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a) hay que reconocer de un lado la raíz sacramental que diferencia a los ministros
ordenados del conjunto de los bautizados, lo cual pertenece a la naturaleza de la Iglesia;
b) de otro lado el funcionamiento concreto de las relaciones en la Iglesia y del
protagonismo/representatividad eclesial; en este nivel es donde las prácticas eclesiales han
privilegiado a los miembros del clero (la situación designada como «clericalismo»).
Desde este segundo presupuesto se ha generado una visión eclesiológica en la que resultaba
difícil definir al laico de modo positivo, pues acababa siendo visto como el no-clérigo. La
«teología del laicado» ha surgido fundamentalmente en este siglo de cara a colmar esa
laguna y a presentar la figura del laico en su sentido positivo. Este intento debe conjugar los
datos dogmáticos con los datos históricos, es decir, el doble presupuesto que hemos
indicado. Klerós designa las promesas y la herencia salvífica ofrecida por Dios. Ello ha sido
entregado a la comunidad de la nueva alianza, al conjunto de los bautizados. Esta
designación va pareja con la aplicación al conjunto de los bautizados de la terminología
sacerdotal.
El Vaticano II recogió estas instancias e intentó una presentación positiva del laico. Para
comprender el Vaticano II en su globalidad hay que tener en cuenta dos líneas de reflexión,
no siempre fácilmente armonizables o armonizadas. De un lado el capítulo segundo de LG
presenta al fiel cristiano, en cuanto bautizado, en toda su dignidad; a la luz de la imagen
«Pueblo de Dios» y del bautismo se debe arrancar del presupuesto de la igualdad
fundamental de todos los miembros de la Iglesia. El capítulo cuarto (LG 31) intentó una
aproximación a la definición del laico, pero conscientemente se redujo a presentar una
descripción tipológica; además de su bautismo, de su inserción en la Iglesia, de su
participación en el triple ministerio de Cristo, se añade la «índole secular» como rasgo
distintivo:
Por el nombre de laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del
orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que
están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan
de las funciones de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la
misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. El carácter secular es lo
propio y peculiar de los laicos.
EL MINISTERIO ORDENADO
Identidad y la función de este ministerio especial de presidencia y de representación:
a) De cara a los cristianos individuales hace presente el carácter de precedencia de la
Iglesia como comunidad y como pueblo respecto a cada bautizado que inicia en su seno una
nueva vida; por tanto, no surge simplemente porque la comunidad lo decida (como
delegado de la comunidad), sino que la Iglesia misma necesita desde su origen indicar que
no vive de sí misma, sino de una iniciativa que la precede.
b) El ministro ordenado es mediación del a priori acondicionado de Cristo mismo que se
hace presente desde su libertad generosa, y por ello simboliza la imposibilidad de la
autorredención, el presupuesto de gratuidad y de exterioridad que hay en el hecho cristiano
y eclesial.
c) Representa por ello a Cristo en su posición frente a la comunidad, que le habilita a actuar
en su nombre y con su autoridad, capacitándolo por ello para unificar, vivificar y coordinar
todos los carismas y ministerios en el único acto de Cristo; es por todo ello el ministro
capacitado para presidir la eucaristía.
d) Posee la garantía del Espíritu y la seguridad de su fuerza vivificadora; se trata del mismo
Espíritu que estaba con Jesús y le acompañaba durante su ministerio, el que edifica la
Iglesia y el que mantiene la actualidad de Cristo a través de los siglos.
e) Representa a la comunidad de modo visible y sensible, mostrando así que la Iglesia es
más que la suma de los creyentes y anterior a cada uno de ellos. De modo análogo a lo que
hemos dicho de los obispos reunidos en concilio, en todo ministro ordenado se condensa y
cristaliza el querer, el obrar y el padecer común a todos; es por ello pieza clave en la
sinodalidad y en la comunión que debe vivir toda comunidad cristiana, pues su
representatividad debe servir
a la expresión de la iniciativa corresponsable de todos.
f) Por surgir de la objetividad del hecho cristiano contribuye a situar la libertad cristiana la
fe del individuo pierde y supera la tentación del descompromiso o de la pasividad porque
queda vinculada a una misión ya entregada y a una historia que no puede ser comenzada de
nuevo en cada momento Pero precisamente por ello produce un efecto profundamente
liberador el fiel no queda remitido a la personalidad particular del ministro, a su dominio o
a su arbitrariedad, ni está expuesto a la actitud subjetiva de la persona, sino que depende de
una
dimensión objetiva supraindividual que en el fondo es la garantía de que Jesucnsto, el
Señor, es el único y auténtico salvador
LA INFALIBILIDAD PAPAL
Para evitar falsas interpretaciones y para acotar exactamente el alcance de la definición se
elaboró la siguiente formulación: El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es,
cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su
suprema autoridad apostólica una doctrina sobre la fe y las costumbres, debe ser sostenida
por la Iglesia universal, por la asistencia divina goza de aquella infalibilidad de que el
Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre
la fe y las costumbres, y por tanto que las definiciones del Romano Pontífice son
irreformables por si mismas y no por consentimiento de la Iglesia (DS 3074) Para
comprender el texto en su verdadero sentido y evitar comprensiones que alteren o deformen
la intención conciliar conviene desarrollar algunas precisiones
a) La infalibilidad del papa es la misma de la que está dotada la Iglesia entera, por tanto hay
que mantener la conexión entre el carisma personal del papa y la infalibilidad única de la
Iglesia El papa por ello no puede definir sino lo que es creído por la Iglesia y predicado por
sus pastores No se dice por tanto «el papa es infalible» sino «goza de la infalibilidad de la
Iglesia», cuya causa es siempre la asistencia del Espíritu Santo
b) No se trata de una inspiración que sugiera verdades nuevas, sino de un carisma para
defender la integridad del depósito poseído desde el principio, de una asistencia
sobrenatural que de por sí es negativa, es decir, reducida al hecho de no equivocarse y de
no equivocar a la Iglesia.
c) No es absoluta, pues ello corresponde sólo a Dios. Es comunicada, condicionada y
limitada. Se refiere tan sólo a doctrinas que afectan a la fe o a las costumbres. No puede
rebasar por ello ni el ámbito de la revelación ni el del derecho natural. Se requiere
igualmente
la buena conciencia del sujeto, el recurso a los medios ordinarios para conocer el problema
en todos sus aspectos, la reflexión y la oración, el estudio y la información.
d) Las expresiones «por sí mismo», «no por el consentimiento de la Iglesia», pretenden
evitar concepciones conciliaristas o galicanas, pero no se pueden entender como
desvinculación del papa respecto a la Iglesia, como si estuviera al margen o por encima de
la Iglesia o como si fueran irrelevantes las indicaciones del punto anterior.
e) No afecta a las opiniones del papa como persona o como doctor particular, sino a
aquellas ocasiones en que habla ex cathedra, es decir, como persona pública. Por ello se
trata de momentos muy limitados, acompañados de los requisitos de solemnidad y
oficialidad que los hagan claramente identificables. Ha de constar por tanto la voluntad de
establecer una definición emanada de su autoridad apostólica suprema.
f) El carácter irreformable se refiere a la sentencia definitiva, al juicio doctrinal sobre el que
el papa compromete su autoridad suprema. No afecta por tanto a las frases que se dicen de
paso, a lo que se menciona indirectamente o a los argumentos utilizados. En cuanto
definitiva no debe, sin embargo, ser considerada perfecta o insuperable, sometida a una
mera repetición pasiva o mecánica. Es susceptible siempre de una expresión más adecuada,
amplia y profunda.
EL SENTIDO DE LA CATOLICIDAD
La raíz última de la catolicidad es el misterio trinitario que, como hemos visto, pretende
ofrecer la plenitud de la comunión divina al conjunto de la realidad creada, tanto humana
como cósmica, respetándola en sus peculiaridades y diferencias. Plenitud del don ofrecido
y amplitud de la invitación son constitutivos de la catolicidad. 1 Tim 2,4-5 sintetiza la
intensidad católica de la voluntad originaria del Padre. El Hijo enviado concretiza en la
historia el designio del Padre en toda su profundidad y anchura: la encarnación, redención,
resurrección y glorificación hacen presente en el mundo la plenitud donada por Dios. Él, en
cuanto alfa y omega (Ap 1,8; 22,13), en cuanto primero y último (Ap 1,18; 21,6), en cuanto
el que era y el que viene (Ap 1,4.8; 4,8), queda constituido como punto de referencia de la
Iglesia en el despliegue del pléroma. Él ha hecho posible sobre todo la comunicación
insuperable e irrebasable del Espíritu, que es a su vez el que va haciendo que cada uno se
apropie las riquezas de Cristo, consiguiendo de este modo que todos y cada uno aporten su
riqueza a la plenitud de la unidad multiforme.