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ARTÍCULOS Y OTROS MATERIALES PERIODÍSTICOS

1. El mejor oficio del mundo

Cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo: los periodistas no
son artistas.

Hace unos cincuenta años no estaban de moda escuelas de periodismo: se aprendía en las salas de redacción, en los
talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que
formaba e informaba sin equívocos y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral
en su puesto.

El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada.

El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales (la sección
más delicada y de gran prestigio era la editorial). El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo
tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos.

La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se
encargaba de fomentarla – la lectura era una adicción laboral.

La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el
oficio carecía de respaldo académico – los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante,
parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y
las aptitudes congénita, y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.

En el caso del periodismo, parece ser que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y
los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Las empresas se
han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación
de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado.

Nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio – el empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o
ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a
la noticia la magnitud de un arma mortal.

El mal periodista piensa que su fuente es su vida misma y por eso la sacraliza, la consiente, la protege y termina por
establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la
segunda fuente.

La versión que recoge una grabadora no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del
interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral.

El infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy
poco del oficio mismo – deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para
contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan de bachillerato, pero toda la información debe estar sustentada
en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una
especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigado por definición, y la conciencia de que la ética
no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo – el objetivo final: el retorno al
sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las
experiencias históricas, y en su marco original de servicio público.

El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la
realidad.

2. El arte de la manipulación masiva

Las técnicas para mentir y controlar las opiniones se han perfeccionado en la era de la POSVERDAD – no hay nada
más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas.
ERA DE LA POSVERDAD: era del engaño y de la mentira – masificación de las creencias falsas y facilidad de que
los bulos prosperen.

POSMENTIRA: hoy en día no resulta fácil mentir porqué todo es verificable. Se puede conseguir con 2 elementos
básicos:
- Insistencia en la aseveración (afirmación) falsa, pese a los desmentidos fiables
- Descalificación de quienes la contradicen
+ Millones de personas que han prescindido de los intermediarios de garantías (previamente desprestigiados por los
engañadores) y no se informan por los medios de comunicación rigurosos, sino en las fuentes manipuladoras
(ciberpáginas afines y determinados perfiles en redes sociales).

La tecnología permite hoy manipular digitalmente cualquier documento – avala que se presente como sospechosos a
quienes reaccionan con datos cierto ante las mentiras, porque sus pruebas ya no tienen valor notarial + pérdida de
cuotas de independencia en los medios informativos con la crisis económica (reducción de su nomina de periodistas y
mirada a los lectores, propietarios y anunciantes + uso de técnicas sensacionalistas para obtener pinchazos en la Red)
= paradójica situación en qué la gente ya no se cree nada y a la vez es capaz de creerse cualquier cosa).

POSVERDAD: mentira es arriesgada – para sostenerla es necesario el uso de medios muy potentes: suelen ser más
eficaces las técnicas de silencio: SE EMITE UNA PARTE COMPROBABLE DEL MENSAJE, PERO SE OMITE
OTRA IGUALMENTE VERDADERA:

- INSINUACIÓN: no hace falta usar datos falsos, basta con sugerirlos: palabras o imágenes expresadas se detienen
en un punto, pero las conclusiones que inevitablemente se extraen van más allá (el emisor podrá escudarse en que
sólo dijo lo que dijo, o que sólo mostró lo que mostró) – la principal técnica de insinuación en los medios parte de
las YUXTAPOSICIONES: idea situada junto a otra sin que se explicite relación sintáctica o semántica entre
ambas. Pero su contigüidad obliga al lector a deducir una vinculación.

- PRESUPOSICIÓN Y SOBRENTENDIDO: dar algo por supuesto sin cuestionarlo. Se crean a partir de unos
antecedentes que, reuniendo todos los requisitos de veracidad, se proyectan sobre circunstancias que coinciden
sólo parcialmente con ellos. 

- FALTA DE CONTEXTO: manipulación de los hechos. En la falta de datos de contexto se puede incluir la
omisión de las versiones y las opiniones (que deberían recogerse con neutralidad y honradez) de los atacados por
una noticia o una opinión.

- INVERSIÓN DE LA RELEVANCIA: Los beneficiarios de esta era de la posverdad no siempre disponen de


hechos relevantes por los cuales atacar a sus adversarios – por eso acuden a aspectos muy secundarios que
convierten en relevantes. Las costumbres personales, la vestimenta, el peinado, el carácter de una persona en su
entorno particular, un detalle menor de un libro o de un artículo o de una obra adquieren un valor crucial en la
comunicación pública, en detrimento del conjunto y de las actividades de verdadero interés general o social. De
ese modo, lo opinable o subjetivo sobre esos aspectos secundarios se presenta entonces como noticioso y objetivo
y, por tanto, relevante.

POSCENSURA: se han analizado someramente (por razones de espacio y de lógica periodística) las técnicas de la
posmentira y la posverdad. Pero los efectos perniciosos de ambas reciben el impulso de la poscensura - quienes se
manifiestan al margen de la tesis dominante reciben una descalificación muy ofensiva que actúa como aviso para
otros. Así, la censura ya no la ejercen ni el Gobierno ni el poder económico, sino grupos de decenas de miles de
ciudadanos que no toleran una idea discrepante, que se realimentan entre sí, que son capaces de linchar a quien a su
juicio atenta contra lo que ellos consideran incontrovertible y que ejercen su papel de turbamulta incluso sin saber
muy bien qué están criticando - Esta inquisición popular contribuye a formar una espiral del silencio que acaba
creando una apariencia de realidad y de mayoría cuyo fin consiste en expulsar del debate a las posiciones minoritarias.
En ese proceso, la gente se da cuenta pronto de que es arriesgado sostener algunas opiniones, y desiste de defenderlas
para mayor gloria de la posverdad, la posmentira y la poscensura. Así, el círculo de la manipulación queda cerrado.

3. La respuesta es periodismo

La información independiente y rigurosa es el único remedio ante la pérdida de confianza de los lectores en los
periódicos.
La doble crisis que golpea a los medios de comunicación – la financiera y la de credibilidad – ha deteriorado la
relación entre la prensa y los lectores. A esto se suman el ruido en redes y tertulias, el dominio del tráfico informativo
por gigantes de Internet y las inversiones de líderes o Estados para manipular noticias. (en España se añade un
ambiente político en el que todo es blanco o negro, también al juzgar a la prensa).

4. El diario único ataca de nuevo

Leer el diario fue una de las actividades distintivas del siglo XX – un estandarte de la modernidad (a mediados siglo
XIX algunos descubrieron que enterándose de ciertos asuntos lejanos antes que los demás, podían hacer negocio, y
montaron los medios para conseguirlo) = se creó el MITO DE LA INFORMACIÓN: hay cosas que debemos saber,
aunque no sepamos qué hacer con eso.

A principios siglo XX la mayoría de los ciudadanos compraba por lo menos un diario cada día (algunos uno por la
mañana y otro por la tarde, algunos dos mañaneros) – cada quien tenia su diario de referencia (el que le contaba lo que
más le interesaba de la manera que le gustaba más) = LEER EL DIARIO ERA UN SIGNO DE IDENTIDAD, Y
CADA CUAL ORGANIZABA SU VISIÓN DEL MUNDO – los grandes diarios hegemónicos intentaban presentarse
como el espejo que reflejaba lo que realmente sucedía: LA REALIDAD HECHA PALABRAS.

Poco a poco fueron perdiendo el monopolio de la información a manos de las radios y televisiones – mantuvieron
lugar de prestigio.

Desde los primeros 200 hasta hace poco, se ha dejado de leer el diario – el acceso a todos los diarios se ha hecho fácil
e inmediato – ya no se compra ese PAQUETE COMPLETO, ESA VERSIÓN DEL MUNDO (con sus énfasis, sus
jerarquías, sus desdenes, sus condenas).

Además, los diarios terminaron de perder cualquier pretensión de inmediatez a manos de las redes sociales – cuando
un diario contaba algo ya lo sabíamos por otros medios: tuvieron que buscar otros rasgos que lo justificaran: los ex
grandes diarios hegemónicos eligieron sesgar sus opiniones: tomar el partido que sus clientes esperaban de ellos (no
objetividad).

Los diarios han asumido que la publicidad no alcanza para pagar sus facturas y sus deudas y ha decidido cobrárselas a
su público – la noticia escrita volvió a ser propiedad privada después de años en que habían sido espacios abiertos a
cualquiera.

Para ver lo que decía cada diario, habría que pagarle un dinero al mes a aquellos ‘enemigos’ que miraríamos para
indignaros (la competencia) – ahora nadie que no trabaje en esto va a pagar varios diarios para comparar = buscamos
uno o dos medios que nos resulten más o menos cercanos y nos abonamos o suscribimos – NOS LIMITAMOS A
NUESTRO DIARIO – volvemos, tras un paseo por la diversidad, a la era del diario único o casi único.

Hemos vuelto a leer el diario: ese sistema de consumo que nos cierra tantas puertas – se podría solucionar con una
suscripción mensual con acceso a muchos medios al mismo tiempo. Mientras tanto, todos se pelean para conseguir
abonados = los diarios, que ya se habían vuelto más partisanos para compensar la pérdida de monopolio de la
actualidad, ahora lo exacerban para que los suyos tengan ganas de pagarles: si consumo el diario que me dice lo que
quiero escuchar, cada diario debe esforzarse por decir exactamente eso, y por decirlo fuerte.

El recurso más usado con los clientes directos es darles lo que quieren, producir versiones “periodísticas” del axioma
básico que dice que el cliente siempre tiene razón. Entonces intervendrá el recurso más usado con los clientes
indirectos –los publicitarios que pautarán o no en ese medio –: decirles a ellos también lo que quieren oír. Darles
cifras, aunque sean fake news, fake numbers. En España, últimamente, medios reputados se compran páginas web de
servicios o ventas o juegos para sumar sus clics y aumentar la cifra general, o alquilan supuestos usuarios de redes
sociales que les cliquean las notas, u otras manganetas donde, una vez más, el medio se vuelve fin: lo que debía ser
instrumento de medida ya solo se mide a sí mismo. Y ofrece datos que todos los interesados simulan creer, aunque
saben que son falsos: una síntesis de tantos intercambios actuales.

Todo avanza en esa dirección: la lógica del sesgo se ha impuesto en la mayoría de las radios y las redes sociales te dan
para que tengas y las personas, entonces, se encierran cada vez más en sus propias opiniones. 

Los diarios se hacen más y más tediosos: es muy difícil encontrar en ellos algo que no se parezca mucho a lo que ya
dijeron, subidos al banquito. Y el proceso tiene, como es lógico, un corolario ridículo: ahora resulta que el espacio
menos unívoco es la televisión. Sí, la televisión, el medio más entregado a los poderes, más comercial, más
controlado, ha descubierto que “el debate” vende, y se llena de mesas donde personas confrontan posiciones. Con sus
batallas de tertulianos/panelistas/opinadores varios, la diversidad se apoderó del medio monoverso. 

5. Contra el público

Por mucho tiempo el periodismo escrito estuvo libre de la lógica del rating (que roía las entrañas de la tele y la radio)
– para entender la crisis del periodismo basta ver la lista de las notas “más leídas”. Ahora, los editores, directores o
jefes de redacción saben con precisión porqué se vende más o menos.

Las redacciones de los diarios, transformados en medios digitales, tienen pantallas donde los jefes pueden seguir al
segundo la cantidad de personas que cliquea cada artículo – hace que intenten producir más notas semejantes – van a
tener más lectores, más clics, más éxito, más plata: ESAS LISTAS TIENEN UN PESO DECISIVO EN LA
ELABORACIÓN DE NUESTROS DIARIOS = también nos hablan de nosotros, quiénes somos por lo que leemos.

Por momentos parece claro que la famosa crisis del periodismo es, antes que nada, la crisis de sus lectores. Lo que se
ve al leer las listas de las noticias más leídas en nuestros diarios más leídos es que hay una distancia abismal entre lo
que los periodistas solemos creer sobre nuestro trabajo y lo que muchos lectores esperan de él – Hay que resolver esa
distancia: acortarla de algún modo – la primera tentación de muchos editores es acercarse a la demanda de sus
lectores. Al fin y al cabo, trabajan para ellos y en sus preferencias están los clics y el dinero consiguiente. La otra
elección es ignorarlo – Alguna vez se dijo que hacer periodismo es contar lo que alguien no quiere que se sepa; en
tiempos como estos se puede suponer que hacer periodismo es contar lo que muchos no quieren saber. Trabajar, de
algún modo, contra el público: contra la demanda que estas listas muestran. Y ofrecerle lo que creemos que importa,
lo que años de aprendizajes y experiencias nos enseñaron que debíamos contar, y seguir creyendo que algún día
empezarán a valorarlo. Y, si no, al menos habremos hecho lo que creíamos que teníamos que hacer.

6. Yo sí leí ‘Mein Kampf’

Sin el testimonio directo del mal. Sin el conocimiento de la condición humana, tan necesario para comprender las
cosas que ocurren; conocimiento con el que entonces hacía reportajes y hoy escribo novelas

«Después os lo cargáis, si podéis; pero antes escuchadlo, porque hasta la lección que puede daros el más perverso del
mundo puede ser oro puro». Eso sí, hace falta cultura. Ser lector inteligente. Ciudadano lúcido y responsable. Saber lo
que estás leyendo y no tragar basura a palo seco. Para eso están los prólogos y las notas a pie de página; y está, como
digo, la necesaria formación intelectual previa del que lee o escucha. Pero no está de más, en este caso, saber cómo era
la cabeza del criminal que sedujo a una nación entera -y no sólo a ella- encarnando sus complejos, rencores y
ambiciones. 

7. Las mentiras de la guerra

8. Cinco pistas de que tu medio de comunicación te considera idiota

- Su director se declara virgen: La independencia, en periodismo, tiene al menos una cosa en común con la
virginidad: una vez perdida, no hay manera de recuperarla. Pero los hay que, tras una carrera llena de
promiscuidad y affaires, prostituidos todos sus principios periodísticos y recogidas las debidas prebendas, siguen
presentándose como los más castos – creen que sus lectores son idiotas.

- Se presenta como el cuarto poder: El verdadero cuarto poder, cuando no el primero, es una oligarquía económica
que hace y deshace a su antojo, protegida por unos políticos que esperan formar parte de ella cuando abandonan
sus cargos y una prensa que, salvando excepciones puntuales, carece de la tradición democrática o el coraje para
denunciar sus desmanes.

- Copia a la competencia: Solía ocurrir que el periódico no desvelaba su contenido hasta que llegaba a los quioscos
por la mañana, lo que hacía difícil que la competencia pudiera piratear su contenido - con Internet los medios
tienen al alcance la posibilidad de saber lo que hace el otro al instante, ventaja que la mayoría aprovechan para
copiarse = más información que nunca, menos original. Especial mención merecen algunos diarios digitales que
llevan años sin publicar una información propia y se presentan como el nuevo periodismo. La mala noticia es que
quizá lo sean.

- Ofrece periodismo de bajo coste y dice que es caviar informativo: Llama la atención la cantidad de medios que, al
ver que el periodismo entraba en crisis, decidieran recortar… en periodismo. Con un descenso brutal de
circulación y publicidad, se hicieron ajustes como despedir a grandes profesionales, ahuyentar freelance, crear
fábricas de periodismo de todo a cien y decir al lector que el producto que ofrecían no solo tenía la misma
calidad, sino más.

- Masticar las noticias por usted: cada vez es más difícil encontrar artículos que no estén troceados, resumidos,
simplificados y divididos en algún tipo de lista – todo lo ofrecen masticado y liviano, sin demasiada información.

9. Periodismo, nada más

(David Jiménez): regreso a la redacción donde empezó todo para mí con la idea de hacer periodismo, nada más. Pero
me está costando encontrar alguien que me crea. "Hay demasiados intereses y no te van a dejar", me dicen.

Los periodistas Señalamos con el dedo a los culpables de la decadencia que ha vivido este país, sin preguntarnos si
tenemos alguna responsabilidad en lo ocurrido. Pedimos a partidos e instituciones regeneración, sin plantearnos si
deberíamos aplicarnos la medicina que tanto recetamos a los demás.

Las causas de nuestra pérdida de credibilidad pueden encontrarse en las hemerotecas. O, mejor dicho: en lo que no se
puede encontrar en ellas (durante tres décadas, los medios de comunicación ofrecimos inmunidad informativa a la
Monarquía, enviando a sus miembros de moral más endeble la señal de que siempre miraríamos a otro lado). En otras
ocasiones, pusimos nuestros intereses por encima de los de nuestros lectores, quizás nunca con tanto descaro como en
los años de las conocidas como guerras mediáticas. Era cuestión de tiempo que nos durmiéramos en la garita de ese
sistema que habíamos prometido vigilar y que lo hiciéramos en el peor de los momentos, en vísperas de la mayor
crisis económica de la Democracia. Mientras los herederos de la Transición convertían el país en una inmensa agencia
de colocación para sus afines, las instituciones se gangrenaban y los partidos políticos que debían defender el Estado
de Derecho se aprovechaban de él, en ese viaje hacia la irresponsabilidad colectiva, cuya factura terminó siendo
pagada por los de siempre, los que trabajamos en prensa pudimos hacerlo mejor. 

De la misma forma que una parte cada vez más importante de la sociedad reclama una nueva forma de hacer política o
negocios, el momento es propicio para que también el periodismo español renueve su compromiso – sin militancias ni
sectarismos. Defendiendo principios y no partidos. Sin intenciones políticas propias ni de terceros. Con independencia
y sin resentimiento, no sólo porque España ya acumula suficiente de esto último, sino porque Kapuscinski tenía razón
cuando decía que nuestra labor no consiste en pisar las cucarachas -no somos jueces ni policías-, sino "en prender la
luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse".

10. Putas y periodistas

Camilo José Cela: “los escritores son como los toreros y las putas, pueden torear en festivales o joder de capricho,
pero sin bajar los precios jamás” – se está poniendo de moda entre los medios españoles pedir artículos, fotografías y
vídeos a cambio de nada – se asume que los periodistas estamos tan desesperados como para trabajar de balde, quizá
con la esperanza de que el cliente quede satisfecho con el servicio y vuelva a por más.

El dinero que ofrecen los que sí pagan se ha reducido a cantidades indignas y desvinculadas al esfuerzo o el mérito del
trabajo – los hay que se frotan las manos ante la IMPLANTACIÓN DEL PERIODISMO DE BAJO COSTE. ¿Es
posible que no hayan caído en que los periodistas, como las líneas aéreas, terminan ajustando la calidad del servicio al
precio? ¿Que se les está forzando a producir periodismo de charcutería para sobrevivir? Los medios no pueden
hacerse sin los buscavidas del oficio, los colaboradores y reporteros a la pieza que se fajan por conseguir las mejores
historias y fotografías, porque les va el desahucio en ello. Hacen mejores a los que nos hemos acomodado en la
nómina. Al medio al que se ofrecen. A la profesión – por eso es tan injusto que cientos de ellos lleven meses sin
cobrar o que se les sugiera que trabajen gratis, diciéndoles que su trabajo no vale nada.

La crisis sirve para faltar el respeto a los profesionales y a los lectores. Para enviar a la gente a cubrir guerras sin un
seguro. Para pedir que se escriba del Congo desde Alcobendas, sin dejar de enviar a tres reporteros a cubrir un partido
de fútbol y a media redacción a la última boda de la tontocracia. La crisis sirve para despedir a veteranos del oficio
que solían hacer una cosa bien (PERIODISMO) y sustituirlos por jóvenes más baratos y explotables que hacen cinco
al mismo tiempo, ninguna de ellas periodismo.

Quizá Cela tenía razón y los periodistas están destinados a ser como las putas: trabajando sin horario ni garantías, a
menudo de noche, ofreciendo sus servicios al mayor número de clientes posible y soportando a los aprovechados que
tratan de regatear los precios o intentan que el servicio les salga gratis, prometiendo traer dinero y respeto en una
próxima visita. Solo que no vuelven o lo hacen olvidando ambos. Otra vez.
11. Periodismo, hay esperanza

Una norma básica en periodismo es estar en el lugar donde sucede o ha sucedido la noticia. Nuestro trabajo consiste
en hablar con las personas que tienen algo que aportar a la historia, seleccionar lo más relevante, escribir un texto que
invite a la lectura (no que expulse con arranques burocráticos), rico en descripciones que ayuden a situar al lector y en
información abundante y contrastada que le permita sacar sus propias conclusiones – S e puede y se debe informar
sobre las reacciones, pero no construir un relato sólido de lo que ha sucedido. Sin color, olor y sabor no hay relato que
se sostenga ni lector que lo aguante – No basta con estar en el sitio, hay que manejar fuentes, ser listo y tener
capacidad de comprensión = La diferencia de calidad y de datos es tal que serviría para explicar a los insumisos por
qué hay que pagar por cierto periodismo y no por el otro. Uno requiere inversión en periodistas formados, en viajes y
en paciencia. El otro no deja de ser un robo internáutico por el que además se pretende cobrar, lo que vendría a ser un
doble robo.

Aunque los analistas no tienen por qué estar en el sitio, lo suyo es tratar de extraer las claves de la información que
está en circulación, en el mundo anglosajón, los columnistas suelen aportar también información.

12. El periodismo en estado puro

Se ha muerto su amigo, su maestro, «el periodista en estado puro que, desgraciadamente, ha estado quince años
fuera de juego por culpa de su enfermedad». Todos los periodistas deberían hoy recordar, según Cernuda, «lo
que Manu Leguineche supuso para los españoles».

"Lo que importa -nos decía- es la gente. Por encima de la noticia están las personas»,  

Manu Leguineche fue «el primer corresponsal de guerra de España que merecía ese nombre, tal vez junto a
Luis Calvo. Fue el que inauguró para nosotros la manera de contar, por ejemplo, las guerras» . «Decía Manu, se
lamentaba de ello, que las crónicas de guerra se vinieron abajo con la televisión. Y eso que él trabajó como
corresponsal para TVE en muchas guerras. Pero pensaba que la descripción de los detalles y los datos que
tienen cabida en una crónica narrativa son imposibles de contar con unas pocas imágenes y un texto brevísimo.
La imagen no nos descubre igual la realidad».

«Para él el periodismo era contar una historia y contarla bien, pero es cierto que se aferró siempre a su vieja
Olivetti y nunca usó el ordenador. La enfermedad que le apartó de la primera línea no nos deja valorar si al
final se habría adaptado, pero nos habría recordado lo que es el periodismo para que no lo olvidásemos en
medio de tantos cambios».

13. Las insumisas de Al Yazira

14. Who killed the newspaper

The most useful bit of the media is disappearing – a cause for concern, but not for panic.

“A good newspaper, I suppose, is a nation talking to itself”

In the rich world newspapers are now an endangered species. The business of selling words to readers and
selling readers to advertisers, which has sustained their role in society, is falling apart.

Advertising is following readers out of the door. The rush is almost unseemly, largely because the internet is
a seductive medium that supposedly matches buyers with sellers and proves to advertisers that their money
is well spent.

Newspapers have not yet started to shut down in large numbers, but it is only a matter of time.

Having ignored reality for years, newspapers are at last doing something. In order to cut costs, they are already
spending less on journalism. Many are also trying to attract younger readers by shifting the mix of their stories
towards entertainment, lifestyle and subjects that may seem more relevant to people's daily lives than international
affairs and politics are. 

The usefulness of the press goes much wider than investigating abuses or even spreading general news; it lies in
holding governments to account—trying them in the court of public opinion. 

In addition, a new force of “citizen” journalists and bloggers is itching to hold politicians to account. The web has
opened the closed world of professional editors and reporters to anyone with a keyboard and an internet connection. 

15. Nadie mató al periódico

Recuerdo encontrarme sentado alrededor de una mesa en mi despacho como director de editoriales para uno de los
periódicos de la empresa Knight Ridder a comienzos de los años 90, escuchando a Tony Ridder, el presidente del
grupo, explicar que la tecnología estaba convirtiendo en obsoletos a los diarios tal como los conocíamos.
Precisábamos adaptarnos a la revolución que se avecina: la de los flujos de información digital, interactiva y
personalizada. Doce años más tarde, es víctima de aquello que de modo tan elocuente predijo. Obligado por Private
Capital Management, un accionista importante, tuvo que consentir la venta del imperio tras probar todas las opciones:
la reducción de costos, la recompra de acciones y el deshacerse de algunos periódicos. Y desapareció Knight Ridder,
con sus 32 periódicos y una circulación combinada de 3,7 millones, a manos de McClatchy Co.

Con excepciones tales como China e India, la lenta declinación de la industria de los periódicos es una tendencia
mundial. El gran error que han cometido los diarios de los Estados Unidos, Europa, y América Latina en respuesta al
nuevo contexto es el de tratarlo como un desafío financiero y tecnológico en vez de un fenómeno cultural.

La respuesta de los diarios durante la década pasada—y Knight Ridder es un buen ejemplo, pero no el único—ha
consistido principalmente en dos cosas: la reestructuración de sus finanzas y el suministro de versiones online de sus
productos impresos. Todo lo demás—incluida la creación de nuevos negocios en torno a sus marcas prestigiosas o el
ingreso en la TV por cable—fue pensado para salvar al modo tradicional de ofrecer las noticias. 
El cambio cultural que está teniendo lugar respecto de la información equivale a una descentralización del poder. 

La industria de los periódicos ha venido en gran medida tratando a la nueva tecnología como un fin en sí mismo,
creyendo que la combinación de una marca bien conocida y una llamativa página en Internet funcionaría. Bien, esos
websites han atraído a lectores online pero no han ayudado a detener las perspectivas de mediano plazo de sus
organizaciones hermanas. Los ingresos publicitarios de Internet representan en promedio no más del 10 por ciento del
total de los ingresos por publicidad debido a que los lectores online de los periódicos todavía tienen una importancia
pequeña para los anunciantes. Los diarios necesitan expandir su círculo de lectores en Internet de un modo muy
sustancial y, particularmente, persuadir a sus lectores online de que permanezcan conectados a sus versiones digitales
por mucho más tiempo. La forma de hacerlo es la de adoptar el cambio cultural.

la “personalización en masa de las ediciones de cada día” es el único camino para salvar a los periódicos. Con esto se
refiere no tan solo a la personalización del despacho de las noticias a través de Internet y dispositivos portátiles sino
también el empleo de imprentas digitales para imprimir miles de ediciones al gusto del cliente.

Los individuos han descubierto que pueden hacer por sí mismos la clase de selección que el periódico tradicional ha
hecho por ellos desde comienzos del siglo 17. Los lectores y espectadores se percatan de que pueden participar en el
proceso de selección mediante la creación de su propia amalgama de información. Por el momento eso solo implica
saltar de un medio online a otro según los diversos rubros que el lector esté buscando.

En los viejos tiempos, solían llamarlo elección y libertad. Hoy día lo llamamos homicidio. Nadie mató al periódico.
Ocurre tan solo que la información, que acostumbraba a fluir de arriba hacia abajo, está ahora comenzando a fluir de
abajo hacia arriba.

16. Entrevista al director de New York Times

Para hacer buen periodismo, primero hay que leerlo.

Muchos medios se metieron a la lucha por el público de la peor manera, buscando solo clics, sin invertir ya
en la calidad.
“Creo que, por un lado,  hay baches generacionales entre los futuros periodistas y un cierto tipo de periodismo
que aprendimos algunos  que hoy tenemos, no sé, 40 años”.

Está convencido de que el buen periodismo sigue siendo no solo necesario sino atractivo y rentable. 

“Los que están en crisis son los medios, no el periodismo.

“En muchos lugares se sigue haciendo mucho periodismo y buen periodismo.  Lo que  sí ha cambiado es el
modelo de negocioque tenía que ver con la prevalencia del papel y con cierto predominio, monopolio, sobre la
publicidad impresa

“Lo que no hay (hoy), lo que no abunda, es información que pueda profundizar,  que pueda ayudar a los lectores
a comprender el mundo; grandes  investigaciones, textos bien escritos  y bien reporteados, un  gran despliegue
gráfico...

“Y yo creo que,  si te interesa eso, sí estás dispuesto a pagar”. 

“Hay discusiones acerca de si esto es válido solamente para una marca como el Times o si puede ser válido para
otros medios”,  añade. “Yo no hago futurología, pero  yo creo que sí puede ser válido para otros medios”,  estima.

En su opinión, la estrategia de buscar popularidad y visibilidad sacrificando la calidad ha sido un error  clave
de varios medios de comunicación. 

“Hay muchos medios que se metieron a dar la lucha por el público,  por la audiencia, tal vez  de la peor
manera:  darles demasiado énfasis a los  contenidos virales,  trabajar por el clic de los usuarios…

  "El problema no es hablar de contenidos populares. El problema es que,  cuando dejas de invertir en periodismo
de calidad,  dejas de trabajar para  tus lectores leales,  tratas de hacer un tipo de  contenido  que es  para una masa
muy fluctuante”.

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