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LOS LAICOS son llamados por Jesús para trabajar en su proyecto la tierra construyendo el

REINO DE DIOS en este MUNDO, tomando parte activa, consciente y responsable en la


misión de la IGLESIA en esta hora dramática de la historia.
El misterio de la Iglesia es un misterio de comunión. La participación de los fieles laicos en la
vida de la Iglesia asume distintas formas personales o asociadas, e incluye el ejercicio de
diversos ministerios, oficios, funciones y carismas confiados por el Espíritu Santo para
enriquecer a la Iglesia-Comunión.
La comunión eclesial es una comunión misionera. Los fieles laicos son corresponsables de la
misión de la Iglesia: Anunciar el Evangelio a todos los hombres con la fuerza del Espíritu Santo.
Dada la actual situación del mundo y de la Iglesia, ha llegado la hora de emprender una nueva
evangelización. El Papa desarrolla las líneas principales que deben seguir los cristianos para
vivir el Evangelio sirviendo a la persona y a la sociedad.
Laicos son todos los católicos (cristianos) que no ejercen algún cargo especial en la iglesia.

Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas de la evangelización; ellos deben llegar
a donde no llega el sacerdote o la religiosa.
EL TÉRMINO “LAICO”

La palabra «laico», es un derivado del término latino “laos” que significa “pueblo”; fue acuñado
muy temprano por el cristianismo y nunca, en ninguna cultura, menos en el cristianismo,
significó que alguien no tuviera ninguna religión como se ha pretendido interpretar este en
nuestro país, por la influencia liberal y del iluminismo francés con su connotación anticristiana.
Esta interpretación desde luego está equivocada y está en contra de las tres grandes religiones
monoteístas del mundo; por lo tanto, dar la interpretación de laico como una realidad
arreligiosa, en el fondo expresa una ignorancia.

LOS LAICOS Y EL CLERO

Cuando la Iglesia Católica pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano, en el año 313, se
especificó un poco más el término laico. En esta coyuntura histórica estaba muy definida la
diferencia entre los miembros de la Iglesia cuyo primer nivel era el “laos”, el pueblo, que en su
mayoría eran personas que no habían tenido acceso a la educación y que no dominaban el latín,
pero que participaban activamente en la vida de la Iglesia sin ser sacerdotes, obispos o monjes.
No se debe entender con esto que el término fuera despectivo.

Otro grupo o segundo nivel lo formaban los clérigos. “Cleros” es una palabra latina que se
traduce como separados, en referencia a aquellos o aquellas que se separaban del pueblo y
adquirían un compromiso como diáconos, presbíteros, monjes o monjas. Así fue que se
formaron dos estilos de vida: los clérigos (los cleros, separados) que se distinguían con el uso de
un “hábito”, y los laicos (que pertenecían al pueblo).

Entre los clérigos ha existido una especificación importante. Hay un clero secular y un clero
regular. El clero secular, para derribar la idea de que la Iglesia desprecia al mundo, es el que
está inmerso en las realidades terrenas; la palabra secular viene del latín “saeculum” que se
traduce como “siglo”, entonces el clero secular es el que va con el siglo, que no está bajo un
reglamento, sino bajo la disposición del Obispo y que vive en el mundo; tiene su casa y su vida
al lado del pueblo y también es llamado clero diocesano, por pertenecer a una diócesis.

El clero regular, en cambio, lo integran aquellos que viven total o parcialmente en un convento.
La palabra ‘regular’ tiene su raíz en el latín “regula” traducido como regla. Sus miembros viven
bajo un estilo, un regla de vida muy específica.

Todo esto hay que especificarlo para que se entienda muy bien el término laico(a). A mí me
gusta mucho el término que se acuñó como fruto del Sínodo dedicado a los laicos en Roma y
que es el título de una reflexión Post-conciliar «Christifideles laici», que se traduce como «fieles
cristianos laicos. También es propio llamar al laico «seglar», que son los que no llevan hábito,
no están en un convento.

EL RESURGIMIENTO DE LOS LAICOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA

Uno de los aspectos negativos en el caminar de dos mil años en la vida de la Iglesia ha sido, en
algunos momentos y en algunos lugares, creer y asumir que la inmensa tarea pastoral depende
únicamente del clérigo. Esto es un grave error que tiene su recurrencia. En el principio de la
vida de la Iglesia el papel de los laicos fue muy importante, tanto de los hombres como de las
mujeres. El primer impulso evangelizador de la Iglesia se realizó a través de laicos.

Posteriormente, poco a poco por la idea de que la perfección cristiana obliga a retirarse del siglo
y concentrarse más en la vida interior y cambiar el modo de vestir y de actuar, se fue haciendo
la idea de que lo importante era el estado clerical, y por lo tanto se requería vestir un hábito y
pertenecer a una orden, lo que contradecía los inicios de la tradición cristiana donde la orden de
las viudas, de las vírgenes, entre otras, eran órdenes laicales.

En 1962, en la celebración del Concilio Vaticano II, uno de los temas obligatorios y centrales
fue restituir al laico, al seglar, su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica, para
que los laicos no sólo fueran objeto de la evangelización sino protagonistas y responsables de
esta tarea; de ahí surgió el Documento del Concilio llamado «Apostolicam actuositatem» que
está de dedicado al laico.

LA VOCACIÓN DEL LAICO EN LA IGLESIA

Desde la celebración del Concilio Vaticano II se ha venido perfilando la vocación del laico
como miembro de la Iglesia. Esta vocación la presentamos el año pasado en el lema del
Congreso Diocesano de Laicos: «Hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo»; esta
es la vocación primera del laico: hombres y mujeres en comunión con la Iglesia, seguidores de
Jesucristo, pero que no viven en el convento, que no traen un hábito, sino que viven en el
corazón del mundo, y el corazón del mundo son las familias, las fábricas, las oficinas, la
política, le economía, el deporte, las comunicaciones; ahí la vocación del laico es santificar el
ambiente.

Un buen ejemplo lo encontré en una noticia que recientemente leí: en África, donde la
conversión de un islámico al cristianismo merece la muerte, muchos musulmanes se están
haciendo católicos, contrario a la creencia de que era imposible que un islámico se convirtiera al
cristianismo. Lo curioso es que como los amenazan de muerte, huyen un tiempo de su lugar de
origen a un lugar donde ser católico no esté penalizado, pero después de un tiempo de
empaparse de Dios, de la fe católica, vuelven a su tierra para ser misioneros sin temor de dar la
vida por su fe. Aquí está la vocación esencial del laico, no separarse del mundo sino vivir
inserto en él, y desde él, evangelizar.

PROTAGONISTAS DE LA EVANGELIZACIÓN

Los laicos, pues, deben ser los principales protagonistas de la evangelización; ellos deben llegar
a donde no llega el sacerdote o la religiosa; ellos deben ser los evangelizadores de avanzada.
Esta es la hora del laico, de los seglares conscientes que no deben separarse del mundo para
realizar su labor. Por lo mismo, no es correcto que cuando a un laico de una parroquia lo llamen
a ser ministro o ministra de la Comunión le quieren imponer un hábito o distintivo; lo más
correcto es que mantengan su vestimenta seglar. Que los laicos no se clericalicen y que los
clérigos no se laicisen.

¿Quiénes Son Los Laicos?

Los laicos son aquellos fieles que, por vocación divina, están destinados a buscar el Reino de
Dios, tratando y ordenando las cosas temporales según el querer de Dios.

¿Participan los laicos de las funciones de Cristo?

Si, los laicos participan de las funciones de Cristo, que es Sacerdote, Profeta y Rey.

 ¿Dónde han de buscar la santidad y ejercer el apostolado los laicos?

Los laicos han de buscar la santidad y ejercer el apostolado en medio del mundo, en su misma
vida secular ordinaria: en el ejercicio de su trabajo y en la familia.

 ¿Quién da a los laicos el derecho y el deber de hacer apostolado?

Dios mismo, por el Bautismo y la Confirmación, da a los laicos el derecho y el deber de hacer
apostolado y santificar el mundo, tanto individualmente como agrupados en asociaciones.

 ¿Pueden los laicos ser llamados a colaborar con sus pastores en el servicio eclesial?

Los Laicos pueden ser llamados a colaborar con sus pastores en ministerios muy diversos, según
la gracia y el carisma que el Señor quiera concederles, pero teniendo en cuenta que su misión
propia en la Iglesia es la transformación del orden temporal como parte de lo que conocemos
como "Evangelización de la Cultura".
SEGÚN EL EVANGELIO

Evangelio de Mateo, encontramos en un capítulo 28, 19-20, en boca del mismo Cristo, el
siguiente mandato: “Vengan, pues y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo les he
mandado”. Este envío del Señor a todos nosotros en el momento de nuestro bautismo, es el
inicio de nuestro compromiso de vida como miembros del cuerpo de Cristo. A partir del
bautismo, “en el cual nacemos de nuevo como hijos de Dios, estamos obligados a confesar
delante de los hombres la fe que recibimos de Dios por medio de la Iglesia y de participar en la
actividad apostólica y misionera del pueblo de Dios”. (Cat. Ig. 1270) Por lo tanto, nosotros los
laicos, al decir de Pío XII, estamos en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia, somos
Iglesia bajo la guía del Papa y los pastores, somos sarmientos radicados en Cristo, verdadera
Vid que nos comunica vida y fecundidad. Conscientes de esto, los laicos hemos ido asumiendo
poco a poco dentro de la Iglesia un protagonismo tan vital, que ya empieza a notarse de modo
significativo en algunas iglesias particulares, sobre todo de América Latina. Si a esto se le
suman las nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales,
que reclaman hoy, con fuerza muy particular la acción de los laicos, nos damos cuenta de que si
el no comprometerse siempre ha sido algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más
culpable. “A nadie le es lícito permanecer ocioso”. Adentrados en esta realidad, los laicos, por
razón de su estado o vocación, comenzaron a agruparse, siempre dependiente de la Iglesia, en
asociaciones, grupos y “movimientos”. Los miembros de estos movimientos, le agregan al
compromiso adquirido por el bautismo, el compromiso que hacen en virtud de la pertenencia a
un movimiento laical especializado y es por ello que la Iglesia en su sabiduría ha permitido y
alentado la profusión de los mismos, ya que cuenta con una cantera inagotable de colaboradores
en la realización de su apostolado. Estos movimientos reúnen a los fieles laicos de acuerdo con
su vocación, ya sea: carismáticos, cursillistas, encontrados, trabajadores, de mujeres, etc. Cada
cual con su mística, su estilo, su espiritualidad, dirigen y encauzan la acción apostólica y el
compromiso de sus miembros, dándole además los principios, los criterios y las líneas que
motivan y le dan el sentido de pertenencia y cohesión.

Dentro de sus objetivos está la formación de sus miembros y buscar la participación activa en la
acción evangelizadora de la Iglesia dentro de su campo de actuación apostólica y a la vez
participar de manera especial en el desarrollo de la vida eclesial de su iglesia particular (
entiéndase Iglesia Diocesana e Iglesia Parroquial). La Iglesia Diocesana, bajo la guía del Obispo
Diocesano, tiene la misión de empezar y fomentar el encuentro de todos los miembros del
pueblo de Dios con Jesucristo, en el respeto y promoción de la pluralidad y de la diversidad que
no obstaculizan la unidad, sino que le confieren el carácter de comunión (Eclesia in América,
36, 119-120). Ahora bien, esta comunión eclesial encuentra su expresión más visible en la
parroquia. La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la
promoción humana, de adelantar la inculturación de la fe en la familia, en los grupos y
movimientos apostólicos, y a través de todos ellos, a la sociedad. (IV Conf. Sto. Domingo,
Episcp. Latin, No. 5) ¿Cómo ha de ser la vinculación con nuestra parroquia? Pues llamo la
atención sobre esta frase sacada del Decreto sobre el apostolado de los laicos: “la comunicación
y la participación de los fieles laicos en la vida de la parroquia son tan necesarios que, sin ella,
el mismo apostolado de los pastores no podría alcanzar, la mayor parte de las veces, su plena
eficacia”. Nosotros debemos estar cada vez más convencidos de la gran significación que tiene
el hecho de asumir el compromiso apostólico en nuestra parroquia. Es cierto que todo trabajo
pastoral de la parroquia es máxima responsabilidad del sacerdote, pero los laicos estamos
llamados a insertarnos efectivamente en una pastoral de conjunto, no como meros ejecutores de
directivos pastorales, sino como colaboradores activos en la planificación, ejecución y control
de todos los proyectos parroquiales, por lo que la acción pastoral de la Iglesia como forma
concreta de anunciar el Evangelio, es también responsabilidad de los laicos. Y es aquí donde los
laicos, miembros de los movimientos, grupos y asociaciones intervienen en la vida de su
comunidad parroquial, siendo motores e impulsores del trabajo apostólico, ya sea siendo
catequistas de niños o adultos, participando activamente en la liturgia: motivando a la lectura de
la Palabra de Dios, ayudantes al altar, promoviendo la formación de coros, visitando enfermos,
hospitales, asilos, apoyando e integrando la Pastoral Juvenil y la Pastoral Familiar: cursos
prematrimoniales, escuela de padres, escuela de novios, contribuyendo a la formación del
pueblo de Dios mediante cursos, jornadas, charlas, encuentros, convivencias; formando parte de
las misiones parroquiales y otras obras más. O sea, los fieles laicos miembros de los grupos y
movimientos tienen una doble función: cumplir con las obligaciones inherentes a sus grupos
respectivos y cumplir con el quehacer pastoral de su comunidad parroquial. Los laicos tenemos
que habituarnos a trabajar en nuestra parroquia en íntima comunión con los sacerdotes. Por lo
tanto, no se concibe, no se entiende un laico comprometido que esté totalmente ocupado con las
tareas de su movimiento y que abandone las tareas pastorales que reclaman de su colaboración,
de su entusiasmo y de su testimonio de vida. Les exhorto, pues, hermanos, a integrarse
plenamente en sus respectivas parroquias, para así, de esta forma, fortalecer nuestra fe, celebrar
el culto junto a nuestros hermanos, vivir la caridad fraterna y dinamizar la acción misionera,
poniendo cada cual la riqueza y la versatilidad de cada una de nuestras asociaciones, grupos o
movimientos, cumpliendo en definitiva la finalidad que las anima: participar responsablemente
en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el Evangelio de Cristo como manantial de
esperanza para el hombre y de renovación para la sociedad.

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