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Rostros Innominados
Rostros Innominados
INNOMINADOS
Rolando Ruilova Lituma
ROSTROS
INNOMINADOS
Rolando Ruilova Lituma
Rostros Innominados
© Rolando Ruilova Lituma
IX
fluyen pasión y conocimiento, en exactas cantidades, Presentación
que consiguen atravesar lo superfluo y cotidiano, con
un fino estilo coloquial, metafórico y persuasivo, con Doctor Eduardo Crespo Román
el cual fácilmente se consigue la atención profunda del
lector. Con el texto” Rostros Innominados”, Rolando Rui-
lova Lituma evidencia una vez más la autenticidad de
Es justo reconocer el empeño y la constancia con la que su voz poética, que desde su preocupación por el amor
tan distinguido cultor del arte del verso y la poesía, ha con sus rostros y alumbramientos le hace caminar en
logrado concretar esta aspiración que a su vez alcanza su poesía con la sutileza de los símbolos y lo devela
la superior meta de ubicar al Cañar entre las provincias como motivación esencial.
con la más importante producción poética, lo cual in-
dudablemente nos llena de satisfacción. A esos rostros diversos del amor, los llama y convoca
sin perderlos en la precariedad y extravío del deseo y
Estamos convencidos que al apoyar este tipo de ini- la lujuria. De ahí que no lo destierre ni abandone y
ciativas y producciones, impulsamos lo más valioso, el mejor se defina por sus reverberaciones. Entonces en-
desarrollo del ser humano. cuentra cabida para una de sus anhelantes confesiones
revestida de imágenes: En esta gradación carnal que
Dr. Virgilio Saquicela Espinoza reverbera/Soy y vuelvo a ser, /no sin razón, /por-
Alcalde de Azogues que te amo. De este recurrente rostro perdurable del
amor, dibujado en ritmos, también advertirá: Sobre
mi cara. Mi cuerpo casi mar, /Mi boca casi ola, se
inunda de amor /Y púrpura ternura. Así también:
X XI
A pesar de este caudal de disimulos, /tú seguirás sien- De estas lecturas y de la totalidad que se haga de la
do el borboteo de dientes/ligado a mi pecho. obra poética “ Rostros Innominados”, debe apuntar-
se que se trata de una poesía investida de una diver-
Para la Madre, consigna la traza honda que entrega y sidad de sentidos y recursos literarios y lograda-bien
deja el amor. Entonces es el rostro de la duración y de lograda-, por el trabajo paciente y de “oficio” de un
la memoria original sin sombras con la que se constru- autor que resuelve sus proposiciones creativas desde
ye la vida. En ese momento del texto poético, el autor las significaciones y conceptos y que ha encontrado,
vuelve sobre su significación imperturbable contenida con acierto, las posibilidades generativas y de partida
en el pensamiento de Vicente Aleixandre: “La Madre: que tiene la palabra poética para construir universos
es todo”. En ese sentido, escribe: “Sé dónde estás y te y espacios líricos y de búsqueda permanente de una
amo más sin tenerte. /Te siento flanqueando mis rigurosa realización lingüística, para con ella, atesti-
costillas de sudores dolorosos, /Chapoteando tu guar lo inexorable (inapelable sino) del desamparo y
lágrima senil en mi coágulo abierto”. vulnerabilidad del hombre, pero que encuentra en el
amor, el rito para vencerlos. Y es en esos rostros del
Luego insiste. Reitera. Tanto como el lado luminoso amor, que enternece, en los que se prende y consume
y portentoso de la ternura maternal hace posible y en- la poesía de Rolando Ruilova Lituma. (TUV)
tonces su poesía se hace canción, dación y memoria,
al apuntar: “Basta, Madre, /cuando niño el pie re-
dondo, / la mestiza piel y el regodeo del primer
sonajero rondando tu oído, /la sonrisa de miel y el
primer diente de leche para amamantar tu amor
que es el mío.”
XII XIII
Luz que encuentra siempre su ojo
De buey, para descomponerse en
La potencia silenciosa de la resaca lunar.
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Desdoblamiento Y un equilibrio.
Sollozo de hierro
Desvaneciéndose.
Súbita la sombra reniega ¿Naciste conmigo penumbra ligera
La luz que la nombra Que en el aire la corriente
Súbita. Escribe mi nombre?
Huidiza.
Sombra de grave tersura Pájaro de hierro de voluta cresta
Luz que no amanece Prisa de los ojos, levadura del rostro
Noche que perece Ráfaga de vidrio, huracán de plomo
Fuga descendente que fallece Tumulto de cristal ya polvo desolado
En el costado inerme del pozo. Sumergido en la nada
Pie de arena que el agua consume. Y en el ciego sonido
De un oleaje marino: nublado molusco
Cada paso una lengua certera Luto del mar.
Un arpón en la nube Plenitud salobre.
Astillando lo inútil
Brújulas que crujen
Clamores ausentes
Voces que cabalgan
Roncas
Temporales
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Identidad circular
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Que pronuncia tu boca
Sobre la escarapela de mis huesos,
Y una aguda tormenta en el equilibrio de mis dedos.
Oh noche,
me llevas en el arrebato de tu nocturna
El tiempo es una carcajada amarillenta,
inmensidad.
Parábola suspendida en el muslo de la paloma,
Un golpe inmundo distante a los oídos
Alfredo Gangotena
Donde la flaqueza se derrumba
En vagones de miradas.
Ademán vacío,
En el lúdico renacer
De la oscuridad y la confidencia.
Náufragos,
Atestados de presagios
Abandonamos la ebria sal
De las interrogaciones,
De las acechanzas,
De las reiteradas bocanadas
De los buitres de la indecencia.
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Provocación En el trapecio
De las perfectas alucinaciones.
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De un beso, de una gota postrera
Que se desliza de la sortija
De tus hojas.
“( Y pensar
que mientras juego con
Una procesión de lamentos inflaman
inciertas metáforas,la ciudad que canto
El vapor que se enciende en la tierra,
persiste,en un lugar preciso del mundo”...)
Penetran en mis ojos
Como una muchedumbre de rostros
Jorge Luis Borges.
Humedecidos de pánico,
En trance
De una abatida fidelidad a la vida
Fugitiva,
Incierta,
Esquiva.
Apaciblemente se dilata el pecho,
En el umbral despavorido del aliento,
La noche se disuelve tímida
Y reposadamente. El ocaso
Se consume piadosamente.
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Laberintos Culto de siglos en un rebozo
De ecos confidenciales.
Tiempo que no alcanza a definirse.
Ciudad plaga en mi vigilia. Maquillajes ventilados en las sombras
Estrago impertinente, repulsión de la carroña. Impotentes de sueños solitarios.
Dormida escaramuza, Jugoso racimo de siluetas
He sido títere y testigo En el travesaño del andamio.
De tus extravíos
En la embriaguez de mis ternuras. Erizos seducidos
Por el demonio exasperan tus entrañas:
Frígida limadura del relámpago, Agiotistas epistolarios
Hueca como la sorpresa Y mercaderes de capilla.
De tus brazos desplegados Caudatarios de la codicia,
Que crujen perfidias reprimidas. Alucinados
Cuántos secretos perturban tumbas o escaparates Alumbran vellocinos de oro con salterios
- lienzos espesos o translúcidos polvos -. Y desgarradoras cruces en grises mares.
Cuántas fingidas vaciedades se registran
En cada exudación Almacenan sus máscaras de yodo
O encanecida limosna, Y tejen su estrépito
En desagües oxidados En tus zaguanes de estaño.
En donde se desvela la desazón El celo de la sombra es un fanal de polvo.
Y se encaraman vibrantes Caminar en la curtida
Dientes de encono, Savia de tu mudanza
Con briosos tirantes de hierro. Es un espanto,
Un zumo de palabras macilentas.
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En una esquina el viento gutural tala Ciudad de soles dispersos,
El alma que te delata, De soberbias ilusiones,
Como el estornudo de un grifo cadavérico Que ligeramente te envuelves
Te diluyes evasiva En el tráfago de mentirosas tristezas,
En el agujero del eclipse. En áureos silencios de tus vivientes
Vanidades, que asaltas nombres y cumbres.
Cataclismos.
Arcillas visionarias del horror. Taciturna te niegas y te aclamas
Fugaces soslayos de la conciencia En el vuelo fingido de un ligero
Imaginan impávidas estampidas Pensamiento, cadáver que asciende
Consumadas en la soledad del hueso: Hasta el olvido, mirada desnuda,
Cal indestructible. Mirada de llagas, materia de espuma
Y sangre, ojos de leve escarmiento
Zarpa hendida en el sosiego En la vigilia de unos labios
De la perfidia. Que como limpísima espada cercena
Estrangulada espina en el indigente estío, Tus rojos deseos.
Preludio de una labranza vagabunda.
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Rotación
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Una a una carcome el insomnio,
Desnudando los flecos de la luna.
Semilla que vacila
“Existe un río cuyas aguas dan la inmortalidad;
En los poros del aliento
En alguna región habrá otro río cuyas aguas la borren”.
Y se desvanecen
En los vórtices de la noche.
Jorge Luis Borges.
Una esboza su línea en fecunda chispa
Sobre la cruda tierra.
Una gota vuela silbando
En forma de llanto
Sobre mi cara.
Mi cuerpo casi mar,
Mi boca casi ola, se inunda de amor
Y púrpura ternura.
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Resaca Laberintos de cobre.
Salvaje serpiente.
De lívidas líneas
Balbucea el punto Y umbríos tejidos
Y se desgrana en un pretexto. Que ocultan el infortunio de cualquier navegante,
Se doblega el fortín de arena Escollos donde se inserta un cráneo de granito,
Y se entrega sin un pesar o un alarido. El bruto aroma de la nada.
Gravitan las errantes piedras Y un nudo de peces prendidos.
En el pulmón de la ribera.
Charcos que rozando el círculo
Las piedras se visten de claveles Que avanza, liban masas polvorientas,
Al pie del susurro de las aguas Espumosas estatuas que ruedan.
De las ondas con alas de plata. Farallones sediciosos que al golpe
De la corriente engendran
Pronto vendrá el vacío, Formas desiguales,
Un jardín de pascua, de aguas y follajes Silentes estepas,
Que fenece. Penetrables armazones
Una espaciosa playa De precoz geología
Soltará su alarido de soledad Iconos redimidos por la indiferencia
Y sorprendida La cautela
Se ahogará en su lecho acariciando O el desmayo.
La suavidad de la arena y besando
La dureza de la piedra. El fango que declina,
En su membrana virgen
Deja sus huellas de lince y anillos de arena,
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La resaca de sus burbujas,
El fantasma donde las pisadas a tientas
Se difuminan, como la luz se ahoga
En cuanto te interesa la vida
En el inmutable oficio del tiempo.
es un verbo de dos voces, <activa> hacer,
y <pasiva> soñar.
Finitud tangible que elude el surco
Del ocaso que se desangra
E.E. Cummings
Sobre un gitano velero de papel
Estremecido por un diluvio de secretos.
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Mutación No predice el traspié de su aleteo,
Ni la caricia de su madeja que desciende.
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Rastreando susurros en el arrebato En la docilidad de tu cansancio
Que prende sucesivos tactos para el olvido. Te preguntas
Si más allá de la tardanza de este contrapunto
Un rayo gira como una flecha. Y la explosión de luces imaginarias,
Un círculo vaga, De un cielo perdido en otro cielo
Relucen Sobreviven tus huellas.
Sus agónicos filos Si,
Y en el trance de la identidad o Minuciosos los horrores
la vergüenza O las túnicas de miseria
Se deprime tu huella Dejan rastros de ruinas,
La nada Certidumbres
Torpemente O puntiagudas cobardías
Se adhiere al calcinado cáliz de tu rostro. Como deja la herética llave del sueño
La duda vacía su escondrijo, en la almohada.
Se abre hacia el tumulto
De las rebeliones perdidas,
De las tertulias perpetuas e indiferentes.
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Abismo
Somos
Cuando recuperamos la conciencia
Un arsenal de antojos
Arrastrados por la nada.
Liberamos pesadillas
En el juego final
Del espacio,
Disecamos obituarios para el yugo del dolor.
Doméstica necedad
Que se enfurece contra uno mismo.
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Soledad Este crujir de levitaciones,
Contigua sombra Y de humanos desquiciamientos
Apenas un velo Son mutaciones o vértigos del vacío,
En los extremos de la ausencia. Transiciones en el vendaje de una partícula o bosque-
Arcilla parda, jos
Que profana con su traviesa espuela En el tejido de un calendario,
El bostezo de la agonía Impecable señorío del tiempo,
Como el indicio póstumo Carne estacional en la erupción de los ojos.
De la ciruela embebida de tierra.
Al fin de cuentas,
Tempestad de espíritus cautivos, Entrampados en esta excursión hacia el delirio,
Ávida corriente de fuego, Cuando todas las aldabas
Que se recoge y calla Luzcan sus empuñaduras
Mientras me devora en trechos Como sacramentales mortajas,
El estruendo de su aliento. Sin errores y sin adulaciones
Frontera del instinto, En este ritual de asedios
Impaciente caverna de la locura. Insanos encomios,
Que todavía no ha muerto. Grava el espasmo intenso de tu voz
Y apresura el silencio.
Latitud de cenizas,
Desnuda angustia,
Espiral en la montura del aire,
Ligadura confidente en la pausa de tus manos.
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Exilio de la sangre
Impasible,
Exilio de la sangre
Sin dilatar los juegos y las plegarias
Me he negado sin artificios
“...o cuando todo ha
A redimir la intuición.
muerto
tan dura y lentamente que
Yace en el sorbo acuoso de una lágrima abortada
da miedo Devorando sus atavíos.
alzar la voz y preguntar “quién vive”. El aletazo de sus impulsos
Dando contra los barrotes
Xavier Villaurrutia Inexpugnables de la fugacidad
Y la apoteosis de la sed invencible.
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Como pregón en la celada invisible Con sus nudos blancos indefensos
De la locura. En el definitivo estertor de la noche,
En el grito exánime de la pólvora
No hubo antídoto Conque discurre el engaste de la muerte
Para el pie fuera de casa, En el espejo hechizado de un insecto.
Solo el castigo de la sangre
Para una soledad de cadalso, Los inviernos grises
Donde mil demonios Manías húmedas
Deglutían sus dogales Yelmos de hielo y de porfía
Aguardando con sus humores de hierro. Pasaron como azoradas advertencias.
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O tal vez, En la ranura de sus gruesos ojos
Una sola Se condensan sudores.
Surgiendo En el arco del tiempo
Soñada, Rondan aguas de silencio
Materia absurdamente alucinada. Y volcánicos tumores.
Arrecian los sueños como un respiro de puños
A la distancia Callando indulgencias o enigmas de siglos.
La bruma embiste Ligeros cascos en los acantilados
Se peina delgada por un instante Pisotean cordones colgados en el aire,
Con temple de zozobra cabalga Guadañas de furia llagando la hierba.
Menuda de frío. Ella embiste.
Los presagios en puntillas
Hay un aire quieto de matinal impotencia, Ensartando
Un giro de lente que el espacio inventa, Con irracional franqueza.
Un tiempo largo de salmos enteros, El rostro masticando
Un brazo apuntando con sus arqueadas sombras. El sopor artificioso de la aventura:
Extraño brazo que no duerme Breve o definitiva.
Ni se agota.
Expande su semblante Él intentando una ocurrencia,
Con mayor alcance. Una excusa sin bríos,
Curioso arcano Una infusión de hierbas como herencia,
Que mira su piel de escama. Que ablanden los arpones de la huida.
Como un cuerno de caña Atrás, columnas de lluvias deshabitadas,
O un ramal de granizo Aleteando gigantes sus aspas verdes.
Un mineral de luto o un golpe de suerte.
Una dentellada que presiento. En esta tregua de cascabeles.
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Puños aplomados
Van golpeando
Cicatrices,
Revoloteando cenizas de silencio Todo es divertido, la mayor seriedad es divertida;
Hasta dejar aburrido el día. incluso la tragedia. El rasgo característico de la tragedia
es que deja de ser divertida. Primero lo es, luego deja de serlo.
Presa el alma en una luz helada
Con rumor de gusanos Harold Pinter.
Y timidez perfecta,
Parva ya la lucidez de tu destierro
No le alcanzó el rayo de tu agua
Ni la redonda claridad de tu espacio
Y descolgó el último As en tu frente.
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Imago mundi De un milagro extraviado.
En el eslabón del hongo de la ausencia.
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De su carne curvada La astucia de su encrucijada.
Enrojecida. Nervio a nervio
Encajarán en la osamenta
Ausente de predicciones Maligna de este siglo,
Es médula que avanza En el escalofrío de su voz esclava.
Para ser hoguera venidera.
Devastada la memoria.
Vacantes Aún irreverente
Cuadrillas solariegas Ante el repique final, con su cayado
De un siglo de admoniciones. Atravesó la ruta de sus genes.
Ramas que flotan con su rictus mordiente
En el encarnado ahogo de la escarcha.
Vencida la memoria
Secos. Perdida en el ombligo de la tierra,
Greñas encorvadas. Clavada en el ojo de su profecía
Ácidos como una verdad Espera el retorno
Invisible en la boca fugaz de la vida. Del anónimo protagonista.
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Conf idencia de la escritura del Amor
Si te nombro,
Me abordas con la espuela venial de tu
recuerdo
Y siegas el limo llagado de mis años.
Congelando la subversiva fugacidad de
la vida.
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En las dos orillas te presiento: Sintiendo en tus venas
Vendando las leguas de los mares En el surco
Y con los nudos entrañables de tus dedos O en la cicatriz del vientre
Repasar uno a uno tus dolores. Del árbol su raíz
El limo cuajado
Y Aquí estas... De tus años lejanos y tu piel.
Sin cálculos ni vertebraciones
Anidándome en el cendal de tus El “Dios proveerá Hijo mío”
entrañas. Anclándose en la vaporosa ansiedad
Huyendo del matiz del maquillaje De tus labios
Liando en duermevelas las angustias Ahuyentando con el viento del ángelus,
Exudando por los poros las penurias. Al estómago vacío
Sacando las castañas del hambre
Aquí estas...
En el umbral descosido de mi nombre -II-
Como el arco iris encanecido de colores.
Niño de ayer, prisionero de magias, Del fuego famélico
Bulto parco de huesos Y la hogaza de amor
Y fortuna de ilusiones, Derretirse
Estoy en donde tus ojos me buscan, Al filo del papel,
En el ancho horizonte de mi sombra. La sopa,
La lumbre
Intercambio de seres Y el recuerdo.
En el crepúsculo
Sin disfraz,
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Descubriendo en la noche, Madre
Argonauta de límpido follaje La nostalgia arrebatándote el grito
Transparente Demoliendo de punta a punta
Simple, El ovillo de tu ser
De la existencia, Para recordarte la maternal
La luz gaseosa de la luna Vocación adquirida.
Para compartir el pan menguante La vertiente
Imaginario. Alegórica del alfarero,
Que gira en sus manos
Mientras puedes Un continente de pulido silencio
Y puedas De paciente ebullición del barro.
Sin cansarte,
Concentrar la ternura Las yemas de los dedos juntas
En la lanza mortal que te domina Construyendo con el pavor
Y en el límite absurdo De la muerte amenazante
Que te desangra, La parábola inquieta,
Aclarar el espejo de los sueños El círculo de cristal
Perviviendo en la propagación Del mañana
Callada de tu dolor Escurriéndose
Por el tegumento frágil
La estrella clavada en tu pecho De tu cuerpo.
Gira para no perder la mirada
Y el lazo de la cometa La inspiración denodada,
que te enlaza. Evaporándose la palabra
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Trunca en la escalera de la mudez Azul marina de la ola.
La madera y el misterio
No basta el reino de pájaros serenos
-III- Para cubrir la inmensidad de tu sombra
No basta la acuarela ni el rollo de colores
Clavando sus agujas Para esculpir la quietud del aire
En el hormigueo diario Y tu estatura de ángel en acecho.
De la oración No basta la plenitud de mis querencias
Que no alcanza Para cercenar el caudal de tus tristezas.
Para ser luz
De santidad. Basta, Madre,
Cuando niño
Madre El pie redondo,
Ensayas con tu pureza La mestiza piel y el regodeo
La clarividencia de los dardos. Del primer sonajero
Se acumulan, saetas Rondando tu oído,
Como extraños personajes La sonrisa de miel
Como duendes mensajeros Y el primer diente de leche
Que cohabitan en los túneles de la Para amamantar tu amor
soledad. Que es el mío.
Días sedientos de dolor
Que se resbalan
Hasta rizar
La gozosa pesadumbre que cantas.
Con la mirada
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Silente desafío
-I-
Callada y amorosamente
Florecen los besos y la risa.
Te miro:
Amanecer, despertar y fundirse en la vida.
No me extraña
Que cabalgues
F.R.R.L.
En la mansedumbre
Y en la macerada quietud de tus
emociones.
No me extraña
Que aplaques el grito
Que tres
Son un ejército
Con caballitos de ilusiones
Y alas entrelazadas
Con tu nombre.
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Arañando el aire, Te miro
En cabriolas Censurar la imperfecta nitidez
Y serpentinas de destrezas tiernas Del trabajo que te alcanza,
Que acarician, fusionan la flota La ágil morosidad
De rutinaria perezas y dulces griteríos. Al contemplar la obra de la rebelión
Alaridos de las cotidianas mañanas. Sofocada.
Sigilosas batallas de la conspiración
De la vigilias fulminantes, sofocadas Y el retozón en cadena
Cuando reciben la bendición Garabateando formas
Camino al ajetreo escolar. Que organizan tu impaciencia.
Te miro -II-
Buscando,
Confundida por la prisa Y tú
Que te amuralla Aguardando
El color y el modelo de la ropa Las protestas
Que les gusta. Sentada en la presunción
De Ama y Señora de la casa,
Te miro Planchando la ternura
Desgranar el tiempo Con un beso.
Urgida Mitigando el tumulto repetido
Por la procesión del día, Hasta el cansancio.
Hilar la monotonía
Con la caza del insecto impertinente. Y yo
Buscándote
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En la incandescencia profana Ellos destruyendo
De tus suplicios El plan imaginado
En la abstinencia del sueño
Y yo Y tu aceptando la derrota.
Tendiéndote mis manos
Para saturar el oleaje Quisieras echar mano
De tus preocupaciones De la voz de mando,
Para suplantarme como tu aliado
Y ellos Y en la sombra desnuda
Construyendo Se perfila el látigo
Voz a voz, Amordazando tus manos.
Piedra a piedra
Sus requerimientos Los dos nos movemos
Con la inocente rebeldía, En la lámina templada de la infancia
Con el grito a flor de hueso y labios. Y mojamos sus mejillas
Y la estampida Con la escarcha presurosa de la partida.
Que apostrofa tus oídos.
El secreto infantil que te domina
Cómo no verte Reposa en el silencio
En desigual batalla, De tu derrota,
Sin tiempo para organizar Y tú al fin vencida
El combate. No descansas
Perdida en los gruñidos. Trazando un nuevo amor,
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Un nuevo sueño que te afana
Hasta volver a comenzar el desafío
Mañana
La espera transita hasta el cansancio.
Y así
Se precipita en el vértigo
Día tras día.
De la luz nocturna,
Inclinada parpadea sobre el abismo.
Las promesas y acertijos perviven
Se detiene. La refulgente luz redonda de
En la anárquica felicidad
la grieta oscura le consuela.
De los tiernos adversarios.
Sangre y carne que se dibuja
F.R.R.L.
En la ancha faz de tu sonrisa.
En las preguntas que te inquietan
Envueltas en una demorada sonrisa.
En tu proverbial acceso a su corazón
Como una lluvia que respira
Inocente en tus labios, te sacias
Con el olor de tus vástagos.
Dejando que el fuego arda en tu nido,
Y sea luz para las gacelas de tus ojos.
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Emisario El reclamo cojo de tu ausencia.
La piel que ama y se prolonga
En el hilo de la sangre
Para Segundo “Suco” Gómez Derramó ese tórrido efluvio en mis arterias
Vivamente desmayadas,
Aprisionada la mirada Fríamente heridas,
Divaga su brillo sobre el fondo Cómo si tus palabras en puntillas
De un baúl de cera, Tejieran oquedades pausadas
En donde se diluyen mis preguntas. En la sonoridad de mi vació
En una mina de demonios. En el desnivel de mi memoria.
En una mies de soledades
Que se amasan en una balanza de polvo, Me conmueven tus pasos
Se esparcen en el desnudo Lentos, me descompone la contumaz
Serpenteo de una infancia descalza Porfía por encontrarte,
En una líquida planicie de recuerdos. En la curva inocente del ojo,
En la estepa donde habitas
¿Cómo no recordarte? O en la urdimbre de la cordillera
Elevando la cañada de astros Con su envolturas de cantos
La sabiduría en mil pedazos, Y el llanto de la lluvia.
La magia de nuestro espíritu
Cocido a un anillo de estaciones Una gota de agua
Mutantes y percudidas. Complementos Disecciona mi pecho.
De un tiempo llameante de orificios, Exánime el cuerpo se estremece, sacude
De ojos como las aspas de los vientos Y expulsa con un golpe seco
Suplicando temblorosos y en silencio Tu caricia. Fantasma errante
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De una luna distante. Resbalándose entre los dientes.
Finita rotación en la esfera de mi cuerpo. Los años se desplazan en un pergamino
Que suspira y se envuelve en el calvario
El abalorio de perlas De la memoria, en el gesto del exilio,
Es una nota blanca Es el epigrama de un gozo de espadas,
Sin canciones de cuna. La incisión pendular que me acompaña
Duda circular que se cobija Como una serpiente, un pedestal
En una lágrima templada Afeitado por la añoranza.
De astros mutilados que flotan
En las grietas de los mares En el estribo de un beso de adiós
En el rasguño del agua que me ahoga. Se maceró tu mordedura de ángel,
Una súbita luz en un relicario
En la topografía de la evidencias De ecos y una valija de ausencias
Garabateadas las palabras samaritanas Tocó mis puertas, y resurgen
Vendadas las voces con telares eléctricos Los caracoles que murmuran secretos
Que flotan en caballos sedientos En la final aleación del sollozo
No hay rastro de ese río de galaxias Con la hebra de la partida
De un pozo invocando la sed Y el sello premonitorio
Hospitalaria de un cántaro De tu vacilante retorno.
Donde una palabra tímida
Arda como el verano descolgado
De un almanaque, como una braza
De incienso que imprima su tela de nube
Ante mis ojos, el taumaturgo que aletee
Dibujando tu sonrisa antigua
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Rostros Innominados
se imprimió en Cuenca del Ecuador,
en junio de 2018,
con una tirada de 300 ejemplares