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COPIL – COPILLI

Malinaxochitl, la Gran Maga, tiene un hijo, al cual llama Copil. El


también era un Gran Mago, era llamado Copil Tlaciuhque de
tezcaltepetl, o sea que Copil era un Astrólogo - Estrellero,
poseedor de conocimiento y grandes facultades de adivinación,
un ser “despierto”.

Copil es muerto en combate, los Aztecas lo derrotan en una lucha


y su Corazón, asociado al cucuecueyo Xochitl (flor), es arrojado
en un Tular, en realidad tules y esparto, son símbolo
representativo de Malinalli, cuecueyo que se ubica en el vientre,
metafóricamente se hace alusión a su madre Malinalli – Xochitl –
Malinalxochitl, al lado femenino del ser, al nagual.

El corazón de Copil “florece” sobre una piedra, alrededor de la


cual se manifiesta la unión de dos corrientes de agua, una azul y
otra roja, haciéndose presente el símbolo del Atlachinolli,
reconciliando “los contrarios”, energías de diversa naturaleza,
unión necesaria para un nuevo nacimiento, para “florecer”.

En atención a la historia de Copil, a su origen, él es


representación de un símbolo Lunar, acuático, pacifico, fértil, es
el hijo de Malinaxochitl, hierba y flor, de la sabiduría del vientre y
el corazón.

Mas es verdaderamente elocuente, que aquello que CORONA, que


representa un símbolo solar, elaborado con plumas de ave para
reiterar su naturaleza celeste, sea llamado Copilli, derivado de
Copil.

Es COPIL, La Corona Real, el origen real, la sangre real, la


manifestación de un ciclo de linaje matrilineal, el cual por más que
se intento abandonar, en el lenguaje de los símbolos sigue
presente.

Es el Copilli la Corona, atuendo ceremonial que se porta para


recordarnos que la principal conquista es la del propio ser, que
solo reconciliándole en su naturaleza material y espiritual, con
todo y con todos, es posible lograr la victoria suprema que da
origen al radiante Sol que reside en potencia en cada cual,
teniendo como centro a Yollotl, el corazón.

En este espacio tiempo actual, es momento de reconciliarnos con


nosotros mismos y despertar la información guardada en
nuestros genes, en la memoria ancestral, reconciliar lo terrestre
con lo celeste para así poder Florecer.
El latir del corazón del Copil, su movilidad, aun despide el
perfume de aquel que florece, compartiendo desde ese centro,
otrora llamado Tenochtitlán, su real esencia a todo el territorio
nacional.

Conectemos con la poderosa esencia de nuestras raíces


ancestrales, ahí reside la clave que fortalece, que nutre.
Reconciliémonos con lo que somos, hijos del Anáhuac –
Mexicanos. Dispongamos el ser a la conquista, de un armonioso
“rostro y corazón”.

Con Amor Inphinito: Lolita Vargas Martínez - Malinalticitl

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