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EVOLUCIÓN HUMANA

¿Y si los neandertales somos nosotros?


Los últimos descubrimientos genéticos reabren el debate
sobre la posibilidad de que esta especie no se extinguiese,
sino que fuese integrada por los ‘sapiens’

Una niña observa una figura que recrea la fisonomía atribuida al hombre de
neandertal.MUSEO DEL NEANDERTAL
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GUILLERMO ALTARES
09 ABR 2021 - 20:58 CEST
El debate sobre la capacidad cognitiva de los neandertales, la especie humana más cercana a la nuestra, desaparecida hace unos 40.000 años,
parece cada vez más cerrado en la comunidad científica: eran tan inteligentes, hábiles, solidarios y creativos como nosotros, los Homo
sapiens. Pero ahora, los nuevos descubrimientos genéticos abren un debate todavía más desafiante: ¿y si, en realidad, no se extinguieron?
Impulsados por nuevos análisis de ADN fósil, algunos expertos apuntan que los neandertales siguen aquí porque somos nosotros, ya que se
produjo una integración entre las dos especies.

Cuanto más material genético se logra extraer y analizar de la prehistoria remota —algo nada sencillo, porque cuanto más antiguo es el ADN,
más difícil es que dé resultados fiables— resulta más evidente que los neandertales y los seres humanos mantuvieron cruces constantes. La
revista Nature reveló el miércoles los análisis de ADN de cuatro individuos europeos de hace 45.000 años: todos ellos tenían antepasados,
más o menos directos, neandertales. Y no es la primera vez que ocurre: los otros dos genomas de Homo sapiens de aquella época que se han
logrado analizar también revelan hibridación entre las especies, en un caso, además, muy reciente (su tatarabuelo pertenecía a la otra
especie).

 El genoma más antiguo desvela sexo continuo con los neandertales

 Neandertales, los humanos solitarios

Si los cruces entre neandertales y Homo sapiens hubiesen sido raros y muy localizados en el tiempo y en el espacio, esos resultados serían el
equivalente científico a encontrar una aguja en el inmenso pajar de la prehistoria. El hecho de que, una y otra vez, aparezcan antepasados
directos indica un patrón. No está claro cuántas olas migratorias humanas llegaron desde África a Europa y Asia, ni cuándo se produjeron.
Tampoco qué ocurrió con los seres humanos —neandertales y denisovanos— que estaban allí cuando llegó nuestra especie. Pero es evidente
que mantuvieron relaciones mucho más que amistosas, como demuestran los resultados obtenidos por el equipo de Svante Pääbo, el genetista
sueco que ha revolucionado la investigación de la evolución humana gracias al análisis del ADN antiguo y que obtuvo el primer genoma
completo de un neandertal.

“La huella neandertal está muy presente, en seis o siete generaciones anteriores”, explica Antonio Rosas, paleoantropólogo del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los grandes expertos europeos en neandertales. “Cuando se analizaron restos más
recientes, parecía que la hibridación había sido más esporádica; pero los nuevos resultados demuestran que es mucho más frecuente”, agrega
este investigador que, sin embargo, no comparte la teoría de la “dilución de los neandertales en la población humana”.

“Me parece una visión un poco buenista”, prosigue Rosas. “Los cromañones analizados son claramente sapiens desde el punto de vista
fenotípico: no son neandertales, ni tampoco son una mezcla. Pero es indudable que estos nuevos descubrimientos vuelven a abrir el debate
sobre la posibilidad de que se produjese una integración de los neandertales y los sapiens. Es posible que en algunos lugares se produjese ese
fenómeno; pero también es probable que en otros los neandertales se extinguiesen”. Factores como la geografía o el clima pudieron influir en
la extinción o la integración.

Otros expertos creen, en cambio, que estos resultados demuestran sin duda que la extinción no se produjo, sino que los neandertales fueron
absorbidos por los sapiens. Raquel Pérez Gómez, bióloga experta en genética y doctora en Ciencias Veterinarias por la Complutense, publicó
hace tres años un artículo en EL PAÍS en el que señalaba que la paleogenética estaba minando la idea de que se trata de dos especies
diferentes. “Estos resultados confirman (aún más si cabe) la postura de que no se puede hablar de especies, tampoco de híbridos, tampoco de
extinción de los neandertales”, señala Pérez Gómez por correo electrónico.

“En ciencia los conceptos son fundamentales”, prosigue Pérez Gómez. “Según [el biólogo evolutivo] Mayr y [el genetista] Dobzhansky, se
acepta que una especie biológica es un grupo (o población) natural de individuos que pueden cruzarse entre sí y generar descendencia fértil.
Cuantos más fósiles se secuencian, más eventos de cruce entre poblaciones de neandertales y humanos que migraban desde África se
documentan. Cuanta más información tengamos, más completo irá siendo el mapa genético y la historia evolutiva de nuestra especie. Y pese
a todas las resistencias, dentro de unas décadas quedará claro por el peso de las evidencias que los neandertales eran humanos como nosotros,
con características, llamémosles, arcaicas”.
Un cráneo de neandertal (derecha), con
otro de humano actual.AP

Lo interesante es que el proceso de hibridación no se produjo al revés: en neandertales europeos recientes no se han encontrado restos de
ADN de sapiens, lo que indicaría que los humanos modernos adoptaron a neandertales; pero estos no convivieron en sus grupos con
humanos modernos. Aunque, como siempre en la prehistoria, cuánto más se sabe, más misterioso resulta todo: Antonio Rosas recuerda que,
en cambio, en neandertales siberianos más antiguos, de hace unos 100.000 años, sí se han encontrado huellas sapiens.

Lo que hace no tanto tiempo parecía imposible, se va haciendo realidad. Cuando se estrenó en 1981 la película En busca del fuego, la versión
de Jean Jacques Annaud de la novela clásica de J.-H. Rosny Aîné, fue muy criticada porque mostraba una escena de sexo entre una sapiens y
un neandertal. La paleogenética lo ha confirmado, pero también recalca algo que tiene una clara lectura contemporánea: el estudio de la
prehistoria nos demuestra que es absurdo hablar de razas, que la humanidad es el resultado de un cruce infinito. Nosotros, la humanidad
moderna, somos una mezcla interminable, que se prolonga a lo largo de los siglos y de los milenios.
EVOLUCIÓN HUMANA

El genoma más antiguo de un europeo


desvela sexo continuo con los
neandertales
Los restos de cuatro ‘Homo sapiens’ de hace 45.000 años
desvelan que los cruces entre ambas especies fueron
mucho más comunes de lo que se pensaba
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NUÑO DOMÍNGUEZ
07 ABR 2021 - 17:30 CEST

El cráneo de una mujer que vivió hace unos 45.000 años en República Checa, uno de los restos analizados.

Los huesos de cuatro personas que vivieron en Europa hace 45.000 años acaban de arrojar algo de luz sobre uno de los capítulos más oscuros
y apasionantes de la historia de nuestra especie.
Entre todos ellos destaca la calavera sin cara de una mujer que vivió en lo que hoy es la República Checa. Los restos de los otros tres
individuos, todos masculinos, se hallaron en una cueva de Bulgaria junto a collares y punzones típicos de los primeros grupos de humanos
modernos. Dos equipos de paleoantropólogos han conseguido extraer suficiente ADN de estos fósiles, los más antiguos que se conocen de
nuestra especie, como para reconstruir todo su genoma.

Los resultados muestran que uno de los hombres de Bulgaria tuvo un pariente neandertal hacía menos de 180 años. Los otros tres individuos
también tenían parientes de esa especie. Todos descendían de híbridos fruto del sexo entre neandertales y sapiens. El genoma de la mujer de
la República Checa también contiene un 3% de ADN neandertal. Antes de este estudio solo se conocían los genomas de dos Homo
sapiens de la época, uno que vivió en Siberia hace unos 45.000 años y otro que vivió en Rumanía hace unos 40.000. Los dos llevaban ADN
neandertal, de hecho el segundo era tataranieto de neandertal.

Todas estas evidencias, dicen los autores del estudio, muestran que los cruces entre neandertales y humanos modernos fueron mucho más
frecuentes y recientes de lo que se pensaba. De hecho sus resultados apoyan la teoría de que los neandertales nunca se extinguieron del todo,
sino que fueron absorbidos por los grupos sapiens, que los aceptaron en su seno.

Estos nuevos datos completan una historia de sexo entre especies que duró decenas de miles de años

“La interacción con los neandertales debió de ser frecuentísima”, explica Svante Pääbo, el genetista sueco que ha revolucionado la
investigación de la evolución humana gracias al análisis del ADN antiguo y que obtuvo el primer genoma completo de un neandertal. “Lo
más sorprendente es que los tres individuos de Bulgaria [y la de la República Checa] tenían ancestros neandertales en su historia reciente”,
resalta Pääbo, que es autor principal del análisis de los fósiles búlgaros, publicados hoy en  Nature. “Esto nos dice que los primeros humanos
modernos se cruzaron con los neandertales de forma frecuente cuando se los encontraban. Es posible que parte de la explicación de la
desaparición de los neandertales es que simplemente fueron absorbidos por grupos de nuestra especie más numerosos”, destaca.

Estos nuevos datos completan una historia de sexo entre especies que duró decenas de miles de años. La primera evidencia de un cruce se
encontró en el genoma de un neandertal que vivió hace 100.000 años en los montes Altai de Siberia y que llevaba una fracción importante de
ADN sapiens. Después, hace unos 60.000 años, grupos de sapiens que habían salido de África en busca de nuevos territorios se encontraron
con los neandertales y volvieron a cruzarse. El último capítulo sucedió ya en Europa hace unos 45.000 años y, a juzgar por las pruebas, fue
generalizado. Fruto de este mestizaje, todos los humanos actuales de fuera de África llevan un 2% de ADN neandertal.

En un artículo complementario a los estudios, el genetista Carles Lalueza-Fox lanza una hipótesis atrevida. Hay pruebas suficientes de que
los sapiens tuvieron hijos con los neandertales, los cuidaron y asumieron como propios, pero apenas hay de lo contrario, explica.

“Es posible que los humanos modernos tolerasen a los híbridos y los neandertales no. O puede ser que los neandertales rechazasen a sus hijos
híbridos una vez nacidos”, escribe Lalueza-Fox. El genetista explica que los grupos neandertales eran muy pequeños y endogámicos,
cerrados y aislados entre sí. Mientras, los grupos sapiens pudieron ser más amplios y sociales, abiertos al contacto y la colaboración con
otros. En cualquier caso “la asimilación de los neandertales es un escenario muy posible, de forma que los únicos que sobreviven al final son
los que acaban en grupos sapiens. Después su señal genética se va diluyendo con el paso del tiempo”, señala.

Eso es exactamente lo que se aprecia en los cuatro humanos analizados: tenían al menos un 3% de ADN neandertal y secuencias genéticas
mucho más largas que los humanos actuales. Pääbo ofrece una explicación: “Estudios anteriores han demostrado que después de los cruces
se perdían partes del ADN neandertal de forma muy rápida. Una interpretación sería que en ese ADN había secuencias que no permitían ser
un humano moderno, aunque no sabemos qué secuencias son”.

La paleoantropóloga María Martinón-Torres opina que estos trabajos “nos dicen que solo se adentraron en Europa los humanos modernos
que tuvieron un contacto íntimo con los neandertales, o dicho de otra forma, que los Homo sapiens que finalmente consiguieron entrar en
Europa fue a través de una relación estrecha con los neandertales”. Sin embargo advierte de una limitación. “No podemos generalizar
demasiado a partir de estudios que se basan en unos pocos individuos. ¿Nos imaginamos lo polémico que sería si hiciéramos inferencias
sobre el origen de una cultura o una población actual a partir del estudio genético de solo cuatro personas?”, resalta.

El análisis genético de estos restos destapa migraciones y extinciones de grupos humanos desconocidas hasta la fecha. Los humanos actuales
de Asia y América aún llevan algo del ADN del grupo humano que vivió en Bulgaria hace 45.000 años, lo que implica que ese grupo migró
hacia el este y logró sobrevivir. En cambio, el grupo de la mujer de República Checa, cuyo análisis se publica en Nature Ecology &
Evolution, desapareció para siempre sin dejar rastro en las poblaciones actuales. En la misma cueva de Bulgaria se han analizado los restos
de una mujer que vivió hace 38.000 años y de la que los actuales europeos sí llevan algo de ADN.
ANTROPOLOGÍA

Neandertales, los humanos solitarios


Nuevas hipótesis sobre el final de esta especie humana
señalan que su desaparición está relacionada con la mayor
interconexión de los grupos de ‘sapiens’

Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard, en Dinamarca. Moesgaard


Museum / Neanderthal Exhibition 2020-21MICHAEL JOHANSEN
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GUILLERMO ALTARES
MADRID - 14 FEB 2021 - 09:20 CET
El paulatino acercamiento entre los Homo sapiens, los humanos actuales, y los neandertales, desde el punto de vista intelectual, pero también
genético, ha sido uno de los procesos científicos más desafiantes de las últimas décadas. La especie humana más cercana, que habitó Europa
y Asia durante por lo menos 300.000 años, ha dejado de ser un espejo lejano para convertirse en un reflejo cada vez más cercano de la
humanidad moderna. Este cambio se ha traducido en un imparable interés por los neandertales, que protagonizan constantes publicaciones
científicas, libros de divulgación y exposiciones.
IN ENGLISH
 How close are we to our extinct relatives?

Como ha señalado el ensayista israelí Yuval Noah Harari, “por el mero hecho de haber existido, los neandertales desafían algunos de
nuestros más preciados ideales e ilusiones, nos obligan a cuestionar la creencia de que el Homo sapiens se alza como la cúspide de la
creación y lo que significa ser humano. Y estos asuntos son ahora más urgentes que nunca”. El autor de Sapiens escribió estas palabras en
la crítica en  The New York Times del libro Kindred. Neanderthal life, love, death and art (Familiares. La vida, el amor, la muerte y el arte de
los neandertales), de la investigadora y arqueóloga británica Rebecca Wragg Sykes, un superventas en el mundo anglosajón que será
publicado en España después del verano por Geoplaneta.

Wragg Sykes trata de resumir en su libro todos los conocimientos que se han acumulado sobre los neandertales en las últimas tres décadas,
un proceso que se ha acelerado después de que, hace diez años, un equipo del Instituto Max Planck de Leipzig dirigido por Svante
Pääbo secuenciase su genoma y descubriese que los actuales humanos tenemos una pequeña proporción de genes neandertales, lo que
demuestra que se produjo hibridación entre las dos especies. Más filosófico es el libro reciente La vida contada por un sapiens a un
neandertal (Alfaguara), en el que el escritor Juan José Millás y el paleantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector de la Fundación Atapuerca,
hablan de lo divino, pero sobre todo de lo humano. También se ha editado El sapiens asesino y el ocaso de los neandertales (Almuzara), del
paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro, que se centra en el que se mantiene como el gran misterio en torno a los neandertales: ¿Por qué
desaparecieron?

Si los neandertales desaparecieron, ¿qué hacemos nosotros aquí?

Neandertales, la extinción de los otros humanos


“Nos fascinan por la misma razón por la que nos fascinan las novelas de ciencia-ficción: porque son otra versión de nosotros”, explica Juan
Luis Arsuaga en conversación telefónica. “Todo indica que tienen el mismo nivel intelectual que nosotros y, sin embargo, no son iguales.
Podemos decir que tienen la misma mente, pero no la misma mentalidad. Representan otra manera de ser humanos y eso es algo que nos
cuesta mucho imaginar”. En una entrevista por vídeollamada, Wragg Sykes se pronuncia en el mismo sentido: “Los neandertales han
cambiado la percepción de nosotros mismos. En la cultura occidental siempre hemos tratado de separarnos del resto de la naturaleza, de
demostrar que somos mejores que los animales. Los neandertales nos obligan a replantearnos eso”.

Kindred recoge tres décadas de descubrimientos sobre los neandertales, que coinciden además con una revolución en la arqueología y en la
genética. La aplicación de la química y de sofisticadas técnicas de datación ha permitido saber que los neandertales tenían pensamiento
simbólico –aunque no necesariamente arte–, que dominaban las plantas y el paisaje que les rodeaban, que eran conscientes del material lítico
que utilizaban para diferentes instrumentos, que empleaban colores, sobre todo el rojo y el ocre, que enterraban a sus muertos y cuidaban de
los ancianos. Tanto por la presencia del gen FOXP2, asociado al lenguaje, como por el tipo de animales que cazaban –abatirlos requería la
cooperación del grupo–, los científicos consideran que utilizaban alguna forma de comunicación.

“Durante la última década, numerosos descubrimientos han cambiado nuestro paradigma sobre las capacidades de los neandertales”, explica
la investigadora danesa Trine Kellberg Nielsen, profesora de la universidad de Aarhus y comisaria de una exposición sobre neandertales en el
museo de Moesgård, especializado en antropología y prehistoria, que puede verse hasta final de año (el centro está actualmente cerrado por la
covid). “Muchas de las cosas que antes atribuíamos solo a nuestra propia especie, como una cultura visual y un comportamiento social, se
extienden ahora a los neandertales”.
Los nuevos descubrimientos se acumulan casi cada mes, incluso cada semana. Solo en los últimos siete días ha aparecido un estudio, basado
en sedimentos de la cueva del Salt –España es uno de los campos más fértiles en el estudio de esta especie por la cantidad de yacimientos–,
sobre la presencia de microorganismos beneficiosos en la microbiota intestinal de los neandertales y el mismo viernes salió otra investigación
genética que podría permitir entender en el futuro como evolucionó su cerebro e influyó en su comportamiento.
Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard. / Museo de Moesgaard / Neandertal exhibitionMICHAEL JOHANSEN

Sin embargo, como señaló el escritor británico John Lanchester en un texto en la London Review of Books sobre Kindred, el gran misterio
permanece: “No son una versión fallida de nosotros y la trayectoria desde ellos hasta nosotros no es teológica. Y sin embargo... el hecho es
que nosotros estamos aquí y ellos no, y aunque no haya un propósito en la evolución, la cuestión de por qué y cómo sucedió esto sigue
siendo apasionante”. La fecha es lo único que se conoce: hace unos 40.000 años, cuando los sapiens empiezan a avanzar por Europa, los
neandertales desaparecen del registro fósil.

Algunos investigadores sostienen que permanecieron todavía unos milenios en el sur de la península Ibérica, en dos cuevas situadas en
Gibraltar, pero se trata de dataciones todavía polémicas. En su libro, Bienvenido Martínez-Navarro apuesta por una explicación basada sobre
todo en la lucha por los recursos. “Competíamos por los mismos recursos en el mismo territorio”, señala, sin descartar en absoluto la
violencia. Sin embargo, no se trata de la hipótesis más difundida entre los expertos. Arsuaga, por su parte, cree que la llegada del Homo
sapiens en unas circunstancias extremas –el principio de una glaciación– fue determinante. “En un momento crítico, la especie que lo pasa
menos mal es la que prevalece”.

Rebecca Wragg Sykes adelanta en Kindred una hipótesis novedosa, basada en estudios genéticos y químicos de las herramientas que ambas
especies utilizaron. “Sabemos por la genética que no había mucha diferencia en el número de individuos, pero también que los grupos
de Homo sapiens estaban mucho más interconectados. Si consideramos que se encontraban en un momento en el que las condiciones
climáticas se estaban deteriorando rápidamente, cuando se cuenta con una red de contactos es más fácil moverse a otros lugares y tal vez los
neandertales no tenían eso. Sabemos por la arqueología que no había grandes diferencias entre lo que comían y tenemos constancia de que
los Homo sapiens de ese periodo ya contaban con armas con las que cazar a distancia, dardos, flechas, sistemas para lanzar jabalinas, y los
neandertales no”. Su final fue una mezcla de desventajas tecnológicas, cambio climático y sociabilidad. Pero, dado que los humanos no
africanos tenemos entre un 1% y 4% de genes neandertales, nunca ha habido en la historia tanto material genético de la especie extinta
circulando por el planeta. Wragg Sykes sostiene: “Nos demuestran que en la Tierra ha habido más de una forma de ser humano”.
Tolerancia neandertal
Neandertales y sapiens aceptaron en el seno de sus
familias a hijos mestizos que fueron tratados como uno
más, reflexiona la autora
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MARÍA MARTINÓN TORRES
27 SEPT 2020 - 10:55 CEST
Un neandertal según la interpretación del Museo Neandertal de Krapina (Croacia).NIKOLA SOLIC / REUTERS

El pasatiempo preferido de un ser humano es otro ser humano. El tamaño del cerebro de Homo sapiens ha evolucionado precisamente bajo la
presión de necesitar relacionarnos con los demás. La ciencia apunta a que existe una asociación entre el grosor de la corteza cerebral en los
primates y el tamaño del grupo con el que esa especie es capaz de establecer una relación plena. En el caso de Homo sapiens, ese grosor es
una buena medida del esfuerzo y tiempo que le dedicamos a las vidas ajenas. Está claro que a una especie hiper-social como la nuestra, le
compensan todos los dolores de cabeza que acarrea intentar entenderse con sus semejantes. Es por ello que estudios como el que acaba de
publicar la revista Science sobre el cromosoma Y de poblaciones humanas extintas nos fascinan. Más allá de su indudable valor científico,
estos análisis nos regalan datos específicos con los que poder imaginar el carácter de esa interacción tan estrecha entre los neandertales y los
humanos modernos, y son los detalles personales los que al final, como humanos, más nos intrigan.
Sabíamos que nuestra especie había hibridado con los neandertales, y como testigo de este cruce tan íntimo, sucedido hace entre 40 y 80.000
años, portamos en nuestra sangre entre un 1% y un 4% de ADN neandertal. Sin conocer mucho más sobre el carácter de esa interacción tan
estrecha —¿esporádica? ¿estable? ¿violenta? ¿consentida?— el hecho de que ese ADN neandertal hubiera llegado a nuestros días, era señal
inequívoca de que esos hijos híbridos fueron aceptados y cuidados por el grupo. En este nuevo estudio, el investigador Martin Petr y su
equipo identifican un episodio de hibridación todavía más antiguo, hace entre 200 y 300.000 años, y que como resultado habría dejado, en
este caso, una huella sapiens en el genoma neandertal. Constatar que existió flujo genético en ambos sentidos nos permite deducir que tanto
neandertales primero, como humanos modernos después, aceptaron en el seno de sus familias niños de herencias mixtas, niños
probablemente diferentes en su aspecto, en su comportamiento, en sus capacidades. Niños singulares que fueron tolerados e incluso queridos;
o niños, quién sabe, cuyas diferencias no fueron siquiera percibidas por el grupo porque desde el principio fueron tratados como uno más.

En un momento histórico de tanto conflicto interpersonal, incluso bélico, entre individuos de la misma especie; en el que las sociedades y los
países levantan muros de carácter arbitrario y cultural entre sus semejantes; en el que nos peleamos entre nosotros por cuestiones que ni son
vitales ni en realidad nos importan, produce asombro y nostalgia pensar que hubo otro tiempo en que ni las barreras biológicas fueron
suficientes para aislarnos. Acostumbrados a atribuirnos todas las cualidades positivas, cabe preguntarse si fue de los neandertales de quienes
aprendimos a tolerar al que era diferente. También cabe investigar si en ese puñado de ADN neandertal que aún nos queda, es donde se
codifica la sana aceptación de la diversidad que a veces se nos olvida.

María Martinón Torres es directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
La obra de arte rupestre más
antigua la hizo un neandertal
La especie extinguida es la autora de unas enigmáticas pinturas
realizadas en tres cuevas españolas hace 65.000 años
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MANUEL ANSEDE

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23 FEB 2018 - 09:41 CET

Una pseudoescalera realizada hace 64.800 años en la cueva de La


Pasiega (Cantabria). C.D STANDISH, A.W.G. PIKE Y D.L. HOFFMANN
MÁS INFORMACIÓN

 Si los neandertales desaparecieron, ¿qué hacemos nosotros aquí?


Si la humanidad encontrara vida inteligente en otro planeta sería la noticia del
milenio. Esos nuevos seres astutos obligarían al ser humano a replantearse su
propia existencia y sus relatos religiosos de la Creación. No seríamos
excepcionales. No estaríamos solos. Por sorpresa, esa noticia del milenio llega
hoy, pero en pasado: no estuvimos solos. Una nueva datación de unas
enigmáticas pinturas rupestres garabateadas en tres cuevas españolas muestra que
se ejecutaron hace unos 65.000 años, más de 20.000 años antes de que los
humanos modernos, los Homo sapiens, llegaran a la península ibérica. Los
artistas solo pudieron ser neandertales. El hallazgo es la portada de la
revista Science.

Las implicaciones del descubrimiento son descomunales. Es la primera prueba


irrefutable de que los neandertales, extinguidos hace unos 40.000 años, tuvieron
“lenguaje, cognición avanzada y pensamiento simbólico”, según explica el
arqueólogo portugués João Zilhão, coautor de la investigación. Los dibujos
analizados son una mano en negativo ejecutada hace al menos 66.700 años en la
cueva de Maltravieso (Cáceres), un depósito mineral cubierto de pintura en una
pared de la cueva de Ardales (Málaga) y un signo lineal, similar a una escalera,
realizado hace al menos 64.800 años en la cueva de La Pasiega (Cantabria). Son
las obras de arte más antiguas que se conocen en el planeta.
La pseudoescalera
neandertal, en un dibujo de las pinturas de La Pasiega realizado por el
prehistoriador francés Henri Breuil en 1913 (las siluetas animales son
posteriores). H. BREUIL

Para Zilhão, el descubrimiento “acaba con la narrativa del Génesis, la de los


humanos modernos saliendo de África como la especie elegida”. El investigador,
de la Universidad de Barcelona, va incluso más allá de las
conclusiones publicadas hoy en la revista  Science. Zilhão cree que los llamados
neandertales —con un cráneo con frente huidiza y un cuerpo más bajo y robusto
— eran, en realidad, Homo sapiens. Los neandertales seríamos nosotros mismos.
“Los humanos modernos somos anormalmente homogéneos. En el pasado, la
especie humana era más diversa que ahora, como ocurre en otras especies
actuales. La variabilidad interna que hoy vemos en los chimpancés es mayor que
la que veríamos en todos los humanos pasados y presentes si los considerásemos
una sola especie”, reflexiona Zilhão. Según las etiquetas actuales, hace 80.000
años coexistían en la Tierra cinco especies humanas: Homo sapiens,
neandertales, Homo floresiensis, Homo erectus y denisovanos. Para el
arqueólogo, todas eran lo mismo. “En realidad, nunca hubo más de una especie
humana”, sostiene.

“La evolución es muy compleja y tiendo a pensar que los humanos modernos
actuales somos el resultado de un delta fluvial que se ha ido nutriendo en su
camino evolutivo de una red de afluentes, en este caso de otras poblaciones
arcaicas, como los neandertales, que han contribuido a nuestra conformación
actual, tal como indican la genética y los fósiles”, opina la paleoantropóloga
Josefina Zapata, de la Universidad de Murcia.
De izquierda a derecha, los investigadores Daniel Garrido, Marcos Garcia,
Alistair Pike, Dirk Hoffmann, Carola Hoffmann y João Zilhão. UB

Zapata participa junto a Zilhão en otra investigación que se publica de manera


simultánea en la revista  Science Advances. Los científicos han vuelto a datar
unas conchas marinas perforadas y pigmentadas aparecidas en la cueva de Los
Aviones, en Cartagena (Murcia). La nueva datación sugiere una antigüedad de
más de 115.000 años, más del doble que los 50.000 años calculados en 2010.
Para los autores, el resultado confirma que los neandertales ornamentaban sus
cuerpos con collares unos 30.000 años antes de que los llamados humanos
modernos comenzaran a hacerlo en África. A juicio del paleoantropólogo Erik
Trinkaus, de la Universidad Washington en San Luis (EE UU), estos nuevos
estudios certifican que “los neandertales y los humanos modernos eran
conductualmente y mentalmente equivalentes”.

Gracias a los últimos avances técnicos, en las nuevas dataciones se ha podido


emplear el método del uranio-torio. Los investigadores han analizado muestras
de unos pocos miligramos de carbonato de calcio tomado de la superficie de las
pinturas rupestres. Cuando se forman estos materiales por precipitación, se
acumulan trazas de uranio, que decae a torio a un ritmo conocido. La proporción
de estos dos elementos químicos desvela la edad precisa de la muestra.

Conchas perforadas encontradas en la cueva de Los Aviones (Cartagena). J.


ZILHÃO

La directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución


Humana, María Martinón Torres, no comparte la idea de que neandertales y
sapiens fueran la misma especie. “Los neandertales eran marcadamente
diferentes en su morfología, en sus adaptaciones biológicas —por ejemplo a
climas completamente diferentes—, en su secuencia genética perfectamente
distinguible e incluso en su sistema inmune. Y, aunque hubo cruces fértiles [sexo
con descendencia entre neandertales y sapiens], también sabemos que hubo
problemas de infertilidad, lo que significa que no éramos totalmente
compatibles”, afirma la paleoantropóloga.

Martinón, que no ha participado en las nuevas investigaciones, cree que hay dos
posibilidades: o la capacidad artística surgió de manera independiente en
neandertales y sapiens, “ya que ambos tenían grandes cerebros”, o la heredaron
de un ancestro común, hace unos 500.000 años. “A ver si se derriba finalmente la
teoría de que los neandertales se extinguieron porque eran cultural y
simbólicamente inferiores a los humanos modernos”, sentencia.

El prehistoriador Marcos García Diez, de la Universidad Isabel I (Burgos),


subraya otro hallazgo importante de su equipo. En la cueva malagueña de
Ardales, los neandertales pintaron al menos en dos momentos diferentes, con
20.000 años de diferencia. “Conservaron una tradición simbólica durante miles
de años. El espacio, la cueva, también era simbólico. Alguien tenía que decir:
Este es nuestro espacio. Esta es nuestra ermita”.

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