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Dr. Samuel H.

Sandweiss
SAI BABA
y el psiquiatra SAI RAM

Título original:
Sai Baba, the holy man… and the psychiatrist
Traducción: María Martínez de Velázquez

© 1975 Samuel H. Sandweiss


Primera edición en castellano: Editora y Distribuidora YUNG SA –
México Primera edición Argentina: 1993
Segunda edición Argentina: 2011
© SRI SATHYA SAI SADHANA TRUST, Publications Division
Prashanti Nilaham 515 134 – Anantapur District Andra Pradesh –
India

© Sai Ram 2011

Publicado por la Fundación Sri Sathya Sai Baba de

Argentina Traducción al español: María Martínez de

Velázquez

Ventas y/o consultas: pedidos@fundacionsai.org.ar


www.fundacionsai.org.ar

Reservados todos los derechos.

Sandweiss, Samuel H.
Sai Baba y el psiquiatra. - 2a ed. - Buenos Aires : Fund. Sri Sathya Sai Baba
de Argentina, 2011.
90 p. ; 19,5x13,5 cm.

Traducido por: María Martínez de Velázquez


ISBN 978-987-1593-15-6

1. Espiritualidad. I. María Martínez de Velázquez, trad. II. Título


CDD 291.4

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723.

Libro editado e impreso en la Argentina.


Printed in Argentina.

La fotocopia mata al libro y es un delito (Ley 23741, art. 72 bis).

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la


transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier
medio, sea electrónico o mecánico, mediante copias, digitalización u otros
métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las Leyes 11723 y 25446.

Esta edición de 1.000 ejemplares se terminó de imprimir en la planta industrial


de Sevagraf SA; Buenos Aires, República Argentina, en el mes de julio de 2011.

A Sai Baba
Agradecimientos
Deseo manifestar, de modo muy especial, mi
agradecimiento a Dick Croy, escritor y cineasta de Los
Ángeles, cuyas aptitudes y empeños como supervisor y
redactor tuvieron parte importante en la elaboración de este
libro. Gracias a su afán, un gran cúmu lo de material mal
pergeñado por un escritor bisoño fue organi zado hasta
adquirir forma. Asimismo, expreso reconocimiento especial a
Mary Alice Berning, mi secretaria, quien mecanografió el
borrador las veces necesarias y cuya actitud positiva, servicio
desinteresado y consejo útil fueron muy valiosos durante la pre
paración de la obra.
Mi gratitud sincera a Larry Smith, artista y dibujante de San
Diego, quien al diseñar el libro e ilustrarlo con sus delicados di
bujos, le dio dimensión artística; también a Lee Gerlach, Nancy
Sandweiss y Freda Sandweiss, mi madre, quienes colaboraron
en las etapas finales de la edición; a Homer Youngs, quien pro
porcionó el glosario; a The Sai Baba Center de Los Ángeles y
al Lite Storm Singing Group, por facilitar muchas de las foto
grafías que aparecen en la obra; a The Sri Sathya Sai Baba
Book Center of America de Tustin, California, por suministrar
las selecciones de las policromías; a Howard Murphet, por per
mitir la reproducción de pasajes de su libro Sai Baba, man of
mi racles; asimismo a Indra Devi y Elsie Cowan, así como a los
doc tores V. K. Gokak, S. Bhagavantam y John Hislop por
autorizar el empleo de material referente a sus experiencias
personales con Sai Baba.
Expreso particularísimo agradecimiento a Sharon, mi queri
da esposa, quien ha sido mi apoyo constante en todo y,
mientras me ocupaba en la elaboración del libro, nos atendió
amorosa mente a los niños y a mí. Sus provechosos
comentarios e ince sante estímulo constituyeron profunda e
inagotable fuente de energía.
Unas palabras del editor
La tarea que desempeñé en la edición de este libro la
dedico a mis padres, cuyo amor siempre creciente me ha dado
una base para empezar a comprender la inefable relación
entre Sai Baba y sus seguidores.
Dick Croy
ÍNDICE
Prólogo por el Dr. V. K. Gokak ....................................... 13
INTRODUCCIÓN .......................................................... 15

PARTE I. EL VIAJE
1 Dulces, dulces ..................................................... 25 2
Buenas noticias ................................................... 31 3
Cartas a casa ...................................................... 39 4 El
primer encuentro............................................. 45 5 Del
simple aire.................................................... 51 6 Una roca
hecha pedazos...................................... 67 7 Psiquiatría y
espiritualidad .................................... 73 8 La mente
simiesca............................................... 89 9 Caduceo y
kundalini ............................................ 99 10 Un alma en
transformación.................................. 105

PARTE II. REGRESO A CASA


11 El Avatar............................................................ 125 12
El punto dorado .................................................. 141 13
Prashanti Nilayam ............................................... 157 14
Arder hasta consumirse ....................................... 167 15
Un viaje de amor................................................. 187 16
Preguntas y respuestas......................................... 205 17
Enseñanzas de Sai Baba ...................................... 255 18
Los pies de loto .................................................. 285

GLOSARIO ................................................................... 307


Unas palabras al lector
Las afirmaciones de Sai Baba, así como las citas de sus
dis cursos, se compusieron en cursivas sin comillas. Al
principio, el lector occidental quizá encontrará un tanto
esotéricos algunos de los pasajes seleccionados. Sin embargo,
su cuidadosa lectura re velará que, en lo básico, expresan el
mismo mensaje antiguo y universal que se halla en la literatura
de las principales religiones del mundo. Muchos pasajes tienen
una semejanza sorprendente con las enseñanzas de
Jesucristo.
Las palabras en sánscrito y telugu —compuestas en cursi
vas— van seguidas por una traducción al español clara y
concisa colocada entre paréntesis, y de ellas se da una
explicación más amplia en el glosario. A lo largo del libro se
hace referencia a otras obras de Sai Baba y acerca de Él. Para
mayor información por favor consulte la lista de obras de Sai
Baba y sobre Él, en las últimas páginas de este libro.
Para mayor claridad y conveniencia, el trato masculino de
costumbre será utilizado en todo el libro para referirse al
aspiran te espiritual. Esto de ninguna manera se debe tomar
como indi cación de que la mujer es en alguna forma menos
idónea para tener buen éxito en la travesía espiritual. La
opinión de Sai Baba acerca de este punto debe dejarse
establecida desde ahora: La mujer tiene las mismas cualidades
que el varón para seguir el sendero espiritual. Todavía hay
muchos hombres que se in quietan cuando ven mujeres
dedicadas a prácticas espirituales o cuando las escuchan
recitar el Pranava (Om, el sonido pri mordial). Olvidan que el
sonido mismo es fundamentalmente pranava, que toda
respiración tiene pranava inmanente en sí. ¿Cómo podrían
entonces las mujeres evitar o mantenerse ale jadas del Om, el
cual está siempre presente en el éter en que la respiración de
ellas ocurre a cada momento?… Las mujeres tienen iguales
oportunidades e iguales derechos para alcanzar la Divinidad.
PRÓLOGO

En su interesante libro acerca de Bhagavan Sri Sathya Sai


Baba, el doctor Samuel Sandweiss ha hecho accesibles tres
vías principales de comunicación: una fascinante narración de
sus propias vivencias con Baba; su investigación como
profesional de la psiquiatría, de los fundamentos de esta rama
de la medici na, investigación que lo llevó al descubrimiento de
que es una ciencia incompleta que requiere adicionales
esenciales prove nientes del campo de la conciencia espiritual,
para que sea real mente eficaz; y la reproducción de pasajes
de escritos y discursos de Baba que a juicio del doctor
Sandweiss son capitales para un análisis de las enseñanzas
de este maestro.
Al hojear el libro y leer estos pasajes capitales, uno se
perca ta enseguida de que la selección del doctor Sandweiss
es afortu nada. Baba habla respecto a la avataridad
(Avatarhood); acerca de las nueve formas de la devoción; de la
relación del individuo con la sociedad; del sadhana: éstas y
otras citas cardinales nos conducen a las entrañas de la
filosofía de Sathya Sai.
Las vivencias del doctor Sandweiss en su relación con
Baba son además de interesantes, típicas: primero se inquieta
y se le “deshace”; después se reconstruye a sí mismo a la luz
del espíri tu. La “mente simiesca” se desmorona gradualmente,
desiste de su lucha y es reemplazada por una sensibilidad y
receptividad ge nuinas. Permitiendo a su escepticismo
campear tan alto como pueda, comprende no obstante que si
hay alguna honradez en la duda, es necesario admitir y
aceptar la existencia de un alma y
- 14 - SAMUEL H. SANDWEISS

una realidad trascendental, es decir, una nueva dimensión


espiri tual del Universo. Él entiende también la verdad acerca
del papel del Avatar en los asuntos humanos. En resumen, el
doctor Sand weiss experimenta una profunda transformación.
Se vuelve una persona diferente, alcanzando, a medida que
esto sucede, una nueva dimensión espiritual.
Este cambio se refleja en la consecuente actitud hacia su
pro fesión, la psiquiatría. Hace falta un científico de la
conciencia. La psiquiatría misma tiene que transformarse en un
arte terapéutico basado en la ciencia de la conciencia. Quizás
esta inaudita afir mación del doctor Sandweiss suscite
polémicas. Pero la verdad tiene que ser aceptada como tal,
llueva o truene.
El sutil discernimiento del doctor Sandweiss, su honradez
y rectitud en el curso de su indagación lo harán querido a los
lecto res de este libro. Una sinceridad transparente impregna
este vo lumen. El escritor hace sus confidentes a los lectores
respecto a todos los cambios en su pensamiento y estados de
ánimo. Llega mos a conocer cada recodo del camino que tomó
y la dirección de cada paso. Esto convierte a la obra del doctor
Sandweiss en un genuino documento de la sensibilidad
humana y de la psicolo gía de los profundos cambios
interiores.
El doctor Sandweiss es un valioso amigo mío y
compartimos muchas aficiones. Me complace haber recibido la
oportunidad de escribir estas líneas a manera de opinión sobre
su libro.

Vinayak Krishna Gokak


Brindavan
Whitefield
Bangalore, India
INTRODUCCIÓN

Mi primer encuentro con Sathya Sai Baba fue hace tres


años. Viajé a la India como psiquiatra occidental para estudiar
de fuentes originales la psicología de la religión y salí de allí
con una profunda sensación de misterio respecto a un ser a
quien no po día comprender.
Sai Baba dice: Mi vida es mi mensaje. Él enseña acerca de
la espiritualidad en un lenguaje universal, atrayendo la atención
de gente de todo el mundo, de todas las clases sociales y de to
das las creencias religiosas. Infunde nueva vida a las viejas
verda des de millones de seres. Sólo hay una casta, dice, la
casta de la humanidad; sólo hay un lenguaje: el lenguaje del
corazón; sólo hay una religión: la religión del Amor; sólo hay un
Dios, y Él es Omnipresente.
¿Qué hay en este maestro del mundo que lo hace tan
cauti vador? Sus seguidores creen que Él es mucho más que
un vene rado guía espiritual. Científicos, educadores, líderes
del gobierno y figuras públicas, así como los pobres, los
débiles y los enfermos —toda la gama de la humanidad—
atestiguan que Sai Baba es capaz de realizar las acciones más
extraordinarias. Se ha relatado que puede materializar objetos
del aire y que posee notables po deres de clarividencia,
telepáticos y curativos; que puede tomar otras formas e
identidades y trasladarse instantáneamente a grandes
distancias; que se le ha visto en dos o más lugares a la vez.
- 16 - SAMUEL H. SANDWEISS

El alcance de los poderes que se le atribuyen sobrecoge la


mente; de hecho, sus seguidores piensan que se extiende más
allá de las limitaciones del tiempo y el espacio. Para ellos, este
hombre carismático y misterioso es un Avatar: una
encarnación sobrehumana de lo Divino.
Para la mayoría de los occidentales es difícil, para decirlo
con suavidad, tomar en serio tales afirmaciones. Sin embargo,
la im portancia de la gente convencida de los poderes
paranormales de Sai Baba y la creciente documentación
disponible acerca de Él son impresionantes. Por ejemplo, el
doctor S. Bhagavantam —fí sico, ex consejero científico del
Ministerio de la Defensa de la In dia y ex presidente de la
Indian Science Congress Association— quien se describe a sí
mismo como “un hombre racional, práctica mente agnóstico,
que no aceptaría nada sin una explicación cien tífica”, ha
resuelto así lo que antes fue un conflicto entre su prepa ración
científica y la evidencia de sus sentidos:
“En nuestros laboratorios”, dice, “los científicos confiamos
en la razón, pero sabemos que cada vez que agregamos un
poco a lo que conocemos, nos enteramos de la existencia de
muchas otras cosas cuya verdadera naturaleza ignoramos. Así,
mientras adquiri mos conocimiento, también agregamos algo a
nuestra ignorancia. Lo que sabemos se vuelve una fracción
cada vez más pequeña de lo que no sabemos.
”¿Cómo reconciliar mis antecedentes científicos con lo que
hace Sathya Sai Baba? Lo he visto realizar quizá miles de mila
gros durante los quince años que tengo de conocerlo: materiali
zaciones de una variedad infinita de objetos físicos, curaciones
de todas clases. Debo confesar que con la lógica que conozco
y con la preparación que tengo, no puedo aceptar que Sai
Baba sea como usted y yo. Él puede trascender las leyes de la
física y de la química. Por lo tanto debo decir que es un
fenómeno, un Ser Trascendental, Divino.”

El mundo de hoy parece estar al borde de la locura. Tal


vez la mitad de su población esté desnutrida o muriéndose de
ham bre. Somos testigos de tiroteos en las calles; los suicidios
y aten tados terroristas son algo cotidiano. Ya por costumbre
comete mos las más grotescas crueldades con el hombre y
estupramos virtualmente la tierra. Estamos atrapados en la red
de un apasio-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 17 -

namiento absurdo por las armas y la guerra, y por preocupacio


nes puramente egoístas.
Todo el mundo es gurú. Las librerías, atestadas de volúme
nes que supuestamente muestran “el camino”, confirman este
hecho. Pero nada parece funcionar. Estamos perdidos en un
ma remágnum de ideas, un confuso torbellino de impresiones y
ex perimentos sin dirección ni disciplina. Es crucial que
aprendamos a discernir la verdad y encontremos una
dirección. Y, sin embar go, para muchos de nosotros la
búsqueda de respuestas funda mentales a los problemas
personales y sociales parece fútil y sin sentido.
Mi propia búsqueda de significado y comprensión me
condu jo a estudiar medicina y luego me llevó al campo de la
psiquia tría. Pero nueve años de preparación y práctica
psiquiátricas, y una amplia investigación participante de lo que
pudiera llamarse el “movimiento del potencial humano” me
proporcionaron po cas respuestas.
Las expectativas de lograr una comprensión más profunda
y la “expansión de la conciencia” resultaron superficiales y sin
sus tancia. ¿Existe en realidad algo así como el potencial
infinito de la humanidad: la facultad de transformar de tal modo
la propia conciencia como para descubrir una dimensión
divina, infinita o eterna del ser y fundirse con ella? Empezaba a
convencerme de que tal búsqueda era inútil.
En ese estado de ánimo me asomé al Oriente… y me
encon tré con Sai Baba. Aquí estaba un maestro —un
científico de la conciencia— que enseñaba que nuestra
verdadera naturaleza no está limitada por el tiempo o el
espacio, y de hecho es infinita, inmutable, eterna. Que
proclamaba que detrás de todas las for mas y objetos está el
espíritu, y que toda la Creación está basada en la voluntad de
la dimensión espiritual… que nuestra identidad más verdadera
es un estado incorpóreo de Bienaventuranza y Amor. Sus
seguidores creen que la vida misma de Sai Baba es una
prueba concreta de que posee un conocimiento lo bastante
penetrante y una energía lo suficientemente poderosa como
para ayudarlos a lograr la clase más profunda de
autorrealización.
Pero ¿cómo puede uno determinar si este santo y místico
in dio, aún desconocido en el Occidente, es siquiera una
fracción de lo que sus seguidores creen? Para muchos
occidentales, el
- 18 - SAMUEL H. SANDWEISS

enigma del asunto es si efectivamente puede o no demostrar


po deres que prueben de un modo concreto la realidad de
aquellas dimensiones acerca de las cuales enseña.
Este libro es un intento de describir mi observación directa
y mi experiencia personal en relación con algunos de estos
pode res. Es el resultado de un conflicto anímico para
comprender fe nómenos en los cuales, por lo general, en el
Occidente no se cree. He tratado de preparar al lector
occidental para su arribo al extraño territorio que aquí
encontrará, y de relacionar lo que ob servé con nociones
psiquiátricas con las cuales la mayoría de no sotros estamos
familiarizados de alguna manera. Intentaré esto pese al hecho
de que descubrí que la psiquiatría moderna es insu ficiente
para comprender este tipo de fenómenos. La realidad de este
hombre santo —su nivel de conciencia evidentemente avan
zado y su manera de relacionarse con la gente y con el
medio— no se podría abarcar o explicar a satisfacción con los
conceptos y principios que aprendí en mis años de ejercicio
psiquiátrico. Hasta hace poco, los fenómenos que forman gran
parte de su modo de vida han sido casi exclusivamente del
dominio de san tos y místicos. Estos son científicos, si se
quiere, cuyo campo de investigación es la dinámica de la
conciencia expandida, descrip ta por los místicos como
conciencia cósmica, por las religiones del mundo como
conciencia de Dios o Divina y por la psicología occidental del
siglo XX como supraconsciencia.

Los niveles de conciencia “no-ordinarios” pasaron a ser por


primera vez tema de la psicología occidental en 1908, con el
gran estudio clásico y fundamental de William James, Las varie
dades de la experiencia religiosa. Una década más tarde, Carl
Jung introdujo el concepto del inconsciente colectivo y la idea
de que es posible extendernos más allá del espacio y el
tiempo, y fi nalmente ser parte de una dimensión de la realidad
más elevada que aquella representada por el mundo físico.
Jung creía que nuestra conciencia podía comunicarse con esa
realidad superior y obtener de ella penetración intuitiva y
creadora, y sabiduría y guía.
Los adelantos en la psicología durante los últimos veinte
años, al principio agrupados con vaguedad bajo el título
general de “la nueva psicología” y más recientemente como
psicología
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 19 -

“humanista”, se han caracterizado por explorar la posibilidad


de expandir la conciencia a fin de aumentar la creatividad y
revelar un significado y una finalidad de la vida más profundos.
Creada por Abraham Maslow, la psicología humanista se
in trodujo en el movimiento del potencial humano y en 1973 fue
aceptada por la American Psychological Association como su
rama más nueva. Maslow fue el primer psicólogo norteamerica
no de importancia que postuló la tesis de que el hombre es una
criatura evolutiva cuya naturaleza superior también busca mani
festarse, lo mismo que, sin duda, hace la inferior, y que la enfer
medad surge cuando esta evolución ascendente, esta
necesidad de autorrealización, es obstruida. “La naturaleza
superior”, dijo Maslow, “requiere un trabajo que tenga sentido,
exige responsa bilidad, creatividad, conducta honrada y justa,
tareas que valgan la pena de hacerse e inclinación para
ejecutarlas bien”. Esto con trasta con la naturaleza inferior del
hombre, la cual busca la satis facción de los impulsos e
instintos animales.
Los términos de este nuevo enfoque psicológico
—experien cias “cumbre” y de éxtasis, autotrascendencia y
autorrealización, corrientes de energía y campos de energía,
amor y conciencia… la dimensión espiritual— crean un
lenguaje similar al de los místi cos, santos y guías espirituales.
Su postura en cuanto a la auto exploración y la participación
personal se opone al método cien tífico clásico en lo que toca a
la exigencia de un observador obje tivo. Los investigadores de
esta novísima rama de la psicología opinan que es posible
entrar en estados tales como la medita ción, la hipnosis, la
insensibilidad y otros estados de conciencia alterados, y no
obstante hacer observaciones válidas y recoger datos útiles.

En nuestra cultura está ocurriendo nada menos que una re


volución en la conciencia humana, al ser enfocada la investiga
ción hacia la naturaleza de la mente y la conciencia desde casi
todos los puntos de vista científicos y humanísticos. Como
reflejo del alcance y diversidad de este nuevo campo de
interés, están surgiendo cursos en las universidades de todo el
país. El Experi mental Johnston College, en la Universidad de
Redlands en California, basa todo un curso de cuatro años en
la nueva psico logía transpersonal que combina lo humanístico
y lo espiritual.
- 20 - SAMUEL H. SANDWEISS

El comité de programas de estudios de la Universidad de


Harvard aprobó recientemente un curso de pregrado referente
a los esta dos de conciencia alterados. Una vez al año un
heterogéneo gru po de médicos, psicólogos, antropólogos,
físicos, filósofos y san tos de todo el mundo se reúnen —bajo
los auspicios de la Asso ciation for Humanistic Psychology y la
Menninger Foun dation— en Council Grove, Kansas, para
estudiar el tema de la expansión de la conciencia.
Sin embargo, mi participación en este movimiento
incipiente no ha sido de mucha ayuda en mi esfuerzo por
comprender a Sai Baba. ¿Cómo es posible que aunque si bien
en apariencia re conocen la naturaleza espiritual del hombre,
muchos terapeutas discuten todavía lo que para mi intuición y
sentido común pare cen temas absurdos y contradictorios? Por
ejemplo, el tópico “¿Debe un terapeuta profesional acostarse
con su paciente si se atraen mutuamente?”, se ventiló en un
foro de la Association for Humanistic Psychology.
Tales inquietudes tan fuera de lugar son absolutamente
con trarias a la atmósfera que rodea a Sai Baba. La dirección
de mu chos parece encauzarse hacia el incremento de la
expresión emocional, aun a costa de la más elemental
moralidad —y en es to incluyo la entrega de sí mismo a Dios,
relegando el plano físi co de la existencia a una posición que
se subordina a una rela ción más elevada con lo Divino. ¿Es
anticuado un código así, o, peor aún, es una negación
patológica de la propia identidad bási ca? ¿O será que
realmente hay una verdad oculta en esa morali dad espiritual
considerada represiva por la mayoría de los cientí ficos
conductistas occidentales?
De esta manera muy sorprendente, los fenómenos de la
ex pansión de la conciencia, considerados desde el punto de
vista del poeta, constituyen la dinámica del amor. El amor y la
con ciencia, según descubrí, están íntimamente relacionados,
quizá sean uno y lo mismo. Sin embargo, aun aquí, al
investigar un as pecto central de la condición humana que uno
podría estimar de mayor interés e importancia para la
psiquiatría, encontré al co nocimiento psiquiátrico moderno
burdamente limitado.
El amor del que fui testigo en la India se extendía más allá
de los conceptos de emociones y sentimientos como se los
define
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 21 -

en la psiquiatría. En la presencia de Sai Baba aprendí que la vi


vencia de amor más intensa y más profunda nace de una
actitud de devoción hacia lo Divino; un principio que, no
necesitamos decirlo, está ausente casi por completo de la
teoría y la práctica de la psiquiatría moderna. En la India
aprendí que nuestra identi dad básica es de hecho el amor
puro y desinteresado. En su for ma pura, el amor se puede
definir mejor en términos espirituales como la chispa divina que
hay en nosotros mismos —la esencia de nuestra identidad, la
manifestación de nuestra naturaleza más verdadera— la cual,
al igual que la conciencia, se alarga y se ex pande hasta que
abarca todo lo que percibimos o conocemos. Para los
psiquiatras que creen que la naturaleza humana es fun
damentalmente animal, motivada por el principio de
placer-dolor y por la necesidad de alguna forma de
autosatisfacción, la de mostración de amor desinteresado que
hace Baba es una revela ción impresionante.
Así, en mi tentativa de integrar lo que observé con lo que
co nozco de psiquiatría, he tratado de definir áreas de
limitación en la teoría y práctica psiquiátricas modernas; de
señalar cómo un creciente conjunto de conocimientos que se
refieren a la dinámi ca de la conciencia y el amor está
revelando otra dimensión hu mana que la psiquiatría necesita
considerar e investigar seria mente.
Debo advertirles que, si bien he tratado de describir mi en
cuentro en la forma más objetiva posible, durante el primero de
los cinco viajes que hice a la India hallé que el método de ser
un observador objetivo y no-participante era un obstáculo
absoluto para la comprensión. No pude refugiarme en el papel
de experto visitante. Para entender estos fenómenos tuve que
convertirme en parte de ellos.
De hecho, tomé la dirección que me indicaba el mismo Sai
Baba: Debes bucear profundamente en el mar para obtener las
perlas. ¿De qué sirve chapotear entre las olas cerca de la
playa y jurar que el mar no tiene perlas y que todos los cuen
tos acerca de ellas son falsos? Si de veras has de realizar el
fruto pleno de este Avatar, bucea profundo y sumérgete en Sai
Baba.
Para los más rígidos en la tradición científica, esto
parecerá una terrible transgresión. Pero en el cuerpo principal
de las cien
- 22 - SAMUEL H. SANDWEISS

cias de la conducta hay una sana apreciación de este enfoque


y una aceptación de su validez. Incluso en el calor de las más
inten sas reacciones internas y externas, es posible mantener
una posi ción de testigo y observador. En mi encuentro con Sai
Baba, creo que mantuve esa posición. Y al hacerlo, siento que
aporto a este relato una nueva dimensión: una observación
directa al ex perimentar mi propia alma en transformación.
¿Quién es Sai Baba? Si sus poderes son genuinos, ¿cómo
puede conducirnos hacia los más íntimos misterios de nuestra
existencia? Estas fueron las preguntas básicas con las que
empe cé mi búsqueda. Si usted todavía está conmigo, lo invito
a unirse a mi viaje hacia este hombre santo… a explorar un
reino emo cionante e inspirador de las posibilidades humanas
a través de su enigmática figura.
PARTE I
EL VIAJE

DULCES,
DULCES

“¿Qué estoy haciendo aquí?”, me preguntaba mientras per


manecía negligentemente al lado de mi amigo Alf Tidemand en
el vestíbulo de la gran casa de verano donde reside Sai Baba
cuando está en Bangalore. Estaba anocheciendo. Los insectos
hacían círculos desatinados alrededor de las luces y una
lagartija se escapaba en rápidos zigzags por la pared. Me
preguntaba có mo podía sostenerse. Mis ojos se esforzaban
buscando las vento sas de succión en sus patas.
Estaba exhausto. Los huesos y el trasero me dolían por ha
ber estado sentado en el suelo con las piernas cruzadas
durante largas y tediosas horas. Mi estómago gruñía como
reacción a los extraños y picantes platillos indios. Había
perdido cinco kilos en diez días. Un primitivo ventilador
pendiente del cielo raso giraba con una fastidiosa monotonía
sobre nuestras cabezas, simple mente haciendo circular el aire
sin avivar en absoluto mis ánimos abúlicos y abatidos.
Dos grandes elefantes de madera sobre pedestales, las
trom pas levantadas, hacían guardia en la puerta que
comunicaba el vestíbulo con el interior de la casa. A un lado
frente a mí estaban un escabel y una silla cubierta con
terciopelo rojo, que semejaba un pequeño trono.
Frecuentemente ocupada por Sai Baba, era casi el único
mueble en la sobria habitación.
- 26 - SAMUEL H. SANDWEISS

“Ni muerto iría a la India”, había dicho con gracia, simpatía


y espontaneidad mi hermano Don a mi partida. “Sam, ¿qué bus
cas? Eres un psiquiatra próspero con una buena posición
univer sitaria. Tienes una familia saludable y feliz. Vives junto al
mar en el mejor clima del mundo. ¿Qué más puedes desear?
Estás ha ciendo algo temerario y loco al ir a la India en pos de
un sueño, arriesgando tu salud y entristeciendo a tu familia”.
Con frecuencia yo mismo había puesto en tela de juicio
este descontento interior, este viejo anhelo interno por
descubrir un significado más profundo de la vida. Toda esa
literatura que bulle en el Occidente respecto a la clarividencia,
la telepatía y la gente con aparentes poderes curativos; la
cuestión de otros niveles de conciencia, de otras dimensiones
de la realidad: ¿existen real mente tales fenómenos? Y si así
fuera, ¿podrían arrojar alguna luz sobre el significado y el fin
de la vida? ¿No sería solamente neurótico mi viaje por medio
mundo en busca de un hombre que tiene fama de conocer las
respuestas a estas antiguas preguntas, y además,
supuestamente capaz de realizar milagros?
Me había dedicado nueve años a la psiquiatría. Además
de ejercer en privado, era profesor clínico asistente de
psiquiatría en la Universidad de California en San Diego; había
tratado a miles de pacientes y en el proceso de mi
adiestramiento había pasado por mi propio tratamiento,
buscando durante muchos años el ca mino hacia un sentido de
la vida y una paz más profundos; pero aún anhelaba y
buscaba…
“Espero que estés feliz ahora, Sam”, pensé
dolorosamente. “Este Sai Baba, que supuestamente posee
poderes semejantes a los de Cristo, no te ha dirigido ni una
sola mirada. Ni siquiera sa be que existes.”
“Pero Él puede materializar objetos”, me habían dicho. “Él
es Omnipresente, Omnisciente, Omnipotente, todo Amor.”
Después de diez días en Su presencia yo seguía dudando. De
cuando en cuando parecía estar “materializando” algo, pero yo
estaba demasiado lejos para ver lo que hacía. En todo caso,
¿quién en su sano juicio podría realmente creer a otro ser
huma no capaz de producir algo a partir del aire? Por
supuesto, los tru cos mágicos y la charlatanería son otro
asunto.
Sai Baba acababa de pronunciar un discurso de hora y me
dia a unas quinientas personas, el cual había sido totalmente
de-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 27 -

silusionador para mí. Lo que había dicho no sólo era contrario


al pensamiento psiquiátrico contemporáneo, parecía también
atra sado por años respecto a la época y era psicológicamente
sim plista. Su desafío sin base a mi sistema de creencias fue el
último golpe. ¿Cómo podía considerar siquiera por un
momento esta tontería?
Educado en las mejores escuelas del país más avanzado
del mundo, familiarizado con las principales teorías, con las
últimas prácticas y técnicas de la psiquiatría, ¿cómo podía
esperar hallar aquí algo que valiera la pena? Yo sabía más
acerca de la mente y las emociones, del camino hacia la paz
interior, que cualquiera en este país primitivo y
subdesarrollado. ¿Enseñarme a mí Sai Baba algo acerca del
camino hacia la paz interior? ¡Todo este viaje no era más que
una especie de autotormento!
En pocos momentos Alf y yo recorreríamos el sendero del
ashram (comunidad espiritual) hacia nuestro taxi y
regresaríamos a Bangalore. Varios muros nos separaban
todavía de la parte tra sera de la casa, donde un estruendoso y
duradero aplauso seña laba el final de la plática. Nosotros
permanecimos en silencio.
“Me siento horrible, Alf; como si me estuvieran desgarran
do. Incluso creo que debo regresar a casa pronto.” Alf asintió
con una cansada sonrisa.
Yo miraba al piso, a mis pies desnudos, moviendo los
dedos para entretenerme. Mi viaje había sido un fracaso.
Había venido buscando el sentido de la vida y había
encontrado confusión. No había visto milagros ni poderes
sobrehumanos. Yo era uno entre miles, no reconocido por Sai
Baba. Era un tonto, ya era hora de regresar a casa.
Entonces apareció de repente. Con rapidez y gracia
caminó hacia nosotros sonriendo y lleno de alegría. Ofreció
dos carame los diciendo: Dulces, dulces. Su mirada
bienaventurada traspasó la mía. ¡Qué mensaje en esos ojos!
Parecían hablar de un enten dimiento más allá de mi
comprensión. Sentí un escalofrío y la clara impresión de que
este hombre conocía en realidad mi senti miento de
desesperación y estaba respondiendo a él.
Durante diez días no me había dado siquiera un signo de
reco nocimiento. ¿Cómo podía saber ahora quién era yo y lo
que esta ba pensando cuando un momento antes Él había
estado rodeado por cientos y yo no había estado en ningún
lugar visible para Él?
- 28 - SAMUEL H. SANDWEISS

¿Qué había sido comunicado en ese breve momento? ¡El


mundo! Algo se rompió dentro de mí. Algo de la alegría y el
amor de Sai Baba penetró en mi alma y me sentí a mí mismo
riendo como un niño. Había tal amor, gentileza y aprecio en la
presencia de este hombre.
¿Quién era Él?
La autoestima infatuada y el apego egoísta a mis valores y
creencias particulares parecieron pulverizarse, dando lugar de
pronto a un sentimiento de profunda reverencia ante el
misterio. En un momento deslumbrante e increíble me sentí
transformado de alguna manera… Comprendí entonces que
todos podemos ser transformados de este modo, que todos
tenemos tan gloriosa posibilidad.
Baba se volvió con ligereza y desapareció por el mismo ca
mino que había venido, dejándome boquiabierto, sintiéndome
aturdido y humilde.
“¿Qué ha sucedido?”, logré preguntarle por fin a Alf, miran
do desconcertado su cara resplandeciente.
“Bueno”, dijo, “si tú crees que éste es un dulce cualquiera,
Sam, estás lastimosamente equivocado. Pruébalo.” Comí el
cara melo, sintiendo su dulzura en mi boca acompañada por la
más maravillosa sensación que se derramaba dentro de mi
cuerpo. Conforme miraba a Alf podía sentir lo radiante de mi
propia ca ra. “Me quedaré”, dije.

Por alto que pueda volar un pájaro, tarde o


temprano tendrá que posarse en la copa de un ár
bol para gozar la quietud. Así también llegará el día
en el cual aun los más altaneros, los más obstina
dos, los más incrédulos, incluso aquellos que afir
man que no hay gozo ni paz en la contemplación
del Ser Supremo, tendrán que orar: “Dios, concéde
me paz, concédeme consuelo, fortaleza y alegría”.

El doctor Y. J. Rao,1 jefe del Departamento de Geología de


la Universidad de Osmania en Hyderabad, fue apropiado
testigo

1 Howard Murphet, Sai Baba, el hombre milagroso, Editorial Errepar, Buenos


Aires, Argentina.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 29 -

de la evidente transmutación de una piedra sólida en algo total


mente diferente, con una valiosa lección espiritual: Un día en
Puttaparti2 Baba recogió un áspero pedazo de granito
quebrado y entregándoselo al doctor Rao le preguntó lo que
contenía. El geólogo mencionó algunos de los minerales de la
roca.
Baba: No me refiero a eso, sino a algo más profundo…
Doctor Rao: “Bueno, moléculas, átomos, electrones, proto
nes…”.
Baba: ¡No, no; todavía más profundo!
Doctor Rao: “No lo sé, Swami”.
Baba tomó la masa de granito de la mano del geólogo y
sos teniéndola con los dedos sopló entre ella. El doctor Rao
dice que aunque nunca la perdió de vista, cuando Baba se la
regresó su forma irregular se había transformado en una
estatua del Señor Krishna tocando su flauta. El sorprendido
geólogo notó también una diferencia en el color y un ligero
cambio en la composición de la roca.
Baba: ¿Ves? Más allá de tus moléculas y átomos, Dios
está en la piedra. Y Dios es dulzura y alegría. Separa el pie de
la figura y saboréalo.
El doctor Rao no encontró dificultad alguna en separar el
pie de “granito” de la pequeña estatua, y poniéndolo en su
boca des cubrió, afirma, que era de caramelo.
El doctor Rao dice que de este incidente aprendió algo
más allá de las palabras y mucho más allá de la ciencia
moderna; de hecho, algo que sobrepasa los límites de la
mente racional del hombre actual: “La ciencia no da sino la
primera palabra; la últi ma palabra es conocida solamente por
los grandes científicos es pirituales como Sai Baba”.
2 Puttaparti: Pueblo en el sur de la India donde nació y creció Sai Baba, y don
de se localiza su ashram.

2
BUENAS
NOTICIAS

A fines de 1971 empecé a buscar a alguien que me


enseña ra yoga y meditación. Había estado experimentando
con un nú mero de “novísimas” técnicas psicoterapéuticas y
sentía que en algunas de éstas el Occidente se estaba
aproximando realmente a las prácticas yóguicas “espirituales”
conocidas desde hace miles de años en el Oriente. ¿Cómo
habían entendido estas antiguas culturas la naturaleza
humana? Y ¿cómo la “práctica espiritual” conducía a una salud
mental mejorada?
Supe que Indra Devi, una mujer con prestigio internacional
en yoga, tenía un rancho y retiro yóguico en Tecate, México, a
sólo 80 kilómetros de San Diego, y tuve la buena suerte de ser
invitado gentilmente a su casa para una plática. La reunión
esta ba destinada a ser interesante e importante.
Después de cruzar la frontera, mi esposa Sharon y yo nos
di rigimos hacia el pequeño pueblo de Tecate y avanzamos por
un camino estrecho y de tierra suelta que serpenteaba por las
coli nas hasta llegar a una gran área descampada y apacible al
pie de una montaña. Este era el Rancho La Cuchuma. Tuve la
extraña sensación de entrar a otro mundo, alejado del barullo
de San Diego por algo más que la distancia. El cálido sol era
suave y amable; el silencio, penetrante.

Tal vez hayan oído decir a la gente que “tomo” esto y “doy”
aquello, que satisfago todas sus necesidades, etc., que curo
sus enfermedades. Pero estas cosas no son tan importan tes
como la satvaguna (cualidad espiritual de firmeza, pureza y
desinterés) que promuevo e infundo. Por supuesto, les con
fiero estas gracias de salud y prosperidad para que puedan,
con un entusiasmo mayor y menos interrupción, proceder con
el sadhana espiritual (trabajo espiritual).
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 33 -

La vieja y enorme casa española de Indra Devi era de por


sí un acontecimiento. Cuando Sharon y yo entramos a la casa
nos encontramos con un gran cuadro: un hombre indio con
rasgos negroides, un peinado afro natural y una brillante túnica
anaran jada estaba de pie entre admiradores sentados,
quienes lo con templaban con reverencia y devoción. Me
pareció que el cuadro y su colocación eran un tanto extraños,
pues nunca había visto esta clase de ornamento al entrar a la
casa de alguien.
Indra Devi bajó a saludarnos, y era como un soplo de aire
fresco. Estaba impregnada de un aroma poco usual, muy
intere sante, casi como el incienso, y tuve la impresión de que
era ma ravillosamente abierta, como si yo pudiera sentir
realmente una brisa que pasara a través de su cuerpo. Nos
invitó a seguirla y nos condujo por la casa cantando una
extraña melodía, la cual más tarde supe que era un bhajan o
cántico devocional.
Nuestra conversación pronto se refirió al misterioso
hombre del cuadro: Sathya Sai Baba. Parecía que, sin importar
lo que yo preguntara, su mente estaba canalizada hacia Él. Sai
Baba esto, Sai Baba aquello. Hasta llegué a considerar cuán
raro era que una mujer a los setenta años tuviera tal reacción.
Desde lue go, es común que alguien joven y en busca de guía
tenga devo ción por un maestro; pero Indra Devi es una mujer
madura con mucho mundo. Durante sus extensos viajes había
visitado la ma yoría de los principales ashrams y conocido
algunos de los yo guis y sadhus (hombres espirituales) más
evolucionados de la In dia. Que ella repentinamente, en los
últimos años de su vida, se volviera tan devota de otra
persona, un simple mortal, era lo que yo encontraba tan
extraordinario e interesante.
“Hace seis años”, dijo, “Sai Baba transformó mi vida. Él es
un señor y maestro cuyos poderes están más allá de la com
prensión.” Para mi creciente desaliento e incredulidad, empezó
a hacer una relación al parecer interminable de sus “poderes”;
por ejemplo, materializar cosas del simple aire.
Describía cómo había sido testigo de un gran número de
ta les materializaciones, mostrándome cómo, moviendo su
mano en círculos, Él producía vibhuti, o “ceniza sagrada”, una
sustan cia que supuestamente posee propiedades espirituales
y curati vas, semejante para los hinduistas al agua bendita de
los católi cos. Mostró cómo había Él extraído de la atmósfera
una gran ur
- 34 - SAMUEL H. SANDWEISS
na metálica llena de vibhuti, haciendo simplemente, con su ma
no derecha, unos cuantos círculos horizontales en el sentido
de las manecillas del reloj. Baba le dijo que la urna se volvería
a lle nar sola y nunca se agotaría. Y de hecho, dijo ella,
aunque du rante los siguientes años había regalado mucho de
este vibhuti y la urna había estado casi vacía en numerosas
ocasiones, de algu na manera siempre se había vuelto a llenar
por sí misma.
Esta respetada maestra y escritora pasó luego a describir
otras disposiciones sobrehumanas que atribuía a Sai Baba. Se
decía que había detenido tormentas, que había hecho aparecer
un arco iris frente a un observador que dudaba, que había
protegido a la gente influyendo en los eventos de los hombres y
las fuerzas de la natura leza, que había rescatado
instantáneamente del peligro a devotos que se encontraban a
gran distancia de Él… e incluso que había re sucitado por lo
menos a una persona.
Después de eso ya no me sorprendió oírle decir que Sai
Baba conocía el pasado, el presente y el futuro de todo aquel
que se llegara ante Él, que podía adoptar otras formas
(incluso no-humanas), o estar en dos lugares a la vez.
A despecho de esta proliferación de asombrosas aptitudes,
el milagro más grande de Sai Baba, de acuerdo con Indra
Devi, era lo genuino de su percepción espiritual y su facultad
de volver a la gente hacia Dios. Dijo que si uno deseaba sentir
lo que debe ha ber sido conocer a Cristo o a Buda o a Krishna
tenía que acer carse a Baba, porque Él los encarnaba a todos.
“En Su presen cia, uno se siente envuelto en un aura tan
cargada de amor, en una atmósfera tan profundamente
espiritual y santa, que muchos se transforman en ese mismo
instante. Y casi todo aquel que lle ga ante Él puede sentir este
ambiente hondamente conmove dor.”
Habló de sus impresiones personales, como aquella
relativa a una fotografía que ella tomó a Baba y que reveló en
los Esta dos Unidos. Alguien al hojear su álbum encontró el
retrato y pre guntó: “Mataji” (“Madre”: un nombre de respeto
que se da a Indra Devi), “¿por qué está cubierto de polvo?”.
Ella lo miró y casi perdió el habla; el “polvo” era obviamente
vibhuti materializado sobre la fotografía a 19.000 kilómetros de
Sai Baba. “La puse en un marco y el vibhuti continúa
produciéndose”, dijo con reve rencia.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 35 -
Me mostró el retrato ahora enmarcado. Terroncillos de un
material que parecía polvo comprimido llenaban el espacio
entre la fotografía y el cristal: algo quizá poco usual, pero difícil
de to mar como evidencia convincente de un milagro. “¿Ella
piensa que voy a creer todas estas historias por esta
«prueba»? Es tan fá cil que alguien la haya engañado; o tal
vez lo haya hecho ella misma… ciertamente eso no demuestra
que el Mesías haya veni do”, pensé.
“Muy interesante”, me oí decir.
Sin cesar, la ardiente devota de Sai Baba siguió hablando
tan extensamente de Su grandeza y Su poder ilimitado y
contando relatos tan increíbles que al fin ya no pude captar
más y mi men te se embotó. Ella continuó hablando de este
modo vehemente, llevándonos por su casa y señalando
numerosos objetos que Sai Baba supuestamente había
materializado. ¡Qué extraña impre sión! Aquí estaba yo
asediado, casi aturdido por todas estas his torias, a sabiendas
siempre de que no podían ser verdaderas.
Si bien era cierto que otros confirmaban sus relatos —y
ella me dio nombres de personas honorables quienes, según
dijo, ha bían visto a Sai Baba y se habían transformado—,
ésta, simple mente, no era para mí la realidad. Tal vez Indra
Devi pasaba por un “estado de fuga” en el cual por su gran
necesidad de creer, iba en un trance parecido al sueño
colocando objetos aquí y allá y es parciendo vibhuti, y
después, en estado de vigilia, inconsciente de su
comportamiento anterior, atribuía los incidentes a Sai Baba.
Ella me sonrió dándose cuenta de mi incredulidad. “La pri
mera vez que oí de Sai Baba tampoco podía creer que tal
perso na existiera realmente”, dijo. “La gente me abrumó con
historias hasta que no pude creer ni una palabra más. Fue
como si hubie ra comido demasiada azúcar y no pudiera
tolerar más. Tuve que huir para dejar que toda la información
se asentara.”
Me fui a casa, y como Indra Devi había dicho de su propia
reacción, simplemente no podía digerir bien todo lo que había
oído. Pregunté a algunas personas de las que ella me había
indi cado para ver si este hombre existía efectivamente. Se me
infor mó que no sólo existía sino que millones de personas lo
seguían y que se había escrito mucho acerca de Él.
Yo estaba fascinado: ¡un guía espiritual de millones vivo
aho ra en la India, y sin embargo, virtualmente desconocido en
el
- 36 - SAMUEL H. SANDWEISS

mundo occidental! ¿Cómo podía ser esto, en una era de la


comu nicación electrónica mundial, especialmente si al menos
la milési ma parte de lo que se ha informado acerca de Él fuera
verdad?

Todo sucedió muy rápidamente para mí. Decidí ir a la India


para ver a Sai Baba por mí mismo. Por supuesto, estaba
familia rizado con otros relatos de la clase de fenómenos que
se le acre ditaban: clarividencia, telepatía y otros de los
llamados poderes “psíquicos”, tales como los relatos de los
milagros de Cristo. Siempre di por sentado que eran trucos de
percepción descriptos por historiadores y reporteros crédulos o
descuidados.
Para mi manera de pensar, la creencia en los milagros sur
gía de fenómenos psicológicos tales como la histeria colectiva
o la ilusión en masa, o la facultad de alguien para ejercer una
mis teriosa influencia sobre los demás al grado de alterar su
percep ción de la realidad.
La oportunidad de observar de modo directo tales aconteci
mientos y de investigar sus mecanismos psicológicos por mí
mis mo era muy atractiva. Sentí que el observar a Baba en
persona me daría una idea de lo que pudo haber sucedido en
tiempos de Cristo para propagar aquellas increíbles historias.
“¿No es extraño, pensé, cuánto puede estar comprometido
el concepto que de la realidad tiene un individuo por la
necesidad de creer? Somos seres tan pequeños,
insignificantes y vulnera bles, demasiado asustados para
aceptar la realidad tal cual es, que fabricamos un Dios y otros
dominios de la existencia a fin de sentirnos más a salvo, más
seguros.”
Siempre había creído, al igual que los existencialistas prag
máticos, que la vida es más bien absurda, incomprensible y sin
sentido; que somos una especie de caprichoso error de la
natura leza, que no venimos de ningún lugar ni vamos a
ninguna parte; que hemos nacido en un medio oscuro y
confuso en el cual las personas están constantemente
haciendo guerras y peleando, son crueles e insensibles unas
con otras. Siempre había sentido que, a lo sumo, podíamos
obtener algunos goces de la vida, algu nos fugaces placeres, y
eso era todo.
Pero con todo y todo… ¿Qué era este extraño, imponente,
casi electrizante sentimiento interior al pensar en la posibilidad
de una realidad superior, de un orden de conciencia y amor
más elevado?

Hay que pedir a todos que se me acerquen y me vean


en acción. Para tener idea de lo que es una montaña no bas
ta que muestres una piedra y digas: “La montaña es un mi
llón de veces del tamaño de esto”. Tendrás que ver una
montaña real, al menos a la distancia.

No, no; eso era solamente una neurosis. Había desechado


estas ideas hacía mucho tiempo, quizá aun antes de ser un
ado lescente, porque era torpe ceder a la necesidad de creer
en algo más allá de la percepción de los sentidos. No había
prueba algu na de que existiera cualquier cosa más allá de los
sentidos.
Sucedió que Indra Devi iría a la India un mes después de
nues tra primera entrevista. Decidí ir con ella. Iría como
científico, para estudiar y comprender las realidades
psicológicas de una situación envuelta en misticismo… para
probar que los milagros no existen.
3
CARTAS A CASA

Londres: 7 a.m.; martes 9 de mayo de 1972

Querida Sharon:
Todos tratan de convencerme de que son las 7 a.m. El sol
ha salido, todo el mundo habla en voz alta y está
desayunando; pero no pueden engañarme: es la 1 a.m., hora
de San Diego. Estoy terriblemente cansado. No puedo
desayunar porque cené hace dos horas apenas.
A pesar de todo, estoy disfrutando realmente mi situación.
Mataji es en verdad amable y protectora. Ha hecho a menudo
este viaje y anda tras de mí como un halcón. En el aeropuerto
John F. Kennedy, buscándome, subió y bajó, casi volando, tres
tramos de escaleras.
He ido comiendo todo lo que me empacaste, menos un tan
gelo (fruta cítrica, híbrida de mandarina y toronja). Siento haber
te despertado tan temprano cuando llamé al llegar a Londres.
Mis pensamientos están contigo siempre y te amo mucho. Mi
sentimiento del amor se ha intensificado, o me estoy volviendo
más consciente de él conforme aumenta la distancia entre
noso tros. No sé en qué clase de situación extraña me estoy
metiendo; tendré que esperar y ver.
Amor, Sam.
- 40 - SAMUEL H. SANDWEISS Bombay: 6 a.m.; jueves 11 de mayo

Mi más querido amor:


Son ahora las seis de la mañana y mi ciclo de sueño ha
cam biado; tuve un buen descanso después de un agitado día
de com pras en Bombay, ayer. Te extraño y no quiero que te
preocupes por mí. Mis pensamientos están contigo siempre.
El viaje fue realmente bueno, aunque veintinueve horas en
el aire envejecen y cansan un poco. Viajamos de Nueva York a
Bombay en un espacioso 747, y pude dormir cómodamente to
do el tiempo, acostado en cuatro asientos. Después de
muchas preguntas internas acerca del porqué del viaje: ¿debo
estar aquí y es real Baba?; ¿qué pasará?, etc., llegamos a
Bombay a las 3 a.m.; doce y media horas de diferencia con el
horario de San Diego.
El clima era caluroso y húmedo, así que fue molesto salir
del avión. Mi primera impresión, que continúa, es que no me
gusta Bombay y tengo un fuerte deseo de regresar, de no ser
por Ba ba. El aeropuerto es sucio y deslucido, incómodo y
monótono. Paredes desnudas, sucias y embarradas con las
manos; instala ciones primitivas sobreatestadas de individuos
delgados, desnutri dos y con apariencia de enfermos. Estaba
cansado, sudoroso y ofuscado; sentía que la malaria, la
hepatitis, la “fiebre su gong fu” y todas las enfermedades
existentes me amenazaban. No quería tocar nada.
Recogí mis maletas y me sorprendió mucho ver que nada
hubiera sido robado y aún tuviera mi dinero. Luego de pasar la
aduana y atravesar por entre una multitud de personas,
muchas de ellas pidiendo limosna y otras queriendo hacer
cambio ilegal de moneda, subimos a un viejo taxi que parecía
modelo 1942 y enfilamos a la ciudad. Algunas de mis
impresiones: dos pequeños mosquitos en el coche, y yo
orando por mi salud. Caminos rui nosos. El chofer del taxi
apagaba las luces para no gastar la bate ría y tosía: me alejé
del chofer y oré otra vez por mi salud.
Gente flaca y demacrada dormía a lo largo del camino,
miembros torcidos aquí y allá. Caliente. Caliente. Húmedo…
Opresivo. Perros y ganado vagaban. A la orilla del camino un
hombre enclenque y encorvado se lavaba con agua sucia.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 41 -

Estaba abatido y me sentía cansado. Me registré en el


Hotel West End en Bombay y permaneceré aquí dos o tres
días, ya que supimos que Baba viene a saludar a la gente en
una ceremonia que se celebrará en un gran estadio.
Gracias a Dios mi cuarto tiene aire acondicionado y es con
fortable. El primer día fui de compras y me sentí aún más decaí
do; la ciudad está atestada y sucia y la gente se ve desnutrida.
Los ricos dicen: “Esta gente está pagando por sus pecados”.
No sé… no pienso de esta manera, pero quién sabe, quizá
Baba pueda explicarme.
Al salir del hotel el primer día para ver la ciudad, el encuen
tro repentino con otra cultura me sacudió materialmente; me
sentía aturdido e inseguro después del largo viaje y el gran
cam bio de ambiente. El sol era brillante, cálido, deslumbrante.
Una miríada de aromas, sonidos, movimientos y actividades
me ha cían vacilar y estremecerme. Toda clase de olores:
incienso, es tiércol, comida en preparación, gente y animales.
Vacas y perros y monos por doquier; gente caminando de
acá para allá en todas direcciones; barahúnda, sobrepoblación.
Escenas y sonidos de todas dimensiones producían una
imagen caleidoscópica, y experimenté un asedio a todos mis
sentidos. Tin, tan, cling, clang… olores por aquí, olores por
allá… sol re lumbrante, ventanas reflejantes, un mono
saltando… un perro aquí, una vaca allá; la gente mirándome
fijamente desde todas partes. Turbado y un poco atolondrado,
gozaba dejándome lle var, cautivado por el reto sensorial.
Casi tropecé con una vaca mientras vagaba encandilado,
mi rando a todos, y pronto me di cuenta de que no era yo el
único que curioseaba: ahí estaba yo también a la vista de
todos, vestido totalmente al estilo occidental, viéndome
totalmente fuera de lu gar como una criatura de otro planeta.

A temprana hora Mataji pasó por mí en un taxi, y comimos


en casa de gente que participaba en el planeamiento del acto
al que Sai Baba asistiría en el estadio. Eran individuos
influyentes: uno, rico industrial de nombre Kamani; otro, un alto
y amigable noruego llamado Alf Tidemand. Me enteré de que él
es el tema central de un capítulo del libro de Howard Murphet
Sai Baba, el hombre milagroso. Cuando le pregunté acerca de
su primer en
- 42 - SAMUEL H. SANDWEISS

cuentro con Baba, dijo que le llevaría mucho tiempo


contármelo y me remitió al capítulo 16 de la obra de Murphet.
Quizá luego, si pasamos más tiempo juntos, pueda escuchar
su relato perso nal. En realidad fue extremadamente amable,
útil y solícito, y dijo cosas acerca de Baba y de la vida en
general que me levantaron el ánimo.
Es extraño que cuando mi ánimo decae y empiezo a sentir
que voy en pos de un sueño insensato, se eleva si hablo con
un devoto de Baba. No sé si es el entusiasmo que todos
comparten o qué, pero algo genuino y exaltante surge e
inmediatamente me levanta. Hay una extraña similitud de
sentimiento y expresión que comunican los individuos que han
estado en contacto con Baba, como si todos ellos
experimentaran alguna vibración co mún que son capaces de
reflejar. Para mí, éste es un signo muy optimista.
Mis sentimientos oscilan del pesimismo al júbilo y casi
puedo sentir que algo está a punto de sucederme. Algo muy
importante, algo esencial para mi vida y la tuya; para nuestras
vidas, mi queri do, mi queridísimo amor. Tú también estás
siempre conmigo.
Amor, Sam.

Bombay: viernes 12 de mayo

Querida Sharon:
Hoy será un día atareado. Un amigo de Mataji me ha con
certado cita para cierta lectura del Libro de Bhrigu. Este es mi
primer encuentro con una situación así y estoy emocionado. Yo
no lo sabía, pero el Libro de Bhrigu es un manuscrito espiritual
muy respetado y prestigioso. Se presume escrito hace siete mil
años por alguien de un nivel superior de conciencia con acceso
a otras dimensiones de la realidad.
Se supone que la vida de todos los humanos está escrita
en ese libro, algo realmente inconcebible para un científico, y
desde luego, si fuera verdad, un revés para las
conceptualizaciones del tiempo y la realidad. Lo que es
extraordinario es la manera en que el lector escoge la página o
el capítulo que va a leer. Te mide la sombra, a cualquier hora
del día en que llegues: nada más específi co que eso. Hace
cálculos en alguna forma misteriosa a partir de su medición de
la sombra y después llega a la página correcta.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 43 -

Piensa en las fuerzas necesarias para lograr esta hazaña


fe nomenal a partir de lo que parecería un simple
procedimiento aleatorio. A mí, por supuesto, tendrían que
mostrarme gran parte de las lecturas para creerlas; no sólo
generalidades, sino hechos específicos “incognoscibles”.
Aunque Mataji me ha ase gurado que esto es precisamente lo
que le sucedió a ella: narra ción exacta de muchos hechos
inusitados de su pasado y pre sente, así como de datos
específicos de su futuro.
Entiendo que Sai Baba ha dicho que el pasado, el
presente y el futuro son lo mismo, y que sólo debido a nuestra
condición humana vemos únicamente una pequeña sección
llamada el “presente”. Quizá si me sucede algo emocionante
con el Libro de Bhrigu cambien mis sentimientos acerca del
tiempo, ¿quién sabe?
Sai Baba vendrá a la ceremonia hoy y tendré la buena
fortu na de ir con uno de los encargados de iniciar la función.
Sin em bargo, no espero verlo de cerca, ya que miles de
personas esta rán allí.
Mataji ya salió hacia Bangalore, una ciudad en las
montañas a 725 kilómetros al sureste de aquí; yo me reuniré
con ella dentro de unos días. La residencia de verano de Baba,
Brindavan, don de está dirigiendo un curso de verano para
estudiantes universita rios, se encuentra exactamente en las
afueras de Bangalore.
Pienso en ti y en la familia con frecuencia, si no es que
siem pre. Siento la presencia de ustedes conmigo y beso a
cada una cálidamente. Por favor no te preocupes por mí. Estoy
bien, aun que un poco solitario.
Amor, Sam.

4
EL PRIMER ENCUENTRO

Mi primer encuentro con Sai Baba, tan extraño como llegó


a ser, iba a resultar tan típico como todos los encuentros que le
seguirían. Después de que el avión aterrizó en Bombay
supimos que Baba iba a comparecer en un estadio de ahí y
que luego re gresaría a su residencia de verano cerca de
Bangalore. Decidí conocer a este líder religioso en el estadio.
¿Cómo se presenta ría y qué ocurriría entre Él y la
muchedumbre?
La mañana de la presentación de Baba una de sus
devotas me invitó a comer a su departamento, situado en
algún lugar de los suburbios de Bombay. Después de comer
me dio las señas para llegar al estadio y ella se fue temprano
con el fin de obte ner un buen asiento; así pude reposar un
rato y salir ya entrado el día, puesto que todavía estaba
cansado del largo viaje. Ahora bien, Bombay es una ciudad de
unos seis millones de habitantes; yo me hospedaba en un
pequeño apartamento perdido en algu na parte de esta
extendida metrópoli, a buena distancia del esta dio. Baba se
presentaría a las seis. Cerca de las cinco y media salí para
abordar un taxi que me condujera al estadio.
Cuando estaba fuera del edificio advertí que algunas
personas desenrollaban una alfombra roja raída y pequeña y
ponían flores en la parte superior de la entrada. Me detuve y
pregunté qué sig nificaba eso. La respuesta, dada al azar a
este occidental del cual
A un hombre mundano una persona ebria de Dios
le parecerá loca y se reirá de ella. Pero al hombre ebrio
de Dios, el mundano le parecerá demente, tonto, extra
viado, ciego. De todas las demencias que hostigan al
hombre, la locura por Dios es la menos dañina, la más
beneficiosa.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 47 -

no se podía esperar que comprendiese su importancia, me


produ jo una sensación sobrecogedora semejante a la de déjà
vu. Y mientras más pensaba en ello, más crecía mi confusión:
¡el pro pio Sai Baba era esperado en este mismo edificio, para
visitar a un devoto, alguien del noveno piso a quien yo no
conocía! ¡Qué extraordinaria coincidencia!… Pero, por otra
parte, sumamente improbable. Con seguridad todo era un
sueño de aquella gente.
Ahí sólo había un puñado de individuos tendiendo una al
fombra roja en el suelo, y mientras tanto había decenas de
miles esperándolo en un estadio. ¡Qué tonto considerar
siquiera la po sibilidad de que Baba viniera! Sin embargo, para
entonces ya estaba lo suficientemente predispuesto como para
estimar reali zable cualquier hecho en una cultura tan diferente
a la mía, y decidí aguardar por ahí sólo para ver qué
sucedería. Al aparta mento del noveno piso fuimos conducidos
yo y un grupito de personas, muchas de ellas mayores, y sus
hijos más pequeños; no había adultos jóvenes ni nadie de
cultura occidental.
Un hombre que se encontraba en la puerta me aseguró de
nuevo que en verdad Baba vendría; la señora de la casa se lo
ha bía dicho y sólo debíamos esperar con paciencia. Miré mi
reloj; en 15 minutos Baba debía presentarse en el estadio.
Estaba loco al creer que en realidad vendría Baba. Sólo era un
sentimiento anhelante de estas personas; quizás así era como
se iniciaban to das las leyendas acerca de Sai Baba. Pensar
que minutos antes de la hora en que se suponía iba a aparecer
en el estadio se aso maría exactamente cuando yo saliera, en
el preciso lugar del gran Bombay donde me hallaba por
casualidad, ¡qué tontería!
Descendí los nueve pisos por la escalera y caminé en
direc ción a un taxi; luego me detuve ahí, titubeando entre irme
o que darme. Lo más razonable era ir al estadio; dentro de
unos 10 mi nutos Baba debía estar ahí. Pero… ¿no sería
mucho mejor verlo aquí, de muy cerca, sin el clamor y la
confusión de una gran mul titud? “Sam, te están sucediendo
cosas extrañas”, pensé; ser ten tado por un hecho tan
improbable.
No obstante, cuando estaba a punto de subir al taxi, un co
che blanco pasó a distancia de un metro; vi la túnica
anaranjada y el peinado característicos, y supe que en verdad
Baba visitaría aquel apartamento. Antes de darme cuenta,
corría como loco tras el coche.
- 48 - SAMUEL H. SANDWEISS

Pero me detuve a medio camino; aquí estaba yo,


empezando a actuar como un fanático religioso. Tenía que
recordarme a mí mismo que no creía mucho en Sai Baba. Si
bien lo sucedido era una rara coincidencia, debía conducirme
de un modo más mesu rado e impedir que la situación me
sacara de quicio y perturbara mis sentidos. Tomé un elevador
para regresar al noveno piso y vi que Baba llegaba a la
habitación del fondo, con todos en silencio esperando su
salida.
Algunos devotos me dijeron que desde el primer encuentro
con Él habían sabido que Baba era Divino, y oí de gente que
ca yó en un desmayo o había experimentado otras reacciones
emo cionales dramáticas al quedar frente a Él por primera vez.
Yo es peraba con expectación… y entonces salió: lleno de
gracia, son riendo, radiante, saludando con la cabeza a todos
los presentes, mostrándose extremadamente seguro: un
hombre con gran pre sencia y control, de movimientos
desenvueltos y elegantes.
Era esbelto y de una estatura de poco más de 1.50
metros. No me sentí tocado por ninguna reacción emocional
abrumado ra y en realidad no lo creí particularmente fuera de
lo común. Había visto artistas y comediantes, e incluso a mis
propios maes tros y profesores, mostrando igual seguridad e
imponiendo el mismo respeto.
No obstante, la gente se empujaba para acercarse más a
fin de tocar sus pies. Cohibido al experimentar participar
involunta riamente en este género de manifestaciones, me
retiré de la mul titud y observé. Él se acercó a un hombre, lo
miró a los ojos y di jo algo; luego partió hacia el elevador. La
visita había durado no más de un par de minutos.
En el camino al estadio reflexioné acerca de la
probabilidad de un encuentro fortuito como ése. Estaba seguro
de que si esto le hubiera sucedido a un devoto, pronto se
hubiera convertido en un ejemplo de la ascendencia de Baba
en la vida de la gente. Sin embargo, para un individuo que
todavía creía en las coinciden cias no era más que eso, una
coincidencia, por más extraña que pudiera ser.
Llegué al estadio demasiado tarde para entrar y tuve que
contentarme con observar a través de una reja. A lo lejos, ha
ciendo un lento movimiento circular con una mano, la palma ha
cia arriba, levantándola pausadamente en un ademán dirigido
al
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 49 -

cielo, estaba Baba. Lo observé un momento; luego comenzó a


caminar despacio en dirección hacia donde yo me encontraba.
Su rostro mostraba dulce compasión y amor, y una singular
mirada interna, una expresión que parecía reflejar que Él se ha
llaba en este mundo y al mismo tiempo en otro. Sentí que irra
diaba una especie de ritmo interior, como si el canto de los bha
jans entonado por la multitud en realidad se originara dentro de
Él. La gente se estiraba para tocar sus pies. Él retrocedía con
suavidad, haciendo ademanes para que se contuvieran. Vi la
intensidad de los deseos más profundos y las necesida des
más íntimas del hombre reflejada en los ojos suplicantes y es
crutadores de la muchedumbre, los brazos y las manos
estiradas con desesperación para tocar a Baba. Entonces, sin
reparar en mí en absoluto, se volvió y caminó de regreso,
alejándose.

El Señor tiene que venir en forma humana y actuar


entre los hombres, de modo que se le pueda escuchar,
tocar, amar, reverenciar y obedecer. Tiene que hablar la
lengua de los seres humanos y comportarse como ellos,
como un miembro de la especie. De lo contrario, se le
negará o despreciará o se le temerá y evitará.

5
DEL SIMPLE AIRE

Aunque a sólo 177 kilómetros de Puttaparti, el pueblo don


de Sai Baba creció, Bangalore se halla a una altura de 914 me
tros y lo bendicen frescos vientos de las montañas y temperatu
ras tolerables. En contraste, Puttaparti se encuentra en una ho
ya cuyas montañas circundantes reflejan, como las paredes de
un horno, el caliente sol indio. Las temperaturas, que se elevan
has ta 49 grados centígrados a la sombra, sofocan y parecen
cocer literalmente todo lo que está a la vista.
Cuando llegué, Baba estaba dirigiendo un curso de espiri
tualidad en Brindavan. El curso se iba a dar una vez al año;
ésta era la primera sesión. Se habían escogido a más o menos
tres cientos estudiantes universitarios que representaban a
todas las regiones de la India y se quedarían en la propiedad.
Baba había invitado a hombres y mujeres educados y
productivos de toda la India para que dieran las conferencias.
Este era el escenario en el cual yo iba a ver a Baba durante las
dos semanas siguientes.
Me hospedaría en un hotel a unos 20 kilómetros de Brinda
van e iría diariamente en taxi para sentarme entre los
estudiantes a oír las conferencias sobre la historia y la herencia
espirituales de la India. Podría observar a Baba con frecuencia,
ya que Él iba a estar presente en muchas de las conferencias y
dedicaría a los es tudiantes gran atención. Comería con Él
todos los días y podría asistir por las noches a un discurso suyo
de hora y media.
- 52 - SAMUEL H. SANDWEISS

En esta situación, al mirar a Baba en muy distintas


facetas, estados de ánimo y situaciones diferentes, esperaba
obtener tanto una imagen redondeada como una visión de
cerca de es te enigmático individuo. Observaría y anotaría con
cuidado. Si había algo extraordinario, profundo, misterioso,
trascendental o divino en Él, yo debería ser capaz de captar
un vislumbre de ello. Aunque todavía lleno de dudas, sentía la
posibilidad de que algo importante estuviera a punto de
revelarse.

Bangalore: 7 a.m.; domingo 14 de mayo

Querido amor:
Estoy en un cuarto estrecho y mal ventilado lleno de anima
litos que caminan. Grandes hormigas negras en las paredes y
el piso, olores a moho y a mugre, y afuera la lluvia. Aun
cuando Baba todavía está allá, vine de Bombay simplemente
para esca par de las enormes multitudes y del claro
sentimiento de que se ría inútil tratar de verlo. Espero
mudarme pronto de este lugar, pero la ciudad está muy
concurrida y no hay habitaciones vacías en ninguna parte.
Baba regresará hoy y espero este acontecimiento con una
mezcla de frustración y ansiedad. Ayer fui a su ashram, a 24 ki
lómetros de aquí. Me gusta viajar en taxis; encuentro la escena
psicodélica y un poco rara. Los cuadros van de la
enloquecedora actividad de la ciudad a la paz bucólica: vacas
y caballos viejos bamboleándose por ahí; niños mendigos
demacrados y tullidos; taxis entrando y saliendo entre
muchedumbres apiñadas alrede dor de autobuses que vomitan
humaredas negras, el conductor dando bocinazos sin cesar,
sin atropellar a las personas y anima les sólo por la Gracia de
Dios. A veces chozas e inmundicia, y luego el olor a hierba, y
aparece un pequeño campo. Yo me re clino dejando que todo
eso suceda, y me conmuevo.
Brindavan es inesperadamente hermoso; los árboles, su
mo vimiento y color son casi indescriptibles. Su suave
ondulación en la brisa es tranquilamente religiosa. Levanta al
cielo bellas flores rojas. En contraste: personas sin zapatos
sentadas en medio de moscas y hormigas; perros sarnosos
vagando por los jardines. Encontré a algunos norteamericanos,
un hombre, su esposa y

Dos vistas de los te


rrenos en Brindavan.

Arriba:
Fotografía de
terrenos exteriores. A
la derecha: calzada
que conduce a los jar
dines interiores y a la
casa donde Sai Baba
recibe a los visitantes.
- 54 - SAMUEL H. SANDWEISS

sus hijos; sus historias de la grandeza de Baba y su fuerte


devo ción por Él levantaron mi ánimo.
Ayer fui de compras y adquirí dos hermosas alfombras
tejidas a mano por refugiados tibetanos. Son sorprendentes y
deben re flejar mi humor actual. El diseño es rígido y los
colores son atrevi dos e intensos: dragones y criaturas
misteriosas en un motivo en espiral que se desenvuelve, como
si un núcleo de energía estuvie ra a punto de brotar, hacer
erupción, evolucionar.
Cada vez me pregunto con más frecuencia por qué estoy
aquí. Sigo pensando que hay algún designio en todo esto, pe
ro ese pensamiento ya no tiene mucho encanto ahora, y espe
ro a Baba en un estado de ánimo más bien ofuscado y dolido.
Hasta ahora he logrado la entrada a los grandes jardines del
ashram, pero no se me ha permitido trasponer las puertas in
teriores, que conducen al área en que Baba pasa la mayor
parte del tiempo. Debo tener esperanzas de que se me
admita más cerca. Quizá Mataji me ayude.
Siempre evoco la imagen tuya y la de las niñas y me asom
bra cómo esto parece vincularme a ustedes a través de tantos
mi les de kilómetros. Luego miro estas paredes opacas sin
adornos y el primitivo cuarto, y me hallo oscilando entre estos
dos mun dos con una velocidad pasmosa. Me siento
confundido, tratando de relacionar este mundo con el nuestro.
Las extraño a todas y pronto estaré de vuelta con ustedes.
Amor, Sam.
Posdata: Cuando vea a Baba le pediré que mueva su
mano y me dé algo bonito para Ruthie, Rachel, Bethie y Judy.
Quiero tanto a mis dulces niñas.
Amor, Papi.

7:30 a.m.; martes 16 de mayo

Querida Sharon:
Fue magnífico escuchar tu voz por teléfono. Al principio
me sentía tan lejos; me llevó algunos segundos el
considerarme a tu lado. Te extraño mucho y a las niñas
también, y pienso en uste des a menudo. Estaré de vuelta muy
pronto. Déjenme recordar algunos de los incidentes de los dos
días transcurridos desde que escribí la última vez.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 55 -

Tuve la suerte de encontrar de nuevo a Alf Tidemand. Él y


Mataji hablaron con Baba y por fin fui admitido más allá de las
puertas interiores. Tengo permiso para comer con los estudian
tes e incluso para entrar a la casa de Baba. Se supone que
esto es un gran honor; he conocido a personas que han estado
aquí seis meses sin recibir una mirada de Baba. Ciertamente
fue un honor para mí, ya que había estado sentado solo, al frío
y la llu via, por fuera de las puertas interiores, y empezaba a
imaginar que había recorrido todo este camino y no se me
permitiría estar cerca de Baba.
Parece que cada vez que experimento una frustración,
algo levanta mi ánimo después. Se me ha admitido cerca de
Baba y mantengo los ojos fijos en Él. Es emocionante
observarlo. Estoy fascinado con sus maneras, su energía, sus
reacciones fluidas y espontáneas. No se vale de notas cuando
da una plática, y cuen ta historias interesantes y prácticas para
explicar sus puntos.
Sus charlas son muy amenas e informativas, si bien su
estric ta moralidad me molesta un poco. Las conferencias en la
escuela recalcan una moralidad que choca con mi orientación
moderna: control estricto sobre el sexo y la agresión, nada de
hostilidad, siempre hagan el bien… Me parece que los
estudiantes se revuel ven en sus asientos. Cada conferencia
dura 55 minutos, una tras otra, toda la mañana y la tarde. A
veces comparece Baba y en tonces las cosas se vuelven
interesantes.
En una ocasión, durante un discurso sobre los estados de
conciencia, me impacienté con un conferenciante que estaba
diciendo muchas cosas contrarias a mis arraigadas creencias.
Al final, el hombre manifestó algo respecto a que el pensa
miento es lo mismo que la acción. Sugirió que tener un “mal”
pensamiento es lo mismo que llevarlo a cabo. Esto es
absoluta mente contrario al ideario psiquiátrico. Comencé a
inquietar me y me puse tenso; entonces, de repente, las luces
y el mi crófono se apagaron. En ese momento, entre la
alteración que se produjo, Baba surgió e invitó al orador, a Alf
Tidemand, a algunas otras personas y a mí a su comedor
privado. ¡Qué gol pe de buena suerte! Otra muestra de buena
fortuna que llega precisamente después de un sentimiento de
angustia.
Las acciones de Baba se manifiestan, de algún modo,
fuera de lo común. Es muy vivaz y casi siempre está de buen
humor.
- 56 - SAMUEL H. SANDWEISS

Tiene voz aguda y suave, ojos brillantes y rapidez felina. A


menu do actúa con inocencia pueril, pero en un abrir y cerrar
de ojos se transforma en una figura imponente y poderosa.
Mientras lle naba platos al servirnos, en cierto momento
pareció reprender juguetonamente a un hombre viejo, casi sin
dientes, con líneas pintadas en la cara, de un aspecto bastante
primitivo. Dijo algo y le palmeó el estómago; luego se fue.
Con la ayuda de un intérprete pregunté a este hombre qué
había dicho Baba. Lo había invitado a dar una conferencia ma
ñana y le preguntó si tenía preferencia por algún tema en parti
cular. El hombre sonrió y dijo que nunca sabe lo que va a expo
ner, simplemente sube al podio y siente que Baba es quien
habla a través de él.
Entrado el día, me crucé de nuevo con Baba e hice el
signo de respeto juntando las manos al frente, como orando.
Me tocó las manos y me dijo que regresara mañana. Hasta
ahora lo en cuentro cálido y en extremo interesante de
observar y oír, pero ciertamente no hasta el punto de sentir que
es un Dios. Pronto escribiré otra vez.
Amor, Sam.

8:15 a.m.; miércoles 17 de mayo

Queridísimas Sharon y familia:


El día de ayer me pareció muy largo. Aún no he
presenciado milagro alguno aunque se me haya otorgado el
privilegio de estar en la casa de Baba y con las personas
importantes que se reúnen con Él. Ayer vi a uno de los más
renombrados instructores de danza de la India dar una plática
y una demostración. Hablé con un hombre de edad que pasó
muchos años trabajando estrecha mente con Mahatma
Ghandi, incluyendo un buen tiempo que es tuvo en la cárcel
con él. Un gran honor para mí, me sentí con movido.
¡Bien! Alf Tidemand acaba de reunirse conmigo para el de
sayuno y tengo que dejar de escribir. Todos los días desayuna
mos juntos y luego nos vamos al ashram. Continuaré mañana.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 57 - Jueves
18 de mayo

Queridas Sharon y familia:


Me siento desanimado aun cuando haya pasado largos
días en el ashram y haya visto mucho de Baba. La gente me
dice que soy muy afortunado; pero todavía no veo milagros
aunque sí es toy impresionado por la calidad de las personas
que vienen aquí. Baba no se impresiona con mucha facilidad.
Un importante ge neral de Nueva Delhi vino ayer para verlo y
simplemente le dije ron que se fuera.
Conocí a uno de los principales científicos en física nuclear
de la India, el doctor S. Bhagavantam, ex consejero científico
del Ministerio de la Defensa. Ayer vino el gobernador de uno
de los Estados. Sin embargo, cuando estoy sentado en un piso
duro con las piernas cruzadas y doloridas, tratando de comer
arroz y pan con las manos y los dedos, bebiendo agua
potencialmente contaminada y sintiendo náuseas por el olor de
las especias… y todo esto junto a un primitivo hombre sin
dientes, pintado y en pijama, que agarra grandes puñados de
comida y se lame la ma no con su enorme lengua, otra vez
empiezo a preguntarme qué diablos estoy haciendo aquí.
Ayer, durante una de las conferencias más tediosas, pasé
lar go rato observando las moscas y hormigas que se
arrastraban por una costra en el pie de Alf Tidemand. Todo
esto, ningún mi lagro aún y mi ánimo decayendo. Mi fantasía
varía desde la sen sación de que seré un gran portador de la
palabra de Dios cuan do regrese a los Estados Unidos, donde
seré saludado como campeón de la justicia y llevado por las
calles en hombros de ad miradores, hasta suponer que
retornaré a la deriva en una balsa, sin un centavo, con las
manos vacías y deprimido.
Cada vez estoy menos convencido de que veré a Baba
solo, para no hablar de obtener lo que quiero en forma de
visión espi ritual. Si Él ha de recibirme, lo hará cuando yo esté
a punto de partir, como ha sido lo usual con otros.
Aunque he tratado de mantener los ojos fijos en Baba cada
vez que supuestamente materializa algo, yo no he podido
verlo: o bien me da comezón y me distraigo, o algo desvía mi
atención hacia un lado. De repente Alf Tidemand me susurra
en el oído: “¿Viste eso, viste eso?” y una vez más me siento
disgustado por perder otra materialización.
La gente me dice que Baba puede incluso arreglar las co
sas de modo que ocurran de esa manera, quizá para excitar
más la curiosidad o probar la resistencia de uno; pero yo no
puedo aceptar la “grandiosa” idea de que Él tenga algún pro
yecto y designio especial para querer frustrarme. Bueno; por
lo menos afuera el cielo brilla con esplendor y yo estoy fresco
y listo para otro día aburrido. Ojalá pase algo…
Amor, Sam.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 59 -

10:15 p.m.; jueves 18 de mayo


Amadísima Sharon:
Este día ha sido fatigoso pero extraordinario. En una
ceremo nia esta mañana, Baba caminó en medio de una
multitud de me nesterosos, dándoles comida y ropa. Fue
hermoso. Él estaba im presionante. Aunque hasta ahora no he
visto un milagro de bue na cepa, se me llenaron los ojos de
lágrimas al sentir intensamen te y por primera vez la posibilidad
de que exista, con apariencia humana, un Padre que todo lo
sabe y todo lo consuela.
Recordé que hace unos meses, al estar meditando y ver
una lucecita a lo lejos, me había preguntado si podría estar
mirando a través de una ventana muy distante, y había
imaginado a Dios del otro lado. Sentí que si tan sólo me
pudiera acercar lo sufi ciente, lo vería. Mientras observaba a
Baba dando regalos a los pobres con amor y cuidado, me vino
a la memoria esa fantasía. Sentí que estaba mirando
directamente a través de la ventana al Padre amoroso, y las
lágrimas fluyeron dentro de mí.

Baba tiene una energía asombrosa. Dirige casi todas las


fun ciones del ashram por sí mismo, en este caso
distribuyendo la ropa con su propia mano e incansablemente.
Sus seguidores cre en que conoce a todos y cada uno de
aquéllos junto a quienes pasa. Cuentan que cuando pronuncia
discursos puede advertir de inmediato las preguntas de su
auditorio y tejer respuestas en el curso de su plática. Dicen que
hace esto con frecuencia, contes tando cientos de preguntas
de esta manera. Hoy lo vi pasar al la do de miles y saludarlos
con gran vigor; en verdad hay un impo nente sentido de
familiaridad y reconocimiento entre la multitud y Baba.
El programa vespertino fue muy cansador para mí. La
fatiga me va invadiendo y siento nostalgia del hogar. La gente
me dice que el estado de cosas natural es que Dios no dé
regalos con de masiada facilidad. Por lo general hay un
período de prueba hasta que un individuo está preparado.
Ciertamente, me identifico con la mayoría de las personas a
quienes se pide que crean en Dios sin ver una prueba directa.
Me pregunto por qué yo había de es
- 60 - SAMUEL H. SANDWEISS

perar siquiera vislumbrar un milagro u obtener una visión clara


de una realidad superior; no obstante, sigo porfiando a pesar
de mi frustración.
Esta noche Baba habló de nuevo sobre la conducta recta y
la moralidad. Pienso que es muy contrario al pensamiento
psiquiátri co moderno cuando proclama la represión y el
supercontrol como en una moralidad victoriana. Quedé con esto
tan defraudado que empecé a planear un pronto regreso a
casa. Se refirió a no usar pantalones ajustados ni cabello largo,
a no seguir modas, a contro lar los pensamientos y emociones,
y a todo género de “debes” y “no debes”. Al final de la plática y
los cantos, la multitud lo asaltó prosternándose para besarle los
pies. Me sentí consternado.
Seguí a Alf a la casa y esperé adentro con algunos otros,
mientras en la parte trasera Baba se ocupaba en saludar a mu
chos visitantes. Nos hallábamos separados por varios muros y
una distancia considerable. Quizá éste fue el momento más
grande de mi angustia, ya que sentía que las enseñanzas de
Baba amenaza ban directamente mi modo de vida, incluso la
manera de ejercer mi profesión. Consideraba muy en serio mi
partida.
Mas entonces apareció de improviso ante nosotros soste
niendo dos caramelos y diciendo: Dulces, dulces; y luego se
fue con igual rapidez. En el lapso de dos segundos yo era todo
sonri sas. Mi disposición de ánimo dio un giro completo. Ahí
estaba yo, sonriente como un niño, confundido y arrebatado
por mis sentimientos. Me conquistó el hecho de que haya
podido recono cer mi dolor y responder a él, aun estando en
medio de cientos de personas y teniendo que acudir desde
otra parte de su casa.
Después de este incidente memorable he estado
reconside rando el enfoque moral de Baba. Ahora me pregunto
por qué tengo tanta fe en mi sistema de valores, ya que este
sistema es, después de todo, sólo el reflejo de una cultura que
no está fun cionando muy bien. La mitad de los matrimonios
actuales en el sur de California terminan en divorcio; la gente
está arrasando la tierra, contaminando el aire y el agua y
matándose entre sí, y pa rece que hay muy poca consideración
por el amor o por Dios.
¿Por qué, entonces, me había de aferrar con tanta fuerza
a las ideas “modernas” sobre la moralidad: libertad de
expresión en la sexualidad y la agresión… embelesarse con
los sentidos y lo sensual hasta el grado de llegar a la
pornografía o lo excéntri-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 61 -

co… ir en pos de los propios pensamientos y fantasías en una


excitante persecución de lo absurdo, hacer siempre lo que uno
quiere más y no lo que uno debe hacer… depositar gran
confian za, casi hasta adoración, en la mente racional,
restando relieve a la religión y a Dios?
Por otra parte, Baba habla de trabajo, deber, responsabili
dad, dedicación, devoción, amor de Dios. Es un maestro
estricto y riguroso que procura inculcar, infatigablemente, la
importancia del control sobre los sentidos y el desapego de
ellos, como así también la de tener como miras finalidades
superiores. Por mu cho tiempo deseé en silencio que estas
actitudes hacia la vida re flejaran una verdad fundamental y por
lo tanto debieran emular se; pero mi cultura me ha enseñado
que ser demasiado bueno no te conduce a ninguna parte.
Estas posiciones no “rinden”; de he cho, sólo lo hacen a uno
más vulnerable. Pero ahora empiezo a sentir que sí hay una
buena razón para creer en estas actitudes tal vez anticuadas,
pero muy importantes, sólidas y realistas.
Aquí me están enseñando que las acciones y actitudes rec
tas acercan a uno más a Dios y al verdadero sentido de la
vida. Baba da a la gente la fuerza para creer en estas posturas
olvida das y orientar sus vidas, iluminadas por la devoción,
hacia esos elevados ideales. Empiezo a ver cómo me
transformo ante Él, empiezo a ver algo de Su magnificencia.
Las amo a todas; pron to escribiré otra vez.
Amor, Sam.

6 p.m.; sábado 20 de mayo

Queridas Sharon y familia:


¡Bien!, al fin vi claramente un milagro, una materialización.
Ahora tengo pocas dudas de que Baba tiene este poder. La ma
teria surgió del puro aire, precisamente ante mis ojos.
No sé por qué debió tardar tanto tiempo en suceder esto;
quizá el punto decisivo fue el hecho de que Él se acercara a mí
el otro día en mi más profunda desesperación. Comienzo a
sentir me grandemente bienaventurado. Tal vez haya algo de
cierto en el argumento de que Dios espera y prueba,
permitiendo ciertas vivencias sólo cuando uno está preparado
para ellas.
- 62 - SAMUEL H. SANDWEISS

Yo me encontraba ahí esperando que se nos comunicara


el programa, cuando el maestro de ceremonias anunció que
Baba daría la despedida a un profesor visitante. Baba se
levantó a dos metros y medio de mí, se volvió hacia donde
estaba yo, hizo círculos en el aire con la mano y extrajo del
aire un collar religio so muy grande, que luego puso alrededor
del cuello del profesor. ¡Qué claro sentido de legitimidad y
amor acompañó este acto in creíble! Tan real, tan simple y
natural, como si fuese un incidente cotidiano para Baba. No
obstante, ¡cuán estremecedor! ¿Pueden ustedes creer que
realmente Él logre materializar objetos extra yéndolos del aire?

Esta mañana tuve oportunidad de hablar con el doctor Bha


gavantam. Ya me referí a él antes; es un distinguido físico con
prestigio internacional, una figura importante, educado en Cam
bridge y muy bien establecido en el mundo de la ciencia. Cono
ció a Baba siendo un escéptico, creyendo que los hombres san
tos no estaban haciendo nada para elevar el nivel de vida en la
India. Aunque no tenía interés alguno en conocer a Sai Baba,
un día se encontró hablando con Él mientras caminaban juntos
a la orilla de un río.
Baba dijo: Ustedes los científicos tienen una distorsionada
perspectiva de la vida y sólo consideran las cosas que son de
una naturaleza transitoria. Los científicos creen que están
descubriendo leyes importantes y aprendiendo algo de la rea
lidad, pero de hecho, sobre las cosas importantes de la vida no
saben nada.
Baba continuó: ¿Usted cree en Dios? ¿Usted cree en la tra
dición india?
El doctor Bhagavantam se sintió provocado y replicó:
“¿Acaso necesita uno llegar a ser científico para volverse im
pío? Hay muchos no científicos que son irreligiosos. Yo estoy
orgulloso de nuestras tradiciones. Mi padre y todos mis ante
pasados fueron eruditos en sánscrito y respetaban la
tradición india”.
Empezó a citar al distinguido científico norteamericano Ro
bert Oppenheimer, a quien se llama a menudo el padre de la
bomba atómica. Cuando la primera bomba atómica explotó en
Nuevo México, los periodistas le pidieron que expresara su
reac-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 63 -

ción. Oppenheimer citó un pasaje de la escritura india, el


Bhaga vad Gita. Cuando Arjuna (el devoto y amigo del Señor
Krishna) tuvo una visión de Dios la describió así: “Es como un
millar de soles que brillan al mismo tiempo en el cielo”.
Oppenheimer comparó la luz generada por la explosión
atómica con la esplén dida visión que del Señor tuvo Arjuna.
Bhagavantam dijo: “Si un científico norteamericano sin nin
gún antecedente indio citó un texto indio en el momento de su
mayor logro científico, ¿por qué acusas a los científicos de ser
impíos?”.
La discusión de Bhagavantam con Baba sobre el
Bhagavad Gita no terminó ahí. Poco después, durante una
conversación en la cual Bhagavantam trajo a cuento el tópico,
Baba pregun tó: ¿Crees en el Bhagavad Gita? ¿Leerías el Gita
si te diera un ejemplar ahora mismo?
Bhagavantam replicó: “No haría un fetiche de su lectura
hoy mismo, pero seguramente lo guardaría como un tesoro”.
Bien, extiende la mano, dijo Baba, y luego recogió un pu ñado
de arena y lo virtió en la mano de Bhagavantam. La arena,
asegura Bhagavantam, se transformó en un pequeño ejemplar
del Bhagavad Gita.
Me dijo: “Yo soy un hombre racional, casi un agnóstico.
Esta ba asombrado en extremo, pero no acepto nada sin una
adecua da explicación científica. Convine para mis adentros en
que el vo lumen debía haber salido de alguna imprenta y en mi
perplejidad pregunté a Baba dónde se había impreso el libro”.
Él replicó: Se imprimió en la imprenta Sai. Escogí la escritura
en idioma te lugu porque para ti será más fácil de leer.
El doctor Bhagavantam rió cuando me contó que todavía
pa saron cuatro años antes de que se convenciera de la
Divinidad de Baba. Durante este período vio muchos más
milagros asombro sos y empleó bastante tiempo y energía
tratando de descifrar a Baba. A veces Baba se le acercaba y le
decía que estaba pensan do erróneamente o bien que lo que
pensaba en ese instante era correcto; parecía en realidad estar
en contacto con los pensa mientos de Bhagavantam.
El golpe final fue un incidente que sucedió cuatro años des
pués, cuando Baba estaba en la casa de Bhagavantam: se
dirigió a un gran pliego de estampas que se encontraba en la
mesa y
- 64 - SAMUEL H. SANDWEISS

movió lentamente su mano a través de la superficie. Bhagavan


tam dijo que cuando se aproximó a ver el pliego descubrió que
cada imagen se había convertido en la de Sai Baba. Sabía que
Baba no había sacado esto de su manga, y por fin se
convenció de que Sai Baba estaba más allá de su posibilidad
de compren sión.
Mi creencia en estas historias crece. Las oigo de todos, mi
lagro tras milagro, y ahora yo mismo he visto de cerca con mis
propios ojos un ejemplo muy emocionante. La gente me cuenta
de la capacidad de Baba para conocer todo en su pasado y pre
sente, lo que están pensando y lo que sucederá en el futuro,
con todo detalle. Yo me digo que no puedo aceptar esto
plenamen te sólo porque vi la ejecución de un milagro (con la
posibilidad de que se me haya engañado). Pero empiezo a
creer que Baba es así de poderoso y que soy de lo más
afortunado al estar en presencia de un ser como Él.
¡Asombroso! ¡Increíble! ¡Impensable! La vivencia más pas
mosa y extraordinaria, como si la más descabellada ciencia-fic
ción en realidad fuera verdad.
Todo esto propina un golpe aplastante a mis anteriores
creencias y sistema de valores y me es doloroso abandonarlos.
Pe ro cuando veo lo que parece una evidencia concreta de
nuestra existencia más allá del tiempo y el espacio de un ser
humano que no sólo demuestra esta realidad, sino que nos
enseña cómo alcan zar la realización de este modo de ser más
elevado, entonces creo que debo escuchar. Aquí no estoy
escuchando un argumento abs tracto de colegio ni debates
cerebrales acerca de si Dios existe o no. Estoy viendo una
evidencia concreta de esa realidad.
Cuando uno encuentra a un maestro de este calibre, todo
lo que puede hacer es seguirlo, y esto significa una entrega
comple ta como se ejemplifica en la Biblia. Esas historias
bíblicas eviden temente no son simbólicas, sino verdaderas.
Hay un modo de conducirse correcto y uno erróneo. Lo Divino
sí se manifiesta a fin de enseñar a quien no sabe. Dios sí
aparece sobre la Tierra. Hay fuerzas en el Universo, poderes
del ser que no logramos si quiera imaginar.
Alf dice que la misión de Baba es extirpar el cáncer que de
vora a la sociedad, que esto no es fácil y que por ahora sólo
pre-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 65 -

para gente para esa operación. Alf piensa que habrá una catás
trofe mundial y que se dará a las personas la oportunidad de
lle var una existencia recta o de lo contrario…
Ahora me estoy volviendo humilde con el sentimiento de
que en realidad no estoy a cargo de mi propio destino, que yo
no soy el que hace; Dios es el Hacedor. No obstante, debo
reunir toda la fuerza que tenga para cumplir con mi deber lo
mejor que pue da, para vivir una vida recta y hacer lo que dice
un gran maestro como Baba. No hay otra opción.
Abandona el apego a las posesiones mundanas, dice Él.
Trabaja con empeño, cumple con tu deber, supera los cinco
sentidos. Sé amoroso, empieza a percibir tu voz interior y sí
guela. Medita y encuentra a Dios, que reside arriba, abajo, al
rededor y adentro.
Me entristece y me asusta el sentimiento de que probable
mente tenga que dejar tantas cosas que yo creía me traían pla
cer. Tengo una gran sensación de desamparo y vulnerabilidad
frente al pavoroso poder de Baba. Mis creencias básicas están
sacudidas. He comenzado a darme cuenta de que el poder del
mal también debe existir y me siento un poco desamparado al
no lograr entender la dinámica, los mecanismos y las leyes de
un poder superior a mis sentidos.
Como no estoy seguro del plan y la pauta de Baba, a
veces también temo que Él mismo pueda ser un elemento de
la magia negra y me espanto. Anoche me escurrí en la
oscuridad de mi cuarto del hotel, abrí despacio las puertas del
baño y del armario y miré por todas partes; me sentí feliz y
agradecido de que no hubiera duendes ni fantasmas que me
saltaran encima.
En verdad estoy como un bebé recién nacido, asustado
por lo que veo y empezando a reconocer esta nueva realidad
sin sa ber exactamente cómo llegar a ser parte de ella. Aun
cuando me confortan las narraciones sobre los poderes
protectores de Baba, al presente no poseo la gran fe en Su
Gracia que tienen muchos devotos, y por eso no me siento
protegido por ella.
…Bueno, estoy exhausto de escribir. Sé que no debo
permi tir que las primeras impresiones me dominen por
completo. De jaré que se asienten y buscaré más pruebas;
pronto escribiré de nuevo.
Amor, Sam.
6
UNA ROCA HECHA PEDAZOS

Casi inmediatamente después de haber escrito la carta


ante rior se produjo en mi fuero interno un cambio súbito con
propor ciones de cataclismo; como si un martillo hubiese
golpeado y he cho trizas una piedra sólida. Llámesele una
alteración de con ciencia, un cambio en mi perspectiva mental
de la realidad, una conversión religiosa o una vivencia
trascendental; como se quie ra: es más fácil denominar que
describir. Las cartas que seguirán irán configurando dicho
cambio. Mientras tanto quisiera detener me por un momento
para reflexionar sobre él e investigar las causas que han
contribuido a tan profunda reacción psicológica y espiritual,
tanto desde mi punto de vista personal como ser hu mano
pensante y sensitivo, como desde mi postura profesional, la del
psiquiatra.
Una de las motivaciones importantes que me llevaron a es
cribir este libro es mi deseo de comunicar siquiera algo de la
na turaleza enaltecedora de lo que ocurrió en mí y compartirla
con aquellos que también anhelan ver la luz. No obstante el
hecho de que en la actualidad sabemos poco sobre las causas
y mecanis mos operantes en una transformación espiritual, es
conveniente dejar constancia de que dicho fenómeno existe. El
sólo saber que muchas personas la han experimentado, o
cuando menos han si do testigos de ella en otras personas,
puede aportar en las vidas
- 68 - SAMUEL H. SANDWEISS

de quienes aún están en pos de la misma, el entusiasmo y la


for taleza necesarios para seguir buscándola.
¿Qué circunstancias pueden llevar a una persona a la
adop ción de puntos de vista radicalmente diferentes sobre la
realidad? ¿Cómo es que una persona puede cambiar casi por
completo con sólo ver a Sai Baba, en tanto que para otra es
necesario el transcurso de algún tiempo para evaluarlo y
estudiarlo… y cómo alguna otra, no importa cuánto contacto
haya tenido con Sai Ba ba experimentando las más increíbles
demostraciones de su grandeza, no ha podido cambiar un
ápice? Aunque he tratado de analizar esto, he tenido que
darme por vencido; la respuesta está más allá de mis
alcances.
Recuerdo haber leído algo que Baba dijo cuando se le pre
guntó por qué algunas personas permanecen en el ashram
disci plinándose, participando en la meditación y la práctica de
bue nos servicios y en apariencia siendo muy devotos, y no
obstante no han experimentado mayor cambio interno, en tanto
que otros permanecen sólo un momento y de repente se
sienten invadidos de bienaventuranza y alegría y cambian por
completo. Para ex plicarlo, Sai Baba se valió de la analogía de
una roca que tiene determinado punto de ruptura: digamos
veintidós golpes de mar tillo. Tal vez haya recibido ya veinte
golpes en una vida pasada y en ésta sólo necesita de dos para
estrellarse, en tanto que otra roca similar solamente haya
recibido dos golpes y en esta vida necesita de otros veinte.
Conceptos que como éste envuelven otra dimensión de la
realidad están por encima del nivel de mi conciencia y, por lo
tanto, soy simplemente desconocedor de las circunstancias
que operan en la realización del fenómeno. Reconozco mis
limitacio nes para comunicar mi vivencia de manera que
permita a otras personas el participar en una transformación
como ésta; pero sí podré dar alguna luz describiendo mis
propios pasos por el cami no y asegurar al lector que sí es
posible una profunda reacción interna como consecuencia de
la cual se logra una nueva y asombrosa visión del mundo… y
uno siente que ha regresado al hogar. Esta magnífica
transición tuvo lugar en mi fuero interno.

Cuando regresé de la India después de mi primer viaje


esta ba tan entusiasmado por los hechos que observé, que
creí que
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 69 -

todo el mundo quedaría interesado y emocionado con mi narra


ción de todo lo que había experimentado. No podía
comprender cómo, en vez de esto, la mayoría de mis oyentes
se encogían de hombros y continuaban su camino como si tal
cosa. ¿Sería yo quien dejaba de comunicar algún elemento
esencial o eran ellos quienes simplemente no lograban
comprenderme?
Muy poco después de mi regreso mi esposa y yo dimos
una fiesta para unos doscientos cincuenta invitados entre ami
gos y colegas. Yo había solicitado de varias personas bien re
putadas —tal vez para no correr solo con toda la responsabili
dad— el que también relataran sus experiencias con Baba y
describieran sus propias impresiones en relación con la talla
del hombre. Exhibimos asimismo preciosas películas que
demostra ban los poderes de Baba y su magnífica manera de
comportarse con la gente.
Pero quedé sorprendido al ver que muy pocas personas
mos traron verdadero interés; y por otra parte pude comprobar
que había perdido mucho de mi prestigio entre mis colegas
médicos, y esto hasta el grado de que algunos de mis
estudiantes de psi quiatría fueron interrogados para determinar
qué tan loco estaba yo y si aún podría seguirles enseñando.
Habiéndola vivido tan intensamente no tuve en cuenta lo in
creíble y sorprendente que mi historia podría resultar para quie
nes tenían poco o ningún conocimiento sobre estos fenómenos
en sus propias vidas; había olvidado mi propia reacción
cuando por primera vez escuché a Indra Devi narrar sus
impresiones con Sai Baba; había olvidado también las
dificultades por las que yo mismo había pasado en la India
antes de aceptar intelectualmen te lo que mis ojos y mi
corazón me decían. Si me había resultado tan difícil creer a
mis propios ojos, ¿cómo podía pretender que aquella gente
creyera que lo que yo decía haber visto, en efecto había
sucedido de la manera que ahora lo narraba? ¿Qué califica
ciones tengo yo, después de todo, para evaluar fenómenos psí
quicos y psicológicos?
A modo de respuesta permítanme decirles algo sobre mis
antecedentes médicos y científicos, y al irlo haciendo, volver so
bre los pasos que condujeron a mi transformación espiritual.
- 70 - SAMUEL H. SANDWEISS

Nací en una familia de médicos. Mi propio padre, un emi


nente gastroenterólogo de Detroit, me dijo años más tarde que
poco después de mi nacimiento me había tomado en sus
brazos y murmurado a mi oído: “Hijo mío, tú también serás
médico”. Recuerdo mis frecuentes visitas con él al hospital,
donde, a tra vés de su manera de proceder a la cabecera de la
cama del pa ciente, pude apreciar la relación que se establece
entre el médico y el enfermo. Desde muy temprana edad fui su
compañero en si tuaciones a veces embarazosas y en
ocasiones emocionantes mientras deambulábamos por el
hospital enterándonos de las vi das de tanta gente.
En 1958 entré a la Escuela de Medicina de la Universidad
de Michigan. Mi primera intención era la de ser capaz de
ayudar a los que sufrían. Creí que me gustaría trabajar en un
pabellón de urgencias, donde la actividad, la emoción y el
drama se encontra ban a cada paso, o bien ser un cirujano
capaz de salvar especta cularmente la vida de mis semejantes.
Pero al cabo de dos años de estudios descubrí que la medicina
y la cirugía se practicaban de una manera que, a mi entender,
reflejaba no pocos de los in convenientes de nuestra cultura.
Con esto quiero decir que había demasiada especialización a
expensas del cuidado que debiera darse al organismo humano
considerado como un todo. De algu na manera me parecía que
al hombre se le segmentaba cuando los médicos se dejaban
llevar por lo fascinante de la especializa ción y del instrumental
propio de la misma. Sentía que había al go demasiado
mecanizado y supercientífico en su forma de pro ceder.
Recuerdo un suceso que fue para mí la síntesis de esta
situa ción. Ocurrió durante una clase de neurología en la que
uno de los profesores exhibió a un paciente ante más de ciento
cincuenta estudiantes, para demostrar ciertas limitaciones en
los movimien tos faciales del enfermo. El hombre se mostraba
confuso e inca paz de hablar; era obviamente un inválido como
resultado de su deficiencia. El profesor, mirando hacia la clase
y sin atención al guna al hecho de que el paciente fuese un ser
humano, nos pidió simplemente que observáramos de qué
manera reaccionaba al dolor quien padecía de aquella
enfermedad, y luego, sin más ni más, hundió sus nudillos en el
pecho del paciente, lacerando su piel y oprimiendo duramente
contra el hueso. El resultado fue un
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 71 -

gesto tremendo de aquel hombre; pero sólo en un lado de su


ros tro puesto que el otro estaba paralizado. La escena sería
super científica; pero sin la menor traza de calor humano. Para
mí con esto había quedado demostrado algo más que una
parálisis facial…
Mi interés sobre aspectos más abstractos relacionados
con la naturaleza misma de la vida y el contacto humano con
los pa cientes me llevó a la psiquiatría. El programa que yo
escogí para mi residencia en el hospital tenía fuerte orientación
psicoanalítica debido a que muchos de los supervisores eran
médicos del Insti tuto de Psicoanálisis de Detroit. Esta práctica
me interesó mucho y me preparaba ya para ser yo mismo
analizado, cuando mis pla nes se vieron interrumpidos por dos
años de servicio militar.
Mi práctica en las fuerzas armadas fue principalmente en
el Hospital de Psiquiatría del Fuerte Sam Houston, en San
Antonio. Allí estuve a cargo de dos y en ocasiones tres
pabellones de psi quiatría. Para decirlo todo de una vez, he
atendido a miles de pa cientes en psicoterapia y yo mismo he
recibido tratamiento tanto individual como de grupo. Poseo un
certificado del Consejo por haber pasado las más altas pruebas
de competencia en el campo de la psiquiatría en 1969. Tengo
preparación y experiencia en muchas técnicas psiquiátricas
incluyendo terapia psicoanalítica, terapia Gestalt, terapia
bioenergética, terapia de modificación y condicionamiento de la
conducta, terapia familiar y de grupo, consejería matrimonial,
técnicas de la relajación, psiquiatría de la comunidad, terapia
por medio de drogas psicotrópicas y final mente psiquiatría de
la comunicación en un hospital general.
En 1968 mi familia y yo nos mudamos a San Diego, donde
ahora ejerzo en forma privada. Además, con el título de
profesor adjunto de clínica, enseño psiquiatría aplicada en
hospitales y su perviso a los estudiantes de la Universidad de
California que ha cen su residencia en esta rama. Soy también
consultor psiquiátri co para el Programa de Hemodiálisis y
Trasplante de Riñones de la misma universidad.

Mi interés en la fenomenología de otros niveles de concien


cia data desde mis años en la escuela de medicina. Desde
enton ces me sorprendía el hecho de que si bien algunas
personas eran intensamente curiosas en relación con esto, la
mayoría no lo era, cosa que yo no podía comprender.
Recuerdo en particular el ha
- 72 - SAMUEL H. SANDWEISS

ber leído Las variedades de la experiencia religiosa, de William


James, cuando todavía estaba yo en la escuela de medicina, y
lo mucho que su tema me atrajo, así como mi sorpresa porque
la mayoría de mis compañeros no estuviesen tan interesados
como yo.
Mi fascinación ante la posibilidad de la transformación
espiri tual y por penetrar más profundamente en la naturaleza
de la realidad continuó aun después de haber ingresado al
adiestra miento en psiquiatría. Las más de las veces me
aburría la lectura de los textos psiquiátricos habituales y me
atraían en cambio los libros con temas místicos y espirituales.
Me sorprendía que no hubiese más interés psiquiátrico y de
investigación en estas áreas cuyo estudio parecía ser tan
apropiado para el psiquiatra, intere sado como debe estar en
los cambios psicológicos en general y la forma en que se
manifiestan en la terapéutica.
Las reacciones relacionadas con la conversión religiosa
me pa recían ser de otra calidad que las que ordinariamente
ocurren en la psicoterapia: ¿de qué manera se relacionan
estas dos clases de reacción y qué tiene que ver la
espiritualidad con la psiquiatría?

7
PSIQUIATRÍA
Y ESPIRITUALIDAD

En el ejercicio de mi profesión me atrajo pronto el enfoque


psicoanalítico. Sin embargo, observé que, si bien muchas
perso nas con impedimentos emocionales mejoraban con este
enfo que, muchas otras que entraban a él relativamente sanas,
pero con curiosidad por su existencia e interesadas en
investigarse a sí mismas a un nivel psicológico más profundo,
no me parecían muy cambiadas por el tratamiento. Tampoco
ellas mismas creían haber experimentado una alteración
cualitativa importante en la actitud o la conducta, aunque
muchas pretendían haber obtenido alguna comprensión
personal.
Otra observación fue que muchos analistas, en lugar de ha
cerse más espontáneos, humanos y accesibles con el ejercicio
de su profesión, se volvían más bien adustos en su modo de
ser, ce rebrales e intelectualistas en las juntas y distantes en
las reunio nes sociales. ¿Reflejaba esto ciertas limitaciones
básicas en el en foque analítico?
Llegué a entender estas observaciones así: en nuestra
prácti ca uno puede determinar dos procesos principales: el de
un de venir más diferenciado y superiormente definido, y el de
hacerse menos diferenciado, perdiendo definición y
organización.
- 74 - SAMUEL H. SANDWEISS

El primer proceso se expresa en la increíble evolución de


un ser humano individual a partir de la fusión de dos células
singula res, el óvulo y el espermatozoide, que se encuentran
en el útero para formar células no diferenciadas, de las cuales
se desarrollan después sistemas de órganos, brazos, ojos, etc.
En esta etapa primaria las células se dividen repetidamente
para formar un gru po llamado la mórula, cada una de cuyas
células tiene la posibili dad múltiple de transformarse en
cualquiera de los tres tipos de tejidos básicos: ectodermo,
mesodermo y endodermo.
Entonces empieza a tener lugar una fascinante
organización al mandato de algún director aún desconocido, en
la cual los principales sistemas de tejidos comienzan a
desenvolverse y dife renciarse. Esto continúa, con
diferenciación cada vez mayor has ta que se ha consumado el
milagro de completarse el organismo físico con toda su
diversidad de funciones.
Este mismo proceso continúa en la evolución de nuestros
cuerpos emocional y mental a través de la niñez, a medida que
la expresión de las emociones y percepciones, inmadura y
esca samente definida, llega poco a poco a un nivel más alto
de dife renciación. Desarrollamos un fino sentido de
individualidad y se paración de todo lo que parece ser
no-nosotros: “lo otro”. Des pués de que hemos dejado el pecho
materno se manifiesta en nosotros una autosuficiencia
creciente, volviéndonos cada vez más aptos para vivir por
nosotros mismos.
El segundo proceso (al cual quizá se pueda llamar en
realidad morir) se caracteriza por un devenir más
indiferenciado: perder el propio sentido de separación y de
individualidad. Esto se ex presa, en el nivel físico, en el
deterioro de los órganos y la consi guiente muerte del
organismo en su totalidad, seguida por la len ta desintegración
del cuerpo hasta convertirse en polvo.
Si bien este proceso parece negativo en la superficie, yo
sentía que reflejaba o corría paralelo al proceso del que había
leído en la li teratura espiritual; esto es, el derrumbe del pequeño
ser individual para que pueda fundirse en un ser universal
mayor. Parecía relacio nado con el sendero espiritual que uno
toma a fin de trascender la conciencia de la dualidad: fundirse
en la unicidad o unidad funda mental con el Universo. “Uno tiene
que morir para renacer.”
La “dualidad” es aquella clase de conciencia en la cual
todo se ve como separado y distinto en sí mismo, y es evidente
que el
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 75 -

proceso espiritual intenta abatir esa separación, abolir distincio


nes, hasta que uno en realidad se funde con “lo otro” y la fronte
ra sujeto-objeto se trasciende.
Ahora bien, en el psicoanálisis parecía que todo este pro
ceso se descuidaba o incluso se contradecía. Yo pensaba que
al psicoanálisis le interesaba establecer la separación del indi
viduo como una entidad completa, vital y fuerte, ayudando, en
otras palabras, a poner en claro la identidad del ser como indi
viduo. Se suponía que la salud surgía de este sentido de la in
dividualidad superiormente definido. Los analistas sostenían
que los problemas se originaban en el proceso primario de di
ferenciación cuando una persona no había desarrollado una
fuerte identidad separada a la edad de seis años más o
menos, ya sea por un conflicto con los padres, un trauma
ambiental o por cualquier otra razón. La tarea del análisis era
ayudar a crear este sentido finito del ser descubriendo el
conflicto que surgía alrededor de la “etapa edipal” de
desarrollo, la cual tie ne lugar aproximadamente a esta edad.
Y aquí estaba uno de los primeros puntos inconsistentes
que notaba en el enfoque psicoanalítico. Porque si bien era
claro pa ra mí que la individualización es una etapa esencial en
el desarro llo sano, todavía queda un mundo de evolución más
allá de esta etapa que no está definido con nitidez en el
pensamiento psicoa nalítico. Los pasos que se dan para
acrecentar un sentido del ser, separado e individual, poniendo
acento en la mente y la emoción (el núcleo mismo de este ser
“pequeño”) pueden ser muy útiles hasta cierto punto, pero
perjudiciales después si una persona ha de evolucionar más.
Muchos psiquiatras y una gran parte de la sociedad en general
piensan erróneamente que las actitudes y procesos del
enfoque psicoanalítico que ayudan a una persona a recuperar
la salud y madurez que debía haber obtenido a la edad de seis
o siete años, necesariamente son útiles para continuar el
desarrollo a través de toda la vida. Es aquí donde está el
peligro. Se puede caer con facilidad en la trampa de
sobrevalorar la men te y la expresión de la emoción a
expensas de la moralidad.
Al restringir el analista su juicio moral y de los valores, la si
tuación analítica crea un ambiente en el cual casi todo es lícito
para el individuo, a fin de que se haga consciente y exprese los
sentimientos, deseos y necesidades que han sido reprimidos
en su vida emocional. Se alienta y promueve una relación
especial
- 76 - SAMUEL H. SANDWEISS

con la mente de uno, sus pensamientos y fantasías. Esto impli


ca la asociación libre: dejar que todo lo que se piensa llegue a
la superficie y sea expresado sin censura. Uno se hace
consciente de la fuerte relación de los pensamientos con las
emociones, deseos, instintos y necesidades. Permitir que esta
asociación li bre ocurra ayuda a traer estos elementos a la
conciencia, donde se les puede reconocer y tratar. Esta es
una manera de familia rizarse mejor con nuestros cuerpos
emocional y mental.
Ese proceso es esencial en la situación analítica, pero
como un modo de vida puede ser desastroso. No obstante, hay
pruebas suficientes de que estos principios terapéuticos se
están transmi tiendo a la sociedad como una moralidad
distorsionada, lo cual contribuye a nuestra preocupación por la
autosatisfacción cultu ralmente prevaleciente. En parte, la
psiquiatría puede ser causan te de este préstamo y distorsión
culturales de los principios psi quiátricos, por su titubeo en
relacionarse con la moralidad, en su intento por no emitir
juicios y por no definir con claridad las limi taciones sanas de la
actitud permisiva. Es claro que esas fronte ras se deben definir.
Nuestra cultura en general ha caído por la borda al
experimentar qué tan lejos podemos ir con la sexuali dad, la
promiscuidad y la pornografía, la autoestimación, la agre sión y
la violencia.
Me parece que en nuestro experimento no hay un final
cerca no; dejando que todo lo reprimido se exprese, nos
estamos hun diendo cada vez más en la exaltación de los
sentidos, las emocio nes y todas nuestras fantasías. En lugar
de llegar a ser amos de nosotros mismos como para crear
orden y facilitar la evolución de la conciencia de la humanidad,
nos estamos convirtiendo en es clavos de nuestras energías
emocionales y mentales, y en nuestro anhelo vehemente de
satisfacción sensual somos llevados por to dos los caminos.
Hemos deformado la tierra y contaminado nuestro aire,
alimentos y agua. Intercambiamos insensibilidad y violencia
unos con otros en lugar de compartir nuestro amor y dar
nuestra ayuda donde se necesita. A lo que parece, hemos
restado relevancia a los preceptos morales y espirituales para
di rigir nuestras vidas con disciplina y sentido de
responsabilidad, y a la importancia de renunciar a nuestros
apetitos y deseos egoís tas para alcanzar metas más elevadas
para nosotros mismos y para el bienestar de los demás.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 77 -

Sobrevalorar la expresión emocional no sólo conduce al


caos social, sino que coarta en absoluto el desarrollo espiritual.
La li bertad de la expresión emocional debe equilibrarse con
las actitu des espirituales de abandonar el apego a las
emociones en deter minados aspectos (como se examina
después en este capítulo) y de considerar la posibilidad de que
nuestra verdadera identidad esté más allá de la influencia de
las emociones. Creo que el enfo que psicoanalítico llegará a
ser más equilibrado y puro cuando se integre con los principios
espirituales. Hay una necesidad clara en nuestra sociedad
contemporánea por prácticas espirituales ta les como la
relajación, el vacío o control de la mente por medio de la
meditación, el desapego de las emociones, y la disciplina y
gobierno de nuestras energías, prácticas que en el nivel social
se expresan en el desarrollo de un sentido de moralidad,
responsa bilidad y respeto a los demás.

Otra orientación y actitud que propaga la psiquiatría, que


lle gué a creer útil hasta un punto y dañina más allá, es la
sobrevalo ración de la facultad de la mente racional para
conocer: la fe que tenemos en que la mente racional puede
resolver todos los pro blemas, todas las dificultades. Aunque
en gran parte el enfoque psicoanalítico empieza a reconocer
las limitaciones de la mente, aún le da tal preeminencia entre
nuestras facultades perceptivas que restringe grandemente
cualquier grado de conciencia más profundo de la realidad.
Parece que la importancia exagerada que se da a la
raciona lidad se acentuó con el avance de la ciencia y las
revoluciones in dustrial y tecnológica. Hasta donde el actual
estado de nuestra tecnología represente un progreso
verdadero y todavía no bien calificado de la civilización,
podemos estar justificados por consi derar suprema a la mente
racional. Sin embargo, un porcentaje de la población que cada
vez se expresa con mayor énfasis, pien sa que hemos tenido
que pagar un precio demasiado caro por el bienestar humano y
un progreso que ha sido de naturaleza prin cipalmente
materialista. El vivir al borde de la guerra nuclear así como la
posibilidad de la aniquilación, más que indicar la infalibi lidad
de la mente racional, dan fe de sus limitaciones.
Me parecía que el enfoque psicoanalítico estaba lleno de
contradicciones y opiniones no estudiadas respecto de la
mente.
- 78 - SAMUEL H. SANDWEISS

Lo veía de esta manera: por una parte, los analistas se habían


cerciorado con rapidez de que mucha gente no cambia como
re sultado de interpretaciones intelectuales o discusiones
didácticas de sus problemas. No obstante, podemos lograr
comprensión de nuestros problemas por medio de la técnica
no racional de la aso ciación libre. Se hizo patente que los
analistas reconocían la im portancia de ir más allá de la mente
racional a fin de sondear de manera más profunda en la
naturaleza de la propia existencia y luego usar la mente
racional para que ayudara a evaluar e inte grar lo que se
descubría. El enfoque analítico estima esencial que el paciente
entienda los determinantes genéticos de su conducta (esto es,
cómo se relacionan los traumas ambientales de la niñez con
los síntomas presentes) para efectuar una cura duradera.
En realidad, entre los psicoterapeutas hay una duda
crecien te de que la mente racional siquiera necesite evaluar e
integrar lo que se descubre para que la curación tenga lugar.
En otras pala bras, uno no tiene que saber necesariamente
cómo se relaciona su problema con los trastornos psíquicos de
la niñez por conflic tos con los padres o el ambiente para
encontrar el alivio de sus síntomas. Ahora se están empleando
psicoterapias en las cuales todo el trabajo terapéutico se
realiza de manera no verbal y no se hace intento alguno por
explicar los porqués. Los índices de buen éxito de estas
psicoterapias parecen al menos tan adecua dos como aquellos
acerca de los que informa la terapia psicoana lítica. ¿O será
que la virtud curativa en todas las terapias tenga que ver más
con el amor y el cuidado humanos y que las piruetas
cerebrales e intelectuales signifiquen muy poco?
En todo caso, para llegar a la concepción de la técnica de
asociación libre, los analistas parecían, por una parte, haber re
conocido suficientes limitaciones de la mente racional en el
proceso del tratamiento. Por la otra, me sorprendía cuán exce
sivamente intelectualistas eran muchos analistas en sus
escritos y reuniones, como si verdaderamente pensaran que
podían en tender y definir la naturaleza humana mediante
conceptos y mecanismos, como se hace con un automóvil.
Incluso en los primeros años de mi educación, yo había
duda do muchísimo de que se pudiera entender la naturaleza
humana de esta manera. Pero muchos analistas porfiaron, y
todavía re cuerdo lo pesado que era para mí sortear resmas de
fastidioso material profesional de lectura. En lugar de eso
prefería leer acer-
Basta con que se cultive el Amor —el Amor que no conoce
distinción entre uno mismo y el otro— porque todos somos so
lamente miembros del cuerpo único de Dios Todopoderoso. Só lo
por el Amor se puede obtener la personificación del Amor. Para
esto no se necesita ninguna erudición; de hecho, la erudi ción es
un impedimento, ya que nutre al egoísmo y engendra dudas, lo
mismo que el deseo de la disputa y del laurel de la victoria sobre
otros que se vanaglorian de doctos.
- 80 - SAMUEL H. SANDWEISS

ca de los místicos, del budismo zen y otras doctrinas


espirituales en las cuales encontraba una y otra vez la
aseveración firme de que los niveles superiores de la realidad
simplemente no se pue den comprender con la mente…
lecturas en las cuales se conside ra a la mente un obstáculo
que hay que superar y trascender a fin de que uno vea con
más profundidad el interior de su verdadera naturaleza. La
identificación del individuo con la mente, las emo ciones o el
cuerpo lo hunde más profundamente en el mundo de la ilusión,
en el estado del sufrimiento.
Percibía que la identificación del ser con la mente que pro
claman los científicos conductistas occidentales era el
resultado de una visión unilateral de la realidad. Mi atracción
por los con ceptos espirituales como Atma (el verdadero Ser; la
propia Divi nidad: Imperecedera, Inmutable, Infinita, Eterna) y
moksha (la fu sión de la ola con el océano del cual parece
distinguirse; la libera ción de la ilusión, exoneración de la rueda
del nacimiento y la muerte; el logro de la alegría eterna) era
sencillamente enorme para permitirme seguir atado por las
limitadas concepciones del ser a las que se adhiere la
psiquiatría moderna. Estas concepcio nes orientales y las
prácticas espirituales que se derivan de ellas demandan una
investigación exhaustiva.
Una comparación del proceso psicoanalítico de la
asociación libre con la práctica de la meditación de origen
oriental señala de una manera concreta las diferencias entre el
Oriente y el Occi dente en actitudes y enfoques hacia la mente
y el ser. El fin de estos dos procesos es la realización de
nuestra naturaleza interna más profunda, y un elemento central
en cada una de ellas es que nos hagamos conscientes de ser
sólo observadores y testigos, pe ro por diferentes razones. En
la asociación libre uno se convierte en el observador como
medio para un fin, con el objeto de ob servar los pensamientos
y emociones cuando suben como burbu jas a la superficie de
la conciencia. Se supone que estos pensa mientos y
sentimientos son valiosos porque con el tiempo condu cen a
los conflictos subyacentes, que cuando se han encontrado
pueden resolverse; por lo tanto, se le indica a uno que les
ponga atención y los siga.
En la meditación, por el contrario, el sólo ser consciente
de uno mismo como testigo puede constituir un fin en sí. La
sensación de estar centrado o enfocado con conciencia plena
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 81 -

en el aquí y el ahora puede conducirnos a un conocimiento


más profundo de nuestra verdadera naturaleza. Se supone
que la meditación nos lleva más allá de la mente hasta el
punto en el cual podemos observar los pensamientos y
sentimientos que pasan, sin ser seducidos a prestarles
atención y seguirlos.
Si la mente se ha de usar, en todo caso la voluntad del ob
servador debe dirigirla para crear una vivencia espiritual
interna, como la que invoca un sentimiento de profunda
reverencia ante la Creación o un sentimiento de Amor y Paz
que lo abarca todo. Esto se puede hacer repitiendo
mentalmente uno de los muchos nombres de Dios, tratando de
visualizar una luz, imaginando una forma que se venera o por
muchas otras técnicas. Estos ejerci cios tienden a domar la
mente, alentando en uno la experiencia de la divinidad que se
supone se asienta en el meollo de nuestra identidad.
Permaneciendo en contacto con el propio ser como testigo y
con un aspecto de lo divino, con el tiempo se puede lle gar al
lugar en que el testigo y lo atestiguado, el “yo” y el “eso”, se
funden y se vuelven uno. En este punto, el sentido profundo de
la gran frase oriental Tat Twam Asi (tú eres Eso) se puede
realizar por fin y se entra en la paz y tranquilidad que desafían
al entendimiento.
En contraste, si un paciente está asociando libremente en
el diván del analista y cae en un estado de gran paz y quietud,
esto se puede interpretar como resistencia a la corriente de
material subconsciente y probablemente aliente al individuo a
continuar expresando sus pensamientos y sentimientos.
En la idea oriental respecto de la naturaleza del hombre se
hace una clara distinción entre la mente y el verdadero ser,
distin ción que no se aprecia en la psiquiatría contemporánea.1
Baba ha dicho: El científico mira hacia afuera y siempre está
diciendo:
1 En la literatura oriental está escrito acerca de la conciencia que los
pensamien tos empiezan, se desarrollan y terminan a un paso sumamente
veloz, del or den de trillones por segundo. Se dice que por la práctica de
ciertos ejercicios espirituales, como la meditación, podemos llegar a un nivel
de conciencia en el cual realmente podemos observar la creación de los
pensamientos. Es evi dente que existe un espacio entre el fin de un
pensamiento y el principio de otro, en el cual somos capaces de deslizarnos
cuando hemos alcanzado un ni vel de conciencia suficientemente avanzado
o expandido, yendo así más allá de la mente. Esta condición, llamada
samadhi, se caracteriza como un estado de Bienaventuranza absoluta.
- 82 - SAMUEL H. SANDWEISS

“¿Qué es esto?” (esto que se puede percibir con los sentidos;


que existe en el mundo de la emoción o mente); pero el sabio
siem pre está mirando hacia adentro y su pregunta es: “¿Qué
es eso?” (eso que está más allá de los sentidos, más allá de
las emo ciones, más allá de la mente).
La mente, dice, es como una tela cuyo tejido es el deseo.
Si abandonamos el deseo la tela desaparece y se revela nues
tra verdadera naturaleza.
Mis dudas más serias acerca del psicoanálisis surgieron
cuan do vi lo que sucedía dentro de mí durante los primeros
intentos de tratar pacientes con este enfoque. Empezaba a
sentirme me nos espontáneo, más reservado y aislado de mis
pacientes, exac tamente lo opuesto a los resultados que había
esperado. Comen cé a buscar un modo de observar y
reaccionar al mundo que fue ra menos restrictivo. Esto me
llevó a la terapia Gestalt, método que hallé tan interesante
como prometedor. Emprendí una inves tigación entusiasta
sometiéndome yo mismo a la terapia.
Por el lado positivo este enfoque trataba más directamente
con la naturaleza de la dualidad y la posibilidad de
trascenderla, y por eso parecía reconocer, al menos, la
posibilidad de la natura leza espiritual del hombre. También
había menos insistencia en la mente racional como medio para
obtener un conocimiento profundo del mundo, y más en asumir
la responsabilidad de las propias acciones, sin culpar a la
madre, al padre o a traumas an teriores. Con todo, en la
mayoría de las psicoterapias revelado ras orientales hacia la
visión interior se daba un gran valor a la li bertad de expresión,
sin definir o siquiera plantear hasta qué punto del desarrollo
individual el desapego de las emociones se hace deseable o
necesario.
Al terapeuta de la corriente Gestalt le importan menos que
al psicoanalista los porqués subyacentes en la conducta de un
pa ciente. Cree que esto sólo lleva a una plática por demás
intelec tualista acerca de los problemas, en lugar de la vivencia
directa de ellos. Su trabajo es ayudar al paciente a
experimentar directa mente lo que está haciendo y cómo es en
el aquí y el ahora, vol viéndose así consciente de ello. Se
estima que el centrarse en es ta clase de conciencia, sin estar
indebidamente limitado o cons treñido por los recuerdos del
pasado, las preocupaciones por el futuro, las emociones
transitorias o las pautas de pensamiento repetitivas y
distrayentes, promueve el crecimiento espiritual.
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 83 -

Esto me parecía un cambio de orientación bastante grande


con respecto a la terapia analítica. La interpretación y explica
ción del terapeuta se consideraba una pérdida de tiempo que
so lamente servía para el envanecimiento de aquél. Ahora su
traba jo se hacía menos cerebral a medida que cejaba en su
intento de descifrar al paciente, y más espontáneo e intuitivo
conforme tra taba de experimentar la realidad del mismo. En
verdad los tera peutas Gestalt se ven diferentes de los
analistas; parecen reflejar al mundo sus orientaciones
diferentes. El analista, por lo general austero, bien vestido,
incomunicable, es un contraste con respec to al terapeuta
Gestalt, con frecuencia más espontáneo, en oca siones
excesivamente informal, pero siempre más realista.
Los practicantes de Gestalt a menudo quieren que se les
lla me por su nombre de pila. El fundador del movimiento, Fritz
Perls, daba la impresión de hombre mundano, jovial y
bravucón, a veces incluso al grado de llegar a la vulgaridad. En
ocasiones usaba overol y siempre ropa informal. Escribió un
libro con el “erudito” título: In and out of the garbage pail
(Dentro y fuera del tarro de la basura). Estas características en
el terapeuta y la terapia eran muy atractivas para mí.
En la terapia Gestalt se pide al paciente que vaya más allá
de la dualidad y rompa la barrera sujeto-objeto
—reidentificarse con aspectos del yo reprimidos o
proyectados— para devenir cual quier cosa o estado
sentimental reprimido o juzgado separado y aparte del yo, con
frecuencia asumiendo el papel de tal cosa o estado o
intentando establecer un diálogo con ellos. Todo lo que los
sentidos perciben o la mente concibe como separado del yo se
considera una proyección del mismo yo, un aspecto del yo al
cual éste, por alguna razón, juzga extraño y trata de segregar y
rechazar. A menudo el tratamiento consiste en dirigir al
paciente para que se reidentifique con ese aspecto rehuido,
mediante un mejor contacto con él o incluso disolviéndose en
él y recobrando la energía consumida en el proceso de
proyección.
De particular importancia son aquellas proyecciones clasifi
cadas como “malas” o las que se evitan a toda costa o se esti
man particularmente ajenas al yo, y se hace un esfuerzo para
es tablecer canales hacia estas áreas de modo de terminar la
lucha con ellas. Por ejemplo, si uno tiene fobia o miedo a los
perros que ladran, tal vez se le pida que desempeñe el papel
de perro
- 84 - SAMUEL H. SANDWEISS

ladrando. Si teme a la ira, la violencia o la conducta afirmativa


es pontánea, al principio puede hallar difícil imitar al perro que
la dra; pero a medida que su resistencia se va venciendo y se
siente más familiarizado con esta tarea, podrá sentirse
igualmente más a gusto con sus impulsos y su autoafirmación.
Lo que una vez fue un lance temible, ahora se puede convertir
en una fuente de ener gía. De esta manera uno puede
desarrollar la facultad de afirmar se cuando se requiera de esa
reacción en la vida cotidiana.
A menudo sucede que al participar en esta clase de juego
el paciente se hace consciente de que esas proyecciones se
han transformado en símbolos y que algo importante se oculta
en ellos, algo evitado y temido. Cuando uno reidentifica y
redescu bre aquellas partes de sí mismo que se reprimen por
causa de fo bias o culpas, se vuelve más enérgico y más sano.
Usemos el ejemplo anterior: si se teme a la ira, mediante
la imitación de los movimientos y expresiones del perro
iracundo que ladra, aunque uno se espante al principio, se
puede llegar a transformar el temor en una fuente de placer y
energía, a medi da que se cobra experiencia en esta actividad
y ve que nada terri ble resulta de ella. En este proceso, puesto
que uno restablece el contacto con los sentimientos
reprimidos, incluyéndolos en su variedad de reacciones para
enfrentarse al mundo, ya no tiene que evitar o asustarse de
todas las situaciones en las cuales una posible elección
apropiada de actitud sea la ira o la agresión.
Por medio de ese tratamiento me hice más profundamente
consciente de la naturaleza de la dualidad, me familiaricé más
con algunas de las técnicas que se podían usar para derribar
la barrera sujeto-objeto. Hallé así utilidad en dichas técnicas;
pero después de algún tiempo también me enfrenté con
algunas limi taciones.
Por ejemplo, en mi experimento conmigo mismo estas
técni cas no disiparon mis temores a la muerte o al deterioro
físico o mental por la edad. No pude llegar al estado en el cual
esos te mores no me perturbaran; no pude disminuir mi
aversión por la debilidad. Quería sentirme fuerte y dueño de mí
mismo, mas no débil y desamparado.
Sin importar cuántas veces desempeñara estos papeles se
guía temiendo a la debilidad y luchando por ser fuerte. Aunque
me daba cuenta de mis áreas de evasión, al tratar de
desvanecer-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 85 -

las me encontraba con frecuencia representando papeles una


y otra vez sin adelanto alguno. Por último, llegó un momento
en el cual sentí que no podía avanzar en la terapia Gestalt. Me
era im posible superar ciertos problemas cíclicos y me veía
repitiendo interminablemente ciertas pautas de conducta y
reacciones, sin saber cómo salir de esta situación.
Aun cuando empezaba a comprender que lo que considera
ba el mundo externo era en realidad yo mismo y que luchar
con tra él sólo reflejaba mi pugna conmigo mismo (que si
quería dete ner mi lucha interior tendría que dejar de forcejear
con el “exte rior”) no obstante no podía contenerme. Era como
estar atorado en el surco de un disco gramofónico,
repitiéndome una y otra vez. El único modo de salir sería
sacarme a mí mismo del surco y colocarme en algún otro lugar.
La dificultad y confusión en la terapia parecía hallarse en
el hecho de que para romper el ciclo, uno tenía que llegar a la
inal terabilidad ante el dolor real y los sentimientos y
emociones que lo acompañan. La psicoterapia puede ser
eficaz para superar un temor irracional o imaginado en el cual
se recela de una situa ción que “en realidad” no es dolorosa.
Pero no temer a una si tuación que “realmente” es dolorosa,
cosa muy distinta es. Ordi nariamente la mayoría de las
escuelas de psicoterapia consideran negativo e indeseable el
llegar al punto de permanecer impasible ante las emociones
“reales” y a desentenderse de ellas. Por lo general clasifican tal
operación como una defensa contra la reali dad o una
negación de ella. Por otra parte, este género de acti tud
desinteresada hacia aquello que llamamos el mundo “real” o
físico es una parte indispensable del enfoque espiritual. Este
es un punto que la psiquiatría ha criticado mucho a la religión.
La mayoría de las psicoterapias suponen que uno de los
principios básicos subyacentes en la motivación es el de placer
dolor. Por nuestra sensación del placer o del dolor forjamos el
deseo de preferir una cosa a otra. Nuestro modo de ver las
cosas como separadas y considerarlas más valiosas o menos
valiosas se relaciona directamente con nuestra
experimentación anticipada del placer o el dolor. La
satisfacción de las necesidades es pla centera; su frustración,
dolorosa.
Si hubiera un modo de trascender todo este sistema de ma
nera que uno pudiera permanecer impasible ante el placer o el
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dolor, todo se juzgaría igual. El apremio para actuar de un


modo u otro terminaría, ya que todas las maneras de actuar
serían se mejantes. Entonces la dualidad, el considerar las
cosas separadas y aparte, se habría trascendido.
La psiquiatría sostiene que la pretensión de llegar a ser im
perturbable por ese sistema central en nuestras vidas es en
reali dad una medida defensiva, una suerte de intento por
reprimir o negar nuestra verdadera identidad. La mayor parte
de los psi quiatras no creen que haya un yo superior o un nivel
de con ciencia más allá de la dualidad. Afirman que Dios es
fabricado por el hombre y que la creencia en un yo superior es
una defen sa contra las emociones. Por el otro lado está la
actitud espiri tual: la adhesión a las emociones es una defensa
contra la reali zación del propio yo superior.
Para mí se hizo evidente que en una etapa de nuestro
desa rrollo —el proceso de volverse más diferenciado y crear
un senti do del yo— es muy importante ser consciente de las
emociones y aprender a expresarlas. Es esencial el poder
sentir tanto el pa pel del débil como el del fuerte: experimentar
todas las reaccio nes implícitas en la vivencia de ambos
papeles y saber manifestar todo el repertorio de sentimientos
relacionados con cada uno.
Pero en otra etapa del desarrollo —el proceso del morir, o
la disolución del yo pequeño con el objeto de fundirse con un
yo superior— es importante aprender a desapegarse de las
emocio nes y los sentidos, aprender a no desear la fuerza
sobre la debili dad, el placer sobre el dolor o incluso la vida
sobre la muerte; tratar todas las circunstancias como iguales.
Esos sentimientos aparentemente opuestos son una ilusión.
Reflejan una percep ción dualista del ser en el Universo.
Una de las razones del fracaso de la psiquiatría en su
integra ción o reconciliación de estos dos enfoques
fundamentales en el desarrollo humano parece ser un
malentendido general de la na turaleza del desapego, una
confusión entre éste y la represión. Hay una gran diferencia
entre los dos.
Mi creencia es que en el período de nuestro desarrollo en
el cual estamos tratando de individualizarnos y definirnos más,
pue de ser perjudicial desapegarse de las emociones. Hacer
esto en tonces sería reprimir energías primarias en un
momento en que apenas estamos aprendiendo acerca de
ellas. Sería como renun-
SAI BABA Y EL PSIQUIATRA - 87 -

ciar a caminar antes de aprender a hacerlo; nos atrofiaríamos


emocionalmente. Uno no puede trascender los sentidos o las
emociones —no puede sacrificarlos a Dios— si no los controla
en realidad, si no ha llegado primero a un estadio de individuali
dad. No se puede sacrificar lo que aún no se posee.
En realidad, evolucionamos hacia una fusión con el yo uni
versal o cósmico “a través” del yo humano como un vehículo
pa ra el desarrollo, como el tallo de una planta. Puesto que el
yo hu mano o pequeño es tanto mental y emocional como
físico, un fuerte sentido de identidad y una integración de las
emociones son tan importantes en nuestro desarrollo como es
para una planta el crecimiento celular del tallo.
Después de que hemos alcanzado un estadio de
individuali dad e identidad es hora de sacrificar el ego o la
personalidad del yo pequeño a fin de fundirse con el yo
superior, de abandonar la entrega a los sentidos en favor de
una entrega más profunda a Dios, de transferir nuestra energía
de la formación del tallo y el mantenimiento de la planta a la
floración final.
Al hablar del proceso de crecimiento y la etapa final de libe
ración, Sai Baba ha dicho: …Es como la flor de la propia indi
vidualidad que crece, se convierte en fruto y se llena de dulce
jugo tomado de su propia esencia interior; luego se separa fi
nalmente del árbol.2
Por lo tanto, ésta parece ser la diferencia entre la
represión y el desapego. La primera es separarse, por miedo,
del contacto con los propios sentidos y emociones antes de
aprender a con trolar y utilizar estas energías, permaneciendo
con ello incons ciente de ellas. El segundo es entregarlos
voluntariamente como parte de nuestro anhelo por continuar
evolucionando; pero des pués de que hemos obtenido
conciencia de los mismos y cierto grado de autodominio sobre
ellos.
La religión presenta muchas técnicas, orientaciones y
actitu des hacia la vida que ayudan a obtener el desapego de
los senti mientos, pero la mayoría de los psiquiatras
consideran esto dañi no para la estabilidad emocional y la
salud mental. La actitud oc cidental común respecto a este
género de desapego concibe a éste como una defensa contra
nuestros instintos y emociones bá

2 Mensajes de Sathya Sai, vol. VII, Editorial Errepar, Buenos Aires, Argentina.

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