipación. Todo este esfuerzo, a cada paso, generó experien-
gente construyó, aunque de manera provisional, su propia hete- cias de heterotopía. Los procesos de diseño y realización de la
rotopía de la solidaridad. Toda acción de rebeldía, grande o pe- escuela constantemente tendieron puentes entre las distancias:
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distancias de cultura, distancias en los mapas, en la selva que al- CAPÍTULO VIII
gunos atravesaron para llegar a trabajar en la escuela; entre el
sueño y los recursos disponibles. La escuela no es una heteroto- La rebelión juvenil de 2008 en Atenas:
pía; la escuela se construyó, se construye y vive como heterotopía. atisbos de una posible ciudad de umbrales
Y, si algo marcó su inauguración, con las discusiones sobre la
educación en la rebeldía y los festejos que la acompañaron, es
que la heterotopía es camino y no fortificación. Es, tal vez, barco
y no arca.
En un sentido contrario a la metáfora planteada por Marcos, No vivimos la dictadura, pero tampoco hemos vivido la liber-
tad. Se suspende la Navidad. Hay una rebelión en marcha.
los zapatistas nunca imaginaron realmente que sus encuentros o (Panfleto anónimo, diciembre de 2008)
comunidades adoptaran la forma de un «arca de Noé absurdo».
Un arca de estas características sólo podría entenderse como una
fortaleza o una suerte de vivarium contenedor de una alteridad La expresión «conflicto urbano» puede utilizarse para incluir
preciosa pero aislada. La suya no era una lucha por la conserva- todas las formas de antagonismo social cuando se producen lu-
ción de un perímetro liberado. Las zonas autónomas están tanto chas en un contexto espacial urbano. No obstante, ¿acaso es la
dentro de México como fuera de las instituciones de poder mexi- ciudad un mero contenedor de estas luchas o moldea la espacia-
canas. Sus comunidades incluyen a personas de diferentes orien- lidad urbana la conflictividad social, dándole forma, afectando a
taciones políticas: basta con que acepten las reglas de la autoges- su sentido y a su relación con unos derechos y demandas urba-
tión colectiva y de la democracia directa. Ante las muchas caras nos específicos?
que adoptan las luchas de la rebelión zapatista, ante los diversos En este último capítulo intentaré rastrear la historia de un
rostros de la gente que lucha por un mundo nuevo, se crean pa- periodo específico y muy reciente de conflictos urbanos en Ate-
sajes hacia la alteridad y no fortalezas para la alteridad. Son mu- nas, Grecia, donde se han producido una serie de fenómenos
chas las embarcaciones que zarpan, y no una única arca; son muy significativos. Lo que ha empezado como una expresión
muchas las aventuras que emprenden el rumbo hacia mares des- generalizada de rabia juvenil, que brotó tras el asesinato de un
conocidos, sin un único itinerario establecido13. Más allá de las joven por un policía, ha evolucionado en una reivindicación di-
clasificaciones fijas y dominantes, para inventar un futuro com- versa y creativa del espacio público urbano. Como suele ser ca-
puesto de nuevos materiales recogidos a partir de los fragmentos racterístico de la mayoría de los conflictos urbanos, la ciudad no
de las luchas de hoy. era un mero escenario de la acción, sino un espacio urbano cuyos
usos eran una de las cuestiones en conflicto. Los conflictos urba-
nos, ya sea explícita o implícitamente, están conectados con las
demandas relacionadas con las condiciones de vida en la ciudad;
transforman la ciudad activamente. La cuestión es si, en el trans-
curso de estas transformaciones temporales o más permanentes,
la ciudad representa las aristas del conflicto además de los valo-
u Como dicen los zapatistas: «Preguntando, caminamos». Son múlti- res en conflicto de los distintos grupos sociales (o actores) impli-
ples las sendas que conducen hacia la emancipación humana, y las crean los
procesos de lucha de los movimientos sociales en (véase también Holloway,
cados en el conflicto. ¿Se convierte la ciudad en un espejo, y no
2010: 45). en un mero lugar para el conflicto?

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