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2022

Universidad Autónoma Gabriel René Moreno

Facultad de Humanidades
Carrera de Psicología

Investigación sobre el
ADN mitocondrial.
Sobre los trabajos de Cavalli Sforza y
Spencer Wells

Nombre: Alan Barja Amatller

Registro: 218006081

Materia: Psicología Etnoecológica CSO201-2A

Docente: Lic. Seiby Claure Z.


INVESTIGACIONES DE CAVALLI SFORZA

“El fenómeno de difusión del neolítico desde Oriente Próximo hacia Europa y
su impacto sobre la neolitización de Europa ha sido abordado desde diversas
disciplinas. En el campo de la genética de poblaciones, se han analizado
diversos marcadores moleculares, esencialmente de tres tipos : marcadores
clásicos, DNA mitocondrial y cromosoma Y.
La distribución y frecuencias alélicas de ciertos marcadores nucleares,
como los grupos sanguíneos y las proteínas plasmáticas, así como la
variación molecular del cromosoma Y sitúan el origen de la
composición genética de la Europa actual en las primeras poblaciones
neolíticas del creciente fértil
 MENOZZI et alii 1978; CAVALLI-SFORZA et alii 1993; CAVALLI-SFORZA et alii 1994; PIAZZA et alii 1995
; Semino et alii 1996.

Según estos autores el crecimiento demográfico propiciado por el desarrollo de


una nueva economía de producción, impulsó a las primeras poblaciones
neolíticas del Próximo Oriente a la colonización de nuevos territorios de
Occidente, generando una “ola de avance” que llegaría hasta la Península
Ibérica. Por el contrario, el análisis del DNA mitocondrial de las poblaciones
europeas actuales sugiere que la mayor parte de la variabilidad mitocondrial
observada hoy en día tiene su origen en el Paleolítico Superior, siendo la
contribución neolítica inferior al 23 %
RICHARDS et alli 2000.

Esta última suposición se basa esencialmente en el cálculo de la variabilidad


(medida como diferencias genéticas entre linajes de DNA mitocondrial) dentro
de cada haplogrupo mitocondrial y en la estima del tiempo necesario para la
generación de dicha variabilidad asumiendo que la mutación es la única fuente
de variabilidad. La distribución de frecuencias de algunos polimorfismos de la
región no recombinante del cromosoma Y (NRY) muestra un gradiente sureste-
noroeste muy similar al mapa sintético de la primera componente principal de
los estudios realizados con marcadores clásicos, que ha sido interpretada
como la huella genética de la expansión neolítica. (Fernández, E. et al 2006)
SEMINO et alii 1996, 2000; ROSSER et alii 2000.

Sforza comenzó investigando grupos sanguíneos para aportar los primeros


elementos que permiten determinar fechas en que las poblaciones humanas se
separaron; más tarde vendrían los primeros intentos con adn.” (Magaña Rueda,
P. 2011)

Los genes encierran la historia de cada linaje. En ellos se puede leer, con la
hermenéutica científica, mucho más que una sucesión de nucleótidos y las
proteínas que codifican. Nos dicen dónde estuvimos, que camino recorrimos,
en cuánto nos parecemos unos a otros, cuáles fueron nuestros padres y los
padres de nuestros padres, así hasta llegar a los ancestros comunes de
cualquier par de personas cogidas al azar. Los seres humanos, a pesar de
nuestras aparentes diferencias, debidas a la piel y a esa otra piel que recubre
la biología, la cultura, somos una especie bastante homogénea genéticamente,
una especie que surgió en África y que después colonizó, en sucesivas oleadas
migratorias, toda la tierra. El seguimiento de esta odisea se ha podido hacer
desde un laboratorio, primero con proteínas y después directamente con el
ADN.

Un médico italiano con apellido aristocrático, que jamás ejerció la medicina y


derrocó con su trabajo aristocracias raciales, Luigi Luca Cavalli-Sforza, fue el
pionero en la lectura de la historia humana en las moléculas celulares.

Trabajaba con bacterias en el laboratorio de Ronald A.Fisher, pero


ambicionaba descifrar los pasos seguidos por nuestra especie. Y finalmente se
lanzó a la aventura científica de encontrar las huellas de nuestro pasado en los
genes. Dichas huellas le permitieron seguir las que se borraron de la tierra, que
horadaban el camino hecho por el hombre al atravesar el istmo de Suez y salir
de África, o el estrecho de Bering y descubrir por primera vez las américas.
Analizando proteínas de los grupos sanguíneos de habitantes de diversos
lugares del mundo pudo determinar con cierto grado de aproximación el árbol
genealógico humano. Los posteriores análisis con técnicas más sofisticadas y
ADN confirmaron sus cálculos, primera tentativa de lo que luego sería la
bioinformática, y su árbol. Luego vendrían los trabajos de su equipo en
Stanford con el ADN del desparejado cromosoma masculino, Y, mientras en
Berkeley el equipo de Allan Wilson localizaba a la (mal) llamada Eva
mitocondrial, o Eva africana.

Pero Cavalli-Sforza quería entender mejor nuestro viaje, y estudió también la


evolución cultural, y las relaciones existentes entre los genes, las lenguas y los
pueblos. Observó, con sorpresa, el casi perfecto solapamiento existente entre
la distribución geográfica de lo genético y los lingüístico. Los genes parecían
acompañar a las lenguas, o viceversa. Allá dónde había fronteras lingüísticas
generalmente las había también genéticas. Muchas de sus reflexiones sobre
estos temas las podemos encontrar en sus obras de divulgación, ¿Quiénes
Somos?, Genes, Pueblos y Lenguas o, más recientemente, La Evolución de la
Cultura.

Los genes, como él dice, se transmiten verticalmente. La cultura también lo ha


hecho en vertical durante la mayor parte de nuestra historia, esto es, de padres
a hijos. Pero ahora lo hace en horizontal, y cada vez más. Hemos llegado a un
punto en el que la cultura ha adquirido un peso elevado. Un mundo cada vez
mejor comunicado ha hecho que el poder de los genes sea menor, y el de la
cultura mayor. El Profesor Cavalli-Sforza emprendió su investigación mucho
después de que comenzara la primera globalización –la de la Edad Moderna-
pero justo a tiempo de recabar los datos significativos, poco antes de que la
última globalización elimine algunas singularidades culturales y genéticas que
todavía nos pueden hablar de nuestro pasado común, los llamados pueblos
indígenas. No por casualidad el principal estudio de campo de Cavalli-Sforza
fue con los pigmeos. (Germánico, 2009).

“Lo que los genes pueden decir es dónde se originaron las mutaciones que
encontramos. Las primeras mutaciones nos retrotraen a África. Por ejemplo, sé
que en algún momento (¿cuándo? Quizás hace 10,000 años) mis antepasados
masculinos estaban en Turquía, y probablemente llegaron a Italia en una larga
y lenta migración de los primeros agricultores, que comenzaron a expandirse
en todas direcciones desde una zona entre Siria y Turquía hace alrededor de
9000 años.” (Cavalli Sforza en la entrevista, Genética humana. Germánico,
2009)

INVESTIGACIONES DE SPENCER WELLS

Spencer Wells es un antropólogo genetista especializado en dibujar el árbol


genealógico de la humanidad. Su compromiso de estudiar la diversidad
genética y el misterio de las migraciones humanas nació cuando estudiaba en
Stanford como alumno del célebre genetista italiano Luca Cavalli-Sforza,
considerado como el padre de la genética antropológica.

Siguiendo el trabajo de su mentor, Wells se empeña en construir un mapa que


clarifique las migraciones de nuestros antepasados nómadas y cómo así se
propagó por el mundo el ser humano. Desarrollando el Proyecto Genográfico,
patrocinado por National Geographic se dedicó a dibujar las grandes rutas de
evolución y emigración de nuestra especie, desde la Eva mitocondrial hasta
hoy, tomando muestras de sangre y saliva por todas partes y antes de que la
globalización acabe por mezclar todos los genes. (Biedma L. J. 2011).

¿Quién fue Adán?

Llamado el Adán Cromosómico. Fue nuestro antepasado común que vivió en


África hace 60.000 años. Su cromosoma Y puede considerarse la raíz de
nuestro árbol genealógico. Desde luego, no era el único hombre vivo en ese
tiempo, y él mismo tuvo muchos antepasados, pero sus descendientes somos
los únicos que vivimos en la actualidad. Todos los humanos presentes
procedemos de ese ancestro.

¿Quién fue Eva?

Nuestra "madre mitocondrial" o Eva Mitocondrial, vivió en las sabanas africanas


hace 150.000 o 170.000 años, y es la única humana de aquella época cuyos
descendientes siguen vivos hoy día. Mucho más tarde, hace 60.000 o 50.000
años, los descendientes de esos dos seres abandonaron África y se
extendieron por toda la tierra.

Este proyecto desvanece completamente el viejo concepto de raza y abole por


tanto cualquier ideología racista, pues todas ellas carecen de fundamento
científico, porque tras recolectar decenas de miles de muestras de sangre por
todo el planeta y centenares de miles de muestras de saliva, lo evidente es que
todos formamos "una gran familia", ya que somos más similares desde el punto
de vista molecular de lo que imaginábamos, a pesar de nuestras diferencias
culturales. Los datos genéticos confirman que todos los que vivimos
descendemos como mucho de diez africanos. "Hace 50.000, aquel puñado de
Homo sapiens escapó de la sequía causada por una glaciación y sobrevivió
contra todo pronóstico"(Biedma L. J. 2011).

Actualmente hacer la reconstrucción de la especie humana, desde la ciencia,


sin recurrir al adn es impensable, y gracias a la investigación y la mejora en las
técnicas de laboratorio y datación, las aproximaciones a nuestro origen y
devenir son cada vez más claras. En este viaje y odisea genética, Spencer
Wells, destacado investigador y divulgador estadounidense, nos narra la forma
en que la genética y la antropología se entrelazan para develar el recorrido de
nuestros ancestros desde África hasta Asia, Oceanía, Europa y América.

Con una introducción histórica sobre las teorías que proponían diversas
especies en el origen del Homo sapiens, Wells nos lleva de la mano al estudiar
las diferencias en los genes para corroborar la hipótesis de una sola especie
por medio de los mismos mecanismos evolutivos que actúan sobre el resto de
los organismos. Wells explica, con un lenguaje accesible y claro, el trabajo de
su mentor, Luca Cavalli-Sforza.

Al revisar el trabajo de muchos investigadores en el mundo, e integrando sus


hallazgos, Wells muestra con bastante soltura, pero también rigor, la diversidad
actual de los grupos humanos, empezando por el indiscutible origen africano
del hombre con base en el análisis de los numerosos polimorfismos en el
cromosoma Y.

Siguiendo los marcadores genéticos, particularmente el adn mitocondrial, que


es ya una pieza fundamental en los estudios de las décadas recientes, ubica a
la “Eva” original en África hace 150 000 años. Por otra parte, con el análisis del
cromosoma Y, que pasa prácticamente sin cambios de generación en
generación; lo que permite ubicar la ocurrencia de mutaciones, nos dice que
“Adán” vivió hace unos 60 000 años. Con los elementos que se han ido
sumando, la búsqueda de los cambios se vuelve apasionante, y el autor hace
entonces un recorrido hacia Medio Oriente, India, Australia, China, Siberia y
Europa.

Más tarde, con lo que podría considerarse un marcador siberiano, sigue las
huellas de los primeros pobladores de América hace poco más de 15 000 años.
Con el estudio genético de los nativos americanos se han podido encontrar las
pistas del cruce de los grupos humanos por el estrecho de Bering. Así, junto
con las huellas dejadas por otros mamíferos, el autor concluye que: “rocas y
huesos parecen concordar con el adn”.

En sólo 40 000 años nuestra especie viajó de África orien tal hasta Tierra del
Fuego, enfrentando desiertos, escalando montañas y las grandes tierras
heladas del norte, adaptándose a condiciones de vida muy distintas. Así, hace
alrededor de 10 000 años los humanos habían llegado ya a casi todos los
continentes y puede decirse, casi literalmente, que lo demás es historia. (Magaña
Rueda, P. 2011)

Cavalli Sforza sobre el trabajo de su alumno, Spencer Wells, el Proyecto


Genográfico:
“En principio, es una buena idea tener una muestra grande (100.000 personas),
especialmente si las poblaciones están bien escogidas. El verdadero límite es
la cantidad de información de ADN recopilada por persona. Incluso si uno
puede esperar que el coste del análisis se rebaje muchísimo, por mucho tiempo
será realmente imposible explotar satisfactoriamente la colección. El verdadero
deseo es ser capaz de examinar la totalidad del genoma de cada individuo. Mi
intuición es que la situación más satisfactoria desde un punto de vista
cognoscitivo general (el estudio de la evolución humana) es que el número de
personas examinadas sea del mismo orden de magnitud que el número de
nucleótidos analizados. Desde el punto de vista de las aplicaciones de la
genética médica, es necesario analizar un gran número de nucleótidos.”(Cavalli
Sforza en la entrevista, Genética humana. Germánico, 2009)

De cromañón a Darwin

El padre de la teoría de la evolución, Charles Darwin, es descendiente directo


de un hombre que vivió en África hace 60.000 años, igual que lo son el resto de
los hombres que viven hoy en el planeta. Esta es una de las conclusiones a las
que han llegado los científicos del Proyecto Genográfico, que dentro de 18
meses habrá identificado, utilizando únicamente datos genéticos, los grandes
movimientos migratorios de la historia de nuestra especie.
Esta familia lejana de Darwin partió de África, se separó de los suyos creando
un nuevo linaje, pasó unos 5.000 años en el sur de Asia Central, lo que hoy es
Irán y hace aproximadamente 30.000 años, cuando el hombre de neandertal
había sido reemplazado por el de cromañón, llegó a Europa. Así lo explicó en
el Museo de Sydney, Spencer Wells, director de este proyecto altruista,
liderado por National Geographic, la empresa de informática IBM y la
organización caritativa Waitt Family Foundation.

Spencer resaltó que una de las principales revelaciones del proyecto "ha sido
descubrir que nuestra especie viviera durante tanto tiempo en África", unos
140.000 años, y tardara tanto a emigrar hacia otras regiones de la Tierra.

"A mi tatarabuelo le habría aliviado poder estar hoy aquí", dijo Chris Darwin ,
descendiente directo de Charles Darwin, "porque confirma sus teorías"
expuestas en su obra maestra, El origen de las especies, en la que el científico
británico defendía que los humanos teníamos antepasados comunes: "Pero
además le habría impresionado la cantidad de información que podemos
obtener del profundo conocimiento del ADN".

Spencer Wells coordina once equipos regionales que cuentan con una
cincuentena de científicos. Todos ellos se han reunido esta semana en Sydney
para intercambiar información sobre el proceso de recogida y análisis del ADN
de más de 250.000 habitantes de todo el mundo.
Para estudiar la ascendencia de Charles Darwin, analizaron una muestra del
ADN de su tataranieto Chris, cuyo cromosoma Y –al igual que el de todos los
hombres– cuenta con una llamada región que no se mezcla que guarda una
información genética exacta a la de sus antepasados. A lo largo de los siglos,
esta región, sufre mutaciones aleatorias que los científicos utilizan como
marcadores genéticos con los que determinan cuándo nace un nuevo linaje. Y
concluyeron que tanto Chris como Charles Darwin, como la mayoría de los
hombres de Europa occidental, y en un mayor porcentaje los de Irlanda y del
País Vasco, pertenecen al linaje de los Haplogroup R1b, explicó Wells.
El proyecto también explora las migraciones de las mujeres, quienes carecen
del cromosoma Y pero tienen, igual que los hombres, el ADN mitocondrial, que
guarda la información del ADN de la madre y contiene marcadores. Las
mujeres de la familia de Chris, por ejemplo, pertenecieron a un linaje que cruzó
el Cáucaso hasta el sur de Rusia y alcanzó el mar Negro.

El objetivo final de Proyecto Genográfico es rescatar lo que queda de los linajes


minoritarios y por ello han creado el llamado fondo del legado, para dedicarlo a
apoyar la preservación y transmisión de las culturas indígenas de todo el
mundo. (Brau, H, 2010).

Angela Posada-Swafford, relata sus experiencias con el científico, Spencer


Wells:

El fascinante viaje genético a mis raíces maternas comenzó la mañana en que


me raspé el interior de la mejilla con un palillo de caucho, cuya punta introduje
en un frasquito lleno de un líquido similar al jabón. En segundos, varias
moléculas de ADN se liberaron de las células de mi saliva, formando algo
parecido a los finos y largos tentáculos de una medusa blanca. Seis semanas
después de haber enviado la muestra al laboratorio del genetista antropológico
Spencer Wells, en Washington, mis resultados estaban montados en el portal
del Proyecto Genográfico de National Geographic e IBM.

Mi ADN mitocondrial (que solo es transmitido por las madres) revela que
pertenezco a un cierto clan. Tenemos un nombre elegantísimo: nos llamamos
Haplogrupo T, Subclase T2. ¡Hasta tenemos nuestra propia página en
Facebook! Gozamos la distinción de ser descendientes del grupo que originó la
expansión del Neolítico, ese momento dorado en que los humanos modernos
domesticamos las plantas, creando la agricultura, hace unos 10.000 años.

También fuimos los primeros pobladores de Europa, y andamos emparentados


con gran parte de su nobleza nórdica. Quién lo creyera, yo, que nací en medio
de los Andes suramericanos y tengo quién sabe cuántos lindos litros de sangre
indígena muisca; pero está mezclada con la del abuelo materno Mr. Frederick
Leslie Rockwood, un lobo de mar que dejó sus heladas costas británicas para
causar una colisión genética de dos mundos en los trópicos colombianos.

“Los genes no saben mentir”, me dice el doctor Wells ante una humeante taza
de chocolate en el Burdick’s que queda junto a la Universidad de Harvard, su
alma máter. Acaba de regresar de la República de Chad y hay algo en él que
me hace pensar en Lawrence de Arabia.

Wells es director del Proyecto Genográfico, un estudio que busca trazar el árbol
genealógico humano, siguiendo las huellas de nuestros antepasados más
distantes. “¿Cómo llegaron exactamente los humanos a poblar el mundo?
Durante años, los paleoantropólogos y arqueólogos buscaron la respuesta en
las únicas pistas que pudieron encontrar: los restos de nuestros ancestros.
Pero los huesos y utensilios solo explican una parte de la historia. El Proyecto
Genográfico, en cambio, es la excavación arqueológica de nuestra propia
sangre”, me dice.

Habiendo recolectado desde el 2005 más de 70.000 muestras de sangre de


poblaciones indígenas genéticamente aisladas, y 588.770 de saliva de
personas voluntarias en 140 países, el proyecto de Wells ha descubierto que
nuestro ADN es una máquina de tiempo y que contiene el más fascinante libro
de historia jamás escrito.

“Lo que antes era terra incognita genética es ahora un documento que nos está
diciendo que todos somos parte de una gran familia; que somos más similares
a nivel molecular de lo que nos imaginábamos, a pesar de nuestras diferencias
culturales y físicas; y que todas las personas vivas descendemos de un puñado
de no más de diez africanos, quienes hace 50.000 años escaparon de la
sequía causada por una glaciación. Sobreviviendo en contra de todas las
posibilidades, ese grupo de personas salió caminando a conquistar el planeta.
Esta es su historia. Nuestra historia. La aventura más alucinante de la especie
humana”, agrega.

Sabemos esto con absoluta certeza porque a medida que nuestro ADN pasa
de una generación a la otra, pequeños cambios naturales, al azar y por lo
general inofensivos, suceden con el tiempo y se almacenan en nuestros genes.

“Estos marcadores genéticos, o mutaciones, nunca desaparecen. Son como


manchas indelebles que se acumulan en un orden particular”, explica Wells,
haciendo dibujos sobre una servilleta. “Y son fácilmente identificables como
pequeños errores de ortografía en la secuencia de cuatro letras de las bases
químicas que componen la molécula del ADN. De tal manera que actúan como
señalizadores en una carretera, permitiéndonos seguir los linajes familiares
hasta las ramas más profundas de la genealogía”.

Así, nuestros genes son vestigios de una antigua y preciosa biblioteca que
contiene las huellas de la odisea que vivieron nuestros valientes antepasados.
Su marcha milenaria dio lugar a las diversas poblaciones del mundo,
adaptándose físicamente a su entorno, y alumbrando su paso con marcadores
genéticos que ahora, gracias a la tecnología, brillan como luciérnagas en la
noche.

Ahora bien, lo que complica el panorama, como viene a complicar tantas cosas,
es el sexo. El ADN viene en los cromosomas, y los cromosomas vienen en
pares, y cuando el cuerpo produce un espermatozoide o un óvulo, los dos
cromosomas emparejados se recombinan, intercambiando grandes trozos de
ADN. Por eso es que el cromosoma Y es el consentido de la antropología
genética: a diferencia de todos los demás, el Y no tiene un compañero igual a
él, sino que está emparejado con un X, así que prácticamente no intercambia
ADN con este.
Recordando las lecciones de anatomía, los hombres heredan un cromosoma Y
de sus padres y un X de sus madres, mientras que las mujeres heredan un X
de su papá y otro de su mamá. Como resultado, el Y y todo su contenido pasan
intactos de una generación a la otra por los siglos de los siglos. El cromosoma
Y de cada hombre que existe hoy en la Tierra es un 99.99 por ciento igual al
que llevaba el ancestro común, ese ‘Adán’ que vivió hace 60.000 años.

Entonces, así como existe un ‘Adán’, hay una ‘Eva mitocondrial’, una hembra
ancestral que vivió en las mismas sabanas africanas hace unos 170.000 años.
Esta ‘Eva’ no fue la primera mujer humana, sino la única mujer que sobrevivió,
ya sea por suerte o sagacidad, a quién sabe qué catástrofes de la naturaleza,
hambrunas o enfermedades. Y todos los seres humanos vivos del planeta
podemos trazar nuestro linaje hacia ella.

Pasó el tiempo, y un día hace 50.000 años, los descendientes de esta ‘Eva’
salieron de África. Era una pequeña tribu de diez cazadores-recolectores tal
vez algo más inteligentes, más avanzados lingüísticamente y que poseían
mejores herramientas que sus otros vecinos homínidos. No eran los primeros
en salir del continente, pero fueron los que supieron sobrevivir. Marcharon
hacia la península Arábiga, y desde allí se distribuyeron en un abanico de rutas
hacia Europa, Asia Central, Australia y China.

“Leyendo los genes de personas que viven entre Etiopía y la Tierra del Fuego
descubrimos la ruta de los caminantes que subieron hasta Siberia, cruzaron el
estrecho de Bering, y terminaron en las Américas. ¡Vaya viaje! Les tomó 20.000
años. Ahora se sabe que los nativos americanos descienden de los de Asia
Central, por lo menos en su mayoría”, explica Wells.

Los que poblaron Suramérica tuvieron que darse el viaje más largo. “Esa gente
increíble caminó, literalmente, desde África hasta la Patagonia. Estamos en
proceso de expandir el muestreo en la región Andina, para entender quiénes
fueron los pobladores originales de los altos Andes, por qué tomaron esa
decisión, de dónde venían y cuál es el impacto del imperio inca en esta bandeja
genética. Sabemos que los incas movilizaban grandes cantidades de gente en
los Andes y queremos saber qué efecto genético tuvo”.

Después de estudiar África, Asia, Europa y Norteamérica, los creadores del Proyecto
Genográfico van a ahondar en A. Latina. Una de las preguntas es quiénes fueron los
pobladores originales de los altos Andes y de dónde venían. Para ello, trabajan de la
mano de investigadores de esta parte del mundo con el fin de estudiar la historia
genética de los indígenas. Participan Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Colombia y Ecuador
(Posada-Swafford, Á, 2013).
Bibliografía

Fernández, E., Arroyo, E., Pérez-Pérez, A., & Turbón, D. (2006). Análisis genético-poblacional del
yacimiento neolítico de Tell Ramad, Siria. Homenaje a Henri Contenson. Syria. Arqueología, Arte e
Historia. Vol. 83, 107–113. https://doi.org/10.4000/syria.176

Biedma, L. José (2011, Junio 14). Eva Mitocondrial. Espíritu y Cuerpo.


https://esprituycuerpo.blogspot.com/2011/06/eva-mitocondrial.html

Magaña Rueda, P. (2011, Septiembre). Bibliofilia. Unam.Mx.


https://vinculacion.dgire.unam.mx/vinculacion-1/sitio_LCDC/PDF-LCDC/REVISTA-DE-CIENCIAS-
LITERATURA/doc39.pdf

Germánico. (2009, Marzo 31). Genética humana (entrevista a Luca Cavalli-Sforza). Desde El Exilio.
https://desdeelexilio.com/2009/03/31/genetica-humana-entrevista-a-luca-cavalli-sforza/

Brau, H. (2010, Febrero 7). El Proyecto Genográfico desvela a través del ADN una ascendencia directa
que viene de África. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/20100207/53885105569/el-
proyecto-genografico-desvela-a-traves-del-adn-una-ascendencia-directa-que-viene-de-africa.html

Posada-Swafford, Á. (2013, July 6). La fascinante travesía genética de la humanidad. Proyecto


Genográfico realiza una tarea titánica: rastrear huellas de los antepasados más remotos. El Tiempo.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12915467

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