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7.

Quiero ser una Creatura Nueva

PREPARA TU CORAZÓN

EN LA ESCUELA DE LA SABIDURÍA

Mateo 16, 21-27

“Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los
ancianos, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y al tercer día resucitar.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: —¡Dios no lo permita, Señor! No te sucederá tal
cosa.

Él se volvió y dijo a Pedro:


—¡Retírate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios.

Entonces Jesús dijo a los discípulos:


—El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. El que quiera
salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará. ¿De qué le vale al
hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?, ¿qué precio pagará por su vida? El Hijo del Hombre
ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Entonces pagará a cada uno
según su conducta”.

Lectio Divina:

1. ¿Tu vida es según la manera de Jesús o la manera de los hombres?

2. ¿Por qué crees que Jesús pide a sus seguidores que se renuncien a sí mismos?

EN LA ESCUELA DE LA IGLESIA

Catecismo de la Iglesia Católica 1430-1432

“Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en


primer lugar, a las obras exteriores “el saco y la ceniza”, los ayunos y las mortificaciones,
sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia
permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la
expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl
2,12- 13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).

La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una


conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del
mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo,
comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia
divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va
acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron animi cruciatus
(aflicción del espíritu), compunctio cordis (arrepentimiento del corazón) (cf Concilio de
Trento: DS 1676-1678; 1705; Catecismo Romano, 2, 5, 4).

El corazón del hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un


corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de
Dios que hace volver a Él nuestros corazones: «Conviértenos, Señor, y nos convertiremos»
(Lm 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la
grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del
pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El
corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za
12,10).

«Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su


Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el
mundo entero la

Manual del Consagrado

gracia del arrepentimiento» (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 7, 4)”.

EN LA ESCUELA DE MONTFORT

Tratado de la Verdadera Devoción 81

“... para vaciarnos de nosotros mismos debemos morir todos los días a nuestro egoísmo, es
decir, renunciar a las operaciones de las potencias del alma y de los sentidos, ver como si
no viéramos, oír como si no oyéramos, servirnos de las cosas de este mundo como si no
nos sirviéramos de ellas (ver 1Cor 7,30-31). Es lo que San Pablo llama morir cada día (1Cor
15,31). Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo (Jn 12,24), se vuelve tierra y
no produce buen fruto. Si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones más
santas no nos llevan a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos fruto que valga la
pena y nuestras devociones serán inútiles; todas nuestras obras de virtud quedarán
manchadas por el egoísmo y la voluntad propia; Dios rechazará los mayores sacrificios y
las mejores acciones que ejecutemos; a la hora de la muerte, nos encontraremos con las
manos vacías de virtudes y méritos y no tendremos ni una chispa de ese amor puro que
sólo se comunica a quienes han muerto a sí mismos, y cuya vida está escondida con Cristo en
Dios (Col 3,3)”.

PARA PROFUNDIZAR

1. Identifica cuando tú piensas como los hombres y no como Dios.


2. ¿Cómo se manifiesta el egoísmo en tu vida?
3. ¿Qué te implica en tu vida tomar diariamente la cruz de Jesús?
4. ¿Cómo crees que la Consagración a Jesús por María te ayuda a morir a tu egoísmo?

ABRE TU CORAZÓN A JESUCRISTO

Danos un Corazón

Juan Antonio Espinosa


Danos un corazón
Grande para amar
Danos un corazón fuerte para luchar Hombres nuevos, creadores de la historia
Constructores de nueva humanidad Hombres nuevos que viven la existencia Como riesgo
de un largo caminar

Danos un corazón
Grande para amar
Danos un corazón fuerte para luchar Hombres nuevos, luchando en esperanza
Caminantes, sedientos de verdad Hombres nuevos sin frenos ni cadenas Hombres libres
que exigen libertad Danos un corazón
Grande para amar
Danos un corazón fuerte para luchar Hombres nuevos, amando sin fronteras Por...

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