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GÉNESIS 40
Introducción
A un nivel más personal, la historia de este capítulo nos enseña que cada experiencia
que vivimos avanza el plan que Dios tiene para nuestras vidas. Dios no siempre nos
dice lo que Él está haciendo; pero podemos estar seguros que día tras día, Él va
cumpliendo Su perfecto plan, no sólo para nuestras vidas, sino para las personas que
nos rodean. El día que los dos oficiales del Faraón llegaron a la cárcel donde estaba
José (v.2-3), marcó un paso muy importante en el plan de Dios para la vida de José.
Mientras José estaba aprendiendo a tener paciencia, y a confiar en Dios (en medio de
las injusticias que sufría), un evento en el mundo de la política afectó su vida. Dos
altos oficiales de la corte del Faraón “delinquieron contra su señor el rey de Egipto”
(v.1), y fueron llevados a la cárcel donde estaba José (v.2-3). Se trataba del
“copero” y del “panadero” (v.1); o, como lo expresa el v.2, “el jefe de los coperos”
y “el jefe de los panaderos”.
El “copero” era la persona responsable por lo que tomaba el Faraón (ver v.13),
mientras que el “panadero’ era responsable por parte de su alimentación (v.17).
Obviamente, estas dos personas tenían puestos de confianza en Egipto. Nada menos
que la vida del Faraón estaba en sus manos.
Sin embargo, como Moisés nos informa en el v.1, estos dos oficiales “delinquieron”
contra el Faraón. El verbo en hebreo significa, ‘ofendieron’. No sabemos
exactamente qué hicieron, pero fue algo que enojó al Faraón (v.2). Él reaccionó,
destituyéndolos de sus cargos, y enviándolos a la cárcel. Lo sorprendente no era
que fueron enviados a la cárcel donde estaba José (recordemos que era “la cárcel,
donde estaban los presos del rey”, Gén 39:20); lo sorprendente era que José
estuviera en esa cárcel. Meses antes, Dios había guiado la mente de Potifar,
colocando a José en esa misma cárcel, en preparación para este momento crucial.
Al llegar a la cárcel, los dos prisioneros fueron puestos en las manos de José. Es
interesante notar quien lo hizo. El v.4 dice que fue, “el capitán de la guardia”. Este
NO era “el jefe de la cárcel”, como leemos en Gén 39:22. El ‘capitán de la guardia’
era Potifar (ver Gén 39:1). La persona que le hizo daño (echándole injustamente en
la cárcel) fue quien le encargó ahora a estos dos prisioneros de alta categoría. No
sabemos por qué lo hizo; cuál era su motivación. En un sentido no importa. Lo que
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importa es que Dios estaba obrando, para sacar a José de Egipto, y elevarlo a una
posición aun más alta que la de Potifar.
¿Qué habrá sentido José, al tener que atender a estos dos oficiales? En la ‘carne’
podría haberse sentido incómodo, pensando, “Ahora tengo más trabajo que hacer”.
Sin embargo, la Biblia dice que José “les servía” (v.4), y al servirles,
inconscientemente estaba colaborando con el plan de Dios, y preparando el camino
para su propia liberación. Esto nos enseña la importancia de cumplir la exhortación
de Pablo a los Colosenses, “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el
Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa…
porque a Cristo el Señor servís” (Col 3:23-24).
Una noche, los dos oficiales “tuvieron un sueño” (v.5). En realidad fueron dos
sueños. No fueron sueños naturales, sino proféticos. Dios les estaba hablando, y
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por eso los sueños les impactaron fuertemente . El v.6 nos informa que
amanecieron tristes (v.6). No estaban tristes por despertar un día más en la cárcel;
ya se habían acostumbrado a la vida allí. Estaban tristes por lo que habían soñado.
Ellos percibieron que los sueños eran importantes; pero, estando en la cárcel, no
tenían quien les interpretara sus sueños. De haber estado en la corte del Faraón,
podrían haber solicitado el servicio de los magos y hechiceros. Pero en la cárcel,
¿quién podría interpretar sus sueños?
El trabajo diario de José consistía en darles a estos dos hombres su desayuno por la
mañana. Si José se habría limitado tan sólo a hacer lo que se le pedía, hubiera
colocado el desayuno delante de ellos, y continuado con sus otros quehaceres. Sin
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embargo, él notó que estaban tristes, y se interesó en ellos (v.7 ).
Cuán importante es hacer nuestro trabajo de todo corazón, como dice Pablo. Si
vamos a servir a otra persona, debemos mostrar interés en ella; no sólo cumplir
nuestras responsabilidades en manera fría, insensible. José mostró interés en estos
dos oficiales, a quienes atendía, y eso fue muy importante en el desarrollo del plan
de Dios. De no haber preguntado por qué estaban tristes, José no habría escuchado
sus sueños; y de no haber escuchado sus sueños, no habría podido interpretarlos. Y
de no haberlos interpretado, no se habría manifestado el tremendo don que tenía,
que luego iba a ser muy importante, no sólo para su liberación de la cárcel, sino para
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Debemos notar que los sueños no fueron dados para el beneficio de los oficiales, sino para el beneficio de
José, y para el cumplimiento (a largo plazo) de los propósitos de Dios. Aun si los oficiales no hubieran
soñado, dentro de tres días los eventos habrían ocurrido de todos modos. Los sueños no causaron el futuro.
Simplemente permitieron que José interviniera, preparando el camino para que él sea presentado ante el
Faraón dos años después.
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El v.7 afirma que el copero y el panadero “estaban con él en la prisión de la casa de su señor”. El
pronombre, “él”, debe referirse a José. Pero, ¿qué significa, “la prisión de la casa de su señor”?
Probablemente, la prisión estaba en la casa de Potifar.; no quizá en su casa personal, pero dentro de sus
propiedades. Aunque José estaba en la cárcel, seguía siendo el siervo de Potifar.
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salvar al pueblo de Egipto, y a su propia familia – de quien dependía (humanamente
hablando) la salvación del mundo. ¡Cuántas cosas estaban en juego esa mañana,
cuando José se levantó para atender a los dos oficiales del Faraón!
El jefe de los coperos se animó a contarle a José su sueño (v.9). Menos mal que fue
él, y no el panadero; porque si el panadero hubiera hablado primero, al escuchar la
interpretación (v.19), ¡el copero no se habría animado a contar su sueño! En el
sueño, el copero vio una vid con tres sarmientos; también se vio a sí mismo,
exprimiendo las uvas, para darle de beber al Faraón (v.9-11). José no titubeó a dar
la interpretación (v.12-13). Los tres sarmientos representaban tres días; en tres
días, el Faraón restituiría al copero a su trabajo.
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En su sueño, él vio tres canastas sobre su cabeza, una sobre otra (v.16). En la más
alta, había “toda clase de manjares de pastelería para Faraón” (v.17a). El problema
era que el Faraón no estaba comiendo esos manjares, sino las aves del cielo (v.17b).
Al escuchar este sueño, Dios le dio a entender a José el significado. Las tres
canastas también representaban tres días (v.18); pero, al cabo de los tres días, lejos
de ser restituido a su trabajo, el panadero iba a ser colgado en la horca (v.19).
Al percatarse del significado del sueño, José pudo haber dado otra interpretación
más ‘favorable’. No lo hizo, porque entendía bien su cometido; era simplemente
narrar el significado del sueño, tal como Dios se lo dio a entender. José fue un fiel
mensajero de Dios; un fiel profeta (1 Cor 4:2). Lo fue, porque lo que José más
quería era que Dios sea honrado y glorificado. Era de poca importancia lo que los
hombres pensaban del mensaje. José no estaba dispuesto a cambiar el mensaje
simplemente para agradar a los hombres.
El texto no dice cómo reaccionaron estos dos oficiales, ante la interpretación ofrecida
por José. Seguramente, el copero se alegró; probablemente, el panadero optó por
no creerle a José, cuestionando su habilidad de interpretar sueños. Sin embargo, al
cabo de tres días, el cumplimiento se puso en marcha.
El tercer día era el cumpleaños del Faraón (v.20). Es de suponer que los dos
oficiales sabían eso, y que comentaran de ello, al escuchar la interpretación de sus
sueños. Durante las celebraciones, ofrecidas a los sirvientes de la corte, el Faraón
restituyó al copero a su antiguo trabajo (v.21), y ordenó la muerte del panadero
(v.22a). Todo se cumplió tal como José lo había interpretado (v.22b).
Lo triste fue que el jefe de los coperos fue tan mal agradecido, que “no se acordó de
José, sino que le olvidó” (v.23). Aquí vemos una triste característica de la naturaleza
humana. Anhelamos que otros nos ayuden cuando estamos pasando por un mal
momento; pero cuan rápido nos olvidamos de otros, cuando prosperamos. Como
dice Trenchard, “¡Cuántos buenos deseos y cuántas bellas promesas surgidos en el
horno de la tribulación se han desvanecido en posteriores días de prosperidad!”. La
experiencia de José fue parecida a la del Señor Jesús. Él pasó tres años atendiendo
a los necesitados en Israel. Pero cuando arrestaron al Señor Jesús, la muchedumbre
gritó, ‘Crucifíquenlo, crucifíquenlo’.
Volviendo al caso de José, dos preguntas surgen en nuestras mentes: ¿Por qué Dios
permitió que el copero se olvidara de José?; y, ¿Cómo reaccionó José al darse cuenta
que el copero se había olvidado de él?
Para Dios no le era difícil recordarle al copero de José. Si no lo hizo, fue por alguna
razón. ¡Nada ocurre por casualidad! Especialmente, cuando se trata de un hombre
a quien Dios ha decidido usar grandemente. Detrás del olvido del copero estaba la
mano soberana de Dios; del Dios que hace todas las cosas al momento preciso. La
verdad es que las circunstancias no estaban dadas para que José sea puesto en
libertad. Él sólo quería salir de la cárcel; Dios quería elevarlo a ser el primer ministro
de Egipto. Si el copero hacía mención de José ahora, José pudo haber salido en
libertad; pero probablemente no estaría en la posición de ayudar al Faraón a
interpretar su sueño dos años después. Fue para asegurar que José estuviera a la
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mano para dar esa interpretación, que Dios permitió al copero olvidarse de José por
un tiempo.
¿Cómo reaccionó José ante este olvido? La Biblia no lo dice. Obviamente, él no sabía
nada de lo que iba a pasar en dos años. Sólo los que conocemos la historia de José
de antemano, lo sabemos. Sin embargo, para José, la negligencia del copero fue
motivo de confiar en Dios. José tuvo que ‘tragarse’ la tristeza natural que sintió al
saberse olvidado, y poner su vida en las manos de Dios. Es obvio que José ya
andaba con Dios. De hecho le habrá contado a Dios lo que sentía; quizá hasta,
reclamándole, o preguntando por qué el copero se había olvidado de él. Pero
estamos seguro que en medio de la tristeza que sentíó, José experimentó una paz; la
paz de aquellos que esperan en Jehová (Is 26:3-4; ver también Sal 27:14; 37:34; Is
25:9; 30:18; 40:31).
Conclusión
Dios le dio al copero un sueño que apuntaba, no sólo a su liberación, sino a la fecha
de ella. También le dio a José la habilidad de interpretar dicho sueño. Pero, ¡qué
interesante - no le dio a José un sueño, indicando que él también sería puesto en
libertad algún día! Dios ocultó eso de José, para que él aprendiera a vivir por fe, y
no de sueños. Dios ya le había dado sueños a José (Gén 37:5-10), y Él esperaba
que José meditara en esos sueños, y confiara en ellos. Para José, esos sueños que
él había tenido, años antes, suplieron el lugar de las Escrituras, que aun no existían.
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