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Lectura Fundamental 4 - Unidad 2 - Escenario 4 - La Constitución Colombiana de 1991, La Libertad y La Autonomía
Lectura Fundamental 4 - Unidad 2 - Escenario 4 - La Constitución Colombiana de 1991, La Libertad y La Autonomía
Lectura fundamental
La Constitución colombiana de
1991, la libertad y la autonomía
Contenido
Palabras clave:
Libertad, límite, libertad individual, autonomía.
1. Libertad individual y autonomía
Efectivamente, en el pasado las distintas sociedades lucharon contra antiguas tiranías, como
cuando se daba el gobierno de uno solo (una monarquía) o de unos pocos (una aristocracia).
Antes de que los distintos pueblos asumieran democráticamente la dirección de sus propios
destinos a través de los distintos mecanismos democráticos, estuvieron sometidos a
distintas tiranías que imponían su voluntad sobre la voluntad popular. Pero hoy en contextos
democráticos, cuando la posibilidad de una tiranía ha desaparecido, la principal preocupación
que surge es respecto a la defensa de la libertad individual, sobre todo cuando las decisiones
gubernamentales respaldadas en el principio de la mayoría van en contra de las libertades de
las minorías.
Es decir, en la actualidad las mayorías pueden, bajo criterios democráticos, imponerse por
encima del individuo, restringiendo su libertad y su autonomía. Un ejemplo evidente de esta
situación puede ser el siguiente. Imaginen que las mayorías en una población específica tienen
unas particulares preferencias gastronómicas, son vegetarianos. Quizás bajo el argumento de
que son la mayoría pueden democráticamente exigirles a todos los individuos que cambien
su forma de alimentarse y así proscribir el consumo de carne. ¿Es legítima esta exigencia?
El ejemplo puede parecer una obviedad, pero ¿qué pasa, por ejemplo, cuando las mayorías
comparten otro tipo de costumbres y buscan imponerlas a los demás? A esto llamamos la
“tiranía de la mayoría”, y corresponde a cuando las mayorías se imponen sobre los individuos
restringiendo su libertad individual. Así las cosas, se hace urgente una defensa de la libertad
individual de las acciones e imposiciones de la mayoría.
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Muchas personas cuando piensan en la “libertad” lo primero que les viene a la mente es pensar
la “libertad” como un problema de locomoción, es decir, como la capacidad que tengo de
moverme sin restricción alguna por cualquier espacio. Así, piensan que la libertad tiene que ver
con la capacidad de moverme sin restricciones, luego, cuando no puedo hacerlo, es cuando
tienen retenido o estoy preso, me han privado de la libertad. No están del todo equivocados
quienes piensan así, de hecho, la libertad de locomoción hace parte intrínseca del problema de
la libertad, pero va más allá de eso.
Lo primero a la hora de hablar de la libertad es que no tiene que ver con un problema filosófico
o religioso. No nos interesa adentrarnos en el problema de si los seres humanos somos libres,
lo cual es un problema eminentemente filosófico o inquietarnos con la pregunta de cuál es la
esencia de la libertad o la pregunta por el libre albedrío, etc. Todas estas cuestiones son muy
interesantes, pero no abordan nuestra preocupación que tiene que ver con la libertad desde una
perspectiva social y política.
Efectivamente, la “libertad” entendida desde una perspectiva social y política tiene que ver con
la cuestión de hasta dónde debe dejarse que un individuo actúe sin que el Estado o la sociedad
intervengan en su acción y qué es lo que legitimaría que el Estado o la sociedad intervinieran.
Me explico, el problema de la libertad puntualmente tiene que ver con la cuestión de hasta
dónde es legítimo que el individuo actúe sin ningún tipo de restricción por parte de la sociedad
o por parte del Estado, y a la vez, qué argumento legitima en qué momento puede el Estado o la
sociedad intervenir la acción libre de cada individuo.
Para quienes ya estén pensando en que deben prohibirse todas las drogas porque son dañinas
para la salud humana, les pediría que cambiaran el ejemplo y pensaran en el alcohol y el
tabaco. ¿Por qué, si el tabaco y el alcohol son dañinos, el Estado y la sociedad permiten que los
individuos en su libertad los consuman? Estamos tratando de pensar a través de estos ejemplos
en la misma pregunta de fondo: ¿hasta dónde debe permitir el estado y la sociedad que el
individuo actúe libremente sin que se le cohíba? ¿Qué legitima que el Estado o la sociedad
cohíban la acción libre del individuo?
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Segundo problema, la eutanasia. ¿Qué legitima que el Estado y la sociedad impidan que una
persona decida terminar con su vida? ¿Por qué algunas sociedades permiten que los individuos
puedan, en determinados casos y en ejercicio de su libertad, terminar con su vida sin que el
Estado o la sociedad intervengan en esta decisión? Como se dan cuenta el problema de la
libertad es enorme y bastante pertinente en nuestra sociedad. Aún hoy, en pleno siglo XXI resulta
pertinente que nos preguntemos hasta dónde debe ir la libertad de un individuo, pero también
qué legitima que el Estado o la sociedad intervengan la libertad individual y ejerza la coerción.
Segundo, la libertad individual abre la posibilidad de que se genere valor dentro de la sociedad.
El liberalismo económico ha señalado desde el siglo XIX que entre más libertades económicas
se les den a los individuos y menos restricciones económicas imponga el Estado, más valor
económico se generará. Efectivamente, si los individuos tienen cada vez menos restricciones
para ingresar al mercado, para articularse en medio de la oferta y la demanda, la riqueza crecerá
mucho más que si el Estado les impidiera a los individuos actuar en términos económicos.
Luego, las libertades económicas en los individuos apuntan a generar mayores riquezas.
Por otra parte, la libertad individual no genera solo riquezas económicas. Cuando se posibilita
la libertad individual los sujetos tienen la posibilidad de vivir como lo desean, quebrando moldes
y costumbres enraizadas en la sociedad y así posibilitando la aparición de nuevas formas de
vivir, de ver el mundo, de realizar lo que es el ser humano. Lo que queremos señalar es que
la libertad posibilita que todo el potencial humano se haga realidad, pues hace posible que
aparezcan nuevas formas de vivir de vida; alternativas a las que son dominantes y esta suerte
de innovación humana es la principal riqueza de una sociedad.
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Piensen en qué sería de la sociedad si todos fuéramos iguales, viéramos el mundo y viviéramos
de la misma manera. Sin dudas que la sociedad se empobrecería, perdería su principal fuente de
riqueza que el ser humano mismo y la novedad que cada uno representa de cara a la sociedad.
Finalmente, se entiende por completo el problema social y político que implica la libertad
individual cuando se comprende la necesidad de orden que demanda el Estado y la sociedad.
Me explico. Si bien, hemos señalado que la libertad individual tiene un valor económico, pero
también social, hemos de señalar que la libertad individual también implica un riesgo. Es claro
que, si todos nos comportáramos de la misma forma y actuáramos de la misma manera, el
orden social imperaría. Por eso, el problema de la libertad se comprende cuando se logra
entender que, si bien la libertad tiene un valor, el Estado y la sociedad tampoco pueden permitir
una libertad absoluta, pues esto puede degenerar en caos y desorden. La sociedad le demanda
al Estado que reglamente la libertad de los individuos, que actúe en aras de evitar que se
generen daños, de posibilitar la vida social sin que la libertad de unos afecte la de otros. Por eso,
volvemos a la cuestión: se debe privilegiar la libertad individual, pero ¿cuándo es legítimo que el
Estado o la Sociedad intervengan la libertad individual?
¿Cuál es entonces el límite a la libertad individual? ¿Cuál es el argumento que puede esgrimir
el Estado o la sociedad para limitar la libertad de los individuos? Cuando la libertad individual
genera daño en otros o en sí mismo el Estado o la sociedad pueden cohibir al sujeto en la
libertad de su acción. El sujeto es libre de hacer lo que le plazca siempre y cuando su acción
no genere un daño o en otros o en sí mismo, pues en ese caso el Estado o la sociedad pueden
intervenir. Parece una obviedad. Por ejemplo, si mi actividad económica genera un daño al
medio ambiente el Estado o la sociedad me pueden impedir que siga realizando la actividad que
contamina. Igual, puedo argumentar que en aras de mi libertad individual puedo hacer lo que
me plazca, pero si por ejemplo decido quitar a otros sus propiedades esto genera un daño en
la propiedad de los demás y debe impedírseme esta acción. Sin embargo, el asunto no es tan
simple, requiere que completemos el argumento anexando dos elementos más.
Primero, si bien el Estado de derecho reconoce la libertad de los individuos, esta última
tiene lugar solo en sujetos conscientes, adultos capaces de juicio autónomo y de asumir las
consecuencias de sus actos. Así, la libertad individual supone que el sujeto sea consciente
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y responsable, lo que nuestras constituciones determinan como la mayoría de edad. De otra
forma, cuando se trata de un menor de edad la Constitución y la ley señalan que el sujeto debe
estar en una condición de tutela por parte del Estado y la sociedad. Es el caso de los niños y
los menores de edad. El Estado no les permite hacer lo que les plazca, les restringe el consumo
de ciertos productos como alcohol y tabaco, por ejemplo, así como señala que estos no se
autodeterminan pues están bajo la tutela de sus padres. Pero el asunto no tiene que ver solo
con la edad, pues incluso la ley determina que puede darse el caso de un mayor de edad que
ha demostrado con sus actos que no es consciente ni responsable. En esa situación o bien el
Estado asume su tutela u otros adultos responsables pueden hacerlo. Es lo que la ley denomina
un “interdicto”. Alguien incapaz de asumir su libertad personal y que la ley legitima que debe
estar bajo la tutela de otros.
Finalmente, también hay que incluir en el argumento que el Estado o la sociedad solo pueden
intervenir la acción individual si la mencionada acción genera un daño necesario. El daño
necesario es radicalmente opuesto al daño contingente. El daño contingente plantea que entre
la acción y el daño causado puede darse la relación como no darse, mientras que el daño
necesario ocurre y no puede ser de otra forma. Me explico, ¿por qué el Estado y la sociedad
permiten el consumo de tabaco? La relación entre el consumo del tabaco y el daño, un enfisema
o un cáncer, por ejemplo, es contingente. Es decir, no está demostrado que siempre que alguien
consuma tabaco necesariamente va a enfermar de cáncer o va a padecer un enfisema. Luego,
se trata de un daño contingente y en ese caso se deja en manos del sujeto consiente el que
autónomamente tome la decisión de consumir o no tabaco.
Así las cosas, el Estado o la sociedad solo pueden intervenir en casos en los cuales la relación
entre la acción y el daño es necesaria. En los casos en los cuales no hay otro efecto de la acción
sino el de un daño que el Estado y la sociedad deben evitar, ante todo.
Finalmente, esto no significa que el Estado deba volverse permisivo. Si bien, nosotros
señalamos la importancia de la libertad individual, también señalamos que es clave que el
Estado genere orden en la sociedad y busque maximizar el bienestar de la mayoría. Así, incluso
en actividades que es bien sabido que no generan un daño necesario y que por eso el Estado no
puede prohibir legítimamente, sí puede regularlas o por lo menos procurar que no se difundan; el
Estado si bien no prohíbe puede controlar. Veamos un ejemplo.
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como delito. Pero en aras de que no se expanda esta conducta el Estado recurre a medidas
como establecer en los planes de desarrollo de las ciudades, zonas de tolerancia donde se
controle el fenómeno y se mantenga a raya; recurre a políticas públicas en aras de ofrecer
alternativas a esta labor, etc. Lo mismo podríamos decir del alcohol y el tabaco. Si bien los
distintos Estados toleran esta conducta con respeto a la libertad individual, agregan impuestos
al consumo de estos productos tratando de desestimularlos.
Un ejemplo de políticas de control que, si bien no son permisivas del todo, apuntan a mitigar la
acción que no desea promoverse, si deben permitir que los individuos en su libertad decidan si
desean actuar así.
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Referencias bibliográficas
Araujo Rentería, J. (2000). Principios de Derecho Constitucional. Bogotá: MacGraw Hill.
Cepeda, M. (2012). Las Democracias, Entre el Derecho Constitucional y la Política. Bogotá: Uniandes.
Chevallier, J. (2013). Los Grandes Textos Políticos desde Maquiavelo hasta Nuestros Días. México:
Aguilar.
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INFORMACIÓN TÉCNICA
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