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Facultad de Filología
Resumen:
La Literatura se ha concebido durante siglos como algo cerrado que el autor envía
al lector para que éste lo abra en la lectura y dé paso a la interpretación. Pero el
surgimiento de nuevas formas de literatura en Internet, donde el lector se
comunica con el autor y puede ayudarle en la creación de la obra, ha subvertido la
forma de concebir lo literario y el modo de interpretarlo. Una asignatura como
“Teoría de la literatura” no puede permanecer ajena a estos cambios, que
necesariamente han de ser incluidos en su programa si lo que se quiere es ser fiel
a la realidad y conseguir una adaptación de su estatuto al mundo real de los
alumnos.
Palabras clave: Teoría de la literatura, literatura tradicional, ciberliteratura, nuevas
prácticas docentes.
Abstract:
Literature has been understood for centuries as a closed package that the author
sends to the reader in order to be interpreted. But the emergence of new forms of
literature on the Internet, where the reader can communicate with the author and
help him in the creation of the literary work, has subverted the way of perceiving
the literary fact and its interpretation. "Theory of Literature" is a subject that cannot
remain foreign to these changes: they need to be included in its program if one
wants to fit it to the reality and to adjust the subject to the real world of the
students.
Key Words: Theory of literature, traditional literature, cyberliterature, new
educational practices.
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que desde un punto de vista teórico caracterizan a las formas artísticas escritas.
En palabras de Lubomir Doležel (1990: 15), la Teoría de la literatura
es una actividad cognitiva que agrupa el conocimiento sobre
literatura y lo incorpora en un marco de conocimiento más amplio adquirido
por las ciencias humanas y sociales.
La Teoría de la literatura es, por lo tanto, una disciplina que tiene como objeto
material la literatura, cuyo estudio debe abordar desde una perspectiva múltiple y
abierta. Así, tiene que ocuparse del plano de la enunciación y del plano de la
recepción; de analizar las funciones de su objeto, su origen, causa material y
finalidad; pero también tiene que ocuparse de las formas que adoptan los textos
concretos, es decir, de los géneros, de cuáles son sus reglas y sus características,
de cuál es su sentido. Y tiene que analizar también el proceso diacrónico, porque
la literatura se transforma a lo largo del tiempo, como también lo hace la propia
Teoría. De hecho, los avances de las nuevas tecnologías están mostrando la
posibilidad de que existan formas literarias presentadas en soportes digitales, lo
que cambia el modo de ofrecer y de recibir los enunciados literarios, así como los
aspectos que tradicionalmente se habían considerado incontrovertibles en el
ámbito de la cultura artística escrita.
El curso 2011-2012 es el primero en el que se imparte la asignatura de
“Teoría de la literatura”, troncal de todas las filologías, en el Grado. A pesar de que
tal cambio no implica diferencias importantes de concepto ni de programa, la
adaptación a los nuevos planes de estudio supone una oportunidad para que los
profesores puedan renovar su metodología con la aplicación de recursos de las
nuevas tecnologías. Lejos de limitarse a la incorporación de nuevas técnicas y
prácticas docentes, la presencia de las nuevas tecnologías –y, de forma concreta,
de Internet- en el planteamiento de la asignatura tiene como objetivo la
adecuación de su temario al nuevo contexto virtual. En pleno siglo XXI, el
desarrollo de Internet y de los formatos digitales de lectura, más que conllevar un
mero cambio de soporte, implica un cambio de paradigma ante el que ni los
estudios literarios ni la industria editorial pueden permanecer ajenos.
La introducción de esta nueva realidad digital en el temario de la asignatura
de “Teoría de la Literatura” no ha de suponer la asunción de una postura radical
en el famoso debate entre apocalípticos e integrados, sino, simplemente, la
aceptación de que el desarrollo de las nuevas tecnologías está alterando la
creación, difusión, distribución y recepción de las obras literarias. En un momento
como el actual, los nuevos filólogos a los que actualmente se enseña en las aulas
no pueden permanecer ajenos al contexto en el que se están sentando las bases
del nuevo paradigma que regulara la actividad literaria y editorial del futuro. Los
dispositivos de lectura digital, las plataformas de distribución de libros electrónicos,
los debates por la adaptación de los derechos de autor al nuevo contexto, son
temas, de hecho, que aparecen con cierta frecuencia en los medios de
comunicación, demostrando con ello que existe en la sociedad, y sobre todo en los
agentes culturales, la convicción de que el actual es un momento de transición.
Internet ha alterado profundamente tanto la forma en la que se genera, se accede,
se conserva y se difunde el conocimiento como el modo en el que se consume
cultura, por lo que “resultaría totalmente ingenuo pensar que la literatura podría
permanecer inalterable y ajena a su influencia” (Montesa, 2011: 9). Hay incluso
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teóricos que, como Jorge Urrutia (2009: 456), vienen reclamando desde hace
tiempo la necesidad de una “tecnología de la literatura” que analice de qué manera
los avances técnicos, y de forma concreta los derivados del desarrollo del mundo
digital, han modificado el modo en que la obra literaria “se ha producido,
transmitido y comunicado”.
En la tradición literaria escrita posterior al surgimiento de la imprenta, los
roles de emisor y receptor estaban fosilizados: no eran intercambiables y no
tenían, por tanto, capacidad para interactuar. Pero las posibilidades de interacción
y comunicación de la Red evidencian que esto se ha transformado de forma
considerable. De hecho, uno de los retos a los que va a tener que enfrentarse la
teoría literaria es el referido al cuestionamiento del carácter centrífugo,
unidireccional y cerrado como seña distintiva de los textos literarios, que había
estado vigente en los últimos veinticinco siglos. Ante semejante problemática, se
hace necesario que los estudiantes entren en contacto con los nuevos modelos de
producción y distribución textual a través de la Red, con la nueva dimensión que
parecen estar adquiriendo los concepto de autor y lector, con el discurso
interartístico que propicia el soporte digital, etc. Se trata, en definitiva, de que los
alumnos sean conscientes de que
en su viraje de la página hacia la pantalla (y no solo […] la del
ordenador, sino todo tipo de pantallas en las que “consumimos” textos hoy
en día: smartphones, tablets, iPods, iPads, netbooks, e-readers, etc.); la
literatura ha experimentado un cambio en la forma que debemos evaluar
hasta qué punto también comporta un cambio de contenido y,
consecuentemente, de nuestro modo de lectura (Borràs, 2011: 41).
Pero vayamos por partes y expliquemos los conceptos a los que hemos
aludido. La Literatura es una forma de comunicación con características
específicas (Lázaro Carreter, 1980). Es centrífuga porque parte de un centro, de
un emisor especial que recibe el nombre de autor, y lo hace de forma
unidireccional, ya que el receptor, que también es especial y que recibe el nombre
de lector, no puede contestar al autor dentro del mismo nivel de comunicación, ni
establecer ningún tipo de contacto con él; solo puede leer el texto, aunque esto no
quiere decir que permanezca pasivo dentro de su papel. El lector es activo porque
puede dejar libre su imaginación, seguir el planteamiento del autor o su
razonamiento -como sucede en la lectura de una novela policíaca o de un poema
difícil- o puede rellenar los huecos –elipsis- que deja el emisor. Además, la
literatura, tal como la conocemos en su formulación tradicional, tiene un carácter
cerrado, es decir, el autor entrega la obra a la editorial solo cuando considera que
está ya terminada, de manera que el lector recibe esa obra y no puede contradecir
al autor o hacerle un comentario sobre ella. El texto literario es, por lo tanto,
cerrado, y es precisamente esta característica la que permite la interpretación
ulterior por parte del lector o del crítico, porque solo si el texto está cerrado –
terminado- el receptor puede abrirlo –leerlo- y comentarlo. En este sentido, y como
señala Paul Zumthor (1989: 347),
[e]l texto ‘literario’ es cerrado: en virtud del acto que, material o
idealmente, lo cierra y por intervención de un sujeto que efectúa ese
cierre. Pero éste provoca el comentario, suscita la glosa, de manera que
en ese nivel el texto se abre, siendo una de las características propias
de la ‘literatura’ su interpretabilidad. El texto tradicional, por el contrario,
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sólo por el hecho de pasar por la voz y por el gesto, tiene que ser
forzosamente abierto, con una abertura primaria, radical, hasta el
extremo de enojar a veces el lenguaje articulado: por eso esquiva la
interpretación global.
Nos referimos, claro está, a la obra tradicional, aquella que el lector adquiere
en una librería o recoge en una biblioteca y se lleva a casa para disfrutar de su
lectura. Sin embargo, las nuevas formas de comunicación nos ofrecen a diario
textos que difieren de este planteamiento clásico, y que nos obligan a
replantearnos el estatuto de la literatura, su forma de leerla y el modo de
enseñarla en el aula.
Así, gracias a las posibilidades comunicativas de la Red algunos textos ya no
son cerrados porque el autor y el lector los elaboran en cooperación, y,
ciñéndonos al caso de la narrativa, esa interactividad pasa a dominar el universo
ficcional, poniendo en entredicho no sólo su carácter clausurado, sino también la
necesidad de que la obra sea reproducida de forma literal, como había sucedido
en el concepto de la comunicación literaria desde la distribución de los libros
impresos. Además, escritores y público pueden estar en permanente contacto,
permitiéndose de este modo a los primeros conocer las opiniones sobre su obra,
tal y como sucede, por ejemplo, en las “blogoficciones”, desarrolladas a través de
la estructura de las bitácoras digitales y con la posibilidad, por tanto, de incorporar
comentarios de los internautas lectores. La interactividad puede ser tal que incluso
puede haber ocasiones en las que los lectores participen en la construcción del
discurso literario, aconsejando al autor sobre las decisiones que debe tomar en su
proceso creativo o, directamente, configurando parte del mensaje literario.
Semejante capacidad trasciende la concepción del lector como elemento
activo en el proceso de configuración de sentido del texto que otorgaron teóricos
como Ingarden (1974) e Iser (1987), pues se basa en la responsabilidad individual
y personal que cada uno de los receptores de un texto tiene en la toma de
decisiones sobre su forma de entrar en el mundo de ficción que éste presenta,
eligiendo qué líneas argumentales establecer y prescindiendo del orden lineal. De
este modo, el concepto tradicional de lectura, en el que cada página impone de
forma necesaria una continuidad lógica con la anterior, parece haberse puesto en
entredicho por una nueva dimensión de carácter arborescente que hace que la
experiencia de cada lector sea única y distinta.
Para exponer este nuevo paradigma narrativo –del que existen algunos
precedentes en la tradición literaria de las últimas décadas, como Rayuela (Julio
Cortázar, 1963) o Juego de cartas (Max Aub, 1964)-, se considera imprescindible
la aplicación de las nuevas tecnologías en la metodología docente. Con ello no
sólo se intenta facilitar los procesos de aprendizaje, o fomentar su adaptación a
los nuevos entornos virtuales, sino también y sobre todo generar un proceso de
reflexión en los estudiantes que les haga meditar sobre las implicaciones que para
la Teoría puede tener la creación y recepción de obras literarias a través de los
nuevos soportes tecnológicos. En ese sentido, resulta necesario familiarizar a los
estudiantes con el concepto de “hiperficción”, con el que habitualmente se
denomina a las narraciones escritas utilizando la tecnología del hipertexto que
permite ir enlazando de forma continua diversos fragmentos textuales, y con sus
dos variantes: la explorativa, en la que el lector va trazando diversos itinerarios de
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Borrás, Laura, 2009, “Nuevos lectores, nuevos modos de lectura en la era digital”
en S. Montesa, Literatura e Internet. Nuevos textos, nuevos lectores, Málaga,
Universidad de Málaga.
Dolezel, Lubomir, 1997, Historia breve de la Poética, Madrid, Síntesis.
Ingarden, Roman, 1974, La comprenhesión de la obra literaria, México D.F.,
Iberoamericana.
Iser, Wolfgang, El acto de leer. Teoría del efecto estético, Madrid, Taurus, 1987.
Lázaro Carreter, Fernando, 1980, “La literatura como fenómeno comunicativo”, en
Estudios de lingüística, Barcelona, Crítica.
Montesa, Salvador, 2011, “Presentación”, en Literatura e Internet. Nuevos textos,
nuevos lectores, Málaga, Universidad de Málaga.
Zumthor, Paul, 1989, La letra y la voz. De la literatura medieval, Madrid, Cátedra.
Urrutia, Jorge, 2009, “Tecnología de la literatura”, en VV.AA, Teoría y análisis de
los discursos literarios. Estudios en homenaje al profesor Ricardo Senabre
Sempere, Salamanca, Universidad de Salamanca.
REFERENCIAS DE CIBERLITERATURA
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