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ÍNDICE:

-Introducción
-Contexto histórico
-Tipos de clonación
 Clonación reproductiva(transferencia nuclear, Dolly)
 Clonación terapeútica
-Aplicaciones de la técnica de clonación( beneficiosas para el ser humano)
- ¿Clonación en el ser humano?/ Aplicaciones de la técnica de clonación
-Problemas éticos/Obstáculos de la técnica
-Conclusión

TRABAJO DE GENÉTICA: 
Introducción:
Una vez se hizo público el caso de la famosa oveja Dolly en el año 1997, la clonación despertó
un enorme interés, tanto en los medios de comunicación como en el mundo entero. En este
trabajo se van a tratar diferentes aspectos de la misma. En primer lugar, la situaremos en un
contexto histórico que nos ayude a comprender cómo fue posible llevarla a cabo; acto seguido,
hablaremos sobre los tipos de clonación que existen y sobre las aplicaciones que tiene la
misma en la vida de las personas y lo que supone para la ciencia y el mundo en general.
Finalmente, trataremos los problemas morales u obstáculos que supone su realización,
destacando sus consecuencias más sutiles y al mismo tiempo complejas.
Una vez se hizo público el caso de Dolly en el año 1997, la clonación por transferencia nuclear
ha despertado un enorme interés en los medios de comunicación. Aquí vamos a hablar del
contexto en el que se sitúa la transferencia nuclear y destacar sus consecuencias más sutiles y
al mismo tiempo complejas. 
¿Por qué surgió una forma tan complicada de producir animales? El experimento de Dolly
esconde dos principales motivos: el primero, estrictamente comercial, consistía en desarrollar
una herramienta para la producción rápida de animales idénticos para la biotecnología. El
segundo motivo se basaba en la simple curiosidad científica, la oportunidad de tratar un dilema
biológico muy antiguo. 
Primeras investigaciones y principios fundamentales (Contexto histórico)
La cuestión del desarrollo animal ha sido debatida desde la Antigüedad. Ya en el siglo III a.c,
Aristóteles reconoció la importancia de la reproducción sexual y propuso dos modelos: o la
estructura del animal completo ya estaba preformada dentro del óvulo o el embrión, o nuevas
estructuras iban surgiendo poco a poco. Aristótels se inclinó por la segunda idea, pero la
cuestión siguió siendo durante siglos objeto de debate. El “preformismo” se convirtió en la
doctrina más extendida en Europa en los siglos XVII y XVIII. Tras el descubrimiento de los
espermatozoides o “animálculos”, Nicholas Hartsoker propuso que en su interior podía estar la
estructura de un diminuto feto, conjeturando que la cabeza del mismo crecía hasta formar el
feto y su cola se transformaba en el cordón umbilical, mientras que la función del óvulo se
limitaba a proporcionar un nido para facilitar el desarrollo del embrión. Pero en 1830 Joseph
Jackson Lister inventó el microscopio compuesto. Y en 1839 Theodor Schwann y Matthias
Schleiden demostraron que los seres vivos se componen de células. Poco tiempo después,
Albrecht von Kölliker demostró que tanto los ovocitos u óvulos como los espermatozoides son
células también, pero se desconocía el proceso que llevaban a cabo entre sí para constituir un
nuevo ser. En 1854, George Newport sugirió a partir de sus estudios de fertilización en ranas
que el espermatozoide realizaba su aportación penetrando el huevo. Sin embargo, al mismo
tiempo las investigaciones microscópicas revelaban que nuevas células surgían a partir de la
división del huevo fertilizado, por lo que resultaba inverosímil que el desarrollo fuera por
preformación, descartándose así dicha teoría.
En 1867, Oskar Hertwig, pionero en el estudio sobre desarrollo embrionario y fertilización en
huevos de erizo de mar, que son idóneos para el estudio microscópico ya que son muy claros,
describió sus observaciones tras añadirle esperma a los huevos. Observó, en particular, la
presencia de dos núcleos dentro del huevo, uno de ellos proveniente del espermatozoide, e
indicó así cómo se fusionaban. Esta fue la primera explicación del papel de los padres dentro
de la reproducción. Hertwig destacó también la importancia del núcleo y de los cuerpos
coloreados que observó en su interior y que en 1880 pasaron a llamarse “cromosomas”.
En 1892 August Weismann propuso que los núcleos de los ovocitos y del espermatozoide
contenían una sustancia hereditaria que constituía, además, la única continuidad orgánica entre
generaciones. Este principio sentó las bases de toda la genética y la biología evolutiva. Su
teoría del “plasma germinal” establece que las células germinales poseen un linaje distinto del
resto de las células somáticas y que las características que el cuerpo adquiere con el paso del
tiempo no se transmiten a las células germinales. Esto contradecía brutalmente las teorías de
Jean-Baptiste Lamarck. En los siguientes 20 años, la corriente de pensamiento que inició
Weismann pasó a convertirse en la ciencia moderna sobre genética y desarrollo. En 1900 se
redescubrieron los trabajos de Gregor Mendel sobre híbridos de guisantes y con ellos su
concepto de segregación de caracteres independientes. Dos años más tarde, Theodor Boveri y
Walter Suton descubrieron que los elementos que determinan los caracteres identificados por
Mendel se encuentran en los cromosomas. En 1907, Boveri demostró que la presencia de un
juego de cromosomas normal es necesario para el desarrollo embrionario del erizo de mar. En
1915, Thomas Morgan descubrió la localización física de los genes en los cromosomas de la
mosca de la fruta en su obra “El mecanismo de la herencia mendeliana” (Morgan et al. 1915).
Estas ideas conforman actualmente la base de la biología. 
Clonación e identificación de las células
Weismann propuso también la primera teoría experimental del desarrollo animal, un proceso
denominado desarrollo en mosaicos. Afirmó que el cigoto contiene determinantes localizados
en regiones diferenciadas. Al escindirse, los determinantes se distribuyen de forma desigual en
células hijas y controlan su desarrollo futuro. El proceso continúa mientras los diferentes tipos
de células se forman por “diferenciación”, a medida que se desarrolla el embrión. En 1982,
Hans Driesch proporcionó la primera prueba que desmentía la teoría de Weismann (Driesch
1892). Las células de los embriones tempranos de erizos de mar podían separarse y formar
cada uno de ellos una larva completa. La división en la fase bicelular llevaba a la formación de
dos larvas normales y las células individuales de la fase tetracelular producían cuatro larvas
normales. De hecho, éstos fueron los primeros animales clonados de forma experimental. 
Al principio, la clonación por transferencia nuclear se presentó como un método adicional para
probar que los núcleos de las células embrionarias tempranas y adultas tenían un potencial de
desarrollo similar. Yves Delage, un biológo marino francés, arguyó que “siempre que no se
produzcan daños, si el núcleo del óvulo puede sustituirse con el núcleo de una célula
embrionaria común, entonces ese óvulo podría desarrollarse sin cambios”. Sin embargo, fue
Hans Spemann, antiguo alumno de Boveri, quien realizó la primera transferencia nuclear en un
estudio de microcirugía (Spemann 1928).  Con ayuda de unas micropinzas y un mechón de
pelo de su hija pequeña, escindió un embrión unicelular de salamandra en dos partes, una de
las cuales contenía el núcleo de la célula. Al desarrollarse, esta parte se dividió y formó un
embrión, mientras que la otra permaneció como una bolsa de citoplasma. El embrión siguió
desarrollándose hasta alcanzar la fase de 16 células, cuando se devolvió un único núcleo al
citoplasma vacío. Esta célula única se convirtió en un embrión de salamandra normal en una
fase ligeramente anterior. Este experimento de transferencia nuclear puso de manifiesto que
los núcleos de células embrionarias eran capaces de formar un animal completo.
Unos años más tarde, en 1936, Spemann propuso lo que llamó un “experimento de clonación
propio del mundo de la fantasía”. Si era posible transferir los núcleos de las células en fases
más avanzadas de desarrollo para devolverlos a huevos fertilizados, sería factible identificar de
forma sistemática el momento en el que las células conservan o pierden su capacidad para
formar un organismo completo, una cualidad que actualmente se denomina “totipotencia
celular”. Este experimento “de fantasía” de Spemann fue realizado en 1950 por dos biólogos,
Robert Briggs y Thomas King con huevos de rana. Extrajeron el núcleo de un ovocito activado
con una aguja de cristal. Después, una célula única diseccionada a partir de un embrión en una
fase posterior se introdujo en una pipeta de cristal muy fina, que estaba conectada por un tubo
de goma a una jeringa. La célula se rompió al introducirse en la pipeta y el núcleo liberado se
inyectó en el huevo enucleado. Tras hacer un cultivo con los embriones reconstruidos,
descubrieron que sus núcleos celulares en fase blastularpodían desarrollarse de forma normal
para convertirse en larvas en fase de alimentación. Sin embargo, una vez los embriones
estaban en una fase más tardía, en los que los linajes celulares ya estuvieran establecidos, no
eran capaces de hacerlo.
Un tiempo después, John Gurdon y Ron Laskey ampliaron el estudio utilizando núcleos de
tejidos juveniles y adultos, como la membrana interdigital de las ranas, y descubieron que esos
animales sólo sobrevivían hasta la fase de renacuajos. Gurdon logró obtener ranas adultas a
partir de tejido intestinal de renacuajos en 1962, pero la posibilidad de que en su tejido
estuvieran presentes células germinales puso en duda los resultados. En aquel momento, la
consideración más relevante, como cabe esperar, fue que la capacidad del desarrollo de los
núcleos trasplantados disminuía con la edad y el ámbito de diferenciación de la célula donante:
los núcleos en las fases más tempranas del embrión pueden ser equivalentes, pero en algún
momento del desarrollo su destino queda determinado, “activado” por un cambio concreto,
como la pérdida o la modificación irreversible del ADN contenido en él.
Sin embargo, esta consideración resulta difícil de conciliar con algunos fénomenos muy
conocidos en la naturaleza, sobre todo con las capacidades regenerativas que poseen la
mayoría de peces y anfibios. Si, por ejemplo, un tritón pierde una extremidad, las células de los
tejidos circundantes migran a la herida y realizan un proeso de “desarrollo inverso”
diferenciador para formar un blastema, dividiéndose rápidamente. Esto prueba que algunas
células diferenciadas adultas no tienen un destino concreto y pueden cambiar su identidad de
forma radical. (página 4 de 14)

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