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Definiendo la relación entre la lingüística

y la neurociencia1
David Poeppel y David Embick

La popularidad de los estudios del lenguaje y el cerebro es evidente dada la gran cantidad de
estudios publicados en los últimos 15 años que han usado PET, fMRI, EGG, MEG, TMS o NIRS
para investigar aspectos del cerebro y el lenguaje en dominios lingüísticos que van desde la
fonética al procesamiento de discurso. La cantidad de fuentes dedicadas a estos estudios sugiere
que estos están motivados por un programa de investigación viable y satisfactorio e implica que
se está haciendo un progreso sustancial. Por lo menos, la cantidad y el vigor de esas
investigaciones implica el aprendizaje de algo significativo. En este artículo, presentamos una
crítica a los programas de investigación dominantes y proveemos una perspectiva precavida que
desafía la creencia de que se está haciendo un progreso explicativo significativo. Nuestra crítica
se centra en la pregunta de si la actual investigación cerebro/lenguaje provee un ejemplo de
fertilización cruzada interdisciplinaria o un ejemplo de esterilización cruzada. Al desarrollar
nuestra crítica, la cual está, en parte, motivada por la necesidad de examinar las presuposiciones
de nuestro propio trabajo (por ejemplo, Embick, Marantz, Miyashita, O'Neil, Sakai, 2000;
Embick, Hackl, Schaeffer, Kelepir, Marantz, 2001; Poeppel, 1996; Poeppel et al. 2004),
identificamos problemas fundamentales que deben ser abordados si se quiere avanzar en esta
área de investigación. Concluimos con el esbozo de un programa de investigación que constituye
un intento por superar estos problemas, en cuyo núcleo se encuentra la noción computacional.

PROBLEMAS
En principio, los estudios combinados de cerebro y lenguaje podrían tener efectos en
diferentes direcciones. (1) Una posibilidad es que el estudio del cerebro revele aspectos
de la estructura del conocimiento lingüístico. (2) La otra posibilidad es que el lenguaje
puede ser usado para investigar la naturaleza de la computación mental. En cualquier
caso, existe una suposición tácita de fondo: específicamente, que la investigación
combinada promete generar progreso en uno de estos dos dominios. Dado el estado
actual de las investigaciones, estas dos posiciones -raramente cuestionadas o, para el
caso, identificadas en estudios del lenguaje y el cerebro- no poseen ninguna justificación
cuando se las examina detenidamente. Si nos preguntamos qué estudiar para aprender
acerca de la naturaleza del lenguaje, seguramente uno no mandaría a un estudiante a
estudiar neurociencias; en su lugar, uno le recomendaría un curso en fonética, fonología,
morfología, sintaxis, semántica o psicolingüística. De la misma manera, si nos preguntan
sobre neurobiología, uno típicamente no recomendaría el estudio de la lingüística o
incluso de la neurolingüística. De este modo, la idea de que la neurociencia está en la
posición de informar teorías lingüísticas y viceversa está abierta a la discusión. (3) Una
tercera opción es que la neurociencia cognitiva del lenguaje debe ser estudiada como un
fin en sí mismo. En la medida en que esta opción pueda formularse coherentemente
como un programa de investigación (¿qué sentido tiene una ciencia del lenguaje y el
cerebro que no contribuya a la comprensión de ninguna de las dos?), los resultados en
este dominio corren el riesgo de ser efectivamente sui generis; esto es, aislados de otros
programas de investigación de tal forma que no formarían las bases para el progreso más

1Traducción al español de Micaela Cañal para uso interno en seminario y cursos. Supervisión
Gabriela M. Zunino.
allá de la pregunta inmediata abordada en el estudio dado. Por lo menos, entonces, está
claro que la investigación neurolingüística actual no ha avanzado – de una manera
explicativamente significativa- ni en la compresión de la teoría lingüística ni en la teoría
neurocientífica. Si bien esta falla no es necesaria de ninguna manera, sostenemos que
continuará hasta que ciertos problemas fundamentales sean identificados, reconocidos
y abordados.
Aquí nos concentramos en dos problemas. El primero, que nosotros llamamos el
Problema de Desajuste de Granularidad (PDG)2, implica que existe un desajuste entre
“la granularidad conceptual” de los conceptos elementales de la lingüística y los
conceptos elementales de la neurobiología y la ciencia neurocognitiva (que son, en
relación con l0s primitivos lingüísticos correspondientes, de grano grueso). Este
desajuste impide la formulación de hipótesis teóricamente motivadas, biológicamente
ancladas y computacionalmente explícitas que vinculen la neurociencia y la lingüística.
Naturalmente, el PDG aplica no sólo para la interfaz lingüística-neurociencia, sino
también para otras disciplinas experimentales que operan con objetos de diferentes
tamaños.
Problema de Desajuste de Granularidad (PDG): La lingüística y los
estudios neurocientíficos del lenguaje operan con objetos de diferente granularidad. En
particular, una computación lingüística implica una serie de distinciones de grano fino y
operaciones computacionales explícitas. Los enfoques neurocientíficos del lenguaje
operan en término de distinciones conceptuales más amplias.

El segundo problema se llama el Problema de la Inconmensurabilidad Ontológica (PIO):


los elementos fundamentales de la teoría lingüística no pueden ser reducidos ni
combinados con las unidades biológicas fundamentales identificadas por la
neurociencia. Este problema resulta de la falta de respuesta a la pregunta de cómo las
estructuras neurológicas podrían especializarse para realizar distintos tipos de
computaciones específicas, lingüísticas o de otro tipo. Esto es, si bien nuestro foco
particular aquí está en el lenguaje, el PDG o el PIO podrían aplicarse a toda la gama de
áreas en las que la relación entre la cognición y la biología es examinada y, por lo tanto,
son “problemas generales de interfaz” para el estudio de la cognición.
Para ilustrar lo que consideramos “problemas de contacto” o “problemas de interfaz”
entre la lingüística y la neurociencia, que interpretamos como dilemas centrales, ver la
figura 1. El cuadro enumera los aspectos de la arquitectura de cada dominio y ejemplifica
directamente los desajustes conceptuales. La acción natural, dado estos dos conjuntos
distintos de categoría, es la de intentar una reducción o un mapeo directo entre un
conjunto de categorías y el otro.

Lingüística Neurociencia

Elementos fundamentales de representación (en un nivel analítico dado)

características distintivas dendritas, espinas


Sílaba neurona
Morfema conjunto/ensamble de célula
Frase nominal población
Cláusula columna cortical

2 Granularity Mismatch Problem


Operaciones fundamentales sobre primitivos (en un nivel analítico dado)

Concatenación potenciación a largo plazo


Linealización campo receptivo
Generación de estructura de frase oscilación
Composición semántica sincronización

FIG. 1 Algunos primitivos para la representación y el procesamiento. Las dos listas no


ordenadas enumeran algunos conceptos canónicamente usados para explicar fenómenos
neurobiológicos o lingüísticos. Existen relaciones de ontología-proceso basadas en
principios dentro cada dominio (por ejemplo, conexiones verticales). Sin embargo, si
tomamos estas listas seriamente, las conexiones interdisciplinares (por ejemplo, las
horizontales) siguen siendo, en el mejor de los casos, arbitrarias.
Una reducción directa involucraría conectar las categorías lingüísticas de la izquierda
con las categorías neurobiológicas de la derecha con una flecha que implique una
conexión computacional directa entre estas dos. Según nuestro conocimiento, no existe
un solo caso satisfactorio de reducción en estos términos en el dominio del lenguaje;
parece que las categorías de ambos lados son listadas simplemente usando diferentes
alfabetos (o “monedas”).
Problema de la Inconmensurabilidad Ontológica (PIO): Las unidades de
computación lingüística y las unidades de computación neurológicas son
inconmensurables.
El PIO no sugiere que no se está haciendo un progreso en la ontología lingüística o la
neurobiológica; claramente, cada una de ellas se está volviendo cada vez más refinada,
con una cobertura empírica mejorada. Más bien, el PIO encapsula la observación de que
estas ontologías se están desarrollando independientemente entre sí, sin conexiones
solidas que las unan. En parte, este es el resultado del hecho de que los objetos/procesos
en cada columna (figura 1) han sido introducidos con el propósito de permitir cierto tipo
de generalizaciones. Pero las generalizaciones que permiten estas nociones son
diferentes en cuanto al tipo. Por ejemplo, el morfema se introduce para capturar las
regularidades relativas a los elementos terminales de la sintaxis, es decir, las unidades
mínimas de palabra y la estructura de oraciones; las operaciones de linealización se
introducen para caracterizar el proceso requerido que transforma representaciones
jerárquicas en representaciones adecuadas para nuestra maquinaria de entrada-salida
disponible; y así sucesivamente. En contraste, la neurona es una unidad anatómica que
puede abarcar numerosas y distintas subrutinas de procesamiento, y se postula la
sincronización como una hipótesis sobre cómo la actividad neuronal distribuida espacial
y temporalmente podría coordinarse en la generación de experiencia perceptual
unificada. Es evidente que un mapeo directo es extremadamente problemático. De
hecho, es concebible que la estructura conceptual de la lingüística y de la neurobiología,
tal como están pensadas actualmente, nunca cederán a ningún tipo de reducción,
requiriendo, en su lugar, un cambio conceptual substancial en una o ambas disciplinas
(en el sentido de Carey 1985) que pueda permitir la unificación (en el sentido de Chomsky
2000). Este problema, una vez más, es un desafío más general para las ciencias
cognitivas y está ejemplificado aquí en la base de la interfaz lingüística-neurociencia,
aunque todos los enfoques con interfaces de carácter diferente enfrentan estos
inconvenientes.
Sugerimos una solución directa al problema PDG y PIO, a saber, nombrar las ontologías
y los procesos en términos computacionales que estén en el nivel apropiado de
abstracción (es decir, pueden ser realizados por poblaciones neuronales específicas) de
manera que se puedan formular hipótesis de vinculación interdisciplinaria explícitas.
Basados en nuestra discusión, sugerimos un programa de investigación que persiga la
segunda estrategia mencionada anteriormente, de manera que el uso de categorías
lingüísticamente motivadas pueda respaldar el estudio computacional en el cerebro. En
otras palabras, en vez de continuar con el enfoque estándar en el cual las categorías
lingüísticamente postuladas deben ser validadas por datos biológicos, una posición que
nosotros fundamentalmente creemos que posee defectos, recomendamos tomar
categorías lingüísticas seriamente y usarlas para investigar cómo el cerebro computa
tales representaciones categóricas abstractas. Lo que es más importante, nuestra
perspectiva propone un enfoque integral del estudio de la lingüística computacional, en
el cual las teorías lingüísticas deben responder a todo tipo de evidencia, incluyendo los
resultados psicolingüísticos y neurolingüísticos. El enfoque integrado conlleva
implicancias directas tanto en las neurociencias cognitivas del lenguaje como en la teoría
lingüística, dichas implicancias se identifican a medida que avanza la discusión. De esta
y otras maneras, este enfoque contrasta con la visión predominante en neurolingüística,
a la que ahora nos dirigimos.

EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN ESTÁNDAR EN NEUROCIENCIAS


COGNITIVAS DEL LENGUAJE
El supuesto canónico del Programa de Investigación Estándar sobre investigación del
cerebro y el lenguaje es que se utilizan métodos neurobiológicos para validar conceptos
y categorías introducidos al programa de investigación experimental por la teoría
lingüística. Por ejemplo, la investigación lingüística teórica utiliza conceptos básicos
como “raíz”, “categoría funcional” o “movimiento de núcleo” y se supone que la
neurolingüística debe adoptar medidas biológicas correlativas que apoyen el concepto en
cuestión. En este punto de vista, los datos generados por la variedad de técnicas que se
utilizan en la investigación neurolingüística – es decir, el método neuropsicológico de
déficit-lesión, EEG, MEG, PET o fMRI – proveen evidencias para conceptos,
representaciones y procesos que son independientemente motivados por la investigación
lingüística; y la evidencia neurolingüística le brinda al aparato conceptual teórico
lingüístico la impronta o el visto bueno de la metodología de ciencia dura. Este enfoque
constituye una forma de reduccionismo en la cual la evidencia biológica es “mejor” o más
fundamental que otro tipo de evidencia.
La investigación en esta línea tiene una larga y respetable tradición y, sin duda, se han
obtenido muchos resultados importantes. De hecho, la observación que localizó lesiones
o activación cerebral correlacionadas con dominios específicos del lenguaje ha sido
fundamental para la investigación neurocientífica moderna (para reseñas y nuevas
perspectivas ver Hickok y Poeppel 2004). Estudios modernos que usan nuevas técnicas
de registro muestran que algunas de las distinciones relativamente amplias que uno
puede trazar en lingüística (es decir, sintaxis versus semántica léxica versus fonología)
se reflejan en evidencia biológica. Si bien tales saberes son ciertamente interesantes
desde el punto científico, clínicamente relevante y reciben considerable atención
popular, existen claras limitaciones en esta metodología que disminuyen nuestro
entusiasmo por este enfoque como un programa de investigación comprensivo. A pesar
de que este tipo de investigación provee al campo datos de correlación importantes, se
adquiere poca profundidad explicativa sobre el lenguaje y poca sobre el cerebro. Esto es,
si bien dichos resultados podrían indicar la existencia de cierta correlación entre objetos
de la lingüística y de la biología, no existe ninguna teoría sobre esas correlaciones. A su
vez, estas correlaciones tampoco conducen necesariamente a una mayor comprensión
acerca de cómo funcionan las estructuras cerebrales o las computaciones lingüísticas.
El nivel de detalle computacional presente en estudios de representaciones y procesos
lingüísticos excede ampliamente nuestro entendimiento sobre cómo detectar tales
distinciones con las medidas fisiológicas que entendemos, así también como nuestro
conocimiento sobre lo que debemos buscar en los datos. Como resultado, la creencia
(frecuentemente implícita) de que las categorías lingüísticas no son “reales" hasta que se
detectan en el cerebro somete a las investigaciones lingüísticas a una especie de
estructura metodológica que simplemente no puede ser tomada con seriedad. Es
irrazonable esperar que todas las distinciones relevantes a la lingüística computacional
deban tener reflejos visibles en la evidencia actual con imágenes (o de lesiones, o
psicolingüística). Por ejemplo, el hecho de que la oración El gato está en el sombrero y
El sombrero está en el gato sean objetos gramaticales diferentes y que cada una requiera
una representación/computación gramatical distinta es un hecho, puedan o no ser
mostradas, a partir de técnicas actuales, como diferentes en términos de activación
neuronal. Una teoría explicativa de la lingüística computacional en el cerebro debería
emplear categorías lingüísticas como un medio para explorar la computación neuronal;
pero la falta de detección de las distinciones en cualquier caso particular no implica
necesariamente que las distinciones lingüísticas sean incorrectas. Este último tipo de
inferencia sería posible en el contexto de una teoría de las computaciones
neurolingüísticas articulada; sin embargo, no tenemos nada así en la actualidad.
Es bastante usual que la investigación lingüística contemporánea investigue distinciones
sutiles y de grano fino entre las representaciones y los procesos, mientras que los datos
neurobiológicos que refieren al habla y al lenguaje son de grano grueso, por ejemplo,
preguntas como ¿Existen diferencias entre el procesamiento fonológico y el sintáctico?
En otras palabras, existe un desajuste convincente (PDG) en lo que podemos aprender
acerca del lenguaje al estudiar el lenguaje (que es mucho si juzgamos el progreso de la
investigación lingüística en los últimos 50 años) y lo que podemos aprender sobre el
lenguaje al estudiar el cerebro (que no es mucho, si juzgamos el progreso de los últimos
150 años de investigación neurolingüística). De la misma manera, la investigación
neurolingüística en sí misma rara vez conduce a saberes neurobiológicos de principios.
Para aprender algo sustancial sobre la estructura del cerebro y su función, es necesario
que desarrollemos un programa de investigación focalizado que formule explícitamente
hipótesis sobre cómo áreas particulares del cerebro ejecutan las funciones complejas que
sostienen. En el caso específico del lenguaje, está claro que el programa de investigación
estándar ofrece relativamente poco en la dirección necesaria, y por esta razón, se debe
desarrollar un programa de investigación alternativo.

¿PROGRESO EN EL PROGAMA DE INVESTIGACIÓN ESTÁNDAR?


IMÁGENES DEL ÁREA DE BROCA.
La discusión anterior se concentraba en el hecho de que las distinciones realizadas en
estudios neurobiológicos del lenguaje son de grano grueso en comparación con las
distinciones realizadas por la lingüística. Sintaxis, semántica y fonología no son los
nombres de computaciones explícitas, como suele sobrentenderse en la investigación
estándar; más bien, estos términos refieren a dominios generales (a menudo definidos
vagamente) como “estructura de frase”, “significado” o “estructura fonética”, cada uno
de los cuales consiste, obviamente, en numerosas computaciones y representaciones en
cualquier teoría lingüística coherente. Una consecuencia de la falta de reconocimiento de
la naturaleza de grano grueso de las categorías empleadas en la neurociencia cognitiva
del lenguaje es que existen instancias de falsa convergencia. En el caso particular que
examinaremos brevemente en esta sección, la falsa convergencia es aquella que sugiere
que el Área de Broca es un área cortical (más o menos monolítica) cuya función es
computar sintaxis (esta última interpretada como una actividad más o menos
monolítica). Si bien muchos estudios de imágenes funcionales han argumentado esa
conclusión, una examinación más cercana revela que esta interpretación no es sostenible
(Haargort, en este volumen, y Thompson-Schill, en este volumen, analizan la
complejidad del área de Broca y sus supuestas funciones) y que las dificultades en esta
área surgen, entre otras razones, por una falla en el análisis de las computaciones
neurolingüísticas en el adecuadonivel de granularidad. (Ignoramos aquí los problemas
adicionales más técnicos que afrontan estos estudios de imágenes funcionales,
incluyendo los asuntos asociados con más distinciones anatómicas de grano fino, el
diseño experimental, el análisis, así como también con los supuestos implícitos acerca de
la relación entre el lugar de activación y los sistemas cognitivos).
La activación del área de Broca ha sido presentada en muchos estudios tanto de sintaxis,
como de comprensión y producción, lo que condujo a muchos investigadores a concluir
que esta área tiene un estatus privilegiado en la sintaxis. En otros trabajos, revisamos
esto con más detalle (Embrick y Poeppel, en prensa); aquí nos limitamos a unos pocos
ejemplos de diferentes técnicas (PET, fMRI), diseños (de bloque versus prueba única) y
modalidades sensoriales (auditiva versus visual) para ilustrar la generalidad del asunto.
Pasando a estudios específicos, Dapretto y Bookheimer (1999) usaron fMRI en un diseño
de bloque y presentaron oraciones auditivamente a los sujetos que realizaron una de dos
tareas. En una condición calificada como “sintáctica”, se les pidió a los participantes que
juzgaran si dos oraciones – una activa (El policía arrestó al ladrón) y una pasiva (El
ladrón fue arrestado por el policía) – eran iguales o diferentes. En la condición
“semántica”, los sujetos juzgaron si dos oraciones, en las cuales sólo una palabra difería,
eran iguales (El abogado/representante legal3 interrogó al testigo) o diferentes (El
abogado/conductor interrogó al testigo). Este estudio reportó una activación en AB44
para la comparación sintaxis menos semántica (así también como sintaxis menos el
resto) y una activación en AB47 para semántica menos sintaxis. La presentación auditiva
también fue utilizada en el estudio de fMRI con paradigma de activación relacionada con
eventos realizado por Ni et. al. (2000), en el cual los sujetos realizaron tareas sintácticas
y semánticas raras o poco esperables en las cuales una secuencia de oraciones
gramaticales contenía ocasionalmente un estímulo extraño que se desviaba de los otros
(sintáctico: *Los árboles pueden creció; semántico: #Los árboles pueden comer). Una
sustracción del componente activado correspondiente a la semántica de aquel vinculado
con la sintaxis mostró activación en AB 44/45. Moro et. al. (2001) utilizó un diseño de
bloque con presentación visual en un estudio de PET. El estudio empleó lectura
silenciosa y juicios de aceptabilidad en cuatro tipos de oraciones en italiano: una línea de
base en condición de Jabberwocky; violaciones de orden de palabras; violaciones
morfosintácticas y violaciones fonotácticas. Se encontró activación para la condiciones
sintácticas y morfosintácticas menos la condición fonotáctica en AB45 Izquierda y
AB44/45 Derecha. Un estudio de fMRI de Kang, Constable, Gore y Avrutin (1999) utilizó
un diseño con eventos relacionados en el cual se le presentaba visualmente a los sujetos
estímulos de frases que contenían violaciones sintácticas y semánticas. Los estímulos
eran frases verbales como manejó autos (la condición normal). Había dos condiciones
desviadas: sintácticas, por ejemplo, *olvidó hizo; y semánticas, por ejemplo, *escribió
cervezas. En relación con la condición normal, se encontró activación en AB 44/45 para
los estímulos sintácticos y semánticos desviados; la activación en AB 44 Izquierda fue

3 En inglés: The lawyer/ attorney questioned the witness.


mayor para la sintaxis que para la semántica. Además de los estudios que usan detección
de anomalías/ juicio de aceptabilidad o gramaticalidad mencionados anteriormente,
también se reportó la activación del área de Broca en estudios sobre la sintaxis durante
el aprendizaje de lenguajes artificiales (Musso et. al. 2003), así también como en estudios
de complejidad sintáctica (Caplan et. al. 1998).
A pesar de las diferentes tareas y diseños en estos estudios, el hecho de que el área de
Broca (definida como AB44/45) estaba consistentemente activa en numerosos estudios
de “sintaxis” parece ser, a primera vista, la confirmación de la afirmación de que esta
área está especializada para la sintaxis. Incluso limitándonos a la literatura de estudios
de imágenes, no obstante, existen consideraciones que sugieren que esa conclusión es,
en el mejor de los casos, una simplificación excesiva.
La primera consideración adicional es que, según se ha informado, el área de Broca está
activa en varias tareas lingüísticas que no son (abiertamente) sintácticas. Estas otras
tareas van desde las subléxicas y léxica, por ejemplo, la decisión léxica auditiva (Zatorre
et. al. 1992; Poeppel et. al. 2004) hasta estudios de pares mínimos en el lenguas tonales
(Gandour et. al. 2000), tareas fonéticas como el procesamiento rápido de transiciones
fonéticas o secuencias de fonemas (Fiez et. al. 1995; Gelfand y Bookheimer 2003). Burton
(2001) repasa los estudios de imagen que implican AB44/45 en fonética y fonología.
Luego de esa revisión se puede concluir que la afirmación de que la zona de Broca se
dedica exclusivamente a la sintaxis es incorrecta, aunque deja abierta la posibilidad
(examinada más adelante) de que el área de Broca se especialice en lenguaje en algún
sentido más amplio.
La segunda consideración que complica la visión simple de un mapeo directo entre
sintaxis y el área de Broca es el hecho de que el área de Broca se activa en varias tareas
que no son lingüísticas; naturalmente estos descubrimientos también desafían la
afirmación más general de que esta área se especializada en lenguaje, y no simplemente
en la sintaxis. Las tareas incluyen activación motora, imágenes motoras y percepción
rítmica (ver Embick y Poeppel, en prensa, para discusión).
La interpretación que identifica el área de Broca como la responsable de la sintaxis,
naturalmente, se sostiene por fuentes de evidencia que no son estudios con imágenes,
incluyendo estudios de déficit de lesiones y estudios electrofisiológicos. Concentrándose
en los estudios con imágenes, a los cuales se les ha destinado mucha energía
recientemente, es claro que no se puede mantener un simple mapeo entre “Área de
Broca” y “sintaxis” (cf. Haagort, este volumen; Thompson-Schill, este volumen). Si bien
estos resultados generan una aparente contradicción, esta situación no puede ser
sorprendente dada una visión realista de cómo se computan las funciones cognitivas
como la construcción y manipulación de la representación sintáctica. En dominios
lingüísticos por fuera de la sintaxis, por ejemplo, se requiere, claramente, una estructura
interna compleja para procesos como el análisis fonético o fonológico, el análisis léxico y
así sucesivamente. Por lo tanto, la expectativa de que la sintaxis debe ser una
computación simple y desestructurada asociada a una sola región cortical indiferenciada
es irreal, y probablemente, inútil como hipótesis para orientar la investigación futura.
Está claro que una, o quizás varias subrutinas computacionales que son esenciales para
el procesamiento/ la producción sintáctica sean computados en el Giro Inferior Frontal
(GIF). Pero estas no son “sintaxis” per se – son subcomponentes computacionales de la
sintaxis. Lo que se necesita es una teoría que identifique estas operaciones en un nivel de
abstracción o granularidad correcto y busque asociarlos con diferentes subpartes de “el
complejo de Broca” (Haagort, este volumen) y otras áreas del cerebro implicadas. Por
ejemplo, dos componentes esenciales para la sintaxis son la creación de estructuras
jerárquicas y un proceso que linealice estas estructuras jerárquicas. Estos son el tipo de
computaciones que pueden ser abstraídas de la sintaxis en el sentido amplio, y que
quizás estén asociadas con diferentes subpartes del GIF. El supuesto natural es que las
áreas corticales estructuradas de diferente manera están especializadas para realizar
diferentes tipos de computaciones, y que algunas de esas computaciones son necesarias
para el lenguaje pero también para otras funciones cognitivas. Por ejemplo, la activación
de las “neuronas espejo” (Rizzolatti y Arbib 1999) en el GIF tiene un rol en la
acción/imitación motora, pero también encuentra un lugar natural en el dominio
lingüístico bajo el contexto de modelos “anticipatorios” de percepción del habla (Halle
2002). Thompson-Schill (este volumen) le atribuye al menos una parte de “el Complejo
de Broca”, específicamente BA47, al rol genérico de “selección entre fuentes de
información competidoras”. Si bien este tipo de operación es tan general que debe
mantenerse para prácticamente cualquier proceso cognitivo, uno podría ser capaz de
averiguar para qué aspectos específicos del lenguaje podría ser relevante una operación
de ese tipo.
Basándonos en este pequeño resumen, no podemos concluir que se haya conseguido un
mayor entendimiento acerca de la estructura del lenguaje o sobre nuestra comprensión
del cerebro. Esta conclusión negativa se sostiene a pesar de que no todas las discusiones
sobre el área de Broca están sujetas a las críticas que se han hecho anteriormente
(Hagoort, este volumen; Thompson-Schill, este volumen; Horwitz et. al. 2003). Esto no
significa que el trabajo con imágenes no sea (a) clínicamente útil y (b) potencialmente
informativo para la construcción de teoría. Por el contrario, en conjunto con una teoría
de las computaciones realizadas en el cerebro apropiadamente granulada, la información
espacial aportada por las imágenes tiene el potencial para iluminar aspectos de la
fundación biológica del lenguaje al proveer el enlace crítico entre áreas corticales
especializadas y tipos de computaciones cognitivamente relevantes. Sin embargo, en el
contexto más amplio de los asuntos abordados en este artículo, está claro que los que
parecen resultados que vinculan las categorías lingüísticas y neurobiológicas en el caso
del área de Broca son, en realidad, problemas; y estos problemas son el resultado de las
limitaciones inherentes al programa de investigación estándar.

PASOS HACIA EL PROGRESO: ¿ESTUDIOS ELECTROFISIOLÓGICOS?


Hemos argumentado que la literatura sobre estudios con imágenes -aunque rica en
información correlacional importante- es, por el momento, insatisfactoria como una
fuente de información que pueda enriquecer los modelos explicativos. ¿Cuál es el estado
de la investigación electrofisiológica? De hecho, la mayoría del trabajo se basa en los
mismos supuestos que la mayoría de los estudios con imágenes. Un aspecto del trabajo
electrofisiológico estándar sobre el procesamiento de lenguaje que subyace esta
perspectiva es que los experimentos reflejan una “reificación” de los componentes de
ERP. Específicamente, muchos (probablemente la mayoría) de los estudios de los
componentes LAN, N400 y P600/SPS interpretan cada componente como un reflejo de
la sintaxis, semántica o fonología. De hecho, el mayor objetivo de muchos estudios, como
los de imagen, es disociar el procesamiento sintáctico del semántico y del fonológico.
Este puede ser un objetivo útil (de tipo intermedio), pero, de nuevo, recalca el desajuste
entre la granularidad de los conceptos lingüísticos y neurolingüísticos. Un componente
ERP no puede reflejar la sintaxis per se, porque la sintaxis no es una sola computación.
Además, si no se consideran las subrutinas involucradas, se pierde la superposición que
puede llegar a ocurrir porque las subrutinas computacionales son compartidas por
diferentes procesos (por ejemplo, la linealización).
Existen, por supuesto, numerosas excepciones, es decir, estudios que intentan probar en
detalle cómo las categorías y computaciones lingüísticas son ejecutadas. Nosotros nos
limitamos a señalar que, típicamente, las principales distinciones que se hacen en tales
estudios usando EGG o MEG son sintaxis versus semántica versus fonología y la
interpretación estándar es que LAN “es” construcción de una estructura sintáctica, N400
“es” integración léxico-semántica y P600 “es” detección de un error sintáctico (y quizás
reanálisis y proceso de reparación). En este sentido, no hay una distinción sustancial, a
nivel conceptual, que estudie la representación y computación lingüística entre los
enfoques electrofisiológicos y de imágenes.

PERSPECTIVA: REDEFINIENDO UN PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN


Dejando de lado asociaciones simples como “la sintaxis está en el área de Broca”, el
siguiente paso es recurrir a un conjunto de categorías de grano fino derivadas de la
investigación en la teoría lingüística y la neurociencia. Consideramos que la pregunta
central de la investigación neurolingüística es la cuestión de cómo se computa la
gramática de las lenguas humanas en el cerebro humano. Nuestro programa de
investigación revisado se aparta de un supuesto conocido en la teoría lingüística, que
generalmente prosigue como evidencia experimental -tanto de la neurociencia como de
la psicolingüística- que es en principio irrelevante para teorías sobre cómo funciona el
lenguaje. Este supuesto, que a menudo es tácito en la teoría lingüística, se manifiesta en
la idea de que podría haber nociones de realidad “psicológica” o “neurológica” que son
distintas a la realidad que la lingüística teórica aborda. Esta visión de la realidad
lingüística es incompatible con nuestro enfoque del lenguaje y el cerebro.
La gramática consiste en la representación y las computaciones. Asumimos que las
computaciones lingüísticas son ejecutadas en el cerebro en tiempo real. No se necesitan
términos como “psicológicamente real” o “neurológicamente real”. Estos términos,
porque están calificados, implican que existe otro tipo de realidad para las
computaciones lingüísticas más allá de ser computadas en el cerebro. Si un análisis
lingüístico es correcto – es decir, si identifica algo real – identifica
computaciones/representaciones que son computadas en la mente/cerebro de los
hablantes. Cómo se implementan estas computaciones en los diferentes niveles de
abstracción biológica es la cuestión analítica principal de la neurolingüística. Como se
puede ver, nuestra perspectiva requiere una perspectiva teórica y experimental
integrada, algo que va en contra de la tendencia actual en la lingüística teórica. La
tendencia en la sintaxis generativa, por ejemplo, es hablar como si las computaciones
propuestas en el análisis sintáctico no necesitaran ser vistas como computaciones que
son realizadas en tiempo real. Pero ¿por qué la hipótesis nula debería ser que existe
alguna noción gramatical que no es computada en el cerebro en tiempo real? Esta
suposición simplemente hace que sea más difícil establecer el vínculo entre la lingüística
y la neurociencia, por razones que, en última instancia, son históricas, y no
necesariamente de principios. Así como el programa de investigación neurolingüística
debe estar basado en la teoría lingüística, la teoría lingüística no puede proceder de
manera que ignore sistemáticamente los resultados experimentales. Aunque en la
actualidad es difícil encontrar casos concretos en los que los datos experimentales
resuelven cuestiones teóricas, este hecho refleja dificultades técnicas y metodológicas y
un programa de investigación no integrado; en principio, las formas de evidencia sobre
la facultad del lenguaje que proporcionan estas metodologías son tan relevantes para la
teoría lingüística como, por ejemplo, lo son las intuiciones de hablantes nativos.
Al nivel de las computaciones referidas en la discusión anterior, nuestro programa de
investigación revisado insiste en que restrinjamos nuestra atención a computaciones que
son realizadas realmente por el cerebro humano. Esto es, la noción de computación que
es central para nuestro programa de investigación no es la de un modelo abstracto de
computación; estamos interesados en la cuestión sobre qué computaciones son
realizadas en el cerebro y no en alguna forma para moldear el comportamiento. En
última instancia, si descubrimos restricciones en el tipo de computaciones abstractas que
el cerebro puede realizar, podríamos descubrirlas como resultado de la naturaleza de
algunas propiedades del lenguaje humano. Pero esta vinculación es sólo posible si se dan
nuestros supuestos sobre la gramática y la naturaleza de la computación esbozados
anteriormente.
Una manera de proceder es realizar fácilmente la típica investigación neurolingüística.
Supongamos que se abandona la preocupación central de identificar correlaciones entre
las medidas biológicas y los elementos del procesamiento del lenguaje previamente
hipotetizados y se busque, en su lugar, utilizar explícitamente unidades de
representación y computación lingüística elementales para investigar cómo el cerebro
codifica información compleja. Más coloquialmente, supongamos que usamos el
lenguaje para aprender cómo funciona el cerebro. Basado en distinciones establecidas y
empíricamente bien respaldadas (digamos, la noción de “constituyente” o la noción de
“rasgo distintivo”), trabajamos el problema de cómo el cerebro codifica información
compleja y abstracta, en general, e información lingüística, en particular. En la medida
en la que aprendamos información adicional sobre el sistema del lenguaje (que no fuera
evidente para la investigación lingüística o psicolingüística en sí misma), nos quedamos
encantados – y felizmente tomamos crédito de cualquier descubrimiento fortuito. Sin
embargo, el supuesto básico es que estudiamos aspectos de las funciones del cerebro
confiando en un sistema cuya arquitectura cognitiva se entiende bastante bien (como el
sistema visual, por ejemplo).
Existen varios niveles de análisis en los cuales uno podría seguir esta perspectiva. En
algunas de nuestras investigaciones, nosotros estamos empezando por el comienzo, es
decir, con el proceso de percepción del habla. La percepción del habla es de interés
porque forma la base para la transformación de señales físicas en representaciones que
son usadas para la computación en el cerebro (ver Scott, este volumen). Un desafío
fundamental para el sistema es cómo transformar señales físicas (acústicas) continuas
en la representación abstracta y discreta que forma la base para la computación
lingüística posterior. Podemos basarnos en la posición teórica de que el constituyente
lingüístico elemental es el “rasgo distintivo” (por ejemplo, Halle 2002), y desde esta
perspectiva, el desafío computacional es ir desde el sonido hasta el rasgo. Esta
transformación de información no es trivial: ningún sistema automático de
reconocimiento del habla se acerca al desempeño humano.
Los resultados preliminares han demostrado que es posible probar representación
neuronal usando categorías lingüísticamente motivadas como rasgos distintivos. Por
ejemplo, Phillips et. al. (en prensa) investigaron la respuesta neuronal a estímulos que
diferían en términos de rasgo fonológico [±sonoro]. El estudio emplea un paradigma en
el que todos los estímulos difieren acústicamente. A pesar de estas diferencias acústicas,
todos los estímulos están dentro de categorías mayores definidas por un rasgo
fonológico. Los resultados de este estudio sugieren que el cerebro puede utilizar
categorías fonológicas (en oposición a las acústicas) como [±sonoro] para la computación
en 180ms. Así, utilizando un rasgo distintivo, motivado por una investigación lingüística,
el estudio experimental es capaz de derivar afirmaciones sobre el curso temporal del
procesamiento auditivo en el cerebro. Eulitz y Lahiri (2004) llevan aún más allá la
relevancia de los rasgos abstractos, brindando evidencia neurofisiológica de que los
primitivos abstractos hipotetizados que constituyen la base de la representación léxica
pueden ser probados con este tipo de enfoque.
Pasando del nivel fonético/ fonológico al dominio de la sintaxis, el asunto se vuelve más
complicado. La estrategia general que hemos esbozado pide una separación de las
computaciones realistas cognitivamente de las áreas más generales, como la sintaxis.
Una operación potencialmente prometedora de este tipo es la operación de la
linealización. Las representaciones jerárquicas motivadas por la teoría sintáctica deben
tener un orden lineal impuesto sobre ellas, debido al requisito de que el habla sea
instanciada en tiempo real. Además de ser necesario para la sintaxis, es bastante
plausible que las operaciones de linealización de este tipo sean también requeridas en
otros dominios lingüísticos y cognitivos (por ejemplo, para la secuenciación fonológica o
para el planeamiento/ejecución motora, respectivamente). Extraer la operación (o las
operaciones) computacional (computacionales) de linealización de estos diferentes
dominios equivale a abordar la cuestión en el nivel correcto de granularidad, en la
manera en que hemos destacado previamente: las operaciones de linealización de un tipo
específico tienen propiedades computacionales uniformes, y se puede esperar que ciertas
regiones cerebrales estén especializadas para realizar ese tipo de computación. En última
instancia es posible que el uso de (un conjunto de) operaciones de linealización en
diferentes tareas cognitivas analizadas en términos generales sea, en parte, responsable
de la aparentemente confusa actividad del área de Broca mencionada con anterioridad.
Hay mucho trabajo para hacer en estas áreas. En la medida en la que hemos hecho un
progreso al esclarecer un programa de investigación que promete producir resultados
substanciales, todavía no nos hemos acercado a la cuestión sobre cómo computaciones
específicas son ejecutadas por zonas especializadas del cerebro. Sin embargo, la agenda
que hemos esbozado hace que sea posible acercarse a estas cuestiones, destacando la
importancia de concentrarse en la naturaleza de las operaciones computacionales del
lenguaje en el correcto nivel de granularidad.
CONCLUSIONES
El estudio conjunto del cerebro y el lenguaje – la neurociencia cognitiva del lenguaje –
ha alcanzado algunos resultados básicos correlacionando fenómenos lingüísticos con
respuestas cerebrales, pero no ha avanzado hacia ninguna teoría explicativa que
identifique la naturaleza de la computación lingüística en el cerebro. Los resultados de
esta área son confusos y, de alguna manera, también se han confundido. La ausencia de
una teoría explicativa de este tipo es el resultado de un desajuste de granularidad
conceptual y de una inconmensurabilidad ontológica entre los conceptos fundacionales
de la lingüística y aquellos de la neurobiología: la maquinaria a la que apelamos para
explicar los fenómenos lingüísticos no está, de ninguna manera obvia, relacionada a las
entidades y computaciones de los sistemas biológicos en cuestión. En consecuencia, no
existe una hipótesis razonable de enlace por la cual uno pueda explorar cómo los
mecanismos cerebrales forman las bases para la computación lingüística.
Si esta perspectiva crítica va por el buen camino, existe un peligro significativo (a largo
plazo) de una esterilización cruzada interdisciplinaria en lugar de una fertilización
cruzada entre la lingüística y la neurobiología, o para el caso, la lingüística y otras
disciplinas empíricas. Para defenderse de estar sujetos a una pobreza argumental con
estudios de imágenes, sugerimos un programa de investigación sustancial alternativo. El
enlace crítico entre las disciplinas debe venir de la computación, especialmente, de
modelos computacionales que se expliciten en el nivel correcto de abstracción para crear
una interfaz entre la lingüística y la neurobiología. Por hipótesis, en tales modelos
computacionales, los primitivos y las operaciones deben (i) ser del tipo que puedan ser
plausiblemente ejecutado por poblaciones o conjuntos de neuronas – proporcionando
así la base neurofisiológica – y (ii) ser razonablemente subrutinas constitutivas de
computaciones lingüísticas – proporcionando así el fundamento teórico.

AGRADECIMIENTOS

Durante la preparación de este manuscrito, DP fue un Miembro en el Instituto de


Estudios Avanzados Wissenschaftskolleg zu Berlin. DP cuenta con el apoyo de NIH R01
DC05660.

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