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Alumno: Ramiro Arturo Mendoza Ramírez. 4ºB de Preparatoria.

Profesora: María Célida Reyes Reséndiz. Formación Lasallista IV.

El sentido de la vida
Tal como se expresa en los vídeos, el sentido de la vida no es algo que podamos
encontrar, pues la vida misma es una casualidad (nunca decidimos haberla
obtenido, es decir, no es premeditada bajo nuestra elección), y por definición, no
tiene un sentido en sí misma.
Este concepto es muy abstracto y lejano a nuestro raciocinio terrenal, pues somos
seres imperfectos que únicamente existen, sin que una explicación se nos presente
en sí misma. Por esta razón, no puede concebirse la idea, al menos para nuestra
especie, de encontrar una finalidad o sentido común, inequívoco y único para la
existencia de la vida.
No obstante, por el mismo hecho de ser individuos de la especie humana, tenemos
la capacidad suficiente de formular nuestras propias interpretaciones al respecto,
es decir, construir nuestra propia cosmovisión con base en connotaciones como
experiencias, opiniones, deseos, testimonios, sentimientos y creencias, es decir,
con base en nuestra propia cultura.
En mi punto de vista, tal como afirmaba Aristóteles, la existencia humana radica
en el seguimiento de acciones para conseguir fines específicos, los cuales se
concatenan hasta llegar a una meta final. Dicha meta final es la felicidad, sus sub-
fines son la realización personal, el sentido de poder ser una pieza importante en
el espacio, estar en gracia con la máxima figura que represente santidad en las
religiones, y servir al prójimo. Algunos medios para conseguir estos sub-fines son
los valores, principios, ideologías, actitudes y acciones que requieren que
explotemos al máximo nuestras capacidades y cualidades.
Cada individuo existente tiene sus propios medios para alcanzar sus sub-fines, no
obstante, la meta final pareciera ser universal: ser felices.
El sentido de la vida no existe en sí mismo. El concepto se construye en la mente
y en el espíritu de cada ente, a partir de las características, anhelos, cualidades,
deseos, sentimientos y necesidades propias de cada uno. Algo que me llamó la
atención del segundo vídeo, y lo cual me parece muy importante, es que en un
enfoque se afirma que el sentido de la vida no se encuentra, se construye.
Entonces podría decirse que el concepto radica en definir alguna meta máxima
(justificando su anhelo), delimitar mini-metas (sub-fines) para irse acercando poco
a poco, y construir un camino en el cual enfocar nuestras acciones.
Gracias a mis experiencias personales, me he dado cuenta de que:
La verdadera felicidad no se construye abusando de los demás y beneficiándonos
de la satisfacción de intereses egoístas; no se construye en los bienes y servicios
materiales; no se construye en el poder; no se construye en la fama; no se
construye enfocándonos en ser los mejores en algo de forma vacía y sin una razón
Alumno: Ramiro Arturo Mendoza Ramírez. 4ºB de Preparatoria.
Profesora: María Célida Reyes Reséndiz. Formación Lasallista IV.

o finalidad. La verdadera felicidad se construye en el amor; en hacer felices a los


demás; en dar lo mejor de nuestras capacidades para servir a los demás; en
disfrutar en compañía de los otros seres; en hacerlos disfrutar; en servir como un
faro y un hombro para llorar para aquellos que atraviesan los momentos más
amargos de su existencia; en comprender que vivimos en un mundo imperfecto,
pero que eso no significa que no podamos aprovechar lo máximo posible sus
beneficios; en quedarnos con lo bueno de las cosas malas (tratar de encontrar las
cosas buenas en el mundo que subyacen debajo del cúmulo de cosas malas); en
luchar por lo que creemos justo y en transformar aquello que obstaculiza el
crecimiento integral de los demás.
Suponiendo que alguien pudiera decirnos sin pelos en la lengua, sin rodeos y de
forma directa el sentido de la vida, nuestra vida automáticamente perdería su
sentido. Después de todo, puede que el sentido de la vida sea encontrarle un
sentido.
Lo importante es definir nuestro propio concepto y con base en él construir nuestro
camino.
No venimos para ser los más poderosos, los más ricos, los más guapos, los más
sociables, los mejores deportistas, los más inteligentes y mucho menos los más
comprendidos, no obstante, con base en los buenos valores podemos aportar al
mundo lo mejor de nosotros mismos e iluminar la vida de quienes nos rodean, como
una especie de mutualismo o simbiosis con el fin de sacar el máximo provecho de
esta gran oportunidad denominada vida.

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