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COMENZANDO DESDE LEJOS

Como se aproximaba Gurdjieff a los niños

J. G. Bennett

Esta noche les voy a hablar de un tema específico: se trata de lo que observé, escuché y leí acerca
de lo que Gurdjieff aconsejaba y practicaba en su trato con los niños. Digo que este es un tema
específico porque Gurdjieff se ocupaba de la totalidad del hombre, y especialmente del problema
que debemos enfrentar en nuestra vida adulta por el hecho de que nuestra niñez no fue como
tendría que haber sido de acuerdo con las necesidades reales de la naturaleza humana. El hablaba
frecuentemente de la educación tal como la conocemos, como de algo casi totalmente pernicioso
para la naturaleza esencial del niño, algo que da como resultado un ser artificial que ha perdido
contacto con su ser real. Por lo tanto, el problema con el que nos encontramos al llegar a adultos
es el de redescubrir el ser real y reparar el daño que nos ha sido producido por una educación
defectuosa.
Esta noche estamos reunidos para hablar acerca de la otra cara de la moneda, para tratar de ver si
es posible que nosotros, como padres y maestros, preparemos a los niños para la vida adulta de
manera tal que sus verdaderas potencialidades –que no tienen límites- no queden demasiado
obstruidas por los errores que cometemos en el trato con ellos. Lo expreso de esta manera porque
este es el énfasis que Gurdjieff ponía al describir la situación humana: que los hombres no nos
encontramos en una situación natural. No comenzamos desde el verdadero punto de partida de un
hombre , sino que comenzamos con una fuerte desventaja, comenzamos desde bastante atrás del
punto de partida. Esto no es sólo resultado de una educación defectuosa sino también de la
acumulación de influencias de los modos errados de vida que la humanidad ha ejercitado durante
innumerables generaciones. No se puede comprender cabalmente la enseñanza de Gurdjieff ni sus
métodos si no se ve que él considera la cuestión humana en primer lugar como un trabajo de
reparación o restauración, y sólo después como un proceso natural y de desarrollo. Esto se aplica
doblemente a nosotros en nuestra vida adulta, porque por una lada cargamos el peso de la
herencia, y por otro acarreamos las consecuencias de una preparación equivocada para nuestra
edad madura. Gurdjieff pone un acento especial en la carga hereditaria de un hombre. Este peso
en su esencia puede ser descrito con una simple palabra: “egoísmo”. Este egoísmo está asociado a
una ceguera, a una ilusión, de manera tal que el hombre no puede liberarse de su egoísmo –es
decir, su falso apego a una parte irreal de sí mismo- a menos que pueda primero liberarse de la
ilusión de que es un ser humano normal.
La ilusión de normalidad tiene una consecuencia –como Gurdjieff lo expresa- : que vemos la
realidad “cabeza abajo”. A raíz de esto, el hombre en su vida terrenal tiende a dar importancia a
cosas que carecen de importancia y a ser incapaz de valorar las cosas que son realmente
significativas. Esto no es sólo cuestión de conocimiento –de que el hombre debería saber qué cosas
son importantes y hasta reconocer intelectualmente la importancia de los valores más elevados,
espirituales- sino más bien que a pesar de su conocimiento sigue siendo prisionero de su ilusión.
Una de las consecuencias de esto es que depende excesivamente de las influencias de lo que lo
rodea, particularmente influencias de otras personas. Vivimos la ridícula situación de estar todo el
tiempo prestando atención a lo que los otros pueden estar pensando de nosotros, lo que pueden
decir acerca de nosotros, valorándonos a nosotros mismos, no en términos de lo que realmente
somos sino de lo que parecemos ser a los ojos de los otros. Buscamos seguridad y fortaleza en
aquello que es esencialmente perecedero: es decir, la vida material –la vida del cuerpo, y de las
cosas asociadas a la vida corporal- y no sabemos valorar la parte verdadera de nosotros mismos, lo
que Gurdjieff llama nuestro “Yo” real.
Me hubiera gustado leerles algo de Gurdjieff para que conocieran en sus propias palabras lo que
dice acerca de esto, pero aquellos de ustedes que han estudiado sus escritos saben que se
expresaba de una manera tan especial que no pueden ser comprendidos en una primera
aproximación. Cuando uno se encuentra con alguna cita suya, siempre siente que son palabras muy
extrañas que deben ser estudiadas cuidadosamente para ver qué significan, o que tiene una
manera rara de expresar cosas que a primera vista hasta parecen tener un significado muy
diferente del que quiso darles. Por lo tanto, tuve que dejar de lado mi intención de leer algo de sus
escritos, ya que supongo que son relativamente pocos entre ustedes los que los han estudiado. Hay
un trozo, al final de la primera parte de “Del Todo y de todo. Relatos de Belcebú a su nieto”, en el
que habla del hombre como un ser compuesto de tres partes, cada una de las cuales requiere una
preparación y una educación especial y específicamente adecuada; y aparte de esto existe algo
más, que él llama su “Yo” real. El hombre que llega a su edad adulta sin su “Yo” real puede ser
comparado a un carruaje con caballo y chofer pero sin amo, y por lo tanto sin el que determina
dónde debe ir el carruaje o para qué va a servir. Un carruaje tal sólo puede ser –como lo expresa
Gurdjieff- un coche de alquiler o un taxi que puede ser contratado por cualquiera que pasa. Pone
por lo tanto el acento en que la verdadera tarea de aquellos que preparan niños para la vida adulta
es la de hacer posible que lleguen a tener su propio “Yo” : es decir, que puedan ser ellos mismos
frente a las situaciones exteriores e interiores que la vida les presente.
Las partes del hombre que requieren ser educadas y desarrolladas – y que Gurdjieff dice que de
ningún modo se desarrollan normalmente con nuestros actuales procedimientos educativos- no son
tan fáciles de describir. No voy a entrar en detalles sobre esta parte de la enseñanza de Gurdjieff,
su enseñanza acerca de la psicología, porque eso sería imposible en una sola charla. Voy a hablar
más bien acerca de sus propios procedimientos, dividiendo las necesidades del hombre en tres
partes: las necesidades corporales, las necesidades psíquicas y las necesidades espirituales, tal
como lo hice en la primera conferencia. La totalidad de los métodos de Gurdjieff cae bajo estas tres
categorías, y en cierto sentido las tres partes del hombre que deben desarrollarse corresponden a
estos tres aspectos de la naturaleza humana.
Comencemos por la parte corporal. En su obra autobiográfica, “Encuentros con hombres notables”,
Gurdjieff describe, manifestando su aprobación, los procedimientos de su propio padre, y también
de su primer tutor, como ejemplos de lo que él considera la crianza ideal de un niño. Relata dos o
tres cosas acerca de los métodos de su padre en relación al cuerpo. Por ejemplo, uno debe conocer
su propio cuerpo, y debe aprender a ser libre de los miedos corporales que luego ponen tantos
límites a la propia capacidad de vivir la vida intensamente. Describe cómo su padre acostumbraba a
hacerlo levantar muy temprano en la mañana y salir a lavarse en la fuente con agua fría incluso en
invierno, cuando aún era un niño. Yo he estado en el Cáucaso con temperaturas de 5 grados bajo
cero y es difícil creer que alguien pueda hacerle eso a un niño. Yo dudo que él esperara tanto de un
niño. Tampoco creo que Gurdjieff tuviera la intención de que nosotros creyéramos, a partir de lo
que dice, que él recomienda una disciplina corporal muy severa para los niños, sino más bien que
los padres no deberían buscar proteger a sus hijos de las durezas de la vida.
Otra ilustración que da es que su padre acostumbraba prestar atención para que su hijo no se
tornara delicado en lo que respecta al cuerpo, para lo cual le ponía sapos o ratones en la cama, y
también que no debía ser remilgado respecto de la comida. Gurdjieff dice que considera que gran
parte de la fortaleza que él tuvo posteriormente en su vida para sobreponerse a serias dificultades
en su búsqueda de la verdad se la debe a estos procedimientos de su padre, los cuales, desde su
edad temprana, lo ayudaron a liberarse del miedo en relación a su cuerpo y a encarar a su cuerpo
como un instrumento para ser usado y no como parte de su propio ser.
Otro punto que Gurdjieff enfatiza es la necesidad de infundir a los niños la enorme importancia de
la pureza sexual.
Debería enseñarse a los niños que la impureza sexual antes de la edad adulta puede dañar sus
posibilidades de desarrollo. Tambien lo escuché hablar acerca de esto: que no debemos, como
padres y maestros, dejar de hacer claro para los niños, particularmente la masturbación, es algo
que destruye posibilidades y es muy difícil de reparar.
Sé que muchas personas que han leído los libros de Gurdjieff se han alarmado y deprimido al sentir
que su propia niñez no fue como debería haber sido y se preguntaron si sus posibilidades estaban
destruidas para siempre. Presencié discusiones de médicos con Gurdjieff sobre este punto porque ,
consideran que la masturbación no es dañina para el cuerpo, y a veces dicen que quizás hasta es
beneficiosa desde el punto de vista psíquico.
Creo que los médicos están equivocados; pero, sin duda, al hablar de esto Gurdjieff se refería no
sólo a los problemas físicos y psíquicos, sino fundamentalmente al ámbito espiritual. Esto se
conecta con la posibilidad del niño de llegar a tener su propio “Yo”, de llegar a ser él mismo. Y muy
a menudo se refería al hecho de que los jóvenes de uno y otro sexo que habían perdido su pureza
sexual antes de los 18 o 20 años –o lo que fuera- más tarde se encontraban frente a grandes
dificultades en su búsqueda espiritual. Dado que ponía tanto énfasis en esto –y lo escuché hablar
acerca de ello muy a menudo- me era necesario relatarlo aquí como parte de su actitud respecto de
la crianza de los niños en relación a las funciones corporales.
Respecto de las necesidades psíquicas de los niños, Gurdjieff puso un énfasis especial en la correcta
educación de los impulsos, presentes en todo niño, de aprender, fabricar y hacer cosas. Por
ejemplo, él describe cómo desde edad temprana acostumbraba a aprender diferentes oficios y
cómo su padre, tan pronto se daba cuenta de que había adquirido determinada habilidad, desviaba
su atención de eso y lo hacía iniciar algo nuevo. Pasó, por ejemplo, de aprender carpintería a
aprender a tejer en telares. La meta era dejar claro que la capacidad de aprender es algo que
puede ser adquirido por entrenamiento y que esto forma parte de la preparación psíquica. No es un
fin en sí mismo; no es el oficio especializado lo que se pide, sino la flexibilidad psíquica, la
adaptabilidad que viene de aprender cosas que serán importantes para la vida futura. Esto satisface
uno de los anhelos psíquicos esenciales del hombre y evita que este anhelo se alimente luego de
estímulos inútiles.
Otro aspecto de esta educación de las necesidades psíquicas de los niños está conectado con el
interés en lo que es raro y difícil de aprender. Yo lo he visto relatar a niños cosas que eran muy
sorprendentes para ellos y vi cómo esto dejaba en ellos algo que era como una preparación para
una aproximación futura a los problemas más profundos y espirituales de la vida.
En relación a esto quisiera referirme al título que elegí para la charla de hoy : “Comenzar desde
lejos”. Esto verdaderamente fue una de las cosas que Gurdjieff nos aconsejaba reiteradas veces :
nunca intenten enseñar a los niños directamente acerca de cuestiones espirituales elevadas y
profundas, incluyendo las religiosas. De hacerlo así, sólo lo tomarían como una experiencia
psíquica, mental o emocional, y no penetraría en el niño verdaderamente como una comprensión
más profunda. Como él decía, siempre se debe comenzar desde lejos, de tal modo que se aliente
en ellos la búsqueda. Lo que hacemos con los niños debería ser una respuesta a su búsqueda antes
que un intento de inducirles o enseñarles algo. Me refiero por supuesto a la relación con realidades
profundas, no a la adquisición del conocimiento práctico terrenal.
Parecería que Gurdjieff daba considerable importancia al interés en lo asombroso, lo maravilloso:
cuentos de viajeros, historias de eventos extraños, inexplicables. Mi propia experiencia y los
recuerdos de mi niñez confirman ciertamente que este tipo de estímulos sirvió de manera más real
y efectiva como preparación para mi subsiguiente interés en cuestiones más profundas que los
intentos de darme una enseñanza religiosa de manera formal.
Resumiendo, los anhelos psíquicos del niño pueden ser satisfechos a través del desarrollo activo de
sus potencialidades latentes y a través de su propia sensibilidad natural hacia las maravillas de la
creación. Esto es alimento para la psique e incluye todo lo que se requiere para la preparación de
los niños a fin de que vivan vidas intensas y útiles en esta tierra. Todo lo que está más allá de esto
es innecesario y sólo debilita la psique y perturba su normal equilibrio. Creo que todo esto se
conecta con lo que Gurdjieff decía de “comenzar desde lejos”.
El tercer aspecto –la aproximación directa a lo espiritual- sólo puede ser comprendido si se
recuerda lo que dije al comienzo acerca de la convicción de Gurdjieff de que nuestro problema no
se limita a un desarrollo natural sino que se trata de corregir algo que no está bien en la situación
del hombre.
Por ejemplo, a menudo hablaba de lo que denominaba “la ilusión de la voluntad”, refiriéndose a que
el hombre supone que sus deseos e impulsos proceden de su propio “Yo”, de su propia voluntad;
mientras que en realidad sólo son reacciones al medio. De un hombre que tiene reacciones fuertes
se dice que tiene una “fuerte” voluntad, de un hombre que tiene reacciones variadas y vacilantes se
dice que es un hombre de voluntad “débil”. En ambos casos la “voluntad” no es otra cosa que
reacciones, las cuales –en tanto son justamente reacciones-no provienen de su propio “Yo”.
Entonces la pregunta es ¿cómo aproximarse a esto de manera que el “Yo” latente en el niño pueda
surgir, entrar en su conciencia y ocupar su justo lugar como rector de su vida? Un aspecto de esto
está conectado con la decisión y la responsabilidad.
Esto se relaciona con nuestros sistemas educativos. Hablando en general creo que podemos decir
que existen actualmente dos actitudes básicas respecto de la educación. En la primera, el maestro
acepta verdaderamente la responsabilidad y los resultados que se obtienen dependen de las
respuestas de los niños a la responsabilidad que el maestro asume. Lo que se espera del niño es
conformidad y obediencia, disposición para aprender y para imitar si fuera necesario. La segunda
actitud, contrariamente, enfatiza la importancia de desarrollar el poder de decisión y la libertad del
niño y deja un amplio marco de elección del modo de trabajo y, también, de si trabajar o no.
Creo que es ampliamente aceptado que ambos métodos de educación pueden producir resultados
desastrosos, bien opuestos a lo que se espera obtener. Esto puede comprenderse a partir de algo
que observé muy particularmente con Gurdjieff. Verdaderamente él daba gran importancia al poder
de propia decisión del niño, pero por otra parte muy rara vez confrontaba a los niños con esta
situación y jamás como un procedimiento común. Decía que si un niño se encuentra
constantemente exigido de tomar decisiones por sí mismo antes de haber alcanzado la edad de las
decisiones –lo que él denominaba “la edad responsable”- esto sólo produciría un estado de
nerviosismo e incluso la imposibilidad de desarrollar su propio “Yo”. Por lo tanto, sólo a intervalos
relativamente largos y de una forma tal que no se iban a olvidar, ponía a los niños frente a la
necesidad de tomar una decisión y los observaba. Luego les mostraba la importancia de haber
decidido de una forma en vez de la otra, y habiendo hecho esto dejaba el tema y ya no los
molestaba exigiéndoles constantemente que decidieran asuntos para los que todavía no estaban
preparados.
De modo que parece que la actitud de Gurdjieff hacia estos métodos educativos partía de
considerar que todo extremo está condenado a dar resultados equivocados, y que en general es
mejor seguir el procedimiento normal de educación –en el cual la responsabilidad está
fundamentalmente asumida por los padres y maestros- sin olvidar que esto por sí mismo no
desarrollará el verdadero “Yo” del niño. A esto sólo se llega permitiendo que la capacidad de tomar
decisiones se desarrolle espontáneamente. Gurdjieff ponía particular acento en no tratar de llegar a
ello a través de aproximaciones sentimentales o emocionales de ningún tipo
Voy a relatarles dos episodios que ilustran el concepto.
Uno sucedió durante el último cumpleaños de Gurdjieff anterior a su muerte en 1949. Él estaba en
Nueva York; su cumpleaños era el 13 de Enero –al menos eso nos había comunicado- y se
celebraba una fiesta infantil en el Hotel Wellington de Nueva York en una suite que tenía un cuarto
muy amplio. Los hijos de sus discípulos llegaban de diferentes partes de América. Creo que había
entre 30 o 40 niños de entre 4 y 15-16 años, no recuerdo exactamente. Esa mañana Gurdjieff envió
a alguien al banco a retirar una gran cantidad de monedas. Luego puso una enorme bandeja en el
suelo y dijo a los niños: “Pueden elegir lo que deseen, pueden tomar cuatro monedas de un dólar o
un billete de cinco dólares”. Los niños se detuvieron frente a la bandeja y se veía que realmente
tenían que tomar una decisión. Las monedas eran bellas pero los billetes daban la posibilidad de
comprar un poco más. Algunos eligieron monedas, otros billetes, algunos no pudieron decidirse.
Después de esta pequeña escena en que puso a los niños en situación de tener que elegir, habló
una de las mujeres presentes. Debo decir que Gurdjieff tenía la costumbre de poner curiosos
apodos a sus discípulos más conocidos y cercanos; esta mujer era llamada “cocodrilo”. Había
trabajado con niños huérfanos de la posguerra en Europa y había encontrado hogares para varios
en América. Acababa
De llegar esa mañana desde Holanda para la fiesta de cumpleaños del Sr. Gurdjieff. Dirigiéndose a
él, dijo: “¿Puedo contarles una historia a los niños, Sr. Gurdjieff?”, él asintió y ella comenzó, con
una voz muy emocionada, a relatar la historia de dos niños que habían tomado el avión con ella en
Ámsterdam la noche anterior, ambos solitos, para venir a América a reunirse con su nueva familia.
Y al hablar insistía y repetía que estos niños viajaron “solitos”, y los chicos la escuchaban. Cuando
ella terminó, el Sr. Gurdjieff hizo este simple comentario: “En todos los idiomas hay una expresión
que todos conocemos: “Lágrimas de cocodrilo” “.
Esto ilustra lo que quiero decir acerca de que hay una manera de demostrar sin palabras
–confrontando a los niños con una situación determinada- y esta otra manera, que trata de
“trasmitirles” algo a los niños. Y esto Gurdjieff lo rechazaba por completo porque, decía, “si hacen
esto con los niños, si tratan de “trasmitirles” algo, sólo contribuyen a aumentar la gran debilidad del
hombre: es decir, su sugestionabilidad y su dependencia. Simplemente es necesario ponerlos en
situaciones de las cuales puedan aprender”.
Los que asistieron a la conferencia de Mario Montessori recordarán lo que contó acerca del poder
natural que existe en los niños para trabajar y realizar esfuerzos y mantener la atención, y qué
fácilmente se reemplaza esto por un automatismo al tratar de enseñarles demasiado en vez de
permitir que sus propios poderes se desarrollen en medio de situaciones determinadas. Por otra
parte, él también enfatizaba la enorme necesidad de crear situaciones para los niños de manera
correcta, de acuerdo con sus necesidades y con su nivel de desarrollo. Todo lo que habló en su
conferencia está tan de acuerdo con lo que enseñaba Gurdjieff que lo considero como parte de lo
que estoy ahora tratando de comunicar. Y quiero agregar aquí entre paréntesis que la Dra. María
Montessori tenía una elevada opinión del Sr. Gurdjieff y que en 1949 yo fui invitado por ella a hablar
acerca de esto en un congreso de educación que tuvo lugar en su honor en San Remo.
Les contaré el segundo episodio que ilustra la genuina capacidad de esfuerzo de los niño. Gurdjieff
acostumbraba a enseñar movimientos rítmicos y danzas rituales, en realidad él decía de sí mismo
que su principal merecimiento de fama pasaba por ser “maestro de danzas rituales”. Era un
extraordinario ámbito de trabajo, y los que han practicado estos movimientos saben cuánto se
obtiene de ellos. Cuando daba clases de movimientos, a veces permitía que los niños asistieran, por
ejemplo los que vivían en el Prieure, en Fontainebleau, al principio de la década del los 20. En
general eran los hijos de personas que hacían movimientos, y podían si querían imitarlos a un
costado. Al terminar las clases, muy a menudo Gurdjieff decía a los presentes: “Bueno, trabajaron
muy bien, vengan todos a cenar conmigo esta noche”, y esta invitación por supuesto era
considerada un gran privilegio.
Una noche estaban participando de la clase el nieto de uno de sus ayudantes, uno de sus discípulos
más cercanos, y la madre del niño. Cuando Gurdjieff invitó a los presentes a cenar, el niño dijo:
“¿Yo también puedo ir?” Pero sucedió que él no había trabajado como siempre lo hacía: es decir, no
había imitado los movimientos de los adultos. De modo que el Sr. Gurdjieff le dijo: “No, tú no has
trabajado como los otros; si deseas venir, tienes que ganártelo. ¿Puedes mantener los brazos
extendidos a los lados , de esta manera, durante cinco minutos?”. El niño dijo: “No sé si puedo”. Y
Gurdjieff dijo: “Si puedes hacerlo, está bien que vengas esta noche”. Y el niño –que tendría entre 8
y 9 años- sostuvo sus brazos extendidos a los lados. Ahora bien, esto es algo muy difícil de hacer
para cualquiera, particularmente para quien no está acostumbrado, y especialmente para los niños
porque todavía no está completa su formación muscular. El esfuerzo era verdaderamente fuerte
para el niño: luego de 3 o 4 minutos le corrían lágrimas por las mejillas y preguntó: ·¿Puedo bajar
los brazos ya?”. Su madre y su abuela exclamaron juntas: ¡No!”. Y el niño se mantuvo así hasta que
se cumplieron los 5 minutos. La situación tuvo un efecto extraordinario en todos los que la
presenciaron. Esto sucedió hace unos 12 o 13 años, el niño es ahora un joven dotado de notables
cualidades.
Considero que en gran medida lo que el niño llegó a ser se debe a este tipo de procedimiento. Pero
es necesario comprender que Gurdjirff los utilizaba en contadas oportunidades.
Es necesario que enfatice este aspecto del trato que Gurdjirff daba a los niños: la mayor parte del
tiempo los dejaba tranquilos, casi los ignoraba; pero cuando intervenía, siempre era para crear una
situación muy definida que jamás sería olvidada.
Otro aspecto de este proceso de adquisición del propio “Yo” es no cerrarse a los otros. Todos
sabemos lo difícil que es ser de tal manera que los niños –incluso los propios hijos-permanezcan
abiertos a nosotros y nosotros a ellos, y que haya una verdadera comprensión mutua. Pero no es
suficiente que los niños conozcan sólo a su propia familia. Es muy necesario que conozcan mucho
más, porque existen diferentes tipos de personas, y es necesario que la comprensión natural de los
tipos humanos –que les es inherente- se desarrolle a través del contacto son los otros.
Ya mencioné el Instituto de Gurdjieff en Fontainebleau, que él inició a fines de 1922 y sostuvo
durante 7 años trabajando de diferentes formas. Yo estuve una o dos veces durante cortos períodos
y conocí a los niños de allí, algunos de los cuales ya había conocido antes en Estambul. Los volví a
encontrar luego, cuando ya habían crecido. A algunos los veo todavía. Lo que particularmente me
sorprendió acerca de esos niños es que por más diferentes que ellos llegaran a ser en cuanto al
subsiguiente desarrollo de sus vidas y en cuanto a su carácter y cualidades, todos tenían en común
una característica inconfundible: una verdaderamente extraña capacidad de percepción de las
personas. Cualquiera de ustedes que conozca a alguno de estos niños que fueron criados bajo
aquellas condiciones estará de acuerdo conmigo acerca de esta sorprendente cualidad que es algo
de lo que la mayoría de las personas carecen actualmente. No creo que sea extraño que se pueda
tener el poder de comprender cómo son los otros , y de saber cómo es probable que actúen. Pero
este poder pocas veces tiene la oportunidad de desarrollarse . Estos niños que en aquellas
condiciones participaron de los diversos procedimientos de trabajo, que a menudo parecían
ignorados, adquirieron indudablemente esta capacidad de captación del otro. Como dije antes, esto
está conectado, en mi opinión, con la posibilidad de ser uno mismo. En parte, conocemos a otros
en la medida en que nos conocemos a nosotros mismos, pero también, en verdad, nos conocemos
a nosotros mismos por la capacidad de reconocer que las personas son diferentes y de darnos
cuenta de que el comportamiento depende de algo en uno y no puede tomarse por garantizado.
No pretendo decir que sé cómo se lograba estoa, excepto por supuesto por el hecho de que los
niños vivían en una comunidad y veían diversos tipos de personas y además veían a las personas
trabajando bajo condiciones en las que quedaba claro que había una meta que apuntaba a algo
más allá de los valores ordinarios de la vida de todos los días. En esas condiciones quedan
expuestos muchos aspectos de las personas.
Quizá podríamos hacer mucho más por nuestros hijos si estuviéramos preparados para exponernos
más a ellos, esto ya ha sido mencionado varias veces en esta serie de conferencias . por ejemplo, la
importancia de no pretender ser otro que el que soy frente a un niño: eso en efecto Gurdjieff jamás
lo hizo y, mientras pudo evitarlo, no permitió que nadie a su alrededor lo hiciera. Es una gran
debilidad suponer que es necesario aparentar ser algo extraordinario, o bueno, o astuto, o cualquier
cosa que sea frente a nuestros hijos. Creo que cualquiera que haya ponderado acerca de la relación
entre padres e hijos sabe cuánto depende la confianza de los niños en sus padres de si estos han
intentado o no aparentar ser diferentes a lo que son en realidad.
Ahora quisiera pasar a la última parte de mi exposición, y realmente la más difícil. Las necesidades
espirituales de los niños. Ya he mencionado el libro de Gurdjieff “ Del todo y de todo, relatos de
Belcebú a su nieto”, que desafortunadamente es tan difícil que pocas personas se han tomado el
trabajo da estudiarlo a menos que se hayan sentido en gran necesidad de hacerlo. Este libro es
desde el principio al fin un tratado de educación, porque describe los procedimientos del viejo
demonio, Belcebú, hacia su nieto, Jassín. La meta de este procedimiento se torna clara al
aproximarnos al final del libro, y es la de hacer surgir en el niño, en este muchacho – que
corresponde a un ser humano de 13 o 14 años- un sentido de compasión hacia el género humano,
y el deseo de servir a la humanidad. La evidencia final que demuestra a Belcebú de que su método
a producido el resultado que deseaba, se produce cuando ve a su nieto llorar. Al preguntarle por
qué llora, Jassín responde: “Es por la desafortunada situación de esos seres que viven en el planea
Tierra y las dificultades que tienen para escapar de las consecuencias del pasado, y me prometo a
mí mismo dedicar mi vida a comprender esta situación y a encontrar algún modo de poder
ayudarlos”.
La personad que conocieron a Gurdjieff sólo superficialmente, a partir de lo que se ha dicho de él o
ha sido escrito por otros que quizá ni lo conocieron , no llegan a ver que el impulso más fuerte de
su naturaleza era su sentido de la compasión por la situación de la humanidad y la urgencia que
tenía por hacer algo –lo que estuviera a su alcance- para ayudar a los hombres a liberarse de la
ilusión que los mantiene en esa desafortunada situación de vivir sus vidas de acuerdo a valores
falsos, o “viendo la Realidad al revés”.
Creo que, junto con lo que he dicho antes acerca de la decisión y sentido de la responsabilidad por
uno mismo, el ser real del hombre adquiere su verdadera cualidad a través de la compasión. Es así
como yo interpreto tanto la manera en que Gurdjieff vivió su propia vida como lo que enseñó en
sus libros y sus métodos. Por supuesto es necesario hacer una distinción entre compasión y
sentimiento. El sentimiento –en el sentido de sentimentalidad- es una de las maneras de amparar la
ilusión. Las personas evitan ver la verdad acerca de sí mismas o acerca de lo que las rodea,
tomando lo que ven de manera superficial, emocional. Por lo tanto, así como era de insistente
acerca de una verdadera compasión, Gurdjieff era igualmente insistente acerca de lo desastroso de
cualquier tipo de sentimentalismo o de falsos sentimientos acerca del ser humano y su situación o
acerca de otras personas . En realidad él se ocupó siempre de desenmascarar los falsos
sentimientos, la falsa buena voluntad, la falsa esperanza y las falsas expectativas que hacen que el
hombre no pueda entrar en contacto con lo que él llamaba “conciencia”. Que es la calidad del Ser, o
el “Yo” del hombre por el cual se da cuenta de las realidades espirituales. La conciencia era para
Gurdjieff la gloria suprema del hombre, la chispa divina, el “Representante del Creador; y su
presencia en un hombre lo capacita para ser llamado, y para ser , Hijo de Dios. Y él aseguraba que
el hombre puede elegir entre vivir por su conciencia o vivir por las influencias que actúan sobre él
desde afuera, siendo esclavo de sus propios apetitos físicos, psíquicos y demás. El único camino por
el cual el hombre puede liberarse , es encontrar y aprender a vivir por su propia conciencia.
Por supuesto la cuestión que tenemos que tratar de responder ahora es: ¿podemos nosotros, como
padres y maestros, hacer algo en esta situación? Aquí Gurdjieff nos devuelve toda la
responsabilidad. Lo que tenemos que hacer nos es corregir las cosas para los niños, su situación es
mucho mejor que la nuestra porque ellos no tienen la doble carga que nosotros debemos soportar.
Lo que podemos hacer, sin embargo, es corregirnos a nosotros mismos, y al hacerlo no sólo
cambian nuestros métodos de enseñanza para con los niños sino que también las consecuencias de
nuestra propia naturaleza cesarán de serles transmitidas a ellos.
Hay algo extraño en esto, que voy a tratar de explicar porque verdaderamente creo que es verdad.
He obtenido evidencia real de ello, y si es verdad, es algo muy importante. No me cabe duda de
que todos nosotros transmitimos por herencia a nuestros hijos defectos de carácter, de la calidad
interior del ser, no sólo los defectos que puedan encontrarse en el cuerpo o en la psique. En cierto
sentido, toda la humanidad está en pecado. Creo que no existe duda acerca del significado real de
la doctrina de la Caída del Hombre; ya sea que la entendamos en un sentido histórico o no, ésa es
la realidad. Esto significa, como dije al comienzo, que no nos encontramos en el verdadero punto
de partida. Arrastramos con nosotros una mancha, una carga hereditaria, y se la transmitimos a
nuestros hijos porque aceptamos ser como somos y por esto, al cambiar nosotros, también
cambiamos a nuestros hijos. Yo mismo he visto cómo cierto tipo de defectos de carácter, que
podrían rastrearse hasta en dos o tres generaciones anteriores, ha dejado de ser transmitido en
cierto momento cuando una persona en esa cadena de transmisión se libera realmente de ese
defecto en particular. Y esto es tan sorprendente que cuando uno lo ve, se da cuenta de que la
responsabilidad que tenemos hacia nuestros hijos recae mucho más en lo que somos que en lo que
hacemos.
Nuestra meta debería ser que los niños del futuro pudieran arrastrar una carga menor y que el
mundo pudiera ser diferente de lo que es hoy. Yo creo que en la enseñanza de Gurdjieff no hay
nada más fundamental que esto: que podemos cambiar el futuro de la humanidad si cambiamos
nosotros mismos. No se puede hacer mucho –quizá nada en absoluto-, para cambiar el presente;
se puede hacer verdaderamente poca cosa para cambiar el futuro inmediato. Podemos cambiar lo
que vendrá en futuras generaciones si comenzamos por liberarnos nosotros mismos de estas
ilusiones, de estos defectos arraigados de egoísmo y falsa valoración que infectan toda la vida
humana. Entonces, cuando tratamos con niños, ya sea como padres o como maestros, nuestra
tarea comienza con nosotros mismos; y los niños recibirán un beneficio mucho mayor de lo que
hagan las personas cercanas para poner su propia casa en orden, que lo que reciben de lo que
intentan hacer para poner la casa de los niños en orden. Como he dicho, la casa del niño todavía
está en mejores condiciones que la nuestra.
Por supuesto que esto no significa que no haya diferencia entre un tipo de procedimiento y otro, y
ya he sugerido en esta rápida exposición algunos de los modos en que vi actuar a Gurdjieff, acerca
de los cuales también he oído y leído. En general, consiste en lo siguiente: es importante que un
niño conozca y respete su propio cuerpo; es importante que sepa valorar el trabajo por el trabajo
mismo y que pueda gozar aprendiendo por amor al conocimiento mismo, porque estas capacidades
quedarán en él por toda su vida sólo si las valora suficientemente; es importante que cuando se
vea confrontado con situaciones esté preparado para tomar decisiones por sí mismo, pero queda
como responsabilidad nuestra protegerlo de una exposición indebida a este tipo de presión que,
cuando es exagerada, sólo tenderá a producir en el niño condiciones psicóticas. Por lo tanto, este
tipo de métodos, en el cual los niños son confrontados con momentos de decisión, deben ser
empleados muy cautelosamente y no con frecuencia.
Además, no deberíamos tratar de imponer a los niños de manera directa verdades religiosas o
espirituales, sino que más bien deberíamos permitir que ellos se acerquen a las mismas. Esto se
puede hacer si se mantiene vivo en los niños el sentido del asombro y la noción de cuánto es lo que
no puede ser comprendido ni conocido, en vez de tratar de imponerles el bagaje de nuestro propio
conocimiento, o del conocimiento humano actual. Es necesario hacerles comprender que lo que
nosotros sabemos es muy poco comparado con el inmenso prodigio del mundo en que vivimos, y
que gran parte de esto no puede ser explicado por los medios científicos. En cuanto a lo que se
refiere a la verdadera naturaleza espiritual del niño, se debe aprovechar toda oportunidad para
ayudarlo a desarrollar una verdadera compasión; es decir, un sentimiento del estado de necesidad
de la humanidad y el deseo de ser capaz de hacer algo al respecto.
Finalmente, el tema particular de Gurdjieff que se refiere a romper la línea de transmisión de las
manchas hereditarias, el rompimiento de la transmisión de la carga del pasado de la humanidad, es
algo muy importante. Si esto pudiera ser verdaderamente comprendido, todos, como padres y
maestros, sentiríamos nuestra responsabilidad hacia nosotros mismos de una manera diferente. A
pesar de nuestro egoísmo, luchar para liberarnos de nuestros propios defectos, y hasta disponernos
a hacer sacrificios si fuera necesario, nos es verdaderamente más fácil si lo hacemos por otros que
por nosotros mismos. Esto es algo bien extraño, pero en mi experiencia es cierto, especialmente
cuando lo hacemos por nuestros hijos; puede suceder que estemos demasiado atrapados en
nuestro mundo de hábitos como para ser capaces de persistir en el perfeccionamiento de nosotros
mismos por el perfeccionamiento en sí. Indudablemente existe en el hombre –muy estrechamente
conectado con la conciencia- el amor a los niños, como algo casi universal. Quizás éste pueda ser el
factor más importante para cambiar al hombre, al menos si podemos comprender cómo trasladar
ese amor a los niños a un verdadero sentido de responsabilidad para con nosotros mismos.

PREGUNTAS

P.: Me encuentro en una situación en la que puedo observar el efecto de la enseñanza sobre los
niños, pero no sé qué mirar. ¿Podría decirme algo específico al respecto?

Sr. Bennett: Usted está en una situación en la que puede observar el efecto de la enseñanza sobre
los niños, pero no sabe qué mirar para ver si el procedimiento está o no de acuerdo con lo que he
estado diciendo.
Me gustaría decir algo acerca de la diferencia entre el método educativo en el que el niño es casi
totalmente pasivo y el método en el que se produce una respuesta genuina de la psique del niño.
Esto corresponde a las dos primeras partes de las que habló Gurdjieff: puede haber métodos
educativos que realmente no tocan para nada la naturaleza interior del niño. Por ejemplo, puede
aprender a leer y escribir puede aprender matemática, avanzar en los estudios y dar bien los
exámenes, casi exclusivamente por el procedimiento de condicionar sus reflejos. Esto significa que
en realidad el método está funcionando sobre el organismo físico y el sistema nervioso, y que la
psique del niño permanece sin ser tocada. En efecto, no ha comprendido nada de lo que ha
aprendido de esta manera, y todo lo que queda cuando esta educación ha concluido son simples
técnicas y nada más.
Estas técnicas han sido adquiridas gracias al condicionamiento del sistema nervioso. Para tener el
segundo tipo de enseñanza, en el cual hay una respuesta auténtica de la psique , es necesario que
se produzca una acción desde la propia psique del niño. En algunos casos, este proceso de
condicionamiento es más rápido que en otros. Por lo tanto, para que funcione requiere una
organización diferente de la práctica educativa, que consiste en utilizar algunos tests psicológicos
para asegurarse de que el niño ha reconocido la dificultad que tiene que superar.
El niño debe darse cuenta cuando no comprende y el maestro debe hacer que el momento de
“darse cuenta” sea la clave de su respuesta. A veces es necesario tener mucha paciencia para
esperar el momento en que el niño verá por un instante qué tiene que comprender, digamos por
ejemplo el significado de una operación aritmética, o la sintaxis de un idioma extranjero. Si no se
ha comprendido eso, no habrá comprensión de la matemática ni ninguna posibilidad real de entrar
en el espíritu de la literatura de la nación que habla esa lengua.
Puede decirse, de manera general, que en todo ser humano existe la capacidad o el poder de
reaccionar pasiva y mecánicamente, que no difiere del poder que tienen los animales.
Existe tambien el poder de actuar positivamente, de enfrentar el medio y entonces “ser uno
mismo”.Es el poder que dice, “no comprendo”, o “ahora comprendo”; y es el desarrollo de este
poder el que es esencial en cualquier verdadero sistema educativo.
Es posible determinar si existe o no en los procedimientos educativos un surgimiento de este
segundo poder que Gurdjieff considera de verdadera importancia para el desarrollo del niño. Este
poder hace que el niño pueda decir “no” a lo que le es ofrecido, de modo que se produce un
choque entre sí y no. Si el niño está capacitado para decir “no comprendo” y si el maestro puede
escuchar y darse cuenta de que el niño ha expresado esto –sea en palabras o en actos- entonces
ese “no comprendo” es el despertar de la psique del niño. A partir de esto existirá la posibilidad de
que haya una acción entre las partes pasiva y activa. Con esa acción el niño habrá adquirido algo
que le es propio: comprensión. Creo que es posible observar en los procedimientos educativos si se
produce o no este tipo de contacto.
Como he dicho, por mi propia experiencia siento que esto no se da fácilmente en un currículo fijo,
porque a veces lleva tiempo llegar a este punto del “no” que llevará luego a una comprensión
genuina. En otras ocasiones este “no” se produce extremadamente rápido, entonces el proceso
educativo se comprende y la técnica se adquiere mucho más rápidamente y se ahorra mucho
tiempo.
El aprendizaje avanza más por saltos de este modo que en el procedimiento que es un simple
condicionamiento, que en definitiva consiste en la repetición del estímulo con el fin de producir el
mismo tipo de acción, como Pavlov hizo con sus perros.
Tenemos que reconocer que los métodos educativos muy a menudo se parecen al condicionamiento
pavloviano de reflejos. Algunos de los considerados efectivos métodos educativos modernos están
en realidad basados sobre el proceso de condicionamiento, adaptándolo para hacer mejor uso del
actual conocimiento del sistema nervioso. Pero si deseamos algo diferente, tenemos que ir a lo que
Gurdjieff llamó la “lucha entre sí y no” , sin la cual no puede producirse el surgimiento de la
comprensión.
Pero ahora nos ocupa el tema más profundo de las necesidades espirituales del niño. Creo que
Gurdjieff, al respecto, apuntaba a que en primer lugar esta capacidad de comprensión tiene que ser
desarrollada en el niño en los primeros años, durante lo que el llamó “la edad preparatoria”. Si se
desarrolla esta capacidad, entonces luego habrá algo con qué responder a las realidades
espirituales más profundas.
Por lo tanto, no debemos intentar ocuparnos de hacer algo en este campo, excepto quizás en la
dirección de la que hablé antes, respecto de la compasión. Lo que estoy tratando de decir es que si
usted está simplemente observando los procedimientos educativos, debe investigar este asunto en
particular, tema que está descrito en el libro de Gurdjieff “Del Todo y de todo. Relatos de Belcebú a
su nieto” en el capítulo cuarenta y seis, llamado “Forma y secuencia”.

P.: Yo soy maestro. Algunas de las cosas que escuché esta noche me han llenado de furia y horror.
Estoy profundamente horrorizado de oír que Gurdjieff enseñó que la masturbación es mala, cuando
todos los médicos y psicólogos dicen que es la culpa por este tipo de cosas la que origina los
complejos. Y respecto del niño que tuvo que sostener sus brazos extendidos durante cinco minutos:
¿por qué no tenerle compasión cuando después de tres minutos comenzó a quejarse?

Sr. Bennett: No estoy diciendo que bañarse con agua helada es una práctica recomendable, pero
hay algo en esto que creo digno de ser atendido; se trata de la tendencia al temor, a no saber que
nuestro cuerpo tiene mucha más resistencia y tolerancia que la que deseamos admitir. En realidad,
la experiencia de personas en condiciones extremas, incluyendo a los niños, muestra que el cuerpo
humano tiene una flexibilidad enorme y un poder de tolerancia tal que indica que hay en ello un
propósito. Si sólo vivimos con una pequeña parte de este poder, no habremos usado nuestra vida
en profundidad. Si los niños se habitúan a pensar que un esfuerzo es demasiado para ellos , o que
es peligroso que hagan esto o aquello, quedan sujetos a vivir toda su vida a medias. Creo que hay
algo de verdad en esto.

P.: ¿Pero por qué torturar de ese modo al niño haciéndolo sostener sus brazos extendidos a los
lados durante cinco minutos?

Sr. Bennett: Piense en la satisfacción de este niño cuando ha cumplido los cinco minutos. Yo lo vi
con mis propios ojos, le dio una cierta confianza que ha perdurado. Este es el camino hacia una real
confianza en uno mismo, porque no está mezclado con orgullo o egoísmo. El niño sabía que
cualquiera de los que estaban allí podría haberlo hecho también.
La otra cuestión que fue objetada es la referencia de Gurdjieff a la importancia de la pureza sexual,
y particularmente lo que decía acerca de los peligros de la masturbación. El dijo, y yo lo dije
también en mi charla, que de ningún modo es este el punto de vista de la medicina o de los
psicólogos, y que la enseñanza actual acerca de la cuestión es que si uno asusta a un niño respecto
de la masturbación sólo logrará que tema o genere complejos, lo que tendrá como consecuencia
que su situación empeore.
Creo que usted confunde el “complejo de culpa” –que en efecto es aconsejable evitar, y el mismo
Gurdjieff ponía acento en ello- con indicar al niño que existen causa y efecto. El niño no desarrolla
un complejo de culpa por aprender que el fuego quema, ni tampoco lo hará por aprender que la
masturbación debilita y puede hasta causar mucho daño al poder de su comprensión. Si el niño no
puede decir “no” a los impulsos de su propio cuerpo, no será capaz de decir “no comprendo”. No
sabe cuanto agradezco yo a mi padre que durante la edad de mi pubertad se las ingenió para
transmitirme que esto era algo innecesario que podía dañar seriamente mi proyecto de lograr un
desarrollo completo de mí mismo. Y estoy seguro de que esto no produjo en mí ningún tipo de
complejo ni nada por el estilo; y siempre le estuve agradecido por esto. Por lo tanto, puedo hablar
de mi experiencia.
Creo que los complejos y todo lo demás surgen de lo que el Sr. Williams expresó en su charla,
cuando se refería al temor que nos produce hablar con los niños de cuestiones sexuales.
Ciertamente, los niños deberían conocer todo lo que es necesario conocer acerca de las cuestiones
del sexo, incluyendo el uso errado de la capacidad sexual, en sus primeros años. No veo la razón de
temer que surjan problemas por explicarle a un niño que la masturbación es algo que daña el
posterior desarrollo de sus potencialidades. Es una simple cuestión de causa y efecto. No hace daño
, siempre y cuando, como he dicho, no esté acompañado de un halo de misterio o vergüenza en
relación a los poderes sexuales del hombre, o de la incapacidad de hablar con libertad con los
padres o quienquiera que fuera que le toca tratar estas cuestiones. La ocultación, rodear al sexo de
un halo de misterio, es ciertamente algo muy pernicioso, y le aseguro que no era éste unos de los
defectos de Gurdjieff.
Yo he aconsejado a muchos jóvenes que se me acercaron en busca de ayuda con estas cuestiones.
A algunos les he dicho cosas en franca oposición a lo que les habían dicho los médicos. Años
después vinieron a decirme: “Fue maravilloso para mí porque me di cuenta de que su consejo era
correcto y lo seguí y no produjo ninguna de las reacciones que me habían dicho eran de temer”. Por
mi parte creo que actualmente existe mucha confusión al respecto. Me alegro de que se haya
suscitado el tema porque no me hubiera gustado que se interpretara que lo que expresé que
Gurdjieff decía y hacía al respecto es una posición aceptada. Y debo agregar algo: por eso mismo
es mucho más lamentable.

P.: Gurdjieff enfatiza la importancia de la pureza sexual hasta los veinte años. Pero justamente son
esos los años en que físicamente las fuerzas sexuales son más fuertes, de modo que la energía más
potente no tendría salida.

Sr. Bennett: Gurdjieff no dijo hasta los veinte años, dijo hasta “la edad responsable”, que puede ser
a los dieciocho años.

P.: Aún así, es muy duro.

Sr. Bennett: Debo decir que, en cuanto a lo que se refiere a los métodos de Gurdjieff, me parece
que tienen coherencia. Por ejemplo, él nos decía que niños y niñas, desde la infancia, durante la
pubertad y en adelante, deben acostumbrar sus cuerpos a condiciones duras.
Hasta cierto punto encontramos esto en Inglaterra, en el deporte, y ha sido verdaderamente una
gran ayuda para muchos.
He estado en países donde no existe el deporte organizado, pero donde los niños realmente
trabajan. Por ejemplo, estoy pensando en lo que vi en algunos países del Cercano Oriente, donde,
para mi satisfacción, impurezas sexuales tales como la masturbación no representan un problema
como en los países occidentales. Quizás esto está en parte conectado con nuestra situación de
sobrealimentación, no sé. En verdad, en esos países los jóvenes trabajan muy duro, desde la
temprana niñez toman parte en la vida familiar. Los niños se ocupan de cuidar animales grandes, y
sus cuerpos se desarrollan mucho. Cuando alcanzan la pubertad ya están realizando trabajos físicos
duros.
Me gustaría mencionar aquí que, por ejemplo, el sudor está conectado con la totalidad de nuestro
equilibrio fisiológico. El hombre, en su carácter animal, está preparado para sudar porque tiene
glándulas sudoríparas, y si no lo hace, se producen ciertas fallas en su metabolismo. Las personas
que viven en condiciones como las que he descrito tienen sus glándulas sudoríparas en condiciones
muy saludables, la piel en estado de sana actividad. Como resultado de esto las cosas que usted
describe no son difíciles de tolerar.
Usted puede replicar: “Bueno, ¿Qué podemos hacer nosotros al respecto? Vivimos en condiciones
muy artificiales; muy pocas personas sudan hoy, y si lo hacen quizás sea sólo una vez por semana,
cuando juegan a algún deporte o algo por el estilo”. Pero usted debe recordar que el hombre tiene
un mecanismo fisiológico de una construcción maravillosa y delicada y si una parte de este
mecanismo no funciona normalmente, entonces otras partes quedarán afectadas por ello.
Es por esto que dije que estos métodos de Gurdjieff que produjeron tanto horror pueden también
tener cierta importancia en el equilibrio fisiológico total del crecimiento del niño, especialmente
durante la pubertad.
Si no estamos preparados para hacer algo con el fin de mantener la actividad de las glándulas
sudoríparas, de la piel, y de todo lo demás, a través de una utilización completa del sistema,
entonces el problema obviamente se agrava.

P.: He sido maestra durante muchos años, y directora de escuela durante todavía más tiempo, y
abandoné mi trabajo como directora porque no me era permitido hacer lo que yo consideraba
correcto para los niños.
Actualmente soy terapeuta, y es mi esperanza corregir lo que la educación ha arruinado en niños y
adultos. Yo no creo que usted se haya aproximado hoy al punto que puede servir de ayuda.
El niño nace con un poder innato para hacer lo correcto durante si vida si se le permite hacerlo.
Ahora bien, desde el mismo momento del nacimiento no se le permite hacerlo. Nace en un hospital.
No le está permitido ejercitar su propio ritmo. Es alimentado cuando las enfermeras piensan que es
necesario hacerlo, no se permite que su madre lo amamante, se lo contraría en cada momento de
su vida, casi hasta el momento de la propia muerte.
Yo no había visto a los niños con mis propios ojos hasta hace diez años. Durante todo mi período
de estudio vi a los niños a través de los ojos de mis maestros, de mis colegas, de otros adultos.
Sólo cuando fui a una escuela para niños pequeños, repentinamente vi a un niño y me di cuenta de
que asesinamos a los niños con nuestros sistemas educativos.
Siempre me he preguntado por qué la maravillosa espontaneidad del niño iba siendo aplastada y
anulada hasta llegar a su adolescencia. Es una cosa, preparada para sentarse frente a una pantalla
de televisión a ver qué le dicen los otros. Y cuando realmente vi al niño por primera vez, supe que
en él está toda la dirección que necesita, desde su nacimiento, si tan sólo le permitimos ser él
mismo. Es decir, darle protección durante los primeros años, la madre y el padre cuidar al niño,
darle seguridad, nunca dejarlo que llore. El llanto desesperado de un niño se transformará luego en
el llanto desesperado de un adulto que no sabe qué hacer.
El niño necesita protección, necesita ser creativo a su propio modo, necesita gatear, explorar, jugar
con la suciedad, hacer todo tipo de cosas hasta que está preparado, alrededor de los siete años –la
primera octava- para recibir ayuda de otras personas.
Entre los siete y los catorce años debería aprender a través del juego. Durante los primeros años
puede resolver todo problema emocional por sí mismo, sin la ayuda de otros, a través del juego.
Quisiera presentar un ejemplo: un niño no hizo más que romper cosas durante dos años. Rompía
cualquier cosa que llegaba a sus manos y se le permitía hacerlo. Al final de este período, quiso
hacer unos dibujos; dibujó unas bombas. Al final de este otro período, quiso trabajar con arcilla; la
estrujaba, y le pregunté: “¿Qué estás estrujando?”, y me contestó: “A mi padre, porque no me deja
hacer un revoltijo”. El niño siempre había querido hacer revoltijos. Bueno, una vez que le fue
permitido hacer destrozos durante dos años, quiso comenzar a aprender. Entonces le pregunté a la
madre si el niño había estado en los bombardeos. “Oh, sí”, me respondió, “estuvimos justo en el
foco directo de un bombardeo; fue un verdadero revoltijo”. El niño conocía su propia salida. La
educación lo hubiera transformado en un imbécil.
Podría darles montones de ejemplos. El niño puede resolver sus propios problemas si los adultos se
limitan a observarlo manteniéndose a un lado.
Estoy de acuerdo con Gurdjieff acerca de que la educación aleja al hombre de su ser real, y como
educadora con muchos años de experiencia me gustaría eliminar todas sus huellas y permitir que
las personas se tornen reales. Pero supongo que usted sabe acerca de este poder del niño, y no lo
ha mencionado. Me pregunto por qué no lo hizo.

Sr. Bennett: Lo siento; al usar la palabra “conciencia” me refería a este poder. Creo que cuando
Gurdjieff hablaba de “comenzar desde lejos”, quería justamente decir que no se debe interferir. Se
debería tener mucho más respeto por el niño en vez de tratar de llenarlo de cosas. Le agradezco
mucho lo que trajo porque lo que dijo expresa mucho más de lo que yo he dicho.

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